Mi nombre es Laura Valverde, Nací en 1990, en una familia de costumbres y
tradiciones muy conservadoras, desde pequeña sentía que estaba atrapada en el
cuerpo de un hombre, porque la ciencia, la biología y su forma de nombrar las cosas lo han decidido así, solo dándonos dos opciones de acuerdo a nuestros genitales, si tienes pene serás de género masculino, sin tener otra opción o poder de decisión. Por otra parte, nuestra cultura y nuestras creencias rígidas, entre ellas la iglesia católica, repudia, sataniza, rechaza y considera una aberración, el siquiera nombrar o pensar todo lo que no esté instituido por Dios. Mi camino no ha sido nada fácil, pues desde que tome la decisión de luchar por mis ideales, de buscar mi identidad, enfrentar mis miedos, contarles a mis padres aun a riesgo de tener a cambio rechazo de su parte. porque ellos fueron criados y educados en familias muy conservadoras, las cuales crean prejuicios, etiquetas y conceptos sociales que dicen ser racionales, porque solo son sus verdades, y el que uses prendas de mujer siendo un hombre no está bien visto, ni es aceptado ante la sociedad, sin embargo queme mi ropa que me daba una identidad masculina, tuve que asesinar a ese hombre, para darle vida a esta nueva mujer, vestir de tacones y falda, esta mujer a la que amo, acepto y me hace muy feliz. Cuando tenía cinco años, fui diagnosticada con disforia de género, hablaba con mi madre y le decía que yo era una niña buena, y siempre le preguntaba por mi hada esperando, que viniera y se llevara con ella mi pene. Mi vida escolar fue una terrible decepción, pues a la hora de tomar el descanso muchas niñas no querían sentarse conmigo, no se me permitía utilizar el baño ni de niñas ni de niños, así que tenía que ir al de la enfermería, me sentía aislada, y cuando regresaba a casa me ponía a llorar. Mis abuelos tuvieron que pasar por un proceso de adaptación, pues no podían aceptar que su nieto ahora era su nieta, y logre romper esa barrera de pensamiento rígido hasta tener su aceptación y amor. Mis padres aun con la adversidad del mundo, me apoyaron y aceptaron en contra de sus creencias pues son judíos. no me sentía cómoda con mi cuerpo y mis características físicas, no me aceptaba, me sentía triste, fue algo difícil, así que inicie mi proceso de cambio, la ciencia que tanto ha hablado de lo que es natural, me ha ayudado con un bloqueador de testosterona implantado en mi brazo, el cual impide que yo viva el proceso de lo que se considera normal en la pubertad masculina, ahora me hice la cirugía de reasignación de sexo ya que soy una mujer transgénero. Otra adversidad que he tenido que soportar ha sido el riesgo constante de agresión contra mi integridad, pues hay detractores apasionados que me han maltratado en redes sociales, en la calle y hasta han llamado a mi casa con tono amenazante y homofóbico, pues se refieren a mi como un bicho raro, como un monstruo, y hasta alguien dijo: “que alguien le dispare, sino voy a dispárarle yo mismo y sufrirá una muerte espantosa”. Pero esto no ha sido causa de dejar de ser lo que yo quiero ser, aun así el miedo está latente en mi condición de transgénero. Mis relaciones amorosas han sido con hombres y mujeres y no he seguido la regla social, que si eres hombre debes tener una relación con una pareja del sexo opuesto, pienso en ser madre, y sé que algún día lo voy a lograr, pues el que no tenga ovarios, y el que la sociedad diga que ser madre solo se logra por medios naturales, es decir esperma y ovulo, una barriguita y un parto por vagina o cesárea, no será un limitante para seguir mi sueño. Soy activista portavoz transgénero, y soy una figura pública, y le he dado voz a quienes no han podido hablar, y hacer saber al mundo sin pena ni pudor que hay más de lo que siempre nos han enseñado, que estamos aquí, no somos hombres o mujeres, solo somos nosotros, seres humanos, una nueva forma se ser y estar en el mundo, diferentes y ser diferente está bien, por ello nuestra identidad es la de una sirena sin genitales que hagan una distinción.