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Sistema de

Gestión de la Fecha:
Calidad REGIONAL ANTIOQUIA
COMPLEJO CENTRAL
Versión:1
SEDE MEDELLÍN
(Evidencia de Conocimiento)
Código:

Nombre del Aprendiz: c.c.


Lugar y Fecha:

Estructura Curricular:
Proyecto Formativo:
Promover la interacción idónea consigo mismo con los demás, con la
Competencia (s) en
naturaleza, en los contextos Productivo y social
Desarrollo:

Tipo de evidencia:

Nombre del Instructor:


Duración de la Actividad: 2 horas

Reconocer en nuestro país diferente emprendedores a nivel regional


Objetivo de la Actividad:
y local.

Actividad4: Historia Empresarial


Descripción de la actividad: Los Aprendices orientados por el instructor de la competencia
Promover la interacción, adelantarán la actividad de Investigación de una historia empresarial
significativa de Medellín.

Que es historia empresarial?


La historia de la empresa es una disciplina intermedia entre la historiografía y la ciencia
económica, que recientemente ha pasado a convertirse en disciplina académica. Tiene
como objeto el estudio del desarrollo histórico de la empresa, unidad de producción en el
sistema capitalista o en la economía de mercado.

Caso de historia empresarial.


Productos Ramo.

Foto: Archivo / EL TIEMPO

Rafael Molano Olarte nunca quiso estudiar en la universidad, pese a venir de una familia
con recursos.

El fundador de la empresa de ponqués Ramo, Rafael Molano Olarte, quien murió este
miércoles a los 90 años, fue uno de los líderes empresariales más innovadores del país.

Su muerte llegó luego de varios quebrantos de salud que le disminuyeron su capacidad


para moverse y de grandes cambios en su compañía en los últimos años. Ramo pasó de
ser manejada como un emporio familiar a uno de gobierno corporativo, con una junta
directiva mixta de cuatro miembros de la familia y tres externos de alto nivel, y un consejo
de socios integrado por sus ocho hijos.

Molano Olarte murió en su apartamento de la calle 93 con séptima en Bogotá, muy cerca
del Museo el Chicó. Allí tenía una sala de juntas –con mesa ovalada– donde le gustaba
estar y en la que debatió por muchos años, con sus hijos, el futuro de Ramo.

En la sala, dos cuadros atestiguan su historia profesional y personal. El primero resume


en fotografías los 64 años de Ramo, que empezó con seis moldes de torta y que hoy
produce 900.000 unidades diarias del famoso Chocoramo. El segundo, los recuerdos más
importantes de su familia.

Una de esas fotografías en blanco y negro es del primer local donde funcionó la empresa.
Era el primer piso de la casa de Molano Olarte y su esposa, Ana Luisa Camacho, en el
barrio Los Alcázares, cuando Bogotá terminaba en la calle 72.
La necesidad de Rafael Molano Olarte de pagar los 145 pesos de la cuota mensual de la
casa sin retrasarse y de poder sostener sus amadas noches de bohemia, lo llevaron a
idearse la manera de conseguir ingresos extra a los que recibía como ejecutivo de nivel
medio en Bavaria, donde estaba encargado de que la logística y las ventas funcionaran.
Antes de eso, su primer puesto en la compañía fue como celador de un lote.

Su hijo mayor, Mauricio Molano Camacho, quien ha recolectado durante 15 años toda la
documentación sobre la historia de su padre y Ramo, recuerda que pese a ser un
ejecutivo de mediano rango, a su padre no le alcanzaba el dinero. “Antes de dedicarse a
la pastelería, él y un grupo de amigos de Bavaria aprovechaban sus tiempos libres para
vender y comprar carros y así tener unos ingresos extra, pero eso era de épocas. Mi papá
recordaba que su mamá, Mercedes Olarte, siempre que lo visitaba le traía unos ponqués
deliciosos y que un día se le ocurrió que podían comercializarse. Le pidió, entonces, a mi
abuela que le enseñara a mi mamá a hacer las tortas”, relata.

Mauricio pone la mirada en la silla donde solía sentarse su padre y evoca las palabras
que su este les decía a sus hijos sobre la muerte: “Tomaré las decisiones en la compañía
hasta el día que muera y durante los nueve días siguientes”. Eso al final no ocurrió, pues
mucho antes de su muerte, y con el deterioro de su salud, la empresa pasó, en medio de
un duro debate familiar, a ser dirigida por un gobierno corporativo.

En 1950, además de venderle los ponqués a sus compañeros, Molano Olarte se contactó
con tenderos amigos y los convenció de que vendieran sus ponqués. Al final de la primera
jornada, de acuerdo con el relato de su hijo mayor, el negocio no había dado frutos,
puesto que para la época, los ponqués solo se vendían para cumpleaños y comprar uno
resultaba caro. Fue esa misma tarde que se le prendió el bombillo: le pidió al tendero
amigo que le pasara un cuchillo para tajarlo en 12 porciones que se podían vender de
forma individual y a un precio asequible. La idea fue un éxito y a la semana, Molano
Olarte había extendido su red de tiendas y sus ganancias se proyectaban mayores a las
que recibía en su trabajo.

Todas las noches, durante toda su vida, afirman sus familiares, amigos íntimos y
empleados, el fundador de Ramo acostumbraba a sacar cuentas de lo que ganaba y
gastaba a diario.

Con un resultado exitoso en tan solo una semana, Molano Olarte decidió ir donde el
médico de Bavaria y le relató síntomas que inventó. El galeno lo diagnosticó y le dio un
mes de incapacidad. En ese tiempo, junto a su esposa, trabajaba día y noche en la
fabricación de los ponqués de su madre, quien había aprendido de su abuela, una inglesa
que llegó a Boyacá procedente de Santander. “En ese mes de incapacidad tomó un
pequeño crédito de la cooperativa de Bavaria y compró los peroles para los ponqués. Al
término del mes, logró que el médico le diera uno más de incapacidad y siguió haciendo
crecer el negocio. Al final renunció y se dedicó de lleno con mi madre a consolidar la
empresa”, comenta Mauricio Molano.

Así despegó la compañía y de inmediato el creador de Ramo empezó a rodearse de


expertos. Llamó a los mejores empleados de cada área que trabajaban con él en Bavaria
y armó un equipo que llevó el negocio del ponqué por el país y que, de paso, impulsó
otras industrias como la avícola, la lechera y la de la harina.
El modelo de negocio siempre se basó en la familia, por eso, además de tener empleados
de su sangre, también vinculaba a familiares de otros trabajadores. Incluso, explican sus
hijos, dentro de la compañía no era extraño que muchos empleados heredaran los cargos
de sus padres.

El nombre de la empresa, contrario a lo que muchos creen, no se debe a las iniciales de


su nombre y apellido, sino a la forma como Ana Luisa Camacho, empacaba los ponqués.
Usaba cintas de papel seda, que amarraba con la forma del ramo de las flores de regalo.
De ahí salió la marca Ramo.

Uno de sus mejores hombres fue el ingeniero Álvaro Iregui Borda, químico de la
Universidad Nacional, que se encargó de estandarizar la producción de ponqués,
montando el primer laboratorio. Para eso, Molano Olarte compró unos equipos científicos
que se estaban pudriendo en la Nacional y se trajo a Iregui, quien trabajaba en esa
universidad.

En 1967 abre la planta de Sabaneta, en Antioquia (hoy está en el municipio de Caldas), y


luego, en 1969, con un préstamo, traslada la fábrica de su casa en Los Alcázares a
Mosquera (Cundinamarca). En 1975, luego de un viaje por el mundo, decide implementar
el sistema de distribución de ponqués en triciclos, inspirado en los que transitan las calles
de China. El diseño con furgón fue de su hijo Claudio.

Rafael Antonio Niño, leyenda del ciclismo colombiano, fue uno de los primeros en
publicitar a Ramo. Foto: Archivo EL TIEMPO.

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