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Gestión de la Fecha:
Calidad REGIONAL ANTIOQUIA
COMPLEJO CENTRAL
Versión:1
SEDE MEDELLÍN
(Evidencia de Conocimiento)
Código:
Estructura Curricular:
Proyecto Formativo:
Promover la interacción idónea consigo mismo con los demás, con la
Competencia (s) en
naturaleza, en los contextos Productivo y social
Desarrollo:
Tipo de evidencia:
Rafael Molano Olarte nunca quiso estudiar en la universidad, pese a venir de una familia
con recursos.
El fundador de la empresa de ponqués Ramo, Rafael Molano Olarte, quien murió este
miércoles a los 90 años, fue uno de los líderes empresariales más innovadores del país.
Molano Olarte murió en su apartamento de la calle 93 con séptima en Bogotá, muy cerca
del Museo el Chicó. Allí tenía una sala de juntas –con mesa ovalada– donde le gustaba
estar y en la que debatió por muchos años, con sus hijos, el futuro de Ramo.
Una de esas fotografías en blanco y negro es del primer local donde funcionó la empresa.
Era el primer piso de la casa de Molano Olarte y su esposa, Ana Luisa Camacho, en el
barrio Los Alcázares, cuando Bogotá terminaba en la calle 72.
La necesidad de Rafael Molano Olarte de pagar los 145 pesos de la cuota mensual de la
casa sin retrasarse y de poder sostener sus amadas noches de bohemia, lo llevaron a
idearse la manera de conseguir ingresos extra a los que recibía como ejecutivo de nivel
medio en Bavaria, donde estaba encargado de que la logística y las ventas funcionaran.
Antes de eso, su primer puesto en la compañía fue como celador de un lote.
Su hijo mayor, Mauricio Molano Camacho, quien ha recolectado durante 15 años toda la
documentación sobre la historia de su padre y Ramo, recuerda que pese a ser un
ejecutivo de mediano rango, a su padre no le alcanzaba el dinero. “Antes de dedicarse a
la pastelería, él y un grupo de amigos de Bavaria aprovechaban sus tiempos libres para
vender y comprar carros y así tener unos ingresos extra, pero eso era de épocas. Mi papá
recordaba que su mamá, Mercedes Olarte, siempre que lo visitaba le traía unos ponqués
deliciosos y que un día se le ocurrió que podían comercializarse. Le pidió, entonces, a mi
abuela que le enseñara a mi mamá a hacer las tortas”, relata.
Mauricio pone la mirada en la silla donde solía sentarse su padre y evoca las palabras
que su este les decía a sus hijos sobre la muerte: “Tomaré las decisiones en la compañía
hasta el día que muera y durante los nueve días siguientes”. Eso al final no ocurrió, pues
mucho antes de su muerte, y con el deterioro de su salud, la empresa pasó, en medio de
un duro debate familiar, a ser dirigida por un gobierno corporativo.
En 1950, además de venderle los ponqués a sus compañeros, Molano Olarte se contactó
con tenderos amigos y los convenció de que vendieran sus ponqués. Al final de la primera
jornada, de acuerdo con el relato de su hijo mayor, el negocio no había dado frutos,
puesto que para la época, los ponqués solo se vendían para cumpleaños y comprar uno
resultaba caro. Fue esa misma tarde que se le prendió el bombillo: le pidió al tendero
amigo que le pasara un cuchillo para tajarlo en 12 porciones que se podían vender de
forma individual y a un precio asequible. La idea fue un éxito y a la semana, Molano
Olarte había extendido su red de tiendas y sus ganancias se proyectaban mayores a las
que recibía en su trabajo.
Todas las noches, durante toda su vida, afirman sus familiares, amigos íntimos y
empleados, el fundador de Ramo acostumbraba a sacar cuentas de lo que ganaba y
gastaba a diario.
Con un resultado exitoso en tan solo una semana, Molano Olarte decidió ir donde el
médico de Bavaria y le relató síntomas que inventó. El galeno lo diagnosticó y le dio un
mes de incapacidad. En ese tiempo, junto a su esposa, trabajaba día y noche en la
fabricación de los ponqués de su madre, quien había aprendido de su abuela, una inglesa
que llegó a Boyacá procedente de Santander. “En ese mes de incapacidad tomó un
pequeño crédito de la cooperativa de Bavaria y compró los peroles para los ponqués. Al
término del mes, logró que el médico le diera uno más de incapacidad y siguió haciendo
crecer el negocio. Al final renunció y se dedicó de lleno con mi madre a consolidar la
empresa”, comenta Mauricio Molano.
Uno de sus mejores hombres fue el ingeniero Álvaro Iregui Borda, químico de la
Universidad Nacional, que se encargó de estandarizar la producción de ponqués,
montando el primer laboratorio. Para eso, Molano Olarte compró unos equipos científicos
que se estaban pudriendo en la Nacional y se trajo a Iregui, quien trabajaba en esa
universidad.
Rafael Antonio Niño, leyenda del ciclismo colombiano, fue uno de los primeros en
publicitar a Ramo. Foto: Archivo EL TIEMPO.