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III Domingo de Adviento.

15 de diciembre de 2019

Nota. Los padres que traigan la comida antes de la misa podrán dejarla en la sala de la mesa
grande. Si las familias traen imágenes pueden dejarlas cerca del altar.

- Entrada. La entrada se hace en procesión con todos los niños de la catequesis. Mientras se
relata el cuento del pastor de va formando el pesebre viviente delante del altar. (Grupo
Anabel).
- Señor ten piedad (Peticiones de perdón): Grupo de Estefanía.
- Primera lectura y Salmo. Padres del grupo de Blanca.
- Homilía. Grupo de Blanca explica el sentido de la navidad.
- Peticiones. Padres del grupo de Judith.
- Ofrendas. El grupo de Judith ofrece un Villancico.
- Recoger la colecta. Grupo de Blanca.
- Oración de acción de gracias. Grupo de María Esther.

1. MONICIÓN DE ENTRADA

Bienvenidos, amigos y hermanos, a esta celebración del tercer domingo de adviento, donde se
nota ya la ALEGRÍA del Señor que está cerca.
¿No es el nacimiento de un niño alegría para una familia? ¿Cómo no va a ser, el nacimiento de
Cristo, una gran alegría también para nuestra gran familia cristiana? ¡Ojalá muchos de los hombres
que no lo conocen, supieran que la fe en Jesús, es fuente y causa de una alegría auténtica y
duradera!

Pongámonos de pie, el Señor está cerca, ¿no lo veis? ¡Ya viene! ¡Iniciemos esta Eucaristía
encendiendo, además, la tercera vela de la Corona de Adviento!

2. MOMENTO PENITENCIAL
a) Tu llegada es motivo de fiesta, de Buena Noticia. Pero, parte del mundo –y nosotros
mismos- hacemos oídos sordos. Señor ten piedad
b) Tu nacimiento es llamada a la alegría. Pero el corazón lo tenemos lleno de trastos que
nos causan ansiedad. Cristo ten piedad
c) Tu presencia, Señor, es un impulso para ser mejores. Pero, muchas veces, miramos sólo
nuestro propio bien. Señor ten piedad

3. MONICIÓN A LAS LECTURAS


Vamos a escuchar dos lecturas, las primeras, donde se nos invita a ser fuertes, valientes y
pacientes. La venida y la cercanía del Señor produce ese efecto: la alegría y la paz de corazón.

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3. ORACIÓN DE LA COMUNIDAD CRISTIANA
a) Pidamos, una vez más, por la Iglesia. Para que piense cómo dar a conocer el mensaje de
Jesús. Un mensaje que, aquellos que lo reciben, son penetrados por una alegría
indescriptible. Roguemos al Señor.
b) Por los que no conocen un día con alegría; por los que viven en guerras y en una constante
angustia. Para que, estos próximos días de Navidad, caigan en la cuenta de que Dios es
salvación. Roguemos al Señor.
c) Por nuestras familias cristianas. Para que la alegría de estas próximas fiestas, no sea lo
secundario: ni la televisión, ni el afán consumista u otras actividades que empañan la
armonía familiar. Roguemos al Señor.
d) Por todos los que hoy estamos aquí. Para que seamos alegría y esperanza, y nos dejemos
sentir con los buenos valores de la sonrisa, de la música y de los villancicos allá donde
estemos. Roguemos al Señor.

4. OFRENDAS

La alegría de que el Señor viene a nuestro encuentro, la queremos simbolizar con este villancico,
para animarnos a se altavoces de lo que celebramos en estos días, la alegría de la venida de Jesús.

Finalmente, llevamos al altar, lo que la palabra “Belén” significa: EL PAN que necesitamos para ser
mejores, el pan del Señor, el pan y el vino de la Eucaristía.

5. ACCIÓN DE GRACIAS (elegir una de las tres)

Oración 1
Antes de marcharnos, Señor,
queremos que siembres en nuestros corazones
la verdadera ALEGRIA.
Son muchas cosas las que nos preocupan
pero, con tu llegada, van desapareciendo nuestras inquietudes.
Gracias, porque con esta Eucaristía, sabemos que sin Ti
el mundo andaría peor.
Gracias, porque con tu nacimiento,
renacen en nosotros las ganas de ser mejores
y de llevar esta sensación de alegría a los que nos rodean.
¡Gracias, Señor!

Oración 2
Lector 1:
Querido Padre, Dios del cielo y de la tierra:

2
- Hoy te queremos dar gracias por tanto amor. Gracias por nuestra familia y por nuestro
hogar
- Bendícenos en este día tan especial en el que esperamos el nacimiento de tu Hijo.
- Ayúdanos a preparar nuestros corazones para recibir al Niño Jesús con amor, con alegría y
esperanza.
- Estamos aquí reunidos para adorarlo y darle gracias por venir a nuestro mundo a llenar
nuestras vidas.
- Hoy al contemplar el pesebre recordamos especialmente a las familias que no tienen
techo, alimento y comodidad. Te pedimos por ellas para que la Virgen y San José les
ayuden a encontrar un cálido hogar.
Lector 2:
Padre bueno,
- te pedimos que el Niño Jesús nazca también en nuestros corazones para que podamos
regalar a otros el amor que Tú nos muestras día a día.
- Ayúdanos a reflejar con nuestra vida tu abundante misericordia.
- Que junto con tus Ángeles y Arcángeles vivamos siempre alabándote y glorificándote.
Lector 3:
Santísima Virgen María,
- gracias por aceptar ser la Madre de Jesús y Madre nuestra, gracias por tu amor y
protección.
- Sabemos que día a día intercedes por nosotros y por nuestras intenciones, gracias Madre.
Querido San José,
- gracias por ser padre y protector del Niño Jesús, te pedimos que ruegues a Dios por
nosotros para que seamos una familia unida en el amor y podamos ser ejemplo de paz y
reconciliación para los demás. Amén

Oración 2
Jesús: Gracias por Venir a Este Mundo
Jesús: Gracias por venir a este mundo,
por amarme tanto que quieres ser un
niñito pequeño y porque al venir pobre,
indefenso me enseñas a confiar en que
todas las personas son dignas de tu amor
y tu compañía. Te dejas abrazar y acariciar,
y tu eres Dios. Gracias por mirar siempre
lo mejor de mi y tenerme paciencia y sobre
todo porque los rayos de tu misericordia
se extienden y abrazan mi corazón que
tanto te necesita hoy.
Ya no tengo nada que ofrecerte, pero te doy
mi corazón para que siempre quieras estar ahí.
Te amo, Señor. Amen.

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Un pastorcillo en Belén
Cuento de Navidad

-¡Hola, pequeño! ¿Te has perdido?

-No, que va.

-¿Y a dónde vas tan solito a estas horas y por este descampado?

-Estoy buscando un pesebre.

-¿Un pesebre...? Vaya. Pues hay uno cerca de aquí... Pero, ¿qué se te ha perdido a ti en ese
pesebre?

-A mí nada. Es que hace un rato yo estaba durmiendo donde está el rebaño de mi padre y donde
está mi padre y otros pastores. Y de repente, primero llegó un ángel. Y luego todo se llenó de luz
como si fuese de día. Y luego nos dijo el ángel que acababa de nacer un niño. Y que era muy
importante, y más cosas. Todos estaban muertos de miedo, menos yo. A mí no me dan miedo los
ángeles y esas cosas, ¿sabes? Entonces lo que yo hice es salir corriendo sin que nadie me viera,
porque mis padres no me iban a dejar venir y porque quería ser el primero en ver al niño recién
nacido. A mí me gusta mucho ir a ver a los recién nacidos. Cuando nace un corderito, yo siempre
quiero ser el primero en verlo y cogerlo. A veces me gana mi hermano Rob y entonces me enfado
un poco, pero no mucho.

- ¿Cómo has dicho que se llama tu hermano?

-Rob. Bueno, se llama Roboam. Pero todos le decimos Rob.


-Y, tú, ¿cómo te llamas?

-Yo soy Zor. Bueno, me llamo Zorobabel. Pero todos me dicen Zor. Y tengo 8 años y soy pastor,
como mi padre. Bueno, y tú ¿me vas a decir por dónde está el pesebre con el niño o no?

-Sí, está aquí cerca. Acompáñame. También yo voy para allá.

Era media noche. Una luna llena espléndida derramaba su luz plateada sobre el sendero que
serpenteaba humilde entre prados y matorrales. La sombra de algún que otro árbol se estiraba
aquí y allá de vez en cuando manchando el paisaje. Mientras caminaban, les envolvió de pronto el
eco de un canto lejano como de un gran coro a muchas voces.

-¿Qué será esa música que se oye? -Preguntó curioso el pastorcito.

-Son algunos de mis compañeros. Estaba previsto un canto de gloria como final solemne del
anuncio a los pastores. Y tú te lo estás perdiendo, Zor.

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-¿Compañeros tuyos?

-Sí, sí. Y ¿sabes lo que te digo? que a juzgar por el jaleo que están armando, deben ser un montón.
Y habrá un poco de todo: ángeles, arcángeles, querubines, serafines y otros. Los que mejor cantan
son los serafines...

-¿Tú eres un ángel? -le interrumpió entusiasmado el pequeño.

-No. Soy un arcángel. Y me llamo Gabriel.

-¡Un arcángel...! -exclamó asombrado el pequeño. -Yo tengo un primo que se llama como tú. Pero
no es un ángel, porque mi tía le dice siempre que es un demonio... Oye, Gabriel, ¿y tú conoces al
niño recién nacido?

-Sí, Zor. Claro que lo conozco.

-Y ¿por qué ha nacido en un pesebre? ¿Sus padres no tienen casa o qué? Es que el compañero
tuyo que se nos apareció dijo que era un niño muy importante. Y me ha dicho mi padre que la
gente importante vive en casas muy grandes.

-Mira, Zor, veo que te mueres de ganas por saber acerca de ese pequeñín. Y me da mucho gusto
que sea así, porque a muchos les trae y les traerá sin cuidado; y eso es muy triste. Así que,
mientras llegamos al sitio donde se encuentra, voy a ir contándote algunas de las cosas que sé
sobre él. -Tras decir eso, dejó escapar un ligerísimo suspiro y prosiguió.

-Efectivamente, ese recién nacido es alguien muy importante. Tanto tanto que no hay nadie ni
habrá nadie tan importante como él. -Zor lo escuchaba con la boca tan abierta como sus vivos
ojos. -Sin duda -continuó el arcángel -habrás oído hablar del Mesías anunciado en las escrituras,
¿verdad?

-¡Claro! -respondió Zor con ese aire del niño que se sabe la lección. -Aunque mis padres dicen que
esas cosas no hace falta saberlas; pero mi abuelo Ismael dice que sí y me ha hablado mucho del
Mesías que ha de venir. Y me ha hecho aprenderme de memoria muchos textos que hablan de él.
-Los ojos del arcángel le acariciaron complacido antes de continuar.

-Bueno, pues ese niño recién nacido es el Mesías; del que hablaron las escrituras y al que
anunciaron los profetas.

-¡El Mesías! -gritó Zor mientras sus claros ojos se encendían llenándose de ilusión. -Y ¿por qué
nace en un pesebre que es un lugar para los animales? -preguntó entre sorprendido y confuso.

-Porque seguramente sus padres no viven aquí y porque también seguramente no encontraron
lugar para ellos en la posada. Aunque, a decir verdad, el motivo principal es otro. Verás, Zor,
-Gabriel posó suavemente su mano derecha sobre el hombro del pequeño y continuó.

...Yavé ha querido que su Mesías se manifieste en la humildad y sencillez; contrariamente a como


la mayoría de la gente se lo espera. Dios ha dispuesto que el Salvador de Israel viniese como el
más humilde y pobre de los hombres; para que puedan tratarle, conocerle y amarle todos sin

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excepción. Esto, por desgracia, muchos no lo van a entender ni aceptar nunca y a otros les va a
costar bastante.

-Pues yo sí lo entiendo -afirmó resuelto el pequeño. -Porque si ese niño hubiese nacido en un
palacio, yo no podría ir ahora a verlo y a saludarlo. ¿No crees, Gabriel?

-No. Ciertamente que no podrías, Zor. -Respondió el arcángel disimulando su asombro ante la
capacidad de comprensión de ese sencillo zagal.

-Y ¿qué más me ibas a contar de ese niño?

-Pues, que su nombre es Jesús y que tiene una madre preciosa. Se llama María. Ella es la obra
maestra de Yavé. Él la soñó desde la eternidad pues había de ser su Madre. Fíjate, anhelando sus
caricias, Dios fue diseñando en los antepasados de María como bosquejos de la ternura que había
de transpirar ella. Igual que un artista que sin descanso busca la pincelada perfecta, Yavé trazó
antes millones de sonrisas en otros labios. Y ensayó en otras muchas pupilas el brillo purísimo y
único que lucirían los ojos de su Madre. Es por eso que para cada mujer Dios también soñó algo de
María. La pena es que algunas lo descuidan y lo pierden... -Un relámpago de tristeza surcó la
mirada de Gabriel al concluir esa frase.

-Pues mi madre es buena, pero a mí me parece que quizá ya ha perdido alguna de esas cosas que
Yavé soñó para ella... -Zor se quedó pensativo un instante y luego continuó.

-Oye, Gabriel, y ¿voy a poder ver también a María?

-Por supuesto. Claro que podrás verla. Y tú mismo comprobarás que es hermosísima.

El pequeño Zor caminaba absorto. Estaba tratando de meter en su imaginación algo que no le
cabía: la sencillez de todo un Mesías yaciendo niño en un pesebre y la hermosura y pureza sin par
de María junto a unos animales de establo. Tan embebido iba en sus sueños, que Gabriel tuvo que
levantar un poco la voz para avisarle que habían llegado al portal de Belén.

-¡Zor, que ya hemos llegado! Venga, pasa adentro.

El sencillo pastorcito cruzó el umbral del establo, del que salía una luz suave y acogedora. Por el
sendero, aún lejos, comenzaban a oírse las voces y cantos de otros pastores que acudían alegres
tras el anuncio celeste.

Lo primero que el pequeño Zor vio al entrar fue el rostro de María. Su hermosura le dejó prendado
e inmóvil. Se dio cuenta de que Gabriel se había quedado muy corto al hablarle de su belleza. No
supo cuánto tiempo permaneció extasiado. Pero de pronto, María, con un sencillo gesto, le invitó
a acercarse a su hijo. Caminó despacito hacia el pesebre como temiendo hacer algún ruido que
asustase al niño. Cuando estuvo ya muy cerca, se arrodilló. El niño le miraba con interés. Zor, fijos
sus ojos en los de él y, sin pronunciar palabra, comenzó a hablarle.

-Hola, niño Jesús. Soy Zor, tengo 8 años y soy pastor como mi padre. Por el camino un arcángel
que se llama Gabriel me dijo que todos podíamos venir a verte y hablar contigo, incluso sin decir
palabras. También me explicó porqué estás aquí siendo quien eres. Y a mí me pareció muy bien.

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Porque yo estoy muy feliz de haberte visto a ti y a tu madre, que es preciosa. ¿Sabes? antes estaba
un poco preocupado, pero al entrar aquí se me pasó. Mira, estaba preocupado porque es que
como mis padres no me iban a dejar venir, me fui sin que me vieran. Además, quería ser el
primero en verte. Mis padres no me han hablado nunca de ti, pero mi abuelo Ismael sí. Creo que
mis padres no van a venir. Ellos se lo pierden. Pero me da un poco de pena.

En ese momento el grave mugido de un buey resonó con fuerza en todo el establo. Zor ni se
enteró...

-Oye, Jesús, Gabriel me dijo también que podía pedirte lo que yo quisiera. Y la verdad es que ahora
no necesito nada, pero quiero pedirte una cosa que no es para mí. Quiero pedirte que mis padres
vengan a verte a ti y a María. A mí no me importa que al encontrarme aquí me regañen y
castiguen por haberme escapado. Lo que me importa y lo que quiero es que mis padres, al entrar
aquí, también dejen de estar preocupados por tantas otras cosas y sean tan felices como yo lo soy
ahora. Además, a lo mejor mi madre, al ver a tu Madre, podría recuperar algo de lo que Dios soñó
para ella y ya lo ha perdido.
Zor se quedó pensativo unos instantes y luego prosiguió -Gabriel me dijo que podía estar seguro
de que me lo vas a conceder. Muchas gracias.

-Jesús, no sé como, pero acabo de conocerte y ya te quiero un montón.

María que lo miraba complacida, como si lo hubiese escuchado todo, se enjugó discretamente una
lágrima mientras el niño Jesús jugaba alegremente con los dedos del pastorcillo.

José, un poco en la penumbra (como siempre), improvisaba con cuatro palos, una especie de cuna.

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