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In another country

Lo primero que quiero advertir es que Isabelle Huppert es una de las actrices más apasionantes que
existen. La película tendría que ser un bodrio mayúsculo para que, actuando Huppert, no me
atrapara en algún sentido. En este caso, los pasitos de Huppert, nítida y de rojo, detrás de un hombre
(ambos movíendose en un ambiente húmedo, brumoso y de alguna manera indefinido) constituyen
una escena que se repite y que para mí, con eso solo, la peli vale la pena. Dicho esto, es claro el
perfil subjetivo desde el que estoy escribiendo estas líneas.
No conocía al director. Su forma de acercar la cámara, focalizando una mirada, me recordó a
cierto cine de los 70, tipo Leonardo Favio en “Nazareno y el lobo” o en Woody Allen, “Los secretos
de Harry” o Bergman. “Escenas de la vida conyugal” u otra, “Gritos y susurros” creo que era,
marcando con eso una instrospección o una demora del tiempo, una detención de lo narrado. No sé
si tiene que ver. También la forma del vestir, y el pelo medio descuidado de IH y el ambiente
espacial y de los diálogos me hicieron acordar a “Paulina en la playa” y a “El rayo verde” de
Rohmer.
Lo grotesco o hiperbólico de los personajes -el guardavidas es el colmo, pero la mujer
embaraza, el director celoso, el pedido de la lapicera también- es el énfasis del tema central de la
peli, la atracción y la repulsión por lo distinto, la atracción del cine por lo real convertido en cine, es
decir, el cine mismo. Toda la película, hablada en un idioma extranjero, con marcado acento
extranjero, con los límites de una lengua que se tiene que pensar, enfatiza lo grotesco (no sé si es la
palabra justa) y los planos de la otredad (en la escena de Le Mepris todos hablan distintos idiomas
pero en una danza aceitada; acá, la falta de conocimiento cabal de la otra lengua permite decir sin
ser escuchado, o impide ir más allá de tres o cuatro frases hechas y todo lo demás se dirime en los
hiatos y silencios – en la soledad, frente al mar, ella habla en francés, por ejemplo, en su lengua).
Esto hace a la circulalidad de la narración, su enmarque de narración dentro de narración y en esto
hay una conexión con Murakami, me parece, porque la tematización del arte en general y del cine y
la música en particular se hace patente en los dos cuentos que leí hasta ahora.
Pensando en los fragmentos que vimos -algunos de una belleza tremenda- es posible
establecer algunas líneas en común: lo exótico en un escenario monótono (en la peli) o vulgar (en la
escena de baile); la distancia, el silencio y la comprensión mutua en la escena de los vecinos; lo
brusco como lenguaje gestual que impone significados (en la escena del agujero); la profunda
introspección de la imagen como barrera y el mentirse a sí mismo como condición de existencia
(todos lo hombres somos actores) (el chico que está encerrado 10 años).
Por último, les cuento que vi una serie normal, nada del otro mundo, pero el capítulo 3 o 4
(Isabelle) de la tercera temporada está centrado en Huppert y me en-can-tó!, ella es un monumento
al deseo irrefrenable de actuar. (La serie es 10% y está en Netflix).

Rosalía

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