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Staff Frutilla.
Saga Ángeles Caídos
Libro I
ÍNDICE
Prólogo….............................................................................….. 8
Capítulo 1..............................................................................… 10
Capítulo 2...................................................................….....…. 14
Interludio I..…..........…….....…….....…….....…….....…….....……. 24
Capítulo 3………...................................................................... 27
Interludio II……..................................................................…. 38
Capítulo 4….....................................................................……. 45
Interludio III...................................................................……. 62
Capítulo 5….....................................................................……. 66
Interludio IV……................................................................…. 77
Capítulo 6…....................................................................……. 88
Interludio VIII…............................................................…….152
Sócrates
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PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA
PRÓLOGO
Mi hermano, el que un día fue el ángel más bello de la creación, nos traicionó.
Quiso ser Dios, pero solo puede haber un único Dios. En mi opinión su castigo no fue
proporcionado a su pecado. Desterrarlo a la Tierra fue demasiado benévolo, pues aun
así él y su escoria pueden disfrutar de momentos de alegría entre el tormento eterno,
injustamente merecido. Solo es cuestión de tiempo que cometan un error. Mi ejército
crece por minutos, impartiré la justicia que este mundo tanto necesita. Mi Padre, el
padre de todo, se ha sumido en un letargo del que no sabemos cuándo despertará, y
es mi deber llevar a cabo la limpieza de su creación. El fuego de mi espada arrasará
la tierra, las aguas del mar enfriarán las cenizas, y comenzaremos de nuevo. Dos mil
millones de años son un parpadeo para los seres como nosotros. El mundo recobrará
el esplendor con el que fue creado, los animales volverán a poblar los bosques, selvas y
desiertos, el orden natural recobrará su equilibrio.
Los Caídos y demonios, aquellos que eligieron el camino del mal, rechazando
la gracia infinita de Dios, recibirán su castigo. Ahí está ella. Me obligó a hacer algo que
no quería, pero ella se lo buscó. Ahora no tendré piedad. Cuando regrese de nuevo a
terminar mi cometido, ella será la primera a la que abatiré con mi espada.
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PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA
CAPÍTULO I
A mí me tocó uno de los gordos. Pero Dios tampoco nos dijo cómo luchar contra
la tentación. Así, con el primer beso, me alejé del cielo para siempre. Perdí mis alas, y
fui empujada al abismo. Pero ese es el motivo de mi caída, no de por qué el Bien está
perdiendo. Tiene su relación. Los ángeles éramos las creaciones de Dios, seres perfectos
sin taras, sin defectos. Pero papá trajo un nuevo hermanito a casa, los humanos. Los
amaba con todo su corazón, y también lo hicimos nosotros. Se convirtieron en su ojito
derecho, pero muchos de los nuestros no lo soportaron, pensaban que los humanos eran
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una abominación, seres imperfectos y grotescos, y bajaron a la Tierra. Ellos fueron los
primeros Oscuros. Con ese primer paso, muchos fueron los ángeles que se pasaron al
bando contrario. Por si no lo sabíais, hay una diferencia entre los ángeles caídos y los
demonios.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA
Los demonios nunca han sido ángeles, nunca han sido buenos, ni han sufrido
ninguna caída, fueron creados a imagen y semejanza de Lucifer, al igual que nosotros
fuimos creados a imagen de Dios, pero ellos tienen el poder de entrar en la mente de
los mortales, corrompiéndolos. Sin embargo, los Oscuros, ah, son muy diferentes.
Conservamos los mismos poderes que cuando éramos ángeles, que son prácticamente
ilimitados, pero corremos con el riesgo de convertirnos en demonios. Si un Caído se
hace con un alma pura, se convertirá en demonio. Así de simple.
El asunto es que las cualidades del alma no son muy distintas de los componentes
del cuerpo humano. La forma corpórea tiene cierta cantidad de partes rudimentarias,
como el apéndice, la muela del juicio, y el coxis… todas las cuales son en el mejor de los
casos innecesarias, y en el peor capaces de comprometer el funcionamiento de todo el
conjunto.
Miguel y sus ángeles se preparan para bajar a la Tierra. Este es nuestro campo
de batalla. Llevo incontables siglos lejos de mis hermanos, y se acerca el día en que
debamos formar parte de esta batalla. He experimentado las emociones humanas:
odio, ira, alegría, sorpresa. Los ángeles estábamos equivocados. Los humanos son los
seres perfectos, no nosotros. Se equivocan, es cierto, cometen errores, pero creen en
el perdón. A los ángeles les pierde su prepotencia. Muchos de ellos no ven con buenos
ojos a los humanos. A Miguel no le importará llevarse por delante a meros peones;
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como buen general, solo piensa en ganar. Tampoco siente demasiado aprecio por ellos.
Pero no cuenta con que los humanos lucharan. Esta guerra ya no concierne a ángeles y
demonios, también a los humanos.
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Os explicaré por qué tenemos alas. Los ángeles son seres alados, ya sean de
plumas doradas o de plumas negras como las de los cuervos. Es así porque en nuestro
estado inmaterial, siendo simplemente esencia, nos resultaba más fácil convertirnos
en seres alados para tomar forma material. Los ángeles son insoportablemente bellos
y perfectos. Así nos creó Dios. Los humanos nos dedicaron templos, nos tomaban por
dioses hermosos y omnipotentes. Y vosotros pensareis, “Venga ya, los ángeles no son
dioses y nunca pretendieron serlo”. Pues os equivocáis. Si estudiáis la mitología de
cualquier pueblo, de cualquier época o cultura, encontrareis relatos de guerras, disputas
o batallas entre dioses benévolos y dioses caóticos. Bajo distintos nombres, bajo distintos
aspectos, siempre fuimos nosotros. Ángeles y demonios enzarzados en una guerra eterna
que los humanos no comprenden. Pero nunca ha visto nadie a Dios, ni los ángeles que
supuestamente fuimos castigados por él, ni los que dicen ser sus mensajeros, ni los
demonios. Nadie. Desde el principio de los tiempos.
Pero yo creía en la redención, y quería entender por qué hacían lo que hacían,
por qué los demonios destruían la belleza que nosotros veíamos en el mundo. Trató de
explicarme que era parte de su esencia, su forma de ser. Y yo lo comprendí. Que Dios me
perdone, pero lo entendí. En el fondo de mi corazón, quería creer que había algo más que
lucha. Quería creer que entre ángeles y demonios podía existir una convivencia pacífica.
Que podíamos elegir. Me equivocaba. Lysander necesitaba hacerse con un alma pura, el
alma de un ángel, y se lo puse en bandeja. Le creí. Creí lo que me dijo, y fue cuando perdí
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cualquier contacto con el cielo. Mis alas nunca más volvieron a ser doradas, nunca pude
volver a hablar con mis hermanos, y quedé atrapada en la tierra como un ser inmortal.
Miguel, el Príncipe de los Ángeles, y Lucifer, el Señor de los Demonios, librarán muy
pronto la última batalla, y muchos de los míos caerán, ya sean ángeles u oscuros. Creo
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que fui el primer Oscuro que lloró por la muerte de un ángel. Los Caídos y los demonios
matan ángeles por diversión, por venganza o por aburrimiento.
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CAPÍTULO II
Lo primero que sentí fue dolor. Un dolor intenso en el alma, como si me hubieran
arrancado una parte de mí. Los sentimientos humanos nunca me habían afectado, pero
el dolor, la tristeza, el miedo, me invadieron y colapsaron mis sentidos. Creí que me
encontraba en la Tierra, y así era, pero una voz que ya conocía me guió a través de
un árido desierto de tierra roja hasta la misma puerta del Infierno. No tenía ninguna
otra opción, no tenía ningún lugar para mí en la Tierra, y veía aquel destino como un
castigo que me merecía. Fueron soportables los primeros doscientos años, pero decir
que aguanté dos siglos en el Infierno es prácticamente un récord. Nadie que entra allí
vuelve a ser el mismo. El tiempo no transcurre de la misma manera en el cielo, la tierra
y el infierno.
pero me guste o no, esto es lo que soy ahora. De todas formas, tampoco se sabe lo que
pasó con ella. Se dice que se suicidó al darse cuenta de su error, pero era demasiado
tarde, y los demonios ya caminaban por la tierra. Cuando era un ángel, mi trabajo era
entrenar a los ángeles menores, y tenía una espada, una de fuego.
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Cada ángel, sea bueno, caído, incluso los demonios, tienen una espada. Son de
diferentes colores, pero eso se debe solo a su esencia. La mía, era blanca. Cuando caí,
se volvió de un color rojo oscuro. Eso no es importante ahora, supongo. Los humanos
no pueden vernos a menos que nosotros queramos que así sea. Hay excepciones, por
supuesto, algunas personas pueden vernos y sentirnos, aunque la mayoría de las veces
nos gusta exponernos, y mostramos nuestro aspecto como comunes mortales. Amaba
este mundo cuando lo contemplaba desde arriba, y lo sigo amando. Todos los ángeles
no son guapísimos y están como un tren, pero todos, absolutamente todos, tienen una
especie de magnetismo, carisma, o sex appeal, podéis llamarlo como queráis. El de los
demonios es mucho mayor. Es así como conquistan a los humanos. Esa es la razón de
que una persona escuche antes a un demonio que a un ángel.
Podréis comprobar que a menudo los demonios y los Caídos están relacionados
como si fueran lo mismo. Antes os he explicado la diferencia, pero en esencia, somos
prácticamente lo mismo. Eso se debe a que la gran mayoría de los Caídos, se han pasado
al bando del Mal, y por eso actúan como los demonios. A veces yo misma me comporto
como uno. El papel de un demonio es ayudar a la gente a ver y a expresar su verdad
interior sin que se vea confundida por toda esa tonta y engañosa humanidad. Mientras
la gente se mantenga fiel a su esencia, las cosas irán en la dirección correcta. Porque sí,
es cierto, todos tenemos un lado oscuro.
otro humano, estaría mintiendo. Ser malo es mucho más fácil que ser bueno.
Los primeros años que pasé en la Tierra, fue muy duro mantener las plegarias
de la gente a raya. Las oía en mi cabeza, pero con el tiempo aprendí a ignorarlas, y
ahora apenas las escucho. Mi misión ya no es protegerlos. Durante más de veinte años,
busqué a Dios desesperadamente. Lo busqué en los templos y lugares sagrados de todas
las religiones, en sinagogas, iglesias, mezquitas, catedrales…alzaba la cabeza y cerraba
los ojos buscando cualquier rastro de esencia divina, pero nunca lo encontré. Llegó
un momento en que me cansé de buscar. Y perdí la fe. Siempre fui fiel a mi padre, y
perdonadme si no puedo asumir que me equivoqué. Pero un padre perdona a su hijo
cuando se equivoca. Yo no he sido perdonada.
Así que, estoy sentada en uno de esos ruidosos bares humanos, esperando
pacientemente en una mesa en una de las zonas con menos iluminación, a que llegue
Dunia. Ella es un demonio. Pocos son los Caídos que yo conozca que no sean demonios.
Pero Dunia nunca ha sido un ángel.
—¿Lillith?
—Llegas tarde.
Sí, como comprobareis, Dunia es muy maja. Y no lo digo literalmente. Sino más
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Estoy cansada de buscar. Dunia sigue teniendo el pelo castaño oscuro, a la altura
de los hombros, con unas ondas bastantes monas. Usa lentillas verdes para ocultar sus
ojos. A pesar de lo que pueda aparecer por su aspecto, Dunia es un demonio antiguo,
cruel y despiadado. No te gustaría tenerla como enemiga.
Yo ya estoy informada de los planes del cielo, no os diré cómo lo sé, pero no
pienso interferir. Dunia se enciende un cigarrillo y pide una copa.
—Dicen que Miguel se está preparando, que el cielo está listo para atracar.
Eso es una verdad como un templo. Yo lo sé mejor que nadie. Conocía bien a
Miguel, a Raguel, a Gabriel, y a muchos otros ángeles. Hay muchos. Los más famosos
son siete, como he dicho, los más poderosos, pero hay muchos. Y a modo de curiosidad,
Uriel es una mujer. Eso de que los ángeles no tienen sexo es una chorrada como una
casa. ¿Sabéis qué? En el cielo nunca nos explicaron cómo sería estar aquí abajo. Y a
veces es una puta mierda. ¿Alguna vez habéis sentido miedo? Pues yo no, hasta que
llegué a vuestro mundo.
—El infierno también está listo. Hemos ganado muchas batallas, ganaremos la
guerra.
Dudo mucho que Dunia quiera que acabe esta guerra. Ella disfruta matando
ángeles. No la condeno. Hemos sido programados para la lucha, lo llevamos en la
sangre, esto no acabará. Pero si la guerra acaba, uno de los bandos será el perdedor, y
Dios montó todo esto de tal manera para que nadie ganara, por eso siempre han estado
igualados los bandos.
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sabe lo que se está cociendo fuera de su entendimiento, y siguen con sus vidas. A veces
los envidio.
—Muy bien, ¿qué te está rondando por esa cabeza? —dice sin demasiado interés.
—Eso lo haces casi todas las noches. —Un estremecimiento recorre mi espalda
al pensar en los momentos que paso dándole vueltas a mi cabeza mientras la luna sigue
en lo más alto.
—No, idiota, no me refiero a eso. Quiero decir, dormir de verdad. Como los
humanos. Nosotras nos acostamos sin poder dormir. No tenemos sueños.
—De todas formas, eso es estúpido. ¿Por qué quieres ser débil como ellos?
¿Quieres que te manipulen?
—Los humanos tienen cosas buenas. ¿Nunca te has preguntado cómo sería ser
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Oh, sí, había olvidado esa parte. Lysander se hizo con mi alma pura, pero él era
lo único que tenía en la Tierra. Sé perfectamente que todos sus actos son por beneficio
propio, pero ya que estoy condenada de por vida, él es el único referente que me queda.
No suelo pagar las copas muy a menudo, pero esta vez dejo unos billetes sobre la mesa
y abandono el bar con discreción. En menos de un segundo nos materializamos en la
enorme casa–aunque debería decir palacio–que Lysander tiene en Londres. Lysander no
es como imagináis. La primera vez que lo vi, sentí un calor en el estómago que no había
sentido nunca. Una sensación de frío mezclada con calor recorrió mi columna como una
corriente eléctrica. Era su poder. Un poder que lo hace mil veces más atractivo, y eso
puede percibirlo tanto un ángel como un humano. Su pelo es negro como la noche, y su
piel pálida, aunque no tanto como la mía. Nunca usa lentillas, y luce sus ojos negros con
el borde del mismo color que el fuego del infierno. Sus labios incitan al pecado, su cuerpo
surcado de perfectos músculos tiene un brillo tentador y sobrenatural. ¿Entendéis ahora
por qué me corrompí?
Pero Lysander es un millón de veces peor que Dunia, o que cualquier demonio
que haya conocido. Es uno de los Señores Oscuros, el equivalente a los arcángeles.
Fue ese poder demoníaco lo que me cegó. Sí, Lysander era un ejemplar indescriptible,
pero también había conocido antes a otros ángeles más atractivos. Pero nunca sentiré
ningún tipo de emoción por él. Una cosa es que él fuera el culpable de que perdiera
mis alas doradas, otra muy distinta, era que perdiera lo poco que quedaba de ángel en
mí. Nunca me convertiría en demonio, y eso lo cumpliría. Intenté luchar con todas mis
fuerzas contra el deseo que sentí por Lysander, pero él era más fuerte que yo, y bueno,
ya conocéis el resto de la historia.
Odio que me llame así. Siempre que lo hace le contesto con un gruñido.
Lysander me mira con esos ojos cargados de odio que son capaces de congelar
el fuego.
—Perdona.
Abro los ojos con asombro. Los Malak son los mensajeros de los ángeles, algo
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así como sirvientes angelicales que protegen a los humanos de manera más directa.
Lysander brilla de emoción.
Lucifer pocas veces se interesaba por un humano. Los Malak son inofensivos,
se dedican a llevar los mensajes que se les asigna y no interfieren en el equilibrio. Nadie
merece tanto su atención como para reclamarlo. Hasta los demonios más peligrosos
le temían. El propio Dios le temía, por eso lo expulsó del cielo. Según la versión de los
demonios, claro.
—Aún no ha sido reclamado por los ángeles, pero lo harán pronto, en cuanto sus
poderes despierten. Tu deber es convertirlo en Caído.
—Ahí es dónde entras tú. Sedúcelo, enséñale las ventajas de pertenecer al Mal,
el único bando ganador. No supondrá un gran esfuerzo para ti. Tienes armas de sobra.
te deje libre. Yo no tengo la suerte de ser libre, por lo que veis, no tengo elección. Sueño
desde hace mucho con ser plenamente libre.
Bajo la mirada. Lysander sabe que no puedo negarme a nada cuando se trata
de rebajar mi condena, y lo usa en mi contra cada vez que quiere. Rompe la distancia
que nos separa y me besa. Sus besos no significan nada para mí, pues sin quererlo me
convertí en una concubina del infierno, no me aparto de él, pero tampoco correspondo
a su beso.
Eso me llena de pesar. Una servidora, del Mal. En esta enorme sala, miles de
estatuas nos miran desde todos los ángulos. Réplicas exactas de estatuas angélicas de
todo el mundo. Hay ángeles completamente dorados, otros son de mármol, otras de
piedra, copias perfectas de monumentos. Hay una que no puedo dejar de mirar.
Una réplica de la misma estatua que adorna el parque de El Retiro de Madrid. Creo
que es la única ciudad del mundo que dedica una estatua a Lucifer. La mano que cinceló
dicha escultura, lo representó como un hombre joven, musculoso, e indudablemente
guapo. Una vez lo conocí, hace mucho tiempo, y al menos en eso coincide. Una serpiente
se enrosca sobre su cuerpo, atándolo al mundo. No puedo saber si su expresión es de
horror, o miedo, o tal vez de desafío. No puedo dejar de pensar que él también amaba
a Dios, y que después cayó. Hay muchas cosas que no puedo entender. Los humanos
hablan de Dios como un ser compasivo, que es capaz de perdonarlos del más horrible
de los pecados si se arrepienten sinceramente. Aún no comprendo por qué lo que hice
disgustó tanto a Dios. De todas maneras, es una estatua hermosa.
—Siempre miras esa escultura de mi Padre. Casi hay veneración en ti cuando lo haces.
Lysander lo llama padre. No dudo que lo sea, pero dudo que ese padre al que
describe alguna vez haya tenido una expresión tan humana. Él prefiere la escultura que
se encuentra justo enfrente. La llama El ángel de la Perversión. Mandó hacer una igual
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después de que la viera en un cementerio y allí está, mirándote con esos ojos cargados
de significado. Una espléndida estatua de un ángel gloriosamente desnudo con las alas
extendidas, y mirada desafiante. Se ha hablado mucho de los tormentos del infierno,
podéis leer a Dante para más detalles, pero puedo aseguraros que no existe nada parecido
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al averno. NADA.
—Tú ya no eres un ángel. Olvida toda la mierda que te han hecho creer, ahora
sabes la verdad sobre Dios, que no le importa el mundo, ni sus preciados ángeles.
Asúmelo de una vez.
Quiero decirle que no es cierto, pero lo es. Se les acusa de mentirosos, pero la
verdad es que los demonios no mienten; saben cómo sacar provecho de todo.
—No tienes que seguir mis órdenes, pero si lo haces, estarás un poco más cerca
de la libertad. Tú decides.
Maldito libre albedrío. Sonríe con frialdad porque sabe que aceptaré. Lo repito,
maldito libre albedrío.
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INTERLUDIO I
Dicen de ella que su aspecto es como el de un ángel, sin duda uno de los muchos
disfraces que usa para seducir a los hombres. Quien yace con ella, se condena para
siempre. Un caído menos no supone una gran diferencia, pero aún puede salvar muchas
vidas si es eliminada. Su misión es matarla, y su espada está lista. Se acerca la hora
de bajar a la Tierra. Cuando toque el suelo, sus alas se ocultarán, y los humanos lo
verán como otro de ellos. Los demonios podrán captar su presencia, pero los abatirá
con su espada. Su mejor amiga, su hermana, Ahriel, se acerca a la nube para despedirlo.
De todos los ángeles a los que ha conocido, Ahriel era con diferencia su favorita. Ella
ocuparía su lugar mientras estuviera en la Tierra.
—Tienes suerte.
Castiel mira con sorpresa al encantador ángel. Su pelo negro ondula a su espalda
en ligeros mechones.
—¿Por qué?
Castiel siente curiosidad por ver la Tierra, y pasea por las calles contemplando
maravillado los escaparates de las tiendas de electrónica, las curiosas vestimentas de las
mujeres, enseñando más piel de la que se insinúa, y por un momento, ansía vivir como
ellos. Sacude la cabeza y aleja esa idea. Ama su vida, está orgulloso de ella, y volverá al
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cielo cuando acabe su misión. Siempre y cuando consiga su objetivo, aunque lo que en
verdad desea es poder conseguir otra prórroga para ese maravilloso planeta que tanto
ama, poder seguir observando a los humanos desde lo alto de su nube, imaginarse cómo
serán sus vidas, y por qué no, imaginarse cómo sería sentirse como ellos.
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PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA
CAPÍTULO III
M e cubro el rostro con unas gafas de sol oscuras. No por intentar esconder
mi identidad en mi tarea de vigilancia, sino para que el sol no me impida
captar todos los detalles. El humano al que debo corromper, no es más que un adolescente
de último curso. Ni siquiera ha cumplido los dieciocho años todavía. Estoy observando
desde el otro lado de la calle cómo sale del instituto acompañado por dos chicos más.
Deduzco que sus compañeros. Se llama Joel Green. Vive en el centro de Londres, con
su madre pintora y su hermana pequeña, Andrea. Es un estudiante modélico, saca
sobresalientes en casi todas las materias sin ningún esfuerzo, con especial habilidad en
el latín. ¿Coincidencia? Nunca lo han operado, ni ha tenido que ir al médico, y la única
vez que ha estado enfermo solo pilló un resfriado. Sus ojos marrones se los debe a su
padre, igual que el color de su pelo, castaño claro. El tatuaje de un dragón que lleva en
la espalda se lo hizo después de una discusión con su madre, como un acto infantil de
rebeldía, pero ni siquiera le gusta.
Está loco por una chica de su clase, llamada Eva, desde que estaban juntos en
primaria, pero nunca se ha atrevido a decírselo. Es tímido, carismático y divertido. Como
veis, lo sé todo sobre él. Un demonio puede conseguir toda la información que desee, por
diversos medios, y Lysander se ha encargado concienzudamente de que conozca hasta
el más mínimo detalle de su vida. Cree que eso me hará el trabajo más fácil. También sé
que los dos chicos con los que charla animadamente son sus mejores amigos, a los que
les cuenta todos sus problemas y alegrías. El chico moreno con gafas que se encuentra
a su derecha se llama Brian, es el hermano de Eva, y el de la izquierda es Austin, su otro
mejor amigo.
—Pídele que te acompañe al baile. —Brian insiste en que Joel debe declararse
durante el baile de primavera.
Al parecer eso de los bailes es una tradición muy popular entre los adolescentes
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—Os conocéis desde que teníamos cinco años, no te dirá que no. —Austin está de
acuerdo con su amigo y esboza una gran sonrisa de complicidad. —Échale un par de narices.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA
Joel, sin embargo, parece indeciso. Alzo la mirada por encima de las gafas y
me aseguro de que se encuentre con mis ojos. Me mira. Veo el interés disimulado en
su mirada de corderito. Le sonrío coquetamente. Joel parece mayor de lo que es en
realidad, su cuerpo no parece el de un chico de su edad, y una mujer como yo puede
interesarse fácilmente por él. Me giro lentamente desde la acera de enfrente, haciendo
deliberadamente que mi mirada se mantenga en él, y me alejo despacio, aunque sé que
sigue mirándome. He mantenido el primer contacto y es muy importante para despertar
la curiosidad.
Cuando esté solo, pensará en mí, se preguntará quién soy, su cabeza ocupará
gran parte de su tiempo componiendo una historia sobre mí. La historia es siempre la
misma. Chico conoce chica, piensa en ella, intenta encontrarse de nuevo, y la historia es
vieja. Esta noche le haré una visita en la soledad de su cuarto, sembraré el interés en su
interior, y habré conseguido mi objetivo en poco menos de una semana. Me comporto
como un demonio, eso es porque trato con demonios, convivo con ellos. Y casi soy uno
de ellos. Casi. Decido observarlo, pero él no es consciente. Soy muy buena ocultándome,
de otra manera, es posible que hubiera tenido que vérmelas con unos cuantos ángeles
más.
—¿Qué pasa, tío?—Austin mira alrededor buscando aquello que Joel mira con
tanto interés.
—Sí, algo tengo…por…ahí. —Es la primera vez que lo escucho mentir—. Pero si
necesitas ayuda con el tuyo, ya sabes…
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Decido alejarme y dejo de escuchar sus voces. Lo que también sé, es que el
chico es un Nefilim, mitad ángel y mitad humano, y eso encaja en por qué despierta
tanto interés. Su padre era un ángel que tuvo un lío con una humana, hecho por el cual
fue castigado y asesinado. De la unión de los primeros Caídos y los humanos nacieron
mestizos, abominaciones por las que Dios inundó la Tierra y pidió a Noé que fabricara su
famosa arca. Estos hijos fueron llamados Nefilim. Poseen los poderes de los ángeles, pero
alma humana. Presiento que el chico aún no ha desarrollado esos poderes. Dominamos
todas las lenguas, incluidas la de los animales y las plantas, tenemos el poder de sanar,
el de materializarnos, el de volar, entre otros muchos.
—Prometiste que no tendría que verlo más. —El demonio que está a su lado, con
una sonrisa cruel, se llama Satanachia, pero a él le gusta que le llamen Sam.
Mis ojos reflejan el miedo y el terror que siento. Lysander empuja la puerta de la
habitación que se me está asignada, y con paso tembloroso entro en ella. Sam me sigue
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y cierra la puerta con un golpe seco. Mis ojos se clavan en su sonrisa, y sé que lo que me
espera, es peor que el infierno.
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Lysander había ordenado a Ruby, uno de sus demonios, que se asegurase de que
su cliente no fuera molestado por nada ni nadie. Los sonidos que procedían de detrás
de la puerta horrorizarían a cualquiera, excepto a un demonio como Ruby. Peor que los
sonidos de placer eran los gritos de dolor que procedían de Lillith. Aquel demonio la
estaba lastimando, y estaba disfrutan del dolor que le causaba. Finalmente, después de
lo que pareció una eternidad, hubo silencio. El demonio, al que Ruby había visto otras
veces, salió de la habitación cerrando suavemente la puerta a su paso. Ruby entró en el
cuarto, para encontrar a Lillith encadenada a los postes de la cama. Soltó los grilletes
dejándola caer sobre el colchón. Desnuda. Herida. Uno de sus labios estaba partido, su
nariz manchada de sangre, marcas de manos rojas y magulladuras formándose sobre la
mayor parte de su cuerpo.
Cualquiera habría esperado que se pusiera furioso con el hombre que le había
hecho eso, pero su furia era para Lillith. Las cadenas tintinearon cuando la mano de
Lysander aterrizó en el dolorido rostro de Lillith. Ella gritó, un angustioso grito de dolor.
un simple animal, menos que el ganado, y por culpa de mi aspecto de ángel los clientes
hacen cola en la puerta de Lysander para pasar un rato conmigo. Nunca se deben creer
las promesas de un demonio. Ésta es la parte que más odio, y no puedo hacer nada
para cambiarla. Las veces que me he negado, Lysander me ha torturado durante días,
y aunque pueda parecer cobarde mi actitud, los años terminan por enseñarte, así que
luchar no es una opción.
En el cielo, muchos eran los que estaban a mi lado. Sacudo la cabeza y miro
la pared con esa expresión vacía en mis ojos. Cuando deje esta habitación, volveré a
ser Lillith, la implacable. A nadie le importará lo que pueda sentir, porque se supone,
que nosotros no tenemos sentimientos. Una vez fui mortal, eso lo recuerdo muy bien.
Podía sentir el frío del invierno y el calor del verano, experimenté el sueño, el hambre,
la sed, y amé. Amé como nadie ha amado hasta ahora, y era correspondida de igual
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escoger el destino. Fue lo que hice, cambié mi destino, no por mi bien, sino por el de él.
Los demonios no mienten, pero los caídos sí. Para eso lo haré en el momento
en que su mente es más vulnerable, en sus sueños. Entrar en su casa me resulta
increíblemente fácil, un sencillo juego de niños. Me materializo en su habitación y lo
observo dormir. Está tan mono dormidito en su cama que casi me da pena irrumpir
en sus románticos sueños. En serio, es un encanto, está soñando con Eva, un cielo.
Empiezo a plantearme si tiene madera para hacer el mal. Me parece demasiado bueno.
En fin, no me pagan para opinar.
—¿Dónde estoy?
en mí. Le gusto, y eso me pone las cosas más fáciles. Es más fácil que confíe en mí. ¿En
quién confiaríais antes, en alguien que os atrae o en alguien que os desagrada?
—Estás en mi casa.
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—Sé muchas cosas sobre ti. —Intento que la expresión de mi rostro sea amistosa
y le sonrío—. No eres fácil de leer, lo reconozco, pero creo que no me equivoco en mis
averiguaciones.
—Sé más cosas sobre ti que tú mismo. —Con dieciocho años aún está en esa
etapa en la que se está descubriendo a sí mismo y el mundo que lo rodea. Pero pronto
descubrirá sus poderes, pues se desarrollan con la mayoría de edad. —¿Qué tal está Eva?
Joel entrecierra los ojos y me mira suspicaz. Por suerte o por desgracia, he tenido
demasiado trato con hombres, más del que me habría gustado, y sé cómo manejarlos a
mi antojo. Acerco mis labios a su oído, y le susurro.
—No me temas. Solo estoy aquí para demostrarte que puedes confiar en mí.
Piénsalo, Joel. No tienes más que llamarme, y te daré lo que me pidas.
pero no hay nadie en su habitación. Sin embargo, sabe que he estado allí. Hay restos de
mi esencia que siguen allí, y aunque no sabe cómo, puede sentirlo. Decido pasear por las
calles nocturnas de Londres, y de pronto un recuerdo viene a mi memoria.
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Grecia, año 67 antes de Cristo. Paseaba de la misma manera que hago ahora,
por la plaza que se encontraba detrás del circo, mi capa ondeaba con la suave brisa, y me
detuve frente al mar. Amaba sentir la brisa marina en mi piel. La gente corriente no sabe
apreciar lo que le rodea, porque cree que siempre ha estado allí y que seguirá estándolo.
En otras épocas fui feliz, enormemente feliz, en el tiempo en el que fui humana. Allí
había un jardín, uno rodeado de columnas donde la gente solía quedar para conversar.
No puedo describir lo que sentía con el tacto de la hierba bajo mis pies. Solía ocultar mis
zapatos bajo la capa y caminar descalza. Recuerdo perfectamente que una niña de unos
seis años se detuvo a mi lado y me miró.
—Idikos, ¿por qué estás descalza? —Yo no parecía pobre, mis ropas eran de lo
más exquisitas, y me había llamado idikos, el término griego para designar a los señores.
No supe darle una respuesta que entendiera, así que le sonreí y le acaricié la cabeza. La
sonrisa sincera que me devolvió aquella niña era una de las razones por las que amaba
tanto a la humanidad. Mis recuerdos duran poco.
—Hola, nena.
—¿Qué quieres? —Por mucho que me golpee, que me ordene, siempre regresa
como si no hubiera ocurrido nada, y sabe que yo siempre haré como si no hubiera
ocurrido nada.
Por la expresión tan tranquila que tiene deduzco que lo tenía todo previsto.
Lo miro con vacilación. Sé de buena tinta que a los demonios les gusta negociar,
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—Si lo hago…
—Nunca olvido que eres un demonio. Si lo hago, no veré nunca más a Sam.
Jamás. —pronuncio la última palabra con énfasis. Con los siglos una aprende a tratar
con demonios, aunque Lysander siempre consigue sorprenderme.
—Tráeme la cabeza de ese ángel, y Sam será historia. —Me acaricia la mejilla y
me levanta la barbilla para que lo mire—. Mataría un millón de niños por verte sonreír—.
Él siempre tan encantador.
abiertos deja entrever la fuerte musculatura de su torso. Ahora es más fuerte. El fuego
de su espada brilla, listo para entrar en acción, pero no me ataca inmediatamente. Un
millón de imágenes se agolpan en mi mente, imágenes que creía haber olvidado y que
regresan con fuerza, arrastrando viejos sentimientos enterrados. Pero no es el mismo, y
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—¡Sabías quién era! —grito, y no me importa quién esté allí. Lysander aparta a
Ruby, quien desaparece después de enviarme una mirada asesina. Desenvaino la espada
y la acerco a su cuello. El fuego de su filo roza su piel, si se mueve, el dolor no le hará
ninguna gracia—. ¡Maldito bastardo!
—Sabes quién es. —Esta vez hablo más calmada, con un tono frío y asesino—.
No voy a matarlo.
Castiel.
Ese es el nombre del ángel al que debo matar y no puedo. Os hablaré de él. Yo
fui quien lo entrenó, le enseñé todo lo que sabe y se convirtió en un guerrero capaz de
hacer sombra al mismísimo Miguel. Lo hacíamos todo juntos, limpiamos la Tierra del
horror durante eones, y entonces yo caí. Pero no recuerda nada sobre mí, no puede
hacerlo, porque su memoria fue borrada. Lo amaba. Estaba dispuesta a abandonar mi
inmortalidad por él, y sé que él también lo habría hecho por mí. Pero muchas fueron
las cosas que ocurrieron y nos separaron, y ahora el demonio al cual estoy atada por
siempre está dispuesto a liberarme a cambio de su cabeza.
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¿Creéis que es una decisión fácil? Al fin y al cabo han pasado años desde nuestro
último encuentro, ni siquiera me recuerda, no tiene por qué ser difícil, pero os equivocáis.
En todo.
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He dicho que hacía cualquier cosa por no tener que sufrir sus torturas, pero esta
vez estoy dispuesta a sufrir cualquier cosa, pues no tocaré ni un solo pelo de Castiel.
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INTERLUDIO II
CASTIEL
La sangre del mal fluía por las venas de esa mujer, por lo que no puede dejar
que controle su mente con mentiras vacías. Lillith es su enemiga y él está por encima
de cualquier artimaña que pueda usar. Ahora piensa en Ahriel. Había pedido al Consejo
Angélico que la ascendieran, estaba demasiado…hechizada por el guerrero demoniaco al
que no dejaba de observar desde su nube. Alejarla de tal atracción había sido imperativo.
No puede imaginarse hiriendo a la pequeña Ahriel, a la que ama como a una hermana.
Otro rostro ocupa el de Ahriel. Uno de cabellos dorados y ojos azules como el océano.
piernas rozando las suyas. No podría permitírselo jamás, por supuesto, pero eso no
hace nada por disminuir el poder de la visión que lo acecha. Sostenerla, protegerla,
consolarla, sería…agradable. Porque aquello nunca había ocurrido. ¿O sí? ¿Por qué tiene
la sensación de que ya lo ha hecho antes? No, sin duda esa mujer está jugando con su
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mente. Cierra sus ojos y se concentra en encontrarla. Debe saber qué trama y detenerla.
—¡Bastardo! —La mujer intenta liberarse de la sujeción del demonio, pero éste
se ríe de una manera sombría.
—Agradéceselo a tu angelito.
¿Están hablando de él? Castiel no comprende qué pinta entre estos dos. Con una
dignidad inexistente en ningún demonio, la mujer levanta la cabeza y desafía al demonio
con la mirada. Hay algo tan noble en ese gesto…que le recuerda al cielo. Castiel tiene que
abandonar la habitación. No puede soportar seguir mirando esa escena tan grotesca.
Muchas veces había contemplado desde su nube como los humanos procreaban, y nunca
se había preguntado cómo sería, pero la suave piel de esa mujer le hacía desear tocarla.
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¿Sería realmente tan suave como parecía? No puede evitar pensar que ya lo ha
comprobado. Eso no es posible. ¿Él? ¿Un ángel puro? La Tierra sin duda tiene maneras
muy diversas de confundir los pensamientos. Los gritos de esa mujer todavía resuenan
en sus oídos. En cualquier otro caso habría deseado que se mataran el uno al otro,
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pero se siente impotente ante la obligada sumisión que está cumpliendo esa mujer tan
arrebatadoramente hermosa. Porque eso no puede negarlo, es la mujer más hermosa
que ha contemplado, ya fuera un ángel, un demonio o una humana. Se pregunta cómo
habría sido en su época de esplendor, poseyendo unas alas doradas. Habría quitado
el aliento a cualquiera. Se detiene a contemplar el amanecer en un parque. Algunos
humanos hacen deporte mientras el sol aparece entre los edificios. Es el primer amanecer
desde su llegada. Aún quedan unas horas para que el humano asista a clase, eso le da un
margen de esparcimiento.
Quiere volver a ver a esa mujer, Lillith. Le resulta extraño pronunciar su nombre,
pero siente una curiosidad inusual por ella. Tiene la sensación de que hay muchas cosas
sobre ella que debe conocer antes de llegar a un juicio, y eso es absurdo, ningún desertor
se merece ese trato de su parte. Él es un ejecutor, el verdugo, no el juez. Antes quiere
asegurarse que ella está sola. Se concentra en visualizar la habitación en su mente. Ni
rastro del demonio. Allá va. Esta vez se deja ver, refugiándose en una esquina, recostado
contra la pared. La mujer no parece sorprendida por su presencia.
—Márchate de aquí. —Se cierra la bata de seda que cubre escasamente su cuerpo.
—Vosotros, los ángeles, siempre tan arrogantes. Creéis que todas las criaturas
os temen.
A Castiel le molesta el tono que utiliza. ¿Acaso no sabe quién es? Debería mostrar
un poco más de respeto.
Su voz se vuelve oscura, nada que ver con el aspecto triste de su mirada. Castiel
se pregunta si siente tristeza. No, no puede sentirla.
—Es un demonio. —Castiel se encoge de hombros. Todos son iguales para él.
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—¿Quién eres?
—¿Que quién soy? Deberías saberlo, te han enviado a matarme, ¿no es cierto?
—No me mataste.
Él no cuenta con tener tanta suerte. Sabe que es una digna adversaria, que no
se lo pondrá nada fácil, pero no quiere matarla aún. Lillith cierra la distancia que hay
entre ellos, y solo los separan unos escasos milímetros. ¿Qué está haciendo esa arpía?
¿Intenta embrujarlo?
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—¿En serio? ¿Y cuál es mi especie? —Sus ojos son increíbles. Tienen un color
común, pero un brillo sobrenatural.
Esta vez ella se ríe con ganas. Le parece gracioso una verdad tan cierta como que
el sol quema.
¿A qué se estaba refiriendo con esa pregunta? ¿Gustarle? Da un paso atrás para
crear distancia entre ellos, distancia que ella rompe avanzando un paso más. Puede
incluso oler la esencia que desprende la piel de esa mujer, y es dulce.
—¿De verdad crees que lo hago a propósito? —Esta vez hay una determinación en
su voz que le dice a Castiel que habla en serio—. Yo no pretendo causar esa enajenación
que parece controlar a los demonios cuando se acercan a mí. Lo odio, pero no puedo
hacer nada para cambiarlo.
Los ojos de Castiel se encuentran con los de Lillith, y sin comprender cómo, ella
curva los brazos alrededor de su cuello y lo besa. Sus labios se encuentran y su lengua
empuja en su boca. Automáticamente, él se pone rígido.
Había visto a los humanos besarse más veces de las que podía contar, pero
nunca había tenido muchas ganas de intentar el acto él mismo. Al igual que el sexo,
parecía sucio —en cada manera imaginable— e innecesario. Pero cuando su lengua roza
contra la suya, cuando sus manos acarician un pedazo bajo su columna, su cuerpo arde
como una antorcha. Castiel cierra los puños a sus costados. No quiere tocarla, no puede
tocarla o no podrá resistirse. Debe detener esto de alguna manera, pero le gusta. Sentir
el cuerpo femenino de esa mujer contra el suyo le gusta, y por primera vez siente…
tentación.
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Tentación.
Esa palabra hace eco en su cabeza Él se suelta de ella, y sus brazos caen a sus
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lados, pesados como rocas. Está jadeando y sudando, cosas que nunca había hecho
incluso en medio de la batalla. Enfadado como está —con ella, consigo mismo— su
mirada fija en la de ella brilla. Su piel está sonrojada, más brillante que nunca. Sus
labios están rojos y magullados. Y él ha causado esa reacción. Las chispas de orgullo lo
toman por sorpresa.
Sin duda esa mujer lo ha tomado por un estúpido. ¿Iguales? No hay manera de
que ellos dos sean iguales.
—Lo hará de todas formas. —Castiel hace un gesto de firme disgusto. No puede
soportar que sea tan calmada ante la idea de la muerte—. Dime tu nombre.
—Castiel.
Puede jurar que ella sonrió. No era una sonrisa de maldad, de hecho, le pareció
hermosa.
Castiel no conoce esa respuesta. Nunca cuestiona las órdenes, si Rafael lo había
enviado era por una razón. Mentir no estaba en su naturaleza, por lo que guarda silencio.
Solo respira. Arriba. Abajo.
Castiel había tenido que ver cómo ese demonio, Lysander, obligaba a Lillith a
hacer algo que no quería, ella lo ha obligado a él a besarla, pero las reacciones de ambos
han sido distintas. Ahora no puede sacarse de la cabeza lo mucho que le ha gustado su
beso. Aprieta los dientes con todas sus fuerzas, y desaparece del cuarto batiendo sus
alas.
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CAPÍTULO IV
Su pelo estaba diferente, como la primera vez que nos vimos, cuando él no era
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más que un ángel sin experiencia al que debía entrenar. Me pareció tentador entonces
y me lo parece ahora. Esa actitud suya de creerse superior a todo es algo que me excita,
no sabría decir por qué, pero es algo que los humanos no tienen, por muy orgullosos
y narcisistas que puedan llegar a creerse. No puedo olvidar el hecho de que ahora es
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—Ese ángel. Dime que lo has matado. —Mi silencio es suficiente respuesta para
ella. —¿En serio? —Eleva las manos como signo de indignación pero la ignoro. —Tienes
que superarlo de una vez. Los ángeles están para matarlos, no para enamorarse de ellos.
Échale un polvo, como mucho, y luego te lo cargas. Es muy fácil.
—¡Eres un Caído! Los ángeles son tus enemigos ahora, ya no son tu familia. No
son tan benevolentes. ¿Crees que ellos te dejarían con vida si tuvieran la ocasión? ¡No!
¡Te matarían sin pestañear!
Sí, es muy dura con la gente impuntual. Me visto lo más rápido que puedo y
estoy lista para enfrentarse a la diabólica comandante del infierno. En ocasiones como
ésta me alegro de ser puntual. La disciplina era muy valorada en el cielo, y lo grabé a
fuego en mis costumbres.
Alexia es de ese tipo que mujer que todos quieren poseer. Exuberante, peligrosa,
de pelo oscuro largo y rizado, y con halo de oscuridad que te atrae como la miel a las
moscas. Siempre hay que bajar la mirada en su presencia. El último demonio que se
atrevió a desafiarla aún sigue en su jaula de fuego en el último círculo del infierno, y
puedo aseguraros que eso ocurrió hace ya varios milenios. Es dura y nada compasiva.
A esta reunión oscura solo estamos invitados unos pocos privilegiados. Dunia,
Ruby y yo ocupamos la zona norte de la sala, detrás del demonio al que debemos
obediencia, Lysander, que ocupa el lugar que le corresponde como Señor Oscuro en
la parte central. Junto a él, se encuentran los otros Señores. Nergal, conocido como el
señor espía, ocupa el lugar a la derecha de Lysander, tiene un aspecto algo estrafalario,
pelo muy oscuro y abundante que suele llevar revuelto, y viste siempre de oscuro;
Azazel, uno de los primeros Caídos, que propició el diluvio universal por su pecado, un
demonio muy guapo y al único de todos estos al que no odio tanto; Satanachia, conocido
como Sam, ser repugnante donde los haya, que me dedica una sonrisa que me produce
una repulsión absoluta. No es que sea feo, la verdad es que tiene su punto, pero lo odio
con todas mis fuerzas; Aeron, señor de los pecados capitales, aunque su favorito es la
lujuria, podéis imaginaros por qué, uno de los demonios más atractivos que conozco, y
Astaroth, muy muy sexy, que desprende ese aire de peligro, gran general de las legiones
del infierno. Es uno de los Señores Oscuros más poderosos que existen, si en algún
momento de la historia alguien ha estado medio cerca de arrebatarle el trono del infierno
a Lucifer, ése es Astaroth, y casi nunca de manera limpia.
Supongo que tenerlo aquí es un honor, al menos sé que para los presentes, así
es. Y Dunia babea cada vez lo que ve, algo comprensible, aunque no es mi tipo.
—Señores, estáis todos convocados aquí por una razón. —Alexia habla como la
gran guerrera que es—. Miguel ha llegado con su ejército de caniches voladores, decidido
a poner fin a esta guerra milenaria. Pero nosotros podemos averiguar los planes de Dios
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—Pronto se unirá a nuestras filas. —Lysander está muy seguro de eso, lo que
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Alexia hace un leve gesto con su barbilla para señalarme, y todos en la sala se
fijan en mí. Algunos con expresión lasciva, como en el caso de Sam, otros con curiosidad,
como Aeron. Se está preguntando por qué aún no se ha acostado conmigo. Es casi un
milagro encontrar a alguien que no haya estado en su cama, y ni siquiera yo sé cómo he
podido librarme.
—Ya ha tomado el primer contacto con el chico. Sabe hacer bien su trabajo.
El aire frío en mi cara hace que mis cabellos ondeen en mi espalda. No quiero
tener nada que ver en esta estúpida guerra, ni siquiera quiero que el humano tenga
nada que ver con nosotros y estamos irremediablemente involucrados sin posibilidad
de escapar. Castiel me está siguiendo, ¿y sabéis qué? Voy a jugar un ratito más con él.
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Me cuelo por las calles dejándome ver, me quito la chaqueta de cuero y me la echo al
hombro, mientras me encargo de mover mis caderas deliberadamente. Creo que he sido
demasiado indulgente con él en nuestro anterior encuentro, y me apetece jugar al ángel
bueno, ángel malo. Me detengo en la puerta de un club nocturno, muy consciente de que
Castiel no me quita el ojo de encima. Sonrío al portero y me abre la puerta servicialmente.
Una sensual canción de rock suena en la pista y me abro camino entre la masa de
cuerpos hasta situarme en un lugar desde el cual puedo ver directamente la entrada. Sé
que Castiel está allí. Intenta ocultarse entre la multitud, pero es demasiado guapo para
no llamar la atención. Sé muy bien cómo jugar. Muevo la cintura al ritmo de la música,
ondeando mi cuerpo como si fuera una serpiente. Soy consciente de que la mitad de éste
club no puede apartar la mirada de mí, pero la única persona que quiero que me mire
está justo delante, con todo el cuerpo en tensión, como si estuviera a punto de saltar. Le
hago señas para que se acerque y por un momento parece hipnotizado. Cojo su mano y
hago que se una a mi baile.
Nunca me ha dado miedo el riesgo. No esperaba que Castiel conociera las reglas
de este juego, pero me sorprende gratamente que me siga la corriente. Creo que su
subconsciente lo está haciendo ser menos cuidadoso e impulsivo, y tal vez, de la misma
manera que yo, hay algo en él que no puede alejarse. No recuerdo haber bailado nunca
con él, sin embargo se mueve de una manera asombrosa, como si hubiera pasado su
vida en una pista de baile. Reconozco que no sé cómo salir de esta. Mi cabeza acaba de
irse de vacaciones, literalmente, los pensamientos racionales me han abandonado, y
nunca me he sentido tan libre. Me gusta su ropa. Unos sencillos vaqueros y una camisa
negra de algodón son todos los complementos que necesita.
Y le está encantando. Seguro que ninguno de sus objetivos anteriores era tan
divertido como yo.
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—¿Por qué?
Mala idea. Nunca trae nada bueno intentar comprender al bando contrario. Lo
sé por experiencia propia, y mi experiencia es más que dilatada que la suya. Si se trata
de cometer errores voy por delante de él.
—¿Qué pasa, tienes miedo de que lo logre? ¿Tienes algo que esconder?
Sabía que había estado observando, pude sentirlo en aquella habitación. Odio
que haya hecho eso, porque ha estado presente mientras era torturada y eso no es nada
agradable. Siento vergüenza.
—En primer lugar, —me giro para encararlo y una sonrisa de suficiencia se
dibuja en su hermoso rostro—no soy un demonio, y en segundo lugar, dudo mucho que
te hayas molestado en preguntarles a esos demonios antes de matarlos.
¡Pero bueno! ¿Qué hago discutiendo con un ángel? Es lo más estúpido que he
hecho en mucho tiempo. Por experiencia sé que los ángeles no atienden a nada que no
esté dentro de sus convicciones. Son seres tremendamente testarudos, pero no todos
son cerrados de mente. Al menos, sé que Castiel no lo es.
—¿Por qué lo hacen? ¿Y por qué se lo permites? Eres una guerrera, lo veo en tu
forma de moverte, tienes la elegancia de un cazador.
—Tengo el aspecto de un ángel. Les gusta ver hasta qué punto de denigración
puede llegar el cielo. Si lo permito, es porque estoy condenada para siempre.
nada, incluso creo que ha vuelto a ser el Castiel auto-programado en que se convierten
todos los ángeles “reciclados”, es decir, los que han vuelto al cielo después de morir.
Estoy a punto de hacer algo que jamás se me debería haber ocurrido, algo que me pintará
una diana en el pecho, algo por lo que me harán sufrir de maneras inimaginables si me
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descubren.
—Porque no te queda otra opción. Tú sabes lo que es ese chico, sabes lo que
quieren de él, y ninguno de los dos quiere que eso ocurra.
¿Confiará en mí? Lo dudo. Pero aludo a esa parte de ángel sensata que tiende a
proteger la creación. Justo cuando intento desaparecer, me agarra de la muñeca y me
lo impide.
—¿Por qué haces esto? ¿Por qué te la juegas por ese humano?
—Yo tengo mis razones. Tú limítate a salvarlo, como haces con todos, y no dejes
que los demonios den con él.
Necesito saber quién es el padre de Joel, porque una información como esa
puede resolver muchas dudas. En primer lugar, si tuvo un hijo con una humana y fue
descubierto, su ejecución correría por cuenta de Rafael, y sé que en la Tierra puedo
encontrar a un antiguo confidente suyo. Si consigo dar con él, podré obtener los datos
que necesito. Sintiéndolo mucho por Castiel, debo dar nuestra charla por finalizada. La
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última vez que supe de él se encontraba en París. Supongo que me toca hacer un viaje.
París es bastante grande y para encontrarlo tendré que preguntar primero a todo
aquel que sepa de su paradero. No tengo intención de ser invisible, por eso me paseo
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por las calles con la esperanza de encontrarme un rostro conocido. Y no me toca esperar
mucho a que ocurra, en la iglesia del Sagrado Corazón, junto al funicular, encuentro a
Nicolaus. No es un ángel, ni un demonio, ni un Caído. Nicolaus es uno de esos seres que
pasan sin pena ni gloria por el mundo, es un Esquire, una especie de diablillo de aspecto
humano que solo juega con las cosechas, normalmente secándolas.
—Hola, Nic.
Un dato interesante. Así que Baltasar se ha hecho empresario. Algo me huele mal
en esa tapadera. Nicolaus me indica la dirección de ese “negocio” y lo dejo con lo suyo
después de hacerle una pequeña advertencia. La tienda en cuestión se encuentra en una
pequeña calle del barrio de Montmartre, junto a un par de tiendas de ropa de segunda
53
mano. La verdad es que la fachada deja que desear, y una buena mano de pintura no le
iría nada mal. La persiana está a la mitad, a punto ya de cerrar. Me cuelo por debajo y
una campanilla suena al abrir la puerta.
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Baltasar está tal y como la última vez que nos vimos. Ese pelo enmarañado al
estilo hippie, una barba de unos cuantos días, zapatillas de lona beige, camisa y pantalón
marrones y un chaleco de rayas marrones y beige.
Quién iba a decirlo. Baltasar y yo nunca hemos sido lo que se dice amigos, más
bien conocidos, pero él siempre ha sido un chico malo, y ya en el cielo se dedicaba a
asuntos turbios y de dudosa reputación. Pero sigue siendo un ángel. Muchos lo han
dado por muerto y por eso no lo buscan.
—Yo hice correr ese rumor, encanto. Es la mejor manera de pasar desapercibido.
En uno de los estantes hay varias espadas de diferente esencia, y en una esquina,
el Libro de Salomón. Creía que había sido destruido.
—¿El Libro de Salomón? ¿En serio? Eras un gran soldado. Me sorprende que
ahora seas solo un común ladrón.
—Bueno, eran objetos que estaban allí sin que nadie les diera ningún uso…un
desperdicio. Aquí se pagan bien.
—Ya veo. ¿Así que has estado de vacaciones todos estos años?
—Oh, sí. Le he estado dando a la buena vida. Hoy mismo he hecho un mènage
a… ¿cómo se dice 12 en francés?
Entorno los ojos y se ríe con su propio chiste. Ya veo que está disfrutando al
máximo de su tiempo libre, y debe de irle muy bien con este sitio. Supongo el mercado
negro tiene gran aceptación en estos tiempos.
—Necesito información.
—Siempre me has caído bien, así que, por lo que a mí respecta, si quieres mi
ayuda la tienes.
55
—Gracias.
sillas, y decenas de estanterías con todo tipo de cosas. Aquí hay más objetos bíblicos que
en ningún otro lugar del mundo.
—Cuando ayudabas a Raguel, ejecutó a varios ángeles por procrear con humanos.
—Él asiente—. Necesito información sobre uno de ellos.
Un serafín…eso explica por qué el nefilim puede ver cosas que otros de su misma
especie no pueden. Parece ser que sus poderes latentes son más poderosos de lo que
creía.
—Hace dieciséis años. Raguel se encargó de que la ejecución fuera justa, incluso
él lo apreciaba.
Me parece un gesto noble, pero no tuvo los mismos miramientos con otros
ángeles que cometieron el mismo pecado. La verdad es que mi definición de pecado se
ha distorsionado mucho en los últimos siglos.
Hum… no se me había pasado por la cabeza esa idea. Empezar una guerra civil
dentro de la gran guerra…
Dejando todo este rollo atrás, ahora me toca ver al chico. Debo avisarlo, debe
saber el gran peligro que corre. Aún no ha amanecido el nuevo día, puedo oler ese frescor
de madrugada que inunda las calles de Londres. Ese encanto de chico está dormidito en
su cama, como si nunca hubiera roto un plato. Con un ligero movimiento de mi mano,
consigo que se despierte. Veo mejor en la oscuridad que cualquier humano corriente,
y al sentir mi presencia en la habitación, Joel enciende la lámpara de la mesilla. La
bombilla tiene una potencia mínima, pero da luz a la habitación y le permite localizar
una sombra acomodada en su sillón. Yo.
—Baja la voz. —basta con que le ordene para cerrar el pico—. Vas a despertar a
todo el mundo.
Sus neuronas están en estado de shock, pero se esfuerzan por conectarse, porque
no se trata de un sueño, sino que soy real, y estoy sentada delante de él.
—No, no lo soy.
—¿Avisarme de qué?
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—¿Cómo qué?
La ligera sorpresa de sus ojos me dice que sí. Ahora solo me queda saber qué
tipo de sueños.
—He tenido el mismo sueño durante días. Es muy real, como si estuviera
viviéndolo. Veo muerte, cuerpos tendidos a mi alrededor, caos, y en el centro de todo me
veo a mí mismo blandiendo una espada de fuego y…tengo alas, como las de los pájaros.
Y también estás tú.
—Yo…
—Sí. Tú también estás allí, a mi lado, como si se tratase de una especie de guerra,
con unas enormes alas negras extendidas, como las de un cuervo, y una espada en la
mano, pero no sé en qué bando luchas.
Siento mucha curiosidad por ese sueño. ¿Podría tratarse del día del Juicio Final?
De cualquier modo yo aún no he decidido si quiero luchar y mucho menos en qué bando.
Si este chico tiene visiones sobre el Apocalipsis, entonces sus poderes están por encima
de lo que hemos pensado.
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—No lo conozco.
Pero yo sí. He hecho los deberes, y si voy a jugarme mi integridad física por
ese crío al menos debía saberlo todo sobre él. Me ha costado bastante, pero he sacado
información de las altas esferas. Por supuesto Lysander no me iba a contar nada, y dudo
que conozca esa información, o sino él mismo se habría encargado del tema.
—¿Qué es eso?
Sé que todo esto es difícil de digerir, y le permito unos momentos para que lo
asimile.
tan valioso como pensaba, y no merecerá la pena salvarlo de la condenación. Los labios
de Joel forman una línea tensa y casi puedo percibir el aumento de los latidos de su
corazón.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA
—¿Qué es eso?
—Existe una jerarquía angélica, y los serafines son los ángeles de mayor rango.
Jeliel era un ángel poderoso y muy valioso. Como muchos de nosotros, fue enviado a la
tierra en una misión, pero se enamoró de tu madre, y cuando descubrieron que había
tenido un hijo con una mujer mortal mandaron su ejecución. Raguel se encargó de su
muerte, pero recibió un castigo mucho más piadoso que muchos otros antes que él.
—Vale, mi padre era un ángel. Supongo que con un poco de tiempo y esfuerzo
puedo asumir eso, ¿pero qué quieres de mí?
—No se trata de lo que yo quiero. Como te he dicho antes, los demonios están
interesados en ti, el motivo es que eres un malak, un mensajero del cielo. Tengo que
decir que eres el primer mensajero que posee una parte de ángel. Todos los malak de la
historia han sido humanos.
—Un malak…cada palabra que dices es más rara que la anterior. ¿Y qué hacen
los malak?
tiempo que pueda, pero te advierto que será difícil, y no solo para mí. No utilices tus
poderes sin que yo esté cerca, o terminarán por localizarte.
Todo a su tiempo, mi querido Joel. Solo es cuestión de tiempo que sus poderes
lo asalten de improviso y entonces se verá desbordado. Para alguien que no está
acostumbrado a ellos es algo abrumador y desconcertarte. Podrían llegar a apoderarse
de él y perder por completo el control sobre sí mismo.
—Debo irme ahora, pero ten muy en cuenta mis palabras. Una hora después del
anochecer, quiero que vayas a Picadilly Circus y me esperes allí. No hables con nadie
sobre nada de lo que has escuchado. ¿Entendido?
Con algunas dudas y reticencias por su parte, acepta reunirse conmigo, porque
sabe que el único modo que tiene de descubrir quién es en realidad soy yo.
Solo tiene una opción y es libre de aceptarla y asumir que digo la verdad, o
pensar que solo estoy mintiendo y rechazarla, en su conciencia queda. De todas formas
sé que es una decisión difícil de tomar, y necesitará cierto tiempo para deliberarlo con
tranquilidad. Ahora solo tengo que conseguir mentir a Lysander, una tarea muy difícil,
y necesitaré mucha persuasión para conseguirlo.
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PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA
INTERLUDIO III
Y Lysander avanzó entre las gentes, y Amatiel pudo sentir como un escalofrío
recorría su espalda. Huir de Lysander era una misión imposible, ella lo sabía, él lo sabía.
—Te he dicho que no me llames así, ese no es mi nombre. —El sonido de los
tambores amortiguó sus palabras, pero Lysander las oyó con claridad.
62
El tono de su voz hizo que sus sentidos se pusieran alerta. Detrás de Lysander
apareció un hombre alto, mucho más alto de lo normal para la época, de piel bronceada
por el sol, y el pelo de un rubio similar al suyo que llevaba recogido en la nuca con una
cinta roja. Sus ojos como granos de café eran bellísimos, pero tras ese fondo podía ver el
pozo ardiente del infierno. Con una sonrisa torcida, el atractivo desconocido le hizo una
referencia con la elegancia de una gacela.
—Bella como un ángel, peligrosa como un demonio. —El timbre de su voz era
armonioso, sensual, y sus movimientos propios de la nobleza hicieron que muchas
mujeres apartaran sus ojos del torso esculpido de Jesucristo y los posaran sobre aquel
hombre de carne y hueso—. Lysander, me gustaría estar a solas con esta preciosidad.
Lysander asintió con una reverencia y desapareció entre la gente. Amatiel buscó
el rostro de Castiel desesperadamente, en vano, había perdido su pista.
Amatiel podía sentir un poder como jamás había sentido nunca, en ningún otro
demonio antes.
—Lucifer.
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—No tienes que llamarme así, si mi nombre te incomoda. Tengo entendido que
tu nombre tampoco es Lillith. ¿Cuál es?
—Amatiel.
Amatiel había estado mucho tiempo conviviendo con demonios, pero conocer
al DEMONIO por excelencia era algo muy serio. Nada en él delataría su verdadera
naturaleza, pasaba por un hombre cualquiera, atractivo, pero en ese mismo instante,
pudo percibir solo un latigazo de su poder, que le quemó las venas como ácido.
—No se trata de lo que yo quiero de ti, sino de lo que tú quieres y puedo ofrecerte.
Lo que Amatiel quería era simple y a la vez complicado, pero nadie podía
dárselo, ni siquiera él. Y no estaba segura de quererlo realmente, por la cantidad de
implicaciones que tenía.
—Quieres olvidarte de él. O tenerlo para siempre. ¿Crees que es malo querer
más? Tenías más antes de que Dios te abandonara.
—El verdadero amor no es real a menos que sea devuelto. ¿Si dejamos de creer
en el amor, por qué querríamos seguir viviendo?
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—No creo en el amor, querida. Pero tú sí, por eso estoy dispuesto a ofrecértelo a
cambio de unirte a mis filas.
—¿Cómo?
—Puedo hacer que caiga. Si él cae podréis estar juntos. Es sencillo. Solo dime
una palabra y tendrás lo que deseas, haré que recupere todos sus recuerdos.
—No.
—¿Durante toda la eternidad? Es muy noble por tu parte, pero ¿estás segura de
que es lo mejor para él? Podemos darle más de lo que jamás ha imaginado. Más de lo
que puede llegar a soñar, y sería una gran incorporación.
La mirada glacial que le dedicó congeló todo su cuerpo. Amatiel podía ser
muchas cosas, pero nunca antepondría su propia felicidad a la de Castiel, de cualquier
persona menos de él. Llevaba milenios enamorada de él, y por ese mismo motivo era
capaz de asumir cualquier calvario, cualquier sufrimiento, si Castiel estaba al margen.
Cincuenta años ya sin recordarla, y cada día buscaba una manera de encontrarse con él.
Y que Dios la perdonara algún día, pero una parte de ella quería aceptar el trato, quería
vivir eternamente a su lado, y temía que esa parte se hiciera demasiado fuerte con el
paso del tiempo. Por eso, desde ese día, luchó con todas sus fuerzas para mantener esa
parte encerrada en lo más profundo de su alma.
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PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA
CAPÍTULO V
Oh, ahí está mi chico. Esta noche viste vaqueros y una camiseta color gris. Debo
reconocer que me encanta cómo lleva el pelo revuelto, como si acabase de levantarse.
Mira con indecisión entre las mesas, y me encuentra.
—Bien, he venido.
Sí, ha venido, que es más de lo que podía esperar. Desde el primer momento
supe que era inteligente, puede percibir más que otras personas, solo necesita ponerlo
todo en orden.
—¿Eres un demonio?
—No. Soy un ángel caído. —Levanto la mano para que no pregunte, y acabo la
respuesta—. No son lo mismo.
—¿Conociste a mi padre?
El camarero llega con su café y lo despacho con una sonrisa deslumbrante. Algo
me dice que hoy el café me saldrá gratis. Devuelvo toda mi atención a Joel, y espero sus
preguntas. Sin duda ha estado pensando mucho en todo lo que le he dicho.
—Quiere que te unas a él, que formes parte de sus filas y le informes de todo lo
que pasa ahí arriba.
Solo de pensar que los demonios puedan ganar la batalla me pone los pelos de
punta.
—Parece mentira, que después de tantos miles de años, aún no hayáis podido
firmar la paz. ¿Por qué dura tanto vuestra estúpida guerra?
—Pregúntale a Dios.
Esta parte de la conversación acaba aquí. No tengo respuestas para eso, siento
que tiene muchas más preguntas que hacerme, y no estoy segura de que quiera conocer
todas las respuestas. Se muestra colaborativo por ahora, pero nada me dice que siga así
por mucho tiempo.
—¿Qué sois exactamente los ángeles? Quiero decir, ¿se supone que todos sois
buenos y que todos los demonios son malos?
67
—Por desgracia no es tan sencillo. —Sonrío con dulzura. No hay una explicación
verdaderamente satisfactoria sobre nuestra naturaleza—. En esencia, los ángeles no
somos seres ni buenos ni malos, solo obedecemos órdenes de un Dios que no tiene que
ser necesariamente bueno o malo.
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No quiero que malinterprete mis intenciones y crea que siento algún tipo de
cariño o afecto por él. Sería bastante malo para mi reputación.
—Muy bien, como parte de este pacto mutuo de libre utilización, quiero hacerte
una pregunta personal. —Me alegra que sea inteligente y vea las cosas de manera
positiva—. Mi madre siempre dice que si estás arrepentido de verdad eres perdonado.
¿Qué fue eso tan terrible que hiciste para que Dios no te permitiera volver?
Una muy buena pregunta. Una que llevo haciéndome a mí misma mucho tiempo.
Se queda en silencio, mirándome, pero no tengo otra respuesta que darle. Esa
es la verdad.
—Espera de Dios siempre el castigo para que su bondad caiga sobre ti como un
bálsamo.
—Quiero hacerte una pregunta yo a ti, Joel. Basándome en lo que has dicho,
¿crees en Dios?
su taza de café humeante—. No sé, creo que hay un cielo y un infierno, mi madre cree
en Dios, yo no. Creo en el bien y en el mal, creo que hay ángeles, obviamente, y también
demonios. —Me mira fijamente para dar credibilidad a sus palabras—. ¿Si realmente
hay alguien ahí arriba que se divierte jugando con los destinos de las personas? No, no
lo creo. No lo espero, al menos.
—Te diré una cosa. Nadie ha visto nunca a Dios. Ni los ángeles, que supuestamente
fuimos creados por él, ni los demonios, a los que castigó, ni su propio hijo que vino a
la Tierra. —Al que tampoco he visto nunca, debo decir, salvo imágenes suyas—. Nadie.
Y sin embargo, a lo largo de la historia los hombres se han masacrado unos a otros por
un Dios invisible. El lema de los cruzados era “Porque Dios lo quiere” y todos fueron
masacrados. Se han cometido los peores crímenes de la humanidad en nombre de
Dios, en nombre de la fe. Pero los humanos no conocen el significado de aquello que
proclaman. Sin embargo, tú eres un Nefilim, mitad humano mitad ángel, un mensajero
del cielo, y nunca he visto menos devoción en nadie.
—Hasta hace una semana creía que era un adolescente corriente, y hoy resulta
que mi padre era un ángel y yo soy un…¿malak?
—No, ésta vez no eran imágenes…—Se pasa la mano por el pelo y mira a ambos
lados antes de seguir—. Solo podía oír sus voces.
—Uno de ellos era un ángel, de eso estoy seguro; estaba cerrando un trato con
alguien. Le prometió que tendría su parte si el plan salía bien. Lo que quería a cambio
era a una tal Ahriel.
—Era Khamael.
—Soy una esclava. Una vez que bajamos a la tierra no podemos ponernos en
contacto con ellos, a no ser que nos den las órdenes cara a cara o a través de algún sueño
profético. Claro, que rara vez es así. Te ordenan algo y esperan que lo cumplas. Así de
sencillo. Pero matizo, soy un caído, los ángeles ya no se ponen en contacto conmigo.
Y eso es frustrante. Todo sería mucho más fácil para mí si tuviera de nuevo mi
radar angélico. Pero con la información que Joel tiene en su poder le acaban de pintar
70
una enorme diana en el pecho, y necesita ayuda. De repente tengo a alguien en mente.
—Vale, escucha muy atentamente. Necesitas tiempo para controlar tus poderes,
y no puedes hacerlo solo. Voy a cubrirte, enviaré a alguien a ayudarte, se llama Castiel,
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¿Cómo decirle a un chico que tanto los ángeles como los demonios están detrás
de él? Sí, su familia corre peligro, toda la humanidad corre peligro, pero no necesita más
presión de la que ya tiene.
—No tienes por qué preocuparte. Tienes mi palabra de que haré todo lo que esté
en mi mano para mantenerte con vida. Miguel no se detendrá por nada.
—Ven conmigo.
Desde el principio de los tiempos los hombres han mostrado a los ángeles como
seres radiantes llenos de luz y belleza, y en parte son así, pero se han empeñado en
ilustrarlos con aspectos inofensivos, mientras que los demonios son grotescos y oscuros.
A estas alturas ya sabréis que no es así. Los demonios pueden ser tan hermosos como
queráis imaginar, y no todos los ángeles son guapos y espectaculares. Cruzo la calle
sin darle importancia a los coches y me detengo delante de la puerta de la iglesia. Está
tallada y elaborada, y su marco de piedra muestra imágenes de la Biblia.
Se encoge de hombros.
Cruzo la puerta de madera y camino por el pasillo central hasta llegar frente
al altar. Ahí está lo que buscaba. Una estatua de piedra de Miguel, bueno, una versión
descafeinada de él.
—¿Qué ves?
—A Miguel.
—No, ésa es la versión para niños de Miguel, una cara de querubín enmarcada
por espesos tirabuzones dorados. —Por favor, un crío con falda, eso no puede dar miedo
ni a un conejo—. El verdadero Miguel te haría temblar. Es un general con millones de
años de experiencia en la batalla, su cuerpo está adornado con runas angélicas, su pelo,
de un negro tan puro, tiene vestigios de la noche vívida y apasionada, y combinado con
el color extremadamente azul de sus ojos sería capaz de congelar el fuego; su armadura
dorada tiene grabada los diez mandamientos en el idioma de los ángeles. —Sus ojos son
de un azul tan puro que parece que un artista celestial hubiera aplastado zafiros para
fabricar pintura y luego hubiera coloreado el iris con las más delicadas pinceladas—.
Sus alas son tan grandes que te cubrirían por completo, y la punta de cada filamento de
sus plumas son de oro, que reflejan los rayos del sol. —Miguel es un ser tremendamente
hermoso, y absolutamente letal y peligroso—. Si vieras a Miguel, primero quedarías
hechizado con su belleza, pero después saldrías corriendo aterrorizado.
Joel traga saliva, no me extraña que no temiera a ese Miguel que estamos
contemplando. No quiere tener que vérselas con él, y yo no quiero tener que vérmelas
con él. Noto que está temblando, y le cojo la mano.
Intento sonreír para tranquilizarlo y creo que lo consigo. Pero yo sé que no tengo
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y destreza de Rafael. Soñaba con ser tan buena como él, hasta que conocí a Miguel. Tan
deslumbrante, tan…poderoso. Podía sentir su poder en cada poro de mi piel. Y entonces
quise ser como él. Pero Miguel es un hijo de puta arrogante, y disfrutaba metiéndose en
las mentes de ángeles inocentes como yo, haciendo un despliegue de su masculinidad,
y todos los ángeles caían bajo su hechizo. Excepto yo. Lo único que quería de Miguel
era luchar como él. Y cuando lo conseguí, fue mi turno de entrenar a los nuevos, y un
angelito con mucho talento me cautivó. ¿Sabéis quién, verdad? Castiel. Y Miguel no
podía soportar no conseguir lo que quería. Él fue quien me delató a mi padre, quien me
empujó para que cayera. Siempre reservaré una parte en mi corazón para odiarlo por
eso. Miguel podría tener cualquier cosa que deseara, excepto a mí.
Ningún capullo tocará a mi chico. Alguna vez habréis oído eso de las prioridades
¿verdad? Pues la mía ahora mismo es mantener a este chico de una pieza. Es una única
carta ganadora para detener el Apocalipsis.
—Salgamos de aquí.
Hay una cierta urgencia en mi voz, pero debo alejar a Joel de quien sea que
me está vigilando, nadie puede averiguar que estoy ayudándolo. El chico ha captado la
importancia de largarse y camina a paso rápido. Por supuesto su velocidad no es ningún
impedimento si cualquier ángel deseara atraparlo, porque podría materializarse antes
de que parpadeara, pero me parece imperativo alejarnos lo antes posible. Lo que más
me fastidia es no saber quién anda detrás de mí, una cosa es saber que Lysander me
controla cada minuto, porque sé a quién me enfrento, pero esta especie de sombra que
planea sin forma es más difícil de combatir. Se trata de un ángel, no obstante, ¿de cuál?
—¿Qué ocurre?
73
—Vete a casa sin detenerte en ningún lugar, no hables con nadie, solo date prisa.
Joel no espera a que tenga que repetírselo, mueve los pies y empieza a caminar
a paso ligero. Yo aguardo en silencio. Algo flota cerca de mí, lo siento en cada poro, y
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camino lentamente alejándome de las calles atestadas de gente. Quien quiera que sea
me seguirá. Me detengo al llegar a un jardín, bajo una farola. Detecto una sombra por
el rabillo del ojo. Se ha movido demasiado rápido como para ser algo humano. Lo que
sea que me acecha vuelve a moverse, raudo como un parpadeo, silencioso, inquietante
como el aullido de un lobo. “Ven bonito, acércate.” Estoy preparada para combatir,
porque puedo invocar mi espada en una fracción de segundo.
Vuelve a haber una sombra entre los árboles e intento disimular una sonrisa.
Escucho el ligero sonido de una espada al desenvainarse, mi espada aparece en mi mano
y me giro con la velocidad suficiente para detener el golpe. Nuestras espadas chocan con
ese sonido característico que no es de este mundo, y las esencias de ambas espadas se
repelen.
Entorna los ojos y sé que ocurre algo. Tal vez no me cuente lo que está pasando,
pero si tiene algún afecto por nuestra vieja amistad, me lo contará.
Bajo la mano un poco, haciéndole ver a Graziel que estoy dispuesta a darle una
tregua para negociar. Vacila, pero también baja su espada. La luz de la farola ilumina
sus rasgos, no muy llamativos. Es uno de esos ángeles un poco andróginos como los que
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se representan en cuadros del Renacimiento, sus ojos son de un marrón muy oscuro,
casi del mismo color que su pelo, y va vestido con unos vaqueros y una camiseta sencilla.
—¿Qué estás haciendo, Amatiel? ¿Es que ya no sientes ningún amor por los
humanos?
Oh, él no sabe hasta qué punto los amo. Me llama por mi nombre verdadero.
No mostramos ninguna emoción, no es necesario revelarnos lo que sienten nuestros
corazones. Los ángeles sentimos de manera más intensa que los humanos. Debemos
aprender a sufrir para poder amar. Cuando sufrimos, sufrimos mucho, pero cuando
amamos…ah, el amor es más increíble de lo que se pueda imaginar.
Nada que declare que intentara hacerle ningún mal. Graziel lo sabe. No tiene
ninguna prueba en mi contra. Nos une una larga relación, y me cuesta creer que pueda
acabar con ella de una manera tan radical.
—Déjame vivir un día más, Graziel. Tengo un asunto muy importante que
resolver. Cuando esté acabado, dejaré que me encuentres, pelearé, y si me vences en una
batalla justa me arrodillaré ante tu espada y podrás acabar conmigo. Es un buen trato.
—Me conoces, te guste o no, y sabes que nunca me he escondido de una pelea.
Te doy mi palabra.
Dios tiene una manera perversa de jugar con el destino. Pero ante todo creo en
el honor de un ángel, pueden ser muchas cosas, pero siempre cumplen su palabra.
75
—Gracias.
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INTERLUDIO IV
JOEL
Lo más inquietante de todo es el silencio. Un silencio pesado que se filtra por cada
poro, por cada célula…es aterrador. Al otro lado del río de fuego dos rostros lo miran.
Dos ángeles. Reconoce a uno de ellos, es Lillith. Está vestida como una guerrera, con una
armadura de plata, blandiendo una espada celestial de ardientes llamas. El otro es un
ser imponente y cegador. Su rostro parece esculpido en la más delicada piedra, radiante
y sereno, pero en sus ojos puede ver la fiereza del león. Sus alas extendidas miden más
de dos metros y brillan con una intensidad sobrehumana. Siente una inquietud que no
sabe explicar, se apodera de él como una cadena que lo ancla a la tierra polvorienta que
se extiende bajo sus pies. Es el miedo. Un miedo tan intenso y envolvente como jamás
ha sentido antes.
Siente una conexión diferente con ella. En su piel puede sentir el contacto de
unas manos que de pronto le dan fuerza y la valentía regresa a él como arrastrada por
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las olas del mar. Asiente al escuchar su voz celestial, a pesar de no haber pronunciado
nada, y recoge su arma del suelo. En sus manos es diferente, no es pesada, sino ligera y
poderosa. Sabe lo que debe hacer incluso antes de que la orden aparezca en su mente,
ha nacido para este momento, para interponerse en el camino de quien quiere destrozar
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el mundo, ha nacido para ser un ángel. El poder se apodera de él, unas alas blancas se
extienden en su espalda y se lanza a través del río de fuego.
Joel Green se despierta de pronto, empapado en sudor y jadeante. Otra vez ese
mismo sueño, pero esta vez el rostro de Miguel también aparecía. Cada vez las imágenes
de su sueño eran más intensas, más vivas. Puede sentir las mismas emociones, todo
va más allá de un sueño corriente. Es más que posible que esa mujer que dice ser un
ángel tenga razón. Ha intentado buscar más soluciones a lo que le ocurre, pero ninguna
explicación encaja tanto como la de Lillith.
Nunca había sido una persona creyente, pero la clase de teología era una de
sus favoritas, ahora con mayor motivo. Cuando llega al instituto, sus amigos están
esperándolo en el pasillo, junto a las taquillas. Pero Joel está diferente, se siente
diferente. Algo dentro de él que no es capaz de controlar. Se sienta en su pupitre de
siempre, junto al de Eva y el de Brian, y distraídamente garabatea en su cuaderno lleno
de anotaciones. Piensa en la conversación que tuvo que Lillith, y en todas las cosas que
desconoce, en lo mucho que le queda por aprender y por preguntar. Pero la verdad que
es tiene un miedo irracional que no quiere exteriorizar, porque lo que ve y lo que oye no
es de este mundo, y no sabe cómo combatirlo. Desconoce sus propios límites, y una voz
dentro de su interior quiere salir. ¿De qué es capaz exactamente?
—Entonces según su teoría Lucifer solo sería el chico bueno. —El proyector
muestra en la pantalla la imagen de un cuadro que representa la caída de Lucifer con
78
todo el esplendor que el pintor quiso reflejar en ese hecho—. Yo creo que Dios tiene la
culpa de que sea como es.
—Bueno, según deja entrever la Biblia su pecado fue amar demasiado a Dios.
Podría haber escogido infinidad de castigos que infringirle, y sin embargo lo expulsó del
cielo. Conocía su naturaleza y también las débiles mentes y corazones de los humanos,
y se arriesgaba a que los corrompiera.
Eso tenía un sentido abrumador. Y parece mentira que la mente inocente de Eva
haya sacado esa conclusión.
Toda la clase está en silencio, atenta, y Eva parece experimentar una seguridad
que nunca antes había visto en ella. Es una buena estudiante, pero aun así es prudente en
sus respuestas, nunca pronuncia una palabra que no haya medido antes debidamente.
¿Estaba diciendo que Dios no sabía lo que hacía? Bueno, él mejor que nadie
desconocía los planes divinos, pero no estaba de acuerdo con esa suposición. El profesor
está a punto de continuar, pero Eva lo interrumpe de nuevo.
—Nunca nos han dicho que amar fuera un pecado, en ese caso, no se debería
castigar a los que anteponen el amor a sus necesidades. Si es cierto que el verdadero
castigo de Lucifer fue su ciega devoción por Dios, no puedo comprender el porqué de
toda esta historia cósmica. En parte, no puedo dejar de pensar que Dios no tuvo el valor
suficiente para acabar con él si tan peligroso era, en el fondo no era capaz de borrar a su
creación.
Es la primera vez que el profesor no tiene una respuesta para uno de sus alumnos.
Todos miran a Eva con diversas reacciones, la mayoría de sorpresa. Joel no deja de darle
vueltas a todo lo que escuchado, y le parece imposible de creer que por fin alguien haya
llegado a una conclusión tan rotunda. La clase ya ha terminado y Brian toca su brazo
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Joel lo mira y nota que Brian lo está viendo como si fuera a un monstruo.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA
Su amigo frunce el entrecejo. También nota algo extraño en él. Su mirada es tan
fría que hace que Brian mire a otro lado.
—No sé qué le pasa hoy a Eva. Ha soltado un montón de teorías raras. Creo que
ha tenido que fumarse algo antes de clase.
Joel se pone de pie y su silla cae hacia atrás con un sonoro golpe. ¿Por qué
está tan furioso? Siente como si un poder invisible lo empujara a hacer cualquier cosa,
porque se siente capaz de hacer lo que sea. Coge a Brian del cuello de la camisa y lo
amenaza con su puño.
La cara de Brian se tiñe de terror. ¿Es que no puede ver lo que está diciendo?
¡Está acusando a Eva de estar loca! Merece un castigo…
Incluso sus ojos son diferentes. Tienen un brillo maligno, él nunca había
amenazado con golpearle. Era su mejor amigo. Ni siquiera se habían peleado cuando
eran niños.
Por primera vez Joel se fija en los ojos que lo contemplan desde el fondo de
la clase. Unos grandes ojos dorados. Nadie parece haber visto a ese hombre rubio,
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de impecable traje blanco, recostado tranquilamente contra la pared del fondo. Y sin
embargo está seguro de que lleva ahí un rato. ¿Un ángel? El hombre del traje blanco se
sienta sobre la mesa del profesor y lo mira.
—¿Eres un ángel?
¿Pero qué se ha creído ese ángel? ¿Qué ha descubierto algo desconocido? ¿Ha
visto lo que acaba de hacerle a su amigo? Castiel camina por la sala, rozando las mesas
con la punta de los dedos.
Vuelve a salir ese sentimiento de posesión que no puede controlar. ¿Qué está
pasando con él? ¿En qué se ha convertido?
—¿Y cómo puedo saberlo? —No es ningún estúpido. No puede confiar en las
intenciones de nadie, y que haya decidido confiar en Lillith no significa nada. Por el
momento es su mejor baza—. ¿Vienes a matarme?
—No. Vengo a salvarte. Eres especial, Joel. Los demonios quieren usarte como
arma, yo he sido enviado para protegerte, pero muchos ángeles intentarán matarte.
—¡Esto es una mierda! ¿Me estás diciendo que si no dan conmigo los demonios
lo harán los ángeles?
—Sí. Oye, estúpido humano, me estoy jugando mi propia vida por ti.
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Esa frase le sonaba familiar, ya se lo habían dicho antes. Mucha gente se estaba
jugando la vida por él. No sabía que fuera tan popular.
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—Lillith.
—Mi misión era matarla, pero es más importante ocuparme de ti primero. Ella
te cubrirá mientras te enseño a usar tus habilidades.
Joel sigue al ángel hasta el patio del instituto. Ahora sabe que los demás pueden
verle, porque varias chicas de su clase cuchichean algo sobre él. Castiel pasea libremente,
y cuando Joel se da cuenta están siguiendo el camino hasta su casa.
Los ángeles. Vale, mantenían el equilibrio, pero los caídos habían sido
considerados como demonios, y por lo que él había podido conocer de Lillith, ella no
era como el resto.
—¿Conociste a Lillith?
—No lo sé.
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—Hay algo en ella que me resulta familiar, un sentimiento, pero por más que
busco en mi memoria no la recuerdo.
—Tío, ¿en serio? ¿Pero tú la has visto bien? Está cañón, si la hubiera visto antes
la recordaría.
Joel lo detiene en la puerta de su casa. Castiel lo mira con una ceja alzada, pero
Joel se mueve a la derecha deteniéndole el paso.
—Ni de coña, tío. Mi casa es mi refugio, Andrea y mi madre no van a saber nada
de ángeles.
Castiel sonríe divertido. Nadie más está viéndolo en ese instante, solo Joel.
Puede mostrarse a voluntad. Pero no tiene tiempo para esos estúpidos juegos humanos.
—Debes aprender a usar tus nuevos poderes. La próxima vez, podrías matar a
uno de tus amigos sin que seas consciente de ello.
—Son tan reales…a veces me cuesta distinguir qué he soñado y qué no. Puedo
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—No si podemos evitarlo. —Y deben evitarlo. Nadie dijo que la victoria fuera
fácil, pero quedaba un largo camino por recorrer—. Ni siquiera sabrán que estoy aquí.
Vamos, nefilim, tienes muchas cosas que aprender.
A Joel no le gusta que use ese término para referirse a él. Si solo puede verlo él,
entonces no hay ningún problema. Lo hace pasar a su casa, una decoración sencilla lo
recibe, sin demasiados lujos, pero con cierto gusto. Joel deja su mochila en el perchero
del pasillo, junto a la puerta y se quita la chaqueta.
—Sí mamá.
Joel hace señas a Castiel para que suba al segundo piso, el ángel sonríe divertido
y se toma su tiempo, paseando su mirada por los muebles.
—Bonita casa.
Castiel no sabe lo que es la cerveza, pero de todas formas no habría podido beberla.
Castiel lo mira sin comprender, pero nunca llegaría a entender a unos dioses del
rock. Se sienta en el borde de la cama y mira con impaciencia al ángel.
Castiel se apoya contra la mesa de escritorio y guarda las manos en los bolsillos
de su pantalón.
—Es el poder. Lo llevas en las venas, en cada poro. Suele pasar, pero tienes que
controlarlo. Has estado a punto de pegarle a tu amigo.
—¿Puedo controlarlo?
—Para alguien como tú es muy fácil caer en el camino equivocado, solo tienes
que cruzar una delgada línea. Intentaré mantenerte alejado de esa línea.
—Vamos a empezar por algo sencillo. Como nefilim puedes comprender a los
animales, saber lo que piensan. Tu primer entrenamiento consiste en comunicarte con
tu hurón.
Sí, de eso está seguro. Parece bastante serio, y bastante aburrido. Joel levanta a
Scrab para mirarlo a sus ojos. Parece un felpudo con ojos. Nunca ha reparado en lo feo
que es hasta ahora.
—Si tienes tanta paciencia… —Está bromeando, mira por dónde—. Intenta
concentrarte en escuchar sus pensamientos. Tómate tu tiempo, siente cómo tu mente se
conecta con la suya hasta que notes esa sensación como una especie de “click”.
“Pipas”
—Aprendes rápido.
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—Esa mitad de ti ha permanecido dormida hasta que has cumplido los dieciocho.
Pasa con todos los nefilim.
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CAPÍTULO VI
El demonio de pelo negro y rizado, con todo el torso lleno de tatuajes tribales ni
se gira en su enorme dormitorio de piedra para mirarme. Él está puliendo un arma, sin
camiseta. Le encanta exhibirse.
Desliza hacia mí una copa de vino sobre la mesa y doy un trago. Esta sí es manera
de tratar a los invitados, aunque se cuelen en tu casa.
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¿Contra quién si no? Me mira muy seriamente mientras sorbe su copa. Sus ojos
violetas me estudian con sorpresa.
—Contra Lucifer. —Repite las palabras en voz baja—. Y supongo que también
contra Miguel.
—Por supuesto.
—Estás loca.
Lo sé, reconozco que a veces tengo ideas un poco extrañas, pero por lo general
salen bien. Y por desgracia es la única posibilidad que tenemos de ganar esta guerra.
Azazel es uno de los más poderosos, tenerlo de nuestro lado sería una gran ventaja.
—¿Por qué querría llevar a cabo una rebelión contra Lucifer? Sería un suicidio.
—Has pasado 5000 años encerrado ¿y vas a permitir que el mundo se vaya a la
mierda?
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Deja la copa con demasiada fuerza sobre la mesa, y el cristal se hace añicos.
Recuerda muy bien su cautiverio. Enoc habló sobre él cuando escribió su libro. Describió
su tormento.
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Y recita de memoria:
Mucho tiempo ha pasado desde que él engendrara a los primeros nefilim, desde
que convenció a un grupo de ángeles para encabezar una rebelión y bajar a la Tierra.
—Tú amabas a los humanos. Dejaste el cielo por ellos. Tuviste hijos con ellos.
Azazel camina por la habitación, con indecisión. Sé que debajo de esa coraza de
hierro, ira y maldad, sigue amando a los humanos. Nunca ha dejado de hacerlo.
—Ahriel corre peligro. Khamael ha hecho un trato con un demonio para hacerse
con ella.
Por primera vez desde que lo conozco, puedo ver algún tipo de emoción en él.
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Hay unas cuantas razones por las que él, un demonio, estaría dispuesto a
ayudarme. Una es Ahriel, la otra, la supervivencia.
Azazel se esfuerza por serenarse. Cuando lo logra, me mira con una expresión
glacial.
—Lucharé.
Tengo un aliado. Es muy probable que solo nosotros dos tengamos alguna
posibilidad de vencer, pero se incrementará el número de aliados. Hay muchos ángeles
y demonios dispuestos a colaborar, solo tengo que encontrarlos. Me despido de Azazel.
Mi nefilim está esperándome. Tengo muchas cosas aún por enseñarle, y debo darme
prisa antes de que Lysander empiece a sospechar. Una cosa curiosa de los ángeles es que
si nos concentramos lo suficiente en un humano podemos sentirlo, saber dónde está,
qué hace, qué siente. No es muy difícil de lograr.
Gruñe como un perro. Intento esconder mi sonrisa, sabía que esa sería su
respuesta. Su aspecto fiero no me intimida lo más mínimo. Mientras no me recuerde me
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—No debes llevar ni una semana en la Tierra. Una semana más y no podrás
sacarte esta música de la cabeza.
Castiel contesta a mi pregunta sin tener que formularla en voz alta. No han
estado perdiendo el tiempo en mi ausencia, al fin y al cabo.
—Dudo que eso le pueda ser útil ahora. Debería estar aprendiendo a usar una
espada.
—Todo a su debido tiempo. Primero debe conectar con su mitad de ángel para
asumir su destino, y ese es el camino más rápido.
Hablar con hurones. Esos bichos con aspecto de rata alargada. Muy útil. Esto
avanza más despacio de lo que esperaba. A este ritmo los demonios tendrán su alma y
nada de esto habrá servido para nada.
—No tenemos tiempo para ir despacio. Sáltate las lecciones básicas y pasa al
nivel avanzado.
Todavía sabe cómo exasperarme sin necesidad de practicar. Cómo odio que
hago eso.
me será de mucha ayuda mientras esté charlando con su amiguito peludo y escurridizo.
Dedico una significativa mirada a Castiel y me sigue fuera de esa casa. Necesito tener
una conversación con él, y quiero privacidad.
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Rozo su rostro con mi mano, y la detengo allí, sobre la cálida piel de su cara, sin
romper el contacto. Miro sus ojos, suplicante, desesperada por obtener algo, deseando
que recuerde cualquier cosa. Parpadea varias veces, y se aleja bruscamente de mí con un
jadeo. Creo que ha funcionado.
—Tú me entrenaste.
Castiel cierra los ojos y más recuerdos vienen a su mente. En ese infranqueable
muro que se ha levantado alrededor de sus recuerdos empiezan a surgir los primeros
resquicios, y por esas fisuras los recuerdos fluyen libremente, poco a poco. Empieza a
recordarme, y estoy feliz por ello. Pero solo recuerda algunas cosas, cosas que no nos
ayudarán a ninguno de los dos.
—Nuestro padre te amaba, más que a mí, incluso más que a Miguel. Y te cortaste
las alas.
—¿Crees que fue por decisión propia? No fui yo quien se lanzó a la Tierra.
Me niego a pensar que fuera así. Yo no era su favorita. Aparto la mirada de él,
sintiéndome culpable, porque nunca me he arrepentido tanto de ser un Caído como
estando cerca de él. Dios no me amaba, este no es castigo para quien se ama.
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—Padre nunca nos dijo cómo luchar. Solo nos advertía que tuviésemos cuidado.
¿Pero cuidado de qué? No sabíamos nada. Sin embargo, tú siempre has seguido sus
órdenes…
Puedo ver la comprensión en sus ojos. Tengo todas mis esperanzas puestas en
Joel, es la esperanza de la humanidad, y debo confiar en él. Pero está muy lejos de
alcanzar el objetivo. Castiel me da la espalda y aprieta espesos mechones de su cabello
entre sus manos.
—Lillith.
de sus labios. Es la primera vez que utiliza ese nombre conmigo, pero produciría el
mismo efecto en mí si me llamara de cualquier otra manera.
—Descuida, no olvido con quién estoy tratando. —Desvía la mirada hacia el lago
artificial del parque en el que nos encontramos, sin que los humanos adviertan nuestra
presencia, y después vuelve a mirarme—. Hay muchas cosas que no entiendo de este
mundo.
Y los envidio por eso. Qué daría yo por saber la mitad que ellos.
95
—Se han vuelto sumamente incrédulos. Pero esa incredulidad les acerca más al
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mal de lo que creen. Nadie es plenamente libre, todos estamos atados a algo, a nuestras
convicciones e ideas, a nuestras limitaciones…Todos tenemos un lado malo y otro bueno.
Y ese todos, quiere decir TODOS. Sin excepción. Aunque en su favor diré, que
no he encontrado a nadie absolutamente malo o asquerosamente bueno. Nuestras dos
mitades confluyen alguna vez, pues he podido comprobar, que hasta el corazón más
duro y frío de todos puede derretirse alguna vez con el calor del amor.
—Metatrón.
—El encargado de decidir la balanza de esta guerra. ¿Ese chico? No estoy seguro.
No está preparado para afrontar lo que se le viene encima, debería estar viviendo su vida
tranquilamente como los chicos de su edad.
Suspiro, y vuelvo caminando a la casa de Joel. Ahora me apetece hacer las cosas
como las haría un humano. Llamando al timbre. Una mujer morena, delgada, con el
pelo recogido en una trenza lateral y ropa sencilla abre la puerta. Le sonrío. Viendo a esa
mujer puedo entender por qué Jeliel dejó el cielo y se arriesgó al castigo.
—Disculpe mis malos modales. —Me tiende una mano y la estrecho—. Mina
Green.
—Lilly.
Quedaría algo raro que le diera mi verdadero nombre. Saldría corriendo detrás
de mí con una cruz en la mano, y tendríamos que pasar una situación incómoda cuando
me mojara con agua bendita y me estropeara el peinado. Presiento que es una mujer
inteligente, y seguro que descubrió algo de la verdadera identidad del padre de su hijo,
y eso me hace preguntarme quién es el padre de la niña. La mujer se disculpa y sube las
97
Me fijo en la niña. Tiene un parecido asombroso con su madre. Me mira con una
sonrisa inocente. Deja el lápiz sobre la mesa y se sienta a mi lado en el sofá. Para tener
cuatro años parece bastante despierta.
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—Hola.
—Eres un ángel.
Baja los escalones a toda velocidad y se queda mirando a la niña, después a mí.
Le sonrío como si nada. Abre la boca para protestar, pero no emite ningún sonido.
Parpadeo un par de veces. Me divierten mis propios chistes. No creo que haya
sacado mucho de un hurón.
Me despido de Andrea con la mano y subimos las escaleras mientras Mina Green
se acomoda en su sillón. Joel espera a cerrar la puerta de su habitación para hablar.
—¡Estás como una puta cabra! ¿Cómo se te ocurre enseñar las alas? ¿Y si mi
98
—Tu madre no puede verlas aunque quisiera. Por cierto, ¿quién es el padre de
Andrea?
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Joel se mueve incómodo. Algo me dice que no se lleva muy bien con el padre.
—El novio de mi madre, Phil. Viaja mucho y apenas viene por casa.
Nuestro amigo peludo está dentro de una jaula. Lo saco y toco su cabeza con la
mano.
—Es una espada. Sus llamas no aparecerán a menos que así lo desees. Practicarás
con ella hasta que seas capaz de forjar la tuya propia amasando el aire a tu alrededor.
—Lysander…
—¿Qué te pasa?
este momento. Debo salir de allí antes de que se aparezca y mate a cada ser vivo que
haya en esta casa. La voz de Joel queda ahogada en mi cabeza mientras me desvanezco.
Aún no he tocado el suelo de mármol negro, cuando la mano de Lysander golpea contra
mi mejilla y caigo con brusquedad al suelo.
No puedo evitar tener miedo. Sé de lo que están hechas. Del mismo material que
nuestras espadas. Intento zafarme, pero el poder demoníaco de Lysander me paraliza
impidiéndome moverme, y me coloca las esposas. Lanzo un grito de dolor. Me empuja
hasta una pequeña habitación sin ventanas, sin ventilación, sin luz, y engancha las
esposas a una cadena similar que ajusta al suelo. La argolla podría romperla fácilmente
todo aquel que fuera capaz de soportar el dolor de entrar en contacto con las esposas
y la cadena. Cualquier movimiento brusco será una agonía. Y por el momento intento
ahorrármelo.
—No has dejado de ser un maldito ángel. A pesar de los castigos tú no aprendes,
aún conservas el valor para actuar a mis espaldas.
—Puedes luchar contra esas cadenas todo lo que quieras, y solo morirás en el
intento. Vas a pasar mucho tiempo aquí, de ti depende que sea una estancia soportable,
100
Entre jadeos, aún tengo fuerzas para desafiarlo. Estoy harta de temerle, no
quiero seguir viviendo teniendo miedo de él. Lysander se pone de pie, me ignora, y me
deja allí, sola, de rodillas en mitad de la oscuridad. ¿Por cuánto tiempo? Hasta que sea
demasiado tarde.
101
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INTERLUDIO V
CASTIEL
¿Cómo había podido pedirle que se aliara con un demonio? Pero ella estaba
ahora en peligro, y teme por lo que los demonios puedan hacerle. Peor que la muerte,
que sabe que no le proporcionarán. Su corazón da un respingo de pronto, sobrecogido.
Debe buscar al demonio.
Los muros de piedra que lo acogen no pueden impedir que los atraviese espada
en mano. Y como era de esperar, el demonio lo recibe de la misma manera.
—Maldito ángel. ¿Ya no esperáis a cruzaros con nosotros que vienes a mi casa a
matarme?
—No estoy aquí para matarte, demonio. Pido tu ayuda. —El demonio sonríe
102
Castiel aprieta su puño para controlar su desagrado. Jamás haría un trato con
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un demonio pero su orgullo y su honor los guardará hasta que tenga otro momento para
sacarlos.
—Sí. Ella me pidió que te buscara. Pero no puedo entender por qué quieres
ponerte en contra de los tuyos.
El demonio se cubre con una cazadora de cuero negro, se ajusta unas botas, y
sonríe.
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CAPÍTULO VII
—Voy a recibir a mis invitados con una bacanal, como en los viejos tiempos. —
Afloja la cadena y me permite ponerme de pie—. Y tú te comportarás como una servidora
leal y abnegada.
—Intenta escapar.
Eso lo divertiría. No había visto nada igual a esto desde aquella época que ahora
me parece tan lejana. Pasamos junto a un par de humanas que bailan desnudas al ritmo
de unos tambores. Esas mujeres ya están perdidas, han vendido sus almas. Lysander
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me tira al suelo. Levanto la vista y recorro el cuerpo que tengo delante, hasta detenerme
en su rostro. Su pelo es tan rubio que parece blanco, y que lleva un poco largo. Sus
ojos tienen un tono verde totalmente sobrenatural. Me mira con una sonrisa satisfecha.
Aeron.
—Un obsequio.
Aeron aferra con fuerza mi muñeca y me pone de pie. Sé lo que hace. Cuando
toca a cualquiera, este siente una excitación que no puede controlar. Puede hacerle
sentir cualquier pecado capital. Eso es lo que está haciendo ahora conmigo.
—No. —Intento apartarme de él, pero me rodea con los brazos y huele mi pelo.
Un calor abrasador recorre mi cuerpo y lucho contra él—. Por favor… —Nunca he tenido
la mala suerte de tener que ser objeto de sus poderes, y estoy desesperada por librarme
de él. No hay nada que odie más que sentirme vulnerable.
Las lágrimas pican en mis ojos y forman un nudo en mi garganta. Cierro los ojos
e intento alejar esa sensación de mí. Lysander me observa con una sonrisa cruel.
Lo más triste es que tiene razón. Le sirvo, me guste o no, y la única forma de
librarme de él sería por un asunto de propiedad, que algún otro demonio me reclamara
como su sierva, pero da lo mismo servir a un demonio que a otro. Soy prisionera
eternamente.
—Date la vuelta.
—Lillith no te sirve.
—¿No? ¿Me debes obediencia? —Me miran seriamente. Siglos esperando por
mi libertad, y si respondo a esa pregunta, me ataré a otro demonio. Pero es mi única
opción y hago una pequeña reverencia.
—Sí, mi señor.
Sé lo que todo esto significa. Si dejo de servir a Lysander me ataré para siempre
a Azazel, por lo cual no dejaré de servir a un demonio.
Lysander lanza una de las jarras contra la pared. Entre los demonios está muy
mal visto que se pase por alto un tema de propiedad, pero son chaqueteros, es la pura
verdad, y hoy puedes servir a uno pero mañana sirves a otro. En este caso, la historia
que se ha montado Azazel es que me he cansado de servir a Lysander y lo he escogido a
él como mi nuevo señor.
—Y yo no he autorizado que esté aquí. Debía haberse reunido conmigo hace una
hora.
—Yo decidí servir a Azazel como mi señor, por lo tanto, mi servidumbre hacia
Lysander ya no existe.
Ahora soy yo la que sonríe. Aparto a Aeron y me sitúo al lado de Azazel. Lysander
avanza amenazador, pero Azazel lo detiene.
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—Pero le molestará saber que uno de sus siervos no respeta sus órdenes.
Alza la cabeza con dignidad, pero no se atreverá a desafiar a Lucifer por mí. No
soy tan valiosa.
“Yo estaba sacando agua del pozo que teníamos junto a nuestra casa, era una
calurosa mañana de verano en el Imperio Romano. Castiel acababa de volver de las
legiones, vistiendo aún con su coraza y su capa. Manchado de tierra por el polvo, su
estampa me provocó un vuelco en el corazón. Él sonrió y me rodeó con los brazos.
—Y yo a ti.
Su beso nunca me había parecido tan dulce. Y cogió la jarra que acababa de llenar
de agua, la cargó sobre su hombro, me rodeó con su otro brazo, y entramos en casa.”
Puedo sentir ese recuerdo como si yo misma lo hubiera evocado. ¿Qué ha sentido
él al recordarlo?
107
—Amatiel…
—No. Ya no soy esa. Amatiel murió el día en que perdí mis alas, el día que nació
Lillith.
Hay un gran pesar en mis palabras. Tantos siglos llamándome así, que en
ocasiones olvido mi verdadera naturaleza.
—¿Por qué?
Suspiro y me siento. Es una larga historia, algo que pasó hace mucho tiempo.
—Castiel… —me acerco hasta acariciar su rostro y cierra los ojos, deleitándose
con el contacto—. No lo comprendes.
Cree que esa visión de nosotros solo ha sido un sueño, que no ocurrió realmente.
Se equivoca. Con un toque nada sexual, desabrocho los botones de su camisa para dejar
su piel al descubierto.
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—Sí lo has hecho. ¿Nunca te has preguntado por qué tienes cicatrices? Los
ángeles no cicatrizamos de la misma manera que los humanos, nuestras heridas
desaparecen. Fuimos creados con un propósito. Cada ángel tiene una pareja, al igual
que cada humano, estamos destinados por naturaleza. Te hiciste esas cicatrices siendo
mortal.
—Te vuelves mortal cuando estás conmigo. Al igual que yo. Cada vez ocurre
más rápido. —Aún no he experimentado los síntomas que me dicen que el momento
ha llegado, pero cuando estemos demasiado tiempo en la misma ciudad ocurrirá—. Es
así para que podamos disfrutar, amar, vivir como humanos, envejecer. Ésta cicatriz,
— señalo la marca de una espada en su abdomen— año 57 antes de Cristo, Roma, me
salvaste. —Aparto la tela y señalo la herida vertical que marca su bíceps derecho—. 1537,
hubo un incendio en nuestra casa en París, me salvaste del fuego. Moriste tres veces, y
fuiste devuelto al cielo todas y cada una de ellas. Sin tu memoria, sin recuerdos sobre la
Tierra, sobre mí.
Todo eso da sentido a cómo se ha estado sintiendo los últimos días, la confusión.
—Somos vulnerables al estar juntos, por eso me alejaba de ti, pero el destino se
empeñaba en que me encontraras una y otra vez.
—Tú eres bueno, Cass, nunca has merecido morir por mí. La última vez que
nos encontramos, hace 80 años, no me recordabas, pero aun así me buscaste. Creí que
no echarías de menos algo que no recordabas. Decidí que Amatiel nunca volvería, me
resigné, porque tarde o temprano acabaríamos por ser mortales, y tú le perteneces al
cielo, no a mí.
109
Sí, él había tenido pequeños fragmentos de ese encuentro, pero no los había
comprendido hasta ahora. Las piezas encajan por fin para él.
Y ciertamente cargo con esa culpa. La mano de Castiel roza mi mejilla y descubro
con sorpresa que estoy llorando.
—Yo…he pasado ochenta años pensando que eras un demonio al que había que
eliminar.
—¡NO!
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—Te amo.
Y ella lo odió con todo su ser. Juró que un día, su sonrisa se borraría, y su
rostro sería lo último que viera en este mundo.”
Castiel abre los ojos y respira varias veces agitadamente. El proceso de recobrar
la memoria es intenso, pero ahora sabe toda la verdad que le ha sido ocultada.
—Eso ya no importa.
Juré que me vengaría de Lysander, y ese es un placer que guardo para mí misma.
Huir es una idea que he desechado muchas veces, porque conozco las
consecuencias que trae. Desearía no ser tan cobarde.
hacerme daño.
—No. Jamás te culparía a ti. No quiero volver a olvidarte nunca más, lucharé
a tu lado para proteger a los humanos, salvaremos este mundo, y después, estaremos
juntos.
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Alejo sus manos de mí, en un intento por sacar parte de mi furia y convencerlo
de mis palabras.
Azazel se pone rígido cuando pisamos la casa de Joel. Hay esencia de demonio
allí. Están cerca. Registramos habitación por habitación, y el rastro es más fuerte a
medida que avanzamos. Temo que haya llegado demasiado tarde pero no hay signos
de ningún ataque. Los libros de las estanterías han sido tirados al suelo, la ropa de los
armarios está esparcida por el suelo. Han estado aquí, y buscaban algo.
No ha llamado Andy a su hermana desde que era un bebé. Mierda, si los demonios
siguen en la casa lo encontrarán. Azazel y yo bajamos a toda prisa las escaleras hasta el
piso de abajo. Percibo respiraciones, por suerte la mujer y la niña están vivas. Un jarrón
choca contra Azazel y este mira a Joel con una expresión gélida.
Me llevo la mano a la boca para que guarde silencio. Hacemos aparecer nuestras
espadas y revisamos el resto de habitaciones de la casa. La esencia es fuerte, mezclada
112
con la de ángeles. Y poderosas. ¿Potestades, tal vez? La cocina está limpia, también el
pequeño cuarto junto al salón y volvemos a reunirnos con Joel. Un sollozo débil llega
desde alguna parte debajo de nuestros pies. Bajo la alfombra hay unas losas sueltas.
Un refugio subterráneo. Joel me ayuda a levantar las losas y su madre emite un grito
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ahogado al verlo.
—Vinieron buscándote. Los reconocí, eran como esos ángeles de las películas,
así que cogí a Andrea y nos escondimos. Escuchamos ruidos, pero no quería salir hasta
estar segura de que se habían marchado.
—¿Qué has hecho? Te advertí que no usaras tus poderes sin que estuviera cerca.
—Practicaba con la espada que me diste. No sé cómo, pero cuando fui consciente
de lo que hacía estaba forjando llamas de mis manos.
Este lugar ya no es seguro, está impregnado con el olor de Joel por todas partes.
Las cosas están siendo demasiado precipitadas. No me cabe duda de que Lysander ya
ha metido sus narices.
Joel mira a Azazel, y también lo hace Mina. Protege a Andrea detrás de ella y su
expresión cambia del horror a puro sentimiento de supervivencia.
113
—Fuera de mi casa.
—Mamá, está bien. —Se pone a su lado y le toca la cara en tono tranquilizador.
—No nos harán daño. Confía en mí.
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—Sabías lo que era mi padre, y sabías en lo que eso me convertía. Sabías que era
un ángel, y ahora estáis en peligro porque me quieren a mí.
—Él quería criarte como un niño normal, no quería que tuvieras que enfrentarte
a tu naturaleza, porque sabía que entonces vendrían a por ti.
Me mira y asiente.
Joel confía en mí, y aunque parezca que estoy loca, yo confío en Azazel. Lo miro.
Pone una mano en la frente de Mina, otra en la de la niña, y los tres desaparecen
de la habitación. Mi turno de hacer lo propio con Joel. Los viajes astrales pueden dar
náuseas, sobre todo al principio, pero intentaré que su primera vez sea llevadera. Toco
su frente con dos dedos y antes de parpadear ya estamos en el castillo de Azazel. Castiel
no está aquí, supongo que encargándose de sus misiones de ángel.
Joel necesita sentarse para que su cabeza deje de dar vueltas. Las cosas se
han puesto muy feas demasiado rápido y me han dejado un margen de maniobra muy
limitado.
—¿Estarán bien?
115
—Por suerte no han llegado a verlas. Pero las cosas ya no pueden ser como antes.
No volverás al instituto.
—¿Por qué?
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—No es seguro.
Hace mucho que dejó de ser seguro para él, para toda la humanidad si soy
honesta, en el momento en el que Miguel y Lucifer decidieron pelearse. Y además está
ése incidente del instituto, en el que puso en peligro a sus amigos.
—Pero, ¿no sería más extraño que de repente dejara de hacer mi vida normal?
—Si lo hicieras pondrías en peligro muchas vidas. Debes asumir que ya no tienes
una vida normal y actuar en consecuencia.
—¿Quieres que siga viva? —Su silencio es su mejor respuesta. Aprieta los puños
y mira a otro lado—. Entonces te alejarás de ella.
—No es justo.
—Lo sé. Sé lo que significa amar a alguien hasta el punto de hacer lo que sea por
mantenerlo a salvo. Sé lo que se siente cuando tu corazón se rompe. La diferencia, es
que tú puedes elegir mantenerla a salvo.
Asiento.
En cierto modo, me esperaba que todo esto ocurriera tarde o temprano. Ha sido
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—Lo somos. Algunos olvidan por el simple paso de los años, otros se ven forzados
a olvidar. Castiel perdió sus recuerdos hace mucho, pero los ha recuperado.
Suspiro y me dejo caer en una silla frente a él. Cuesta imaginar a Joel siendo un
arma de destrucción masiva. Apenas es un niño.
—Metatrón es el más antiguo y poderoso de los ángeles, pero hace siglos que se
sumió en su letargo. A pesar de eso, sus profecías siguen viniendo y él habló de ti.
—¿Qué decía?
—La mayoría, sí. Eres el arma más poderosa con el que pueden hacerse, el que
puede inclinar la balanza a un lado o a otro. —Es demasiado tentador tener al alcance de
tu mano tanto poder—. Lo que realmente quieren, es tu alma.
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Me alegra ver que aún conserva la espada que tan bien me aseguré de robar para
él. Intenta blandirla como si tuviera alguna oportunidad.
Esa sería la solución más fácil, y la más terrible. Tendrá que luchar duro para
conservar lo que tiene, deberá luchar para mantener a salvo aquello que le importa.
Guardo silencio, pero mis ojos hablan por mí. Yo fui débil, me rendí y lo perdí
todo.
—Formaré parte de esta lucha, pero no estaré de parte de los ángeles, ni de los
demonios. Estoy de parte de los humanos.
118
Ya era hora de tomar una decisión. Lucharé por este mundo, por cada rayo de
sol que tanto amo, y no voy a permitir que ningún demonio lo destruya. Es mi momento.
Y voy a tener que llevar a cabo la única solución que me queda llegados a este punto. Voy
a iniciar una rebelión. Ángeles, caídos, demonios, arpías, cualquiera que quiera unirse.
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—Necesito hacer algunas visitas y tienes que quedarte aquí. Azazel regresará
pronto.
Sin más, desaparezco. El camino hacia la rebelión es largo y duro, y por suerte
tengo unos cuantos nombres en mente. Estoy arriesgando más de lo que estoy dispuesta,
pero ¿quién consigue la gloria sin sacrificios? ¿Qué hacemos aparte de someternos
o morir? Resistir. Pero soy realista. No soy lo suficientemente fuerte para hacerlo yo
sola. Allí arriba hay peces muy gordos, podría vencer a un buen número. ¿Pero qué
pasará cuando esté cara a cara con Rafael? ¿O con Miguel? Por eso, necesito ayuda. Y
mucha. Como ya he dicho alguna vez, todo se trata de la influencia. Mentir bien, tener
labia y sobre todo, saber negociar, puede garantizarte el éxito. Ya no valen las buenas
intenciones, pues no te salvan la vida.
Creí que nunca tendría que volver a utilizar mi faceta de guerrera, pero por
lo que veo estaba equivocada. Ahí fuera hay más de lo que podemos comprender, ni
ángeles ni demonios tenemos la capacidad de saberlo todo, por ello, sé que tenemos una
oportunidad. Puede que sea mínima, del tamaño de un grano de arena, pero mientras
haya la más pequeña oportunidad de ganar, hay que luchar. Ninguna causa está perdida
mientras haya un insensato dispuesto a luchar por ella. Y no presumo de ello, pero la
insensatez me visita muy a menudo, somos buenas amigas.
En fin, llevo años sin encontrar un rival a mi medida, pero no estoy oxidada,
recuerdo cómo matar y no morir en el intento.
119
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INTERLUDIO VI
CASTIEL
—Amatiel.
los cielos, cuando Amatiel estaba a su lado, y después, cuando estuvo solo. Ahriel solo
sabía lo poco que había contemplado desde arriba, los cientos y cientos de años que al
fin le habían sido devueltos.
—Recuerdo la Torre de Babel…sus once metros, los cuales supongo que eran
impresionantes en aquellos tiempos. Y cuando cayó, gritaron a la ira de Dios. Incluso
recuerdo a Caín y Abel, a David y Goliat, Sodoma y Gomorra…
Ni él mismo lo sabe en realidad. Solo sabe que debe hacer algo para detener a
Miguel, por salvar este mundo.
—Siempre haces lo correcto. Nunca te has planteado tus elecciones, siempre has
sabido lo que debías hacer y no has vacilado.
Castiel coge la mano de Ahriel entre las suyas. Un ser tan bueno y bello como
ella no debería verse involucrado en ninguna guerra. Su misión no es luchar, ¿pero a
quién dará luz si el mundo es destruido?
Ahriel baja la mirada hasta las manos de Castiel. Ella también desea poder
romper las reglas establecidas. Por diferentes motivos.
El gran general, el gran Miguel. Pero la verdad era otra. Dios hacía mucho que
dejó de interesarse por el mundo, por sus hijos a los que supuestamente amaba tanto
y Miguel y sus seguidores habían aprovechado esa situación para imponer sus propios
deseos. Habían visto en esa circunstancia una oportunidad para llevar a cabo unos
121
—¿Hay algo malo en resistirse? ¿En querer algo diferente? Nadie nos dirige ya,
Ahriel. Somos libres para tomar nuestras propias decisiones, libres de elegir nuestro
propio destino. Quiero que podamos ser libres.
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Un futuro en el que cada ángel, cada humano, pueda decidir su propio camino.
Pero enseñar la libertad a los ángeles es como intentar enseñar poesía a un pez.
Habían sido creados para seguir, no para ser libres.
Castiel ya ha tomado su decisión, y quiere que Ahriel esté a su lado. Pero también
sabe que su insurrección provocará su caída, y no puede arrastrar a Ahriel con él.
—Miguel arrasará todo a su paso, los dos lo sabemos. Él solo quiere terminar su
estúpida disputa con Lucifer. Sabes lo que ocurrirá si se lo permitimos. En el fondo de
tu corazón lo sabes.
—Nunca te pediría que lo hicieras. Solo…ten cuidado ahí arriba, y haz lo que tu
corazón te dicte. Sé que harás lo correcto.
Ahriel quiere poder hacerle caso, poder seguir a su corazón, pero la enviaba en
el camino equivocado, demasiado equivocado, y no es tan fuerte para seguirlo. Si ella
también se equivoca, ¿cómo podrá salvar a Castiel? Si comete semejante error, ¿cómo
podrá volver a mirarlo a la cara?
CAPÍTULO VIII
E stoy perdida. Sé lo que debo hacer, pero no tengo ni idea de por dónde
comenzar. Y siento miedo. ¿Qué ocurrirá si las fuerzas me abandonan
antes de que haya terminado? No puedo dejar a Joel solo, aún no está preparado para
afrontarlo todo, me necesita, y me gustaría no tener que decir esto, pero yo también lo
necesito. Sé de un par de ángeles que rondan por la Tierra a menudo, viejos amigos, y
tal vez con un poco de persuasión…No son tan previsibles como creen. Por suerte, los
dos se encuentran cerca de Londres, en un condado del norte. En una pequeña cafetería,
toman té en una de las mesas.
Debo decir que han perdido su esplendor, pero claro, llevan siglos lejos del
cielo. Me acerco a ellos, aparto una de las sillas, y ocupo un lugar junto a ellos con toda
naturalidad.
—Amatiel.
Rochel tiene el pelo largo y castaño, que luce recogido en una cola alta, largas
pestañas que nunca lleva maquilladas, y viste con ropa sencilla, sin adornos. Su misión
es la de sanar, y se le encargó la misión de proteger a los recién nacidos. Natanael por
su parte sigue siendo fuerte y alto, corpulento pero no excesivamente musculoso, y lleva
una barba de pocos días. Es el ángel de la amistad.
Me duele que utilicen ese tono conmigo. En fin, supongo que mi distorsionada
reputación me precede.
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Vale, ya basta de juegos. Miro a ambos lados para comprobar que nadie está
escuchando. Nadie está pendiente de nosotros, así que procedo.
—Iré al grano. Miguel se prepara para la guerra, los demonios están listos, y el
Armagedón cada día está más cerca. Lo sabéis igual que yo, pero he descubierto una
nueva alternativa.
—Mi querida Rochel. ¿Cuánto lleváis aquí? ¿Tres siglos? ¿Cuatro? Las reglas han
cambiado, llevo mucho tiempo conviviendo con los demonios, conozco cómo actúan.
Propongo que nos rebelemos.
—No estás en tu sano juicio. ¿Rebelarte contra Miguel y Lucifer? ¿Tú sola?
Natanael y Rochel son como uña y carne. Piensan igual, luchan igual, es como si
compartieran la misma mente, en dos cuerpos.
—No he dicho que esté sola. Castiel y Azazel están conmigo, y reclutaremos a más
gente. Ninguno de los tres ha estado nunca a favor de Miguel. Nunca hemos aprobado
sus métodos. ¿Tenéis la más mínima idea de qué será de los humanos si consigue ganar
esta guerra?
—Los detesta. —Rochel se dirige a Natanael—. Siempre los ha visto como seres
inferiores. Lo sabes, Natanael. Muchas veces te has enfadado al tener que seguir sus
órdenes sin poder cuestionarlas. Tal vez deberíamos aceptar su oferta.
—¿Unirnos a la resistencia?
124
Suspira, pero al final acaba por hacer caso a su alma gemela. Cuando los miro a
ellos me recuerdan a mi relación con Cass.
—Está bien. Rochel y yo estaremos de tu lado. Es una misión suicida, pero ¿qué
otra alternativa hay?
Joel me está llamando a gritos. Algo debe estar ocurriendo para gritar de esa
manera que casi me deja sorda.
Debo marcharme.
—¡Joel!
“¡Lillith!”
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—¡Joel!
—Lillith.
—¿Quién era?
—No lo sé. —Se pasa la mano por la cara y el pelo—. No era Eva.
Me mira, y al fin asiente. ¡Mierda! Debe ser un demonio muy poderoso para
poseer a una persona. La creencia popular distorsiona mucho la realidad, y por ello
surge la histeria, pero solo los demonios de estatus superiores son capaces de poseer un
cuerpo humano y controlarlo a voluntad.
Se sienta en uno de los sillones, cierra los ojos y coge aire un par de veces.
126
—Dijo que tenía las respuestas que necesitaba, que conocía mi verdadero origen.
—¿Qué más?
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—Se hizo llamar Portador de la Luz. También dijo que Eva estaría bien, pero
solo la mantendría viva si hacía lo que tenía que hacer.
—Nadie puede decirte quién eres, Joel. Debes descubrirlo por ti mismo, escoger
el camino que quieres seguir, decidir tu propio destino. No dejes que nadie lo haga por
ti.
—Pero… ¡Tiene a Eva! ¡Tiene a mi Eva! No puedo dejar que le haga daño. Haré
lo que me pida.
—Conoces todas las lenguas existentes. ¿Cómo se dice Portador de la Luz en latín?
Palidece de pronto. Decir que tiene el mismo color que la nieve se queda corto.
Sí, amigos, es lo que estáis pensando.
—No es posible…Luzbel.
—Es el ángel más poderoso que se ha creado nunca. Pero tu humanidad es más
poderosa que cualquier ángel. —Pongo mis manos sobre sus hombros—. Tienes dentro
de ti la fuerza suficiente para vencer. Confía únicamente en tu corazón.
Con sangre, sudor y lágrimas. Derrotar a Lucifer es la tarea más complicada que
nadie ha llevado nunca a cabo. Y nadie lo ha conseguido.
127
Es la única solución. Va a tener que renunciar a muchas cosas, pero no hay otra
salida. Joel me mira, con solemnidad. Mirarlo me hace recordar por qué amo tanto a
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la raza humana. Ponen sus esperanzas y sus corazones en un simple gesto. Luchan y se
mantienen fuertes por una sola razón. Amor. Todos luchan por amor, sea del tipo que
sea.
—Yo…
Solo un ángel puede ayudar a un nefilim. ¿El por qué? Porque su parte angélica
está dormida, y para despertarla se debe imponer la marca de la luz. Técnicamente,
no soy un ángel, pero aun así puedo hacerlo. Se pone de pie, con una determinación
admirable, y no hay miedo en él.
Muy bien, chico. Esto le va a doler, pero es necesario. Acabo de ver un gran
potencial, creo que tiene alguna posibilidad de lograrlo. Subo las mangas de su camiseta
para dejar sus antebrazos al descubierto. Oh, no lo he comentado. Las marcas se graban
a fuego en la piel.
—Señor, que guías mis pasos en cada camino, en ti pongo mi vida. Aunque a mi
lado caigan mil y diez mil a mi diestra, a mí no ha de alcanzarme. Oh, Señor, permite que
la fuerza no me abandone hasta que haya acabado con mi misión, permite que mi alma
repose en el Paraíso, hónrame con tu divina luz y que tu palabra sea la mía.
Esos son los versos que han de pronunciarse. Las marcas angélicas, símbolos
de los nefilim, se graban en los brazos de Joel. Está siendo muy valiente al no gritar. Y
como si se tratase de un milagro, ocurre. Unas alas aparecen en su espalda, con el brillo
de sus plumas blancas. La luz del cielo ilumina sus ojos y ahora conoce todas las técnicas
de lucha. Respira agitadamente, abrumado por el repentino cambio.
128
Ya está hecho, y no hay vuelta atrás. Nunca podrá volver a dormir a su mitad divina.
Quisiera no mirarlo con compasión, pero el destino ha sido demasiado cruel con él.
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Vaya, nunca me habían hecho esa pregunta. Pero es una buena pregunta.
Supongo que nuestro destino es el mismo.
—Fue castigado hace mucho. ¿Tú sabes que ocurre con un ángel condenado
cuando muere? —Joel niega con la cabeza. Claro, es de esperar que no lo sepa—. Para
nosotros no existe el Paraíso… ni el infierno…solo la nada. Nos condenamos al olvido.
Y eso es lo que le espera. La nada. Otro ocupará su lugar, el trono del infierno
será ocupado por otro demonio, pero ese ya no será mi problema. Todo eso suponiendo
que pueda morir en algún momento. Hay otra presencia aquí. Una esencia muy poderosa
vibra por mi piel como electricidad. Extiendo los brazos para proteger a Joel con mi
cuerpo.
Lysander.
—¿Me estás ordenando? Tú, un ángel miserable y patético ¿me das órdenes? —
La sonrisa se borra de su cara, pero no retrocedo. No puedo mostrar debilidad ahora—.
Con solo mirarte puedo provocarte el dolor más horrible que puedas imaginar. No te
atrevas a ordenarme nada de nuevo. O las dos moriréis.
Joel quiere enfrentarse a él, pero con mi brazo impido que se acerque. Eva ronda
a nuestro alrededor como un león que acecha a una gacela. No se trata de un recipiente
humano, por lo que si ataco heriré a Eva.
—Mi querida Lillith, eres mi hija, y te quiero, pero vives en una nube. —Yo no
soy su hija—. Mira lo que haces. Te quejas constantemente de lo malo que Dios ha sido
contigo. Pobre muñeca rota…Hazte la víctima si quieres, pero los dos sabemos la verdad.
No te engañes, eres desleal.
—A los humanos.
Eva —o Lucifer— sonríe con sorna. Toda esta situación le parece divertida. Me
alegro de que uno de los dos se lo esté pasando bien.
130
La limitación. Es un don ver más allá de lo que tienes delante. Si fueran tan
malos como se empeñan en verlos no merecería la pena luchar por ellos. ¿Entonces por
qué tantos han sacrificado tanto por ellos?
—Sí, tienen fallos, pero algunos intentan ser mejores. Ellos saben lo que es el
perdón. ¿Cuántos de los que nos consideramos divinos podemos decir eso?
—Sé qué crees que haces lo correcto, pero yo sé dónde está tu corazón.
—Yo también.
—Vámonos de aquí.
—¡Joel! ¡Reacciona!
—Lo siento.
Aunque haya recibido sus alas, no tiene la capacidad de moverse como nosotros.
Extiendo mi mano, él la coge, y hago que desaparezcamos de allí. Ya no puedo saber si
estamos en un lugar seguro, pero ahora mismo no tenemos más a donde ir. Yo puedo
moverme constantemente, pero no con Joel. Cada vez que lo transporto se consume un
poco mi energía.
Tal vez sea un punto a nuestro favor, ocultar que ya posee sus poderes de nefilim
podría ser una baza importante para su protección. Que no lo tengan como un rival
fuerte puede ser beneficioso.
ángeles que sí lo han hecho y para ello han usado runas angélicas. Por desgracia, me
temo que no soy demasiado útil en este aspecto.
De momento nos servirá. El pobre Joel no gana para sufrimientos. Primero tuvo
que soportar el dolor que le causó que se grabaran las marcas nefilim, y ahora tendrá
que soportarlo una vez más.
Joel se sube las mangas, donde pueden verse las marcas anteriores que cubren
sus antebrazos y Castiel cubre la parte superior de su muñeca.
regresado hace unas horas, nos ha asegurado que Mina y Andrea Green están a salvo, y
que ha usado un pequeño truco para mantener oculta su identidad. Eso ha tranquilizado
mucho a Joel y le ha permitido respirar de nuevo. Los frenéticos acontecimientos del
día lo han dejado agotado, y Azazel lo ha acompañado hasta una de las habitaciones,
donde está durmiendo. Después de todo, él necesita descansar. He salido a uno de los
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balcones, desde el que se contempla toda la verde extensión que compone la región. El
cielo está plagado de estrellas centelleantes creando un manto brillante sobre nuestras
cabezas, la luna está en su mayor fase, grande y plena, maravillosa.
Asiento sin apartar la mirada del cielo. Castiel suspira y se apoya contra la
balaustrada de piedra. Contempla el cielo, maravillado con la simpleza de su belleza.
—No puedo entender cómo Miguel no puede ver la belleza que vemos nosotros.
—Siempre ha estado ciego. Le ciega su exagerada devoción por Dios. —Mis ojos
reflejan la tristeza de mi alma—. ¿Recuerdas los días en los que no teníamos que luchar
contra nuestros hermanos?
—¿Quién?
—Un escritor inglés, un viejo amigo, la calificó como la historia de amor más
trágica jamás contada. Me llamó Julieta.
existencia pasada. Es la ley de la gravedad, tiras un objeto. Sube, sube, hasta lo más alto,
pero como todo, al final debe caer. Todos caemos.
Los ángeles somos iguales a los humanos en este aspecto. Hasta el corazón más
frío y oscuro del mundo es capaz de encontrar un rayo de luz que le indique el camino.
Intento no mirar a Azazel a través de las ventanas, que está sentado en un gran sillón de
la sala, absorto en sus pensamientos.
—Tú no debes pedirme perdón. Harían falta tres vidas más para ser merecedora
de tu perdón.
Abro los ojos y Castiel me está mirando. Desliza su pulgar sobre mis mejillas,
secándome las lágrimas.
—Cass…
últimos años, y no voy a desperdiciar este momento pensando en el futuro. Por muy negro
que pueda presentarse, ya habrá tiempo mañana para pensar en ello. Los problemas
seguirán estando, este es nuestro momento de paz.
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INTERLUDIO VII
JOEL
—Soy Lijiang.
—Exiliado.
Joel puede ver de soslayo que al cuello luce un collar de flores amarillas. Desde
algún punto le llega un sutil aroma a sal. El mar está cerca.
—Me exilié yo misma. —La suave voz del ángel posee un matiz de otro idioma.
Asiático, deduce. Tal vez chino—. El mundo es demasiado hermoso para contemplarlo
de lejos.
Con las vistas que se extienden ante sus ojos, es imposible negar eso. Nunca
136
—¿Dónde estamos?
La mujer se pone en pie. Empieza a darse la vuelta. Un segundo más y verá su rostro.
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CAPÍTULO IX
Cass levanta la vista del papel y mira a Joel. No suele levantarse tan temprano
y normalmente lo dejamos dormir a sus anchas. Ese pequeño capricho podemos
concedérselo.
—¿Ocurre algo?
Joel se rasca la cabeza, y esboza una sonrisa inocente. Tiene el gesto cansado,
pero me parece normal con todo lo que estamos pasando. Su pelo está alborotado y le
da un aspecto encantador.
—Lijiang.
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¡Lijiang! Llevamos siglos sin verla desde que decidió darse a un retiro espiritual
sin tiempo definido.
—¿En serio? ¿Estás seguro de que era Lijiang la que aparecía en tu sueño?
Miro a Cass. Se podría decir que Lijiang es una pacifista, hippie, incluso, pero
seguro que cuando le expongamos la apremiante situación acepta a unírsenos.
El sonido de los pájaros nos recibe como una reconfortante caricia. La espesa
vegetación de la selva, y el descomunal templo de piedra que se alza ante nosotros.
Antaño era más imponente todavía.
—¿Dónde estamos?
se encierra el núcleo del templo. Éste ocupa una superficie de una hectárea y posee una
geometría compleja, en la que antiguamente se erigían hasta 39 templos piramidales.
El centro del templo lo constituye un último recinto cuadrado de 30 metros con una
torre central y varias edificaciones menores. Se mire por donde se mire, simplemente
maravilloso.
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—Wow…
Joel está literalmente con la boca abierta de la impresión. Éste es uno de los
lugares más maravillosos del mundo, y bastante desconocido para la mayoría de sus
habitantes.
—Esto es el Jardín de Amahara. El jardín del Paraíso. Aquí estaban todas las
especies de árboles, flores y arbustos creados por Dios.
—Un daño colateral de todas las maravillas que han sido destruidas por los
humanos. La Torre de Babel, los Jardines Colgantes…
—Es impresionante…
—Esto es lo que vi en mi sueño. —Se pasa la mano por el pelo y murmura en voz
baja. —Exactamente igual.
—Lijiang.
El ángel se pone de pie, y se gira para mirarnos. Sigue tan guapa como cuando
nos dejó.
Las ligeras pecas que salpican sus mejillas le dan un aspecto encantador. Su rostro
es perfecto, radiante, y desprende olor a flores. Mira a Joel con una sonrisa amable.
140
—¿Eres un nefilim?
Él asiente, abrumado por la belleza del ángel. Cuando le sonríe de nuevo, el sol
la ilumina, proyectando una especie de halo divino sobre su cabeza.
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—Lo tomé prestado de estas tierras. Me ayuda a camuflarme con los humanos.
Loveiel era el ángel del amor. Ama toda la creación, nunca ha sido una guerrera,
pero tampoco ha tolerado la injusticia.
Joel no conoce las jerarquías angélicas, pero Lijiang asume su pregunta con una
cálida sonrisa.
Hay ángeles encargados de guardar todo tipo de cosas. Y Loveiel vive en los
templos abandonados, por eso está aquí. Toma mi mano y la de Castiel, y debo decir que
nunca me he sentido tan en paz con ningún ángel.
Mi querida hermana. Junto a Castiel era lo más parecido a una familia que tenía
en el cielo. Pero nos dejó. Se exilió para vivir con los humanos. Imagino que su amor por
ellos es mayor que el nuestro, nadie querría luchar por ellos tanto cono ella. Castiel le
sonríe, y besa su mano.
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—Verlaine está en Sri Lanka. Estoy segura de que también tomará parte en
vuestro favor.
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—Gracias.
—Vamos, marchaos.
—Gracias, Castiel.
Nos despide con la mano, con sus alas blancas extendidas y nos movemos hacia
Sri Lanka. Ya que estamos, matamos dos pájaros de un tiro…Aparecemos en un sistema
de cuevas excavadas, yo diría que justo en la zona central del país, pero no estoy segura.
—En Dambulla.
Castiel suspira mientras camina delante de Joel y de mí, y me mira con una
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sonrisa culpable.
Alzo las cejas e intento no parecerme a una de esas mujeres humanas que
montan un espectáculo cuando sus maridos no les cuentan algo.
—¿Ah, sí? —Joel me mira con una sonrisa y se ríe—. ¿Qué pasa?
—Cállate.
Me hace reír. Era justo lo que estaba pensando. Castiel también se ríe y me mira.
—¿Qué es eso?
ellos acaba de caer al suelo. Desde aquí atrás no consigo distinguirlos. Nos abrimos paso
entre la gente y vemos al hombre que está tendido en el suelo, con la nariz y un labio
roto. Giro la cabeza para ver a su oponente y mi mandíbula se descuelga de la impresión.
—¿Verlaine?
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Lleva tan poca ropa que me sorprende que los presentes se fijen en sus golpes
y no en su cuerpo. Lleva el pecho cubierto con un pequeño y ceñido top negro, y unos
amplios pantalones verde caqui, las manos vendadas con cintas y el pelo recogido en un
moño despeinado.
—¿Es luchadora?
Castiel me mira y asiente en silencio. ¡Sí que ha cambiado! El golpe que acaba de
propinarle a su rival lo ha dejado tumbado en el suelo, lo que la convierte en la vencedora
del combate. Alza los puños en señal de victoria y se levantan vítores y aplausos.
Joel está tan impresionado con su técnica de lucha como el resto de espectadores.
Recoge unos cuantos billetes del suelo y la gente empieza a hacer apuestas en favor de
dos nuevos contrincantes. Nosotros seguimos a Verlaine a través de la sala de columnas
y le cortamos el paso, antes de que pueda escabullirse.
—¡Verlaine!
—No.
Joel se siente ofendido, pero con ella tendrá que tragarse su orgullo. Castiel
144
tampoco responde, por lo que Verlaine sonríe sin ningún tipo de humor.
—Entonces supongo que estáis aquí para avisarme de los malvados planes de
Miguel. Os ahorraré saliva, estoy informada.
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—¿Eres mercenaria?
—A veces, siempre que paguen bien. También lucho por dinero. ¿En esta
porquería de economía? Papaíto ha recortado el grifo, y tenemos que pagarnos nuestros
propios gastos. No sé hacer otra cosa que no sea luchar.
—Entonces lucha. Todos estamos en el mismo barco. Pero te queda poco tiempo
para seguir viviendo a todo tren, a menos que tomes partido.
No será capaz. Ahora sé que se está tirando un farol. Puede haberse convertido
en una oportunista, pero ambas sabemos cuál es su mejor baza.
Eso ha sido un golpe bajo. Su tono mordaz refleja la buena relación que nunca
ha existido entre nosotras. Pero tiene razón, no soy la más indicada para hablar.
Precisamente por el gran parecido que hay entre nosotras sé que aceptará mi propuesta.
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—A un nefilim.
—Genial, adoro las causas suicidas. Siempre son más divertidas. —Se encoje de
hombros y se desata las cintas de las manos con deliberada lentitud—. Nunca sabes con
qué pueden sorprenderte.
—Bienvenida al equipo.
—Por supuesto.
de regresar a Escocia. Tengo que comunicarle algunas cosas a Azazel, y debemos discutir
el tema de mi obediencia a él. Una vez estamos de nuevo en la fortaleza, encontramos a
Azazel estudiando algunos mapas.
—¿Sobre qué?
—Te escucho.
—No volveré a obedecer a ningún demonio. Si juré servirte fue solo para
librarme de Lysander. —No puedo imaginarme pasar otra eternidad de servidumbre—.
Te agradezco tu ayuda, pero no me he librado de un demonio para servir a otro. Dime
qué debo hacer para ganar mi libertad.
Azazel me mira en silencio, imagino que pensando un buen precio que pedirme
para comprar mi libertad. Con gesto solemne se pone de pie.
—Eres libre.
Tengo que apoyarme contra la pared por la impresión que me producen sus
palabras. LIBRE. No, debe estar jugando conmigo.
—No hay ningún truco. Eres libre. Los demonios que me sirven eligieron ellos
mismos su destino. No es buena idea tener bajo tus órdenes a alguien que en cualquier
momento podría ponerse en tu contra o traicionarte por una oferta mejor.
con este momento durante siglos. No servir a un demonio, no tener que acostarme con
ellos. Ser mi propia dueña. Soy libre. Azazel toca mi hombro y me deja sola con mis
emociones. Caigo de rodillas al suelo y cubro mi cara. Estoy llorando de emoción. Ya
nadie más me obligará a hacer nada que no quiero, nadie volverá a amenazarme con
añadir años a mi condena. Ya no temo a Lysander. Es hora de que reciba mi venganza.
Noto una presencia detrás de mí. Esencia demoníaca. No es Azazel. Me seco las
lágrimas con la mano y me pongo en pie a la defensiva.
—Dunia…
Toda la fortaleza está protegida con símbolos para evitar la entrada de demonios,
así que Azazel ha debido dejarla entrar. No va armada, cosa que me desconcierta, por lo
que debo imaginar que no tiene intención de atacar.
Dunia ha sido lo más parecido a una amiga que he tenido en la Tierra. Pero con
ella no se puede olvidar su naturaleza, o te clavará un puñal por la espalda.
—¿Cómo?
Dunia suspira. No es de esos demonios que se andan por las ramas y hablan con
acertijos. Siempre va al grano, y esta vez no es diferente.
—El objetivo de los demonios siempre ha sido crear el caos y destruir el mundo.
148
Pero las dos sabemos que eso pierde su sentido si no hay nadie al otro lado para
detenerlo. ¿Qué haremos cuando ya no quede un solo árbol en pie, cuando no haya un
río que contaminar, cuando hasta la última criatura de este planeta se haya extinguido?
¿Qué nos quedará entonces por destruir?
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—La mitad de los demonios del infierno darían lo que fuera por eliminarlo. Y la
otra mitad desea lo mismo, pero no tiene las agallas para decirlo. Nadie, salvo él, sale
ganando con esta partida.
En una lucha puede haber un vencedor, pero en una guerra pierden todos.
Dunia desliza sus dedos por los exquisitos tapices de todos los rincones del
mundo que decoran las paredes.
—Lysander sabe que te has rebelado contra él, pero no cuenta con que estás
buscando aliados. Bien. Ese es un punto a vuestro favor. Le hice algunas preguntas a
Lysander, y no me gustaron las respuestas que me dio. Así que, considérame tu agente
doble.
siglos. ¿Aún conserváis al nefilim? —Asiento. Por nada del mundo lo perderíamos—.
Entonces seguid como hasta ahora. No han conseguido descubrir vuestra ubicación, yo
solo he podido llegar aquí gracias a Azazel.
—Me enteré de que Azazel te había reclamado bajo su protección, y creí que
sería una buena oportunidad para acabar con todo esto. —Suspira, y noto tristeza en sus
ojos. ¿Es eso posible?— Yo también estoy cansada. No buscaré la muerte por iniciativa
propia, pero me gustaría que fuera otro el que llevara las riendas del mundo. Para variar.
—Muy bien. Actúa delante de Lysander igual que siempre. Avísame si tienes
alguna noticia, pero…ten cuidado.
Ella me sonríe.
Viniendo de ella es todo un cumplido. La verdad es, que aunque sea un demonio,
y debería odiarla por ello, no la odio. Me entristecería que le ocurriera algo.
—No me dés las gracias. Sabes que no puedo soportar las sensiblerías.
—Yo…
No sé cómo agradecerle lo que ha hecho por mí. Ningún otro demonio me habría
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—No digas nada. No me debes nada. —Se mete las manos en los bolsillos de
los pantalones—. Dos demonios más se nos unirán. Asbeel, cayó conmigo cuando
engendramos a los primeros nefilim. Es un caído, no un demonio. También Verchiel, se
reunirá conmigo en un par de días.
—Bien.
Estamos trabajando mucho para que esta empresa salga adelante, pero no
tenemos apenas tiempo para estar perdiéndolo. Cuando se rompa el último sello,
las trompetas celestiales anunciarán el momento de bajar a la Tierra, y el mundo se
convertirá en una batalla campal.
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INTERLUDIO VIII
AZAZEL
Azazel sonríe y acompaña a la mujer hasta una sala privada, decorada con
terciopelo rojo y un diván junto a una mesa de cristal. Descorcha una botella de champán
y se sirve una copa.
Él la deslumbra con una sonrisa radiante. Tantos años encerrado en una solitaria
cueva y cuando vuelve ni siquiera lo reconocen.
—Pues ya ves que no. Soy difícil de eliminar. —Le ofrece una copa a su
acompañante y la llena de champán—. Tengo un negocio muy interesante que tal vez te
interese.
—¿Cuál?
Kyriah no conoce más que el desprecio de sus hermanos demonios, por el simple
hecho de ser diferente. Un demonio que no desea hacer el mal. Uno no puede escoger
cómo nace, y ella nunca quiso ser un demonio. Odia todo lo que tiene que ver con el
infierno, por eso escapó de allí y se convirtió en una fugitiva.
—Se han roto los cuatro sellos, y cuando el séptimo sello se abra…
renegar de todo lo que desprecia, porque siempre ha estado del lado de los humanos, y
porque no hay otro lugar para ella que no sea la Tierra.
—Aunque sabes de sobra que te seguiría hasta el fin del mundo, siento curiosidad.
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—¿Qué te inquieta?
154
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CAPÍTULO X
Castiel está justo detrás de mí. ¿Desde cuándo? Ni siquiera le he oído, y odio
que sea tan sigiloso. Es como una maldita ráfaga de viento que te sorprende de pronto.
—Lo suficiente.
Entonces lo sabe. Y ahora que soy libre… ¿a quién culparé de mis errores? Podía
hacerlo con Lysander, y nadie podía recriminármelo, pero lo que haga a partir de ahora
será única y exclusivamente mi decisión.
—Eres más fuerte de lo que crees. Mucho más fuerte. Hemos sobrevivido
demasiadas veces para rendirnos ahora.
155
—No te dejaré de nuevo. —Me abraza por detrás, y soy incapaz de dudar—.
¿Crees que hemos traicionado a Dios?
Yo no tengo todas las respuestas, pero quiero ser sincera con él.
Yo tampoco dejaré de luchar, creyendo que llegará ese día en el que podamos
vivir juntos. Estando en paz con el mundo y con nosotros mismos. Pero hasta que todo
acabe no puedo permitirme pensar en eso, no puedo dejar que me aleje de mi objetivo.
Si yo me siento tan confundida no quiero imaginar como debe estar ahora mismo Joel.
—Está bien.
—¿Qué pasa?
156
Al igual que todos. Si conociéramos todas las respuestas, la vida sería demasiado
aburrida.
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No tengo respuestas para todo pero he vivido más tiempo, y conozco más
mundo. Nadie diría que soy tan vieja, prefiero pensar que soy sabia.
Esto es algo que sí puedo explicarle. Nunca me habían preguntado esto, pero es
fácil.
La mayoría de ellos. El 70% de los ángeles han sido creados por Dios. Claro, que
el número aumenta cada año, pero los demonios se encargan de igualar las fuerzas.
—No todos. Te lo explicaré en términos que puedas entender. ¿Has oído alguna
vez lo que ocurre con los pingüinos cuando pierden a su pareja?
Más altos y más guapos, pero pingüinos al fin y al cabo. También tenemos plumas.
Esto último no ha pasado nunca, pero es posible, después de todo son mitad
ángeles. Joel asimila las palabras y sonríe.
—Sí. Lo supe desde el primer momento. —Cuando lo vi, supe que nuestros
destinos serían el mismo—. Sabemos que hemos encontrado a nuestro compañero
cuando lo conocemos. Es como una conciencia innata, algo dentro de ti que te empuja a
él como una fuerza de atracción.
—Sí.
—Más o menos. Excepto por el tema de las alas. —Nos miramos y sonríe con
resignación—. Llevaba una vida corriente, tranquila, pero era feliz. No sabía cuánto
hasta este momento.
—Todo acabará un día de estos. Y si seguimos vivos para entonces podrás buscar
a Eva y tener una vida con ella.
—No lo hará.
Le he mentido un poquito. No es que los ángeles notemos esas cosas, pero soy
una mujer, y tengo un sexto sentido, una intuición femenina. Lo he notado en la manera
que tiene de mirarlo. Y además, Lucifer siempre ataca directo al corazón, y lo que ha
encontrado en el de esa chica ha tenido que ser muy fuerte como para utilizarla como
fin para llegar a Joel.
No soy la mejor para responder, pero como todo en esta vida tiene dos partes.
Una buena y una mala.
—Los sentimientos son más fuertes. Todo se magnifica a una escala desconocida
para el hombre. El mundo de los humanos es pequeño y limitado, el nuestro no tiene
límites. Y el poder…sentir que tienes poder sobre el resto de seres vivos. Pero también
puede ser una parte mala, si dejas que se apodere de ti.
159
—Así es. Los ángeles son extremadamente testarudos. Si creen que algo está
bien, no habrá manera de convencerlos para que no lo hagan. ¿Sabes lo difícil que es
intentar llevar a cabo un levantamiento?
Joel sonríe por mi comentario. Creo que ya se ha dado cuenta. Ahora me pongo
seria, porque como todo en esta vida precisa de esfuerzo.
—Si dejas de luchar, aunque sea un solo día…créeme, no quieres que ese poder
se haga contigo.
Y ya conoce las consecuencias de dejarse llevar. Ser un ángel puede ser alucinante
a veces, pero la mayoría del tiempo es una mierda. No somos dueños de nosotros mismos,
ellos sí. La cara de Joel cambia al instante al notar que mi mente divaga, y me sonríe.
—No tienes que preocuparte. Has hecho por mí más de lo que deberías, ahora
es mi turno.
Creo que es la pregunta más difícil que me han me han hecho nunca. Respondo
160
con sinceridad.
—No lo sé…no recuerdo todo lo que he vivido. El tiempo que he pasado en este
mundo es solo un parpadeo de mi larguísima existencia. —Suspiro, y dejo vagar mi
mente. Sí que recuerdo muchas cosas, cosas que no sé si querrá saber—. Hace mucho
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tiempo fui considerada una diosa para algunas culturas. Las alas, los poderes…no
recuerdo demasiado sobre aquella época, pero sé que no fui precisamente una imagen de
amor y bondad. Me honraban como una diosa de la guerra. La gran mayoría de nosotros
no recordamos las épocas con exactitud, ni todos los acontecimientos que hemos vivido,
pero tenemos tendencia a recordar la manera en que nos relacionamos con vosotros.
—¿Por qué?
—Las relaciones de cualquier tipo implican emoción, y eso deja en nosotros una
huella más duradera. Recordamos haber amado y haber odiado, tenemos una vaga idea
de cómo sucedió aquello, pero los nombres, los rostros, las fechas y los detalles se borran
de nuestra memoria con muchísima facilidad. Por fortuna, las emociones permanecen.
De lo contrario, nuestra propia personalidad, forjada a lo largo de eones de experiencias,
se disolvería junto con nuestros recuerdos.
Sonrío.
—Lo sé. Ten en cuenta que fuimos creados antes que ninguna otra cosa, lo que
nos prosigue ha sido perfeccionado. —A pesar de los muchos fallos, se podría decir que
fuimos el prototipo— ¡Muy bien! Levántate.
—Convertirte en un guerrero.
ningún ángel ha fracasado nunca, mis pupilos han sido los mejores en sus respectivos
campos, y eso, es algo de lo que puedes enorgullecerte.
—Tu primera lección. Para matar a tu enemigo, debes pensar como el enemigo.
Lo único que te servirá es tu espada. —Trazo un círculo en el aire y mi espada aparece
en mi mano, con su reluciente hoja de fuego. Oh, sí pequeña, te he echado de menos—.
Inténtalo tú ahora. Visualízala en tu mente, siente como se forja en el aire al unirse las
partículas y entonces, cógela.
Este es el punto clave, el que deberá dominar bajo cualquier concepto, porque
puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte. Joel repite mis movimientos y
aparece su propia espada. No tiene nada que ver con la tomé prestada de la colección de
Lysander. Esta tiene auténticas llamas doradas. La espada de un nefilim…
Levanto una ceja. Me gusta que Cass lleve la iniciativa de vez en cuando. Mejor.
Así avanzaremos más rápido.
—¿Que te ataque?
Sin mucho acierto, Joel carga contra mí, moviéndose tan rápido como su
anatomía humana se lo permite, movimiento en vano, para quedarse de espaldas a mí,
que giro en semicírculo sin inmutarme.
—¡Buen movimiento!
—Eres dura.
Aquí no hay oportunidad para ser sutil. Antes de que pueda parpadear, me
abalanzo sobre él y le golpeo a un lado de la cabeza, lo suficientemente fuerte para
hacerle ver las estrellas. En su defensa estúpidamente me lanza patadas, golpes e intenta
apuñalar cualquier cosa que se mueve a su alcance.
Lanzo la espada al suelo y retrocedo, permitiendo que Joel pueda coger aire y
recuperarse de mis golpes.
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—La espada es tu mejor baza en la lucha, pero no será lo único con lo que te
ataquen. Los demonios usarán tus propios miedos contra ti, se meterán en tu cabeza
e intentarán volverte loco. Si pierdes tu arma, deberás usar cualquier recurso para
defenderte.
—¿Cómo has…?
No contestaré ninguna de sus quejas, eso solo conseguiría distraerlo del objetivo
principal. Mis técnicas de entrenamiento eran alabadas en el cielo. Diseñé todo un
proceso compuesto por estratos. En los inferiores se encontraban las enseñanzas básicas
que, a mi parecer, cualquiera que se considerara guerrero debía saber. Los estratos
intermedios me servían para descartar candidatos, y solo los mejores conseguían llegar
a los superiores, en los que se enfrentaban a las pruebas más duras. Pero los demonios
evolucionan, por lo que nosotros debíamos evolucionar más rápido para conservar
nuestra ventaja. Puedo presumir de haber conseguido entrenar a la élite del cielo. Estoy
segura de que muchos de mis alumnos también serán mis contrincantes dentro de no
mucho.
Eso sería hacer trampa, y no me gusta hacer trampa… ¡Ja! Es una broma.
165
—¡Arriba, nefilim!
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No tenemos tiempo que perder. Contamos con tres días a base de entrenamiento
intensivo para convertirlo en un guerrero capaz de estar a la altura. Azazel lo coge por
las orejas y lo arrastra por el pasillo hasta la sala de entrenamiento.
Repetimos la operación del día anterior, solo que esta vez su oponente será un
demonio, y ellos siempre juegan sucio.
Esto va a ser un espectáculo digno de ver. Joel hace una señal y se acerca hasta
el equipo de música de última generación, conecta su Ipod y cuando suena la música
mueve la cabeza, animado por el ritmo pegadizo.
—Si vais a machacarme entre todos, por lo menos pongámosle un poco de vidilla.
Reconozco la canción que está sonando. Deff Lepard, Rock of Ages. Una gran
canción, apropiada.
No podría estar más de acuerdo. Nadie refutaría eso. Me retiro hasta una esquina
para observar el espectáculo. Azazel no va a tener compasión con él, y lanza el primer
golpe. Ha preferido pasar directamente al combate cuerpo a cuerpo. Castiel se encargará
del tema de las espadas porque, aunque no me guste reconocerlo, es mejor que yo. He
tardado demasiado en ocuparme de esta parte, pero nunca es tarde para rectificar. Joel
esquiva el primer golpe agachándose, pero no puede olvidar mis lecciones. La pierna de
Azazel resbala por el suelo y hace que Joel pierda el equilibrio.
166
—Sabrá controlarlo.
Pero la línea que separa el control de la posesión es muy fina y puede romperse.
—Ha mejorado mucho con la espada. La primera vez que lo entrené no sabía ni
como coger una debidamente, ahora es capaz de enfrentarse a mí en un combate digno.
Mierda, ahora también tendré que enseñarlo a invocar llamas. No esperaba que
ocurriera tan pronto. Normalmente los ángeles tardan varios años en ser capaces de
poder controlar e invocar el fuego. No soy una experta en nefilim, pero al estar muy
ligados a sus emociones humanas no son conscientes de sus autenticas habilidades. La
ira es un sentimiento poderoso, y a menudo puede provocar lo que conocemos como
“combustión espontánea”. Estas llamas no le hacen daño, obviamente, es más como el
efecto que tienen las plumas de la cola del pavo real. Una señal de advertencia.
Azazel se deshace de él haciendo que Joel resbale varios metros por el suelo.
Apenas puede respirar, está consumiendo sus fuerzas sin ningún tipo de control.
167
Y con eso la lección de Azazel se da por concluida. Quiero pensar que ha sido útil.
Miro a Castiel y creo que piensa de igual manera. Le concedo un par de minutos para
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que se reponga de la paliza. Solo dos. Castiel toca mi cintura y me deja para continuar
con el adiestramiento.
Ya han pasado sus dos minutos. El círculo de fuego vuelve a aparecer atrapándolo
en su interior.
Por si esa situación llegara a darse, supongo que tendré que hacer de
guardaespaldas, no es que me haga especial ilusión, pero Lysander podría tener una
gran influencia sobre él. Puede llegar a ser muy convincente, y si Joel llegara a aceptar
unirse a él, entonces sí que estamos todos perdidos.
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INTERLUDIO IX
JOEL
S e ha quedado solo, rodeado por un círculo de fuego con llamas que le llegan
por los hombros y sin saber cómo salir de allí. Y Lillith dice que tiene que
superar esa prueba. ¿Qué clase de prueba es esa? Es imposible cruzarlo sin quemarse
todo el cuerpo.
Joel da varias vueltas buscando algún punto por el que poder cruzar. Es un
círculo perfecto, sin fisuras.
—No desesperes.
Ahora se da cuenta de que no está solo. Azazel está allí, observándolo mientras
se recuesta tranquilamente contra la pared.
—Eso no va a ayudarme.
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—Conozco a los de tu especie mejor que tú. Yo los cree. Eres capaz de todo si te
lo propones.
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Es cierto. Había oído muchas historias sobre Azazel. Después de que Lillith le
dijera que era un nefilim, quiso saber todo lo que pudiera al respecto, y encontró miles
de leyendas y de historia sobre su origen. Tenía al hombre que podía darle las respuestas
delante de él.
—Bajaste a la Tierra y engendraste hijos con humanas. ¿Sabías que acabaría así?
—Los primeros nefilim no eran como tú. No tenían forma humana. Nacían con
esencia angélica, así que solo podían albergarse en cuerpos menos complejos que los
humanos. Dios quiso deshacerse de ellos mediante el diluvio universal, pero no importa
qué aspecto tuvieran. Eran mis hijos.
—No. —Es la primera vez que ve a Azazel sonreír abiertamente—. No soy tan
eficaz. Bajaron más conmigo.
—Pero Lillith me dijo que solo podéis tener hijos con vuestros compañeros de
vida.
—En el caso de los ángeles así es. Solo podemos tener hijos entre nosotros si
encontramos a nuestro compañero, pero eso no se aplica a los humanos. Si yaces con
una humana casi seguro que la dejas embarazada.
Así que Azazel ya sabía a lo que se atenía cuando decidió seducir a las mujeres
de la antigüedad. Es evidente que su sex appeal es abrumador, y seguro que se ligó a
unas cuantas.
—No.
Con eso, Azazel se da media vuelta y se despide de la mano mientras lo deja solo
otra vez.
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—Genial…estoy solo.
Intenta recordar tanto las palabras de Azazel como las de Lillith, o cualquier
lección que se le haya podido pasar.
“Ser como una serpiente… ¿la serpiente es la clave? No. Eso es una gilipollez…
las serpientes también se queman. Serpientes…¿reptar? ¿Tengo que cruzarlo reptando?”
Joel se tira al suelo e intenta cruzar el fuego reptando. Pero cuando se acerca
demasiado a las llamas, se quema y retrocede.
“Está claro que esa no es la solución. Piensa, piensa, piensa, piensa, piensa…
¡Mierda, Joel! ¡Concéntrate!”
Se frota con más fuerza las sienes y decide sentarse en el suelo con las piernas
cruzadas. Si él conoce la clave acabará por descubrirla, tiene fe, quiere tener fe, en él
mismo, en sus capacidades, pero no es fácil estando bajo presión.
Al fin está decidido a armarse con el valor necesario y su cara se ilumina cuando
encuentra la respuesta que tanto ha estado buscando. Pero tiene otro problema.
Coge aire y lo contiene en los pulmones mientras se acerca a las llamas. Extiende
se mano, y roza el fuego.
un ángel. Mi padre murió por salvarme, de él heredé estos poderes… Los usaré para
proteger a los que me importan, mantendré a salvo a Eva, a mi madre, a mi hermana…
¡No puede dañarme!”
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INTERLUDIO X
EVA
Su voz suena lejana y débil. Su reflejo le devuelve una sonrisa retorcida. Sus
ojos son muy extraños, aterradores, con un color que es imposible que sea real. Algo
claramente de otro mundo.
—Pobre niñita… ¿sigues esforzándote por librarte de mí? —La risa que sale de
su boca no es suya. Es demasiado oscura—. No quiero hacerle ningún daño. Tal vez te lo
haga a ti, si con eso consigo mi propósito.
Eva tiene miedo, pero ¿qué puede hacer ella? No comprende nada de lo que está
viviendo.
sido muy real. Había perdido cualquier poder que pudiera tener sobre su cuerpo, sobre
su mente y su alma. Se había tenido que conformar con ser una mera espectadora de su
propia vida.
—Sí que lo hará, preciosidad. Lo hará, porque está enamorado de ti. Hará
cualquier cosa que le pida para salvarte. Aunque deba viajar al infierno y venderme su
alma.
La risa se había hecho más fuerte. Habría deseado taparse los oídos para no
escucharla. Y de pronto, como si un peso la hubiera abandonado, cae al suelo.
Quiere abrir los ojos, y puede hacerlo. Vuelve a ser dueña de su cuerpo, las
manos responden a sus órdenes. Se incorpora sobre el codo y unas botas negras de
cuero le cortan el paso. Recorre con la mirada esa figura, y descubre que se trata de un
hombre. Alto, de piel bronceada por el sol, y pelo rubio. Sus ojos, semejantes a granos de
café son preciosos, y es capaz de vislumbrar tras ese fondo el pozo ardiente del infierno.
Los mismos ojos que vio en el espejo. Con una mano fuerte y masculina, la alza de las
muñecas sin esfuerzo y la aferra contra su cuerpo.
¿Era la persona que había dispuesto de ella? ¿Quién era capaz de tomar el
control de un cuerpo humano como si fuese un simple recipiente?
—¿Quién eres?
Eva tiembla ante esas palabras, intenta zafarse de él, pero es imposible. Siente
un tirón en todo su cuerpo, como un empujón, y se aleja de su dormitorio, de su casa,
incluso diría que del mundo. El calor se hace intenso, similar a la temperatura de agosto
en la playa, pero aquel lugar no es una playa. Es el infierno. 174
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CAPÍTULO XI
M
lo consigue...
iro el reloj de la pared. He dejado a Joel solo durante un par de horas para
que intente encontrar la solución a mi reto. Le daré una hora más, si no
Sonrío con satisfacción. Está preparado. No ha sido tan difícil después de todo.
Sinceramente no esperaba que resolviera esto tan rápido. Se ha ganado un merecido
descanso. Castiel le lanza una manzana y Joel la atrapa al vuelo. De pronto, un temblor
sacude los cimientos del castillo. Mis sentidos se ponen alerta y el instinto nos lleva a
Castiel y a mí a proteger a Joel. Azazel entra corriendo, está nervioso y tenso.
Yo me quedaré con Joel por lo que pueda ocurrir. Los dos salen corriendo, y
175
materializo mi espada. Joel capta el mensaje y hace lo mismo. No puedo sentir ninguna
esencia, por lo que el demonio que intenta entrar aún no lo ha conseguido.
—¡Liiiilliiiith!
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Una voz está gritando mi nombre. Me giro y veo el balcón. Me acerco con
precaución, y justo debajo, reconozco al hombre que ha protagonizado mis pesadillas.
Se trata de Luke, más conocido como Lucifer.
—Sé que el nefilim está ahí. ¡Tranquilo, muchacho! —Eleva la voz para que Joel
pueda oírlo— ¡Ella está esperándote, solo tienes que ir a buscarla!
La sangre de mis venas se hiela. Dios mío…el infierno. Ese no es un lugar para los
vivos. Una jugada magistral. Ningún alma consigue salir del infierno, al menos intacta,
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Abro la boca para retar a Lucifer, pero ya no está. Me giro y Joel se ha convertido
en una estatua presa del pánico. Comprendo su reacción.
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Creí que nunca tendría que volver allí, al menos eso esperaba. Vamos a tener
que bajar a buscarla.
—No puedes.
No quiero sonar autoritaria, pero no voy a dejar que vaya al infierno. Eso es lo
que quiere que haga, quiere hacerse con su alma.
—¿Se trata de ese rollo de mi alma? ¡No me importa! ¡Dije que bajaría al infierno
por ella, y lo haré!
—Joel, junto con Cass, eres lo más parecido que tengo a una familia. Eres mi
amigo, y no voy a dejar que nadie te haga daño. —Toco su hombro y quiero que sienta
que estoy con él—. Incluso si tuviera que bajar al mismo infierno.
Porque de otra manera nadie bajaría al infierno sabiendo lo que allí hay. Azazel
y Castiel entran corriendo. Han podido oír lo que ha pasado, y sus caras son todo un
poema.
177
No, ni hablar. Castiel no vendrá. No lo permitiré. Ningún ángel sale del infierno
sin antes hacer cosas horribles.
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Esa pregunta viene de Joel. Aquel periodo de tiempo fue el que me cambió
para siempre, el que me hizo tal y como soy ahora. El cielo es un lugar maravilloso, y
encontrarte de repente con tanto horror, me provocó horribles pesadillas durante siglos.
Nunca conseguí olvidar los gritos de aquellas almas torturadas que invadían mi mente.
Por eso me juré a mí misma que nunca volvería al infierno. Pero eso no importa,
porque más importante que mi conciencia es la supervivencia de la humanidad.
—Cass, tú eres el único de los tres que puede entrar en el cielo. Intenta encontrar
a Ahriel, averiguad todo lo que podáis sobre Miguel. Dadnos alguna ventaja. Es lo único
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No creáis que así estará a salvo. Es casi tan peligroso como el viaje que vamos a
emprender. Castiel se ha convertido ahora en un fugitivo, mientras Dios no de señales
de vida, Miguel es la máxima autoridad del cielo, y todo el que vaya contra sus órdenes
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Me encanta que se preocupe por mí. Ya tendré tiempo para demostrárselo, pero
ahora, debemos irnos. Castiel me besa la frente antes de marcharse, miro a Azazel y nos
lleva a la entrada del infierno.
—¿Dónde estamos?
Aparecemos en un desierto. El suelo está cubierto por una tierra rojiza que ya
he visto antes, algunos árboles dispersos bajo un sol de justicia, y ante nosotros se alza
una montaña inmensa, con su cumbre cubierta por las nubes.
—En el Serengueti.
—La entrada al infierno. África es la cuna de la vida, así que la puerta para llegar
al infierno se ubicó aquí. —Muy lógico—. Y nosotros vamos a abrirla.
—Yo también.
En fin. Allá vamos. En algún momento he hablado de Dante Alighieri. Pues bien,
la única parte que se acerca a la realidad es la descripción sobre los nueve círculos del
infierno. Desplegamos las alas, Azazel coge a Joel y volamos hasta la cumbre del monte
impulsándonos con nuestras alas, y allí, se encuentra una pequeña gruta. Azazel recita
las palabras que rompen el sello que hace que la entrada sea invisible para los humanos.
La puerta se abre como si de un agujero negro se tratase. Descendemos por ella hasta las
entrañas de la mismísima tierra.
Por algo es el lugar más torturador del universo. Los sonidos que hay aquí son
perturbadores, sonidos dignos de una selva, aullidos de animales salvajes, graznidos de
aves rapaces, estremecedores. Apresuramos el paso dejando este desierto atrás, para
alcanzar el segundo círculo, la lujuria. Comprobareis que la mayoría de los círculos del
infierno están divididos por los pecados capitales.
—Conociendo al Señor del Infierno, seguro que estará con él. Eso significa que
debemos llegar hasta el último círculo.
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Aquí estamos, el inicio del tercer círculo, la gula. El perro de tres cabezas Cerbero
protege la entrada, donde las almas afectadas por este pecado sufren la interminable y
eterna lluvia que cae sobre ellos, sometidos a la ira de Cerbero. Un escenario grotesco.
Muchas han sido las personas que durante su vida vendieron su alma a los infiernos a
causa de este pecado.
—Jamás habría podido imaginarme que sería así…todo lo que nos habían dicho
es solo un cuento para niños en comparación…
La realidad siempre golpea de frente. Habría deseado que no tuviera que pasar
por esta etapa porque nunca se saca nada bueno de este lugar. Al fin y al cabo fue decisión
suya, y ya que no podía quitarle la idea de la cabeza, mejor es acompañarlo por si las
cosas se ponen feas de verdad.
Y Azazel y yo lo sabemos bien. Solo puedo rezar porque todo este horror no sea
demasiado para el alma de Eva. Pobre niña…se ha visto arrastrada de la peor manera
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imaginable. Las moscas abundan, rodean a las almas que aquí habitan, símbolo de
la putrefacción de la comida por la que perdieron la cabeza. Joel se queda mirando
horrorizado algunos de los castigos impartidos. Poso mi mano sobre su hombro y lo
animo a apartar la mirada y avanzar.
Nuestra integridad física puede peligrar a estas alturas. Pesadas rocas caen
despeñadas desde dos grandes acantilados, entre los que se encuentran los cuerpos
atrapados bajo el peso de grandes toneladas de monedas de oro, bañadas en azufre.
Aquellos que se perdieron en el egoísmo, que quisieron más y más. Ahora ese afán de
poseer los posee a ellos.
Avanzamos entre ellos, siendo como espectros, sin reparar en nuestra presencia.
Algunos cuentan las monedas eternamente, con manos sangrantes y heridas por el
incesante contacto del metal. Cuando llegan a un determinado número pierden la
cuenta y tienen que volver a empezar. En cierto modo es el mejor espectáculo que puedes
encontrar en el infierno, y siento mucho que suene cruel, pero es cierto. Y llegamos al
quinto círculo, la ira.
Intentamos ser lo más rápidos posible, dejando atrás también el círculo sexto,
la herejía, donde miles de piras de fuego queman a aquellos que fueron en contra de
sus creencias. No encontrareis aquí a todas esas mujeres quemadas durante la caza de
brujas, porque casi el cien por cien de ellas eran inocentes, y un lugar en el cielo fue
reservado para ellas. En cambio, sí encontrareis a muchas de esas personas que las
condenaron. El castigo puede ser muy irónico a veces. Y el lugar que se abre ante mí me
provoca un escalofrío.
—Lillith. Siempre es un placer volver a verte por aquí. ¿Recordando los viejos
tiempos?
—Déjanos pasar.
Alistair disfruta con la tortura de una manera que nunca seré capaz de
comprender, no obstante, por algo lo bautizaron como el “señor del dolor”. Tuve la
mala fortuna de ser su pupila y por desgracia me enseñó muy bien. Me convertí en algo
mucho peor que él.
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No estoy para juegos después de este extraño viaje que no tenía ningunas ganas
de hacer, y las almas de los suicidas, aquellos que no encontraron la paz, reciben el peor
de los castigos aquí. Injusto, desde mi punto de vista. Aquí solo importan las acciones,
no importan las intenciones que te empujaron a actuar de una manera u otra.
—O te unes a nosotros, o lárgate. Seguro que tienes muchas otras almas que te
están esperando.
Alistair ronda a nuestro alrededor, igual que una hiena acechando a su presa.
Es igual que ellas, un oportunista. Es uno de los mayores oportunistas, y si le hago creer
que se le acaba el chollo, traicionará a cualquiera. Así es él, sin escrúpulos. Un típico
demonio.
—Corren rumores por el infierno de que has llevado a cabo una rebelión. ¿Contra
el Señor del Infierno? ¿En serio? ¡Vaya! Debo reconocer que tienes cojones.
Imagino que lo mismo que ganamos todos. Pestañea varias veces con dramatismo.
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plenamente libres, pero al menos podemos decidir nuestra propia versión de la libertad.
Claro que esto no se convertirá en la ciudad sin ley, pero un hombre necesita incentivos,
aunque sean inventados.
—En ese caso podrás llevar tus propios negocios sin dar cuentas a nadie.
Grandes personajes ilustres de la historia han acabado aquí dentro. Judas, que
vendió a Jesucristo por veinte monedas de plata, Bruto, que asesinó a su tío Julio César,
Cómodo, emperador romano que asfixio a su padre Marco Aurelio al no nombrarle su
sucesor…y un largo etcétera. Y aquí es donde reside Lucifer. ¿Coincidencia? En absoluto.
Él traicionó al cielo, a su padre y no hay mejor sitio que este para él.
—Ahí dentro nada es lo que parece. Este lugar jugará con nuestros peores
temores y los usará para atormentarnos.
Nuestros peores temores…desde aquí hay una vistas privilegiadas del dolor que
hemos atravesado, digno mirador de la más macabra de las mentes.
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—Amatiel…
—Amatiel.
Esta vez la voz es más fuerte. Fijo la mirada en la figura que surge ante mí. Un
rostro deshecho de dolor, desfigurado por a saber qué tormentos. El rostro de un ángel
agonizante. Castiel. Tras él, aparece Lysander y lo atraviesa con una espada. Doy un
paso al frente intentando intervenir, pero las imágenes desaparecen. Parpadeo varias
veces y cojo aire. Joel tiene la misma expresión que yo. Su peor temor es perder a Eva, y
precisamente con eso está jugando.
Las palabras de Azazel se pierden en algún lugar de mi cabeza, pero tiene razón.
No es real, nada de esto es real. La mano de Joel coge la mía y abro los ojos de pronto.
Las imágenes ya no están, y la respiración de Joel es tan agitada como la mía.
—Estoy aquí.
Oh, Dios. Tropiezo con mis propios pies al levantarme del suelo, pero caminamos
hasta llegar al final de esta inmunda sala. Justo al fondo, se alza un trono de hierro. La
imagen que recordaba de Lucifer está sentada en él, con una sonrisa de satisfacción.
Eva está tumbada en el suelo. No está muerta, solo inconsciente. Joel intenta
correr a su lado pero Lucifer se lo impide.
No la soltará. Toda esta tetra ha sido solo para atraerlo hasta aquí. Y se lo hemos
traído como un cordero que va al matadero.
Cuanta razón tiene. Temo no poder hacer nada para salvarlos a ambos. ¿Por qué
no se me puede ocurrir una solución? Vamos, vamos. ¡Por el amor de Dios! ¡Siempre he
sido una estratega brillante, y ahora no puedo pensar! Odio pensar que esté perdiendo
mi toque.
—No me compares con ellos, yo estoy por encima a esas alimañas. Dirigir toda
esta empresa tiene sus dificultades. —Señala todo con sus manos, orgulloso de lo que
ha creado. Se siente como el dueño de Las Vegas—. Pero volviendo a nuestra cuestión.
¿Qué puedes darme a cambio de ella? —Interrumpe a Joel antes de que conteste—. Yo
te lo diré. Tu alma.
Todo se reduce a las almas. Quien más posea, más probabilidades tiene de ganar
la guerra. Y la de Joel no es un alma cualquiera. No os confundáis, todas las almas no
valen lo mismo. Dependen de las circunstancias, por ejemplo, aquellas que han sido
profetizadas son más valiosas, y por supuesto la de un ángel no puede compararse con
la de un humano. Es así porque humanos hay millones dispuestos a vender su alma a
cambio de algo, pero la de los ángeles son sumamente raras. Ningún ángel vendería
su alma por una buena oferta, los demonios lo saben, por eso las escasas veces que se
presenta la oportunidad son un regalo. En una guerra, las almas son el equivalente al
combustible de los tanques de guerra. Puedes almacenarlas dentro de ti y usar la fuerza
que te proporcionan en cualquier momento.
—No lo hagas.
—No hay otra solución. Si no hago esto sí que no habrá ninguna solución. Podré
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Joel no deja de mirar a Eva y sé que dirá que sí. La ama más de lo que imaginaba.
—Yo…
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—¡Espera! —Es hora de hacer algo honrado por una vez—. Una vez me propusiste
que me uniera a tus filas, y a cambio me darías lo que más deseo.
—Lo recuerdo.
—Quiero renegociar los términos. —Levanta una ceja con interés. Supongo que
se había resignado a no obtener nada de mí—. Dejarás que Azazel saque a los humanos
de aquí. No los necesitas, conozco todas las visiones del nefilim. A cambio te vendo mi
alma.
Exacto. El único caso por el que un demonio puede poseer el alma de un ángel
es si este se la entrega voluntariamente.
Y lo hará. Solo lamento haber faltado a la promesa que le hice a Castiel un día.
Lamento no poder vivir con él, porque después de que esta batalla acabe le perteneceré
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—Piensas venderme tu alma a cambio de poca cosa. Un par de chicos, nada más.
Podrías haber pedido mucho más.
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—Lo soy.
Joel está paralizado. Lucifer desciende los dos escalones que lo separan de mí,
blandiendo el contrato en su mano derecha. Cuando escriba mi nombre en él, no habrá
vuelta atrás. El trato estará sellado.
Me ofrece una pluma de fuego y miro la línea de puntos donde debo escribir mi
nombre. Que manera más curiosa de decidir tu suerte, mediante un papel burocrático.
Cojo la pluma y escribo la primera letra de mi nombre. Azazel ha salido con Joel y Eva
aprovechando que Lucifer no está prestándoles atención, eso me consuela. Al menos
Joel no tendrá que ver cómo me rebajo a aceptar un trato tan poco gratificante. Cuando
escriba la L le perteneceré para siempre.
—¡Espera! —Los dos miramos al dueño de esa voz. ¡Azazel! ¿Por qué ha vuelto?
El idiota debería estar con los chicos—. Deberías saber que ese contrato no es válido.
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Me detengo y miro incrédula a Azazel. ¿Es posible que sea cierto? ¿Sabe algo
que yo desconozco?
—Ha sido una maniobra astuta, Luke. —¡Oh, mira! Otro que también lo llama
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Luke. Encantador—. Deberías saber que parte de un acto de supremo sacrificio. Eso
invalida tu contrato.
Los ojos de Azazel me miran con gran intensidad, si no lo conociera diría que
puedo ver un sentimiento de afinidad en ellos.
Niego con la cabeza. Me gustaría poder decirle que lo tenía todo calculado, pero no.
—No. No tenía ni idea de que estaba firmando un contrato nulo. —Pues menos
mal que él estaba allí para salvarme una vez más—. Voy a tener que empezar a buscar
una manera para compensarte por tu ayuda.
Había subestimado los sentimientos de Azazel por Ahriel. Son más fuertes de lo
que creía. No se da muy a menudo que un demonio se enamore de un ángel.
Si yo experimenté las posibles muertes de Castiel, él también debió ver las de ella.
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Y supongo que ese demonio no era él. Entonces…si el miedo de Azazel es que
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Bien, eso los mantendrá seguros por el momento. Prefiero que Joel esté a solas
con Eva cuando despierte del shock. Necesitará una explicación, y no quiero intervenir.
Si solo existiera una explicación que hiciera que entrara en paz con su propio espíritu…
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INTERLUDIO XI
CASTIEL
—¿Castiel?
—Miguel ha roto el quinto sello. Los jinetes ya no son el único problema con el
que los humanos tienen que lidiar.
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Los cuatro jinetes del Apocalipsis…llevan años vagando por la tierra, sembrando
el caos. La muerte, a lomos de un caballo verde, el hambre, en uno blanco, la peste,
en uno negro y la guerra, el último jinete, a lomos del caballo rojo. Los humanos no
achacan los problemas que los asolan a los jinetes apocalípticos, sino que se encargan
de culpar al cambio climático, a la contaminación, incluso a la economía y la política. Y
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en cierto modo eso les da tranquilidad y los aleja de la realidad. Es más fácil que creer
en algo superior.
—En parte. Esta noche la luna será roja como la sangre, cuando Miguel lo rompa,
el sol se volverá negro y un terremoto asolará la tierra.
Ahriel mira a ambos lados. Si descubren que ella está ayudando a los rebeldes,
también será ejecutada. Castiel está siendo cuidadoso, lo último que quiere es meter a
Ahriel en problemas por su culpa. Le prometió a Azazel que se aseguraría de que ella
estuviera bien, bajo cualquier otra circunstancia habría matado a cualquier demonio
que osara poner sus ojos en ella, pero no se puede luchar con lo que está escrito por
Dios. Ellos son compañeros, aunque le pese.
—No lo hará hasta romper los siete sellos. Supongo que solo tenéis unos días de
margen.
—Sí. Eso es lo que creo. He estado sintiendo cosas que creía que solo existían
para los humanos. No me cabe duda de que es él.
Castiel sostiene su barbilla para que lo mire. Había estado preocupado por ella
desde que la conocía, pero era más fuerte de lo que aparentaba. Y mira, mejor que fuera
Azazel, al menos si tenía que matarlo sabía dónde encontrarlo.
Ella suspira aliviada e intenta dibujar una sonrisa. Apenas había descubierto que
se trataba de su compañero de vida, había estado negándose a sí misma los sentimientos
por él, pero se acercaba el fin, tal vez también el suyo, y no había razones para negarse
nada.
—Me gustaría poder hacer más por ti, pero nadie conoce los planes de Miguel,
solo sus generales más cercanos. Khamael ha estado observándome en silencio, creo
que sospecha de mí.
Pero no era sospecha lo que sentía. Khamael no era el ángel puro y luminoso
que todos creían. Sentía una pasión secreta por la bella Ahriel, y la contemplaba siempre
que podía, a todas horas. No podía soportar que estuviera emparejada con un demonio,
y precisamente ese demonio se había convertido en su principal objetivo.
—¿Y tú?
CAPÍTULO XII
—Te he visto allí, Cass… —solo era una alucinación, pero fue intensa y dolorosa—.
Te vi morir, de todas las maneras posibles…
Unas lágrimas quieren escapar de mis ojos, pero las retengo. Cierro los ojos y
aspiro su aroma. Me sigue recordando al olor de un bosque en primavera. Creo que se
merece una explicación de lo que ocurrió la primera vez que estuve en el infierno.
—Juzgar tus actos ya no es cosa mía. No puedo condenar nada de lo que hicieras.
Sé que no está siendo justo, que ahora es parcial, pero tengo la esperanza de que
si lo digo en voz alta esta carga no sea tan pesada.
—Pensé en ti en las interminables horas en las que las llamas del infierno se
apoderaron de mi cuerpo. Solo quería volver a verte, aunque solo fuera una vez, porque
no soy capaz de verte sufrir. —Aún mantiene su abrazo—. Hice cualquier cosa por volver,
aunque tuviera que torturar a esas pobres almas. Lo hice, Cass…
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Ahora pienso en lo que habría pasado si Lucifer se hubiera hecho con mi alma.
Es lo único que tengo, lo único que aún me pertenece.
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—Vendí mi alma para salvarlos. —El cuerpo de Castiel se pone rígido, pero le
beso detrás de la oreja para que se relaje—. Mi acto de sacrificio invalidó el contrato. —
Castiel se separa un poco para poder tocar mi cara—. No estoy lista para entregarlo todo
aún.
—No hagas eso. —Su voz me deja en silencio. ¿Me ha leído la mente?
—¿El qué?
El sonido de las olas es un susurro en mis oídos. Sus ojos brillan, con un fuego
intenso, abrasadores, dominantes.
Debo dejar de mirarlo. Muchos ángeles tienen miedo de amar, y por eso buscan
consuelo en la espada. Porque si amas muy profundamente, no puedes soportar el dolor
que conlleva la pérdida. Pero nada nace de la espada.
—Te amo, Cass, y no puedo amarte, porque solo te arrastraré a una vida de
sufrimiento y muerte. Entre nosotros existe un muro imposible de escalar, tú volverás
al cielo y yo estoy anclada a este mundo.
Más alto que las montañas que nos rodean. Insalvable, para mi desgracia eterna.
—¡Sobrepasaré cualquier muro! —Nunca había usado ese tono. Coge mi muñeca
y me gira para mirar su cara—. Amatiel, si tengo a ti…atravesaré furiosas tempestades,
cruzaré bosques oscuros donde no alcanza la luz del sol, atravesaré ardientes llamas,
y sobrepasaré todo ello. Por ti… ¡Renunciaré al cielo, a Dios! —No puedo retener las
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Las lágrimas hacen brillar sus pupilas. Y la verdad se cierne entre nosotros como
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una fina lluvia. Estamos condenados a encontrarnos, por muy diferentes que sean los
caminos que escojamos, acabarán por entrelazarse. Es el destino, nuestro destino.
Lo abrazo tan fuerte que creo que podría romperme. Mis lágrimas se desbordan.
¿Qué pasaría si esta fuera de verdad mi última noche sobre la tierra? Toda mi vida tiene
sentido solo por haberlo conocido.
Sus ojos azules me miran llenos de lágrimas. Él me hace feliz, y eso me da mucho
miedo. Estoy tan poco acostumbrada a este sentimiento, que me aterra que solo sea un
sueño del que pueda despertar en cualquier momento. La hierba acaricia mi espalda
cuando me tumba sobre ella. No siento el frío, ni la humedad de la tierra. No siento nada
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que no sea su piel, sus besos, sus caricias…podría pasar la eternidad amándonos justo
como ahora, olvidar el tiempo. Ni siquiera soy capaz de pensar de manera racional si me
besa de esta forma.
Mi piel se estremece bajo su mano. Es cálida y suave. Casi había olvidado lo que
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se sentía cuando un hombre te toca con amor. Pero nadie puede hacerlo como él. Sus alas
blancas están extendidas, cubriendo todo mi cuerpo como un manto celestial de plumas
blancas y doradas. Puedo ver todas las líneas de su pecho, estirándose y contrayéndose.
Es tremendamente bello. No sé si algún día volveré al cielo, pero si lo hago, sería esto.
Este momento. Nosotros dos, por toda la eternidad, sin nada que nos separe. Castiel
reposa su cabeza en mi regazo mientras cogemos aire, acaricio su pelo húmedo, y por
primera vez en siglos, me permito cerrar los ojos, y soñar.
La luna ya está en lo alto cuando abro los ojos. Me alegra ver que no ha sido un
sueño, porque los brazos de Castiel me envuelven. Nuestras alas nos sirven de lecho,
mullido y cálido. La desnudez nunca ha sido nada vergonzoso para nosotros, así es como
fuimos creados, pero ahora estamos solos en este acantilado, y nadie puede vernos.
Nuestra felicidad debe esperar, pues no somos la pieza más importante de este
gran puzzle cósmico. Me tienta la idea de abandonarlo todo, de fugarnos.
En ese caso moriremos juntos. Ninguno de los dos se irá de esta vida sin el otro.
Es nuestra decisión. Castiel me mira de esa manera suya que te hace sentir que dirá
alguna verdad universal.
—Como los que padecen un defecto en la vista, vemos solo las cosas alejadas,
porque solo así nos ilumina la luz de la verdad.
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—Podemos ganar.
La humanidad ha ignorado las señales que se les ha enviado desde hace tiempo.
Los jinetes se han estado moviendo entre nosotros pasando desapercibidos. La hambruna
que asola el cuerno de África, la interminable guerra entre palestinos e israelíes, la
gran pandemia del SIDA, la gran cantidad de muertes que se producen por causas no
naturales… ¿Simple coincidencia? Son tan llamativos y a la vez tan ignorados que nadie
repara en el hecho de que se está cumpliendo el Apocalipsis del que se advertía en la
Biblia. Y esto empeorará mucho. Con el sonido de las trompetas las grandes catástrofes
llegarán a la Tierra, y llegados a ese punto ya no se podrá detener. El Apocalipsis habrá
llegado.
Necesitamos decidir cual será el lugar en el que nos reuniremos. Hay que
reagruparse y unir fuerzas, ya que estamos en inferioridad numérica, y nuestras
fuerzas se encuentran en desventaja. Necesitamos una estrategia principal, algún plan
alternativo por si el primero fallara, hay que tener opciones para todas las posibilidades
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—Azazel, avisa a todos los demonios que puedas. Castiel se encargará de avisar
a los ángeles.
Piensa, piensa, piensa….debe ser un lugar que nos sirva de referente. Algo
simbólico, fácil de recordar, pero que pueda suponernos una buena defensa.
Castiel y Azazel se marchan sin perder el tiempo. Tienen trabajo por delante.
Miro a los chicos. No puedo dejar a Eva desprotegida y arriesgarme a que vuelvan a
utilizarla en nuestra contra, aunque esta fortaleza esté protegida, pueden romper las
barreras sin demasiado esfuerzo; pero si no es capaz de afrontar lo que viene tendré que
prescindir de ella. No voy a matarla, claro está, ya veré qué hacer si se da la situación.
Oh, qué encanto. En cierto modo se podría decir que ha tenido mucha suerte
por contar con mi ayuda. Y hasta me cae bien, lo que es más raro todavía.
200
Me temo que sí. No sé qué es más peligroso, si dejarla aquí o llevarla. Los dos
planes tienen sus desventajas, y en ambos casos acaba muerta. Tendremos que conseguir
el modo de hacer que entren sin levantar sospechas.
Lo cual supone otra desventaja más que se suma a las anteriores. No puede
defenderse sola de los ángeles, será un objetivo rodeado por un cartel de neón, pero
Joel se encargará de su protección. De pronto, escuchamos un golpe sordo en la sala de
armas. Me dirijo allí a paso rápido y me topo con un cuerpo tendido en el suelo.
—¡Dunia!
Dios mío, está herida en el estómago por una espada demoníaca. La ayudo a
incorporarse y aparto el pelo de su cara.
—¿Qué ha ocurrido?
Maldito hijo de perra. Fue una estupidez dejar que Dunia trabajara a dos bandos.
Niega con la cabeza. Sus ojos apenas pueden mantenerse abiertos y de su boca
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—Alexia. —Mis ojos se abren por la sorpresa. Esa zorra demoníaca vendrá a por
nosotros, nos dará caza uno por uno y disfrutará haciéndolo—. Tranquila, no sabe que
te estoy ayudando…no se lo dije.
Podía esperar que Dunia revelara lo que estaba haciendo para que no la mataran,
pero no lo ha hecho. Eso me desconcierta. Miro a la puerta donde Joel y Eva están
parados, con expresión horrorizada. Presiento que es la primera vez que ven a alguien
moribundo. Si esto sigue así no será la última. Joel se quita la chaqueta y se acerca para
taponar la herida sangrante de Dunia.
—Sigue sangrando.
Debería odiar a todos los demonios, debería partirlos con mi espada nada más
cruzarnos porque se supone que está en nuestra naturaleza. Pero no la odio. Por alguna
razón no soy capaz de odiarla. Todo es más fácil cuando los seres son cien por cien malos
o cien por cien buenos, porque sabes qué esperarte de ellos. De un demonio solo te
esperas la maldad, y cuando llevan a cabo un acto que no sea solo por su propio interés,
te desconciertan. Ella ha sido lo más parecido a una amiga que he tenido en la tierra,
nunca he olvidado que se trataba de un demonio, pero eso no hace que no siga siendo mi
amiga. Me ha cubierto las espaldas en innumerables ocasiones, hemos sido un equipo.
202
El olvido. A eso se reduce nuestra muerte. Siento lástima por ella después de
todo. Me gustaría poder darle unos últimos minutos de calidez, es lo único que puedo
hacer por ella. No buscaba la muerte por iniciativa propia, pero a todos nos llega esa
hora. Solo un ángel debería ser el causante de la suya, siguiendo el orden natural de las
cosas.
Y con esa promesa, expira por última vez, su cuerpo se queda inerte en mis
manos convirtiéndose en cenizas que se desvanecen poco a poco. Dos lágrimas son
derramadas en su memoria, las limpio con el dorso de mi mano, y me pongo en pie.
—Lo siento.
—Empleó su último aliento para venir aquí y avisarnos. ¿Es eso lo que haría un
demonio?
Esta chica se está confundiendo. Sé que sus sentimientos son nobles, que tiene
un buen corazón, pero debe aprender que los demonios no merecen su compasión,
no merecen ninguno de los buenos pensamientos que podemos tener sobre ellos. Las
excepciones rara vez existen y no hablan por los demás, los demonios son lo que son, no
podemos esperar de ellos salvo lo que hacen.
203
—No confundas las cosas. Dunia era mi amiga, y su pérdida me duele más a
mí a que a ti, te lo aseguro, agradezco tus condolencias, pero esos sentimientos no te
mantendrán con vida. Mi espada sí lo hará. Y la próxima vez que te encuentres con un
demonio no se detendrá a pensar cómo te sientes, intentará matarte. No lo olvides.
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—Necesito una hora. —Hago un gesto con la mano para que Joel guarde
silencio—. Solo una hora.
Porque temo que mis pensamientos no sean racionales, y necesito claridad. Así
que me escurro hasta una de las habitaciones y cierro la puerta tras de mí. ¿Por qué
siento dolor ante la muerte de un demonio? Y sin embargo, deseo llorar por Dunia. Son
sentimientos confusos para mí. Aquí estoy sola, nadie puede verme, y lo hago. Dejo que
las lágrimas salgan libremente, mojando mis mejillas inconscientemente, ajena a mi
propio cuerpo, mi conciencia o cualquier otra parte de mí. Yo no fui creada para buscar
la belleza en las cosas, no soy un ángel mensajero o como Ahriel, soy una guerrera, no
debería cuestionarme la muerte de nadie.
Con el rostro oculto entre los cojines de exquisita seda, comprendo el porqué.
Está en mi naturaleza, grabado en cada gota de mi sangre. No importa que seamos
guerreros, mensajeros…Fuimos creados para amar la creación de Dios, y los demonios
son parte de ella. Hemos perdido la conciencia que se nos atribuyó siglos atrás, y ahora
nos destruimos los unos a los otros. Las líneas del Bien y el Mal se han vuelto difusas.
En el principio, los ángeles nacimos para amar, los demonios para odiar. Así de simple.
Recobro la compostura al fin. Ya habrá tiempo para llorar por los pecados del
mundo. El presente no espera a nadie, y debo prepararme para esta noche. El reto será
conseguir que Joel y Eva pasen desapercibidos y conseguir introducirlos en el Castel
Sant’ Angelo una vez que lo cierren. No debería ser demasiado complicado. Aparto el
pelo de mi cara y lo recojo en una cola alta. La imagen que se refleja en el espejo vuelve
204
—¿Roma?
—El Castel Sant’ Angelo está en Roma. —Señalo la zona del mapa en la que se
encuentra—. Me temo que tendré que dejaros en el puente, una vez allí deberéis entrar solos.
—He oído hablar del Castillo del Ángel. El puente de Sant’ Angelo está guardado
por estatuas de ángeles de Bernini.
Joel se ríe y Eva baja la mirada, sonrojada. Es increíble lo popular que es ese
escritor. Muy bien, los dejaré allí antes de que se cierre a los visitantes, y me reuniré con
ellos cuando pueda.
Por momento había olvidado que estamos en Pascua, y Roma estará abarrotada
de fieles. La Plaza de San Pedro será un hervidero de creyentes, y cualquier acto
imprudente por nuestra parte los borraría de un plumazo.
—Explícate.
—Esperemos que Miguel tenga eso en cuenta. Ahora, será mejor que descanséis.
Mañana será un día largo.
Son las dos de la madrugada. Ellos necesitan dormir, y mientras tanto repasaré
todas las estrategias que he llevado a cabo a lo largo de la historia. Es de vital importancia
recordar los movimientos de mis rivales. Aunque para ser honesta, lo que más debería
hacer es entrenar. No puedo permitirme el lujo de cometer un acto estúpido e imprudente
delante de Miguel, o de Rafael, o de Lysander, y que me cueste la perdición. Ocuparé las
horas que restan de la noche en luchar.
206
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INTERLUDIO XII
JOEL
—Sé que puede parecer muy fría, pero hasta ahora no me ha mentido. Puedo
confiar en ella y debería confiar en mí mismo…
Nunca ha pensado que su vida terminaría así, en mitad de una guerra de ángeles
y demonios; hay muchas cosas que aún no ha podido hacer, como lanzarse en paracaídas,
comprarse un coche, hacer una acampada en la playa, casarse y tener hijos…todo eso
parecen cosas sin importancia en un momento como este.
Las manos de Eva acarician su rostro preocupado, y él la mira a los ojos. Desde
el primer día que la vio, supo que la amaría más que a nadie en el mundo. Era imposible
no estarlo, antes de conocer a los ángeles, ella era su definición de cómo debía ser un
ángel.
—¿Cómo? —Quiere poder creerla, pero las cosas no son como uno desea.
—No lo sé. Hace una semana no podía siquiera imaginar que existirían los
ángeles. Cuando…cuando estuve en el infierno… —Su voz tiembla al recordar esos
momentos, pero ella es fuerte—. Bueno, allí pasaron miles de imágenes por mi cabeza.
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Supe en ese momento que no quería perderte, que quería encontrar la fuerza para verte
de nuevo, porque sabía que tú vendrías a por mí. Y estamos los dos aquí.
—Hay algo que quiero decirte desde hace tiempo, pero…no me atrevía a hacerlo.
—¿Cuándo tendrá la oportunidad de hacerlo? Al menos quería morir con la conciencia
tranquila—. Yo…nos conocemos desde hace más de diez años, tu hermano es mi mejor
amigo, y bueno, tú siempre ibas a nuestros partidos, eso me animaba mucho.
Eva le sonríe. Dios, es tan preciosa cuando lo hace. Las manos de Joel tiemblan.
Es capaz de empuñar una espada si es necesario, de descender al infierno sin titubear,
y no es capaz de declararse.
Ella está animándolo a seguir con una dulce sonrisa. Mira sus manos entrelazadas.
Está ahí, con él, no ha huido aunque pudiera hacerlo, y eso debería alegrarlo. Coge aire
profundamente y en un solo instante, todas sus dudas desaparecen.
Se muere de ganas por besarla, pero ¿y si lo rechaza? Ella no ha dicho nada, solo
se ha quedado mirándolo en silencio. Eva baja la mirada un momento, y puede jurar que
ve lágrimas en sus ojos. Vuelve a mirarlo con una sonrisa, y su corazón se desboca.
208
Y hay otra cosa más que quiere confesarle. Aunque la sonrisa de Eva vale más para
él que el mundo entero, debe hacerle una promesa, la promesa de que nunca le fallará.
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—Si mañana las cosas salieran mal, quiero que te salves, que te vayas tan lejos
como puedas, y te pongas a salvo.
—No te dejaré allí solo. No voy a dejar que hagas ninguna tontería.
No para ella. Las cursiladas románticas de Romeo y Julieta no van con ella. Ha
necesitado años para que por fin le declarara su amor, para perderlo tan solo un día
después. Ni hablar.
—Tú puedes estar dispuesto a dar tu vida por mí, pero yo tendría que vivir
sabiendo que el amor de mi vida ha muerto para salvarme. Yo no podría soportar esa
carga, no podría. Así que ni lo pienses.
Joel solo ha pensado que no quiere vivir sin ella, pero Eva no podría vivir sin él.
No puede hacerle eso. No va a dejarse matar. Luchará y volverá, para estar siempre con
ella.
—Si tuviera una sola noche en la tierra, querría pasarla contigo, justo aquí.
Y eso fue suficiente para desenganchar su mente, dejar de pensar, y dejar que
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su corazón llevase las riendas de su cuerpo por primera vez en sus dieciocho años. Él
tampoco se puede imaginar pasar su última noche en otro lugar. Nadie puede asegurarle
lo que ocurrirá en el futuro. Lo único cierto, es que las visiones que ha tenido se están
haciendo realidad. Eva lo besa y no piensa en la guerra, en las visiones, en los ángeles.
Solo en ella. Solo en Eva. Su Eva.
210
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CAPÍTULO XIII
Los cojo de la mano y los llevo hasta el puente del ángel. La fortificación redonda,
coronada por la estatua del arcángel Miguel se levanta frente a nosotros. Hay una gran
cantidad de gente en Roma, en peregrinaje por los lugares más emblemáticos.
—¿Cómo dices?
—Hoy es Jueves Santo, por eso hay tanta gente. Muchos cristianos se reunirán
en San Pedro para escuchar la homilía del Papa.
Joel es nuestra única baza, y para los que aún no lo conozcan, tengo prevista una
gran entrada para él. Una primera impresión es muy importante, puede ganarte muchos
aliados. Saco de mi bolsillo la espada que robé para Joel y se la doy a Eva. Una humana
será capaz de usarla en caso de necesidad. Si la voluntad humana es lo suficientemente
fuerte puede utilizar las armas angélicas. Los miro sin despedirme, y me marcho. Les
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En este caso, no queremos ser vistos, así que los humanos que nos rodean no
pueden vernos ni sentirnos. Debe ser así para que no sean conscientes de lo que ocurre
a su alrededor. Me están esperando sentados en uno de los escalones de lo que en otra
época fue un palco. Varias personas pasan por nuestro lado sin reparar en nuestra
presencia, y es un alivio no tener espectadores de nuestra conversación.
Erszébet tiene el pelo largo y castaño, con flequillo. Es delgada y pálida, con una
belleza atrayente. Aparenta ser una mujer de unos treinta y pocos. Ella es el demonio de
la codicia, una verdadera joya. Eliya está más bronceado, lleva su pelo oscuro bastante
corto y tiene unos bonitos ojos azulados. En otra época se hacía llamar Jaisalmer, su
verdadero nombre, pero esas minucias no son importantes ahora.
—Esta noche vendrán más como nosotros. Trazaremos un plan para enfrentarnos
a Miguel.
Ese placer lo reservo para mí. Eliya tendrá que conformarse con algún otro al
que machacar.
—Azazel nos dijo que Lucifer estaba enterado de esta rebelión. ¿Cómo sabemos
que no tomará represalias contra aquellos que lo han traicionado?
212
—No lo sabemos. Pero casi puedo aseguraros que si fallamos, nos matará.
En el fondo no puedo dejar de pensar que esto solo es un juego más para él.
Que nos está dejando llevar el mando, y cuando se aburra de nosotros, nos aplastará
como cucarachas. Lo sé, a veces soy un poco tétrica. Pero es así, Lucifer es un cabronazo
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Así que la certeza de una muerte segura no parece tener mucho efecto en ellos.
Ni en mí. No es algo que desconociéramos.
Mirando estas piedras, por las que han pasado tantos siglos de historia, antiguos
recuerdos vienen a mi mente. Hace mucho tiempo este lugar estaba lleno de vida, y
también de muerte. Fueron precisamente aquellos años los que mostraron la peor parte
del ser humano. Disfrutaban con la muerte y el sufrimiento de sus iguales, pero claro, no
eran considerados como iguales. Los gladiadores se veían obligados a morir en la arena,
a dar espectáculo. Por supuesto a veces no era suficiente que se enfrentaran los unos a
los otros, resultaba aburrido, y lo animaban añadiendo a la mezcla cuadrigas tiradas por
caballos, o animales salvajes.
Toda Roma se congregaba aquí. Los pobres, las prostitutas, los nobles. Todos
venían a ver morir a los gladiadores. Castiel y yo vinimos un par de veces. El primer
día de los juegos, cinco bárbaros tracios se enfrentaron a quince gladiadores, tan solo
armados con lanzas. Sobra decir que fue una masacre. Conseguimos llegar al final del
espectáculo a duras penas. Supongo que si comiera habría vomitado.
El segundo día fue mucho peor. Los gladiadores que lucharían por su libertad
eran apenas unos críos, más jóvenes que Joel. Y como si eso no fuera suficientemente
emocionante, soltaron dos leones y tres cuadrigas. Castiel y yo no pudimos soportar
semejante barbarie. Los gritos de júbilo que seguían a cada muerte podían escucharse
desde fuera del Coliseo.
Debo reconocer que en cuanto a integridad moral, aquella no fue una buena
época. Tal vez si en aquel momento me hubieran propuesto comenzar el Armagedón,
213
me lo habría pensado.
Bien, según las indicaciones de Castiel, una antigua conocida suya, Raquel, está
en la Tierra. Le ha dicho que se reuniera conmigo, está un poco recelosa aún, no confía
demasiado en rebelarse, y Cass confía en que termine de convencerla. No conozco a
Raquel, y no estoy segura de cómo sabrá encontrarme, pero esperaré aquí, no en el
Coliseo, sino en los alrededores. Con toda la gente que deambula por las calles a estas
horas alguien tendrá que ser. Así que me mezclo entre ellos como una turista más.
—¿Eres Amatiel?
Asiento. Su gabardina marrón le llega a la altura de las rodillas, y sus alas están
ocultas, tal vez por el mismo tipo de runa que usamos con Joel.
—¿Raquel?
—Sí. Castiel me indicó dónde encontrarte. Dijo que tú podrías resolver mis dudas.
—Lo intentaré al menos. —Más que resolver sus dudas pretendo ser persuasiva,
hasta tal punto que no se lo imagina. —Si tus dudas son acerca de si deberías rebelarte,
tienes poco tiempo para decidirte. Los que formamos la resistencia vamos a reunirnos
esta misma noche. Asiste con nosotros, y toma tus propias decisiones.
214
Le hago un gesto con la mano para que me acompañe en mi paseo por estas calles
tan mágicas. Por el camino intentaré ponerla de nuestro lado utilizando frases sutiles.
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Abordar directamente a alguien para que haga lo que tú pretendas puede ser signo de
desesperación, y aunque esté desesperada, soy demasiado orgullosa para reconocerlo
delante de ella.
—Debes estar al tanto de todo lo que pasa en el cielo. —Me mira con perspicacia—.
¿Llevas mucho en la tierra?
Siento cierta curiosidad por saber de qué demonio se trata, pero no es algo que
me quite el sueño, metafóricamente hablando. Por lo que a mí respecta, como si los
eliminan a todos de un plumazo, que es lo que pretendemos hacer dentro de poco.
—Cada siglo se propone algo distinto. Pero esto supera la línea de la razón.
Empiezo a plantearme seriamente su salud mental. Como ángel sabes que no sería el
primero en caer en decadencia por perder la cabeza en sus delirios por decidir hacer de
justiciero divino.
Se han dado varios casos de locura entre los ángeles. La afectación se produce
como una enfermedad, que poco a poco va deteriorando el pensamiento, hasta el punto
de cometer verdaderas locuras. En caso de Miguel más bien se diría que son atrocidades.
Se está volviendo muy popular últimamente. Intuyo que nos dará problemas en el futuro,
si es que hay un futuro. No estoy segura de que esto sea lo que está afectando a Miguel.
Lo recuerdo de la misma manera, siempre ha tenido estas absurdas ideas.
Su silencio es respuesta más que suficiente para mí. Cruzamos las últimas calles
que nos separan del Castillo del Ángel. Espero que Azazel y Cass hayan tenido suerte.
Aunque con toda la suerte del mundo supongo que no llegaremos ni a los veinte. Una
215
—En situaciones reales reconozco que habría rechazado trabajar con un Caído.
—Hace una pausa, imagino que esperando mi ofensa, pero ya nada puede ofenderme—.
Pero situaciones desesperadas requieren de medidas desesperadas.
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No puedo estar más de acuerdo con ella. Soy consciente del gran esfuerzo
que muchos de ellos están haciendo por tener una actitud colaborativa. Nadie nos ha
enseñado nunca a colaborar entre nosotros, que lo hagamos por iniciativa propia es
admirable.
—Si hace cuatro mil años me hubieran propuesto hacer esto mismo, les
habría cortado la cabeza a todos los que lo hubieran sugerido. —Raquel sonríe por mi
comentario.
Ya estamos aquí, en el puente del ángel. Estas estatuas son todavía más
hermosas con la luz de la luna, creando estas sombras aterradoras y místicas, como si
quisieran mostrarnos sus dos lados. Raquel reza una oración en voz baja y el sello que
la oculta desaparece. Desplegamos nuestras alas y alzamos el vuelo. Sobrepasamos el
muro que separa el castillo de la redonda edificación central, coronada por una torre, y
aterrizamos en el patio en el que exhiben algunas de las armas utilizadas antiguamente
para defender la fortaleza.
Vaya, hay algunas caras conocidas. Erszébet y Eliya, junto con Rochel, Natanael,
Verlaine, Lijiang, asombrosamente también nuestro proveedor de armas, Baltasar,
Azazel y Castiel. También está Verchiel, un demonio, un chico guapo, supongo que la
clase de chico que te gustaría tener como vecino. A su lado está Asbeel, un Caído, que
suele tener expresión seria y malhumorada, pelo castaño, ojos claros, facciones afiladas,
pero guapo. Ezequiel, un ángel de piel oscura, tanto como sus ojos, una cuidada perilla
y el porte de un guerrero. Astad, un demonio que a pesar de lo que se podría esperar, no
aparenta más de dieciocho años. Lleva el pelo ligeramente por encima de los hombros,
rasgos latinos, y reconozco que es extraño verlo sonreír, pero su sonrisa tiene bastante
encanto. Ismael, un ángel de aspecto amable, encantador en todos los sentidos, gran
amigo de Castiel. Kyriah, la demonio inconformista de pelo rosa y naranja, encantada
de participar en una rebelión a gran escala mundial.
Lourel, un ángel asiática, con una cara en forma de corazón, el pelo largo
recogido en un moño, esos ojos rasgados y armada con su arco y flechas. A su lado hay
dos demonios más, el de pelo negro y penetrantes ojos aguamarina es Yarael, y el de
216
—Aquí estamos.
Cojo aire antes de dirigirme a todos ellos. Teniendo un grupo tan heterogéneo
como éste será difícil que lleguemos a una estrategia que nos satisfaga a todos, pero
debemos llegar a entendernos. Nunca he sido buena en esto de los discursos motivadores,
pero imagino que por una vez dejaré que mis palabras salgan directamente del corazón.
—Todos vosotros habéis sido convocados aquí por una razón. No me importa
si sois demonios, ángeles, Caídos o humanos. Estamos aquí para luchar, ha llegado el
momento de tomar partido en una veta que lleva abierta demasiado tiempo. —Atrás han
quedado los tiempos en que veían un líder en mí, pero mentiría si digo que no me es
reconfortante este momento—. Hemos dejado que esta guerra lleve demasiado tiempo
en las mismas manos, y si nos rendimos ahora nos arrepentiremos. En nuestras manos
está el destino de la raza humana.
Se levanta un ligero murmullo de asombro. Por lo visto, Azazel y Cass han sabido
guardar bien nuestra mejor baza para ganar la guerra. Mi querido Joel aparece de las
sombras haciendo una entrada triunfal y un poco teatral, digna de un héroe novelesco,
con su encantadora novia de la mano. Él es lo mejor que tenemos para ofrecer, y para
217
ser tomado en serio tiene que mostrar su potencial. Me acerco a él, pronuncio en voz
baja una oración, levantando así la protección que lo ocultaba como ángel, y sus alas
aparecen, blancas, radiantes, creando un mar de plumas a su alrededor.
—Alexia sabe que el nefilim luchará con nosotros, está prevenida. Eso no nos da
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Verchiel se adelanta un poco para hacerse oír. Siempre agradezco los diferentes
puntos de vista, pero a veces en la guerra están de más.
—¿Y por qué Lucifer aún no nos ha borrado del mapa? Podría haberlo hecho
desde el principio, pero el juego sería demasiado aburrido. Tan solo está dejando correr
el tiempo, sin duda intentando ser creativo en nuestros castigos.
No puedo ignorar que Verchiel tiene razón. Todos somos conscientes del riesgo
que entrama toda esta parafernalia, pero no podemos pasarnos la eternidad temiendo a
Lucifer. Solo deberíamos temer la ira de Dios.
Mi idea es bien acogida. Enseguida se ponen a debatir cuál sería la mejor manera
de proceder.
—Todos lo hacemos.
—La guerra no va de si piensas que puedes ganar, va de querer morir por lo que
crees que merece la pena morir.
—Ya vale de tanta cobardía. No estamos aquí para debatir lo que puede ocurrir,
hemos venido a actuar. —Me sorprende la voz de Castiel. Suena como un auténtico
general—. Si vais a luchar, dad un paso adelante.
Azazel es el primero en avanzar. Kyriah lo sigue. Y así ocurre con cada uno de
los presentes.
Este coge la mano de Eva y es entonces cuando está listo. En realidad esto solo
es una espera, porque no vamos a precipitarnos cuando falta tan poco para alcanzar el
final. Nos disponemos a separarnos y tomar caminos diferentes, cuando un fuerte golpe
nos sobresalta a todos. Una parte del muro de piedra que rodea la fortaleza del castillo
se viene a bajo de repente, levantando una capa de polvo blanquecino.
que era la entrada. Entre el polvo, soy capaz de distinguir algunas siluetas. No es posible.
No puede ser verdad.
—¡Alistair!
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Castiel y yo también nos armamos, mientras detrás de Alexia van surgiendo más
demonios, decenas, centenares. Obviamente nos superan en número, espero que no lo
hagan en fuerzas ni experiencia. Alistar parece encantado por haber engañado a todos.
—Reconozco que tu oferta era buena, Lillith. Pero sabía de alguien que estaba
dispuesto a pagar más por una información tan jugosa.
No puedo evitar mirar a Lysander con odio suponiendo que la culpa es suya. Él
sonríe, complacido.
El Príncipe del Infierno. ¿Quién si no? Su retorcida sonrisa hace que retroceda
involuntariamente un par de pasos. Alzamos las espadas dispuestos a dar esta lucha por
comenzada y cuando la noche ya no podía ser más extraña, me equivoco de nuevo.
220
Un enorme terremoto sacude la tierra, hace que los cimientos de los edificios se
tambaleen, no solo en Roma, todos los países del mundo tiemblan al unísono, y también
nosotros tenemos que esforzarnos por mantener el equilibrio.
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No hay ninguna sonrisa en la cara del ángel. Ha venido ataviado con su armadura
de oro, han pasado siglos, pero la imagen de Miguel sigue dejándome sin aliento.
Reconozco algunos rostros entre las filas del cielo. Graziel está entre ellos. Incluso el
ángel que fue creado junto conmigo, casi como si se tratase de mi mejor amiga. Iezalel.
Me apena tener que encontrarnos en esta situación. Era inevitable. Miguel alza su espada
y carga contra su hermano. Me aparto a tiempo y los ángeles que siguen a Miguel se
abalanzan sobre los demonios comandados. Nosotros nos enfrentamos indistintamente
a unos y a otros.
—Hola, Sam.
Mi piel se estremece solo con pensar en su muerte. Antes de dejarle tiempo para
reaccionar me lanzo en su dirección, pero hábilmente esquiva mi golpe.
Matarlo con mis propias manos es demasiado tentador, pero también sería
demasiado largo, y aunque se merecería una muerte lenta y dolorosa, lo atravesaré con
la espada y a otra cosa. Sam juega sucio, como era de esperar, e intenta atacarme por
la espalda. Por suerte para mí ya he tratado suficiente con demonios y no me coge por
sorpresa. Me tiro al suelo y golpeo su pierna haciendo que pierda el equilibrio. Un chorro
de sangre impacta en mi cara. Me giro lo suficiente para ver cómo Azazel ha separado la
cabeza del cuerpo de Aeron. Sam me da un golpe en la cara, me recompongo en un par
de segundos y clavo mi espada en su pecho. Me limpio la cara con el dorso de la mano
y me pongo de pie, buscando a Joel. Castiel y Azazel están enfrentándose a algunos
demonios, hay mucho caos, sangre y poca visibilidad.
Mierda.
—No eres más que un estúpido y arrogante humano. —Joel sostiene su espada
delante de Miguel, nunca he visto tanta determinación en su mirada. Miguel es claro
en su punto, cree que eliminar a los humanos es lo mejor que puede ocurrir—. Habéis
extinguido miles de especies, una detrás de otra. ¿De verdad piensas que sería tan
horrible que desapareciera otra? Me supondría tremendamente fácil extinguiros, y solo
estaría haciéndole un favor a este planeta.
—Es cierto que un gran porcentaje merecería morir, pero no está en tu mano
decidirlo. —Joel ataca a Miguel con una velocidad asombrosa, y consigue esquivar el
golpe a duras penas—. ¡¿Quién te ha puesto al mando, eh?! ¿Quién ha dicho que tengas
derecho a escoger quién vive y quién no? Solo Dios puede dispensar el castigo divino. ¡Y
tú no eres Dios!
222
Joel está atacando con una ferocidad sorprendente. Nunca pensé que viviría para
ver cómo un nefilim le plantaba cara a Miguel. Por todos es sabido que desde el principio
ha matado a todos los nefilim con los que se ha encontrado, los ve tan imperfectos como
los humanos, una abominación que nunca debió producirse, mezclar la sangre pura de
los ángeles con la de los humanos.
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—Eva.
Me giro hasta Raquel, pero está tendida en el suelo, luchando por apartar el
filo de una espada de su garganta. Eva no está con ella. Intento buscarla entre tantos
rostros, cuando escucho que grita mi nombre. Dios mío, la tiene Rafael. La va a utilizar
para obligar a Joel a romper el séptimo sello y abrir el abismo.
—¡Eva!
Eva está siendo muy valiente. Miguel lo mira con impaciencia. Voy a intentar algo
pero no sé si funcionará. Una vez pude escuchar a Joel en mi mente, solo debo intentar
repetir ese proceso. Nunca he llevado a cabo ese tipo de conexión con un humano antes,
pero intentaré comunicarme con su mitad de ángel. Es lo que deseo y busco el lazo que
une su mente con la mía.
223
“Sé que quieres ayudar a Eva por encima de todo, pero si rompes el último sello
se desatará algo horrible. Algo que ni siquiera nosotros podremos controlar.”
Hay un motivo por el cual nunca me permito hacer una conexión con un humano.
A través de su mente llegas a sus recuerdos, a sus sentimientos más íntimos. En la mente
de Joel veo el rostro de Eva, feliz y hermosa. Es la imagen que siempre guarda de ella, la
que lo hace seguir luchando en los momentos más duros.
Joel me mira buscando una respuesta, pero no puedo dársela. Haga lo que haga,
alguien se verá implicado. Si la matan se sentirá culpable para siempre, por otra parte
no le debe nada al resto del mundo, son solo personas sin rostro a los que no conoce.
¿Cuál sería mi elección? Creo que está bastante claro.
Suspiro, pero no me sorprende su decisión. Joel solo hace lo que cree correcto.
Un ángel se abalanza sobre mí, tirándome de espaldas y me obliga a apartar mi atención
de Joel para centrarla en él. De igual modo este ángel y yo somos lo mismo, seres sin
rostro condenados a eliminarse mutuamente. Me golpeo la cabeza contra el suelo cuando
caigo, forcejeando con el ángel para librarme de su presión.
Consigo desviar mi mirada hacia Joel, a tiempo de ver cómo Rafael suelta a Eva.
Joel intenta golpear a Miguel, pero es inútil. El ángel coge las manos de mi chico y les
hace un corte en la palma. Pronuncia unas palabras que no logro escuchar y en el suelo,
bajo sus pies, aparece un círculo surcado de símbolos. La sangre de Joel gotea justo en
el centro y Miguel le hace agacharse hasta colocar sus manos sobre los símbolos. Su
sangre era la última pieza para romper el último sello. Todo ha terminado. Nuestra única
posibilidad de equilibrar la guerra a nuestro favor ha fallado. De pronto, una cegadora
224
luz aparece en el cielo. Por un momento todos se detienen y miran sobre sus cabezas.
Entonces el quinto ángel tocó su trompeta, y vio una estrella que había caído
a la tierra desde el cielo, y se le dio la llave del pozo del abismo. Cuando la abrió, se
derramó humo como de un gran horno y la luz del sol y el aire se oscurecieron por el
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humo. Entonces vinieron langostas y descendieron sobre la tierra, y se les dio el poder
para picar como escorpiones. Su rey es el ángel del abismo. Su nombre en hebreo es
Abadón, y en griego, Apolión, el Destructor.
No…Una especie de bola de fuego cae a unos pocos metros del Castillo del Ángel,
el fuego se extingue como por arte de magia, y de las llamas surge un ángel del mismo
color de los carbones del infierno, con tres pares de alas rojas como el fuego. Abadón.
—Así será el fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre
los justos.
Lysander, porque sabía que él sería la causa de mi caída, así que necesitaba librarse de
mí, y para asegurarse de que caería en la tentación se confabuló con Lysander.
—Cariño, te creíste toda esa charla sensiblera sobre convivir juntos en armonía
y esas chorradas. Fue tremendamente divertido hacer tratos con un arcángel a cambio
de conseguir tu alma.
¡Maldito hijo de perra! Lloraría si pudiera, pero estoy tan furiosa que mis
lágrimas se evaporarían.
—Me lo has quitado todo, al fin y al cabo podía esperármelo de ti, Lysander,
pero Miguel…nunca has querido entenderlo. No puedes ver más allá de lo que tienes
delante. ¡Siempre lo escogeré a él!
—No debería ser yo quien te mate, pero me arrebataste a quien más amaba.
—Ah…Lillith…Su nombre era Amatiel, ¿cierto? Era tan bella y pura, que di
palmadas y saltos de alegría. Me enviasteis un regalo. Un alma como la suya solo se
encuentra una vez cada varios siglos y fue un placer corromperla de aquella manera
tan…excitante. —Castiel suelta un gruñido de puro odio—. Pero te empeñaste en bajar a
la Tierra a por ella, y disfruté matándote.
Con un grito de furia Castiel ataca a Lysander, que sin tiempo para responder
es herido en el brazo. Si me permito un solo instante para mirar a mi alrededor quizá
pueda hacer entender a Miguel que aún está a tiempo de detener lo que él mismo ha
provocado.
dentro de estos muros, sino más allá. Puede escuchar las súplicas de los humanos en su
cabeza, pidiendo que los ayude. Ha estado silenciándolas para poder actuar así, pero ya
no puede ignorarlas.
—Siempre han confiado en nosotros. Tú eres el ángel que debe traer la salvación,
no la muerte. Puedes detenerlo.
—¡MIGUEL!
Lucifer tiene un aspecto feroz, toda su cara está transfigurada y por primera vez
refleja la imagen atemorizante que todos tienen sobre él. Miguel ha encontrado al fin un
rival a su medida. Se puede decir que hay dos batallas distintas esta noche, la nuestra, y
la que llevan a cabo el Príncipe del Cielo y el Señor del Infierno.
Se han apartado del resto y en su afán por destruirse se han llevado por delante
indistintamente a demonios y ángeles. Castiel está luchando contra Lysander, Azazel
se enfrenta ahora a Nergal y como era de esperar, este es el momento idóneo para que
los Señores Oscuros tengan su oportunidad de conquistar el gran trono de hierro del
Infierno. Astaroth aprovecha la confusión para atacar a Lucifer. Es un gesto sucio y
rastrero, hasta para un demonio como él, pero a mí me da igual. Astaroth lo ataca por
la espalda y Lucifer reacciona a tiempo para esquivarlo. Las alas totalmente extendidas
de Lucifer son absolutamente impresionantes. No son nada membranosas, pero a estas
alturas ya sabréis que no se puede creer todo lo que se ha pintado o ilustrado. Tiene dos
pares de alas, negras como las plumas de un cuervo pero en lugar de tener filamentos de
oro, como los ángeles, son de un color escarlata brillante. Es la primera vez que veo sus
227
alas extendidas.
Por el amor del cielo, fue racional una vez. No es posible se le hayan chamuscado
todas las neuronas.
Con su brazo me lanza lejos y mi espalda choca contra la pared. Algunos ladrillos
se desprenden por el impacto, apoyo una mano en el suelo y me pongo de pie.
—¿Cómo has llegado a esta situación? ¿Crees que nuestro padre te perdonará
por esto?
Estamos cubiertos por sangre y polvo, nada que ver con el aspecto radiante de
los ángeles. Si los humanos nos vieran ahora saldrían despavoridos por nuestro aspecto.
Miro por encima del hombro de Miguel, y veo la cabeza de Lysander en el suelo. Castiel
aún sostiene su espada frente al cuerpo sin vida del demonio.
las pupilas desorbitadas de Miguel cuando su brazo cae delante de sus pies. Su grito de
dolor reconforta mis oídos.
—¿Estáis bien?
—Lo siento.
Azazel me hace señas unos metros más adelante y corre en nuestra dirección. Su
aspecto es aún más aterrador con la ropa rasgada y la fina capa de sangre que lo cubre.
Algo me detiene cuando intento ayudarle. Khamael me coge por el brazo y tira
de mí para impedirme ir. Me agacho para esquivar el golpe mortal de su espada y caigo
al suelo. Me levanto de un salto y golpeo a Khamael en la cara.
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—Apártate de mi camino.
—Oblígame.
Acaba de firmar su sentencia de muerte. Su piel oscura hace que sea casi invisible
en la oscuridad. No lo pienso dos veces, levanto mi espada contra él y choca con su arma.
Su espada es más grande que la mía, pero eso no supone un impedimento para mí. Mis
pies resbalan por la fuerza que ejerce para derribarme.
Abadón arremete nuevamente contra Castiel, que sangra por la mayor parte de
su pecho. No puedo quitarme a Khamael de encima, y todos están demasiado ocupados
protegiendo su propio pellejo para ayudarlo. De pronto, Abadón lanza a Castiel por los
aires y cae a unos pocos metros de nosotros.
Abadón levanta su espada para asestarle el golpe final a Castiel, forcejeo una
última vez y Khamael aprovecha ese momento para golpearme con su arma.
—¡Castiel!
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INTERLUDIO XIII
CASTIEL
espada aparece de la nada para clavarse en el brazo del ángel del abismo.
—¡Cass!
Es Amatiel. Ella está allí y hace que la mente de Castiel vuelva al presente,
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consigue que sus neuronas se conecten de nuevo. Le tiemblan las manos por el dolor, y
es incapaz de sostener su espada. Los músculos no quieren responder.
Abadón detiene el golpe de Amatiel, sus espadas golean varias veces y se lleva
a cabo un forcejeo. Lo que ocurre después pasa demasiado rápido para comprenderlo a
tiempo. La espada de Abadón desciende hasta el estómago de Amatiel, la de ella también
sigue la misma trayectoria, puede ver la tensión que están ejerciendo los dos porque sus
músculos están tensos. Abadón parecer llevar la iniciativa y es el primero en empujar su
espada. Después, las dos se hunden en la carne.
—¡No! ¡Amatiel!
—Cass… —Amatiel tiene la vista perdida en algún lugar del cielo, y sangre sale a
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Ella sonríe.
Las manos de Amatiel pierden su fuerza y expira una única vez más.
—¡Amatiel! ¡Amatiel!
De pronto eleva su cabeza al cielo y grita. Un grito de puro dolor, tan desgarrador
que se asemeja a un trueno. Se queda de rodillas, con las lágrimas que se deslizan por
sus mejillas arrastrando la sangre con ellas, esperando a que le llegue la muerte.
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CAPÍTULO XIV
Abro los ojos y estoy rodeada de árboles. Acacias, pinos, sauces, nogales…Paso
la mano por el césped en el que estoy tumbada. Todo es verde a mi alrededor, lleno de
flores de todos los colores existentes, y cerca de aquí puedo escuchar el murmullo del
movimiento de las cristalinas aguas de un pequeño lago. Reconozco este lugar. Nunca
lo he olvidado. Es el cielo.
—El cielo…
Doy unos pasos, asombrada por tanta belleza. El vestido blanco que llevo puesto
ondea con la suave brisa, y siento el resplandor del sol sobre mis alas. Camino sin poder
dejar de mirar a todo lo que me rodea. El sol es cálido y agradable, los pájaros cantan
en las ramas de los árboles, el perfume de las flores inunda el ambiente, las hojas de
los árboles danzan al ritmo del canto de los pájaros. Creí que nunca más volvería a este
lugar. Pero… ¿qué está pasando en la Tierra? ¿Y por qué he vuelto?
—Amatiel…hija mía.
—¿Padre? —las lágrimas se desbordan de mis ojos sin poder controlarlas. Llevo
milenos sin tener noticias de él, muchos años sin encontrarlo, caigo de rodillas al suelo
y lloro—. ¿Cómo he vuelto?
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Siento que no debería estar aquí, que este lugar ya no me pertenece. No puede
ser tan fácil. No puedo haber vuelto sin más después de todos los pecados sin perdón
que he cometido.
—Me temo que mis respuestas no pueden satisfacerte. —De lo que deduzco que
no tiene una explicación. Sé que no debería cuestionar las acciones de Dios, pero no
puedo evitar hacerme preguntas—. No es fácil dirigir el mundo cuando todos te echan la
culpa de todos los horrores.
No lo había visto desde esa perspectiva. Una suave brisa hace que mi cabello se
mueva, y aquí todo es distinto a la Tierra. Cada ángel y cada humano tienen su propia
versión del cielo. Por supuesto, no hay un único cielo. Está compuesto por pedacitos.
Cada alma genera su propio paraíso. El mío es un eterno domingo por la tarde en la
montaña generado por una niña autista de diez años que murió en 1927.
—Mi querida hija…soy yo quien debe pedirte perdón. —Dios no pide perdón—.
Mi castigo fue desmesurado. Confié en Miguel, porque ese era mi deseo, y no me he
dado cuenta de lo equivocado que estaba hasta este momento. Siempre has sido mi hija
fiel, amaste mi creación y nunca has dejado de amarla. Te concedo lo que más deseas.
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El viento me indica que debo mirar en la superficie del lago. El agua del lago
se convierte en un espejo y refleja lo que está ocurriendo en la Tierra. El mundo está
completamente asolado. Hay horror allí donde mires. Puentes que se desploman sobre
los ríos, edificios derrumbados por doquier, las grandes obras de arte de la humanidad
reducidas a cenizas, miles y miles de muertos. La gente se abraza y reza sus oraciones,
piden por sus vidas, por las de sus seres queridos, se arrepienten de sus actos, se
encomiendan a Dios, ven cómo se acerca su final. Y también veo la explanada del Castel
Sant’ Ángelo. Castiel está de rodillas, sosteniéndose el pecho, rodeado de su propia
sangre.
Por un momento hay silencio. Me aterra que no haga nada. Necesita su ayuda,
no puede abandonarlo ahora.
—Sabes que todo en el cielo precisa de un sacrificio. —Lo sé, pero estoy dispuesta
a pagar el precio. Miro de nuevo al lago, y la imagen de Castiel me rompe el corazón.
Está llorando, quiero poder gritarle y decirle que estoy bien, pero no me oirá—. Puedo
salvar su vida, pero perderá sus alas, será mortal. Y tú no podrías regresar al cielo.
¿Este es el precio que debo pagar por su vida? Llevo demasiados años
persiguiendo el cielo, pero no lo necesito. Sonrío cuando por fin comprendo la verdad.
Ya lo he encontrado, siempre lo he tenido, y ahora se está muriendo delante de mis ojos.
Me ha salvado de tantas cosas que este pequeño acto me resulta insuficiente.
236
Decisión egoísta, cruel, pero no puedo, no puedo dejarlo morir. No sé vivir sin él.
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—Así será.
—No. Borraré estas últimas horas de su memoria, será como si nunca hubieran
ocurrido.
—¿Nosotros lo recordaremos?
Ese siempre ha sido su mayor deseo. Un mundo de humanos, para los humanos.
Supongo que nunca llegaré a entender los motivos reales por los que los ama tanto.
Imagino que algún día, si llego a ser madre, podré comprenderlo. Un padre nunca deja
de amar a los de su sangre, es por eso que me ha perdonado, porque a los hijos nunca se
les deja de amar. No importa cuántos errores cometan.
como nosotros. No quiero ser inmortal y tener que afrontar su pérdida, verlo envejecer
mientras yo sigo siempre igual…no quiero eso. No quiero tener un tiempo limitado.
Porque, ¿qué haré cuando llegue su hora? No querré aceptarlo, intentaré buscar algún
modo de mantenerlo conmigo y no lo conseguiré y me destrozará por dentro.
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Una vida mortal junto a Castiel…Cuando yo lo decida, ¿así de fácil? Una brisa
fresca mueve mis cabellos de nuevo y sonrío con verdadera emoción. Miro de nuevo
hacia el lago, y veo como Abadón desaparece. Los edificios se levantan del suelo y se
recomponen en su lugar. Se está deshaciendo el Apocalipsis. Ya tengo el perdón, estoy
lista para irme.
Por un momento no sé que hacer. Parece tan derrotado, me arrodillo a su lado y toco la
herida de su espalda que ha dejado la pérdida de su ala. La otra cae a un lado, las plumas
manchadas de sangre, desprovistas de todo su brillo—. Eres mortal, Castiel. Lo hice
para salvarte, porque no merecía volver si tú no estabas allí para esperarme. Lo siento.
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—Creí que te había perdido. —Coge mi cara entre sus manos para mirarme. Sus
ojos brillan por las lágrimas—. Y has vuelto a ser un ángel.
Muevo mis alas, de las que se desprenden unas plumas. Me siento un poco
culpable por eso. Mis pecados han sido perdonados, pero no es justo su destino. No
lo es. Él ya no tiene unas alas que mover, lo han mutilado, y eso es lo peor que pueden
hacerle a un ángel. Pero ahora es mortal, y su ala izquierda empieza a desaparecer,
dejando solo una imperceptible marca en su espalda. Las cicatrices se borraran con el
tiempo, pero las cicatrices del alma tardan más en cerrarse.
La emoción todavía quiebra mis palabras. Condenar a Castiel a una vida normal
es lo más duro que he tenido que hacer en mucho tiempo.
—Lo siento, Cass, tenía que salvarte la vida. Renuncié al cielo para que no
murieras.
—Lo único que no me gusta de esto de ser mortal es que tengo que dejarte.
—Acaricia mi rostro con una dulzura abrumante—. No hasta que mi vida llegue a su
fin y confía en mí, tengo la intención de vivir mucho tiempo. Pero de igual manera.
Tendremos que separarnos, algún día.
239
—Enfrentaremos eso, hasta cuando llegue el momento. Si soy capaz de tener los
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próximos cincuenta o sesenta años contigo, si podemos estar juntos y felices durante
toda tu vida, entonces eso es lo que yo quiero. Mi sacrificio habrá valido la pena.
—¿Y tú? —Susurro—. Sé lo feliz que debes de estar estando vivo, pero… fuiste
creado para vivir para siempre, y ahora no lo harás. Has perdido tu inmortalidad. Por
mi causa.
—Nunca moriré. —dice él. Antes de que pueda protestar, Cass pone dos dedos
en mis labios. Su tierna sonrisa parece llenar la noche de luz. Y me doy cuenta de que
él va a decirme alguna clase de verdad profunda de la que nunca he sabido antes—. Tú
vivirás eternamente, y perdurar en tu recuerdo es la única inmortalidad que necesito.
Seguir viviendo como una parte de ti… Amatiel, esa es mi idea del cielo.
Y entonces lo envuelvo entre mis alas blancas, y mientras mis lágrimas resbalan
por mis mejillas, lo beso. Un resplandor naranja ilumina nuestros rostros, mientras el
sol de un nuevo día aparece detrás de los edificios de Roma, borrando con él todo el
horror que se ha vivido allí. Es un nuevo día, y estamos vivos.
—¿Sabes qué fue lo último que hicimos juntos? —Nos giramos hacia el sol—. Ver
el amanecer…esperaste a que el sol saliera para que tu corazón dejara de latir. Cada día
y cada noche me preguntaba si regresarías, si volvería a verte, me preguntaba si esta vez
me recordarías…
No necesito ningún otro momento, miro al cielo y sonrío. Estoy lista. Siento
como si Dios pudiera leer mis pensamientos y mi corazón. Ya no me siento culpable por
amarlo.
—Es el momento.
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Castiel me mira sin comprender. Mis alas empiezan a desaparecer desde las
puntas de las plumas, dejando un polvo dorado. Regresé a mi cielo. Mi cielo…mi paraíso.
Pero mi paraíso no resultó estar donde yo esperaba. Milenios para poder volver a casa,
y cuando lo consigo, resulta que me faltaba algo.
—¡Amatiel!
Joel y Eva se miran con adoración. Todo ha terminado por fin, y podemos
contarlo. No he creído nunca en la astrología, pero siento como si todo lo que ha pasado
241
formara parte del destino, de alguna ley cósmica que desconocemos y que estuviera
escrita desde el principio. Lo hemos logrado. Para ser honesta, no sé si algún día
entenderé el significado del amor verdadero, porque solo conozco una clase de amor.
Cuando estoy cerca de Castiel experimento esa clase de atracción que es imposible de
ignorar. Una conexión tan profunda que no necesitamos palabras. Todo lo que tiene
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que hacer es mirarme y con una sonrisa consigue que se ilumine todo mi ser. Nadie más
puede hacer eso. Lo nuestro es amor, una clase de amor que no pertenece a este mundo,
porque nació en un lugar mucho más lejano.
—Gracias, Joel.
Eso no es cierto. Extiendo mis brazos para abrazarlo y le hablo al oído, algo que
queda entre nosotros dos.
¿Por qué luchamos cuando sabemos que no queda esperanza? Porque luchar es
lo único que nos queda cuando todo lo demás desaparece. Porque si existe una mínima
posibilidad de ganar, debemos intentarlo, nos aferramos a esa posibilidad. ¿Por qué
llegamos hasta el final cuando sabemos que caeremos en el camino? Porque ningún
camino está completo sin caídas. Porque cuando caigamos, encontraremos una mano
que nos ayudará a levantarnos. La vida nos enseña lecciones muy valiosas. A nosotros,
nos enseñó a creer de nuevo. La humanidad no perdió la fe en los últimos instantes
en los que este mundo moría lentamente. La fe es lo último que se pierde, fe en las
personas, en la bondad del corazón humano, fe en que la luz gane a la oscuridad, fe en
que el amor sea más fuerte que el odio.
Dos personas pueden amarse salvando todos los obstáculos, sin importar su
condición. Ya sea una humana y un nefilim, un ángel y un caído. Nada de eso importa.
La ambición, el poder, el rencor y el odio…son poderosos, nos consumen, pero hay un
sentimiento más fuerte que todos esos. Y no podría ser otro que no fuera el amor.
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El sol es una cálida caricia. Yo creía que los ángeles éramos superiores, pero
estaba equivocada. Como ángel no experimenté la felicidad que siento siendo humana.
Miro a Castiel. No hemos pensado en ello. Supongo que buscar una casita, un
trabajo, tal vez puedo dedicarme a la historia, o al arte.
He sido perdonada, soy amada. Un humano me enseñó una vez que las cosas
que importan son por las que merece la pena luchar. Y no se equivocaba. Puedo asegurar
que seguiremos luchando, porque rendirse no es una opción.
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INTERLUDIO XIV
CASTIEL
Han decidido pasar el día al aire libre. Los paseos por el campo se han
convertido en algo normal. Los primeros días de la primavera son los más agradables,
las flores empiezan a prosperar, el aroma de los árboles y la tierra mojada por el rocío es
agradable. Su casa se encuentra cerca del condado de Essex, en Inglaterra, y el paisaje
verde abunda.
Castiel aparca a las afueras de una reserva natural, mientras Amatiel prepara
244
el mantel para un picnic. Ha traído esos pasteles de crema que tanto le gustan y que
prepara tan bien. Se tumba a su lado mientras la besa en la frente.
—Sí. —Castiel está mirándola a ella. El paisaje más hermoso que pueda
contemplar—. Absolutamente precioso.
Ella se ríe todavía de una manera encantadora, una sonrisa que perdió durante
mucho tiempo. El llanto de un bebé rompe la tranquilidad y el silencio.
—Gael se ha despertado.
Amatiel se incorpora, pero Castiel vuelve a tumbarla sobre la manta con una
sonrisa en su rostro.
Amatiel sonríe cuando mira a los dos hombres de su vida. Había pensado que no
tenía instinto maternal, pero eso era solo hasta que descubrió que estaba embarazada.
Fue el mejor regalo que podían hacerle. Por fin la vida era buena con ellos. Por fin eran
como querían ser, nada más.
Había terminado al fin. Había acabado. Todo parecía estar perdido para
nosotros, para mí, y entonces algo extraordinario pasó. Volvió. Regresó a mí, abandonó
el cielo y me devolvió la vida. Y ganamos. Paramos el Armagedón.
Me llamo Castiel, una vez fui un ángel y nuestra historia no acaba aquí.
FIN
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AGRADECIMENTOS
Como siempre, este libro está dedicado a mis “hermanas postizas” Irene, Nerea,
Aldara y Tonia. Gracias por aguantarme cuando me pongo pesada o irritable porque he
perdido la inspiración. Vosotras sí que sois auténticos ángeles cargadas de paciencia.
Mi intención al contar esta historia, era mostrar los dos lados que componen
una moneda, intentado conferirles a seres divinos como los ángeles un lado humano y
que cada historia siempre tiene dos versiones y hay infinitas maneras de ver el mundo.
También quiero agradecer a mi encantadora correctora Carmen por su excelente trabajo
y sus agudos comentarios, sin ella probablemente habría sido más complicado.
Si os ha gustado la historia espero que leáis también la historia de amor del sexy
y atormentado demonio Azazel y la inocente y brillante Ahriel.
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PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA
Sinopsis:
Gael es un ángel custodio, hijo de Amatiel y Castiel. A sus dieciocho años recibe
su primer designio como ángel, proteger a una nefilim de ocho años, Victoria, la hija de
Joel. Asmodeus quiere usarla como ofrenda para recibir el favor de su padre, y la misión
de Gael es mantenerla a salvo bajo cualquier circunstancia.
Azazel será la mano derecha de Gael en esta aventura, en la que habrán dos
historias protagonistas: por un lado la misión de Joel, y su relación con la pequeña
Victoria, y por otro, la creciente historia de amor entre Azazel y Ahriel.
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PRÓLOGO
Libro de Enoc
Soy Azazel. El ángel que convenció a un grupo de sus hermanos para bajar a
la Tierra, el mismo que engendró a sus hijos con las mujeres humanas, creando así a
los primeros nefilim bíblicos. Yo fui quien provocó la ira de Dios, y envió a sus ángeles
a eliminar las abominaciones que yo había engendrado. El diluvio universal. Muchos
de mis hermanos fueron castigados, pero la peor parte me la reservaba a mí. Rafael
me encadenó a una piedra, situada en ninguna parte, supongo que algún punto entre
el infierno y el mundo terrenal, donde pasé tantos años que ya ni lo recuerdo. Y yo
me pregunto, ¿tan grave fue mi pecado? Desde mi nube contemplaba fascinado a los
primeros mortales que moraban en la Tierra, pasaba horas observándolos, con una
devoción digna del cielo. Mis hermanos arcángeles los miraban con recelo, aunque debo
romper una lanza a favor de Gabriel, que a pesar de la gran influencia de Miguel y Uriel
supo mantenerse al margen. Y así pasé siglos, en la distancia, pero a la vez me sentía tan
cerca de ellos…
«Toda la Tierra ha sido pervertida por la ciencia por obra de Azazel; achácale
todo pecado».
Dijeron que enseñé malas prácticas a los humanos, que les enseñé a forjar
espadas y dagas, los escudos y las armaduras, que les mostré las piedras preciosas y que
249
con ellas fabricaron joyas. Y que en definitiva las seduje, y las condené al camino de la
perdición. No es del todo cierto. Tampoco voy a negar ahora mi parte de culpa. Enoc
omitió muchos detalles en su escrito, y la Biblia ni siquiera nos consideró dignos de
nombrar. Yo os contaré la verdad.
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Estaba yo un día con Semyaza, observando cómo una familia viajaba hacia la
ciudad de Ardis, y Semyaza comentó lo divertido que sería poder pasar un día con aquellos
humanos. Como si de un juego de niños se tratase, pretendíamos bajar a la Tierra, y
pasar un solo día. Pero sin saber cómo, ese rumor se extendió, y fueron doscientos los
ángeles que quisieron seguirnos. Semyaza solo quería mezclarse entre ellos y conocer
sus costumbres, pero yo me encontré a mí mismo sintiendo algo muy extraño por la hija
de aquel hombre que se dirigía a Ardis. Yo quería bajar a la Tierra para poder estar un
solo día con ella. Los ángeles teníamos prohibido cualquier contacto con los humanos,
no podían vernos, ni sentirnos, ni oírnos. Pero aquella mujer vivía en mi corazón.
Así que nos reunimos los doscientos para bajar a la Tierra. Cada uno escogió una
mujer, y se acercaron a ellas. Pero mis ojos solo podían contemplar a una en concreto.
Su nombre era Beatriz. Y poco a poco me enamoré de ella con un amor más profundo
que el que Dios sentía por nosotros. Lo que pretendía ser un solo día se convirtió en
semanas, meses, pero nosotros no contábamos con que el tiempo en la Tierra pasaba
de manera diferente que en el cielo. Y cuando vinimos a darnos cuenta, engendramos
hijos con aquellas mujeres. A esos hijos, los llamaron nefilim, Gigantes, pero no lo eran,
solo más imperfectos que los humanos. Y fue entonces cuando Miguel, Gabriel, Rafael y
Uriel aparecieron blandiendo sus espadas.
Muchos fueron los que después de nosotros cometieron nuestro mismo pecado,
pero lo hicieron en secreto. Los que tuvieron la suerte de no ser descubiertos llevaron
vidas mundanas, conviviendo con sus familias, hasta que llegaba el momento de que
las vidas de estos expiraran. Los que no tuvieron esa suerte fueron ejecutados de
inmediato. Se podría decir que su castigo fue piadoso. En mi caso, mi encarcelamiento
duró setecientos setenta y siete mil años. Y justo cuando fui liberado, resultó que se
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acercaba el Apocalipsis.
Comencé a creer que aquel ángel podía estar destinado a ser mío, pero no hemos
tenido aún la oportunidad de averiguarlo. Sin embargo, algo dentro de mi corazón arde
con una intensidad más fuerte que las llamas del infierno, y no estoy dispuesto a dejar
pasar al hermoso ángel que me ha sido designado.
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PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA
Sobre la autora:
de su instituto. Actualmente Patricia Bernal cuenta con un libro publicado por Ediciones
Frutilla en mayo del 2013, llamado “La Profecía del Ángel”, el primero de una trilogía.
Esta es una publicación de:
Créditos:
Edición Tassi
Portada,
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y Corrección
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