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Guía de Historia, Geografía y Ciencias Sociales 01

Cursos: 4° medio A y B
Profesores: Erik Pérez Vásquez – Julio Carvajal Rodríguez
Tema: Chile Después de 1973.
Nombre del Estudiante: ………………………………………………………
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Objetivo de la guía:
Analizar, sintetizar y Evaluar los aspectos relevantes del periodo de la historia de Chile “Dictadura y Retorno a la
Democracia”

1. El quiebre democrático de 1973: cuando el 11 de septiembre de 1973 ocurrió el golpe de Estado por parte de
las Fuerzas Armadas y de Carabineros contra el gobierno de Allende y la Unidad Popular, se produjo el peor quiebre
político de la historia de la República chilena. Debido a la importancia de este hecho y sus posteriores repercusiones, se
han formulado múltiples interpretaciones historiográficas, las que destacan distintos factores o antecedentes como
detonantes de la crisis.
a. Factores políticos externos: estas explicaciones le otorgan énfasis a la posición de Chile dentro del contexto
internacional de Guerra Fría y en el desafío a la influencia norteamericana que representó la inédita elección por la vía
democrática de un presidente marxista como Salvador Allende. Esta visión se fundamenta en la intervención de Estados
Unidos en la política interna a través de sus agentes de inteligencia, injerencia que significó el financiamiento de
acciones de sabotaje y adoctrinamiento militar, así como el otorgamiento de recursos a la prensa y a organizaciones
políticas de derecha, con el objeto de desestabilizar el gobierno de la Unidad Popular.
b. Factores políticos internos: una mayoría de historiadores señalan como causa fundamental del golpe de Estado el
agotamiento del sistema político nacional como un factor determinante de la crisis. La ruptura del equilibrio entre la
izquierda, el centro y la derecha, producida tras la caída electoral del Partido Radical, implicó que el centro político fuera
ocupado por la Democracia Cristiana, que tenía posiciones más rígidas. La incompatibilidad de los proyectos globales
de cada sector favorecieron la radicalización y polarización ideológica, que alcanzaron su punto álgido durante el
gobierno de la UP, con manifestaciones de violencia política generalizada. La pérdida de consensos impidió una
solución institucional a la crisis del gobierno de Allende y favoreció la intervención militar con el apoyo de la derecha y
la Democracia Cristiana.
c. Factores sociales: la ampliación de la base democrática de Chile con la incorporación de actores sociales como los
campesinos, las mujeres y los trabajadores urbanos, presionaron al sistema político, debido a sus crecientes demandas
por justicia y equidad social. La sindicalización campesina y la política de promoción popular contribuyeron a una
movilización de masas, que culminó en un “Estado desbordado” a comienzos de la década de 1970: el desorden y la
polarización social hicieron factible la intervención de las Fuerzas Armadas, con el apoyo de los sectores dominantes
para restablecer el orden perdido.
2. Caracterización política del régimen militar: los preparativos del golpe de Estado de 1973, bajo el argumento
de la inconstitucionalidad del gobierno de la Unidad Popular, fueron organizados por la Armada, bajo el mando del
almirante José Toribio Merino, a los que luego se sumó la Fuerza Aérea con el general Gustavo Leigh y Carabineros con
el general César Mendoza. Sin embargo, el liderazgo de la junta militar recayó desde un comienzo en el general
Augusto Pinochet Ugarte, Comandante en Jefe del Ejército.
a. La etapa del “poder total”: tras el bombardeo de La Moneda, se inició una época marcada por la férrea represión
política contra todos quienes apoyaron el gobierno de la Unidad Popular. Bajo el pretexto de la existencia de un “estado
de guerra interno” se produjo la muerte de miles de personas, la desaparición de otros tantos, allanamientos de
poblaciones, universidades y fábricas, la prisión en distintos centros de detención –como el Estadio Nacional– de
militantes y representantes políticos de izquierda, muchos de los cuales partieron al exilio; además, se generó el cierre
de los medios de comunicación vinculados con la izquierda y una estricta censura de la prensa por parte de las
autoridades militares. Mientras tanto, la junta se quedaba con todo el poder político, tras declarar en receso a los
partidos y clausurar el Congreso Nacional, asumiendo las funciones ejecutivas y legislativas (gobernando mediante
bandos y decretos leyes); el único poder público conservado, aunque bajo la tutela militar, fue el Poder Judicial. Con la
supresión del Estado de Derecho y de las garantías constitucionales, se iniciaba un largo periodo caracterizado por la
violación de Derechos Humanos realizada sistemáticamente por agentes del Estado, destacando en este sentido la
Dirección Nacional de Inteligencia (DINA), vigente entre 1974 y 1977, y luego sucedida por la Central Nacional de
Inteligencia (CNI); estos organismos se encargaron de la detención, tortura, ejecución y desaparición de los opositores
al régimen. En este contexto, destaca la labor realizada por la Iglesia Católica y el cardenal Raúl Silva Henríquez en la
defensa de los Derechos Humanos, a través de instituciones como la Vicaría de la Solidaridad, a la que se fueron
sumando organizaciones de Derechos Humanos como la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, en
años posteriores. En conjunto, las características anteriores definieron el carácter autoritario del régimen militar.
b. La Constitución de 1980 y la nueva institucionalidad: el régimen militar tuvo un afán refundacional del país, pero
desde el punto de vista institucional esto solo comenzó a vislumbrarse hacia 1977, cuando Pinochet –nombrado
Presidente de la República por la junta– en el discurso de Chacarillas, esbozó el proyecto político del régimen: una
democracia autoritaria y protegida por las Fuerzas Armadas, contando para esto con el respaldo político e ideológico
de civiles de derecha, aglutinados en torno al gremialismo de Jaime Guzmán. Así, a partir de los estudios del Consejo de
Estado y de un grupo de juristas conservadores, conocido como la Comisión Ortúzar, cristalizó un nuevo texto
constitucional, el que fue sometido a un plebiscito en 1980, sin registros electorales y con la restricción de la prensa y la
ausencia de oposición pública al referéndum (con la excepción de las críticas del expresidente Frei). De este modo, la
Constitución de 1980 fue aprobada y se reafirmó el concepto de “democracia protegida”: el nuevo texto constitucional
tenía un fuerte carácter autoritario y presidencialista, excluía a los partidos políticos de izquierda (artículo 8º) y
establecía la figura de los senadores designados y vitalicios en el Congreso, además de consagrar garantías y derechos
individuales y sociales. Gracias a las disposiciones transitorias, la Constitución permitía a Pinochet y a la junta militar
conservar el poder durante 8 años más, hasta la entrada en plena vigencia de la Carta Fundamental.
3. Transformaciones económicas durante el régimen militar: si bien en un comienzo la junta militar carecía de
un plan para reactivar la economía nacional, desde mediados de la década de 1970 se produjo la implantación del
neoliberalismo, un nuevo modelo económico inspirado en las ideas de economistas como Friedrich von Hayek y Milton
Friedman.
a. Implementación del neoliberalismo: en una primera etapa, inaugurada en 1975, el régimen militar encargó a un
grupo de economistas, entre ellos el ministro de Economía Sergio de Castro o el de Hacienda, Jorge Cauas –conocidos
como los Chicago Boys, debido a que muchos estudiaron en la Universidad de Chicago–, la misión de reestructurar la
economía del país. Las medidas que propusieron, basadas en el documento conocido como “El Ladrillo”, representaron
un retorno a los principios del libre mercado e implicaron revertir el intervencionismo estatal que venía practicándose
desde la década de 1930. De este modo, se impuso un verdadero “tratamiento de choque” a la economía nacional,
reduciéndose drásticamente el gasto público y se aplicó una política monetaria antiinflacionaria, controlando el
volumen de circulante. Hacia 1977, se puso en marcha un amplio plan de privatizaciones, que comprendió el traspaso
de numerosas empresas de propiedad o participación estatal a manos de distintos grupos empresariales. Mediante una
reforma tributaria y la dictación de una legislación liberal en materia de inversión extranjera, se pretendía reactivar la
economía, así como se consagraba una política comercial basada en el concepto de ventajas comparativas, la apertura
unilateral al mercado mundial y la diversificación de las exportaciones nacionales. El conjunto de estas medidas logró
reactivar la producción, reorientar la economía nacional y consolidar el rol subsidiario del Estado, es decir, este
solamente actuaba cuando los privados no otorgaban un determinado servicio. A comienzos de la década de 1980, las
autoridades hablaban de un “milagro económico” debido a los buenos resultados obtenidos con las reformas aplicadas:
la disminución de la inflación y la reducción del déficit fiscal, así como un crecimiento asociado a un boom de las
importaciones de bienes de consumo. Sin embargo, este crecimiento se vería detenido con la crisis de 1982, originada
por un panorama internacional desfavorable a las exportaciones chilenas y por el fuerte endeudamiento en que había
incurrido el país; esta coyuntura implicó una disminución del PIB, la quiebra de empresas y un aumento de la cesantía.
Para sacar al país de la crisis, en 1983 el Estado debió intervenir y salvar de la quiebra el sistema financiero y bancario,
mientras el régimen creaba programas de empleos de emergencia: el Programa de Empleo Mínimo (PEM) y el
Programa de Ocupación para Jefes de Hogar (POJH), lo que no impidió que la pobreza siguiera creciendo
permanentemente hasta fines de la década.
b. Reformas sociales, laborales y educacionales: en la década de 1980 la reforma neoliberal se centró en el
desmantelamiento del Estado de bienestar en distintas áreas, el que se encontraba vigente desde mediados del siglo
XX. Así, el sistema de pensiones fue modificado, bajo el argumento de una mejor eficacia, a un modelo de capitalización
individual de las cotizaciones obligatorias, a través de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP). El mercado
del trabajo fue desregulado mediante una nueva legislación laboral acorde a un modelo de libre mercado: las leyes
relativas a la negociación colectiva y huelga fueron flexibilizadas, mientras que la sindicalización se hacía voluntaria.
Con respecto a la educación, el control de los establecimientos primarios y secundarios públicos pasó a manos de las
municipalidades, mientras se redujo el rol del Estado en la educación superior y, a través de una nueva legislación, se
fomentó la creación de universidades privadas. Finalmente, en cuanto a la salud, se redefinió el rol de dicho Ministerio,
creándose un Fondo Nacional de Salud (Fonasa) de carácter público, mientras que con las Instituciones de Salud
Previsional (Isapres) se consolidaría un sistema de salud privado, con el objeto de permitir la libre afiliación de los
trabajadores.
Retorno a la democracia.
El periodo histórico iniciado a fines de la década de 1980 estuvo influido por el nuevo contexto internacional otorgado
por el término de la Guerra Fría y el inicio de procesos de redemocratización a nivel latinoamericano, tras décadas
marcadas por el desarrollo de diversas dictaduras militares. En el caso de Chile, desde 1990 se han producido
importantes transformaciones a nivel político y económico que configuran el Chile actual.
4. La recuperación de la democracia: la nueva etapa inaugurada con la promulgación de la Constitución se
caracterizó por el surgimiento de una oposición social al régimen de Pinochet, sobre todo tras la crisis económica de
1982-1983, que significó el desarrollo de protestas convocadas inicialmente por sindicatos independientes, pero que
luego derivaron en movilizaciones organizadas políticamente. Los partidos, a pesar de verse suspendidos, nunca
desaparecieron, y el acercamiento entre los socialistas “renovados” y la Democracia Cristiana fue fundamental para
reorganizar la oposición al régimen; en paralelo, los comunistas optaban por la vía de la “rebelión popular”, a través del
Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), para enfrentarse a la dictadura, lo que se materializó en un frustrado
atentado contra el general Pinochet en septiembre de 1986. Sin embargo, la mayor parte de la oposición optó por la vía
democrática y frente a la movilización y al descontento popular, se organizaron en una Alianza Democrática, vigente
entre 1983 y 1988, y que agrupaba a democratacristianos, socialdemócratas, radicales, entre otros, muchos de los
cuales comenzaban a retornar paulatinamente desde el exilio. Tras el fracaso de una primera instancia de negociación,
en el marco del “Acuerdo Nacional para la Transición a la Plena Democracia” (1985) propiciada por la Iglesia, las
fuerzas opositoras y del régimen comenzaron a organizarse para el plebiscito de 1988, establecido por la Constitución,
mediante el cual se determinaría la continuidad en el poder del régimen militar. La consulta plebiscitaria fue dotada de
legalidad con el restablecimiento del Tribunal Calificador de Elecciones y el Servicio Electoral, así como con la dictación
de una Ley de Partidos Políticos, que habilitó para la formación de partidos. De este modo, se constituyó la
Concertación de Partidos por el No, para unificar a toda la oposición política a la dictadura, mientras que en la derecha,
dos agrupaciones de reciente formación, Renovación Nacional y la Unión Demócrata Independiente apoyaron la
opción “Sí”. Tras una intensa campaña electoral, que incluyó la difusión de ambas opciones por televisión y la utilización
de la publicidad, triunfó la opción No con un 55,9% de los votos válidamente emitidos, abriéndose paso el proceso de
transición a la democracia, con la convocatoria a elecciones presidenciales y parlamentarias a fines del año siguiente.
En este contexto, se produjo un segundo plebiscito (julio de 1989 que reformó algunos aspectos de la Constitución –
derogándose el artículo 8º y reduciéndose el primer periodo presidencial democrático a 4 años, entre otras medidas–
pero mantuvo los llamados “enclaves autoritarios”, como los senadores vitalicios y designados y el rol de las Fuerzas
Armadas como garantes de la institucionalidad. En la elección de diciembre de 1989, mientras la derecha presenta al
tecnócrata Hernan Büchi como candidato presidencial, la Concertación de Partidos por la Democracia designó al
democratacristiano Patricio Aylwin, que representaba una alternativa moderada y de diálogo con las autoridades
militares salientes. La victoria de la Concertación (con la mayoría absoluta de los votos) significó el fin de diecisiete años
de régimen militar: el 11 de marzo de 1990 el general Pinochet entregaba el mando a Aylwin, iniciando una nueva etapa
histórica.
5. Los gobiernos democráticos: desde 1990 en adelante, Chile ha tenido cinco gobiernos democráticamente
electos. Entre 1990 y 2010 nuestro país fue gobernado por la Concertación de Partidos por la Democracia, coalición de
partidos de centroizquierda que tuvo cuatro gobiernos: dos liderados por presidentes pertenecientes a la Democracia
Cristiana, los de Patricio Aylwin (1990-1994) y Eduardo Frei Ruiz-Tagle (1994-2000), y dos por el Partido Socialista, el de
Ricardo Lagos Escobar (2000-2006) y el de Michelle Bachelet Jeria (2006-2010). En el año 2010, llegó a la presidencia
Sebastián Piñera Echenique (2010- 2014), siendo este el primer gobierno de centroderecha tras el retorno a la
democracia, representando a la Coalición por el Cambio. En 2014, la Nueva Mayoría, conglomerado que agrupa a todos
los partidos de la ex-Concertación y al Partido Comunista, llevó a la presidencia nuevamente a Michelle Bachelet. En
líneas generales, estas administraciones se centraron en la consolidación de la democracia, la reinserción internacional
de Chile, la búsqueda del crecimiento económico y la superación de la pobreza. Desde una perspectiva política, estos
gobiernos se caracterizaron por:
a. Reformas a la Constitución de 1980: comprenden más de dieciséis modificaciones desde la reforma constitucional de
1989, algunas de las cuales incluyeron una nueva tipificación de los delitos terroristas y la reivindicación de la
posibilidad de indulto y la libertad provisional en 1991; el establecimiento del periodo presidencial de 6 años en 1994;
la eliminación de la censura cinematográfica en 2001 y el establecimiento de la obligatoriedad de la educación
secundaria en 2003. Sin embargo, el mayor número de modificaciones constitucionales se produjo el año 2005 bajo el
gobierno de Ricardo Lagos, las que tenían por objetivo la eliminación de los “enclaves autoritarios” y adecuar la Carta
Fundamental al nuevo contexto democrático del país. Entre estas transformaciones destaca: la reducción del periodo
presidencial a 4 años, la eliminación de los senadores designados y vitalicios (pasando el Senado a quedar
íntegramente conformado por miembros elegidos por sufragio popular), la reducción de la edad para ser elegido
Presidente de la República, el aumento de la capacidad fiscalizadora de la Cámara de Diputados, la supresión del
artículo que hacía referencia explícita al sistema electoral binominal y la mención a las Fuerzas Armadas como garantes
de la institucionalidad, además de ponerse fin a la inamovilidad de los Comandantes en Jefe y del General Director de
Carabineros, entre otros cambios de carácter civil y electoral.
b. El consenso en torno a los Derechos Humanos: tras el retorno a la democracia se hizo evidente la necesidad de
conocer las características que tuvieron las violaciones a los Derechos Humanos ocurridas durante la dictadura. En este
sentido, el gobierno de Aylwin inició un proceso que buscó esclarecer los hechos ocurridos y compensar a las víctimas
de estos atropellos.
En mayo de 1990 se creó la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, conocida como Comisión Rettig, la que
determinó la existencia de más de 2.000 hechos de violencia política protagonizada por el Estado con el resultado de
desaparición o muerte. En 1992 se estableció una Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación que se dedicó a
investigar estos casos y otorgar asistencia a los familiares de las víctimas. A mediados de la década de los noventa se
producen los primeros juicios por Derechos Humanos, en el marco del “Caso Letelier”, que terminaron con la condena
a prisión de Manuel Contreras, jerarca de la DINA, y otros militares que fueron encarcelados en un recinto penitenciario
especial conocido como Punta Peuco. En este contexto, se estableció una Mesa de Diálogo (1999) entre el Gobierno y
las Fuerzas Armadas para determinar el paradero de los desaparecidos, en tanto juicios por casos emblemáticos, como
la “Caravana de la Muerte” o la “Operación Albania”, entre otros, se resolvían en los tribunales de justicia. En 2003, la
Comisión Nacional de Prision Política y Tortura, o Comisión Valech, registró 30.000 casos efectivos de prisión política o
tortura por agentes del Estado, con el objeto de otorgar reparaciones y compensaciones a las víctimas. En esta línea, el
2009 se creó un Instituto Nacional de Derechos Humanos para resguardar su protección y defensa por parte del
Estado.
c. El nuevo rol de las Fuerzas Armadas: las relaciones entre civiles y militares estuvieron tensionadas en los primeros
años del retorno a la democracia debido a la presencia de Augusto Pinochet al mando del Ejército y los roces con los
gobiernos de la Concertación por las investigaciones sobre Derechos Humanos. En este contexto se produjeron el
“ejercicio de enlace” en 1990 y el “boinazo” de 1993, actos realizados como advertencia de los militares ante
investigaciones judiciales por corrupción. Tras la salida de Pinochet de la jefatura del Ejército en 1998 (y su designación
como senador vitalicio) se inauguró una nueva relación entre Gobierno y Fuerzas Armadas, que buscaba generar
cambios para dejar atrás el pasado autoritario de las instituciones castrenses.
d. La modernización del Estado: los gobiernos democráticos han propendido a otorgar al Estado una nueva estructura
en el nuevo contexto político y social, promoviendo algunas medidas y programas: una Reforma Educacional (1997) que
estableció una jornada escolar completa y el desarrollo de las TIC, una nueva ley de filiación (1999) que eliminó la
distinción entre hijos “naturales” y legítimos, una Reforma Procesal Penal (2000-2005) que modernizó la justicia, una
nueva ley de Matrimonio Civil (2004) que permitió el divorcio, el establecimiento de un Ministerio de Planificación
(hoy, Ministerio de Desarrollo Social) para canalizar la ayuda social del Estado y un plan de acceso garantizado a
prestaciones de salud (AUGE o GES), ente otras legislaciones que fortalecen la equidad de género, la política
medioambiental y el desarrollo energético.
6. Aspectos económicos desde 1990: desde el punto de vista económico, los gobiernos democráticos se
caracterizan por la mantención del modelo de desarrollo neoliberal instaurado durante el régimen militar, pero
buscando la reinserción del país mediante estrategias bilaterales y multilaterales. Se consolida el modelo exportador
basado en las ventajas comparativas y Chile comienza a integrar organismos de cooperación económica como la APEC
y la OCDE. En términos macroeconómicos, nuestro país ha vivido un crecimiento sostenido del PIB y del ingreso per
cápita, así como bajas tasas de inflación. La disminución de la pobreza y la extrema pobreza ha sido una obra
transversal de estos gobiernos, en el marco de un aumento paulatino del ingreso mínimo –entre otras medidas de
seguridad social tomadas por el Estado-, las que no han logrado, sin embargo, disminuir el alto nivel de desigualdad de
ingresos existente hasta la actualidad en nuestro país.
El Chile actual, que se inicia con el retorno a la democracia en 1990, se caracteriza por múltiples transformaciones
sociales y culturales, las que se vinculan con el nuevo contexto democrático a nivel político, con la profundización del
modelo neoliberal a nivel económico y al mismo tiempo, con el impacto de la inserción del país al mundo globalizado.
7. Transformaciones sociales desde 1990: la sociedad chilena actual presente una serie de rasgos asociados a la
ampliación de las libertades públicas, al surgimiento de nuevos actores sociales como las minorías étnicas, sexuales o
culturales y, en el último tiempo, al desarrollo de movimientos ciudadanos que reivindican derechos o critican
abiertamente el sistema político y económico.
a. La desigualdad socioeconómica: si bien en Chile, durante los últimos veinte años, se ha observado un crecimiento
económico sostenido y la pobreza y la extrema pobreza tienden a disminuir sostenidamente, los indicadores relativos a
la distribución del ingreso han empeorado, es decir, no ha existido un avance consistente en materia de reparto
equitativo de la riqueza entre los distintos grupos sociales. Así, por ejemplo, en el año 2009 el 10% más rico de la
población recibía un ingreso mensual 46 veces mayor al del 10% más pobre, lo que no representa una variación
significativa con respecto a las cifras observadas en 1990; la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional
(CASEN) ratifica estos datos: aunque se produce una reducción de la pobreza (a 14,4% en 2011), la desigualdad se
acrecienta: si en 1990 el 10% más rico ganaba 30,5 veces más que el 10% más pobre, el 2011 esa relación había
aumentado al 35,6 En este sentido se ha manifestado la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos, a la que Chile pertenece) cuando puntualiza que nuestro país presenta una alta desigualdad, de acuerdo
con el índice de Gini. Las diferencias sociales y económicas tienen una expresión concreta en la educación, dado que, en
general, los estudiantes del sistema particular obtienen mejores resultados en evaluaciones como el Simce o la PSU, lo
que indica que el logro de metas en el sistema educacional chileno está asociado a la capacidad adquisitiva de las
familias; otro tanto se expresa en la salud, área en la que el acceso a servicios médicos y hospitalarios de calidad
también depende de los ingresos de las personas.
b. Demandas y movimientos sociales: desde la recuperación de la democracia, los actores sociales que interpelan al
sistema político se han diversificado con respecto al periodo de la dictadura (en la que destacaron las agrupaciones de
pobladores y los movimientos en defensa de los Derechos Humanos) y, en los últimos años, estos han desarrollado una
autonomía importante con relación a los partidos políticos, con mayor flexibilidad organizacional y menos jerárquicos,
abogando por causas específicas: ambientales, de género, étnicas y de carácter regional o local. En este sentido,
conviene destacar que la participación ciudadana ha experimentado una reducción permanente en los procesos
eleccionarios desde mediados de la década de los noventa, aumentando la abstención, y los jóvenes, por su parte,
demuestran escaso interés por la política formal. Este fenómeno de distanciamiento entre la ciudadanía y los partidos
políticos tradicionales surgidos desde el retorno a la democracia se explica, en parte, por el interés de los ciudadanos
en participar de manera directa en distintos movimientos sociales.
c. Equidad de género y diversidad sexual: las mujeres han emergido en las últimas décadas como un actor social
relevante, con miras a alcanzar una efectiva igualdad de género con sus pares masculinos. Como parte de este proceso,
se destaca la creación de instituciones por parte del Estado, como el Servicio Nacional de la Mujer (SERNAM) en 1991 y
el reciente Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género en 2015, así como la política sostenida de legislaciones en
favor de las mujeres: bonos por hijos y por el trabajo femenino, leyes de cuotas en las elecciones y la tipificación del
delito de femicidio, para hacerse cargo del problema social de la violencia intrafamiliar. Por otra parte, la lucha por la
igualdad de derechos de homosexuales, transexuales y bisexuales, sostenida desde la década de los ochenta por
agrupaciones como el Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (MOVILH) ha permitido visibilizar e
integrar socialmente a estas minorías sexuales, al mismo tiempo que conseguir importantes avances en materia de
equidad de género, como la Ley Antidiscriminación (2012) o el Acuerdo de Unión Civil (2015), que formaliza
jurídicamente las relaciones de convivencia entre personas de igual o distinto sexo; otras demandas de estas
agrupaciones son el matrimonio igualitario, la adopción de menores por parejas del mismo sexo o una ley de identidad
de género.
d. Demandas étnicas: la emergencia de las demandas de los pueblos originarios están asociadas al reconocimiento por
parte del Estado, al respeto de su identidad cultural y la preservación de su territorio ancestral. En este sentido, se dictó
en 1993 una Ley de Desarrollo Indígena, que dio vida a la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (Conadi), con el
objeto de promover la valoración de las culturas originarias del país. Sin embargo, la relación entre el Estado y el pueblo
mapuche, se ha visto tensionada desde fines de los años noventa a raíz de la construcción de centrales hidroeléctricas
en la zona de Ralco, así como por el llamado a la recuperación de tierras en la Región de La Araucanía por el Consejo de
Todas las Tierras y movimientos mapuches como la Coordinadora Arauco-Malleco, entre otros. En este contexto, el
gobierno de Ricardo Lagos implementó una Comisión de Verdad Histórica y Nuevo Trato (2001-2003), para rectificar las
relaciones entre el Estado y las comunidades indígenas. En la actualidad, el conflicto mapuche se mantiene vigente
utilizando diferentes mecanismos de presión, entre estos, las huelgas de hambre.
e. Demandas estudiantiles: los estudiantes secundarios y universitarios han resurgido como actores sociales y políticos
relevantes en la última década, asociados a movimientos de protesta que buscan transformar el sistema educacional
instaurado durante el régimen militar. A través de los centros de alumnos y asambleas, los estudiantes secundarios se
movilizaron en 2006 en la llamada “revolución pingüina”, con el objeto de derogar la Ley Organica Constitucional de
Educación (LOCE), la desmunicipalización del sistema y la gratuidad del pase escolar, entre otras demandas. Cinco años
más tarde, el 2011, un movimiento liderado por los estudiantes universitarios propone la gratuidad en el acceso a las
instituciones de educación superior entre sus objetivos, así como el fin del lucro y una educación de calidad, demandas
que actualmente continúan vigentes en el debate públicos
8. Cambios culturales: desde mediados de la década de los ochenta, la sociedad chilena ha experimentado
cambios relevantes que dicen relación con el desarrollo de una cultura vinculada con la modernización capitalista
promovida por el modelo neoliberal y, desde una perspectiva general, a la inserción del país a la globalización. En este
sentido, se ha consolidado una sociedad de consumo que promueve valores como el individualismo, el
emprendimiento y la competencia, considerados cardinales por el neoliberalismo. El acceso a bienes de consumo,
gracias a la masificación del crédito, así como por la apertura comercial y la llegada de empresas transnacionales al
país, han modificado las pautas de comportamiento de la población chilena. Los jóvenes han sido los más receptivos a
estos cambios, lo que se refleja en el desarrollo de “tribus urbanas”, en el consumo de tecnología y en la adopción de
modas y costumbres provenientes ya no solo de Estados Unidos, sino que también de Europa y Asia. Otros fenómenos
interesantes son aquellos vinculados con el actual fenómeno migratorio a nuestro país, fundamentalmente de origen
latinoamericano, lo que revive el desafío de la promoción de la diversidad cultural. El Estado ha propendido a tomar un
nuevo rol en la promoción de las actividades culturales a través de la creación del Fondo de las Artes y la Cultura en los
años noventa y del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (hoy Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio)
en 2003. Asimismo, se establecen recursos especiales (como el Fondart) para el financiamiento de obras
cinematográficas, teatrales y literarias, entre otras, con el objeto de difundir y desarrollar el interés por la cultura y las
artes entre la población, tras el “apagón cultural” durante los años del régimen militar. Tanto el cine, el teatro y la
literatura contemporánea de Chile dan cuenta de este nuevo escenario social y cultural surgido tras la recuperación de
la democracia.
9. Continuidad y cambio en el Chile actual: algunos elementos de continuidad posibles de encontrar entre la nueva
democracia inaugurada en 1990 y la dictadura militar, son: la conservación de la institucionalidad otorgada por la
Constitución de 1980 y la preservación del modelo económico neoliberal en sus lineamientos esenciales, aunque
poniendo énfasis en el rol subsidiario del Estado con acento en lo social. En tanto, entre los elementos de cambio
deben señalarse los paulatinos intentos de transformación política asociados las reformas constitucionales –o la
búsqueda de una nueva Constitución Política surgida en democracia– así como, en lo económico, destacan nuevas
estrategias de inserción económica internacional de tipo bilateral y multilateral. Sin embargo, los principales cambios
entre un periodo y otro se vinculan con el ámbito social y cultural.

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