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Malvinas.

Petróleo, armas, peces y Antártida

Por Leandro Morgenfeld. Cada 2 de abril, se discute nuevamente sobre la guerra, las negociaciones diplomáticas o los
deseos de los malvinenses, pero ¿Por qué Londres, a pesar de las presiones internacionales, gasta millones de dólares en
sostener la ocupación?
Como hace 30 años, en cada nueva efeméride vinculada a Malvinas se publican decenas de artículos, se reeditan libros,
aparecen rimbombantes declaraciones. De todas formas, en la mayor parte de los abordajes, no se pone en énfasis en lo
central de la cuestión: ¿Por qué Gran Bretaña sostiene un costosísmo y lejano enclave colonial, más propio de la época
en que desplegaba su dominio imperial por los cinco continentes?
En primer lugar, el gobierno de Londres mantiene esta colonia por intereses geoestratégicos, ya que la ocupación de
Malvinas le permite tener bases a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en el Atlántico Sur, y muy
próximas a la Antártida, otra región disputada por muchos países.
En segundo lugar, existen crecientes intereses económicos en juego. La pesca (los permisos que conceden los isleños en
aguas argentinas), deja ingresos muy importantes. Por otra parte, ya está comprobada la existencia de cuantiosas
reservas de petróleo y gas. Cuando empiece su extracción, en 2017, la explotación hidrocarburífera generará ingresos
económicos muy significativos para las grandes petroleras inglesas y sus socios.
Como vienen denunciando los países latinoamericanos, la creciente presencia militar británica contituye una amenaza
para el Cono Sur. La Base de Mont Pleasant es uno de los cinco enclaves militares extranjeros más grandes en América.
Con un costo inicial de 1200 millones de dólares y ubicada en un área estratégica, cuenta con dos pistas de 2590 y 1525
metros, aptas para aterrizaje y despegue de aviones capaces de transportar tropas y equipos. Además, funciona en red
con las bases de control y espionaje que posee la OTAN en todo el planeta.
Mont Pleasant cuenta con una estación naval de aguas profundas apta para submarinos nucleares y silos con capacidad
para lanzar armas nucleares. Esto implica un altísmo costo: Gran Bretaña invierte en la base 150 millones de dólares
cada año. Esta creciente presencia militar de la OTAN, entonces, es una amenaza real y concreta para la soberanía de la
región, y no un “fantasma” agitado por Argentina para justificar su reclamo. Como denunció el gobierno nacional en
enero de este año, en la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), Londres pretende
avanzar en el control de la Antártida a través de su base en Malvinas. Esta región, con comprobados recursos naturales,
será objeto de disputa en los próximos años. No es casual, entonces, el interés de la OTAN por tener una completísima
base militar próxima al paso interoceánico y al disputado continente blanco. Los intereses económicos también explican
la persistencia colonial. El llamado Falkland Lobby, y en particular la monopólica Falkland Island Company, fueron los
que boicotearon, en los últimos 45 años, cualquier acuerdo para reestablecer la soberanía argentina sobre las islas. La
pesca es la actividad que más divisas le reporta a la economía de los kelpers. Gracias a las licencias que otorgan a buques
factoría de distintos países, los isleños tienen un altísimo PBI per cápita, aunque eso no se traduzca en un alto nivel de
vida de los 2000 malvinenses.
La decisión británica de permitirle al gobierno isleño declarar una zona económica de 320 kilómetros alrededor de las
Islas fue lo que les dio jurisdicción sobre las aguas y una transformación en los ingresos: el PBI se disparó de 8 millones
de dólares en 1985 a casi 200 millones en la actualidad.
Hacia el año 2010, se reflotó la posibilidad de obtener petróleo en Malvinas. La firma anglo-holandesa Shell confirmó la
existencia de reservas probadas. Según algunas estimaciones inglesas, éstas superarían los 12.000 millones de barriles
de petróleo, un 600% más que las de Argentina.
Se calcula que en cuatro años podría comenzar a extraerse petróleo de Malvinas. Según el especialista Federico Bernal,
esta explotación le permitiría a Gran Bretaña ahorrarse años de importaciones de crudo por un valor cercano a los 60 mil
millones de dólares.
Actualmente hay varias compañías inglesas que están explorando en distintas regiones en torno a Malvinas. En marzo de
2012, Argentina amenazó con llevar a tribunales internacionales a las empresas que prestaran algún tipo de
colaboración con las petroleras implicadas. Las compañias Argos Resources, Rockhopper Exploration, Borders &
Southern PLC, Falkland Oil & Gas Ltd y Desire Petroleum PLC fueron en ese entonces notificadas por el gobierno
nacional. El objetivo era denunciar la explotación ilegal de recursos argentinos y obligar a Gran Bretaña a iniciar el
diálogo demandado por la ONU desde hace casi medio siglo.
El 23 de abril de 2012, la firma inglesa Borders and Southern Petroleum PLC declaró haber logrado un importante
hallazgo de condensado de gas natural en las costas de las Malvinas. Los recursos gasíferos, entonces, se suman a los
petroleros. El 23 de marzo de este año, la compañía Falkland Oil and Gas Limited anunció que invertiría 160 millones de
dólares para exploración de pozos petroleros. Esto muestra que, a pesar de las presiones argentinas y de la condena de
distintos organismos regionales, las petroleras inglesas avanzan sin pausa.
Más allá de las especulaciones sobre la cantidad y la rentabilidad de las explotaciones, lo cierto es que la potencialidad
de las Malvinas y sus áreas adyacentes como región hidrocarburífera transformaron el escenario del conflicto entre Gran
Bretaña y Argentina por la soberanía de las islas. Lo que en otra época eran recursos potenciales, hoy son yacimientos
confirmados y su explotación está en marcha.
La pervivencia de esta lejana colonia inglesa en territorio argentino no tiene nada que ver con la defensa de los intereses
de los isleños. El gobierno inglés defiende, junto a sus aliados de la OTAN, una base militar geoestratégicamente muy
importante. Y también los intereses de grandes petroleras inglesas. El control de recursos naturales no renovables, como
los hidrocarburíferos, explica gran parte de las guerras y los actuales conflictos internacionales. Por eso, a la hora de
discutir Malvinas, es necesario poner en primer plano una perspectiva anti-imperialista, y no cuestiones secundarias,
utilizadas en muchos casos para soslayar los intereses que explican la pervivencia de una de las últimas colonias en el
siglo XXI.

# Docente UBA e ISEN. Investigador del CONICET. Autor de Vecinos en conflicto. Argentina y Estados Unidos en las
conferencias panamericanas (Ed. Continente, 2011), de Relaciones peligrosas. Argentina y Estados Unidos (Capital
Intelectual, diciembre 2012)

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