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Génesis 26:17-25

Cada encuentro poderoso que Abraham tuvo con Dios, lo marcó con un altar o con un
pozo. El mismo lo cavaba, preparaba el altar, colocaba las piedras, cortaba la madera
del árbol.

En estos encuentros poderosos, Dios le dio revelación o le habló de algo en especial.


Recuerde, que Abraham tuvo que salir de su familia, tuvo que pagar el precio. Este
escogido de Dios, debía marcar una nueva tendencia que se había perdido: Buscar al
Señor Todopoderoso. Él estaba solo, pero luego de cada manifestación divina,
levantaba un altar o cavaba un pozo.

Para que al verlos las próximas generaciones (Deuteronomio, capítulo 4), recordaran
los encuentros poderosos de su padre Abraham. El pozo y el altar eran en memoria de
aquel que tuvo que pagar un precio, el que venció.

Hermanos, hoy vemos iglesias grandes, donde hay multitudes que brotan por todos
lados, pero no perdamos de vista nuestros primeros padres espirituales, que pagaron
un precio. Ellos oraron y ese mismo espíritu regó la tierra con lágrimas.

Clamaron por una manifestación de Dios sobre Argentina y sobre las naciones de la
Tierra, para que todo hombre, todo joven y toda familia fuesen libre. No olvidemos que
aquellos intercedieron, ayunaron por días, diciendo: – ¡Dios has algo!-. Hoy, estamos
empezando a ver esas gotas de avivamiento. Nosotros, que somos de las
generaciones que están recibiendo los beneficios, no olvidemos a quienes abrieron la
brecha. Imitemos su actitud.

Isaac, el hijo de Abraham, representa a la segunda generación, aunque también, en la


Biblia, es un tipo de Cristo. Es interesante ver que este joven no pago el precio de
nada, porque su papá fue el que oró. Él, fue heredero de todo lo que su padre recibió.
Abraham experimentó el poder de Dios; porque su vida, su alimento diario, su vitalidad
estaba en La presencia del Señor.

En cambio su hijo, simplemente heredó y tomó como algo común lo que estaba
recibiendo como herencia, los beneficios que eran parte de su vida. No
menospreciemos las cosas que Dios esta haciendo.

Isaac estaba contento con la abundancia y se sentía feliz por haber tenido un papá
como Abraham, que había pagado el precio. Pero él no había tenido su encuentro de
poder. Simplemente había heredado los beneficios.
En un momento de su vida, tuvo un problema. La Biblia lo relata en el Cap.26:19-20, de
Génesis:
«Pero cuando los siervos de Isaac cavaron en el valle, y hallaron allí un pozo de aguas
vivas, los pastores de Gerar riñeron con los pastores de Isaac, diciendo: El agua es
nuestra…»

Ahora, fíjese esto: el papá había tenido un poderoso encuentro y había cavado los
pozos, como señal de que Dios había estado con él. Pero cuando su hijo tuvo una
lucha y una dificultad, mandó a sus siervos a que cavaran los pozos. En otras
palabras, no estaba él experimentando el poder, sino que le estaba diciendo a otros: -»
Ustedes solucionen mis problemas»-. Y cada vez había más problemas, más riñas y
más situaciones difíciles.

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Aplicarla a mi Vida

Hermanos, una de las cosas que a mí me preocupa, mejor dicho, que me ocupa el
Señor para enseñarles; es que este año, es el año en que cada uno de ustedes tiene
que hacer su parte. No podemos delegar a otros cosas, si nosotros mismos no las
hemos aprendido. Usted no puede hablar del poder, de la vida victoriosa en Cristo, si
usted mismo no experimentó lo que vio en otros.

Es el tiempo de darnos cuenta que esta generación tiene que ser conmovida. La que
heredo la victoria. La que heredó la unción. La que heredó la libertad. No podemos
mandar a otros, que caven los pozos y hablar de lo que Dios hizo, sino que nosotros
debemos experimentarlo por nuestra propia cuenta.

Yo los desafío, a cada uno de ustedes, a tener un encuentro poderoso con Dios.
¿Cuándo? ¿Cómo? -“¿De qué manera, pastor?”-. Buscándolo esta semana en ayuno, en
oración, viniendo a la iglesia, encerrándose a orar. Diciendo:- » lo que estoy
escuchando es verdad, el pastor me habló de aquellos que pagaron un precio, que se
encerraron, derramaron lágrimas, que fueron grandemente usados para que algo
pasara en Argentina»-. Hoy, yo me siento orgulloso y feliz, porque escucho que en
nuestro país hay 15.000 iglesias

. Porque veo como cada vez, hay más creyentes. Porque en mi iglesia hay tanta gente
y la alabanza es tan dinámica… Y usted dice:- » que lindo. Yo soy parte, yo soy Isaac,
yo heredé todo»-. Pero no has tenido un encuentro de poder, no has experimentado el
poder de Dios que marque tu vida; de tal manera que puedas dejar una memoria a la
generación siguiente.
Dios me habló a mí también. Lo viví, yo también pagué el precio, y también tuve que
morir a cosas de la carne, con tal de realmente conocer a Dios.

Luego, por fin vemos que Isaac aprendió y abrió su propio pozo y entendió que él
debía tener su propio encuentro con Dios.

La tercer generación, fue la Jacob. Este hombre era el nieto de aquel que abrió brecha,
el hijo de Isaac, el heredero.

El nieto, no solo no hizo nada, sino que desconocía todas las cosas que su padre y
abuelo habían hecho, y se alejó. Terminó siendo un hombre engañador y materialista.
Abraham, todo lo que consiguió se lo dio Dios, pero Jacob todo lo obtuvo a través del
engaño y la astucia.

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Siempre vivió en conflicto, enredado en problemas. ¿Sabe como termina la historia de


Jacob? El astuto engañador, se va a vivir a la casa de Labán, y después de mucho
tiempo tiene que tener un encuentro con su hermano, Esaú. Este, lo estaba buscando,
lo esperaba armado. Esaú estaba preparado para atacarlo.

Jacob temía por su dinero, su familia y sus bienes. Entonces, cuando supo que su
hermano lo estaba esperando, envió a sus siervos con dinero. «Le mando plata, le
mando siervos con joyas, a ver como le calmo la ira». Él es un tipo de aquel que todo
lo quiere arreglar con la mente y con el materialismo. En vez de apelar a Dios, él dijo: -»
Mi hermano me esta esperando, me va a matar, me odia, así que voy a ver como
manejo la cosa» -.

La tercer generación, totalmente en la carne, desconocía el poder divino. No solo no


había tenido un encuentro con Dios, sino que su moral cada vez estaba peor y ante los
conflictos, actuaba racionalmente.

Cuando Jacob se queda solo, porque manda a todos sus siervos, y su esposa se va
con sus hijos… ¿Sabe lo que le pasa? Se encuentra con Dios, y Dios le dice: – » ¿Cómo
te llamas?»-. – «¿Cuál es tu nombre?» -. El no le quiere decir el nombre, porque… ¿Sabe
lo que significaba? Engañador. Y luchó con Dios y El Señor le pegó en la cadera. Lo
dejó rengo.
La historia cuenta que cuando tuvo su encuentro con Dios, Él lo toca poderosamente.
El corazón de Jacob cambió y ya no se llamó más Jacob, se llamó Israel. Dios lo había
vencido y ya no dependía de su astucia. Ahora, que Dios no te tenga que dar duro para
que lo conozcas, búscalo ahora. Amén.

¿Sabe cómo termina la historia? Esaú, cuando se entera que su hermano viene, lo
termina recibiendo a besos y abrazos, porque su Jacob había tenido un encuentro
poderoso con Dios. Quince segundos bajo su poder, puede hacer más que lo que el
hombre puede hacer en quince años. Amén.

Ese hombre había experimentado el poder de Dios y sus problemas se le solucionaron


en un instante. Dios se encargo de todo. Sus conflictos, sus luchas, sus dificultades.
Las respuestas están en Su Presencia, en la oración. En buscar, en encerrarse, en
golpear las puertas de su presencia. ¿Me esta entendiendo?

La historia de estas tres generaciones tiene un lindo final. La escritura dice en San
Juan capítulo 4, versículo 5y 6:
«Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio
a su hijo José. Y estaba allí el pozo de Jacob…»

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Después de todo lo que le pasó, Jacob edificó un pozo, en memoria de su encuentro


de poder, como su abuelo. Y Jesús bebió de esa agua.

Hay cosas que Dios va a hacer en un futuro en su vida. Hoy hay una generación que
está clamando por lo genuino, esta clamando por la presencia sobrenatural. Señor, yo
no quiero conformarme con ver el poder de Dios, yo quiero experimentarlo, ¿Quiere
experimentarlo? ¿Seguro quiere experimentarlo? ¿Está dispuesto a pagar el precio? ¿A
amarlo, servirlo, ayunar, orar, obedecer y rendirse?

Padre, yo oro para que esta tarde todos salgamos con esa hambre, con la decisión de
pagar el precio, de buscarte como los primeros cristianos que llegaron a Argentina.
Señor, esta generación, te anhela también, no quiere depender de la carne, ni de la
astucia, ni de lo que han hecho otros. Yo quiero que Tú te muevas.

Dios te esta diciendo: – “Esto es para ti que heredaste, que naciste en una generación,
donde todo es diferente a otras épocas… Pero yo te quiero mostrar mi gloria, no
quiero que actúes en la carne, no quiero que actúes humanamente, no quiero que
engañes más. Quiero que recibas mi poder, como tus padres espirituales lo recibieron.
Quiero que vivas lo que ellos vivieron. Quiero que experimentes el encuentro con Dios,
como ellos lo tuvieron” -. ¡Amén!

Oración:
«Dios quiero tener un encuentro poderoso. Yo necesito un encuentro poderoso
contigo. Señor… Me hablaron de historias poderosas. Yo quiero levantar un altar o
cavar un pozo como Abraham, diciendo: Yo he tenido un encuentro poderoso con
Dios. Señor, tócame, dame tu fuego, dame tu unción.

Yo necesito que el altar de mi corazón no se apague, Señor perdóname, si en esta


etapa de mi vida solo he disfrutado del poder, pero no he buscado el poder. He
disfrutado de lo que ya hay aquí. Pero Tú me dices:»- Yo quiero que tu tengas la
experiencia, porque te voy a dar algo personal -«.

Dios te necesito, ven y tócame, ven con tu poder, ven y reina en mi vida. Que se abran
los cielos. Señor declaramos un nuevo despertar en cada corazón. Un momento en Tu
presencia nos ayuda en todas las luchas. Nos da victoria en todas nuestras
necesidades. Proclamamos victoria en todas las batallas, en todas las adversidades,
en todos los vientos que se han levantado.

Dios, yo quiero vivir bajo el fuego, bajo el poder, quiero evangelizar con plenitud, con
autoridad. En el Nombre de Jesús. Amén

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