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02 The Young and The Submissive PDF
02 The Young and The Submissive PDF
Shayla Black
Jenna Jacob
Isabella LaPearl
Portada Original
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The Young & The Submissive
Staff
Traducción
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Diseño
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The Young & The Submissive
Capítulo Uno
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—Estabas ebrio.
—Eso es mucho peor. Estaba también molesto. Y herido. Para mí, la
reclamación de Liam sobre ti no significó una mierda. Te jodió la cabeza y
jugó contigo, como lo hizo conmigo.
—Tú no eres quien decide si mi relación con él es insignificante. Yo
tenía miedo y Liam se ocupó de mí. Aún lo hace.
Un hecho que Hammer odiaba.
—¿Por qué crees que él se interesó tanto en ti?
—¿Por qué te importa? Tú y yo fuimos un error. Supéralo. Yo ya lo
hice.
Para nada1.
—Yo te hice el amor esa noche, Raine.
Ella se retorció y miró a otro lado.
—Y tú “amor” fue tan relevante que no pudiste esperar a la mañana
siguiente para decirme que no era lo suficiente mujer para ti.
Hammer se inclinó sobre el escritorio y la tomó por la barbilla,
obligándola a mirarlo.
—Hace dieciséis días, diez horas y treinta y siete minutos, escuchaba
tus gritos de éxtasis mientras estaba dentro de tu dulce y pequeño coño. Y
tú fuiste tan mujer que eso me cambió.
Raine se estremeció con su agarre. Intentó actuar como si ello no la
afectara, pero él la conocía demasiado para creerlo.
—¿Entonces ya no quieres una esclava para encadenar a la cama todas
las noches?
—Siempre querré eso.
De hecho, él podía imaginársela así, con su collar, desnuda, húmeda,
de rodillas… él se tragó su excitación. Raine no estaba hecha para esa clase
de sumisión, y él no podía esperar que ella cambiara por él.
—Pero siempre te he deseado también. —La soltó a regañadientes—
Y cada vez que te sometes a Liam, puedo escuchar al hijo de perra sobre ti
a través de los muros. Me duele como un diablo, pero así os escucho y
recuerdo tu sabor sobre mi lengua.
—Para.
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—Tú jamás has tolerado que nadie te meta humo por el culo.
Tampoco yo.
Hammer se acercó más, apenas resistiendo la urgencia de frotar su
dura polla contra ella.
—¿Qué quieres oír? ¿Que no es de humo de lo que quiero llenarte el
culo, preciosa?
Ella se tensó.
—Creo que has dicho suficiente.
Porque ella le pertenecía a Liam.
Sí, como no.
Hammer suspiró. Él había sido el centro de la vida de ella por años.
Ahora Liam se la había robado y tomado su lugar.
El único consuelo de Hammer era que él sospechaba que ella
compartía mucho menos de ella misma con el cretino irlandés. Su
comportamiento obstinado y a veces reservado estaba muy lejos de la
deferencia amorosa que un Amo buscaba de su sumisa. Lo que significaba
que ella probablemente no le contaría a Liam de esta conversación.
Debería, pero… esa era Raine. Él amaba su independencia, incluso si eso le
hacía a veces desear molerla a nalgadas.
La zorra necesitaba una guía firme. Podía parecer frágil por fuera,
pero su voluntad podía ser de acero. Distraídamente, Hammer se preguntó
si Liam podía darse cuenta que al mimar a Raine en exceso no le daría los
límites que ella necesitaba antes de chocar y estallar.
—Tienes razón. —Sonrió con cautela— Pero soy sincero.
—Si no tienes nada más, déjame ir. Tendré la cena de Acción de
Gracias lista el jueves a las tres.
—Una pregunta más. ¿Alguna vez has tenido un retraso? No puedo
recordar una sola vez.
Ella cerró los ojos.
—Déjalo estar.
—No. No me responsabilicé de ti como debí esa noche, pero por Dios,
lo haré ahora. Si tu periodo no ha llegado para el Viernes Negro, no irás de
compras. Te llevaré al doctor.
Raine se deshizo de su agarre.
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Una evasión y una mentira. Diablos. Tal vez las cosas serían
diferentes si pudiera convencerla de dejar Shadows, a Hammer, y todas las
distracciones. Tal vez podría ganársela.
Pero Raine se negaba a irse. Este era el único lugar en el que había
conocido la seguridad, y se sentía obligada con Hammer por acogerla
cuando era una niña fugitiva.
Pero esa no era la única razón. ¿Cuánto más estaría languideciendo
por un hombre que no quería darle nada de sí mismo que no estuviera
temporalmente hinchado?
—Dime la verdad. —Le exigió.
La preocupación le arrugó las cejas negras, tensando su delicado
rostro.
—Solo abrázame. Por favor no me sueltes.
Su súplica le llegó a él al corazón y la acercó.
—Con gusto, amor, apenas me digas qué te hizo Hammer.
—No hablemos de él. De nada.
Ella le tomó por las solapas y lo besó suavemente. Luego lo hizo otra
vez. Su siguiente beso se volvió urgente. Él se hundió en su dulce boca por
un momento, sabiendo que debería alejarse.
Demasiado a menudo, Raine lo tentaba a llevarla a la cama,
desnudarle el coño y hundirse en ella cuando quería desviar su atención.
Más de una vez, él se perdía en el placer que eclipsaba todo menos el deseo
explosivo entre ellos.
Cuando él sucumbía, nunca discutían lo que le perturbaba a ella... lo
que a ella le venía bien. Para Raine, hablar de sus problemas era algo
parecido a arrancarle la piel en tiras.
Pero ella no había sonreído durante una semana. Ceder ante su
manipulación no iba a ayudarla. Liam se obligó a alejarse.
—Espérame en nuestra habitación. Estaré allí en unos minutos.
—Solo olvídalo. Por favor. —Le suplicó Raine con otro beso
desesperado— Prefiero estar contigo.
Él la miró con seriedad.
—¿Qué parte de “espérame” no entendiste?
—No es importante.
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—No finjamos que honrar el código significaría una maldita cosa para
ti si no fuera por la desaprobación de los demás Dominantes. Respeta a
Raine lo suficiente para no hacer esta situación más difícil y dime qué pasó.
—No la estoy haciendo más difícil; estoy asegurándome de que
regrese a mí cuando te des cuenta de que ella es más de lo que puedes
manejar. Yo sé cómo manejarla.
La suave amenaza en la voz de Hammer se arrastró por la espalda de
Liam. Él se tragó un insulto. Necesitaba respuestas más que una pelea... sin
importar cuánto deseaba pelear.
Hammer lo culpaba por perder a Raine, obviamente con tanta rabia
que él apenas podía ver con claridad. Y Liam no podía olvidar... o
perdonar... que Hammer hubiera hecho su mejor esfuerzo por plantar una
semilla en el vientre después de que Liam la hubiera reclamado como suya.
Él se frotó el nudo en la nuca, mirando a Macen.
—Si ella te importa en lo más mínimo, pon sus necesidades primero
por una vez. Dime que la tiene agitada.
—No me tomé ninguna libertad, así que deja de tocarme las pelotas.
—No me importan tus pelotas. Estoy aquí para proteger a Raine.
—¿Si? ―Hammer lo miró duramente— Tú no pareces muy
preocupado. ¿Sabes cuántos días tiene de retraso? Diablos, yo sí.
Ese fue un golpe proverbial en el estomago. La visita mensual de
Raine no ha llegado… tal como había sospechado. Liam cerró los ojos, casi
cayéndose ahí mismo.
Hammer sabía la respuesta a la pregunta que Liam le había hecho a
Raine muchas veces. Sin importar cuánto Liam había intentado
preguntárselo, ella había evadido la verdad, aunque tal vez estuviera
embarazada de otro hombre, no era su maldito problema.
¿Qué más le estaba ocultando? Era hora de abrir a Raine y
averiguarlo.
Liam se dio la vuelta y abrió la puerta.
—Espera. —Lo llamó Hammer— Quiero que sepas que esa noche con
Raine fue la única vez que no me protegí desde Julieta. Estoy limpio. Ella
realmente está asustada y a la defensiva. Es cómo maneja sus problemas.
No cometas ningún error con ella.
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Capítulo Dos
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El título no tuvo casi impacto en él. Él aun la miraba con ira, con los
ojos llenos de desaprobación.
—No lo olvides.
—No, Señor.
Dios, odiaba sentirse indigna, como si nunca hiciera nada bien.
—¿Y la Acción de Gracias que tenía planeada para nosotros? La
echaré por el puto retrete.
El terror se elevó en ella.
—Me siento terrible por decepcionarte, especialmente en Acción de
Gracias. Quiero disfrutar lo que planease pero no puedo dejar de lado a los
otros veinticinco. ¿Cómo puedo compensarte?
—Diciéndome cuántos días tienes de atraso.
Ella sintió que la sangre abandonaba su rostro.
—Te dije la semana pasada que no tenía ningún atraso.
Él elevó una ceja.
—¿Y esta semana?
—Liam…
—¿Cómo me llamaste? ―Él ardió, enredando una mano en el cabello
de ella, lo suficiente para que sintiera el ardor.
—Señor.
—Mejor. Ahora contéstame. Hammer aparentemente sabe
exactamente cuántos días tienes de atraso, mientras yo no tengo la mínima
idea.
Maldito sea Hammer por no tener la boca cerrada.
—No le dije nada. Él ha estado contando los días. He intentado no
molestarte a ti... ni a nadie... hasta que supiera algo a ciencia cierta.
—Debes tener alguna idea si estás embarazada, Raine.
—¿Cómo debería? Jamás me he preocupado por algo así.
Liam se alejó y entró en el baño de la habitación. Después del crujido
de algo plástico, él regresó un momento después, con una caja en la mano.
La lanzó en la mesa de noche. Una prueba de embarazo.
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—Eso fue injusto. Lo siento… Liam… tienes razón. Siempre has sido
maravilloso. No sé cómo puedo merecerte.
Ninguna disculpa o desagravio verbal iba a llegarle ahora. Raine quiso
contarle a Liam cuánto lo amaba, pero decirlo ahora podría parecer falso. Y
verse tan vulnerable ante él la petrificaba. Dios, ella era como un yo-yo,
debatiéndose entre revelar la vulnerabilidad que él esperaba de ella y
ocultarse detrás de sus muros como una cobarde. Raine sabía que no podía
seguir conteniéndose así, pero los años de miedos e inseguridades no se
irían tampoco de la noche a la mañana.
Y esa prueba en la mesa de noche... el elefante en la habitación... sólo
agrandaba todo.
—No sé qué decir. —Admitió ella— Siempre me las arreglo para
arruinar todo lo bueno que me pasa. Y tú has sido lo mejor.
Reunió el valor para tocar el hombro de Liam, pero él se alejó. Su
rechazo la hirió como si la hubiera golpeado.
—Por favor, no me alejes. —Raine sorbió, muriéndose por dentro—
Quiero abrirme y compartir todo contigo… estoy intentando confiar en ti y
creerte. Pero jamás he hecho esto con nadie. Sinceramente, estoy perdida.
No estoy siendo una perra.
Él se giró con la mirada estrecha.
—¿Acabas de decir una palabrota frente a mi?
Raine se estremeció.
—Se me salió. Lo siento.
Seguía jodiéndolo todo con sus palabras. Él estaba demasiado molesto
para escucharlas ahora de todos modos. Era hora de demostrarle a Liam
cuánto significaba él para ella. Sabía que solo había una manera de hacerlo.
Con dedos temblorosos, Raine se quitó el top de encaje, se deshizo de
su falda corta, se desabrochó el sostén, y se quitó la última barrera, su
tanga. Con manos temblorosas, ella dobló todo a sus pies y se arrodilló,
agachando la cabeza.
—Castígame, Señor. Me lo he ganado.
—Más que eso.
Mientras el peso de sus palabras cayó sobre ella, Raine sintió cómo la
mirada de Liam la rastrillaba, la quemaba. No podía dejar de temblar.
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—¿Amor?
Una gota de persuasión cubrió la voz de Liam mientras enganchaba un
dedo bajo su barbilla y la levantó. Ella no tenía más opción que mirarlo.
—¿Me tienes miedo?
A pesar de su tamaño y fuerza, Liam era un hombre de buen corazón.
Por supuesto, él la había castigado antes, pero siempre de modo que ella
reflexionara más que sentirse herida. Ahora, él estaba en modo Dominante
grande y malo. Aunque ella jamás había visto este lado de él, no la
asustaba. De hecho, por más ansiosa que estaba, su poder era como un faro
y quería seguir esa luz.
—No, Señor. Nunca.
—Entonces preséntate.
Se le anudó el estomago mientras se inclinaba al frente y colocaba las
manos sobre la alfombra hasta que se estiraron sobre su cabeza. Con el
trasero levantado de sus talones, se arqueó en ofrenda para él y descansó la
frente sobre la alfombra. Entonces Liam se arrodilló a su lado.
—Mírame.
Su tono controlado le envió a Raine un escalofrió por la espalda. Se
obligó a obedecer, preparándose para lo peor. El calor de su cuerpo la
rodeaba. Su cálido aliento flotó sobre su oído.
—Sé que tienes miedo y estás preocupada con las “posibilidades”.
Pero te he dicho una y otra vez que espero que compartas todo conmigo.
No lo estás haciendo.
Su corazón quería hacerlo, su cabeza aún no lo había entendido.
—Cinco días. —Su voz tembló— Tengo cinco días de atraso.
Liam respiró profundo como si le hubiera golpeado con sus palabras.
Raine cerró los ojos.
—Te dije que me miraras.
Ella tragó fuerte e hizo lo que él le ordenó, deseando que no la
obligara a ver su decepción.
—¿Tus ciclos son irregulares?
—No desde que viví con mi padre. Pienso que el estrés lo causó.
Estoy ahora bajo mucha presión.
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Raine prefería que Liam la tocara, pero le había dado una orden
directa. Él estaba permitiéndole tener placer. No se atrevió a cuestionarlo o
pedir más.
Con un suspiro agotado, deslizó sus dedos hacia su hinchado clítoris.
En segundos, estaba jadeando, cayendo del borde mientras un clímax fuerte
y rápido la rompió en dos. Aunque sus muslos se tensaron y su cuerpo
tembló, el orgasmo fue vacío, una parodia de placer. La dejó deseosa.
Y sabía perfectamente qué le hacía falta… Liam. Raine murmuró su
nombre, intentando tocarlo. Él tomó sus muñecas.
—¿Disfrutaste?
Físicamente sí había disfrutado. Pero emocionalmente, saber que no la
había dejado darle placer a cambio la dejó sintiéndose mezquina, vacía, y
destrozada por la culpa.
—No sin ti. Siento como… tú diste y yo tomé. No fue mutuo.
—Exacto. —Él se alejó de ella y bajó de la cama— Ahora sabes cómo
me siento cada maldita vez que intentas satisfacerme con migajas de ti. No
puedo dominar lo que tú no sometes. He intentado hacerlo todo por
nosotros, pero no puedo. No importa cuánto te deseo.
Sus palabras eran como un rodadero hacia una cuchilla entregada tan
suavemente. Pero le cortó el corazón dejándolo abierto.
Él recogió su ropa y comenzó a vestirse en silencio. Raine se sentó y
miró, presionando los labios en un horror mudo intentando contener las
lágrimas. No tenía sentido discutir con él cuando tenía la razón.
Una vez se abrochó el pantalón, Liam la miró con profunda tristeza.
—Óyeme bien. La mitad de ti no es una opción, Raine. Lo tendré todo
o nada. No te obligaré a hacerte la prueba antes de Acción de Gracias. Eso
te da casi tres días para prepararte para el resultado. Pero si no te ha bajado
el periodo el viernes, vas a ir al doctor. Yo te llevo.
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Capítulo Tres
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Seth se rio.
—¿Qué tal Hammer? Cuando hablamos el mes pasado, me dijiste que
no era el mismo. ¿Sabes que le pasaba?
—Bueno, cosa curiosa. Su problema es el mismo que el mío. Raine.
Es la chica que te conté que Hammer había acogido hace unos años,
¿recuerdas? Él está enamorado de ella. La parte jodida es que ella está
enamorada también de él.
Liam suspiró.
—Y ahora, ella tiene mi collar, pero hay una gran posibilidad de que
esté embarazada de Hammer.
—¡Whoa! ¿Qué…? Parece una puta telenovela.
―Se siente como una puta telenovela. —Gruñó Liam.
—¿Cómo diablos pasó eso?
—Por años, Hammer se negó a admitir lo que sentía por ella. Pero no
deja que ningún hombre la tenga. Intenté ayudarlos pero…
—¿Ayudar? ¿O sea que le pusiste atención para ver si Hammer la
reclamaba en un arranque de celos?
Seth lo conocía bien.
—Raine necesitaba una maldita mano que la guiara y afecto. ¿Qué
mujer no merece eso? Seguro como el infierno que Hammer no se lo iba a
dar.
—Supongo que finalmente se lo dio o no estaría embarazada.
—Oh, lo hizo. Apenas la reclamé como mía. Así que ahora él me odia.
Él tampoco me agrada ahora.
—Mierda. —Silbó Seth.
Liam suspiró.
—Jesús, esto realmente suena tan jodido como se siente.
—¿Entonces con cuál de vosotros está Raine ahora?
—Se supone que conmigo, pero no estoy seguro, la verdad.
—¿Qué mierda estáis fumando allá? ―Resopló Seth.
—Ojalá estuviera fumando algo. La mitad del tiempo no sé si reír,
gritar o saltar de un maldito puente.
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—Lo está. Pero ella tiene que querer hacer el trabajo. Hasta ahora, ha
esquivado cada intento de mi parte por ayudarla.
—¿No lo intenta? Eso cambia mucho entonces.
Hablaron del comportamiento de Raine y trazaron una idea vaga
diseñada para ayudarlo a llegar a ella.
—Lo odias.
Seth ni siquiera preguntó. Lo sabía.
—Todo de ello. —Admitió Liam— Pero veo la sabiduría. Tendré que
pensar en ello.
—No es una movida que se pueda hacer a la ligera, seguramente. —
Aconsejó Seth— Pero no serás feliz a menos que te hayas ganado todo su
corazón y su entrega total.
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—Algo dolorida, ¿No, preciosa? ―Él arrastró las palabras— Sí, los
escuché.
¿No era eso totalmente embarazoso?
—No tenías que haber escuchado.
—Te dije que me gusta oírte gemir, incluso si no es por mí.
Ella frunció el ceño. Entonces cuando un pequeño dolor le apretó el
clítoris, se sintió culpable. Miró a otro lado.
—Hammer…
—Dije que iba a ser sincero de ahora en adelante. ¿Recuerdas? ―se
sentó en la cabecera de la mesa y se inclinó hacia ella.
—Entonces seré sincera también. No quiero hablar contigo de Liam.
—Muy mal porque vamos a hablar. Mírame, Raine.
Ella levantó la mirada y deseó que su corazón no trastabillara en su
pecho cada vez que él la miraba.
—¿Por qué Liam te castigó ayer?
—¿En serio no lo sabes? No podías esperar a contarle cuántos días
tenía de atraso. He estado distrayéndolo con respuestas vagas, intentando
no preocuparlo hasta que haya algo por lo cual hacerlo. Pero tú
básicamente lo convenciste de exigirme una prueba de embarazo. Cuando
me negué, salió el tema de Acción de Gracias… y ahora todo es un puto
desastre. No te sorprendas si él empaca y se va.
Ante la idea de no estar más con Liam, las lágrimas cayeron como
ácido de sus ojos cansados.
—Y yo seré la culpable de meterme entre vosotros dos y por alejar a
una de las personas más amables que he conocido.
Raine se levantó, haciendo que la silla rayara el suelo. Intentó pasar
por el lado de Hammer. Ya que él estaba entre ella y la puerta, él apenas
tuvo que echarse hacia atrás y tomarle la muñeca.
Él se puso de pie, con las cejas unidas con… ¿Qué? ¿Ira?
¿Preocupación?
—Si no estás contento conmigo, toma turno. —Se limpio las lágrimas
calientes de las mejillas— ¿Sabes? Debí haberme ido. Esa noche que
peleamos. Si solo me hubiera marchado, tú y Liam aún serían amigos.
Ambos serían más felices. Y yo no estaría por aquí jodiéndolo todo.
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—¿Contarme qué?
Ella bajó la cabeza culpable.
—Hammer, tenía pensado tomarme una y explicarle todo a Liam
después de cenar. —Dijo en un suspiro bajo— Por favor siéntate. Yo me
encargo. Todos están mirando.
Sí que los estaban mirando y a Hammer le importó una mierda. Él se
aguantó las ganas de sacudirla. ¿Liam tenía idea de cómo se merecía ella
que la pusieran sobre un regazo y la azotaran como se debía? Volvió a su
silla, y se sentó mirándola con furia. Ella levantó la barbilla y no se tomó la
puta pastilla. De hecho, susurró furiosamente a Liam e ignoró el frasco,
picoteando su comida. El color siguió desapareciendo de su rostro cuando
el dolor obviamente empeoró.
¿Por qué la zorra obstinada no se dejaba ayudar?
Con la mandíbula apretada, Liam colocó el frasco de pastillas a un
lado y fijó a Raine con una expresión que prometía una confrontación
después de cenar. Hammer estuvo de acuerdo. Si ella no se iba a cuidar y él
tampoco, que alguien lo hiciera.
Después de la cena incómoda, Raine sirvió postre y café. Se movía
lentamente, pero afortunadamente las otras sumisas ayudaron. Después de
una breve charla, casi todos acordaron seguir a Beck a su casa para beber
cerveza y ver el futbol. El resto de los miembros se fueron a casa,
dejándolo solo con Liam y Raine.
En el segundo que la puerta se cerró detrás del último invitado, Liam
se giró hacia ella, apretando los dientes.
—¿Te duele algo?
—No es tan malo. —intentó tranquilizarlo Raine— Yo…
—¿Te duele algo, sí o no?
Ella bajó la cabeza.
—Sí.
—Entonces tómate la maldita pastilla.
—Lo haré. —Le miró suplicante— Liam, no te enfades. Es sólo un
dolor de cabeza. Estaré bien.
—¿Sólo un dolor de cabeza? ―Resopló Hammer— Sí, y yo soy
Godzilla3.
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Seth tenía razón; esto era justo como una puta telenovela. Nada de lo
que había pasado durante estos últimos días infernales tenía una gota de
sentido. Lo único bueno había sido que Raine había comenzado a sangrar.
Pero su alivio no había durado mucho antes que sus silentes lágrimas lo
habían cortado de tajo.
Liam cerró los ojos. La maldita cena de Acción de Gracias había sido
un infierno especial a su manera. Él no podía estar agradecido por nada.
Justo cuando él había supuesto que la rabia enconándose dentro de él no
podía empeorar, Hammer había probado que conocía a Raine íntimamente,
en todo el sentido de la palabra. Era un golpe más efectivo que cualquier
puño que Hammer le hubiera lanzado. Liam estaba demasiado consciente
de que aunque aprendía algo nuevo de ella cada día, jamás era suficiente.
¿Raine lo necesitaba en lo absoluto? ¿Alguna vez lo haría?
Furioso y seco, miró la puerta del baño. Jamás la tentación de alejarse
de alguien se había igualado a su determinación de quedarse y esperar el
amargo final.
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Verla así lo desgarró hasta los huesos. Corrió hacia las persianas, y
jaló el cordón, bloqueando los rayos de la tarde que se filtraban en la
ventana. Pero no tenía ni puta idea de qué hacer a continuación. Hammer
patinó hacia su lado, acariciándole el cabello.
—Preciosa, ¿te sientes mejor?
Ella asintió débilmente.
—Cama.
—Por supuesto.
El tono de Hammer parecía como si le estuviera hablando a un hijo
amado.
Ignorando su desnudez, bajó el excusado, tomó un vaso de agua y una
toalla fría, y las colocó sobre la cisterna antes de ayudarla a levantarse.
Liam sólo miró. ¿Cómo podía protestar? Raine necesitaba cuidado, y
él no sabía cómo dárselo. Todo lo que podía hacer era mirar y asimilar la
eterna pesadilla.
Hammer le limpió la cara con suavidad y le ordenó que se enjuagara
la boca. Ella lo hizo lentamente, con los ojos a medio cerrar. Con cuidado,
Hammer tomó el cabello largo de Raine en un agarre suave, buscó una
banda, y lo aseguró con manos inexpertas lejos de su rostro.
Maldición, ¿por qué no había pensado en eso?
Entonces la fuerza de Raine pareció agotarse. Cuando se derritió
contra él, Hammer la tomó en sus brazos y llevó a su mujer a la cama que
compartía con Liam. Liam se enfureció ante la injusticia del momento.
Aunque Hammer estaba ayudando, le dolía.
Sería fácil dar la vuelta y salir por la puerta, dejarlos a los dos para
que solucionaran lo suyo y tomar un vuelo nocturno para Nueva York
como Seth había sugerido. ¿Había sido eso ayer? Pero el Dominante dentro
de él rugió, igual que su corazón.
¡Mía!
—Suficiente, Hammer. Ella puede agradecerte por tus cuidados y tu
consideración una vez que esté bien. Estoy seguro que será así. Pero desde
aquí, la cuido yo. Si no sé algo, lo averiguaré. Una vez que la deje bien, te
veré en la cocina.
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La camiseta vieja que tenía puesta parecía al menos cuatro tallas más
grande que ella y parecía estársela tragando. Con una mueca de dolor, los
miró como si hubieran perdido la cabeza.
—¿Qué ocurre? ¿Por qué gritáis?
Liam miró a Hammer con ira, y tomó a Raine en sus brazos.
—No es nada, amor. Ven, te llevo a la cama.
Hammer solo pudo ver al otro hombre llevarse a la mujer que amaba,
tal vez esta vez para siempre.
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—¿No tienes una casa a la cual volver? ―Le dijo con rabia,
ocupándose de su trago.
—Awww, necesitas un amigo que no tema darle fin a tu festín de
lástima.
Hammer se estremeció.
—No te contengas, Beck. Dime lo que de verdad sientes.
—Lo intento. Saca la cabeza del culo, a menos que te guste el olor. Si
no le dijiste a Liam nada de la muerte de Julieta, ¿cómo esperas que al
menos tome parte de la culpa?
—Ella se mató y él jamás preguntó por qué. ¿Qué diablos?
—¿Qué hubieras hecho en el lugar de Liam? La mujer que
compartíais en una relación abierta se mata y su marido no te habla.
Hammer terminó su trago, deseando poder estrangular a Beck por esa
pregunta tan malditamente fea.
—Supongo… ―suspiró él— Joder, si hubiera sido Liam, esa hubiera
sido mi señal para mantenerme afuera. Dijo que no quiso husmear, pero
creo que me culpó.
—¿Pero no te lo dijo?
—No.
—¿Así que sólo supones?
—Cállate, Freud. —Él sirvió más whisky— Eres cirujano vascular, no
loquero.
Beck se encogió de hombros.
—Hice mi rotación de nueve semanas en el ala de psiquiatría. Casi
estoy calificado.
—¿Entonces por qué no examinas tu propia vida? Hay bastante
mierda ahí.
—No. Estoy jodido, pero no casi tanto como tú. —Se rió Beck.
—Vete a la mierda.
—En serio. Deja de ahogarte en alcohol y discúlpate con Liam.
—No escuchará nada de lo que tenga que decir, especialmente
después de que le dijera que me follaría a Raine de nuevo si se me diera la
oportunidad.
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—¿Y por qué decidiste agregarle gasolina al fuego? ¿No era suficiente
incendio para ti?
Beck sacudió la cabeza.
—Tienes demasiado orgullo, Macen, y te está mordiendo el culo.
—No sería la primera vez.
—Y probablemente no será la última. —Beck hizo una pausa— ¿Qué
os atrajo de Julieta? ¿Cómo era ella?
Hammer bajó otro sorbo.
—Callada. Refinada. Formal. Era una dama. Lo malo era que a ella no
le gustaba ni el conflicto ni la confrontación.
—No puedo verte con una chica callada. Necesitas el desafío de una
sumisa colérica. —ladeó la cabeza— Como Raine.
Hammer hizo una mueca de dolor.
—Lo sé. Su actitud descarada me hace querer azotarle el culo y
follarla hasta perder el aliento. No puedo sacarla de mi sangre. Lo he
intentado.
—Qué mal que no hayas intentado ser sincero con nadie.
—Ahí tienes la puerta, maldito. —Señaló Hammer— Te invitaría a
desenmarañarme. No soy una de tus esclavas del dolor.
—Así que me vas a echar, como a Liam. Te tengo una noticia: no
tengo nada que ver con esto. No me importa lo que hagas, excepto que me
gustaría ver a mi amigo sonreír una vez cada diez años. No tenemos que
hablar de nada. Podemos emborracharnos, y entonces podrías lidiar con tu
propio desastre mañana. Y mientras estás en eso, deja de fastidiar a Raine
por no comunicarse porque no lo haces mejor que ella.
Sí, Beck seguía hurgando en su cabeza y solucionando todo ¿No era
divertido? Hammer bebió lo último de su líquido. Beck le quitó el vaso.
—Te odio. —Hammer frunció el ceño.
El otro hombre se rió.
—Bien, entonces estoy haciendo mi trabajo. ¿Bebemos o hablamos?
—Hablar. —Aceptó, sacudiendo la cabeza.
—Me alegro. Ahora dime cómo Julieta pasó de chica buena a esclava
sexual de dos hombres.
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—No puedo creer que hubieras llevado esta mierda a cuestas todos
estos años. —Beck se veía tan consternado como Liam pareció antes.
—Sip. Hasta esta noche cuando le solté todo lo feo justo a Liam.
El recuerdo del shock total de su viejo amigo se deslizó por las venas
de Hammer como lodo negro y grasoso. Los ojos de Beck se abrieron más
como si de repente lo golpeara el entendimiento.
—Bueno, ahora sé por qué no le dijiste a Raine que estabas
enamorado de ella. Todos estos años has querido reclamarla, pero…
—No soy bueno para ella. —Lo interrumpió Hammer—Se merece un
mejor hombre y mejor Amo.
—¿Sí? Y todos pueden ver que te va muy bien sin ella. —Se burló
Beck.
—Nunca dije eso.
—¿Y qué fueron todas las sumisas que te llevaste a la cama?
¿Sustitutas de Raine?
Hammer lo miró con advertencia.
—Estás cruzando la raya. Ten cuidado.
—No. No voy a endulzarte las cosas, y en el fondo, no quieres que lo
haga.
Cierto.
—No son sustitutas. Sólo pueden manejar lo que quiero. Cuando soy
rudo y estricto, eso silencia la culpa que me grita en la cabeza.
—Y la noche que pasaste con Raine… ¿También fue culpa?
La mano de Hammer se apretó alrededor de su vaso.
—Ella silenció todo. No hubo nada más que paz.
—¿Entonces por qué no…?
—No merezco que todo eso se calle. ¿No lo entiendes? Le fallé a
Julieta. Y maldito sea si le llego a fallar a Raine.
—¿Piensas que Raine algún día se quite la vida como Julieta? ―Le
preguntó Beck a Hammer.
—No. Nunca.
—Al menos has metido algo en esa cabeza. Raine puede que no sea la
mejor comunicándose, pero hombre, es una luchadora, Macen. Tú lo sabes.
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Sí. Lo sabía. Todos los años que pasó con Julieta jamás vio en verdad
el alma de su esposa. No importaba cuánto lo hubiera intentado, había sido
como ver a través del humo. Él podía ver el brillante faro de Raine tan
claro como el día. Ella no era una cobarde. La chica podía ser tan
malditamente auto suficiente. Había dejado a ese cretino de su padre
cuando era una niña, y sin miedo por cómo sobreviviría, se valió de su
fuerza interna para forjarse una mejor vida. Hammer sabía lo que Raine
haría si era infeliz, y seguro como el infierno que no era tragarse un frasco
de pastillas.
—Puede que tuviera que perseguirla. —Dijo Hammer— Pero jamás
tendré que enterrarla. Si creyera eso posible por un segundo, la posibilidad
de que estuviera embarazada me hubiera llenado de pánico.
—Entonces deja de proyectar tu culpa sobre Liam, y comienza a ser
sincero con los dos. ¿No te ha quitado Julieta ya suficiente? Tal vez un
hijo, casi una década. ¿Y también tu felicidad? ¡Haz algo, idiota! De lo
contrario, seguirás desperdiciando tu vida.
—Gracias por aguantarme.
Beck resopló, pero tenía razón. Hammer había desperdiciado tanto
tiempo. ¿Cuánto más estaba dispuesto a desperdiciar por una mierda que él
no podía cambiar?
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Capítulo Seis
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—Entonces haz lo que sabes que tienes que hacer. Estoy aquí si
necesitas algo, pero tienes que controlarte y concentrarte en las necesidades
de tu sumisa.
—Eres malditamente bueno fastidiando. —Se quejó.
Seth soltó una risa.
—¿Quieres que vaya y te ayude a mantener la cabeza en su sitio?
Sería malditamente bueno tener a alguien de su lado.
—Te lo agradecería si pudieras.
—Voy para allá, Faultline U.S.A.4
Liam dejó salir media risa.
—Gracias, Seth.
—De nada. Ahora lárgate y déjame en paz. Te haré saber cuándo
aterrice en L.A.5
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—Sí, Señor.
Su espalda se electrizó.
—Entonces muévete ya. El reloj comenzó a correr.
Raine le envió una sonrisa coqueta mientras se levantaba y
desaparecía en el baño. Cuando oyó el suave clic de la puerta al cerrarse,
Liam preparó el espacio con todo lo que pudiera necesitar, colocando
metódicamente los elementos en su lugar. Se deslizó en ese espacio
Dominante intoxicante que siempre disfrutaba con Raine.
No se había sentido tan en control de sí mismo desde la cabaña. Había
permitido que demasiadas distracciones lo desviaran desde entonces, pero
ahora, gracias a sus conversaciones con Seth, se sentía concentrado,
estable.
Sólo esperaba como el infierno que Raine entendiera el mensaje que
sus acciones pretendían transmitir. Momentos después, ella salió del baño,
con el cabello y los dientes cepillados, la cara lavada y resplandeciente, y el
collar puesto. No tenía nada más puesto, y así era precisamente como a él
le gustaba ella. Su polla se puso firme.
Cuando ella reviso la habitación y vió todo lo que él había preparado,
sonrió con anticipación. Eso, esperaba él. Pero la esperanza en esos ojos
azules lo sorprendió.
—Te he extrañado. Las últimas semanas han sido tan… ―ella se
detuvo, justo cuando podía haber dicho algo importante, y acarició el rostro
de Liam con una mirada suave y firme— Me alegra que estés aquí y me
desees.
Su voz decía que había estado preocupada por la posibilidad de que no
la deseara después de la cena de Acción de Gracias, pero no lo había
expresado. Eso frustró a Liam.
—No importa lo que pienses, siempre te he deseado, Raine. Desde el
primer momento en que te vi.
Ella sonrió, y él juró poder verle el corazón en los ojos. Algo más
profundo que el deseo había en su mirada. ¿Por qué mierda no podía
simplemente decírselo?
Liam acaricio el suave cabello de la coronilla de Raine, y le tomó la
mejilla.
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—He intentado darle voz a lo que siento por ti. Aún no estoy seguro
de que en verdad entiendas lo fuertes que se han vuelto mis sentimientos,
pero ahora no es momento de hablar. Ábrete para mí y déjame
demostrártelo.
—No soy muy buena diciéndote lo que siento.
Ella lo besó suavemente en los labios.
—Pero haré lo que pueda para demostrártelo también.
Entonces se acostó en la cama, con las piernas abiertas, los brazos
sobre la cabeza, tal como él le había pedido.
Era una vista digna de admirar. Sus pezones rosados coronando los
generosos pechos, la larga línea esbelta de su torso llevando a sus firmes
muslos y la franja de vello oscuro de sobre sus antes desnudos pliegues lo
hicieron ansiarla y sudar.
Cuando Liam se cernió sobre ella, no pudo dejar de mirarla.
Sexualmente, todo entre ellos siempre había sido tan caliente como un
cable en cortocircuito, urgente, conectado. Aquí era donde su sumisión
brillaba. Raine se entregaba por completo en la cama. Pero compartir su
cuerpo era mil veces más fácil para ella que compartir siquiera una pequeña
parte de la mujer dentro de ella.
Él se desabotonó la camisa y se la quitó, se quitó también los zapatos
y se sentó en la silla frente a la cama para quitarse los calcetines. Todavía
no podía quitarle los ojos de encima, toda agraciadamente acomodada y
abierta ante él.
Gruñó de satisfacción cuando ella abrió más las piernas, mostrándole
su coño y su trasero, ambos reservados sólo para su placer. Le inundó una
mezcla de pesar y orgullo, bello y agridulce.
Dejó la melancolía a un lado. Por Dios, sin importar el resultado de
hoy, le sentiría tan profundamente dentro de ella... mente, cuerpo y alma...
que tendría una parte de él para siempre con ella. Se desabrochó el cinturón
y liberó el cierre sobre su erección con cuidado. Su polla ya lloraba por
ella, palpitando por estar envuelta en su sedoso calor. Se obligó a ser
paciente.
Caminando hacia la cama, tomó las esposas, asegurando las muñecas
y tobillos de la joven. Él oyó el suave temblor en su aliento, y la vió probar
sus ataduras.
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Liam se retiró.
—Te dije que me dijeras qué quieres, no que te menearas. ¿Tengo que
castigarte antes de empezar?
—No. —ella tragó, vaciló— Yo, um… me gusta cuando me tocas.
Extraño tenerte dentro de mí. Quiero sentirte ahora.
Ante sus palabras, casi se pudo contener para no resoplar. Raine tenía
el pésimo hábito de surgir del fondo6 que hacía a su Dominante interior
rugir por someterla.
—Eventualmente.
Le mordisqueó la oreja, lamiendo el lóbulo con besos húmedos. Al
gemir en apreciación, se alejó lo suficiente para acunar el peso sedoso y
caliente de su pecho en la mano, acariciándolo firmemente hasta la punta.
Rodando y pellizcando su apretado pezón, este se hinchó y se alargó entre
sus dedos. Rodó al lado de ella, mordió la base de su garganta, luego le
chupó el pezón, incluso mientras buscaba una pinza.
Ella siseó cuando deslizó el pequeño elemento con dientes de lagarto
en su lugar. Jadeó agudamente con el shock de la mezcla de dolor y placer.
Él esperó a que ella hablara. No lo hizo.
Deslizando su mano por la piel tibia de Raine y buscando el otro
pecho, pellizcó y lamió la punta, y colocó la segunda pinza, deleitándose en
la manera en que ella se tensaba, y exhalaba toda su tensión con un gemido
bajo.
—¿Raine? ―Dijo él.
—Verde.
—¿Y? Usa tus palabras.
—Todas las sensaciones en mi cuerpo están centradas en mis pezones.
—¿Te gusta?
Ella asintió temblorosa, haciendo que mechones oscuros de cabello
rozaran la cima de sus pálidos pechos, coqueteando con las pinzas. La vista
de ella sonrojada y excitada bajo él le hacía bien a su auto control.
—Me encanta. El dolor es el suficiente para excitarme. Suena extraño,
pero me siento muy femenina y sumisa cuando me atas así.
—No es extraño en absoluto. Para eso es.
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Subió una mano por su torso hasta sus pechos, rozando sus nudillos a
través del escote
—¿Qué te dijo ese beso sobre mis sentimientos?
—Que tú estás ahí para mí.
Ella encontró más difícil buscar las próximas palabras. Liam la vio
luchar y la animó a hacerlo.
—Que te importo.
Eso no debería ser nuevo para ella.
—Por supuesto que es así. Pero siempre quiero que lo sientas.
Ella asintió. No habló, pero su mirada jamás se debilitó. Ahí había
esperanza, necesidad y una súplica silente por afecto. Quería más y quería
compartirse.
La anticipación le cargó la sangre.
—¿Hay algo que quieras decir, amor?
Raine parpadeó, se mordió el labio y negó con la cabeza antes de bajar
la mirada. Estaba tan enfrascada. Liam se aguantó la decepción. Se
rehusaba a rendirse. Apoyándose en los codos, acercó su rostro al de ella,
rozando sus labios.
—Puedes decirme lo que sea.
—Lo sé.
No. No lo sabía. Él suspiró.
Deslizándose había abajo, se arrodilló para besar el empeine de sus
pequeños pies y mordisquearle los dedos. La chica cosquillosa se rió, y lo
miró con los ojos abiertos, con una expresión entre sorprendida y temerosa.
Diablos, había demasiada información en ese rostro.
Ella había sido jodida... por el bastardo que se había llevado su
virginidad, por Hammer, incluso por él... pero ninguno se había tomado en
verdad el tiempo para mostrarle su cariño con caricias. Eso lo hacía sin
duda alguna más decidido a revelar su corazón sin palabras en este
momento.
Besó sus suaves piernas, se detuvo en las suaves corvas, lamiendo sus
muslos, hasta que respiró sobre su coño. La chica estaba más húmeda de lo
que jamás había visto.
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—Me importas.
Ella vaciló sobre las palabras que él realmente quería oír. Sus
inseguridades y necesidades brillaron en sus ojos azules. Casi lo ahogó a
primera vista; nada había cambiado, especialmente el hecho de que ella
estaba demasiado asustada para decirle cómo se sentía. Pero él aún tenía
más modos para ayudarla a intentarlo.
Arrastrándose sobre el cuerpo de Raine, descansó el peso de su cuerpo
sobre un codo, con el rostro justo sobre los pechos femeninos. Después de
un rápido jalón a la cadena, liberó un pezón, chupándolo directamente, para
calmar el ardor mientras traía más sangre a la punta.
—¿Raine?
—Me pica. Me duele. Yo… necesito… Liam…
—¿Qué te dice mi tacto?
—Qué sabes bien cómo manejar mi cuerpo.
—Mírame. —Él esperó hasta que ella obedeció— ¿Por qué te he dado
tanta atención, amor?
—Te importo.
Susurró las palabras, y él casi no las escuchó. Casi como si temiera
darle voz a su sentimiento o echarse encima la mala suerte.
Liam la tomó por los hombros, penetrándola con la mirada, buscando
en su alma.
―Siempre me has importado.
La premió retirando la otra pinza y tratando el pezón con cuidado con
su lengua. Enredó los dedos en el cabello de ella, amando los pequeños
gruñidos y gemidos que salían de su garganta. Liam no pudo aguantar más.
Tenía que estar cerca de ella. Cubriéndole el cuerpo con el suyo, se hundió
en la boca de ella y simplemente se perdió. Ninguna mujer que alguna vez
se hubiera follado en algún club de manera causal, o que hubiera
compartido con otro, o incluso con la que se hubiera casado había
despertado esta fiebre en su corazón. Sólo Raine. Dejó de intentar darle
mensajes y simplemente dejó que todo se derramara sobre ella.
Al hacerlo, Liam se presionó contra ella, con la polla hurgando atrás y
adelante en su coño, golpeando su clítoris y evitando el pozo seductor que
cubría su polla con su crema, prometiendo el nirvana tan pronto se hundiera
en el fondo.
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—¡Dímelo!
—Como si me amaras.
Salió casi como si fuera una sola palabra, entonces respiró temblorosa
y emocionada.
—No sé por qué, no lo merezco, pero…
—Sientes que te amo porque es así.
La tomó de las caderas hasta asegurarse que la marcaría y se hundió
en ella usando todo su aliento, cada gota de su fuerza, sumergiéndose con
toda su determinación. Había puesto su marca en ella del modo en que
mejor sabía. Y rezó porque algo de lo hecho hubiera llegado a su maldito
terco corazón.
—¡Liam!
—Tómame, niña. Hasta el fondo, hasta los lugares que no le das a
nadie más. Toma todo lo que tengo que darte. Placer, dolor, alegría,
tristeza. Todo es mío, como tú.
Ella gimió debajo de él. Su cuerpo se elevó y rodó, se hinchó y se
arqueó. Se deslizó mucho más hondo en ella, con su carne atrapándolo y
apretándolo.
—¡Sí! ―Gritó ella— Estoy tan cerca. Por favor…
—Te amo, Raine. No importa nada, te amo hoy, mañana, siempre.
Prométeme que no lo olvidarás…
Pero su grito frenético de un inminente orgasmo fue la única respuesta
de Raine. Él metió la mano entre ambos y le frotó el clítoris para lanzarla al
éxtasis. Se deleitó con su cuerpo temblando debajo de él.
—Así, amor. Córrete para mí.
Liam cerró los ojos y sintió la liberación de Raine barriéndolo como
una onda sísmica mientras gritaba su clímax. Intentó contener el suyo todo
el tiempo que pudo, pero su cuerpo no se podía negar. Al salir de ella,
retiró el condón de su pulsante polla, y sintió la corriente de semen
dispararse hacia arriba y afuera, cubriendo el blanco vientre de ella y sus
pechos. Liam la marcaba, rugiendo mientras se aferraba a ello con su vida.
Frotó su semilla sobre su piel de porcelana, determinado a tener su
olor sobre ella, esperando que eso significara para ella lo mismo que
significaba para él.
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Al rozar los labios de ella con los suyos, buscó detrás del cuello y
abrió el cierre del collar. El metal precioso con su rubí colgante estaba lejos
de la piel de Raine. El broche se abrió, y la pieza se deslizó en su mano.
Ella se congeló... su beso, su mirada, su respiración. Raine se retiró
lentamente, y miró el collar en su mano, parpadeando en shock y
confundida. Las preguntas le nublaban la visión. La ansiedad le apretó el
rostro.
Respiró profundo. Joder, cómo odiaba lastimarla.
—¿Qué haces?
Colocó el collar en la mesa de noche.
—Te dije que necesitábamos hablar, Raine.
Ella intentó alejarse.
—Me usaste antes de decidir deshacerte de mí.
La abrazó fuerte, sin dejarla mover un centímetro.
—Te hice el amor, esperando que entendieras, pero no lo hiciste. —
Suspiró— Así que me voy a explicar, y quiero que escuches atentamente.
Para que esto funcione, necesito que te comuniques…
—Si esto es por mi migraña, te juro que no estaba ocultándote nada a
propósito. Sólo tenía tantas cosas en la cabeza que olvidé mencionártelo.
—Si hubieras pensado en mí en absoluto, compartirías conmigo algo
así automáticamente. Sería una segunda naturaleza. Tú quieres mi afecto.
Quieres mi dominación sexual. No quieres trabajar lo necesario para
someterte por completo. Diablos, ni para tener una relación real.
—Eso no es verdad. —Sus ojos azules suplicaron frenéticos— Estoy
trabajando en ello. No soy perfecta, pero estoy…
—Aún ocultando grandes trozos de tu alma y corazón. No estás lista
para tener un collar.
—¡No es justo!
—Lo que no es justo es que soy sólo tu Dominante de nombre. No
voy a pelear contigo si tú no quieres darte libremente a mí. Sólo tú puedes
decidir lo importante que soy para ti… si lo soy. Pero no puedo seguirme
sometiendo a ti mientras intento darte lo que sé que necesitas. No soy ajeno
a tus miedos, pero o confías en mí o me amas… o no. Me cansé de sacarte
todo a la fuerza, solo para descubrir que no has sido malditamente sincera.
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Sólo tengo verdades a medias y mentiras sutiles dichas para hacerme sentir
mejor. ¿Es porque piensas que soy demasiado estúpido para entender o
demasiado débil para manejarlo?
El horror se apoderó del rostro de Raine.
—¡Ninguno de las dos cosas! Te lo dije antes; sólo no quiero
molestarte o perturbarte.
—O arriesgarte a despertar mi ira, admitir que la cagas y darte por
completo a mí. Conozco el juego, Raine. Lo he visto ser jugado muchas
veces. Y no voy a jugarlo más. Te deseo de vuelta… pero no hasta que
aprendas a comunicarte. Sé sincera conmigo. Confía en mí. Y entrégame tu
control. Yo veo lo que realmente eres, sin importar cuánto intentes ocultar.
Y aún te deseo. Aún te amo. Siempre lo hare.
—Me estás castigando por el día de Acción de Gracias. —Lo acusó
ella, su voz llena de emoción.
—Esto no es una especie de castigo. Pero finalmente tengo tu
atención, niña. Los pepinillos que te di en la cabaña para que te abrieras, ya
no funcionan.
Eso fue hace una vida…
Los ojos de Raine se llenaron de lágrimas, y luchó por zafarse del
abrazo, esta vez con todas sus fuerzas, se mantuvo fuerte.
—Detente.
—Me estás abandonando. —Lo acusó ella.
—No. Te estoy dando solo un descanso para que puedas decidir si
quieres volver a una vida solitaria o abrir tu corazón y ser amada. No puedo
elegir por ti.
Finalmente, la dejó ir con un suspiro. Ella se alejó y saltó de la cama,
atravesándolo con una acusación llena de llanto. La traición le estrechó la
mirada.
—Supe que ibas a hacer esto tarde o temprano. Te dije desde el
principio que te cansarías y me dejarías, como todos los demás. Sabía que
no sería bastante buena para ti. Te lo dije… soy muy estúpida por esperar
que fueras diferente.
Cuando se dirigió a la puerta, el corazón de él se hundió. Corrió detrás
de ella y se apoyó con las dos manos sobre la puerta para que no pudiera
salir.
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Capítulo Siete
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Veinte minutos después, no había hecho nada más que ver por la
ventana. Casi se sentía… adormecida. Era hasta bueno. Raine no esperaba
que el indulto le durara, porque el dolor estaba justo bajo la superficie. Pero
aceptaría el adormecimiento por ahora. Apenas tuviera algo de privacidad,
con toda seguridad las cosas se pondrían feas.
El taxi se detuvo en la pequeña franja comercial. Pensó en pedirle que
esperara, pero otro pasajero lo llamó. Y sinceramente, no sabía a dónde
decirle que la llevara. Le pagó, tomó su maleta y se bajó. Y comenzó a
llover.
Maldita sea, como si no le faltara nada más a este día.
Suspirando, Raine buscó refugio en la tienda. Fingió buscar
cosméticos y productos de cuidado personal. Pasó por las postales,
juguetes, chucherías... y se encontró algo que en serio podría servirle.
Tomó la primera del estante, le pagó a una chica gótica, y miró hacia
afuera, esperando que bajara la tormenta, la que no duraría. Pero todo lo
que tenía que hacer era encontrar un lugar donde pasar la noche. Entonces
las nubes en el cielo podrían soltar cubetas enteras de agua si les daba la
gana. Excepto que nadie le alquilaría una habitación a las diez y media de
la mañana.
Mierda, no puedo ni siquiera hacer un plan de huida sin cagarla.
Al final del camino, la señal de una cadena de moteles baratos le
llamó la atención. No era elegante, pero sí limpio y posiblemente libre de
proxenetas. Esos eran sus únicos requisitos ahora.
Quince minutos después, colocó su compra bajo el brazo y, con los
dedos doloridos, se pasó la maleta a la otra mano mientras caminaba por las
puertas corredizas del local. No tendría problema en reservar una
habitación. Sus ordenadores estaban apagados ahora, y ninguna habitación
estaría limpia en unas horas.
El recepcionista aceptó guardar su maleta, le dio un tiquete de
reclamación, y le dijo que podía registrarse tan pronto los ordenadores
tuvieran línea.
¿Ahora qué? Podía vagar por la recepción, pero no tendría nada que
hacer salvo pensar en lo que había perdido.
Ahora que ya no estaba concentrada en los detalles de moverse de 'A'
a 'B', la tristeza latente estaba comenzando a destrozarla, dejándola vacía de
cualquier deseo de poner un pie adelante del otro.
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Sabía que estaría mejor. Con el tiempo. Dentro de unos meses, si tenía
suerte. Tal vez, algunos años.
Tal vez nunca.
Raine desestimó la idea.
—¿Cuál es el restaurante más cercano?
Conocía la zona, pero no había vivido ahí en años. El recepcionista le
recomendó un sitio de panqueques a pocas calles de allí, más cerca de la
autopista. No era que importara, en verdad. No tenía hambre, pero fingir
que comía podría matar algo de tiempo. Al ir a la puerta, ésta se abrió.
—El bus la llevará a cualquier lado gratis en un perímetro de dos
millas. —Le ofreció el recepcionista, mirándola solícito.
—Gracias.
Raine no miró atrás, sólo salió.
El viejo conductor del bus le sonrió ampliamente cuando subió. Su
sonrisa jovial era contagiosa y ella hizo lo que pudo para responderle.
Tenía ojos amables y parecía con ganas de preguntarle qué le pasaba, pero
estaba segura de que él jamás había estado en un triangulo amoroso de
BDSM, así que amplió su expresión plástica y comenzó a hablar del clima.
Después de entregarle una tarjeta con un número al cual llamar
cuando quisiera que él la recogiera, el hombre la dejó frente a un comedor
que era demasiado alegre para su humor actual. La idea de comer sola la
deprimió mucho más.
Acomodándose el bolso sobre el hombro, caminó carretera arriba,
cruzando una intersección llena.
¿Qué diablos estaba haciendo?
No tenía idea hacia dónde iba... no sólo hoy, sino mañana. La próxima
semana. El mes que venía. El resto de su vida.
Raine se frotó la frente. Tenía que salir del pozo de lástima. Darse hoy
para lamentarse, y luego solucionar toda su mierda. Todo este lloriqueo no
iba a solucionar nada.
Vagamente se preguntó si Liam o Hammer ni tan siquiera se habían
dado cuenta de que se había ido. Si fue así, ¿la estarían buscando? Tal vez.
Liam incluso se estaría sintiendo culpable. Hammer estaría cabreado. Tal
vez debería tranquilizarlos antes de hacer algo más.
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—¿Qué?
—Me oíste. No está lista para dar lo necesario. Estoy malditamente
cansado de intentar obligarla a someterse. No abandoné, sólo le di tiempo
para pensar, eso es todo.
Tal vez eso sería verdad con otra sumisa, ¿Pero ésta? Lo tomaría
como un rechazo aplastante, nada más. Ante los ojos de Hammer, si Liam
le quitó el collar a Raine, eso significaba que la había liberado. Lo que la
hacía presa fácil.
El bastardo egoísta dentro de Hammer quería hacer una fiesta.
Finalmente, Raine podría ser suya. El Dominante en él temió que no fuera
tan simple. Ahora que Liam había aplastado a Raine al dejarla ir, ella
necesitaba ternura y amor... dos cosas con las que él no era bueno... para
sanar.
Hijo de puta.
Casi quiso ahorcar a Liam con sus propias manos.
—¿Qué diablos estabas pensando? ¿Era tu intención sacarla por la
puta puerta para presionarla?
Liam ardió con ira.
—Intentaba enseñarle. Algo que tú debiste hacer hace años.
Vaya modo de arreglar las cosas.
A Hammer el pecho se le movió hacia arriba y había abajo mientras lo
último de su control se le escapaba entre los dedos.
—Si me hubieras preguntado, te hubiera dicho que quitarle el collar
era lo más contraproducente que podrías hacer. Debiste intentar modificar
su comportamiento.
—No es que fuera asunto tuyo, pero lo he hecho... una y otra vez.
Estaba ya al límite de mis fuerzas.
Todo lo que salía de la boca de Liam le voló la mente a Hammer.
—Raine vivió y trabajó en Shadows, pero jamás se ha sometido a ti.
Sabes que observar y hacer no son lo mismo. Debiste entrenarla, no
desecharla como basura.
—No quieras trabajarme más la culpa. —Gruñó Liam.
A la mierda.
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Maldito infierno.
Hammer buscó en sí mismo cualquier atisbo de algo parecido a la
paciencia.
—¿Entonces estuvo aquí?
La rubia con los ojos pesadamente delineados de negro y nariz
perforada giró la cabeza hacia él, con la aprensión brillando en sus ojos
claros. Luego asintió nuevamente. Se cansó de los putos movimientos de su
cabeza.
—¿Hace cuanto? ¿Qué compró? ¿Hacia dónde fue cuando salió?
¿Estaba sola? ¡Dímelo ya!
—Hammer. —Gruñó Liam, y lo empujó a un lado— Como puedes
ver, es muy importante que encontremos esta mujer ¿Qué puedes decirme
de ella?
Tonya enredó su dedo alrededor de un mechón rosado de cabello que
sobresalía entre su cabello platinado. Después de lo que pareció una vida
entera, la joven tartamudeó.
—Ella, em… c… compró una botella de tequila. Hace casi veinte
minutos.
Hammer miró su reloj. Eran casi las once. Raine o estaba planeando
emborracharse o pensaba dársela a su padre para que no pudiera pelear
cuando lo confrontara. O lo matara. La sangre de Hammer se heló. Deseó
saber a dónde se dirigía la cabecita de Raine, igual que el resto de su
pequeño y caliente cuerpo.
—¿De casualidad viste hacia qué dirección se dirigió, niña? ¿Viste un
coche o un taxi, tal vez? ―La urgió Liam, haciendo acopio de todo su
encanto irlandés.
—Yo… no sé donde se fue. Estaba sola, con solo una maleta y se veía
triste. —Tonya bajó la mirada al suelo— Lamento no ser de más ayuda.
Hammer dejó salir un pesado suspiro. Maldita sea, la chica frente a él
gritaba “sumisa”. No debió ser tan brusco.
—Has hecho bien.
Liam le tomó la barbilla para levantarle la cabeza, y le dio una cálida
sonrisa.
—Gracias. De hecho, has sido de mucha ayuda.
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Capítulo Ocho
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Él la ignoró.
—Llama al Dr. Martin y dile que me surgió algo. Mira si él puede
atender mis emergencias. Estoy fuera de turno.
—Ahora mismo, Dr. Beckman. —Dijo la mujer con remilgo, y miró a
Raine con un interés descarado.
Tal vez aún tenía la nariz roja, igual que los ojos. No tenía una gota de
maquillaje. Su atuendo se ajustaba más a un flojo sentado viendo el futbol.
Y tenía en la mano una bolsa de papel que no disimulaba el contenido de
una botella de alcohol. Horrendamente avergonzada, Raine miró hacia otro
lado.
—¿Qué hago con la consulta de la clínica Mayo? Es en menos de
cinco minutos. ―Le recordó la secretaria— Ya los ha aplazado dos veces.
Raine pudo ver a Beck contener una maldición. Entonces se dirigió a
ella.
—Escúchame. En el primer piso, al lado de la puerta principal, hay
una cafetería. Espera ahí. Dame quince minutos. Claramente estás aquí
porque necesitas algo. Te voy a ayudar. —Su mirada se agudizó mientras la
tomó nuevamente por el brazo— No te vayas. O lo lamentarás.
—No los llames ahora. —Soltó Raine.
No supo por qué... tal vez todo se le iba a devolver o la realidad la
estaba golpeando... pero se le inundaron los ojos.
—Vendrán y no estoy lista para verlos.
—Te lo prometo. Haz lo que te digo.
Pensó en desobedecerle, en volver a su habitación de hotel, beberse la
botella, y… quién sabe qué más. Pero ya había irrumpido en el día de Beck,
le trajo sus problemas hasta su trabajo, y lo obligó a cambiar sus planes del
día. Él prometió no llamar a Liam y Hammer en los siguientes minutos.
Debía quedarse.
—Está bien. No he comido en todo el día de todos modos.
Él asintió y la soltó.
—Pon algo en tu estomago. Quince minutos, princesa.
Raine asintió y dejó su oficina, sintiendo la mirada de una docena de
personas sobre ella. No demoró mucho encontrando la cafetería.
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Raine no sabía todavía por dónde empezar, pero no sería con una
conversación llena de lágrimas que hiciera a Liam sentirse culpable como
para recibirla de nuevo solo para que el ciclo se repitiera nuevamente.
Hasta que cambiara, eso es precisamente lo que ocurriría.
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A Liam le dolieron los ojos. Ella no era nada más que una niña
asustada, soportando lo que ese bastardo tenía para tirarle. Pero por Cristo,
escapó. Con razón huir era inherente a ella.
La siguiente foto era de su cuello y pecho. Su piel estaba mancillada
con cortes y raspones. Más moretones moteados yacían bajo las tiras de su
top. Liam pudo ver la decoloración alrededor de la garganta de Raine. ¿Su
padre intentó estrangularla? A la mierda con matar al hombre; Liam quería
destruirlo. E
n la cabaña, había logrado que la chica se abriera con pepinillos y
chocolate. Los recuerdos de las palabras de Raine esa noche aún vibraban
en sus oídos.
Me di cuenta que con el temperamento de papá no se juega… él
jamás ganaría un premio al padre del año. Una puta atenuación. Dijo que
jamás iría a la cárcel por disciplinar a su hija más estúpida y
voluntariosa…
La cárcel era algo muy suave para Bill.
El Dominante dentro de él quiso abrazar a Raine y protegerla.
Eventualmente, la pondría sobre sus rodillas y le daría un par de lindas
nalgadas por ocultar tanto de su pasado. Pretendía ratificar que no toleraría
más ni sus mentiras y que le ocultase información deliberadamente.
¿Pero no era esa la razón por la cual le quitó el collar?
La dimensión del daño finalmente le llegó.
Todo este tiempo, pensó que había hecho progresos con ella en la
cabaña, convenciéndose a sí mismo que derribaría sus muros si tuviera más
tiempo. Había culpado a la “necesidad” de Hammer por hacer difícil su
intención de llegar a Raine. Pero ahora temía que ni todos los pepinillos ni
todo el chocolate del planeta hubieran sido suficientes para que ella
revelara las profundidades de su angustia.
El alma de Raine aún estaba rota. Ella nutría su dolor, usándolo como
un escudo para mantener lejos a todo el mundo. Entendió que ella se
escondió entre su vergüenza. Su miedo al abandono y la dificultad de
confiar no pudieron ser más claros. Pero estas fotografías. Probaban que
prefería mentir deliberadamente a revelar su verdadero yo y dejar acercarse
a alguien más.
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Fue ahí cuando Liam se dio cuenta que Hammer estaba enamorado de
ella. Lo cual explicaba por qué el hombre jamás la había mencionado tan
siquiera en los últimos seis años.
Mientras Hammer giraba por otra calle residencial, Liam se arrastró
de regreso al presente. Tenían que estarse acercando a la casa del padre.
Liam sintió una nueva ola de furia de que su viejo amigo le hubiera
ocultado tanto por tanto tiempo... la verdad sobre Julieta, sus sentimientos
hacia Raine, y la dimensión del daño a manos de su padre. Qué puto y
maldito debacle. ¿Cuánto tiempo y drama se hubieran ahorrado si Hammer
hubiera sido más sincero?
Además de él, Macen dejó soltar un suspiro pesado.
—Esperaba que compartiera libremente el hecho de que su padre
había abusado de ella. Lamento que no te lo hubiera contado.
Hipócrita.
—Raine lo mencionó, pero… ―Liam levantó la última foto—Nunca
describió nada parecido a esto. ¿Te dijo directamente que su padre la
golpeó?
—No. Me demoré meses para que me contara fragmentos, pero lo
supuse. ¿Por qué más huiría de casa sin nada más que lo que tenía puesto?
―Hammer apretó los dientes— El investigador privado que contraté
localizó al cretino en dos días. Cuando fui a verlo, él tenía puntos frescos
en su mejilla.
—¿Y eso qué tiene que ver con él?
—Ella admitió después que luchó contra Bill con un cuchillo de
cocina. Dormía con él bajo la almohada.
Liam pudo sentir algo deslizarse de lado en su mente mientras la ira y
la frustración se congelaban.
—¿Por qué no mataste al desgraciado miserable?
—Por más que quise, tuve que hacer un trato con ese diablo.
—¿Qué?
Liam miró a Hammer como si él hubiera perdido la razón.
—Lo visité y me presenté, le expliqué que era propietario de Shadows.
Le dije que su hija estaba ahora bajo mi cuidado y que no la vería de nuevo,
bajo ninguna circunstancia.
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¿Cómo había Raine vivido aquí? Ella no era adicta a la limpieza, pero
le gustaba tener su espacio organizado y no le molestaba darse a la tarea de
dejar una habitación impecable. Era más que posible que hubiera limpiado
para ese repulsivo hombre, y él no se hubiera molestado en limpiar después
de que ella se fuera.
Liam retrocedió hasta la cocina... y se detuvo en la puerta. Bill
obviamente había agotado su suministro de platos y cubiertos hace años.
Platos de papel untados de comida vieja estaban esparcidos en cada
superficie. Cucarachas y excremento de ratas estaban mezclados con otras
capas menos identificables de inmundicia. El hedor casi lo hizo caer de
rodillas.
Otra vez, abrió cada puerta y cada gabinete, buscándola, pero no había
rastro de Raine.
El garaje no tenía nada excepto un sedan económico y viejo que tenía
más de una abolladura, una lavadora oxidada y una secadora retorcida.
Liam revisó el interior de todo y no encontró señales de lucha, sangre,
cabello... o algo que le hiciera creer que Bill le había causado a Raine algún
trauma aquí.
El acceso al ático estaba directamente sobre la cabeza de Liam. Jaló la
cuerda, y las escaleras anexas se desplegaron. Después de una breve
subida, descubrió el espacio lleno de desolación y un calentador de agua.
Los travesaños en madera contrachapada se hicieron ver. Subió. Los olores
de la casa se exacerbaron aquí, y olía a basurero. Afortunadamente, el área
era pequeña. Le tomó un minuto revisar el espacio. Dados los centímetros
de polvo que cubrían la superficie, Liam se dio cuenta que Raine no pudo
haber estado aquí.
Era casi un alivio. No pudo soportar la idea de ella colocando un pie
en la sombría morada de este cerdo otra vez, a merced de ese engendro del
demonio.
Al girar la esquina y llegar a la puerta del frente, encontró a Hammer
agarrando con un puño la manchada camiseta del borracho y empujándolo
contra la pared.
—¿No la tienes atada a la cama o algo así? ―Gruñó Bill— Apuesto a
que le gusta.
Hammer gruñó.
—¿Qué dijiste?
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Capítulo Nueve
—¿Cómo así que el Dr. Beckman se fue por el día de hoy? ―Le
exigió Hammer a la secretaria— Explíquese.
Liam miró su Calibre de Cartier. No era ni siquiera medio día.
—¿O sea que no se fue sólo a almorzar?
La pequeña mujer detrás del mostrador de una vacía sala de espera,
los miraba a los dos como si hubiera perdido la paciencia. se acomodó las
gafas en el puente de su nariz y cuadró los hombros.
—No. Canceló el resto de sus citas hace casi una hora y me dijo que
cerrara la consulta por hoy. Si tenía una cita, lo llamaré para reprogramarla.
Ahora, si me disculpa…
La mujer les señaló la puerta, sacudiendo las llaves en la mano. Dejó
más que claro que los quería fuera de allí, tal vez para disfrutar su
inesperado día libre. Liam miró a Hammer. Su viejo amigo conocía a Beck
mejor, pero hacer novillos a última hora no era propio del doctor. Beck
podría ser un cretino inmoral, pero no irresponsable.
Liam pudo ver que Hammer también sospechaba algo.
—Eres Vicki, ¿verdad? ―Preguntó Macen.
Lo miró sorprendida de ver que sabía su nombre.
—Sí.
—Soy amigo del Dr. Beckman, y me ha hablado maravillas de tu
eficiencia. —Explicó Hammer— Necesitamos tu ayuda. Tenemos una
emergencia.
—Si es médica, mejor vaya a la sala de emergencias. —lo escudriñó
rápidamente y frunció el ceño confundida— Es en el edificio de al lado,
primer piso, parte de atrás. Puedo llamar y hacer que alguien lo lleve en
una camilla o silla de ruedas, si lo necesita.
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—No. —La corrigió Liam— Crisis sería una mejor palabra. Tenemos
a una persona desaparecida y pensamos que Beck pudo haberla visto hace
poco. ¿Sabes si recibió alguna visita inesperada?
La secretaria de cuarenta y tantos, bajó las llaves y pareció sopesar
cuánto decir.
—La mujer es pequeña, es unos centímetros más bajita que tú.
Cabello oscuro, ojos azules. Probablemente parecía perturbada. —Ofreció
Liam.
Vicky vaciló por un momento, y finalmente asintió.
—Estuvo aquí.
¡Oh, gracias, Cristo!
El alivio lo inundó, al saber que estaba a salvo... o lo había estado
hace una hora.
A su lado, Hammer se vio igualmente aliviado. Liam no pudo
descifrar por qué estaba con Beck, pero esperaba como el infierno que el
sádico la hubiera calmado. A menos que…
—¿Estaba herida? ―Exigió él.
—No. —Le aseguró Vicki, con tono más calmado.
—¿Y? ¿Qué pasó después? ―Exigió Hammer.
La mujer se encogió de hombros.
—No sé.
Liam frunció el ceño.
—¿Cuánto tiempo estuvo aquí? ¿Habló con Beck?
—Sí. Menos de cinco minutos. —Dijo Vicki— El Dr. Beckman
terminó una cita, y salió a hablar con ella. No pude oír la discusión, pero el
doctor parecía agitado. Él canceló todas sus citas. La mujer que buscan se
fue. El doctor tomó otra llamada, luego tomó sus cosas y se fue. No dijo a
dónde iría.
—Debe estar con ella. —Dijo Hammer por lo bajo.
Liam estuvo de acuerdo. Estaba agradecido… pero malditamente
confundido. Sus razones para buscar a Beck ahora no importaban. Sólo
tenía que verla.
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Capítulo Diez
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—Sé positiva.
—Si no puedo tan siquiera manejar las expectativas de Liam, ¿cómo
esperas que complazca a él y a Hammer al mismo tiempo?
—Te enseñarán. Deja de luchar y pon atención. Soluciona tu mierda.
Eres inteligente, Raine. —la miró con seriedad— Ya han compartido antes.
Por la mujer correcta, lo harán de nuevo.
¿Y Beck pensaba que era ella?
—Compartieron a la esposa de Hammer, y en caso de que no te hayas
dado cuenta, eso terminó mal. Además, no se llevan bien por más de dos
minutos.
—Eso es un concurso de meadas momentáneo. Y no es tu problema.
Tu problema ahora es ayudarte. Si lo haces, todos tus pequeños sueños se
harán realidad. Podrías sanar a esos dos dándoles lo que más necesitan. Y
eso eres tú, Raine.
Raine aún pensaba que Beck estaba un poco loco, pero la cabeza le
dolía demasiado para discutir... este trío mítico no era el punto de la
conversación.
—Si vuelvo alguna vez a Shadows, debería darles todo mi ser. Sus
sentimientos son un desperdicio si no les doy a alguno de ellos... incluso a
los dos... todo a cambio.
—Bien, ¿y qué te detiene?
¿Qué no la detenía? Todas sus emociones haciendo un remolino en su
cabeza. El miedo de ser abandonada o herida estaba grabado en su alma.
Reaccionar ante ello era un reflejo. ¿Cómo dejaba de hacer eso?
Raine tenía que encontrar una manera. Las últimas veinticuatro horas
habían probado que vivir sin ellos la hacía totalmente miserable. Quería
volver a casa, quería el refugio familiar de Shadows, de sus brazos.
A pesar de lo que él había dicho las últimas semanas, Hammer jamás
se comprometería con ella. Pero estaba bien; podría amarlo desde lejos. Lo
había hecho por tanto tiempo que ya era buena en eso. Amaba mucho a
Liam. Él llenaba su corazón. Podrían ser felices... si pudiera superar sus
miedos y seguir adelante.
El primer paso era ser brutalmente sincera.
—Mi padre. —Para comenzar— Él tuvo todo el poder en casa cuando
era niña.
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El monstruo aún vivía dentro del cuerpo de ese anciano. Alguna vez la
había aterrorizado. Ahora, Raine se negó a mostrar miedo. Bill Kendall era
la razón por la que no confiaba en nadie. No podía comunicarse. No se
podía entregar de verdad ni a Liam ni a nadie. Desde que se fue de este
infierno, jamás quiso sanar. Al lancear sus heridas y dejarlas sangrar hacía
menos posible que alguna vez dejara a alguien lastimarla de nuevo.
Ella había dejado a este vil imbécil despojarla de su capacidad de
amar. Nunca más.
—¿Qué haces aquí, puta? ¿Y quién es él? ―Señaló a Beck—
¿Supongo que también te lo follas?
Ignoró su pregunta y elevó la barbilla.
—Tengo unas cosas que decirte.
—¿Por qué escucharía? No te quise aquí antes y ahora tampoco.
—Créeme, no me voy a quedar. Solo vine a decirte que te odio y que
más te vale que jamás me hables en la vida. Oh. Y también quería darte
esto.
Raine dobló su puño y le lanzó un golpe brutal a la mandíbula. El
dolor explotó en sus dedos, enviando un corrientazo por todo el brazo, pero
no le importó. Cuando la cabeza de Bill se giró y se apretó el lado de la
cara, vio que ese dolor valía la pena.
—¡Pequeña perra!
Se bajó del pórtico y le tomó el brazo en un agarre cruel.
—Pagarás por eso.
Con un tirón feroz, la intentó arrastrar hacia la casa. Raine se mantuvo
firme. Bill se giró y gruñó, elevando el puño hacia ella. Se aguantó las
ganas de encogerse. Detrás de ella, Beck se acercó.
—¿Necesitas ayuda?
—¡Largo! ―Dijo Bill con desprecio.
—Lo tengo. —Le dijo a Beck.
Necesitaba enfrentar sola a su padre. Afortunadamente Beck se lo
permitió.
Cediendo la tensión de sus músculos, Raine esperó a que el viejo
bastardo supusiera que ella había cedido y se había encogido en una bola.
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Beck asintió.
—Ya sabes que la dominación y la sumisión no son sobre sexo, sino
intercambio de poder. Tú, como sumisa, le das el control a tu Dominante,
quien lo toma, lo atesora y moldea hasta que sea algo que te complete.
Cuando finalmente comienzas a entregarte a cambio, encontrarás la belleza
de todo eso. La recompensa valdrá la lucha. Pero nadie puede llenar tus
necesidades más profundas hasta que le permitas conocerte por dentro y
por fuera, hasta el fondo, hasta el resquicio más pequeño de tu corazón.
—No soy tan buena en eso. —Se estremeció.
—Piénsalo de esta manera… no iría a la tienda de neumáticos y
compraría media llanta porque no pondría nada ahí. Con la sumisión, si no
te vas a entregar por completo, entonces, es como esa llanta, estarás varada,
princesa. Depende de ti.
La camarera les trajo las enchiladas, y comieron. Beck pagó por la
cena. Raine pensó en su consejo. Al llegar al estacionamiento, el fresco
viento le azotó el cabello. Pero fue bueno sentirse viva y tener al fin una
dirección.
—Ya sé qué hacer.
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Su visita a la casa Kendall rodó por su cabeza como una mala película
de horror. Su vil excusa de padre, junto con la visión de las fotos de su
frágil cuerpo golpeado y amoratado, había perforado un trozo de su alma.
Y solo había visto la tristeza de ella. Ella lo había vivido, y él solo
pudo imaginar lo que eso le había hecho a su mente.
Si hubiera sabido lo que sabía ahora, jamás le habría quitado el collar.
Hubiera cambiado todo por rodearla en sus brazos y asegurarle que jamás
tendría que sentirse perdida y sola otra vez.
Le prometería que podría contarle todos los secretos que escondía en
el fondo, y sin importar nada, aún estaría a su lado, protegiéndola,
nutriéndola y amándola.
Seth dijo algo y Hammer se rió, atrayendo la atención de Liam a su
conversación. Sonrió como si hubiera escuchado el comentario en vez de
estar perdido en el sueño que dejó escapar entre sus dedos.
Un ruido extraño en la puerta principal rompió el curso de la
conversación. Hammer se puso alerta. Liam no reconoció el sonido, pero
Hammer se tensó, y apretó su mano en la barra. Las líneas de preocupación
en su rostro delataron algo parecido a la anticipación.
Liam no sabía qué diablos ocurría pero se giró hacia el sonido casi
conteniendo la maldita respiración.
—¿Hay alguien en casa? ―Una voz profunda hizo eco desde la
entrada.
Beck.
El corazón de Liam se detuvo, y comenzó a bombear contra sus
costillas. Se alejó del bar, y su butaca chocó contra el suelo de cemento con
un sonido sordo. La esperanza se elevó. Si Beck había venido, tal vez
habría traído a Raine.
Aferrada a esa idea llegó la preocupación de que el cretino la hubiera
dejado en algún lugar y simplemente querría echarle más sal a sus heridas.
Si era así, Liam prometió sacarle a golpes el alma del cuerpo a ese
bastardo.
Con el corazón resoplando y la sangre acelerada, Liam corrió hacia la
puerta principal. Hammer pasó al lado de él.
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Capítulo Once
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¿Sobre qué?
Ella casi había vomitado algunas de las cosas más intimas que jamás
había dicho en la vida. ¿Qué más quería él?
Comenzó a llevársela. Ella se mantuvo en su sitio. Con un agarre
gentil pero firme, él la guió hacia adelante.
—¿Cómo te sientes?
—Acabo de lastimar a los dos hombres que más amo en la vida.
¿Cómo debería sentirme? ―Suspiró hundiendo los hombros.
—Estás intentando hacer lo correcto.
—Lo estoy. Dios sabe que tengo un largo historial de arruinar las
cosas, pero este es el único plan que veo.
—Te ves agotada.
A pesar de su rostro fuerte y angulado, Seth parecía
sorprendentemente compasivo.
—Fueron unos días largos.
—¿Quieres ir a descansar? ―Preguntó.
Raine se mordió el labio. Dudaba poder dormir mucho, pero tampoco
creía que seguir a Liam y Hammer hasta el bar haría algo aparte de
empeorar la situación. Tal vez lo mejor era dejarlos masticar su idea y
encontrar la lógica para que todos puedan seguir adelante… a donde eso los
llevara.
—Tal vez debería.
—Muéstrame tu habitación. Me aseguraré de que te acuestes y estés a
salvo.
Raine rodó los ojos.
—Yo puedo llegar, conozco el camino. No me voy a ningún lado.
—No te estaba pidiendo el favor. —Él elevó una ceja.
No pudo ignorar su cara de Dominante. Claro.
Por un momento, pensó en oponerse, pero ¿para qué? Un tumulto
rodaba a través de ella, y ya no podía ir a llorarle a Liam ni a Hammer.
Beck… había sido bueno, pero se descargó de su responsabilidad con ella.
Tenía que levantar el ánimo y manejar las cosas por su cuenta.
Francamente, prefería hacer eso en la privacidad de su propia habitación en
caso de que eso trajera lágrimas. Además, no podía reclamar querer un
Dominante, hombre o mujer, y ser caprichosa por una petición tan sencilla.
Por la expresión en el rostro de Seth, solo tenía las mejores intenciones.
—Sí, Señor.
—Muy bien.
Lo guió lejos de la entrada y por la cavernosa estructura, pasillo abajo,
hasta llegar a su habitación. La puerta se abrió con una llave.
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Todo dentro de ella se vio casi tan exacto como lo dejó a excepción
de que Beck dejó su maleta al lado de la puerta.
Nada había resultado como pretendía, pero aún se sentía ridículamente
feliz de estar solucionando sus cosas en el sitio que ella llamaba hogar.
Haciéndose a un lado, dejó entrar a Seth.
—Prepárate para dormir, y hablaremos. —Le ordenó.
Recogiendo su maleta, la arrastró al baño. Se lavó la cara, se cepilló el
cabello y los dientes, se cambió de ropa y salió. Seth la miró y respiró
profundamente.
—Con razón. Bien…
Raine le frunció el ceño. ¿De qué hablaba?
—¿Por qué no te sientas?
De nuevo. No era una petición. Ya que no tenía sillas en su habitación,
se subió a la cama, metiéndose entre las mantas. Él se sentó en el borde de
la cama junto a ella.
—Sé que no me conoces, y esto puede parecerte incómodo, pero fuiste
tan sincera en el recibidor. Necesito que sigas así. Vine aquí a ayudar a
Liam a enderezar algunas cosas, pero creo que tú puedes necesitar que
alguien te escuche también. Al igual que Beck, no traicionaré tu confianza.
Solo necesito llegar al fondo de esto para entender cómo ayudar.
Cruzando los brazos sobre el pecho, contuvo toda su mortificación.
—Esto es totalmente incómodo. Todos conocen mis malditos
problemas.
En verdad no quería hablar con Seth de esto, pero él había oído todo
su discurso en el recibidor. No era como si tuviera muchos secretos a estas
alturas. Seth chasqueó la lengua.
—A Liam le gustan las damas. Sé que él no apreciará tus palabrotas,
¿cierto?
—No. —Aceptó ella— Pero me dejó ir.
—¿Ahora te pareció que lo hizo? Armó un escándalo por perderte, por
lo cual lo regañaré más tarde. Admitió que te había dado su corazón. No
puedes pensar que terminó contigo.
Se encogió de hombros.
—Cuando Liam me quitó el collar, me dijo que no estaba lista para lo
que él tenía que ofrecer. Tenía razón. No puedo seguirlo lastimando. Y no
puedo seguir estando en medio de él y de Hammer. Si los conoces a ambos,
sabes que solían ser amigos.
—Los mejores.
—Exacto. Y ahora no se soportan. No puedo fingir que no es culpa de
nadie más que mía.
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—Mató al dragón, algo así. Fue bueno para ella. Ya sabes, vosotros no
sois los únicos que os preocupáis por ella.
Liam se levantó, tambaleándose, viéndose listo para pelar.
—¡Más vale que no le hayas puesto un puto dedo encima!
—Sí.
Hammer sintió que el cráneo le iba a explotar y buscó derribar a Beck.
El otro hombre lo esquivó.
—No lo hice. Jesús, par de idiotas… retroceded un poco. Estoy
tentado con dejaros inconscientes, pero ambos estáis demasiado ebrios para
beber.
Hammer miró a un Liam zigzagueante. Tristemente, Beck tenía razón.
Además, descargar toda la furia bullendo dentro de él sobre el doctor no le
ayudaría en nada. Ya había visto vívidamente que desplazar su culpa e ira
llevaba a cosas malas. Tenía que calmarse y jugar limpio.
—Lo siento, hombre. Gracias por mantenerla a salvo. Ahora dime qué
pasó. ¡Detalles!
Hammer chocó su botella sobre la barra.
—¿Escuchaste lo que le dijo a ese pedazo de basura? ―Preguntó
Liam.
—Oh sí. Raine le dijo al viejo Bill, nada vacilante, que era una pila
humeante de mierda de perro.
Una sonrisa curvó los labios de Beck.
—Estaríais orgullosos.
—Buena niña. —Susurró Liam.
Pero, ¿qué diablos hubiera hecho él si la hubiera lastimado? Algo
cerró la garganta de Hammer. Tal vez era demasiada ira, o mucho alcohol,
o simplemente alivio de que Raine estuviera en casa, donde pertenecía. Sus
ojos le picaron.
—No pienses en eso. Pero te garantizo que no hubieran encontrado
una sola parte del cuerpo de Bill.
Hammer alargó la mano y apretó el hombro de Liam de modo
tranquilizador.
—La pregunta debería ser, ya que el plan de Raine es horrible, ¿cuál
es la mejor manera de ayudarla?
Cuando sintió una palmada sobre su cabeza, Hammer se giró para ver
a Seth dándole la misma palmada a Liam.
—Qué bien oírte decir eso, Macen. —Anunció el otro hombre desde
detrás de él— Porque después de hablar con Raine, ya lo sé.
—¿Cómo? ―Ardió Hammer— ¿La has conocido por cinco putos
minutos y de repente le lees la mente?
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—Básicamente.
Liam se giró y se estabilizó en la barra, batiendo un dedo hacia Seth.
—Joder, si la tocaste…
—Calma, Conan14. Por mucho que quisiera mostrarle mi habilidad
más asombrosa… ―Seth se pasó la lengua por los dientes, sorbiendo
ruidosamente— … sólo hablamos.
—Algo malditamente bueno porque te hubiera cortado la lengua. —Le
prometió Hammer— Tú debiste pedirle que te enseñe a hacer café.
—Tocarme las pelotas no va a ayudar a Raine, así que cállate. ¿Te
gustaría que la chica se quedara estando así de jodida? ¿O quieres
ayudarla?
—Ya conoces la respuesta. ―Refunfuñó Hammer.
—Yo he estado intentando ayudarla durante semanas. ¡Maldita sea, no
me vas a dejar fuera! ―Insistió Liam, mirando a Seth con ojos nublados.
—Qué bueno que estéis de acuerdo. —Seth miró entre los dos—
¿Cuánto creéis que necesitáis para portaros como niños grandes y jugar
bien juntos?
—Tal vez cinco segundos más. —Dijo Beck con una sonrisa burlona.
—Vete a la mierda, bastardo. —Ladró Liam.
Beck sólo sacudió la cabeza y se rió.
—Ahora nos estamos llevando bien. —Dijo Hammer bruscamente—
Dilo antes de que pierda la paciencia.
—Este es el trato… ―comenzó Seth— Raine es probablemente la
mujer más dividida que he visto.
—Es por ese imbécil de su padre. —Soltó Liam.
—No, no digo rota, aunque sospecho que también lo está. Digo que
está enamorada de vosotros, par de cretinos, y vuestra disputa constante,
molesta e infernal le tiene el corazón dividido en dos.
Seth sacudió la cabeza.
—No sé cómo puede amaros, pero…
Liam se bajó de su butaca, agarrándose de la barra para balancearse y
mantenerse derecho.
—Porque somos elegantes y atractivos y…
—Buenos en la cama, maldita sea. —Agregó Hammer.
—Eso también.
Liam levantó su botella, y Hammer la chocó con la suya.
—Y tan modestos. —Dijo Beck lentamente.
—¿Creéis que vosotros dos podéis dejar de beber para poder hablar de
esto? ―Seth arqueó una ceja.
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¿Compartir a Raine?
Eso era lo que estaba sugiriendo Seth. Beck también lo había hecho.
No era un concepto nuevo. Diablos, tuvo una mujer entre él y Liam. Pero la
idea de compartir a Raine…
Diablos, no.
El cavernícola posesivo dentro de él quiso arrastrar a Raine del
cabello y mantenerla solo para él. Pero otra vez, Seth hizo una muy buena
pregunta, y sólo parecía haber una respuesta. Se giró para mirar a Liam.
—¿Tenemos que trabajar juntos? ―Su viejo amigo hizo una mueca.
—No tiene que gustaros, pero sí. —Contestó Seth— Vine porque me
pediste ayuda para llegar a la chica. Pienso que esta es la única manera en
que funcione. Si no puedes manejarlo, toma tu botella y ve a tu habitación.
Lo ayudaré entonces a él.
—¡Claro que no! ―La furia tronó en el rostro de Liam.
Hammer tampoco pudo soportar la idea de quedar fuera de la
recuperación de Raine. No habría modo en que se rodara para hacerse el
muerto.
—Entonces poneos de acuerdo y llevaos bien, joder. —Insistió Seth—
Es lo que ella quiere. Vosotros tenéis que arreglar los detalles pero si dejáis
de pensar con vuestro orgullo… ―miró a Hammer— …y los celos…
―miró a Liam―…sabríais que tengo razón. —Seth rodó los ojos— Te
dije esta mierda hace un mes.
—Exacto. Hablé con Raine también sobre esto. —Dijo Beck— Ella
no odió la idea. Así que dejad de orinar sobre ella como si fuera un maldito
árbol y haced lo que los Dominantes de verdad hacen. Ayudarla.
—Depende de vosotros. —Se levantó Seth— Pero si no lo hacéis…
ella es bonita. No estará sola por mucho. De hecho, sentíos libres de joder
esto. Una vez que deje vuestros lastimeros culos, yo estaría muy feliz de
encargarme de ella.
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Capítulo Doce
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—Sí.
—Santa mierda. —Hammer parecía anonadado.
—Raine necesita un hogar estable.
El rostro de Hammer se cubrió de culpa, y se frotó el cabello.
—Maldita sea, lo sé.
—Hiciste lo mejor que pudiste todo este tiempo. No nos desviemos
ahora. Raine no seguirá adelante con su vida si no la podemos ayudar.
—Cierto. —Hammer estuvo de acuerdo.
Otra idea le llegó a Liam, y se estremeció.
—También sería mejor si tú fueras discreto con tus otras sumisas. No
estoy sugiriendo que las dejes, pero sería de gran ayuda si las escondes
mejor que a Marlie.
Hammer sintió vergüenza al oír aquel nombre.
—La verdad, ya renuncié a todas.
—¿Fue que esa puta plástica te dio alguna enfermedad que
desconozca? —Liam lo miró de lado.
—No. —Resopló Hammer— No he hecho escenas con ninguna en
semanas. No he follado con nadie desde Raine. No quiero.
Eso dejó totalmente descolocado a Liam. A Hammer le encantaba el
sexo, y jamás había imaginado a su amigo renunciando a ello, incluso
temporalmente.
—Eso es casi un maldito mes, amigo… un record para ti. Tus bolas
han de estar azules.
—Sip, y mi mano está malditamente cansada de hacer el trabajo. Pero
ninguna de ellas es Raine.
Por mucho que Liam quisiera, no podía discutir con eso. Hammer
ladeó la cabeza y lo miró interrogante.
—¿Estamos de acuerdo en esto? ¿Por Raine?
Liam odiaba esto, pero no tenía salida.
—Creo que tiene sentido, pero… —Se frotó el rostro— Hacerlo
funcionar va a ser… complicado.
Porque un tema podría convertir su tregua en una guerra. Raine ya no
era suya… al menos no técnicamente.
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Hammer asintió.
—Lo haremos funcionar. Tenemos que hacerlo.
—Si no queremos que crezca con alguien más, sí. Vamos hacia ella
juntos. Fuertes. Concentrados.
—Dispuestos y capaces de darle lo que necesita… sin importar qué
sea. Unidos para motivarla a darnos lo que necesitamos.
—De acuerdo.
Liam esperaba abrazar de nuevo a Raine, más feliz y completa… y
eventualmente suya. Pero después de esta conversación, no estaba tan
seguro. Si Hammer lo ayudaba a formarla hoy, ¿dónde quedaba su
mañana?
Hammer extendió su mano.
—Trato hecho.
Liam no pudo hacer más que estrechársela.
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Capítulo Trece
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Liam sonrió.
—Ya lo veras. El tiempo vuela, Raine. Te recomiendo que te muevas.
Salieron. Con un clic bajo, la puerta se cerró detrás de ellos.
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Capítulo Catorce
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Raine era todo un reto… entonces algunas veces podía ser tan suave y
generosa. Hammer la soltó de repente.
—Desnúdate.
Liam escuchó la impaciencia del hombre. Macen estaba ansioso por
comenzar a probar a Raine y tenerla bajo su control. Liam compartía el
sentimiento. Los ojos de ella se abrieron. Parpadeó entre ellos mientras
esperaban que procesara la exigencia. Finalmente, apretó los labios, con la
resolución impresa en su expresión.
Ahí estaba su temple.
Con dedos temblorosos, Raine se quitó su ligera camiseta. Luego se
desabrochó el sostén, exhibiendo sus pechos ante ellos. Liam hizo todo lo
que pudo para evitar deslizar la lengua sobre el suave valle de su escote.
Ella se retorció para retirarse la falda, y él vio, cautivado, cómo sus caderas
se meneaban. La sangre se acumuló en su polla. Raine se quedó de pie ante
ellos, bella y tensa, pareciendo como terciopelo cálido color marfil.
Junto a él, Hammer acariciaba las curvas desnudas con la mirada y
suspiró roncamente, luchando por contenerse. Liam lo supo no sólo por la
erección que se evidenciaba en sus pantalones, sino por el palpitar de su
mandíbula apretada.
¡Santo Cristo!, todas estas tareas serían un desafío al control de
ambos.
Finalmente, Hammer se controló y quedó de pie, alto, con la postura
ancha y las manos detrás de la espalda. Liam vió la mirada de Raine
dirigirse al suelo mientras él caminaba alrededor de ella, deteniéndose
cuando su pecho rozaba su espalda, a sólo milímetros de su piel.
—Dime lo que sientes, amor.
—Nervios. —Respiró temblorosa— Inseguridad.
—Buena chica. —La elogió Hammer— ¿Nos temes?
—No. —Su mirada se dirigió a ambos, tranquilizándolos— Temo
perder el valor, cerrarme y decepcionaros.
No era la respuesta que ninguno de los dos esperaba oír, aunque en el
fondo la conocían. Pero, para Raine, eso fue malditamente sincero. Liam
miró a Hammer.
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—Sí, Señor.
Su voz tembló, pero ella levantó una pierna en el borde de la bañera.
Hammer guió la otra para dejarla totalmente abierta. Raine se tensó, sus
ojos azules rogaban en silencio por su aprobación.
—Tan malditamente hermosa. —Dijo Hammer roncamente mientras
él movía sus dedos hacia arriba para tomar la parte interna de su muslo—
Ahora contesta la segunda parte de la pregunta.
Ella jadeó suavemente, mirando a Hammer acercándose a sus pliegues
resbaladizos. Su mirada se movió hacia el rostro de Liam, ansioso y fuerte.
—Dinos qué piensas, amor. —La invitó Liam.
—Um… Señor. Él me está tocando, y tú estás mirando. —Raine
parecía como si buscara las palabras— ¿Te parece bien?
—¿Parecía molesto cuando Hammer te tocaba en el coche? —
Preguntó él.
—No, Señor.
—¿No te prometimos no pelear ni estar en desacuerdo?
La comprensión le inundó la mirada.
—Sí, Señor.
—Bien. Si piensas que aprenderás a someterte y abrirte sin que te
toquemos donde sea y en todos los lugares, Raine, estás loca.
—Oh. —Su exhalación llegó directo a su polla— Entonces… ¿Habrá
sexo, Señor?
—Esa opción no está fuera de discusión, pero depende de ti. Tu
comportamiento y progreso dictará nuestras decisiones.
El alivio y emoción le cubrieron el rostro a Raine, y un sentido de
triunfo de saber que los deseaba a los dos se metió entre sus venas. Sí, eso
significaba tener que compartirla con Hammer, pero acogió la oportunidad
de tocarla de nuevo. Estaba desesperado por ver cuán lejos podrían enviarla
en el placer.
—Ahora contesta la maldita pregunta. —Exigió Hammer— Si
tenemos que hacerla otra vez, saldrás de esa bañera directo a mis rodillas.
—Sumisión… bien…
Raine asintió y vaciló, claramente organizando sus ideas.
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Ella no abrió los ojos ni se encogió ni una sola vez. En ese momento,
les dio toda su confianza. Eso hizo que Liam ardiera mucho más.
—Lo has hecho muy bien, amor.
Le besó la frente.
—Gracias, Señor. Eso se sintió bien. —Ronroneó.
—Ahora levántate, preciosa. Es hora de afeitar esa pequeña franja que
te has dejado.
Hammer extendió la mano. Ella frunció el ceño.
—Pensé que sería divertido tenerla. ¿No te gusta?
—No.
—¿Por qué no? —La confusión le unió las cejas.
—Porque cuando pase la lengua por tu coñito, lo quiero desnudo. ¿Es
esa una buena razón para ti, preciosa?
—Oh. E- Está bien, Señor.
Raine se sonrojó y deslizó sus delgados dedos en la mano de Hammer,
levantándose como una diosa entre el agua. Su cabello largo y oscuro
goteaba sobre la parte baja de su espalda. Las gotas se mezclaban en sus
muslos. Tragando fuertemente, Liam pasó las manos por su fino trasero y
le tomó las caderas, manteniéndola estable.
Vió a Hammer verter una nube de espuma blanca sobre sus dedos
antes de pintar el oscuro vello púbico. La mirada del hombre se fijó sobre
el dulce coño a centímetros de su rostro. Liam no dudó que Macen quiso
deslizar sus dedos entre los sedosos pliegues de Raine y quedarse ahí. Las
fosas de Hammer se dilataron mientras pasaba la maquinilla sobre la
algodonada espuma.
—Qué coño más bonito, Raine. Tan suave y resbaladizo. Está húmedo
con algo más que agua. ¿Cierto?
Liam la sintió temblar. La calmó, acariciándole los muslos, rozando
las puntas de los dedos por la sensible piel detrás de sus rodillas.
—Contéstale, amor.
—Sí, Señor.
Raine se ahogó, sin poder mirarlos.
—Buena chica. No sientas vergüenza. Nos gustas excitada.
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—Gracias, Señor.
Ella la tomó de su agarre, y se inclinó para cubrirse el húmedo cabello
… dejando su cuerpo totalmente desnudo.
Bueno, diablos.
Liam casi envidiaba la tarea de Macen de buscar en su maleta.
—¡Apúrate, hombre! —Gritó él.
—Estoy en ello. —Gritó Hammer como contestación.
Raine intentó aguantar la risa, pero fracasó.
—¿Tienes algo que decir? —Le preguntó Liam agudamente.
Ella apretó los labios, suprimiendo su diversión.
—No, Señor. Disfruté mi baño. Espero que tú también.
—Zorra. —Le palmeó el trasero— Fuera de la bañera.
Respirando profundamente, tomó su mano y el codo para ayudarla a
salir. En el segundo que se paró en la acolchada alfombra al lado de la
bañera, la soltó.
—Hammer, ¿dónde estás con la ropa?
El hombre entró en el baño.
—Estoy justo…
Macen dejó salir un profundo suspiro, devorándola con la mirada de
pies a cabeza.
—Joder.
Hacia allá se dirigía todo esto, bien. Liam buscó en el mostrador y
tomó otra toalla, entregándosela a Raine.
—Sécate… vamos a salir por un momento. Tienes tiempo para
peinarte y maquillarte. Deja la puerta del baño abierta. No puedes tocarte.
—Sí, Señor.
Una sonrisa coqueta le adornó los labios mientras ella tomaba la toalla
y la abría. Suspirando temblorosamente, se giró y tomó a Hammer del
brazo.
—Vámonos.
Su viejo amigo no discutió. Dejó un puñado de encaje negro sobre el
mostrador, y salió de la estancia.
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—Sé que es difícil para ti, pero respeto lo que estás haciendo por
Raine.
Un par de respuestas feas le vinieron a la mente, casi de inmediato.
Liam las reprimió. La hostilidad no tenía lugar ahora. Si estaba siendo
sincero, por mas difícil que fuera ver a Hammer tocar a Raine, también
encontraba un gran consuelo por tener a su amigo de vuelta.
—Gracias. Busquemos algo de café. Una vez esté vestida, enviaremos
a Seth para que se asegure de que no use sus dedos para apagar el fuego.
—La mejor idea que has tenido todo el día. Porque este baño... —
Sacudió la cabeza— Fue un ejercicio malditamente difícil respecto al
control.
Liam sonrió.
—Cierra tu quejumbroso hocico y vámonos.
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Hoy todo había sido diferente, y Raine no pudo definir la razón. Sí,
habían acordado poner a un lado sus diferencias para ayudarla, pero su
compenetración no se sentía ahora como un compromiso forzado. Se sentía
como una camaradería, como si hubieran llegado a una cómoda
hermandad.
Cerrando el rímel de modo ausente, se acercó al espejo y vio su
apariencia. Estaba haciendo acopio de todo su valor para la cena. Los rizos
oscuros enmarcaban sus sonrojadas mejillas y llegaban hasta sus pechos.
Un brillo rojo iluminaba sus labios ligeramente hinchados.
En el espejo, vio lo mismo, pero todo por dentro se sentía en carne
viva, confusa, anhelante. Diferente. La necesidad que ellos habían
despertado respiró justo bajo su piel, yaciendo en espera de lanzarla de
nuevo en un doloroso deseo con la siguiente caricia de los dos. Era un
milagro que no hubiera suplicado por alivio.
¿Cómo sería pasar cada día entre ellos, envuelta en su cuidado, siendo
el centro de sus vidas? Sonaba ridículo… en gran parte porque lo era…
pero era su fantasía. De ningún modo pudo negar lo perfectamente feliz y
completa que la hacía sentir todo lo que habían hecho hoy. Mas valía
disfrutarlo porque probablemente no duraría.
—¡Raine, hora de cenar! —Gritó Seth desde las escaleras.
—Ya salgo. —Contestó ella, colocando el maquillaje en su sitio y
apagando su plancha rizadora de pelo.
En realidad no tenía hambre, pero cuando el atento Dominante la
había dejado hace unos minutos para ver la comida, Raine se dio cuenta
que no tendría mucho para pensar sola. Qué bueno saber que algo de este
día había sido predecible.
Raine salió del dormitorio, sus pies descalzos golpeteaban las
escaleras. El olor de algo delicioso flotó en el aire, y un pequeño gruñido
de su estomago la sorprendió. Como raro, no había comido casi en todo el
día… demasiado aturdida para comerse el gran desayuno que había
preparado y demasiado confundida para hacer algo más que mordisquear el
almuerzo.
La ansiedad y excitación hirviendo dentro de ella podrían tal vez
matar su apetito también para la cena. Pero si pasaba la noche rodeada por
Hammer y Liam, envuelta en su afecto, realmente no le importaría.
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—Además…
Liam deslizó su mano por el muslo femenino, con sus dedos cerca de
su sedosa tanga.
—Necesitas ahorrar energías.
La respiración de Raine se detuvo. Lo miró con cara interrogante. Él
la miró con ardor. Se removió en su silla, preguntándose cómo iba a lograr
soportar esta comida.
—Entonces, princesa. ¿Disfrutaste tu baño? —Le preguntó Beck con
una sonrisa perversa.
Estaba siendo un idiota. Le contestó con una dulzura empalagosa.
—Estuvo bien, Señor.
—¿Sólo bien? —La provocó Hammer mientras colocaba un rollo
crujiente en su plato.
se aguantó las ganas de lanzárselo.
—Bien. Adorable. Disfrutable.
Paseando los dedos a lo largo del brazo de Raine, Liam sonrió
mientras a ella se le ponía la piel de gallina.
—Yo diría que fue asombroso. Una experiencia digna de repetirse.
—Muy pronto. —Sonrió Hammer mientras llenaba el plato de ella con
pollo y arroz.
Los hombres comieron con gusto, y bebieron cerveza. Raine paseaba
la comida a través del plato y bebía su vino, el apetito que había tenido
hace unos minutos era ahora sólo un recuerdo.
¿Qué le traería los próximos días? Y, ¿cómo los sobreviviría? ¿Habrá
un orgasmo en el futuro?
—No sabía que tenías este lugar, Liam. —Dijo Seth ante tanto
silencio— ¿Vienes aquí mucho? ¿Esquías en invierno y vas al lago en
verano?
—Lo heredé el año pasado, pero espero visitarlo con más frecuencia.
Raine escuchó a medias hasta que Liam rozó con los dedos la seda
que le cubría el sexo.
Un arco eléctrico danzó a través de su cuerpo. Un dolor feroz le
siguió. Se aferró a la mesa.
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Maldición, había estado al borde todo el día. Había luchado por tener
un descanso. Un gemido le taponó la garganta y apenas pudo contenerlo.
—No estás comiendo, preciosa. —Le sonrió Hammer, con ojos
traviesos— ¿Pasa algo malo?
—No, Señor.
Bajo su mirada atenta, tomó un trozo de pollo y se obligó a masticar.
Liam le acarició el muslo, y se retiró de la mesa. Sin advertencia, la alzó
sobre su regazo.
—No estoy seguro de creerla. ¿Tú la crees, Hammer?
Raine tragó fuertemente, sintiéndose encendida y acalorada. Iban a
abrir sus pensamientos, y todo en lo que podía concentrarse era en las
caricias de ambos y sus ardientes miradas desnudándola, con el calor de
Liam cubriéndola y su acerada erección empujando su muslo.
—No. Ayudémosla.
Macen pasó los dedos por la pantorrilla de ella. Intentó no gemir.
Después de cortar un rollo humeante cubierto de mantequilla
derretida, Liam levantó un pedazo para animarla a que abriera la boca.
Cuando lo hizo, deslizó el bocado en su boca, sus dedos se detuvieron
sobre los labios de Raine, urgiéndola a que los lamiera hasta dejarlos
limpios. Su mirada oscura la mantuvo cautiva, y Raine se hundió. Él la
ancló en sus brazos fuertes, dándole tanto ternura como sexo rezumante. Se
aferró, chupando las yemas de sus dedos, sintiendo la sal de su piel.
Hammer movió su plato junto a Liam y se deslizó más cerca,
ocupando la silla de Raine. Mientras el calor de su cuerpo la asaltaba,
buscó en la ensaladera y sacó un buen trozo de pepino, cubierto de aderezo.
—Abre para mí, preciosa. —Le ordenó Hammer.
Mientras ella se inclinaba, con los labios abiertos, una gota de crema
le cayó en el hueco de su escote, salpicando la pálida piel. Los ojos de él
ardieron mientras colocaba el vegetal en su lengua.
Luego se inclinó y lamió la gota de aderezo de la piel de ella, con sus
labios rozando la curva de sus pechos hasta que mordió la turgente cresta a
través del encaje y chupó fuerte.
Liam se tragó el gemido de Raine al fundir sus labios sobre los de ella
y dominar su boca, enredando sus dedos en el cabello oscuro.
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—Sí, Señor.
¿Qué más podía decir? Sospechaba que querían comenzar el trabajo
para el que la habían traído aquí. Raine deseaba y necesitaba terminarlo.
Pero estaría mintiendo si no admitía que toda la idea la tenía terriblemente
nerviosa. Pero se negaba a decepcionarlos o a seguir existiendo como una
lisiada emocional.
Se mordió el labio mientras los veía irse.
—¿Cómo vas hasta ahora, princesa?
Beck se inclinó y puso los codos sobre la mesa.
—Estoy bien. —Oyó inestabilidad en su propia voz.
Seth negó con la cabeza, y miró a Beck con molestia.
—Comencemos otra vez, Raine. —Gruñó Beck con la voz en modo
Dominante— ¿Qué pasa detrás de esos lindos ojos azules? Estas aquí para
abrirte. Hazlo, pues.
Beck y Seth la miraron atentos, y no pudo evitar sentirse como un
insecto bajo un microscopio.
—No sé por dónde empezar. Tengo todos estos sentimientos y
preguntas… y todas estas ideas locas. Y todo esto me está desquiciando.
—Esos dos no te han dado exactamente mucha paz hoy para poder
pensar las cosas.
Beck sonrió.
—Por supuesto. Es a propósito.
—Claro. —Dijo Raine con cautela, rodando los ojos.
—¿Cómo esperabas sentirte? —Preguntó Seth.
—No lo sé. Todo ocurrió demasiado rápido esta mañana. Cuando
acepté su oferta, no tuve tiempo de visualizar mucho. Pero esto es como un
sueño. Sigo esperando despertar y encontrarme miserable y sola otra vez.
Porque cuando estoy con ellos, todo está bien en mi mundo.
—Así es como debe sentirse. —Le sonrió Seth— Haz tus preguntas.
Un millón de ellas le rondaron por la cabeza.
—No sé exactamente por qué están haciendo esto. Me han dicho lo
que creen que quiero oír, pero… Liam me dice que me ama, y creo que
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—Detente ahí. —Exigió Seth— Eso fue por mano de ellos y problema
de ellos. Concéntrate en ti por un minuto. ¿Cómo te hace sentir estar con
los dos?
—Centrada por primera vez en mi vida. Segura. Protegida. Feliz.
Sacudió la cabeza, aún buscando las palabras correctas para
expresarse.
—No me malinterpretéis. Cada mirada, cada caricia y cada susurro me
tomaron por sorpresa. Pero con ellos es tan perfecto. No quiero renunciar a
esto jamás. Juliet debió ser la mujer más afortunada del mundo.
—No me lo parece. Ella tenía problemas.
Seth hizo una pausa. Su rostro reflejó algo de amargura.
—Diablos, ella era el problema.
—¿No te caía bien? —Eso sorprendió a Raine.
Hammer había amado a Juliet lo suficiente para llorarla durante
años… a su modo. Liam… no estaba segura exactamente de lo que sentía
por esa mujer.
—No mucho. —Seth no lo dudó al contestar— Ella no tenía temple.
No como tú.
—Algunas veces, tengo demasiado. —Farfulló Raine y miró culpable
a Beck.
El doctor sólo se rió.
—Eso en verdad es algo bueno, princesa. Créeme.
—Lo necesitarás con esos dos. —Dijo Seth— ¿Qué quieres obtener
con esto?
—¿Qué quiero de esto? —Al ver a ambos hombres asentir, suspiró—
Empecé esto para crecer, aprender a abrirme con alguien y no intentar
protegerme todo el tiempo.
—Estás siendo bastante malditamente sincera ahora. —Señaló él.
—Porque no puedo volver a ser miserable. Y no te ofendas, pero
contigo puedo hablar porque no tengo el corazón involucrado.
—No te preocupes. —Beck se encogió de hombros.
—Además, supongo que os dejaron aquí como mi grupo de apoyo.
—Chica lista. —Dijo Seth.
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Capítulo Quince
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Sobre todo, tenía que dejar de temer que jamás sería lo que ellos
deseaban y comenzar a aprender cómo ser todo lo que ambos necesitaban.
Mientras se mordisqueaba una uña, el clic del pomo de la puerta la
detuvo de golpe. Girándose ante el sonido, contuvo el aliento. Su corazón
trastabilló.
Hammer y Liam entraron en la habitación.
Que comience el juego…
Cerraron la puerta en un susurro y caminaron hacia ella, quedando
cerca por sólo unos centímetros. Casi al unísono, unieron las manos detrás
de la espalda y sus miradas se volvieron más vivas mientras cuadraban los
hombros. Sus rostros tenían expresiones solemnes similares. Un sentido
total de su orden rodó por la estancia, deslizándose por el cuerpo de ella. Su
respiración se detuvo y tembló.
Sus Dominantes… al menos por ahora… estaban unidos.
—Me alegra… —los labios de ambos estaban apretados con
desagrado, y se detuvo a mitad de la frase.
Sí… de rodillas.
Raine tragó fuertemente, y se arrodilló sobre la alfombra.
Descansando el trasero sobre sus talones, miró otra vez a los hombres que
amaba, y luego bajó la mirada hacia el suelo. El aire frió giraba sobre los
hombros de Raine mientras las puntas de cuatro mocasines italianos
entraron en su campo de visión. Esperó, con el cuerpo tenso. La
vulnerabilidad y el anhelo la invadieron. ¿Qué veían? ¿Qué pensaban? ¿Por
qué no decían o hacían algo? A pesar de la preocupación y la
incertidumbre, una alegría que solo había experimentado una vez, aquí en
la cabaña con Liam, resurgió. El sentido de lo correcto, que tan familiar
parecía con ellos, la cubrió.
—Qué vista tan adorable. —La elogió Liam, pasándole los dedos por
el cabello— Gracias por recordar nuestras instrucciones. Nos enorgulleces.
—Muy linda, preciosa.
Hammer le apretó un hombro. Ella respiró con alivio y se sonrió a sí
misma.
—Gracias, Señores.
Luego Raine se mordió el labio. ¿Debería hablar? Jamás le dijeron que
no podía, afortunadamente. No quería la mordaza de Hammer para nada.
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Hammer pasó las uñas sobre la piel sensible bajo el brazo de ella.
—Por un centímetro.
—Un centímetro… un centímetro muy importante. —Resopló ella.
—Exacto. —Liam la besó suavemente en los labios— Espero poder
sentir cada centímetro de tu cuerpo otra vez.
—Yo también. —Hammer le mordió una oreja.
Se le detuvo la respiración. Si hubiera tenido puesta ropa interior, ésta
se hubiera derretido. Aunque estaba fija en la cruz, Raine se preguntó
cuánta más tortura sensual tendría que aguantar antes de gritar. Casi
preferiría hablar.
—Ahora que estás linda así, atada, vamos a hacerte unas preguntas. —
Le dijo Liam— Las contestarás una a una.
Eso la puso nerviosa; Hammer era normalmente el más exigente de
los dos.
—Te daremos a escoger. Podemos hacerlo del modo fácil… —Él
miró a Liam.
Con una sonrisa, se inclinó hacia su pecho y lamió un pezón con una
caricia provocadora, y luego lo chupó por completo. Sintió el corrientazo
hasta el clítoris y jadeó, sorprendida.
—O lo podemos hacer de la manera difícil.
Hammer le sonrió apretadamente y se agachó de nuevo sobre la caja,
sacando una unidad de reanimación de shock.
Los ojos de ella se abrieron. Había visto a una sumisa saltar, retorcerse
y gritar pegada al artefacto eléctrico. También había visto sumisas
gimiendo y suplicando poder correrse. Todo depende de dónde se
colocaban los electrodos y cuán intensos eran los pulsos proporcionados
por el Dominante.
Raine no se hizo muchas ilusiones; Hammer no conocía exactamente
su cuerpo, pero sabía qué hacer con el equipo. No tardaría mucho en
averiguar cómo obtener la reacción deseada.
Macen dejó la habitación por un breve segundo y regresó con una silla
plegable, la cual abrió exactamente junto a ella. Pero él no se sentó, sino
que dejó el equipo sobre ella, a un alcance fácil. Pegó un parche a su
desnudo pubis, y luego otro justo sobre el clítoris.
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Raine arrugó la frente. Había huido. Cuando volvió les había dicho
una decisión que le cambiaria la vida: quería aprender a abrirse. ¿Y esto es
lo que quieren saber?
—Um… sí. En el tercer grado. La Señora Denton.
Hammer la recompensó con un acaricia sobre su pecho, con un pulgar
a través de su pezón, y un beso caliente justo bajo su oreja.
—¿Estás cómoda teniendo a Beck y Seth con nosotros aquí?
—Sí, Señor. —Pudo decir, a pesar de la distracción— Con ellos puedo
hablar con facilidad.
—¿Por qué?
Liam le acarició el muslo, y después deslizó sus dedos por la curva de
su trasero.
—Porque…
Concentrarse con las manos de ellos sobre su piel desnuda era un poco
más que desafiante.
—… ellos no esperan nada. Sólo escuchan y me aconsejan.
—Estás haciendo un buen trabajo, Raine.
Liam se inclinó sobre su pezón y lo atrapó con la boca. Mientras
chupaba fuertemente, Hammer jugaba con el otro.
—¿Cuál es tu helado favorito?
—Caramel Caribou.
Liam arrugó la frente, retirándose para mirarla.
—¿Qué diablos es eso?
—Otro artículo de primera necesidad que hay que tener a mano en esa
época del mes. —Bromeó Hammer— Después de la migraña, se vuelve
adicta al dulce.
—No es verdad. —Protestó ella.
—Oh, ¿no lo es? —Hammer buscó el equipo.
—Está bien, tal vez sí. —Se apresuró a decir Raine— Sí, me gusta el
helado, Señor.
Hammer se rió y su mano se alejó del aparato.
—Dile qué tiene el helado.
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Vio amor en sus ojos. Estaba ahí, tal como Beck le había jurado. En
ese momento, no importaba si Hammer podía decirlo o no, lo veía, lo
sentía, y se embelesaba en ese amor, y se llenó con cada gota de él.
¿Cuántos años había vivido convenciéndose de que no le importaba a
Hammer? ¿De cuantas maneras había intentado llamar su atención porque
simplemente no se lo preguntó?
Tanto tiempo perdido, tanta energía perdida y tanto dolor innecesario.
Era demasiado tarde para cambiar el pasado. Todo lo que podía hacer era
seguir adelante, sabiendo ahora que tenía su amor. Y que si quería que esta
conexión creciera, tenían mucho que hablar.
Los suaves labios de Liam le cubrieron las mejillas, la nariz, la boca.
Al mirar sus suaves ojos marrones, sintió su compasión y devoción. Él
jamás dejó de creer en ella, jamás dejó de intentar abrirla, jamás dejó de
sumergirla en su amor.
No supo cómo era posible, pero Raine se estaba enamorando más de
estos hombres.
—Lo estás haciendo fantásticamente.. —Murmuró Liam— Te
tenemos. Estás a salvo. Sigue siendo valiente. No vamos a irnos a ningún
lado.
Sorbió y asintió mientras él extendió la mano y le secó las lágrimas
con el pulgar.
—Estamos muy orgullosos de ti. —Agregó Hammer— Sabemos que
no es fácil. Es difícil para nosotros también. Pero hasta que no abramos
todas las heridas y saquemos lo que hay adentro, no podemos comenzar a
ayudarte a sanar.
—Lo sé. —Asintió Raine mientras se desplomaba contra la cruz.
Tenía que revolver su pasado si iba a abrazar su futuro. Ahora que
sabía que podía ser fuerte partiendo de la incesante ternura de ellos y su
comprensión, podía continuar.
Liam le acarició los labios. Mirándolo a los ojos, Raine pudo ver que
algo fuerte pesaba en su cabeza. Recordando los modos en que había
esquivado sus preguntas en el pasado, lo que él le preguntara, se lo
contestaría con toda sinceridad. Se lo debía.
—Cuando te traje aquí por primera vez, hablamos de tu padre. O más
bien, te pregunté, y me diste una versión editada de los hechos que
básicamente me dijo casi nada. Si me hubieras dado toda la verdad, te
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—Está bien.
—¡Claro que no lo está! —Se puso de pie y miró a Hammer con
rabia— ¿Traicionaste mi confianza y no me lo dijiste por seis putos años?
Él se levantó y le tomó una muñeca, acostándola de nuevo entre ellos.
—Cuida tu maldita boca. Las tomé para protegerte, de modo que
pudiera tener algo que mostrarle a la policía si venían buscándote. Han
estado en mi caja fuerte todo este tiempo, y solo se las mostré a Liam
porque uno de nosotros necesitaba llegar a ti. No era yo, así que él
necesitaba saber contra qué demonios luchabas. Cúlpame y ódiame todo lo
que quieras. No cambia lo que hice. Tomaría de nuevo la misma decisión.
Algo entre sinceridad y decisión llenó su rostro. Raine cerró los ojos.
Lógicamente, veía su punto, pero eso no dejaba de dolerle.
—No quería que nadie me viera así. Quería que olvidaras eso. Jamás
quise que Liam lo supiera.
Intentó enrollarse y esconder el rostro.
—Por eso fue que vagué por las calles durante dos días antes que tú
me encontraras. Apenas alguien me veía, huía. Para cuando me encontraste,
tenía mucho dolor. Pensaba irme al día siguiente, pero…
Tanto él como Liam la abrazaron, sin dejarla esconderse. Sintiéndose
otra vez como esa niña asustada, desnuda y derrotada, dejó de luchar.
—¿Podríais dejarme sola?
—No, preciosa. Jamás olvidaré, y si querías que Liam lo supiera o no,
él merece todas tus verdades. Las buenas, las malas, las feas. ¿No te lo
había dejado claro ya?
Sí, lo había hecho. Raine no pudo hacer más que asentir.
—Esto no hará que él te ame menos, pero hasta que comiences a
creerlo, siempre querrás enroscarte, cerrarte y esconderte. No lo vamos a
permitir más.
La voz de Hammer era calmada, pero seria.
—Exacto. No volverás a esquivar nunca más mis preguntas. —
Prometió Liam— Y no renunciaré a ti. Si aún lo estás pensando, no lo
hagas.
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Capítulo Dieciséis
Hammer miró los suplicantes ojos azules de Raine. parecía más frágil
de lo que había visto en años, pero el valor que había mostrado al asumir su
tarea y compartir sus peores miedos revelaba tal fortaleza. Y compromiso.
Esta noche, había llegado mucho más lejos de lo que esperaba. Y lo había
asombrado.
Verla acostada frente a él con el alma expuesta, le hinchó el corazón.
Irradiaba una necesidad de confirmación, y Hammer ansiaba dársela. Se
merecía un premio. Pero maldito fuera si su polla no palpitaba también
exigente.
—Te has ganado un beso y mucho más, preciosa. Pero no aquí. De
vuelta en tu habitación.
—Exacto, amor. —La elogió Liam— Será un placer besarte.
La manera en que les sonrió le infundió a Hammer más poder del que
podía recordar y le llenó los pulmones hasta que se sintió listo para estallar.
Ser parte de su progreso (verla florecer) le dio un sentido profundo de
cumplimiento.
Liam y él intercambiaron una mirada, y luego la tomó en sus brazos.
Liam abrió la puerta, y regresó para apagar las velas antes de seguirlos por
el largo pasillo, hasta la habitación principal.
Las lámparas de pared en cada lado de la cama brillaban. La luz
ambiente iluminaba el cobertor de seda dorada. Liam se adelantó y bajó la
montaña de almohadas de la cama con un amplio movimiento de su brazo.
Tendría que recordar agradecerle a su viejo amigo después. Ahora no
había tiempo.
Hammer bajó a Raine sobre la cama y la cubrió con su cuerpo. La fijó
al colchón con una rodilla entre las piernas, la tomó de la nuca, y estampó
sus labios sobre los de ella, tomando una posesión total.
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Bajo él, ella se arqueó y gimió, lanzando sus brazos alrededor del
cuello de él (abierta y acogedora) mientras se tragaba toda el hambre de
Hammer y se la devolvía multiplicado por diez.
Perdido en el dulce mar de su boca, Hammer casi no notó los sonidos
de ropa moviéndose en el fondo… hasta que Liam apareció a su lado,
besando el hombro de Raine hasta llegar a su brazo. Estaba desnudo de la
cintura para arriba.
Después de una caricia más dentro de la boca de ella, Hammer se
alejó. Raine no era sólo suya, y no podía acapararla. Además, quería tener
la oportunidad de presionar su piel desnuda contra la de ella también.
Levantándose, Hammer se quitó los mocasines, mirando a Liam
colocando a Raine bajo él. El hombre presionó su frente contra la de ella.
Compartieron un suspiro, un momento silente y suspendido. Hammer los
había visto juntos antes, pero ahora florecía una nueva intimidad. Casi
podía ver lo desnuda que ella había dejado su alma.
—Estoy desesperado por tocarte, amor. —Murmuró Liam mientras
retiraba el negro cabello del rostro de ella.
Raine se aferró a él, tomándolo por los hombros, y deslizando sus
manos hasta llegar a su cabello.
—Por favor.
Liam tomó la barbilla de Raine y se inclinó hacia sus labios. Su beso
de algún modo fue crudo y tierno a la vez. Hammer no pudo ignorar la
devoción que fluía entre ellos. Había estado totalmente contra ellos al
principio… y ahora no podía negar que Raine había crecido inmensamente
porque Liam había hurgado y exigido que saliera de su caparazón.
Diablos, casi había caminado sobre fuego por ella. Y ella finalmente
respondió dándole a ambos el don de ver a la impresionante sumisa bajo su
piel. Pero Raine también había sido buena para Liam. Jamás había visto a
su amigo tan centrado, tan comprometido… tan enamorado.
Hammer cubrió la alfombra con sus prendas, y volvió a la cama,
deleitándose en la vista de Liam y Raine juntos. Tal vez debería molestarlo,
pero sabía que ella nunca le había dado menos de sí. Ella escaló una
montaña emocional por ellos esta noche.
Por mucho que odiara admitirlo, Hammer no estaba seguro de poder
manejar tanto progreso con ella así de rápido si hubiera trabajado solo.
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Sabía que Liam no podría; por eso fue que le tuvo que quitar el collar.
Si ambos en realidad tenían una parte del corazón de ella, entonces no
serviría trabajar por separado para completarla.
Raine se aferró al cuello de Liam cuando comenzó a alejarse.
—No me dejes.
—No me voy a ningún lado.
Le prometió, apoyándose junto a ella en un codo.
—Ambos estamos aquí.
Hammer se acomodó al otro lado del cuerpo de ella, presionando de
nuevo sus labios contra los de ella. Él cerró los ojos, y ella puso su pequeña
mano sobre el pecho de él. Él gruñó. Tan dulce. Y cuando la miró a los ojos
de nuevo, ella sonrió con el alma. Maldita sea, la chica siempre le había
tocado el corazón, pero ahora podía sentirla sosteniéndolo, apretándolo,
alimentándolo.
—Tan hermosa. —Dijo Liam con voz gruesa antes de tomar su boca
de nuevo y acunarle un pecho, rozando el pezón duro y rosado con el
pulgar.
Algo entre un gruñido y un jadeo salió de la boca de Raine. Su cuerpo
tembló. Tan real, tan delicada, tan dispuesta… Hammer le cubrió el cuello
de besos, y luego arrastró sus labios hacia abajo, lamiendo sus pechos
llenos.
—Eres preciosa. —Susurró contra su piel.
Los ojos de Raine se cerraron, y la expresión de dicha total llegó
directamente a la polla de Hammer. Ella se arqueó y su pezón le rozó los
labios. Joder, quiso chuparla y comérsela entera, oírla gemir, sentirla
arañarlo, pidiéndole más. Con un suspiro tembloroso, apenas pudo
contenerse.
Vio a Liam observando, compuesto, tenso. Pasó su pulgar sobre el
otro pezón otra vez. Otro grito femenino de Raine estalló. Hammer se
aferró a su cordura con las uñas.
—Si quieres más que un beso, dilo.
—Usa lo que te enseñamos hoy. —Le apoyó Liam.
Raine abrió los ojos de par en par. Su mirada se movía entre los dos
hombres.
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—Así es, preciosa. Chúpalo hasta el fondo. Tan linda. Joder, no puedo
esperar a sentir tu boca.
Necesitando acercarse más, la tomó por la nuca, ahogando un gruñido
al verla tomar a Liam más profundamente.
—Sí, así es. Adora su polla, Raine. Toma todo lo que te dé.
—No la estás ayudando, idiota.
Liam se estremeció al embestir más hondo y más rápido por un
dichoso y tormentoso segundo. El sudor perlaba su frente mientras jadeaba
y se alejaba.
—Necesito un minuto.
Hammer quiso reírse, pero la necesidad que burbujeaba dentro de él
gritaba por sentir la lengua de ella trazar su cresta sensible, acunando su
polla. Mientras Liam jadeaba buscando aire, Hammer tomó la melena
femenina y giró la cabeza de Raine hacia él.
Mirando a la mujer que protagonizaba sus sueños, se embelesó con
sus pezones duros y oscurecidos. Su piel cremosa brillaba con un matiz
rosado de excitación. Húmedos e hinchados, sus labios casi rogaron por ser
follados. Necesitó hasta la última gota de su fuerza para no bombearle la
boca como un animal. Quería lo que Liam acababa de sentir. El deseo, sí.
Pero también la conexión. La plenitud. Jodidamente necesitaba eso.
Mientras Hammer miraba a Raine, los grandes ojos azules de ella
dijeron las palabras silentes que él había anhelado oír por una eternidad.
Te doy mi alma, Señor. Soy tuya.
También soy tuyo, preciosa. — Prometió él.
Apretando su mandíbula, Hammer respiró roncamente, y deslizó su
goteante cresta sobre sus labios.
—Abre esos lindos labios y muéstrame cuánto quieres complacerme.
—Sí, Señor.
Raine deslizó su lengua sobre su labio, accediendo a su ofrecimiento.
Un gruñido rompió el pecho de Hammer. Ella lo estaba matando, y ni
siquiera había comenzado.
Su mirada jamás cedió mientras él envolvía su ansiosa erección con
un puño. Ante la corriente de aliento que salió de la boca de Raine sobre la
cabeza sensible, saltó, y se adentró en la dispuesta boca.
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Con cuidado rodó hacia su lado de la cama, se puso de pie, con las
piernas aún temblorosas, y se abrochó el pantalón. Oyó a Hammer hacer lo
mismo antes de salir por la puerta. En la entrada de la habitación, ambos la
miraron por última vez. La oscura melena de Raine salpicaba la almohada
blanca por completo. Se veía pequeña y vulnerable, casi como si la enorme
cama se la fuera a tragar.
Con una sonrisa leve, Liam bajó las escaleras, con el cuerpo aún
zumbando con las sensaciones de la suave boca de Raine envolviéndolo.
Después de pasar el día con la polla tan dura como para clavar puntas en el
cemento, la vieron llegar al clímax de un modo tan hermoso entre sus
manos. Bajo su control. Había hecho acopio de todo su control para no
follarle la boca como un salvaje y disparar su semilla por su garganta en
dos segundos. Saber que Hammer sufría en la misma medida había
ayudado.
Ninguno dijo una palabra mientras entraban en la sala de estar. Ante el
gabinete del licor, le pasó a Hammer una botella de tequila mientras Liam
aceptaba el whisky que su amigo le ofrecía. se conocían bien, y a Liam le
reconfortaba eso.
Después de servir sus bebidas, se sentaron en dos sillones frente al
crepitante fuego, cada uno tomándose unos momentos en silencio para
reflexionar. Él miró a las llamas, y giró su atención a los ventanales a lo
largo del frente de la cabaña. Contemplando la gran vista, vio el matiz
algodonado de la luna que escondía las montañas cubiertas de nieve.
—Por un trabajo bien hecho.
—Por los buenos comienzos. Dea-shláinte.16
Liam levantó su vaso. No pudo evitar sonreír, mucho antes de bajar un
buen trago. Después de tragar ferozmente el alcohol, regresó a su silla,
contento por un momento.
—Lo hicimos. Llegamos a Raine.
—Y logramos dejar los celos de lado por un día entero. —Dijo
Hammer despacio.
Liam asintió. Y… ¿no se sentía en shock? Aunque no podía mentirse
a sí mismo; las primeras millas en el coche habían sido insoportables.
Mientras Raine les había seguido, escuchándolos, obedeciéndoles,
excitándose… de algún modo no había pensado mucho en sus celos.
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—No me vuelvas a dejar fuera, Macen. Hubiera estado ahí para ti.
Aún lo estoy, maldito idiota.
—Lo sé, hombre. Gracias.
Hammer lo apretó en un abrazo fraternal y lo palmeó en la espalda.
—¿Y ahora nos medimos las pollas? —Preguntó Liam— Porque la
mía sigue siendo más grande que la tuya.
—En tus putos sueños. —Se rió Hammer.
—Ves, te dije que son unos idiotas. —Refunfuñó Seth mientras él y
Beck entraban en la sala.
—Incluso están hablando de sacudírsela y compararse.
—Obviamente, no hay nada malo con su tamaño o su atractivo. Creo
que todos los que viven en la montaña oyeron los gritos de Raine. —Sonrió
Beck.
Liam y Hammer intercambiaron una petulante mirada de orgullo.
—Lo cual nos lleva a mi siguiente pregunta.
Seth gruñó y ajustó el bulto bajo el cierre de sus pantalones.
—¿Hay alguna mujer disponible en esta altitud olvidada de Dios?
—Oh, vete a la mierda. Hay un frasco de loción bajo el lavamanos de
tu baño. Ten un buen rato con tu mano.
—Sólo háztelo con silencio. —Le ordenó Hammer.
—Y límpiate bien después. No quiero que Ngaire tenga que limpiar lo
que tú riegues. —Se rió Liam.
—¿Supongo que vosotros dos os follasteis a Raine a la vez? —
Preguntó Beck con una sonrisa lujuriosa.
—Pervertidos. —Resopló Hammer— No la follamos. La premiamos
por un buen trabajo.
—Como si fuera de tu maldita incumbencia. —Gruñó Liam.
—Bueno, técnicamente lo es. Nos trajisteis a esta montaña para
ayudar, así que… sí, necesitamos saber si le disteis un buen premio o uno
asombroso. Por el tono de los gritos, diría que definitivamente fue
asombroso. —Les sonrió Seth— Quisiera haber podido verlo.
—Cierra la puta boca y toma un trago. —Refunfuñó Hammer—
Hemos tenido un increíble avance que vosotros debéis conocer.
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—El puto enfermo mató todo lo que ella ansiaba. Sus sueños, las
mascotas que quería… el hijo de puta necesita una muerte lenta y dolorosa.
Y me encantaría ser el que se la diera.
Liam sintió hervir otra vez su ira.
—Haz fila, hombre. Estoy contigo en eso. —Afirmó Hammer con la
mandíbula apretada.
—Suena como que va a necesitar la primera parte de la tarea de
mañana mucho más de lo esperado.
La mirada en el rostro de Beck revelaba más profundidad en su
preocupación. Liam había sentido desdén por Beck casi desde el primer
día. Él había notado la amistad entre el Dominante tatuado y atrevido y
Hammer desde el minuto en que llegó. Le envenenó la sangre que otro
estuviera más enterado de las cosas de Hammer en un nivel más que
superficial. Le irritaba que el resentimiento lo hiciera sentir como una niña.
Pero después del día que habían pasado trabajando con Raine, le había
tomado algo de aprecio. Y el mismo Liam tenía un nuevo entendimiento;
Hammer y él aún compartían un lazo más profundo que una hermandad.
Mucho más profundo de lo que Beck o cualquier otro pudieran imaginar.
—Suena como si ella hubiera necesitado lo que vosotros dos tenéis
que ofrecerle por un largo tiempo.
Seth bebió un trago de whisky con un siseo.
—Me alegra que no nos hayan hecho sacar las tablas.
—Ese era el último recurso. —Se rió Beck— Ellos intentarían
metérnoslas por el culo.
Seth resopló.
—Buena suerte con eso.
La retahíla de insultos siguió por unos minutos más antes de que todos
se centraran y volvieran a los asuntos serios. Discutieron la estrategia y en
conjunto acordaron un plan de acción. Uno por uno, los otros hombres se
fueron a la cama mientras Liam permaneció sentado frente a los leños
consumidos. Pensando en todo lo que una vez tuvo con Raine, rezando
poder tenerlo de nuevo… pero mejor que antes. Podía ver un futuro muy
claro con ella, y lo ansiaba hasta el fondo de su ser.
Dejando su vaso vacío en la mesa de al lado, pensó en Hammer. No
quería concentrarse en lo mucho que ambos amaban a Raine. Pero era un
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Capítulo Diecisiete
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Raine se rió.
—¿Y si quisiera eso?
—Caprichosa exigente.
Hammer sacudió la cabeza con fingida preocupación.
—Una muy bonita. Pero tendremos que hacer algo con esa boca
descarada.
Los ojos de Liam brillaron traviesamente mientras la recorría con una
mirada hambrienta.
—He sido una chica muy mala. —Bromeó ella.
Sus caricias serían una grandiosa manera de despertarla, y si viniera
un orgasmo incluido, mucho mejor.
Raine no pudo ignorar sus miradas calientes fijas en ella. Con una
sonrisa seductora, se estiró, arqueando la espalda… y empujando sus
pechos desnudos hacia ellos. Sus piernas se abrieron, y las miradas de
ambos hombres se fijaron de inmediato en su sexo. Una estimulante
sensación de poder la llenó. Podría arrodillarse y llamarlos “Señor”, pero
definitivamente sabía cómo llamar su atención.
Una sonrisa grande se extendió sobre su rostro.
—Mírala, tan arrogante. —Dijo Liam desafiante, pero su voz sonaba
más ronca de lo normal.
Los ojos de Hammer se oscurecieron.
—Eso veo. ¿Necesitaremos comenzar la mañana recordándote quién
tiene el control?
¿Por favor?
—Lo que consideren mejor, Señores.
—Esa es una forma increíble de manipulación.
Hammer la miró casi impresionado.
—Puedo ver que voy a tener que mejorar mi juego y mantenerme en
mi puesto.
Ella parpadeó, con las manos sobre el estomago justo debajo de sus
senos, subiéndolos.
—¿Qué? Solo me ofrecí para lo que les pueda complacer.
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Él tomó más cuerda y le tendió a Liam otro trozo. Juntos, ataron sus
rodillas, y aseguraron la seda alrededor de sus tobillos y la ataron a la mesa.
Hammer revisó su circulación en su lado. Liam hizo lo mismo con una
sacudida de cabeza.
—Pudiste habérmelo dicho, hombre.
—Lo intenté, terco imbécil. No me escuchabas.
Hammer se puso serio otra vez y la fijó con la mirada.
—Una cosa más me preocupa, Raine. Entiendo por qué sentías que no
podías hablar con Liam después de que te quitara el collar. Pero, ¿por qué
no acudiste a mi?
—¿Para decirte qué? No podía pedirte que arreglaras mis problemas,
Macen. Me preocupaba que si iba a verte termináramos… —Ella cerró los
ojos, luciendo tensa e incómoda— En la cama, y que no tuviera la fuerza
de decirte no. Luego vosotros dos hubierais pensado que te había buscado
para vengarme con sexo. Eso es incluso más feo, y no quise eso.
—Yo casi que esperaba que lo hicieras. —Admitió Liam— Pero me
alegra significar para ti lo suficiente para que rechazaras la idea de
seducirlo sólo para lastimarme.
—Jamás quise lastimarte. —Le juró ella, y luego miró a Hammer
suplicante.—O a ti. Lo último que querías oír era a mí llorando por Liam.
Además, pensé que sin mí ahí, vosotros dos podríais arreglar vuestra
amistad. No quise estar más entre vosotros.
A Hammer no le gustaba su punto… pero lo entendía.
—Mírame. —Él no dijo nada más hasta que lo hizo— No importa qué
ocurra en tu vida, Raine, si necesitas algo, siempre quiero que vengas a mí.
—Pero tú no podías arreglar esto, Señor. Nadie podía. —Miró a Liam
con remordimiento— Fue por mi propia mano.
—No tienes idea de lo que soy capaz, preciosa. Así que no te imagines
que no podría haber ayudado. No me diste una puta oportunidad.
—En realidad a mí tampoco me la diste. Simplemente te fuiste,
incluso después de decirte que no huyeras. —Señaló Liam— ¿No creíste
que nos preocuparíamos por ti?
—Pensé que tal vez sí. —Confesó ella suavemente.
—¿Tal vez? —Ladró Hammer.
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—Por eso fui con Beck. Le dije que os dijera que estaba bien.
—¿Y pensaste que Beck debería ser tu mensajero en vez de llamarnos
tú misma?
Liam la miró ardiente.
—¿En serio pensaste que no te estaríamos buscando como locos?
Maldito infierno, estábamos fuera de quicio.
—Lo sé.
Ella se estremeció, y Hammer pudo ver la preocupación en su rostro
de nuevo.
—Os vi. Estaba en el coche de Beck, y vosotros ibais entrando al
hospital.
La mandíbula de Hammer palpitó y luchó como el infierno para no
perder la calma.
—¿Y no lo hiciste detenerse? ¿Girarse y llamarnos?
Liam miró a Hammer con ira, y Hammer imaginó que no estaba
haciendo un buen trabajo escondiendo su ira.
—Necesitaba más tiempo para organizar mis cosas. No estaba lista
para hablar con ninguno de vosotros. Pero tomé mi teléfono casi cien veces
para llamaros. Extrañaba oíros. —Sorbió— Os extrañé
—Entonces no nos hagas pasar por eso nunca más. —Le exigió
Liam— Dinos que te quedarás y lucharás y enfrentarás los problemas
cuando las cosas se pongan difíciles.
—Dilo. —Hammer se inclinó sobre su rostro, con los dientes
apretados.
Liam se acercó a su oído.
—Queremos oírlo, Raine. Prométenos que jamás volverás a huir.
Ella vaciló, aparentemente luchando con sus pensamientos. El miedo
se apoderó de su expresión, y luego se compuso, buscó valor y asintió. La
multitud de emociones lo dejó en trance. Su triunfo se elevó.
—Está bien. —Ella susurró— Prometo no huir de nuevo.
Hammer sintió que la tensión abandonaba su cuerpo. Suspiró de
alivio. Liam la besó en la frente y le acaricio la mejilla con la nariz.
Hammer le besó el hombro, el cuello y los labios por un breve momento.
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Capítulo Dieciocho
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A medida que el día avanzaba, Liam luchaba con el ácido que hervía
en su vientre. Con una sonrisa controlada firmemente en su sitio, se las
arregló para soportar hasta el almuerzo. Incluso Raine y Hammer habían
estado tan apagados, tan callados que fue fácil permitir que Beck y Seth
intentaran aligerar el ambiente. Hammer no había follado con Raine, así
que podía estar agradecido por esa pequeña misericordia. Si Macen lo
hubiera hecho, Liam lo hubiera escuchado cuando paseaba en su habitación
junto a la de ella.
Después del almuerzo, él sobrevivió la caminata con Hammer y Raine
en la nieve recién caída, dándoles sonrisas forzadas y monosílabos. Liam
esperaba que respirar el aire gélido enfriara su creciente ira o que
contemplar la belleza del invierno pudiera adormecer su dolor. Pero la
presencia de Hammer solo sirvió para agregar combustible al fuego lento
dentro de él. Él había tomado la mano de ella, sabiendo que su “amigo”
sostenía la otra. Eso agregaba más chispa a su fuego.
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—Adelante. Has querido decir algo al respecto todo el día. Así que
sácalo de tu pecho y ya. —Ladró Hammer antes de vaciar su vaso de
tequila de un sorbo.
—¿Qué putas hay que decir, Macen?
—Dímelo tú. Eres el que está sentado cerca a la chimenea haciendo
pucheros como una perra.
La frase condescendiente de Hammer, junto con la expresión
compasiva, hizo que el temperamento de Liam se elevara hasta el techo.
Todos los lamentos que se había tragado desde que había tomado a Raine
como suya se elevaron hasta su garganta como bilis, a la espera de explotar.
—Tú eres la perra aquí, Hammer. Pero te tengo que reconocer, que
casi ganaste. —Le espetó antes de brindar falsamente— Salud por ti.
—¿Ganar en qué? —Gruñó Hammer mientras se giraba en su silla.
Una vez frente a frente, Liam podía ver la confusión bajo la mirada
estrecha de Macen.
—En joderle totalmente la vida a Raine. —Dijo Liam— No te bastó
con retrasar su crecimiento emocional por años encerrándola en tu torre de
marfil. También tenías que lucirte intentando embarazarla, cretino egoísta.
—¿Qué? —Rugió Hammer mientras se levantaba— Eso no fue lo que
pasó y maldita sea que lo sabes bien.
—Está bien. Respiremos todos. —Ordenó Seth mientras se colocaba
entre ellos intentando en vano separarlos.
Estrellando su vaso sobre la mesa, Liam se levantó de su silla.
Ansioso por estar frente a frente con el hombre que solía ser su mejor
amigo, cuadró los hombros y apretó los puños.
—¿Disfrutas haciendo de Raine la sustituta de Juliet?
—Que… —Chilló Hammer— Necesitas controlar tus malditos celos,
Liam, y pensar sobre lo que estás diciendo. Si Raine hubiera estado
embarazada de ti, ella también lo hubiera deseado. Eres más inteligente
para portarte como un estúpido, imbécil.
—Tiempo fuera. —Bramó Seth, mirando airado primero a Liam y
luego a Hammer.
—¿Celos? Mírate en un maldito espejo. Apenas le mostré el mínimo
interés a Raine, de repente te me lanzaste como un perro rabioso.
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—Acepté hacer esto con vosotros con sólo una condición. —Soltó
entre sus dientes apretados— ¡Sólo una!
La agonía de su voz golpeó a Liam con culpa. Hammer intentó
acercarse.
—Raine, escucha. Nosotros…
—¡Cállate! —Lo cortó mientras lo atravesaba con una mirada feroz—
No te atrevas a acercarte.
Por una vez, Hammer estaba sin palabras.
—Os dejé traerme aquí para intentar arreglarme, para tener finalmente
una puta vida feliz. Y casi me convencisteis de que mis sueños podían
hacerse realidad. Pero Liam acaba de admitir que vosotros dos no me
podéis compartir. Tonta de mi cuando pensé que podríais.
La voz de Raine se rompió en un sollozo estremecedor.
—Incluso sabiendo que no funcionó con Juliet, me engañé a mi misma
creyendo que sería diferente conmigo… que nosotros seríamos diferentes.
Me creí esa fantasía.. —Miró a Beck— ¿No me dijiste hace un rato que
creciera? No pudiste estar más en lo cierto.
Liam sacudió la cabeza.
No. No. No.
—Podemos solucionarlo, amor. Si…
—Tú tampoco me hables. —Se ahogó Raine— Agradezco todo lo que
hicisteis por ayudarme. Pero pensé que la tarea de hoy sobre sinceridad
sería de ambas partes. Ahora veo que es una farsa. Mientras yo abría el
corazón de par en par, vosotros dos os golpeabais el pecho para ver quien
lograba acostarse conmigo primero. Como sea. Pensé que vosotros seríais
todo lo que alguna vez deseé. Pero finalmente entiendo que los dos estáis
tan putamente rotos, que no estoy segura que algún día lo seáis.
—¡Eso es una mierda! —Gruñó Hammer.
Las palabras de Raine destrozaron a Liam por completo. Su verdad
acerca del bebé antes no le había cortado el alma como sus palabras ahora.
Incluso encontrar a Gwyneth en su adúltero trío no lo había lastimado
tanto. Tenía que reivindicarse con Raine. Pero primero, tenía que obligarla
a escuchar su disculpa y rezar porque la aceptara.
—Espera un minuto, Raine. —Intervino Seth mientras ella pasaba de
lado a Liam.
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Seth aplaudió como el idiota sarcástico que era, y luego hizo una
reverencia. Al enderezarse, se sacudió las palmas.
—Mi trabajo aquí ha terminado. Ahora tomemos otro trago.
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Capítulo Diecinueve
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—¿Qué pasó…? —La verdad la golpeó entre los ojos, y Raine lanzó
las manos al aire exasperada— ¿Os peleasteis? ¿Qué diablos? Y no me
digas nada de mi lenguaje ahora mismo, Liam. Tengo todo el derecho de
ser ridícula si vosotros también lo vais a ser.
Ambos tuvieron la decencia de parecer avergonzados. Liam frotó el
moretón de su mandíbula. Pero ambas narices se veían inflamadas.
Hammer tenía un chichón en su barbilla. Detrás de ella, Beck se rió.
—Dios, vosotros si dais risa.
—Vete a la mierda, Beck. —Le riñó Hammer.
—Te la traigo de regreso dos veces y esa es la gratitud que recibo. —
Sacudió la cabeza— Necesitamos revisar el concepto de agradecimiento,
hombre.
—¿Dónde está su maleta? —Le cortó Liam.
—Aún en la camioneta.
Raine atravesó la sala y se sentó en una de las abullonadas sillas que
había cerca al sofá. Beck la siguió y le palmeó el hombro antes de tomar su
lugar junto a Seth.
—Entrégales las pelotas, princesa.
Ella se giró para mirar a su amigo por encima del hombro.
—¿Podrías comportarte?
—Lo sentimos, preciosa. —Comenzó Hammer— Jamás fue nuestra
intención molestarte.
—No. —Corrigió ella— Jamás fue vuestra intención que os
escuchara. Si esperáis que yo sea sincera, deberíais serlo también.
Liam y él intercambiaron una mirada antes de asentir.
—Tienes razón.
—Bien. —Se inclinó hacia delante, apoyando los codos sobre las
rodillas— Decidme, ¿ya terminasteis de pelear?
—Sí. —Prometió Hammer.
Ella asintió y se giró para mirar a Liam. Estaba demasiado callado y
eso la preocupó. Su tierno irlandés vaciló, y luego asintió.
—Hablamos de muchas cosas esta noche. Estamos de regreso en la
misma página, amor.
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Ambos asintieron.
—Yo tengo que confiar que vosotros me cuidareis y me daréis la
experiencia que necesito.
—Como siempre. —Contestó Liam
—Pero ahora tenemos un nuevo componente. Vosotros necesitáis
confiar no solo en que yo me someta por completo, sino que os amaré por
igual. Tenéis que creer que vendré a vosotros abiertamente y jamás
escogeré a uno sobre el otro. Y os aseguro, no lo haré, jamás. ¿Me estoy
equivocando en algo, Señores?
Ambos se miraron en un aparente momento de comunicación
silenciosa.
—Tienes razón. —Asintió Hammer— Continúa. ¿Cuál es tu plan?
Ahora la conversación se ponía más difícil. Si esto no funcionaba,
jamás intentaría amar sólo a uno de ellos dejando al otro fuera. Tendría que
alejarse de ambos. Raine entendía la gran apuesta que estaba asumiendo…
pero no veía otro camino. Si este plan no funcionaba, jamás durarían.
—Antes de llegar a ello, necesito vuestra promesa de que la
comunicación y sinceridad también corre no solo de mí hacia vosotros, sino
de vosotros hacia mí. Si tengo preguntas, vosotros me daréis vuestras
respuestas.
Otra mirada, otra vacilación. Entonces Liam asintió.
—Claro.
—Más tarde, querré respuestas sobre algunas cosas que oí esta noche.
Si no estáis preparados para darme esas respuestas, entonces sabré que no
estáis listos para este nivel de confianza y Beck me llevará a la ciudad.
—¿Y después qué? —La desafió Hammer.
—Nada. —Se encogió de hombros— Porque no tendríamos nada.
Vosotros dejasteis muy claro lo importante que es la comunicación, la
sinceridad y la confianza. Tan claro que ya lo veo y lo entiendo. No
tenemos nada real sin eso. No me conformaré con menos.
Hammer se frotó el rostro. Liam se removió en su silla. Ninguno de
los dos se veía muy cómodo con su petición. Beck y Seth no se movieron.
La sensación de anticipación se puso espesa en el aire.
—Está bien. —Dijo por fin Hammer— Contestaré tus preguntas de la
mejor manera posible.
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Liam dejó salir una exhalación que no se había fijado que estaba
aguantando y se giró para mirar a Hammer.
—Bueno, amigo. Creo que las pelotas de ella son más grandes que las
nuestras juntas. No estoy seguro si alguno de nosotros hubiera podido
manejarla solo.
Hammer se rió.
—Asombrosa, ¿no? Otras no son nada comparadas con ella. Tengo
que admitirlo, Raine es la única a la que le permitiría servir mis pelotas en
una bandeja.
—Vosotros estáis tan pillados que dais risa. —Bromeó Beck.
Seth bajó corriendo por las escaleras con una sonrisa astuta hacia
Liam.
—Recuerdo haber preguntado si te había hechizado con su coño. Al
menos no mentiste con el hecho de que sí lo había hecho.
Eso hizo a Beck reír mucho más. Hammer se les unió. Liam intentó
mantenerse serio, pero no pudo contener una sonrisa. Codeó a Macen.
—Oye, no soy el único.
—Absolutamente no. —Admitió Hammer, mirando las escaleras que
llevaban a la habitación principal— No puedo esperar a que me vuelva a
hechizar.
Beck rodó los ojos.
—Esto es como escuchar que mi hermanita se pone sucia. Vamos,
Seth. Asaltemos la cocina.
Mientras los otros dos Dominantes se iban, desocupando
ruidosamente los contenidos de la nevera, Hammer y él miraron al fuego.
Ninguno habló por unos minutos, cada uno bebiendo su licor, envuelto en
sus propios pensamientos.
—Si ella piensa que es solo por una noche —se quejó Liam—, perdió
esa linda cabecita.
—Supongo que la única pregunta que queda es si estamos en esto
juntos o no. —Murmuró Hammer— Necesitas tener claro si te quedas o te
vas ya.
Hammer tenía razón. Liam asintió.
—Lo sé.
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—¡Diablos, no! Hace un puto frio allá, y apenas estoy sintiendo otra
vez los dedos. Además, no creo que gane más puntos con Raine si te dejo
más feo.
—¿Le viste la cara? —Hammer parecía asombrado— Cristo, pensé
que nos iba a agarrar a palos.
—Estoy seguro que lo hubiera hecho si no pensara que lo usaríamos
luego sobre su trasero.
—Una preocupación válida. —Sonrió astuto.
—Tienes razón. —Asintió Liam.
Cuando el silencio prevaleció, miró hacia las escaleras, ansiando
abrazar a Raine, para finalmente completarla. Pero no podían esconder la
pregunta bajo el tapete.
—Creo que hemos arreglado toda nuestra mierda. Lo he dicho todo…
tal vez más de lo debido… pero ya terminé.
—Creo que ambos ya dijimos lo que debíamos. Pero es bueno saber
que hemos salido de esto siendo aún amigos. De algún modo, creo que
tenemos que agradéceselo a ella
—¿Por hacernos ver que hemos sido idiotas? Parece.
Hammer sonrió lentamente.
—Lo único que queda por hacer es averiguar cómo le vamos a dar una
noche tan jodidamente maravillosa que quiera otra.
Liam le devolvió la sonrisa.
—Y otra. Y otra…
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Capítulo Veinte
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Se negó a decepcionarlos.
—Escucha eso, hombre. No tienes que suponer qué quiere ahora, ¿o
sí?
Hammer no respondió verbalmente, sólo gruñó mientras colocaba su
boca sobre su coño, anclando su lengua en su apertura y chupando. Su
gruñido vibró a través de todo su cuerpo.
—Creo que es su modo de decirte que te corras. —Susurró Liam en un
tono sedoso— Hazlo ahora… y cada vez que quieras esta noche. Queremos
tu placer, cada trozo de él. ¿Entendido?
—Sí, Señor. —Pudo decir en un suspiro antes de que sus dedos
probaran sus sensibles nervios y la boca de Hammer la asombrara con otra
subida de éxtasis.
Las sensaciones se aglomeraron, una sobre otra, hasta que ella estaba
sofocada, mareada, perdiendo el balance y la cabeza. Y no le importó. La
subida y la corriente de necesidad la golpearon. Un tirón más de los labios
de Macen, un segundo más…
—Queremos oírte gritar, amor, fuerte y seguido. —Exigió Liam.
Eso no iba a ser ningún problema.
La realidad cambio, y se deslizó, mientras la supernova de sensaciones
explotó, estallando sobre sus sentidos, llevándose consigo su fuerza y su
equilibrio. Gritó, a un volumen que resonó en las paredes y le llenó los
oídos, haciendo eco en la habitación alrededor de ellos. Su vientre palpitó.
Sus puños se apretaron en el cabello de Hammer. Con una mano Liam la
sostuvo. Con la otra, sus dedos le llenaban el trasero, tomando de ella un
impactante placer.
Se quedó sin aire antes de que los pulsos se detuvieran. Con Hammer
al timón, la dicha parecía durar por siempre mientras ambos trabajaban
juntos para tomar cada trozo de entrega y se apropiaban de ello.
Finalmente jadeante, débil y asombrada, cayó en los brazos de Liam.
Hammer se puso de pie y le sonrió, lamiéndose los labios como un hombre
muy orgulloso.
Una ola de amor rodó a través de ella mientras miraba en sus ojos
color avellana. Se habían oscurecido hasta ser algo oscuro casi color
esmeralda, y supo, desde su única noche juntos, que eso significaba que él
también la necesitaba.
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—Sí, Señor.
—Oiremos cada gemido y grito. ¿Verdad?
—Lo prometo, Señor. —Garantizó ella.
—Y te correrás para nosotros.
Esa no fue una pregunta. Ella sonrió.
—Con gusto.
Liam la miró con los ojos oscurecidos y ardientes.
—Zorra.
No le dio tiempo de tan siquiera intentar protestar antes de dar más
atención a sus pezones. Lamiendo, mordiendo, rozando, torciendo. Liam
era implacable, continuando su asalto hasta que los pequeños picos se
endurecieran y ardieran un poco, pero muy bien amados.
Hasta que los usó bien, se sintió estrellándose contra otro clímax.
Mientras jadeaba y sentía un calor apoderarse de su cuerpo, Liam se alejó y
se bajó de la cama.
Tan pronto como lo hizo, Hammer la colocó de pie, frente al lado de
la cama. Se cernió detrás de ella. Liam acomodó el espejo para que pudiera
verse…y ellos pudieran verse penetrarla del modo en que quisieran. Ella
tembló.
Cuando Liam terminó de acomodar el espejo, se inclinó para tomar
dos elementos de su bolsa negra. Uno a la vez, se los lanzó a Hammer. El
primero era algo blanco y largo. El segundo parecía plano y cuadrado.
Lubricante y un condón. Oyó el sonido del cierre de su pantalón. Se giró
para mirar a Hammer sobre su hombro, buscando confirmación.
—Tú y yo ya hemos hecho esto antes, preciosa. Yo comenzaré
primero. Sabemos que la penetración doble será nueva para ti. Iremos
despacio. Solo relájate.
Le acaricio el hombro y sus labios rozaron su cuello. Jamás la
lastimaría. Ella asintió.
—Lo haré.
Liam tomó su posición en la cama frente a ella, balanceándose en sus
rodillas, acercándose hasta quedar levemente sobre ella.
—Mírame.
Raine no hubiera mirado a ningún otro lugar ni intentándolo.
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—Ahora, amor.
Incluso antes de mencionar las palabras, Raine se retorció y gritó, se
arqueó y se aferró a Liam con su vida mientras otro cataclismo rugía a
través de ella.
Hammer gruñó, apretándole la cadera en un agarre mortal, jalando su
cabello mientras luchaba por contenerse. Con una mirada ardiente, Liam la
miró y gruñó. La banda sonora sólo agregó leña al fuego de ella. Todo
dentro de su cuerpo brillaba de éxtasis.
Lentamente su disolvimiento se detuvo. Recuperó el aliento. Hammer
suavizó su agarre. Liam se alejó maldiciendo, tambaleando hacia el suelo y
escarbando en la bolsita negra.
Momentos después, se quitó los pantalones, los alejó de una patada, y
se colocó un preservativo. Se subió a la cama. Se acostó debajo de ella y la
tomó de la cadera, urgiéndola a moverse sobre el colchón para subirse a
horcajadas sobre él.
Raine se subió lentamente, con cuidado de no despegarse de Hammer
o romper su fuerte agarre. Juntos, la colocaron sobre la polla furiosa e
hinchada de Liam. Ella cayó sobre sus manos y rodillas.
Hammer la empujó hacia abajo con su siguiente embestida, enviando
a Liam directo dentro de ella, un agonizante centímetro a la vez hasta que
la llenó por completo.
La doble invasión la estiró. Se sentía llena, imposiblemente penetrada.
Al mismo tiempo, esto cambió cada perspectiva que había tenido sobre el
placer. Esto era… más.
—¿Estás bien? —Sólo por su voz, el esfuerzo de preguntar eso era
alto para Liam.
—Bien, Señor. —lo miró a los ojos— No te detengas. Por favor.
No se molestó en disimular la súplica. Necesitaba demasiado lo que
solo ellos dos podían darle.
—Míranos. —Hammer le ordenó desde detrás de ella, aún sonando
como si luchara por controlarse.
Raine giró la cabeza para mirar al espejo que Liam había acomodado.
Casi se escondió de éste hace poco. Sin Liam, el cuadro hubiera estado
incompleto.
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Diablos.
—Ex esposa.
¿Estaba en Los Ángeles? ¿En Shadows?
—¿Qué quieres, Gwyneth?
—A ti, por supuesto. Necesito verte. Ahora.
Fin…
(Por ahora)
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Notas Aclaratorias
1
Pensamiento, no expresado en voz alta
2
'Bulldozer', en argot se refiere a un hombre grande, abrumador y matón. En este caso se refiere a que
será su guardaespaldas.
3
'Godzilla', monstruo japonés ficticio, generalmente similar a un dinosaurio gigante.
4
'Faultline', hace referencia a la falla geológica de Los Ángeles, que es la ubicación de Liam.
También significa hacer frente a un problema sin hacer algo drástico, hacerle frente y seguir
adelante.
5
L.A., coloquialmente Los Ángeles.
6
'Surgir del fondo', es una expresión que indica rebeldía y falta de sumisión. Se refiere a tratar
de lograr algo sin el permiso de su dominante.
7
Se refiere al tiempo de la grabación del vídeo.
8
'Talk-show', programa televisivo de entrevistas.
9
Onomatopeya del sonido de una moneda al caer.
10
Justin Timberlake es un cantante, compositor, actor, productor discográfico, bailarín y empresario
estadounidense que adquirió fama al ser uno de los vocalistas principales de la banda 'N Sync.
11
Medicamento para el dolor de cabeza, muy usado para la resaca.
12
'Smith y Weston', conocida marca de armas ligeras, como revólveres y pistolas. Además de
rifles.
13
Chris, Liam y Luke Hemsworth son hermanos, actores de origen australiano.
14
Conan, se refiere a Conan el Bárbaro, guerrero de comic y cine.
15
'Is breá liom tú, siubhail'. En irlandés significa 'Te amo, cariño'
16
'Dea-shláinte', en irlandés significa 'Buen salud'. Se usa como brindis.
17
'Hallmark' es una marca de tarjetas de felicitación con mensajes de amistad o amor romántico.
18
Louis Vuitton, conocido diseñador de moda y complementos, de alta calidad y precio.
19
Kumbaya es una canción tradicional afroamericana. La canción se asocia con la cercanía, la amistad, el
abrazo, cantar alrededor de la hoguera.
20
Rocola, maquina de discos muy habitual en bares y pubs.
21
Moscato, Chardonnay y Pinot Grigio son variedades de vino
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