Está en la página 1de 12

La inconstitucionalidad en el régimen federal. Acción. Recurso. Vía directa.

Evolución jurisprudencial. Estado actual

Autoras
Díaz, María Agustina
Duarte, Estefanía
Suárez, Marina

Estudiantes UBA

Introducción

Partiendo de la siguiente consigna: “La justicia Constitucional en Argentina,


¿Jurisdicción Difusa o Tribunales Constitucionales?”, nos planteamos como objetivo
alcanzar por medio de este trabajo la respuesta a aquel interrogante.
Para lograrlo trataremos con cuidado y presión el tema de la inconstitucionalidad en el
régimen federal argentino, tratando los temas claves del mismo, tales como la acción
para presentarla, el recurso y la vía a intentar.
Creemos conveniente hacer una detallada cronología jurisprudencial acerca del control
de constitucionalidad en nuestro país, partiendo del caso fundador y llegando a la
actualidad, recorrido por el que, luego de una ardua investigación de diversos autores,
nos aproximarán a la respuesta que creemos más acertada para contestar aquel
interrogante originario, y escogiendo no otra fuente mejor que ésta, teniendo en cuenta
que el presente, no es un tema legislado (aunque creemos que debe ser necesaria su
reglamentación dada la importancia que el tema presenta) por lo que basamos nuestro
estudio en la doctrina y jurisprudencia Argentina.
Es importante que los temas que hacen a un país, tales como el control de
constitucionalidad, merezca la importancia y el especial tratado que pondremos en este
trabajo.
Control de constitucionalidad
La supremacía de la Constitución tiene dos sentidos. En un sentido fáctico, propio de la
Constitución material, significa que dicha Constitución o derecho constitucional
material es el fundamento y la base de todo el orden jurídico político de un Estado.
Pero el sentido con el que el constitucionalismo utiliza la noción de supremacía
constitucional es otro. Apunta a la noción de que la Constitución formal, revestida de
superlegalidad, obliga a que las normas y los actos estatales y privados se ajusten a ella.
Ello envuelve una formulación de deber-ser; todo el orden jurídico político del Estado
debe ser congruente o compatible con la Constitución formal.
Puede decirse que la supremacía significa que la Constitución es la fuente primaria y
fundante del orden jurídico estatal. Esto, al colocar la Constitución en el vértice de
dicho orden, quiere decir que es ella la que dispone cual es la gradación jerárquica del
mismo orden, porque como fuente primaria y fundante bien puede ocurrir que la
Constitución resigne el primer plano al que estamos acostumbrados, para reconocer en
dicho nivel mas alto que el de ella misma al derecho internacional ( inc.12 del art. 75)
y/o al derecho de la integración supraestatal y su derivado, el derecho comunitario.
La supremacía constitucional supone una gradación jerárquica del orden jurídico
derivado, que se escalona en planos distintos. Los mas altos subordinan a los inferiores,
y todo el conjunto se debe subordinar a la constitución.
Cuando esa relación de coherencia se rompe, hay un vicio o defecto, que llamamos
inconstitucionalidad.

Casos fundadores en el derecho federal argentino


La Constitución Nacional, al igual que la de los Estados Unidos y a diferencia de las
constituciones provinciales, no prevé ni organiza el control de constitucionalidad. Todas
las características de éste han sido elaboradas por la jurisprudencia de la Corte Suprema
de Justicia de la Nación.
El primer fallo de la corte que se ocupa del control de constitucionalidad en el derecho
federal es de 1864. En la causa “Ministerio Fiscal contra Benjamín Calvate”, la corte
afirmo que ella es la intérprete final de la constitución, siempre que se haya puesto en
duda la inteligencia de alguna de sus cláusulas y la decisión sea contra el derecho en que
ella se funda.
En el célebre caso Eduardo Sojo, nuestra corte repitió con significativa fidelidad lo que
los Estados Unidos había escrito en Marbury v. Madison
Eduardo Sojo, propietario de una publicación en la que había aparecido caricaturas de
algunos diputado, fue arrestado por orden de la Cámara respectiva y contra ese arresto
interpuso directamente ante la Corte Suprema un habeas corpus, fundándose en el Art.
20 de la ley 48que, por entonces, preveía la posibilidad de interponer dicha acción en
forma originaria ante la Corte
La Corte, se declaro incompetente para entender en la cuestión pues, con expresa
invocación de “Marbury” explico que admitir el trámite del habeas corpus en forma
originaria implicaba extender su jurisdicción originaria fuera del Art. 101 (hoy 107) de
la CN. Sin embargo, la Corte cuido de decir que la disposición legal fuese
inconstitucional y, en cambio, declaro que era “inaplicable”.
Un año después la Corte producía sí el primer precedente en que declaro la
inconstitucionalidad de una ley del Congreso: el caso Municipalidad de la Capital c.
Elortondo (1888), donde dijo: “… es elemental en nuestra organización constitucional
la atribución que tienen y el deber en que se hallan los tribunales de justicia de
examinar las leyes en los casos concretos que se traen a su decisión, comparándolas con
el texto de la Constitución, para averiguar si guardan o no conformidad con ésta, y
abstenerse de aplicarlas si las encuentran en oposición con ella, constituyendo esta
atribución moderadora uno de los fines supremos y fundamentales del poder judicial
nacional y una de las mayores garantías con que se ha entendido asegurar los
consignados en la Constitución contra los abusos posibles e involuntarios de los poderes
públicos. Tal atribución, que es, por otra parte, un derivativo forzoso de la separación de
los poderes constituyentes y legislativo ordinario que hace la Constitución, y de la
naturaleza esencialmente subordinada de este último, se halla especialmente consagrada
por las leyes 27 y 48, de 1862 y 1
En esta ultima sentencia es evidente la influencia del fallo “Marbury vs. Madison” (24
de febrero de 1803) de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos. En este
último, la sentencia afirma la capacidad de los tribunales de juzgar la conformidad de la
ley con la Constitución y para abrogar, inaplicándolas, aquellas que pudieran
contravenirla. Este principio estatuye la atribución más importante de los tribunales
estadounidenses, y hace de ellos los primeros tribunales constitucionales de la historia.

Sistema judicial difuso


El control de constitucionalidad es judicial difuso. Es judicial porque está a cargo de
órganos judiciales, se otorga al poder judicial una atribución de veto sobre los actos de
los otros dos poderes, lo que robustece los frenos y contrapesos, principio básico del
sistema republicano. Y es difuso ya que todo juez, cualquiera sea su grado, jurisdicción
y pertenencia deben ejercer el control de constitucionalidad de las normas y actos que
deben aplicar como fundamento jurídico de sus sentencias. Es un sistema no
especializado, ya que la magistratura constitucional se ejerce por cualquier juez de
cualquier fuero y jurisdicción
La ventaja principal de este sistema es la contrapartida del defecto del sistema
concentrado, esto es, que al ser el control ejercido por todos los magistrados que deben
conocer en el proceso, teniendo la última palabra, generalmente, el superior tribunal, se
evita la demora de elevar el expediente en consulta. Sus defectos consisten en la falta de
una magistratura especializada, con mentalidad constitucional y en los reducidos efectos
inter-partes, que suelen tener las decisiones.
Cuando se ejerce el control de constitucionalidad en última instancia, si bien la norma
no queda derogada, en la práctica tiene efectos similares a una desuetudo por decisión
judicial, ya que deja de ser invocada por los litigantes y aplicada por los tribunales.
Siendo el sistema argentino judicial difuso, es lógico que el control de
constitucionalidad puede plantearse en cualquier tipo de proceso judicial, ya sea de
conocimiento o de ejecución.

Requisitos para la procedencia. Evolución


Para que se pueda ejercer dicho control, tiene que haber una causa judicial o caso
contencioso, (esto provine del Art. 2 de la ley 27 que establece que nunca procede de
oficio y solo ejerce su jurisdicción en los casos contenciosos) es decir que tiene que
haber conflicto de derechos subjetivos; debe ser un proceso en el cual los tribunales
administran justicia y ejercer sus funciones judiciales , porque el principio de la
separación de los poderes le impone al órgano judicial la permanencia en un ámbito
jurisdiccional; debe ser a petición de parte, esto significa que los jueces debiendo
resolver solamente las cuestiones que les son planteadas por las partes, no pueden
controlar la constitucionalidad de una norma aplicable al caso si no media un pedido
expreso en tal sentido de alguno de los protagonistas legitimados ; y debe haber un
interés legítimo, es decir, un gravamen, por lo que solo podrá pedirlo aquel que vea
amenazados sus derechos por aplicación de la norma en cuestión. Sin embargo, como
sujeto legitimado para provocar el control, ante todo se reconoce al titular actual de un
“derecho” (propio) que se pretende ofendido.
Sin bien hemos establecido como requisito fundamental que medie petición de parte
para la declaración de inconstitucionalidad, la jurisprudencia ha ido ampliando el marco
y en la actualidad se puede observar que también es posible el control de
constitucionalidad oficioso.
Entre los primeros fallos referidos al control constitucional, podemos encontrar al caso
“Sivori” (1872) y “Elortondo” (1888), en los que el control oficioso fue receptado, pero
sin la virtualidad suficiente para contagiar a todo el ordenamiento. Por el contrario, se
aplicó a los casos en particular. Desde estos orígenes aislados, y hasta el año 1941 el
tribunal no se expide sobre el control constitucional.
Pero con el caso “Los Lagos” se sientan las bases de la “doctrina oficial”. Sostuvo la
CSJN que, para mantener la supremacía de la Constitución y de las leyes, era requisito
inexcusable la existencia de causa judicial, a fin de evitar el control por propia iniciativa
(de oficio), ya que ello causaría desequilibrio entre los poderes. Además, sostuvo que
sólo sería plausible el examen de constitucionalidad a pedido de alguno de los litigantes,
cuyos derechos personales se encuentren realmente afectados. Sin este freno, el
equilibrio de los 3 poderes se habría roto por la absorción del Poder Judicial en
desmedro de los otros dos (1941). La doctrina del fallo “Los Lagos” se mantuvo casi
inmutable. Así, la Corte agregó que “el principio que niega la posibilidad del control
judicial de constitucionalidad de oficio, reconoce como fundamento la presunción de
validez de los actos estatales, y la necesaria limitación de la facultad judicial de
invalidarlos, a los supuestos de la existencia de un conflicto judicial y de un
peticionante cuyos derechos se encuentren realmente afectados”.
En la doctrina de la CSJN se mantiene la posición auto-prohibitiva de la declaración
oficiosa de constitucionalidad, “si es que la misma no es requerida por un petitorio
expreso de una de las partes legitimada en el proceso para articular correctamente la
cuestión constitucional” (“Fiscal c/José Cipriano Benítez” voto de los jueces Nazareno
y Barra, del año 1992). Pero deja a salvos supuestos excepcionales con la nueva
integración de la Corte en el año 1983. La CSJN sostuvo que “la declaración de
inconstitucionalidad de un precepto legal constituye la más delicada de las funciones
susceptible de encomendarse a un tribunal de justicia y configura un acto de suma
gravedad que debe ser considerado como “ultima ratio” del orden jurídico, motivo por
el cual sólo cabrá hacer tal formulación cuando un acabado examen del precepto legal
conduzca a la convicción cierta de que su aplicación conculca el derecho o garantía
constitucional invocado por el justiciable”. Pero en el año 1984, los jueces Fayt y
Belluscio por primera vez sientan doctrina disidente por la aceptación del control
constitucional de oficio. Los magistrados dijeron que “es exacto sostener que los
tribunales judiciales no pueden efectuar declaraciones de inconstitucionalidad de las
leyes en abstracto, es decir, fuera de una causa concreta en la cual deba o pueda
efectuarse la aplicación de las normas supuestamente en pugna con la CN. Pero de ello
no se sigue la necesidad de petición expresa de parte interesada, pues como el control de
constitucionalidad versa sobre una cuestión de derecho y no de hecho, la potestad de los
jueces de suplir el derecho que las partes no invocan o invocan erradamente –iura novit
curia- incluye el deber de mantener la supremacía de la CN (art. 31), aplicando en caso
de colisión de normas, la de mayor rango, vale decir, la constitucional y desechando la
de rango inferior. De dicha disposición constitucional deriva la facultad de los jueces
(todos) de examinar las leyes en los casos concretos que se presentan a su decisión,
comparándolas con el texto y la significación de la CN para averiguar si guardan
conformidad a ella, absteniéndose de aplicarlas si las encuentran en oposición, facultad
que por estar involucrada en el deber de aplicar el derecho vigente, no puede estar
supeditada al requerimiento de las partes”.
Finalmente, en el año 2001, el fallo de la Corte en el caso “Mill de Pereyra c/ Provincia
de Corrientes” estableció el control oficioso de constitucionalidad, sin requerir de
petición de parte para habilitarlo. De los nueve jueces de la Corte cuatro avalaron el
control de oficio, y dos lo hicieron implícitamente. Comienza a gestarse una nueva
doctrina
En el año 2004 en el caso “Banco Comercial Finanzas” la Corte Suprema de Justicia de
la Nación dejó de lado su anterior jurisprudencia y admitió el control oficioso de
constitucionalidad. La Corte sostuvo que la cuestión de constitucionalidad no es una
cuestión de hecho sino de derecho. Si en las cuestiones de hecho el juez depende de lo
que las partes le alegan y prueban, en las de derecho es independiente de las partes. Le
incumbe al juez la debida aplicación del derecho, y en esa selección se mueve a tenor
del adagio “iura novit curia”: el juez suple el derecho que las partes no le invocan o que
le invocan erróneamente. En otras palabras: juez depende de las partes en lo que tiene
que fallar, pero no en cómo debe fallar. Por eso, el control de constitucionalidad de
normas y actos que están implicados en el derecho aplicable a la causa, debe ser
efectuado por el juez en la misma causa sin necesidad de petitorio de parte interesada.
En lo que respecta al requisito de que deba ser pedido por quien haya sufrido un
gravamen de su derecho subjetivo, se puede observar una ampliación de éste, ya que
también es admisible reconocer legitimación al titular de un interés legítimo que no
tiene calidad de derecho subjetivo. Esto quedó sentado a partir de 1992 con el fallo de la
Corte en el caso “Ekmekdjian c/ Sofovich” que introdujo una importante novedad al
acoger en un amparo el derecho de rectificación y respuesta a favor de quien se había
sentido mortificado y agraviado en sus convicciones religiosas por expresiones vertidas
por un tercero en un programa de televisión. Allí admitió un “derecho subjetivo de
carácter especial y reconocimiento excepcional”, que también era indudablemente
compartido por muchos otros (ajenos al juicio) que participaban del mismo sistema de
creencias religiosas ofendidas, por lo que sostuvo que quien replicaba primero en el
tiempo asumía una suerte de “representación colectiva” de todos los demás. Con la
reforma de 1994, el Art. 43 que regula el amparo, el habeas data y el habeas corpus,
abre una interpretación holgada. Es así, porque habilita la acción de amparo “contra
cualquier forma de discriminación y en lo relativo a los derechos que protegen al
ambiente, a la competencia, al usuario y al consumidor, así como a los derechos de
incidencia colectiva en general”. Consiguientemente señala quienes son los sujetos
legitimados para interponer la acción de amparo, y dice: “el afectado, el defensor del
pueblo y las asociaciones que propendan a esos fines…”.

Cuestiones políticas no judiciables


El término “no judiciable” alude a aquellas cuestiones que no pueden ser revisadas
judicialmente, es decir que escapan o están excluidas del control judicial. Algunas de
estas cuestiones pueden ser la declaración del estado de sitio, la intervención federal, el
título del presidente de facto, la declaración de utilidad pública en la expropiación, la
declaración de guerra, las causas determinantes de la acefalía presidencial, entre otras.
Las razones que justifican o explican esta abstención judicial en el ejercicio del control
son de muy variada índole.
En la Argentina, el leading case de las cuestiones políticas es Cullen c. Llerena (1893),
fallado sobre la base del modelo jurisprudencial norteamericano. El fallo presenta,
además la primera expresión argentina sobre la inexistencia sobre las cuestiones
políticas, donde la Corte expresó al respecto: “La intervención Nacional en las
provincias, en todos los casos en que la Constitución la permite o prescribe, es, como
queda dicho un acto político por su naturaleza, cuya verificación corresponde
exclusivamente a los poderes políticos de la Nación; y así está reconocido en nuestros
numerosos precedentes al respecto, sin contestación ni oposición de ningún género:
todos los casos de intervención a las provincias han sido resueltos y ejecutados por el
poder político, esto es, por el Congreso y el Poder Ejecutivo, sin ninguna intervención
del Poder Judicial”.
El fundamento de excluir a las cuestiones políticas del control radica en la separación de
poderes, y por este mismo motivo no intervenir en funciones que incumben a otros
poderes, pues esto revestiría la mayor gravedad para la armonía constitucional.
La regla general establece que no es propio de la función judicial efectuar el examen de
la conveniencia, oportunidad, acierto o eficacia del criterio adoptado por el legislador en
el ámbito propio de sus funciones.
Sin embargo, el control de constitucionalidad alcanza a la razonabilidad de normas y de
actos, o sea, a la verificación de la proporción entre el fin querido y la medida adoptada
para lograrlo. Lo razonable es lo opuesto de lo arbitrario, y mediante el control de
razonabilidad, el Poder Judicial penetra necesariamente muchas veces en la ponderación
de los criterios y medios de que se valen los órganos del poder al ejercer sus
competencias.

Vías procesales: acción o excepción


En la medida en que el derecho aplicable a la causa contiene una cuestión de
constitucionalidad, el juez debe resolver esta cuestión en virtud del iura novit curia,
porque el derecho aplicable corre por su cuenta en la función de administrar justicia.
Esa cuestión de constitucionalidad se integra de manera distinta según se trate de vías de
acción o excepción (directa o indirecta).
En principio, tal como ha sostenido la Corte, la única vía procesal aceptada en el orden
nacional es la de excepción o indirecta, es decir aquella en la cual la cuestión
constitucional se plantea para obtener un pronunciamiento distinto de la mera
declaración de la inconstitucionalidad, pero para el cual (ya sea admitirlo o rechazarlo)
el ejercicio del control es imprescindible. Este criterio estrecho se basa en una
concepción patrimonialista del proceso, según la cual este sirve solo para dirimir
conflictos jurídicos en los cuales están en litigio derechos subjetivos de contenido
económico o bien en cuestiones de familia, cuyo interés casi nunca trasciende el grupo
familiar.
En esta vía, la cuestión constitucional se introduce incidentalmente dentro de un juicio
que versa sobre materia diferente, aunque conexa, en forma tal que integrada la cuestión
constitucional en la causa principal como un accesorio, pueden ofrecerse dos variantes:
a) que la parte interesada articule la defensa de inconstitucionalidad en forma expresa, o
b) que omita hacerlo. En el primer supuesto no habría inconveniente, en el segundo
supuesto, nuestra jurisprudencia veda al juez, en principio, examinar la
inconstitucionalidad y declararla por falta petitorio de parte legitimada.
A partir de 1985 comienza progresivamente a ampliar el concepto rígido de caso
contencioso (Art. 2 de ley 27, que prescribe que los tribunales federales solo ejercen
jurisdicción en este) y a admitir la existencia de acciones de inconstitucionalidad (o vías
directas), aunque actualmente no se ha llegado a aceptar entre estas últimas a la acción
declarativa de inconstitucionalidad pura. En la vía directa, se trata de una demanda o
acción de inconstitucionalidad en que el planteo se hace por iniciativa de parte
legitimada, provocando la jurisdicción del juez para conocer exclusivamente de una
cuestión de constitucionalidad.
Dentro de esta acción se encuentran comprendidas, según ha enunciado la corte, la
acción de amparo y de habeas corpus, la acción declarativa de certeza del Art. 322 del
CPN (con la cual es viable obtener una sentencia declarativa de inconstitucionalidad de
normas generales y que adquiera certeza una relación jurídica que no la tiene), el
incidente de inconstitucionalidad que se forma de modo anexo a una denuncia penal
para discutir en el una cuestión constitucional.
En cuanto al efecto, la sentencia declarativa de inconstitucionalidad se limita al caso
resuelto, descartando la aplicación de la norma a las partes intervinientes en él, y
dejando subsistente su vigencia nomológica fuera del caso.
Cuando los jueces se pronuncian por la inconstitucionalidad de una ley, se limitan a
negarle aplicabilidad en el caso concreto que analizan, por entender que ella esta en
contradicción con la Ley Fundamental .No se derogan las normas declaradas
inconstitucionales, pero logrando reiteración del precedente en la jurisprudencia de la
propia Corte y de los demás tribunales; es norma conservara plena vigencia hasta tanto
no sea derogada por el órgano constitucionalmente competente.

Recurso extraordinario
El recurso de inconstitucionalidad, tiene por objeto la ley, no la sentencia. El tema del
recurso es el examen de la ley aplicada en la sentencia, para juzgar su adecuación al
texto constitucional y asegurar su primacía (art. 31).
Es preciso señalar, que la ley 48 dictada en 1863, atribuía a la Corte, en su art. 16, poder
suficiente para resolver directamente, cuando lo considerase oportuno, el fondo del
asunto. Esto supone la posibilidad de aplicar las normas de derecho común atinentes a la
causa aun sin necesidad de juzgar sobre la constitucionalidad de ellas. Según el art. 16,
la Corte actúa en ejercicio de una competencia positiva que suprime el reenvío y
permite abreviar el proceso. En el caso de la ley 48, el ejercicio de competencia positiva
es facultativo y ha sido por eso excepcional. La Corte lo empleó casi exclusivamente en
procesos muy demorados y suficientemente debatidos. Lo importante es que la ley 48
siempre tuvo en cuenta dos datos esenciales: a) que era necesario el presupuesto de una
previa cuestión constitucional que justificara su intervención; b) que esa competencia
positiva debía ser excepcional, y no convertirse en una forma de casación ordinaria que
desvirtuara el principio de la competencia provincial, como regla, para conocer del
derecho común.
El recurso extraordinario requiere una cuestión constitucional que es, esencialmente,
una cuestión de derecho federal. Por consiguiente, le son extrañas: a) las cuestiones de
derecho común (salvo que la norma de derecho común sea atacada por
inconstitucionalidad, en cuyo caso la cuestión constitucional no consiste en la
interpretación del derecho común, sino en el conflicto entre una norma de él y la
Constitución; b) las cuestiones de hecho y prueba (salvo que por su íntima conexión con
puntos de derecho federal no sea posible separarlas dentro de la cuestión constitucional
planteada).
Para que sea procedente el mismo es necesario que se reúnan los siguientes requisitos:
a) que exista un juicio, y b) que en él se ventile una cuestión justiciable. Y debe mediar:
a) una sentencia dictada en ese juicio por un tribunal de justicia. Este término es amplio
y comprende tanto los órganos de poder judicial federal y provincial como los tribunales
militares y ciertos organismos administrativos que, por excepción, se asimilan a los
órganos judiciales por la función que desempeñan (análoga a la de los jueces).

Conclusión
Como hemos analizado a lo largo del la investigación, el control constitucional en el
ámbito federal se caracteriza por ser difuso, corresponde a todos los jueces de cualquier
grado, tanto nacionales como provinciales, declarar la inconstitucionalidad. Este sistema
es pasible de crítica en cuanto, al no haber un tribunal que se encargue específicamente
de aquel control no hay mentalidad constitucional especializada, con independencia del
conocimiento general de todos los magistrados acerca del derecho. Además los efectos
del mismo son limitados, dado que solo alcanzan a las partes intervinientes en el litigio.
Si bien uno de los requisitos generales es que sea a pedido de parte legitimada cuando
se encuentre vulnerado algún derecho subjetivo de la misma, nos parece razonable que
con la incorporación del Art. 43 de la Constitución (Reforma de 1994) se haya ampliado
los legitimados para peticionar el control de constitucionalidad.
Como ya expusimos previamente, otro de los requisitos de admisibilidad es la petición
de parte. Es necesario aclarar que no debe tomarse tan rigurosamente, puesto que el
objeto del control de constitucionalidad es priorizar la supremacía de la constitución y el
deber de los jueces es vedar por su cumplimiento. Por eso creemos que la omisión de
una las partes de peticionar la impugnación de inconstitucionalidad, no debe operar
como presunción de renuncia a los derechos subjetivos que pudieran estar lesionados, y
los jueces podrían declararla de oficio resguardándose en el fin de proteger la Ley
Fundamental.
Una parte de la jurisprudencia y de la doctrina, no avalan el ejercicio judicial de oficio.
Con respecto a ello, sostenemos que esta concepción carece de fundamento jurídico, ya
que la supremacía constitucional es de orden público y el requerimiento de las partes no
puede funcionar como elemento determinante de la actividad jurisdiccional cuando de
desechar normas contrarias a la Constitución se trate.
El control de constitucionalidad, en un principio no estaba expresamente asignado como
facultad a los jueces, y se basaron para ejercerlo en el Art. 31 y 116 de la Constitución
Nacional. No obstante la incorporación del mencionado Art.43, creemos que sigue
habiendo un vacío legal, dada la importancia que merece el resguardo de la Ley
Fundamental que otorga eficacia y validez a toda la estructura jurídica del sistema.

Bibliografía
• Badeni, Gregorio; “Instituciones de Derecho Constitucional”, Editorial AD-
HOC, Buenos Aires, Argentina, 2000.
• Bianchi, Alberto B.; “Control de Constitucionalidad”, Editorial Abaco ,2002.
• Bidart Campos, Germán J.; “El Derecho Constitucional del Poder”, Editorial
Ediar Buenos Aires, Argentina ,1967.
• Bidart Campos, Germán J.; “Manual de la Constitución Reformada” TOMO I,
Editorial Ediar, Buenos Aires, Argentina, 1998.
• De La Rúa, Fernando; “Teoría General del Proceso”, Editorial Depalma, Buenos
Aires, Argentina, 1991.
• De La Rúa, Fernando; “Proceso y Justicia”, Editorial L.E.A, Buenos Aires,
Argentina ,1980.
• Ekmekdjian, Miguel Angel; “Tratado de Derecho Constitucional” TOMO III,
Editorial Desalma, Buenos Aires, Argentina, 1995.

También podría gustarte