Está en la página 1de 254

ISBN: 160-91-4917-836-7

Este PDF y su contenido es propiedad de Ediciones Frutilla, una editorial online completamente
gratuita. Todos los derechos Reservados. Prohibida su copia, venta y distribución no autorizada.
Si deseas postear este libro en tu blog, coloca el enlace a la entrada en la que lo publicamos. Para
otras consultas, escríbenos un mail.

Los libros de Ediciones Frutilla están creados para difundir la lectura y ayudar a los jóvenes
escritores a abrirse un camino hacia la comunidad editorial y, sobre todo, a los corazones de los
lectores.

Este es un trabajo que realizamos ad honorem, así que todo el apoyo que pedimos es un
comentario.

Si eres un autor y tienes una historia con la que necesites ayuda, revisa nuestra página web y
podría ser el inicio de una bonita amistad.

¡Fruti-gracias y que las historias estén siempre en tu camino!

Staff Frutilla.
Saga Ángeles Caídos
Libro I

LA PROFECÍA DEL ÁNGEL


PATRICIA BERNAL
ARGUMENTO

Supongo que habréis oído hablar de la guerra entre ángeles y demonios, y


todas las versiones han sido contadas desde el punto de vista de los ángeles.

En medio de la eterna batalla que se libra en la Tierra desde hace milenios,


los ángeles caídos han sido señalados por el cielo para ser eliminados. Lillith,
la protagonista, relata la historia desde su punto de vista, como ángel, y
como caído, hasta que Castiel, su compañero del pasado, es designado para
acabar con ella y reclutar a un humano, Joel, para convertirse en Malak, un
mensajero de los ángeles. Pero es hora de tomar partido y más que nunca los
humanos están a punto de vivir el Apocalipsis que cita la Biblia.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

ÍNDICE

Prólogo….............................................................................….. 8

Capítulo 1..............................................................................… 10

Capítulo 2...................................................................….....…. 14

Interludio I..…..........…….....…….....…….....…….....…….....……. 24

Capítulo 3………...................................................................... 27

Interludio II……..................................................................…. 38

Capítulo 4….....................................................................……. 45

Interludio III...................................................................……. 62

Capítulo 5….....................................................................……. 66

Interludio IV……................................................................…. 77

Capítulo 6…....................................................................……. 88

Interludio V……................................................................…. 102

Capítulo 7……...................................................................…. 104

Interludio VI…...............................................................……. 120

Capítulo 8…...................................................................……. 123

Interludio VII…….............................................................…. 136


5

Capítulo 9…...................................................................……. 138


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Interludio VIII…............................................................…….152

Capítulo 10…….................................................................…. 155

Interludio IX…...............................................................…… 169

Interludio X…........................................................……........ 173

Capítulo 11……................................................................….. 175

Interludio XI…........................................................….......... 192

Capítulo 12……........................................................….......... 195

Interludio XII…........................................................….....… 207

Capítulo 13….................................................................……. 211

Interludio XIII…........................................................…….... 231

Capítulo 14…….................................................................…. 234

Interludio XIV………............................................................ 244

Agradecimientos ................................................................. 247

Sobre la autora .................................................................... 252


6
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Las almas de todos los hombres son inmortales,

las de los justos, son inmortales y divinas.

Sócrates

7
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

PRÓLOGO

Y o soy Miguel. El Príncipe del Cielo, gran comandante de las huestes


celestiales. El gran Arcángel, siempre fiel a mi Padre, al Altísimo, aquel que
todo lo sabe y nunca se equivoca. Porque he de pensar que no puede cometer errores,
o que son errores premeditados, quizá para amenizar nuestra existencia eterna. Y los
humanos son eso, un error. Sus imperfecciones sin límite destruyen lo que tocan, dejan
caos y destrucción a su paso. Peores que los demonios, esos seres inmundos a los que
damos caza. Pero la culpa de que los humanos sean así no la tienen ellos. Son débiles, se
dejan influenciar por los seres de la oscuridad. No saben mantenerse en el camino de la
virtud cuando los tientan con posesiones, con favores carnales, o con cualquier minucia
con la que sueñan.

Mi hermano, el que un día fue el ángel más bello de la creación, nos traicionó.
Quiso ser Dios, pero solo puede haber un único Dios. En mi opinión su castigo no fue
proporcionado a su pecado. Desterrarlo a la Tierra fue demasiado benévolo, pues aun
así él y su escoria pueden disfrutar de momentos de alegría entre el tormento eterno,
injustamente merecido. Solo es cuestión de tiempo que cometan un error. Mi ejército
crece por minutos, impartiré la justicia que este mundo tanto necesita. Mi Padre, el
padre de todo, se ha sumido en un letargo del que no sabemos cuándo despertará, y
es mi deber llevar a cabo la limpieza de su creación. El fuego de mi espada arrasará
la tierra, las aguas del mar enfriarán las cenizas, y comenzaremos de nuevo. Dos mil
millones de años son un parpadeo para los seres como nosotros. El mundo recobrará
el esplendor con el que fue creado, los animales volverán a poblar los bosques, selvas y
desiertos, el orden natural recobrará su equilibrio.

Se acerca el día en el que mi hermano y yo nos enfrentemos en la lucha


definitiva, decisiva en la suerte de nuestro mundo. Solo hay dos bandos. La luz contra la
oscuridad. O están con la luz o contra ella. No hay punto medio. En cualquier caso, los
humanos pierden. Esta empresa es superior a ellos, no tienen voz ni voto. Solo se decide
8

la supremacía, instaurar el equilibrio, o el caos, la destrucción, el dolor y básicamente


convertirlo en una extensión del infierno.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Los Caídos y demonios, aquellos que eligieron el camino del mal, rechazando
la gracia infinita de Dios, recibirán su castigo. Ahí está ella. Me obligó a hacer algo que
no quería, pero ella se lo buscó. Ahora no tendré piedad. Cuando regrese de nuevo a
terminar mi cometido, ella será la primera a la que abatiré con mi espada.

Yo soy Miguel. Arrepentíos, o morid.

9
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

CAPÍTULO I

S upongo que habréis oído hablar de la guerra entre ángeles y demonios, de la


gran batalla entre el bien y el mal, la eterna lucha entre el cielo y el infierno.
Y todas las versiones han sido contadas desde el mismo punto de vista. El de los ángeles.
El primero en contar su versión fue Gabriel, también lo hicieron Uriel y Rafael. El último
fue Miguel. Pero no todo lo que hay en el cielo son arcángeles, ni todo lo que hay en el
infierno son demonios. También existen las Arpías, las Ménades, y los ángeles caídos.
Los Oscuros. Mi nombre es Lillith, y soy un Caído.

Las huestes del cielo se están organizando. Dios ha enviado a la Tierra un


ejército de sus mejores ángeles, con su general, Miguel, al mando. ¿El motivo? El Mal
está ganando la batalla. Hasta ahora las fuerzas de ambos bandos han estado igualadas,
ganando pequeños asaltos. Pero el bando del Bien se está viendo mermado. Os contaré
el motivo. Hace muchos siglos atrás, fui un ángel, con grandes alas de plumas doradas
en mi espalda. Era uno de los favoritos de Dios, uno de los pocos que tenían su favor
incondicional. Mi padre nos contó una vez, que cada ángel tiene una tentación, que era
el precio a pagar por la perfección, y que debíamos superarla para seguir siendo puros.
Nunca nos dijo a qué clase de tentación se refería. En mi caso, mi tentación se llamaba
Lysander. Era un demonio, el guardián del Averno. Cuanto mayor es tu rango, mayor es
el rango del demonio que se te está asignado.

A mí me tocó uno de los gordos. Pero Dios tampoco nos dijo cómo luchar contra
la tentación. Así, con el primer beso, me alejé del cielo para siempre. Perdí mis alas, y
fui empujada al abismo. Pero ese es el motivo de mi caída, no de por qué el Bien está
perdiendo. Tiene su relación. Los ángeles éramos las creaciones de Dios, seres perfectos
sin taras, sin defectos. Pero papá trajo un nuevo hermanito a casa, los humanos. Los
amaba con todo su corazón, y también lo hicimos nosotros. Se convirtieron en su ojito
derecho, pero muchos de los nuestros no lo soportaron, pensaban que los humanos eran
10

una abominación, seres imperfectos y grotescos, y bajaron a la Tierra. Ellos fueron los
primeros Oscuros. Con ese primer paso, muchos fueron los ángeles que se pasaron al
bando contrario. Por si no lo sabíais, hay una diferencia entre los ángeles caídos y los
demonios.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Los demonios nunca han sido ángeles, nunca han sido buenos, ni han sufrido
ninguna caída, fueron creados a imagen y semejanza de Lucifer, al igual que nosotros
fuimos creados a imagen de Dios, pero ellos tienen el poder de entrar en la mente de
los mortales, corrompiéndolos. Sin embargo, los Oscuros, ah, son muy diferentes.
Conservamos los mismos poderes que cuando éramos ángeles, que son prácticamente
ilimitados, pero corremos con el riesgo de convertirnos en demonios. Si un Caído se
hace con un alma pura, se convertirá en demonio. Así de simple.

Los humanos sois muy aprensivos hacia la palabra “demonio”. Es escucharla, y


enseguida os ponéis nerviosos y os imagináis una escena grotesca al estilo de El Bosco.
O peor aún, al estilo de Dante y su estúpida mierda del Inferno. Por favor. Llamas,
almas torturadas y todo el mundo gimiendo. Eso no es nada comparado. En realidad,
los demonios se ven a sí mismos como entrenadores del libre albedrío, todo gira en
torno a la influencia. Y por supuesto, no tienen alma. La fe, la esperanza y el amor…la
prudencia, la templanza, la justicia y el valor…todos esos trastos inútiles simplemente
atestan de demasiada maldita moralidad al corazón humano, obstruyendo el camino del
innato deseo del alma por la maldad. Esto lo aprendí de un demonio.

El asunto es que las cualidades del alma no son muy distintas de los componentes
del cuerpo humano. La forma corpórea tiene cierta cantidad de partes rudimentarias,
como el apéndice, la muela del juicio, y el coxis… todas las cuales son en el mejor de los
casos innecesarias, y en el peor capaces de comprometer el funcionamiento de todo el
conjunto.

Los demonios no pueden soportar perder, sencillamente no es una opción que


se planteen siquiera. Ellos no pierden y por eso no les preocupa.

Miguel y sus ángeles se preparan para bajar a la Tierra. Este es nuestro campo
de batalla. Llevo incontables siglos lejos de mis hermanos, y se acerca el día en que
debamos formar parte de esta batalla. He experimentado las emociones humanas:
odio, ira, alegría, sorpresa. Los ángeles estábamos equivocados. Los humanos son los
seres perfectos, no nosotros. Se equivocan, es cierto, cometen errores, pero creen en
el perdón. A los ángeles les pierde su prepotencia. Muchos de ellos no ven con buenos
ojos a los humanos. A Miguel no le importará llevarse por delante a meros peones;
11

como buen general, solo piensa en ganar. Tampoco siente demasiado aprecio por ellos.
Pero no cuenta con que los humanos lucharan. Esta guerra ya no concierne a ángeles y
demonios, también a los humanos.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Os explicaré por qué tenemos alas. Los ángeles son seres alados, ya sean de
plumas doradas o de plumas negras como las de los cuervos. Es así porque en nuestro
estado inmaterial, siendo simplemente esencia, nos resultaba más fácil convertirnos
en seres alados para tomar forma material. Los ángeles son insoportablemente bellos
y perfectos. Así nos creó Dios. Los humanos nos dedicaron templos, nos tomaban por
dioses hermosos y omnipotentes. Y vosotros pensareis, “Venga ya, los ángeles no son
dioses y nunca pretendieron serlo”. Pues os equivocáis. Si estudiáis la mitología de
cualquier pueblo, de cualquier época o cultura, encontrareis relatos de guerras, disputas
o batallas entre dioses benévolos y dioses caóticos. Bajo distintos nombres, bajo distintos
aspectos, siempre fuimos nosotros. Ángeles y demonios enzarzados en una guerra eterna
que los humanos no comprenden. Pero nunca ha visto nadie a Dios, ni los ángeles que
supuestamente fuimos castigados por él, ni los que dicen ser sus mensajeros, ni los
demonios. Nadie. Desde el principio de los tiempos.

Veréis, según la versión de Dios, los demonios nacieron de un ángel al que él


mismo desterró, su ojo derecho, Luzbel, El Lucero Matutino, al intentar sublevarse contra
él y querer tomar el mando del Paraíso. Recuerdo vagamente cuando el ser humano
no existía. El mundo era bello y estaba lleno de vida, los ángeles nos esforzábamos
por conservarla y los demonios se empeñaban en destruirla. Fue en esa época cuando
aparecieron las espadas. Miguel y Lucifer ya batallaban por el control del mundo. Pero
como he dicho antes, con la aparición de los humanos, muchos ángeles decidieron
“colgar las alas” y se movieron entre ellos como inmortales. El día que me condené a
mí misma, fue el día que Dios me envió a la Tierra. Mi misión era matar a un demonio,
Lysander. Todo ángel y todo demonio, están condenados a enzarzarse en una lucha a
muerte, y ninguno de los dos sabe nada del otro. Yo no sabía nada de él.

Pero yo creía en la redención, y quería entender por qué hacían lo que hacían,
por qué los demonios destruían la belleza que nosotros veíamos en el mundo. Trató de
explicarme que era parte de su esencia, su forma de ser. Y yo lo comprendí. Que Dios me
perdone, pero lo entendí. En el fondo de mi corazón, quería creer que había algo más que
lucha. Quería creer que entre ángeles y demonios podía existir una convivencia pacífica.
Que podíamos elegir. Me equivocaba. Lysander necesitaba hacerse con un alma pura, el
alma de un ángel, y se lo puse en bandeja. Le creí. Creí lo que me dijo, y fue cuando perdí
12

cualquier contacto con el cielo. Mis alas nunca más volvieron a ser doradas, nunca pude
volver a hablar con mis hermanos, y quedé atrapada en la tierra como un ser inmortal.
Miguel, el Príncipe de los Ángeles, y Lucifer, el Señor de los Demonios, librarán muy
pronto la última batalla, y muchos de los míos caerán, ya sean ángeles u oscuros. Creo
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

que fui el primer Oscuro que lloró por la muerte de un ángel. Los Caídos y los demonios
matan ángeles por diversión, por venganza o por aburrimiento.

No importa el nombre ni la condición. Ya no soy capaz de levantar la espada


contra los que fueron mis hermanos. Algunos han caído bajo mi mano, pero solo cuando
se trataba de vida o muerte. Yo nunca he sido la primera en atacar. Ahora el cielo ha
puesto un precio muy alto por mi cabeza. ¿Por qué? ¿Cuál es mi pecado? Solo ser un
Caído. Solo dejarme llevar por mi corazón, que me llevó a un callejón sin salida. No
estoy dispuesta a morir aún. No he pasado por tanto durante tanto tiempo para darme
por vencida sin más. Si un ángel intenta matarme, lo siento, pero lucharé por mi vida.
Más le vale al cielo que no envíe a su mejor mensajero, porque lo perderá. El egoísmo
es innato, también la supervivencia. Supongo que tendré que desempolvar mi espada.

13
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

CAPÍTULO II

L a Caída. Es lo primero que recuerdo de mi llegada a la Tierra. En mi cabeza


resuenan voces lejanas, las voces de mis hermanos. Solo podía preguntarme,
¿qué ha sido de ellos? Pero la verdadera pregunta es, ¿qué ha sido de mí? Mis ojos
seguían siendo de esa mezcla de azul, verde, dorado y lavanda, característica de los
ángeles. En la Tierra no había luz, esa luz que había en el cielo. No podía ver mis alas.
Sabía que ya no eran doradas, sabía que ya no irradiaban luz, pero no podía verlas. Fui
marcada como un Oscuro, desde ese día, la marca, el símbolo del pecado, una serpiente
de color negro con ojos rojos, mancha mi impecable piel blanca. La oculto con mi largo
cabello dorado, que procuro llevar suelto para no mostrar la parte de la espalda que me
delata como un Caído.

Lo primero que sentí fue dolor. Un dolor intenso en el alma, como si me hubieran
arrancado una parte de mí. Los sentimientos humanos nunca me habían afectado, pero
el dolor, la tristeza, el miedo, me invadieron y colapsaron mis sentidos. Creí que me
encontraba en la Tierra, y así era, pero una voz que ya conocía me guió a través de
un árido desierto de tierra roja hasta la misma puerta del Infierno. No tenía ninguna
otra opción, no tenía ningún lugar para mí en la Tierra, y veía aquel destino como un
castigo que me merecía. Fueron soportables los primeros doscientos años, pero decir
que aguanté dos siglos en el Infierno es prácticamente un récord. Nadie que entra allí
vuelve a ser el mismo. El tiempo no transcurre de la misma manera en el cielo, la tierra
y el infierno.

Me llamo Lillith. En realidad, mi nombre es Amatiel, la Saeta Dorada, era el


nombre que me dio Dios, pero eso es parte del pasado. Me referiré a mí misma como
Lillith, pues fui bautizada así por los Caídos, que como yo, abandonamos el cielo. Lilith
fue la primera mujer de Adán. Según la tradición popular, ella fue el primer demonio
sobre la Tierra, y se la conoce como la Concubina del Infierno. No sé si sentirme halagada,
14

pero me guste o no, esto es lo que soy ahora. De todas formas, tampoco se sabe lo que
pasó con ella. Se dice que se suicidó al darse cuenta de su error, pero era demasiado
tarde, y los demonios ya caminaban por la tierra. Cuando era un ángel, mi trabajo era
entrenar a los ángeles menores, y tenía una espada, una de fuego.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Cada ángel, sea bueno, caído, incluso los demonios, tienen una espada. Son de
diferentes colores, pero eso se debe solo a su esencia. La mía, era blanca. Cuando caí,
se volvió de un color rojo oscuro. Eso no es importante ahora, supongo. Los humanos
no pueden vernos a menos que nosotros queramos que así sea. Hay excepciones, por
supuesto, algunas personas pueden vernos y sentirnos, aunque la mayoría de las veces
nos gusta exponernos, y mostramos nuestro aspecto como comunes mortales. Amaba
este mundo cuando lo contemplaba desde arriba, y lo sigo amando. Todos los ángeles
no son guapísimos y están como un tren, pero todos, absolutamente todos, tienen una
especie de magnetismo, carisma, o sex appeal, podéis llamarlo como queráis. El de los
demonios es mucho mayor. Es así como conquistan a los humanos. Esa es la razón de
que una persona escuche antes a un demonio que a un ángel.

Podréis comprobar que a menudo los demonios y los Caídos están relacionados
como si fueran lo mismo. Antes os he explicado la diferencia, pero en esencia, somos
prácticamente lo mismo. Eso se debe a que la gran mayoría de los Caídos, se han pasado
al bando del Mal, y por eso actúan como los demonios. A veces yo misma me comporto
como uno. El papel de un demonio es ayudar a la gente a ver y a expresar su verdad
interior sin que se vea confundida por toda esa tonta y engañosa humanidad. Mientras
la gente se mantenga fiel a su esencia, las cosas irán en la dirección correcta. Porque sí,
es cierto, todos tenemos un lado oscuro.

Os comentaré un poco más acerca de los arcángeles. Originariamente eran diez.


Ahora solo quedan siete. Uriel es el guardián de las puertas del paraíso, para desgracia
de Adán y Eva. Miguel es el general de las huestes del cielo, un gran militar. Gabriel tiene
fama de ser amable, no obstante, es el portador de buenas noticias. Es el mediador entre
el Cielo y los humanos. Rafael es el encargado de entrenar a las “legiones”, los ángeles
menores y se le atribuye el poder de la curación. Raguel es el que imparte justicia, su
misión es que el equilibrio entre ángeles y mortales se mantenga, y es el que castiga a los
que no cumplen las normas. Remeiel y Zerachiel no tienen una función definida, pero se
podría decir que se encargan básicamente de alabar a Dios.

A simple vista no podríais distinguir a un ángel de un demonio. Un demonio


puede darte el mejor de los consejos con la mejor de las intenciones, un ángel puede
perjudicarte si con eso cree que salvará la creación. Y el mayor de los psicópatas puede
15

ser un mortal corriente. Es complicado. No me convertí en Caído por voluntad propia,


pero no tengo otro remedio, no puedo volver al cielo, así que no hay motivo para seguir
comportándome como un ángel. Si os dijera que no disfruto controlando a algún que
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

otro humano, estaría mintiendo. Ser malo es mucho más fácil que ser bueno.

Los primeros años que pasé en la Tierra, fue muy duro mantener las plegarias
de la gente a raya. Las oía en mi cabeza, pero con el tiempo aprendí a ignorarlas, y
ahora apenas las escucho. Mi misión ya no es protegerlos. Durante más de veinte años,
busqué a Dios desesperadamente. Lo busqué en los templos y lugares sagrados de todas
las religiones, en sinagogas, iglesias, mezquitas, catedrales…alzaba la cabeza y cerraba
los ojos buscando cualquier rastro de esencia divina, pero nunca lo encontré. Llegó
un momento en que me cansé de buscar. Y perdí la fe. Siempre fui fiel a mi padre, y
perdonadme si no puedo asumir que me equivoqué. Pero un padre perdona a su hijo
cuando se equivoca. Yo no he sido perdonada.

Así que, estoy sentada en uno de esos ruidosos bares humanos, esperando
pacientemente en una mesa en una de las zonas con menos iluminación, a que llegue
Dunia. Ella es un demonio. Pocos son los Caídos que yo conozca que no sean demonios.
Pero Dunia nunca ha sido un ángel.

—¿Lillith?

Le sonrío abiertamente, y me doy cuenta que un par de personas se fijan en mí


porque mis dientes son bastante resplandecientes.

—Llegas tarde.

Dunia siempre llega tarde. La puntualidad no es su fuerte. Supongo que estará


pensando en lo mucho que he cambiado, en qué habré hecho en este tiempo, blablablá.
He desaparecido durante unos meses, tenía asuntos que resolver, pero he vuelto. Mi
pelo está más largo que la última que nos vimos, pero sigue igual de rubio, mis ojos igual
de sobrenaturales, que intento ocultar con lentillas, y en fin, que sigo estando viva. Me
levanto de la silla para darle un abrazo a modo de saludo, y ella ocupa el sitio enfrente
del mío.

—Siempre eliges los peores antros.

Sí, como comprobareis, Dunia es muy maja. Y no lo digo literalmente. Sino más
16

bien en tono irónico.

—No me apetecía buscar.


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Estoy cansada de buscar. Dunia sigue teniendo el pelo castaño oscuro, a la altura
de los hombros, con unas ondas bastantes monas. Usa lentillas verdes para ocultar sus
ojos. A pesar de lo que pueda aparecer por su aspecto, Dunia es un demonio antiguo,
cruel y despiadado. No te gustaría tenerla como enemiga.

—Me han llegado rumores, Lillith. Rumores sobre Miguel.

—¿Qué clase de rumores?

Yo ya estoy informada de los planes del cielo, no os diré cómo lo sé, pero no
pienso interferir. Dunia se enciende un cigarrillo y pide una copa.

—Dicen que Miguel se está preparando, que el cielo está listo para atracar.

—Miguel está listo para atacar desde que fue creado.

Eso es una verdad como un templo. Yo lo sé mejor que nadie. Conocía bien a
Miguel, a Raguel, a Gabriel, y a muchos otros ángeles. Hay muchos. Los más famosos
son siete, como he dicho, los más poderosos, pero hay muchos. Y a modo de curiosidad,
Uriel es una mujer. Eso de que los ángeles no tienen sexo es una chorrada como una
casa. ¿Sabéis qué? En el cielo nunca nos explicaron cómo sería estar aquí abajo. Y a
veces es una puta mierda. ¿Alguna vez habéis sentido miedo? Pues yo no, hasta que
llegué a vuestro mundo.

Dunia se ríe de pronto, y me saca de mis cavilaciones.

—El infierno también está listo. Hemos ganado muchas batallas, ganaremos la
guerra.

Dudo mucho que Dunia quiera que acabe esta guerra. Ella disfruta matando
ángeles. No la condeno. Hemos sido programados para la lucha, lo llevamos en la
sangre, esto no acabará. Pero si la guerra acaba, uno de los bandos será el perdedor, y
Dios montó todo esto de tal manera para que nadie ganara, por eso siempre han estado
igualados los bandos.
17

—No importa esa estúpida guerra. Estoy harta de la maldita batalla.

Le doy un trago a mi bebida, un Martini con ginebra, y desvío mi mirada por un


momento entre la gente del bar. Los humanos son tan felices en su ignorancia. Ninguno
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

sabe lo que se está cociendo fuera de su entendimiento, y siguen con sus vidas. A veces
los envidio.

—Muy bien, ¿qué te está rondando por esa cabeza? —dice sin demasiado interés.

A pesar de ser un demonio, es una buena amiga. Dudo un momento antes de


contarle lo que de verdad pienso.

—Estos meses, bueno, he estado pensando. Llevo muchos siglos en la Tierra, y


yo nunca… —suspiro—. Quiero dormir.

Dunia alza las cejas con confusión.

—Eso lo haces casi todas las noches. —Un estremecimiento recorre mi espalda
al pensar en los momentos que paso dándole vueltas a mi cabeza mientras la luna sigue
en lo más alto.

—No, idiota, no me refiero a eso. Quiero decir, dormir de verdad. Como los
humanos. Nosotras nos acostamos sin poder dormir. No tenemos sueños.

—Yo sí tengo sueños. Y me las arreglo para alcanzarlos.

La miro frunciendo el entrecejo.

Es un deseo un tanto curioso, lo sé, soy consciente. Pero yo no puedo dormir.


Tampoco necesito comer, ni nada de eso. Solo quiero saber qué se siente. Soñar y ser
trasportado a ese lugar en tu mente en el que no tienes que preocuparte por nada. Lo he
olvidado.

—De todas formas, eso es estúpido. ¿Por qué quieres ser débil como ellos?
¿Quieres que te manipulen?

Ya me manipulan, y es peor cuando eres consciente.

—Los humanos tienen cosas buenas. ¿Nunca te has preguntado cómo sería ser
18

igual que ellos?

Dunia me mira como si hubiera perdido la cabeza. Ya sé que ella nunca ha


querido nada de eso. Es feliz siendo un demonio. Tiene suerte.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—No. Y tú tampoco deberías preguntártelo, no es una buena época para ellos.


Termina tu copa, Lysander nos está esperando.

Oh, sí, había olvidado esa parte. Lysander se hizo con mi alma pura, pero él era
lo único que tenía en la Tierra. Sé perfectamente que todos sus actos son por beneficio
propio, pero ya que estoy condenada de por vida, él es el único referente que me queda.
No suelo pagar las copas muy a menudo, pero esta vez dejo unos billetes sobre la mesa
y abandono el bar con discreción. En menos de un segundo nos materializamos en la
enorme casa–aunque debería decir palacio–que Lysander tiene en Londres. Lysander no
es como imagináis. La primera vez que lo vi, sentí un calor en el estómago que no había
sentido nunca. Una sensación de frío mezclada con calor recorrió mi columna como una
corriente eléctrica. Era su poder. Un poder que lo hace mil veces más atractivo, y eso
puede percibirlo tanto un ángel como un humano. Su pelo es negro como la noche, y su
piel pálida, aunque no tanto como la mía. Nunca usa lentillas, y luce sus ojos negros con
el borde del mismo color que el fuego del infierno. Sus labios incitan al pecado, su cuerpo
surcado de perfectos músculos tiene un brillo tentador y sobrenatural. ¿Entendéis ahora
por qué me corrompí?

Pero Lysander es un millón de veces peor que Dunia, o que cualquier demonio
que haya conocido. Es uno de los Señores Oscuros, el equivalente a los arcángeles.
Fue ese poder demoníaco lo que me cegó. Sí, Lysander era un ejemplar indescriptible,
pero también había conocido antes a otros ángeles más atractivos. Pero nunca sentiré
ningún tipo de emoción por él. Una cosa es que él fuera el culpable de que perdiera
mis alas doradas, otra muy distinta, era que perdiera lo poco que quedaba de ángel en
mí. Nunca me convertiría en demonio, y eso lo cumpliría. Intenté luchar con todas mis
fuerzas contra el deseo que sentí por Lysander, pero él era más fuerte que yo, y bueno,
ya conocéis el resto de la historia.

—Lillith, mi diosa de azufre, estás de vuelta.

Odio que me llame así. Siempre que lo hace le contesto con un gruñido.

—¿Para qué querías verme?


19

Lysander me mira con esos ojos cargados de odio que son capaces de congelar
el fuego.

—Cuando yo te llamo, vienes. Y no vuelvas a usar ese tono conmigo.


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

La mano de Lysander golpea contra mi mejilla, y siento un ligero hormigueo


allí donde ha impactado. Él es de los que creen que a los niños malcriados hay que
educarlos. Así que yo debo pedir perdón.

—Perdona.

Su orgullo es algo que valora en demasía, pero aunque yo sea un Caído, el


castigo que puede infringirme es inimaginable. He visto a otros antes sucumbir a su
ira, el veneno de demonio te recorre las venas y te quema como ácido y el dolor se
prolonga tanto como quiera. Ya lo he desafiado otras veces, y no quiero recordar las
consecuencias. He aprendido a bajar la cabeza, a no cuestionarle, no por cobardía, sino
porque quinientos años de castigo continuo enseñan a cualquiera. Pido perdón pero no
bajo la mirada. Él roza con la punta de su dedo mi mejilla y sonríe.

—Eso está mejor. Llevo meses sin saber de ti.

Con un movimiento de su cabeza, Dunia desaparece obedientemente y nos


quedamos solos en la enorme sala de mármol y alabastro oscuro que me devuelve mi
reflejo.

—Creía que tu radar demoníaco siempre sabía dónde estaba.

Cuando sonríe de esa manera es aún más terrorífico. Yo no retrocedo, me


mantengo firme. Soy sumisa, pero no estúpida.

—Intento no ser un dueño demasiado asfixiante, pero me gusta saber dónde


están mis pupilos. —Su sentido del humor macabro puede llegar a ser desconcertante—.
Has sido inteligente en volver antes de que tuviera que ir a buscarte. Ahora que ya estás
aquí podemos volver a los negocios.

Así es cómo él llama a sus “ocupaciones” demoníacas. Le he dejado claro mil


veces que no quiero participar, siempre encuentra la manera de hacerme chantaje. Al
fin y al cabo, es un demonio.
20

—¿Qué me pedirás esta vez?

—Tengo algo que solo tú puedes hacer. Un Malak.

Abro los ojos con asombro. Los Malak son los mensajeros de los ángeles, algo
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

así como sirvientes angelicales que protegen a los humanos de manera más directa.
Lysander brilla de emoción.

—¿Un Malak? ¿Quieres que lo mate?

—Um...pocas veces consigo sorprenderte. El Gran Señor lo quiere. Vivo.

Lucifer pocas veces se interesaba por un humano. Los Malak son inofensivos,
se dedican a llevar los mensajes que se les asigna y no interfieren en el equilibrio. Nadie
merece tanto su atención como para reclamarlo. Hasta los demonios más peligrosos
le temían. El propio Dios le temía, por eso lo expulsó del cielo. Según la versión de los
demonios, claro.

—¿Y qué pinto yo en todo eso?

—Aún no ha sido reclamado por los ángeles, pero lo harán pronto, en cuanto sus
poderes despierten. Tu deber es convertirlo en Caído.

Ahora sí que me siento confundida. No me convertiré en demonio siempre y


cuando no me haga con el alma de un humano, pero Lysander tampoco quiere que
lo sea. Disfruta más de esta manera, ordenándome y obligándome a obedecer, como
un demonio no le sería tan útil. Ningún Malak puede suponer una amenaza para el
infierno, por lo que no entiendo nada.

—No es un ángel, no puede caer.

—Ahí es dónde entras tú. Sedúcelo, enséñale las ventajas de pertenecer al Mal,
el único bando ganador. No supondrá un gran esfuerzo para ti. Tienes armas de sobra.

Soy consciente de ello. El cuerpo de un ángel, al igual que el de un demonio, está


hecho para atraer. El magnetismo del que os hablaba. No tengo elección. Es el humano,
o yo, y siento que mis sentimientos egoístas estén tan presentes, pero no tengo intención
de morir a manos de un demonio. En otros tiempos me habría parecido una muerte
digna y gloriosa, ya no lucho por lo mismo que antes.
21

—Si lo haces…—Lysander prosigue—retiraré años a tu condena.

Me quedo sin aliento. Cuando un ángel se corrompe por culpa de un demonio,


como en mi caso, estás condenado a servir a ese demonio de por vida, a no ser que éste
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

te deje libre. Yo no tengo la suerte de ser libre, por lo que veis, no tengo elección. Sueño
desde hace mucho con ser plenamente libre.

Bajo la mirada. Lysander sabe que no puedo negarme a nada cuando se trata
de rebajar mi condena, y lo usa en mi contra cada vez que quiere. Rompe la distancia
que nos separa y me besa. Sus besos no significan nada para mí, pues sin quererlo me
convertí en una concubina del infierno, no me aparto de él, pero tampoco correspondo
a su beso.

—Eres una buena servidora, Lillith.

Eso me llena de pesar. Una servidora, del Mal. En esta enorme sala, miles de
estatuas nos miran desde todos los ángulos. Réplicas exactas de estatuas angélicas de
todo el mundo. Hay ángeles completamente dorados, otros son de mármol, otras de
piedra, copias perfectas de monumentos. Hay una que no puedo dejar de mirar.

La estatua del Ángel Caído.

Una réplica de la misma estatua que adorna el parque de El Retiro de Madrid. Creo
que es la única ciudad del mundo que dedica una estatua a Lucifer. La mano que cinceló
dicha escultura, lo representó como un hombre joven, musculoso, e indudablemente
guapo. Una vez lo conocí, hace mucho tiempo, y al menos en eso coincide. Una serpiente
se enrosca sobre su cuerpo, atándolo al mundo. No puedo saber si su expresión es de
horror, o miedo, o tal vez de desafío. No puedo dejar de pensar que él también amaba
a Dios, y que después cayó. Hay muchas cosas que no puedo entender. Los humanos
hablan de Dios como un ser compasivo, que es capaz de perdonarlos del más horrible
de los pecados si se arrepienten sinceramente. Aún no comprendo por qué lo que hice
disgustó tanto a Dios. De todas maneras, es una estatua hermosa.

—Siempre miras esa escultura de mi Padre. Casi hay veneración en ti cuando lo haces.

Lysander lo llama padre. No dudo que lo sea, pero dudo que ese padre al que
describe alguna vez haya tenido una expresión tan humana. Él prefiere la escultura que
se encuentra justo enfrente. La llama El ángel de la Perversión. Mandó hacer una igual
22

después de que la viera en un cementerio y allí está, mirándote con esos ojos cargados
de significado. Una espléndida estatua de un ángel gloriosamente desnudo con las alas
extendidas, y mirada desafiante. Se ha hablado mucho de los tormentos del infierno,
podéis leer a Dante para más detalles, pero puedo aseguraros que no existe nada parecido
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

al averno. NADA.

—No es veneración, y lo sabes.

—Tú ya no eres un ángel. Olvida toda la mierda que te han hecho creer, ahora
sabes la verdad sobre Dios, que no le importa el mundo, ni sus preciados ángeles.
Asúmelo de una vez.

Quiero decirle que no es cierto, pero lo es. Se les acusa de mentirosos, pero la
verdad es que los demonios no mienten; saben cómo sacar provecho de todo.

—No tienes que seguir mis órdenes, pero si lo haces, estarás un poco más cerca
de la libertad. Tú decides.

Maldito libre albedrío. Sonríe con frialdad porque sabe que aceptaré. Lo repito,
maldito libre albedrío.

—¿Dónde encontraré a ese humano?

23
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

INTERLUDIO I

D esde el cielo, un ángel contempla con atención el mundo de los humanos.


Puede distinguir a los demonios y a los caídos moverse entre ellos, pasando
desapercibidos, caminando como despreocupados mortales, como si nada. Castiel
registra a través de sus ojos dorados los movimientos de un grupo de humanos. Entre
ellos se encuentra el humano que está llamado a ser un Malak. Sabe que los demonios se
han puesto en marcha para ganar su alma, pero Castiel ha sido designado el encargado
de evitar que eso suceda. Rafael le ha encargado la muerte de un Caído llamado Lillith.
No sabe nada sobre ella, salvo su nombre, y que es una de las concubinas del infierno.

Dicen de ella que su aspecto es como el de un ángel, sin duda uno de los muchos
disfraces que usa para seducir a los hombres. Quien yace con ella, se condena para
siempre. Un caído menos no supone una gran diferencia, pero aún puede salvar muchas
vidas si es eliminada. Su misión es matarla, y su espada está lista. Se acerca la hora
de bajar a la Tierra. Cuando toque el suelo, sus alas se ocultarán, y los humanos lo
verán como otro de ellos. Los demonios podrán captar su presencia, pero los abatirá
con su espada. Su mejor amiga, su hermana, Ahriel, se acerca a la nube para despedirlo.
De todos los ángeles a los que ha conocido, Ahriel era con diferencia su favorita. Ella
ocuparía su lugar mientras estuviera en la Tierra.

—Tienes suerte.

Castiel mira con sorpresa al encantador ángel. Su pelo negro ondula a su espalda
en ligeros mechones.

—¿Por qué?

—Por tener la oportunidad de bajar a la Tierra. Es tan hermosa…


24

Ahriel nunca ha sido designada a ninguna misión en la tierra, su misión es la de


guiar a los mortales, pero cuando éstos la llaman, no puede tocar nada, no es más que
un espectro, sin ser vista, sin poder ser tocada.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Tengo la sensación de que he estado antes.

Y no es una sensación extraña. Ha observado tanto las costumbres humanas


que se siente como si ya lo conociera todo de ellos. Se despide de Ahriel y se deja caer,
extendiendo las alas y planeando.

Al tocar el suelo, su túnica blanca se transforma en un elegante traje blanco. Su


pelo color caramelo ligeramente ondulado se mueve por la fresca brisa. Cierra los ojos
un momento, y estos adquieren un color azul, para confundirse con el de los humanos.
Se detiene a leer un cartel. Londres, allí es donde ha caído. La ciudad en la que vive el
Malak.

Primero deberá observarlo, esperar el momento adecuado para revelarle


su destino. Castiel conoce el problema, desde lo más profundo de su ser lo sabe: en
la Tierra se está jugando un partido, donde los equipos rivales son los ángeles y los
demonios, y Dios no es más que un espectador de tal espectáculo, no es juez ni verdugo,
y eso es lo que más le duele. Demasiadas pelotas caídas. Demasiados tiempos muertos.
Demasiados empates que habían conducido a demasiadas prorrogas de partidos sin
resolver. Lo que había empezado como una contienda apasionante evidentemente había
perdido su atractivo, y a los equipos se les había avisado: Concluid el juego, chicos.

Un par de mujeres humanas se giran para mirarlo y sonríen. Es un hombre


atractivo físicamente, de un metro ochenta y cinco, fibroso por el arte de la batalla,
con una elegancia propia de los ángeles. Hace aparecer en su bolsillo unas gafas de
sol, unas Ray-Ban, según indica la patilla, y se protege los ojos con ellas. La Tierra es
muy diferente vista de cerca. Hace calor, y sus dedos sienten un hormigueo agradable
cuando los baña la luz del sol. La gente va de un lado a otro sin preocupaciones, niños
que juegan en el parque, un grupo de chicas comentan alegremente lo sucedido en una
fiesta, una pareja pasea cogida de la mano. Desde su nube ha contemplado muchas veces
cómo los humanos se besaban, cómo compartían momentos íntimos, pero nunca había
sentido la necesidad de probarlo por sí mismo. Castiel era uno de los primeros ángeles,
relativamente antiguo, teniendo en cuenta que los ángeles fueron creados en los albores
de la Tierra, pero después de él habían surgido muchos ángeles nuevos.
25

Castiel siente curiosidad por ver la Tierra, y pasea por las calles contemplando
maravillado los escaparates de las tiendas de electrónica, las curiosas vestimentas de las
mujeres, enseñando más piel de la que se insinúa, y por un momento, ansía vivir como
ellos. Sacude la cabeza y aleja esa idea. Ama su vida, está orgulloso de ella, y volverá al
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

cielo cuando acabe su misión. Siempre y cuando consiga su objetivo, aunque lo que en
verdad desea es poder conseguir otra prórroga para ese maravilloso planeta que tanto
ama, poder seguir observando a los humanos desde lo alto de su nube, imaginarse cómo
serán sus vidas, y por qué no, imaginarse cómo sería sentirse como ellos.

26
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

CAPÍTULO III

M e cubro el rostro con unas gafas de sol oscuras. No por intentar esconder
mi identidad en mi tarea de vigilancia, sino para que el sol no me impida
captar todos los detalles. El humano al que debo corromper, no es más que un adolescente
de último curso. Ni siquiera ha cumplido los dieciocho años todavía. Estoy observando
desde el otro lado de la calle cómo sale del instituto acompañado por dos chicos más.
Deduzco que sus compañeros. Se llama Joel Green. Vive en el centro de Londres, con
su madre pintora y su hermana pequeña, Andrea. Es un estudiante modélico, saca
sobresalientes en casi todas las materias sin ningún esfuerzo, con especial habilidad en
el latín. ¿Coincidencia? Nunca lo han operado, ni ha tenido que ir al médico, y la única
vez que ha estado enfermo solo pilló un resfriado. Sus ojos marrones se los debe a su
padre, igual que el color de su pelo, castaño claro. El tatuaje de un dragón que lleva en
la espalda se lo hizo después de una discusión con su madre, como un acto infantil de
rebeldía, pero ni siquiera le gusta.

Está loco por una chica de su clase, llamada Eva, desde que estaban juntos en
primaria, pero nunca se ha atrevido a decírselo. Es tímido, carismático y divertido. Como
veis, lo sé todo sobre él. Un demonio puede conseguir toda la información que desee, por
diversos medios, y Lysander se ha encargado concienzudamente de que conozca hasta
el más mínimo detalle de su vida. Cree que eso me hará el trabajo más fácil. También sé
que los dos chicos con los que charla animadamente son sus mejores amigos, a los que
les cuenta todos sus problemas y alegrías. El chico moreno con gafas que se encuentra
a su derecha se llama Brian, es el hermano de Eva, y el de la izquierda es Austin, su otro
mejor amigo.

—Pídele que te acompañe al baile. —Brian insiste en que Joel debe declararse
durante el baile de primavera.

Al parecer eso de los bailes es una tradición muy popular entre los adolescentes
27

humanos. Desconozco la mecánica, no he asistido a ninguno.

—Os conocéis desde que teníamos cinco años, no te dirá que no. —Austin está de
acuerdo con su amigo y esboza una gran sonrisa de complicidad. —Échale un par de narices.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Joel, sin embargo, parece indeciso. Alzo la mirada por encima de las gafas y
me aseguro de que se encuentre con mis ojos. Me mira. Veo el interés disimulado en
su mirada de corderito. Le sonrío coquetamente. Joel parece mayor de lo que es en
realidad, su cuerpo no parece el de un chico de su edad, y una mujer como yo puede
interesarse fácilmente por él. Me giro lentamente desde la acera de enfrente, haciendo
deliberadamente que mi mirada se mantenga en él, y me alejo despacio, aunque sé que
sigue mirándome. He mantenido el primer contacto y es muy importante para despertar
la curiosidad.

Cuando esté solo, pensará en mí, se preguntará quién soy, su cabeza ocupará
gran parte de su tiempo componiendo una historia sobre mí. La historia es siempre la
misma. Chico conoce chica, piensa en ella, intenta encontrarse de nuevo, y la historia es
vieja. Esta noche le haré una visita en la soledad de su cuarto, sembraré el interés en su
interior, y habré conseguido mi objetivo en poco menos de una semana. Me comporto
como un demonio, eso es porque trato con demonios, convivo con ellos. Y casi soy uno
de ellos. Casi. Decido observarlo, pero él no es consciente. Soy muy buena ocultándome,
de otra manera, es posible que hubiera tenido que vérmelas con unos cuantos ángeles
más.

—¿Qué pasa, tío?—Austin mira alrededor buscando aquello que Joel mira con
tanto interés.

—Nada. Me lo habré imaginado, supongo. —Los dos sabemos que no ha sido


una imaginación.

—¿Qué te has imaginado?—La chica de la que hablaba antes, Eva, se acerca a


Joel con una sonrisa. La chica en cuestión es bastante mona, para ser honestos. Su pelo
moreno ondulado le queda bien con sus facciones de muñeca de porcelana. Supongo
que es el prototipo de chica con el que sueñan los adolescentes.

—Hola, Eva. —Puedo percibir que el corazón de Joel se acelera. Me parece un


rasgo encantador de los humanos.

—Hola. ¿Has preparado ya tu trabajo de ciencias?—Eva se coloca un mechón de


28

pelo detrás de la oreja.

—Sí, algo tengo…por…ahí. —Es la primera vez que lo escucho mentir—. Pero si
necesitas ayuda con el tuyo, ya sabes…
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Decido alejarme y dejo de escuchar sus voces. Lo que también sé, es que el
chico es un Nefilim, mitad ángel y mitad humano, y eso encaja en por qué despierta
tanto interés. Su padre era un ángel que tuvo un lío con una humana, hecho por el cual
fue castigado y asesinado. De la unión de los primeros Caídos y los humanos nacieron
mestizos, abominaciones por las que Dios inundó la Tierra y pidió a Noé que fabricara su
famosa arca. Estos hijos fueron llamados Nefilim. Poseen los poderes de los ángeles, pero
alma humana. Presiento que el chico aún no ha desarrollado esos poderes. Dominamos
todas las lenguas, incluidas la de los animales y las plantas, tenemos el poder de sanar,
el de materializarnos, el de volar, entre otros muchos.

Lysander me llama. No puedo negarme a su llamada, por lo que transcurro por


una calle poco transitada y me materializo en su casa de Londres. Cuando aparezco, un
hombre está al lado de Lysander. Es un demonio. Por la expresión de ambos, sé para qué
me ha hecho venir. Requiere de mis otros servicios. Os lo he dicho, soy una concubina
del infierno, una prostituta, y los demonios acuden a Lysander para acostarse conmigo.

Un estremecimiento recorre mi cuerpo. Los demonios son extremadamente


violentos, pero nada comparado con él, y solo con pensar en lo que me espera, tiemblo.

—No. —Las palabras se atascan en mi garganta. ¿Os preguntabais que había


sido de mí en todos los años que han pasado desde que caí? Me he visto obligada a
satisfacer a otros, pues de su nivel de satisfacción depende mi futuro. Si un cliente no
sale satisfecho, el castigo que me inflige Lysander es horrible y despiadado. La mano de
Lysander agarra mi pelo y me obliga a arrodillarme sobre el duro suelo de piedra.

—¿Qué has dicho?

—Prometiste que no tendría que verlo más. —El demonio que está a su lado, con
una sonrisa cruel, se llama Satanachia, pero a él le gusta que le llamen Sam.

—Harás lo que yo te ordene. Ahora, levántate y prepárate.

Mis ojos reflejan el miedo y el terror que siento. Lysander empuja la puerta de la
habitación que se me está asignada, y con paso tembloroso entro en ella. Sam me sigue
29

y cierra la puerta con un golpe seco. Mis ojos se clavan en su sonrisa, y sé que lo que me
espera, es peor que el infierno.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Lysander había ordenado a Ruby, uno de sus demonios, que se asegurase de que
su cliente no fuera molestado por nada ni nadie. Los sonidos que procedían de detrás
de la puerta horrorizarían a cualquiera, excepto a un demonio como Ruby. Peor que los
sonidos de placer eran los gritos de dolor que procedían de Lillith. Aquel demonio la
estaba lastimando, y estaba disfrutan del dolor que le causaba. Finalmente, después de
lo que pareció una eternidad, hubo silencio. El demonio, al que Ruby había visto otras
veces, salió de la habitación cerrando suavemente la puerta a su paso. Ruby entró en el
cuarto, para encontrar a Lillith encadenada a los postes de la cama. Soltó los grilletes
dejándola caer sobre el colchón. Desnuda. Herida. Uno de sus labios estaba partido, su
nariz manchada de sangre, marcas de manos rojas y magulladuras formándose sobre la
mayor parte de su cuerpo.

Lysander irrumpió en la habitación pocos minutos después, y Ruby supo que


algo andaba mal.

—¿Qué ha sucedido aquí?

Cualquiera habría esperado que se pusiera furioso con el hombre que le había
hecho eso, pero su furia era para Lillith. Las cadenas tintinearon cuando la mano de
Lysander aterrizó en el dolorido rostro de Lillith. Ella gritó, un angustioso grito de dolor.

—¿Qué he hecho mal?—La súplica de Lillith desgarraría cualquier corazón. No


el de un demonio.

—Sam no ha quedado satisfecho con tu actitud. Se acaban de añadir diez años


más a tu condena.
30

Me cubro con una bata de seda en cuanto Lysander abandona la habitación y me


quedo sola. Aun con la extraordinaria habilidad que tengo para sanar, me costará unas
horas que las heridas se borren de mi cuerpo. Ése es el problema de Lysander. Rebaja un
año de mi condena, para añadir diez más. Por esta razón intenté huir. Soy vendida como
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

un simple animal, menos que el ganado, y por culpa de mi aspecto de ángel los clientes
hacen cola en la puerta de Lysander para pasar un rato conmigo. Nunca se deben creer
las promesas de un demonio. Ésta es la parte que más odio, y no puedo hacer nada
para cambiarla. Las veces que me he negado, Lysander me ha torturado durante días,
y aunque pueda parecer cobarde mi actitud, los años terminan por enseñarte, así que
luchar no es una opción.

Dios no tiene ni idea de lo que me hizo al castigarme de ésta manera. Ninguna


condena es comparable con la mía. Si mis amantes no se sienten satisfechos después
de dejarme, soy golpeada por eso. Si me niego a cualquier cosa, soy golpeada. Mi
supervivencia depende de mis acciones, y aunque os preguntéis qué tiene de honroso
vivir de esta manera os diré que nada, pero todavía no puedo permitirme el lujo de
morir. Tengo asuntos que resolver. Nunca he sentido el deseo humano, o al menos, ya
no lo recuerdo. No soy capaz de ver lo que hay de hermoso en un hombre, porque la
belleza no es más que una fachada engañosa y superficial. Un Caído no puede sentir
compasión por nadie, porque nadie la sentirá por ti. Es la peor parte, la absoluta, fría,
oscura y baldía eternidad.

Me siento en una esquina de la habitación, y me abrazo las piernas alrededor


del pecho. Cierro los ojos, y veo el cielo de nuevo, tan brillante, tan cálido. Allí no había
dolor, no había odio. Respeto. Es algo que no he vuelto a conocer desde que estoy en la
Tierra. Me he visto sometida a tal grado de degradación, los ángeles solo me ven como
a un traidor, los demonios como un juguete de Dios con el que poder divertirse. Nunca
me he sentido tan sola como en estos momentos. No tengo amigos. Soy consciente de
que todos los que se acercan a mí lo hacen bajo algún propósito. Dunia lo hace porque
se divierte conmigo. Cuando deje de ser interesante para ella, se marchará. A Lysander
solo le soy útil, y no hay nadie más.

En el cielo, muchos eran los que estaban a mi lado. Sacudo la cabeza y miro
la pared con esa expresión vacía en mis ojos. Cuando deje esta habitación, volveré a
ser Lillith, la implacable. A nadie le importará lo que pueda sentir, porque se supone,
que nosotros no tenemos sentimientos. Una vez fui mortal, eso lo recuerdo muy bien.
Podía sentir el frío del invierno y el calor del verano, experimenté el sueño, el hambre,
la sed, y amé. Amé como nadie ha amado hasta ahora, y era correspondida de igual
31

manera. Ha pasado tanto tiempo…los ángeles fuimos creados en parejas. Estamos


destinados a encontrarnos, como dos imanes, es pura física. Y cuando dos parejas de
vida se encuentran, pueden vivir una vida mortal, una vida plena. Pero a veces podemos
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

escoger el destino. Fue lo que hice, cambié mi destino, no por mi bien, sino por el de él.

Aparto una estúpida lágrima de mi mejilla. Las lágrimas no ayudan a nadie, y no


puedo permitirme dejarlas salir. Así que espero a que los golpes se borren, y es entonces
cuando me visto. Fuera es de noche, una noche de primavera, y abandono estas paredes
para reunirme con el Nefilim. No quiero que se una al Mal, pero no quiero morir. Bueno,
no lo sé. ¿Volveré al cielo si muero? No hay nadie en esta casa. Los pasillos están vacíos.
Puedo escuchar la voz de Lysander resonando en mi cabeza, pero no quiero oírla.
¿Habrá empezado ya el humano a escuchar las voces de los ángeles? Antes de ganarme
su confianza debo ganarme su subconsciente, hacerle ver que somos su mejor opción,
hacerle creer que podemos darle todo lo que desee.

Los demonios no mienten, pero los caídos sí. Para eso lo haré en el momento
en que su mente es más vulnerable, en sus sueños. Entrar en su casa me resulta
increíblemente fácil, un sencillo juego de niños. Me materializo en su habitación y lo
observo dormir. Está tan mono dormidito en su cama que casi me da pena irrumpir
en sus románticos sueños. En serio, es un encanto, está soñando con Eva, un cielo.
Empiezo a plantearme si tiene madera para hacer el mal. Me parece demasiado bueno.
En fin, no me pagan para opinar.

¡Ja! Todavía conservo mi humor irónico y sarcástico. Si al menos me sirviera de


algo…Vale, manos a la obra.

Me proyecto a su mente, aunque estoy físicamente sentada en la silla giratoria de


su escritorio. Deliberadamente cambio el escenario, muevo algunos hilos para cambiar
el rumbo de las marionetas. Pretendo llevarlo a mi terreno. Redirijo su sueño, y le hago
dirigirse a un pasillo estrecho. En realidad se trata del castillo de Lysander, dejo que vea
las estatuas de los ángeles mirándolo desde todos los ángulos, y me deleito un segundo
con su preocupación y su asombro.

—¿Dónde estoy?

Éste no es un sueño cualquiera, y es ahora cuando proyecto mi imagen en su


mente. Al leer sus ojos veo lo que piensa. Nos hemos visto antes, y sé que ha pensado
32

en mí. Le gusto, y eso me pone las cosas más fáciles. Es más fácil que confíe en mí. ¿En
quién confiaríais antes, en alguien que os atrae o en alguien que os desagrada?

—Estás en mi casa.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Mi casa…bueno, como si lo fuera. Intento ser agradable, en otras palabras,


utilizo mi máscara de encanto e inocencia. Revoloteo a su alrededor y aspiro su aroma.
Huele bien. Puedo saber cuándo está asustado y cuando confía en mí con solo olerlo.

—¿Y tú quién eres?

—Mi nombre es Lillith. Encantada de conocerte, Joel.

Su cara es de sorpresa. Obviamente no espera que lo conozca. Cree que es un


sueño, lo es, pero puedo llegar a ser muy persuasiva.

—¿Cómo sabes mi nombre?

—Sé muchas cosas sobre ti. —Intento que la expresión de mi rostro sea amistosa
y le sonrío—. No eres fácil de leer, lo reconozco, pero creo que no me equivoco en mis
averiguaciones.

—Te he visto antes. —Recuerda nuestro encuentro—. ¿Qué haces en mi sueño?

—Estoy aquí para darte aquello que deseas.

—¿Y cómo sabes tú lo que deseo?

—Sé más cosas sobre ti que tú mismo. —Con dieciocho años aún está en esa
etapa en la que se está descubriendo a sí mismo y el mundo que lo rodea. Pero pronto
descubrirá sus poderes, pues se desarrollan con la mayoría de edad. —¿Qué tal está Eva?

Joel entrecierra los ojos y me mira suspicaz. Por suerte o por desgracia, he tenido
demasiado trato con hombres, más del que me habría gustado, y sé cómo manejarlos a
mi antojo. Acerco mis labios a su oído, y le susurro.

—No me temas. Solo estoy aquí para demostrarte que puedes confiar en mí.
Piénsalo, Joel. No tienes más que llamarme, y te daré lo que me pidas.

Con eso, desaparezco de su sueño y Joel se despierta de golpe. Enciende la luz


33

pero no hay nadie en su habitación. Sin embargo, sabe que he estado allí. Hay restos de
mi esencia que siguen allí, y aunque no sabe cómo, puede sentirlo. Decido pasear por las
calles nocturnas de Londres, y de pronto un recuerdo viene a mi memoria.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Grecia, año 67 antes de Cristo. Paseaba de la misma manera que hago ahora,
por la plaza que se encontraba detrás del circo, mi capa ondeaba con la suave brisa, y me
detuve frente al mar. Amaba sentir la brisa marina en mi piel. La gente corriente no sabe
apreciar lo que le rodea, porque cree que siempre ha estado allí y que seguirá estándolo.
En otras épocas fui feliz, enormemente feliz, en el tiempo en el que fui humana. Allí
había un jardín, uno rodeado de columnas donde la gente solía quedar para conversar.
No puedo describir lo que sentía con el tacto de la hierba bajo mis pies. Solía ocultar mis
zapatos bajo la capa y caminar descalza. Recuerdo perfectamente que una niña de unos
seis años se detuvo a mi lado y me miró.

—Idikos, ¿por qué estás descalza? —Yo no parecía pobre, mis ropas eran de lo
más exquisitas, y me había llamado idikos, el término griego para designar a los señores.
No supe darle una respuesta que entendiera, así que le sonreí y le acaricié la cabeza. La
sonrisa sincera que me devolvió aquella niña era una de las razones por las que amaba
tanto a la humanidad. Mis recuerdos duran poco.

Lysander me ha encontrado, y tiene esa expresión que me dice que no me va a


gustar lo que está a punto de ordenarme, y eso le gusta.

—Hola, nena.

—¿Qué quieres? —Por mucho que me golpee, que me ordene, siempre regresa
como si no hubiera ocurrido nada, y sabe que yo siempre haré como si no hubiera
ocurrido nada.

—Los ángeles han llegado. Ya saben quién es el chico.

Por la expresión tan tranquila que tiene deduzco que lo tenía todo previsto.

—¿A quién han enviado?

Si tengo que matarlo, al menos quiero saber a qué me enfrento. No me gusta


llevarme sorpresas innecesarias en lo referente a mi vida. Por lo general no suelen darme
batallas dignas, pero intento que al menos mueran con dignidad.
34

—Es un ángel menor, nada de lo que no puedas encargarte. Encuéntralo y


mátalo.

Lo miro con vacilación. Sé de buena tinta que a los demonios les gusta negociar,
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

y tal vez yo pueda sacar algún beneficio.

—Si lo hago…

—¿Estás negociando? —Eleva una ceja.

—Nunca olvido que eres un demonio. Si lo hago, no veré nunca más a Sam.
Jamás. —pronuncio la última palabra con énfasis. Con los siglos una aprende a tratar
con demonios, aunque Lysander siempre consigue sorprenderme.

—Tráeme la cabeza de ese ángel, y Sam será historia. —Me acaricia la mejilla y
me levanta la barbilla para que lo mire—. Mataría un millón de niños por verte sonreír—.
Él siempre tan encantador.

El ángel en cuestión está en la azotea de uno de los edificios del centro,


aparentemente contemplando el paisaje nocturno. Lysander se ha tomado la molestia
de traerme mi espada, la cual guardo debajo de mi abrigo. Matar a un ángel. Me
resultará extraño cuanto menos, pero no estoy dispuesta a volver a ver a ese maldito
demonio sádico. Las personas no se giran para mirarme, paso inadvertida entre ellas;
normalmente suelo llevar a Dunia para evitar precisamente que alguien se fije en mí, ya
que suelen estar más ocupadas en su escote que en mi espada. Con el sigilo del viento,
llego a la azotea. El ángel está de espaldas, tiene las manos metidas en los bolsillos
de un traje blanco, y el pelo ligeramente arremolinado de un color caramelo. Tiene
básicamente el aspecto de un ángel.

Desenvaino la espada con cuidado, la empuño y es entonces cuando se da la


vuelta. Por un momento me quedo paralizada y sin aliento. Esos ojos azules, sin nada
particular que los distingan de cualquier otra persona, yo los reconocería entre un
millón. Se encuentran con los míos unos segundos que me parecen eternos, y una antigua
llama vuelve a arder dentro de mi pecho. La camisa gris con los dos primeros botones
35

abiertos deja entrever la fuerte musculatura de su torso. Ahora es más fuerte. El fuego
de su espada brilla, listo para entrar en acción, pero no me ataca inmediatamente. Un
millón de imágenes se agolpan en mi mente, imágenes que creía haber olvidado y que
regresan con fuerza, arrastrando viejos sentimientos enterrados. Pero no es el mismo, y
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

yo desaparezco, huyendo de una batalla por primera vez en mi existencia.

No puedo hacerlo. Me falta la respiración. Cualquier ángel, cualquier otro, pero


no a él. Había creído que no volvería a ver su hermoso rostro, sus pómulos altos, sus
labios salvajes, esos ojos que te acariciaban con un calor tierno y abrasador. Aparezco
en el amplísimo salón de estatuas y empujo las pesadas puertas de madera que rebotan
contra las paredes con un golpe seco. Lysander está sentado en su sillón de terciopelo
enrollándose con Ruby.

—¡Sabías quién era! —grito, y no me importa quién esté allí. Lysander aparta a
Ruby, quien desaparece después de enviarme una mirada asesina. Desenvaino la espada
y la acerco a su cuello. El fuego de su filo roza su piel, si se mueve, el dolor no le hará
ninguna gracia—. ¡Maldito bastardo!

—Es un ángel insignificante.

—Sabes quién es. —Esta vez hablo más calmada, con un tono frío y asesino—.
No voy a matarlo.

—¿Ni siquiera por tu libertad?

Mi…libertad. La espada se resbala de mis manos. Mi libertad… Aquello con lo


que he soñado los últimos dos mil quinientos años.

Castiel.

Ese es el nombre del ángel al que debo matar y no puedo. Os hablaré de él. Yo
fui quien lo entrenó, le enseñé todo lo que sabe y se convirtió en un guerrero capaz de
hacer sombra al mismísimo Miguel. Lo hacíamos todo juntos, limpiamos la Tierra del
horror durante eones, y entonces yo caí. Pero no recuerda nada sobre mí, no puede
hacerlo, porque su memoria fue borrada. Lo amaba. Estaba dispuesta a abandonar mi
inmortalidad por él, y sé que él también lo habría hecho por mí. Pero muchas fueron
las cosas que ocurrieron y nos separaron, y ahora el demonio al cual estoy atada por
siempre está dispuesto a liberarme a cambio de su cabeza.
36

¿Creéis que es una decisión fácil? Al fin y al cabo han pasado años desde nuestro
último encuentro, ni siquiera me recuerda, no tiene por qué ser difícil, pero os equivocáis.
En todo.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—No…no ganaré mi libertad así. Utilízame como quieras, oblígame a lo que


quieras, pero no lo mataré.

Lysander me golpea en la cara y caigo al suelo. Mi espada es la única que puede


matarlo, porque es una espada angélica cuya esencia se ha invertido. Y por supuesto
que Lysander puede encontrar a cualquier otro dispuesto a matar a un ángel, pero no
lo disfrutará si esa no soy yo. Pagaría un palco en primera fila para ver el espectáculo.

—¿Aún piensas en ese angelucho? ¡Es débil! ¡Te hace débil!

He dicho que hacía cualquier cosa por no tener que sufrir sus torturas, pero esta
vez estoy dispuesta a sufrir cualquier cosa, pues no tocaré ni un solo pelo de Castiel.

—Mis debilidades no son asunto tuyo.

La sonrisa de Lysander es asquerosa. No obstante, sé lo que está pensando: mi


castigo.

—No aprenderás nunca.

37
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

INTERLUDIO II

CASTIEL

C astiel se ha quedado desconcertado. Ningún ángel, Caído o demonio huye


de un combate. No está en su naturaleza. Sin embargo ella ha huido, sin
ni siquiera intentar atacarlo. Y había algo en la manera de mirarlo que le ha hecho
preguntarse muchas cosas. Había algo en esa mujer que le resulta terriblemente familiar.
¿Había conocido él a un Caído? Tal vez ocurriera antes de que ésta se cortara las alas,
pero es igualmente inverosímil. Castiel ha abandonado la azotea y ahora camina por las
solitarias calles.

No tiene ninguna duda de que ella es Lillith, su misión, pues su aspecto es el de


un ángel, de eso no tiene duda. El pelo dorado como los rayos del sol, la palidez del cielo,
la dulzura de las nubes, y en unos solos segundos ha encontrado en los ojos de esa mujer
unos sentimientos que no comprendía. Estaba armada, sin embargo, había sido enviada
a matarlo, pero eso no le importa. Debe asegurarse de que la arpía no envenene la mente
del Malak con sucios trucos de meretriz. Debe velar por él.

La sangre del mal fluía por las venas de esa mujer, por lo que no puede dejar
que controle su mente con mentiras vacías. Lillith es su enemiga y él está por encima
de cualquier artimaña que pueda usar. Ahora piensa en Ahriel. Había pedido al Consejo
Angélico que la ascendieran, estaba demasiado…hechizada por el guerrero demoniaco al
que no dejaba de observar desde su nube. Alejarla de tal atracción había sido imperativo.
No puede imaginarse hiriendo a la pequeña Ahriel, a la que ama como a una hermana.
Otro rostro ocupa el de Ahriel. Uno de cabellos dorados y ojos azules como el océano.

Se imagina a sí mismo sosteniendo a Lillith mientras esta duerme, sus brillantes


ondas derramándose en su brazo, en su pecho, su calor filtrándose por su cuerpo, sus
38

piernas rozando las suyas. No podría permitírselo jamás, por supuesto, pero eso no
hace nada por disminuir el poder de la visión que lo acecha. Sostenerla, protegerla,
consolarla, sería…agradable. Porque aquello nunca había ocurrido. ¿O sí? ¿Por qué tiene
la sensación de que ya lo ha hecho antes? No, sin duda esa mujer está jugando con su
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

mente. Cierra sus ojos y se concentra en encontrarla. Debe saber qué trama y detenerla.

Se tele-transporta al lugar en el que se encuentra, sin dejarse ver. Es un


dormitorio, sin muebles, solo una enorme cama en el centro. Ella está allí, con la mirada
fija en el suelo, vestida solo con ropa interior. Un hombre –no, más bien, un demonio–
aparece de las sombras y le pone un collar de… ¿perro? Tiene pinchos, y solo ese simple
hecho le parece humillante. Lo que ve allí a continuación le hace estremecerse. Él no
conocía el dolor humano, sin embargo algo en la mirada de esa mujer le hace entender
lo que se sentía. Ella se dirige a ese hombre como Lysander, es extraño verlo, no lo
habría creído de otra forma, pero ella le está suplicando. ¿Suplica por su vida? Si no por
la suya, por la vida de alguien, al menos. Eso no era propio de alguien como ella.

En respuesta, el demonio la golpea insistentemente mientras la fuerza a abrir


la boca para recibir su beso. Se le revuelve el estómago. Una parte de él siente lástima
por la mujer, y otra parte siente una furia incontrolable por ese demonio. ¿Cómo puede
atreverse a dañar algo tan hermoso? Su mano está muy cerca de la empuñadura de su
espada, y desea con todas sus fuerzas partir al demonio en dos. Entonces su parte de
ángel, su parte racional, le dice que lo que allí ocurra no es asunto suyo. El bienestar de
un Caído no debería ser su prioridad.

—Deja de resistirte, Lillith, no te servirá de nada.

—¡Bastardo! —La mujer intenta liberarse de la sujeción del demonio, pero éste
se ríe de una manera sombría.

—Agradéceselo a tu angelito.

¿Están hablando de él? Castiel no comprende qué pinta entre estos dos. Con una
dignidad inexistente en ningún demonio, la mujer levanta la cabeza y desafía al demonio
con la mirada. Hay algo tan noble en ese gesto…que le recuerda al cielo. Castiel tiene que
abandonar la habitación. No puede soportar seguir mirando esa escena tan grotesca.
Muchas veces había contemplado desde su nube como los humanos procreaban, y nunca
se había preguntado cómo sería, pero la suave piel de esa mujer le hacía desear tocarla.
39

¿Sería realmente tan suave como parecía? No puede evitar pensar que ya lo ha
comprobado. Eso no es posible. ¿Él? ¿Un ángel puro? La Tierra sin duda tiene maneras
muy diversas de confundir los pensamientos. Los gritos de esa mujer todavía resuenan
en sus oídos. En cualquier otro caso habría deseado que se mataran el uno al otro,
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

pero se siente impotente ante la obligada sumisión que está cumpliendo esa mujer tan
arrebatadoramente hermosa. Porque eso no puede negarlo, es la mujer más hermosa
que ha contemplado, ya fuera un ángel, un demonio o una humana. Se pregunta cómo
habría sido en su época de esplendor, poseyendo unas alas doradas. Habría quitado
el aliento a cualquiera. Se detiene a contemplar el amanecer en un parque. Algunos
humanos hacen deporte mientras el sol aparece entre los edificios. Es el primer amanecer
desde su llegada. Aún quedan unas horas para que el humano asista a clase, eso le da un
margen de esparcimiento.

Quiere volver a ver a esa mujer, Lillith. Le resulta extraño pronunciar su nombre,
pero siente una curiosidad inusual por ella. Tiene la sensación de que hay muchas cosas
sobre ella que debe conocer antes de llegar a un juicio, y eso es absurdo, ningún desertor
se merece ese trato de su parte. Él es un ejecutor, el verdugo, no el juez. Antes quiere
asegurarse que ella está sola. Se concentra en visualizar la habitación en su mente. Ni
rastro del demonio. Allá va. Esta vez se deja ver, refugiándose en una esquina, recostado
contra la pared. La mujer no parece sorprendida por su presencia.

—Márchate de aquí. —Se cierra la bata de seda que cubre escasamente su cuerpo.

—¿Me tienes miedo?

Ella parece desconcertada. Se mantiene en su parte de la habitación, al otro


lado.

—Vosotros, los ángeles, siempre tan arrogantes. Creéis que todas las criaturas
os temen.

A Castiel le molesta el tono que utiliza. ¿Acaso no sabe quién es? Debería mostrar
un poco más de respeto.

—Es a ese demonio al que temes, entonces.

—No tienes ni idea de quién es.


40

Su voz se vuelve oscura, nada que ver con el aspecto triste de su mirada. Castiel
se pregunta si siente tristeza. No, no puede sentirla.

—Es un demonio. —Castiel se encoge de hombros. Todos son iguales para él.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Lysander no es un demonio cualquiera. Ahora, márchate.

Castiel odia la arrogancia. ¿Y ella lo llama arrogante? La mira con curiosidad.


Debajo de su ojo derecho tiene una marca morada, un golpe reciente. Antes de darse
cuenta, ha cerrado la distancia entre ambos, y retira la mano con la que pretendía
tocarla. Ha estado muy cerca.

—¿Quién eres?

Ella ríe con sorna ante su pregunta y se cruza de brazos.

—¿Que quién soy? Deberías saberlo, te han enviado a matarme, ¿no es cierto?

Por un momento Castiel deja de analizar la situación. Siempre lo analiza todo


desde el bando militar, tácticamente, fríamente. Ahora solo quiere comprender todo
lo que su mente se esfuerza por encajar sin éxito. En el fondo de su ser sabe que se ha
encontrado antes con ella, pero no puede recordar dónde ni cuándo.

—No me mataste.

—Bueno, no estaba de humor para pelear limpiamente. Podemos arreglar eso


ahora. —Castiel sabe que ahora está mintiendo. Una vez lo dejó con vida, no tendrá el
valor de matarlo esta vez—. ¿Vas a matarme ya o prefieres esperar a que esté vestida del
todo?

Castiel desvía la mirada de las piernas de esa mujer. Empieza a comprender


algunas cosas. Él es un soldado de la Única y Verdadera Deidad. Uno de la Élite
Celestial, creados antes que el mismo tiempo. Con tantos milenios como los que ha
vivido, ha llegado a comprender que cada uno de la Élite Celestial tenía una Tentación.
Una potencial caída. Como Eva con la manzana. Cuando encontraran esa…cosa, esa
abominación, felizmente la destruirían antes de que pudiera destruirlos a ellos. Algo le
hace creer que Lillith puede ser su tentación. Ante su silencio, la mujer vuelve a hablar.

—¿No has venido aquí a matarme?


41

Él no cuenta con tener tanta suerte. Sabe que es una digna adversaria, que no
se lo pondrá nada fácil, pero no quiere matarla aún. Lillith cierra la distancia que hay
entre ellos, y solo los separan unos escasos milímetros. ¿Qué está haciendo esa arpía?
¿Intenta embrujarlo?
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—No intentes seducirme. Sé cómo son los de tu especie.

—¿En serio? ¿Y cuál es mi especie? —Sus ojos son increíbles. Tienen un color
común, pero un brillo sobrenatural.

—Eres una servidora del mal y yo un enviado de la luz.

Esta vez ella se ríe con ganas. Le parece gracioso una verdad tan cierta como que
el sol quema.

—Eres realmente gracioso. Servidora del mal…hum… ¿Y eso te gusta?

¿A qué se estaba refiriendo con esa pregunta? ¿Gustarle? Da un paso atrás para
crear distancia entre ellos, distancia que ella rompe avanzando un paso más. Puede
incluso oler la esencia que desprende la piel de esa mujer, y es dulce.

—Yo no soy un demonio al que puedas seducir.

—¿De verdad crees que lo hago a propósito? —Esta vez hay una determinación en
su voz que le dice a Castiel que habla en serio—. Yo no pretendo causar esa enajenación
que parece controlar a los demonios cuando se acercan a mí. Lo odio, pero no puedo
hacer nada para cambiarlo.

Los ojos de Castiel se encuentran con los de Lillith, y sin comprender cómo, ella
curva los brazos alrededor de su cuello y lo besa. Sus labios se encuentran y su lengua
empuja en su boca. Automáticamente, él se pone rígido.

Había visto a los humanos besarse más veces de las que podía contar, pero
nunca había tenido muchas ganas de intentar el acto él mismo. Al igual que el sexo,
parecía sucio —en cada manera imaginable— e innecesario. Pero cuando su lengua roza
contra la suya, cuando sus manos acarician un pedazo bajo su columna, su cuerpo arde
como una antorcha. Castiel cierra los puños a sus costados. No quiere tocarla, no puede
tocarla o no podrá resistirse. Debe detener esto de alguna manera, pero le gusta. Sentir
el cuerpo femenino de esa mujer contra el suyo le gusta, y por primera vez siente…
tentación.
42

Tentación.

Esa palabra hace eco en su cabeza Él se suelta de ella, y sus brazos caen a sus
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

lados, pesados como rocas. Está jadeando y sudando, cosas que nunca había hecho
incluso en medio de la batalla. Enfadado como está —con ella, consigo mismo— su
mirada fija en la de ella brilla. Su piel está sonrojada, más brillante que nunca. Sus
labios están rojos y magullados. Y él ha causado esa reacción. Las chispas de orgullo lo
toman por sorpresa.

—No deberías haber hecho eso. —gruñe.

—Tú no me has detenido. No somos tan diferentes como crees.

Sin duda esa mujer lo ha tomado por un estúpido. ¿Iguales? No hay manera de
que ellos dos sean iguales.

—Eres un gilipollas. —La palabra lo toma por sorpresa. ¿Le ha insultado? Y


lo que más le molesta es la expresión de fría tranquilidad de su rostro. —Lo que has
sentido, se llama necesidad, deseo. No pongas esa cara de idiota, es una reacción normal
de tu cuerpo.

Castiel se encuentra en desventaja en cuanto a sensaciones. No es que considere


que el sexo es malo, es que nunca ha sentido la necesidad, y por eso las reacciones que
ha despertado su beso lo tienen confundido.

—No vuelvas intentar nada parecido, o mi espada acabará contigo.

—Lo hará de todas formas. —Castiel hace un gesto de firme disgusto. No puede
soportar que sea tan calmada ante la idea de la muerte—. Dime tu nombre.

Ahora se atrevía a ordenarle. Esto es el colmo de la hipocresía.

—Castiel.

Puede jurar que ella sonrió. No era una sonrisa de maldad, de hecho, le pareció
hermosa.

—¿No me recuerdas? ¿Ni siquiera un poco?


43

Una idea extraña, pero Castiel intenta recordar. No encuentra en su mente


ninguna imagen que lo relacione con ella. En los ojos de Lillith brilla algo parecido a la
esperanza. ¿Quiere que la recuerde? ¿Por qué? ¿Qué pueden tener ellos en común?
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Eres Lillith, concubina del infierno. Mi deber es acabar con tu maldad.

Ella parece decepcionada con su respuesta.

—Solo por curiosidad…¿qué he hecho para ser digna de que te encomienden a


matarme?

Castiel no sabe qué responder.

—Hay reglas. La oscuridad y el caos se esparcen a través de una regla rota. El


cielo me ha enviado porque soy el mejor.

—¿Cuál es esa regla que he roto por la que merezco la muerte?

Castiel no conoce esa respuesta. Nunca cuestiona las órdenes, si Rafael lo había
enviado era por una razón. Mentir no estaba en su naturaleza, por lo que guarda silencio.
Solo respira. Arriba. Abajo.

—Márchate. No quiero matarte, vete. Por favor.

Castiel había tenido que ver cómo ese demonio, Lysander, obligaba a Lillith a
hacer algo que no quería, ella lo ha obligado a él a besarla, pero las reacciones de ambos
han sido distintas. Ahora no puede sacarse de la cabeza lo mucho que le ha gustado su
beso. Aprieta los dientes con todas sus fuerzas, y desaparece del cuarto batiendo sus
alas.

44
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

CAPÍTULO IV

C astiel ha estado aquí. Y he tenido que mentirle. Si forzara la situación en


otra dirección no conseguiría lo que quiero de él, y supongo que eso haría
que el momento de enfrentarnos llegara antes de lo previsto. No quiero tener que luchar
contra él. Tal vez ya no es el mismo hombre que conocí, pero tenía la estúpida esperanza
de que al besarlo me recordaría. No ha sido así, y me siento frustrada. Odio cuando
se pone en plan guerrero salvador y lo que más me duele es que me haya visto con
Lysander. Porque sé que ha estado allí. No sabría cómo explicarlo, pero siempre he
podido captar su esencia. Ese maldito orgullo suyo…me gusta. Siempre me ha gustado,
esa determinada obstinación hasta el punto de ser exasperante. Supongo que ahora es
más como era al principio. En el fondo esperaba que viniera a matarme. Él tenía razón,
he intentado seducirlo, pero se equivoca en todo lo demás. Lysander ha tomado de mí
lo que quería, y yo no he hecho nada para evitarlo. Me lo he ganado a pulso. Es culpa
suya, pero no lo diré en voz alta. Me sometí de una manera inimaginable cuando decidí
dejarlo con vida.

Ya no siento su esencia en la habitación, y me entristece. Sus labios, conservan


ese sabor salvaje que recordaba. No importa los siglos que pasen, siempre lo deseo al
verlo de nuevo, y mi cuerpo reacciona de la misma manera ante él. Conozco cómo debo
besarlo, y se ha puesto nervioso cuando ha notado esas sensaciones olvidadas. Odio a
Dios por haberlo hecho olvidar. Las cosas serían tan distintas si nunca hubiera ocurrido…
Todo habría sido de una manera diferente si yo hubiera sido más fuerte, jamás debí caer
en el sucio juego de Lysander. Tuvo que haber alguna manera de que supiera que él
sería la causa de mi caída, pero si fue así, no lo vi venir. No puedo pensar en eso ahora.
Ha sido una imprudencia aparecerse aquí. ¿Qué habría pasado si Lysander lo hubiera
encontrado?

Su pelo estaba diferente, como la primera vez que nos vimos, cuando él no era
45

más que un ángel sin experiencia al que debía entrenar. Me pareció tentador entonces
y me lo parece ahora. Esa actitud suya de creerse superior a todo es algo que me excita,
no sabría decir por qué, pero es algo que los humanos no tienen, por muy orgullosos
y narcisistas que puedan llegar a creerse. No puedo olvidar el hecho de que ahora es
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

un ángel destructor y conociéndolo como lo conozco, no descansará hasta cumplir con


la misión que le ha sido asignada. Dunia aparece recostada sobre mi cama y me mira
fijamente.

—Dime que no es verdad.

—No tengo ni idea de qué estás hablando. —Últimamente he mejorado en lo que


a mentir se refiere, pero no se lo traga.

—Ese ángel. Dime que lo has matado. —Mi silencio es suficiente respuesta para
ella. —¿En serio? —Eleva las manos como signo de indignación pero la ignoro. —Tienes
que superarlo de una vez. Los ángeles están para matarlos, no para enamorarse de ellos.
Échale un polvo, como mucho, y luego te lo cargas. Es muy fácil.

Me recojo el pelo de la cara y los moratones de mi cara casi han desaparecido.

—Seguro que a ti te encanta hacerlo.

—¡Eres un Caído! Los ángeles son tus enemigos ahora, ya no son tu familia. No
son tan benevolentes. ¿Crees que ellos te dejarían con vida si tuvieran la ocasión? ¡No!
¡Te matarían sin pestañear!

—¿Qué es lo que quieres, Dunia? No estás aquí porque te preocupe mi seguridad.

Por supuesto que no le importa. Si lo hiciera no sería la terrible diablesa a la


que todos temen. Pone una expresión en blanco y se levanta de la cama en dirección a
la puerta.

—Alexia está aquí. Lysander la ha llamado.

Me pongo en guardia. Mi reacción está más que justificada, incluso Dunia se


pone seria al hablar de ella. Alexia comanda las huestes del infierno. Sí, una mujer, al
contrario de lo que todos puedan pensar. Y casualmente, Alexia le tiene muchas ganas
a Miguel, quiere hacerse un bonito bolso con sus alas. Que esté en Londres no significa
nada bueno para nadie.
46

—Quiere vernos, ¿verdad?

—Ya conoces a Alexia. Odia esperar.


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Sí, es muy dura con la gente impuntual. Me visto lo más rápido que puedo y
estoy lista para enfrentarse a la diabólica comandante del infierno. En ocasiones como
ésta me alegro de ser puntual. La disciplina era muy valorada en el cielo, y lo grabé a
fuego en mis costumbres.

Alexia es de ese tipo que mujer que todos quieren poseer. Exuberante, peligrosa,
de pelo oscuro largo y rizado, y con halo de oscuridad que te atrae como la miel a las
moscas. Siempre hay que bajar la mirada en su presencia. El último demonio que se
atrevió a desafiarla aún sigue en su jaula de fuego en el último círculo del infierno, y
puedo aseguraros que eso ocurrió hace ya varios milenios. Es dura y nada compasiva.

A esta reunión oscura solo estamos invitados unos pocos privilegiados. Dunia,
Ruby y yo ocupamos la zona norte de la sala, detrás del demonio al que debemos
obediencia, Lysander, que ocupa el lugar que le corresponde como Señor Oscuro en
la parte central. Junto a él, se encuentran los otros Señores. Nergal, conocido como el
señor espía, ocupa el lugar a la derecha de Lysander, tiene un aspecto algo estrafalario,
pelo muy oscuro y abundante que suele llevar revuelto, y viste siempre de oscuro;
Azazel, uno de los primeros Caídos, que propició el diluvio universal por su pecado, un
demonio muy guapo y al único de todos estos al que no odio tanto; Satanachia, conocido
como Sam, ser repugnante donde los haya, que me dedica una sonrisa que me produce
una repulsión absoluta. No es que sea feo, la verdad es que tiene su punto, pero lo odio
con todas mis fuerzas; Aeron, señor de los pecados capitales, aunque su favorito es la
lujuria, podéis imaginaros por qué, uno de los demonios más atractivos que conozco, y
Astaroth, muy muy sexy, que desprende ese aire de peligro, gran general de las legiones
del infierno. Es uno de los Señores Oscuros más poderosos que existen, si en algún
momento de la historia alguien ha estado medio cerca de arrebatarle el trono del infierno
a Lucifer, ése es Astaroth, y casi nunca de manera limpia.

Supongo que tenerlo aquí es un honor, al menos sé que para los presentes, así
es. Y Dunia babea cada vez lo que ve, algo comprensible, aunque no es mi tipo.

—Señores, estáis todos convocados aquí por una razón. —Alexia habla como la
gran guerrera que es—. Miguel ha llegado con su ejército de caniches voladores, decidido
a poner fin a esta guerra milenaria. Pero nosotros podemos averiguar los planes de Dios
47

y adelantarnos a ellos. —Pronuncia esas palabras con un gesto de repugnancia, y me


mira—. El malak puede escuchar las órdenes de arriba.

—Pronto se unirá a nuestras filas. —Lysander está muy seguro de eso, lo que
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

hace que mis hombros carguen con todo el peso.

—¿Confías en ese Caído?

Alexia hace un leve gesto con su barbilla para señalarme, y todos en la sala se
fijan en mí. Algunos con expresión lasciva, como en el caso de Sam, otros con curiosidad,
como Aeron. Se está preguntando por qué aún no se ha acostado conmigo. Es casi un
milagro encontrar a alguien que no haya estado en su cama, y ni siquiera yo sé cómo he
podido librarme.

—Ya ha tomado el primer contacto con el chico. Sabe hacer bien su trabajo.

“Si quiere conservar su hermoso rostro intacto.”

Puedo escuchar esas palabras en mi mente como si hubieran sido pronunciadas


en voz alta.

—Ese humano debe estar en nuestro bando. Es una prioridad.

—Confío en su capacidad de persuasión.

—La sangre demanda sangre. —Una sonrisa oscura ensombrece su rostro—. Y


sangre será lo que derramaremos.

Se escuchan varios gritos de guerra y se levanta un murmullo de satisfacción.


Necesito salir de aquí. Necesito tomar aire. La reunión seguirá sin mí, y yo sobrevuelo
Londres, y me materializo en el edificio más alto de la ciudad. Han tomado mi
desaparición con obstinada devoción por mi “señor”. Estoy empezando a ver las cosas
de manera diferente. No me malinterpretéis, pero me cuesta creer que se tomen todas
estas molestias solo para acabar con un puñado de ángeles. Seguirá habiendo más en el
cielo, y si fuera yo, usaría esta distracción para hacerme con la única baza que me podría
hacer negociar: el Cielo. No es una locura, con los medios adecuados los demonios
podrían tomar el cielo y a los ángeles como rehenes, eso los haría poseedores del control
absoluto, pero claro, se supone que eso no puede pasar y nadie lo tiene en cuenta.
48

El aire frío en mi cara hace que mis cabellos ondeen en mi espalda. No quiero
tener nada que ver en esta estúpida guerra, ni siquiera quiero que el humano tenga
nada que ver con nosotros y estamos irremediablemente involucrados sin posibilidad
de escapar. Castiel me está siguiendo, ¿y sabéis qué? Voy a jugar un ratito más con él.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Me cuelo por las calles dejándome ver, me quito la chaqueta de cuero y me la echo al
hombro, mientras me encargo de mover mis caderas deliberadamente. Creo que he sido
demasiado indulgente con él en nuestro anterior encuentro, y me apetece jugar al ángel
bueno, ángel malo. Me detengo en la puerta de un club nocturno, muy consciente de que
Castiel no me quita el ojo de encima. Sonrío al portero y me abre la puerta servicialmente.

Una sensual canción de rock suena en la pista y me abro camino entre la masa de
cuerpos hasta situarme en un lugar desde el cual puedo ver directamente la entrada. Sé
que Castiel está allí. Intenta ocultarse entre la multitud, pero es demasiado guapo para
no llamar la atención. Sé muy bien cómo jugar. Muevo la cintura al ritmo de la música,
ondeando mi cuerpo como si fuera una serpiente. Soy consciente de que la mitad de éste
club no puede apartar la mirada de mí, pero la única persona que quiero que me mire
está justo delante, con todo el cuerpo en tensión, como si estuviera a punto de saltar. Le
hago señas para que se acerque y por un momento parece hipnotizado. Cojo su mano y
hago que se una a mi baile.

—Juegas con fuego, Caído.

Nunca me ha dado miedo el riesgo. No esperaba que Castiel conociera las reglas
de este juego, pero me sorprende gratamente que me siga la corriente. Creo que su
subconsciente lo está haciendo ser menos cuidadoso e impulsivo, y tal vez, de la misma
manera que yo, hay algo en él que no puede alejarse. No recuerdo haber bailado nunca
con él, sin embargo se mueve de una manera asombrosa, como si hubiera pasado su
vida en una pista de baile. Reconozco que no sé cómo salir de esta. Mi cabeza acaba de
irse de vacaciones, literalmente, los pensamientos racionales me han abandonado, y
nunca me he sentido tan libre. Me gusta su ropa. Unos sencillos vaqueros y una camisa
negra de algodón son todos los complementos que necesita.

—Yo no te he pedido que me siguieras.

Una sonrisa de suficiencia aparece en su rostro. Se está volviendo muy engreído


para ser un ángel. Casi tanto como lo recordaba.

—Tengo que mantenerte vigilada.


49

Y le está encantando. Seguro que ninguno de sus objetivos anteriores era tan
divertido como yo.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Reconócelo, ángel engreído, te gusta mirarme.

Su expresión de horror me divierte. Puede estar tranquilo, no se lo diré a nadie.


Será nuestro pequeño secreto. Lo que ha empezado como un juego puede terminar
teniendo graves consecuencias para los dos, y en el fondo no quiero hacer esto con él.
Me alejo de él y me encamino de nuevo a la calle. Castiel me sigue.

—Quiero estar sola.

—¿Por qué?

Empiezo a preferir que hubiera venido a matarme. No se me da bien la charla


insustancial, no viene armado, y eso es desconcertante. Demasiado descuidado, podría
haberlo matado si hubiese querido. Tiene suerte de que solo quiera desconcertarlo un
poco.

—Solo acaba conmigo de una vez o lárgate. Se acabaron los juegos.

Se espera de mí que sea malvada, y si le diera muestras de que no lo soy, ¿qué


pasaría? Nunca en la historia se ha visto a un Caído arrepentido.

—Intento entenderte, pero me lo pones muy difícil.

Mala idea. Nunca trae nada bueno intentar comprender al bando contrario. Lo
sé por experiencia propia, y mi experiencia es más que dilatada que la suya. Si se trata
de cometer errores voy por delante de él.

—No te lo aconsejo. Yo intenté entender a un demonio una vez, y no me fue bien.

—¿Qué pasa, tienes miedo de que lo logre? ¿Tienes algo que esconder?

Lo miro. Definitivamente es un engreído. Lo que él no sabe es que ya me entiende,


lo sabe todo sobre mí, desde hace mucho, mucho tiempo. Y tiene razón, una parte de mí
teme que logre entenderme, porque significaría que me recuerda. Mi corazón se desboca
con esa posibilidad tan remota.
50

—¿Por qué quieres hacer eso? Nadie intentaría entenderme.

—Es por la expresión que vi en tus ojos.


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Sabía que había estado observando, pude sentirlo en aquella habitación. Odio
que haya hecho eso, porque ha estado presente mientras era torturada y eso no es nada
agradable. Siento vergüenza.

—¿Y qué viste?

—Impotencia, resignación, dolor. No eres como los demonios a los que me he


enfrentado.

—En primer lugar, —me giro para encararlo y una sonrisa de suficiencia se
dibuja en su hermoso rostro—no soy un demonio, y en segundo lugar, dudo mucho que
te hayas molestado en preguntarles a esos demonios antes de matarlos.

¡Pero bueno! ¿Qué hago discutiendo con un ángel? Es lo más estúpido que he
hecho en mucho tiempo. Por experiencia sé que los ángeles no atienden a nada que no
esté dentro de sus convicciones. Son seres tremendamente testarudos, pero no todos
son cerrados de mente. Al menos, sé que Castiel no lo es.

—¿Por qué lo hacen? ¿Y por qué se lo permites? Eres una guerrera, lo veo en tu
forma de moverte, tienes la elegancia de un cazador.

Pobre ingenuo. La sonrisa se borra de su cara, y vuelvo a tener la vista fija en el


cielo. No lo hago por gusto, no tengo elección, y supongo que puede llegar a comprender
eso, lo que me aterra aún más.

—Tengo el aspecto de un ángel. Les gusta ver hasta qué punto de denigración
puede llegar el cielo. Si lo permito, es porque estoy condenada para siempre.

—No tienes elección.

Me está mostrando que es capaz de comprender. Sorprendente.

No quiero su compasión. No quiero la compasión de nadie. Y no tengo tiempo de


explicarle los entresijos de mi miserable existencia, porque sinceramente, me costaría
mucho creer que pudiera llegar a entender lo que le digo. No recuerda absolutamente
51

nada, incluso creo que ha vuelto a ser el Castiel auto-programado en que se convierten
todos los ángeles “reciclados”, es decir, los que han vuelto al cielo después de morir.
Estoy a punto de hacer algo que jamás se me debería haber ocurrido, algo que me pintará
una diana en el pecho, algo por lo que me harán sufrir de maneras inimaginables si me
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

descubren.

—Salva al humano. Los demonios lo quieren, se están preparando para atacar a


Miguel, y los dos sabemos que los humanos solo serán daños colaterales.

—¿Me estás avisando? ¿Por qué?

Es receloso, lo comprendo, lo entiendo, yo en su lugar actuaría igual, pero por


una vez no miento. No quiero que encuentren a Joel, no quiero ni llegar a imaginar lo
que ocurrirá si Lysander se hace con las órdenes del cielo.

—Mira, ya te he demostrado que no voy a matarte, me estoy jugando mucho


con esto. Yo les daré largas, tú solo encárgate de que el humano asuma su papel de
nefilim y protégelo. Enséñale a usar las armas. Si te miento, tendrás un motivo más para
matarme.

—¿Por qué debería confiar en ti?

—Porque no te queda otra opción. Tú sabes lo que es ese chico, sabes lo que
quieren de él, y ninguno de los dos quiere que eso ocurra.

¿Confiará en mí? Lo dudo. Pero aludo a esa parte de ángel sensata que tiende a
proteger la creación. Justo cuando intento desaparecer, me agarra de la muñeca y me
lo impide.

—¿Por qué haces esto? ¿Por qué te la juegas por ese humano?

—Yo tengo mis razones. Tú limítate a salvarlo, como haces con todos, y no dejes
que los demonios den con él.

Necesito saber quién es el padre de Joel, porque una información como esa
puede resolver muchas dudas. En primer lugar, si tuvo un hijo con una humana y fue
descubierto, su ejecución correría por cuenta de Rafael, y sé que en la Tierra puedo
encontrar a un antiguo confidente suyo. Si consigo dar con él, podré obtener los datos
que necesito. Sintiéndolo mucho por Castiel, debo dar nuestra charla por finalizada. La
52

última vez que supe de él se encontraba en París. Supongo que me toca hacer un viaje.

París es bastante grande y para encontrarlo tendré que preguntar primero a todo
aquel que sepa de su paradero. No tengo intención de ser invisible, por eso me paseo
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

por las calles con la esperanza de encontrarme un rostro conocido. Y no me toca esperar
mucho a que ocurra, en la iglesia del Sagrado Corazón, junto al funicular, encuentro a
Nicolaus. No es un ángel, ni un demonio, ni un Caído. Nicolaus es uno de esos seres que
pasan sin pena ni gloria por el mundo, es un Esquire, una especie de diablillo de aspecto
humano que solo juega con las cosechas, normalmente secándolas.

—Hola, Nic.

—Mi señora. —Hace una exagerada reverencia al verme y no levanta la vista


del suelo. Parece un chico de quince años, pelirrojo, con unas orejas ligeramente
puntiagudas y unos ojos grandes de color caramelo.

—Veo que aún recuerdas cuál es tu lugar.

Los Esquires son seres inferiores, su existencia depende de la generosidad de


los ángeles, que les permiten vivir siempre y cuando se sometan a su vigilancia.

—No hacía nada malo, solo miraba a los humanos.

—Seguro…Tranquilo, solo quiero preguntarte por tu amo. ¿Qué sabes de


Baltasar?

Los ojillos de Nicolaus parpadean varias veces y parece relajarse. Sonríe de


una manera que hace pensar que acaba de librarse de una buena. Baltasar lo dejó con
vida después de que una sospechosa sequía azotara los campos de una región entera
de Ucrania, pero a cambio, Nic debía ponerse a su servicio. Así ha sido desde hace
cuatrocientos años.

—Baltasar…sí, él está aquí, en París. Tiene un pequeño negocio de compra venta


de objetos extraños.

Un dato interesante. Así que Baltasar se ha hecho empresario. Algo me huele mal
en esa tapadera. Nicolaus me indica la dirección de ese “negocio” y lo dejo con lo suyo
después de hacerle una pequeña advertencia. La tienda en cuestión se encuentra en una
pequeña calle del barrio de Montmartre, junto a un par de tiendas de ropa de segunda
53

mano. La verdad es que la fachada deja que desear, y una buena mano de pintura no le
iría nada mal. La persiana está a la mitad, a punto ya de cerrar. Me cuelo por debajo y
una campanilla suena al abrir la puerta.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—¡Está cerrado! —Como si me importase lo más mínimo. Me paseo a mis anchas


por entre las estanterías y comprendo lo de “objetos extraños”. Baltasar no es más que
un vulgar ladrón. La mayoría de estas cosas son objetos robados del cielo, todo tipo de
armas y objetos históricos. Un tipo sale de la trastienda con cara de mal humor, pero su
expresión cambia cuando me ve.

—Oh, vaya. Nunca habría esperado encontrarte aquí, en mi humilde tienda.

Baltasar está tal y como la última vez que nos vimos. Ese pelo enmarañado al
estilo hippie, una barba de unos cuantos días, zapatillas de lona beige, camisa y pantalón
marrones y un chaleco de rayas marrones y beige.

—No vengo a comprar nada.

—¿Un intercambio, entonces?

Quién iba a decirlo. Baltasar y yo nunca hemos sido lo que se dice amigos, más
bien conocidos, pero él siempre ha sido un chico malo, y ya en el cielo se dedicaba a
asuntos turbios y de dudosa reputación. Pero sigue siendo un ángel. Muchos lo han
dado por muerto y por eso no lo buscan.

—Corre el rumor de que estás muerto.

—Yo hice correr ese rumor, encanto. Es la mejor manera de pasar desapercibido.

En uno de los estantes hay varias espadas de diferente esencia, y en una esquina,
el Libro de Salomón. Creía que había sido destruido.

—¿El Libro de Salomón? ¿En serio? Eras un gran soldado. Me sorprende que
ahora seas solo un común ladrón.

—¿Común? No. ¿Ladrón? Eh.

—Veo que has saqueado bien las arcas del cielo.


54

Baltasar sonríe y termina de echar la persiana a la puerta. Tiene razón, no tiene


nada de común, ningún ladrón corriente habría conseguido robar todo esto y mantenerlo
de manera tan obvia a la vista sin que nadie sospeche.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Bueno, eran objetos que estaban allí sin que nadie les diera ningún uso…un
desperdicio. Aquí se pagan bien.

No lo dudo, la mayoría de objetos del cielo tienen un valor incalculable y la


mayoría, además, poseen un poder destructivo. El cómo ha podido sacarlos de allí sin
ser visto es un completo misterio.

—¿Por qué los has robado?

—Porque pude. ¡Vamos! ¡Es la guerra! Se pierden cosas a menudo. Yo solo me


dedico a darles un nuevo uso.

Sencillamente simple y convincente. Me sorprende que a nadie se le haya


ocurrido antes.

—Ya veo. ¿Así que has estado de vacaciones todos estos años?

—Oh, sí. Le he estado dando a la buena vida. Hoy mismo he hecho un mènage
a… ¿cómo se dice 12 en francés?

Entorno los ojos y se ríe con su propio chiste. Ya veo que está disfrutando al
máximo de su tiempo libre, y debe de irle muy bien con este sitio. Supongo el mercado
negro tiene gran aceptación en estos tiempos.

— No quiero ser grosero, ¿pero quieres algo en especial?

Oh, sí, por un momento me he dejado llevar y lo había olvidado. Menudo


descuido.

—Necesito información.

Baltasar se encoge de hombros con una sonrisa.

—Siempre me has caído bien, así que, por lo que a mí respecta, si quieres mi
ayuda la tienes.
55

—Gracias.

Me señala con la mano la puerta de la trastienda y me hace una seña con la


cabeza para que lo siga. Es una sala pequeña en apariencia, con una mesa y un par de
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

sillas, y decenas de estanterías con todo tipo de cosas. Aquí hay más objetos bíblicos que
en ningún otro lugar del mundo.

—¿Qué necesitas saber?

—Cuando ayudabas a Raguel, ejecutó a varios ángeles por procrear con humanos.
—Él asiente—. Necesito información sobre uno de ellos.

—¿Te refieres a la profecía?

Asiento. No puede haber muchos ángeles que encajen en la historia, lo que


reduce la búsqueda considerablemente.

—Necesito saber quién era el padre de ese chico.

—Jeliel, el ángel encargado de tocar la quinta trompeta.

Un serafín…eso explica por qué el nefilim puede ver cosas que otros de su misma
especie no pueden. Parece ser que sus poderes latentes son más poderosos de lo que
creía.

—¿Cuándo fue ejecutado?

—Hace dieciséis años. Raguel se encargó de que la ejecución fuera justa, incluso
él lo apreciaba.

Me parece un gesto noble, pero no tuvo los mismos miramientos con otros
ángeles que cometieron el mismo pecado. La verdad es que mi definición de pecado se
ha distorsionado mucho en los últimos siglos.

—Gracias por la ayuda.

—Por cierto…muchos de mis clientes se preparan para luchar, quiero decir, no


se trata solo de romper el manuscrito, sino de quemar las páginas. Se avecina una nueva
era, sin reglas, sin destino. Solo total y absoluta libertad.
56

—¿A dónde quieres llegar?

—Solo digo que si quisieras liderar un grupo de resistencia, la guerra se pondría


más interesante.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Hum… no se me había pasado por la cabeza esa idea. Empezar una guerra civil
dentro de la gran guerra…

—En ese caso…¿me proporcionarías armas?

Baltasar sonríe satisfecho.

—Por supuesto. Me encantaría ser el proveedor de los rebeldes.

—Entonces, estaremos en contacto.

Dejando todo este rollo atrás, ahora me toca ver al chico. Debo avisarlo, debe
saber el gran peligro que corre. Aún no ha amanecido el nuevo día, puedo oler ese frescor
de madrugada que inunda las calles de Londres. Ese encanto de chico está dormidito en
su cama, como si nunca hubiera roto un plato. Con un ligero movimiento de mi mano,
consigo que se despierte. Veo mejor en la oscuridad que cualquier humano corriente,
y al sentir mi presencia en la habitación, Joel enciende la lámpara de la mesilla. La
bombilla tiene una potencia mínima, pero da luz a la habitación y le permite localizar
una sombra acomodada en su sillón. Yo.

—¡¿Qué haces aquí?!

—Baja la voz. —basta con que le ordene para cerrar el pico—. Vas a despertar a
todo el mundo.

Sus neuronas están en estado de shock, pero se esfuerzan por conectarse, porque
no se trata de un sueño, sino que soy real, y estoy sentada delante de él.

—No eres un sueño, ¿verdad?

—No, no lo soy.

Aunque seguro que lo desearía. Me levanto de la silla y camino en su dirección.


Se incorpora de golpe sobre la cama y tantea en los cajones, sin duda buscando cualquier
cosa con la que defenderse.
57

—No seas estúpido, no voy a hacerte daño. Solo quiero avisarte.

—¿Avisarme de qué?
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Guarda silencio y te lo explicaré. —Esto va a ser largo, y sinceramente, no sé


de cuánto tiempo dispongo para ponerlo al día—. Necesito que prestes mucha atención
a lo que voy a contarte, porque tu vida depende de ello. ¿Lo has entendido? —Asiente
y se acomoda en la cama, dispuesto a escuchar—. En primer lugar, necesito saber si
últimamente has notado algo extraño en tu comportamiento.

Entiendo que no confíe en mí, si se me apareciera un desconocido en mitad de


la noche yo tampoco lo haría, pero estoy haciendo un poco de trampa, uso los poderes
que todavía conservo para transmitirle calma.

—¿Cómo qué?

—Escuchar a los animales, entender lenguas extrañas, sueños proféticos…

La ligera sorpresa de sus ojos me dice que sí. Ahora solo me queda saber qué
tipo de sueños.

—He tenido el mismo sueño durante días. Es muy real, como si estuviera
viviéndolo. Veo muerte, cuerpos tendidos a mi alrededor, caos, y en el centro de todo me
veo a mí mismo blandiendo una espada de fuego y…tengo alas, como las de los pájaros.
Y también estás tú.

Hum…esto es interesante. No suelo aparecer en los sueños de un potencial


profeta. Al menos, no con ropa.

—Yo…

—Sí. Tú también estás allí, a mi lado, como si se tratase de una especie de guerra,
con unas enormes alas negras extendidas, como las de un cuervo, y una espada en la
mano, pero no sé en qué bando luchas.

Siento mucha curiosidad por ese sueño. ¿Podría tratarse del día del Juicio Final?
De cualquier modo yo aún no he decidido si quiero luchar y mucho menos en qué bando.
Si este chico tiene visiones sobre el Apocalipsis, entonces sus poderes están por encima
de lo que hemos pensado.
58

—¿Qué sabes de tu padre?

Se pone tenso y puedo notar cómo sus músculos están rígidos.


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—No lo conozco.

Pero yo sí. He hecho los deberes, y si voy a jugarme mi integridad física por
ese crío al menos debía saberlo todo sobre él. Me ha costado bastante, pero he sacado
información de las altas esferas. Por supuesto Lysander no me iba a contar nada, y dudo
que conozca esa información, o sino él mismo se habría encargado del tema.

—Ningún demonio se interesaría por un humano corriente. De lo que se deduce,


que no eres un humano corriente.

—¿Sabes por qué tengo estos sueños?

—Sí, Joel, lo sé. La razón, es que eres un nefilim.

—¿Qué es eso?

—Al principio de los tiempos, algunos ángeles bajaron a la tierra y engendraron


hijos con mujeres humanas. Estos hijos fueron llamados Nefilim. Tu padre era un ángel,
y por lo que he podido averiguar, uno lo suficientemente importante como para recibir
un castigo igual a su condición. A él le debes tu mitad de ángel.

Sé que todo esto es difícil de digerir, y le permito unos momentos para que lo
asimile.

—Oye, no sé de qué va esta broma, pero no me gusta. Y ni siquiera quiero


preguntarme cómo has entrado en mi habitación. Mi padre no era un ángel, era un
gilipollas que nos abandonó cuando yo era un crío.

—Puedes creerme o no hacerlo, es tu decisión, pero no puedes ignorar las


cosas que te están ocurriendo. Tengo las respuestas que necesitas, tú decides si eres
lo suficientemente fuerte para conocerlas. Tienes dos opciones, abrir tu mente a una
nueva posibilidad, a la existencia de ángeles y demonios, o pensar que tu padre era un
capullo.

Si no está dispuesto a conocer la verdad y asumir su naturaleza, entonces no es


59

tan valioso como pensaba, y no merecerá la pena salvarlo de la condenación. Los labios
de Joel forman una línea tensa y casi puedo percibir el aumento de los latidos de su
corazón.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—¿Sabes…sabes quién es mi…padre? —Es totalmente perceptible la tristeza que


empaña su voz al pronunciar esas palabras.

—Tu padre era Jeliel, un serafín.

—¿Qué es eso?

—Existe una jerarquía angélica, y los serafines son los ángeles de mayor rango.
Jeliel era un ángel poderoso y muy valioso. Como muchos de nosotros, fue enviado a la
tierra en una misión, pero se enamoró de tu madre, y cuando descubrieron que había
tenido un hijo con una mujer mortal mandaron su ejecución. Raguel se encargó de su
muerte, pero recibió un castigo mucho más piadoso que muchos otros antes que él.

Imagino que su madre no le ha contado mucho sobre su origen. Me pregunto si


ella misma lo sabe, pero debió darse cuenta de que había algo extraño en el hombre con
que el compartía su vida.

—Vale, mi padre era un ángel. Supongo que con un poco de tiempo y esfuerzo
puedo asumir eso, ¿pero qué quieres de mí?

—No se trata de lo que yo quiero. Como te he dicho antes, los demonios están
interesados en ti, el motivo es que eres un malak, un mensajero del cielo. Tengo que
decir que eres el primer mensajero que posee una parte de ángel. Todos los malak de la
historia han sido humanos.

—Un malak…cada palabra que dices es más rara que la anterior. ¿Y qué hacen
los malak?

—Puedes escuchar la voluntad y los pensamientos de los ángeles. Es una habilidad


muy valiosa, y los demonios quieren utilizarte para adelantarse a los movimientos del
cielo. —Por otra parte, tampoco está a salvo de los ángeles, aunque pueda pensar que sí,
pero no quiero asustarlo la primera noche, o no confiará en mí—. Uno de esos demonios
me envió para convencerte de que te unieras a ellos, pero por motivos que no voy a
relatarte ahora me niego a que eso ocurra. Voy a mantenerte a salvo durante todo el
60

tiempo que pueda, pero te advierto que será difícil, y no solo para mí. No utilices tus
poderes sin que yo esté cerca, o terminarán por localizarte.

—¿Poderes? ¿Yo? Lo único que tengo son pesadillas.


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Todo a su tiempo, mi querido Joel. Solo es cuestión de tiempo que sus poderes
lo asalten de improviso y entonces se verá desbordado. Para alguien que no está
acostumbrado a ellos es algo abrumador y desconcertarte. Podrían llegar a apoderarse
de él y perder por completo el control sobre sí mismo.

—Debo irme ahora, pero ten muy en cuenta mis palabras. Una hora después del
anochecer, quiero que vayas a Picadilly Circus y me esperes allí. No hables con nadie
sobre nada de lo que has escuchado. ¿Entendido?

Con algunas dudas y reticencias por su parte, acepta reunirse conmigo, porque
sabe que el único modo que tiene de descubrir quién es en realidad soy yo.

Solo tiene una opción y es libre de aceptarla y asumir que digo la verdad, o
pensar que solo estoy mintiendo y rechazarla, en su conciencia queda. De todas formas
sé que es una decisión difícil de tomar, y necesitará cierto tiempo para deliberarlo con
tranquilidad. Ahora solo tengo que conseguir mentir a Lysander, una tarea muy difícil,
y necesitaré mucha persuasión para conseguirlo.

61
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

INTERLUDIO III

Granada, España, Jueves Santo de 1789

L a imagen tallada del Cristo de la Buena Muerte recorría en procesión por


las calles de Granada, ante el fervor de la multitud que se agolpaba viviendo
la emocionante pasión de la Semana Santa andaluza. Entre los muchos penitentes, de
rostros emocionados y afligidos, unos ojos sobrenaturales buscaban unas facciones
conocidas y amadas. Y él estaba allí, su ángel de pelo color caramelo, observando a los
humanos con humildad. Siempre había admirado la devoción de los mortales, sobre
todo durante esa semana del año en la que salían a la calle imágenes de la pasión del hijo
de Dios, y él amaba mezclarse con ellos y disfrutar de la misma manera.

Amatiel posó su mirada en el cielo, con un deje de desafío en ella, retando a


Dios en silencio. En otra época se había enfurecido con su preciada creación al alabar a
ídolos falsos, pero todo era diferente si se trataba de su ego. Y entre los humanos, y su
amado ángel, se encontró con unos ojos del color del fuego del averno, que la miraban
fijamente, y una sonrisa cruel se dibujó en el rostro de aquel demonio. Amatiel había
intentado huir de él, solo para poder contemplar la procesión en soledad, y poder
contemplar a Castiel. Pero Lysander nunca la dejaría en libertad, no cuando disfrutaba
tanto torturándola sin ninguna piedad.

Y Lysander avanzó entre las gentes, y Amatiel pudo sentir como un escalofrío
recorría su espalda. Huir de Lysander era una misión imposible, ella lo sabía, él lo sabía.

—¿Haciendo una pequeña escapada, Lillith?

—Te he dicho que no me llames así, ese no es mi nombre. —El sonido de los
tambores amortiguó sus palabras, pero Lysander las oyó con claridad.
62

—Es el nombre que yo te di. —Miró en la dirección de Castiel y sonrió de manera


despectiva—. Tu angelito ni siquiera te ha mirado. No le importas. Pero hay alguien que
quiere conocerte.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

El tono de su voz hizo que sus sentidos se pusieran alerta. Detrás de Lysander
apareció un hombre alto, mucho más alto de lo normal para la época, de piel bronceada
por el sol, y el pelo de un rubio similar al suyo que llevaba recogido en la nuca con una
cinta roja. Sus ojos como granos de café eran bellísimos, pero tras ese fondo podía ver el
pozo ardiente del infierno. Con una sonrisa torcida, el atractivo desconocido le hizo una
referencia con la elegancia de una gacela.

—Mi Gran Señor, ella es el Caído del que os hablé.

—Bella como un ángel, peligrosa como un demonio. —El timbre de su voz era
armonioso, sensual, y sus movimientos propios de la nobleza hicieron que muchas
mujeres apartaran sus ojos del torso esculpido de Jesucristo y los posaran sobre aquel
hombre de carne y hueso—. Lysander, me gustaría estar a solas con esta preciosidad.

Lysander asintió con una reverencia y desapareció entre la gente. Amatiel buscó
el rostro de Castiel desesperadamente, en vano, había perdido su pista.

—Lysander me ha dicho que te encantan estos espectáculos. Son algo paganos,


si quieres mi opinión.

Amatiel podía sentir un poder como jamás había sentido nunca, en ningún otro
demonio antes.

—Para ellos es una manera de acercarse a Dios.

—Dios no es más que un ser egocéntrico y narcisista, que necesita continuamente


de alabanzas hacia su graciosa persona. —Cruzó los brazos en su espalda y se giró a
contemplar a los peregrinos que portaban velas encendidas entre sus manos—. Necesita
que a cada minuto los lameculos de sus ángeles le digan lo perfecta que es su creación.
Yo, sin embargo, no pido alabanzas, ni reconocimiento. Solo pido lo que es mío, y que
cada cual reciba lo que desee.

—¿Quién eres? —Amatiel retrocedió intimidada. Solo había un ser capaz de


hablar de aquella manera sin mostrar el más mínimo temor, el mismo que había llevado
63

a cabo una rebelión contra el cielo y el propio Dios.

—Sabes quién soy, Lillith. Di mi nombre.

—Lucifer.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Algunas personas se giraron para contemplarlos, y él les sonrió encantadoramente,


lo que hizo que volvieran la vista a la imagen tallada en madera y se olvidaran por
completo de ellos dos.

—No tienes que llamarme así, si mi nombre te incomoda. Tengo entendido que
tu nombre tampoco es Lillith. ¿Cuál es?

—Amatiel.

Él suspiró y sonrió con satisfacción, tal vez con nostalgia.

—Amatiel…un nombre tan hermoso como tu rostro. Luzbel es el nombre que


me dio mi padre. El portador de la luz…Aunque, claro, si te incomoda, puedes llámame
Luke.

—¿Qué quieres de mí?

Amatiel había estado mucho tiempo conviviendo con demonios, pero conocer
al DEMONIO por excelencia era algo muy serio. Nada en él delataría su verdadera
naturaleza, pasaba por un hombre cualquiera, atractivo, pero en ese mismo instante,
pudo percibir solo un latigazo de su poder, que le quemó las venas como ácido.

—No se trata de lo que yo quiero de ti, sino de lo que tú quieres y puedo ofrecerte.

—¿Qué sabrás tú de lo que yo quiero?

Lo que Amatiel quería era simple y a la vez complicado, pero nadie podía
dárselo, ni siquiera él. Y no estaba segura de quererlo realmente, por la cantidad de
implicaciones que tenía.

—Quieres olvidarte de él. O tenerlo para siempre. ¿Crees que es malo querer
más? Tenías más antes de que Dios te abandonara.

—El verdadero amor no es real a menos que sea devuelto. ¿Si dejamos de creer
en el amor, por qué querríamos seguir viviendo?
64

Él sonrió con soberana repugnancia. Quedaban demasiado lejanas las mojigatas


enseñanzas de su padre.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—No creo en el amor, querida. Pero tú sí, por eso estoy dispuesto a ofrecértelo a
cambio de unirte a mis filas.

—¿Cómo?

—Puedo hacer que caiga. Si él cae podréis estar juntos. Es sencillo. Solo dime
una palabra y tendrás lo que deseas, haré que recupere todos sus recuerdos.

—No.

Amatiel buscó desesperadamente a Castiel y la mandíbula de Lucifer se tensó.

—¿No quieres aceptar mi trato?

—No seré el motivo de su caída. Prefiero vivir sin él.

—¿Durante toda la eternidad? Es muy noble por tu parte, pero ¿estás segura de
que es lo mejor para él? Podemos darle más de lo que jamás ha imaginado. Más de lo
que puede llegar a soñar, y sería una gran incorporación.

—Mi respuesta es no.

La mirada glacial que le dedicó congeló todo su cuerpo. Amatiel podía ser
muchas cosas, pero nunca antepondría su propia felicidad a la de Castiel, de cualquier
persona menos de él. Llevaba milenios enamorada de él, y por ese mismo motivo era
capaz de asumir cualquier calvario, cualquier sufrimiento, si Castiel estaba al margen.
Cincuenta años ya sin recordarla, y cada día buscaba una manera de encontrarse con él.
Y que Dios la perdonara algún día, pero una parte de ella quería aceptar el trato, quería
vivir eternamente a su lado, y temía que esa parte se hiciera demasiado fuerte con el
paso del tiempo. Por eso, desde ese día, luchó con todas sus fuerzas para mantener esa
parte encerrada en lo más profundo de su alma.
65
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

CAPÍTULO V

A cabo de tener un recuerdo de mi vida en el siglo XVIII, un momento


concreto, en una bella ciudad de España. Ese día conocí a alguien, alguien
que habría deseado no conocer nunca y me propuso algo, que aún hoy me planteo, pero
que sé que nunca aceptaré. Ahora tengo en mente la imagen de Castiel. Verlo de nuevo
después de tanto tiempo hace que mi corazón dé un vuelco, pero con todo lo que me
estoy jugando no puedo dispersar mi mente. Dentro de una hora tengo una cita con
Joel, y ese chico espera respuestas que debo darle. Esta misma tarde Lysander ha venido
a buscarme, y me las he tenido que arreglar para que no sospechara. A mi favor tengo
que nunca he sido demasiado sincera con él, pero necesitaba sacarle información y he
tenido que ser persuasiva. Detalles aparte, ya que no quiero recordarlos, he obtenido lo
que necesitaba, y creo que ya puedo responder a algunas preguntas.

Como era de esperar, Picadilly Circus está a reventar. Le he citado en un lugar en


el que puede verme claramente, quedándome cerca de la luz de las farolas que iluminan
las calles y los comercios y para esperarlo me siento en un café y pido un capuccino. He
oído que es exquisito.

Oh, ahí está mi chico. Esta noche viste vaqueros y una camiseta color gris. Debo
reconocer que me encanta cómo lleva el pelo revuelto, como si acabase de levantarse.
Mira con indecisión entre las mesas, y me encuentra.

—Bien, he venido.

Sí, ha venido, que es más de lo que podía esperar. Desde el primer momento
supe que era inteligente, puede percibir más que otras personas, solo necesita ponerlo
todo en orden.

—Siéntate, disfruta de un café.


66

Llamo al camarero y le pido una taza. Joel toma asiento enfrente de mí y


entrelaza las manos nerviosamente sobre la mesa.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—¿Eres un demonio?

—No. Soy un ángel caído. —Levanto la mano para que no pregunte, y acabo la
respuesta—. No son lo mismo.

—¿Conociste a mi padre?

—Personalmente no. Hay muchos ángeles en el universo, no pretenderás que


los conozca a todos.

El camarero llega con su café y lo despacho con una sonrisa deslumbrante. Algo
me dice que hoy el café me saldrá gratis. Devuelvo toda mi atención a Joel, y espero sus
preguntas. Sin duda ha estado pensando mucho en todo lo que le he dicho.

—Dijiste que un demonio te había enviado a por mí. ¿Por qué?

—Quiere que te unas a él, que formes parte de sus filas y le informes de todo lo
que pasa ahí arriba.

Solo de pensar que los demonios puedan ganar la batalla me pone los pelos de
punta.

—Parece mentira, que después de tantos miles de años, aún no hayáis podido
firmar la paz. ¿Por qué dura tanto vuestra estúpida guerra?

—Pregúntale a Dios.

Esta parte de la conversación acaba aquí. No tengo respuestas para eso, siento
que tiene muchas más preguntas que hacerme, y no estoy segura de que quiera conocer
todas las respuestas. Se muestra colaborativo por ahora, pero nada me dice que siga así
por mucho tiempo.

—¿Qué sois exactamente los ángeles? Quiero decir, ¿se supone que todos sois
buenos y que todos los demonios son malos?
67

—Por desgracia no es tan sencillo. —Sonrío con dulzura. No hay una explicación
verdaderamente satisfactoria sobre nuestra naturaleza—. En esencia, los ángeles no
somos seres ni buenos ni malos, solo obedecemos órdenes de un Dios que no tiene que
ser necesariamente bueno o malo.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Parpadea varias veces y le da un gran trago a su taza de café.

—Creo que no lo he entendido.

—No pienses demasiado en eso. Si colaborar conmigo te resulta incómodo,


míralo solo como un trato de utilización mutua. Simplemente úsame en tu conveniencia,
al fin y al cabo es lo que haré contigo.

No quiero que malinterprete mis intenciones y crea que siento algún tipo de
cariño o afecto por él. Sería bastante malo para mi reputación.

—Muy bien, como parte de este pacto mutuo de libre utilización, quiero hacerte
una pregunta personal. —Me alegra que sea inteligente y vea las cosas de manera
positiva—. Mi madre siempre dice que si estás arrepentido de verdad eres perdonado.
¿Qué fue eso tan terrible que hiciste para que Dios no te permitiera volver?

Una muy buena pregunta. Una que llevo haciéndome a mí misma mucho tiempo.

—Ser débil. —Por un instante evito su mirada y me concentro en el oscuro color


del café—. Yo siempre seguí sus órdenes. Mi padre os amaba con todo su corazón, y yo
os amé de la misma manera sin reparos. Actué siempre según su voluntad, nunca discutí
sus órdenes, y cuando cometí un error, uno que nunca nos dijo cómo combatir, mi padre
me dio la espalda, me expulsó del cielo, de mi hogar, me alejó de mis hermanos. Me
abandonó. No conozco a ese Dios misericordioso del que me hablas.

Se queda en silencio, mirándome, pero no tengo otra respuesta que darle. Esa
es la verdad.

—Espera de Dios siempre el castigo para que su bondad caiga sobre ti como un
bálsamo.

Ahora soy yo la que se queda en silencio. Conoce un pasaje de la Biblia, y uno


no muy conocido. Teniendo en cuenta que éste chico es el más escéptico que conozco,
me sorprende.
68

—Quiero hacerte una pregunta yo a ti, Joel. Basándome en lo que has dicho,
¿crees en Dios?

—Bueno…en realidad no soy creyente. —Se encoge de hombros y da vueltas a


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

su taza de café humeante—. No sé, creo que hay un cielo y un infierno, mi madre cree
en Dios, yo no. Creo en el bien y en el mal, creo que hay ángeles, obviamente, y también
demonios. —Me mira fijamente para dar credibilidad a sus palabras—. ¿Si realmente
hay alguien ahí arriba que se divierte jugando con los destinos de las personas? No, no
lo creo. No lo espero, al menos.

Es más sensato de lo imaginaba. Pero tiene razón en muchas cosas. Siempre


he creído que los humanos tenían más verdad de la que les atribuíamos, y a veces se
demuestra.

—Te diré una cosa. Nadie ha visto nunca a Dios. Ni los ángeles, que supuestamente
fuimos creados por él, ni los demonios, a los que castigó, ni su propio hijo que vino a
la Tierra. —Al que tampoco he visto nunca, debo decir, salvo imágenes suyas—. Nadie.
Y sin embargo, a lo largo de la historia los hombres se han masacrado unos a otros por
un Dios invisible. El lema de los cruzados era “Porque Dios lo quiere” y todos fueron
masacrados. Se han cometido los peores crímenes de la humanidad en nombre de
Dios, en nombre de la fe. Pero los humanos no conocen el significado de aquello que
proclaman. Sin embargo, tú eres un Nefilim, mitad humano mitad ángel, un mensajero
del cielo, y nunca he visto menos devoción en nadie.

—Hasta hace una semana creía que era un adolescente corriente, y hoy resulta
que mi padre era un ángel y yo soy un…¿malak?

Le sonrío sin demasiado humor. Es una putada, lo sé, y al pobre chico le


ha tocado un papel que nadie debería desempeñar.

—He visto algo, en mis sueños.

—¿Otra vez has tenido ese sueño?

—No, ésta vez no eran imágenes…—Se pasa la mano por el pelo y mira a ambos
lados antes de seguir—. Solo podía oír sus voces.

—¿Pudiste identificar de quiénes eran las voces?


69

—No estoy seguro, creo que se trataba de ángeles. Conversaciones. Hablaban


sobre acabar con la batalla, decían algo relacionado con que Miguel estaba de camino y
que era su hora. Y luego escuché otra conversación, pero solo tengo una parte.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—¿De qué hablaban?

—Uno de ellos era un ángel, de eso estoy seguro; estaba cerrando un trato con
alguien. Le prometió que tendría su parte si el plan salía bien. Lo que quería a cambio
era a una tal Ahriel.

Ahriel…me suena ese nombre. Es un ángel menor, un ángel de la luz ¿quién


podría quererla? Ahriel ayuda a la liberación de todos los sufrimientos de la vida, nadie
podría querer hacerle daño.

—No podías escucharlo porque hablaba con un demonio. ¿Escuchaste el nombre


del ángel?

—Era Khamael.

Me pongo tensa al escuchar ese nombre. ¿Khamael haciendo tratos con un


demonio? Le había prometido entregarle a Ahriel, pero ¿a cambio de qué?

—¿Qué ocurre? ¿Quién es ese tío?

—Khamael es un guerrero del cielo junto con Miguel y la mano derecha de


Dios, tanto para pelear como para impartir justicia y castigos. Es uno de los grandes,
y está haciendo tratos con demonios. —Lysander haría cualquier cosa por obtener esta
información, y debo impedir que eso ocurra por todos los medios—. ¿Ángeles en contra
de otros ángeles? Están manteniendo todo esto muy bien oculto.

—¿Cómo es que no lo sabías? Eres un ángel ¿no?

—Soy una esclava. Una vez que bajamos a la tierra no podemos ponernos en
contacto con ellos, a no ser que nos den las órdenes cara a cara o a través de algún sueño
profético. Claro, que rara vez es así. Te ordenan algo y esperan que lo cumplas. Así de
sencillo. Pero matizo, soy un caído, los ángeles ya no se ponen en contacto conmigo.

Y eso es frustrante. Todo sería mucho más fácil para mí si tuviera de nuevo mi
radar angélico. Pero con la información que Joel tiene en su poder le acaban de pintar
70

una enorme diana en el pecho, y necesita ayuda. De repente tengo a alguien en mente.

—Vale, escucha muy atentamente. Necesitas tiempo para controlar tus poderes,
y no puedes hacerlo solo. Voy a cubrirte, enviaré a alguien a ayudarte, se llama Castiel,
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

y puedes confiarle tu vida.

Yo se la confiaría. No tengo ninguna duda de que Castiel aceptará, si se trata de


la seguridad de un mensajero se implicará al máximo.

—¿Qué hay de mi familia? ¿Corre peligro?

¿Cómo decirle a un chico que tanto los ángeles como los demonios están detrás
de él? Sí, su familia corre peligro, toda la humanidad corre peligro, pero no necesita más
presión de la que ya tiene.

—No tienes por qué preocuparte. Tienes mi palabra de que haré todo lo que esté
en mi mano para mantenerte con vida. Miguel no se detendrá por nada.

Joel sonríe y se recuesta tranquilamente sobre la silla.

—No le tengo miedo a Miguel.

Eso es porque no lo ha visto. Me levanto de la silla y miro en dirección a una iglesia.

—Ven conmigo.

Desde el principio de los tiempos los hombres han mostrado a los ángeles como
seres radiantes llenos de luz y belleza, y en parte son así, pero se han empeñado en
ilustrarlos con aspectos inofensivos, mientras que los demonios son grotescos y oscuros.
A estas alturas ya sabréis que no es así. Los demonios pueden ser tan hermosos como
queráis imaginar, y no todos los ángeles son guapos y espectaculares. Cruzo la calle
sin darle importancia a los coches y me detengo delante de la puerta de la iglesia. Está
tallada y elaborada, y su marco de piedra muestra imágenes de la Biblia.

—¿No puedes entrar?

Lo miro con una ceja levantada.

—¿Quién ha dicho esa chorrada?


71

Se encoge de hombros.

—Se supone que el mal repele los lugares sagrados.


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Para empezar, yo no soy el mal. Para tu información, puedo entrar donde me


dé la gana. Y en segundo lugar, esa tontería la inventó la iglesia.

Una iglesia no puede salvarte de nada. Si eres el objetivo de un demonio, ni las


piedras te ocultarían, no importa dónde te escondas; te acabará encontrando.

Cruzo la puerta de madera y camino por el pasillo central hasta llegar frente
al altar. Ahí está lo que buscaba. Una estatua de piedra de Miguel, bueno, una versión
descafeinada de él.

—¿Qué ves?

—A Miguel.

—No, ésa es la versión para niños de Miguel, una cara de querubín enmarcada
por espesos tirabuzones dorados. —Por favor, un crío con falda, eso no puede dar miedo
ni a un conejo—. El verdadero Miguel te haría temblar. Es un general con millones de
años de experiencia en la batalla, su cuerpo está adornado con runas angélicas, su pelo,
de un negro tan puro, tiene vestigios de la noche vívida y apasionada, y combinado con
el color extremadamente azul de sus ojos sería capaz de congelar el fuego; su armadura
dorada tiene grabada los diez mandamientos en el idioma de los ángeles. —Sus ojos son
de un azul tan puro que parece que un artista celestial hubiera aplastado zafiros para
fabricar pintura y luego hubiera coloreado el iris con las más delicadas pinceladas—.
Sus alas son tan grandes que te cubrirían por completo, y la punta de cada filamento de
sus plumas son de oro, que reflejan los rayos del sol. —Miguel es un ser tremendamente
hermoso, y absolutamente letal y peligroso—. Si vieras a Miguel, primero quedarías
hechizado con su belleza, pero después saldrías corriendo aterrorizado.

Joel traga saliva, no me extraña que no temiera a ese Miguel que estamos
contemplando. No quiere tener que vérselas con él, y yo no quiero tener que vérmelas
con él. Noto que está temblando, y le cojo la mano.

—Tranquilo, tú tienes algo que él no tiene. A mí.

Intento sonreír para tranquilizarlo y creo que lo consigo. Pero yo sé que no tengo
72

ni la más mínima posibilidad de sobrevivir en una batalla contra Miguel.

Miguel…nuestra historia es tan vieja como el propio mundo. Aún recuerdo


cuando yo no era más que un ángel sin experiencia, que quedó prendada con la fuerza
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

y destreza de Rafael. Soñaba con ser tan buena como él, hasta que conocí a Miguel. Tan
deslumbrante, tan…poderoso. Podía sentir su poder en cada poro de mi piel. Y entonces
quise ser como él. Pero Miguel es un hijo de puta arrogante, y disfrutaba metiéndose en
las mentes de ángeles inocentes como yo, haciendo un despliegue de su masculinidad,
y todos los ángeles caían bajo su hechizo. Excepto yo. Lo único que quería de Miguel
era luchar como él. Y cuando lo conseguí, fue mi turno de entrenar a los nuevos, y un
angelito con mucho talento me cautivó. ¿Sabéis quién, verdad? Castiel. Y Miguel no
podía soportar no conseguir lo que quería. Él fue quien me delató a mi padre, quien me
empujó para que cayera. Siempre reservaré una parte en mi corazón para odiarlo por
eso. Miguel podría tener cualquier cosa que deseara, excepto a mí.

—Te enseñaremos a defenderte, Joel. A luchar contra Miguel y contra cualquiera


que se atreva a intentar hacerte daño.

Ningún capullo tocará a mi chico. Alguna vez habréis oído eso de las prioridades
¿verdad? Pues la mía ahora mismo es mantener a este chico de una pieza. Es una única
carta ganadora para detener el Apocalipsis.

Noto una presencia a mi alrededor, una esencia, y es angélica. No es Castiel.


Esta esencia es más poderosa, más antigua.

—Salgamos de aquí.

Hay una cierta urgencia en mi voz, pero debo alejar a Joel de quien sea que
me está vigilando, nadie puede averiguar que estoy ayudándolo. El chico ha captado la
importancia de largarse y camina a paso rápido. Por supuesto su velocidad no es ningún
impedimento si cualquier ángel deseara atraparlo, porque podría materializarse antes
de que parpadeara, pero me parece imperativo alejarnos lo antes posible. Lo que más
me fastidia es no saber quién anda detrás de mí, una cosa es saber que Lysander me
controla cada minuto, porque sé a quién me enfrento, pero esta especie de sombra que
planea sin forma es más difícil de combatir. Se trata de un ángel, no obstante, ¿de cuál?

—¿Qué ocurre?
73

—Vete a casa sin detenerte en ningún lugar, no hables con nadie, solo date prisa.

Joel no espera a que tenga que repetírselo, mueve los pies y empieza a caminar
a paso ligero. Yo aguardo en silencio. Algo flota cerca de mí, lo siento en cada poro, y
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

camino lentamente alejándome de las calles atestadas de gente. Quien quiera que sea
me seguirá. Me detengo al llegar a un jardín, bajo una farola. Detecto una sombra por
el rabillo del ojo. Se ha movido demasiado rápido como para ser algo humano. Lo que
sea que me acecha vuelve a moverse, raudo como un parpadeo, silencioso, inquietante
como el aullido de un lobo. “Ven bonito, acércate.” Estoy preparada para combatir,
porque puedo invocar mi espada en una fracción de segundo.

Vuelve a haber una sombra entre los árboles e intento disimular una sonrisa.
Escucho el ligero sonido de una espada al desenvainarse, mi espada aparece en mi mano
y me giro con la velocidad suficiente para detener el golpe. Nuestras espadas chocan con
ese sonido característico que no es de este mundo, y las esencias de ambas espadas se
repelen.

—Graziel. —Un viejo conocido. Su mirada de hielo es desafiante, no aleja su


espada de la mía y yo tampoco retrocedo—¿. Vas a intentar matarme?

—He sido enviado a eliminarte.

—¿Y qué hay de Castiel?

Entorna los ojos y sé que ocurre algo. Tal vez no me cuente lo que está pasando,
pero si tiene algún afecto por nuestra vieja amistad, me lo contará.

—A Castiel le ha sido encomendada otra misión.

Siento alivio al saber que me ha escuchado y se ha puesto manos a la obra para


proteger a Joel. O al menos eso es lo que quiero pensar que hace.

—¿Por qué a ti?

—Tengo un largo historial matando caídos. Ya lo sabes. —Sí, lo sé. Graziel y yo


nos conocimos hace muchos años, fuimos entrenados juntos, compañeros de lucha, y
creo que por eso me da tanta rabia que lo hayan enviado a él.

—¿Es que no hay más ángeles en el cielo o qué?


74

Bajo la mano un poco, haciéndole ver a Graziel que estoy dispuesta a darle una
tregua para negociar. Vacila, pero también baja su espada. La luz de la farola ilumina
sus rasgos, no muy llamativos. Es uno de esos ángeles un poco andróginos como los que
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

se representan en cuadros del Renacimiento, sus ojos son de un marrón muy oscuro,
casi del mismo color que su pelo, y va vestido con unos vaqueros y una camiseta sencilla.

—¿Qué estás haciendo, Amatiel? ¿Es que ya no sientes ningún amor por los
humanos?

Oh, él no sabe hasta qué punto los amo. Me llama por mi nombre verdadero.
No mostramos ninguna emoción, no es necesario revelarnos lo que sienten nuestros
corazones. Los ángeles sentimos de manera más intensa que los humanos. Debemos
aprender a sufrir para poder amar. Cuando sufrimos, sufrimos mucho, pero cuando
amamos…ah, el amor es más increíble de lo que se pueda imaginar.

—No he cambiado tanto. Sabes cuál es mi postura en lo referente a ellos. Y no


ha cambiado.

—¿Estás segura? Te he visto con el humano.

—¿Y qué has visto?

Nada que declare que intentara hacerle ningún mal. Graziel lo sabe. No tiene
ninguna prueba en mi contra. Nos une una larga relación, y me cuesta creer que pueda
acabar con ella de una manera tan radical.

—Déjame vivir un día más, Graziel. Tengo un asunto muy importante que
resolver. Cuando esté acabado, dejaré que me encuentres, pelearé, y si me vences en una
batalla justa me arrodillaré ante tu espada y podrás acabar conmigo. Es un buen trato.

—¿Cómo sabré que no estás intentando engañarme?

—Me conoces, te guste o no, y sabes que nunca me he escondido de una pelea.
Te doy mi palabra.

Dios tiene una manera perversa de jugar con el destino. Pero ante todo creo en
el honor de un ángel, pueden ser muchas cosas, pero siempre cumplen su palabra.
75

—Está bien. Por el amor que tuve en el pasado acepto.

—Gracias.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Graziel me asiente lentamente con la cabeza y desaparece. No tengo aspiraciones


de acabar esta “misión” con vida, tengo claro que existe un noventa por ciento de
probabilidades de que acabe muerta antes del gran Armagedón que se avecina, soy
realista.

Pero se me ocurren un par de nombres a los que pedirle ayuda. Y da la casualidad


que a uno de ellos sé dónde encontrarlo.

76
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

INTERLUDIO IV

JOEL

T odo está en completo silencio, no hay ningún tipo de sonido, ni el aleteo de


una mosca, ni el silbido del viento al colarse entre las rocas… Todo lo que
lo rodea está destrozado, ruinas a donde quiera que mire, muerte y destrucción. Son
sus mismos ojos los que contemplan el horror que tiene ante él. El polvo le impide la
visión, pero ese desolador paisaje se asemeja mucho a un desierto. Un desierto vacío y
muerto, en el que el polvo se convierte en un velo translucido. Lenguas de fuego nacen
de una gruta y se extienden ante él, dividiendo el mundo en dos. Mira sus manos y están
manchadas de sangre. Deja caer la espada que está empuñando, que no suena al rebotar
contra el suelo.

Lo más inquietante de todo es el silencio. Un silencio pesado que se filtra por cada
poro, por cada célula…es aterrador. Al otro lado del río de fuego dos rostros lo miran.
Dos ángeles. Reconoce a uno de ellos, es Lillith. Está vestida como una guerrera, con una
armadura de plata, blandiendo una espada celestial de ardientes llamas. El otro es un
ser imponente y cegador. Su rostro parece esculpido en la más delicada piedra, radiante
y sereno, pero en sus ojos puede ver la fiereza del león. Sus alas extendidas miden más
de dos metros y brillan con una intensidad sobrehumana. Siente una inquietud que no
sabe explicar, se apodera de él como una cadena que lo ancla a la tierra polvorienta que
se extiende bajo sus pies. Es el miedo. Un miedo tan intenso y envolvente como jamás
ha sentido antes.

“No te rindas, Joel, eres nuestra esperanza.”

Siente una conexión diferente con ella. En su piel puede sentir el contacto de
unas manos que de pronto le dan fuerza y la valentía regresa a él como arrastrada por
77

las olas del mar. Asiente al escuchar su voz celestial, a pesar de no haber pronunciado
nada, y recoge su arma del suelo. En sus manos es diferente, no es pesada, sino ligera y
poderosa. Sabe lo que debe hacer incluso antes de que la orden aparezca en su mente,
ha nacido para este momento, para interponerse en el camino de quien quiere destrozar
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

el mundo, ha nacido para ser un ángel. El poder se apodera de él, unas alas blancas se
extienden en su espalda y se lanza a través del río de fuego.

Joel Green se despierta de pronto, empapado en sudor y jadeante. Otra vez ese
mismo sueño, pero esta vez el rostro de Miguel también aparecía. Cada vez las imágenes
de su sueño eran más intensas, más vivas. Puede sentir las mismas emociones, todo
va más allá de un sueño corriente. Es más que posible que esa mujer que dice ser un
ángel tenga razón. Ha intentado buscar más soluciones a lo que le ocurre, pero ninguna
explicación encaja tanto como la de Lillith.

Vale, es un nefilim, y lo que quiera que eso signifique, pero no lo librará de ir a


clase. Y lo que es aún peor que ese extraño sueño son las voces. Sonaban como una radio
mal sintonizada dentro de su cabeza y le producían unos dolores intensos. Al menos
en sus sueños el silencio es tan intenso que resulta inquietante, pero estar despierto y
escuchar voces en tu cabeza como un lunático es algo muy diferente. Pero no le importa
cuando se trata de ver a Eva. Con todas las cosas extrañas que están sucediendo en su
vida, ella es la única cosa sólida que le queda para aferrarse.

Nunca había sido una persona creyente, pero la clase de teología era una de
sus favoritas, ahora con mayor motivo. Cuando llega al instituto, sus amigos están
esperándolo en el pasillo, junto a las taquillas. Pero Joel está diferente, se siente
diferente. Algo dentro de él que no es capaz de controlar. Se sienta en su pupitre de
siempre, junto al de Eva y el de Brian, y distraídamente garabatea en su cuaderno lleno
de anotaciones. Piensa en la conversación que tuvo que Lillith, y en todas las cosas que
desconoce, en lo mucho que le queda por aprender y por preguntar. Pero la verdad que
es tiene un miedo irracional que no quiere exteriorizar, porque lo que ve y lo que oye no
es de este mundo, y no sabe cómo combatirlo. Desconoce sus propios límites, y una voz
dentro de su interior quiere salir. ¿De qué es capaz exactamente?

La voz de Eva le hace prestar atención, y lo que dice le resulta tremendamente


interesante.

—Entonces según su teoría Lucifer solo sería el chico bueno. —El proyector
muestra en la pantalla la imagen de un cuadro que representa la caída de Lucifer con
78

todo el esplendor que el pintor quiso reflejar en ese hecho—. Yo creo que Dios tiene la
culpa de que sea como es.

—¿Podría explicar esa teoría, señorita Cohen?


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Bueno, según deja entrever la Biblia su pecado fue amar demasiado a Dios.
Podría haber escogido infinidad de castigos que infringirle, y sin embargo lo expulsó del
cielo. Conocía su naturaleza y también las débiles mentes y corazones de los humanos,
y se arriesgaba a que los corrompiera.

Eso tenía un sentido abrumador. Y parece mentira que la mente inocente de Eva
haya sacado esa conclusión.

—Así que su teoría es que Dios es el culpable de la naturaleza del demonio.

Toda la clase está en silencio, atenta, y Eva parece experimentar una seguridad
que nunca antes había visto en ella. Es una buena estudiante, pero aun así es prudente en
sus respuestas, nunca pronuncia una palabra que no haya medido antes debidamente.

—Es culpable en un cincuenta por ciento. No estoy diciendo que Lucifer no


tuviera su parte de culpa, pero siempre nos dicen que errar es humano. Si Dios es el
encargado de regir el destino del mundo, entonces también ha cometido infinidad de
errores.

¿Estaba diciendo que Dios no sabía lo que hacía? Bueno, él mejor que nadie
desconocía los planes divinos, pero no estaba de acuerdo con esa suposición. El profesor
está a punto de continuar, pero Eva lo interrumpe de nuevo.

—Nunca nos han dicho que amar fuera un pecado, en ese caso, no se debería
castigar a los que anteponen el amor a sus necesidades. Si es cierto que el verdadero
castigo de Lucifer fue su ciega devoción por Dios, no puedo comprender el porqué de
toda esta historia cósmica. En parte, no puedo dejar de pensar que Dios no tuvo el valor
suficiente para acabar con él si tan peligroso era, en el fondo no era capaz de borrar a su
creación.

Es la primera vez que el profesor no tiene una respuesta para uno de sus alumnos.
Todos miran a Eva con diversas reacciones, la mayoría de sorpresa. Joel no deja de darle
vueltas a todo lo que escuchado, y le parece imposible de creer que por fin alguien haya
llegado a una conclusión tan rotunda. La clase ya ha terminado y Brian toca su brazo
79

para devolverlo a la realidad.

—Oye, tío, ¿te encuentras bien?

Joel lo mira y nota que Brian lo está viendo como si fuera a un monstruo.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Perfectamente. ¿Por qué me miras así?

Su amigo frunce el entrecejo. También nota algo extraño en él. Su mirada es tan
fría que hace que Brian mire a otro lado.

—No sé qué le pasa hoy a Eva. Ha soltado un montón de teorías raras. Creo que
ha tenido que fumarse algo antes de clase.

Joel se pone de pie y su silla cae hacia atrás con un sonoro golpe. ¿Por qué
está tan furioso? Siente como si un poder invisible lo empujara a hacer cualquier cosa,
porque se siente capaz de hacer lo que sea. Coge a Brian del cuello de la camisa y lo
amenaza con su puño.

—¡No vuelvas a decir nada como eso de ella!

La cara de Brian se tiñe de terror. ¿Es que no puede ver lo que está diciendo?
¡Está acusando a Eva de estar loca! Merece un castigo…

—Joel, me estás asustando.

Incluso sus ojos son diferentes. Tienen un brillo maligno, él nunca había
amenazado con golpearle. Era su mejor amigo. Ni siquiera se habían peleado cuando
eran niños.

—¡Deja de mirarme como si fuera un monstruo!

Brian intenta empujarlo para alejarlo de él y Joel lo tira al suelo.

—¿Qué coño pasa contigo?

Empieza a respirar pesadamente, las pulsaciones de su corazón han aumentado


tanto que podría estar sufriendo un infarto. Los latidos de su propio corazón lo
ensordecen. Su amigo ha salido corriendo, huyendo de él. Mira sus manos, horrorizado.
Ha sentido el mismo poder que en su sueño, apoderándose de él como un virus.
80

¿Qué acaba de hacer?

Por primera vez Joel se fija en los ojos que lo contemplan desde el fondo de
la clase. Unos grandes ojos dorados. Nadie parece haber visto a ese hombre rubio,
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

de impecable traje blanco, recostado tranquilamente contra la pared del fondo. Y sin
embargo está seguro de que lleva ahí un rato. ¿Un ángel? El hombre del traje blanco se
sienta sobre la mesa del profesor y lo mira.

—¿Eres un ángel?

Asiente con la cabeza.

—Me llamo Castiel. Tú eres Joel.

—Ya sé quién soy.

¿Pero qué se ha creído ese ángel? ¿Qué ha descubierto algo desconocido? ¿Ha
visto lo que acaba de hacerle a su amigo? Castiel camina por la sala, rozando las mesas
con la punta de los dedos.

—Tu amiga tiene un pensamiento curioso.

—Ella está fuera de esto.

Vuelve a salir ese sentimiento de posesión que no puede controlar. ¿Qué está
pasando con él? ¿En qué se ha convertido?

—Tranquilo, Joel. No te pongas a la defensiva, soy de los buenos.

—¿Y cómo puedo saberlo? —No es ningún estúpido. No puede confiar en las
intenciones de nadie, y que haya decidido confiar en Lillith no significa nada. Por el
momento es su mejor baza—. ¿Vienes a matarme?

—No. Vengo a salvarte. Eres especial, Joel. Los demonios quieren usarte como
arma, yo he sido enviado para protegerte, pero muchos ángeles intentarán matarte.

—¡Esto es una mierda! ¿Me estás diciendo que si no dan conmigo los demonios
lo harán los ángeles?

—Sí. Oye, estúpido humano, me estoy jugando mi propia vida por ti.
81

Esa frase le sonaba familiar, ya se lo habían dicho antes. Mucha gente se estaba
jugando la vida por él. No sabía que fuera tan popular.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—¿Quién te ha enviado a protegerme?

—Lillith.

—¿Y normalmente obedeces órdenes de un Caído? ¿O es porque está buena?


¿Te mola?

Lo está poniendo a prueba. Solo quiere comprobar su lealtad, porque de ello


depende su supervivencia. El ángel aprieta los diente e ignora sus comentarios.

—Mi misión era matarla, pero es más importante ocuparme de ti primero. Ella
te cubrirá mientras te enseño a usar tus habilidades.

Joel sigue al ángel hasta el patio del instituto. Ahora sabe que los demás pueden
verle, porque varias chicas de su clase cuchichean algo sobre él. Castiel pasea libremente,
y cuando Joel se da cuenta están siguiendo el camino hasta su casa.

—¿Por qué los ángeles y los demonios estáis condenados a luchar?

—Los humanos podéis ser perversos en vuestros sentimientos, pero sois


humanos. Sin embargo los demonios vienen de otros mundos. Son interdimensionales.
Llegan a un mundo y lo consumen. No saben construir, solo destruir… No saben crear,
solo usar. Agotan un lugar hasta convertirlo en cenizas y cuando está muerto, se trasladan
al siguiente. Es vida lo que quieren…, no solo tu vida o la mía, sino toda la vida de este
mundo, sus ríos y ciudades, sus océanos, todo ello. Y lo único que se interpone entre
ellos y la destrucción de todo esto, somos nosotros.

Los ángeles. Vale, mantenían el equilibrio, pero los caídos habían sido
considerados como demonios, y por lo que él había podido conocer de Lillith, ella no
era como el resto.

—¿Conociste a Lillith?

—No lo sé.
82

¿No lo sabe? ¿Cómo no puede recordarla? Era la viva imagen de un ángel, es


más, si se tuviera que imaginar a un ángel, se parecería a ella.

—¿Cómo es posible que no lo sepas?


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Hay algo en ella que me resulta familiar, un sentimiento, pero por más que
busco en mi memoria no la recuerdo.

—Tío, ¿en serio? ¿Pero tú la has visto bien? Está cañón, si la hubiera visto antes
la recordaría.

El ángel le dedica a Joel una mirada indescifrable. No está acostumbrado a que


lo llamen “tío”. Los humanos tienen una manera curiosa de familiarizarse con todo el
mundo como si los conocieran de algo.

—No voy a compartir contigo mis asuntos.

Joel lo detiene en la puerta de su casa. Castiel lo mira con una ceja alzada, pero
Joel se mueve a la derecha deteniéndole el paso.

—Ni de coña, tío. Mi casa es mi refugio, Andrea y mi madre no van a saber nada
de ángeles.

Castiel sonríe divertido. Nadie más está viéndolo en ese instante, solo Joel.
Puede mostrarse a voluntad. Pero no tiene tiempo para esos estúpidos juegos humanos.

—Debes aprender a usar tus nuevos poderes. La próxima vez, podrías matar a
uno de tus amigos sin que seas consciente de ello.

El chico baja la mirada, avergonzado. Lo que ha pasado hace un rato no tiene


excusas.

—No he podido controlarme.

—Tus sueños han empeorado, ¿verdad?

Ahora está completamente seguro de lo que ha visto. El Apocalipsis. Y por algún


caprichoso deseo del destino él estaba en medio de todo, tenía la clave.

—Son tan reales…a veces me cuesta distinguir qué he soñado y qué no. Puedo
83

sentir como si mi cuerpo estuviera realmente allí, como si lo estuviera viviendo. —


Recuerda las imágenes tan desoladoras y una punzada de dolor le atraviesa el corazón—.
¿Va a pasar?
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—No si podemos evitarlo. —Y deben evitarlo. Nadie dijo que la victoria fuera
fácil, pero quedaba un largo camino por recorrer—. Ni siquiera sabrán que estoy aquí.
Vamos, nefilim, tienes muchas cosas que aprender.

A Joel no le gusta que use ese término para referirse a él. Si solo puede verlo él,
entonces no hay ningún problema. Lo hace pasar a su casa, una decoración sencilla lo
recibe, sin demasiados lujos, pero con cierto gusto. Joel deja su mochila en el perchero
del pasillo, junto a la puerta y se quita la chaqueta.

—Joel ¿estás en casa?

—Sí mamá.

Joel hace señas a Castiel para que suba al segundo piso, el ángel sonríe divertido
y se toma su tiempo, paseando su mirada por los muebles.

—Bonita casa.

—Te ofrecería una cerveza, pero no sé si los ángeles bebéis alcohol.

Castiel no sabe lo que es la cerveza, pero de todas formas no habría podido beberla.

—No bebemos nada. Ni comemos.

La madre de Joel asoma la cabeza por el marco de la puerta de la sala, con la


camisa manchada de pintura.

—¿Estás hablando con alguien?

—Er…no, no. No hablaba con nadie. —Tose disimuladamente y esquiva a


Castiel—. ¿Andy ha vuelto ya del colegio?

—Hoy tenía una excursión. No volverá hasta la tarde.

—Heh. Estaré en mi habitación.


84

Su madre le sonríe mientras Joel le limpia una mancha de pintura roja de la


cara. Cada vez que decidía pintar un cuadro acababa con más pintura en su cara que en
el lienzo. Pero le gusta que lo haga, es una de las pocas veces que no está triste. Apenas
habla de su padre, tal vez porque aún le duele recordarlo.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Castiel acompaña a Joel a su habitación, cierra la puerta y pone un disco en el


reproductor para amortiguar las voces. Joel hace un gesto de tocar la batería y Castiel lo
mira con expresión entre el desagrado y la diversión.

—¿Qué pasa? ¿No te gusta?

—No. ¿De dónde ha salido esa música?

—Oh, venga ya, tío. Son Aerosmith.

Castiel lo mira sin comprender, pero nunca llegaría a entender a unos dioses del
rock. Se sienta en el borde de la cama y mira con impaciencia al ángel.

—Agradecería que dejaras de llamarme “tío”. No me gusta. Mi nombre es Castiel.


Y no somos familia.

Para ser un ángel es demasiado cascarrabias y quejica. Si una semana antes le


hubieran preguntado cómo eran los ángeles los habría descrito a todos con una bonita
arpa en las manos y mejillas sonrosadas.

—¿Qué me ha pasado hoy?

Castiel se apoya contra la mesa de escritorio y guarda las manos en los bolsillos
de su pantalón.

—Es el poder. Lo llevas en las venas, en cada poro. Suele pasar, pero tienes que
controlarlo. Has estado a punto de pegarle a tu amigo.

Joel aparta la mirada de él y la fija en la alfombra. No tiene excusa para haberse


comportado así con Brian. Ni siquiera había sido consciente de lo que estaba haciendo,
como si no controlara su propio cuerpo.

—¿Puedo controlarlo?

—Por supuesto. Lo harás con un poco de práctica. Está en tu naturaleza. Pero


85

tienes que entrenarte.

Joel se pone en pie de un salto, con un humor diferente, dispuesto a convertirse


en un guerrero.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Para alguien como tú es muy fácil caer en el camino equivocado, solo tienes
que cruzar una delgada línea. Intentaré mantenerte alejado de esa línea.

—Bueno, ¿qué se supone que debo hacer?

Castiel observa la habitación. Tiene un hurón en una jaula cerca de la ventana.


Coge al hurón, lo acaricia y lo pone encima de Joel.

—Vamos a empezar por algo sencillo. Como nefilim puedes comprender a los
animales, saber lo que piensan. Tu primer entrenamiento consiste en comunicarte con
tu hurón.

Joel mira la cara del animalillo y pone cara de disgusto.

—¿Hablar con Scrab? ¿Estás hablando en serio?

—Yo nunca bromeo.

Sí, de eso está seguro. Parece bastante serio, y bastante aburrido. Joel levanta a
Scrab para mirarlo a sus ojos. Parece un felpudo con ojos. Nunca ha reparado en lo feo
que es hasta ahora.

—Vale, ¿cómo lo hago? ¿Le hablo y espero a que me conteste?

—Si tienes tanta paciencia… —Está bromeando, mira por dónde—. Intenta
concentrarte en escuchar sus pensamientos. Tómate tu tiempo, siente cómo tu mente se
conecta con la suya hasta que notes esa sensación como una especie de “click”.

Joel hace lo que pide. Intenta mantener su mente en blanco, respira


calmadamente, mira fijamente los ojos redondos y negros de su hurón, concentrado,
buscando ese algo que necesita para contactar con él, y lo siente, nota una conexión.

“Pipas”

—¡Lo oigo! Quiere pipas.


86

Es un comienzo muy bueno. Castiel sonríe satisfecho. Ha tardado menos de lo


que esperaba, lo que significa que puede ser un alumno brillante.

—Aprendes rápido.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—¿Solo sirve con animales? Quiero decir, ¿puedo comunicarme mentalmente


con humanos? ¿Oír sus pensamientos?

—No. Es posible que si te concentras lo suficiente puedas conectarte con un


ángel, y podréis compartir pensamientos, pero no será posible hasta que despertemos
tu mitad de ángel.

—¿Por qué no he podido hacer todo esto antes?

—Esa mitad de ti ha permanecido dormida hasta que has cumplido los dieciocho.
Pasa con todos los nefilim.

Bueno, no conoce a ningún otro nefilim para comparar. Vale, ya ha descubierto


que puede escuchar a su hurón, pero quiere llegar más allá. Descubrir que quiere pipas
no es gran cosa, pero con un poco más de práctica tal vez pueda llegar a una comprensión
más profunda.

87
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

CAPÍTULO VI

L a persona a quien busco, es un demonio. Bueno, técnicamente, no nació


demonio. Es un Caído, pero se hizo con el alma de un mortal, y se pasó al
bando del mal. La última vez que lo vi fue en una reunión bastante seria, en casa de
Lysander. El tío en cuestión se ha hecho con una casa que no tiene nada que envidiarle a
las de los señores feudales de la antigua edad media. Una impresionante mansión situada
en lo alto de una colina en Escocia. La verdad es que el exterior es un poco sombrío, con
gárgolas siniestras que te observan desde todos los ángulos. ¿Pero qué se puede esperar
de alguien que ha estado encerrado en una gruta durante siglos? Un jardín con flores
no, seguro. No es un lugar con mucha seguridad, pero claro, un demonio como él no
necesita seguridad.

—Me gusta cómo te lo has montado aquí. Muy acogedor.

El demonio de pelo negro y rizado, con todo el torso lleno de tatuajes tribales ni
se gira en su enorme dormitorio de piedra para mirarme. Él está puliendo un arma, sin
camiseta. Le encanta exhibirse.

—No pensé que recibiría tu visita, Lillith.

El guerrero se digna por fin a mirarme. No negaré que es extremadamente


atractivo, pero el tiempo de cautiverio le ha conferido una dureza aún mayor de la que
ya poseía. Sí, se podría decir que ese misterio, su oscuridad y su pasado lo hacen más
atractivo. Deja la espada sobre una enorme mesa de piedra y se cruza de brazos.

—No es una visita de cortesía, Azazel.

Os estaréis preguntando por qué estoy en la habitación de Azazel, haciendo


tratos con un demonio. Es muy sencillo. Lo comprenderéis todo en breve.
88

—¿A qué has venido?

Desliza hacia mí una copa de vino sobre la mesa y doy un trago. Esta sí es manera
de tratar a los invitados, aunque se cuelen en tu casa.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Quiero pedirte ayuda. Una alianza.

—Alianza. ¿Contra quién?

—Contra Lysander. Y contra Lucifer, por supuesto.

¿Contra quién si no? Me mira muy seriamente mientras sorbe su copa. Sus ojos
violetas me estudian con sorpresa.

—Contra Lucifer. —Repite las palabras en voz baja—. Y supongo que también
contra Miguel.

—Por supuesto.

—Estás loca.

Lo sé, reconozco que a veces tengo ideas un poco extrañas, pero por lo general
salen bien. Y por desgracia es la única posibilidad que tenemos de ganar esta guerra.
Azazel es uno de los más poderosos, tenerlo de nuestro lado sería una gran ventaja.

—¿Por qué querría llevar a cabo una rebelión contra Lucifer? Sería un suicidio.

—Rebelarnos contra el cielo, contra el infierno. —Sé que se muere de ganas. Es


un rebelde empedernido—. Quieren destruir este mundo, Azazel. Las cosas ya no son
buenas o malas. Los ángeles están haciendo tratos con los demonios, no hay nadie que
no esté corrompido.

—¿Eso te lo ha dicho tu nefilim?

No me sorprende que Azazel sepa eso. Lysander se ha encargado de informar a


todos los Señores Oscuros de la existencia del nefilim para asegurarse así de que no deja
cabos sueltos. Pero Azazel es más listo para no caer en sus juegos.

—Has pasado 5000 años encerrado ¿y vas a permitir que el mundo se vaya a la
mierda?
89

Deja la copa con demasiada fuerza sobre la mesa, y el cristal se hace añicos.
Recuerda muy bien su cautiverio. Enoc habló sobre él cuando escribió su libro. Describió
su tormento.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Cinco mil años…

Y recita de memoria:

“Encadena a Azazel, de pies a cabeza, y arrójalo a las tinieblas; y abre el


desierto, que está de Dudael, y arrójalo allí. Cúbrelo de toscas y cortantes piedras
y cubre también su rostro para que no vea la luz. Y el gran día del Juicio, que sea
arrojado a las brasas. Toda la tierra ha sido corrompida por obra de Azazel; achácale
pues todo pecado.”

Mucho tiempo ha pasado desde que él engendrara a los primeros nefilim, desde
que convenció a un grupo de ángeles para encabezar una rebelión y bajar a la Tierra.

—Tú amabas a los humanos. Dejaste el cielo por ellos. Tuviste hijos con ellos.

Azazel camina por la habitación, con indecisión. Sé que debajo de esa coraza de
hierro, ira y maldad, sigue amando a los humanos. Nunca ha dejado de hacerlo.

—Y fui castigo por ello. Muy duramente.

—Pero no te arrepientes, y volverías a hacer lo mismo. —Sus ojos violetas se


cruzan con los míos. No somos tan distintos—. Toda la eternidad nos han dicho que los
ángeles y los demonios no podemos amar. Pero los dos sabemos que eso no es cierto.
Fuimos ángeles, tiempo atrás.

Lo que se esconde en el corazón de Azazel, no lo revelará ante nadie, pero yo


conozco sus deseos. Un ángel fue enviado a destruirlo, poco después de ser liberado,
pero no lo hizo. Ahora ese ángel está en peligro. Aunque desconozco por qué enviarían
a un ángel de luz a matar a un demonio.

—Un ángel puede amar a un demonio, y un demonio puede amar a un ángel.

Seguimos la línea de nuestros pensamientos. Y me guardo un as en la manga


por si no acaba de decidirse.
90

—Ahriel corre peligro. Khamael ha hecho un trato con un demonio para hacerse
con ella.

Por primera vez desde que lo conozco, puedo ver algún tipo de emoción en él.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Cierra los puños con fuerza en los costados.

—Khamael…maldito perro del cielo…

Hay unas cuantas razones por las que él, un demonio, estaría dispuesto a
ayudarme. Una es Ahriel, la otra, la supervivencia.

—¿Qué me dices entonces, Azazel? ¿Lucharás conmigo?

Azazel se esfuerza por serenarse. Cuando lo logra, me mira con una expresión
glacial.

—Lucharé.

Tengo un aliado. Es muy probable que solo nosotros dos tengamos alguna
posibilidad de vencer, pero se incrementará el número de aliados. Hay muchos ángeles
y demonios dispuestos a colaborar, solo tengo que encontrarlos. Me despido de Azazel.
Mi nefilim está esperándome. Tengo muchas cosas aún por enseñarle, y debo darme
prisa antes de que Lysander empiece a sospechar. Una cosa curiosa de los ángeles es que
si nos concentramos lo suficiente en un humano podemos sentirlo, saber dónde está,
qué hace, qué siente. No es muy difícil de lograr.

Mi encantador humano tiene compañía. Se trata de mi encantador ángel. Aún


hoy no puedo evitar que se me acelere el corazón solo con verlo. Me mira con una
interrogación dibujada en su rostro cuando me materializo en el cuarto de Joel. Todavía
no me recuerda. Joel está escuchando una de esas canciones modernas de rock, y la cara
de Castiel es de disgusto.

—¿Qué pasa, Castiel, no te gusta la música?

Me resulta divertida su expresión. Un poco más y pasaría de desagrado a


verdadera repugnancia. Reconocería una canción de Aerosmith en cualquier parte. Es
una de las pocas canciones que me gustan. Está acostumbrado a los coros angelicales del
cielo, o las melodías clásicas que tocan los ángeles con sus arpas.
91

—Prefiero los coros angelicales.

Gruñe como un perro. Intento esconder mi sonrisa, sabía que esa sería su
respuesta. Su aspecto fiero no me intimida lo más mínimo. Mientras no me recuerde me
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

divertiré torturándolo un poco. Solo un poquito.

—No debes llevar ni una semana en la Tierra. Una semana más y no podrás
sacarte esta música de la cabeza.

Joel parece estar en otro mundo, concentrado fijamente en mirar a un hurón


marrón que tiene entre las manos. Un hurón… ¿Qué hace?

—Intenta escuchar sus pensamientos.

Castiel contesta a mi pregunta sin tener que formularla en voz alta. No han
estado perdiendo el tiempo en mi ausencia, al fin y al cabo.

—Dudo que eso le pueda ser útil ahora. Debería estar aprendiendo a usar una
espada.

—Todo a su debido tiempo. Primero debe conectar con su mitad de ángel para
asumir su destino, y ese es el camino más rápido.

Hablar con hurones. Esos bichos con aspecto de rata alargada. Muy útil. Esto
avanza más despacio de lo que esperaba. A este ritmo los demonios tendrán su alma y
nada de esto habrá servido para nada.

—No tenemos tiempo para ir despacio. Sáltate las lecciones básicas y pasa al
nivel avanzado.

—Para ser alguien inmortal no tienes mucha paciencia.

Todavía sabe cómo exasperarme sin necesidad de practicar. Cómo odio que
hago eso.

—Graziel está aquí, en la Tierra. Ha sido enviado a terminar tu misión.

Sabe a qué me refiero. Un compañero de armas. Me gustaría poder decir que


he visto un destello de preocupación en sus ojos, pero me mentiría a mí misma. Joel no
92

me será de mucha ayuda mientras esté charlando con su amiguito peludo y escurridizo.
Dedico una significativa mirada a Castiel y me sigue fuera de esa casa. Necesito tener
una conversación con él, y quiero privacidad.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Es algo que necesito intentar desesperadamente. Cuando estábamos en el cielo,


mucho antes de que todo esto ocurriera, y él estaba preocupado por algo, solía tocar su
mejilla, rozaba su oreja y siempre me sonreía. Deseo que funcione.

Rozo su rostro con mi mano, y la detengo allí, sobre la cálida piel de su cara, sin
romper el contacto. Miro sus ojos, suplicante, desesperada por obtener algo, deseando
que recuerde cualquier cosa. Parpadea varias veces, y se aleja bruscamente de mí con un
jadeo. Creo que ha funcionado.

—Cass… ¿has olvidado todos los momentos que pasamos juntos?

Una pizca de comprensión aparece en él. Le he llamado Cass. Solo yo lo llamo


así. Su expresión cambia por completo, perplejo. Como si una laguna seca se hubiera
llenado de repente en su memoria. ¡Me recuerda! Tal vez haya funcionado como la
última vez, y los recuerdos de nuestros comienzos sean los primeros que aparezcan.

—Tú me entrenaste.

Sonrío. Es un comienzo. Así fue como nos conocimos.

—Y eras el mejor. Me sentía orgullosa de ti, eras mi favorito, siempre lo fuiste, y


quería que nuestro padre también estuviera orgulloso.

Castiel cierra los ojos y más recuerdos vienen a su mente. En ese infranqueable
muro que se ha levantado alrededor de sus recuerdos empiezan a surgir los primeros
resquicios, y por esas fisuras los recuerdos fluyen libremente, poco a poco. Empieza a
recordarme, y estoy feliz por ello. Pero solo recuerda algunas cosas, cosas que no nos
ayudarán a ninguno de los dos.

—Nuestro padre te amaba, más que a mí, incluso más que a Miguel. Y te cortaste
las alas.

—¿Crees que fue por decisión propia? No fui yo quien se lanzó a la Tierra.

—Sucumbiste a la tentación. Eras su favorita, y él no pudo soportarlo.


93

Me niego a pensar que fuera así. Yo no era su favorita. Aparto la mirada de él,
sintiéndome culpable, porque nunca me he arrepentido tanto de ser un Caído como
estando cerca de él. Dios no me amaba, este no es castigo para quien se ama.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Padre nunca nos dijo cómo luchar. Solo nos advertía que tuviésemos cuidado.
¿Pero cuidado de qué? No sabíamos nada. Sin embargo, tú siempre has seguido sus
órdenes…

—Cumplo mi misión. —Esa convicción suya me saca de mis casillas. Tan


obstinada y honorable. A veces desearía que hiciera algo que no debe.

—Esta guerra no es nuestra. Ya no. Llevamos demasiados siglos matándonos


entre nosotros. ¿No lo entiendes? Ningún bando puede ser el ganador. Dios se divierte
con este estúpido juego, sacrifica peones, y nosotros solo hacemos la guerra más
interesante. A Dios no le importa nada, y no voy a dejar que este mundo se vaya a la
mierda por su diversión. Nosotros también vivimos en él.

Puedo ver la comprensión en sus ojos. Tengo todas mis esperanzas puestas en
Joel, es la esperanza de la humanidad, y debo confiar en él. Pero está muy lejos de
alcanzar el objetivo. Castiel me da la espalda y aprieta espesos mechones de su cabello
entre sus manos.

—¿Por qué me resulta tan difícil matarte?

Porque en el fondo de su corazón me ama. Siempre me ha amado. Incluso en su


olvido. No puedo responderle eso, aún no está preparado para oírlo.

—Porque eres justo.

Suelta de pronto una risa irónica y veo cansancio en su expresión cuando me


mira.

—Eres un caso curioso, Caído.

—Te pediría que no me llamases así.

—Lillith.

Siento un estremecimiento en las piernas al escuchar mi nombre pronunciado


94

de sus labios. Es la primera vez que utiliza ese nombre conmigo, pero produciría el
mismo efecto en mí si me llamara de cualquier otra manera.

—¿Por qué crees que soy un caso curioso?


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Los Caídos sucumben al pecado, la mayoría se convierten en demonios, sin


embargo, aunque he sido enviado para eliminar tu mala influencia del mundo, no puedo
ver esa clase de maldad en ti.

Es la cosa más bonita que me ha dicho desde nuestro reencuentro. No quiero


romper ese sentimiento encontrado hacia mi persona, pero no soy la santa que él cree.
He hecho cosas que lo horrorizarían, en ocasiones he podido ser más cruel que los
demonios, y lo he disfrutado. Esa es una desventaja del mal. Cuanta mayor maldad
acumules, más disfrutarás de ella. Es como una droga, al principio parece inofensiva,
pero te destruye lentamente. Y ya no hay vuelta atrás.

—¿Sueles sacar conclusiones precipitadas?

No sé si tomarme su sonrisa como algo bueno o algo malo.

—Descuida, no olvido con quién estoy tratando. —Desvía la mirada hacia el lago
artificial del parque en el que nos encontramos, sin que los humanos adviertan nuestra
presencia, y después vuelve a mirarme—. Hay muchas cosas que no entiendo de este
mundo.

Me encojo de hombros. Yo tampoco lo comprendo todo, este mundo no deja de


sorprenderme diariamente, y no creo que llegue a conocerlo totalmente.

—Quizá pueda echarte una mano.

Señala a su alrededor. Una pareja que camina cogida de la mano en su primera


cita, un chico haciendo deporte con su perro, una madre empujando el carrito de su niño.

—Todas estas personas, parecen no necesitar la presencia de Dios, desconocen


la batalla que se libra a su alrededor, todos los días, y son felices.

—Los humanos son diferentes a nosotros. Fueron creados de forma distinta,


ellos tienen…algo especial. En parte su felicidad deriva de su ignorancia.

Y los envidio por eso. Qué daría yo por saber la mitad que ellos.
95

—El escepticismo de la raza humana.

—Se han vuelto sumamente incrédulos. Pero esa incredulidad les acerca más al
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

mal de lo que creen. Nadie es plenamente libre, todos estamos atados a algo, a nuestras
convicciones e ideas, a nuestras limitaciones…Todos tenemos un lado malo y otro bueno.

Y ese todos, quiere decir TODOS. Sin excepción. Aunque en su favor diré, que
no he encontrado a nadie absolutamente malo o asquerosamente bueno. Nuestras dos
mitades confluyen alguna vez, pues he podido comprobar, que hasta el corazón más
duro y frío de todos puede derretirse alguna vez con el calor del amor.

—La llegada del nefilim fue profetizada. Por un ángel.

—Metatrón.

Asiente. Aunque tenga nombre de robot japonés, es un ángel muy antiguo,


poseedor del don de la clarividencia. La mayoría de las profecías vienen de él, claro que
muchos humanos que se proclamaban profetas las usaban como propias. Lysander una
vez consiguió una profecía de Metatrón, desconozco el cómo, pero puedo asegurar que
no le gustó, y soltó una retahíla de tacos y maldiciones en idioma demoníaco, que no voy
a reproducir aquí porque no son aptos para oídos delicados.

—El encargado de decidir la balanza de esta guerra. ¿Ese chico? No estoy seguro.
No está preparado para afrontar lo que se le viene encima, debería estar viviendo su vida
tranquilamente como los chicos de su edad.

—No lo subestimes. Todos hemos sido jóvenes e inexpertos.

Incluidos nosotros dos. Ha podido ver que aprende a un ritmo impresionante


y si conseguimos que sea capaz de protegerse a sí mismo habremos hecho suficiente.
Nadie más habría apostado por él, nadie se molestará en velar por su seguridad, solo
pretenden usarlo como un arma más hasta que deje de ser útil. Avanzamos por el parque,
contemplando la verde hierba, los patos que nadan en el estanque, las risas de los niños
jugando. Me recuerda tanto a mi vida humana…

—¿Por qué no he podido recordarte hasta este momento?

No tengo la respuesta exacta a esa pregunta. Tengo muchas teorías al respecto,


96

pero me inclino por una.

—Tu memoria fue borrada. Supongo que necesitabas un estímulo que


desencadenara tus recuerdos.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Parece sorprendido. Es desconcertante descubrir de repente cosas que creías


que nunca habían sucedido, descubrir de pronto que tenías una vida que no recordabas.
La interrogante de sus ojos me dice que quiere conocer la verdad, pero por el momento,
desaparece con una leve despedida. Lo confieso, estoy nerviosa porque no sé cómo
se tomará la verdad. Ha pasado mucho tiempo, y ha podido cambiar de una manera
insospechada.

Suspiro, y vuelvo caminando a la casa de Joel. Ahora me apetece hacer las cosas
como las haría un humano. Llamando al timbre. Una mujer morena, delgada, con el
pelo recogido en una trenza lateral y ropa sencilla abre la puerta. Le sonrío. Viendo a esa
mujer puedo entender por qué Jeliel dejó el cielo y se arriesgó al castigo.

—Buenas tardes. Soy la profesora particular de Joel.

—¿De Joel? No sabía que necesitara clases particulares.

—Se apuntó a idiomas, y a menudo los alumnos necesitan de ayuda extra.

La mujer me invita a pasar y por primera vez estudio el resto de la vivienda.


Tiene buen gusto para la decoración, se nota que es una mujer elegante, pero claro,
comparado con la habitación de un adolescente, parece el palacio del sultán de Brunei.
Sentada frente a la mesa de café, una niña de pelo oscuro dibuja en un papel mientras
tararea la canción de un anuncio. Deduzco que es Andrea.

—Disculpe mis malos modales. —Me tiende una mano y la estrecho—. Mina
Green.

—Lilly.

Quedaría algo raro que le diera mi verdadero nombre. Saldría corriendo detrás
de mí con una cruz en la mano, y tendríamos que pasar una situación incómoda cuando
me mojara con agua bendita y me estropeara el peinado. Presiento que es una mujer
inteligente, y seguro que descubrió algo de la verdadera identidad del padre de su hijo,
y eso me hace preguntarme quién es el padre de la niña. La mujer se disculpa y sube las
97

escaleras para buscar a Joel.

Me fijo en la niña. Tiene un parecido asombroso con su madre. Me mira con una
sonrisa inocente. Deja el lápiz sobre la mesa y se sienta a mi lado en el sofá. Para tener
cuatro años parece bastante despierta.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Hola.

—Hola. Soy Lillith.

La niña me mira con curiosidad y toca distraídamente una de las ondas de mi


pelo.

—Eres un ángel.

Y lo dice de forma literal. Le sonrío. No es de extrañar que pueda percibirlo,


los niños tienen una mayor sensibilidad para esas cosas. Siempre he sentido debilidad
por los niños, me parecen personas inocentes de alma pura. Extiendo una mano y ella
pone su manita encima. Puedo enseñarle algunos truquitos. A través del contacto físico,
le permito que vea mis alas. Ya no son blancas, pero siguen siendo impresionantes. La
niña las mira impresionada y empieza a emitir una risita encantadora. Los pasos en la
escalera hacen que gire la cabeza y la cara de Joel está tan impresionada como la de su
hermana. Supongo que es la primera vez que ve unas alas de verdad.

Baja los escalones a toda velocidad y se queda mirando a la niña, después a mí.
Le sonrío como si nada. Abre la boca para protestar, pero no emite ningún sonido.

—Hola, Joel. ¿Qué tal tus estudios?

Parpadeo un par de veces. Me divierten mis propios chistes. No creo que haya
sacado mucho de un hurón.

—Señorita… —Susurro el nombre en un tono casi imperceptible—. Señorita


Lilly, tengo algunas dudas.

—Bien, subamos a tu cuarto, entonces.

Me despido de Andrea con la mano y subimos las escaleras mientras Mina Green
se acomoda en su sillón. Joel espera a cerrar la puerta de su habitación para hablar.

—¡Estás como una puta cabra! ¿Cómo se te ocurre enseñar las alas? ¿Y si mi
98

madre las hubiera visto?

—Tu madre no puede verlas aunque quisiera. Por cierto, ¿quién es el padre de
Andrea?
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Joel se mueve incómodo. Algo me dice que no se lleva muy bien con el padre.

—El novio de mi madre, Phil. Viaja mucho y apenas viene por casa.

Nuestro amigo peludo está dentro de una jaula. Lo saco y toco su cabeza con la
mano.

—¿Qué está pensando?

Pongo a prueba el don de Joel. Quiero saber si ha avanzado o si tenemos que ir


por otro camino de aprendizaje.

—Quiere pipas. Es lo único en lo que piensa este bicho.

Miro al animalillo. Parece que sí está aprendiendo. Dejo al hurón en su jaula,


junto a un montoncito de pipas, y saco una especie de linterna plateada del bolsillo de
mi chaqueta. La pongo en la mano de Joel.

—Es una espada. Sus llamas no aparecerán a menos que así lo desees. Practicarás
con ella hasta que seas capaz de forjar la tuya propia amasando el aire a tu alrededor.

La espada la he cogido de la colección privada de Lysander. Es angélica,


pertenece a algún desafortunado ángel que tuvo la mala suerte de perder en un duelo
contra Lysander. Un fuerte grito ensordece mis oídos. Comparable con un ultrasonido,
se clava en cada nervio y a punto estoy de caer al suelo.

—Lysander…

Me está llamando, no, me está ordenado. Está enfadado, furioso ni llega a


describirlo. Es en estos momentos cuando deseas no sentir dolor, pues es lo único que
te espera.

—¿Qué te pasa?

Agarro su mano con fuerza y tiro de él para hablarle en voz baja.


99

—Busca a Castiel. Contareis con la ayuda de un demonio, Azazel. Dile que él me


ha descubierto.

No necesitará más especificaciones. Azazel es el único que puede ayudarme en


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

este momento. Debo salir de allí antes de que se aparezca y mate a cada ser vivo que
haya en esta casa. La voz de Joel queda ahogada en mi cabeza mientras me desvanezco.
Aún no he tocado el suelo de mármol negro, cuando la mano de Lysander golpea contra
mi mejilla y caigo con brusquedad al suelo.

Cierra su puño alrededor de mi cuello y siento que me falta el aire. La sensación


de sentirse vulnerable es horrible. Estoy atrapada en un cuerpo humano, como muchos
ángeles, como muchos demonios, y no puedo escapar. Lysander lleva las manos
protegidas por unos gruesos guantes, saca una bolsa de tela y de ella extrae unas esposas
que brillan con una luz siniestra.

—No te atrevas a ponerme eso.

No puedo evitar tener miedo. Sé de lo que están hechas. Del mismo material que
nuestras espadas. Intento zafarme, pero el poder demoníaco de Lysander me paraliza
impidiéndome moverme, y me coloca las esposas. Lanzo un grito de dolor. Me empuja
hasta una pequeña habitación sin ventanas, sin ventilación, sin luz, y engancha las
esposas a una cadena similar que ajusta al suelo. La argolla podría romperla fácilmente
todo aquel que fuera capaz de soportar el dolor de entrar en contacto con las esposas
y la cadena. Cualquier movimiento brusco será una agonía. Y por el momento intento
ahorrármelo.

—No has dejado de ser un maldito ángel. A pesar de los castigos tú no aprendes,
aún conservas el valor para actuar a mis espaldas.

Escupo en su cara, y espero su golpe. Pero nunca llega. Detiene su mano a


milímetros de mi piel, y acaricia mi mejilla con los nudillos. Ningún roce puede ser tan
siniestro. Aparto la cara y miro a otro lado, pero me agarra con fuerza de la mandíbula
hasta que lo miro. Sus ojos me recuerdan todas las torturas a las que me ha sometido, y
me dicen que no son nada comparado con lo que me espera.

—Puedes luchar contra esas cadenas todo lo que quieras, y solo morirás en el
intento. Vas a pasar mucho tiempo aquí, de ti depende que sea una estancia soportable,
100

o por el contrario se convierta en un tormento indescriptible.

No me ganaré una muerte rápida y piadosa. Lysander disfruta con el sufrimiento,


es un torturador nato, y esto, es lo más piadoso que me concederá. No tengo más opción
que quedarme en el suelo de rodillas. Si me muevo, las esposas me quemarán la piel.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—No ganarás esta vez, no vas a corromperlo.

—¿Tan estúpida eres que piensas eso?

Me estremezco cuando hace aparecer su espada y rasga mi chaqueta para dejar


mis brazos al descubierto. El zumbido en mis oídos me arranca un estremecimiento.

—¿Vas a matarme? —Intento sonreír con frialdad. Altiva.

Coloca su espada con suavidad, casi con dulzura, debajo de mi clavícula. Me


quema la piel como un ácido, arrancándome un alarido de dolor. Ni siquiera encuentro
palabras humanas para describir el horrible dolor que producen las espadas demoníacas,
pero puedo afirmar que la mente humana todavía no ha descubierto ningún arma que
se le pueda comparar.

—Tienes una fe desproporcionada en ese humano. Todos son débiles, acabará


por entregarme su alma. Igual que todos.

—Me encantará ver como lo intentas y fracasas.

Entre jadeos, aún tengo fuerzas para desafiarlo. Estoy harta de temerle, no
quiero seguir viviendo teniendo miedo de él. Lysander se pone de pie, me ignora, y me
deja allí, sola, de rodillas en mitad de la oscuridad. ¿Por cuánto tiempo? Hasta que sea
demasiado tarde.

101
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

INTERLUDIO V

CASTIEL

Castiel está tremendamente inquieto. Cuando ella lo tocó vio un montón de


imágenes en su cabeza, se vio a él mismo en el cielo, hace eones, luchando
mano a mano con aquella conocida como Amatiel. Ese era su verdadero nombre. Y
el sentimiento que lo invadió cuando la recordó era tan fuerte que lo dejó abrumado.
Recordaba su rostro en el cielo, él la había amado en algún momento del pasado. ¿Pero
seguía siendo así? Aún permanecía ese sentimiento.

Había sentido la llamada de Joel y había ido en su busca. Estaba nervioso


cuando lo encontró.

—Han descubierto a Lillith. Me pidió que buscaras a Azazel. —Había dicho el


nefilim.

¿Cómo había podido pedirle que se aliara con un demonio? Pero ella estaba
ahora en peligro, y teme por lo que los demonios puedan hacerle. Peor que la muerte,
que sabe que no le proporcionarán. Su corazón da un respingo de pronto, sobrecogido.
Debe buscar al demonio.

Los muros de piedra que lo acogen no pueden impedir que los atraviese espada
en mano. Y como era de esperar, el demonio lo recibe de la misma manera.

—Maldito ángel. ¿Ya no esperáis a cruzaros con nosotros que vienes a mi casa a
matarme?

—No estoy aquí para matarte, demonio. Pido tu ayuda. —El demonio sonríe
102

sarcásticamente y Castiel aleja su espada.

—Últimamente mi ayuda parece muy solicitada. Quizá deba ponerle precio.

Castiel aprieta su puño para controlar su desagrado. Jamás haría un trato con
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

un demonio pero su orgullo y su honor los guardará hasta que tenga otro momento para
sacarlos.

—Detesto a todo demonio, y no dudaría en matarte con mi espada ahora mismo,


pero si he venido hasta aquí es porque tu ayuda es lo único que puede salvar a Lillith.

El demonio parece consciente del significado de sus palabras. Hace desaparecer


su espada y se apoya con la mesa, pensativo.

—La ha descubierto, ¿verdad?

—Sí. Ella me pidió que te buscara. Pero no puedo entender por qué quieres
ponerte en contra de los tuyos.

El demonio llamado Azazel camina por la habitación. Empuja unas pesadas


puertas de madera maciza y Castiel le sigue hasta una enorme sala.

—Tú luchas porque está en tu naturaleza. Déjame a mí mis motivos.

El demonio se cubre con una cazadora de cuero negro, se ajusta unas botas, y
sonríe.

103
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

CAPÍTULO VII

En el tiempo que llevo encerrada y encadenada, he recibido la visita de Lysander


en tres ocasiones. Las tres para torturarme. He tenido algunos recuerdos de mi vida en
Roma, alrededor del año 47, cuando vivía en una modesta casa a la afueras de la gran
metrópoli. Era feliz sin necesidad de grandes lujos. Una época feliz. Pero esos recuerdos
desaparecieron cuando Lysander volvió. La última vez que me ha visitado, se ha tomado
la libertad de cambiarme de ropa. Mi ropa ha sido sustituida por una túnica romana,
roja y dorada y puedo asegurar que Lysander se ha encargado muy bien de toquetearme
mientras lo hacía. Ha sido un tortura, pues las esposas me han rozado y el dolor es
insoportable.

—¿A qué viene todo esto?

—Voy a recibir a mis invitados con una bacanal, como en los viejos tiempos. —
Afloja la cadena y me permite ponerme de pie—. Y tú te comportarás como una servidora
leal y abnegada.

Una bacanal…los demonios las adoran. Y a juzgar por la transparencia de mi


ropa yo soy uno de los platos principales. Los romanos eran paganos, adoraban dioses
vengativos y lujuriosos que imploraban sangre. Desliza las esposas hasta quitármelas y
me empuja fuera de esa habitación oscura.

La imagen que me espera es inconmensurable. Demonios por todos lados,


bebiendo, torturando a otros demonios, gritos de dolor que se mezclan con risas.
Lysander ha dispuesto pequeñas hogueras por toda la mansión, rodeando la estancia
donde algunos demonios participan en una orgía grotesca. Mi mirada cargada de odio
atraviesa a Lysander.
104

—Intenta escapar.

Eso lo divertiría. No había visto nada igual a esto desde aquella época que ahora
me parece tan lejana. Pasamos junto a un par de humanas que bailan desnudas al ritmo
de unos tambores. Esas mujeres ya están perdidas, han vendido sus almas. Lysander
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

me tira al suelo. Levanto la vista y recorro el cuerpo que tengo delante, hasta detenerme
en su rostro. Su pelo es tan rubio que parece blanco, y que lleva un poco largo. Sus
ojos tienen un tono verde totalmente sobrenatural. Me mira con una sonrisa satisfecha.
Aeron.

—Un obsequio.

Aeron aferra con fuerza mi muñeca y me pone de pie. Sé lo que hace. Cuando
toca a cualquiera, este siente una excitación que no puede controlar. Puede hacerle
sentir cualquier pecado capital. Eso es lo que está haciendo ahora conmigo.

—No. —Intento apartarme de él, pero me rodea con los brazos y huele mi pelo.
Un calor abrasador recorre mi cuerpo y lucho contra él—. Por favor… —Nunca he tenido
la mala suerte de tener que ser objeto de sus poderes, y estoy desesperada por librarme
de él. No hay nada que odie más que sentirme vulnerable.

—No luches contra mí.

Las lágrimas pican en mis ojos y forman un nudo en mi garganta. Cierro los ojos
e intento alejar esa sensación de mí. Lysander me observa con una sonrisa cruel.

—Dejaste de ser un ángel para convertirte en la esclava de un demonio.

Lo más triste es que tiene razón. Le sirvo, me guste o no, y la única forma de
librarme de él sería por un asunto de propiedad, que algún otro demonio me reclamara
como su sierva, pero da lo mismo servir a un demonio que a otro. Soy prisionera
eternamente.

—Date la vuelta.

Obedezco a Aeron y clavo la mirada en el suelo. Él levanta mi mentón y me


obligo a mí misma a mirarle. Lysander se ríe y se dispone a abandonar la estancia. Aeron
desliza sus manos por mi brazo y en ese mismo instante se abren las puertas y aparece
Azazel.
105

—Lillith, ¿vienes a una fiesta y no me avisas?

Estoy sorprendida, pero no dejo que mi cara lo demuestre. Castiel ha ido a


buscarle, por mí. Agacho la cabeza sumisamente y Lysander se encara con Azazel.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—¿Qué significa esto?

—Mi sierva se divierte sin mi permiso.

Lysander me mira enfurecido y yo alterno la mirada de Azazel a él. ¿Es lo que


creo que es? ¿Azazel está reclamando mi propiedad?

—Lillith no te sirve.

—¿No? ¿Me debes obediencia? —Me miran seriamente. Siglos esperando por
mi libertad, y si respondo a esa pregunta, me ataré a otro demonio. Pero es mi única
opción y hago una pequeña reverencia.

—Sí, mi señor.

Sé lo que todo esto significa. Si dejo de servir a Lysander me ataré para siempre
a Azazel, por lo cual no dejaré de servir a un demonio.

Lysander lanza una de las jarras contra la pared. Entre los demonios está muy
mal visto que se pase por alto un tema de propiedad, pero son chaqueteros, es la pura
verdad, y hoy puedes servir a uno pero mañana sirves a otro. En este caso, la historia
que se ha montado Azazel es que me he cansado de servir a Lysander y lo he escogido a
él como mi nuevo señor.

—Y yo no he autorizado que esté aquí. Debía haberse reunido conmigo hace una
hora.

Lysander hierve de rabia. Ha ganado muchas cosas a mi costa durante milenios,


pero la ovejita resulta ser un lobo.

—Yo decidí servir a Azazel como mi señor, por lo tanto, mi servidumbre hacia
Lysander ya no existe.

—Eres una zorra astuta.


106

—He tenido siglos para aprender del mejor.

Ahora soy yo la que sonríe. Aparto a Aeron y me sitúo al lado de Azazel. Lysander
avanza amenazador, pero Azazel lo detiene.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Sabes lo que pasa cuando no se respeta la propiedad.

—El Gran Señor no se molestará por ese Caído.

—Pero le molestará saber que uno de sus siervos no respeta sus órdenes.

Alza la cabeza con dignidad, pero no se atreverá a desafiar a Lucifer por mí. No
soy tan valiosa.

—No podrás esconderte de mí, Lillith. Te encontraré, y tendré toda la eternidad


para castigarte.

Azazel le da la espalda y emprende el camino para marcharse. Yo le sigo. Atrás


queda esa mansión de perversión y horror, y lejos de los muros de Lysander, fraguaré
mi venganza.

Mi primera imagen al aparecer en el castillo de Azazel es la de Castiel. Un suspiro


de alivio se escapa de sus labios, gesto que nos sorprende a ambos. Estaba preocupado
por mí, por un Caído. Al verme con esta ropa tiene un recuerdo.

“Yo estaba sacando agua del pozo que teníamos junto a nuestra casa, era una
calurosa mañana de verano en el Imperio Romano. Castiel acababa de volver de las
legiones, vistiendo aún con su coraza y su capa. Manchado de tierra por el polvo, su
estampa me provocó un vuelco en el corazón. Él sonrió y me rodeó con los brazos.

—Te he echado de menos.

—Y yo a ti.

Su beso nunca me había parecido tan dulce. Y cogió la jarra que acababa de llenar
de agua, la cargó sobre su hombro, me rodeó con su otro brazo, y entramos en casa.”

Puedo sentir ese recuerdo como si yo misma lo hubiera evocado. ¿Qué ha sentido
él al recordarlo?
107

—Amatiel…

Mi corazón se encoge de pronto. Su voz está quebrada por la emoción. Azazel


nos ha dejado a solas y ha cerrado la puerta a su salida. Intento evitar su mirada, que
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

abrasa como el fuego.

—No. Ya no soy esa. Amatiel murió el día en que perdí mis alas, el día que nació
Lillith.

Hay un gran pesar en mis palabras. Tantos siglos llamándome así, que en
ocasiones olvido mi verdadera naturaleza.

—¿Quién te llamó así?

—Fue el nombre que me dieron los Caídos.

—¿Por qué?

Suspiro y me siento. Es una larga historia, algo que pasó hace mucho tiempo.

—Cuando llegué a la Tierra estaba perdida y desorientada. Me vi atada a


Lysander, no tenía más remedio que cumplir cualquier cosa que me pidiera. Mi primera
misión fue matar a Lilith. Al parecer se estaba interponiendo en algún plan de los suyos
y me envió a mí. Puedes imaginar lo que pasó; luchamos, gané y la maté. Después de
eso Lysander empezó a llamarme Lillith, dijo que debía llevar ese nombre con orgullo,
ya que había matado a uno de los demonios más antiguos y poderosos.

No me siento especialmente orgullosa de aquel acto, pero este nombre infunde


miedo y respeto y en algunas ocasiones me ha servido de gran ayuda.

—Lysander es un capullo que se aprovechó de ti.

—Castiel… —me acerco hasta acariciar su rostro y cierra los ojos, deleitándose
con el contacto—. No lo comprendes.

—¿Qué es lo que no comprendo?

—No recuerdas nada sobre mí después de mi caída por una razón.


108

—No te he vuelto a ver.

Cree que esa visión de nosotros solo ha sido un sueño, que no ocurrió realmente.
Se equivoca. Con un toque nada sexual, desabrocho los botones de su camisa para dejar
su piel al descubierto.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Sí lo has hecho. ¿Nunca te has preguntado por qué tienes cicatrices? Los
ángeles no cicatrizamos de la misma manera que los humanos, nuestras heridas
desaparecen. Fuimos creados con un propósito. Cada ángel tiene una pareja, al igual
que cada humano, estamos destinados por naturaleza. Te hiciste esas cicatrices siendo
mortal.

El shock de mi revelación le hace retroceder. Es difícil de comprender, lo sé,


otra cosa que nunca nos dijeron en el cielo, pero es cierto.

—¿Mortal? ¿Cómo es eso posible?

—Te vuelves mortal cuando estás conmigo. Al igual que yo. Cada vez ocurre
más rápido. —Aún no he experimentado los síntomas que me dicen que el momento
ha llegado, pero cuando estemos demasiado tiempo en la misma ciudad ocurrirá—. Es
así para que podamos disfrutar, amar, vivir como humanos, envejecer. Ésta cicatriz,
— señalo la marca de una espada en su abdomen— año 57 antes de Cristo, Roma, me
salvaste. —Aparto la tela y señalo la herida vertical que marca su bíceps derecho—. 1537,
hubo un incendio en nuestra casa en París, me salvaste del fuego. Moriste tres veces, y
fuiste devuelto al cielo todas y cada una de ellas. Sin tu memoria, sin recuerdos sobre la
Tierra, sobre mí.

Todo eso da sentido a cómo se ha estado sintiendo los últimos días, la confusión.

—Somos vulnerables al estar juntos, por eso me alejaba de ti, pero el destino se
empeñaba en que me encontraras una y otra vez.

—Pero…no tiene sentido. ¿Por qué volvía al cielo como un ángel?

—Tú eres bueno, Cass, nunca has merecido morir por mí. La última vez que
nos encontramos, hace 80 años, no me recordabas, pero aun así me buscaste. Creí que
no echarías de menos algo que no recordabas. Decidí que Amatiel nunca volvería, me
resigné, porque tarde o temprano acabaríamos por ser mortales, y tú le perteneces al
cielo, no a mí.
109

Sí, él había tenido pequeños fragmentos de ese encuentro, pero no los había
comprendido hasta ahora. Las piezas encajan por fin para él.

—Entonces… ¿caí en la Tentación?


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Yo soy tu tentación, Cass. —Me encojo de hombros sintiéndome culpable—. Y


sí, sucumbiste. Pero eso a Dios no pareció importarle, siempre volvías al cielo, volvías
a ser puro y yo me quedaba sola en la Tierra. La culpa de tu muerte siempre la tuvo la
misma persona. Te hería a ti a través de mí. Yo soy la verdadera culpable.

Y ciertamente cargo con esa culpa. La mano de Castiel roza mi mejilla y descubro
con sorpresa que estoy llorando.

—Yo…he pasado ochenta años pensando que eras un demonio al que había que
eliminar.

—Puedo devolverte tus recuerdos, pero es decisión tuya.

—Quiero hacerlo. Quiero recordarte.

Coloco una de mis manos en su pecho, encima de su corazón, y la otra sobre su


frente.

—Cierra los ojos.

Él obedece. Intento buscar en mi memoria algunos momentos juntos y los


transmito a través de mis manos. Ése será el desencadenante de su propia memoria.

“Amatiel y Castiel estaban contemplando el paisaje desde el balcón de su


domus, cómo el sol del atardecer se ponía tras las suaves colinas. Los ojos de Castiel
miraron a la mujer con adoración. Había desafiado a mil legiones por volver con ella.
El día que la había conocido, en el mercado local, algo se despertó dentro de él. Esa
deslumbrante belleza que reflejaba los rayos del sol. Habían sido felices desde entonces,
pero ese día, su suerte cambió. Como un perro del infierno, él apareció blandiendo una
espada que no era de este mundo. El primer instinto de Castiel fue proteger a Amatiel,
pero aquel demonio se movía rápido y alcanzó su brazo, hiriéndolo allí. El demonio,
desconocía su nombre, movió su espada en su dirección y Castiel hizo aparecer la suya
para defenderse. El choque provocó un sonido brutal, como el de dos titanes, y las
nubes cubrieron el cielo con su manto gris. Amatiel intervino en la lucha y la esencia
110

de su espada recorrió el pecho de su oponente. El demonio sonrió. Sus miradas se


encontraron, sin apartarse la una de la otra, y la espada que el demonio lanzó se clavó
en Castiel.

—¡NO!
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

El grito de Amatiel resonó como un trueno. Corrió al lado de Castiel, sus


manos temblorosas no sabían dónde tocarle. Y entonces, la mirada del ángel al que
amaba se posó en ella. Susurró una sola frase:

—Te amo.

Y su cuerpo empezó a desaparecer, como si se tratase de una esencia que se


desvanece. Amatiel intentó aferrarlo a la vida, lloraba, y el demonio sonreía.

—No puedes de escapar de mí, Lillith. Siempre te encontraré.

Y ella lo odió con todo su ser. Juró que un día, su sonrisa se borraría, y su
rostro sería lo último que viera en este mundo.”

Castiel abre los ojos y respira varias veces agitadamente. El proceso de recobrar
la memoria es intenso, pero ahora sabe toda la verdad que le ha sido ocultada.

—Lysander. Él me mató, él hizo que cayeras.

El horror está patente en su cara, y no quiero que sienta odio.

—Eso ya no importa.

Juré que me vengaría de Lysander, y ese es un placer que guardo para mí misma.

—Márchate conmigo. Cuidaremos del nefilim.

—¿Huir de Lysander? ¿Durante cuánto tiempo? ¿Eternamente? No importa a


dónde vaya, dónde me esconda, él me encontrará, y la muerte será el menor de mis
problemas.

Huir es una idea que he desechado muchas veces, porque conozco las
consecuencias que trae. Desearía no ser tan cobarde.

—Yo…Lysander siempre ha sido el culpable de tu muerte, te utilizaba para


111

hacerme daño.

—No. Jamás te culparía a ti. No quiero volver a olvidarte nunca más, lucharé
a tu lado para proteger a los humanos, salvaremos este mundo, y después, estaremos
juntos.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Alejo sus manos de mí, en un intento por sacar parte de mi furia y convencerlo
de mis palabras.

—¡No! ¡Yo te alejé de mí! Pero no he dejado de quererte ni un solo segundo.


Todos estos siglos, solo he intentado alejarte de mi pensamiento. Pensé que cada maldad
que cometiera me ayudaría a olvidarte. Y no ha sido así… —Oculto mi rostro de él, no
quiero que vea mis lágrimas—. No puedo condenarte conmigo. Otra vez no.

Me he dejado llevar por los sentimientos y he olvidado lo que es importante.


Mis asuntos personales tienen que esperar hasta más tarde. Eso me hace recordar algo.
Azazel aún tiene un papel que desempeñar con el chico. Lo envío a buscarlo, él conoce
los poderes de un nefilim mejor que cualquier otro ángel. Yo lo acompaño después de
quitarme esta estúpida túnica, y de limpiarme las lágrimas, Joel no confiará en él a
menos que esté presente, y además, debo darle las gracias por la ayuda.

Azazel se pone rígido cuando pisamos la casa de Joel. Hay esencia de demonio
allí. Están cerca. Registramos habitación por habitación, y el rastro es más fuerte a
medida que avanzamos. Temo que haya llegado demasiado tarde pero no hay signos
de ningún ataque. Los libros de las estanterías han sido tirados al suelo, la ropa de los
armarios está esparcida por el suelo. Han estado aquí, y buscaban algo.

Escuchamos la puerta de la calle cerrarse de un golpe y a continuación la voz de Joel.

—¡Mamá! —grita—. ¡Andy!

No ha llamado Andy a su hermana desde que era un bebé. Mierda, si los demonios
siguen en la casa lo encontrarán. Azazel y yo bajamos a toda prisa las escaleras hasta el
piso de abajo. Percibo respiraciones, por suerte la mujer y la niña están vivas. Un jarrón
choca contra Azazel y este mira a Joel con una expresión gélida.

—Tranquilo, Joel. Está conmigo.

Me llevo la mano a la boca para que guarde silencio. Hacemos aparecer nuestras
espadas y revisamos el resto de habitaciones de la casa. La esencia es fuerte, mezclada
112

con la de ángeles. Y poderosas. ¿Potestades, tal vez? La cocina está limpia, también el
pequeño cuarto junto al salón y volvemos a reunirnos con Joel. Un sollozo débil llega
desde alguna parte debajo de nuestros pies. Bajo la alfombra hay unas losas sueltas.
Un refugio subterráneo. Joel me ayuda a levantar las losas y su madre emite un grito
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

ahogado al verlo.

—¡Mamá! ¿Qué ha pasado?

La mujer lo abraza con fuerza y se permite derramar unas lágrimas de angustia


contenida.

—Vinieron buscándote. Los reconocí, eran como esos ángeles de las películas,
así que cogí a Andrea y nos escondimos. Escuchamos ruidos, pero no quería salir hasta
estar segura de que se habían marchado.

Miro al chico con severidad. No ha seguido mis indicaciones si lo han descubierto


tan rápido.

—¿Qué has hecho? Te advertí que no usaras tus poderes sin que estuviera cerca.

—Fue sin querer.

Suspiro con frustración. Le advertí encarecidamente que no usara sus poderes,


bajo ningún concepto.

—¿Qué es lo que has hecho?

—Practicaba con la espada que me diste. No sé cómo, pero cuando fui consciente
de lo que hacía estaba forjando llamas de mis manos.

Este lugar ya no es seguro, está impregnado con el olor de Joel por todas partes.
Las cosas están siendo demasiado precipitadas. No me cabe duda de que Lysander ya
ha metido sus narices.

—Debemos irnos de aquí. Volverán pronto.

Joel mira a Azazel, y también lo hace Mina. Protege a Andrea detrás de ella y su
expresión cambia del horror a puro sentimiento de supervivencia.
113

—Fuera de mi casa.

—Mamá, está bien. —Se pone a su lado y le toca la cara en tono tranquilizador.
—No nos harán daño. Confía en mí.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Pero…tú eres su profesora.

Parece bastante obvio que Joel no ha querido informar a su madre de ninguna


novedad acerca de su vida.

—No. Mi nombre es Lillith. Soy un ángel.

Azazel insiste y mira nerviosamente la puerta un par de veces.

—Joel, tienes que salir de aquí.

Joel coge a su madre por los hombros para que lo mire.

—Escucha con atención. Coge a Andrea y marchaos de Londres. Busca a Phil y


quedaos con él.

—¿Qué es lo que está ocurriendo?

Suspira y me mira antes de devolver la atención a Mina.

—Sabías lo que era mi padre, y sabías en lo que eso me convertía. Sabías que era
un ángel, y ahora estáis en peligro porque me quieren a mí.

La mujer niega varias veces con la cabeza y el color abandona su rostro.


Sospechaba que podía conocer la naturaleza de Jeliel, ya no me cabe duda. Cada vez que
Mina miraba a su hijo, veía al amor de su vida. Al ángel que dejó el cielo para vivir en la
Tierra con ella.

—Amaba a tu padre, Joel, y él a nosotros. Te amaba más que a nada. —Saca su


fortaleza de donde la tenía escondida, y veo en ella ese mismo sentimiento que tantas
veces he contemplado en los humanos—. El día que vinieron a llevárselo, querían
matarte. Jeliel mató a sus hermanos para salvarnos a ambos.

—¿Por qué nunca me lo habías dicho?


114

—Él quería criarte como un niño normal, no quería que tuvieras que enfrentarte
a tu naturaleza, porque sabía que entonces vendrían a por ti.

Ha criado bien a su hijo, es valiente y tiene un corazón fuerte. Pero no tenemos


tiempo para esto. El castillo de Azazel es un lugar seguro si ponemos algunas barreras
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

contra ángeles. Castiel y yo podremos proteger a Joel entre sus muros.

—Azazel las acompañará y las protegerá.

Me mira y asiente.

—Tienes mi palabra de que así será.

Joel confía en mí, y aunque parezca que estoy loca, yo confío en Azazel. Lo miro.

—Llévalas con el humano y asegúrate de que no las siguen.

Pone una mano en la frente de Mina, otra en la de la niña, y los tres desaparecen
de la habitación. Mi turno de hacer lo propio con Joel. Los viajes astrales pueden dar
náuseas, sobre todo al principio, pero intentaré que su primera vez sea llevadera. Toco
su frente con dos dedos y antes de parpadear ya estamos en el castillo de Azazel. Castiel
no está aquí, supongo que encargándose de sus misiones de ángel.

—Es posible que sientas náuseas, es normal. Te recuperarás en un par de


minutos.

Joel necesita sentarse para que su cabeza deje de dar vueltas. Las cosas se
han puesto muy feas demasiado rápido y me han dejado un margen de maniobra muy
limitado.

—¿Cómo me han encontrado?

—Ya no sirvo a Lysander. Ahora yo también he firmado en la lista negra.

Y se ha puesto a trabajar rápido. Lysander es un demonio con fama de cruel.


A lo largo de los siglos ha usado las peores torturas para conseguir sus propósitos. Es
admirado y temido por otros demonios, mérito que debo reconocerle.

—¿Estarán bien?
115

—Por suerte no han llegado a verlas. Pero las cosas ya no pueden ser como antes.
No volverás al instituto.

—¿Por qué?
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—No es seguro.

Hace mucho que dejó de ser seguro para él, para toda la humanidad si soy
honesta, en el momento en el que Miguel y Lucifer decidieron pelearse. Y además está
ése incidente del instituto, en el que puso en peligro a sus amigos.

—Pero, ¿no sería más extraño que de repente dejara de hacer mi vida normal?

—Si lo hicieras pondrías en peligro muchas vidas. Debes asumir que ya no tienes
una vida normal y actuar en consecuencia.

Los demonios no se detendrán si para conseguirlo deben matar a unos cuantos


humanos, son solo pequeños insectos sin valor para ellos. Dudo siquiera que los ángeles
lo consideraran.

—Y no puedes volver a ver a Eva.

—¡No puedes pedirme eso!

Se levanta sobresaltado de la silla. Parece que ya se encuentra mejor.

—¿Quieres que siga viva? —Su silencio es su mejor respuesta. Aprieta los puños
y mira a otro lado—. Entonces te alejarás de ella.

—No es justo.

Pero si no es capaz de controlar sus poderes pondrá en riesgo a más personas,


puede matar.

—Lo sé. Sé lo que significa amar a alguien hasta el punto de hacer lo que sea por
mantenerlo a salvo. Sé lo que se siente cuando tu corazón se rompe. La diferencia, es
que tú puedes elegir mantenerla a salvo.

—Castiel. Estás enamorada de Castiel…por eso él te conoce, pero no te recuerda.


116

Asiento.

—A quien siempre he amado, y siempre amaré.

En cierto modo, me esperaba que todo esto ocurriera tarde o temprano. Ha sido
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

un error de mi parte demorar tanto las soluciones.

—¿Por qué no te recuerda? Pensaba que los ángeles erais eternos.

—Lo somos. Algunos olvidan por el simple paso de los años, otros se ven forzados
a olvidar. Castiel perdió sus recuerdos hace mucho, pero los ha recuperado.

No tengo intención de contarle ahora nuestra historia, no tenemos tiempo para


estas nimiedades, pero Joel necesita un respiro.

—No entiendo qué diferencia puedo tener yo en esta guerra.

Suspiro y me dejo caer en una silla frente a él. Cuesta imaginar a Joel siendo un
arma de destrucción masiva. Apenas es un niño.

—Tu llegada fue profetizada por un ángel, Metatrón.

—Menuda mierda de nombre.

Sonrío con ironía. Tiene razón, es horrible.

—Metatrón es el más antiguo y poderoso de los ángeles, pero hace siglos que se
sumió en su letargo. A pesar de eso, sus profecías siguen viniendo y él habló de ti.

—¿Qué decía?

—Llegará un día, en que el hijo de un serafín, cuya trompeta rompería el quinto


sello, rasgará cielo e infierno con su espada. Su mitad angélica impartirá castigo, su mitad
humana impartirá justicia, y en su mano se decidirá la victoria de la batalla definitiva.

Palabras textuales, reproducidas con la mayor solemnidad. Joel traga saliva,


el pobre está acojonado, y lo entiendo. Su padre, Jeliel, era el portador de la trompeta
serafina, el encargado de anunciar a la humanidad que el quinto sello había sido roto.

—¿Entonces solo quieren matarme?


117

—La mayoría, sí. Eres el arma más poderosa con el que pueden hacerse, el que
puede inclinar la balanza a un lado o a otro. —Es demasiado tentador tener al alcance de
tu mano tanto poder—. Lo que realmente quieren, es tu alma.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Me alegra ver que aún conserva la espada que tan bien me aseguré de robar para
él. Intenta blandirla como si tuviera alguna oportunidad.

—¿Qué estás haciendo?

—Me enfrentaré a ellos.

Pobre ingenuo. Sonrío amargamente, antes de volver a una expresión seria.

—No sabes a lo que te estás enfrentando, Joel. Destruirán tu vida, tu familia,


todo lo que amas. No se detendrán hasta que te unas a ellos.

—¿Y entonces qué debo hacer? ¿Rendirme? ¿Unirme a ellos?

Esa sería la solución más fácil, y la más terrible. Tendrá que luchar duro para
conservar lo que tiene, deberá luchar para mantener a salvo aquello que le importa.

—Luchar, Joel. Mientras sigas luchando, nunca tendrán tu alma. Pero si te


rindes, si la consiguen, te arrepentirás siempre. Te preguntaras cada día como habría
sido si nunca te hubieras rendido, odiaras cada segundo de tu existencia. Ya no hay
vuelta atrás.

Y hablo desde la experiencia. Esto no es lo que quiere, rendirse no es una opción,


no para él.

—Eso es lo que te pasó a ti, ¿verdad?

Guardo silencio, pero mis ojos hablan por mí. Yo fui débil, me rendí y lo perdí
todo.

—¿Y tú, Lillith? ¿Lucharás?

—Formaré parte de esta lucha, pero no estaré de parte de los ángeles, ni de los
demonios. Estoy de parte de los humanos.
118

Ya era hora de tomar una decisión. Lucharé por este mundo, por cada rayo de
sol que tanto amo, y no voy a permitir que ningún demonio lo destruya. Es mi momento.
Y voy a tener que llevar a cabo la única solución que me queda llegados a este punto. Voy
a iniciar una rebelión. Ángeles, caídos, demonios, arpías, cualquiera que quiera unirse.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Lideraré la resistencia, reuniré un ejército y le haremos frente a Miguel, a Lucifer, y al


propio Dios si es necesario, pero nadie convertirá este mundo en un cementerio.

—¿En qué estás pensado?

—Necesito hacer algunas visitas y tienes que quedarte aquí. Azazel regresará
pronto.

Sin más, desaparezco. El camino hacia la rebelión es largo y duro, y por suerte
tengo unos cuantos nombres en mente. Estoy arriesgando más de lo que estoy dispuesta,
pero ¿quién consigue la gloria sin sacrificios? ¿Qué hacemos aparte de someternos
o morir? Resistir. Pero soy realista. No soy lo suficientemente fuerte para hacerlo yo
sola. Allí arriba hay peces muy gordos, podría vencer a un buen número. ¿Pero qué
pasará cuando esté cara a cara con Rafael? ¿O con Miguel? Por eso, necesito ayuda. Y
mucha. Como ya he dicho alguna vez, todo se trata de la influencia. Mentir bien, tener
labia y sobre todo, saber negociar, puede garantizarte el éxito. Ya no valen las buenas
intenciones, pues no te salvan la vida.

Creí que nunca tendría que volver a utilizar mi faceta de guerrera, pero por
lo que veo estaba equivocada. Ahí fuera hay más de lo que podemos comprender, ni
ángeles ni demonios tenemos la capacidad de saberlo todo, por ello, sé que tenemos una
oportunidad. Puede que sea mínima, del tamaño de un grano de arena, pero mientras
haya la más pequeña oportunidad de ganar, hay que luchar. Ninguna causa está perdida
mientras haya un insensato dispuesto a luchar por ella. Y no presumo de ello, pero la
insensatez me visita muy a menudo, somos buenas amigas.

En fin, llevo años sin encontrar un rival a mi medida, pero no estoy oxidada,
recuerdo cómo matar y no morir en el intento.
119
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

INTERLUDIO VI

CASTIEL

D emasiadas cosas abruman su mente, demasiados recuerdos, descubrir que


durante todos los años que pasó en el cielo, luchando, siguiendo órdenes
sin cuestionarlas ni una vez, tenía una vida, tenía a alguien que lo amaba y descubrirlo
todo de pronto…Ha volado hasta el lugar en el que suele hablar con sus hermanos
cuando necesita consejo, un apartado rincón en un parque, cerca de un estanque, y su
querida Ahriel acude a su llamada.

—¡Castiel! Me sorprende que me llames.

Está confuso, y nuevas imágenes se habían agolpado en su memoria


durante las horas restantes del día. Había recuperado toda su vida, su larga existencia,
que por otra parte era una milésima parte de lo que habían vivido la mayoría de los
ángeles.

—He recordado muchas cosas, Ahriel…

—¿Recordar? ¿Qué cosas?

Las blancas alas de Ahriel se pliegan a su espalda y se sienta junto a Castiel en


un banco de madera.

—Recuerdo estar en la orilla, mirando a un pequeño pececillo gris que se


esforzaba por subir a la playa y un ángel me dijo: “no pises ese pez, Castiel, pues el Señor
tiene grandes planes para él.”
120

—¿Quién fue ese ángel?

—Amatiel.

Y había recordado grandes acontecimientos de la historia, que contempló desde


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

los cielos, cuando Amatiel estaba a su lado, y después, cuando estuvo solo. Ahriel solo
sabía lo poco que había contemplado desde arriba, los cientos y cientos de años que al
fin le habían sido devueltos.

—Recuerdo la Torre de Babel…sus once metros, los cuales supongo que eran
impresionantes en aquellos tiempos. Y cuando cayó, gritaron a la ira de Dios. Incluso
recuerdo a Caín y Abel, a David y Goliat, Sodoma y Gomorra…

—¿A dónde quieres llegar con esto, Castiel?

Ni él mismo lo sabe en realidad. Solo sabe que debe hacer algo para detener a
Miguel, por salvar este mundo.

—¿Qué pasa si escojo la elección equivocada? ¿Cómo se supone que lo voy a


saber?

—Siempre haces lo correcto. Nunca te has planteado tus elecciones, siempre has
sabido lo que debías hacer y no has vacilado.

Castiel coge la mano de Ahriel entre las suyas. Un ser tan bueno y bello como
ella no debería verse involucrado en ninguna guerra. Su misión no es luchar, ¿pero a
quién dará luz si el mundo es destruido?

—Estoy pidiendo demasiado, a mí mismo, a Dios…

Ahriel baja la mirada hasta las manos de Castiel. Ella también desea poder
romper las reglas establecidas. Por diferentes motivos.

—Sabes que Miguel solo sigue las órdenes divinas.

El gran general, el gran Miguel. Pero la verdad era otra. Dios hacía mucho que
dejó de interesarse por el mundo, por sus hijos a los que supuestamente amaba tanto
y Miguel y sus seguidores habían aprovechado esa situación para imponer sus propios
deseos. Habían visto en esa circunstancia una oportunidad para llevar a cabo unos
121

planes que llevaban fraguando mucho tiempo.

—¿Hay algo malo en resistirse? ¿En querer algo diferente? Nadie nos dirige ya,
Ahriel. Somos libres para tomar nuestras propias decisiones, libres de elegir nuestro
propio destino. Quiero que podamos ser libres.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Un futuro en el que cada ángel, cada humano, pueda decidir su propio camino.

—¿Y qué es lo que quiere Dios?

Pero enseñar la libertad a los ángeles es como intentar enseñar poesía a un pez.
Habían sido creados para seguir, no para ser libres.

—Yo mismo dudo de los deseos de nuestro padre.

Castiel ya ha tomado su decisión, y quiere que Ahriel esté a su lado. Pero también
sabe que su insurrección provocará su caída, y no puede arrastrar a Ahriel con él.

—Miguel arrasará todo a su paso, los dos lo sabemos. Él solo quiere terminar su
estúpida disputa con Lucifer. Sabes lo que ocurrirá si se lo permitimos. En el fondo de
tu corazón lo sabes.

—No podemos rebelarnos. Miguel es nuestro hermano.

Castiel le sonríe y le da una palmadita en la mano.

—Nunca te pediría que lo hicieras. Solo…ten cuidado ahí arriba, y haz lo que tu
corazón te dicte. Sé que harás lo correcto.

Ahriel quiere poder hacerle caso, poder seguir a su corazón, pero la enviaba en
el camino equivocado, demasiado equivocado, y no es tan fuerte para seguirlo. Si ella
también se equivoca, ¿cómo podrá salvar a Castiel? Si comete semejante error, ¿cómo
podrá volver a mirarlo a la cara?

—Sigue el mismo ejemplo, hermano. Y lucha por este mundo.


122
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

CAPÍTULO VIII

E stoy perdida. Sé lo que debo hacer, pero no tengo ni idea de por dónde
comenzar. Y siento miedo. ¿Qué ocurrirá si las fuerzas me abandonan
antes de que haya terminado? No puedo dejar a Joel solo, aún no está preparado para
afrontarlo todo, me necesita, y me gustaría no tener que decir esto, pero yo también lo
necesito. Sé de un par de ángeles que rondan por la Tierra a menudo, viejos amigos, y
tal vez con un poco de persuasión…No son tan previsibles como creen. Por suerte, los
dos se encuentran cerca de Londres, en un condado del norte. En una pequeña cafetería,
toman té en una de las mesas.

Debo decir que han perdido su esplendor, pero claro, llevan siglos lejos del
cielo. Me acerco a ellos, aparto una de las sillas, y ocupo un lugar junto a ellos con toda
naturalidad.

—Hola Rochel. Natanael.

Me miran desconcertados, y se llevan la mano a la espalda, buscando sus armas.


Les hago ver que no es necesario.

—Amatiel.

Rochel tiene el pelo largo y castaño, que luce recogido en una cola alta, largas
pestañas que nunca lleva maquilladas, y viste con ropa sencilla, sin adornos. Su misión
es la de sanar, y se le encargó la misión de proteger a los recién nacidos. Natanael por
su parte sigue siendo fuerte y alto, corpulento pero no excesivamente musculoso, y lleva
una barba de pocos días. Es el ángel de la amistad.

—Mis queridos hermanos, es bueno volver a veros.


123

—¿Qué quieres de nosotros?

Me duele que utilicen ese tono conmigo. En fin, supongo que mi distorsionada
reputación me precede.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Solo quiero hablar.

—Has tenido siglos para hacerlo. —La mirada de Natanael es dura.

—Oh, no es justo. Vosotros tampoco habéis venido a visitarme.

Vale, ya basta de juegos. Miro a ambos lados para comprobar que nadie está
escuchando. Nadie está pendiente de nosotros, así que procedo.

—Iré al grano. Miguel se prepara para la guerra, los demonios están listos, y el
Armagedón cada día está más cerca. Lo sabéis igual que yo, pero he descubierto una
nueva alternativa.

—¿Qué nos propones, Amatiel?

—Mi querida Rochel. ¿Cuánto lleváis aquí? ¿Tres siglos? ¿Cuatro? Las reglas han
cambiado, llevo mucho tiempo conviviendo con los demonios, conozco cómo actúan.
Propongo que nos rebelemos.

—No estás en tu sano juicio. ¿Rebelarte contra Miguel y Lucifer? ¿Tú sola?

Natanael y Rochel son como uña y carne. Piensan igual, luchan igual, es como si
compartieran la misma mente, en dos cuerpos.

—No he dicho que esté sola. Castiel y Azazel están conmigo, y reclutaremos a más
gente. Ninguno de los tres ha estado nunca a favor de Miguel. Nunca hemos aprobado
sus métodos. ¿Tenéis la más mínima idea de qué será de los humanos si consigue ganar
esta guerra?

—Los detesta. —Rochel se dirige a Natanael—. Siempre los ha visto como seres
inferiores. Lo sabes, Natanael. Muchas veces te has enfadado al tener que seguir sus
órdenes sin poder cuestionarlas. Tal vez deberíamos aceptar su oferta.

—¿Unirnos a la resistencia?
124

Rochel coge su mano. Natanael es testarudo, pero tiene un firme sentido de la


justicia, y un profundo amor por los humanos. Cualidades admirables, y por desgracia
en peligro de extinción.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—A estas alturas creo que no tenemos alternativa.

—¿Vas a aceptar trabajar con demonios?

—Aceptaré trabajar con cualquiera que esté comprometido con la causa. —


Natanael guarda silencio y después me mira. Las opciones son pocas—. Escúchala,
Natanael.

Suspira, pero al final acaba por hacer caso a su alma gemela. Cuando los miro a
ellos me recuerdan a mi relación con Cass.

—¿Dices que Castiel también está de acuerdo?

Asiento tranquilamente. Ahora mismo no sé dónde está, pero estoy segura


de que sabe lo que hace. De buena tinta sé que la relación entre Natanael y Castiel es
estrecha. Algo así como camaradas.

—Está bien. Rochel y yo estaremos de tu lado. Es una misión suicida, pero ¿qué
otra alternativa hay?

Tiene razón en eso. Si me he decidido a tomar partido en ésta guerra no es por


simple altruismo hacia los humanos. Sé que puede llegar a sonar muy egoísta, pero
intento expiar mi culpa de alguna manera. No sabéis lo que es vivir con una carga a tus
espaldas, cada vez más pesada.

“¡Lillith! ¡Necesito que vengas!”

Joel me está llamando a gritos. Algo debe estar ocurriendo para gritar de esa
manera que casi me deja sorda.

Debo marcharme.

Abandono el café a pie, y una vez estoy fuera me materializo en la fortaleza de


Azazel. Busco a Joel, pero no puedo verlo. ¿Qué está pasando?
125

—¡Joel!

Él no está aquí. No tengo dudas. La cuestión es ¿dónde está?

“¡Lillith!”
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

¿Pero dónde se ha metido? Me concentro y en mi mente veo una imagen del


lugar en el que está. No reconozco el sitio, pero sin pensarlo vuelo hasta allí. Es una casa,
y algo me hace pensar que se trata del hogar de Eva.

—¡Joel!

Al fin lo encuentro. Estoy empezando a ponerme nerviosa, se le ve muy afectado.

—Lillith.

—¿Qué ocurre? ¿Qué estás haciendo aquí?

—Yo…yo…Eva me envió un mensaje, decía que necesitaba hablar conmigo, pero


entonces…

—Joel. Tranquilízate y habla despacio.

El chico coge aire e intenta serenarse.

—He venido al leer su mensaje, pero no era ella.

—¿Quién era?

—No lo sé. —Se pasa la mano por la cara y el pelo—. No era Eva.

—¿Estaba poseída? ¿Eso es lo que intentas decir?

Me mira, y al fin asiente. ¡Mierda! Debe ser un demonio muy poderoso para
poseer a una persona. La creencia popular distorsiona mucho la realidad, y por ello
surge la histeria, pero solo los demonios de estatus superiores son capaces de poseer un
cuerpo humano y controlarlo a voluntad.

—Muy bien, necesito que te tranquilices. ¿Qué fue lo que te dijo?

Se sienta en uno de los sillones, cierra los ojos y coge aire un par de veces.
126

—Dijo que tenía las respuestas que necesitaba, que conocía mi verdadero origen.

—¿Qué más?
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Se hizo llamar Portador de la Luz. También dijo que Eva estaría bien, pero
solo la mantendría viva si hacía lo que tenía que hacer.

Esto no es bueno. No, no, no, no. Nada bueno.

—Nadie puede decirte quién eres, Joel. Debes descubrirlo por ti mismo, escoger
el camino que quieres seguir, decidir tu propio destino. No dejes que nadie lo haga por
ti.

—Pero… ¡Tiene a Eva! ¡Tiene a mi Eva! No puedo dejar que le haga daño. Haré
lo que me pida.

Y yo no lo permitiré. No conoce el significado de esas palabras, ya no puede


seguir al margen nunca más.

—Conoces todas las lenguas existentes. ¿Cómo se dice Portador de la Luz en latín?

Palidece de pronto. Decir que tiene el mismo color que la nieve se queda corto.
Sí, amigos, es lo que estáis pensando.

—No es posible…Luzbel.

Asiento, sombría. La peor pesadilla que pudiese tener se ha hecho realidad. Y he


sido una estúpida al no prever que esto pudiera pasar. No puede venirse abajo, él posee
un arma más poderosa de lo que imagina, algo que ni Lucifer ni Miguel tienen.

—Es el ángel más poderoso que se ha creado nunca. Pero tu humanidad es más
poderosa que cualquier ángel. —Pongo mis manos sobre sus hombros—. Tienes dentro
de ti la fuerza suficiente para vencer. Confía únicamente en tu corazón.

—¿Cómo puedo vencerlo?

Con sangre, sudor y lágrimas. Derrotar a Lucifer es la tarea más complicada que
nadie ha llevado nunca a cabo. Y nadie lo ha conseguido.
127

—Abraza tu mitad de ángel.

Es la única solución. Va a tener que renunciar a muchas cosas, pero no hay otra
salida. Joel me mira, con solemnidad. Mirarlo me hace recordar por qué amo tanto a
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

la raza humana. Ponen sus esperanzas y sus corazones en un simple gesto. Luchan y se
mantienen fuertes por una sola razón. Amor. Todos luchan por amor, sea del tipo que
sea.

—¿Estás dispuesto a hacerlo?

—Yo…

—Si haces esto, no hay vuelta atrás.

Solo un ángel puede ayudar a un nefilim. ¿El por qué? Porque su parte angélica
está dormida, y para despertarla se debe imponer la marca de la luz. Técnicamente,
no soy un ángel, pero aun así puedo hacerlo. Se pone de pie, con una determinación
admirable, y no hay miedo en él.

—Lo haré. Bajaría al mismo infierno por Eva.

Muy bien, chico. Esto le va a doler, pero es necesario. Acabo de ver un gran
potencial, creo que tiene alguna posibilidad de lograrlo. Subo las mangas de su camiseta
para dejar sus antebrazos al descubierto. Oh, no lo he comentado. Las marcas se graban
a fuego en la piel.

Pongo mis manos sobre sus brazos.

—Señor, que guías mis pasos en cada camino, en ti pongo mi vida. Aunque a mi
lado caigan mil y diez mil a mi diestra, a mí no ha de alcanzarme. Oh, Señor, permite que
la fuerza no me abandone hasta que haya acabado con mi misión, permite que mi alma
repose en el Paraíso, hónrame con tu divina luz y que tu palabra sea la mía.

Esos son los versos que han de pronunciarse. Las marcas angélicas, símbolos
de los nefilim, se graban en los brazos de Joel. Está siendo muy valiente al no gritar. Y
como si se tratase de un milagro, ocurre. Unas alas aparecen en su espalda, con el brillo
de sus plumas blancas. La luz del cielo ilumina sus ojos y ahora conoce todas las técnicas
de lucha. Respira agitadamente, abrumado por el repentino cambio.
128

—Bienvenido a la élite, Joel.

Ya está hecho, y no hay vuelta atrás. Nunca podrá volver a dormir a su mitad divina.
Quisiera no mirarlo con compasión, pero el destino ha sido demasiado cruel con él.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Ayúdame a matar a Lucifer.

Su voz se ha vuelto más amenazadora y sombría.

—No dejes que tu mitad de ángel te controle.

Me refiero a la arrogancia. Es lo que pierde a todos los ángeles, su arrogancia. Los


demonios no tiene ese problema. Son prepotentes, egoístas, vengativos y absolutamente
arrogantes, como los ángeles, pero ellos asumen lo que son. No lo niegan.

—Lillith. ¿Qué pasará con Lucifer si muere?

Vaya, nunca me habían hecho esa pregunta. Pero es una buena pregunta.
Supongo que nuestro destino es el mismo.

—Fue castigado hace mucho. ¿Tú sabes que ocurre con un ángel condenado
cuando muere? —Joel niega con la cabeza. Claro, es de esperar que no lo sepa—. Para
nosotros no existe el Paraíso… ni el infierno…solo la nada. Nos condenamos al olvido.

Y eso es lo que le espera. La nada. Otro ocupará su lugar, el trono del infierno
será ocupado por otro demonio, pero ese ya no será mi problema. Todo eso suponiendo
que pueda morir en algún momento. Hay otra presencia aquí. Una esencia muy poderosa
vibra por mi piel como electricidad. Extiendo los brazos para proteger a Joel con mi
cuerpo.

—Joel, vete, vamos.

La figura de Eva surge al otro lado de la habitación. Ese jodidamente astuto


demonio…no sabía que su interés por el chico pudiera llegar tan lejos.

—¿Qué? No. No me voy.

—Márchate de aquí. Ahora.


129

Ni mi tono amenazador hace que retroceda. Es un chico terco. Sé que en algún


lugar, Eva sigue consciente, él también lo sabe.

—Deja en paz a la chica.

Eva se ríe. No es una risa cualquiera, es oscura, y me recuerda mucho a la de


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Lysander.

—¿Me estás ordenando? Tú, un ángel miserable y patético ¿me das órdenes? —
La sonrisa se borra de su cara, pero no retrocedo. No puedo mostrar debilidad ahora—.
Con solo mirarte puedo provocarte el dolor más horrible que puedas imaginar. No te
atrevas a ordenarme nada de nuevo. O las dos moriréis.

Joel quiere enfrentarse a él, pero con mi brazo impido que se acerque. Eva ronda
a nuestro alrededor como un león que acecha a una gacela. No se trata de un recipiente
humano, por lo que si ataco heriré a Eva.

—Dime, Lillith. ¿Cuánto tiempo ha pasado?

—No ganarás esta guerra.

Dicen que no hay mejor defensa que un buen ataque.

—Mi querida Lillith, eres mi hija, y te quiero, pero vives en una nube. —Yo no
soy su hija—. Mira lo que haces. Te quejas constantemente de lo malo que Dios ha sido
contigo. Pobre muñeca rota…Hazte la víctima si quieres, pero los dos sabemos la verdad.
No te engañes, eres desleal.

¿Desleal a quién? Nunca me he considerado leal a los demonios, y tampoco me


he opuesto a la voluntad de Dios, solo a la de sus ángeles.

—Soy leal, a ellos.

—¿A los ángeles?

—A los humanos.

Eva —o Lucifer— sonríe con sorna. Toda esta situación le parece divertida. Me
alegro de que uno de los dos se lo esté pasando bien.
130

—Así que…estás dispuesta a morir por un montón de cucarachas.

—Porque Dios tenía razón. Son mejores que nosotros.

—Tienen muchos fallos.


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

La limitación. Es un don ver más allá de lo que tienes delante. Si fueran tan
malos como se empeñan en verlos no merecería la pena luchar por ellos. ¿Entonces por
qué tantos han sacrificado tanto por ellos?

—Sí, tienen fallos, pero algunos intentan ser mejores. Ellos saben lo que es el
perdón. ¿Cuántos de los que nos consideramos divinos podemos decir eso?

Él se ha considerado divino. De otra manera no habría desafiado a Dios. Según


dice fue el ángel más bello de la creación, el favorito de Dios, debió ser una gran decepción
tener que castigarlo de esa manera.

—No me obligues a matarte.

—Ninguno está obligado a nada.

—Sé qué crees que haces lo correcto, pero yo sé dónde está tu corazón.

—Yo también.

Y no está donde él cree. Sería muy agradable acabar esta encantadora


conversación, pero tengo muchas vidas que proteger y muy poco tiempo que perder.
Pero no soy yo la que desaparece. Sino ella. Suelto todo el aire que he contenido hasta
ahora, y de mis labios se escapa un suspiro de alivio.

—Vámonos de aquí.

Joel se ha quedado petrificado, como si una especie de fuerza invisible le hubiese


anclado al suelo y hubiera congelado cada uno de sus músculos.

Mi mano impacta contra su mejilla, y parece despertar de su trance.

—¡Joel! ¡Reacciona!

Su desorbitada mirada se posa en mí y sus piernas responden de nuevo a los


estímulos. No me cabe duda de que este momento se grabara en los anales de su memoria.
131

—Lo siento.

Intento parecer calmada.


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—No importa. Vamos.

Aunque haya recibido sus alas, no tiene la capacidad de moverse como nosotros.
Extiendo mi mano, él la coge, y hago que desaparezcamos de allí. Ya no puedo saber si
estamos en un lugar seguro, pero ahora mismo no tenemos más a donde ir. Yo puedo
moverme constantemente, pero no con Joel. Cada vez que lo transporto se consume un
poco mi energía.

La fortaleza de Azazel está aparentemente en calma.

—¿Cómo haces eso? Aparecer y desaparecer.

—Se llama transubstanciarse. —Es un procedimiento más simple de realizar


que de explicar—. Entre nuestros innumerables poderes, el de movernos a voluntad es
muy sencillo. Solo tengo que pensar en el lugar al que quiero ir, y la materia de la que
está formado mi cuerpo se transubstancia.

—No parece difícil. ¿Puedo hacerlo?

Sonrío con cierta tristeza.

—No. —Con la inesperada visita de antes no he tenido tiempo para pensar en


una cuestión importante. Las alas de Joel. Son visibles tanto para ángeles como para
demonios, y eso es un punto de desventaja para los que aún no han descubierto su
identidad—. Tendremos que ocultar tus alas. Será más difícil encontrarte si no son
visibles.

Tal vez sea un punto a nuestro favor, ocultar que ya posee sus poderes de nefilim
podría ser una baza importante para su protección. Que no lo tengan como un rival
fuerte puede ser beneficioso.

—¿Cómo las oculto?

Hum…yo nunca he tenido la necesidad de ocultar mis alas, pero sé de algunos


132

ángeles que sí lo han hecho y para ello han usado runas angélicas. Por desgracia, me
temo que no soy demasiado útil en este aspecto.

—Podríamos ocultarlas con una runa, pero no estoy familiarizada. Deberías


hablar con un experto.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—¿Castiel, por casualidad?

Pues vaya, sí. Nadie mejor que él para hacerlo.

“Castiel, tesoro, mueve tu hermoso culito hasta aquí. Necesitamos tu ayuda”

Esperamos unos segundos en silencio. No más de veinticinco o treinta, no


tengo un cronómetro. Una ligera brisa mueve mi pelo anunciando la llegada de Castiel.
Contempla a Joel de la cabeza y los pies. Señala sus alas.

—Apuesto a que ese es el problema.

Los dos asentimos al unísono.

—Necesitamos una runa.

Se toca la barbilla, meditabundo.

—Podría funcionar, sí…existe una runa en concreto, la llamamos “D’hareel”.


Puede ocultar la esencia angélica.

De momento nos servirá. El pobre Joel no gana para sufrimientos. Primero tuvo
que soportar el dolor que le causó que se grabaran las marcas nefilim, y ahora tendrá
que soportarlo una vez más.

Joel se sube las mangas, donde pueden verse las marcas anteriores que cubren
sus antebrazos y Castiel cubre la parte superior de su muñeca.

La marca se imprime en su piel.

Está anocheciendo en la hermosa ciudad escocesa de Aberdeen. Azazel ha


133

regresado hace unas horas, nos ha asegurado que Mina y Andrea Green están a salvo, y
que ha usado un pequeño truco para mantener oculta su identidad. Eso ha tranquilizado
mucho a Joel y le ha permitido respirar de nuevo. Los frenéticos acontecimientos del
día lo han dejado agotado, y Azazel lo ha acompañado hasta una de las habitaciones,
donde está durmiendo. Después de todo, él necesita descansar. He salido a uno de los
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

balcones, desde el que se contempla toda la verde extensión que compone la región. El
cielo está plagado de estrellas centelleantes creando un manto brillante sobre nuestras
cabezas, la luna está en su mayor fase, grande y plena, maravillosa.

Ojala pudiera detener el tiempo en este mismo instante. Ha pasado mucho


tiempo desde que me relajaba mirando el cielo, en silencio.

—Joel me ha contado lo que pasó con Eva. ¿Es realmente él?

Asiento sin apartar la mirada del cielo. Castiel suspira y se apoya contra la
balaustrada de piedra. Contempla el cielo, maravillado con la simpleza de su belleza.

—No puedo entender cómo Miguel no puede ver la belleza que vemos nosotros.

—Siempre ha estado ciego. Le ciega su exagerada devoción por Dios. —Mis ojos
reflejan la tristeza de mi alma—. ¿Recuerdas los días en los que no teníamos que luchar
contra nuestros hermanos?

—A cada momento. Parece mentira que hayamos llegado a esto.

Castiel coloca su mano sobre la mía, y mi corazón se desboca. La luna se refleja


en sus ojos del color del mar.

—¿En qué pensabas?

—Escribieron sobre nosotros, sobre nuestra historia. —Aumenta la presión de


su contacto—. Con otros nombres y en otra época, pero somos nosotros.

—¿Quién?

—Un escritor inglés, un viejo amigo, la calificó como la historia de amor más
trágica jamás contada. Me llamó Julieta.

Él sonríe y la noche se ilumina de pronto.


134

—Shakespeare. A veces estaba como una cabra, pero era un genio.

Definitivamente, las personas cambian. Somos capaces de cambiar de la


manera más radical. Cuando uno se adentra en la máxima oscuridad, solo le queda
una alternativa: salir. O esta te consume por completo y borra cualquier rasgo de tu
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

existencia pasada. Es la ley de la gravedad, tiras un objeto. Sube, sube, hasta lo más alto,
pero como todo, al final debe caer. Todos caemos.

Los ángeles somos iguales a los humanos en este aspecto. Hasta el corazón más
frío y oscuro del mundo es capaz de encontrar un rayo de luz que le indique el camino.
Intento no mirar a Azazel a través de las ventanas, que está sentado en un gran sillón de
la sala, absorto en sus pensamientos.

—¿Podrás perdonarme por no recordarte?

Lo miro horrorizada. ¿Perdonarle? Nunca ha hecho nada que me hiriera.


Sostengo su rostro entre mis manos.

—Tú no debes pedirme perdón. Harían falta tres vidas más para ser merecedora
de tu perdón.

Todo mi cuerpo tiembla cuando me besa inesperadamente. Es un beso largo


e impulsivo, lleno de gratitud. ¿Gratitud? Ya había olvidado como era. Siento que las
lágrimas resbalan por mis mejillas sin tener ningún control sobre ellas. Por un momento
me siento ingrávida.

Abro los ojos y Castiel me está mirando. Desliza su pulgar sobre mis mejillas,
secándome las lágrimas.

—Cass…

—No digas nada.

Y no lo hago. Solo miramos al brillante cielo estrellado, con las manos


entrelazadas. ¿Qué voy a hacer si pierdo esta batalla? No quiero volver a separarme
de Castiel. Sé que las probabilidades de que podamos estar juntos son cada vez más
pequeñas.

No quiero pensar. Tenerlo a mi lado es más de lo que había esperado en los


135

últimos años, y no voy a desperdiciar este momento pensando en el futuro. Por muy negro
que pueda presentarse, ya habrá tiempo mañana para pensar en ello. Los problemas
seguirán estando, este es nuestro momento de paz.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

INTERLUDIO VII

JOEL

U na mujer se encuentra al fondo de la imagen. Se encuentra de espaldas,


entre unos árboles de gruesas raíces y piedras milenarias. El lugar respira
sabiduría y eternidad. Solo puede verle la nuca, el pelo negro y liso, a la altura de la cintura.
El aire tiene un olor húmedo, a hierba y flores exóticas. El sol está en lo más alto pero no
quema. Joel está detrás de la mujer, abre la boca para llamarla, pero no sabe su nombre.

La mujer reza de rodillas, con la cabeza inclinada en señal de referencia, y sin


cambiar su postura contesta a la pregunta que Joel no ha hecho.

—Soy Lijiang.

—¿Un ángel? — Pregunta desde lo alto de la colina en la que se encuentran.

—Exiliado.

Joel puede ver de soslayo que al cuello luce un collar de flores amarillas. Desde
algún punto le llega un sutil aroma a sal. El mar está cerca.

—¿Por qué te exiliaron?

—Me exilié yo misma. —La suave voz del ángel posee un matiz de otro idioma.
Asiático, deduce. Tal vez chino—. El mundo es demasiado hermoso para contemplarlo
de lejos.

Con las vistas que se extienden ante sus ojos, es imposible negar eso. Nunca
136

había visto tanta belleza reunida en el mismo lugar.

—¿Dónde estamos?

—En el jardín de Amahara.


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

La mujer se pone en pie. Empieza a darse la vuelta. Un segundo más y verá su rostro.

Es entonces cuando la visión lo abandona, parpadea dos veces, y todo desaparece.


Aún tumbado en la cama, con la mirada pérdida en algún punto del techo, reproduce
el sueño una y otra vez. ¿Qué tiene que ver ése ángel con él? No había percibido en ella
nada que le hiciera creer que estuviera en peligro. Tiene que haber una relación, seguro.
Todos sus sueños la tienen.

Puede estar relacionado con la misión de Lillith de reclutar guerreros. Ella no


le ha dicho nada, pero sabe lo que está haciendo. Cuando desaparece sin más sabe que
está buscando a sus antiguos hermanos, jugando a saber qué para ganar un aliado más.

El ángel Lijiang podría unirse a ellos.

137
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

CAPÍTULO IX

S olo quedan un par de horas para el amanecer. Azazel ha salido en busca de


un par de demonios a los que convencer para que se unan a la causa. Estoy
dando vueltas tranquilamente por la excelente colección de armas que Azazel posee, que
realmente son maravillosas, pertenecientes a todos los siglos de la historia. Castiel lee
uno de los volúmenes de poesía que adornan las estanterías de madera que llegan hasta el
techo. Una decoración austera pero que proporciona toda la comodidad necesaria. Nunca
habría pensado que Azazel pudiera tener tan buen gusto, si lo comparamos con una cueva,
imagino que cualquier cosa vale. No necesito mirar para saber que Joel está despierto.

—Oh, Joel, aún es temprano.

Cass levanta la vista del papel y mira a Joel. No suele levantarse tan temprano
y normalmente lo dejamos dormir a sus anchas. Ese pequeño capricho podemos
concedérselo.

—¿Ocurre algo?

Joel se rasca la cabeza, y esboza una sonrisa inocente. Tiene el gesto cansado,
pero me parece normal con todo lo que estamos pasando. Su pelo está alborotado y le
da un aspecto encantador.

—He tenido una especie de visión.

—¿Qué has visto?

—Nada preocupante. Creo que he conocido a una amiga vuestra.

Castiel y yo nos miramos, preguntándonos de quién se trata. No es que seamos


138

muy populares, pero nuestra lista de amistades es larga.

—¿Quién? —Hablamos al unísono, y Joel sonríe. Lo ignoramos.

—Lijiang.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

¡Lijiang! Llevamos siglos sin verla desde que decidió darse a un retiro espiritual
sin tiempo definido.

—¿En serio? ¿Estás seguro de que era Lijiang la que aparecía en tu sueño?

—Ella misma dijo su nombre.

—¿Qué me dices, Lillith, le hacemos una visita?

Miro a Cass. Se podría decir que Lijiang es una pacifista, hippie, incluso, pero
seguro que cuando le expongamos la apremiante situación acepta a unírsenos.

Accedo a su petición. No perdemos nada por intentarlo. Cierra el libro, lo deja


sobre una mesa y toca la frente de Joel para trasladarnos de continente.

El sonido de los pájaros nos recibe como una reconfortante caricia. La espesa
vegetación de la selva, y el descomunal templo de piedra que se alza ante nosotros.
Antaño era más imponente todavía.

—¿Dónde estamos?

—Bienvenido a Angkor, Camboya.

Y el lugar en el que nos encontramos es el templo de Ta Prohm. El templo


pertenece al estilo Bayon; el último "gran periodo" de la arquitectura de estilo jemer.
En torno al templo se extiende una superficie de unas 60 hectáreas destinadas a uso
residencial, delimitadas por un muro de laterita de 1.000 metros, interrumpido por
adornos en forma de gopuras, que son un tipo de entradas monumentales caracterizadas
por una torre ornamentada. Las gopuras están adornadas con cuatro enormes rostros
de buda —uno por cada punto cardinal— esculpidos en la roca.

Avanzamos hasta el interior del templo, donde aparece un nuevo recinto


delimitado por un muro de laterita de 200 metros, que a su vez contiene otro recinto
más, delimitado por una galería de columnas de unos 100 metros cuadrados, en donde
139

se encierra el núcleo del templo. Éste ocupa una superficie de una hectárea y posee una
geometría compleja, en la que antiguamente se erigían hasta 39 templos piramidales.
El centro del templo lo constituye un último recinto cuadrado de 30 metros con una
torre central y varias edificaciones menores. Se mire por donde se mire, simplemente
maravilloso.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Wow…

Joel está literalmente con la boca abierta de la impresión. Éste es uno de los
lugares más maravillosos del mundo, y bastante desconocido para la mayoría de sus
habitantes.

—Esto es el Jardín de Amahara. El jardín del Paraíso. Aquí estaban todas las
especies de árboles, flores y arbustos creados por Dios.

—¿Por qué fue destruido?

—Un daño colateral de todas las maravillas que han sido destruidas por los
humanos. La Torre de Babel, los Jardines Colgantes…

—Es impresionante…

Es curioso lo que los humanos pueden llegar a construir. Castiel encabeza la


marcha, introduciéndose entre las columnas de piedra hasta el mismo centro del templo,
donde encontraremos a Lijiang. Se encuentra de espaldas, entre unos árboles de gruesas
raíces y piedras milenarias. El pelo negro y liso le cae a la altura de la cintura, con un
brillo resplandeciente. Reza de rodillas en el suelo.

—Esto es lo que vi en mi sueño. —Se pasa la mano por el pelo y murmura en voz
baja. —Exactamente igual.

—Lijiang.

El ángel se pone de pie, y se gira para mirarnos. Sigue tan guapa como cuando
nos dejó.

—Mis amados hermanos.

Las ligeras pecas que salpican sus mejillas le dan un aspecto encantador. Su rostro
es perfecto, radiante, y desprende olor a flores. Mira a Joel con una sonrisa amable.
140

—¿Eres un nefilim?

Él asiente, abrumado por la belleza del ángel. Cuando le sonríe de nuevo, el sol
la ilumina, proyectando una especie de halo divino sobre su cabeza.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Lijiang. Bonito nombre.

—Lo tomé prestado de estas tierras. Me ayuda a camuflarme con los humanos.

Una bandada de pájaros de un plumaje azul y verde planea sobre nuestras


cabezas. Este lugar me recuerda realmente al paraíso.

—¿Prefieres que te llamemos Loveiel?

Loveiel era el ángel del amor. Ama toda la creación, nunca ha sido una guerrera,
pero tampoco ha tolerado la injusticia.

—Lijiang está bien. —Se sienta en el suelo de rodillas y la seguimos en el gesto—.


Son muy pocos los que me han visitado.

—¿Eres una guerrera?

Joel no conoce las jerarquías angélicas, pero Lijiang asume su pregunta con una
cálida sonrisa.

—No. Soy un ángel guardián. Guardo los templos de los humanos.

Hay ángeles encargados de guardar todo tipo de cosas. Y Loveiel vive en los
templos abandonados, por eso está aquí. Toma mi mano y la de Castiel, y debo decir que
nunca me he sentido tan en paz con ningún ángel.

—Yo no juzgo, Amatiel. No importa lo que hicieras. —Aprieta mi mano, y no


sé qué decir. Pero no hacen falta palabras—. Sé por qué habéis venido hasta aquí. Mi
respuesta es sí. Os ayudaré en todo cuanto pueda.

Mi querida hermana. Junto a Castiel era lo más parecido a una familia que tenía
en el cielo. Pero nos dejó. Se exilió para vivir con los humanos. Imagino que su amor por
ellos es mayor que el nuestro, nadie querría luchar por ellos tanto cono ella. Castiel le
sonríe, y besa su mano.
141

—Me alegra saber que estás bien.

—Verlaine está en Sri Lanka. Estoy segura de que también tomará parte en
vuestro favor.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Gracias.

Nos ponemos en pie y la abrazo. Estoy a punto de separarme de ella cuando me


susurra al oído.

—No pierdas la fe, Amatiel.

Una extraña sensación se apodera de mí. Creo que nunca he dudado de mí


misma, al menos hasta donde alcanza mi memoria, sin embargo, ahora es diferente.
Ojalá no tuviera que ponerla en esta situación. Solo espero que encuentre una manera
de no tener que participar.

—Vamos, marchaos.

—Te informaré personalmente de todo.

—Gracias, Castiel.

Nos despide con la mano, con sus alas blancas extendidas y nos movemos hacia
Sri Lanka. Ya que estamos, matamos dos pájaros de un tiro…Aparecemos en un sistema
de cuevas excavadas, yo diría que justo en la zona central del país, pero no estoy segura.

—¿Dónde estamos, Cass?

—En Dambulla.

En la ciudad de Dambulla, en la Provincia Central de Sri Lanka, existe un


sistema de cuevas convertidas en un curioso templo excavado en la roca, conocido como
el Templo de Oro de Dambulla, una pequeña maravilla dentro del país.

El sistema de cuevas es el más grande de todo Sri Lanka, y en su interior,


se conserva el también llamado Templo de la Cueva de Dambulla, justo donde nos
encontramos. El templo está construido en el interior de cinco cuevas de piedra blanca,
formando arcos con columnas. En el interior nos encontramos con más de 150 estatuas,
142

y ricos murales sobre la roca.

—¿Cómo sabías en qué lugar debíamos buscar?

Castiel suspira mientras camina delante de Joel y de mí, y me mira con una
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

sonrisa culpable.

—Verlaine y yo nos hemos visto en algunas ocasiones.

Alzo las cejas e intento no parecerme a una de esas mujeres humanas que
montan un espectáculo cuando sus maridos no les cuentan algo.

—¿Ah, sí? —Joel me mira con una sonrisa y se ríe—. ¿Qué pasa?

—Nada. Solo que parecéis una pareja.

Supongo que si pudiera me ruborizaría. Ese no es mi estilo.

—Cállate.

Me hace reír. Era justo lo que estaba pensando. Castiel también se ríe y me mira.

—Sabes que no tienes motivos para estar celosa.

—No estoy celosa.

No lo estoy, pero Verlaine ha cambiado mucho desde que está en la tierra, y


además, es muy guapa, podría conseguir a quien quisiera, ángel, humano o demonio.
Escuchamos un gran alboroto, conforme avanzamos el ruido se hace más intenso, gritos,
aplausos…

—¿Qué es eso?

Joel me mira desconcertado. Se supone que este lugar es un santuario, que


destaca por su silencio y solemnidad. Pero parece como si se estuviera librando una
guerra. Avanzamos los últimos metros que nos quedan hasta llegar al final del pasillo
decorado con arcos, y nos adentramos en el corazón del templo. Los gritos son intensos.
Doblamos la última esquina y nos encontramos de frente con la realidad. Una pelea
callejera. Decenas de personas forman en círculo alrededor de los luchadores. Uno de
143

ellos acaba de caer al suelo. Desde aquí atrás no consigo distinguirlos. Nos abrimos paso
entre la gente y vemos al hombre que está tendido en el suelo, con la nariz y un labio
roto. Giro la cabeza para ver a su oponente y mi mandíbula se descuelga de la impresión.

—¿Verlaine?
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Lleva tan poca ropa que me sorprende que los presentes se fijen en sus golpes
y no en su cuerpo. Lleva el pecho cubierto con un pequeño y ceñido top negro, y unos
amplios pantalones verde caqui, las manos vendadas con cintas y el pelo recogido en un
moño despeinado.

El contrincante de Verlaine se levanta, escupe sangre al suelo y se prepara para


propinarle un golpe, pero antes de que tenga tiempo de coordinar sus movimientos
Verlaine lanza su puño contra su cara.

—¿Es luchadora?

Castiel me mira y asiente en silencio. ¡Sí que ha cambiado! El golpe que acaba de
propinarle a su rival lo ha dejado tumbado en el suelo, lo que la convierte en la vencedora
del combate. Alza los puños en señal de victoria y se levantan vítores y aplausos.

—Ella sí que sería un buen fichaje.

Joel está tan impresionado con su técnica de lucha como el resto de espectadores.
Recoge unos cuantos billetes del suelo y la gente empieza a hacer apuestas en favor de
dos nuevos contrincantes. Nosotros seguimos a Verlaine a través de la sala de columnas
y le cortamos el paso, antes de que pueda escabullirse.

—¡Verlaine!

—Castiel… —se la ve sorprendida y contenta por reencontrarse con él. Ni siquiera


tiene un solo golpe—. ¿Has venido a ver el espectáculo?

—No.

Verlaine nos mira a Joel y a mí, con gesto indiferente.

—¿Ahora te dedicas a hacer de canguro?

Joel se siente ofendido, pero con ella tendrá que tragarse su orgullo. Castiel
144

tampoco responde, por lo que Verlaine sonríe sin ningún tipo de humor.

—Entonces supongo que estáis aquí para avisarme de los malvados planes de
Miguel. Os ahorraré saliva, estoy informada.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

No consigo salir de mi estupor al descubrir su nueva ocupación. ¡Qué equivocada


estaba! He sido mal informada de sus pasatiempos, y reconozco que creía que eran algo
menos…violentos.

—¿Qué ha sido contigo, Verlaine?

Suelta una carcajada irónica y me mira de arriba abajo de manera despectiva.

—¿Tú me lo preguntas? Se llama adaptación.

—¿Eres mercenaria?

—A veces, siempre que paguen bien. También lucho por dinero. ¿En esta
porquería de economía? Papaíto ha recortado el grifo, y tenemos que pagarnos nuestros
propios gastos. No sé hacer otra cosa que no sea luchar.

Castiel toma la iniciativa y utiliza su don de persuasión para convencerla de


nuestra empresa.

—Entonces lucha. Todos estamos en el mismo barco. Pero te queda poco tiempo
para seguir viviendo a todo tren, a menos que tomes partido.

La suspicacia de Verlaine es digna de admirar. Y sonríe desde su posición privilegiada.

—Tomar partido a vuestro favor, imagino.

—¿Tienes otra alternativa mejor?

—Siempre puedo unirme a los demonios.

No será capaz. Ahora sé que se está tirando un farol. Puede haberse convertido
en una oportunista, pero ambas sabemos cuál es su mejor baza.

—Aprecias demasiado tu vida para unirte a ellos.


145

—Tú has sido uno de ellos durante mucho tiempo, Lillith.

Eso ha sido un golpe bajo. Su tono mordaz refleja la buena relación que nunca
ha existido entre nosotras. Pero tiene razón, no soy la más indicada para hablar.
Precisamente por el gran parecido que hay entre nosotras sé que aceptará mi propuesta.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Muy bien. Si encuentras un solo demonio que te garantice que saldrás


victoriosa de esta contienda, adelante. Ambas nos uniremos a ellos. —Joel me mira,
incapaz de leer mis intenciones—. Pero, si no es así, nuestras filas tendrán un lugar para
ti.

Lo sé, soy buena negociadora. Años y años de práctica. No obstante, está


pensando seriamente nuestra oferta. ¿Pueden garantizarle algo mejor? No. Esto es
como un buen contrato, quien ofrezca las mejores garantías y prestaciones, se queda
con el cliente. Y mi cliente está estudiando la letra pequeña.

—¿Tenéis algún arma a favor?

Señalo a Joel con la cabeza, y él se encoge.

—A un nefilim.

—Genial, adoro las causas suicidas. Siempre son más divertidas. —Se encoje de
hombros y se desata las cintas de las manos con deliberada lentitud—. Nunca sabes con
qué pueden sorprenderte.

—Bienvenida al equipo.

Nos mira con intención, alzando las cejas.

—Solo lo hago por mi propio bien.

—Por supuesto.

Somos conscientes de eso. Verlaine ha perdido ya todos los valores de antaño,


y si lucha será únicamente por su supervivencia. No me importa. Mientras luche, que
cada uno elija su propia causa. Mejor aún, siempre y cuando luche por su propia vida
mayor será su entrega.

Nos despedimos de ella y caminamos de vuelta al exterior del templo. Es hora


146

de regresar a Escocia. Tengo que comunicarle algunas cosas a Azazel, y debemos discutir
el tema de mi obediencia a él. Una vez estamos de nuevo en la fortaleza, encontramos a
Azazel estudiando algunos mapas.

—Castiel, llévate a Joel. Enséñalo a usar una espada.


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Él me mira, y sabe que algo importante debo tratar con él.

—En el piso superior tenéis una sala de entrenamiento. —Azazel no levanta la


vista de los mapas, y Castiel se lleva al nefilim—. Estoy seguro que será de tu agrado,
Castiel.

Pongo mi mano sobre el papel y Azazel desvía la mirada a mi cara.

—Quiero hablar contigo.

—¿Sobre qué?

—Sobre el tema de mi obediencia hacia ti.

Azazel se sienta en su sillón favorito. Sé que tengo toda su atención. He tenido


demasiadas experiencias con demonios como para saber que no quiero más de esto. He
tenido demasiado para una sola existencia.

—Te escucho.

—No volveré a obedecer a ningún demonio. Si juré servirte fue solo para
librarme de Lysander. —No puedo imaginarme pasar otra eternidad de servidumbre—.
Te agradezco tu ayuda, pero no me he librado de un demonio para servir a otro. Dime
qué debo hacer para ganar mi libertad.

Azazel me mira en silencio, imagino que pensando un buen precio que pedirme
para comprar mi libertad. Con gesto solemne se pone de pie.

—Eres libre.

Tengo que apoyarme contra la pared por la impresión que me producen sus
palabras. LIBRE. No, debe estar jugando conmigo.

—¿Dónde está el truco?


147

—No hay ningún truco. Eres libre. Los demonios que me sirven eligieron ellos
mismos su destino. No es buena idea tener bajo tus órdenes a alguien que en cualquier
momento podría ponerse en tu contra o traicionarte por una oferta mejor.

Está hablando en serio. Mis ojos se han desorbitado de la emoción. He soñado


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

con este momento durante siglos. No servir a un demonio, no tener que acostarme con
ellos. Ser mi propia dueña. Soy libre. Azazel toca mi hombro y me deja sola con mis
emociones. Caigo de rodillas al suelo y cubro mi cara. Estoy llorando de emoción. Ya
nadie más me obligará a hacer nada que no quiero, nadie volverá a amenazarme con
añadir años a mi condena. Ya no temo a Lysander. Es hora de que reciba mi venganza.

Noto una presencia detrás de mí. Esencia demoníaca. No es Azazel. Me seco las
lágrimas con la mano y me pongo en pie a la defensiva.

—Dunia…

Toda la fortaleza está protegida con símbolos para evitar la entrada de demonios,
así que Azazel ha debido dejarla entrar. No va armada, cosa que me desconcierta, por lo
que debo imaginar que no tiene intención de atacar.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Dunia ha sido lo más parecido a una amiga que he tenido en la Tierra. Pero con
ella no se puede olvidar su naturaleza, o te clavará un puñal por la espalda.

—Lysander no tardará en averiguar que me he ido. Vengo a ayudarte.

—¿Cómo?

—Alexia ha reunido su ejército. Espera las órdenes de Lucifer para atacar. La


batalla se llevará a cabo pronto, ya han empezado a romperse los sellos que anuncian la
llegada del Armagedón.

—¿Por qué me avisas?

Dunia suspira. No es de esos demonios que se andan por las ramas y hablan con
acertijos. Siempre va al grano, y esta vez no es diferente.

—El objetivo de los demonios siempre ha sido crear el caos y destruir el mundo.
148

Pero las dos sabemos que eso pierde su sentido si no hay nadie al otro lado para
detenerlo. ¿Qué haremos cuando ya no quede un solo árbol en pie, cuando no haya un
río que contaminar, cuando hasta la última criatura de este planeta se haya extinguido?
¿Qué nos quedará entonces por destruir?
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Y ese es su motivo. Simple. Los demonios aman destruir cosas, corromper


almas, pero si no quedan almas a las que corromper…supongo que creerán que es una
idea maravillosa vencer a Miguel y alzarse con el poder, pero no han pensado en lo que
eso supone. Si gana el cielo esto no se convertirá en un arco iris de sonrisas y alegría,
pero puedo asegurar, que si los demonios ganan, cada día sería como si te clavaran una
vara al rojo vivo en los ojos, una y otra vez.

—Tú no quieres que gane Lucifer, ¿verdad?

—La mitad de los demonios del infierno darían lo que fuera por eliminarlo. Y la
otra mitad desea lo mismo, pero no tiene las agallas para decirlo. Nadie, salvo él, sale
ganando con esta partida.

En una lucha puede haber un vencedor, pero en una guerra pierden todos.

—Sois tan peones como nosotros. ¿Qué me sugieres?

Dunia desliza sus dedos por los exquisitos tapices de todos los rincones del
mundo que decoran las paredes.

—Lysander sabe que te has rebelado contra él, pero no cuenta con que estás
buscando aliados. Bien. Ese es un punto a vuestro favor. Le hice algunas preguntas a
Lysander, y no me gustaron las respuestas que me dio. Así que, considérame tu agente
doble.

Wow, necesito un momento. ¿Dunia quiere trabajar a dos bandas? Eso es


jodidamente peligroso. Es extremadamente fácil que la descubran, y si Lysander o
Alexia se dan cuenta…no me gustaría estar en la piel de Dunia si eso pasa.

—¿Ahora vas a jugar a los espías?

—Oye. Soy un demonio. No te sorprendas por mi falta de lealtad. Además, sé


que nunca he hecho nada que sea digno de merecer tu confianza, pero esos malditos
hermanos se han empeñado en involucrarnos a todos en su estúpida disputa desde hace
149

siglos. ¿Aún conserváis al nefilim? —Asiento. Por nada del mundo lo perderíamos—.
Entonces seguid como hasta ahora. No han conseguido descubrir vuestra ubicación, yo
solo he podido llegar aquí gracias a Azazel.

—¿Por qué te has tomado tantas molestias por buscarme?


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

No es que me moleste, en absoluto, aprecio el gesto, solo se me hace algo extraño.

—Me enteré de que Azazel te había reclamado bajo su protección, y creí que
sería una buena oportunidad para acabar con todo esto. —Suspira, y noto tristeza en sus
ojos. ¿Es eso posible?— Yo también estoy cansada. No buscaré la muerte por iniciativa
propia, pero me gustaría que fuera otro el que llevara las riendas del mundo. Para variar.

El aburrimiento es el peor amigo de un demonio. A veces ponen en peligro sus


propias vidas tan solo por cambiar la rutina de sus monótonas vidas. No me imagino
cuanto tiempo lleva Dunia viviendo de la misma manera.

—Muy bien. Actúa delante de Lysander igual que siempre. Avísame si tienes
alguna noticia, pero…ten cuidado.

Ella me sonríe.

—Siempre me has gustado. ¿Nunca te lo he dicho? —Niego con la cabeza y se


ríe. Supongo que el que no intentara matarme a la primera de cambio era una señal—.
No has perdido tu esencia de ángel, y tú tienes la culpa de que cada vez me cueste más
cargarme a una maldita “paloma de la paz”.

Viniendo de ella es todo un cumplido. La verdad es, que aunque sea un demonio,
y debería odiarla por ello, no la odio. Me entristecería que le ocurriera algo.

—Gracias por lo que has hecho.

—No me dés las gracias. Sabes que no puedo soportar las sensiblerías.

En un pestañeo, Dunia desaparece. Azazel ha estado escuchando y se acerca a mí.

—Ella vino en mi busca. He levantado la barrera para permitirle el paso, pero no


puedo arriesgarme a que otros demonios descubran este lugar.

Lo entiendo perfectamente. Si mantenemos a Joel oculto en este lugar, no


150

podemos permitirnos tener ningún descuido. Podría costarnos la vida a todos.

—Yo…

No sé cómo agradecerle lo que ha hecho por mí. Ningún otro demonio me habría
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

liberado sin obtener nada a cambio.

—No digas nada. No me debes nada. —Se mete las manos en los bolsillos de
los pantalones—. Dos demonios más se nos unirán. Asbeel, cayó conmigo cuando
engendramos a los primeros nefilim. Es un caído, no un demonio. También Verchiel, se
reunirá conmigo en un par de días.

—Bien.

Coge su chaqueta del perchero de la pared, una cazadora negra de ante y se la


calza.

—Debo viajar a Egipto. Hay alguien a quien podría interesarle mi propuesta.

Estamos trabajando mucho para que esta empresa salga adelante, pero no
tenemos apenas tiempo para estar perdiéndolo. Cuando se rompa el último sello,
las trompetas celestiales anunciarán el momento de bajar a la Tierra, y el mundo se
convertirá en una batalla campal.

151
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

INTERLUDIO VIII

AZAZEL

A zazel se materializa en un bar de estriptis en el centro de la ciudad de El


Cairo. Allí sabe que encontrará a un demonio. Pero no se trata de uno de
los hombres babosos y sudorosos que se agolpan a los pies de las bailarinas subidas en
impresionantes tacones, sino de una de las mujeres que se gana la vida quitándose la
ropa por dinero. Ocupa un taburete alrededor de la pasarela central, donde una mujer
de pelo naranja y fucsia se contonea con un insinuante bikini de flecos plateados. Azazel
le enseña un billete de cincuenta y la mujer se desliza hasta él como una gata.

—¿Quieres un baile privado?

Azazel sonríe y acompaña a la mujer hasta una sala privada, decorada con
terciopelo rojo y un diván junto a una mesa de cristal. Descorcha una botella de champán
y se sirve una copa.

—En realidad no estoy aquí para ver cómo te desnudas.

La mujer lo mira sin comprender.

—Me pagan para quitarme la ropa. Nada más.

Azazel da un sorbo a su copa de champán, saboreándola, y se acomoda en el diván.

—No me malinterpretes, preciosa. ¿Desde cuándo te dedicas a esto, Kyriah?

—¿Cómo sabes mi verdadero nombre?


152

Él la deslumbra con una sonrisa radiante. Tantos años encerrado en una solitaria
cueva y cuando vuelve ni siquiera lo reconocen.

—Así era como te llamabas antes de que me encadenaran.


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Azazel… —Kyriah suelta una carcajada emocionada y se tira a su lado en el


diván— ¡Te había dado por muerto!

—Pues ya ves que no. Soy difícil de eliminar. —Le ofrece una copa a su
acompañante y la llena de champán—. Tengo un negocio muy interesante que tal vez te
interese.

Kyriah se incorpora para poder mirar la cara de Azazel.

—¿Cuál?

—¿Qué te parecería una rebelión?

Kyriah no conoce más que el desprecio de sus hermanos demonios, por el simple
hecho de ser diferente. Un demonio que no desea hacer el mal. Uno no puede escoger
cómo nace, y ella nunca quiso ser un demonio. Odia todo lo que tiene que ver con el
infierno, por eso escapó de allí y se convirtió en una fugitiva.

—¿Contra quién quieres rebelarte?

—Contra todo el mundo.

—Estás hablando en serio, ¿verdad?

El silencio y la expresión seria de Azazel responden por él. No se caracteriza


precisamente por sus bromas.

—Se han roto los cuatro sellos, y cuando el séptimo sello se abra…

—Comenzará el Apocalipsis. —Kyriah hace una mueca de disgusto—. No quiero


que nadie decida mi destino.

—Por eso he venido. Únete a mí. Cambiemos el destino.

Azazel no necesita convencerla. Kyriah aceptará, porque es una manera de


153

renegar de todo lo que desprecia, porque siempre ha estado del lado de los humanos, y
porque no hay otro lugar para ella que no sea la Tierra.

—Aunque sabes de sobra que te seguiría hasta el fin del mundo, siento curiosidad.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—¿Qué te inquieta?

—Me sorprende verte trabajar con ángeles.

Azazel dibuja una sonrisa torcida y Kyriah le coge la botella de champán y le da


un trago.

—¿Cómo sabes que estoy trabajando con ángeles?

—Azazel…eres incorregible, no trates de ocultarlo. Aunque intentes negarlo,


nunca renunciarás a tu pasado de ángel, amas el cielo, a Dios y a los humanos. En cierto
modo, está en tus venas.

Él se encoge de hombros y se acaba su copa.

—En ese caso…¿qué me dices? ¿Nos divertimos?

154
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

CAPÍTULO X

M e siento inquieta. ¿El porqué? Lo desconozco. La abrumadora sensación


de ser libre encogió mi corazón por un breve instante, pero ahora no sé
qué hacer ni cómo sentirme. He hablado de libertad a otros ángeles, les he enseñado qué
hacer con ella, pero lo cierto es que no sé cómo manejar la mía. Es algo nuevo para mí,
había olvidado lo que se sentía y es maravilloso.

—No estés tan preocupada.

Castiel está justo detrás de mí. ¿Desde cuándo? Ni siquiera le he oído, y odio
que sea tan sigiloso. Es como una maldita ráfaga de viento que te sorprende de pronto.

—¿Qué has escuchado?

—Lo suficiente.

Entonces lo sabe. Y ahora que soy libre… ¿a quién culparé de mis errores? Podía
hacerlo con Lysander, y nadie podía recriminármelo, pero lo que haga a partir de ahora
será única y exclusivamente mi decisión.

—Estás cuestionándote, lo sé.

—¿Tú no lo haces nunca?

La mano de Castiel se sostiene sobre mi hombro y puedo sentir la paz que me


transmite.

—Eres más fuerte de lo que crees. Mucho más fuerte. Hemos sobrevivido
demasiadas veces para rendirnos ahora.
155

No estoy rindiéndome. No voy a rendirme nunca, no es mi estilo. Solo…me


planteo varias alternativas.

—¿Qué pasará si no conseguimos detener el Apocalipsis? ¿Si fracasamos?


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Que yo te seguiré amando, más allá del fin de los tiempos.

Es lo único que debería importarme. Quiero aferrarme a eso. Me niego a pensar


que después de todo lo que hemos pasado juntos este sea nuestro final. El plan de Dios
debe guardar algo bueno para nosotros, no puede enviarnos todas sus maldiciones.

—¿Me prometes que estarás conmigo hasta el final?

—No te dejaré de nuevo. —Me abraza por detrás, y soy incapaz de dudar—.
¿Crees que hemos traicionado a Dios?

Yo no tengo todas las respuestas, pero quiero ser sincera con él.

—No lo sé. ¿Nuestros errores son perdonables? No lo sé…Quiero creer que


estamos haciendo lo correcto. Si nosotros no somos capaces de comprender nuestra
propia naturaleza… ¿Quién lo hará?

—Seguiré esperando el día en el que podamos estar juntos de nuevo, en la vida y


en la muerte. En el que podamos compartir nuestras alegrías y nuestras penas.

Yo tampoco dejaré de luchar, creyendo que llegará ese día en el que podamos
vivir juntos. Estando en paz con el mundo y con nosotros mismos. Pero hasta que todo
acabe no puedo permitirme pensar en eso, no puedo dejar que me aleje de mi objetivo.
Si yo me siento tan confundida no quiero imaginar como debe estar ahora mismo Joel.

—Iré a hablar con Joel.

—Está bien.

Me da un beso en la frente y voy hacia la habitación que ocupa Joel. Lo encuentro


en el balcón, sentado el suelo, con la espalda apoyada contra la fría piedra de la pared. El
atardecer…me siento junto a él y contemplo la hermosa puesta de sol.

—¿Qué pasa?
156

—Tengo demasiadas preguntas sin respuesta.

Al igual que todos. Si conociéramos todas las respuestas, la vida sería demasiado
aburrida.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Haré lo que pueda por contestarlas.

No tengo respuestas para todo pero he vivido más tiempo, y conozco más
mundo. Nadie diría que soy tan vieja, prefiero pensar que soy sabia.

—¿Los ángeles podéis tener hijos?

Lo miro y me río a carcajadas. ¡Menuda pregunta! Me coge por sorpresa, lo


reconozco.

—¿Eso es lo que te tiene tan intrigado?

Él también se ríe y se encoje de hombros.

—No…pero también me lo he preguntado alguna vez. Ahora me doy cuenta de


que sabemos muy poco sobre vosotros.

Esto es algo que sí puedo explicarle. Nunca me habían preguntado esto, pero es
fácil.

—Bueno…la respuesta es sí, podemos tener hijos, pero es algo complicado.

—Creí que todos los ángeles eran creados por Dios.

La mayoría de ellos. El 70% de los ángeles han sido creados por Dios. Claro, que
el número aumenta cada año, pero los demonios se encargan de igualar las fuerzas.

—No todos. Te lo explicaré en términos que puedas entender. ¿Has oído alguna
vez lo que ocurre con los pingüinos cuando pierden a su pareja?

—No vuelven a tener otra pareja. Son monógamos.

—Exacto. —Intento sonreír—. Los ángeles fuimos creados en parejas, y cada


ángel está destinado a encontrar a su compañero de vida. Somos como los pingüinos.
Cuando amamos, es para siempre.
157

Más altos y más guapos, pero pingüinos al fin y al cabo. También tenemos plumas.

—Solo tenéis una pareja.


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Sí. Pero el número de ángeles es incalculable, y encontrar a tu compañero


predestinado puede llegar a ser una tarea imposible. No tiene por qué tratarse
necesariamente de un ángel, puede ocurrir que tu pareja se haya convertido en un caído
o en un demonio. Incluso podría ser un nefilim.

Esto último no ha pasado nunca, pero es posible, después de todo son mitad
ángeles. Joel asimila las palabras y sonríe.

—Eso puedo entenderlo.

—Bien. Algunos nunca llegan a encontrar a su compañero de vida, y solo las


parejas destinadas pueden tener descendencia. Si pierdes a tu compañero, no volverás
a tener otro.

—¿Y Castiel es el tuyo?

—Sí. Lo supe desde el primer momento. —Cuando lo vi, supe que nuestros
destinos serían el mismo—. Sabemos que hemos encontrado a nuestro compañero
cuando lo conocemos. Es como una conciencia innata, algo dentro de ti que te empuja a
él como una fuerza de atracción.

Un sentimiento de confianza abrumadora, de afinidad. No existen términos


humanos para explicarlo.

—Entonces…Castiel y tú podéis tener hijos.

—Sí.

Miro a través de la balaustrada como el sol se esconde detrás de las montañas.


El cielo está naranja. Nunca me he planteado tener hijos. Tal vez se deba a que nunca
he tenido la oportunidad, o a que el mundo está demasiado mal para traer un bebé a él.
La imagen de un bebé con los ojos dorados de Castiel, con su pelito rizado, su misma
sonrisa…intento quitarme esa idea de la cabeza.
158

—Supongo que algún día podréis formar una familia.

Le sonrío. Tiene un corazón grande y puro.

—¿Habías imaginado que tu vida sería así?


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Nadie le ha preguntado a Joel lo que él quería. Este destino ha venido a él, no


lo ha escogido.

—Más o menos. Excepto por el tema de las alas. —Nos miramos y sonríe con
resignación—. Llevaba una vida corriente, tranquila, pero era feliz. No sabía cuánto
hasta este momento.

—Todo acabará un día de estos. Y si seguimos vivos para entonces podrás buscar
a Eva y tener una vida con ella.

—Eso estaría bien. —Se queda mirando al horizonte, pensativo—. Nunca me he


atrevido a decirle que la quiero. Supongo que tengo miedo de que me rechace.

—No lo hará.

—¿Cómo lo sabes? —Me encojo de hombros.

—Los ángeles podemos percibir esas cosas.

Le he mentido un poquito. No es que los ángeles notemos esas cosas, pero soy
una mujer, y tengo un sexto sentido, una intuición femenina. Lo he notado en la manera
que tiene de mirarlo. Y además, Lucifer siempre ataca directo al corazón, y lo que ha
encontrado en el de esa chica ha tenido que ser muy fuerte como para utilizarla como
fin para llegar a Joel.

—¿Hay alguna parte buena en ser un ángel?

No soy la mejor para responder, pero como todo en esta vida tiene dos partes.
Una buena y una mala.

—Los sentimientos son más fuertes. Todo se magnifica a una escala desconocida
para el hombre. El mundo de los humanos es pequeño y limitado, el nuestro no tiene
límites. Y el poder…sentir que tienes poder sobre el resto de seres vivos. Pero también
puede ser una parte mala, si dejas que se apodere de ti.
159

—Creo que ya sé cual es la otra parte mala.

Sí, yo también lo sé. Pero me gustaría saber cuál es su opinión.


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—¿Y cuál es?

—Los ángeles tampoco conocen límites cuando se trata de conseguir un


propósito. Puedo sentirlo, dentro de mí…cada instante…este poder quiere controlarme…
pero si dejo que lo haga me perderé, como me perdí cuando dejé que me controlara y
ataqué a Brian.

No sé que decir. No tengo palabras. Yo estoy acostumbrada a lidiar con este


poder cada día, pero no puedo ni imaginar lo duro que puede ser para alguien que no lo
ha sentido nunca.

—Así es. Los ángeles son extremadamente testarudos. Si creen que algo está
bien, no habrá manera de convencerlos para que no lo hagan. ¿Sabes lo difícil que es
intentar llevar a cabo un levantamiento?

Joel sonríe por mi comentario. Creo que ya se ha dado cuenta. Ahora me pongo
seria, porque como todo en esta vida precisa de esfuerzo.

—Si dejas de luchar, aunque sea un solo día…créeme, no quieres que ese poder
se haga contigo.

Y ya conoce las consecuencias de dejarse llevar. Ser un ángel puede ser alucinante
a veces, pero la mayoría del tiempo es una mierda. No somos dueños de nosotros mismos,
ellos sí. La cara de Joel cambia al instante al notar que mi mente divaga, y me sonríe.

—No tienes que preocuparte. Has hecho por mí más de lo que deberías, ahora
es mi turno.

Si no tuviéramos tantos años de diferencia entre nosotros le daría un beso. Sé


que no voy a arrepentirme de lo que estoy haciendo.

—¿Cómo era el mundo cuando fuiste creada?

Creo que es la pregunta más difícil que me han me han hecho nunca. Respondo
160

con sinceridad.

—No lo sé…no recuerdo todo lo que he vivido. El tiempo que he pasado en este
mundo es solo un parpadeo de mi larguísima existencia. —Suspiro, y dejo vagar mi
mente. Sí que recuerdo muchas cosas, cosas que no sé si querrá saber—. Hace mucho
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

tiempo fui considerada una diosa para algunas culturas. Las alas, los poderes…no
recuerdo demasiado sobre aquella época, pero sé que no fui precisamente una imagen de
amor y bondad. Me honraban como una diosa de la guerra. La gran mayoría de nosotros
no recordamos las épocas con exactitud, ni todos los acontecimientos que hemos vivido,
pero tenemos tendencia a recordar la manera en que nos relacionamos con vosotros.

—¿Por qué?

—Las relaciones de cualquier tipo implican emoción, y eso deja en nosotros una
huella más duradera. Recordamos haber amado y haber odiado, tenemos una vaga idea
de cómo sucedió aquello, pero los nombres, los rostros, las fechas y los detalles se borran
de nuestra memoria con muchísima facilidad. Por fortuna, las emociones permanecen.
De lo contrario, nuestra propia personalidad, forjada a lo largo de eones de experiencias,
se disolvería junto con nuestros recuerdos.

Yo dejé de intentar recordar hace mucho. La mayoría de recuerdos que tengo


son del cielo, casi todos de Castiel y también de la Tierra. Las situaciones se tergiversan
y se confunden en una mente tan antigua como la mía, y muchos de nosotros debemos
olvidar deliberadamente para poder seguir adelante. Pero por supuesto que recuerdo a
todos aquellos a los que odio.

—Es demasiado complicado como para intentar entenderlo. Sois demasiado


complejos.

Sonrío.

—Lo sé. Ten en cuenta que fuimos creados antes que ninguna otra cosa, lo que
nos prosigue ha sido perfeccionado. —A pesar de los muchos fallos, se podría decir que
fuimos el prototipo— ¡Muy bien! Levántate.

Me encuentro de mejor ánimo, y quiero convertir a este chico en el mejor rival


que Miguel pueda encontrar.

—¿Por qué, qué vas a hacer?


161

—Convertirte en un guerrero.

¿Y quién mejor que yo para entrenarlo? Nadie podrá enseñarle el arte de la


lucha mejor que yo. Si de algo estoy realmente orgullosa, es de que, bajo mis enseñanzas,
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

ningún ángel ha fracasado nunca, mis pupilos han sido los mejores en sus respectivos
campos, y eso, es algo de lo que puedes enorgullecerte.

—¿Me vas a entrenar?

Su sonrisa de emoción es conmovedora. Por fin mi reputación causa el efecto


deseado.

—Así es. Tendrás el honor de ser mi aprendiz.

Me encamino a la sala de entrenamiento de Azazel. No quiero saber a quién o


con quién ha entrenado aquí, pero está equipada con todo lo que pueda necesitar y eso
es suficiente. Las velas de los candelabros están encendidas, confiriéndole un aspecto
bastante épico. Podría haber instalado luz eléctrica en este lugar, pero es cierto que la
luz de las velas le da un aire diferente. Me sitúo en el centro de la sala, enfrente de Joel,
guardando una distancia de un par de metros entre nosotros.

—Tu primera lección. Para matar a tu enemigo, debes pensar como el enemigo.
Lo único que te servirá es tu espada. —Trazo un círculo en el aire y mi espada aparece
en mi mano, con su reluciente hoja de fuego. Oh, sí pequeña, te he echado de menos—.
Inténtalo tú ahora. Visualízala en tu mente, siente como se forja en el aire al unirse las
partículas y entonces, cógela.

Este es el punto clave, el que deberá dominar bajo cualquier concepto, porque
puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte. Joel repite mis movimientos y
aparece su propia espada. No tiene nada que ver con la tomé prestada de la colección de
Lysander. Esta tiene auténticas llamas doradas. La espada de un nefilim…

—Castiel y yo ya hemos pasado por esta lección.

Levanto una ceja. Me gusta que Cass lleve la iniciativa de vez en cuando. Mejor.
Así avanzaremos más rápido.

—Atácame. —Su espada y la mía se convierten en espadas de madera con un


162

solo pensamiento mío. Simple precaución.

—¿Que te ataque?

—Te concedo el primer movimiento.


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Sin mucho acierto, Joel carga contra mí, moviéndose tan rápido como su
anatomía humana se lo permite, movimiento en vano, para quedarse de espaldas a mí,
que giro en semicírculo sin inmutarme.

—Utiliza tu velocidad sobrehumana. Exprímela.

Levanto un brazo para bloquearlo, Joel responde con la izquierda en un golpe


bajo y consigue darme con la espada antes de recibir una patada en el estómago,
quedándose literalmente doblado por la mitad.

—¡Buen movimiento!

Joel se incorpora como puede combatiendo el dolor en el estómago.

—Eres dura.

—Intento que sea un entrenamiento real. Ahí fuera no se mostrarán compasivos


contigo.

Aquí no hay oportunidad para ser sutil. Antes de que pueda parpadear, me
abalanzo sobre él y le golpeo a un lado de la cabeza, lo suficientemente fuerte para
hacerle ver las estrellas. En su defensa estúpidamente me lanza patadas, golpes e intenta
apuñalar cualquier cosa que se mueve a su alcance.

—¡Así nunca conseguirás matarme!

Los golpes en respuesta no se hacen esperar, fuertes y muy rápidos. Estoy


de pie a unos diez metros de donde Joel está tumbado, con su cabeza dando vueltas.
Claramente, en el combate mano a mano, es superado. Irá mejorando. Pero no está mal
para ser un comienzo. He entrenado a ángeles con menos habilidades que él y se han
convertido en grandes guerreros. Con un poco de entrenamiento puede convertirse en
una pesadilla para cualquiera. Levanto mi espada y lo golpeo en el costado, haciéndolo
caer al suelo de rodillas. La hoja de madera de mi espada se detiene a un milímetro de
su garganta.
163

—Yo gano el primer asalto.

Lanzo la espada al suelo y retrocedo, permitiendo que Joel pueda coger aire y
recuperarse de mis golpes.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Intenta anticiparte a los movimientos de tu oponente. Debes prever por


donde vendrá el siguiente golpe y utilizarlo en su contra. Eres previsible, sé por dónde
atacarás. —Mal, tendré que enseñarle algunos trucos—. Debes cambiar eso. Tienes que
ser rápido, no dés oportunidad de que respondan a tus ataques, y cuando estén en el
suelo, patéalos.

Um…esa es mi táctica favorita. No es muy elegante, pero es muy gratificante


patear el trasero de alguien. Deberíais probarlo alguna vez.

—Patearlos en el suelo…no me parece muy legal.

—No me gané este puesto siendo delicada.

Quizá las palabras “duro entrenamiento” se quedan un poco cortas para


describir las brutales, agonizantes y mortales pruebas a las que lo voy a someter en los
próximos días. Superarlas es solo cosa suya. Se pone de pie y hace girar su cuello con un
chasquido.

—Vamos con la segunda lección.

Está receptivo, me gusta.

—La espada es tu mejor baza en la lucha, pero no será lo único con lo que te
ataquen. Los demonios usarán tus propios miedos contra ti, se meterán en tu cabeza
e intentarán volverte loco. Si pierdes tu arma, deberás usar cualquier recurso para
defenderte.

Doy una palmada, y se crea un círculo de fuego alrededor de Joel. Fuego


purificador. Es muy útil para detener el paso a humanos. Pero él no sabe que no puede
quemarlo.

—¿Cómo has…?

—Si consigues atravesarlo, tu entrenamiento habrá terminado.


164

Me siento justo al final de la sala y lo observo con atención. Debe encontrar la


solución por sí mismo. Y hasta que no piense como un ángel, no podrá cruzarlo.

—¡No hay manera de que pueda atravesarlo!


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

No contestaré ninguna de sus quejas, eso solo conseguiría distraerlo del objetivo
principal. Mis técnicas de entrenamiento eran alabadas en el cielo. Diseñé todo un
proceso compuesto por estratos. En los inferiores se encontraban las enseñanzas básicas
que, a mi parecer, cualquiera que se considerara guerrero debía saber. Los estratos
intermedios me servían para descartar candidatos, y solo los mejores conseguían llegar
a los superiores, en los que se enfrentaban a las pruebas más duras. Pero los demonios
evolucionan, por lo que nosotros debíamos evolucionar más rápido para conservar
nuestra ventaja. Puedo presumir de haber conseguido entrenar a la élite del cielo. Estoy
segura de que muchos de mis alumnos también serán mis contrincantes dentro de no
mucho.

—¡Lillith! ¡Dame alguna pista!

Eso sería hacer trampa, y no me gusta hacer trampa… ¡Ja! Es una broma.

—Concéntrate. Tú sabes cómo superarlo.

La noche va a ser muuuuy larga. No tengo prisa, ni sueño, puedo esperar


eternamente, si dispusiéramos de toda la eternidad para superar esta fase. Por desgracia
no es así, y nuestro tiempo es limitado. Aunque tal vez a Joel no se lo parezca, ésta
prueba es la más difícil de todas a las que pueda enfrentarse. Su finalidad es muy simple:
dominar la propia mente, conocer tus puntos débiles y saber controlarlos para que no
puedan usarlos en tu contra. Hago que el fuego desaparezca y me dispongo a marcharme.

—Nunca conseguirás vencer si no te enfrentas a lo que hay en tu interior.

Él necesita descansar. Mañana será un buen día para continuar con su


entrenamiento. Si su cuerpo está cansado su mente estará cansada, y por lo tanto nunca
encontrará la clave.


165

A primera hora de la mañana me presento en la habitación de Joel. Hoy


contaremos con un invitado especial, lo que se puede llamar una “clase magistral”.
Arrastro la sábana de la cama y me aseguro de que toda la habitación esté bien iluminada.

—¡Arriba, nefilim!
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

No tenemos tiempo que perder. Contamos con tres días a base de entrenamiento
intensivo para convertirlo en un guerrero capaz de estar a la altura. Azazel lo coge por
las orejas y lo arrastra por el pasillo hasta la sala de entrenamiento.

—¡Ya vale! ¡Ya estoy despierto!

Repetimos la operación del día anterior, solo que esta vez su oponente será un
demonio, y ellos siempre juegan sucio.

—Vamos, tocinito, atácame.

Esto va a ser un espectáculo digno de ver. Joel hace una señal y se acerca hasta
el equipo de música de última generación, conecta su Ipod y cuando suena la música
mueve la cabeza, animado por el ritmo pegadizo.

—Si vais a machacarme entre todos, por lo menos pongámosle un poco de vidilla.

Reconozco la canción que está sonando. Deff Lepard, Rock of Ages. Una gran
canción, apropiada.

—Tienes buen gusto.

Joel se encoge de hombros, satisfecho, mientras se quita la camiseta y se pone


en posición de ataque.

—Todo el mundo sabe que el rock alcanzó la perfección en los setenta.

No podría estar más de acuerdo. Nadie refutaría eso. Me retiro hasta una esquina
para observar el espectáculo. Azazel no va a tener compasión con él, y lanza el primer
golpe. Ha preferido pasar directamente al combate cuerpo a cuerpo. Castiel se encargará
del tema de las espadas porque, aunque no me guste reconocerlo, es mejor que yo. He
tardado demasiado en ocuparme de esta parte, pero nunca es tarde para rectificar. Joel
esquiva el primer golpe agachándose, pero no puede olvidar mis lecciones. La pierna de
Azazel resbala por el suelo y hace que Joel pierda el equilibrio.
166

—¡Sé como una serpiente!

Adaptación, velocidad y sigilo. Eso es lo que debe aprender de las serpientes.


Joel realiza una llave número ocho de lucha oriental y Azazel cae al suelo con él.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—¿A quién llamas tocinito?

Se está creciendo, bien. La confianza es buena siempre que no haya un exceso


de ella. Confiar demasiado en uno mismo significa pérdida de concentración, y puede
ser fatal. Azazel se revuelve en el suelo y se libera de la llave de Joel. Ha sido un buen
movimiento. Se puede percibir un claro cambio en él. Castiel entra en la sala y se detiene
a mi lado observando la lucha.

—Si continúa a ese ritmo conseguirá que su poder lo mate.

—Sabrá controlarlo.

Pero la línea que separa el control de la posesión es muy fina y puede romperse.

—Ha mejorado mucho con la espada. La primera vez que lo entrené no sabía ni
como coger una debidamente, ahora es capaz de enfrentarse a mí en un combate digno.

Lo único positivo es que no puede ir a peor. Cualquier cosa que le enseñemos


supondrá una mejora. Si es que eso se puede ver como algo positivo. Pero Joel aún está
descubriendo todos los rincones de su mitad divina, y no sabe dosificar su fuerza de la
manera adecuada. Azazel lo ha tumbado de un puñetazo, pero se ha levantado de un
salto y ha saltado sobre él. Joel rodea el cuello de Azazel con el brazo y sin que él sepa
cómo, ha empezado a arder.

Mierda, ahora también tendré que enseñarlo a invocar llamas. No esperaba que
ocurriera tan pronto. Normalmente los ángeles tardan varios años en ser capaces de
poder controlar e invocar el fuego. No soy una experta en nefilim, pero al estar muy
ligados a sus emociones humanas no son conscientes de sus autenticas habilidades. La
ira es un sentimiento poderoso, y a menudo puede provocar lo que conocemos como
“combustión espontánea”. Estas llamas no le hacen daño, obviamente, es más como el
efecto que tienen las plumas de la cola del pavo real. Una señal de advertencia.

Azazel se deshace de él haciendo que Joel resbale varios metros por el suelo.
Apenas puede respirar, está consumiendo sus fuerzas sin ningún tipo de control.
167

—Esos poderes pueden matarte, chico. Aprende a usarlos.

Y con eso la lección de Azazel se da por concluida. Quiero pensar que ha sido útil.
Miro a Castiel y creo que piensa de igual manera. Le concedo un par de minutos para
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

que se reponga de la paliza. Solo dos. Castiel toca mi cintura y me deja para continuar
con el adiestramiento.

Ya han pasado sus dos minutos. El círculo de fuego vuelve a aparecer atrapándolo
en su interior.

—¡¿Cómo demonios se supone que voy a cruzarlo?!

Si le diera la respuesta, no sería una buena maestra. Tengo fe en él, sé que es lo


suficientemente inteligente para descubrirlo.

—Solo ten fe.

Me deleito en la mirada asesina de Joel y lo dejo solo con su dilema. Mi trabajo


por hoy ha terminado. Solo tendrá un día más para aprender años de experiencia, y si
mañana no está listo, nuestras opciones se van a complicar bastante.

Por si esa situación llegara a darse, supongo que tendré que hacer de
guardaespaldas, no es que me haga especial ilusión, pero Lysander podría tener una
gran influencia sobre él. Puede llegar a ser muy convincente, y si Joel llegara a aceptar
unirse a él, entonces sí que estamos todos perdidos.

168
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

INTERLUDIO IX

JOEL

S e ha quedado solo, rodeado por un círculo de fuego con llamas que le llegan
por los hombros y sin saber cómo salir de allí. Y Lillith dice que tiene que
superar esa prueba. ¿Qué clase de prueba es esa? Es imposible cruzarlo sin quemarse
todo el cuerpo.

“Tener fe…como si la fe te salvara del fuego.”

Joel da varias vueltas buscando algún punto por el que poder cruzar. Es un
círculo perfecto, sin fisuras.

“Piensa Joel, tienes la clave.”

Porque tenía la clave, ¿verdad? La respuesta estaba en las palabras de Lillith,


pero no podía pretender que recordara todas y cada una de las palabras que había dicho
desde que la conocía.

—Maldita sea…— farfulla en voz alta.

Se frota las sienes como si eso le diera la respuesta.

—No desesperes.

Ahora se da cuenta de que no está solo. Azazel está allí, observándolo mientras
se recuesta tranquilamente contra la pared.

—Eso no va a ayudarme.
169

Esta dando zancadas de un lado a otro dentro de ese estúpido círculo.

—Conozco a los de tu especie mejor que tú. Yo los cree. Eres capaz de todo si te
lo propones.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Es cierto. Había oído muchas historias sobre Azazel. Después de que Lillith le
dijera que era un nefilim, quiso saber todo lo que pudiera al respecto, y encontró miles
de leyendas y de historia sobre su origen. Tenía al hombre que podía darle las respuestas
delante de él.

—Bajaste a la Tierra y engendraste hijos con humanas. ¿Sabías que acabaría así?

Azazel sonríe y niega con la cabeza.

—Los primeros nefilim no eran como tú. No tenían forma humana. Nacían con
esencia angélica, así que solo podían albergarse en cuerpos menos complejos que los
humanos. Dios quiso deshacerse de ellos mediante el diluvio universal, pero no importa
qué aspecto tuvieran. Eran mis hijos.

Joel escucha en silencio e intenta imaginarse la apariencia de sus antecesores.


No cabe duda que la naturaleza se perfecciona.

—¿Eras el padre de todos ellos?

—No. —Es la primera vez que ve a Azazel sonreír abiertamente—. No soy tan
eficaz. Bajaron más conmigo.

—Pero Lillith me dijo que solo podéis tener hijos con vuestros compañeros de
vida.

—En el caso de los ángeles así es. Solo podemos tener hijos entre nosotros si
encontramos a nuestro compañero, pero eso no se aplica a los humanos. Si yaces con
una humana casi seguro que la dejas embarazada.

Así que Azazel ya sabía a lo que se atenía cuando decidió seducir a las mujeres
de la antigüedad. Es evidente que su sex appeal es abrumador, y seguro que se ligó a
unas cuantas.

—¿Vas a ayudarme a salir de aquí?


170

—No.

Con eso, Azazel se da media vuelta y se despide de la mano mientras lo deja solo
otra vez.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Genial…estoy solo.

Intenta recordar tanto las palabras de Azazel como las de Lillith, o cualquier
lección que se le haya podido pasar.

“Ser como una serpiente… ¿la serpiente es la clave? No. Eso es una gilipollez…
las serpientes también se queman. Serpientes…¿reptar? ¿Tengo que cruzarlo reptando?”

Joel se tira al suelo e intenta cruzar el fuego reptando. Pero cuando se acerca
demasiado a las llamas, se quema y retrocede.

“Está claro que esa no es la solución. Piensa, piensa, piensa, piensa, piensa…
¡Mierda, Joel! ¡Concéntrate!”

Se frota con más fuerza las sienes y decide sentarse en el suelo con las piernas
cruzadas. Si él conoce la clave acabará por descubrirla, tiene fe, quiere tener fe, en él
mismo, en sus capacidades, pero no es fácil estando bajo presión.

“Tengo fe, confío en mí…sé de lo que soy capaz…Nunca conseguirás vencer si no


te enfrentas a lo que hay en tu interior. ¡Eso es! Debo enfrentarme a mi interior.”

Al fin está decidido a armarse con el valor necesario y su cara se ilumina cuando
encuentra la respuesta que tanto ha estado buscando. Pero tiene otro problema.

“¿Qué es lo que hay en mi interior? ¿A qué debo enfrentarme? Conozco mi pasado,


y también mi futuro. Lo acepto. Soy consciente de mis miedos, de mis limitaciones…
¡¿Entonces qué es?!”

Nunca ha sido bueno resolviendo acertijos. Había renunciado a su vida, se


había alejado de sus amigos, de la chica a la que amaba…Incluso estaba dispuesto a
sacrificarse por ellos si fuera necesario, ¡y no podía atravesar ese maldito círculo! Había
nacido nefilim, y había aceptado despertar su mitad de ángel para combatir…

“Abraza tu mitad de ángel…”


171

Coge aire y lo contiene en los pulmones mientras se acerca a las llamas. Extiende
se mano, y roza el fuego.

“Fuego purificador…el fuego sagrado no puede quemar a un ángel, y yo soy


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

un ángel. Mi padre murió por salvarme, de él heredé estos poderes… Los usaré para
proteger a los que me importan, mantendré a salvo a Eva, a mi madre, a mi hermana…
¡No puede dañarme!”

Y se encamina a cruzar entre las llamas.

172
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

INTERLUDIO X

EVA

E s su propio reflejo lo que ve en el espejo, pero no es ella. ¿Dónde está?


¿Por qué no puede controlar su propio cuerpo? Lo observa todo como si se
encontrara en una realidad paralela, como si mirase el mundo a través de la pequeña
mirilla de una puerta.

“No le hagas daño a Joel, por favor.”

Su voz suena lejana y débil. Su reflejo le devuelve una sonrisa retorcida. Sus
ojos son muy extraños, aterradores, con un color que es imposible que sea real. Algo
claramente de otro mundo.

—Pobre niñita… ¿sigues esforzándote por librarte de mí? —La risa que sale de
su boca no es suya. Es demasiado oscura—. No quiero hacerle ningún daño. Tal vez te lo
haga a ti, si con eso consigo mi propósito.

Eva tiene miedo, pero ¿qué puede hacer ella? No comprende nada de lo que está
viviendo.

“¿Qué quieres de mí?”

—No es a ti a quien quiero. Le quiero a él.

¿Por qué quería a Joel? Eva no es capaz de comprender. Estaba durmiendo


tranquilamente, después de acabar su proyecto de ciencias, cuando de repente tuvo ese
sueño tan perturbador. Se parecía a una escena de una película de terror, pero había
173

sido muy real. Había perdido cualquier poder que pudiera tener sobre su cuerpo, sobre
su mente y su alma. Se había tenido que conformar con ser una mera espectadora de su
propia vida.

“Joel no vendrá. No será tan ingenuo de caer en tus trampas.”


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Sí que lo hará, preciosidad. Lo hará, porque está enamorado de ti. Hará
cualquier cosa que le pida para salvarte. Aunque deba viajar al infierno y venderme su
alma.

La risa se había hecho más fuerte. Habría deseado taparse los oídos para no
escucharla. Y de pronto, como si un peso la hubiera abandonado, cae al suelo.

Quiere abrir los ojos, y puede hacerlo. Vuelve a ser dueña de su cuerpo, las
manos responden a sus órdenes. Se incorpora sobre el codo y unas botas negras de
cuero le cortan el paso. Recorre con la mirada esa figura, y descubre que se trata de un
hombre. Alto, de piel bronceada por el sol, y pelo rubio. Sus ojos, semejantes a granos de
café son preciosos, y es capaz de vislumbrar tras ese fondo el pozo ardiente del infierno.
Los mismos ojos que vio en el espejo. Con una mano fuerte y masculina, la alza de las
muñecas sin esfuerzo y la aferra contra su cuerpo.

¿Era la persona que había dispuesto de ella? ¿Quién era capaz de tomar el
control de un cuerpo humano como si fuese un simple recipiente?

—¿Quién eres?

—Tu nuevo amante. —El timbre de su voz es armonioso, sensual—. Ahora,


vendrás conmigo al infierno. Hasta que tu caballero andante venga a rescatarte.

Eva tiembla ante esas palabras, intenta zafarse de él, pero es imposible. Siente
un tirón en todo su cuerpo, como un empujón, y se aleja de su dormitorio, de su casa,
incluso diría que del mundo. El calor se hace intenso, similar a la temperatura de agosto
en la playa, pero aquel lugar no es una playa. Es el infierno. 174
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

CAPÍTULO XI

M
lo consigue...
iro el reloj de la pared. He dejado a Joel solo durante un par de horas para
que intente encontrar la solución a mi reto. Le daré una hora más, si no

—¡Ya soy un guerrero!

Me giro bruscamente y la sonrisa triunfal de Joel me llena de alegría. Ha


conseguido acabar el adiestramiento satisfactoriamente.

—Por curiosidad, ¿cómo lo has conseguido?

—Desde luego con vuestra ayuda no. Abrazando mi mitad de ángel.

Sonrío con satisfacción. Está preparado. No ha sido tan difícil después de todo.
Sinceramente no esperaba que resolviera esto tan rápido. Se ha ganado un merecido
descanso. Castiel le lanza una manzana y Joel la atrapa al vuelo. De pronto, un temblor
sacude los cimientos del castillo. Mis sentidos se ponen alerta y el instinto nos lleva a
Castiel y a mí a proteger a Joel. Azazel entra corriendo, está nervioso y tenso.

—Las barreras están fallando.

Eso significa que un demonio está intentado entrar. Azazel se ha asegurado


de poner barreras anti demoníacas alrededor de toda la fortaleza, pero si consiguen
romperlas nos quedaremos sin protección.

—Castiel, ve con Azazel y averiguad dónde está el problema.

Yo me quedaré con Joel por lo que pueda ocurrir. Los dos salen corriendo, y
175

materializo mi espada. Joel capta el mensaje y hace lo mismo. No puedo sentir ninguna
esencia, por lo que el demonio que intenta entrar aún no lo ha conseguido.

—¡Liiiilliiiith!
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Una voz está gritando mi nombre. Me giro y veo el balcón. Me acerco con
precaución, y justo debajo, reconozco al hombre que ha protagonizado mis pesadillas.
Se trata de Luke, más conocido como Lucifer.

—No te acerques al balcón, Joel. Obedece.

Es un chico terco, pero no dudaré en enviarle a otro sitio si desobedece mis


órdenes. Mantengo mi cabeza fría cuando me encaramo a la barandilla de piedra y lo
miro. Tiene el mismo aspecto de siempre, por lo que ya no está usando el cuerpo de Eva.

—¿Dónde está la chica?

—A eso he venido. Esa preciosidad de jovencita está esperando a que su amado


alado vaya en su rescate.

Un pinchazo de pánico apuñala mi pecho.

—¿Qué le has hecho?

No sé de dónde ha salido el valor para desafiarlo de esta manera. La sonrisa de


Lucifer es oscura y cruel.

—Sé que el nefilim está ahí. ¡Tranquilo, muchacho! —Eleva la voz para que Joel
pueda oírlo— ¡Ella está esperándote, solo tienes que ir a buscarla!

Es una trampa, estoy segura. Pero, ¿puedo arriesgarme? ¿Puedo arriesgar la


vida de Eva? Joel no confiaría en ninguno de nosotros si permitiéramos su muerte.

—Dime dónde está.

—En un lugar que conoces bien. El infierno.

La sangre de mis venas se hiela. Dios mío…el infierno. Ese no es un lugar para los
vivos. Una jugada magistral. Ningún alma consigue salir del infierno, al menos intacta,
176

él lo sabe, y su intención es cambiar el alma de Eva por la de Joel. No puedo consentirlo,


porque mi chico es demasiado noble y terminaría haciéndolo.

Abro la boca para retar a Lucifer, pero ya no está. Me giro y Joel se ha convertido
en una estatua presa del pánico. Comprendo su reacción.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Dime que Eva no está en el infierno.

Quisiera poder decírselo, pero Lucifer no miente. Se desploma contra el suelo, y


puedo ver cómo lágrimas brillantes resbalan por sus mejillas.

—Encontraremos una manera de salvarla.

Creí que nunca tendría que volver allí, al menos eso esperaba. Vamos a tener
que bajar a buscarla.

—Ya has oído lo que ha dicho. Quiere que vaya.

—No puedes.

No quiero sonar autoritaria, pero no voy a dejar que vaya al infierno. Eso es lo
que quiere que haga, quiere hacerse con su alma.

—¿Se trata de ese rollo de mi alma? ¡No me importa! ¡Dije que bajaría al infierno
por ella, y lo haré!

Su determinación y valor es digno de admirar. Y lo respeto por ello. No hay nada


que yo pueda hacer para que cambie de opinión.

—Joel, junto con Cass, eres lo más parecido que tengo a una familia. Eres mi
amigo, y no voy a dejar que nadie te haga daño. —Toco su hombro y quiero que sienta
que estoy con él—. Incluso si tuviera que bajar al mismo infierno.

—¿Por qué harías eso?

—Supongo que estoy loca.

Porque de otra manera nadie bajaría al infierno sabiendo lo que allí hay. Azazel
y Castiel entran corriendo. Han podido oír lo que ha pasado, y sus caras son todo un
poema.
177

—Iremos con vosotros.

No, ni hablar. Castiel no vendrá. No lo permitiré. Ningún ángel sale del infierno
sin antes hacer cosas horribles.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—No, Cass. Tú no puedes bajar al infierno. Es demasiado peligroso.

—Pero, ¿y qué hay de ti?

He pretendido mantener esto en secreto, pero mi pasado ya ha sido desvelado


sin proponérmelo.

—Tú no sabes lo que es el infierno. No puedes ni llegar a imaginarte los horrores


que allí viven. Podrían volver loco a un ángel como tú.

Él no conoce el dolor y el sufrimiento de la misma manera que yo, la tortura


extrema que soportan las almas condenadas al abismo.

—Dime una cosa, Lillith. ¿Qué hiciste cuando te convertiste en un Caído?

Esa pregunta viene de Joel. Aquel periodo de tiempo fue el que me cambió
para siempre, el que me hizo tal y como soy ahora. El cielo es un lugar maravilloso, y
encontrarte de repente con tanto horror, me provocó horribles pesadillas durante siglos.
Nunca conseguí olvidar los gritos de aquellas almas torturadas que invadían mi mente.

—Cuando bajé a la Tierra, Lysander me envió al infierno al tomar este nombre.


Torturé almas. Miles. Millones. —Cierro los ojos intentado olvidar los recuerdos de aquel
lugar—. Dios nunca podrá perdonarme por aquello. Ni siquiera yo misma. Cualquier
castigo que reciba es justo.

Por eso me juré a mí misma que nunca volvería al infierno. Pero eso no importa,
porque más importante que mi conciencia es la supervivencia de la humanidad.

—Iré con ellos. He estado antes, y además, soy un demonio.

Azazel puede venirnos bien para impartir cordura. ¿Irónico, eh?

—Cass, tú eres el único de los tres que puede entrar en el cielo. Intenta encontrar
a Ahriel, averiguad todo lo que podáis sobre Miguel. Dadnos alguna ventaja. Es lo único
178

que puede salvarnos.

No creáis que así estará a salvo. Es casi tan peligroso como el viaje que vamos a
emprender. Castiel se ha convertido ahora en un fugitivo, mientras Dios no de señales
de vida, Miguel es la máxima autoridad del cielo, y todo el que vaya contra sus órdenes
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

es su enemigo. Ha puesto precio a las cabezas de todos los desertores, si no eres su


aliado eres su enemigo. Nadie es imparcial.

—De acuerdo. Azazel, más te vale cuidar de ella, o si no…

Azazel sonríe, burlón.

—Tranquilo, tigre, sabrá apañárselas.

Me encanta que se preocupe por mí. Ya tendré tiempo para demostrárselo, pero
ahora, debemos irnos. Castiel me besa la frente antes de marcharse, miro a Azazel y nos
lleva a la entrada del infierno.

Y sí, es real, y tiene una entrada terrenal. No preguntéis el porqué, para mí


también es un misterio. No sé para qué querría nadie tener una entrada al inframundo,
pero menos mal que los humanos no pueden verla o esto sería un caos.

—¿Dónde estamos?

Aparecemos en un desierto. El suelo está cubierto por una tierra rojiza que ya
he visto antes, algunos árboles dispersos bajo un sol de justicia, y ante nosotros se alza
una montaña inmensa, con su cumbre cubierta por las nubes.

—En el Serengueti.

—¿África? ¿Y qué hay aquí?

Azazel señala hacia el monte que tenemos delante. El Kilimanjaro.

—La entrada al infierno. África es la cuna de la vida, así que la puerta para llegar
al infierno se ubicó aquí. —Muy lógico—. Y nosotros vamos a abrirla.

¡Genial! Me muero de entusiasmo…Según la leyenda a Adán y Eva se les entregó


el Paraíso, un paraíso que por supuesto ya no existe, pero que se ubicó en África. Después
179

de que cometieran el pecado original fueron castigados y expulsados de allí, para su


desgracia, por lo que ese paraíso se perdió. Aunque pasaran por delante de él mil veces,
nunca lo verían, nunca podrían volver a entrar. Y de ahí que la entrada al infierno se
ubicara aquí.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Espero que sepas lo que haces.

—Yo también.

En fin. Allá vamos. En algún momento he hablado de Dante Alighieri. Pues bien,
la única parte que se acerca a la realidad es la descripción sobre los nueve círculos del
infierno. Desplegamos las alas, Azazel coge a Joel y volamos hasta la cumbre del monte
impulsándonos con nuestras alas, y allí, se encuentra una pequeña gruta. Azazel recita
las palabras que rompen el sello que hace que la entrada sea invisible para los humanos.
La puerta se abre como si de un agujero negro se tratase. Descendemos por ella hasta las
entrañas de la mismísima tierra.

Atravesamos una especie de pasillo cavernoso de unos veinticinco metros hasta


llegar a una explanada oscura que se va iluminando por una luz mortecina a nuestro
paso. El primer círculo que nos espera es el limbo. Aquí se encuentran las almas que
no han conseguido alcanzar la gracia de Dios, aquellos cuyos pecados no son tan graves
para sufrir tortura eterna, pero tampoco son dignos de recibir la eterna luz del cielo.

Por precaución, Azazel encabeza la marcha, seguido por Joel, y yo ocupo el


último lugar. Los círculos del infierno cambian de aspecto según quien los mire, ya que
cada uno tiene su propia versión de cómo debería ser el infierno, al igual que no existe
un único cielo. El limbo se muestra ante nosotros como un valle desierto y seco, con
árboles desprovistos de hojas, y lamentos procedentes de todos los rincones.

—Joel, no fijes tu mirada en nadie. Este lugar confunde los sentidos.

Por algo es el lugar más torturador del universo. Los sonidos que hay aquí son
perturbadores, sonidos dignos de una selva, aullidos de animales salvajes, graznidos de
aves rapaces, estremecedores. Apresuramos el paso dejando este desierto atrás, para
alcanzar el segundo círculo, la lujuria. Comprobareis que la mayoría de los círculos del
infierno están divididos por los pecados capitales.

—¿Dónde encontraremos a Eva?


180

Azazel mira a Joel con intención.

—Conociendo al Señor del Infierno, seguro que estará con él. Eso significa que
debemos llegar hasta el último círculo.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Que se encuentra en el mismo centro del infierno. En su debido momento os lo


describiré. La lujuria no debería ser un pecado, pero las almas que aquí se encuentran no
eligieron el mal, solo no pudieron resistirse a él. El aspecto de este círculo es totalmente
diferente. Cuerpos desnudos y contorsionados se agolpan unos con otros, formando
columnas a ambos lados del pasillo que se abre ante nosotros para permitirnos el paso.
Surgen manos en todas las direcciones, nos cogen, nos tocan.

Quejidos lastimeros mezclados con gemidos, tambores excitantes que encantan


los sentidos, es imposible mantener la mente clara en semejante espectáculo. Un par de
mujeres desnudas manosean a Azazel con miradas lascivas, él las empuja lejos y gruñe
como un animal.

—¡Alejaos bestias inmundas!

Azazel y yo cogemos a Joel por los brazos y corremos alejándonos de allí a la


mayor velocidad posible. Lo nuestro se ha convertido en una carrera contra reloj. Es
imperativo sortear los círculos cuanto antes, debemos llegar al último círculo y salir de
aquí antes de que nuestra alma quede dañada.

Aquí estamos, el inicio del tercer círculo, la gula. El perro de tres cabezas Cerbero
protege la entrada, donde las almas afectadas por este pecado sufren la interminable y
eterna lluvia que cae sobre ellos, sometidos a la ira de Cerbero. Un escenario grotesco.
Muchas han sido las personas que durante su vida vendieron su alma a los infiernos a
causa de este pecado.

—Jamás habría podido imaginarme que sería así…todo lo que nos habían dicho
es solo un cuento para niños en comparación…

La realidad siempre golpea de frente. Habría deseado que no tuviera que pasar
por esta etapa porque nunca se saca nada bueno de este lugar. Al fin y al cabo fue decisión
suya, y ya que no podía quitarle la idea de la cabeza, mejor es acompañarlo por si las
cosas se ponen feas de verdad.

—Este no es lugar para los vivos.


181

—Se pensó con un propósito, y no era el de ser un lugar de vacaciones.

Y Azazel y yo lo sabemos bien. Solo puedo rezar porque todo este horror no sea
demasiado para el alma de Eva. Pobre niña…se ha visto arrastrada de la peor manera
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

imaginable. Las moscas abundan, rodean a las almas que aquí habitan, símbolo de
la putrefacción de la comida por la que perdieron la cabeza. Joel se queda mirando
horrorizado algunos de los castigos impartidos. Poso mi mano sobre su hombro y lo
animo a apartar la mirada y avanzar.

—Vamos, Joel. Permanezcamos el menor tiempo posible.

Cruzamos el territorio de la gula y aparece ante nosotros un abismo reflejado en


la laguna Estigia. Cogemos la barca de Caronte para cruzarla. Nos llevará a la otra orilla,
donde se encuentra el cuarto círculo. Las aguas de Estigia están llenas de almas en pena,
aquellas que murieron ahogadas y no consiguieron llegar al cielo. Azazel advierte a Joel.

—Cuando toquemos tierra, no te separes de mi espalda.

La barca toca tierra y nos adentramos así en el siguiente círculo. La avaricia. Os


sorprendería saber que aquí no se encuentra el mayor número de almas. Son muchas,
cierto es, pero cuanto más profundo es el círculo, mayor es el número de condenados.

Nuestra integridad física puede peligrar a estas alturas. Pesadas rocas caen
despeñadas desde dos grandes acantilados, entre los que se encuentran los cuerpos
atrapados bajo el peso de grandes toneladas de monedas de oro, bañadas en azufre.
Aquellos que se perdieron en el egoísmo, que quisieron más y más. Ahora ese afán de
poseer los posee a ellos.

Avanzamos entre ellos, siendo como espectros, sin reparar en nuestra presencia.
Algunos cuentan las monedas eternamente, con manos sangrantes y heridas por el
incesante contacto del metal. Cuando llegan a un determinado número pierden la
cuenta y tienen que volver a empezar. En cierto modo es el mejor espectáculo que puedes
encontrar en el infierno, y siento mucho que suene cruel, pero es cierto. Y llegamos al
quinto círculo, la ira.

Grandes masas de cuerpos se estrellan unos contra otros, con la fuerza de un


vagón de carga, soportando la ira que los consumió en vida, buscando alguna manera
182

de saciar su sed de venganza. Solo es un grado más en la degradación de las almas.


No había atravesado antes estos círculos. A mí me fue impuesto directamente un lugar
en el séptimo círculo. Lysander encontró divertido que un ángel se encargara de los
quehaceres del infierno, una broma que no compartí nunca, pero después de unos años
aquí, todo cambia. Si pudiera dormir tendría pesadillas.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Intentamos ser lo más rápidos posible, dejando atrás también el círculo sexto,
la herejía, donde miles de piras de fuego queman a aquellos que fueron en contra de
sus creencias. No encontrareis aquí a todas esas mujeres quemadas durante la caza de
brujas, porque casi el cien por cien de ellas eran inocentes, y un lugar en el cielo fue
reservado para ellas. En cambio, sí encontrareis a muchas de esas personas que las
condenaron. El castigo puede ser muy irónico a veces. Y el lugar que se abre ante mí me
provoca un escalofrío.

La violencia. Aquí se aplican las peores torturas conocidas por la humanidad,


las mismas que los propios hombres se impusieron unos a otros. El séptimo círculo es
una sala enorme, de altas paredes del color de la sangre. Imágenes de mis pecados aquí
se agolpan en mi mente, gritos de dolor, de auxilio…Me llevo las manos a los oídos para
hacer que se callen pero solo elevan más la voz.

—Alistair… —Levanto la vista cuando Azazel pronuncia ese nombre.

Un demonio está recostado contra la pared mientras limpia un cuchillo en su


camisa. Su pelo está igual que siempre, sigue vistiendo de manera llamativa, aunque
claro, este lugar trastorna a cualquiera, incluso a él.

—Lillith. Siempre es un placer volver a verte por aquí. ¿Recordando los viejos
tiempos?

No, quiero olvidarlos. Pero no se puede olvidar lo que yo hice aquí. Es un


fantasma que me perseguirá eternamente. Las almas que torturé, nunca me pregunté
si eran culpables. En aquellos momentos no era yo, mi cuerpo era como una máquina
automática, no consigo recordar los rostros de todas aquellas almas, también ellas tenían
familia, y llegó un momento, en que disfrutaba atormentándolas. Sacudo la cabeza para
sacarme esas ideas.

—Déjanos pasar.

—¿Cómo? ¿Tan pronto os marcháis?


183

Alistair disfruta con la tortura de una manera que nunca seré capaz de
comprender, no obstante, por algo lo bautizaron como el “señor del dolor”. Tuve la
mala fortuna de ser su pupila y por desgracia me enseñó muy bien. Me convertí en algo
mucho peor que él.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Apártate de nuestro camino, o considérate muerto.

No estoy para juegos después de este extraño viaje que no tenía ningunas ganas
de hacer, y las almas de los suicidas, aquellos que no encontraron la paz, reciben el peor
de los castigos aquí. Injusto, desde mi punto de vista. Aquí solo importan las acciones,
no importan las intenciones que te empujaron a actuar de una manera u otra.

—Esta es la Lillith que yo extrañaba. ¿Llevas esta alma a Lucifer?

Azazel se interpone entre Alistair y Joel. Mi humor me impide pensar en alguna


frase sarcástica que soltarle.

—O te unes a nosotros, o lárgate. Seguro que tienes muchas otras almas que te
están esperando.

Alistair ronda a nuestro alrededor, igual que una hiena acechando a su presa.
Es igual que ellas, un oportunista. Es uno de los mayores oportunistas, y si le hago creer
que se le acaba el chollo, traicionará a cualquiera. Así es él, sin escrúpulos. Un típico
demonio.

—Corren rumores por el infierno de que has llevado a cabo una rebelión. ¿Contra
el Señor del Infierno? ¿En serio? ¡Vaya! Debo reconocer que tienes cojones.

Cerdo. En más de una ocasión declaró su intención de derrocarlo de su trono.


Pero claro, nunca ha sido tan fuerte, ni tiene tantos contactos. Y a la hora de la verdad
agachaba la cabeza ante él y obedecía como un perrito faldero.

—Te jode que me haya adelantado a ti.

—¡Ouch! Me has herido… —Hace una pose dramática y se ríe—. Supongamos


por un momento que me sintiera con ánimo rebelde y te siguiera en esta misión suicida
que te has propuesto. ¿Qué gano yo?

Imagino que lo mismo que ganamos todos. Pestañea varias veces con dramatismo.
184

—Libertad. No tener que obedecer a nadie, nunca más.

Alistair se rasca la barbilla con evidente deleite. De un modo u otro todos


somos esclavos de nuestras propias decisiones, y obviamente nunca llegaremos a ser
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

plenamente libres, pero al menos podemos decidir nuestra propia versión de la libertad.
Claro que esto no se convertirá en la ciudad sin ley, pero un hombre necesita incentivos,
aunque sean inventados.

—La libertad no es algo que ansíe especialmente.

—En ese caso podrás llevar tus propios negocios sin dar cuentas a nadie.

—Muy bien, azucarillo, me has convencido.

Su sonrisa me dice que volveremos a encontrarnos. Algún día le haré tragarse


ese estúpido mote de “azucarillo”. Menudo gilipollas. Él vuelve a sus quehaceres
torturadores y nosotros continuamos adentrándonos en este profundo agujero oscuro.

El octavo círculo está formado por ladrones, seductores y adivinos. No deseo


detenerme ni un segundo entre estos desgraciados, solo nos queda un poco para llegar
al reino subterráneo de Lucifer. Acelero el paso cruzando las fosas que desprenden lava
ardiendo hasta llegar a las puertas negras que anuncian el último círculo. La traición.

Grandes personajes ilustres de la historia han acabado aquí dentro. Judas, que
vendió a Jesucristo por veinte monedas de plata, Bruto, que asesinó a su tío Julio César,
Cómodo, emperador romano que asfixio a su padre Marco Aurelio al no nombrarle su
sucesor…y un largo etcétera. Y aquí es donde reside Lucifer. ¿Coincidencia? En absoluto.
Él traicionó al cielo, a su padre y no hay mejor sitio que este para él.

Empujamos las pesadas puertas y nos introducimos en su reino de locura.


Azazel me detiene antes de poder entrar, y me advierte de los peligros que nos esperan.

—Ahí dentro nada es lo que parece. Este lugar jugará con nuestros peores
temores y los usará para atormentarnos.

Nuestros peores temores…desde aquí hay una vistas privilegiadas del dolor que
hemos atravesado, digno mirador de la más macabra de las mentes.
185

—Amatiel…

Escucho un susurro que pronuncia mi nombre. Miro alrededor, pero no hay


nadie salvo nosotros.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Amatiel.

Esta vez la voz es más fuerte. Fijo la mirada en la figura que surge ante mí. Un
rostro deshecho de dolor, desfigurado por a saber qué tormentos. El rostro de un ángel
agonizante. Castiel. Tras él, aparece Lysander y lo atraviesa con una espada. Doy un
paso al frente intentando intervenir, pero las imágenes desaparecen. Parpadeo varias
veces y cojo aire. Joel tiene la misma expresión que yo. Su peor temor es perder a Eva, y
precisamente con eso está jugando.

—Amatiel. Sálvame, no me abandones.

En mi mente aparece el mismo rostro torturado y se suceden todas las maneras


posibles de su muerte. Cada pérdida parece real, se siente como si fuera real. Tanto
dolor es abrumador, grito intentando hacer que desaparezcan, ahuyentándolas de mi
cabeza. Caigo de rodillas al suelo cerrando los ojos con todas mis fuerzas.

—¡Abre los ojos! ¡No es real! ¡Destierra esas imágenes!

Las palabras de Azazel se pierden en algún lugar de mi cabeza, pero tiene razón.
No es real, nada de esto es real. La mano de Joel coge la mía y abro los ojos de pronto.
Las imágenes ya no están, y la respiración de Joel es tan agitada como la mía.

—Estoy aquí.

Oh, Dios. Tropiezo con mis propios pies al levantarme del suelo, pero caminamos
hasta llegar al final de esta inmunda sala. Justo al fondo, se alza un trono de hierro. La
imagen que recordaba de Lucifer está sentada en él, con una sonrisa de satisfacción.

—Y finalmente el príncipe acude al rescate.

Eva está tumbada en el suelo. No está muerta, solo inconsciente. Joel intenta
correr a su lado pero Lucifer se lo impide.

—Ya he venido. Suéltala.


186

No la soltará. Toda esta tetra ha sido solo para atraerlo hasta aquí. Y se lo hemos
traído como un cordero que va al matadero.

—¿No ves lagunas en ese plan? Si yo la suelto, no gano nada a cambio.


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Sois todos iguales, repugnantes demonios.

Cuanta razón tiene. Temo no poder hacer nada para salvarlos a ambos. ¿Por qué
no se me puede ocurrir una solución? Vamos, vamos. ¡Por el amor de Dios! ¡Siempre he
sido una estratega brillante, y ahora no puedo pensar! Odio pensar que esté perdiendo
mi toque.

—No me compares con ellos, yo estoy por encima a esas alimañas. Dirigir toda
esta empresa tiene sus dificultades. —Señala todo con sus manos, orgulloso de lo que
ha creado. Se siente como el dueño de Las Vegas—. Pero volviendo a nuestra cuestión.
¿Qué puedes darme a cambio de ella? —Interrumpe a Joel antes de que conteste—. Yo
te lo diré. Tu alma.

Todo se reduce a las almas. Quien más posea, más probabilidades tiene de ganar
la guerra. Y la de Joel no es un alma cualquiera. No os confundáis, todas las almas no
valen lo mismo. Dependen de las circunstancias, por ejemplo, aquellas que han sido
profetizadas son más valiosas, y por supuesto la de un ángel no puede compararse con
la de un humano. Es así porque humanos hay millones dispuestos a vender su alma a
cambio de algo, pero la de los ángeles son sumamente raras. Ningún ángel vendería
su alma por una buena oferta, los demonios lo saben, por eso las escasas veces que se
presenta la oportunidad son un regalo. En una guerra, las almas son el equivalente al
combustible de los tanques de guerra. Puedes almacenarlas dentro de ti y usar la fuerza
que te proporcionan en cualquier momento.

Los demonios no deshacen tratos. Lo suyo es coger y punto. Si me hiciera ahora


con el alma de Joel podría devolvérsela, solo sería un préstamo temporal, pero entonces
eso me convertiría en…

—No lo hagas.

Azazel está muy cerca de mí, sabe lo que estoy pensando.

—No hay otra solución. Si no hago esto sí que no habrá ninguna solución. Podré
187

vivir con ello. No dejaré que se condene.

Joel no deja de mirar a Eva y sé que dirá que sí. La ama más de lo que imaginaba.

—Yo…
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—¡Espera! —Es hora de hacer algo honrado por una vez—. Una vez me propusiste
que me uniera a tus filas, y a cambio me darías lo que más deseo.

Ahora Lucifer se muestra intrigado. Es demasiado cuidadoso con sus asuntos


para olvidar una conversación como la nuestra.

—Lo recuerdo.

—Quiero renegociar los términos. —Levanta una ceja con interés. Supongo que
se había resignado a no obtener nada de mí—. Dejarás que Azazel saque a los humanos
de aquí. No los necesitas, conozco todas las visiones del nefilim. A cambio te vendo mi
alma.

Conseguir que el Príncipe de las Tinieblas se ponga de pie de la emoción y la


sorpresa no es una tarea fácil.

—¿Estás diciéndome que me das tu alma a cambio de ellos?

Eso es lo que estoy diciendo. Asiento con solemnidad.

—El alma de un simple mortal es poca cosa comparada con la de un ángel.


Conseguir el alma de un ángel es prácticamente imposible, salvo que sea el propio ángel
quien lo proponga…

—Pero tú lo has propuesto.

Exacto. El único caso por el que un demonio puede poseer el alma de un ángel
es si este se la entrega voluntariamente.

—Aquí hay demasiadas almas atormentadas, seguro que disfrutas más


torturando la mía.

Y lo hará. Solo lamento haber faltado a la promesa que le hice a Castiel un día.
Lamento no poder vivir con él, porque después de que esta batalla acabe le perteneceré
188

al infierno. Para siempre.

—Piensas venderme tu alma a cambio de poca cosa. Un par de chicos, nada más.
Podrías haber pedido mucho más.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Pero no deseo nada más que él pueda darme.

—Ellos salen, yo me quedo. Ése es el trato.

—Eres consciente de que cuando tu alma me pertenezca, no seré compasivo


contigo.

Trago saliva y un escalofrío recorre mi espalda. Esa sonrisa malévola se clava en


mi mente como un puñal.

—Lo soy.

—Bien. En ese caso…

Joel está paralizado. Lucifer desciende los dos escalones que lo separan de mí,
blandiendo el contrato en su mano derecha. Cuando escriba mi nombre en él, no habrá
vuelta atrás. El trato estará sellado.

—Primero cumple tu palabra.

Me mira con esos ojos cargados de odio pero no retrocedo a su intimidación.

—Cumpliré mi parte. Podrán marcharse cuando hayas firmado.

Me ofrece una pluma de fuego y miro la línea de puntos donde debo escribir mi
nombre. Que manera más curiosa de decidir tu suerte, mediante un papel burocrático.
Cojo la pluma y escribo la primera letra de mi nombre. Azazel ha salido con Joel y Eva
aprovechando que Lucifer no está prestándoles atención, eso me consuela. Al menos
Joel no tendrá que ver cómo me rebajo a aceptar un trato tan poco gratificante. Cuando
escriba la L le perteneceré para siempre.

—¡Espera! —Los dos miramos al dueño de esa voz. ¡Azazel! ¿Por qué ha vuelto?
El idiota debería estar con los chicos—. Deberías saber que ese contrato no es válido.
189

—¿Qué estás diciendo?

Me detengo y miro incrédula a Azazel. ¿Es posible que sea cierto? ¿Sabe algo
que yo desconozco?

—Ha sido una maniobra astuta, Luke. —¡Oh, mira! Otro que también lo llama
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Luke. Encantador—. Deberías saber que parte de un acto de supremo sacrificio. Eso
invalida tu contrato.

Así que los he salvado, y no perderé mi alma en el proceso.

—¡¿Os estáis burlando de mí?!

—En absoluto. Dicen que…errar, es humano.

Lucifer entra en cólera y hace aparecer su espada para matarnos. Azazel me


coge por la cintura para sacarme de allí. En un momento estoy aturdida por el trato
que ignorantemente he propuesto y en otro me encuentro en el jardín del castillo de
Aberdeen.

—¿Qué…qué ha pasado ahí dentro?

Los ojos de Azazel me miran con gran intensidad, si no lo conociera diría que
puedo ver un sentimiento de afinidad en ellos.

—¿Sabías lo que estabas haciendo?

Niego con la cabeza. Me gustaría poder decirle que lo tenía todo calculado, pero no.

—No. No tenía ni idea de que estaba firmando un contrato nulo. —Pues menos
mal que él estaba allí para salvarme una vez más—. Voy a tener que empezar a buscar
una manera para compensarte por tu ayuda.

—Mantén a salvo a Ahriel. Con eso me basta.

Había subestimado los sentimientos de Azazel por Ahriel. Son más fuertes de lo
que creía. No se da muy a menudo que un demonio se enamore de un ángel.

—¿Viste…viste a Ahriel en tu mente?

Si yo experimenté las posibles muertes de Castiel, él también debió ver las de ella.
190

—Sí. La vi perteneciéndole a un demonio, sin que yo pudiera hacer nada para


evitarlo.

Y supongo que ese demonio no era él. Entonces…si el miedo de Azazel es que
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Ahriel le pertenezca a un demonio…puedo comprender la confusión de su alma. La ama,


pero no quiere que tenga nada que ver con demonios. Porque significa que solo podrá
tenerla si abandona el cielo, y propiciar su caída es…bueno, es típico de demonios, pero
no de Azazel.

Y hablando de ángeles, el mío aún no ha regresado. No quisiera preocuparme


más de lo normal.

—¿Dónde están Joel y Eva?

—A salvo. Los he llevado a la sala de entrenamiento. Está reforzada con barreras.

Bien, eso los mantendrá seguros por el momento. Prefiero que Joel esté a solas
con Eva cuando despierte del shock. Necesitará una explicación, y no quiero intervenir.
Si solo existiera una explicación que hiciera que entrara en paz con su propio espíritu…

Me acerco a la sala de entrenamiento y miro por la pequeña ventana que desvela


lo que hay dentro. Joel sostiene a Eva entre sus brazos. Está llorando en su hombro
mientras él le acaricia el pelo. Aún puedo sorprenderme de la infinidad de la bondad
humana. ¿Y aún quieren eliminarnos? Si Miguel pudiera comprender actos como éste
sería un gran líder celestial. Le compadezco por no poder entenderlo. Y compadezco a
todos aquellos que siguen sus órdenes sin parar a escuchar su propio corazón.

Me alejo en silencio. Es hora de que Joel le abra su corazón, y si Eva también lo


ama, entonces lo aceptará sin reparos. Porque el amor es así, desinteresado.

191
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

INTERLUDIO XI

CASTIEL

E l cielo está revolucionado y más que nunca parece un campamento


preparado para la contienda. Los ángeles corren de un lugar a otro a toda
prisa. Y Castiel podría jurar que ya no era tan luminoso como la última vez que estuvo
allí. Hay un cierto ambiente de caos. Los ángeles están nerviosos, van de un lado a otro,
se preparan para la guerra. Puede sentir el desasosiego que flota en el ambiente, existe
confusión y miedo. Todo aquel que se niegue a ayudar a Miguel será declarado desertor,
y serán ejecutados por traición.

—¿Castiel?

Se gira de pronto espada en mano. Para su tranquilidad se trata de Ahriel.


La coge de la mano y la aparta de las posibles miradas de sus hermanos. Ahora es un
prófugo, y si lo encuentran allí será ejecutado sin la menor compasión. Más de uno
recibiría una buena recompensa si le llevaban su cabeza como trofeo.

—Si te encuentran te matarán.

—Necesito información, Ahriel. ¿Por qué están todos tan nerviosos?

Ella duda un momento, pero es de Castiel de quien se trata. Confía en él más


que en cualquier otro ángel.

—Miguel ha roto el quinto sello. Los jinetes ya no son el único problema con el
que los humanos tienen que lidiar.
192

Los cuatro jinetes del Apocalipsis…llevan años vagando por la tierra, sembrando
el caos. La muerte, a lomos de un caballo verde, el hambre, en uno blanco, la peste,
en uno negro y la guerra, el último jinete, a lomos del caballo rojo. Los humanos no
achacan los problemas que los asolan a los jinetes apocalípticos, sino que se encargan
de culpar al cambio climático, a la contaminación, incluso a la economía y la política. Y
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

en cierto modo eso les da tranquilidad y los aleja de la realidad. Es más fácil que creer
en algo superior.

—¿El sexto aún está intacto?

—En parte. Esta noche la luna será roja como la sangre, cuando Miguel lo rompa,
el sol se volverá negro y un terremoto asolará la tierra.

Y con ello dará comienzo el Armagedón del que advertía la Biblia.

—¿Cuándo atacará Miguel?

Ahriel mira a ambos lados. Si descubren que ella está ayudando a los rebeldes,
también será ejecutada. Castiel está siendo cuidadoso, lo último que quiere es meter a
Ahriel en problemas por su culpa. Le prometió a Azazel que se aseguraría de que ella
estuviera bien, bajo cualquier otra circunstancia habría matado a cualquier demonio
que osara poner sus ojos en ella, pero no se puede luchar con lo que está escrito por
Dios. Ellos son compañeros, aunque le pese.

—No lo hará hasta romper los siete sellos. Supongo que solo tenéis unos días de
margen.

A los siete sellos le sucederían las siete trompetas. La primera desataría


desastres sobre la Tierra, la segunda convertiría el mar en sangre, con la tercera llegaría
la contaminación de las aguas, la cuarta oscurecería el cielo, la quinta traería consigo
la apertura del abismo, al sonido de la sexta trompeta, 4 ángeles encadenados a orillas
del Éufrates traerían fuego, humo y azufre y con la última, sería abierta el Arca de la
Alianza. Ya no habría vuelta atrás. Estarían todos condenados.

—Castiel…necesito preguntarte algo que me tiene inquieta. —Suspira antes de


hablarle—. ¿Azazel se encuentra bien?

Castiel debería sentirse extrañado por la preocupación que su compañera


muestra por un demonio, pero no le sorprende. Los sentimientos que desprenden sus
193

ojos son más que suficientes.

—Él es tu compañero de vida, ¿verdad?

Ella baja la mirada como si fuera algo de lo que avergonzarse.


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Sí. Eso es lo que creo. He estado sintiendo cosas que creía que solo existían
para los humanos. No me cabe duda de que es él.

Castiel sostiene su barbilla para que lo mire. Había estado preocupado por ella
desde que la conocía, pero era más fuerte de lo que aparentaba. Y mira, mejor que fuera
Azazel, al menos si tenía que matarlo sabía dónde encontrarlo.

—No debes sentirte avergonzada. Nosotros no escogemos a nuestro compañero,


y no es una deshonra que se trate de un demonio. —Al menos no lo era después de haber
conocido a Azazel—. Está bien, sigue vivo y tiene intención de seguir así.

Ella suspira aliviada e intenta dibujar una sonrisa. Apenas había descubierto que
se trataba de su compañero de vida, había estado negándose a sí misma los sentimientos
por él, pero se acercaba el fin, tal vez también el suyo, y no había razones para negarse
nada.

—Me gustaría poder hacer más por ti, pero nadie conoce los planes de Miguel,
solo sus generales más cercanos. Khamael ha estado observándome en silencio, creo
que sospecha de mí.

Pero no era sospecha lo que sentía. Khamael no era el ángel puro y luminoso
que todos creían. Sentía una pasión secreta por la bella Ahriel, y la contemplaba siempre
que podía, a todas horas. No podía soportar que estuviera emparejada con un demonio,
y precisamente ese demonio se había convertido en su principal objetivo.

—Ten mucho cuidado, Ahriel.

—¿Y tú?

—Yo estaré bien. No te preocupes, estaremos bien.

Besa la frente de Ahriel antes de marcharse, como un hermano. El tiempo se


está agotando, necesitan organizarse y prepararse para la lucha.
194
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

CAPÍTULO XII

E va ha salido por fin. Joel la ha llevado a su habitación y se ha quedado


dormida. Me ha dado las gracias. Ha pasado tanto desde que alguien me
dijo esa palabra…

Yo no podía quedarme más tiempo con la incertidumbre que me corroe. He


salido al valle, frente a los acantilados, y contemplo como las enfurecidas olas rompen
contra las rocas. Un par de gaviotas surcan el mar, bajo el anaranjado cielo del atardecer,
sus plumas relejan la luz, igual que la llama de una vela. Un aleteo me hace volverme.
Castiel está vivo. Lo abrazo. Azazel ha debido decirle dónde estaba.

—Te he visto allí, Cass… —solo era una alucinación, pero fue intensa y dolorosa—.
Te vi morir, de todas las maneras posibles…

Unas lágrimas quieren escapar de mis ojos, pero las retengo. Cierro los ojos y
aspiro su aroma. Me sigue recordando al olor de un bosque en primavera. Creo que se
merece una explicación de lo que ocurrió la primera vez que estuve en el infierno.

—No quería volver allí.

—Juzgar tus actos ya no es cosa mía. No puedo condenar nada de lo que hicieras.

Sé que no está siendo justo, que ahora es parcial, pero tengo la esperanza de que
si lo digo en voz alta esta carga no sea tan pesada.

—Pensé en ti en las interminables horas en las que las llamas del infierno se
apoderaron de mi cuerpo. Solo quería volver a verte, aunque solo fuera una vez, porque
no soy capaz de verte sufrir. —Aún mantiene su abrazo—. Hice cualquier cosa por volver,
aunque tuviera que torturar a esas pobres almas. Lo hice, Cass…
195

—Todos hacemos cosas de las que no nos enorgullecemos.

Ahora pienso en lo que habría pasado si Lucifer se hubiera hecho con mi alma.
Es lo único que tengo, lo único que aún me pertenece.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Vendí mi alma para salvarlos. —El cuerpo de Castiel se pone rígido, pero le
beso detrás de la oreja para que se relaje—. Mi acto de sacrificio invalidó el contrato. —
Castiel se separa un poco para poder tocar mi cara—. No estoy lista para entregarlo todo
aún.

—Te seguiré hasta el final, quede esperanza o no.

¡Ese es el maldito problema! Todos los que me sigan morirán. Yo no tengo


esperanzas de salir con vida. Quiero detener a Miguel, como sea necesario. No me
importa morir en el proceso.

—No hagas eso. —Su voz me deja en silencio. ¿Me ha leído la mente?

—¿El qué?

El sonido de las olas es un susurro en mis oídos. Sus ojos brillan, con un fuego
intenso, abrasadores, dominantes.

—No pienses que vas a morir, no pienses en dejarme.

Debo dejar de mirarlo. Muchos ángeles tienen miedo de amar, y por eso buscan
consuelo en la espada. Porque si amas muy profundamente, no puedes soportar el dolor
que conlleva la pérdida. Pero nada nace de la espada.

—Te amo, Cass, y no puedo amarte, porque solo te arrastraré a una vida de
sufrimiento y muerte. Entre nosotros existe un muro imposible de escalar, tú volverás
al cielo y yo estoy anclada a este mundo.

Más alto que las montañas que nos rodean. Insalvable, para mi desgracia eterna.

—¡Sobrepasaré cualquier muro! —Nunca había usado ese tono. Coge mi muñeca
y me gira para mirar su cara—. Amatiel, si tengo a ti…atravesaré furiosas tempestades,
cruzaré bosques oscuros donde no alcanza la luz del sol, atravesaré ardientes llamas,
y sobrepasaré todo ello. Por ti… ¡Renunciaré al cielo, a Dios! —No puedo retener las
196

lágrimas más tiempo—. ¡Renunciaré a llamarme Castiel, renunciaré a llamarte Lillith,


no necesito ningún nombre para amarte! ¡No seremos ángel y caído! Seremos tú y yo,
solo nosotros…nadie más. No me importa el resto del mundo, si te tengo a ti.

Las lágrimas hacen brillar sus pupilas. Y la verdad se cierne entre nosotros como
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

una fina lluvia. Estamos condenados a encontrarnos, por muy diferentes que sean los
caminos que escojamos, acabarán por entrelazarse. Es el destino, nuestro destino.

Lo abrazo tan fuerte que creo que podría romperme. Mis lágrimas se desbordan.
¿Qué pasaría si esta fuera de verdad mi última noche sobre la tierra? Toda mi vida tiene
sentido solo por haberlo conocido.

—Te amo, Cass. Siempre serás mi luz.

—Tú siempre has sido la mía.

Nos besamos. Me deleito en ese momento. Habíamos tenido tantas despedidas


tantas veces, habíamos luchado tanto, y lo único que queríamos era estar juntos. No es
justo. ¡Maldita sea! No es justo.

La agonía de perderlo es lo que me rompe el corazón. Todas las veces que mi


vida ha estado en peligro, he tenido la certeza de que no moriría. Es su suerte lo que me
preocupa. Su pelo es suave al tacto. Su piel es dulce bajo mis labios. Nuestras mejillas
están mojadas. Los besos son salados por las lágrimas. Enredo mis dedos entre su pelo,
no quiero separarlo de mí. No quiero que nada nos separe nunca más. Esperanza. Con
él no existen los demonios, ni el Apocalipsis, ni la muerte. Solo esperanza.

Me deshago de su camisa sin dejar de besarlo y el me quita la mía. Castiel


siempre ha sido mío, y yo siempre he sido suya. Ahora sé por qué debo conservar mi
alma. Ya tiene dueño. Es suya. Como siempre ha sido y como siempre será.

—¿Podrás recordar cómo hacer esto?

—Nunca podría olvidar cómo hacerte feliz.

Sus ojos azules me miran llenos de lágrimas. Él me hace feliz, y eso me da mucho
miedo. Estoy tan poco acostumbrada a este sentimiento, que me aterra que solo sea un
sueño del que pueda despertar en cualquier momento. La hierba acaricia mi espalda
cuando me tumba sobre ella. No siento el frío, ni la humedad de la tierra. No siento nada
197

que no sea su piel, sus besos, sus caricias…podría pasar la eternidad amándonos justo
como ahora, olvidar el tiempo. Ni siquiera soy capaz de pensar de manera racional si me
besa de esta forma.

Mi piel se estremece bajo su mano. Es cálida y suave. Casi había olvidado lo que
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

se sentía cuando un hombre te toca con amor. Pero nadie puede hacerlo como él. Sus alas
blancas están extendidas, cubriendo todo mi cuerpo como un manto celestial de plumas
blancas y doradas. Puedo ver todas las líneas de su pecho, estirándose y contrayéndose.
Es tremendamente bello. No sé si algún día volveré al cielo, pero si lo hago, sería esto.
Este momento. Nosotros dos, por toda la eternidad, sin nada que nos separe. Castiel
reposa su cabeza en mi regazo mientras cogemos aire, acaricio su pelo húmedo, y por
primera vez en siglos, me permito cerrar los ojos, y soñar.

La luna ya está en lo alto cuando abro los ojos. Me alegra ver que no ha sido un
sueño, porque los brazos de Castiel me envuelven. Nuestras alas nos sirven de lecho,
mullido y cálido. La desnudez nunca ha sido nada vergonzoso para nosotros, así es como
fuimos creados, pero ahora estamos solos en este acantilado, y nadie puede vernos.

—La luna tiene el color de la sangre.

Levanto la mirada para comprobar que la luna es roja. Suspiro.

—En algún momento debíamos volver a la realidad.

Nuestra felicidad debe esperar, pues no somos la pieza más importante de este
gran puzzle cósmico. Me tienta la idea de abandonarlo todo, de fugarnos.

—Merecería la pena morir después de este momento.

En ese caso moriremos juntos. Ninguno de los dos se irá de esta vida sin el otro.
Es nuestra decisión. Castiel me mira de esa manera suya que te hace sentir que dirá
alguna verdad universal.

—Como los que padecen un defecto en la vista, vemos solo las cosas alejadas,
porque solo así nos ilumina la luz de la verdad.
198

La Divina Comedia de Dante, Infierno, canto X. Justo cuando no puedo quererlo


más, me equivoco de nuevo. Pero tiene razón. Seguimos siendo ángeles, solo debería
movernos la verdad. La esperanza florece de pronto como una flor en lo alto de una
colina tras derretirse la nieve.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Podemos ganar.

Ya no cuento con el factor sorpresa, pero nos subestiman, y eso es bueno. No


hay tiempo para quedarse aquí alicaídos, hay que actuar. Castiel sonríe con satisfacción
al ver que ha vuelto mi espíritu guerrero. Recogemos nuestra ropas, nos vestimos en
silencio, y regresamos al que se ha convertido en nuestro refugio.

Sí, podemos ganar. Debemos intentarlo al menos. Primero debemos avisar a


los demás, necesitamos tener una reunión estratégica, trazar un plan táctico como a la
antigua usanza. Abrimos las puertas de la sala en la que se encuentran Azazel, Joel y
Eva.

—Debemos entrar al ataque.

La humanidad ha ignorado las señales que se les ha enviado desde hace tiempo.
Los jinetes se han estado moviendo entre nosotros pasando desapercibidos. La hambruna
que asola el cuerno de África, la interminable guerra entre palestinos e israelíes, la
gran pandemia del SIDA, la gran cantidad de muertes que se producen por causas no
naturales… ¿Simple coincidencia? Son tan llamativos y a la vez tan ignorados que nadie
repara en el hecho de que se está cumpliendo el Apocalipsis del que se advertía en la
Biblia. Y esto empeorará mucho. Con el sonido de las trompetas las grandes catástrofes
llegarán a la Tierra, y llegados a ese punto ya no se podrá detener. El Apocalipsis habrá
llegado.

—No estamos preparados aún para atacar.

—Pues deberemos estarlo. Tendríamos que haber estado preparados hace


mucho. Solo tenemos unos días antes de que Miguel llegue aquí.

Necesitamos decidir cual será el lugar en el que nos reuniremos. Hay que
reagruparse y unir fuerzas, ya que estamos en inferioridad numérica, y nuestras
fuerzas se encuentran en desventaja. Necesitamos una estrategia principal, algún plan
alternativo por si el primero fallara, hay que tener opciones para todas las posibilidades
199

que puedan presentarse, que serán muchas.

—Azazel, avisa a todos los demonios que puedas. Castiel se encargará de avisar
a los ángeles.

Los dos asienten. Calculando por encima, puede llevarnos un día


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

aproximadamente reunirlos a todos.

—¿Dónde nos reuniremos?

Piensa, piensa, piensa….debe ser un lugar que nos sirva de referente. Algo
simbólico, fácil de recordar, pero que pueda suponernos una buena defensa.

—Nos veremos en el Castel Sant’ Angelo.

Es el lugar perfecto, tan obvio que a nadie se le ocurriría. Fácilmente defendible


por su ubicación, si los humanos se acercaran demasiado podríamos destruir el puente
y cortar las vías de acceso. Lo tomaremos como nuestro cuartel general. No será un
problema para ninguno de nosotros entrar allí, pero habrá que pensar una solución para
introducir a Joel y Eva de una manera segura.

—Bien. Nos veremos allí mañana a medianoche.

—Yo llevaré a Joel y a Eva. —Miro a mis chicos, y la preocupación es inevitable—.


Procurad que nadie os descubra. Sed invisibles.

Castiel y Azazel se marchan sin perder el tiempo. Tienen trabajo por delante.
Miro a los chicos. No puedo dejar a Eva desprotegida y arriesgarme a que vuelvan a
utilizarla en nuestra contra, aunque esta fortaleza esté protegida, pueden romper las
barreras sin demasiado esfuerzo; pero si no es capaz de afrontar lo que viene tendré que
prescindir de ella. No voy a matarla, claro está, ya veré qué hacer si se da la situación.

—¿Está al corriente de todo?

La chica me asiente tímidamente.

—Joel me lo ha contado todo. Yo…quería darte las gracias.

Oh, qué encanto. En cierto modo se podría decir que ha tenido mucha suerte
por contar con mi ayuda. Y hasta me cae bien, lo que es más raro todavía.
200

—No hay de qué. —Le sonrío sinceramente.

—Creo que la humanidad necesita un toque de atención, pero no apruebo nada


de esto.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Esta chica y yo coincidimos en muchas cosas. Tiene un espíritu diferente y unas


ideas muy claras.

—Lillith, ¿qué hemos hecho mal?

—Sois humanos, cometer errores es vuestro modo de aprender.

Su rostro parece consternado y triste. Su manera de entender el mundo se basa


en el ensayo y error. Imagino que el momento tendría que llegar de una manera u otra,
supongo que creía que sería el propio Dios quien decidiera impartir justicia, ya lo ha
hecho antes y no se anduvo con pequeñeces.

—Entonces… ¿Eva vendrá con nosotros?

Me temo que sí. No sé qué es más peligroso, si dejarla aquí o llevarla. Los dos
planes tienen sus desventajas, y en ambos casos acaba muerta. Tendremos que conseguir
el modo de hacer que entren sin levantar sospechas.

—Al parecer ahora también está en el equipo.

Lo cual supone otra desventaja más que se suma a las anteriores. No puede
defenderse sola de los ángeles, será un objetivo rodeado por un cartel de neón, pero
Joel se encargará de su protección. De pronto, escuchamos un golpe sordo en la sala de
armas. Me dirijo allí a paso rápido y me topo con un cuerpo tendido en el suelo.

—¡Dunia!

Dios mío, está herida en el estómago por una espada demoníaca. La ayudo a
incorporarse y aparto el pelo de su cara.

—¿Qué ha ocurrido?

—Lysander… —susurra cerca de mi oído, y su voz es muy débil—. Me ha


descubierto…
201

Maldito hijo de perra. Fue una estupidez dejar que Dunia trabajara a dos bandos.

—¿Ha sido él?

Niega con la cabeza. Sus ojos apenas pueden mantenerse abiertos y de su boca
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

sale un hilillo de sangre.

—Alexia. —Mis ojos se abren por la sorpresa. Esa zorra demoníaca vendrá a por
nosotros, nos dará caza uno por uno y disfrutará haciéndolo—. Tranquila, no sabe que
te estoy ayudando…no se lo dije.

Podía esperar que Dunia revelara lo que estaba haciendo para que no la mataran,
pero no lo ha hecho. Eso me desconcierta. Miro a la puerta donde Joel y Eva están
parados, con expresión horrorizada. Presiento que es la primera vez que ven a alguien
moribundo. Si esto sigue así no será la última. Joel se quita la chaqueta y se acerca para
taponar la herida sangrante de Dunia.

—No debí dejar que lo hicieras.

Dunia sonríe de esa manera irónica suya.

—No te habrías atrevido a intentar detenerme. —Tiene razón y me hace


sonreír—. ¿Podrás hacer algo por mí? —Asiento sin lugar a dudas—. Patéales el trasero
a esos gilipollas con alas.

Un demonio hasta las últimas consecuencias. Joel me mira cuando se da cuenta


de que la hemorragia no se detiene. Ni lo hará. No hay cura para una herida como la
suya. Solo un final posible.

—Sigue sangrando.

Debería odiar a todos los demonios, debería partirlos con mi espada nada más
cruzarnos porque se supone que está en nuestra naturaleza. Pero no la odio. Por alguna
razón no soy capaz de odiarla. Todo es más fácil cuando los seres son cien por cien malos
o cien por cien buenos, porque sabes qué esperarte de ellos. De un demonio solo te
esperas la maldad, y cuando llevan a cabo un acto que no sea solo por su propio interés,
te desconciertan. Ella ha sido lo más parecido a una amiga que he tenido en la tierra,
nunca he olvidado que se trataba de un demonio, pero eso no hace que no siga siendo mi
amiga. Me ha cubierto las espaldas en innumerables ocasiones, hemos sido un equipo.
202

¿Cómo podría abandonarla ahora? ¿Qué clase de misericordia puedo esperar si no la


tengo con ella?

Acaricio su frente y la estrecho contra mi pecho, dejo que los latidos de mi


corazón se unan con los suyos. Las dos conocemos el futuro que le espera.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Todo acabará pronto. El dolor se irá.

—No me olvides tú también.

El olvido. A eso se reduce nuestra muerte. Siento lástima por ella después de
todo. Me gustaría poder darle unos últimos minutos de calidez, es lo único que puedo
hacer por ella. No buscaba la muerte por iniciativa propia, pero a todos nos llega esa
hora. Solo un ángel debería ser el causante de la suya, siguiendo el orden natural de las
cosas.

—No lo haré. Te doy mi palabra.

Y con esa promesa, expira por última vez, su cuerpo se queda inerte en mis
manos convirtiéndose en cenizas que se desvanecen poco a poco. Dos lágrimas son
derramadas en su memoria, las limpio con el dorso de mi mano, y me pongo en pie.

—Lo siento.

Miro a Eva sin comprender su aflicción por la muerte de Dunia.

—¿Por qué? Era un demonio.

No puedo mostrar emociones por ellos, no se lo merecen, y aunque en el fondo


de mi corazón me pese su pérdida, no lo mostraré delante de nadie. No puedo mostrar
debilidad, no quiero mostrarla.

—Empleó su último aliento para venir aquí y avisarnos. ¿Es eso lo que haría un
demonio?

Esta chica se está confundiendo. Sé que sus sentimientos son nobles, que tiene
un buen corazón, pero debe aprender que los demonios no merecen su compasión,
no merecen ninguno de los buenos pensamientos que podemos tener sobre ellos. Las
excepciones rara vez existen y no hablan por los demás, los demonios son lo que son, no
podemos esperar de ellos salvo lo que hacen.
203

—No confundas las cosas. Dunia era mi amiga, y su pérdida me duele más a
mí a que a ti, te lo aseguro, agradezco tus condolencias, pero esos sentimientos no te
mantendrán con vida. Mi espada sí lo hará. Y la próxima vez que te encuentres con un
demonio no se detendrá a pensar cómo te sientes, intentará matarte. No lo olvides.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

A veces debes ser dura, en el cielo me enseñaron eso, y da resultados en cuanto


a supervivencia se refiere. Hay un dicho humano que lo explica muy bien. Lo que con
sangre se aprende nunca se olvida. No tengo tiempo ni ganas de escuchar las réplicas de
Joel. La guerra no espera a nadie, mucho menos a dos humanos. Espero que algún día,
si es que salen con vida del fin del mundo, algo de lo que les he enseñado les sirva de
ayuda. Aunque claro, nunca aceptes consejos de alguien que no se los aplica a sí mismo.
Imagino que no podía haber más oscuridad en la existencia de Dunia, y me consuela
pensar que le he dado un poco de luz.

—Necesito una hora. —Hago un gesto con la mano para que Joel guarde
silencio—. Solo una hora.

Porque temo que mis pensamientos no sean racionales, y necesito claridad. Así
que me escurro hasta una de las habitaciones y cierro la puerta tras de mí. ¿Por qué
siento dolor ante la muerte de un demonio? Y sin embargo, deseo llorar por Dunia. Son
sentimientos confusos para mí. Aquí estoy sola, nadie puede verme, y lo hago. Dejo que
las lágrimas salgan libremente, mojando mis mejillas inconscientemente, ajena a mi
propio cuerpo, mi conciencia o cualquier otra parte de mí. Yo no fui creada para buscar
la belleza en las cosas, no soy un ángel mensajero o como Ahriel, soy una guerrera, no
debería cuestionarme la muerte de nadie.

Con el rostro oculto entre los cojines de exquisita seda, comprendo el porqué.
Está en mi naturaleza, grabado en cada gota de mi sangre. No importa que seamos
guerreros, mensajeros…Fuimos creados para amar la creación de Dios, y los demonios
son parte de ella. Hemos perdido la conciencia que se nos atribuyó siglos atrás, y ahora
nos destruimos los unos a los otros. Las líneas del Bien y el Mal se han vuelto difusas.
En el principio, los ángeles nacimos para amar, los demonios para odiar. Así de simple.

Recobro la compostura al fin. Ya habrá tiempo para llorar por los pecados del
mundo. El presente no espera a nadie, y debo prepararme para esta noche. El reto será
conseguir que Joel y Eva pasen desapercibidos y conseguir introducirlos en el Castel
Sant’ Angelo una vez que lo cierren. No debería ser demasiado complicado. Aparto el
pelo de mi cara y lo recojo en una cola alta. La imagen que se refleja en el espejo vuelve
204

a ser la de siempre. Abro la puerta y voy al encuentro de mis chicos.

—Lillith, ¿te encuentras bien?

—Perfectamente. —Se levantan del sofá en el que estaban y se acercan alrededor


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

de la pequeña mesa de mármol en la que desdoblo un mapa.

—¿Roma?

—El Castel Sant’ Angelo está en Roma. —Señalo la zona del mapa en la que se
encuentra—. Me temo que tendré que dejaros en el puente, una vez allí deberéis entrar solos.

—He oído hablar del Castillo del Ángel. El puente de Sant’ Angelo está guardado
por estatuas de ángeles de Bernini.

Ese comentario me hace sonreír a mi pesar.

—Tú también has leído a Dan Brown, ¿cierto?

Joel se ríe y Eva baja la mirada, sonrojada. Es increíble lo popular que es ese
escritor. Muy bien, los dejaré allí antes de que se cierre a los visitantes, y me reuniré con
ellos cuando pueda.

—Entraréis como dos turistas más, os mezclaréis con la gente.

—¿Estaremos solos una vez dentro?

—Sí. Confío en tus habilidades. Nuestros aliados no aparecerán antes de las


doce, pero una vez cierren el castillo, procurad manteneos en un lugar alejado de la
vista. Cualquier pasadizo servirá. Si has leído ese libro sabrás encontrar alguno.

Por momento había olvidado que estamos en Pascua, y Roma estará abarrotada
de fieles. La Plaza de San Pedro será un hervidero de creyentes, y cualquier acto
imprudente por nuestra parte los borraría de un plumazo.

—¿Por qué has escogido este sitio?

—Roma es la capital de la fe. Conociendo a Miguel, querrá llevar a cabo sus


actos en un lugar simbólico.
205

No dudo que se dé a mostrar llegado el momento, con un gran despliegue que


demuestre la superioridad divina intimidando a todo ser viviente, haciendo ver a la
humanidad que la ira de Dios es cierta, mostrándose como el hacedor de su voluntad.

—¿No sería demasiado arriesgado?


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Explícate.

—Por lo que Joel me ha contado, los ángeles prefieren pasar desapercibidos


entre los humanos. Si es cierto que Miguel empezará su Apocalipsis en Roma, debe
tener en cuenta que si pierde, la humanidad perdería la fe en Dios. ¿Cuáles serán sus
creencias si son testigos de la caída de un arcángel?

Vaya. Tiene razón, y es un razonamiento muy lógico y preciso. Podría tener la


osadía de hacer pública la “interminable lucha entre los dos bandos” y confiar en ganar,
o de otra manera el remedio sería peor que la enfermedad. Pero Miguel solo piensa
en la victoria, no piensa que pueda perder, y en ese caso le daría igual la opinión de la
humanidad al respecto. Para los humanos la figura de Miguel es la de la mano derecha
de Dios que los libra del mal, nunca podrán llegar a verlo como lo que es, un ángel con
delirios de grandeza.

—Esperemos que Miguel tenga eso en cuenta. Ahora, será mejor que descanséis.
Mañana será un día largo.

Son las dos de la madrugada. Ellos necesitan dormir, y mientras tanto repasaré
todas las estrategias que he llevado a cabo a lo largo de la historia. Es de vital importancia
recordar los movimientos de mis rivales. Aunque para ser honesta, lo que más debería
hacer es entrenar. No puedo permitirme el lujo de cometer un acto estúpido e imprudente
delante de Miguel, o de Rafael, o de Lysander, y que me cueste la perdición. Ocuparé las
horas que restan de la noche en luchar.


206
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

INTERLUDIO XII

JOEL

L illith tiene razón. Y él debe empezar a plantearse si hay alguna posibilidad


de hacer algo que cambie el rumbo de la historia. Todo será más duro
para él, porque Eva estará allí, y tiene que protegerla con su vida si es necesario. La
concentración es algo que no puede permitirse perder en ningún momento, da igual a
quién tenga que enfrentarse. No puede dejar de pensar que esta puede tratarse de su
última noche en la tierra. ¿Qué iba a ser de su madre y de Andrea? Sabe que Phil cuidará
de ellas, pero imaginarse no volver a verlas…

—Sé que puede parecer muy fría, pero hasta ahora no me ha mentido. Puedo
confiar en ella y debería confiar en mí mismo…

—Yo creo en ti.

Nunca ha pensado que su vida terminaría así, en mitad de una guerra de ángeles
y demonios; hay muchas cosas que aún no ha podido hacer, como lanzarse en paracaídas,
comprarse un coche, hacer una acampada en la playa, casarse y tener hijos…todo eso
parecen cosas sin importancia en un momento como este.

Las manos de Eva acarician su rostro preocupado, y él la mira a los ojos. Desde
el primer día que la vio, supo que la amaría más que a nadie en el mundo. Era imposible
no estarlo, antes de conocer a los ángeles, ella era su definición de cómo debía ser un
ángel.

—No estés triste, Joel. Todo estará bien.


207

—¿Cómo? —Quiere poder creerla, pero las cosas no son como uno desea.

—No lo sé. Hace una semana no podía siquiera imaginar que existirían los
ángeles. Cuando…cuando estuve en el infierno… —Su voz tiembla al recordar esos
momentos, pero ella es fuerte—. Bueno, allí pasaron miles de imágenes por mi cabeza.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Supe en ese momento que no quería perderte, que quería encontrar la fuerza para verte
de nuevo, porque sabía que tú vendrías a por mí. Y estamos los dos aquí.

Eva lo ha arrastrado a la habitación en la que había descansado antes. Joel


tenía pensado buscar otra, pero no quiere pasar la noche solo, lejos de ella. Ha estado
ocultando sus sentimientos demasiado tiempo. Coge las manos de Eva entre las suyas y
la conduce a la cama. Se sientan en el borde, y el colchón cede bajo su peso.

—Hay algo que quiero decirte desde hace tiempo, pero…no me atrevía a hacerlo.
—¿Cuándo tendrá la oportunidad de hacerlo? Al menos quería morir con la conciencia
tranquila—. Yo…nos conocemos desde hace más de diez años, tu hermano es mi mejor
amigo, y bueno, tú siempre ibas a nuestros partidos, eso me animaba mucho.

Eva le sonríe. Dios, es tan preciosa cuando lo hace. Las manos de Joel tiemblan.
Es capaz de empuñar una espada si es necesario, de descender al infierno sin titubear,
y no es capaz de declararse.

—Significa mucho para mí tu apoyo, y que aceptes lo que soy. Ya es mucho


que no hayas salido corriendo al descubrir toda la verdad. Habría deseado que nunca
tuvieras que formar parte de esto, pero ya estás aquí y no puede cambiarse.

—Joel, ¿qué es lo que quieres decirme?

Ella está animándolo a seguir con una dulce sonrisa. Mira sus manos entrelazadas.
Está ahí, con él, no ha huido aunque pudiera hacerlo, y eso debería alegrarlo. Coge aire
profundamente y en un solo instante, todas sus dudas desaparecen.

—Te quiero, Eva. Siempre he estado enamorado de ti, y no me gustaría


marcharme de este mundo sin decírtelo. He pasado unos días confusos y difíciles, y he
aprendido que al final del día, nada separa la vida de la muerte.

Se muere de ganas por besarla, pero ¿y si lo rechaza? Ella no ha dicho nada, solo
se ha quedado mirándolo en silencio. Eva baja la mirada un momento, y puede jurar que
ve lágrimas en sus ojos. Vuelve a mirarlo con una sonrisa, y su corazón se desboca.
208

—Creí que nunca me lo dirías.

Y hay otra cosa más que quiere confesarle. Aunque la sonrisa de Eva vale más para
él que el mundo entero, debe hacerle una promesa, la promesa de que nunca le fallará.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Si mañana las cosas salieran mal, quiero que te salves, que te vayas tan lejos
como puedas, y te pongas a salvo.

Ella pone expresión de horror.

—No te dejaré allí solo. No voy a dejar que hagas ninguna tontería.

—¿No hay nada honroso en morir por amor?

No para ella. Las cursiladas románticas de Romeo y Julieta no van con ella. Ha
necesitado años para que por fin le declarara su amor, para perderlo tan solo un día
después. Ni hablar.

—Tú puedes estar dispuesto a dar tu vida por mí, pero yo tendría que vivir
sabiendo que el amor de mi vida ha muerto para salvarme. Yo no podría soportar esa
carga, no podría. Así que ni lo pienses.

Joel solo ha pensado que no quiere vivir sin ella, pero Eva no podría vivir sin él.
No puede hacerle eso. No va a dejarse matar. Luchará y volverá, para estar siempre con
ella.

—Tengo miedo, Joel.

—Yo también. Estoy muerto de miedo.

Tiene un pánico incontrolable. Ha superado los obstáculos que han surgido


con cabeza fría, pero sentirse finalmente tan cerca de la muerte, la certeza de que está
esperando por ti, es abrumadora. Las manos de Eva se mueven por debajo del jersey de
Joel, deslizándolo por su pecho. Él deja que lo haga, levanta los brazos para ayudarla, y
lo tira a un rincón. Joel pone su mano en el cuello de Eva y la besa. El beso por el que ha
esperado toda su vida. Y es dulce y cálido. Eva lo rodea con los brazos, y se deja caer de
espaldas en la cama.

—Espera. —Joel no tiene la resistencia suficiente para echarse atrás si ella se


209

arrepiente, y mejor parar ahora—. ¿Seguro que quieres hacer esto?

—Si tuviera una sola noche en la tierra, querría pasarla contigo, justo aquí.

Y eso fue suficiente para desenganchar su mente, dejar de pensar, y dejar que
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

su corazón llevase las riendas de su cuerpo por primera vez en sus dieciocho años. Él
tampoco se puede imaginar pasar su última noche en otro lugar. Nadie puede asegurarle
lo que ocurrirá en el futuro. Lo único cierto, es que las visiones que ha tenido se están
haciendo realidad. Eva lo besa y no piensa en la guerra, en las visiones, en los ángeles.
Solo en ella. Solo en Eva. Su Eva.

210
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

CAPÍTULO XIII

M irando el reloj de pared me doy cuenta de que quedan un par de horas


para que cierren al público el Castillo del Ángel. Aún tengo que llevarlos
allí, pero he querido darles el resto del día para ellos. No puedo evitar entristecerme
al ver esa manera tan intensa con la que se miran. Creo que Joel ha encontrado a
su compañera, sea o no un ángel. Y me duele tener que ser yo la que les robe estos
momentos de felicidad, pero no me queda opción. He avisado a un par de caídos de
nuestro encuentro, y aún me queda avisar a un par más antes de la hora señalada. Están
preparados, y yo también.

Los cojo de la mano y los llevo hasta el puente del ángel. La fortificación redonda,
coronada por la estatua del arcángel Miguel se levanta frente a nosotros. Hay una gran
cantidad de gente en Roma, en peregrinaje por los lugares más emblemáticos.

—Es Jueves Santo.

—¿Cómo dices?

Joel se encoge de hombros. He perdido la cuenta de los días.

—Hoy es Jueves Santo, por eso hay tanta gente. Muchos cristianos se reunirán
en San Pedro para escuchar la homilía del Papa.

Tiene razón. Maldita sea, Roma se ha convertido en una enorme diana, un


hervidero de almas devotas, y si esta guerra se nos va de las manos…

—Recordad lo que os he dicho. Pasad desapercibidos y no salgáis hasta que yo


vaya a buscaros.
211

Joel es nuestra única baza, y para los que aún no lo conozcan, tengo prevista una
gran entrada para él. Una primera impresión es muy importante, puede ganarte muchos
aliados. Saco de mi bolsillo la espada que robé para Joel y se la doy a Eva. Una humana
será capaz de usarla en caso de necesidad. Si la voluntad humana es lo suficientemente
fuerte puede utilizar las armas angélicas. Los miro sin despedirme, y me marcho. Les
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

dije a Eliya y a Erszébet que me reuniría con ellos en el Coliseo.

En este caso, no queremos ser vistos, así que los humanos que nos rodean no
pueden vernos ni sentirnos. Debe ser así para que no sean conscientes de lo que ocurre
a su alrededor. Me están esperando sentados en uno de los escalones de lo que en otra
época fue un palco. Varias personas pasan por nuestro lado sin reparar en nuestra
presencia, y es un alivio no tener espectadores de nuestra conversación.

Erszébet tiene el pelo largo y castaño, con flequillo. Es delgada y pálida, con una
belleza atrayente. Aparenta ser una mujer de unos treinta y pocos. Ella es el demonio de
la codicia, una verdadera joya. Eliya está más bronceado, lleva su pelo oscuro bastante
corto y tiene unos bonitos ojos azulados. En otra época se hacía llamar Jaisalmer, su
verdadero nombre, pero esas minucias no son importantes ahora.

—Eliya, Erszébet. —Ellos asienten a modo de saludo y me siento—. Os agradezco


que vinierais.

—No podía desaprovechar una oportunidad como esta. —Dice Erszébet.


Comprendo su deseo de intervenir en esta lucha, como bien hace la codicia, si dejan de
existir humanos, que por definición son codiciosos, a ella se le acaba el chollo. La razón
de Eliya es que es un Caído, igual que yo, y todavía se siente un poco ángel. Uno de los
pocos que no cayó en la tentación de convertirse en demonio.

—Esta noche vendrán más como nosotros. Trazaremos un plan para enfrentarnos
a Miguel.

—Me pido darle una paliza a ese capullo.

Ese placer lo reservo para mí. Eliya tendrá que conformarse con algún otro al
que machacar.

—Azazel nos dijo que Lucifer estaba enterado de esta rebelión. ¿Cómo sabemos
que no tomará represalias contra aquellos que lo han traicionado?
212

—No lo sabemos. Pero casi puedo aseguraros que si fallamos, nos matará.

En el fondo no puedo dejar de pensar que esto solo es un juego más para él.
Que nos está dejando llevar el mando, y cuando se aburra de nosotros, nos aplastará
como cucarachas. Lo sé, a veces soy un poco tétrica. Pero es así, Lucifer es un cabronazo
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

manipulador, retorcido y macabro. Imaginaos a cien como Lysander. No serían ni la


mitad de terribles que Lucifer. Por algo ha mantenido el trono del infierno más tiempo
que nadie. Supongo que en algún momento habrá habido rebeliones por el poder, pero
básicamente, nadie ha podido usurparle el trono.

Así que la certeza de una muerte segura no parece tener mucho efecto en ellos.
Ni en mí. No es algo que desconociéramos.

—Bueno, puestos a rebelarnos, mejor hacerlo ahora.

Mirando estas piedras, por las que han pasado tantos siglos de historia, antiguos
recuerdos vienen a mi mente. Hace mucho tiempo este lugar estaba lleno de vida, y
también de muerte. Fueron precisamente aquellos años los que mostraron la peor parte
del ser humano. Disfrutaban con la muerte y el sufrimiento de sus iguales, pero claro, no
eran considerados como iguales. Los gladiadores se veían obligados a morir en la arena,
a dar espectáculo. Por supuesto a veces no era suficiente que se enfrentaran los unos a
los otros, resultaba aburrido, y lo animaban añadiendo a la mezcla cuadrigas tiradas por
caballos, o animales salvajes.

Toda Roma se congregaba aquí. Los pobres, las prostitutas, los nobles. Todos
venían a ver morir a los gladiadores. Castiel y yo vinimos un par de veces. El primer
día de los juegos, cinco bárbaros tracios se enfrentaron a quince gladiadores, tan solo
armados con lanzas. Sobra decir que fue una masacre. Conseguimos llegar al final del
espectáculo a duras penas. Supongo que si comiera habría vomitado.

El segundo día fue mucho peor. Los gladiadores que lucharían por su libertad
eran apenas unos críos, más jóvenes que Joel. Y como si eso no fuera suficientemente
emocionante, soltaron dos leones y tres cuadrigas. Castiel y yo no pudimos soportar
semejante barbarie. Los gritos de júbilo que seguían a cada muerte podían escucharse
desde fuera del Coliseo.

Debo reconocer que en cuanto a integridad moral, aquella no fue una buena
época. Tal vez si en aquel momento me hubieran propuesto comenzar el Armagedón,
213

me lo habría pensado.

—¿Estáis en contacto con Yarael?

—Sí. Se reunirá con nosotros a la hora acordada.


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Solo quedan un par de horas. El coliseo ya ha sido cerrado al público, y


obviamente solo quedamos nosotros tres. Espero que Joel haya sabido arreglárselas
para esconderse. En el momento indicado, justo antes de la batalla, levantaremos la
protección que pusimos para ocultarlo, ya no será necesario.

—Debo marcharme. No faltéis a nuestra cita.

Bien, según las indicaciones de Castiel, una antigua conocida suya, Raquel, está
en la Tierra. Le ha dicho que se reuniera conmigo, está un poco recelosa aún, no confía
demasiado en rebelarse, y Cass confía en que termine de convencerla. No conozco a
Raquel, y no estoy segura de cómo sabrá encontrarme, pero esperaré aquí, no en el
Coliseo, sino en los alrededores. Con toda la gente que deambula por las calles a estas
horas alguien tendrá que ser. Así que me mezclo entre ellos como una turista más.

Paso junto a un grupo de jóvenes que charlan animadamente en la terraza de un


restaurante, familias que pasean con sus hijos, y otras muchas personas que se dirigen
al Vaticano. Cómo me gustaría poder pasear ajena a todo, disfrutando solo de la noche,
de sus vistas. Entre todas las miradas una mujer me mira fijamente. Delgada, pequeña,
de pelo chocolate y ojos marrones. Una belleza discreta y natural. Cruza la calle en mi
dirección, sospecho que podría ser ella.

—¿Eres Amatiel?

Asiento. Su gabardina marrón le llega a la altura de las rodillas, y sus alas están
ocultas, tal vez por el mismo tipo de runa que usamos con Joel.

—¿Raquel?

—Sí. Castiel me indicó dónde encontrarte. Dijo que tú podrías resolver mis dudas.

—Lo intentaré al menos. —Más que resolver sus dudas pretendo ser persuasiva,
hasta tal punto que no se lo imagina. —Si tus dudas son acerca de si deberías rebelarte,
tienes poco tiempo para decidirte. Los que formamos la resistencia vamos a reunirnos
esta misma noche. Asiste con nosotros, y toma tus propias decisiones.
214

—Me parece justo.

Le hago un gesto con la mano para que me acompañe en mi paseo por estas calles
tan mágicas. Por el camino intentaré ponerla de nuestro lado utilizando frases sutiles.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Abordar directamente a alguien para que haga lo que tú pretendas puede ser signo de
desesperación, y aunque esté desesperada, soy demasiado orgullosa para reconocerlo
delante de ella.

—Debes estar al tanto de todo lo que pasa en el cielo. —Me mira con perspicacia—.
¿Llevas mucho en la tierra?

—Apenas un par de semanas. Me encomendaron eliminar a un demonio, pero


me ha sobrado tiempo para hacer planes.

Siento cierta curiosidad por saber de qué demonio se trata, pero no es algo que
me quite el sueño, metafóricamente hablando. Por lo que a mí respecta, como si los
eliminan a todos de un plumazo, que es lo que pretendemos hacer dentro de poco.

—Entonces imagino que conocerás la última locura de Miguel.

—Cada siglo se propone algo distinto. Pero esto supera la línea de la razón.
Empiezo a plantearme seriamente su salud mental. Como ángel sabes que no sería el
primero en caer en decadencia por perder la cabeza en sus delirios por decidir hacer de
justiciero divino.

Se han dado varios casos de locura entre los ángeles. La afectación se produce
como una enfermedad, que poco a poco va deteriorando el pensamiento, hasta el punto
de cometer verdaderas locuras. En caso de Miguel más bien se diría que son atrocidades.
Se está volviendo muy popular últimamente. Intuyo que nos dará problemas en el futuro,
si es que hay un futuro. No estoy segura de que esto sea lo que está afectando a Miguel.
Lo recuerdo de la misma manera, siempre ha tenido estas absurdas ideas.

—Y si estás aquí, hablando conmigo, deduzco que no estás muy convencida. —


Yo en su lugar tampoco lo estaría.

Su silencio es respuesta más que suficiente para mí. Cruzamos las últimas calles
que nos separan del Castillo del Ángel. Espero que Azazel y Cass hayan tenido suerte.
Aunque con toda la suerte del mundo supongo que no llegaremos ni a los veinte. Una
215

cifra ridícula se mire por donde se mire.

—En situaciones reales reconozco que habría rechazado trabajar con un Caído.
—Hace una pausa, imagino que esperando mi ofensa, pero ya nada puede ofenderme—.
Pero situaciones desesperadas requieren de medidas desesperadas.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

No puedo estar más de acuerdo con ella. Soy consciente del gran esfuerzo
que muchos de ellos están haciendo por tener una actitud colaborativa. Nadie nos ha
enseñado nunca a colaborar entre nosotros, que lo hagamos por iniciativa propia es
admirable.

—Si hace cuatro mil años me hubieran propuesto hacer esto mismo, les
habría cortado la cabeza a todos los que lo hubieran sugerido. —Raquel sonríe por mi
comentario.

Ya estamos aquí, en el puente del ángel. Estas estatuas son todavía más
hermosas con la luz de la luna, creando estas sombras aterradoras y místicas, como si
quisieran mostrarnos sus dos lados. Raquel reza una oración en voz baja y el sello que
la oculta desaparece. Desplegamos nuestras alas y alzamos el vuelo. Sobrepasamos el
muro que separa el castillo de la redonda edificación central, coronada por una torre, y
aterrizamos en el patio en el que exhiben algunas de las armas utilizadas antiguamente
para defender la fortaleza.

Vaya, hay algunas caras conocidas. Erszébet y Eliya, junto con Rochel, Natanael,
Verlaine, Lijiang, asombrosamente también nuestro proveedor de armas, Baltasar,
Azazel y Castiel. También está Verchiel, un demonio, un chico guapo, supongo que la
clase de chico que te gustaría tener como vecino. A su lado está Asbeel, un Caído, que
suele tener expresión seria y malhumorada, pelo castaño, ojos claros, facciones afiladas,
pero guapo. Ezequiel, un ángel de piel oscura, tanto como sus ojos, una cuidada perilla
y el porte de un guerrero. Astad, un demonio que a pesar de lo que se podría esperar, no
aparenta más de dieciocho años. Lleva el pelo ligeramente por encima de los hombros,
rasgos latinos, y reconozco que es extraño verlo sonreír, pero su sonrisa tiene bastante
encanto. Ismael, un ángel de aspecto amable, encantador en todos los sentidos, gran
amigo de Castiel. Kyriah, la demonio inconformista de pelo rosa y naranja, encantada
de participar en una rebelión a gran escala mundial.

Lourel, un ángel asiática, con una cara en forma de corazón, el pelo largo
recogido en un moño, esos ojos rasgados y armada con su arco y flechas. A su lado hay
dos demonios más, el de pelo negro y penetrantes ojos aguamarina es Yarael, y el de
216

su derecha, castaño, con barba de varios días y aspecto de rompecorazones hispano,


es Samael. Y solo quedan Lucas y Haamiah, los dos ángeles gemelos que esperan
pacientemente junto a Lijiang. Lo que hace un total de veintiuno, y me hace mirar un
par de veces a mi alrededor. Alistair no ha venido, lo que me parece extraño, teniendo en
cuenta que su curiosidad lo mueve más que la lealtad hacia ningún demonio.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Azazel me mira, expectante.

—Aquí estamos.

Cojo aire antes de dirigirme a todos ellos. Teniendo un grupo tan heterogéneo
como éste será difícil que lleguemos a una estrategia que nos satisfaga a todos, pero
debemos llegar a entendernos. Nunca he sido buena en esto de los discursos motivadores,
pero imagino que por una vez dejaré que mis palabras salgan directamente del corazón.

—Todos vosotros habéis sido convocados aquí por una razón. No me importa
si sois demonios, ángeles, Caídos o humanos. Estamos aquí para luchar, ha llegado el
momento de tomar partido en una veta que lleva abierta demasiado tiempo. —Atrás han
quedado los tiempos en que veían un líder en mí, pero mentiría si digo que no me es
reconfortante este momento—. Hemos dejado que esta guerra lleve demasiado tiempo
en las mismas manos, y si nos rendimos ahora nos arrepentiremos. En nuestras manos
está el destino de la raza humana.

—¿Y cómo vamos a vencer, exactamente? —Miro seriamente a Asbeel. Su


interrupción me resulta molesta, pero sonrío aunque quisiera darle un puñetazo—.
Somos solo un puñado contra… ¿cuántos? Miles. Tal vez más. ¿En serio tenemos alguna
oportunidad de salir con vida?

—Contéstame a algo, Asbeel. ¿Alguna vez has dejado de luchar por tu


supervivencia? —Tensa la espalda, y por su silencio sé que no—. Créeme, los humanos
se unirían a nosotros si fueran conscientes de que su exterminio se está decidiendo
en este momento. —Alzo un dedo para impedir que me interrumpa de nuevo—. Todos
los presentes hemos oído la profecía de Metatrón. Y os diré algo que os alegrará el día.
Tenemos al nefilim.

Se levanta un ligero murmullo de asombro. Por lo visto, Azazel y Cass han sabido
guardar bien nuestra mejor baza para ganar la guerra. Mi querido Joel aparece de las
sombras haciendo una entrada triunfal y un poco teatral, digna de un héroe novelesco,
con su encantadora novia de la mano. Él es lo mejor que tenemos para ofrecer, y para
217

ser tomado en serio tiene que mostrar su potencial. Me acerco a él, pronuncio en voz
baja una oración, levantando así la protección que lo ocultaba como ángel, y sus alas
aparecen, blancas, radiantes, creando un mar de plumas a su alrededor.

—Alexia sabe que el nefilim luchará con nosotros, está prevenida. Eso no nos da
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

ninguna ventaja. —dice Yarael.

—Alexia es lo suficientemente inteligente como para saber que no será tan


fácil. Es prudente, de otra manera ya habría intentado atacar. Pero no hará nada sin el
permiso de su señor.

Verchiel se adelanta un poco para hacerse oír. Siempre agradezco los diferentes
puntos de vista, pero a veces en la guerra están de más.

—¿Y por qué Lucifer aún no nos ha borrado del mapa? Podría haberlo hecho
desde el principio, pero el juego sería demasiado aburrido. Tan solo está dejando correr
el tiempo, sin duda intentando ser creativo en nuestros castigos.

No puedo ignorar que Verchiel tiene razón. Todos somos conscientes del riesgo
que entrama toda esta parafernalia, pero no podemos pasarnos la eternidad temiendo a
Lucifer. Solo deberíamos temer la ira de Dios.

—Lucifer solo es un ángel. No tiene poder sobre ninguno de nosotros.

—Él no puede morir. El Infierno siempre debe tener a alguien sentado en su


trono, y ganemos o no, no nos desharemos de Lucifer.

Tiene razón. En caso de que perdieran la guerra, los demonios se enzarzarían


en una lucha interna por el poder, los Señores Oscuros se enfrentarían entre sí por
conseguir el trono y un nuevo Rey del Abismo se levantaría.

—Podemos confinarlo al Infierno. Hasta ahora se ha estado moviendo a sus


anchas, pero si conseguimos encontrar una manera de sellar la puerta…

Mi idea es bien acogida. Enseguida se ponen a debatir cuál sería la mejor manera
de proceder.

—Quieres la paz, pero te preparas para la guerra. —Dice Astad de pronto, y el


murmullo cesa.
218

—Todos lo hacemos.

—Pero no estás convencida de que podamos ganar.


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—La guerra no va de si piensas que puedes ganar, va de querer morir por lo que
crees que merece la pena morir.

Azazel intenta disimular una sonrisa de satisfacción. Tengo un corazón de


guerrera, nací para la lucha, y lo que quiero es ganarme la confianza de todos ellos.

—Ya vale de tanta cobardía. No estamos aquí para debatir lo que puede ocurrir,
hemos venido a actuar. —Me sorprende la voz de Castiel. Suena como un auténtico
general—. Si vais a luchar, dad un paso adelante.

Azazel es el primero en avanzar. Kyriah lo sigue. Y así ocurre con cada uno de
los presentes.

—De acuerdo, Lillith. Dejaremos que nos lideres.

—Lo haré, pero no como Lillith. Lo haré como Amatiel.

Es hora de cerrar un largo capítulo de mi existencia, y empieza por enterrar todo


lo que odio, incluyendo ese nombre. Desde este momento vuelvo a ser Amatiel. Castiel
me mira y aprieta mi mano entre la suya. Estamos listos para afrontar lo que quiera que
venga, así tenga que matar al mismísimo Miguel, al Demonio, incluso al mismo Dios.
No van a arrebatarme nada más, la Amatiel guerrera ha vuelto, y esta vez para quedarse.

—¿Estás listo, Joel?

Este coge la mano de Eva y es entonces cuando está listo. En realidad esto solo
es una espera, porque no vamos a precipitarnos cuando falta tan poco para alcanzar el
final. Nos disponemos a separarnos y tomar caminos diferentes, cuando un fuerte golpe
nos sobresalta a todos. Una parte del muro de piedra que rodea la fortaleza del castillo
se viene a bajo de repente, levantando una capa de polvo blanquecino.

—¿Qué ha sido eso?

Castiel y yo miramos desconcertados las piedras amontonadas a los pies de lo


219

que era la entrada. Entre el polvo, soy capaz de distinguir algunas siluetas. No es posible.
No puede ser verdad.

—¡Alistair!
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

El muy cabrón nos ha traicionado. A su derecha se encuentra Alexia, empuñando


su espada, a su izquierda, mi tan largamente odiado Lysander. Al parecer la guerra
empezará antes de lo previsto. Debí suponer que nos traicionaría, siempre ha sido una
rata de cloaca. Los ángeles y demonios presentes se ponen en guardia y hacen aparecer
sus armas. Un breve inciso.

Últimamente hay un cierto superávit de espadas, y es un engorro verte con


unas cuatro o cinco a las que no les das uso. Porque el tema es sencillo, el que gana,
tiene derecho a reclamar el arma. Antes se hacía con mucha más frecuencia y era una
muestra de superioridad. Es más por puro orgullo que por necesidad, la verdad, y con
la esencia de esas espadas se nos ha permitido fabricar otras armas, como las esposas
que utiliza Lysander en sus torturas, como las flechas de oro de Lourel, lanzas, dagas,
incluso escudos. Y vuelvo al asunto.

Castiel y yo también nos armamos, mientras detrás de Alexia van surgiendo más
demonios, decenas, centenares. Obviamente nos superan en número, espero que no lo
hagan en fuerzas ni experiencia. Alistar parece encantado por haber engañado a todos.

—Reconozco que tu oferta era buena, Lillith. Pero sabía de alguien que estaba
dispuesto a pagar más por una información tan jugosa.

No puedo evitar mirar a Lysander con odio suponiendo que la culpa es suya. Él
sonríe, complacido.

—La oferta no ha sido mía.

Mueve su cabeza unos centímetros a mi derecha, me giro y entonces lo veo.

—Escalar algunos puesto en el Infierno a cambio de darme a los rebeldes en una


bandeja de plata. No me parece excesivo para nada.

El Príncipe del Infierno. ¿Quién si no? Su retorcida sonrisa hace que retroceda
involuntariamente un par de pasos. Alzamos las espadas dispuestos a dar esta lucha por
comenzada y cuando la noche ya no podía ser más extraña, me equivoco de nuevo.
220

Un enorme terremoto sacude la tierra, hace que los cimientos de los edificios se
tambaleen, no solo en Roma, todos los países del mundo tiemblan al unísono, y también
nosotros tenemos que esforzarnos por mantener el equilibrio.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—El sexto sello…

Un nuevo terremoto, aún más fuerte, hace que perdamos la estabilidad y


caigamos al suelo. Por el rabillo del ojo puedo ver cómo Joel protege a Eva bajo sus alas.
El cielo está completamente negro, no hay estrellas, no hay luna.

Miguel está aquí. Las trompetas angélicas anuncian su llegada. La guerra ha


comenzado. Lucifer lo busca con la mirada, olvidándose de mi presencia por un instante.
Miguel aparece de la nada, con todo su ejército tras él. Sin saberlo, hemos convertido
este lugar en el escenario de una guerra.

—Miguel, querido hermano.

No hay ninguna sonrisa en la cara del ángel. Ha venido ataviado con su armadura
de oro, han pasado siglos, pero la imagen de Miguel sigue dejándome sin aliento.
Reconozco algunos rostros entre las filas del cielo. Graziel está entre ellos. Incluso el
ángel que fue creado junto conmigo, casi como si se tratase de mi mejor amiga. Iezalel.
Me apena tener que encontrarnos en esta situación. Era inevitable. Miguel alza su espada
y carga contra su hermano. Me aparto a tiempo y los ángeles que siguen a Miguel se
abalanzan sobre los demonios comandados. Nosotros nos enfrentamos indistintamente
a unos y a otros.

Alexia se enzarza en su particular lucha contra Khamael. Uno de esos rollos


de jerarquías, comandante contra comandante. Azazel está luchando contra Aeron,
demonio contra demonio, Castiel esquiva la espada de Graziel con un movimiento
rápido, ángel contra ángel. Y por aquí hay un viejo amigo que no se librará tan fácilmente
de mi espada.

—Hola, Sam.

Mi piel se estremece solo con pensar en su muerte. Antes de dejarle tiempo para
reaccionar me lanzo en su dirección, pero hábilmente esquiva mi golpe.

—No sabía que fueras tan buena con la espada.


221

Sonrío con frialdad.

—Espera y verás de lo que soy capaz.


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Matarlo con mis propias manos es demasiado tentador, pero también sería
demasiado largo, y aunque se merecería una muerte lenta y dolorosa, lo atravesaré con
la espada y a otra cosa. Sam juega sucio, como era de esperar, e intenta atacarme por
la espalda. Por suerte para mí ya he tratado suficiente con demonios y no me coge por
sorpresa. Me tiro al suelo y golpeo su pierna haciendo que pierda el equilibrio. Un chorro
de sangre impacta en mi cara. Me giro lo suficiente para ver cómo Azazel ha separado la
cabeza del cuerpo de Aeron. Sam me da un golpe en la cara, me recompongo en un par
de segundos y clavo mi espada en su pecho. Me limpio la cara con el dorso de la mano
y me pongo de pie, buscando a Joel. Castiel y Azazel están enfrentándose a algunos
demonios, hay mucho caos, sangre y poca visibilidad.

Me sorprende no encontrar a Miguel. ¿Ha caído? No, es imposible que caiga


tan rápido. Raquel está delante de Eva, intentando ser un escudo para evitar que la
ataquen, lo que me lleva otra vez a preguntarme dónde está Joel. No puedo permitirme
que lo maten a estas alturas. Doy una rápida vuelta al patio en el que nos encontramos,
abriéndome paso con la espada si es necesario, cuando veo la espalda de Miguel, y lo que
parecer ser la chaqueta de Joel.

Mierda.

—No eres más que un estúpido y arrogante humano. —Joel sostiene su espada
delante de Miguel, nunca he visto tanta determinación en su mirada. Miguel es claro
en su punto, cree que eliminar a los humanos es lo mejor que puede ocurrir—. Habéis
extinguido miles de especies, una detrás de otra. ¿De verdad piensas que sería tan
horrible que desapareciera otra? Me supondría tremendamente fácil extinguiros, y solo
estaría haciéndole un favor a este planeta.

—Es cierto que un gran porcentaje merecería morir, pero no está en tu mano
decidirlo. —Joel ataca a Miguel con una velocidad asombrosa, y consigue esquivar el
golpe a duras penas—. ¡¿Quién te ha puesto al mando, eh?! ¿Quién ha dicho que tengas
derecho a escoger quién vive y quién no? Solo Dios puede dispensar el castigo divino. ¡Y
tú no eres Dios!
222

Joel está atacando con una ferocidad sorprendente. Nunca pensé que viviría para
ver cómo un nefilim le plantaba cara a Miguel. Por todos es sabido que desde el principio
ha matado a todos los nefilim con los que se ha encontrado, los ve tan imperfectos como
los humanos, una abominación que nunca debió producirse, mezclar la sangre pura de
los ángeles con la de los humanos.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

De pronto caigo en la cuenta de algo. Miguel no puede matar a Joel. Su padre


era el ángel encargado de tocar la quinta trompeta, y puesto que está muerto, él es el
único que puede abrir el abismo. Miguel lo necesita para llevar a cabo el Apocalipsis.
Pero no lo abrirá, por eso Miguel tratará de…

—Eva.

Me giro hasta Raquel, pero está tendida en el suelo, luchando por apartar el
filo de una espada de su garganta. Eva no está con ella. Intento buscarla entre tantos
rostros, cuando escucho que grita mi nombre. Dios mío, la tiene Rafael. La va a utilizar
para obligar a Joel a romper el séptimo sello y abrir el abismo.

—¡Eva!

Castiel escucha mi grito y comprende la situación. ¡¿Cómo he podido ser tan


estúpida de traerla?! Cass no puede llegar a tiempo, no he visto cómo, pero Miguel tiene
cogido a Joel y lo obliga a mirar cómo Rafael amenaza a Eva con su espada. Si bien
la esencia de las espadas daña a ángeles y demonios, no siempre nos matan, puede
provocarnos graves heridas de las que podemos sanar, pero si tocan a un humano…

—Es fácil encontrar vuestros puntos débiles. Y agradécele a tu amiguita que la


trajera directa hasta mí. —Miguel me mira y sonríe. Trago saliva sin saber qué hacer—.
En tus manos está decidir su final. Vais a morir de todas formas, pero puedes escoger
una muerte rápida para ella, o el peor de los tormentos.

Lo siento Joel, de verdad que lo siento. No puedo culparlo si decide salvarla.

—¡No lo hagas, Joel!

Eva está siendo muy valiente. Miguel lo mira con impaciencia. Voy a intentar algo
pero no sé si funcionará. Una vez pude escuchar a Joel en mi mente, solo debo intentar
repetir ese proceso. Nunca he llevado a cabo ese tipo de conexión con un humano antes,
pero intentaré comunicarme con su mitad de ángel. Es lo que deseo y busco el lazo que
une su mente con la mía.
223

“Joel, ¿puedes oírme?”

De pronto me mira con sorpresa, y sé que la conexión se ha establecido.


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

“Sé que quieres ayudar a Eva por encima de todo, pero si rompes el último sello
se desatará algo horrible. Algo que ni siquiera nosotros podremos controlar.”

“Tengo que hacerlo. Siendo sinceros, si estuvieras en mi lugar, ¿salvarías a la


humanidad o a Castiel?”

Hay un motivo por el cual nunca me permito hacer una conexión con un humano.
A través de su mente llegas a sus recuerdos, a sus sentimientos más íntimos. En la mente
de Joel veo el rostro de Eva, feliz y hermosa. Es la imagen que siempre guarda de ella, la
que lo hace seguir luchando en los momentos más duros.

—¿Y bien? —Miguel está impaciente por algo de colaboración.

Joel me mira buscando una respuesta, pero no puedo dársela. Haga lo que haga,
alguien se verá implicado. Si la matan se sentirá culpable para siempre, por otra parte
no le debe nada al resto del mundo, son solo personas sin rostro a los que no conoce.
¿Cuál sería mi elección? Creo que está bastante claro.

—¿Qué quieres que haga?

Suspiro, pero no me sorprende su decisión. Joel solo hace lo que cree correcto.
Un ángel se abalanza sobre mí, tirándome de espaldas y me obliga a apartar mi atención
de Joel para centrarla en él. De igual modo este ángel y yo somos lo mismo, seres sin
rostro condenados a eliminarse mutuamente. Me golpeo la cabeza contra el suelo cuando
caigo, forcejeando con el ángel para librarme de su presión.

Consigo desviar mi mirada hacia Joel, a tiempo de ver cómo Rafael suelta a Eva.
Joel intenta golpear a Miguel, pero es inútil. El ángel coge las manos de mi chico y les
hace un corte en la palma. Pronuncia unas palabras que no logro escuchar y en el suelo,
bajo sus pies, aparece un círculo surcado de símbolos. La sangre de Joel gotea justo en
el centro y Miguel le hace agacharse hasta colocar sus manos sobre los símbolos. Su
sangre era la última pieza para romper el último sello. Todo ha terminado. Nuestra única
posibilidad de equilibrar la guerra a nuestro favor ha fallado. De pronto, una cegadora
224

luz aparece en el cielo. Por un momento todos se detienen y miran sobre sus cabezas.

Entonces el quinto ángel tocó su trompeta, y vio una estrella que había caído
a la tierra desde el cielo, y se le dio la llave del pozo del abismo. Cuando la abrió, se
derramó humo como de un gran horno y la luz del sol y el aire se oscurecieron por el
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

humo. Entonces vinieron langostas y descendieron sobre la tierra, y se les dio el poder
para picar como escorpiones. Su rey es el ángel del abismo. Su nombre en hebreo es
Abadón, y en griego, Apolión, el Destructor.

No…Una especie de bola de fuego cae a unos pocos metros del Castillo del Ángel,
el fuego se extingue como por arte de magia, y de las llamas surge un ángel del mismo
color de los carbones del infierno, con tres pares de alas rojas como el fuego. Abadón.

Aprovechando la confusión matamos a algunos ángeles, y también a demonios,


están demasiado ocupados con la distracción para reaccionar a tiempo. Me giro entonces
hacia a Miguel, con el terror reflejándose en mi rostro.

—¿Qué has hecho Miguel?

A pesar de su sonrisa de triunfo puedo ver que está inquieto. Ninguno de


nosotros tiene el poder suficiente para controlar a Abadón.

—Así será el fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre
los justos.

Mateo 13, 49. Su demencia va más allá de lo imaginable. Acaba de desatar la


fuerza más poderosa que el mundo ha conocido. Lysander se acerca a su lado y aunque
Miguel debería atravesarlo con su espada, no lo hace. Se saludan con un asentimiento
de cabeza. Me crea un sentimiento confuso.

—No pudiste detenerme en el cielo, Amatiel. ¿Por qué podrías hacerlo en la


tierra?

Me llevo la mano a la boca cuando la abrumadora realidad sale a la luz. No es la


primera vez que Miguel intenta llevar a cabo este plan. Hace muchos siglos intentó algo
parecido, y descubrí su plan. Pensé que podría aprovechar la atracción que sentía hacia
mí para convencerlo de que desistiera, pero se lo tomó como una traición. Él siempre ha
sabido que nunca he sentido nada por él, y prefirió engañarse. Siempre ha sabido que yo
no era su compañera. Ahora lo comprendo todo. Miguel fue el que me envió a matar a
225

Lysander, porque sabía que él sería la causa de mi caída, así que necesitaba librarse de
mí, y para asegurarse de que caería en la tentación se confabuló con Lysander.

—Tú…sabías lo que ocurriría. ¡Sabías que caería! Fuiste tú quien me empujó


hasta Lysander.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Cariño, te creíste toda esa charla sensiblera sobre convivir juntos en armonía
y esas chorradas. Fue tremendamente divertido hacer tratos con un arcángel a cambio
de conseguir tu alma.

¡Maldito hijo de perra! Lloraría si pudiera, pero estoy tan furiosa que mis
lágrimas se evaporarían.

—Me lo has quitado todo, al fin y al cabo podía esperármelo de ti, Lysander,
pero Miguel…nunca has querido entenderlo. No puedes ver más allá de lo que tienes
delante. ¡Siempre lo escogeré a él!

Castiel ha podido escuchar la verdad que provocó que me marchara de su lado,


ahora sabe que Miguel y Lysander tienen la culpa. Su espada se acerca mucho al cuello de
Lysander, nunca lo he visto con una expresión tan amenazadora como en este momento.

—No debería ser yo quien te mate, pero me arrebataste a quien más amaba.

Lysander se ríe oscuramente mientras se lleva la mano a la barbilla. Me mira


mientras intento esquivar los ataques de Miguel.

—Ah…Lillith…Su nombre era Amatiel, ¿cierto? Era tan bella y pura, que di
palmadas y saltos de alegría. Me enviasteis un regalo. Un alma como la suya solo se
encuentra una vez cada varios siglos y fue un placer corromperla de aquella manera
tan…excitante. —Castiel suelta un gruñido de puro odio—. Pero te empeñaste en bajar a
la Tierra a por ella, y disfruté matándote.

Con un grito de furia Castiel ataca a Lysander, que sin tiempo para responder
es herido en el brazo. Si me permito un solo instante para mirar a mi alrededor quizá
pueda hacer entender a Miguel que aún está a tiempo de detener lo que él mismo ha
provocado.

—Mira a tu alrededor, Miguel. ¿Esto es lo que quieres?

Sigo la dirección de su mirada, que no solo observa lo que está ocurriendo


226

dentro de estos muros, sino más allá. Puede escuchar las súplicas de los humanos en su
cabeza, pidiendo que los ayude. Ha estado silenciándolas para poder actuar así, pero ya
no puede ignorarlas.

—Les hago un favor.


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Su voz ya no me parece tan convincente como antes.

—Siempre han confiado en nosotros. Tú eres el ángel que debe traer la salvación,
no la muerte. Puedes detenerlo.

Sé que estoy a punto de convencerlo, cuando un grito semejante al aullido de un


lobo hace que aparte la mirada de mí y la dirija a su propietario.

—¡MIGUEL!

Yo también me giro y descubro la tremenda expresión de furia que refleja el


rostro de Lucifer. Miguel se ha quedado desconcertado por un momento, y ya no soy
su prioridad. Me aparta de un empujón y se encamina hacia su hermano con un grito
de lucha. Los dos chocan como dos pesadas rocas, la armadura de Miguel refulge con el
sobrenatural brillo de las espadas. Reconozco que nunca antes los había visto enfrentarse
pero es como ver la lucha entre dos titanes, dos pesos pesados.

Lucifer tiene un aspecto feroz, toda su cara está transfigurada y por primera vez
refleja la imagen atemorizante que todos tienen sobre él. Miguel ha encontrado al fin un
rival a su medida. Se puede decir que hay dos batallas distintas esta noche, la nuestra, y
la que llevan a cabo el Príncipe del Cielo y el Señor del Infierno.

Se han apartado del resto y en su afán por destruirse se han llevado por delante
indistintamente a demonios y ángeles. Castiel está luchando contra Lysander, Azazel
se enfrenta ahora a Nergal y como era de esperar, este es el momento idóneo para que
los Señores Oscuros tengan su oportunidad de conquistar el gran trono de hierro del
Infierno. Astaroth aprovecha la confusión para atacar a Lucifer. Es un gesto sucio y
rastrero, hasta para un demonio como él, pero a mí me da igual. Astaroth lo ataca por
la espalda y Lucifer reacciona a tiempo para esquivarlo. Las alas totalmente extendidas
de Lucifer son absolutamente impresionantes. No son nada membranosas, pero a estas
alturas ya sabréis que no se puede creer todo lo que se ha pintado o ilustrado. Tiene dos
pares de alas, negras como las plumas de un cuervo pero en lugar de tener filamentos de
oro, como los ángeles, son de un color escarlata brillante. Es la primera vez que veo sus
227

alas extendidas.

Lucifer se enzarza en nueva lucha contra Astaroth y yo aprovecho mi oportunidad.


Miguel es mío.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Abadón puede ser detenido.

Miguel ha perdido la poca predisposición que tenía ha recapacitar su decisión.


Me ataca con su espada, es más rápido de lo que recordaba, y me está costando apartarme
a tiempo. Nuestras espadas se encuentran en varias ocasiones, nos herimos mutuamente
y la sangre brota de las heridas. Jamás podré perdonarlo por lo que me hizo, su muerte
no será suficiente, pero me servirá.

—¿Por qué no quieres abrir los ojos?

Por el amor del cielo, fue racional una vez. No es posible se le hayan chamuscado
todas las neuronas.

—Apostaste al caballo equivocado, Amatiel.

Con su brazo me lanza lejos y mi espalda choca contra la pared. Algunos ladrillos
se desprenden por el impacto, apoyo una mano en el suelo y me pongo de pie.

—¿Cómo has llegado a esta situación? ¿Crees que nuestro padre te perdonará
por esto?

—¡Nuestro padre nos ha olvidado!

Parece un animal salvaje, sus facciones desfiguradas por un odio destructivo.


Pero entiendo su frustración. Siempre ha recibido las órdenes de Dios, y de pronto un
día desapareció sin dar señales. Miguel se quedó perdido y solo, no pudo soportar el
dolor de no saber nada de la persona a la que más amaba. Ese dolor es lo que lo trastornó.

Estamos cubiertos por sangre y polvo, nada que ver con el aspecto radiante de
los ángeles. Si los humanos nos vieran ahora saldrían despavoridos por nuestro aspecto.
Miro por encima del hombro de Miguel, y veo la cabeza de Lysander en el suelo. Castiel
aún sostiene su espada frente al cuerpo sin vida del demonio.

Mi espada se mueve con una nueva velocidad, un borrón brillante, un reflejo en


228

las pupilas desorbitadas de Miguel cuando su brazo cae delante de sus pies. Su grito de
dolor reconforta mis oídos.

—Tú, no eres Dios, Miguel. Los dioses no sangran.


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

La hoja de mi espada se desliza por su pecho, haciendo una brecha en su


armadura por la que empieza a brotar un hilo de sangre. Sostiene la espada con el brazo
que aún conserva y lo lanza sobre mí. Una espada se interpone en su camino y no es la
mía. Observo el rostro de Castiel, cubierto de sangre, y aparta a Miguel con una patada.

Joel necesita mi ayuda con un par de demonios, miro un momento a Castiel y


asiente para que vaya. Llego a tiempo de partir a uno de los demonios por la mitad antes
de que descargue su espada contra él, salpicando de sangre a Eva.

—¿Estáis bien?

Asienten con la cabeza. Abadón arrasa lo que encuentra a su paso, ya sean


demonios, ángeles, humanos…es la destrucción personificada. Joel me coge de la
muñeca y mira mi rostro. Su expresión es de profunda aflicción.

—Lo siento.

Miro primero a Eva y después a él.

—Has hecho lo que debías. No te culpo.

Azazel me hace señas unos metros más adelante y corre en nuestra dirección. Su
aspecto es aún más aterrador con la ropa rasgada y la fina capa de sangre que lo cubre.

—Yo me encargo de ellos.

Bien. Me tomo un segundo para inspeccionar el terreno. Alexia y Lysander están


muertos, bastante más bajas entre el bando de los demonios, otros cuantos ángeles, pero
de momento ninguna baja entre los nuestros. Creo que hemos elegido bien a nuestros
aliados. Rafael se está empleando a fondo matando demonios, me sorprende la ausencia
de Gabriel, pero me alegro de que haya tenido la cordura suficiente para mantenerse al
margen en este baño de sangre. Y el gran pilar sobre el que se sostiene el cielo, el gran
Miguel, cae a manos de un ángel menor. Estoy a punto de correr a abrazar a Castiel
cuando Abadón lo lanza unos diez metros contra el muro.
229

Algo me detiene cuando intento ayudarle. Khamael me coge por el brazo y tira
de mí para impedirme ir. Me agacho para esquivar el golpe mortal de su espada y caigo
al suelo. Me levanto de un salto y golpeo a Khamael en la cara.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Apártate de mi camino.

No dudaré en matarlo si se interpone.

—Oblígame.

Acaba de firmar su sentencia de muerte. Su piel oscura hace que sea casi invisible
en la oscuridad. No lo pienso dos veces, levanto mi espada contra él y choca con su arma.
Su espada es más grande que la mía, pero eso no supone un impedimento para mí. Mis
pies resbalan por la fuerza que ejerce para derribarme.

—Mi mano no vacilará en matarte. Pagarás por tus pecados, Khamael.

Abadón arremete nuevamente contra Castiel, que sangra por la mayor parte de
su pecho. No puedo quitarme a Khamael de encima, y todos están demasiado ocupados
protegiendo su propio pellejo para ayudarlo. De pronto, Abadón lanza a Castiel por los
aires y cae a unos pocos metros de nosotros.

Golpeo a Khamael con el mango de la espada y consigo alejarlo el tiempo


suficiente para moverme medio metro. Estoy muy cerca de Castiel, casi estoy a su lado
pero la mano de Khamael se aferra a mi tobillo y tira de mí, haciéndome perder el
equilibrio. Le doy una patada para librarme de su agarre pero tira de mí arrastrándome
por el suelo.

Abadón levanta su espada para asestarle el golpe final a Castiel, forcejeo una
última vez y Khamael aprovecha ese momento para golpearme con su arma.

—¡Castiel!
230
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

INTERLUDIO XIII

CASTIEL

T odo su cuerpo está dolorido. Nunca se ha enfrentado a nadie tan poderoso


como Abadón. La rabia aún le hierve la sangre, pero necesita unos segundos
de aire para seguir. De pronto escucha a Amatiel gritar su nombre. La enorme espada
de Abadón está a punto de caer sobre él, y de improviso, encuentra la fuerza suficiente
para rodar a un lado y esquivarla. La hoja se incrusta en el lugar donde una fracción
de segundo antes estaba su cabeza. Abadón lo coge por el cuello, apretando tanto que
Castiel está seguro de que lo matará. Los ojos de Abadón son tan negros que no puede
distinguir la pupila del iris, tan negros como su piel, como su pelo. Tiene la descomunal
fuerza de un gigante. Miguel no podía ni tener una idea de lo que estaba haciendo.
¿Cómo pretendía controlar al ángel del abismo cuando todo hubiera terminado? La
misión de Abadón era no dejar nada sobre la faz de la tierra.

Lo obliga a ponerse de rodillas tirando de él mientras no cede la presión que


ejerce sobre su cuello. Ha llegado su final, lo sabe con una certeza abrumadora. ¿Así es
como se siente la muerte? Solo lamenta haber tardado tanto en encontrar a Amatiel,
lamenta no poder cumplir su promesa de estar juntos para siempre. Abadón extiende
las alas de Castiel, que se despliegan, radiantes y blancas, las plumas inferiores rozando
el suelo. Suelta entonces el cuello de Castiel para agarrar su ala derecha, la extiende todo
lo que puede y la expresión del ángel se convierte en puro horror cuando comprende
lo que está a punto de ocurrir. Abadón levanta su espada y la deja caer sobre el ala de
Castiel.

El grito que sale de su boca es desgarrador, sangre empieza a brotar de su


espalda. Abadón lo suelta, dispuesto a repetir la operación con el ala que le queda y una
231

espada aparece de la nada para clavarse en el brazo del ángel del abismo.

—¡Cass!

Es Amatiel. Ella está allí y hace que la mente de Castiel vuelva al presente,
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

consigue que sus neuronas se conecten de nuevo. Le tiemblan las manos por el dolor, y
es incapaz de sostener su espada. Los músculos no quieren responder.

Amatiel está luchando con Abadón, está luchando para protegerlo, y él ni


siquiera es capaz de ponerse de pie. Alzan las espadas y chocan en el aire, con un sonido
ensordecedor. Castiel tantea el suelo buscando estabilidad para incorporarse, pero no
puede. Se tambalea y tiene que hincar la rodilla en el suelo para no caerse. Su espalda
sangra demasiado. Se lleva la mano al lugar donde debería estar su ala, y solo queda una
profunda herida y piel quemada alrededor. No volverá a volar. No puede volver al cielo.
Aparta los jirones de su camiseta alejándolos de su piel, porque el roce con las heridas
es molesto y se pasa un trozo de manga por la cara para limpiarse la suciedad.

Abadón detiene el golpe de Amatiel, sus espadas golean varias veces y se lleva
a cabo un forcejeo. Lo que ocurre después pasa demasiado rápido para comprenderlo a
tiempo. La espada de Abadón desciende hasta el estómago de Amatiel, la de ella también
sigue la misma trayectoria, puede ver la tensión que están ejerciendo los dos porque sus
músculos están tensos. Abadón parecer llevar la iniciativa y es el primero en empujar su
espada. Después, las dos se hunden en la carne.

—¡No! ¡Amatiel!

Parecen quedarse inmóviles por un momento. Abadón escupe sangre por la


boca, mira su estómago y retira su espada del cuerpo de Amatiel. Después cae al suelo.
Ella se lleva la mano a la herida y su mano se cubre con su sangre. Se tambalea, sus
piernas ceden y cae de rodillas.

Castiel se mueve rápidamente hacia ella, ignorando la debilidad y el dolor


que le producen las heridas, y la sostiene entre sus brazos. El cuerpo de Amatiel está
temblando, sufre pequeñas convulsiones. Castiel arranca los restos de su camiseta y los
utiliza para presionar la herida de Amatiel.

—No, no, no. Escucha mi voz, mantente despierta ¿me oyes?


232

Ella asiente con la cabeza. Castiel presiona la mejilla de Amatiel contra su


corazón e intenta arroparla. Está haciendo un gran esfuerzo por hacer lo que él le pide,
pero puede ver las copas de los árboles, brillando, llamándola. Pronunciando su nombre.

—Cass… —Amatiel tiene la vista perdida en algún lugar del cielo, y sangre sale a
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

borbotones de su boca. Mueve la cabeza para mirarlo y acaricia la herida de su espalda


con manos temblorosas—. ¿Qué te ha hecho?

Castiel besa las manos ensangrentadas de Amatiel y la mece junto a su cuerpo.


Sabe lo que significa. La está perdiendo de nuevo. Sus extremidades empiezan a
deshacerse convirtiéndose en una luz dorada, sus ojos siguen fijos en él, pero ya no
tienen expresión.

—¡Oye! ¿Qué estás haciendo? No puedes dejarme ahora.

Ella sonríe.

—Has muerto demasiadas veces. Era mi turno de salvarte…

Las manos de Amatiel pierden su fuerza y expira una única vez más.

—¡Amatiel! ¡Amatiel!

Castiel está sangrando, al ritmo al que va morirá dentro de poco. Ese es su


consuelo, desaparecer con su amada. El cuerpo de Amatiel se desvanece entre sus
brazos, dejándolos vacíos. El ángel contempla sus manos ensangrentadas y vacías. El
mundo está muriendo. Enormes terremotos asolan la tierra de norte a sur, de este a
oeste. Las aguas potables de ríos y lagos están contaminadas, el mar se ha vuelto del
color de la sangre… El fin se acerca, y Castiel también morirá.

De pronto eleva su cabeza al cielo y grita. Un grito de puro dolor, tan desgarrador
que se asemeja a un trueno. Se queda de rodillas, con las lágrimas que se deslizan por
sus mejillas arrastrando la sangre con ellas, esperando a que le llegue la muerte.
233
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

CAPÍTULO XIV

S iento una extraña y agradable somnolencia. El cielo brilla de una manera


espectacular y sobrenatural, aunque está de noche. La luz está más cerca, tan
cerca que ya puedo tocarla. ¿Esto es la muerte? ¿Me espera algo al otro lado? Reconozco
que siento algo de miedo al pensar que pueda desaparecer sin más, pero si esto es el olvido
no es tan malo. Las sombras desaparecen, el ruido cesa, y no hay otra cosa que no sea luz.
Yo soy luz. Todo es luz. Cálida y agradable, y ya no siento ningún tipo de dolor. Solo paz.
Una paz inmensa incomparable con nada que hubiera sentido antes. Me siento feliz.

Abro los ojos y estoy rodeada de árboles. Acacias, pinos, sauces, nogales…Paso
la mano por el césped en el que estoy tumbada. Todo es verde a mi alrededor, lleno de
flores de todos los colores existentes, y cerca de aquí puedo escuchar el murmullo del
movimiento de las cristalinas aguas de un pequeño lago. Reconozco este lugar. Nunca
lo he olvidado. Es el cielo.

—El cielo…

Doy unos pasos, asombrada por tanta belleza. El vestido blanco que llevo puesto
ondea con la suave brisa, y siento el resplandor del sol sobre mis alas. Camino sin poder
dejar de mirar a todo lo que me rodea. El sol es cálido y agradable, los pájaros cantan
en las ramas de los árboles, el perfume de las flores inunda el ambiente, las hojas de
los árboles danzan al ritmo del canto de los pájaros. Creí que nunca más volvería a este
lugar. Pero… ¿qué está pasando en la Tierra? ¿Y por qué he vuelto?

—Amatiel…hija mía.

Miro en todas las direcciones, con un nudo en el estómago y el corazón desbocado.


Es el viento quien me habla. Y reconozco esa voz, porque no es de este mundo. Contiene
234

todos los matices de las melodías más bellas jamás compuestas.

—¿Padre? —las lágrimas se desbordan de mis ojos sin poder controlarlas. Llevo
milenos sin tener noticias de él, muchos años sin encontrarlo, caigo de rodillas al suelo
y lloro—. ¿Cómo he vuelto?
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Siento que no debería estar aquí, que este lugar ya no me pertenece. No puede
ser tan fácil. No puedo haber vuelto sin más después de todos los pecados sin perdón
que he cometido.

—Llevaste a cabo un acto de amor desinteresado. Te sacrificaste sinceramente


sin esperar nada a cambio.

¿Me he sacrificado? ¿Eso he hecho? Recuerdo estar luchando en Roma,


recuerdo la sangre, nos pillaron de improviso y se rompió el séptimo sello, Miguel había
desencadenado el Armagedón, y luego Abadón surgió del fuego. Y…él me mató. Pero
también está muerto. Le clavé mi espada. No puedo comprender por qué ha pasado
esto. Cómo he llegado a este momento.

—Padre, ¿por qué permites todo esto?

—Me temo que mis respuestas no pueden satisfacerte. —De lo que deduzco que
no tiene una explicación. Sé que no debería cuestionar las acciones de Dios, pero no
puedo evitar hacerme preguntas—. No es fácil dirigir el mundo cuando todos te echan la
culpa de todos los horrores.

No lo había visto desde esa perspectiva. Una suave brisa hace que mi cabello se
mueva, y aquí todo es distinto a la Tierra. Cada ángel y cada humano tienen su propia
versión del cielo. Por supuesto, no hay un único cielo. Está compuesto por pedacitos.
Cada alma genera su propio paraíso. El mío es un eterno domingo por la tarde en la
montaña generado por una niña autista de diez años que murió en 1927.

—Padre, he estado perdida innumerables veces. —Demasiado perdida. Sé que


no tengo excusa para mis actos, porque no hay nadie más culpable que yo, y necesito
limpiar mi alma—. He buscado tu consejo, me he apartado del camino de la rectitud, y sé
que no merezco tu favor, solo tu castigo. Pero te ruego que perdones mi error. Nunca he
querido fallarte, siempre te he amado y te defraudé. Lo siento. —Bajo la cabeza incapaz
de no pensar en todo lo que he hecho—. Asumo cualquiera que sea mi castigo, pero
necesito saber que no me odias.
235

—Mi querida hija…soy yo quien debe pedirte perdón. —Dios no pide perdón—.
Mi castigo fue desmesurado. Confié en Miguel, porque ese era mi deseo, y no me he
dado cuenta de lo equivocado que estaba hasta este momento. Siempre has sido mi hija
fiel, amaste mi creación y nunca has dejado de amarla. Te concedo lo que más deseas.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Siento como unas manos invisibles me abrazan y mi padre me besa la frente.


Siento una paz incapaz de describir. Es el perdón. Deseo su perdón, pero no dejo de
preguntarme qué es de Castiel. Yo no puedo quedarme aquí dejando que Castiel muera
en la batalla, sin saber qué será de él.

—Déjame verlo. Por favor. Necesito saber que está bien.

El viento me indica que debo mirar en la superficie del lago. El agua del lago
se convierte en un espejo y refleja lo que está ocurriendo en la Tierra. El mundo está
completamente asolado. Hay horror allí donde mires. Puentes que se desploman sobre
los ríos, edificios derrumbados por doquier, las grandes obras de arte de la humanidad
reducidas a cenizas, miles y miles de muertos. La gente se abraza y reza sus oraciones,
piden por sus vidas, por las de sus seres queridos, se arrepienten de sus actos, se
encomiendan a Dios, ven cómo se acerca su final. Y también veo la explanada del Castel
Sant’ Ángelo. Castiel está de rodillas, sosteniéndose el pecho, rodeado de su propia
sangre.

—Castiel…¡se está muriendo! —Miro a todos lados buscando algún indicio de


Dios—. Padre, por favor, sálvalo. Salva a tu hijo.

Por un momento hay silencio. Me aterra que no haga nada. Necesita su ayuda,
no puede abandonarlo ahora.

—Sabes que todo en el cielo precisa de un sacrificio. —Lo sé, pero estoy dispuesta
a pagar el precio. Miro de nuevo al lago, y la imagen de Castiel me rompe el corazón.
Está llorando, quiero poder gritarle y decirle que estoy bien, pero no me oirá—. Puedo
salvar su vida, pero perderá sus alas, será mortal. Y tú no podrías regresar al cielo.

¿Este es el precio que debo pagar por su vida? Llevo demasiados años
persiguiendo el cielo, pero no lo necesito. Sonrío cuando por fin comprendo la verdad.
Ya lo he encontrado, siempre lo he tenido, y ahora se está muriendo delante de mis ojos.
Me ha salvado de tantas cosas que este pequeño acto me resulta insuficiente.
236

—Puedes salvarlo y condenarlo a vivir como un mortal, serás un ángel, pero


lejos de tu hogar, o puedes volver al cielo, a tu hogar, sin tus recuerdos y dejar que
Castiel encuentre la paz. Es tu decisión.

Decisión egoísta, cruel, pero no puedo, no puedo dejarlo morir. No sé vivir sin él.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Yo no quiero el cielo si él no está conmigo. No me importa ser un ángel, no me importa


tener alas. No me importa nada que no sea Castiel.

—Escojo la vida. Su vida. Renuncio al cielo y a todos sus privilegios, pero él no


puede morir de nuevo.

—Así será.

Contemplo el lago, que se ha convertido en una ventana al mundo. Todas esas


personas inocentes, que ya no volverán a abrazar a los suyos por el capricho de un ángel.

—¿Qué pasará con ellos? ¿Ha llegado el final para la humanidad?

Cierto es que ellos se han destruido a sí mismos prácticamente desde el comienzo,


pero no se merecen acabar de esta manera.

—No. Borraré estas últimas horas de su memoria, será como si nunca hubieran
ocurrido.

—¿Nosotros lo recordaremos?

—Es una manera de daros un toque de atención. Recordaréis que esto ha


ocurrido, seréis conscientes de todo y devolveré el mundo a los humanos. Como ha sido
mi intención desde el momento en que los creé.

Ese siempre ha sido su mayor deseo. Un mundo de humanos, para los humanos.
Supongo que nunca llegaré a entender los motivos reales por los que los ama tanto.
Imagino que algún día, si llego a ser madre, podré comprenderlo. Un padre nunca deja
de amar a los de su sangre, es por eso que me ha perdonado, porque a los hijos nunca se
les deja de amar. No importa cuántos errores cometan.

—Padre…Castiel será mortal, pero…cuando llegue su hora…

Me aterra la idea de perderlo, y sé que ocurrirá, los humanos no son eternos


237

como nosotros. No quiero ser inmortal y tener que afrontar su pérdida, verlo envejecer
mientras yo sigo siempre igual…no quiero eso. No quiero tener un tiempo limitado.
Porque, ¿qué haré cuando llegue su hora? No querré aceptarlo, intentaré buscar algún
modo de mantenerlo conmigo y no lo conseguiré y me destrozará por dentro.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Podrás ser humana si así lo decides. Te he concedido volver a su lado, si lo que


deseas de verdad es llevar una vida mortal, solo pídelo, y lo tendrás.

Una vida mortal junto a Castiel…Cuando yo lo decida, ¿así de fácil? Una brisa
fresca mueve mis cabellos de nuevo y sonrío con verdadera emoción. Miro de nuevo
hacia el lago, y veo como Abadón desaparece. Los edificios se levantan del suelo y se
recomponen en su lugar. Se está deshaciendo el Apocalipsis. Ya tengo el perdón, estoy
lista para irme.

Ocurre como un flash en mi mente, pero ahora me encuentro de nuevo en el patio


del Castel Sant’ Ángelo. Todo vuelve a ser como antes de que esta guerra comenzara,
salvo por los heridos. Ni una sola piedra está fuera de su lugar, las personas que rezaban
el ángelus en San Pedro permanecen ajenas a todo, desconocen de lo que se han librado.
Ángeles y demonios heridos se retiran del campo de batalla con la misma confusión
escrita en el rostro. Ninguno esperaba que Dios finalmente tomara partido, y como yo
ya había supuesto, lo ha hecho del lado de los humanos. Azazel ayuda a algunos de
nuestros aliados, no ha habido ninguna pérdida por nuestra parte.

Busco a Castiel, se encuentra en el mismo lugar, en la misma posición, cubierto


de sangre y suciedad, herido, de rodillas, con la cabeza gacha y la mirada perdida en el
suelo. Me acerco a él, mientras mis alas blancas revolotean a mi espalda. Mi mano se
posa en su mejilla y levanta la cabeza, dispuesto a atacar a quien quiera que perturbe su
dolor. Su mirada cambia radicalmente cuando se encuentra con mis ojos.

—Amatiel…Estás viva. Has vuelto.

Sonrío y besa la palma de mi mano. Tiene los ojos enrojecidos y un poco


hinchados. Ha estado llorando.

—He vuelto por ti. ¿Acaso lo dudabas? No pensaba incumplir mi promesa. —


238

Por un momento no sé que hacer. Parece tan derrotado, me arrodillo a su lado y toco la
herida de su espalda que ha dejado la pérdida de su ala. La otra cae a un lado, las plumas
manchadas de sangre, desprovistas de todo su brillo—. Eres mortal, Castiel. Lo hice
para salvarte, porque no merecía volver si tú no estabas allí para esperarme. Lo siento.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Castiel me mira a los ojos directamente, me abraza fuertemente contra su cuerpo


y escucho sus sollozos ahogados contra mi cuello. Pensé que nunca volvería a sentirme
viva, y no me he alegrado de estarlo tanto en mi vida.

—Creí que te había perdido. —Coge mi cara entre sus manos para mirarme. Sus
ojos brillan por las lágrimas—. Y has vuelto a ser un ángel.

Muevo mis alas, de las que se desprenden unas plumas. Me siento un poco
culpable por eso. Mis pecados han sido perdonados, pero no es justo su destino. No
lo es. Él ya no tiene unas alas que mover, lo han mutilado, y eso es lo peor que pueden
hacerle a un ángel. Pero ahora es mortal, y su ala izquierda empieza a desaparecer,
dejando solo una imperceptible marca en su espalda. Las cicatrices se borraran con el
tiempo, pero las cicatrices del alma tardan más en cerrarse.

—Dios te ha escuchado, Amatiel.

No lo ha hecho por mí.

—Tenía la esperanza de que Dios recuperara la fe en sus hijos y sabía que no


dejaría que acabaran así. Ha deshecho el Apocalipsis.

La emoción todavía quiebra mis palabras. Condenar a Castiel a una vida normal
es lo más duro que he tenido que hacer en mucho tiempo.

—Lo siento, Cass, tenía que salvarte la vida. Renuncié al cielo para que no
murieras.

Él niega con la cabeza mientras una sonrisa aparece en su dolorido rostro.


Parece más joven, e infinitamente más guapo.

—Lo único que no me gusta de esto de ser mortal es que tengo que dejarte.
—Acaricia mi rostro con una dulzura abrumante—. No hasta que mi vida llegue a su
fin y confía en mí, tengo la intención de vivir mucho tiempo. Pero de igual manera.
Tendremos que separarnos, algún día.
239

Una aguda punzada de dolor me hace abrazarle fuertemente y aspirar su olor.


El dulzor de la sangre se mezcla con el olor a tierra y a sudor.

—Enfrentaremos eso, hasta cuando llegue el momento. Si soy capaz de tener los
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

próximos cincuenta o sesenta años contigo, si podemos estar juntos y felices durante
toda tu vida, entonces eso es lo que yo quiero. Mi sacrificio habrá valido la pena.

Castiel me besa apasionadamente y me envuelve de nuevo entre sus brazos.


Nunca un abrazo había significado tanto para alguien y para mí es más valioso que todo
el oro del mundo.

—Entonces eso es lo que haremos.

—¿Y tú? —Susurro—. Sé lo feliz que debes de estar estando vivo, pero… fuiste
creado para vivir para siempre, y ahora no lo harás. Has perdido tu inmortalidad. Por
mi causa.

—Nunca moriré. —dice él. Antes de que pueda protestar, Cass pone dos dedos
en mis labios. Su tierna sonrisa parece llenar la noche de luz. Y me doy cuenta de que
él va a decirme alguna clase de verdad profunda de la que nunca he sabido antes—. Tú
vivirás eternamente, y perdurar en tu recuerdo es la única inmortalidad que necesito.
Seguir viviendo como una parte de ti… Amatiel, esa es mi idea del cielo.

Y entonces lo envuelvo entre mis alas blancas, y mientras mis lágrimas resbalan
por mis mejillas, lo beso. Un resplandor naranja ilumina nuestros rostros, mientras el
sol de un nuevo día aparece detrás de los edificios de Roma, borrando con él todo el
horror que se ha vivido allí. Es un nuevo día, y estamos vivos.

—¿Sabes qué fue lo último que hicimos juntos? —Nos giramos hacia el sol—. Ver
el amanecer…esperaste a que el sol saliera para que tu corazón dejara de latir. Cada día
y cada noche me preguntaba si regresarías, si volvería a verte, me preguntaba si esta vez
me recordarías…

Pone un dedo sobre mis labios y guardo silencio.

—Este amanecer es diferente. No es una despedida, sino un nuevo comienzo.


Contigo.
240

No necesito ningún otro momento, miro al cielo y sonrío. Estoy lista. Siento
como si Dios pudiera leer mis pensamientos y mi corazón. Ya no me siento culpable por
amarlo.

—Es el momento.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Castiel me mira sin comprender. Mis alas empiezan a desaparecer desde las
puntas de las plumas, dejando un polvo dorado. Regresé a mi cielo. Mi cielo…mi paraíso.
Pero mi paraíso no resultó estar donde yo esperaba. Milenios para poder volver a casa,
y cuando lo consigo, resulta que me faltaba algo.

Entonces lo comprendo. Mi paraíso no está junto a Dios y los ángeles, no está


en el cielo, sino en la Tierra, junto a Castiel, junto a los humanos. Este era mi destino, y
por fin lo comprendo. Ya no estoy enfadada con el cielo, no queda rencor. Mientras mis
alas desaparecen y me acercan a mi nueva mortalidad, sonrío de felicidad.

—Amatiel, ¿qué está pasándote?

Sonrío con tanta alegría que no soy capaz de ocultarla.

—Soy mortal. Nos han concedido vivir juntos.

Castiel también eleva su mirada al cielo, y murmura un “gracias”. Realmente no


sé explicar las contradictorias emociones que experimento en mi interior.

—¡Amatiel!

Joel corre hacia nosotros y se abalanza sobre mí para abrazarme. Me alegro


tanto de verlo…

—¡Estás viva! ¿Cómo ha pasado?

—Es una larga historia. —Y mi vida ya no es eterna para desperdiciarla dando


explicaciones. No pienso desperdiciar ni un solo segundo. Castiel me rodea la cintura y
me da un beso en la frente.

—Lo que importa es que estamos vivos. Hemos vencido.

Joel y Eva se miran con adoración. Todo ha terminado por fin, y podemos
contarlo. No he creído nunca en la astrología, pero siento como si todo lo que ha pasado
241

formara parte del destino, de alguna ley cósmica que desconocemos y que estuviera
escrita desde el principio. Lo hemos logrado. Para ser honesta, no sé si algún día
entenderé el significado del amor verdadero, porque solo conozco una clase de amor.
Cuando estoy cerca de Castiel experimento esa clase de atracción que es imposible de
ignorar. Una conexión tan profunda que no necesitamos palabras. Todo lo que tiene
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

que hacer es mirarme y con una sonrisa consigue que se ilumine todo mi ser. Nadie más
puede hacer eso. Lo nuestro es amor, una clase de amor que no pertenece a este mundo,
porque nació en un lugar mucho más lejano.

—Gracias, Joel.

Me mira extrañado, como si no comprendiera mi gratitud.

—¿Por qué? Por mi culpa te han torturado, encadenado, apuñalado, y matado.


No me debes nada.

Eso no es cierto. Extiendo mis brazos para abrazarlo y le hablo al oído, algo que
queda entre nosotros dos.

—Te debo más de lo que imaginas. Más de lo que nunca comprenderás.

Le debo mi vida, esta vida, haber reconducido mi pasado y poder disfrutar de


mi futuro con la persona que amo a mi lado. Me faltan días para poder agradecérselo.

¿Por qué luchamos cuando sabemos que no queda esperanza? Porque luchar es
lo único que nos queda cuando todo lo demás desaparece. Porque si existe una mínima
posibilidad de ganar, debemos intentarlo, nos aferramos a esa posibilidad. ¿Por qué
llegamos hasta el final cuando sabemos que caeremos en el camino? Porque ningún
camino está completo sin caídas. Porque cuando caigamos, encontraremos una mano
que nos ayudará a levantarnos. La vida nos enseña lecciones muy valiosas. A nosotros,
nos enseñó a creer de nuevo. La humanidad no perdió la fe en los últimos instantes
en los que este mundo moría lentamente. La fe es lo último que se pierde, fe en las
personas, en la bondad del corazón humano, fe en que la luz gane a la oscuridad, fe en
que el amor sea más fuerte que el odio.

Dos personas pueden amarse salvando todos los obstáculos, sin importar su
condición. Ya sea una humana y un nefilim, un ángel y un caído. Nada de eso importa.
La ambición, el poder, el rencor y el odio…son poderosos, nos consumen, pero hay un
sentimiento más fuerte que todos esos. Y no podría ser otro que no fuera el amor.
242

El sol es una cálida caricia. Yo creía que los ángeles éramos superiores, pero
estaba equivocada. Como ángel no experimenté la felicidad que siento siendo humana.

—¿Estás lista para volver a casa?


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Eva asiente mientras se aferra a la mano de Joel.

—¿Qué vais a hacer vosotros?

Miro a Castiel. No hemos pensado en ello. Supongo que buscar una casita, un
trabajo, tal vez puedo dedicarme a la historia, o al arte.

—Primero deberíamos buscar un taxi.

Nos reímos. Siento la mirada de Azazel desde la distancia. Él me mira, sin


necesidad de pronunciar una palabra, sin tener que hacer ningún movimiento. Esto no
es una despedida, no tengo pensado morir tan pronto. Joel pasa su brazo por el hombro
de Eva, y se disponen a marcharse. Volveremos a encontrarnos.

He sido perdonada, soy amada. Un humano me enseñó una vez que las cosas
que importan son por las que merece la pena luchar. Y no se equivocaba. Puedo asegurar
que seguiremos luchando, porque rendirse no es una opción.

Estar tumbada bajo un árbol, contemplando el cálido sol, sintiendo la suave


brisa en el rostro. Sentir la mano de Castiel entrelaza con la mía. Escuchar el canto de
los pájaros. Son cosas con las que no he podido soñar antes. Sí, ahora comprendo por fin
lo que es la felicidad. Mi versión de la felicidad. Pero hemos tenido que bajar al infierno,
enfrentarnos al Apocalipsis, y renunciar al cielo, para conseguirlo.

243
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

INTERLUDIO XIV

CASTIEL

DOS AÑOS DESPUÉS…

Han decidido pasar el día al aire libre. Los paseos por el campo se han
convertido en algo normal. Los primeros días de la primavera son los más agradables,
las flores empiezan a prosperar, el aroma de los árboles y la tierra mojada por el rocío es
agradable. Su casa se encuentra cerca del condado de Essex, en Inglaterra, y el paisaje
verde abunda.

Amatiel y él habían conseguido un trabajo unos pocos meses después de lo


sucedido. Ahora trabajaba como profesor de teología en una universidad y Amatiel era
una reputada historiadora. Se puede decir que la vida les sonríe. Incluso ha aprendido a
conducir su propio coche. Al principio les costó acostumbrarse a no poder depender de
sus alas para moverse, pero no estaba tan mal. No han mantenido mucho contacto con
todos los que compusieron la facción rebelde, pero en general están bien.

Joel y Eva se habían mudado juntos a un pequeño apartamento en Londres,


después de que Mina y Andrea Green se quedaran con Phil. De Azazel no se sabía mucho,
es solitario e introvertido, pero está bien.

Amatiel ha descubierto que tiene un don para la cocina, y disfrutan de cada


bocado. Algunas veces añoran viejos momentos del pasado, pero se desvanecen cada
mañana, cuando ella prepara café y le sirve una taza después de darle un beso. O cuando
Castiel le regala un ramo de flores inesperadamente, solo porque la quiere.

Castiel aparca a las afueras de una reserva natural, mientras Amatiel prepara
244

el mantel para un picnic. Ha traído esos pasteles de crema que tanto le gustan y que
prepara tan bien. Se tumba a su lado mientras la besa en la frente.

—Este lugar es precioso.


PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

—Sí. —Castiel está mirándola a ella. El paisaje más hermoso que pueda
contemplar—. Absolutamente precioso.

Ella se ríe todavía de una manera encantadora, una sonrisa que perdió durante
mucho tiempo. El llanto de un bebé rompe la tranquilidad y el silencio.

—Gael se ha despertado.

Amatiel se incorpora, pero Castiel vuelve a tumbarla sobre la manta con una
sonrisa en su rostro.

—Ya voy yo.

Se acerca al carrito y coge al pequeño en brazos. Su niño, su pequeño. Ha


heredado los ojos de su madre, su sonrisa. Castiel juraría que el color del pelo es como
el suyo, pero no está de más sacar la belleza de su madre. En dos años han tenido tiempo
suficiente para ser padres. Saben que todos los hijos que tengan nacerán siendo ángeles,
porque lo llevan en la sangre, pero ese es un problema del que se ocuparán cuando
llegue el momento.

—Solo estaba un poco inquieto, ¿verdad?

Amatiel sonríe cuando mira a los dos hombres de su vida. Había pensado que no
tenía instinto maternal, pero eso era solo hasta que descubrió que estaba embarazada.
Fue el mejor regalo que podían hacerle. Por fin la vida era buena con ellos. Por fin eran
como querían ser, nada más.

Castiel sostiene al bebé en brazos, y le da un beso en su cabecita rubia. Con


una mano lo aferra con firmeza junto a su pecho y con la otra le señala el horizonte, las
mariposas revoloteando a su alrededor, la suave brisa moviendo las hojas de los árboles.

—Mira, Gael. Esto es el paraíso.

El paraíso, no. Era mejor, mucho mejor.


245
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Recuerdo el más destacado acontecimiento de la humanidad, destacado porque


nunca llegó a pasar. Fue evitado por un nefilim, una chica humana, un demonio, un
ángel, y un Caído. La gran historia. Y rompimos el final. Y las reglas…y el destino…
dejando nada más que libertad y elección. Un ángel me enseñó a mantenerme firme, lo
que eso significa, y lo que generalmente te ocurre cuando lo haces. Ese ángel es la que
me despierta cada mañana con un beso, la que me hace el hombre más feliz del mundo,
con la que comparto mi vida, mis alegrías y mis penas.

Había terminado al fin. Había acabado. Todo parecía estar perdido para
nosotros, para mí, y entonces algo extraordinario pasó. Volvió. Regresó a mí, abandonó
el cielo y me devolvió la vida. Y ganamos. Paramos el Armagedón.

Me llamo Castiel, una vez fui un ángel y nuestra historia no acaba aquí.

FIN
246
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

AGRADECIMENTOS

Como siempre, este libro está dedicado a mis “hermanas postizas” Irene, Nerea,
Aldara y Tonia. Gracias por aguantarme cuando me pongo pesada o irritable porque he
perdido la inspiración. Vosotras sí que sois auténticos ángeles cargadas de paciencia.

Mi intención al contar esta historia, era mostrar los dos lados que componen
una moneda, intentado conferirles a seres divinos como los ángeles un lado humano y
que cada historia siempre tiene dos versiones y hay infinitas maneras de ver el mundo.
También quiero agradecer a mi encantadora correctora Carmen por su excelente trabajo
y sus agudos comentarios, sin ella probablemente habría sido más complicado.

Si os ha gustado la historia espero que leáis también la historia de amor del sexy
y atormentado demonio Azazel y la inocente y brillante Ahriel.

247
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

AVANCE 2do LIBRO

El beso del ángel

Sinopsis:

Gael es un ángel custodio, hijo de Amatiel y Castiel. A sus dieciocho años recibe
su primer designio como ángel, proteger a una nefilim de ocho años, Victoria, la hija de
Joel. Asmodeus quiere usarla como ofrenda para recibir el favor de su padre, y la misión
de Gael es mantenerla a salvo bajo cualquier circunstancia.

Azazel será la mano derecha de Gael en esta aventura, en la que habrán dos
historias protagonistas: por un lado la misión de Joel, y su relación con la pequeña
Victoria, y por otro, la creciente historia de amor entre Azazel y Ahriel.

248
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

PRÓLOGO

E ncadena a Azazel, de pies a cabeza, y arrójalo a las tinieblas; y abre el


desierto, que está de Dudael, y arrójalo allí. Cúbrelo de toscas y cortantes
piedras y cubre también su rostro para que no vea la luz. Y el gran día del Juicio,
que sea arrojado a las brasas. Toda la tierra ha sido corrompida por obra de Azazel;
achácale pues todo pecado.

Libro de Enoc

Soy Azazel. El ángel que convenció a un grupo de sus hermanos para bajar a
la Tierra, el mismo que engendró a sus hijos con las mujeres humanas, creando así a
los primeros nefilim bíblicos. Yo fui quien provocó la ira de Dios, y envió a sus ángeles
a eliminar las abominaciones que yo había engendrado. El diluvio universal. Muchos
de mis hermanos fueron castigados, pero la peor parte me la reservaba a mí. Rafael
me encadenó a una piedra, situada en ninguna parte, supongo que algún punto entre
el infierno y el mundo terrenal, donde pasé tantos años que ya ni lo recuerdo. Y yo
me pregunto, ¿tan grave fue mi pecado? Desde mi nube contemplaba fascinado a los
primeros mortales que moraban en la Tierra, pasaba horas observándolos, con una
devoción digna del cielo. Mis hermanos arcángeles los miraban con recelo, aunque debo
romper una lanza a favor de Gabriel, que a pesar de la gran influencia de Miguel y Uriel
supo mantenerse al margen. Y así pasé siglos, en la distancia, pero a la vez me sentía tan
cerca de ellos…

«Toda la Tierra ha sido pervertida por la ciencia por obra de Azazel; achácale
todo pecado».

Dijeron que enseñé malas prácticas a los humanos, que les enseñé a forjar
espadas y dagas, los escudos y las armaduras, que les mostré las piedras preciosas y que
249

con ellas fabricaron joyas. Y que en definitiva las seduje, y las condené al camino de la
perdición. No es del todo cierto. Tampoco voy a negar ahora mi parte de culpa. Enoc
omitió muchos detalles en su escrito, y la Biblia ni siquiera nos consideró dignos de
nombrar. Yo os contaré la verdad.
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Estaba yo un día con Semyaza, observando cómo una familia viajaba hacia la
ciudad de Ardis, y Semyaza comentó lo divertido que sería poder pasar un día con aquellos
humanos. Como si de un juego de niños se tratase, pretendíamos bajar a la Tierra, y
pasar un solo día. Pero sin saber cómo, ese rumor se extendió, y fueron doscientos los
ángeles que quisieron seguirnos. Semyaza solo quería mezclarse entre ellos y conocer
sus costumbres, pero yo me encontré a mí mismo sintiendo algo muy extraño por la hija
de aquel hombre que se dirigía a Ardis. Yo quería bajar a la Tierra para poder estar un
solo día con ella. Los ángeles teníamos prohibido cualquier contacto con los humanos,
no podían vernos, ni sentirnos, ni oírnos. Pero aquella mujer vivía en mi corazón.

Así que nos reunimos los doscientos para bajar a la Tierra. Cada uno escogió una
mujer, y se acercaron a ellas. Pero mis ojos solo podían contemplar a una en concreto.
Su nombre era Beatriz. Y poco a poco me enamoré de ella con un amor más profundo
que el que Dios sentía por nosotros. Lo que pretendía ser un solo día se convirtió en
semanas, meses, pero nosotros no contábamos con que el tiempo en la Tierra pasaba
de manera diferente que en el cielo. Y cuando vinimos a darnos cuenta, engendramos
hijos con aquellas mujeres. A esos hijos, los llamaron nefilim, Gigantes, pero no lo eran,
solo más imperfectos que los humanos. Y fue entonces cuando Miguel, Gabriel, Rafael y
Uriel aparecieron blandiendo sus espadas.

Encadenaron a Semyaza y a todos los que nos habían seguido, obligándonos


a mirar cómo mataban a nuestros hijos, a las personas a las que amábamos, y fueron
encadenados durante generaciones, condenados a esperar el día del Juicio para ser
arrojados a las llamas del infierno. Y yo no pude hacer nada mientras mi Beatriz moría,
ni pude salvar a mis hijos. Pero no todos ellos murieron. Gabriel, en un acto de bondad,
realizó un acto a escondidas de sus hermanos. Dejó que dos de ellos escaparan.

Muchos fueron los que después de nosotros cometieron nuestro mismo pecado,
pero lo hicieron en secreto. Los que tuvieron la suerte de no ser descubiertos llevaron
vidas mundanas, conviviendo con sus familias, hasta que llegaba el momento de que
las vidas de estos expiraran. Los que no tuvieron esa suerte fueron ejecutados de
inmediato. Se podría decir que su castigo fue piadoso. En mi caso, mi encarcelamiento
duró setecientos setenta y siete mil años. Y justo cuando fui liberado, resultó que se
250

acercaba el Apocalipsis.

Me convertí en un demonio cuando me hice con el alma de Beatriz. Era la única


solución que se me ocurría para salvarla del castigo que yo desencadené. Beatriz lo hizo,
como un medio para proteger la vida de nuestro hijo, pero entonces, Miguel la mató. Y
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

sin yo saberlo la había condenado a vagar eternamente por el infierno. Me encerré en


mí mismo, actuando como lo que era, un demonio, me hice con un castillo escocés y lo
convertí en mi fortaleza. Y fue cuando un pequeño ángel de luz empezó a observarme.
Creía que no podía verla, y no podía, pero sentía su esencia, y empecé a verla en mis
sueños. Yo solía rehuir de la creencia de que todos los ángeles teníamos un compañero
destinado a estar con nosotros para siempre, pero en las extrañas visitas en las que
sentía su esencia revoloteando a mi alrededor mi mente empezó a cambiar de parecer.

Comencé a creer que aquel ángel podía estar destinado a ser mío, pero no hemos
tenido aún la oportunidad de averiguarlo. Sin embargo, algo dentro de mi corazón arde
con una intensidad más fuerte que las llamas del infierno, y no estoy dispuesto a dejar
pasar al hermoso ángel que me ha sido designado.

251
PATRICIA BERNAL EDICIONES FRUTILLA

Sobre la autora:

Patricia Bernal, quien prefiere publicar bajo su nombre real, es de


Murcia, una preciosa ciudad de España. A sus 21 años vive con sus padres, sus dos
perros, Kira y Rupert (¿Será por Rupert Grint?) y es estudiante de Logopedia en la
Universidad local.
Nuestra escritora favorita, además de aprender idiomas siempre que puede, se
declara una persona con variados hobbies, amante de los animales y viajera en sueños...
“me encantaría visitar todos los países del mundo (imposible, pero soñar es gratis)”
Adora el olor a playa y a lluvia, pasar tiempo con sus amigas (quienes a menudo le
sirven de inspiración) y disfrazarse “(creo que en otra vida fui payaso o algo)”.
Cuando le preguntamos sobre por qué empezó a escribir y si nota cambios desde
eso, Patricia declaró que “Al principio empecé a escribir más asiduamente a los doce
años, después de vivir una experiencia muy dura en mi vida. Para mí, que de por sí
no suelo expresar mucho mis verdaderos sentimientos, es como un espejo, en el que
puedo reflejar cualquier parte de mí. Y además he descubierto la habilidad de mi
mente a la “flexibilidad”, me explico, el poder llegar a expresar los puntos de vista de
personajes totalmente opuestos, personalidades diversas y me gusta poder vivir una
historia diferente con cada historia. Si reviso mis primeros escritos con los actuales, el
cambio es totalmente evidente. Todas las personas maduramos con el paso del tiempo
y eso se refleja en las historias, cada vez más complejas, en la mejor elaboración de los
personajes y en el estilo y en mi caso es bastante evidente.”

Su primer escrito formal fue “Diario de un Terrorista”, presentado en el concurso


252

de su instituto. Actualmente Patricia Bernal cuenta con un libro publicado por Ediciones
Frutilla en mayo del 2013, llamado “La Profecía del Ángel”, el primero de una trilogía.
Esta es una publicación de:

Créditos:
Edición Tassi

Portada,
Diseño de PDF Carmen
y Corrección

Contáctanos en:

http://edicionesfrutilla.com

http://ediciones-frutilla.blogspot.com

ediciones.frutilla@gmail.com
OJO:
Este PDF y su contenido es propiedad de Ediciones Frutilla
©. Todos los derechos reservados. Prohibida su copia, venta
y distribución no autorizada

También podría gustarte