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FHUC / Psicología / Apuntes de Cátedra

PODER Y SUBJETIVIDAD
Jorge Malachevsky*

Introducción
En la primera parte de este texto apelaremos a una breve biografía de Michel Foucault
y abordaremos sus métodos. Seguidamente presentaremos sus perspectivas alrededor
de la categoría poder. Se intentará establecer el lugar que ocupa esta categoría dentro
de su obra y las relaciones que permiten su comprensión en el marco de la tríada suje-
to-poder-saber. Analizaremos cómo Foucault conceptualiza el poder y en relación a
qué elementos justifica su conceptualización. Siguiendo esta línea se comentarán al-
gunas de sus obras: El orden del discurso, Vigilar y castigar, Microfísica del poder y El
discurso del poder. Nuestro texto rondará principalmente la problemática que relaciona
a Foucault con esta Asignatura: la subjetividad atravesada por relaciones de poder,
relaciones que a su vez lo conforman al sujeto como tal. Foucault sostiene que “el suje-
to constituye la intersección entre los actos que han de ser regulados y las reglas de lo
que ha de hacerse”.

*
Texto establecido por Jorge Malachevsky sobre la base de los Informes de Pasantía realizadas en la Asignatura
Poder y subjetividad / Jorge Malachevsky / Pág. 1
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El autor y su obra
Michel Foucault nace en 1926. Estudia con Jean Hippolite, Georges Canguilhem y
Louis Althusser, entre otros. Se gradúa en filosofía a los 23 años. En 1954 escribe su
primer libro Enfermedad mental y personalidad; en 1961 publica Historia de la locura
en la época clásica, y en 1963 Las palabras y las cosas, cerrando así una primera eta-
pa de su producción intelectual en la cual el objeto de su interés se sitúa en las rela-
ciones existentes entre poder y saber.

A partir de 1969 escribe Arqueología del saber, El orden del discurso y su participación
en el GIP (Grupo de Información sobre Prisiones) sirve de base para Vigilar y castigar,
y el primero de los volúmenes de la Historia de la sexualidad, en 1976.

·En su producción teórica a partir de este segundo grupo de obras emergen nuevos
objetos de interés y la elaboración de categorías que replantean o dejan de lado con-
ceptualizaciones previas, como por ejemplo la categoría poder, cuyas variaciones se
analizarán más adelante. Un caso parecido lo constituye la sustitución de la noción de
episteme por la de dispositivo. A la par de la dupla poder-saber (que no abandona),
desarrolla nociones como las de sujeto y objeto, discurso y verdad, entre otras que
mencionaremos en vistas a nuestro interés. Finalmente, si nos atenemos a una de las
últimas categorizaciones que profundizó en su obra descubriremos que su eje fue la
verdad, en relación a un sujeto que la produce y es producido por ella, a partir de de-
terminadas estrategias de poder-saber.

Acerca del método


La obra de este autor es muy difícil de inscribir en el marco de una determinada co-
rriente filosófica o historiográfica, hay quienes lo consideran un inclasificable en rela-
ción directa con una disciplina establecida. Él mismo ha señalado: “Creo que, en reali-
dad, he estado situado en la mayoría de los cuadros del tablero de ajedrez de la políti-
ca, de manera sucesiva, y, a veces, simultánea: como anarquista, izquierdista, marxista

Psicología por los alumnos pasantes Rosa M. García y Alejandro Nisnovich.


Poder y subjetividad / Jorge Malachevsky / Pág. 2
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manifiesto o disimulado, nihilista, antimarxista explícito o secreto, tecnócrata al servicio


del gaullismo, neoliberal, etc.”1.

En parte esa dificultad radica en los métodos empleados en sus investigaciones, que
plantean nuevas problemáticas, a la vez que suscitan polémicas alrededor de la validez
de sus procedimientos. Quizás sea preciso señalar que todas las investigaciones de
Foucault - o la mayoría de ellas - se rigen por dos métodos diferentes entre sí: el ar-
queológico y el genealógico. El primero se interesa por el descubrimiento de los cam-
bios en las reglas de producción discursiva acerca de un fenómeno (la criminalidad, la
sexualidad, etc), mientras que la genealogía identificaría las relaciones que reviste el
objeto de investigación con los dispositivos del poder:

“La primera trata de aislar el nivel de las prácticas discursivas y formular las reglas de
producción y transformación de tales prácticas, mientras que la segunda amplía el ám-
bito de investigación y se ocupa de las fuerzas y de las relaciones de poder conecta-
das con las prácticas discursivas. La relación poder-saber es necesaria para la genea-
logía, pero no para la arqueología”2.

Uno de los rasgos más significativos del perfil intelectual del autor se haya quizás en su
heterodoxia, en su capacidad para romper con las evidencias y las verdades estableci-
das. Entre los intelectuales que más influenciaron su obra pueden citarse a Fréderic
Nietzsche, Gilles Deleuze, Jacques Derrida, Roland Barthes, entre otros.

Sobre el poder y las relaciones de poder


El ejercicio del poder es la manera en que ciertas acciones modifican otras, es un mo-
do de acción de algunos sobre algunos otros, lo cuál sugiere que el poder existe sola-
mente cuando se pone en acción, cuando se ejerce. “El poder sólo existe en acto, es
una práctica, algo que se hace”.

Lo que define una relación de poder es que es un modo de acción que no actúa de
manera directa e inmediata sobre los otros, sino que actúa sobre sus acciones: una

1
Marshall, James; Foucault y la investigación educativa, en “Foucault y la educación”, A.A. V.V., Ediciones Mo-
rata.
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acción sobre la acción, sobre acciones eventuales o actuales, presentes o futuras. Es


un conjunto de acciones sobre acciones posibles, opera sobre el campo de posibilidad
o se inscribe en el comportamiento de los sujetos actuales. El poder incita, induce, se-
duce, facilita o dificulta; en un extremo, constriñe o inhibe absolutamente. Sin embargo,
es siempre una forma de actuar sobre la acción del sujeto. En tanto el sujeto es capaz
de una acción, es tocado por el poder. El poder es una manera de actuar sobre un su-
jeto actuante o sobre sujetos actuantes. Es un conjunto de acciones sobre conductas
(que serían otras acciones).

La naturaleza equívoca del término conducta es una ayuda para explicar la especifici-
dad de las relaciones de poder; ya que conducta es al mismo tiempo, “conducir a otros”
de acuerdo a mecanismos variables de coerción y, “una manera de comportarse” den-
tro de un campo más o menos abierto de posibilidades. Entonces, el ejercicio del poder
consiste en guiar las posibilidades de conducta y disponerlas con el propósito de obte-
ner posibles resultados.

Por su característica de “conducir conductas” el ejercicio del poder es entonces una


cuestión de gobierno. Gobernar es así, estructurar el campo posible de acción de los
otros, pero ello tiene como condición la libertad. Porque el poder se ejerce sólo sobre
sujetos libres, sean individuales o colectivos, allí donde hay posibilidades diversas, no
donde están saturadas, caso en el cuál hay esclavitud y no relación de poder. Para
Foucault, la esclavitud no sería una relación de poder, pues si el hombre está encade-
nado, se trataría más bien de una “relación física de constricción”. Entonces, las rela-
ciones propias del poder, sugieren a la vez un elemento importante a considerar: la
libertad.

Lo específico de las relaciones de poder, es que se dan cuando hay espacios de mo-
vimiento. Por tanto entre el poder y la libertad no hay exclusión, sino un juego mucho
más complicado. La libertad es la precondición para la existencia de las relaciones de
poder; si esta se anulara, estaríamos frente a la coerción pura y simple de la violencia,
que por otra parte, se opone al ejercicio del poder. La “rebeldía de la libertad” y la “re-
lación de poder” no pueden separarse. El problema central del poder no es la servi-

2
Marshall, J.;,Foucault y la investigación educativa, Ob. Cit.
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dumbre voluntaria. ¿Cómo podríamos desear ser esclavos?3, se pregunta Foucault. No


hay antagonismo sino agonismo entre estos términos.

Así como existe libertad para el ejercicio del poder, existe posibilidad de resistencia. Y
el verdadero centro de las relaciones de poder es la resistencia de la voluntad y la in-
transigencia de la libertad, que sería un “agonismo”, combate o relación recíproca de
incitación y lucha. Más que una confrontación cara a cara que paraliza a ambos lados,
las relaciones de poder implican una permanente provocación. Así podríamos empezar
por entender algunas de las formas que el poder tiene de actuar sobre la subjetividad
humana.

Entonces, desde la perspectiva de análisis de Michel Foucault los sujetos no serían


calificables como buenos o malos, culpables o víctimas. Precisamente este autor pre-
fiere hablar de posiciones subjetivas para indicar que no hay un sujeto – ori-
gen/responsable- del discurso, y señala por otra parte, que si bien los individuos están
‘sujetados’ a los regímenes institucionales, no dejan de ser sujetos libres que en un
conjunto de relaciones móviles de poder ejercen influencia o resistencia y de ese modo
se construyen y contribuyen a diagramar los dispositivos en los que están incluidos.

La subjetividad como tema central del análisis sobre el poder


A esta conclusión arriba M. Foucault luego de 20 años de estudios meticulosos, cuan-
do nos sugiere: “crear una historia de los diferentes modos a través de los cuáles, en
nuestra cultura los seres humanos nos hemos convertido en sujetos, lo que somos hoy,
una ontología de nosotros mismos”.

Foucault sostiene entonces que su estudio no consistió en analizar los fenómenos del
Poder, sino en crear una historia de los diferentes modos de subjetivación del ser hu-
mano en nuestra cultura. Se basó para ello en ciertas “racionalidades específicas”: la

3
Si bien la pregunta de Foucault sobre ¿cómo podemos desear ser esclavos?, se responde implícitamente como que
no se puede establecer que en la naturaleza humana exista el deseo de la servidumbre; lo invitamos a reflexionar si
dicha pregunta no daría para otras respuestas si se tomara desde categorías psicoanalíticas.

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de la locura (el loco), la enfermedad (el enfermo), el crimen (el criminal), la sexualidad,
etc. Esta genealogía del sujeto moderno, se daría en dos instancias 4:
a) genealogía de las tendencias de objetivación en nuestra cultura,
b) genealogía de las prácticas de subjetivación.

Veamos ahora más puntualmente ambas instancias:


a) Genealogía de las tendencias de objetivación en nuestra cultura
A través de lo que él llama dispositivos de saber/poder se perfila un ordenamiento del
espacio de los individuos por el cuál éstos reconocen e interpretan sus márgenes de
acción. Para el análisis de las tendencias de objetivación Foucault considera las prácti-
cas culturales refiriéndose principalmente a las formas de conocimiento como modela-
doras de la percepción y acción individual y social. O sea, la objetivación sería una
forma de conocimiento e interacción propias de nuestra cultura que tiende a clasificar-
nos y organizarnos a la manera de objetos. Dicho de otro modo, “ser sujeto” equivale a
“estar sujeto” en una red de relaciones de poder y saber. “Ser sujeto” debe leerse aquí
como haber sido objetivado por esa red de relaciones. La Genealogía que estamos
planteando aquí, se ocupa entonces de las ‘sociedades disciplinarias’ y de cómo el
conjunto de saberes que las constituyen conforman regímenes de verdad, que deter-
minan por medio de sus reglas discursivas, modos de ver – problematizar – controlar la
vida de los individuos en la sociedad moderna.

Recordemos que Foucault realiza este análisis a través de dispositivos, los que serían
como aparatos donde se reúne el poder y el saber en forma de “grilla de inteligibilidad”
que comprenden un entramado heterogéneo de prácticas: instituciones, disposiciones,
enunciados científicos, reglas, leyes, discursos, etc. Dentro de estas prácticas cultura-
les objetivantes. Foucault, considera tres formas primordiales:

1. En primer lugar los modos de investigación, o el status de la ciencia. En cada ciencia


hay una construcción de lo que se entiende por subjetividad. A través de las categorías
de una disciplina se hace inteligible la subjetividad. Por ejemplo, la objetivación del su-
jeto hablante en la gramática, la filología, la lingüística. O la objetivación del sujeto pro-

4
Britos, M. del Pilar: “Michel Foucault: la constitución del sujeto”, Eticas del siglo. Asoc. Arg. de Investigaciones
Éticas. Rosario. Impresiones Teknhe.1994.
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ductivo, el sujeto que trabaja, objetivación producida a partir del análisis de la riqueza y
de la economía. O la objetivación del hecho de estar vivo, en la historia natural, la bio-
logía o las neurociencias. Estas formas de objetivar al sujeto nos harían “sujetos de…”.

Las ‘ciencias’ que forman un dispositivo –cualquiera sea este- son partícipes de la pro-
blemática que ese dispositivo define, partícipes no únicamente en un plano discursivo
teórico sino como “saber ejercido”, en tanto práctica discursiva. Por ejemplo, la locura
es definida en relación a los regímenes de verdad constituidos desde los saberes dis-
ciplinares. Cada uno de estos saberes insiste en determinar lo que locura es o no es,
en virtud de la práctica discursiva que modela a su vez al loco.

2. Un segundo análisis se dio en el estudio de la objetivación del sujeto en lo que se


llamó “prácticas divisorias”. Son aquellas prácticas de segregación de unos sujetos
respecto de otros o de sí mismos. Modalidades que responden a una lógica binaria
según la cual se clasifica y ordena, ya que el sujeto o se divide a si mismo o es dividido
por los otros, proceso que lo objetiva: como el loco y el cuerdo, el enfermo y el sano, el
criminal y “los buenos muchachos”. Estas prácticas construyen así una ‘grilla’ desde la
cual mirar y en la que actuar. Por ejemplo, la grilla nosográfica desde la cual se ubica a
los pacientes y delimita del otro lado a otros sujetos como terapeutas abreva exclusi-
vamente en el saber científico, no dando lugar a que se aprecien diferencias contextua-
les o singulares.

3. Finalmente el tercer modo de objetivación del sujeto moderno se da a través de las


prácticas de sujeción: dispositivos que determinan al hombre desde fuera haciéndolo
objeto de saber y segregación en la propia relación consigo mismo; o sea se trata de la
manera en que los hombres han aprendido a reconocerse a sí mismos, por ejemplo,
como sujetos de sexualidad.

Es decir, estas prácticas de sujeción se relacionan con la producción de conocimiento


y el reconocimiento de este saber como verdad a partir de la cual los sujetos se reco-
nocen a sí mismos. Por ejemplo, el modo en el que el sujeto se reconoce y constituye
como loco o cuerdo en medio de un juego de relaciones que determinan las condicio-
nes de posibilidad en las que emerge la locura o la cordura.

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b) Genealogía de las prácticas de subjetivación:


Las prácticas de subjetivación, las comienza a estudiar Foucault a partir de la segunda
parte de la Historia de la Sexualidad, donde se marca una nueva tendencia en sus es-
tudios humanísticos. Suelen ser denominadas también “tecnologías del yo” o “prácticas
de sí”, e implican determinados juegos de verdad que abren un campo reglado de po-
sibilidades que permiten a los sujetos constituirse a sí mismos de acuerdo a una elec-
ción ética. Es decir, se juega aquí la libertad pero con límites éticos. Esta ética de la
existencia se propone como estética, en tanto queda en manos de cada uno la cons-
trucción de la propia vida como una obra de artesanía, como una tendencia a cons-
truirse artesanalmente.

Ser sujetos para Foucault equivaldría en un primer momento de su obra, a “estar su-
jeto en una red de relaciones de poder y control”. Luego cambiando de perspectiva, va
a considerar que el individuo se constituye a partir de una experiencia concreta de li-
bertad y verdad que posibilita una manera particular de relación consigo mismo y con
los demás. Ser sujeto ya no se equipararía a estar sujetos a un control externo sino
que esta nueva dimensión se liga a la idea de autogobierno o gobierno de sí. Las re-
glas morales no desaparecen, adquieren otra significación: la propia búsqueda de feli-
cidad. El individuo, a través de prácticas voluntarias, reflexionadas, busca su propia
transformación tendiente a la singularidad. Esta singularidad es entendida desde la
exclusión de toda regla universal que regule la forma de “ser sujeto”.

Los modos de objetivación y los modos de subjetivación se integran dinámicamente.


Esta movilidad determina, entrecruzándose con la propia historia real y concreta, nues-
tra actualidad, esto que somos.

El poder como relación de fuerzas, como producción y red


Hay una versión “clasica” del poder que lo supone originado a partir de un centro, fuen-
te u origen. El poder ha sido comprendido generalmente como vinculado al aparato del
Estado, la Ley, las relaciones económicas de explotación o el sistema económico. Para
Foucault estos centros, son más bien las formas terminales del poder. Por contraparti-

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da, si el poder se ubica en ciertos centros, se conciben lugares expropiados o fuera del
poder, como si fueran lugares de no poder.

Por el contrario la visión “crítica” del poder, supone que el mismo no está localizado, no
tiene un sólo origen ni un centro, sino que es múltiple y omnipresente, ya que se en-
cuentra atravesando todas las relaciones sociales, familiares, de trabajo, etc. De allí
que según esta última visión, corresponde además analizar al poder con un método
que dé cuenta de aquellas otras innumerables formas de existencia que tiene en las
sociedades modernas. Una visión crítica implica reconocer que todos tenemos cierto
poder, aunque el mismo sea en cada caso de muy diferente alcance. En definitiva el
poder es una red de relaciones, y el sujeto o la subjetividad se constituyen en su inte-
rior.

En principio Foucault trata de descifrar el poder en términos de guerra, de lucha, de


enfrentamiento; llegando incluso a invertir la famosa frase de Clausewitz5 (la guerra es
la continuación de la política por otros medios) considerando que la política es la gue-
rra librada por otros medios. “(…) la ley no nace de la naturaleza, junto a los manantia-
les que frecuentan los primeros pastores, la ley nace de las batallas reales, de las vic-
torias, las masacres, las conquistas que tienen su fecha y sus héroes de horror”.

Posteriormente, con su visión crítica del poder, Foucault propone ciertos recaudos me-
todológicos para estudiar las relaciones de fuerza. Su preocupación inicial establece
que no deben analizarse las formas reguladas y legítimas del poder a partir de su cen-
tro (sea éste el Estado, las leyes, etc) sino que se las debe captar en sus extremida-
des, en las terminaciones; allí donde se hacen capilares, allí donde las relaciones de
poder se envisten en instituciones y toman cuerpo en técnicas; esto es en el extremo
menos jurídico de su ejercicio. Foucault propone una “microfísica del poder”.

Precisamente en su obra Microfísica del poder plantea una ruptura con una historia de
mirada totalizante (el marxismo) y señala que:

5
Dreyfus, L. y Rabinow, P.; ” Michel Foucault: Más allá del estructuralismo y la hermenéutica. Ediciones Nueva
Visión. Bs. As. 2001.
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“ ...no conviene partir de un hecho primero y masivo de dominación (una estructura


binaria compuesta de dominantes y dominados) sino más bien de una producción mul-
tiforme de relaciones de dominación que son parcialmente integrables en estrategias
de conjunto (...) Su entrecruzamiento esboza hechos generales de dominación; que
esta dominación se organiza en una estrategia más o menos coherente y unitaria, que
los procedimientos dispersados, heteromorfos y locales de poder son reajustados, re-
forzados, transformados, por estas estrategias globales, y todo ello coexiste con nume-
rosos fenómenos de inercia, de desniveles, de resistencias”6.

Es decir, Foucault presta atención a las imbricaciones y la complejidad de las relacio-


nes en las cuales penetra el poder. Propone desentrañar las tácticas y estrategias que
el poder pone en práctica. Esto lo lleva a una reelaboración de la categoría poder, co-
mo algo que va más allá de la prohibición y el castigo (como antes había propuesto en
El orden del discurso) en tanto involucra también una faz productiva. Un poder produce
saberes, sujetos, verdades. Esta reformulación obedece a que –según él:
“si el poder no tuviese por función más que reprimir, si no trabajase más que según el
modo de la censura y la represión, a la manera de un gran superego, si no se ejerciese
más que de una forma negativa, sería muy frágil”7.

Entonces Foucault, frente a una visión negativa y totalizadora del poder contrapone
una visión productiva -en el sentido antes mencionado- y capilar, en tanto el poder, o
mejor dicho, su ejercicio, no supone un hecho masivo de dominación, sino más micro-
físico, más infinitesimal, a la vez que no hay espacio donde no se ejerza. Pero el ejer-
cicio del poder supone también resistencias, intentos por desentrañar sus mecanismos,
por hacer visible su producción de efectos. Finalmente señala: “no hay ejercicios de
poder sin una economía de ejercicios de verdad. Estamos sometidos a la producción
de verdad desde el poder y no podemos ejercer el poder más que a través de la pro-
ducción de verdad”8.

6
Foucault, M.; “Microfísica del poder”, La Piqueta, Madrid, 1980.
Foucault, M.; “El discurso del poder”, Presentación y selección de artículos de Oscar Terán, 1ª ed., 1983, Folios,
México.
8
Foucault, M.; “Microfsica del poder”. Op. cit. Pag.6.
Poder y subjetividad / Jorge Malachevsky / Pág. 10
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Yendo a otro punto, Foucault no considera que el poder se adquiera como la riqueza o
un bien, que se arrancan o comparten, se conservan o pierden. El poder debe anali-
zarse más bien como algo que circula y funciona en cadena, y se ejerce a través de
una organización “reticular” - en red - circulando a través de los individuos. Es necesa-
rio analizarlo en forma ascendente, individualizando a los agentes reales, con su histo-
ria, trayectos y técnicas, para señalar qué transformaciones devinieron económicamen-
te ventajosas y políticamente útiles.

No se debe analizar el poder a nivel de la intención o decisión de quién lo ejerza. Las


preguntas sobre el por qué algunos quieren dominar, qué es lo que tienen en mente o
qué buscan los que dominan, según Foucault deben abandonarse. En su lugar, inte-
rrogarnos sobre las modalidades que adquiere el vínculo directo e inmediato del poder
con su “objeto” - su “blanco”, allí donde se implanta y produce efectos. Estudiar los
cuerpos que los efectos de poder constituyen como sujetos9.

Las relaciones de poder no se encuentran en una situación de exterioridad con respec-


to a otro conjunto de relaciones (de conocimiento, de familia, sexuales, o procesos
económicos). No son una superestructura, sino que son inmanentes a éstas, o sea que
cumplen un papel productor, en tanto constituyen los efectos inmediatos de las de-
sigualdades, y son las condiciones internas de aquellas.

En torno al poder no se forman ideologías –no es este un término usado por Foucault-
pero sí saberes. Tradicionalmente se cree que “desde que se toca el poder se cesa de
saber”: “el poder vuelve loco, los que gobiernan son ciegos; y sólo aquellos alejados
del poder, desligados de las tiranías, enfrascados en sus meditaciones, éstos única-
mente pueden descubrir la verdad (…) Pero es precisamente lo contrario ya que existe
una perpetua articulación del poder sobre el saber, y del saber sobre el poder (...) ejer-
cer el poder crea objetos de saber, los hace emerger, acumula informaciones, las utili-
za (....) el ejercicio de poder crea perpetuamente saber e inversamente el saber conlle-
va efectos de poder”10.

9
Dreyfus, L. y Rabinow, P.; Op. Cit. Pag. 6.
10
Ibidem.
Poder y subjetividad / Jorge Malachevsky / Pág. 11
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Por último se remarca que donde hay poder hay resistencia. La resistencia constituye
el otro término en las relaciones de poder. Los puntos de resistencia están presentes
en todas partes dentro de la red de poder, como un elemento enfrentador contemporá-
neo del poder al que se opone. Por esa razón no es posible pensar el poder sin esca-
patoria; pero tampoco puede esperarse un lugar de “gran rechazo”, una revuelta, un
asalto final. Es la codificación estratégica de los puntos donde se ejerce la resistencia,
lo que hace posible una revolución, una transformación radical destinada a conquistar
autonomía y libertad para los hombres.

Las luchas contra las formas de poder que objetivizan al sujeto


Foucault toma como punto de partida una serie de oposiciones que se han desarrolla-
do hace pocos años: del poder del hombre sobre la mujer, de los padres sobre los hi-
jos, del psiquiatra sobre el enfermo mental, de la medicina sobre la población, de la
administración sobre las formas de vida de las personas, etc. No es suficiente decir
que éstas se tratan de luchas antiautoritarias, debemos tratar de definir más precisa-
mente qué es lo que tienen en común.
- Son luchas “transversales”, es decir no están limitadas a un país, si bien se desa-
rrollan más fácil y extensamente en algunos que en otros, debido a sus condicio-
nantes formas políticas o económicas.
- El objeto de estas luchas son los efectos del poder como tales. Por ejemplo, la pro-
fesión médica no es criticada por sus provechosas preocupaciones, sino por su po-
der descontrolado sobre los cuerpos de las personas, su salud, su vida y su muerte.
- Son luchas “inmediatas” por dos razones: la gente critica las instancias del poder
cerrado sobre ella. No van detrás del “enemigo principal” sino del inmediato. No es-
peran encontrar una solución en fecha futura, esto es liberaciones, revoluciones o
fin de lucha de clases. En comparación con la escala teórica de un orden revolucio-
nario, son luchas anarquistas.
- Son luchas que cuestionan el status del individuo, afirman el derecho a ser diferen-
te y subrayan cada cosa que hace a los individuos, sujetos de su propia subjetivi-
dad. Por otro lado, atacan cada cosa que separa al individuo, rompe sus vínculos
con los demás, quiebra la vida de la comunidad, fuerza al individuo a volver sobre sí
mismo y lo ata a su propia identidad de forma constrictiva. Estas luchas no son a

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favor o en contra del “individuo”, más bien son luchas contra “el gobierno de la indi-
vidualización”.
- Existe una oposición a los efectos del poder que está ligada al conocimiento y a la
calificación: luchar contra los privilegios del saber. Pero hay también oposición ha-
cia el secreto, la deformación y las representaciones mistificadoras impuestas a la
gente. No hay nada “cientificista” en esto, es decir, una creencia dogmática en el
valor del conocimiento científico, pero no es un rechazo escéptico ni relativista a to-
da verdad verificada. Lo que se cuestiona es la forma en que el conocimiento circu-
la y funciona, sus relaciones con el poder: el regime du savoir.

Estas luchas giran en torno a una cuestión: determinar quiénes somos. Son un rechazo
de estas abstracciones, del estado de violencia ideológico y económico que ignora que
somos individuos, y también un rechazo a una investigación científica o administrativa
que determina lo que es cada uno (quién es uno).

Para resumir, el principal objetivo de estas luchas es atacar no tanto “esta o aquella”
institución de poder, o grupo, o elite, o clase, sino más bien una técnica, una forma de
poder. Técnica o forma de poder que se aplicaría a la inmediata vida cotidiana catego-
rizando al individuo, asignándole su propia individualidad, atándolo en su propia identi-
dad, imponiéndole una ley de verdad sobre sí, que está obligado a reconocer y que
otros deben reconocer en él. Técnicas o formas de poder que hacen “sujetos individua-
les”.

Así, hay dos significados de la palabra sujeto: por un lado “sujeto a alguien” por medio
del control y de la dependencia, y por otro, ligado a su propia identidad por conciencia
o autoconocimiento. Ambos significados sugieren una forma de poder que subyuga y
sujeta.

Foucault identifica tres tipos de lucha de poder:


- Contra la forma de dominación (étnica, social y religiosa).
- Contra las formas de explotación que separan al individuo de lo que produce.
- Contra lo que liga al individuo a sí mismo y lo somete a otros en esta forma (lucha
contra la sujeción, contra formas de subjetividad y de sumisión).

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Todos los movimientos de los siglos XV y XVI, que tuvieron a la Reforma como expre-
sión, deben analizarse como una “gran crisis occidental de la subjetividad”, y una re-
vuelta contra este poder moral y religioso, que durante la Edad Media originó dicha
subjetividad.

Es así como las “formas de lucha contra la sujeción, contra la sumisión de la subjetivi-
dad” se hacen cada vez más importantes, aún cuando también insistan hoy las “luchas
contra las formas de dominación y explotación.”

Estas luchas prevalecen en nuestros días, en tanto desde el siglo XVI se va desarro-
llando una nueva forma de Poder, encarnada por la estructura política que es el poder
del Estado. El Estado, se dice, ignora a los individuos buscando los intereses de la
comunidad, o de una clase o grupo de ciudadanos, pero sabemos que en realidad se
trata más bien de una fuerza, de un tipo de poder “individualizador y totalizador” a la
vez. El estado moderno11 viene a integrar una forma antigua de poder cristiano como
es la Pastoral. Este poder pastoral nace en las instituciones cristianas, y tiene como
forma de poder, modos propios: Es una forma de poder cuyo objetivo último es la sal-
vación individual en el más allá. Es una forma de poder que no sólo dirige, sino que
indica que se debe estar preparado para sacrificarse a ella por la vida y salvación del
rebaño. Se presenta no sólo ante toda la comunidad, sino individualmente por toda la
vida. No puede ser ejercida sin conocer la mente y el alma en sus más mínimos secre-
tos. Entonces, esta forma de ejercicio del poder es muy especial, ya que es un modo
de subjetivación. Producción de sujetos que unifica en su estructura la salvación, el
peso de un conocimiento “científico” que determina, porque conoce las características
de los sujetos y el Bien, que es su destino final.

Como modo de funcionamiento del poder, este Poder Pastoral luego de un milenio de
ser ejercido, se ha extendido y multiplicado por fuera de la institución eclesiástica. En
lugar de encontrarnos con un poder pastoral y un poder político más o menos ligados,
más o menos rivales, encontramos que el poder pastoral ha hallado apoyo en una mul-

11
Habría que preguntarse hoy, qué pasa en nuestra contemporaneidad, cuando el Estado tiende a ser desarmado
por fuerzas transversales, como son las mulinacionales, o el fenómeno de globalización..
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titud de instituciones, difundiéndose por el cuerpo social como táctica individualizadora


que puede vincularse y caracteriza a una diversidad de poderes: los de la familia, de la
medicina y la psiquiatría, de la educación y de los empresarios.

Las posibilidades de la libertad


Foucault destaca la publicación de Kant hacia fines del siglo XVIII: ¿Que es la Ilustra-
ción? Este trabajo rompe con los conceptos filosóficos tradicionales, que tratan como
tarea de la filosofía los fundamentos metafísicos o del conocimiento científico, para
preguntar ¿qué está ocurriendo ahora?, ¿qué somos nosotros? Compárese esta pre-
gunta con la cartesiana ¿quién soy yo? ¿Yo, en tanto sujeto único pero universal y
ahistórico?. Yo para Descartes, es cada uno, en cualquier lugar y en cada momento,
se podría agregar desde el punto de vista psicológico, el Yo de Descartes es la Con-
ciencia, que es la seguridad del Conocimiento que el hombre alcanzó de sí en ese
momento. Kant, comienza a derrumbar ese concepto de sujeto epistémico, preguntán-
dose ¿qué somos nosotros en nuestro presente? (fines del siglo XVIII), y serán Hegel y
Schopenhauer los que ayudarán en siglos siguientes a Nietzsche y por fin a Freud, a
llevar hacia delante este planteo.

Pero Foucault (1982) avanza en su análisis, y sostiene que “quizás la meta más impor-
tante de nuestros días es descubrir lo que somos, pero para rechazarlo”12 . Tenemos
que imaginar y construir lo que podría liberarnos de esta política de “doble ligadura”
que es la individualización y totalización simultánea de las estructuras de poder. Libe-
rarnos del Estado y del tipo de individualización vinculada con él; imaginando lo que
podríamos ser. Una de las consignas de Foucault es promover nuevas formas de sub-
jetividad, a partir de rechazar esta especie de individualidad que nos ha sido impuesta
por varios siglos.

Hay un cambio importante en Foucault a partir de 1982: la temática de la libertad, que


siempre estuvo en su producción, estaba fundada en el “sometimiento” en sus más
diversos matices; pero a partir de “El Sujeto y el Poder”, comienza a hablar de las lu-
chas contra la sumisión de la subjetividad, y los sentidos del término sujeto, explicando

12
Dreyfus, L. y Rabinow, P.; Op. Cit. Pag. 6.

Poder y subjetividad / Jorge Malachevsky / Pág. 15


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que siempre fue el sujeto y no el poder, el motivo base de sus estudios. Marcar este
giro es importante ya que demostró nuevamente su pasión por la liberación en térmi-
nos distintos a los del 60 y 70; o sea discurrir sobre aquellas cuestiones que nos suje-
tan, ha sido para él, un modo de poder situar las posibilidades de la libertad, las condi-
ciones del acto libre; una perspectiva que no implique ilusorias ideas de libertad abso-
luta.

Hablar del sometimiento y de la sujeción de la subjetividad, implica decir “que somos


más libres de lo que nosotros pensamos y que podemos hacer de la libertad una cues-
tión estratégica para el sujeto y la subjetividad en nuestra época”; esto entronca la filo-
sofía foucaultiana con el psicoanálisis lacaniano; ya que si bien en la obra de Lacan la
libertad no aparece como categoría especificada en su “positividad”, sí aparece como
supuesto permanente de su teorización, de su práctica y de su estilo.

La sociedad disciplinaria
El ejercicio de observar cómo se producen las múltiples formas de dominación, cómo
se constituyen permanentemente las relaciones de fuerza en las profundidades del
cuerpo social, lo lleva a Foucault a analizar el Derecho. Toma así un tema central para
el Derecho: la soberanía. Plantea que el sistema del Derecho ha permitido “disolver en
el interior del poder el hecho de la dominación para hacer aparecer en su lugar dos
cosas: los derechos legítimos de la soberanía y la obligación legal de la obediencia”.
Analizará en adelante bajo qué forma el derecho trasmite, funcionaliza relaciones que
no son exclusivamente relaciones de soberanía, sino de dominación. Hace un análisis
de la ley como elemento de dominación.

A lo lago de los siglos XVII y XVIII se fueron gestando tecnologías políticas, a nivel de
las formas de poder, que originaron lo que Foucault define como Poder disciplinario,
originando la sociedad disciplinaria, en las redes del poder13. Con el surgimiento de la
sociedad disciplinaria se mantiene la teoría de la soberanía agregando un código jurí-
dico centrado en ella. El discurso del Derecho es el de la ley; el de las disciplinas es
más amplio, es el de la regla natural, es decir la norma.

13
Emiliozzi, S. y Flaster, G.; “Introducción al concepto de poder en Michael Foucault”. Eudeba. Bs.As. 1998.
Poder y subjetividad / Jorge Malachevsky / Pág. 16
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Hay un pasaje de la idea de “castigo” –sostenida en el interior de las formas de poder


ligadas a la Pastoral- a la idea de “vigilancia”. En su clásico Vigilar y Castigar, Foucault
describe un patético suplicio sobre un parricida, para luego exponer un reglamento pa-
ra jóvenes delincuentes; van mostrando así, cómo se experimenta la desaparición de
los suplicios. O sea que en pocos años desaparece el suplicio físico como espacio de
inscripción de los castigos para quienes han delinquido. En la obra comentada, Fou-
cault intenta desentrañar las reglas del sistema punitivo moderno, su objeto de estudio.
La argumentación del autor intenta romper con una visión jurídico-política del poder, e
incluso una lectura liberal o marxista, a la vez que señala la emergencia de una nueva
concepción penal y sus relaciones con una nueva economía del poder, más eficaz y
menos costosa. Esta nueva economía del poder tiene su raíz en lo que Foucault seña-
la como los principios de humanización de la penalidad y del conocimiento del hombre.
Aunque no atribuye la desaparición del castigo físico a una creciente humanización o a
una mayor benignidad, sino a un cambio de objetivo: a la expiación que causa estragos
en el cuerpo, sucede un castigo que actúa en profundidad sobre el corazón, el pensa-
miento, la voluntad. El desarrollo de las disciplinas modernas (psicología, sociología,
criminología) contribuyó al surgimiento de una nueva concepción penal, que dejó de
lado el castigo sobre el cuerpo sustituyéndolo por el castigo sobre el alma, ya no es
necesario recurrir al dolor físico o al tormento. La prisión no pertenece al proyecto teó-
rico de la reforma de la penalidad del siglo XVIII, surge a comienzos del XIX como una
institución de hecho, casi sin justificación teórica afirma en La verdad y las formas jurí-
dicas.

La gran noción de la criminología y la penalidad del siglo XIX fue el concepto de peli-
grosidad, que significa que el individuo debe ser considerado por la sociedad al nivel
de sus virtualidades y no de sus actos. O sea que se juzga no sólo el delito sino tam-
bién la conducta del individuo. Es así que se impone el examen pericial psiquiátrico
que implica juicios de normalidad, asignaciones de causalidad, cambios y porvenir del
delincuente. Todo esto se incorpora a la sentencia, y el psiquiatra dictaminará si es
preferible reprimir o curar.

Poder y subjetividad / Jorge Malachevsky / Pág. 17


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La disciplina es la base de esta nueva economía del poder; la vigilancia es el otro as-
pecto: el panóptico es un ejemplo de la eficacia (permite vigilar sin ser visto) y de la
economía de estas nuevas tecnologías de poder. Pero señala también que estas tec-
nologías no actúan solamente al interior del presidio, sino que se encuentran presentes
en todo el cuerpo social, disciplinándolo. Un caso paradigmático lo constituye la regu-
lación de las prácticas sexuales (prohibición del incesto, entre otras).

El autor sostiene que los efectos de poder modelan a los sujetos, a partir del estable-
cimiento de reglas y prácticas sociales e históricas, producidas y reproducidas en el
cuerpo social. Esto señala la emergencia de una subjetividad separada: sano-enfermo,
loco-cuerdo, normal-anormal.

Foucault denuncia a la prisión como generadora de delincuencia y a los sistemas puni-


tivos modernos como técnicas específicas del campo más general de los procedimien-
tos de poder, ya que en estas instancias el poder se juega de manera más visible. Se-
ñala, a su vez, dos tipos específicos de tecnologías de poder:
- Tecnologías disciplinarias centradas en el cuerpo individual, basadas en el control y
la vigilancia, y
- Tecnologías reguladoras de la vida, que controlan al cuerpo social.

El panóptico como metáfora de la sociedad moderna


El esquema en el que se basa la sociedad disciplinaria, Foucault lo encuentra en un
pensador inglés: Jeremy Bentham, quién previó un dispositivo llamado Panóptico, for-
ma arquitectónica de una prisión ideal. Pero más allá del edificio planteado por Bent-
ham, Foucault lee que este diseño arquitectónico, permite un poder del espíritu sobre
el espíritu. Es un diseño aplicable no sólo a prisiones, sino también a escuelas, hospi-
tales, reformatorios, hospicios, fábricas, etc14. No es sólo el diseño sino lo que él permi-
te poner en acto. El dispositivo panóptico invierte el principio del calabozo. Si en este
último el prisionero está oculto, encerrado y privado de la luz, por el contrario, el panóp-
tico por la disposición de los espacios dispone de unidades especiales que facilitan ver
permanentemente al prisionero. La plena luz y la mirada de un vigilante (o la intuición

14
Miller, Jacques-Alain. “Matemas I”. Ed. Manantial S.R.L.1987.
Poder y subjetividad / Jorge Malachevsky / Pág. 18
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de que él está mirando) captan mejor que la sombra, que en último término protegía al
prisionero. La visibilidad es una trampa.

El panóptico sacraliza la idea de la trasparencia y la visibilidad; es la metáfora del ilu-


minismo; para Foucault es la utopía de la sociedad moderna, utopía finalmente con-
sumada. El mayor efecto es crear en el individuo un estado consciente y permanente
de vigilancia; el poder debía ser invisible e inverificable. El que está sometido a un
campo de visibilidad y lo sabe, reproduce subjetivamente las coacciones del poder, las
hace jugar sobre sí mismo; inscribe en sí mismo las relaciones de poder en la cuales
juegan simultáneamente los dos papeles, se convierte en el principio de su propio so-
metimiento. Es un dispositivo sobre el cual Foucault opina que sirve para anular a la
multitud, e imponer una colección de individualidades, invisibles al contacto con el
compañero.
Foucault también observa y registra el ejercicio del poder sobre la población, en tanto
“entidad biológica” que debe ser controlada en sus problemas de natalidad y mortali-
dad, flujos migratorios, crecimiento, etc. Aquí el sexo juega un papel fundamental entre
las disciplinas del cuerpo y las regulaciones poblacionales. Esta “biopolítica”, es una
pieza esencial para hacer de la sociedad una máquina de producir. “Este mecanismo
tiende a aumentar la producción, desarrollar la economía, difundir la instrucción, elevar
el nivel de la moral pública, hacer crecer y multiplicar”15.

La disciplina
La escuela, la fábrica, la prisión, el hospital, etc., que como vimos constituyen la red
institucional de disciplinamiento, tienen por finalidad la fijación de los hombres a un
“aparato de normalización”. El poder disciplinario atraviesa los cuerpos y graba la nor-
ma en las conciencias. La fábrica los fija al aparato de producción, como la escuela a
un aparato de transmisión de saber, o el hospital a uno de corrección y normalización.
Construir individuos normales, que ajusten sus conductas y comportamientos a esas
normas es el objetivo de la disciplina. Un individuo disciplinado es aquél que ha inte-
grado normas de la relación con el maestro, el médico, el capataz, el juez, etc. Además
es un individuo útil, productivo y económicamente rentable.

15
Emiliozzi, S. y Flaster, Gg. Op. Cit. pag. 11.
Poder y subjetividad / Jorge Malachevsky / Pág. 19
FHUC / Psicología / Apuntes de Cátedra

La disciplina aumenta las fuerzas del cuerpo –en términos económicos de utilidad- y
disminuye esas mismas fuerzas –en términos políticos de desobediencia. En otras pa-
labras: disocia el poder del cuerpo. Si la explotación económica separa la fuerza y el
producto del trabajo, la coerción disciplinaria establece en el cuerpo el vínculo de
coacción entre una aptitud aumentada y una dominación acrecentada. La sociedad
moderna precisa que los hombres coloquen su tiempo a disposición de ella. En cada
institución reina una verdadera micropenalidad del tiempo, de la actividad, de la mane-
ra de ser, de la sexualidad16.

Esta misma adscripción a un cuerpo social homogéneo no desdibuja diferencias entre


individuos, ya que se establecen mecanismos de clasificación, jerarquización y distri-
bución de rangos. Las disciplinas individualizan, son una anatomía política del detalle.
De modo que las instituciones de disciplina cumplen la función de obtener conocimien-
tos, extraer un saber de y sobre los individuos sometidos a la observación y controla-
dos por los diferentes poderes.

El examen permanente de la vigilancia permite la constitución de saberes que constru-


yen determinadas ciencias: la psiquiatría, la pedagogía, la medicina, la sociología. En
fin, las ciencias del hombre, reconocen su nacimiento a partir de la observación, de la
vigilancia, del examen. En la génesis de dichas ciencias hay una relación de poder que
las funda. El hombre es convertido en un objeto de saber sometido sin rupturas a la
cadena de vigilancia. Nuevamente se ve que el poder produce saber y no existe rela-
ción de poder sin constitución de un campo de saber, ni saber que no suponga al mis-
mo tiempo una relación de poder.

El hombre productivo, sujeto obediente del capitalismo


Para que sea posible utilizar la fuerza del trabajo, ésta debe ser constituida como tal
por el poder. Esta afirmación de Foucault marca diferencias con cierta idea formulada
en principio por Hegel y luego retomada por el Marx de la juventud, que define al traba-
jo como la esencia del hombre. Así, el sistema capitalista debería tomar el trabajo del
hombre y convertirlo en “ganancia, plus-ganancia o plusvalor”17.

16
Emiliozzi, S. y Flaster, Gg. Op. Cit. pag. 11.
17
Marx, Carlos. “La ideología Alemana”. Pueblos Unidos. Bs. As. 1975.
Poder y subjetividad / Jorge Malachevsky / Pág. 20
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“Pero para que haya plus-ganancia es preciso que haya sub-poder, es preciso que al
nivel de la existencia del hombre se haya establecido una trama de poder político mi-
croscópico, capilar, capaz de fijar a los hombres al aparato de producción, haciendo de
ellos agentes productivos, trabajadores. Fue el capitalismo el que hizo necesario esta
“mutación tecnológica” del poder, a partir del siglo XVIII, pero esa mutación, a la vez,
hizo posible el desarrollo del capitalismo. Una implicación perpetua de dos movimientos
que de algún modo están engrampados el uno con el otro”18.

Los dos procesos: acumulación de los hombres y acumulación del capital, no pueden
ser separados; no habría sido posible resolver el problema de la acumulación de los
hombres sin el crecimiento de un aparato de producción capaz a la vez de mantenerlos
y utilizarlos; inversamente, las técnicas que hacen útil la multiplicidad acumulativa de
los hombres aceleran el movimiento de acumulación de capital. El crecimiento de la
economía capitalista ha exigido la modalidad específica del poder disciplinario 19.

18
Emiliozzi, S. y Flaster, Gg. Op. Cit. pag. 11.
19
Idem.
Poder y subjetividad / Jorge Malachevsky / Pág. 21
FHUC / Psicología / Apuntes de Cátedra

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