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PRIMERA PARTE

UNA EDUCACIÓN HUMANISTA


(1567-1593)

Para comprender la postura de Francisco de Sales sobre la educación,


comenzaremos examinando la educación que él mismo recibió en el tiempo
de su juventud y hasta el término de su formación. Todos conocemos la
influencia de los primeros años en el curso entero de la vida, el cual, aun en
caso de rechazarlo, continúa marcando la existencia. Las raíces familiares,
las primeras experiencias de la vida, la formación intelectual, moral y
religiosa, todo ello contribuye fuertemente a formar el comportamiento de
una persona. De Francisco de Sales puede decirse que recibió una
formación completa y armónica, profundamente marcada por el
humanismo de su tiempo, lo que no le impidió vivir momentos de crisis
que denotan una personalidad en búsqueda constante de perfeccionamiento.

Después de trazar un rápido cuadro del contexto cultural del siglo


XVI para situar mejor al joven saboyano en la época, trataremos de mostrar
lo que fue su educación a lo largo de la segunda mitad de su siglo: su
infancia en Saboya (1567-1578), formación en París, en el colegio de los
Jesuítas (1578-1588), estudios de Derecho en la Universidad de Padua
(1588-1592). El “drama” que ha marcado toda su juventud, a saber: la
oposición entre la voluntad paterna respecto al primogénito y la vocación
personal de éste merecería un estudio aparte, desde el origen del problema
hasta su conclusión, durante 1593. Es indudable que si su padre lo hubiese
dejado libre desde el principio para seguir su orientación natural por la vida
eclesiástica, no se habría beneficiado de una formación tan larga ni de una
cultura humana tan variada y completa.

CAPÍTULO I

EDUCACIÓN Y HUMANISMO EN EL SIGLO XVI

UN INVENTO “DIVINO” Y EL FIN DE UN MUNDO

Al alba de los tiempos modernos, en el momento en que termina el


Medioevo y comienza un nuevo período llamado “Renacimiento”, la
invención de la imprenta y del arte tipográfico a mediados del siglo XV
debió ser una cosa extraordinaria. En la célebre carta de Gargantúa a su
hijo Pantagruel, Rabelais se extasía ante “las impresiones tan elegantes y

1
correctas que han sido inventadas en mi tiempo, por inspiración divina” 1.
Francisco de Sales no está lejos de compartir este entusiasmo cuando
compara la obra de la creación con el arte de Gutenberg:

Dios, como el impresor, ha dado el ser a toda la diversidad de las


creaturas que han sido, son y serán, con un solo acto de su
voluntad omnipotente (T II 2).

Difícilmente se exageraría la relevancia de este invento que, al


extender el libro, abre una nueva era en el campo de la comunicación de las
ideas y de la cultura. Ya no existía “el tiempo aquel, escribía sin nostalgia
el fundador de la Visitación, en que no existía aún la imprenta, en que no se
podían tener cómodamente los libros, sino que era necesario copiarlos de
uno a otro” (O IV 18-19). Junto a las producciones literarias de los
humanistas y las obras especializadas para canonistas, eclesiásticos,
médicos o incluso artesanos, comenzaba a surgir de las imprentas una
abundante producción de obras para todo público: libros de Horas, vidas de
santos, Artes para bien morir, la Imitación de Cristo, o novelas de
caballería de la Edad Media. Los primeros libros escolares impresos fueron
los textos clásicos latinos y griegos, el famoso diccionario de la lengua
latina del lexicógrafo italiano Calepino 2, la gramática latina de Donato 3,
así como los abecedarios en que los niños aprendían a leer con pequeños
textos religiosos y moralizantes. Ya entonces dominaba en las ciudades la
imprenta, y los vendedores la distribuían hasta en los pueblos más remotos.
Por todas partes se desarrollaba el gusto y la necesidad de la lectura y la
instrucción.

Pero en el momento en que el Occidente inventaba la imprenta, un


acontecimiento de un género muy diverso marcaba, en Oriente, el final de
una época. Constantinopla, la ciudad más grande, bella y rica del
Medioevo, fue tomada por los Turcos en 1453, fecha en que generalmente
se considera que inicia la Era Moderna. Hasta entonces, a pesar del cisma
de 1054, la cristiandad había conservado un cierto sentido de solidaridad
entre Occidente y Oriente. Para Francisco de Sales, la caída de
Constantinopla evoca el castigo sufrido antiguamente por el reino de
Samaria, que lo lleva a decir serenamente en uno de sus sermones:
1
Citado por: L.-PARIAS (Dir.), Histoire générale de l’enseignement et de l’éducation en France, t. II :
De Gutenberg aux Lumières, por F. Lebrun, M. Venard y J. Quéniant, Paris, Nouvelle Librairie de
France, G.-V. Labat editeur 1981, p. 173.
2
Francisco de Sales lo cita a propósito de un tema controvertido: “Yo digo lo que dicen los doctos
Belarmino y Justo Lipsio (...); el único que tiene razón es Calepino” (D 32). Ambrosio de Calepio (1435-
1510) era el autor de un célebre diccionario de la lengua latina y su nombre se convirtió en sinónimo de
diccionario. Aun ahora, el “calepino” designa un pequeño libro de bolsillo.
3
El gramático Aelius Donatus, que vivió en el 4º siglo, ha dado su nombre a las antiguas gramáticas
latinas, al punto que Donato se volvió sinónimo de gramática latina.

2
Salmanasar, rey de Asiria, hizo cautivos a todos esos
cismáticos, como el Turco ha hecho con nuestros cismáticos (S I
154).

La victoria de Lepanto en 1571, cuatro años después del nacimiento


de Francisco de Sales, que continuó los combates medievales contra “los
moros y sarracenos”, no marcó un punto final a la gran confrontación con
el imperio otomano (S I 410). En la oración fúnebre de Felipe-Emmanuel
de Lorena, duque de Mercœur, muerto en 1602 después de haber sido
lugarteniente general del emperador con el ejército que combatió a los
turcos, Francisco de Sales recordaba que “la media luna de Mahoma crecía
tan fuertemente en Hungría, que parecía querer volverse luna llena” y que
“no se hablaba más que del avance de la armada turca y su alfanje” (S I
420-421). La “monstruosa multitud de los Turcos” (S I 428) inspiraba un
miedo terrible.

El drama que se realiza en el Este europeo tuvo, no obstante,


consecuencias positivas para el desarrollo de la cultura. Grandes literatos
refugiados en Occidente, a donde trajeron preciosos manuscritos antiguos,
originaron una profunda renovación de los estudios griegos y bizantinos.
Para no citar más que un ejemplo, el erudito griego Juan Lascaris vino a
refugiarse en Italia y se convirtió en París en el maestro del gran helenista
Guillermo Budé 4.

EL HUMANISMO DEL RENACIMIENTO AL INICIO DE LOS TIEMPOS


MODERNOS

Los trágicos acontecimientos que se efectuaban en Oriente –con


intervalos de tregua- no impedían en Occidente el extraordinario
florecimiento del Renacimiento, un término introducido en el siglo XIX
para designar el movimiento cultural nacido en Italia a mediados del siglo
XV. Un cambio profundo se realizaba en los espíritus, cuyas causas han
sido objeto de numerosas discusiones. No habría que olvidar, en cualquier
caso, las nuevas condiciones económicas, en particular el desarrollo del
comercio, de la vida urbana y de los cambios monetarios, que
desmoronaron la vieja cultura feudal y clerical del Medioevo 5.

4
Guilllermo Budé (1468-1540) creó la biblioteca de Fontainebleau, que dio origen a la Biblioteca
Nacional, y obtuvo de Francisco I la fundación del Colegio de tres lenguas (latín, griego y hebreo),
llamado a continuación Colegio de los Lectores Reales o Colegio Real (más tarde, Colegio de Francia) y
promovió el estudio del griego en Francia. Sus Comentarios a la Lengua Griega (1529) hicieron de él un
filólogo, precursor del método comparativo.
5
Ver, a este respecto, W. K. FERGUSON, Renaissance Studies, London (Ontario), The Humanities
Departments of the University of Western Ontario 1963.

3
Negativamente, el Renacimiento se puede caracterizar por una serie
de “rechazos”: rechazo del latín “bárbaro” de la enseñanza medieval,
rechazo de la “dictadura” de Aristóteles, el filósofo por excelencia en la
Edad Media que lo comprendía a su manera, rechazo de la estéril lógica
escolástica. Positivamente, profesaba un verdadero entusiasmo por la
naturaleza humana y una curiosidad universal por todas sus
manifestaciones. En este sentido, el Renacimiento abrió el camino a lo que
será llamado el Humanismo, del cual es inseparable. Después de los studia
divinitatis de la Edad Media, se entusiasmó por los studia humanitatis 6. La
curiosidad se dirigió, en particular, hacia la antigüedad greco-latina,
haciendo de sus autores y sus grandes personajes objeto de un verdadero
culto. En un sermón de 1621, Francisco de Sales evocaba él mismo “los
Felipes y Alejandros de los que los humanistas tanto hablan” (S IV 103).
No ignoraba que “había escuelas que decían que Platón había sido el
espíritu más grande, otras que Cicerón”, mientras que él estaba de acuerdo
en que “ambos sobresalían entre los filósofos paganos” (S IV 109). Incluso
la mitología y los dioses paganos reaparecían, no sólo para hacer más
elegantes las expresiones literarias y artísticas, sino quizá también para algo
más. El autor de la Introducción a la Vida Devota lamentaba que algunas
bodas de su tiempo no se parecían apenas a las de Caná: “en lugar de
nuestro Señor invitan a Adonis, y a Venus en vez de a Nuestra Señora” (I
III 38). El calendario mismo estaba impregnado de mitología, se quejaba
Francisco de Sales, pues “esta superstición ha entrado tanto entre los
hombres, que apenas se le puede detener”, al punto que se continuaba a dar
a los días de la semana nombre de esas “falsas deidades, como Mercurio,
Marte, Júpiter y otras semejantes” (S IV 147). Mientras se glorificaba a
Hércules y sus doce trabajos legendarios, Francisco de Sales los
ridiculizaba, escribiendo que “este Hércules no es capaz de dos trabajos a la
vez, sino sólo uno después del otro” 7. El personaje de moda era Alejandro
Magno, héroe de Grecia y fundador de un inmenso Imperio. El obispo de
Ginebra habla a menudo de él, pero para mostrar la superioridad del apóstol
Pablo:

Este acaba con las ciudades, destruye los castillos, somete al


mundo con la fuerza de las armas y, al final, se deja vencer por sí
mismo. Al contrario, nuestro gran Apóstol parece querer someter y
recorrer toda la tierra para derribar no las murallas, sino los
corazones de los hombres, y someterlos a su Maestro mediante su
predicación (S III 320).
6
No hay que pensar, sin embargo, que los humanistas hayan sido irreligiosos o anticristianos. A este
respecto, puede verse la puntualización que hace L. FEBVRE, Au Cœur religieux du XVIe siècle,
« Bibliothèque générale de l’École pratique des hautes études », Paris, SEVPEN 1957.
7
Esta indicación tomada de la mitología ha sido suprimida en el manuscrito, y no aparece en la editio
princeps de la Introducción a la Vida Devota. Ver OEA III, p. 162*, en nota.

4
El culto de la perfección literaria llevaba a los humanistas no sólo a
buscar sus modelos entre los griegos y latinos, sino a escribir en latín
siguiendo estos modelos. El latín de la Escolástica dejaba su lugar a un
latín clásico, elegante, cuyo modelo insuperable era, para la mayoría de los
humanistas, Cicerón 8. La misma lengua francesa adquiría sus títulos de
nobleza. En 1539, la Ordenanza de Villers-Cotterêts de Francisco I había
prescrito su uso, en lugar del latín, para todas las disposiciones y juicios de
los tribunales. En Saboya, el duque Emmanuel-Filiberto (1553-1580) hizo
lo mismo en 1560 y Francisco de Sales, aunque no estaba sujeto al rey de
Francia, la llamaba afectuosamente “nuestra lengua francesa” (S I 405).

Un apetito extraordinario de conocimientos se había apoderado de


los humanistas del Renacimiento. No sólo se redescubría al verdadero
Aristóteles recurriendo a los textos originales, sino que se descubría casi
totalmente a Platón, que inspiraría una nueva filosofía natural. En
Florencia, el maestro de la escuela platónica, Marsilio Ficino (1433-1499),
teórico del amor y de la belleza, contemplaba el universo como un
organismo animado, formado por la unión entre el cielo y la tierra, la cual
sufría los cambios celestes. Se encuentra una huella de estas concepciones
en un curioso párrafo de un sermón de Francisco de Sales, donde exalta “la
maravillosa relación y correspondencia que la tierra tiene con el cielo, hasta
poder decir que el cielo es el esposo de la tierra y que ella no podría
producir nada más que por medio de las influencias que recibe”. Añade, a
propósito de estas influencias:

Hablo de aquéllas que, según los platónicos, el cielo envía sobre la


tierra, las cuales le hacen producir frutos, árboles y plantas. ¿Qué le
da la tierra al cielo, como recompensa? Le presenta estas plantas,
flores y frutos, y le reenvía los vapores que suben como el humo de
incienso quemado, y el cielo los recibe. En suma, es agradable ver
la correspondencia que hay entre el cielo y la tierra (S IV 134-135).

Estas asombrosas representaciones se encuentran en otros adeptos


del platonismo de moda, mezcladas a veces con tendencias cercanas al
gnosticismo, el esoterismo, incluso la magia. Aplicadas a la persona
humana, hacen del alma una especie de microcosmos en el que se unen el
cielo y la tierra. Entre los discípulos de Ficino, Ange Politien, poeta y
filólogo, educador de los hijos de Lorenzo de Médicis, no era un

8
Sobre este punto, ver el estudio muy documentado de M. FUMAROLI, L’âge de l’éloquence.
Rhétorique et “res literaria” de la Renaissance au seuil de l’époque clasique, Genève, Librairie Droz
2002.

5
desconocido para Francisco de Sales, quien lo cita 9. Añadamos que la
alquimia, muy viva en la Edad Media, se encontraba en su apogeo. Dice de
sí mismo que estaba a la búsqueda de la “quintaesencia”, pero que se trata
de la “quintaesencia de la vida espiritual” y de la “alta perfección” (S IV
390). Exalta el papel del fuego, que “habiendo separado poco a poco la
esencia de su masa y habiéndola purificado del todo, finalmente hace surgir
su quintaesencia” (T VII 11). En cuanto a la realización de la gran obra, el
Saboyano es más bien escéptico:

Quienes emprenden la tarea de transmutar y transformar el metal


en oro, deben hacer un gran esfuerzo, aun sin saber si lo lograrán o
no. Ponen su metal al fuego, luego lo pulverizan, y después lo
hacen pasar por un filtro y lo purifican nuevamente, asegurando que
si pudieran purificarlo tanto que sólo quedara una cierta materia o
licor que desciende del cielo, les sería posible lograr lo que
pretenden (S III 174-175).

A pesar de sus dudas, admite el uso del “oro potable” en caso de


enfermedad (S IV 292); y dirá que la humildad “cambia en oro puro el
plomo de nuestras enfermedades” (O V 365-6).

La matemática conoce un nuevo desarrollo cuando Pierre de la


Ramée –más conocido con su nombre latino de Ramus- se atreve a
oponerse a Aristóteles, convirtiéndose en el primer profesor de esta
disciplina en el Colegio real. Francisco de Sales menciona uno de sus
sucesores, “el famoso Bressius” (S I 415), que ocupa su cátedra desde
1576. Los astrónomos, por su parte, se interesan cada vez más por las leyes
matemáticas que rigen el universo. El polaco Nicolás Copérnico (1473-
1543), que estudió en Bolonia, Padua y Ferrara, derribó el sistema
geocéntrico de Tolomeo, afirmando que los planetas se mueven en torno de
sí mismos y alrededor del sol, en órbitas circulares que no se sitúan en el
mismo plano. Su teoría da origen a la revolución científica del siglo XVIII.
Su discípulo más célebre fue Galileo, el pionero del método experimental
(1564-1642), quien observó el cielo con un anteojo astronómico, antecesor
del telescopio. Las ideas de estos pioneros penetraron, como veremos
luego, dentro de los muros del colegio de Annecy.

La medicina, igualmente, se liberó de los prejuicios filosóficos para


dedicarse a la experimentación, come fue el caso, sobre todo, de la
universidad de Padua, frecuentada por el joven Francisco de Sales. El

9
Agnolo Ambrogini, llamado “el Político” (1454-1494), es el autor de Miscellanea, una obra de notas y
comentarios sobre los textos latinos, que hacen de él un antecesor de la filología clásica. Francisco de
Sales lo cita en un Recueil de Similitudes (O V 157).

6
mismo año, 1543, en que Copérnico publicó su De revolutionibus orbium
coelestium, el médico flamenco Andrés Vesalio, antiguo alumno de
Lovaina, de Montpellier y de París, siendo profesor en Padua publicó su De
humani corporis fabrica, un tratado basado íntegramente en el estudio
anatómico del cuerpo humano.

A una época –el Medioevo- en que todo se consideraba en función de


Dios, le sucedió un tiempo de descubrimiento del hombre en todas sus
dimensiones, tanto estéticas y literarias como científicas y morales. Las
diversas ramas del saber se liberaban de la tutela de la teología. Incluso la
política se liberó de las normas tradicionales con Maquiavelo (1469-1527),
cuya obra maestra El Príncipe se encontraba en la biblioteca de Francisco
de Sales 10.

EL NUEVO MUNDO

El descubrimiento de tierras desconocidas en América (Indias


occidentales), en Asia (Indias Orientales) y en Africa, alimentó una sed de
conocimiento que podía extenderse “por todos los lugares de la Tierra, en
el Antiguo y el Nuevo Mundo” (S I 206-207). Francisco de Sales se
interesó de estas grandes corrientes de información e intercambio. Leyó la
Histoire des Indes Orientales del jesuita G. P. Maffei (D 92); las Lettres du
Japon et de la Chine de otro jesuita, el padre P. Almeida (S I 404); la
Histoire générale des Indes occidentales de F. López de Gómara (S II
359) ; y los Dies Caniculares de S. Majoli, colección de fenómenos
naturales y de cosas curiosas “en Europa, en Asia y en Africa” (S I 404).
Supo de los grandes navegantes portugueses: Bartolome Dias, que dio su
nombre al “Cabo de Buena Esperanza” (S I 379); del “valiente y católico
capitán Albuquerque” (C 102), quien “fortificó Goa, ciudad principal de las
Indias orientales” (D 113); del descubridor de Brasil, Pedro Alvares Cabral
quien “elevó una cruz muy alta, por la cual todo el país se llamó, durante
muchos años, región de Santa Cruz, hasta que el pueblo, abandonando este
nombre sagrado, lo llamó Brasil, por el nombre del ‘palo de Brasil’ que se
utiliza para la tintura” (D 130-131).

En su Défense de l’Étendard de la Sainte Croix, narra los


formidables acontecimientos que acompañaron la llegada del cristianismo
en ultramar : la aparición de una cruz en la época de Albuquerque “en una
comarca de las Indias” (S I 235), la historia de la milagrosa cruz de
Meliapor (D 108), la devoción hacia la cruz entre los habitantes de Socotra,
“una isla en el mar de Eritrea” (D 109), las apariciones de la cruz “en el
10
Este libro se encontraba en la lista de libros prohibidos que la Congregación romana de la Inquisición le
había permitido, a petición suya, leer y poseer. Ver la lista reproducida en OEA, t. II, p. 425-427.

7
reino de Abisinia” y “hacia el Japón” (D 123), la aparición, en el antiguo
reino del Congo, de hombres marcados por el signo de la cruz al servicio
del rey Alfonso y la construcción del templo de la Santa Cruz en la ciudad
de Ambasse (D 123) 11. Menciona la Guinea (O V 124), que en su época
designaba toda la zona costera de la Africa occidental, bañada por el actual
golfo de Guinea. Evoca el estupor de los indígenas antes algunos inventos:

Se dice que los ingenuos indios pasan el día entero junto a un reloj
para percibir las horas e, incapaces de adivinar cómo funciona, no
consideran que debe tener su arte y razón, sino que, llenos de amor
y maravilla hacia los relojeros, los veneran como a seres muy por
encima de los humanos (T IV 8).

Se hace eco de las tradiciones que circulan respecto de las


costumbres extrañas de estos pueblos, reportando, entre otras, que “los
antropófagos de las Indias se comen los unos a los otros realmente, como si
comieran la carne de toros o corderos” (S I 323).

En las cartas de los misioneros jesuitas, Francisco de Sales descubre


curiosidades, como la de un cierto animal de las Indias, “que, aun siendo de
naturaleza terrestre, poco a poco y parte por parte pierde su ser natural y se
convierte enteramente en pez” (S I 404). En la Introducción a la Vida
Devota relata que “quienes vienen del Perú, además de oro y plata, traen
consigo simios y papagallos” (I III 4). Otras veces menciona el hecho de
que “estos pueblos del Nuevo Mundo envían sus mensajeros al rey con el
menor equipaje posible, para subrayar al máximo su bajeza y humildad en
comparación de la gloria y majestad de su rey” (S I 403). Él mismo se
compara con los geógrafos –llamados entonces cosmógrafos- cuando trata
de retratar, a grandes rasgos, algún gran personaje:

Imitaré a los cosmógrafos, quienes en sus mapamundis indican sólo


con puntos las ciudades y las montañas con líneas, dejando a la
imaginación el trabajo de completar el resto (S II 277).

¡Cómo le gustaría conocer “los nuevos cristianos que se convierten


actualmente a nuestra santa fe en las Indias, en el Japón y en la otra parte
del mundo”! (S IV 240). El autor del Tratado del Amor de Dios admira
“esta multitud de jesuitas, capuchinos y otros religiosos y eclesiásticos de
todo tipo, que van a las Indias, a Japón, a Maragnon” 12 (T V 9). Su héroe
evangelizador es el “bienaventurado Francisco Xavier, quien está a punto

11
Ambasse corresponde a la actual Mbanza-Congo, una ciudad de Angola que en la época de los
portugueses se llamaba San Salvador.
12
Maragnon es, actualmente Maranhao, un estado del Nordeste de Brasil.

8
de ser canonizado por su grande santidad de vida, quien a la hora de la
muerte no encontró ni casa, ni alimentos para sustentarse, pues murió frente
a China, en un pobre lugar, lejos de todo socorro humano” (S IV 297).

Como sabemos, fue la invención de la brújula, con su aguja imantada


que se dirige siempre hacia el norte, lo que permitió los extraordinarios
descubrimientos cuyos testigos son sus contemporáneos. Maravillosa
invención, sin duda, que no permite perderse sin algún punto de referencia:
“Sea cual sea la ruta que emprenda la nave, se dirija a oriente u occidente,
hacia el norte o hacia el sur, y con cualquier viento que la arrastre, jamás
dejará de indicar su aguja marinera hacia la estrella polar y hacia el norte”
(I IV 13).

EL “DESCUBRIMIENTO” DE LA INFANCIA

Al alba de los tiempos modernos corresponde un descubrimiento de


otro tipo, que Philippe Ariès ha llamado “el descubrimiento de la infancia”
(y de la juventud), consideradas como una etapa de la vida distinta de la de
los adultos 13. Mientras en la sociedad medieval el niño no significaba
apenas nada, o se le trataba rápidamente como un pequeño adulto, se
comienza a considerar cada vez más esta etapa de la vida en sí misma. Se
preocupa de los niños, se les viste con ropas especiales, se les divierte con
juegos diferentes respecto de los adultos. La familia misma comienza a
tomar conciencia de su identidad, cultiva su intimidad, los lazos afectivos y
refuerza la preocupación educativa 14. La toma de conciencia del carácter
propio de la edad primera se manifiesta particularmente en la creación de
escuelas y colegios, que no conocen ya la mezcla de estudiantes jóvenes y
mayores, como en la Edad Media. Para renovar la sociedad y formar un
nuevo tipo de hombre: civil, cortés, amable, piadoso y letrado, los
humanistas propagan una pedagogía innovadora 15.

Nacido en 1567, Francisco de Sales pudo aprovechar las lecciones de


las primeras generaciones de humanistas. Conocía y apreciaba a Gerson
(1363-1429), considerado como un precursor del humanismo. Al escribir,
en el Prefacio del Tratado que “este hombre fue extremadamente docto,
juicioso y devoto” (PL 337), se refería, sin duda, al libro de La Imitación
13
Ver el capítulo “La découverte de l’enfance”, en P. ARIÈS, L’enfant et la vie familiale sous l’ancien
régime, « Civilisations d’hier et d’aujourd’hui », Paris, Librairie Plon 1960, p. 23-41.
14
Sobre el desarrollo del sentido de la familia y de la vida privada en el Renacimiento, ver P. ARIÈS – G.
DUBY, (dir.), Histoire de la vie privée, t. III: De la Renaissance aux Lumières, volumen dirigido por R.
Chartier, Paris, Ed. Du Seuil 1986.
15
Ver la obra de E. GARIN, L’éducation de l’homme moderne. La pédagogie de la Renaissance, 1400-
1600, Paris, Fayard 1968. Sobre la transformación de los colegios, ver D. JULIA, Églises, société,
éducation à l’époque moderne. La transformation des collèges au XVIe et au XVIIe siècles, en G.
AVANZINI (dir)., Pédagogie chrétienne – Pédagogues chrétiens, Colloque international d’Angers
(septiembre 1995), « Sciences de l’Éducation », Paris, Éditions Don Bosco 1996, p. 61-84.

9
de Cristo que se creía era obra suya, pero quizá también a las obras
pedagógicas de este antiguo canciller de la Universidad de París, que quería
que se tratara a los niños con dulzura y paciencia 16. Entre los demás
humanistas que han influído de algún modo, positiva o negativamente, en
el pensamiento y la acción de Francisco de Sales, conviene señalar
particularmente a Erasmo, Moro, Vives, Sadolet, Rabelais y Montaigne.

Francisco de Sales reconocía en Erasmo de Rotterdam (hacia 1466-


1536) ante todo a “un gran hombre de letras”, quien afirmó que “el mejor
modo de aprender y de llegar a ser sabio es enseñar” (L II 301). En su
biblioteca de libros prohibidos figuran dos libros del gran humanista
europeo, uno de ellos la primera edición crítica del Nuevo Testamento en el
original griego (D 426). Francisco de Sales nunca dejaba de citar su
traducción latina del Nuevo Testamento cuando estaba de acuerdo con él,
sobre todo para defender la concepción católica de la Misa (S I 229). Por
otra parte, su obra presenta rasgos claramente erasmianos: el gusto por la
antigüedad clásica, la búsqueda de imágenes y ejemplos, así como la
exuberancia verbal. Una de las últimas obras de Erasmo fue, en 1530, su
De civilitate morum puerilium, que difundió en la sociedad europea de su
tiempo el concepto de “civilidad” en la educación.

Amigo de Erasmo, el canciller de Inglaterra Tomás Moro (1478-


1535), encarcelado y ejecutado por traición, por haber desaprobado el
divorcio de Enrique VIII y haber rechazado el Acta de supremacía del rey
sobre la Iglesia de Inglaterra, es citado por Francisco de Sales a propósito
çde la autoridad de la Iglesia (C 207). ¿Leyó la Utopía (1516), en la que
Tomás sueña con una sociedad ideal, sin guerras y sin persecuciones,
basada en la educación de muchachos y muchachas, y en la formación a la
virtud? Francisco de Sales condivide el optimismo mesurado de Moro y su
confianza en los recursos de la razón y de la fe.

No poseemos pruebas explícitas que nos permitan afirmar con


certeza que el obispo de Ginebra leyó las obras de Juan Luis Vives (1492-
1540). Sin embargo, un estudio atento de su concepción del hombre
permite identificar una de sus fuentes en la obra De anima et vita del gran
humanista español, quien ha querido condensar en esta obra, aparecida en
Basilea dos años antes de su muerte, lo esencial de su doctrina sobre la vida
humana y sus diversas manifestaciones y operaciones 17. En el tiempo en
que era preceptor de María Tudor, Vives escribió igualmente un De

16
Jean Charlier, originario del poblado de Gerson, es el autor de numerosas obras en latín, entre otras de
un Traité du devoir de conduire les enfants à Dieu.
17
Ver, sobre este punto particular, la obra de L. KÖNIGBAUER, Das Menschenbild bei Franz von Sales,
p. 164.

10
institutione feminae christianae y un De ratione studii puerilis, dos
tratados de pedagogía humanista publicados en 1523.

Francisco de Sales, sin duda, se sintió muy cercano a la visión del


cardenal Sadolet (1477-1547), obispo de Carpentras y gran humanista,
cuyo nombre aparece en el libro de las Controversias, como miembro de
una comisión para la reforma de la Iglesia (C 315). En su De liberis recte
instituendis, aparecido en 1533, escrito en forma de carta a su sobrino
Pablo, Sadolet había fundado la educación sobre la exigencia religiosa
unida a una cultura explícitamente humanista, síntesis de sabiduría antigua
y de fe cristiana. Su sistema educativo abraza todos los campos: formación
religiosa, moral y social, letras, filosofía y teología, matemáticas y
astronomía, gimnasia y música. Su objetivo, como se ve, es la promoción
integral del ser humano, desde la infancia hasta la adultez.

Por el contrario, Francisco de Sales no es blando con Rabelais (hacia


1494-1553), un ex-monje autor de libros que juzgó indignos de ser leídos
por un joven. Escribe textualmente a uno de ellos, que estaba por “lanzarse
al alto mar del mundo de la corte”:

Sobre todo, cuídese de los libros nefastos, y por nada del mundo
permita que su espíritu se deje atraer por ciertos escritos que los
cerebros débiles admiran, debido a algunas vanas sutilezas que en
ellos se encuentran, como este infame Rabelais y otros de nuestro
tiempo, que hacen profesión de poner todo en duda, de despreciarlo
todo y burlarse de todas las máximas de la antigüedad (L IV 377).

El autor de Pantagruel (1532) y Gargantúa (1534) difundió en sus


escritos el entusiasmo de los humanistas por la filosofía, la moral y los
conocimientos de la antigüedad. Los gigantes cuyas aventuras increíbles
relata, se convierten en símbolo del hombre sin límites, verdadero rey del
universo, convertido en un “pozo de ciencias”. Aun estando la religión
presente en su obra, tiende hacía un teísmo naturalista, no dogmático. La
juventud, pensaba Francisco de Sales, no tiene nada qué ganar con un
maestro tan poco honorable y que desprecia el pasado. Aun siendo él
mismo un humanista pleno, jamás promovió una ruptura con los ideales y
conocimientos de la Edad Media.

En cuanto a Miguel de Montaigne (1533-1592), no fue sin duda un


desconocido para Francisco de Sales 18, quien lo cita frecuentemente, no
sólo sobre cuestiones de pedagogía, sino en apoyo de sus controversias con
18
Ver el estudio de L. TERREAUX, Montaigne et saint François de Sales, in « Bulletin de l’Académie
Saint-Anselme » I (Nouvelle Série) (1985) 22-51.

11
los protestantes: sobre la veneración de la cruz en la India antes de nuestra
era (D 176), a propósito de las versiones de la Escritura (C 180), sobre el
respeto debido al “Santo Libro de los sagrados misterios de nuestra fe” (C
182), a propósito del canto de los Salmos (C 186) y sobre “la fe debida al
testimonio de los milagros” (C 328). Respecto a la dificultad de controlar
las traducciones de la Biblia en lengua vulgar, Francisco de Sales se apoya
voluntariamente en la opinión expresada por el “docto profano”:

Es una gran ventaja para quienes traducen, saber que no serán


controlados más que por los de su misma provincia; y ninguna
provincia tiene tantos ojos clarividentes como Francia y Alemania.
“Sabemos bien, dice un docto profano, que en el país vasco y en
Bretaña hay suficientes jueces para valorar esta traducción hecha
en su lengua” (C 180).

En el plano literario, Francisco de Sales le es muy cercano,


incluyendo el uso de las imágenes y de las comparaciones. No obstante, le
reprocha el complacerse a veces en cosas que no lo merecen:

El pavo real busca naturalmente gusanos, arañas, moscas; el


águila, todo lo contrario. A veces los espíritus ilustres, como
Montaigne, se entretienen en cosas frívolas y perjudiciales; pero los
espíritus sólidos y fuertes actúan diversamente (O V 154).

El autor de los Ensayos ha consagrado un capítulo a “la educación


de los niños”, donde denuncia la pedantería, la ciencia arrogante y las
fórmulas vacías repetidas continuamente. Francisco de Sales se sentía de
acuerdo con las afirmaciones de este sabio que prefiere “la cabeza bien
formada a la cabeza llena”, que quiere que la lección no sea sólo útil, sino
que sea también agradable, y que rechaza el empleo de la violencia en la
educación. A diferencia del obispo de Ginebra, que asignaba un papel
importante a la voluntad y a la adquisición de las virtudes, Montaigne se
ocupa preferentemente de la formación del juicio.

EL IMPACTO DE LA REFORMA PROTESTANTE SOBRE LA FORMACIÓN Y


LA INSTRUCCIÓN PARA TODOS

Al inicio, la Reforma se separó totalmente del Renacimiento, que


tenía para ella rasgos de paganismo. Debido a su austera preocupación por
retornar a la pureza de la fe primitiva, y por formar al hombre cristiano
según el modelo evangélico, luchando contra las tendencias paganas en la
Iglesia, se mantuvo alejada. Sin embargo, sus efectos se conjugaron
frecuentemente con los de los humanistas: ambas corrientes rechazaban la

12
Escolástica medieval y reclamaban un conocimiento directo de los textos
religiosos, un aprendizaje no sólo del latín, sino también del griego y el
hebreo, la traducción de la Biblia en las lenguas contemporáneas, la
instrucción para todos y una experiencia religiosa más personal.

Como para los humanistas, también para los reformadores era


primordial la necesidad de la educación y la instrucción. Se puede hablar
incluso de una verdadera ‘revolución’ si se consultan los programas de
Lutero (1483-1546), de Zuinglio (1484-1531) y de Calvino (1509-1564).
Según los jefes de la Reforma, la ignorancia es el gran mal de la religión;
combatirla es el primer deber del Estado. En su carta a los magistrados y
senadores alemanes, Lutero escribió que “la prosperidad de un estado no
depende solamente de sus riquezas naturales, de la solidez de sus murallas,
de la elegancia de sus casas, de la abundancia de armas en sus arsenales; la
salud y la fuerza de un estado residen sobre todo en la buena educación que
le proporciona ciudadanos instruídos, razonables, honestos, bien educados”
19
. He ahí porqué Lutero pedía maestros de escuela, capaces de educar e
instruir a la juventud, para que el hombre sea capaz de ejercer
convenientemente su profesión y la mujer dirija sus menesteres y eduque
cristianamente a sus hijos. Criticaba la educación escolástica y exigía que
todo niño pudiera ir a la escuela al menos una o dos horas al día. Él mismo,
con la ayuda del humanista Melancton, considerado como el praeceptor
Germaniae 20, organiza las escuelas de Sajonia y Turingia. “Educar a la
juventud, escribía pensando en Homero, vale más que apoderarse de
Troya” 21.

Calvino fue, al principio, un discípulo de Lutero antes de seguir su


propio camino. Su obra fundamental, traducida del latín con el título
Institution de la religion chrétienne, y que hizo de su autor uno de los
primeros grandes escritores en lengua francesa, era bien conocida de
Francisco de Sales (D 425). También él estaba animado por la
preocupación de formar cristianos y ciudadanos. Cada fiel creyente debía
conocer exactamente la fe verdadera conforme al Evangelio, y poder leer
las santas Escrituras en su propia lengua. Calvino renovó en Ginebra el
colegio que ya existía, y logró fundar en 1559 una Academia, cuya
dirección confió a Teodoro de Beza, quien fue su primer rector, antes de
convertirse en su sucesor a la cabeza de la Iglesia Reformada, al morir en
1564. “La gran obra espiritual de Calvino, afirma Lucien Febvre, no
19
Citado por R. GAL, Histoire de l’éducation, Paris, coll. « Que sais-je ? », 10e édition mise à jour par J.
Vial, Presses Universitaires de France 1979, p. 62.
20
Francisco de Sales poseía, en su biblioteca de libros prohibidos, La somme de théologie de Melancton
(OEA II 427): se trata probablemente de sus Loci communes theologiae, primera obra de teología luterana
(1521).
21
Citado por E. GARIN, L’educazione in Europa 1400/1600. Problemi e programmi, Rome-Bari, Laterza
1976, p. 185.

13
consistió en escribir libros o pronunciar sermones, o formular y defender
los dogmas. Fue educar hombres” 22. De la misma manera, no es exagerado
decir que la tarea de Francisco de Sales, quien puede considerarse por
varios motivos como el “Anti-Calvino”, fue formar hombres y mujeres
según la concepción del humanismo católico, interpretado con un
temperamento particular y según una original manera de ver.

Si el reformador de Ginebra no escribió una obra de pedagogía


propiamente dicha, insistió en la formación de los niños y jóvenes, en
particular en la piedad y el canto de los salmos. Hay que creer que sus
recomendaciones fueron seguidas, lo que dio ocasión a Francisco de Sales
de denunciar algunos abusos:

Cuando se encuentra, en Ginebra u otro lugar, un muchacho que en


la bodega se divierte cantando salmos e interrumpe tan bella
oración para preguntar: Señor, ¿qué le parece?, ¿no es acaso
evidente que hace de lo principal algo accesorio, y que canta esta
divina canción sólo para pasar el tiempo, aun sabiendo que es obra
del Espíritu Santo? ¿Es acaso conveniente ver a estos cocineros
cantar los salmos penitenciales de David mientras piden, en cada
versículo la grasa, el becerro o la perdiz? (C 186).

El triunfo de la Reforma en Ginebra significó un desafío para la


Iglesia católica no sólo en el plano religioso, sino también en el de la
concepción del hombre y su educación. Ginebra se había convertido en la
Roma de los protestantes, como lo reconoció el padre Chérubin de
Maurienne, un colaborador de Francisco de Sales, escribiendo en un
Memorial de 1597: “Todas las ciudades de los herejes la respetan como
asilo de su religión y como ciudad santa. Este año vino un hombre de
Languedoc para visitar Ginebra, como haría un católico para visitar Roma”
23
. Ginebra era aún más de temer porque figuraba en el centro de la política
europea de la época y su influjo intelectual era grande. El padre Chérubin
le reconoce al menos cinco grandes “ventajas”:

“1°: la ubicación de la ciudad en la puerta de Francia, Flandes,


Alemania, Italia, España y otras provincias; es tan cómoda, que en
ella se encuentran habitantes de todo tipo de naciones, incluso de
Inglaterra; es como el centro de las otras provincias, y todo pasa a
través de ella; 2°: Tiene un gran número de ministros entre los más
doctos de su secta, de todas las naciones 24; El año pasado
22
L. FEBVRE, Au cœur religieux du XVIe siècle, p. 263.
23
Extracto del Mémoire du Père Chérubin de Maurienne, Capucin (O I 316), redactado en 1597 y
destinado al preboste de Sales para sus futuros viajes ante la Santa Sede.
24
Los “ministros” eran los responsables o pastores de la Iglesia reformada.

14
enviaron veinte a Francia; otro año, a Inglaterra, y así llegan a todos
los herejes; 3°: tiene bellas y magníficas imprentas, con las que
llenan el mundo de libros heréticos: este año enviaron 40 cargas de
estos libros a Francia. La 4ª ventaja son los estudios, pues la
comodidad de la ubicación de la ciudad y el gran ejercicio de las
letras atraen un extraordinario número de muchachos de noble
linaje; 5°: tienen grandes ejercicios de predicación, lecturas,
conferencias, discusiones, composición de libros y otras cosas
semejantes que conservan la herejía, y muchas otras comodidades
que sería demasiado largo describir” 25.

No se comprendería la preocupación de Francisco de Sales por la


educación y la formación si se olvidara el formidable desafío que
representó la proximidad de Ginebra, la ciudad que los obispos habían
debido abandonar para refugiarse en Annecy 26.

LA EDUCACIÓN CATÓLICA DESPUÉS DEL CONCILIO DE TRENTO

Frente al reto protestante, el Concilio de Trento (1545-1563) no


podía dejar de interesarse en el problema de la educación 27. Habiendo
nacido cuatro años después de su conclusión, Francisco de Sales será un
obispo “tridentino”, promotor de la reforma católica inspirada por el
Concilio, siguiendo el ejemplo del cardenal Carlos Borromeo, arzobispo de
Milán, “el gran espejo del orden pastoral” (T VIII 3), el artífice ejemplar de
la renovación de la Iglesia de su tiempo. Después de su beatificación, fue a
rezar ante su tumba en Milán en 1613, pues lo admiraba muchísimo, sin,
por otra parte, imitarlo en todo, pues “era el espíritu más exacto, rígido y
austero que se pueda imaginar” (L II 365). Entre las diversas figuras de
obispos tridentinos, él mismo será un poco “atípico”: su dulzura, su
optimismo, su gentileza, su “público” serán algunos de sus rasgos
particulares, típicamente “salesianos”.

En el centro de las preocupaciones pastorales y disciplinares del


Concilio de Trento estaba la reforma de las costumbres y la instrucción
cristiana. En esta línea se inscribían las numerosas iniciativas de Carlos
Borromeo, que instituyó la “Compañía y las Escuelas de la Doctrina
Cristiana” para la formación cristiana de los niños, favoreció el desarrollo
de las escuelas y colegios, alentó la fundación de la congregación de los
25
Ibid., 316-317.
26
Francisco de Sales, aun conservando su título de obispo de Ginebra, residió también en Annecy.
27
Ver los textos de este Concilio, que han inspirado el pensamiento y la acción de san Francisco de Sales,
en: Les Conciles œcuméniques, t. II-2: Les Décrets. De Trente à Vatican II. Texto original establecido por
G. Alberigo y otros, edición francesa bajo la dirección de A. Duval y otros, Paris, Ed. Du Cerf 1994. Los
textos que aquí se citan se refieren a las diversas sesiones del Concilio.

15
Barnabitas, futuros educadores de la juventud masculina, llamó a Milán a
las Ursulinas para la educación de las jóvenes, promovió las disputas
literarias y teológicas, y fundó en su seminario una tipografía para la
difusión de la prensa cristiana. Fue también por influjo de Carlos Borromeo
que el prelado humanista Silvio Antoniano publicó en 1584 su tratado
Dell’educatione christiana dei figliuoli 28, considerada como la obra
educativa más importante de la Contrarreforma 29, una síntesis de
pedagogía humanista cristiana, una especie de manifiesto que refleja la
seriedad con la que la reforma católica pretendía educar a la juventud.
Dirigiéndose a los “padres de familia”, el autor quería inculcarles, ante
todo, el deber de la educación cristiana de sus hijos, imposible de realizar
sin el conocimiento y la observancia de la ley de Dios. Sin embargo, no se
descuida la formación humana y “civil”, teniendo como finalidad no sólo la
formación del buen cristiano, sino también del “hombre de pro” y del
“buen ciudadano” hasta el punto, decía, que no se podrá “tener buenos
ciudadanos sin otras reglas ni otros caminos que los que hacen de él un
buen cristiano” 30. El método será el del amor y del temor, sin excluir
castigos corporales mesurados. Las virtudes más recomendadas son la
obediencia, la huída de la ociosidad y del robo, la castidad, el rechazo de
los malos amigos y la amistad con los buenos. No se puede afirmar que
Francisco de Sales haya leído esta obra 31, pero debió sentirse en armonía
con su contenido, aunque la manera salesiana nos parece más optimista y
sonriente.

Uno de los efectos mayores de la reforma católica fue la creación y


el desarrollo de los colegios jesuítas en los países católicos. Fundada en
Montmartre por Ignacio de Loyola y sus primeros compañeros en 1534,
aprobada en 1540, la Compañía de Jesús no fue, en su origen, una Orden
destinada a la enseñanza: fue la necesidad de combatir las nuevas herejías
religiosas lo que la llevó a comprometerse a fondo en la formación de las
jóvenes generaciones. Para Ignacio y los suyos, “todo el bien de la
cristiandad y de la sociedad entera depende de una buena educación de la
juventud” 32. Su primer colegio fue fundado en Messina en 1548. En 1551,
vio la luz el famoso “Colegio Romano” che Montaigne, visitando Roma,

28
Ver la presentación de esta obra tan importante en P. BRAIDO, Prevenire, non reprimere. Il sistema
educativo di Don Bosco, Roma, LAS 2000, p. 47-56.
29
Cfr. G. M. BERTIN, La pedagogia umanistica europea nei secoli XV e XVI, p. 297.
30
Textos citados y comentados por P. BRAIDO, Prevenire, non reprimere, p. 48-49.
31
Notemos, sin embargo, esta coincidencia: en 1599, durante su estancia en Roma, Francisco habitó cerca
de San Salvatore in Lauro, el “título” atribuído precisamente ese año al recién nombrado cardenal
Antoniano.
32
De una carta dirigida por Ribadeneira, a nombre de Ignacio, al rey Felipe II en 1556, citada por F. DE
DAINVILLE, La naissance de l’humanisme moderne, t. I: Les jésuites et l’humanisme, Genève, Slatkine
Reprints, 1969, p. 37.

16
describió como “un vivero de grandes hombres de todo tipo de grandeza”
33
. En 1563, los jesuítas abrirán en París el Colegio de Clermont que el
joven Francisco frecuentará durante diez años.

Los jesuítas renovaron profundamente la enseñanza y la pedagogía


de su tiempo, respecto de las antiguas universidades medievales. Se
atrevieron a tomar del humanismo de moda todo lo que podía favorecer su
apostolado, especialmente el estudio del latín y de la cultura clásica, sin
romper totalmente con el pasado. Procedieron con cuidado en la formación
y elección de los rectores, prefectos de estudio y maestros, y en la puesta en
práctica de la enseñanza según un plan razonado de estudios, llamado Ratio
Studiorum, que se redactó en 1586 y fue publicada en 1599 34. Las clases -
otro invento de la época - se repartían en tres niveles: humanidades,
filosofía y teología. El ciclo de humanidades implicaba, normalmente, tres
años de gramática, dos años de estudios literarios (humanitas) y un año de
retórica. El ciclo de filosofía (o de las “artes”), estructurado para tres años,
contenía un gran número de materias, muy diversas: lógica, metafísica,
matemáticas, cosmología, ética, física, química, psicología y fisiología. En
la cumbre se encontraba el estudio de la teología, que comprendía no sólo
la escolástica (con santo Tomás de Aquino) como en la Edad Media, sino
también la teología positiva fundada en el estudio moderno de la Santa
Escritura, el Derecho Canónico y los casos de teología moral (casuística).

Pero no estaban sólo los jesuítas. En la vida del obispo de Ginebra,


los barnabitas jugaron un papel importante. Siendo su nombre verdadero
Clérigos regulares de San Pablo, habían sido fundados en 1534 en Milán,
junto a la iglesia de san Bernabé. Fuertemente animados por Carlos
Borromeo, se difundieron en Saboya, Francia y Alemania. Destinados al
principio a combatir la decadencia de las costumbres y la “tibieza” en la fe,
se consagraron también a la enseñanza y la educación desde el inicio del
siglo XVII. Si Francisco de Sales admiraba a los jesuitas y los juzgaba
indispensables, su debilidad eran los barnabitas, que sobresalían no sólo
por la “doctrina”, sino también por su “candor y simplicidad” 35.

Durante el viaje que hizo a Roma en 1599 a petición de Mons.


Granier, de quien sería su sucesor, Francisco de Sales entra en contacto con
la congregación del Oratorio, fundada en 1575 por Felipe Neri, un hombre
inflamado de “amor divino” (T VI 15), quien conocía “los secretos del
corazón” (S III 81) y conquistó la Ciudad Eterna a la causa de la reforma
33
Citado por G. MIALARET – J. VIAL (Dir.), Histoire mondiale de l’éducation, t. II: De 1515 à 1815,
Paris, Presses Universitaires de France 1981, p. 218.
34
Ver F. DE DAINVILLE, L’éducation des jésuites : XVIe – XVIIIe siècles. Textes réunis et présentés
par Marie-Madeleine Compère, Paris, Les Éditions de Minuit, 1978.
35
Según uno de sus primeros biógrafos, el padre De la Rivière, citado en OEA, t. XVI, p. 145, nota 2.

17
católica por su fervor, su jovialidad y su amor por los humildes y los
jóvenes. Estableció una relación cordial con el cardenal oratoriano Baronio,
a quien, junto con el cardenal Bellarmino, consideraba como “las
luminarias principales y ornamento de nuestro siglo” (O II 177). No sólo
animó a Pierre de Bérulle a fundar en 1611 el Oratorio de Francia, sino que
trató de llevar a los oratorianos a Saboya para reunir las fuerzas católicas de
Thonon en el espíritu del Oratorio.

En lo que se refiere a la educación e instrucción de las jóvenes, se


estaba apenas en los inicios. Las pocas familias que tenían esta posibilidad
las confiaban a los monasterios femeninos. Sin embargo, la época vio nacer
varias congregaciones femeninas que se dedicaron a esta nueva misión. Se
puede citar, entre ellas, sobre todo a la Compañía de Santa Úrsula, fundada
en Brescia en 1535 por santa Ángela Merici, quien logró instituir una
especie de asociación femenina con vocación educativa, y después una
comunidad sin clausura. Entrando en la corriente reformadora del Concilio
de Trento y siguiendo el ejemplo de los jesuitas, las ursulinas multiplicaron
los lugares de educación para las muchachas al comienzo del siglo XVII.
Perseveraron en su trabajo en favor de la juventud femenina, aun cuando se
les quiso obligar, en 1620, a convertirse en una orden de clausura.
Francisco de Sales se empeñó resueltamente en favor de su vocación
educativa, aun a costa de sacrificar la clausura estricta: “Yo le diré sin
dudar, escribirá a una de ellas, que no deben en absoluto verse obligadas a
la clausura; vuestro instituto no tiende a ella” (L VI 18-19). En 1606, nació
la congregación de Notre-Dame, fundada en Lorena por Pierre Fourier y
Alix Le Clerc para la instrucción de las niñas 36. En Bordeaux, una sobrina
de Montaigne, nacida de madre calvinista, Juana de Lestonnac, fundó con
la misma finalidad la compañía de María Nuestra Señora, que será
aprobada en 1607.

FRANCISCO DE SALES, UN HOMBRE DE MÚLTIPLES FRONTERAS

Nacido en el antiguo Ducado de Saboya, Francisco de Sales se


encontró en una de las encrucijadas de la Europa de su tiempo. Su pequeña
patria, que no poseía ni siquiera una universidad propia, se abrió
ampliamente a las influencias exteriores. El primer colegio de humanidades
no se abrió en Chambéry, capital histórica de la Saboya, sino hasta 1565
por obra de los jesuitas.

Sin embargo, el humanismo venido de más allá de los Alpes y


propagado en Saboya por toda una literatura importada de Francia se

36
El padre Jean Fourier, amigo y confesor de Francisco de Sales, era el primo de san Pierre Fourier.

18
desarrollaba hacía ya más de un siglo en los medios cultos 37. Por otra parte,
no faltaron hombres que dieron lustre a Saboya más allá de sus fronteras.
El saboyano Guillaume Fichet (1433-1480), gran figura del primer
humanismo, amigo del cardenal bizantino Bessarion, fue rector de la
Sorbona, donde enseñó retórica e introdujo el primer taller de tipografía 38.
Claude de Seyssel fue un humanista político que conoció el Renacimiento
italiano en Milán, donde se relacionó con grandes eruditos bizantinos;
considerado como un mediador entre la cultura humanista italiana y la
cultura francesa, murió como Arzobispo de Turín en 1520. El poeta Marc-
Claude de Buttet (1530-1586) había sido alumno, en París, de Jean Dorat,
quien contó también entre sus discípulos a Ronsard, Du Bellay y Baïf;
secretario de Margarita de Valois, hermana de Enrique III, fue amigo de los
poetas de la Pléiade. El padre de Francisco de Sales le conoció cuando
frecuentaba también él la corte de Francia. Francófono sin ser francés,
cultivaba la lengua francesa, hasta el punto de hacerse revisar uno de sus
textos por un amigo parisino antes de publicarlo, porque, decía, “tengo
miedo de que se me escape algún acento de nuestra manera de hablar” (L
III 325).

En los planos político y religioso –dos aspectos que apenas pueden


separarse en esta época- la mirada de este saboyano al final del siglo XVI y
principio del siglo XVII se dirige, naturalmente, no sólo y ante todo hacia
París, donde estudiará diez años, sino también hacia Turín, donde residía el
Duque desde 1563, y hacia Roma, a través de la correspondencia con el
Papa y la Curia. Habiendo pasado más de tres años en Padua, en la
república de Venecia, era relativamente bilingüe y su correspondencia
presenta un número significativo de cartas en italiano 39. Formado en el
humanismo europeo, escribía, además, en latín con una perfección clásica.
Pero al mismo tiempo, está cerca de un terreno muy sensible e incluso
peligroso, el de la política religiosa de su tiempo. Ginebra, de la que es
teóricamente el obispo y el príncipe temporal en el cuadro del Santo
Imperio, se encuentra en el ojo del ciclón europeo, pudiendo
desencadenarse en cualquier momento.

37
Ver L. TERREAUX, Aspects de la littérature savoyarde, « L’histoire en Savoie », n° 117 (marzo 1995)
8-12.
38
Sobre Guillaume Fichet, ver L. A. COLLIARD, Un ami savoyard du cardinal Bessarion : Guillaume
Fichet, ancien recteur de l’Université de Paris. Préface de Louis Terreaux, Président de l’Académie de
Savoie, « Biblioteca della ricerca – cultura straniera », Fasano di Brindisi, Schena Editore / Presses de
l’Université de Paris-Sorbonne 2004. Una de las primeras hermanas de la Visitación, Adrienne Fichet, era
probablemente de su familia. Ver OEA, t. XV, p. 12, nota 4.
39
Viviane MELLINGHOFF-BOURGERIE subraya su “plurilinguismo” y su “cultura ultramontana” en
su François de Sales (1567-1622), un homme de lettres spirituelles. Culture, tradition, épistolarité,
“Travaus d’Humanisme et Renaissance” 330, Genève, Librairie Droz 1999, p. 29-58.

19
Como se ve, la personalidad de Francisco de Sales, su acción y su
pensamiento en los campos de la educación y de la formación humana no
se pueden comprender adecuadamente más que en este contexto histórico,
marcado por el humanismo, el desafío protestante y la reforma católica, sin
olvidar el enraizamiento geográfico en la Saboya de su tiempo.

20

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