Avengers: Infinity war (Anthony y Joe Russo, 2018)
El signo de los tiempos. La pérdida del ojo de Thor no debiera ser un chiste, sino una herida que marca al héroe y que es símbolo de algo más, un memento que le recuerda lo trágico que implica la pérdida del padre y el enfrentamiento con Hela. O sea que en principio ese elemento (o la ausencia en este caso) tiene al menos una historia pasada que convoca fuera de campo y que uno aunque no sea consciente lo tiene presente durante la película ya que ese hecho pasado tiene o debiera tener un peso que nos recuerde la carga del héroe. En segundo lugar, construye una identificación física y simbólica con el padre, ya que Odín tenía un solo ojo también. En tercer lugar, la construcción simbólica tradicional del único ojo del tuerto, “El ojo único del tuerto es símbolo de clarividencia y del poder mágico encerrado en la mirada (...) parecen poseer, por el hecho de su lisiadura o amputación, capacidades excepcionales en el miembro sano que les queda, como si fueran, no disminuidos, ni meramente doblados, sino deduplicados, o más bien como si fueran transpuestos a otro plano. En la dialéctica del símbolo ocurre como si la privación de un órgano o de un miembro estuviera compensada por un acrecimiento de intensidad en el órgano del miembro restante.” (Jean Chevallier, Diccionario de los símbolos). Sin embargo, ese elemento que tiene un plus es borrado sin miramientos cuando Rocket Racoon le ofrece un ojo cibernético, gesto que sirve para tres o cuatro chistes más y que lava con mucha lavandina el peso de lo trágico.
91. Cuesta abajo (Louis Gasnier, 1934)
“(...) Si fui flojo, si fui ciego, / sólo quiero que comprendan / el valor que representa / el coraje de querer. / (...) / ¡Si aquella boca mentía / el amor que me ofrecía, / por aquellos ojos brujos / yo habría dado siempre más!” (Cuesta abajo, Carlos Gardel - Alfredo LePera) El héroe de este melodrama emprende un descenso a los infiernos obcecado por su pasión por una mala mujer. Este infierno espiritual tiene su correlato espacial, ya que hacia el final de la película, Carlos baila tango por unas monedas en un piringundín que se encuentra en un sótano. Allí se reúne parte de lo más decadente de Nueva York. Pero la salvación vendrá “desde las alturas”: por un hecho ¿casual? desembarca en ese puerto su amigo Vicente Padula quien lo hará regresar a Buenos Aires y buscar el amor de Rosa.
92. Ant-Man and the Wasp (Peyton Reed, 2018)
En general, Marvel Studios fue eliminando la noción de doble vida de los superhéroes. Si tradicionalmente estos personajes resguardaban su identidad para cuidar a sus seres queridos y para vivir la vida “normal” que intentaban proteger con su actividad parapolicial, en el caso de una amplia mayoría de películas de Marvel esta otra identidad se ha eliminado de raíz (caso de Donald Blake en Thor) o se ha sintetizado al hacerse pública (caso Iron Man) donde casi no se diferencia lo fantástico de la vida cotidiana. Esto que en algún caso puede ser un hallazgo, se vuelve un problema cuando homogeneiza a todos los personajes. Por suerte, un puñado de películas resguardan este elemento —y ¿casualmente? son de las más “pequeñas” e interesantes— como Spider-man: Homecoming y el binomio de Ant-man y Ant-man and the Wasp. En esta segunda aventura de Scott Lang nuevamente se pone en juego la necesidad de un trabajo con el cual vivir durante su vida “profana”, necesidad que además es difícil de satisfacer o llevar a cabo por sus antecedentes penales en la primera o por su situación de preso domiciliario en la segunda. También se trabaja la noción de familia en diversas configuraciones: la familia del propio Lang que incluye al nuevo novio de su exmujer, la familia Pym que busca recuperar a la madre y la familia de Ghost y su padre putativo Bill Foster. En todos estos casos esa presencia (y esa búsqueda) organiza un eje en la vida de estos personajes (algo íntimo por lo cual luchar) y además, por contraste, permite el asombro cuando lo fantástico aparece.
93. El tango en Broadway (Louis Gasnier, 1934)
Hay un hermoso gag en esta película que involucra a un gallo utilizado como reloj despertador. Este corrimiento es uno de los tantos que se dan en esta comedia. Ante la llegada a Nueva York de su tío Don Indalecio, el personaje de Carlos Gardel debe aparentar seriedad. Es así como los roles de su amada (o al menos una de sus amantes) y de su secretaria se invierten. Como suele ocurrir en estas mascaradas, la máscara no oculta sino que revela una verdad escondida.
94. Avengers: Endgame (Anthony y Joe Russo, 2019)
Escape al pasado. (Contiene eso que llaman spoilers) Steve Rogers elige una falsa salida: refugiarse en una supuesta edad dorada. Es como el irse al bosque del hippismo: por mucho que nos escondamos el mundo cambió y el Skynet existe y sabe de nosotros. Entonces Rogers en lugar de intentar construir una vida “normal” en su presente y aceptar que ese último baile con Peggy no va a ocurrir —ya que tener límite es parte de lo trágico, ergo, de lo humano—, decide quedarse en el pasado y abandonar su función heroica como protector de la Tierra. Si hay un héroe que no puede renunciar dentro del universo Marvel es el Capitán América. Es el personaje que funciona como guía, eje rector, brújula moral, es aquel que representa lo más elevado del espíritu humano (como por ejemplo sucede en Civil War, donde sabe que su lugar como héroe no representa a una institución sino a un conjunto de ideales que trascienden las instituciones), que se levanta cuantas veces sea necesario (“podría estar haciendo esto todo el día”) y no un simple funcionario que cumple un horario. Más imposible es su decisión si tenemos en cuenta que acaba de presenciar el sacrificio de otro héroe. Cambiando lo que haya que cambiar es como Bruce Wayne dejando a otro en su lugar para ir a tomarse un Fernet con Selina Kyle (por mucho que aprecie la trilogía de Nolan…)