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El pito viejo

Pito joven.- ¿Qué tan viejo eres?

Pito viejo.- Lo suficiente como para decir que mis manos ya no huelen a vagina.

Pito joven.- Quizá eres un poco torpe.

Pito viejo.- No, me refresco en muchas aberturas.

Pito joven.- ¿Vas con esquineras?

Pito viejo.- Te equivocas, las muchachitas prefieren un glande viejo, ellas vienen a
mí.

Pito joven.- ¿Por qué ha de ser?

Pito viejo.- Les gusta saborearlo cómodamente.

Pito joven.- ¿El glande?

Pito viejo. –Sí.

Pito joven. -¡A veces muerden!

Pito viejo.- A los viejos nos tratan bien. Lo devoran compasivamente ¿entiendes?
Con ternura.

Pito joven. -Porque ya se van a morir…

Pito viejo.- Es posible, aunque también porque no representamos mayor


amenaza. Eso les gusta.

Pito joven. -¿Qué cosa, el sexo con un viejo?

Pito viejo.- Por supuesto, las vuelve locas y con un viejo pierden la cordura.

Pito joven. -¿Con un viejo? –risas-

Pito viejo.- Claro, si no mis manos olerían como las tuyas.

Pito joven. -¿A qué huelen mis manos? ¡Las traigo limpias!
Pito viejo.- No toco a las muchachitas.

Pito joven. -¿Eso que tiene que ver con las manos?

Pito viejo.- Tus manos desean.

Pito joven. -¿Qué hay de malo en eso?

Pito viejo.- No es que a las mujeres les disgusten tus manos, por el contrario, es lo
que más quieren.

Pito joven. -¿Mis manos?

Pito viejo.- Lo que tus manos desean. ¿Qué sientes cuando tienes una mujer
frente a ti?

Pito joven. -Depende lo que ella me inspire, no soy lo que parece, yo respeto…

Pito viejo.- Supongamos que es una mujer bella y exuberante.

Pito joven. -Ah, pues no sé si ella quiera estar conmigo, tendría que preguntarle
antes qué piensa, o qué quiere, qué le gustaría... no lo sé, es una situación muy
complicada.

Pito viejo.- Es verdad, tienes las manos limpias. Imagina que esa bella y
exuberante mujer quiere todo contigo, y está frente a ti esperando a que actúes.
¿Qué es lo primero que harías?

Pito joven. – ¡Así ya es más fácil! Creo que lo primero sería tocarla fuerte,
recorrer todo su cuerpo, acariciarla íntimamente, tomarla… ¡Claro que la poseería!

Pito viejo.- Eso demuestra porqué las mujeres prefieren a los viejos.

Pito joven. -¿Eso lo demuestra? Si apenas has de poder disfrutarlas.

Pito viejo.- Por el contrario, las disfruto en su totalidad, mientras que tú en su


mínima parte.

Pito joven. -¡Qué sinsentidos dices!


Pito viejo.- Escucha, ellas quieren tus manos porque tus manos desean, lo que tus
manos desean son ellas, por lo que ellas, contigo, sólo se entregan a sí mismas. Las
reafirmas y eso les encanta, lo cual está bien.

Pito joven. -¿Contigo no pasa igual?

Pito viejo.- No, ellas se entregan a nosotros porque un viejo es más parecido a un
niño.

Pito joven. -¡Esa fue buena! –risas- ¡Estás loco!

Pito viejo.- Ese instinto todas lo llevan grabado con fuego, es algo irremediable.
Por eso ya no las toco más, soy su objeto deleitoso, y “éste” –tocando su miembro-
lo sabe.

Pito joven. -Creerán que eres su papá, es lo que se dice de muchas pervertidas.

Pito viejo.- No, por el contrario: su hijo, y no hay entrega más sincera que la de
una madre con sus hijos. Por eso los viejos solamente somos vistos con bellas y
hermosas muchachitas.

Pito joven. -¿Para que las embaracen? No creo.

Pito viejo.- No para embarazarse, pelmazo, para ejercitarse.

Pito joven. -¿Te refieres a perder el asco de cambiar pañales? A nadie le gusta
ensuciarse las manos.

Pito viejo.- Poco me interesan las tuyas. Lo curioso es que tus manos no huelen a
mujer, sino que están impregnadas de ti mismo, mi querido Onán. En el fondo eres
como una mujer.
Psicoanálisis de un sueño

Tuve un sueño que no se borra de mi mente. Me veo de niña, con el vestido blanco
de la primera comunión. Es de noche y no hay más luz que la luz de la luna en la
ventana. Estoy sobre la alfombra roja, acostada boca abajo, tengo algo entre las
manos. Veo al otro extremo de la habitación, hay una mujer vestida de negro, ella
no mira hacia mí sino hacia la niña que soy. Quiero avisarme, quiero decirme que
debo salir corriendo, que no debo mirar atrás, que cerca está la ventana y tras la
ventana está la luna; sin embargo mi voz se ahoga, no puedo moverme, no puedo
respirar. La niña juega con fichas que ha enfilando a lo largo de la alfombra.
Empuja la primera y comienzan a caer una tras de otra. La mujer de negro avanza
hacia la niña, levanta su amplio vestido y se coloca sobre ella, se sienta y la niña
desaparece bajo la gran falda…. …. …. ….

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