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Guardianes de Mortorium

Sofía Funes

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Índice
Capítulo 1 .................................................................... Pág. 6

Capítulo 2 .................................................................... Pág. 17

Capítulo 3 .................................................................... Pág. 24

Capítulo 4 .................................................................... Pág. 32

Capítulo 5 .................................................................... Pág. 40

Capítulo 6 .................................................................... Pág. 50

Capítulo 7 .................................................................... Pág. 57

Capítulo 8 .................................................................... Pág. 64

Capítulo 9 .................................................................... Pág. 68

Capítulo 10 .................................................................. Pág. 75

Capítulo 11 .................................................................. Pág. 80

Capítulo 12 .................................................................. Pág. 93

Capítulo 13 .................................................................. Pág. 93

Capítulo 14 .................................................................. Pág. 99

Capítulo 15 .................................................................. Pág. 106

Capítulo16 ................................................................... Pág. 114

Capítulo 17 .................................................................. Pág. 121

Capítulo 18 .................................................................. Pág. 129

Capítulo 19 .................................................................. Pág. 138

Capítulo 20 .................................................................. Pág. 148

Capítulo 21 .................................................................. Pág. 157

Capítulo 22 .................................................................. Pág. 167

Capítulo 23 .................................................................. Pág. 174


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Capítulo 24 .................................................................. Pág. 183

Capítulo 25 .................................................................. Pág. 190

Capítulo 26 .................................................................. Pág. 201

Capítulo 27 .................................................................. Pág. 205

Capítulo 28 .................................................................. Pág. 211

Sobre la autora ........................................................... Pág. 216

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Felix está decidido a mantener con vida a Simone, ha sido
así desde 1750 cuando él la revivió de la muerte. Él está
muerto, trabaja bajo los dominios de Hades en el inframundo
y se las ha arreglado para que ella esté alejada del
Mortorium.

Todo se saldrá de control cuando la mentira se sepa y


Hades reclame a la mortal.

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Capítulo 1: Protegida
Félix caminó por los fríos corredores. Tenía ese semblante que lo
hacía igual al resto, sus ojos azules tenían las pupilas dilatadas a tal
punto que parecía un monstruo escalofriante, definitivamente no se
sentía bien.

Asegurándose de que nadie lo observara subió hasta el cuarto


piso, era allí donde podía tener acceso a lo único que lo mantenía
cuerdo. Eso tenía un nombre, Simone Walker.

Al igual que el resto de los guardianes del inframundo él tenía su


propio refugio, lejos de los gritos de los pobre mortales que eran
arrastrados aún con vida hasta el lago que los atraparía hasta el final
de los tiempos, lejos de toda la oscuridad que rodeaba el Mortorium, y
de los servidores de Hades.

Existía una pequeña rotura entre las paredes que goteaban de


humedad y moho, en donde sobresalía con fuerza la luz, la misma luz
solar que sólo salía para los vivos de la tierra. A menudo Félix
arrastraba esa luz que tanto le había costado conseguir hasta el techo
repleto de filtraciones para poder observar si ella estaba bien. Sabía que
lo estaba, y eso era lo que lo hacía sentir lleno de algo que carecía y
necesitaba con desesperación: vida.

En la tierra, donde sí corre el tiempo, el reloj de Simone daba las


6: 30 a.m. del lunes en el que ella comenzaba sus clases. Era
estudiante de literatura en la universidad de Brown al norte de los
Estados Unidos.

Bajó a desayunar. Para Simone, los días empezaban siempre con


música, algo animado y divertido. A pesar de sus 21 años era como una
niña, simpática y risueña.

Simone poseía unos grandes ojos marrones, una cara delgada y


alagada; sus mejillas tenían los hoyuelos marcados, quizás fuera
porque reía y sonreía siempre. Su vestimenta siempre seguía un patrón,
colores delicados y femeninos, colores pasteles, nada referido a la
oscuridad sino todo lo opuesto. Tenía abundante cabello lacio marrón
rojizo hasta la cintura y, dependiendo el día, usaba tacones o zapatillas
tipo ballerinas.

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—Buenos días, mamá —saludó efusiva mientras ataba su cabello
en una coleta.

—Simone, te ves muy guapa hoy. ¿Saldrás con Crono? —preguntó


Maci, su madre, con una sonrisa.

Crono o Michael era el mejor amigo de Simone, bueno, uno de los


tantos amigos y amigas que ella poseía. Era simplemente natural en ella
ser sociable, era simpática y agradable por lo que a todos le venía de lo
mejor su compañía siempre.

—No lo creo, siempre tiene mucho que hacer los primeros días, ya
sabes, fútbol y eso. Pero quizás salga esta noche, fiesta de bienvenida.

Ella no era muy alta, así que se tuvo que poner de puntitas para
poder alcanzar los tazones hasta el último estante de la alacena.

La madre de Simone era una escritora de medio tiempo mientras


daba clases de historia en la secundaria de Rhode Island, era una
mujer sensata y animada. No era nada parecida a Simone, era alta y
robusta y, si bien trataba de poner humor a las cosas, siempre estaba
haciendo una rabieta cuando las cosas no salían de acuerdo al plan.

Simone había intentado realizar deportes pues su padre, el Doctor


Abraham Walker, le había impulsado a ello toda su vida hasta que ella
finalmente se decidió por una disciplina: el baile, baile clásico que
practicó durante toda la secundaria. Le gustaba, pero era torpe y las
lesiones la amenazaban a diario, por lo que finalmente desistió.

—Trabajaste hasta tarde anoche. ¿Se trata de algo bueno? —


preguntó Simone.

Ella caminaba frenética por la cocina, tomó un poco de cereal y se


acomodó la ropa, luego se puso los zapatos y finalmente terminó de
desayunar, lista para su labial de coco favorito.

—Eso esperemos —sonrió Maci.

Su madre respondió su celular, y después tomó su abrigo y su


cartera para dirigirse hasta la salida. Simone la siguió para apartar al
San Bernardo, Apolo, que saltaba sobre Maci amenazando con que ella
cayera en cualquier momento.

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—Ya basta, chico —ordenó Simone, quien de manera payasesca
se tiró sobre el enorme perro que respiraba agitado y tenía la vista
totalmente cubierta por su pelo.

—¿Te vas en tu carro? Puedo acercarte si quieres, Simone —dijo


su madre deteniéndose en la puerta.

—No, vete, aún es temprano para el campus.

—Okey, bye.

Una vez que la puerta se cerró, Simone junto con Apolo corrieron
hasta el segundo piso de la casa, ella encendió la televisión y el perro
quedó viendo las caricaturas mientras ella seguía alistándose para su
primer día de clases.

Mientras se cambiaba la remera color rosa chicle que había


quedado repleta de los pelos de Apolo, sonó su teléfono. Crono estaba
abajo.

“Ven a abrirme, y por favor que tu can no me ataque, Simonson”

Ella embozó una sonrisa y respondió con rapidez al mensaje, algo


que su práctica con los mensajes tenía más que adquirido.

“Que no me llames así, ya bajo pero no ataré a Apolo =)”

De toda la banda de amistades de Simone, Crono era su


predilecto; se conocían desde pequeños y, aunque ella sabía
perfectamente que él estaba enamorado de ella, era mejor que las cosas
siguieran por el curso de la amistad.

Simplemente no se enamoraba de nadie, era como si la persona


que le pudiera robar el corazón no existiera para ella. A veces le
preocupaba eso, pensaba que quizás era muy quisquillosa con los
chicos; pensaba que eran muy idiotas, muy mujeriegos, muy esto, muy
lo otro. La cuestión, Simone creía que jamás conseguiría tener a su
príncipe azul, a esa persona que le quitara el sueño, simplemente ella
no había recibido uno, estaba destinada a permanecer sola.

—¿Qué haces aquí? —sonrió ella.

Él la abrazó y le dio un beso en su cuello, ella pretendió que no


era más que un simple gesto por no haberse visto en dos semanas, ya
que él había pasado las vacaciones en los bosques de Rhode Island
junto con varios de los amigos que ambos tenían en común. Ella había

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sido invitada, sólo que esas ocasiones eran montadas para beber mucho
y hacer cosas que jamás harían estando sobrios.

—Oh, cómo te he extrañado —replicó el muchacho aún abrazando


a Simone. Él le amaba, es decir, ella era dulce, inteligente, preciosa,
¿por qué no habría de hacerlo? Y en tanto ella siguiera siendo su amiga
había esperanzas para el revoltoso Crono.

—Vale, vale. Yo igual. Iba a tomar mi auto, porque no sabía qué


planes tenías el día de hoy.

Ella se dio la vuelta para sostener a Apolo, que quería a toda


costa saltar sobre Crono.

—No importa, vámonos juntos, tenemos mucho que contarnos —


dijo Crono en tono animado.

—Vale, iré por mi bolso y nos vamos —Simone miró sus llaves
adornadas con un hermoso pompón de ojos saltones y las llevó hasta el
bolsillo de su jean.

Subió las escaleras sonriendo, sabiendo que Crono se le quedaba


viendo con esa cara de chico enamorado que le hacía tanta gracia a ella.

—Espero que no estés mirado mi trasero —río ella mientras


cerraba la puerta de su habitación. Rápidamente la volvió a abrir y
apareció por las escaleras de nuevo, con su bolso marrón repleto de
pins de moda y de protestas divertidas.

—Jamás haría eso, soy un caballero.

El abrió la puerta del auto para que Simone pasara, pero ella se
volvió rápido ya que tenía que lograr que Apolo no saliera de la casa.

—No, tú quédate. Maci vendrá pronto, adiós —saludaba al can


que miraba con tristeza desde la entrada.

Crono era hijo del decano de la universidad, por ende casi nunca
tenía problemas con llegar tarde o retirarse antes de clases e intentaba
persuadir a Simone de actuar igual, así estaría con él más seguido y
ante los ojos del resto sería como si fueran más que amigos. Realmente
no perdía la esperanza con ella, sin importar que Simone dijera que
jamás pasarían de la zona “Friends”.

—Eso no le hará ningún bien, mi señor —sonó una voz áspera


detrás de Félix.

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El guardián salió de su propio mundo feliz para volver a su
oscura realidad, estaba atascado con los muertos.

—Es su primer día de universidad, estaba tan hermosa —sonrió


Félix limpiándose los ojos irritados del sobreesfuerzo por la luz, luz a la
que simplemente no estaba acostumbrado a ser expuesto.

—La criatura es hermosa, pero no le hace bien soñar con eso.


Simone es un error. Usted sabe eso.

Garrett era la gárgola de Félix, un obsequio del mismo Hades para


su guardián, como muestra de que la lealtad era recompensada.

—Un error que me mantiene cuerdo. Ella es mi todo, aunque no


la conozca la amo. Espero que no sea un acto de arrepentimiento,
Garrett. Simone es una locura que vale todo el riesgo del mundo.

Félix se levantó y dirigió la luz con la visión de Simone hacia esa


esquina, colocó un mueble antiguo sobre ella para evitar que fuera vista
y salió junto a Garrett de la habitación.

La gárgola tenía el cuerpo de un perro grande, con ojos marrones


saltones y dos alas detrás de sus respectivas escápulas. Era muy
inteligente y leal con su amo, a tal punto que lo acompañaba en la
locura más grande de éste, evitar que la chica muriera.

—Félix, Félix —saludó una voz con autoridad y firmeza.

—Seneca —respondió Félix con la voz seca.

Si algo caracterizaba a Félix era su inteligencia, no necesitaba


mostrar lo que sentía ante ciertos buitres, y esos buitres eran sus
colegas guardianes. Como Seneca, uno de los favoritos de Hades. Era
tan frío como un iceberg, traidor como ningún otro servidor del dios,
fuerte y suspicaz como un halcón.

Tenía un solo ojo a pesar de que, como los demás, podía adoptar
la forma y facciones físicas que quisiera. Amaba ser diferente al resto.
Verse lo más macabro e inhumano posible para aterrar a los mortales
que llegaran se había convertido con el correr de los siglos en su mayor
delirio; tenía una cabeza amorfa similar a la de una serpiente, piel
escamada y vestía nada más que un pantalón harapiento.

—Hades en persona me pidió que te diera tu víctima, él piensa


que te estás volviendo cada vez menos... sanguinario —sonrió con
indiferencia.

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—Veo que te divierte ser el de los recados. Y no te preocupes, sigo
siendo el mismo —dijo Félix mirando con desagrado el aspecto de
Seneca.

—Eso lo dudo, eres débil. Sólo hay que ver lo bueno que eres con
los moribundos que llegan. ¡¿Balu?! Has entrar a uno, el que quieras,
yo me encargo del resto.

Balu era la bestia de Seneca, también un obsequio de Hades, al


igual que la gárgola de Félix. De carácter leal para con su amo, se
trataba de un caballo con hocico en forma de pico, alas de águila y una
lengua de serpiente. La criatura era desagradable a la vista.

—No sé qué quieres probar con torturas a los pobres muertos —


dijo Félix con una sonrisa burlona.

—Veremos eso.

Balu arrastró de los cabellos a una joven, el primer pensamiento


de Félix fue lo parecida que era a Simone, y lo poco que se arrepentía de
mantenerla lejos de esto, que prácticamente constituía una diversión
para Seneca.

A un costado, sentada sobre la laguna de agua azulada repleta de


tiburones sirenas, también creados por Hades, se encontraba Agnes con
su hija y de Seneca, la pequeña Alianza.

Agnes tenía la apariencia misma de las sirenas, de rostro gótico,


ojos negros y pelo negro hasta la cola de pez, todo trenzado de manera
compleja. Alianza había heredado la belleza de Agnes y la maldad de
Seneca, y poseía un don que amenazaba a diario con el secreto de Félix.
Podía sentir lo que los demás transmitían, sin embargo podía
equivocarse, su don no era perfecto. Pero con algo como lo de Simone,
si Félix no era cuidadoso quedaría descubierto ante la niña con
facilidad.

—Vamos, ven aquí —dijo Seneca

Él arrastró a la chica, que gritaba con desesperación pidiendo


clemencia. Sin embargo Seneca la torturaba sin piedad hasta que Félix
no soportó más, con cada corte, con cada golpe, sentía como si esa
chica fuera Simone. No podía permitir eso ya más, ni tampoco tenía la
fuerza para soportarlo.

—Ya es suficiente, no estamos aquí para torturarlos —bramó


Félix dándole el último golpe, que hizo que la chica cayera al suelo con
la mirada perdida y el cuerpo duro como roca.

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Él se retiró de la escena. Su actitud llamó más la atención de los
guardianes que la misma tortura de la joven. Alianza, con tan solo 7
años, parecía no inmutarse por el espectáculo, ella nunca había
torturado a nadie ni mucho menos pero veía a sus padres hacerlo a
diario. ¿El porqué? A los mortales les servía como una purificación
antes de entrar.

—Es un imbécil —gruñó Félix molesto, cerrando la puerta de su


salón con furia.

—Señor, ella era muy parecida, ¿verdad que sí? —exclamó Garrett
con respeto—. Debe controlarse, si Alianza lo supiera sería el fin.

—Lo sé, por eso me fui, necesitaba calmarme. ¿No se detectó


nada, verdad? —preguntó Félix preocupado.

—Lo dudo en verdad, detuviste todo a tiempo. Ten cuidado —


advirtió Garrett con una mueca.

—A veces siento que voy a explotar con todo esto. Siento que
quisiera estar con ella, poder abrazarla, sonreírle, besarle. Algo, lo que
sea. Pero estoy atascado aquí, siento una impotencia...

Las lágrimas resbalaban por el angustiado rostro de Félix.

—Se supone que los guardianes no lloran —sonrió Garrett


poniendo su hocico sobre el hombro de su amo.

Simone Walker, año 1750, París, Francia. Nacida bajo el nombre


de Cloudette Moril, era una sirvienta de los reyes y murió a la edad de
17 años, asesinada por su pareja en un ataque pasional de celos.

Ella debía ingresar al inframundo como un alma más para el


reino del dios de la muerte, Hades, pero Félix, enamorado de la mortal,
evitó que muriera.

En los callejones Parisinos el guardián rompió una de las reglas


impuestas por su jefe; los guardianes ayudaban a custodiar que las
almas traídas desde la tierra entraran quedando presas para siempre.

—Estaremos en problema, debe dejarla ir —Garrett caminaba


disfrazado de un hombre común, vestido de época al igual que Félix.

—Necesito de tu ayuda, y no, no dejare que entre al Mortorium.


Vamos, sólo restan unos minutos —Félix desapareció haciéndose humo
junto con la gárgola.

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Ambos tomaron forma humana de nuevo junto a Simone, alias
Cloudette. Ella tenía los ojos abiertos, estaba tirada en el piso y con
sangre en el pecho. Félix se arrodilló y Garrett evitaba que alguien los
encontrara en la escena del crimen.

—¿Va a llevársela? La chica ya está muerta —dijo Garrett


poniendo muebles contra la puerta.

—Claro que sí, la mantendré con vida. Siempre. No puedo


permitir que entre allí, no es lugar para alguien como ella —Félix
enterró sus labios en los de Simone, se sintieron naturalmente fríos e
inexpresivos.

—Señor, esto no es una buena idea. Hades enfurecerá cuando se


entere —advirtió Garrett.

Félix, sin hacer caso a las advertencias de Garrett, tomó en


brazos a Simone y desaparecieron seguidos por la gárgola. Sin pensarlo
dos veces él tomó un hilo, lo empapó con su sangre y lo ató a su brazo y
al de la chica.

—Félix, no es una buena idea —insistió la gárgola, que lloraba


como un cachorro.

—Ya lo decidí, ella vivirá. Tiene que —sonrió Félix al ver que ella
empezaba a respirar de nuevo—. Te lo dije.

—Jamás dije que no lo lograrías, dije que no era una buena idea.
Estando ya muerta arriba se sabrá esto —musitó Garrett nervioso.

Acurrucada en el pecho de Félix, Simone respiraba agitada y


asustada. Gritaba palabras sueltas y aún no entendía nada de lo que
había pasado. El guardián cortó el hilo que le había atado hace unos
momentos.

—Para eso te tengo, borra todo. No sé cómo, pero hazlo, que nadie
sepa esto —le ordenó a Garrett, quien aún nervioso obedeció porque si
algo era eso es leal—. Hola, hermosa —saludó Félix sonriente y feliz.

Ella no hacía más que llorar y mirar toda la sangre que tenía
encima.

—Shh, todo está bien, tranquila... Todo está bien, te amo,


hermosa —susurró, ya que ella trataba de calmarse pero no lo lograba.

Ella se quedó dormida. Una vez seguro de que no recordaría nada


al despertar, Félix se retiró a acomodar todo lo que se vería sospechoso

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desde arriba. Estaba consciente de lo peligroso de su salvación, pero no
pudo evitar sentir adrenalina ante el peligro y saber que había salvado a
alguien a quien amaba con locura.

Félix la abrazó y simplemente miró hacia su muñeca, donde


ostentaba el mechón de Simone, en la única ocasión que pudo estar con
ella, para traerla a la vida de nuevo. Ese fue el día en el que surgió una
mortal que vivía de nuevo, una y otra vez sin más.

Al otro lado de la puerta Alianza escuchaba todo, con eso bastó


para desatar la furia de todos y para que Simone corriera peligro. La
pequeña cerró los ojos y Félix supo que debía despejar su mente de la
invasora, pero fue demasiado tarde.

En la mente de Alianza corrían y corrían recuerdos, miles de ellos,


de una sola chica llamada Simone Walker. En ellos se vio todo, desde
ese desagradable día en Francia hasta lo que acababa de ver, ella con la
sonrisa hermosa que Félix jamás olvidaría, cuando bailaba frente a los
espejos, cuando era arrastrada por su gigantesco perro. Su madre, su
padre. La universidad, su habitación. Todo había sido revelado a las
mentes más criminales y vengativas que se pudieran pensar.

—Alianza —musitó Félix.

La niña lo miró a los ojos, seria. Aún estaba confundida por lo


que había visto, no terminaba de entender la conexión con aquella chica
de bondad pura. Alianza no entendía como alguien podía ser tan feliz,
era incomprensible por qué los mortales sonreían o disfrutaban. Ella
había sido criada con los mismos desvalores que sus padres, y no
comprendía qué era eso tan hermoso que había visto.

—¿Es tu secreto? —preguntó la niña seria, ahora poseía piernas


en lugar de la misma cola de sirena que Agnes.

—Algo así.... ¿Qué harás con eso? Puede ser un secreto, ¿no lo
crees? —preguntó Félix intentando llegar a un acuerdo con la pequeña.
Su pecho latía con fuerza, temía muchísimo por Simone y por lo que un
estúpido ataque de nervios había hecho.

La niña sonrió y por un momento pareció darle una oportunidad


al guardián. Garrett miraba nervioso la escena pero él, a diferencia de
Félix, sabía que Alianza jamás guardaría algo tan valioso para sí misma,
menos sabiendo la rivalidad de Félix con su padre.

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Ella puso sus manos pequeñas, de uñas largas y sucias, sobre las
de Félix. Sonrió y jugó con los dedos del chico, perversa.

—No lo creo.

Seguido de esto Félix intentó sacudirla por los hombros, pero no


pudo. Ella, sonriente, se desmaterializó dejando sólo una figura de
humo parecida a la de un fantasma.

—Alianza —gritó Félix. La niña había cerrado la puerta de modo


que el chico había quedado encerrado—. Garrett, haz algo.

—Eso intento —gimió Garrett, quien golpeaba con desesperación


la puerta, todo en vano.

—No, no. Alianza, ven por favor. Negociemos, te lo ruego, por


favor, no —Félix suplicaba con esa voz llorosa.

—Señor, no parece funcionar de ninguna manera —Garrett dejó


de intentarlo porque claramente no podía salir de allí.

Félix se dejó caer sobre sus rodillas, el sudor caía sobre su frente.
En verdad intentaba pensar con claridad, pero por el momento sólo
podía pensar en una sola cosa, Simone. No le importaban los problemas
que esto le causaría, sólo quería salir de allí para poder arreglar esto de
manera que se evitara que Simone sufriera.

—Es imposible —bramó la gárgola, quien intentaba calmar la


furia de su guardián, sin efecto.

El guardián se levantó, su rostro cansado denotaba la


desesperación en cada uno de sus movimientos. Con toda la furia y
fuerza con la que contaba rompió la puerta a la mitad y corrió hasta
donde se suponía que la niña estaría. Una parte de él pensó que aún no
era demasiado tarde, quizás ella no era tan macabra después de todo.

—Félix.

Una voz imponente sentada desde el trono de fuego, el trono de


Hades. El dios en persona había sido informado de todo. La gárgola
siguió a su amo y se detuvo de inmediato al ver la escena. Dirigió una
mirada hasta su amo, temeroso por todo lo que tendrían que soportar
desde ahora. Ambos sabían muy bien que Hades no era conocido por
ser piadoso ni mucho menos.

—Hablaré contigo en privado.

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Hades hizo aparecer unas cadenas en las muñecas de Félix,
cadenas que ni bien hicieron contacto con la piel del chico empezaron a
succionar sangre igual que las sanguijuelas. Le provocaron un profundo
ardor que apenas lo dejaba coordinarse lo suficiente como para seguir a
los guardias, que tiraban de las cadenas haciendo que el chico
tropezara sin parar.

—Simone Walker debió ingresar al inframundo en 1700. Eso es


igual a la traición, ¿tienes idea de lo que tengo que hacer ahora? —
preguntó el dios, molesto.

Hades mantenía esa expresión de total sorpresa ante lo que


acababa de enterarse.

—Por favor, no la lastimes. No tuvo la culpa de nada.

—Yo no negocio con nadie, y ella me pertenece. Lo que le pase a


partir de ahora será tu culpa, Félix. Tiene que lavar tantas culpas para
poder regresar a su propio tiempo de muerte, creaste un monstruo —
bramó Hades horrorizado.

Félix no pudo evitar sonreír al oír que el dios se refiriera a la dulce


Simone como monstruo o abominación.

—¿Te divierto? —preguntó.

—No, en lo absoluto. Aún no me creo nada de esto. Simone es


alguien muy importante para mí. Por favor, debe haber algo que pueda
hacerse... Lo que sea.

Félix estaba dispuesto a todo con tal del perdón a la vida de


Simone.

—Seneca, que lo azoten hasta que se desmaye. Luego veré que


haré...

—Sí, mi amo —respondió el guardián.

—Espera, ¿qué hay con Simone? ¡Hades! ¿Qué hay con ella?

Félix gritaba y pataleaba mientras los guardias lo llevaban hasta


el calabozo, donde lo azotaron hasta dejarlo casi inconsciente. Su
espalda estaba destrozada, mostrando la carne viva y la sangre cayendo
hacia el suelo. Una vez que el castigo finalizó fue atado de manos y pies
con cadenas, dejándolo de pie. Seguía consciente, y pensaba una y otra
vez en lo que se avecinaba y en el peligro en que estaba Simone.

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Capítulo 2: Mortorium
—Félix, señor. ¿Qué han hecho con usted? —bramó la gárgola
mientras se transformaba para liberar a su amo.

Félix cayó al suelo de piedra, y ni bien lo hizo gimió de dolor.


Garrett lo curó, intentó hacerlo con la mayor rapidez que fue capaz.

—Simone, Simone —repetía Félix en el suelo, con sus ojos


empapados en lágrimas, apoyado contra el frío marmolado de piedra.
Garrett acabó de reconstituir su piel, era algo muy simple ya que Félix
era un guardián; era un muerto, no podía sentir dolor permanente a
menos que así lo decidiera el gran jefe, Hades.

—Señor, ahora está mejor. Tiene que calmarse, no hay nada que
pueda hacer más que...

—Simone, ¿qué hay con ella? Tú tienes que haber oído algo —
musitó Félix tomando a Garrett por el lomo.

—Félix, lo lamento.

—¿Qué diablos estás diciendo? Te ordeno que me digas lo que


sabes de ella —bramó el guardián furioso.

La gárgola bajó su cabeza con aprensión.

—Hades va a mandar a por ella. Los desertores van a bajar —


susurró temeroso.

Félix se desmoronó por completo. Las lágrimas brotaban de sus


ojos, la impotencia y el temor se apoderaban de él. Buscaba calmarse,
intentar pensar en algo, pero nada venía a su mente más que la sonrisa
de Simone, su rostro.

Los desertores, criaturas creadas por Hades, eran cinco, dos


mujeres y tres hombres. Fueron creados en el siglo II para traer almas
directamente desde la tierra, asesinaban y conseguían así aumentar el
número del inframundo. Estaban armados y se mezclaban con los
mortales a la perfección. Hades había dejado de hacerlo ya que los
desertores a menudo tenían actitudes tales como comer carne humana
o destruir los cuerpos, y simplemente llamaban mucho la atención.

Con el paso de los siglos, la única función de los desertores fue


custodiar, ser guardianes de los muertos dentro del Mortorium y

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bajaban en casos excepcionales. Cualquier cuerpo humano que fuera
tocado o afectado por los desertores terminaba muerto.

Las prácticas de los desertores eran la tortura, el


desmembramiento, el desangramiento y, lo que fue muy popular en
tiempos remotos, la locura y las enfermedades. Que bajaran no era una
buena señal, en lo absoluto, si lo hacían significaba que el dios no
estaba feliz y que no le importaba cómo pero que Simone entrara en el
Mortorium cuanto antes.

—No, no puede estar pasando esto. No puedo permitir esto —Félix


golpeaba sus puños contra el suelo.

Su aspecto era terrible, los guardias habían llevado a cabo la


orden de Hades al extremo, sin contar que Garrett tuvo que volver a su
lugar los huesos de sus dedos, que habían sido rotos y sacados de
lugar.

—Ya sólo quedan tres —musitó Garrett acomodando los dedos.


Félix cerraba los ojos con fuerza y apretaba los dientes. Hades sabía
que su fiel gárgola lo curaría, y se había encargado de que el
sufrimiento siguiera al guardián del mismo modo que a los mortales.

—Debo salvarla, si llegan a ella será demasiado tarde —gimió


Félix por el dolor de sus falanges siendo acomodadas.

—Creo que no hay nada que pueda hacer, miré en los problemas
en los que ya está metido. Debe saber que por más que la ame ella debe
morir algún día, debe hacerlo...

—No, no así. Hades quiere que Simone lave culpas para regresar
atrás. No puedo permitir eso —Félix limpiaba sus lágrimas con torpeza.

Garrett bajó la cabeza dando el pésame a la terrible situación del


amor de su amo. Pues ¿qué más podía hacer? Enfrentarse a la voluntad
de un dios sería un desenlace nefasto sin lugar a dudas, a menos que
Félix estuviera dispuesto a hacerlo.

—Hubo una vez en la que bajamos —susurró el guardián con las


manos sobre su cara. Tenía la cara roja de furia y temor.

—Sí, la hubo —se limitó a decir la gárgola.

—Creo que habrá una segunda vez.

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—¿Señor? Hades no tendrá clemencia con usted si se atreviese a
bajar de nuevo —recriminó Garrett tratando de hacer recapacitar a
Félix, quien mantenía una mirada glacial y desconectada de todo.

—Simone es todo lo que tengo. Tienes que venir conmigo, te


torturarían con tal de poder averiguar algo. No puedo darme el lujo de
dejar cabos sueltos. ¿Garrett?

Félix miraba a su gárgola con aflicción por ponerla en esta


encrucijada, porque sabía que su lealtad lo haría seguir a Félix hasta el
final de cualquier locura que tuviera en mente. Ya lo había probado
ayudando a esconder los cabos sueltos de una mortal que nunca
llegaba.

—Cuente conmigo —Garrett embozó una sonrisa forzada,


intentando que el temor no lo acorralara.

Tanto Félix como Garrett tenían un solo pensamiento que los unía
en una misma frecuencia, lograr escapar del inframundo. La última vez
que lo hicieron, Félix no estaba encerrado, ni era conocido como el
traidor supremo del dios de la muerte. Aun así el guardián no se iba a
permitir fallar.

Félix había sido llevado detrás de donde los muertos descansan


eternamente. Para poder salir de allí debía ser muy suspicaz, evitar caer
en el lago donde sería tomado prisionero por todas las almas que son
torturadas hasta el fin de los tiempos, y lograr que el barquero lo
llevara.

El barquero en años remotos les cobraba a los muertos para


llevarlos a su descanso eterno, una vez que pasaban por las torturas de
Seneca o Agnes lo único que querían era ingresar rápidamente. Ahora
los mortales no creían en ello, por ende el barquero no cobraba, y allí
era donde Félix tuvo la oportunidad de salir. Por unas monedas lo
acercó hasta la orilla y la bestia de tres cabezas fue incapaz de hacerle
algo a alguno de los guardianes.

Corrieron hasta el salón de Félix, entraron rápidamente y a


hurtadillas para evitar ser vistos. Félix cerró la puerta y Garrett hacía
guardia, la gárgola no sabía hasta qué punto podría seguir respirando
ante la adrenalina de saber que eran fugitivos y que prontamente se
convertirían en enemigos del temerario dios de la muerte, dueño del
inframundo.

—Date prisa —recriminó la gárgola, nerviosa, mientras levantaba


las cortinas con precaución.

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—Eso intento.

Félix movía sus cosas, levantaba muebles, tiraba cosas al piso y


nada. Necesitaba encontrar lo que había dejado muy bien oculto, el hilo
de la vida.

Cada mortal ingresaba al inframundo con el hilo de la vida


cortado, los guardianes de los dioses y los dioses no lo tenían, y los de
los semidioses no podían ser cortados.

Félix había hecho que el hilo de la vida de Simone fuera el mismo


que el de un semidiós, porque era una mortal a fin de cuentas. Una
mortal que no moría, porque su hilo ya no era el de un mortal, sino que
era el de una semidiosa.

—Lo tengo —Félix tomó una pequeña caja de madera antigua


donde estaba tallada un “S” en griego antiguo y saltó al piso
dirigiéndose hasta la puerta.

Corrieron hasta la salida. Garrett y Félix se comenzaron a


desmaterializar. Su cuerpo se volvió como el de una sombra.
Finalmente se empezó a ver una luz hasta que ambos cayeron a un
suelo húmedo y repleto de follaje. Garrett cambió su forma a la de un
chico, rubio y delgado. A la vista no llamaba la atención. Félix siempre
había mantenido su apariencia similar a la de los mortales, por lo que
simplemente tuvo que hacer algunos ajustes con su ropa, al igual que
Garrett.

Claramente el mundo no era el mismo desde su última visita, y


América era muy distinta a la Francia de 1700.

—Sé dónde está Simone, el campus de Brown —Félix se levantó


del piso y comenzó a caminar a toda prisa. Mezclarse con el resto de los
mortales no le fue trabajo ni a él ni a la gárgola, era un simple don que
a Hades le había parecido útil para todos sus sirvientes.

Simone y Crono caminaron cada uno hasta sus respectivos


salones. Ella miró hacia su horario, le tomó un rato encontrar su salón.
De hecho lo logró cuando pudo avistar a Carry, una de sus amigas; ella
la saludó desde su pupitre de manera animada y entonces Simone entró
en él.

Un estudiante común hubiera sido reprendido por llegar tarde.


Incluso podrían no dejarlo ingresar al salón por considerarse una falta
de respeto. Simone entró en la habitación y el profesor de no más de 40

20
años se detuvo, claramente estaba haciendo el aburrido discurso de la
confianza alumno-profesor.

—Perdón, no conseguía encontrar el salón —se disculpó la


chica—. ¿Hola?

El tipo se le había quedado viendo con una sonrisa idiota,


haciendo que varios alumnos rieran, entre ellos Carry. Claro, Simone
era hermosa y femenina, ¿a qué hombre no volvería loco?

—No, no se preocupe. La clase empezó ¿hace cuánto? —río de


manera estúpida, claramente pensó que Simone era la alumna más
hermosa que había tenido—. Media hora, siéntese. ¿Su nombre?

—Lo lamento, Simone Walker —sonrió Simone mientras


caminaba a sentarse junto con Carry. El profesor intentaba apartar sus
ojos de ella.

Carry era una compañera de Simone, eran buenas amigas, pero


simplemente no congeniaban. Carry era la típica chica bonita que
conseguía lo que fuera por ser accesible a todo, y eso no cuadraba con
Simone, así que cuando de jugar se trataba ella dejaba a Carry por su
lado.

—Vaya, si la próxima clase te vienes de falda y tacones, no


importa si entregas en blanco, tendrás un 10 —sonrió Carry ni bien
Simone se sentó.

Simone sonrió inocente y se puso a tomar notas. Una vez que la


clase terminó se dirigió junto con Carry hasta el césped, donde se
reunió con muchos de sus viejos compañeros del año pasado.

—Esperamos tu presencia, ¿Simone? —sonrió galante Mirco


Tyler, capitán del equipo de futball americano y uno de los amigos de
Crono.

—Claro, Crono me invitó ya. Bueno, lo mencionó más bien —


sonrió ella acomodándose el largo cabello a un lado.

Simone era popular entre sus compañeros, sabía muy bien


cuándo hablar y cuándo lo mejor era callar. Era agradable y todos
disfrutaban de su compañía fresca y siempre animada.

—Pues estaría encantado de que decidas ir —admitió el joven


mientras sonrió de manera atrevida a Carry. Había rumores de que
ellos se habían acostado durante el verano rondando por todo el
campus.

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—Dalo por hecho —sonrió ella mientras se despedía del grupo y
de Carry.

Félix intentaba encontrar a Simone, no sabía si los desertores ya


habían dado con ella o no aún. Esperaba que no. Ese día Simone había
salido temprano, por lo que cuando Félix llegó al campus de la
Universidad de Brown, Simone ya había sido llevada a su casa por
Crono.

—Parece que no está aquí, señor —musitó Garrett con un


puchero.

—Garrett, dime Félix. Aquí suena muy raro, ¿vale? —pidió el


chico riendo.

—Vale, es la costumbre.

Ambos siguieron recorriendo el campus. Félix era apuesto,


siempre lo había sido. Ojos azulados verdosos, una sonrisa amplia y
hermosa que podía comprar el mundo. Alto, de cuerpo fornido, con
hermoso pelo rubio cobrizo hasta los hombros y tenía esa apariencia
descuidada y desprolija que resultaba atractiva.

Las porristas, muchas de las cuales conocían a Simone, ya


preparadas para la temporada comenzaron con sus entrenamientos,
pero antes de eso era cooperar con la súper fiesta de inicio de curso, la
misma fiesta que organizaba Mirco.

—Hola, ¿eres nuevo? —preguntó un animadora a Félix. Ella vestía


su trajecito de porrista, pollera corta y corpiño deportivo.

—Sí. No, no vengo aquí a diario, pero lo habría hecho de saber


que había chicas tan bonitas —sonrió Félix intentando parecer
interesado en la animadora.

Aunque trataba de parecer que quería ligar con ella, por dentro
sólo pensaba en poder sacar información de Simone.

—Qué simpático, soy Grace —sonrió la chica pellizcando la mejilla


de Félix.

Garrett río a un costado al ver la reacción de Félix, pues la


gárgola sabía que aquella tonta risueña no se podía comparar con
Simone, aun así el guardián se mostró lo más interesado en ella que le
fue posible.

—Sí, mm. Y tú eres muy guapa.

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—Gracias —sonrió juguetona.

—Escucha, ¿conoces a Simone Walker? —preguntó sonriente.

“Por favor dime, por favor”, pensó.

—Ella fue invitada a la fiesta —respondió la chica con seriedad


mientras se alejaba de Félix jugando con su cabello y contoneando sus
caderas, molesta.

—Espera, ¿qué fiesta? —gritó Félix, pero la tal Grace estaba


ofendida por el guardián e ignoró su pregunta.

—Mm, ¿Félix? —río Garrett con obviedad.

A un lado de la hermosa Grace se encontraban la capitana y la


co-capitana repartiendo invitaciones para la gran fiesta de inicio de
clases. Las demás porristas repetían la misma porra una y otra vez,
donde se cantaba la dirección y lo bien que la iban a pasar los que
decidieran ir.

—¿Crees que ella este allí? —sonrió Félix esperanzado.

—Pues sí. Apuesto por ello —sonrió Garrett.

La gárgola puso su mano en el hombro de su amo para darle


ánimos de que quizás por fin podría conocer a Simone, después de todo
la última vez que lo había hecho ella estaba muy moribunda y asustada
como para que Félix pudiera disfrutar de estar con ella.

—En verdad quiero verla, no tienes idea. Siento miles de


mariposas en el estómago, un nudo en la garganta. Es que ha pasado
tanto desde esa noche —admitió Félix mirando su muñeca, donde tenía
atado aún el mechón de Simone.

—Lo sé, esperemos a que la vea, veas —se corrigió Garrett con
una sonrisa ya que Félix había levantado una ceja por otra vez tratarlo
de usted en la tierra.

—Eso está mejor... Esperemos a que vea a mi Simone.

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Capítulo 3: Mascaradas
Simone se alistaba para la fiesta, luego de elegir mucho se decidió
por una falda, tacones de punta y una remera a rayas en blanco y
celeste cielo. Como maquillaje, máscara de pestañas marrón, un poco
de colorete ya que su tez era pálida, y gloss rosado.

Entre que se cepillaba el cabello ya eran las nueve de la noche. Su


celular sonó, al parecer no iba a conducir ese día tampoco porque
Crono iba a llevarla, y con él venía Carry.

Bajó para abrirle la puerta al oír el timbre. Crono era de los chicos
que se producían casi como las mujeres, se tomaba su tiempo en
escoger la ropa adecuada, tenía varios tipos de fragancias y todo debía
ser fríamente calculado cuando de salir se trataba. En cuanto a Carry,
en la secundaria había sido patinadora artística por lo que tenía una
muy buena figura. Llevaba el cabello castaño cobrizo hasta los hombros
en pequeños bucles y tenía ojos verdes; también era de las que se súper
producían para salir.

—Te ves muy hermosa —sonrió Crono mientras tomaba de la


mano a Simone, haciendo que diera una voltereta.

—Gracias, tú igual —respondió Simone, luego desvió su atención


hasta la chica—. Carry, estás preciosa.

Ambas se abrazaron con una risita histérica.

—Gracias, tú igual.

Simone tomó su bolso y salió por la puerta, no sin antes dejarle


una nota a su madre, aun cuando ya le había puesto al tanto y Maci
sabía muy bien que su hija no era de las que se quedaban en su casa
en días como el regreso a clases sin hacer más que mirar películas y
comer chatarra.

—¡Okey, estamos listos para festejar! —gritó Carry a los demás


coches en la calle, haciendo que Simone se cubriera la cara
pretendiendo estar avergonzada.

Era común en la rubia hacer escándalos públicos, algo que se


asociaba a Carry era llamar la atención.

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Félix custodiaba la entrada de coches, aún se negaba a entrar en
el imponente salón que el consejo estudiantil de Brown alquilaba para
la gran fiesta de inicio de curso. Casi todos los estudiantes asistían.

—Félix, llámame idiota, pero creí que vinimos a la tierra a riesgo


de perder todo por encima del cuello para encontrar a Simone —gruñó
la gárgola.

Garrett, ya cansado de tanto esperar, se había sentado en el


asfalto junto a la Toyota Hilux 4x4 que el guardián había comprado en
el taller mecánico que quedaba a unas cuantas manzanas de la
Universidad de Simone. Si bien era usada y conseguirla había sido fácil,
el precio fue alto para un carro viejo. En fin, la cuestión era que tenían
algo en que dormir y transportarse.

—Si quieres entrar hazlo, ¿vale? Además, cuando ella llegue lo


sabremos.

Félix no quitaba la vista de la calle de asfalto por la que sí o sí


pasaban a estas alturas los coches que ya no podían aparcar cerca de la
salida.

—¿Desde aquí? Apenas se puede ver con la oscuridad —gimió


Garrett con sarcasmo.

—Sí, desde aquí. Hey, en serio, ahora te comportas como una


gran molestia en el trasero. Te lo advierto —dijo Félix apoyándose
contra la carrocería de la Toyota.

—Vale, me callo.... aunque insisto en que tengo razón —susurró


Garrett.

Riendo, Félix le proporcionó un pequeño puntapié a su amigo


gárgola.

En eso, en la entrada pasaba el coche que traía a la bella Simone


Walker. Crono tenía un mini cooper azul eléctrico modelo 2011,
hermoso en verdad. Aún peleando con Garrett y cansado de esperar
Félix se dio la vuelta, dando la espalda a lo que hasta hace unos
momentos vigilaba a la perfección. Apoyó su cabeza cansada contra el
techo de la camioneta y no se dio cuenta de que el coche que tanto
esperaba acababa de pasar. Por ende no vio a Simone.

Aparcaron casi en los arbustos, todo el lugar estaba atestado de


carros por lo que no les quedó de otra. Crono simplemente reía de como
Simone y Carry intentaban no trastabillar con las piedrecitas del

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camino y las ramas y demás, ya que andar con tacones no era lo más
adecuado cerca del bosque.

—Muy divertido —se quejó Carry dándole con su cartera a Crono


para que dejara de reír.

—A ver, ven, te ayudo, no puedes sin mí —sonrió Crono cargando


a Simone, que en efecto ya había quedado muy atrás de ellos.

—Gracias, simplemente no puedo con los tacones agujas —


admitió Simone riendo en el hombro de Crono.

Aunque ella no se diera cuenta, esos detalles de ella con Crono


hacían que el chico no terminara de entenderla; por el momento no
quedaba más que la confusión, porque cuando él intentó aclararlo
Simone había dejado en claro que Crono era para ella casi como un
hermano.

—Félix, debemos entrar, hablo en serio. ¿Y si hay más que solo


una entrada? —se quejó la gárgola—¿Y si ellos la encontraron ya?

—Vale, vamos. Tienes razón, esto es inútil —admitió Félix


caminando hacia la entrada.

Se dirigieron hasta la entrada del salón. La ambientación era en


torno al circo, con muchas serpentinas y luces de neón. Había
camareras y meseros, las mujeres con largas botas hasta los muslos,
mallas con cinturones de cadenas plateadas y con calaveras,
maquillajes góticos y artísticos. Llevaban peinados grandes con moños y
una actitud de lo más provocativa hacia los estudiantes masculinos, al
igual que los meseros con las estudiantes femeninas. Todos era
musculosos y vestían trajes de la Inglaterra de 1800 pero ambientada
en la onda payasesca y festiva, y a diferencia de las camareras usaban
máscaras negras. La fiesta daba un claro mensaje, descontrol total.

Simone se maravilló de la temática de ese año ya que el anterior


no había sido planeado por los estudiantes, sino que habían participado
los directivos, por lo que todo había sido recatado y más bien parecía el
acto de cierre de año que una fiesta.

—Guau, esto es increíble. Ven, Simone, necesito un trago —gritó


Carry, ya que con la música electro no se escuchaba ni los propios
pensamientos.

—Mm, vale. Por favor no vayas a terminar ebria a tal punto en


que no puedas mantenerte en pie —le rogó Simone sonriendo mientras
llevaba a Carry hasta la barra por un par de tragos.

26
Al otro lado de la pista estaba Félix, quien miraba y buscaba a
una chica de pelo castaño rojizo por el salón. En verdad sentía que los
desertores podían estar allí entre la concurrencia de invitados, o los
mismos meseros le daban mala espina; más allá del papel que llevaban
su paranoia le hacía estar a la defensiva todo el tiempo.

—Maldición, no la veo —le gritó a Garrett—. Mucho menos la veré


con el humo y las luces.

—Ni yo. ¿Quieres que dé una ronda? Tal vez si nos separamos
tengamos más oportunidad, ¿no crees? —sugirió Garrett gritándole al
oído a Félix.

—Vale, iré a beber algo —gritó Félix dirigiéndose hasta la barra.

Tan ocupados estaban, él en verla y ella en cuidar que Carry,


quien bebía copa tras copa, no hiciera nada como ponerse a bailar en la
barra, que ninguno de los dos se vio. Lo que era peor era que Félix no la
viera, porque Simone no lo recordaba en lo absoluto.

Una vez que Carry prometió comportarse, Simone pidió para ella
una piña colada y ni bien se la dieron se llevó a su amiga, quien no
paraba de pegar gritos y saltar al otro lado de la barra puesta en
círculo. Terminó sentándose al lado de Félix.

—¿Qué haré contigo? —río Simone al ver como Carry coqueteaba


con un chico y de lo ebria que estaba empezó a hacerlo al mismo tiempo
con su amigo.

—Amarme y cuidarme —sonrió la chica con un dedo en su boca.

—No tienes remedio —río Simone dándole un sorbo a su bebida.

Aburrido de tanto buscar, Félix no se daba cuenta de que Simone


estaba a su lado. Entre la música y las luces la atmósfera se hacía
viciada, por lo que no podía sentir nada que le llamara la atención en lo
absoluto. Incluso los gritos de la descontrolada Carry quedaban
apagados contra los potentes parlantes apostados en las esquinas.

Desde el otro lado Garrett pudo verla y le hacía señas a un Félix


totalmente apagado de que su amada estaba a su lado, pero él ni
siquiera podía ver a Garrett.

Antes de que Garrett se pudiera abrir paso, Simone y Carry se


habían apartado de la barra y se dirigían ahora a encontrarse con los
demás amigos que formaban parte de su banda.

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—Estaba a tu lado —le reprochó molesto Garrett una vez que la
multitud le permitió llegar hasta donde el guardián.

—¿Qué? ¿Por qué cuernos no me dijiste? —gruñó Félix dándose la


vuelta.

—¿Qué? Eso hacía.

—Sí, seguro que sí. Maldición —Félix hacía tantos berrinches y


decía tantas maldiciones que el barman le ofreció una cerveza para que
se calmara.

—¿Mala noche? —preguntó animado el tipo, que era de piel


morena y tenía muchos tatuajes y piercins en su rostro; aun así se veía
confiable.

En sí, en toda la atmósfera de la fiesta había una sensación de


descontrol que era palpable.

—No tienes idea —sonrió cabizbajo el guardián mientras se


echaba el vaso hacia arriba tragando todo de un solo sorbo.

—Allá, es ella —gritó Garrett exaltado, Félix se dio la vuelta con la


rapidez de un trueno y buscó con la mirada en todas direcciones a
Simone.

—¿Dónde? No la veo —gritó Félix, aún intentando localizarla.

—Allí, hombre —exclamó enfadado Garrett.

Tomó del mentón al guardián, ya que por sí solo no iba a lograr


verle nunca.

El corazón de Félix latía con fuerza, no podía creer que a pocos


metros estuviera nada más que Simone. La música parecía haberse
apagado y Félix por un momento pensó que estaba solo en el salón sin
nadie más que ella.

—Imposible —susurró Félix.

En su rostro se notaba la felicidad, el nerviosismo, la ansiedad,


todo en uno. Empezó a caminar hacia ella esquivando a las parejas que
bailaban la música electrónica de manera animada. Garrett le detuvo de
la manga.

—No puedes ir así —gimoteó la gárgola.

—¿Ahora de qué vas? —se quejó Félix aún mirando a Simone, que
reía de manera animada apoyada sobre el hombro de Crono.
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—¿Qué le dirás? —preguntó Garrett dándole una bofetada leve
para que el guardián lo mirara un momento, pero aún así Félix volvió a
voltear hacia Simone.

—Que la amo...

—No, no puedes decirle eso. Necesitamos que quiera estar


contigo, no que salga corriendo —replicó Garrett, sosteniendo a Félix. Él
quería correr hasta Simone.

—¿Puedes dejarme en paz? Sé cómo moverme, vale.

—No si planeas decirle a una chica que no te recuerda ni registra


que es el amor de tu vida. Así Simone terminará confiando en los
desertores más que en nosotros.

—Vale, ¿entonces qué? Por favor dímelo antes de que ella se


largue —sonrió Félix al ver como Simone por alguna razón bailaba con
Carry danza griega con el clásico “Rompa”.

En ese momento se cortó la música llamando la atención de los


invitados y también del guardián.

—Buenas noches. Como todos saben, en todos los bailes se


coronan a los reyes de la noche. Este año se preguntó a los presentes
quienes creen merecer el nombre de Rey y Reina 2012 de la Universidad
de Brown, tenemos los nombres ya —sonrió la directora Dianne.

Ella, acompañada por la presidenta del consejo estudiantil,


procedió a abrir los sobres.

—Por favor, los reyes pasen al frente ni bien escuchen sus


nombres. La reina del campus es Simone Walker.

No era sorpresa que Simone hubiera arrasado con los votos, era
muy querida entre los estudiantes y deseada por el género masculino.
Ella subió luego de que su grupo le permitió hacerlo.

Félix no terminaba de entender qué era eso de la elección del rey


y la reina, pero aun así le entusiasmó la idea luego de que Dianne dio la
pauta del intercambio de parejas. Después de que los reyes bailaran
cualquier otro podría invitar a los reyes a compartir una pieza.

—El rey del campus del 2012 es Mirco, el Capitán del equipo de
Football —sonrió Dianne.

Se escuchó un gran escándalo y, luego de que el chico se libró de


las chicas eufóricas que tiraban de su camisa, subió al escenario y

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abrazó a Simone, quien reía ya que él hasta hacía un rato alardeaba
con que ganaría por segundo año consecutivo

—Te lo dije —le susurró al oído el chico de manera galante.

—Qué humilde —río ella mientras se agachaba para que le


colocaran la corona de plástico en su cabeza.

—Mi reina, ¿me permite el honor de ser quien la escolte al baile?


—replicó Mirco como payaso, haciendo reverencia y todo el chiche.

—Ya, acepto —río la chica, que también hacía reverencia a su


amigo el comediante.

Ambos bajaron del salón tomados de las manos para caminar


hasta el centro de la pista. Era típico en Mirco no tomarse nada en serio
más que el Football, y era normal en Simone tomarlo como lo que era,
una cara bonita y una persona amable con la cual reír.

—La música del siglo de los muertos ha empezado —le susurró al


oído el chico haciendo que ella soltara una risotada.

Félix miraba a Simone, de vez en cuando cerraba los ojos cuando


su mirada se secaba. Podía pasar horas mirándola, era algo que
simplemente necesitaba.

—Genio, tienes que ser tú el que saque a bailar a Simone. Ahora


—bufó Garrett.

—Hey, okey, ya voy —se quejó.

Una vez que la pieza terminó Carry, absolutamente risueña,


arrancó a Mirco de los brazos y Simone no pudo evitar reír ante esa
actitud. Claro que ella no quedó sin pareja por mucho, porque Crono la
sacó a bailar dejando atrás la intención primera de Félix.

—¿Es mi imaginación, o ese tipo está obsesionado con ella? —se


quejó el guardián molesto.

—¿Celoso?

—Por supuesto, ella es mía —gruñó Félix mordiéndose el labio.

—Ah, ¿y qué esperabas? Es hermosa, simpática... Los chavos


aquí por poco no se tiran sobre ella. Si vas a actuar más te vale hacerlo
en este siglo —río Garrett.

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En efecto, entre los nervios del guardián y la fatal competencia las
oportunidades se acababan, simplemente entraba uno tras a otro.

—Vale, aquí voy.

Félix tomó aire y a pesar de los nervios la emoción y todo avanzó


hasta Simone y pidió su mano. A pesar de que el corazón le latía con
fuerza intentó sonreírle de manera normal pero no lo logró.

Simone se sintió nerviosa al tenerlo enfrente. No entendía por qué


pero cuando lo tuvo junto a ella sintió en el pecho una puntada muy
fuerte y su corazón latió con mucha fuerza, de igual manera que el del
guardián, sólo que él sí sabía la razón.

—Hola, hermosa —sonrió Félix.

Esa frase le hizo sentir un inmediato déjà vu a Simone.

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Capítulo 4: Almas Gemelas
Simone simplemente se quedó viendo a Félix con esa mirada
nerviosa, no era típico en ella sentirse intimidada pero no podía evitarlo.

—Siento que te conozco —susurró ella al oído de Félix.

Si fuera por él la hubiera abrazado, besado y dicho lo mucho que


la amaba y lo que significaba poder sentir su corazón, pero no podía.

—No sé por qué, quizás del campus. Soy Félix —dijo él en su oído
con una sonrisa haciendo que Simone se pusiera aún más nerviosa.

—Simone —sonrió ella mirando los ojos azules de Félix.

A un costado, Garrett miraba la escena con una larga sonrisa ya


que sabía lo que significaba Simone para Félix.

La dicha duró poco porque por la entrada Garrett vio a los


desertores. Los cinco se mezclaban perfectamente con los invitados y
que Simone fuera ahora el centro de la atención no era bueno en lo
absoluto.

Miro y Willo eran los líderes del grupo, ellos hablaban y tomaban
las decisiones.

—Es ella, y ¿Félix? —exclamó Miro sorprendido.

Que el guardián hubiera bajado desafiando las órdenes del dios


llamó la atención de los cinco.

Willo tomó del hombro al guardián, quien pareció como si lo


hubieran despertado de un sueño con una cubeta de agua fría. Simone
se sintió aliviada hasta que una inmensa tristeza la inundó ni bien Miro
tomó su mano.

Willo en tierra tenía ese aspecto de juventud mezclado con


madurez y en sus grandes ojos marrones podías ver la maldad por más
que su falsa sonrisa intentara ocultarla. En cuanto a Miro, de expresión
traviesa y carácter refinado, era el que más acentuaba ante la presencia
de los mortales toda la muerte y oscuridad de la que estaban hechos.
Después de todo eran una creación de Hades.

—Willo, más te vale que Miro no le haga nada —le advirtió Félix
furioso.

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—¿Qué haces aquí? Hasta donde sé Hades te encerró —sonrió la
chica, quien bailaba con suma gracia y agilidad.

—Hasta donde sé no tengo que darte explicaciones.

Félix la soltó como si sólo tocarla le diera repugnancia, pero Willo


lo volvió a agarrar, esta vez para traerlo aún más cerca de sí. Puso sus
labios muy cerca de sus oídos y con fuerza lo mantuvo cerca de ella.

—La cosa es, mi querido enamorado, que Hades nos trajo para
llevarle a tu amada.

—Él no está aquí, y yo les ordeno que no le pongan un dedo


encima si no quieren ser destruidos aquí y ahora —sonrió Félix
tratando de mostrarse seguro.

Lo cierto era que el corazón de Félix latía con fuerza y no dejaba


de mirar a Simone, quien estaba vacilando entre disculparse o decir que
estaba ya cansada porque Miro la asustaba en verdad.

—Eso es cierto, además no la podríamos llevar aquí. Eso sería dar


una pésima impresión. ¿No crees? —rió la chica—. No hay manera de
que ella no termine en nuestras manos. O puedes entregarla tú mismo,
porque si lo hago yo me encargaré de que llegue tan demacrada que si
alguna vez te pareció bonita o dulce... te causará asco.

Félix la trajo hasta él y sacó un cuchillo; al no pertenecer a este


mundo las reglas de dimensión o espacio o incluso de gravedad no le
afectaban, por lo que aparecer cosas como armas blancas era
sumamente fácil.

—¿Sabes lo que te haría un corte de un guardián endemoniado?


—río Félix susurrándole al odio—. Te doy un consejo, cosa asquerosa y
desagradable. Dile a los tuyos que se larguen, ahora.

Willo se asustó en verdad al sentir que Félix en verdad estaba


furioso. Aunque sabía perfectamente que Simone estaba a salvo, ya que
ellos no podrían llevársela de allí así como así con todo el mundo
observando. Le molestó inmensamente saber que una gran posibilidad
de fracaso existía en ella. ¿Podría mantenerla con vida de la furia del
inframundo?

Ella tocó el rostro del guardián con sensualidad. Sin importarle el


público, él aparto su mano. Al mismo tiempo Miro dejaba a Simone,
quien simplemente caminó hasta su grupo sin dedicarle más que una
sonrisa al desertor.

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—Tengo que estar muy cerca de ella —sonrió de manera forzada
el guardián, aún con la rabia de haber perdido tiempo con Simone por
culpa de los demonios de Hades.

—Eso es seguro, no lo hagas, Félix. Ella estará a salvo por uno o


dos días más —musitó Garrett con la voz quedada.

—Sólo quiero protegerla, no puedo confiarme de ellos. Fueron


removidos de lo que hacían en un primer momento por ser simplemente
inútiles sanguinarios. ¿Cómo puedo estar tranquilo? —reprochó Félix.

Ambos salieron del salón, Simone tenía sobre sus hombros la


chaqueta de Crono, quien la abrazó y la acompañó hasta el coche. Félix
salió y logró verla de espaldas, reconocería su silueta donde fuera.
Caminó hasta su coche sin dejar de verla, justo cuando creyó que no
iba a voltear, Simone lo hizo y sin querer se le escapó una sonrisa.

—No puedo amarla tanto —susurró Félix con un suspiro cargado


de emoción y felicidad.

Simone subió al coche, y Félix hizo lo mismo. Sólo que esperó


para salir hasta que el coche de Crono lo hizo. El guardián había
decidido proteger a Simone día y noche para evitar que los desertores le
hicieran algo.

Lo cierto era que Simone no vivía muy lejos del Campus


universitario. Su casa era inmensa, con grandes galerías y llena de
plantas en el jardín: rosales, árboles y muchas margaritas. Tenía tejas
enceradas de color azul y grandes ventanales con persianas de madera.

—Mantén tu distancia —advirtió Garrett, por lo que Félix se alejó


de la casa de ella a dos más allá.

—¿Mejor? —río el guardián.

—Sí, así por lo menos no seremos encerrados por acosadores —


replicó la gárgola con humor.

Simone entró en su casa luego de que encontró la llave. Félix


acercó la camioneta hasta el frente.

—¿Exageramos? Es decir, hasta que los desertores puedan volver


a bajar, tenemos por lo menos...

—Horas, realmente no se qué hacer. La amo tanto, y a la vez la


puse en un peligro tremendo.

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Félix puso su cabeza contra el volante. Levantó la mirada cansada
hasta la casa de Simone, donde había muchas habitaciones con las
luces encendidas

—Estoy contigo, ella lo vale.

—Puedo mantenerla con vida. Puedo. ¿Pero hasta cuándo?

En efecto Félix tenía poder, todos los guardianes lo tenían; el


problema era que la protegería de los desertores, pero a la vez esa
protección la debilitaría y la enfermaría poco a poco.

—Tengo que estar a su lado, es la única manera —dijo Félix.

—Tengo un plan para que pueda ser así. Tenemos que entrar en
el campus —sonrió Garrett.

Sabiendo que los desertores no irían por Simone, Félix y su leal


compañero entraron en la universidad de Brown.

—¿Por qué siento que es una locura? —susurró Félix, quien


caminaba a hurtadillas y con riesgo de terminar presos por entrar de
esa manera.

—Por si no lo has notado, nuestra vida es una locura —río la


gárgola y entró en la dirección de la facultad.

El plan de la gárgola era la manipulación, una estudiante como


Simone tendría trabajos y Félix sería su compañero de todos los que
hicieran. Para ello deberían usar muchas artimañas.

—Listo, está hecho —sonrió Garrett—. Tu apellido es Wells.

—¿Wells? ¿Félix Wells? No pudiste elegir algo un poco más...


¿Creíble? —se quejó Félix.

—Hey, fue lo primero que se me vino a la cabeza y tuve que hacer


mucho papeleo, así que no te quejes.

Al otro día, Simone necesitó de mucho café para poder


mantenerse despierta por la mañana.

—Genial, segundo día de escuela —sonrió frente al espejo al ver


sus prominentes ojeras, pero un poco de maquillaje lo disimulaba a la
perfección.

Bajaba las escaleras cuando Apolo corrió por ellas, obligándole a


tirarse contra las barandillas para no caer al suelo.

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—Qué caballero, perro idiota —se quejó mientras caminaba hasta
la cocina.

Su madre había estado despierta hasta cuando llegó Simone, era


común para ella quedarse en vela escribiendo ya que padecía de
insomnio.

—Te ves muy... cruda —río Maci mientras Simone le daba un


beso.

—Gracias, ¿Qué tan acabada? —río ella sirviéndose café con un


rico tostado de jamón y queso.

—Bastante.

Una vez que terminó de desayunar subió en su coche, un


Mercedes Benz gris modelo 2007. El aparcamiento no resultó un
problema pues con la súper mega fiesta de anoche muchos alumnos
habían decidido faltar.

—Hola Simonson —gritó Crono desde la entrada llamando su


atención.

—Hey, creí que faltarías —saludo ella poniendo la alarma del


coche.

—No, papito no permite que su hijo falte. Se supone que debo ser
el ejemplo de los demás —río abrazando a Simone con fuerza.

Al otro lado del campus, en la entrada del pabellón este, Félix


bajaba de su carro seguido de Garrett. Ambos habían comprado lo
necesario para que fuera creíble que iban a la universidad.

—Bueno, según lo que anotaste aquí, con una pésima caligrafía...


—Félix alisó la hoja magullada donde Garrett había copiado de puño y
letra el horario de Simone.

—Ah, dame eso —se quejó Garret arrancando la hoja al


guardián—. Salón 17 E, no tienes que ser un genio para entenderlo.

—Guau. Alguien está sensible, no discutas con Félix Wells —río el


guardián mientras abrazaba a su fiel gárgola.

—Ya, ya, sólo vete. Suerte con la hermosa Simone Walker —


replicó Garret en tono burlón.

—Gracias.

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Félix caminó hasta que encontró el salón. Simone ya estaba
sentada y apoyaba su cabeza contra el pupitre, realmente estaba
cansada.

—Okey, puedo hacer esto —se dio ánimos Félix mientras


empujaba la puerta.

El profesor aún no había llegado y la concurrencia de ese día


después de la fiesta era escasa; por ejemplo, Carry no había ido, era
algo sabido, por poco no había bebido el agua de los floreros.

—¿Es... Está ocupado? —preguntó Félix con una sonrisa.

—No, mi compañera se sienta allí, pero debe estar tomando


aspirinas de manera masiva por lo que no le importará —musitó ella
cansada sin levantar su cabeza del banco.

Félix río.

—Okey.

Una vez que el profesor entró, ella tuvo que hacer un esfuerzo por
no dormirse.

—Hola —sonrió Félix.

—Silencio, señor Wells. Si quiere hacer sociales aquí pierde el


tiempo —replicó el profesor.

El señor O'Connor era conocido por ser un cascarrabias, muchos


pensaban que debía jubilarse porque estaba muy viejo, pero era
conocido por llevarse muy mal con los alumnos.

—Mm, perdón —replicó Félix soltando una risita.

—Hey, ¿me recuerdas? Soy la chica de anoche —sonrió Simone.

“¿Que si te recuerdo? Yo vivo para pensar en ti”, pensó Félix. En


lugar de eso tuvo que decir algo menos aterrador.

—Sí, te recuerdo —se limitó a decir con una sonrisa.

—¿Van a seguir ustedes dos? Las vacaciones han acabado ya —


gritó el profesor, y tanto Simone como Félix se dejaron de mirar para
bajar la vista hasta los pupitres.

Lo más cómico era que ellos no eran los únicos que hacían ruido,
pero al parecer eran los únicos reprendidos. A tres filas a su izquierda
una chica leía entusiasta un gran libro de romance, del otro lado un

37
chico delgaducho fingía que prestaba atención y aprovechando que el
viejo O'Connor no veía muy bien se ponía los auriculares debajo de la
chaqueta.

—Bueno, este año necesito que trabajen de a dos durante todo el


año. Yo asignaré las parejas y la obra que presentarán —anunció el
profesor sosteniendo una hoja con sus temblorosas manos.

Félix sabía que Garrett haría alguna trampa o algo, la cosa era
que ellos terminarían trabajando juntos.

—Mm, ¿no te dejaron faltar? —sonrió Félix mirando los hermosos


ojos marrones de Simone.

Tenía aún esas brillantinas de su maquillaje de anoche, hacía que


su mirada brillara más de lo usual.

—Yo diría que me autocastigo, mamá no hubiera tenido


problemas con eso —dijo ella entrecerrando los ojos cansados.

—Cállense —les gritó O'Connor tratando de escribir nombres con


su pésimo pulso.

Simone no pudo evitar soltar una risita. No hacían nada en la


clase y el profesor pretendía que se quedaran quietos como estatuas
mientras que los demás hacían lo que les venía en gana. Al menos ellos
sí escuchaban lo que él decía, el resto ni siquiera eso.

—Bueno, lo tengo —gruñó poniéndose de pie.

Tuvo que gritar aún más para poder hacer que el de la música y
la chica lectora firmaran el papel donde quedaba registrado que tenían
su obra literaria asignada y la pareja.

—Así no se pueden venir a quejar después —gruñó caminando


por el corredor de manera graciosa.

El hombre parecía una versión humana del enano gruñón de


Blancanieves, era cruel pero no podía dejar de parecerte simpático, era
un pobre viejo cascarrabias sin más.

—Bueno, los últimos dos de la lista juntos, Wells y Walker. A lo


mejor puedan hacer algo decente ya que les gusta tanto hablar —gruñó
caminando con cierta renguera hasta el pupitre de Simone.

—Sí —dijo para sí Félix.

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—¿Qué obra tenemos? —preguntó Simone tratando de sonar
animada, pero estaba acabada por la falta de sueño y la jaqueca.

—Hamlet, del tal Shakespeare —dijo el señalándoles que firmaran


rápido a ambos.

Una vez que se retiró Félix tomó la mano de Simone, ella sonrió
ante ese gesto, pensó que era dulce.

—Espero que no te decepcione que trabajemos juntos —sonrió


con timidez el guardián.

—No, me siento aliviada, porque si bien con Carry somos siempre


un equipo casi nunca puede juntarse a trabajar —admitió Simone.

En realidad era que Carry no era de las que trabajaban o


pensaban, pero Simone no era de las que decían esas cosas,
simplemente decoraba la verdad de modo que todo quedara bonito.

—Vale, yo sí puedo hacerlo, Simone —sonrió Félix.

—Está bien, toma mi número —dijo ella con un bostezo—.


Perdón.

—Está bien —replicó Félix tomando nota.

Ella apoyó su cabeza contra el pupitre y Félix sonrió, porque con


esto tenía una excusa para verle seguido.

—Puedes llamarme hoy así ya nos ponemos de acuerdo —dijo ella


levantando la cabeza del banco, otra vez entrecerrando los ojos
cansados.

—Lo haré, claro que sí.

—Que se callen —gritó O'Connor.

Ambos rieron y Simone enterró el rostro en el hombro de Félix


para evitar que el profesor la escuchara reír. El guardián tomó eso como
un punto a favor pero la cosa era que para Simone eso no era nada, un
simple reflejo; era muy propio de ella tomar confianza en las personas
con facilidad.

39
Capítulo 5: Desertores
Una vez que la clase terminó acompañó a Simone hasta la salida.

—Tengo todo el tiempo del mundo, podemos preparar esto muy


bien... si tú estás de acuerdo —sonrió ella tímida.

—¿Yo? Absolutamente, tengo el tiempo del mundo para ti.

—Okey —río la chica—. Adiós Félix, llámame.

—Lo haré.

El guardián se dirigió hasta la salida y al llegar a su auto


encontró a Garrett recostado sobre el capó de la Toyota.

—¿Cómo te fue? Supongo que muy bien por tu cara —sonrió


entrecerrando los ojos por el sol.

—Sí, somos compañeros. Eres un genio —sonrió el guardián


apoyado la cabeza contra la puerta.

—Sí, lo sé.

—Venga ya, mira, es su teléfono. Necesito uno.

—Ya me adelanté.

Garrett puso en las manos de Félix un teléfono que parecía que


en cualquier momento se desarmaría solo.

—Es genial el gesto, pero ¿no había uno un poco más moderno?
—río Félix mientras examinaba el artefacto con detenimiento.

—No, es lo que hay...

Mientras Félix disfrutaba de por fin poder estar con Simone y así
poder llevar a cabo su plan de protegerla, arriba en el inframundo los
desertores exigían hablar con Hades.

—Señor, Félix está en la tierra —bramó Willo entrando junto a los


5.

En el mortorium sólo conservaban los ojos al descubierto, para


poder mirar al dios, pero todo su cuerpo estaba cubierto bajo grandes
capas negras. Los desertores tenían cuerpos de lo más deformes, a tal
punto que ellos mismos se sentían incómodos con ellos, por eso el
especial cuidado de mantenerse cubiertos.

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—Oh, eso es brillante, querida Willo, si tu no me venías a
informar no podría haberlo sabido —río Hades.

El dios de la muerte, dueño del inframundo y de todas las almas


que llegaban hasta él, tenía aspecto humano, excepto porque era más
grande, de unos 5 o 7 metros de alto. De piel dorada como el sol o la
arena y grandes ojos negros, en su rostro extremadamente atractivo y
de facciones finas se veían cicatrices de quemaduras y, en sus orejas,
muchos piercings y un hueso de metal atravesado.

Toda su piel estaba cubierta de tatuajes Henna. Su vestimenta


era oscura, su capa dejaba descubiertos su cuello, pecho y brazos.
Tenía uñas largas y filosas como garras.

El dios, al igual que los guardianes, tenía su criatura: una


calavera que revoloteaba a su lado siempre. Tenía el poder de leer la
mente de los mortales, por lo que era bastante inútil, pero el dios
igualmente la apreciaba.

—Hasta donde sé, no estando tú, los guardianes deben ser


respetados y obedecidos —gruñó Willo cubriéndose con su capa.

—Pero no Félix. ¿Por qué tengo criaturas tan inútiles? ¿Tú sabes,
Ata? —preguntó a su criatura.

—La última vez que no obedecimos los míos sufrieron, a mí no me


importa la estúpida mortal —gritó Willo.

—Ahora me vienen con formalidad. ¿Qué era lo complejo? Sólo


tienen que traerla de los pelos si hace falta —gritó Hades.

—¿Qué hay con Félix? Él está dispuesto a protegerla.

—Félix está en un pozo del que nadie lo va a poder sacar, para poder
hundirlo necesito a la chica, me pertenece. Y no va a salvarla, no puede.

—¿Tenemos permiso de poder acabar con ambos? La gárgola bajó


también.

—Si tienen que hacerlo, lo hacen. Quiero a la mortal en el


Mortorium lo antes posible, y en cuanto a Félix, sería bueno que vea
todo lo que le pasará a su chica.

Los cinco se hicieron humo, para volver a bajar hasta la tierra de


nuevo.

Tanto Félix como Garrett dormirían dentro del coche, y para peor
no era muy confortable que digamos.

41
—¿En verdad crees que pueda salvarla? Es decir, enfrentarse a la
ira de un dios. Por momentos siento una desesperación que me es
imposible de contener.

Félix miraba hacia el techo, tenía ese nudo en la garganta que las
lágrimas de angustia le habían provocado.

—¿Por qué ella? Yo tengo que servirte, es mi deber, y lo hago con


gusto. Pero los dos sabíamos que esto no podría durar por siempre,
Simone es mortal.

—No la quiero perder, la amo demasiado... Es algo que no puedo


explicar, solo sé que no quiero dejarla ir, y que no lo haré.

—Creo que es parte de los humanos, morir.

—Ella no morirá —determinó Félix—. Sin Simone no se qué haría,


imaginarme allá arriba solo, las tinieblas de ese lugar hacen que se me
cierre el pecho de solo pensarlo.

—Honestamente, no podemos. Es Hades de quien hablamos.


¿Qué podemos hacer? Sólo ganamos tiempo para ella.

—No sé qué hago... ni que pretendo lograr. El dios de la muerte,


nada menos —sonrió Félix.

Ambos se quedaron dormidos, la camioneta estacionada frente a


la casa de Simone. Los desertores llegaron rápidamente a tierra, y se
dirigieron hasta la chica enseguida.

—Estoy bien, mamá —sonrió Simone.

La madre de Simone había viajado hasta un pueblo cercano


donde tenían una hermosa cabaña de madera, iba allí cuando tenía
algo bueno en su mente y necesitaba espacio para poder plasmarlo lo
mejor posible. Por ende Simone estaba sola esa noche.

Willo observó a la chica por la ventana que daba a la cocina, algo


tan muerto como los desertores hizo a Simone sentir esa presencia
maligna y sencillamente se desmayó.

—En el piso —susurró Willo a Miro.

Los demás del clan no eran tan delicados o reservados, de hecho


empezaron a pender fuego todo lo que veían y despertaron a Félix y a la
gárgola.

42
—Menos mal que teníamos más tiempo —protestó el chico
bajando del coche a toda velocidad.

Félix tiró la puerta abajo, las llamas rodeaban todo a su alrededor


y Simone estaba en medio de eso, desmayada.

—Aléjate de ella, maldita rata —sonrió Willo.

—Mejor hazlo —replicó Miro.

—¿Cómo se atreven a hablarme así? ¿Acaso no saben quién soy?


—preguntó Félix, agachándose para tomar a Simone en brazos.

—Es nuestra, Hades la quiere. Y se la llevaremos.

—Déjenme a Hades a mí, no dejaré que la toquen —replicó Félix.

Willo intentó atacar con un cuchillo al guardián, pero Félix


rápidamente dejó a Simone en los brazos de Garrett, todo esto con las
llamas ahogándolos.

—Mejor lárgate, déjala ya. Y no puedes dañarme, no puedes. Yo


en cambio sí, irónico, ¿no? Hades deja que sus criaturas sean
aplastadas sin más —río.

Tomó a Simone en brazos y Garrett se sujetó del puño del buzo de


este para desaparecer. Ni bien lo hicieron Willo pegó un gritó, furioso.
Atacar a un dios o a sus guardianes los destruía en parte, era como una
especie de protección contra rebeliones, de esa manera se aseguraban
su lealtad. Claro que, con lo que pasaba ahora, eso pasaba a ser una
regla muy estúpida.

A pocos metros de allí, lejos del fuego, Félix puso a Simone en el


piso. Ella gritaba de dolor, magia tan oscura aplicada a un mortal se
sentía como si todo tu cuerpo se prendiese fuego y una pesada
depresión se apoderara de ti.

—Ya, estás bien. Tranquila —le espetó el chico mientras la


abrazaba.

—¿No debería ir a un hospital?

Simone seguía desmayada y Félix simplemente la puso dentro del


coche.

—¿Qué haces? Creo que los mortales le dicen secuestro.

—No puedo dejarla aquí. Tengo que alejarme de aquí.

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—Quita eso de ella, vas a matarla —gritó Garrett, quien tenía en
el asiento trasero a Simone, convulsionando y gritando.

—No puedo, denme unos minutos. Por favor.

El coche estaba a todo lo que daba y a esas horas no había


tráfico, lo que facilitó bastante las cosas.

—Por favor, basta —gritó Simone.

Al parecer la chica no podía terminar de centrarse en el espacio-


tiempo en el que se encontraba.

—Sh, no grites ya.

Garrett intentó que ella se calmara, pero no sería posible mientras


Félix siguiera aplicando magia negra en ella.

Habían alcanzado ya varios kilómetros y se detuvieron en Valley


Park, una pequeña villa cerca de Rhode Island. Conocida
principalmente por sus miles de ferias estatales, era un lugar colorido
para ir con amigos.

La Toyota estaba aparcada cerca de la gente que caminaba


dichosa en el ambiente colorido que se veía por doquier.

Félix estaba apoyado contra la puerta de su auto cuando escuchó


que Simone se movía. Abrió la puerta trasera y la obligó a sentarse.

—¿Félix? ¿Qué haces tú aquí? —preguntó Simone entre sollozos.

—Pues, tú eres la que está en mi auto —reprochó él


manteniéndola contra su pecho para que no cayera de la debilidad de
sus piernas.

—¿Valley Park? —preguntó ella con la voz quebrada.

—¿Estás llorando? — Félix la abrazaba y la mantenía junto a él.

—Sí, ¿qué hago aquí? No recuerdo nada —balbuceó Simone


dando una pataleta en el suelo.

—Pero no llores por eso. Estoy aquí, vamos, por favor —replicó
Félix en tono de súplica.

—¿Y qué con eso? No sé qué hago aquí. Me siento tan estúpida.

Simone lloraba en el pecho de Félix sin que este pudiera decir


nada para consolarla.

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—Ya, no llores más. Eres muy bonita para estar llorando —sonrió
Félix aunque por dentro se sentía una basura.

—Quiero irme de aquí... Ahora. Ni siquiera sé si vine en mi coche,


o que. ¿Cómo di contigo?

—Ah, pues... yo... Lo que pasó es que... te desmayaste, te


encontré así y te subí a la camioneta.

—Genial —replicó ella molesta consigo misma.

Trató de ser amable con Félix, se apartó de él y empezó a caminar


por la feria intentando ver si podía localizar a sus amigos, quizás había
salido con Carry y esa podría ser una buena razón de que no recordase
lo que había hecho.

—Simone, espera —dijo Félix tomándola de la cintura ya que la


pobre chica se caía por sí sola.

—Déjame, por favor. Tengo que encontrar a los míos.

—Creo que se han de haber ido, pues pensaron que te habrías


marchado ya. No los vi y hace como hora y media que estoy por aquí.

—¿Qué? Eso no tiene sentido —replicó ella apoyándose en el


hombro de Félix para poder caminar.

—Claro que tiene sentido. Mmm, ¿por qué no damos un paseo por
aquí? —sonrió Félix abrazando a Simone.

Ella sonrió como si la idea sonara de lo más estúpida pero


increíblemente interesante.

—No lo sé, no estoy para serle de compañía a nadie —exclamó ella


mientras con su mano movía el cabello de Félix como si quisiera decirle
que despertara y fuera por alguien que por lo menos supiera lo que
hacía.

—No, estás como nueva, te repondrás ni bien te invite algo para


engullir —dijo el chico, imitando a los chavos que hablan como ellos
llaman “A lo buena onda”. Le pareció estúpido, pero al menos Simone
soltó una risita.

—Vale, mi loco Félix —sonrió la chica mientras se apoyaba en el


hombro del chico y así llegaron hasta un pequeño puesto de comida
china.

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A Félix le pareció asqueroso todo lo que hacían allí adentro, pensó
en preguntar a Simone si quería algo diferente, pero ella tenía esa
expresión concentrada con su dedo sobre su mentón y claramente a ella
no le importaba que la higiene del lugar diera asco.

—Quiero camarones con piña —sonrió ella a la mujer asiática,


que no hablaba el idioma en lo absoluto pero al menos le sonaba el
nombre de los platillos, y eso era suficiente—. ¿Tú? ¿Quieres probarlo?

—Mmm, no, yo paso sin ver —sonrió Félix con una mueca,
claramente no iba a probar nada de allí.

—Oh, vamos, qué quisquilloso, no puedes dejarme comiendo sola


—protesto Simone—. Anda, debes pedirte algo.

—Mmm, okey, yo quiero...

Félix vio que un chico que pasaba con su novia tenía un largo
vaso de bebida que parecía agua sucia, supuso que era té. Era mejor no
dar rienda suelta a la imaginación.

—Té helado, eso quiero. No, yo pago —Félix detuvo a Simone y


con rapidez le dio a la mujer el dinero.

—Eso se considera machismo.

—Yo lo considero simple caballerosidad —sonrió él abrazando a


Simone.

Félix recibió un mensaje de su celular, cosa que lo sorprendió.


Era de Garrett, no podía ser de nadie más. “No los encuentro, ¿Dónde
están?”

Félix embozó una sonrisa mientras seguía caminando por los


puestitos guiado por la mano de Simone.

“No quiero darme falsas esperanzas, creo que en una cita con mi
preciosa Simone. Ambos estamos a 4 puestos del asqueroso restaurante
de comida china”

—Oh, por dios —saltó de emoción Simone haciendo que varias


gotas de té le cayeran a ambos.

—Me asustaste, ¿qué pasa?

—Ven, siempre lo hago.

—¿Haces qué?

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—Los adivinadores, mi madre dicen que no son más que un
puñado de chantajistas. Pero es parte de la experiencia.

—Okey.

Félix no sabía que eran, o que era lo que hacían; pero es Simone
de quien hablamos, ella podría pedirle que saltara de un precipicio y él
lo haría sin más.

Madame Kuranni, ese era el nombre en letras cursivas y doradas


que colgaba sobre la caseta de madera. La mujer era delgada y poseía
un rostro repleto de arrugas, pero aun así tenía un buen sentido del
humor y caía simpática.

—Ven, siéntate —dijo Simone agarrando a Félix de su chaqueta y


trayéndolo hasta ella para que le acompañara en la butaca de madera.

—Bienvenidos, siempre me gusta predecirle a los que se aman, el


amor joven es tan hermoso —sonrió la mujer mientras mezclaba las
cartas con entusiasmo.

O Simone seguía mareada y no prestaba atención del todo, o le


gustó como se oyó eso tanto como al guardián.

Félix miró hacia ella tratando de buscar su mirada, pero Simone


miraba todo lo que hacía Madame Kuranni con una sonrisa entusiasta.

—Tu nombre es...

—Simone —sonrió ella.

La chica tenía una mano con la adivina y la otra con Félix,


cuando ella le pidió su mano la chica tomó la del guardián por debajo
de la mesa, como si se hubiera asustado. Félix no dudó en hacerlo e
incluso puso su otra mano en su cintura.

—Simone, la chica que vive, vive más que los demás.

Un nudo se empezó a formar en la boca del estómago del


guardián al oír esto.

—Irradias luz, Simone, eres luz para otros que no pueden ver
nada más que oscuridad...

Simone miraba todo con una sonrisa curiosa, de vez en vez


quebraba el cuello y entrecerraba los ojos, como si no terminara de
entender lo que la adivina le quería decir.

47
—Alguien, hay alguien a quien le perteneces, él te protege y ha
estado siempre a tu lado, pero tú no lo sabes. Tú lo quieres pero no
sabes que ese amor será tu peor cruz. Escapa de él, mi niña, no te
conviene.

Félix mordió sus labios para evitar que el consejo de la adivina le


molestara a tal punto que dijera algo.

Aun así, Simone sonreía, era claro que ella tomaba esto como lo
que era, una feria, y no creía que todo fuera de color negro ni blanco. La
mujer sacó otra carta y miró a ambos, como si hubiera entendido todo.

—A veces sufrir es lo que el alma más quiere, si ese sufrimiento te


hace alcanzar algo que lo vale.

—¿Qué? —río Simone y Félix también lo hizo, solo que él si


entendía a la adivina.

—Le perteneces a alguien, pero esa persona no te quiere de


verdad, eres suya y viene por ti, pero te destruirá.

—Okey, gracias —sonrió Simone levantándose del sillón junto con


Félix.

—¿No quieres que te tire las cartas, muchacho? —preguntó la


mujer.

—No, no en realidad. Estoy bien así.

Simone saltó los escalones hechos con pedazos de madera y Félix


la siguió con rapidez, ya que seguía bajo los efectos de su magia.

—No le creo ni un poco —sonrió apoyándose en su hombro—.


Además, sufrir, no hacerlo. ¿Qué más da? Yo sólo quiero ser feliz con
alguien a quien ame mucho y ya...

—Es un buen plan, síguelo —dijo Félix.

La adivina hablaba de todo lo que Félix tenía en la cabeza, todo lo


que sabía que pasaría, todo eso era conocido por todos, menos por la
persona a la que más afectaba, Simone.

Simone llegó hasta la Toyota del guardián y tenía la mirada


perdida, por momentos triste; finalmente se desmayo en los brazos de
Félix.

—Uh, ¿qué tiene? —preguntó Garrett con la botella en la mano.

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—Mi magia, eso tiene. ¿Sabes que los mortales creen en la
adivinación?

—Claro —replicó Garrett sonriendo como si fuera a saber algo.

—Dame eso —musitó Félix molesto mientras le quitaba las llaves


a Garret. Con esfuerzo metió a Simone dentro de la camioneta.

—¿Qué con eso?

—Simone quiso ver a una, así que la llevé... Le dijo, en síntesis,


que ella no me pertenece a mí sino a Hades, que yo la amo, y que ella a
mí, solo que aún no lo sabe. Le dijo que la destruiría, y que si podía
huyera de mí.

Félix abrió la puerta en donde Simone dormía para sentarse junto


a ella, y la acomodó de manera que su cabeza reposara en sus piernas.

—Bah. Tú conduce, no quiero hacerlo ya —dijo Félix acariciando


a Simone.

—¿Cuál es el plan? Es decir, Félix, no podemos llevárnosla así


como así, menos confundirla ni engañarla, es peligroso para ella.

—Lo sé, lo sé — masculló él cansado—. Te soy honesto, volvamos


a su casa, sé que todo ha vuelto como antes, no hay ya llamas ni nada.

—¿Cómo sabes eso?

—Simone ya lo sabría. Es su plan, llamar la atención, por eso


todo vuelve a ser como antes.

—Bien, entonces la llevamos a su casa. Maci no está, puedes


quedarte adentro mientras Simone duerme.

—Vale.

49
Capítulo 6: Engaños
—Y bien, aquí estamos. Entra, no puede dormir en la camioneta
—sonrió Garrett.

Félix tomó a Simone en los brazos y la llevó hasta la entrada de


su casa, donde la sentó en uno de los sillones de mimbre.

—¿Simone? ¿Me oyes? —preguntó el chico.

—Sí, no me grites —reprochó ella levantándose bruscamente. Sus


piernas volvieron a flaquear, por lo que Félix la sostuvo.

—¿Tienes llaves?

—Sí, están en mi bolso, bolso que no tengo —Simone revisó su


cintura como si esperara encontrar algo.

—Oh, bueno, entonces… ¿Te quedas aquí fuera? —sonrió Félix, a


quien le parecía divertida la situación.

—Pues sí, eso creo. ¿Cómo sabías que vivo aquí? —preguntó
Simone quitándose las manos del rostro.

—Yo…

Félix debía arreglar eso con otra mentira, comenzaba a cansarse


de eso, uno no les miente a las personas que quiere. Pero no veía más
salida que esa.

—Tú lo mencionaste —sonrió entrecerrando los ojos.

Era horrible hacer pasar por loca a Simone. Luego de que ella se
acostara en el suelo frío, boca arriba, Félix dirigió una mueca de
disgusto hacia Garrett, señaló la casa, luego a Simone y finalmente a sí
mismo, como quien dice “Se dio cuenta”. Es decir, se suponía que no
sabía donde vivía.

—Me quedaré contigo —sonrió Félix sentándose a su lado.

—¿Crees que puedas prestarme tu teléfono? Necesito pedir


hospedaje por esta noche.

—Pensé que tu madre tendría llave.

—No voy a decirle todo esto —musitó ella molesta.

50
Todo esto hacía poner de mal humor a Simone, no estaba
acostumbrada a esto. Y decirle a Maci, “Hey, hola, mamá. Me desmayé
cerca de Valley Park. Ahora me doy con que perdí la llave de casa y veré
donde puedo pasar la noche así tú no tienes que venir en la mitad de la
noche”

—Vale, ten.

Simone tomó el teléfono de Félix, este embozó una sonrisa al


entregar el viejo y descalabrado equipo a la chica.

Ella caminó hasta el jardín y Félix se quedó parado allí mirándola


mientras ella hablaba con Carry.

—Pero Carry, te estoy pidiendo esto porque me quedé afuera de


mi propia casa. ¿Y qué con eso? Dile que lo dejan para otro día…

Carry Pearson, hija de padres divorciados, vivía con su madre y


era muy cercana a Simone. Ambas eran muy diferentes, Simone era del
control y del orden, y Carry fiestera y alocada. En su casa hacía lo que
le venía en gana y traer compañía masculina a su habitación le traía
muy de moda últimamente.

Naturalmente ella no podía recibir a Simone de huésped esa


noche.

—Vale, te veo luego.

Ella cortó el celular y caminó cansada y molesta hasta el balcón.

—¿Ella no puede recibirte? —preguntó Félix con tacto.

—No, está ocupada… tiene mucha tarea. ¿Crees que puedas


acercarme hasta lo de Crono?

—¿Quién es Crono?

El rostro de Félix se tensó y el estomago se le hizo un nudo, sabía


perfectamente quién era Crono, el mejor amigo de Simone de toda la
vida. No quería que su chica pasara la noche en su casa porque sabía
perfectamente lo que Crono sentía por Simone.

—¿Crees que sea una buena idea? —preguntó Félix tratando de


sonar civilizado cuando su voz claramente resultaba molesta.

—Si, es mi mejor amigo. Podrá tenerme una noche.

Félix río por como sonaba eso.

51
—Bueno, ¿me puedes alcanzar o no? —replicó Simone, a estas
alturas estaba muy furiosa.

—Vale, te llevo.

La casa de Crono no quedaba muy lejos de la de Simone. Se


trataba de una bonita mansión de decoración minimalista. El jardín era
amplio, al igual que el garaje para sus 4 autos: el suyo, el de su madre y
los dos se su padre.

—Te acompaño. ¿Segura que es una buena idea? Es decir, es un


chico…

—Somos amigos, y es eso o dormir en la galería de mi casa —


sonrió Simone—. Estaré bien.

Al tocar la puerta salió Crono. Dirigió una sonrisa a Simone,


quien no se sentía muy cómoda que digamos.

—Hola, hermosa —le abrazó y besó Crono con una sonrisa.

A Félix le hervía la sangre de celos, además que el simple hecho


de que Crono no mantuviera su distancia con su chica lo empeoraba
todo.

—Necesito quedarme aquí —musitó Simone tímida.

Crono le escuchaba con una sonrisa enamorada y tocaba su


cabello y sus manos al mismo tiempo.

—Claro, siempre eres bienvenida aquí. Te daré la habitación de


huéspedes aunque, si tienes miedo, mi cama es amplia —replicó el
chico.

Félix río como si la sola idea lo volviera loco, bueno, era así. Crono
le dirigió una mirada fulminante al chico y luego volvió a sonreírle a
Simone.

—¿Quién es tu amigo? ¿Me estás remplazando?

—Él es Félix. Félix, él es Crono —sonrió Simone.

—Bueno, ya puedes irte, Félix. Yo me encargo de Simone.

Félix mostró una sonrisa al chico y luego saludo a Simone, quien


lo abrazó. Eso le sugirió a Crono de que quizá algo más andaba por allí.

—Gracias por todo, Félix, habría estado perdida sin ti.

52
—No es nada, bonita, yo mejor me largo. Te veo mañana en la
clase de O’Connor.

—Sí, mejor ya vete —Crono jalaba de la mano a Simone con


insistencia para que entrara.

Félix caminó hasta la camioneta con las manos en los bolsillos,


tenía esa actitud de “no me importa en lo absoluto”, cosa que hizo reír a
Garrett. Conociéndolo, el guardián estaba furioso, molesto por como
todo había terminado.

—¿Estas a punto de estallar o qué? —sonrió Garrett.

—¿Tú qué crees?

—Oh, oh —musitó Garrett bajando del asiento del conductor.

Habían aparecido Willo y Miro. Tanto al guardián como la gárgola


les llamó la atención verlos a ellos dos nada más.

—¿Qué hacen aquí? —les gruñó Félix.

—Guau, cálmate. No le haremos nada a la mortal, por ahora.


Procura mantenerla con público, y ten en cuenta que ni bien esté sola
será llevada ante Hades. Es un hecho —sonrió Miro.

—No les conviene estar en mi contra. Simone estará bien, lo


estará. Lograré un trato con Hades.

Félix intentaba convencerse a sí mismo de que lo que decía era un


hecho, algo que le costó teniendo en cuenta que su prioridad era
intentarlo, de allí a lograrlo es otra cosa.

—Sí, sigue pensando así. No tienes poder sobre nosotros. En lo


absoluto —sonrió Willo echando una ojeada a la casa de Simone.

—La seguiremos, de alguna manera tiene que haber un momento


en el que esté sola…

—Malditos infelices —gritó Félix echándose sobre ellos, pero


Garrett lo detuvo.

—Hey, sabes que lo hacen a propósito, cálmate, hermano —dijo la


gárgola.

Los desertores rieron al mismo tiempo.

—Tampoco pueden hacerlo si yo la protejo —les gritó el guardián


sacando un cuchillo y tratando de darle a alguno.

53
—Pues entonces las cosas serán mucho más sencillas, es decir, o
las matas tú con ese plan entupido o nosotros. Sea como sea ella será
historia.

Una vez que desaparecieron Félix se quedó con la rabia y el


miedo, todo en uno. Furioso gritó, pateó y dijo todas las blasfemias que
se le pudieron ocurrir.

La noche paso rápido. Félix decidió dejar la casa de Crono antes


de que Simone o el mismo dueño de casa lo hicieran. Caminó por los
pasillos del campus y luego de dar con el salón de O’Connor tomó
asiento sin más. Ella aún no había llegado y la clase dio inicio.

La mente del guardián imaginaba los peores escenarios en donde


Simone podría estar: con Crono, en manos de los desertores, las
posibilidades eran infinitas.

—¿Me está oyendo? —gruñó O’Connor, que se paró frente a Félix.


El joven simplemente no lo escuchaba.

—¿Ahora qué hice? No…

—¿No? ¿No qué? —masculló el viejo con una mueca de disgusto


ante la falta de respeto.

—No… Señor.

—NI siquiera me estás oyendo, ¿o sí? —le gruñó el hombre.

—Vale, no lo hacía. ¿Puede repetir la pregunta?

—No, no puedo.

El profesor caminó de vuelta con su renguera y Garrett le hacía


muecas y lo insultaba por lo bajo, lo cierto era que el tipo era
insoportable y sin Simone la situación pasaba de ser cómica a
simplemente molesta y agobiante.

Félix apoyó la cabeza en su pupitre, al parecer Simone no iba a


aparecer. Necesitaba con desesperación estar cerca de ella, ¿cómo
protegerla si no la tenía cerca?

—¿Acaso usted tiene sus propios horarios? —gruñó el profesor al


ver entrar a Simone.

—Fue mi culpa, no de ella —sonrió Crono mientras tomaba de la


cintura a Simone.

—Bueno, pase, siéntese. Siéntese de una vez.


54
Simone corrió hasta el lado de Félix. El guardián estaba tan
sumido en su propia desgracia que no había notado nada de lo que
ocurría a su alrededor.

—Hey, mira, tengo el libro…

—¿Simone?

—Sí, me quede dormida…

Ella tenía una sonrisa en su rostro, como si todo lo que le


preocupara ayer fuera historia. Félix entendió que los desertores en
verdad no iban a detenerse por más miedo y respeto que les tuvieran a
los guardianes, porque Hades era el dios de la muerte y si él les
aseguraba protección a cambio de la cabeza de la chica harían lo que
fuera. Sólo restaba que el guardián se asegurara tener a Simone con él.

—¿Qué libro decías?

—Pues Hamlet —sonrió la chica con obviedad.

—Claro. Oye, ¿qué dices de volver a Valley Park conmigo?

Simone miró a Félix con una sonrisa tierna. El mantenía la


mirada en ella.

—¿Como una… cita? —preguntó tímida.

—Sí, desde luego.

—Pues, sería divertido.

—Vale. Entonces está hecho.

Al salir del salón, esta vez Félix acompaño a Simone hasta el


coche de Crono. El guardián agradeció que el chico no estuviera, ya que
no se llevaban bien en lo absoluto, por razones obvias.

—¿Sabes? Quiero ir adelantando la obra de teatro. Creo que ya sé


como entrar en mi casa —sonrió Simone avergonzada.

—Vale, yo voy en una… ¿Media hora? —Félix jugaba con el


cabello de Simone.

—Hecho, te veo allí.

—¿Se van a juntar? —preguntó Crono apareciendo de la nada,


llave en mano y con una mirada asesina para el guardián.

55
—Sí, somos compañeros con O’Connor —dijo Simone, quien se
sintió incomoda ante la tensión actual.

—Qué tierno —sonrió Crono trayendo a Simone hasta él y así


dejando Félix con las manos vacías.

—¿Cuál es tu problema? —gruñó Simone, ya que le pareció


simplemente una actitud inmadura y grosera.

—¿Yo? No tengo problema alguno, tengo prisa más bien. Eso es


todo hermoso.

Crono besó a Simone en la cabeza y la llevó hasta la puerta del


copiloto. Félix iba a responderle al chico pero mejor no, es decir, ¿de
qué le valía enfrentarse al mejor amigo de Simone arriesgándose a que
ella pensara que era un psicópata?

Ya sabía que ella no sentía nada por él, y que ellos iban a salir
esta noche, con eso se conformó.

56
Capítulo 7: Inmortales en Tierra Firme
—¿Has notado que vivimos en esta camioneta? —sonrió Garrett
bajando del coche.

—¿Y? ¿Qué hay con eso? —preguntó Félix mientras miraba como
el coche de Crono salía del campus.

Simone le dedico una sonrisa al pasar y este se la devolvió.

—Saldré con Simone esta noche.

—Eso es genial. ¿Dónde irán?

—Valley Park, de nuevo. Ese lugar tiene cierta presencia. No lo sé


—sonrió Félix—. A Simone le gustan las ferias.

—Sí, sobre todo le gustará sin estar grogui —río la gárgola.

—Lo sé, la experiencia será diferente —sonrió Félix.

—Ten, no pierdas esto.

Garrett se puso en marcha para conseguir un hogar para vivir,


pues si bien a Félix no le importaba no era muy normal que digamos
vivir dentro de un auto. Necesitaban asearse, cambiarse y alimentarse,
no podían estar así para siempre.

—Genial, puedes dejarme con Simone, tenemos que trabajar en el


libro. Ve para tu casa —río el chico.

—Ya sube.

Garrett golpeó a Félix con su puño por burlarse del modo


amanerado en que sonó el comentario del guardián.

—Aquí estamos, te mando un mensaje para que me traigas la


Toyota. ¿Vale? —dijo el guardián.

—O mejor desaparezco y tú quédate con el coche.

La gárgola empezó a evaporarse, como si nunca hubiera estado


allí. El coche quedó vacío.

—Si, eso también funciona.

Félix caminó hasta la entrada y, antes de que alcanzara a tocar la


puerta, Simone salió para abrir.

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—Ven, entra ya —lo sujetó del brazo y lo arrastró hasta adentro.

—Vale, aquí estoy.

—Ten.

La chica saco del refrigerador dos botellas de bebidas


energizantes y le dio una a Félix.

Mientras Félix y Simone pasaban todo el día juntos, los desertores


planeaban cuál podía ser la mejor manera de atacar a la mortal. Sabían
que ella contaba con el guardián y que ser una persona social la hacía
estar siempre rodeada de personas, cosa que entorpecía toda la
cuestión.

—Creo que los mortales mueren todos los días, es decir, ¿por qué
escondernos a tal punto que nadie pueda dar con nosotros? —dijo Lina.

Lina, en tierra, tenía ojos grandes marrones ceniza, pelo rojizo


con tonos violetas en un corte carré, ropa bohemia y una actitud
despreocupada en lo absoluto. Ella pensaba en que no podían ser vistos
raptando a una mortal por todos los problemas que habían causado los
métodos de los desertores en el pasado, obligándolos a perder muchos
de los privilegios que tenían.

—Tiene un punto, bien pensado. Si somos simples lunáticos


mortales podríamos llevarnos a Simone de la nada. Una bala, un tajo de
arma blanca, lo que sea… Eres una genia, una genia en verdad.

La desertora bajó la cabeza con una sonrisa, pues esa idea daba
un cambio al juego en todo sentido.

—Creo que podemos saber dónde estarán, el guardián tiene


conexión con los muertos, aunque lo deteste es así. Valley Park.

Willo podía hacer eso, leer rastros, como le decía. La conexión del
guardián con los muertos era muy fuerte, por ende rastrearlo resultaba
de lo más sencillo.

—Estaremos allí —sonrió Miro.

La noche había llegado, durante toda la tarde Simone y Félix


leyeron la obra de Shakespeare, haciendo bocetos, esquemas, análisis
de personajes.

—¿Tu madre no viene? —preguntó Félix, estirándose luego de


haber estado sentado por un largo tiempo.

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—Pues nosotros tenemos una cabaña muy cerca de aquí, a unos
cuantos kilómetros la verdad. Ella escribe como una especie de
pasatiempo, es más bien terapia que otra cosa —sonrió Simone
mientras armaba con entusiasmo unos sándwiches.

—Genial, es bueno calmarse o entretenerse con algo. ¿Qué hay


con el tal Crono? —preguntó Félix embozando una sonrisa.

—Es mi mejor amigo, la verdad. Lo conozco desde… siempre —río


Simone.

—Pero ¿te das cuenta que él te quiere como algo… más?

—Oh, lo notaste. Sí, según él me ama —replicó Simone en tono


burlesco como si no creyera en la palabra del chico o algo.

—¿Y tú…?

Simone esbozó una sonrisa tímida, pues hubo un tiempo en que


pensó en darle una oportunidad a Crono, después de todo la pasaban
bien juntos y todo. Pero se dio cuenta de que prefería estar sola a estar
con alguien a quien no se entregaría al cien por ciento porque muy por
dentro siempre sabría que no lo amaba.

—No, es sólo un amigo.

—Genial. Oye, está haciéndose tarde, ¿quieres partir?

—Vale, déjame ir por mi teléfono y mis llaves —sonrió Simone


corriendo hasta arriba.

Félix aprovechó esos minutos para ver cómo iban las cosas con
Garrett. El teléfono de la gárgola no funcionaba. Él no respondía las
llamadas del guardián, cosa que empezaba a preocupar al chico.

—Listo. ¿Nos vamos? ¿Félix? —preguntó Simone, ya que el


guardián se había quedado con la mirada perdida y confusa.

—Vale, vamos.

—¿Estás bien? —preguntó ella poniendo su mano en su frente.

Félix sonrió y paso su mano por la cintura de Simone para


dirigirse hasta la puerta. El camino hasta Valley Park pareció más corto
ya que Simone estaba consciente.

—Simplemente amo las ferias —sonrió ella bajando con


entusiasmo.

59
—Y yo igual —río Félix ya que ella parecía una niña de 5 años por
manera en que miraba todo a su alrededor.

—Muy bien, te quiero mostrar algo especial. ¿Vale?

—Mmm, bien. Llévame.

—Es algo para comer.

Simone por poco no echaba a correr y Félix debía seguirle el paso


siempre que pudiera. Pararon en un pequeño puesto de algodones de
azúcar.

—¿Algodón rosado? —preguntó Félix llamando la atención del


vendedor.

—Algodón de azúcar, eres un extraterrestre sino has probado esto


jamás. Crono se ríe porque dice que cuando como esto me pongo un
poco loquita —replicó Simone, pero a Félix cada oración que tuviera
incluido el nombre “Crono” le hacía dar una puntada en el estómago.

—Claro, lo he comido antes —dijo Félix mirando con extrañeza la


bola de algodón rosa chicle pegada a un palillo.

Ella era de las chavas que se la pasaba bien en toda ocasión, no


de las que se hacían problemas, y tenía un sentido del humor hermoso.

Lina había trabajado junto a sus compañeros en lo que llamaban


“Operación Mortales”, eso significaba poder atrapar a la chica sin tener
que esperar a que ella estuviera sola, por ejemplo.

—¿Segura que está aquí, Willo? —preguntó Miro bajando de la


trafic negra con los vidrios polarizados.

—Sí, tengan.

Willo traía una mochila negra en sus hombros, al abrirla sacó


una navaja para Miro junto con un revólver calibre 34. Para Lina, una
daga, curvada y con dientes afilados, un arma de fuego, y un machete
que se quebraba la hoja por la mitad.

—Nos dividiremos, si la ven no duden en dispararle, lastimarla, lo


que sea. Usen la inteligencia, atráiganla hacia nosotros —explicó Willo
dándole intercomunicadores a sus compañeros.

—Lina, ve con Willo; Luka, irás con Patrio, yo voy solo —anunció
Miro.

60
Luka, de cabello rojo como el fuego, ojos verdes grandes y
expresivos y cara de facciones finas, estuvo a punto de desaparecer
porque practicaba cosas monstruosas sobre los mortales, y hasta
llegaba a alimentarse de ellos. Patrio, en cambio, de estatura baja,
cabello moreno y ojos marrones, era pacífico pero cumplía con las
órdenes al pie de la letra. No soportaba estar en tierra ya que no se
sentía cómodo con su cuerpo mortal; a diferencia de sus compañeros,
no le parecía algo malo su aspecto deforme en el Mortorium.

Lina caminaba a paso veloz, al igual que su compañera. Ambas


tenían las dagas ocultas entre sus remerones blancos y el antebrazo y
las armas escondidas en sus jeans, sobre sus delgadas barrigas.

—No la veo pero la puedo sentir —gruñó Willo.

—En verdad temo por el guardián, ¿y si la tiene con él? —


masculló Lina agitada por el paso veloz de hace ya 15 minutos.

—Tenemos que lograr atacarla, eso es todo. Por eso las armas.

—Es ella, está allí —gritó Lina.

Félix tuvo que llamar a Garrett dejando a Simone sentada con un


helado.

Al colgar vio a Miro, entrecerró los ojos pues a la distancia se le


parecía pero no estaba del todo seguro. El guardián echó a correr hasta
Simone. Con el tumulto de gente no la encontraba.

Simone había percibido a las dos desertoras, ambas tenían esa


mirada parecida a la de un depredador ante una presa. Las navajas a la
vista hicieron que la chica empezara a asustarse, fue Lina la que
intentó clavarla en el estomago de la mortal.

—Se escapa —gritó Willo furiosa mientras corría por ella.

El corazón de Simone latía con fuerza, reconoció a Willo del baile,


pero no entendía porque querían acabarla.

—A un lado —gritaba Simone empujando a las personas para


abrirse paso.

Las desertoras se comunicaban con los demás para poder


encerrar a la chica, por ende, mientras ellas la obligaban a correr hacia
la salida, Miro y los otros la esperaban allí.

—Simone —gritaba Félix corriendo, claramente eran los


Desertores—. ¡Mierda! ¿Dónde estás?

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A pocos metros de Simone una daga fue lanzada y le rozó el
brazo; cansada y asustada empezó a detenerse un poco. Finalmente se
quedó quieta al ver a los otros, estaban vestidos iguales y la miraban
con la misma mirada que las mujeres, por lo que estaban juntos,
dedujo Simone.

—No te muevas, y será rápido —susurró Willo, quien jugaba con


su navaja.

—Más vale que lo sea antes de que Félix llegue —gruñó alterado
Miro—. Lo vi. Muy cerca de aquí.

El corazón de Simone estaba latiendo a mil por hora, y la tensión


aumentaba al ver que no tenía manera de pedir ayuda; en la entrada de
la feria no había más que autos, la gente había quedado atrás.

—¿Qué quieren de mí? —preguntó Simone con la voz quebrada—.


¿Conocen a Félix?

—¿Puedes hacerlo de una vez? Mejor lo hago yo —masculló Miro


acercándose a la chica con una navaja y apuntando a su cuello.

Simone dio un grito agudo al sentir el filo del cuchillo en su piel, y


fue peor al tocar con sus manos su propia sangre.

—Simone, la bella Simone —sonrió Miro al oído de la chica que


lloraba desesperada intentando librarse de aquel hombre.

Félix por fin llegó al lugar. Simone salió de la escena, empezó a


sentirse mareada y cayó al suelo de rodillas con la sangre en su cuello,
no porque Miro la hubiera matado al final, sino porque el Desertor tuvo
que soltarla para alejarse del tormentoso dolor que la protección del
guardián hacia Simone le provocaba.

—¿Qué mierda hacen? —gritó Félix corriendo hasta Simone.

El guardián tomó a la chica en sus brazos y limpió un poco la


sangre que los cortes de la daga habían dejado.

—Tú sabes que eso es daño a la larga, la enviarás con Hades tu


mismo —sonrió Miro tocándose las manos rojas por las quemaduras.

—Aléjate de aquí, fuera —gritó Félix llevándose a la chica.

—Félix, tu magia no la protege de las balas —sonrió Lina—. Mejor


intentar, ¿no?

—Son una mierda.

62
Félix caminó procurando darles la espalda a los desertores, que
reían a viva voz de manera burlona y descuidada, aunque quedaba
claro que no se atreverían a hacer nada más contra un guardián.

—Tranquila, Simone. Si disparan me dan a mí.

El guardián hacia malabares con la chica para encontrar su


teléfono y así llamar a Garrett.

—¿Qué? O sea que ella ya lo sabe —musitó la gárgola con la voz


alterada.

—Naturalmente, espero que no se aterre al oír toda la historia.


Cielos, tengo miedo de decírselo.

—Quítale tu magia, no uses eso en ella, es muy peligroso —gruñó


Garrett.

—Lo sé, pero están armados, esperare hasta que estemos lejos de
aquí. Lo prometo.

63
Capítulo 8: Revelaciones
Félix puso a Simone dentro de la Toyota, arrancó el motor y
desapareció de allí. Mientras iba por la carretera de regreso a la cuidad,
buscaba en el bolsillo de su chaqueta su teléfono para llamar a Garrett.

—La encontraron. Sí, soy yo, ¿Quién más? —masculló Félix


molesto—. Escúchame y deja de decir tonterías, ¿quieres? Los
Desertores atacaron, Simone tiene un corte en la garganta.

—¿Estás jugando?

—Sí, es que no tengo nada mejor que hacer. ¿Garrett, puedes


tomarte esto en serio?

Félix corrió con su mano la cabeza de Simone, que se venía sobre


él aun estando atada al cinturón de seguridad.

—Odio verla así, estaba tan asustada… Miro, él fue. No puedo


hacer nada más que protegerla, si ya no tiene mi magia sobre ella.
Pronto despertará.

—Tiene que ir con un médico, Félix.

La gárgola aun intentaba digerir todo pero le resultaba difícil. Es


decir, ahora tendría que decirle todo a Simone y, la verdad, la historia
no era de esas que uno puede estar seguro que el que las escuche
entenderá.

“Los mortales mueren y suben al Mortorium de Hades. Tú no lo


hiciste, no porque seas inmortal, sino porque te amo, eres el amor de mi
vida y no permitiré que una criatura tan llena de vida y color caiga en
las tinieblas.

Mi criatura mágica, Garrett, quien es en el inframundo una gárgola, sí


un perro con cuerno, bueno, él me ayudo a mantenerte con vida por
300 años. Ahora mi dios y mandamás exige que seas llevada ante él.
Como yo me rehusé a eso, él mandó a la tierra a 5 espectros llamados
“Desertores”. Te quieren arrancar de mis brazos sin más.”

No es la clase de cosas que uno explica con facilidad. El guardián


tomó a Simone al aparcar en el garaje de la casa.

—Ven aquí —musitó una vez que le desprendió el cinturón—.


Espero que eso se te vaya del cuello en unas horas. Porque sino no sé
qué coño le diré a tu madre.

64
Simone se acurrucó en el pecho cálido de Félix. Él sonrió por un
momento como si disfrutara de ello, pero ella se movió un poco dejando
ver su sangre en el cuello, eso hizo a Félix caer del sueño de inmediato.
Se sentía culpable de todo esto, como si de alguna manera Simone
hubiera podido estar a salvo de no ser por él.

—Ah, esperemos a que esta sea nuestra casa —musitó el chico


tocando la puerta con el pie.

—Félix, oh, por Dios. ¿Simone? —musitó la gárgola haciendo


espacio en el living donde había muchas cajas y basura.

—Sí, llegue justo a tiempo. No sé qué hubiera pasado si hubiera


llegado minuto y medio después —suspiró el guardián arrodillado frente
a ella.

—Tengo que salir —exclamó la gárgola.

—¿Ahora? —preguntó Félix abriendo los ojos.

—Pues sí, no pensarás dejar esa herida así —dijo Garrett saliendo
por la puerta.

Una vez que se fue, Félix se quedó viendo a Simone. Ya no tenía


su magia sobre ella, por ende, en hora y media debería estar
despertando sin problemas.

—Vas a pensar que soy un monstruo, uno muy cruel. Como


quisiera haber sido capaz de dejarte libre, es decir, ahora no estarías
así. Pero no pude, y es que te amo tanto Simone, tanto. Eres la luz en
mi oscura y horrorosa vida.

Félix se acercó a Simone y la besó, sus labios no sabían muy


diferentes a su último beso, era un beso cálido, pero igualmente sin
respuesta.

—Te amo, siempre será así —le susurró mientras la abrazaba.

Se quedó con ella, acurrucados en el sofá, hasta que al cabo de


unos veinte minutos apareció por la puerta Garrett con una bolsa
donde tenía gasas, tijeras y algo de yodo.

—Tráela hasta la mesa.

—Vale —musitó Félix cargando a Simone en brazos—. El maldito


hizo un corte muy profundo.

65
—Eso parece, pero llegaste a tiempo, no tocó nada grave, sólo
arrimó el cuchillo contra su piel. Hablamos de armas mágicas…

—Hijo de perra.

Félix no podía evitar sentirse culpable por todo esto.

—Creí que estarías con ella.

—Eso hacía, me descuidé un minuto y ellos ya estaban allí —gritó


Félix furioso.

—Ya, no te desquites conmigo. Lo importante es que las mentiras


se acaban, ahora tienes que decirle la verdad a Simone.

—Sí, genial. Ahora sabrá que un muerto está obsesionado con


ella, no podría ser mejor —Félix tomaba la mano de Simone mientras
Garrett la curaba.

Una vez que acabo volvió al sofá.

—¿No tenemos camas? —protestó Félix.

—No, señor exigente, es todo lo que conseguí. Quédate con ella y


respira, iré por comida.

Félix simplemente se dirigió hasta la cocina, se quedó sentado


sobre la mesada con la cabeza gacha hasta que sintió un ruido.

—¿Simone? —preguntó bajando de la mesada y caminando hasta


la puerta de la cocina donde podía ver el sofá, ahora vacío.

Él caminó buscando a la chica pero no encontraba nada, quiso


ver en las habitaciones pero Simone apareció de la nada. Tenía lágrimas
en sus ojos rojos y amenazaba a Félix con las mismas tijeras que había
traído Garrett.

—¿Qué haces? ¿Estás loca? —preguntó Félix.

—Apártate de mí, aléjate —lloraba Simone a gritos.

Estaba asustada y paralizada de miedo. En su mente sólo


pensaba en alejarse de allí; bajo los efectos de la magia de Félix tenía
visión doble por momentos, y algunas palabras del guardián se
escuchaban a lo lejos, pero no bajaba las tijeras.

—Simone, cálmate. No tienes que asustarte de mí. Yo te salvé.

66
Félix estaba asombrado de esta actitud, ella estaba aterrorizada
de él, el que había bajado desde el inframundo para protegerla. Haría
cualquier cosa por ella, menos lastimarla, y allí la tenía paralizada de
miedo frente a él.

—No, claro que no. Tengo el cuello casi rebanado, esos chicos
iban tras de ti, quisieron matarme porque estaba contigo. ¿Vendes
drogas o algo? —exclamó Simone apuntando a Félix con las tijeras
obligándolo a retroceder cada vez más.

—No, ellos no me quieren a mí…

—No me importa, apártate de la puerta. Hazlo o te llevaras esto en


el pecho, lo juro —gritó Simone con un llanto ahogado.

Félix la dejó salir, luego recapacitó y la tomó por la cintura, ella se


pegó la vuelta y sin más le clavó las tijeras en el pecho.

—Ah —gritó al ver el gesto de dolor del guardián.

—¿Estás loca? —dijo él quitándose las tijeras con un gesto de


dolor, pero no había sangre en exceso, por el contrario.

—¿Qué eres? Suéltame —Simone tiró las tijeras y ahora miraba a


los ojos a Félix. Él la tomó de la nuca para besarla, al principio contra
su voluntad pero después ella lo siguió con la misma intensidad.

Había dejado alguna que otra mancha de sangre en el rostro de


ella, pero no importaba.

—El que te ama sin más. Eso soy.

67
Capítulo 9: Seguidores de Apolo
—¿Estás más tranquila? —sonrió Félix tocando su rostro.

—Algo así. No puedo creerte, no puedo.

—Sí, bueno, tienes la prueba de las tijeras. Yo no puedo creer que


me clavaras eso —respondió el guardián con aire divertido.

—Esto no es un chiste, Félix. ¿Por qué me quieren esos tipos?

—La historia es demasiado larga y, pues, intensa…

—Tengo todo el tiempo del mundo para escucharla.

Simone tenía esa expresión molesta y disgustada para con el


guardián. Félix quería decirle la verdad, y tendría que hacerlo, la
cuestión era cómo.

—Sigo esperando —dijo Simone cruzada de brazos sobre la


mesada.

—Muy bien, mmm, ¿cómo decir esto…?

—Con palabras, empieza ya.

—Vale, Simone, tú estás… muerta. La razón por la que esos tipos


te querían no es otra sino porque Hades te reclama.

—¿Tú crees que soy estúpida, verdad? —preguntó ella bajándose


de la mesa y dirigiéndose hasta la puerta.

Félix la detuvo poniendo su mano contra la puerta, a pesar de


que ella lo empujaba a un lado para que pudiera abrirla.

—Quítate —le gruñó Simone dándole un caderazo que hizo reír al


guardián.

—Simone, es peligroso que salgas sola…

—Pues sígueme, me vuelvo a casa.

Ella entró a la camioneta de Félix, éste se quedó viéndole desde la


acera con esa expresión risueña.

—Bueno, entra… Necesito que me lleves.

—No voy a llevarte a ningún lado. ¿Planeas ir a tu casa con ese


corte en el cuello?

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Ella frunció el ceño molesta y finalmente bajo del coche luego de
un minuto o dos.

—¿Por qué mentiría con algo tan poco creíble? Todo lo que digo es
cierto…

—¿Cómo? ¿Entiendes que no tiene sentido? —ella esquivaba a


Félix, que caminaba en reversa frente a ella.

—Bueno, tú misma lo comprobaste.

Félix se abrió la camisa, claramente tenía el corte hundido en el


borde del corazón, pero aun así nada pasaba ni tampoco pasaría,
porque Félix no muere.

—Me asustas.

—Hey, no fui yo quien me clavó las tijeras.

Simone lo empujó y caminó hasta adentro de la casa, Félix


cambio esa expresión divertida ya que para ella era demasiado todo
esto.

—Lo lamento, no vuelvo a actuar como un idiota —se disculpó—.


¿Por qué lloras?

—Por esto, por lo de las tijeras, te juro que preferiría que la policía
viniera por mí culpándome de homicida a que estés aquí parado frente a
mí mostrándome la herida que no te hizo nada en lo absoluto.

Furiosa, Simone se sentó de piernas cruzadas mientras dejaba


correr las lágrimas por sus mejillas. Él la siguió.

—Estoy muerto, lo lamento pero no soy como tú —dijo Félix.

—Eso es una idiotez.

—Es cierto. ¿Cómo explicas eso?

—Ya no quiero ver eso, Félix.

—La cosa es que te salvé de morir… Pero ahora todo es diferente,


es decir, los tipos de la feria tienen que llevarte a donde perteneces.

—Pues déjalos que me lleven —sonrió como si no le importara.

Simone no le creía una sola palabra al guardián, se sentía


estúpida por haberse expuesto a esto, es decir, si hubiera estado con
sus amigos no estaría metida en este embrollo.

69
—No, ese es el punto. No puedo permitirlo.

Él se acercaba a sus labios pero ella se puso de pie y eso hizo a


Félix sentirse rechazado.

—Estás loco…

—Por ti… Sí, bueno, Simone Walker, la niña de todas las


respuestas, tú explica todo esto... Por favor, dime que es lo que pasa
aquí.

Félix se puso de pie y se dirigió hasta ella, que estaba apoyada


contra la pared con los ojos llorosos.

—Yo, no sé… no sé qué decir o qué pensar —musitó la chica.

—Pues más te vale creerme, estarás bien. Lo prometo.

—Cállate —ella lo abrazó, simplemente tenía miedo y la voz de


Félix sonaba tan verdadera que si no fuera porque todo sonaba estúpido
le creería.

Por la puerta entró Garrett con muchas bolsas de la tienda de


abarrotes, Félix tomó a Simone por la mano y la llevo hasta la cocina.

—Te prepararé algo rico, ¿te gustaría eso? —preguntó dándole un


beso en la mejilla.

—Si, eso sería… genial.

Simone abrazó a Félix por la cintura y se quedó allí un rato hasta


que Garrett entró por la puerta.

—Hola, soy la gárgola —sonrió estrechando la mano de Simone.

Ella puso una sonrisa en su rostro inflamado por el llanto.

—¿Gárgola?

—Sí, pero en tierra soy simplemente Garrett. Lamento lo de tu


cuello, pero te curé con un poco de ayuda mortuoria, estarás como
nueva en un par de horas.

Por momentos Simone sentía que todo esto era una de esas
bromas con cámaras ocultas y toda la cosa, claro que no era así ni de
cerca.

70
—Creo que iré a descansar. Luego puedes llevarme a casa por la
mañana, mi mamá va a ir y, pues, quiero estar allí —dijo Simone
levantándose luego de cenar.

—¿Luego de la escuela? —preguntó Félix con una sonrisa.

—Vale, eso estará bien.

Garrett miró al guardián, quien tenía esa mirada de pesar en sus


ojos.

—Casi la matan hoy. ¿Te das cuenta de eso? —preguntó.

—Claro que sí, pero ¿qué puedo hacer? Nada, más que aceptarlo.

—No necesariamente, es decir, puedes buscar ayuda. Con los


demás.

—No, no me atrevería. Creo que guardo la esperanza de que


Hades desista. Simplemente no me animo a hacer algo así —gruñó Félix
con los ojos abiertos.

—Así las cosas se equipararían, ni siquiera tienen que ser ellos,


sus guardianes bastarían. Si no pides ayuda, esto solo es prolongar la
tortura, Simone morirá.

—Sh, ella está aquí.

Garrett se llevó una mano a su frente con aire cansado y caminó


hasta el otro lado de la mesa para sentarse junto al guardián.

—Escúchame, si sigues enfermándola, ella se muere; si la dejas a


su suerte, muere. Está muerta en vida, no podemos contra esto.

—No sé qué decir, ni qué hacer. ¿Qué te hace pensar que nos
apoyarán?

—Sé quienes sí lo harán, los del norte. Y los de Apolo,


simplemente por el odio hacia Hades. Eso es seguro, ¿qué dices?

—¿Qué, qué digo? Es un viaje largo hasta Canadá. ¿Cómo hago


para llevarme a Simone de aquí? Ella no me cree, y mucho menos
dejará a su madre sola.

—Pues hazla entender, creer, lo que sea. Voy a ir hasta Canadá,


sé que viven en tierra por x razón, les pediré ayuda. Tú mientras no
puedes despegarte de ella.

71
—No lo haré. ¿Crees que nos ayuden? Sólo somos los que
estamos.

Félix dudaba que Garrett consiguiera ayuda para enfrentarse a la


voluntad de Hades.

—Tengo buenas sensaciones, creo que por eso mismo nos


apoyarán —sonrió la gárgola haciéndose polvo.

Apolo, enemigo del dios de la muerte, poseía a sus guardianes en


la tierra ya que él no vivía en el Olimpo. Félix conocía en persona a dos:
a Circe, dotada con el poder de los oráculos, y a Dion, dotado con el don
de la verdad y la profecía. A los otros cuatro sólo los identificaba por sus
nombres y sus dones.

Dyna poseía el don de la curación y la medicina, Evan era experto


en tiro con arco, Cosmo tenía don con la música y las artes, y por
último Nirvana con el don de la luz y el sol.

—No te tardes —rogó el guardián mientras la gárgola desaparecía


del todo.

Garrett se materializó frente a la vieja casona abandonada entre


el bosque Canadiense. La nieve cubría todo a su alrededor.

La gárgola corrió hasta la entrada, una vieja puerta de madera antigua


con un dragón como pórtico.

En la entrada apareció Circe, una mujer dotada de belleza al


extremo, de grandes ojos azules apagados, largas pestañas, dientes
filosos y sonrisa amplia, contextura delgada y pelo marrón ondulado.

—Espero ser bienvenido, ruego su ayuda —musitó Garrett con su


forma de Gárgola.

—No recibo en mi casa a criaturas creadas por el maligno —


declaró la guardiana.

—Y haces bien, pido vuestra ayuda, hay vidas en riesgo.

La puerta se abrió de par en par y apareció por ella Dion, un


joven de ojos marrones, pelo rubio dorado hasta los hombros,
musculoso y alto, de facciones marcadas, uñas largas y finas.

—Dion, por favor. Escúchenme, se los ruego.

Circe miró a su compañero, ambos vestían como mortales.

—Es sincero, déjalo entrar —dijo Dion dándose la vuelta.


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Circe caminó hacia adentro, por dentro parecía una casona
abandonada. Estaba todo cubierto por polvo, no había
electrodomésticos ni muchos muebles, pero sí muchas pinturas
hermosísimas, alfombras de colores bohemios, velas por doquier, y
muchas habitaciones.

Los otros cuatro estaban sentados en una gran mesa de piedra


junto al fuego, cuando Circe y Dion invitaron a pasar a Garrett todos se
le quedaron viendo.

—Una mortal, si no me equivoco —sonrió Circe—. Sabía que ibas


a venir, solo que no entendía cuándo, ni por qué.

—Su nombre es Simone, el amor de mi amo. Su alma es


reclamada por Hades. Los desertores… ellos están en la tierra.

—¿Qué? Odio esas cosas. No deberían bajar nunca de su agujero


—musitó Nirvana molesta.

Al tener un don con la luz, los desertores le provocaban repulsión,


ya que tenían ventaja sobre ella si no tenía precaución.

Nirvana, de piel morena, una cara de rasgos somnolientos y


cansados, era una persona muy taciturna, de esas bohemias.

—Mi señor quiere contar con ustedes para poder tener a la mortal
a salvo.

Circe miraba a Garrett con detenimiento, de vez en vez esbozaba una


sonrisa como si lo que pidiera fuera una locura.

—Déjenme ver si entiendo, ¿quieres a un chica inmortal?

—Exacto, es mi plan… Alejarla del Mortorium, no es un lugar


para Simone.

—Es un lugar para los muertos, ¿no? —sonrió Cosmo.

—Si la conocieran, sabrían que vale la pena luchar por esto.

La actitud de los guardianes frente a esto era la indiferencia,


realmente odiaban a Hades, a sus guardianes y a los Desertores. Si
fuera por ellos los acabarían, pero no estaban dispuestos a gestionar
una guerra entre dioses, guardianes, mortales y criaturas mágicas por
la mortal.

—Esta no es nuestra guerra —determinó Circe, los demás


asintieron.

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Garrett sonrió mientras se ponía de pie, había fracasado y sin
ayuda de los poderosos no había muchas formas de salvación para la
chica.

Se dirigía hasta la puerta cuando Circe dio un grito agudo


llamando la atención de la gárgola, ya convertido en su forma humana.

—Circe, ¿qué tienes?

La guardiana cayó en los brazos de Cosmo, al parecer esos


oráculos le provocaban un dolor punzante en la cabeza.

—La chica, es esta… —gesticuló con dificultad.

Ella levantó sus manos y lanzó al aire una burbuja de humo que
al tocar el suelo se transformó en Simone, ella simplemente reía o
sonreía.

—Es la chica de la visión de Dion, ¿No? Es con quien sueña…


Siempre.

—¿Qué?

Garrett no entendía por qué esto cambiaba todo, tampoco


comprendía cómo funcionaba el don de Circe; lo que sí supo fue que, si
alguna vez ellos pensaron en hacerse a un lado, ahora todo era
diferente. Simone Walker significaba algo para ellos también.

—Es mi sueño, sueño con ella siempre —musitó Dion con una
sonrisa hacia la chica—. Si Hades la quiere, que venga por ella.

Dion soñaba con alguien, alguien que pudiera traerle paz.


Conocía a esa mujer, solo que no sabía que existía hasta ahora.

— ¿Eso es un sí? —preguntó Garrett con un brinco de alegría.

—Desde luego que sí, Simone —sonrió Dion mirando el recuerdo con
una paz y armonía única.

Aunque a Garrett no le gustó que quisieran ayudarlos sólo porque Dion


estaba interesado desde hace mucho en la mortal, mortal que no
conocía hasta ahora, no estaban en postura de desaprovechar ayuda,
de hecho estaban desesperados.

74
Capítulo 10: Intentos Fortuitos
—Hola, buenos días —sonrió Félix mientras Simone se levantaba
del sofá cama.

—Hola —respondió ella un tanto distante.

—Veo que seguimos en el plan de la indiferencia, ¿no?

—¿Vas a llevarme al campus o le pido a Crono que pase por mí?


—preguntó Simone levantándose rápidamente.

—Claro, te llevaré yo, ¿quién quiere a Crono?

Ella simplemente se dirigió al baño para cepillarse el cabello, que


terminó atando en una coleta. Félix la miraba con una sonrisa desde la
puerta.

Garrett apareció y Simone pegó un gritó al verlo convertido en


una gárgola.

—Era de verdad —susurró agarrando a Félix con fuerza por la


cintura.

—Todo lo que te digo es verdad —sonrió Félix besando su


cabeza—. Jamás te miento.

—Bueno, en estos casos preferiría que lo hicieras, en realidad —


respondió la chica.

—Lo logré, tenemos que partir para Canadá, ahora —sonrió


Garrett de manera victoriosa.

—Gracias a Apolo —sonrió Félix abrazando a Simone, que parecía


confundida y no le gustaba lo que oía.

—¿Por qué Canadá? ¿Qué pasará con la universidad? Félix, eres


mi compañero, Carry ya tiene uno —dijo la chica con las manos sobre el
pecho de Félix.

—En realidad, tú también vienes —sonrió el guardián.

Simone se le quedó viendo con los ojos abiertos, no iba a dejar


América por nada del mundo, menos con alguien a quien apenas
conocía.

—No, ni lo pienses, jamás. ¿Acaso has perdido la poca cordura


con la que cuentas?

75
—Si te quedas aquí los desertores van a acabarte. ¿Qué es lo que
quieres, eso? —preguntó Félix cansado.

—Quiero que actúes como una persona cuerda por un momento.

Simone tomó su bolso y salió de la casa, caminó y caminó con


Félix siguiéndole. Ella pretendía que no lo notaba, de hecho tomó su
teléfono para hablar con Crono.

—¿Puedes venir por mí? Es urgente, voy tarde… Calle WallDust


1233.

—Eso es muy inmaduro —musitó Félix sonriente.

—Deja de seguirme por favor. No te molestes en aparecer, pediré


un cambio de compañero para la clase de O’Connor.

Simone actuaba como una niñita malcriada pero sólo lo hacía por
el miedo que sentía, una parte de ella le decía que todo aquello era
verdad, inclusive su corazón sentía que Félix era algo más para ella que
un simple lunático con historias carentes de lógica. Había algo más allí,
solo que su mente cerrada a lo inexplicable no le dejaba comprender.

Ella se sentó en la calle, Félix lo hizo también; ella pretendía que


no lo notaba, de hecho se puso los auriculares de su celular y todo era
inexistente para Simone.

Al cabo de unos minutos, tal vez diez, Crono aparcó su auto


rápidamente tocando el borde de la calle. Simone quiso subir de
inmediato, pero se detuvo en la puerta cuando el moreno se bajo del
coche totalmente furioso.

—Mejor aléjate de Simone, no sé qué le dices pero detente.

Félix se puso de pie, tenía una sonrisa en su rostro, sonrisa que


no le gustó a Crono.

—¿Qué es tan divertido? Es la segunda vez que escuchó esa voz


de decepción en ella, y qué casualidad que acaba pidiendo mi ayuda
ante los embrollos en la que la metes.

—Crono, por favor. Voy tarde —dijo Simone tirando de la


chaqueta Dior de él.

—Quizás le gusta estar conmigo. ¿No se te ocurrió pensar en esa


posibilidad? —musitó Félix dándole un pequeño empujón.

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—Y después debe ser que se da cuenta que está con un perdedor,
por lo que mejor se va, ¿no?

—Ya, basta. Tú llévame lejos de aquí —gruñó Simone molesta por


esta pelea digna de niñitos de kínder.

—Ven —sonrío Crono poniendo una mano en la cintura de


Simone.

Félix caminó de vuelta por su coche e intentó seguir al carro de


Crono, pero no pudo hacerlo.

En la carretera Simone no hizo caso a todos los comentarios que


intentaban sin más desacreditar al guardián, tales como:

—Creí que tenías mejor gusto, Simone. Ese perdedor, ¿en serio?

—Solo limítate a conducir, te lo suplico —exclamó ella poniendo


su rostro contra el vidrio.

En eso se sintió un bocinazo del coche de atrás, Crono miró por el


espejo y no entendió el porqué. A Simone le hizo un vuelco el corazón al
reconocer a la conductora y a su acompañante. Se trataba de Willo y
Luka.

—Mejor acelera —exclamó Simone nerviosa.

Estaban en plena ruta y sólo había dos carriles, no había tráfico


en lo absoluto al ser tan temprano.

Su coche, una trafic blanca con vidrios polarizados, seguía


tocando la bocina al BMW. Crono simplemente le hacía señas obscenas
por el espejo retrovisor, pues llevaban una buena velocidad y también
podía rebasarlos, claro que ella entendió de inmediato que estaban en
problemas, que no querían rebasarlos ni que fueran más de prisa.
Llegaron hasta una curva y se encontraron con otra trafic, igual a la de
atrás sólo que negra.

—Maldita sea —gritó Crono y Simone se puso el cinturón


rápidamente.

El BMW no fue capaz de frenar e impactaron contra la trafic


negra. Una maniobra de Crono hizo que el auto terminara dado vuelta a
un costado de la ruta.

Simone estaba consciente, pero que tenía un corte en la cabeza


muy profundo y estaba algo mareada. Por el espejo logra ver bajarse

77
con rapidez a Willo y a Luka, ambos con las dagas en sus manos,
vistiendo la misma ropa de anoche.

—Veo que el guardián te ha dejado sola, hermosa —sonrió Luka—


. Sé que eres un encanto.

Simone empezó a correr con desesperación, el impacto la había


dejado cojeando de una pierna, pero aun así intentó llegar lejos.

Crono estaba desmayado aun dentro del coche. Willo corrió hasta
Simone, la alcanzó y la derribó con facilidad.

—Déjame por favor —sollozó Simone, ya que Willo empezó a


acercar la navaja hasta ella.

—Oh, ¿cómo deja Félix que su hermosa Simone ande por allí
sola? ¿Sabes cómo nos facilitas las cosas? Hades estará deseoso de
verte, no hay que hacer esperar al señor de las tinieblas.

La desertora alzó el cuchillo hacia el aire, estaba a punto de


matarla. Simone cerró los ojos con sus manos sobre ellos, ella era
incapaz de defenderse, la tenía atrapada por las piernas, se sentía
mareada, golpeada y moribunda. Estaba hecho.

—¡Ah! —Willo se pegó la vuelta para encontrarse con Félix.

Estaba parado sobre el auto en cuclillas, otra vez usó su magia en


Simone y ella quedó desmayada en el acto. Esa magia que el guardián
usaba en ella era en exceso peligroso para su cuerpo, pero le acababa
de salvar la vida de nuevo.

—Maldito —gritó Willo arrojándole la daga, que fue directo hacia


el pecho del guardián. Con rapidez, éste cambió el rumbo de las cosas y
se lo devolvió, quedando atascado en su brazo derecho.

Félix saltó desde el auto volcado, hasta Simone, la abrazó e hizo


una mueca de disgusto mientras se quitaba un poco la camisa para
limpiar su sangre.

—Será mejor que se larguen, ahora —grita Félix furioso.

—Estamos haciendo nuestro trabajo, pero mejor, la acabarás tú


mismo —río Luka al ver como Simone lloraba de dolor por la magia de
Félix.

—Maldito, vete de aquí. Y tengan cuidado porque tenemos el


apoyo de los del norte, los mismos guardianes de Apolo están de
nuestro lado —gruñó Félix limpiando las lágrimas de Simone.

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—Félix —sollozaba ella en su pecho.

—Sh, tranquila —la consoló el guardián—. Todo está bien, mi


amor.

Los desertores miraron la escena con placer. Simone, al límite de


lo que un humano puede soportar, era tan frágil como una rosa, igual
de hermosa y delicada, y el guardián estaba dispuesto a mantenerla con
vida. Ahora las cosas se equipararían teniendo la ayuda de los
guardianes de Apolo.

—No te conviene meter a Apolo en esto, desencadenarás una


guerra sanguinaria sólo por ella. ¿Crees que lo vale? Sabes que su alma
le pertenece a Hades —sonrió Luka mirando a Simone. Ella seguía
llorando junto a Félix.

El guardián llamó a Garrett, quien apareció rápidamente junto al


BMW y corrió hasta Simone.

—Deja eso, Félix, estoy seguro que no se atreverán a siquiera


intentarlo ahora —musitó Garrett obligando a Félix a parar la tortura a
la que sometía a Simone.

—Informaremos de esto a Hades. Si quieres guerra, Félix, eso


tendrás. Sólo entiende que tú puedes enfrentártenos, pero siempre
pertenecerás a nosotros.

Ambos volvieron a sus coches, Luka hizo desaparecer la trafic


negra y prontamente todo pareció un simple accidente de un joven que
estaba alcoholizado, ya que Willo tomó una botella de Vodka y la volcó
sobre Crono.

79
Capítulo 11: Mentiras Piadosas
Los desertores desaparecieron rápidamente. Simone despertó
gritando despavorida, tenía en la cabeza ese tajo profundo que Garrett
había cerrado para que no fuera peligroso para ella, intentando que no
resultara poco creíble debido a como había quedado el BMW.

—Estas bien, tranquila —musitó Garrett mientras ella se ponía de


pie y corría hasta el coche de Crono.

—Crono, despierta, te lo ruego —lloraba Simone, quien pudo


sacarlo del carro con ayuda de Félix.

Crono tenía un corte en la nuca y estaba inconsciente. Tenía


muchos moretones y hematomas, pues el impacto para él fue peor al
estar detrás del volante.

—Estarás bien.

Simone tenía su cabeza apoyada sobre su regazo, las lágrimas


brotaban de sus ojos, aún se sentía muy mareada por la magia negra de
Félix.

—La ambulancia vendrá pronto. ¿Quieres que llame a su familia?


—preguntó Félix tocando el cabello de Simone como un simple gesto
para tranquilizarla.

—No, no sé los números —respondió ella con un gemido ahogado


por sus lágrimas.

Al cabo de unos 20 minutos más la ambulancia llegó, cargó a


Crono dentro al igual que a Simone. Esta vez ella rogó a Félix y a
Garrett que vinieran con ella.

—Todo estará bien —musitó Félix tomando la mano de Simone,


que no dejaba de mirar a Crono en la camilla donde había sido atado
con el arnés y todo el circo. Estaban por subir cuando ella se detuvo en
seco dándole un susto al guardián.

—Iré contigo a Canadá con los otros. No soportaría saber que


pongo en peligro a mis familiares o amigos porque ellos me quieren —
lloró Simone arrojándose a los brazos de Félix.

—No quiero nada malo para ti, me he encargado toda mi vida de


evitarte esto, pero fui descubierto, traicionado sería más apropiado de
decir —sonrió Félix y la besó.

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Los dos subieron dentro de la ambulancia, ella tenía su cabeza
apoyada sobre el hombro de Félix y Garrett estaba sentado frente a
ellos.

—¿Qué le dirás a tu madre? Es decir, ¿te dejará ir así como así?


—preguntó Garrett, quien mantenía su cabeza contra sus rodillas.

—Haré que vuelva a Inglaterra por un tiempo, con papá. No creo


que tenga problemas, le haré creer que viviré con Carry —musitó
Simone poniéndose de pie para abrazar a Crono.

Félix miraba con recelo esa actitud de su chica con Crono, pero
era absolutamente entendible, estaba así porque los desertores habían
intentado ir tras ella. En cierta manera quizás era eso lo que necesitaba
para creerle a Félix, para tomar conciencia de que estaba en peligro
todo lo que conocía.

—Creí que tus padres estaban divorciados —dijo Garrett y Félix lo


miró como si fuera la persona más entrometida e inoportuna.

—No, no lo están. Papá trabaja en Inglaterra y yo soy inglesa,


pero mi madre es americana y extrañaba a su familia. Pero se aman,
siguen juntos casados.

—No es el momento ahora —musitó entre dientes el guardián


hacia Garrett.

Una vez que llegaron al hospital, notaron que Carry había


aparcado su coche junto al de Marco. Simone corrió a sus brazos.

—Por dios, ¿qué les ha pasado? —preguntó Carry abrazando a su


amiga.

—Creo que… Conducía ebrio —respondió Simone llorando, no por


lo vivido sino porque era como había sido expuesto a los enfermeros.

Ya que las trafics habían desaparecido y Willo había cambiado el


choque de la trompa del BMW, a ojos humanos el carro había sido
volcado en una curva tomada a velocidad elevada por un adolecente
ebrio.

—Oh, por dios. No puedo creerlo —exclamó Mirco abrazando


ahora a Simone, que no paraba de llorar por tener que decir estas
mentiras tan horribles.

81
—Sus padres ya lo saben, bueno, le dije lo que me dijiste, no lo de
conducir alcoholizado. ¿Por qué estaría ebrio a estas horas de la
madrugada?

—No, no lo sé, Carry… No lo… noté.

Félix se acercó e hizo entrar a Simone dentro del hospital, ya que


estaba destrozada por como hacía quedar a Crono, que sólo había
tenido la buena intención de ayudarla.

—No puedo creer que diga estas cosas, me siento una mierda —
gruñó Simone limpiándose con furia las lágrimas.

—Aun si tú no las hubieras dicho, es el punto, es decir, Willo se


encargó de que todo quedara así…

—El doctor quiere verte, ¿Simone? —preguntó la enfermera, una


rubia teñida y flacucha.

—Sí, iré ahora —dijo la chica tomando la mano de Félix.

Éste la abrazó y Garrett caminó junto a ellos hasta el consultorio.


Crono necesitó de 31 puntos en la cabeza para quedar bien, además
tenía el brazo quebrado.

—Es un milagro que estés bien, Simone. Obviamente estás herida


pero no necesitas suturas, estás muy débil y nerviosa pero es propio del
impacto, naturalmente. ¿Hay algo que recuerdes del accidente? Michael
asegura que no estaba ebrio, ¿tú qué dices, Simone? ¿Miente?

—Ella no recuerda nada —se apresuró a decir Félix. El doctor lo


miró pidiéndole que la dejara responder a ella.

—Yo, no… recuerdo un choque —musitó ella hundiendo el rostro


en el pecho de Félix.

—Entonces es probable que simplemente se tratara de un


adolecente ebrio.

—Eso creo —determinó Simone con el rostro inexpresivo—. Si


todo está bien quisiera irme, ya tuve demasiado por hoy.

Los tres salieron del consultorio, a la salida se encontraron con la


madre de Crono y con su padre, el decano Webber.

—Oh, Simone, no nos han dejado ver a Michael. ¿Está bien? ¿Es
cierto que conducía ebrio?

82
La madre de Crono era una mujer sumamente refinada, se vestía
y actuaba como las clásicas estiradas. Claramente estaba horrorizada
por lo que oía de su hijo, y mucho más por la prensa que tendría este
terrible accidente.

—Pues, Crono está bien, pero creen que estaba ebrio y que por
eso volteamos —respondió la chica—. Si me disculpan, iré a verlo.
Luego les pediré a los enfermeros que les den unos minutos.

Caminaron por los pasillos, a sabiendas de que Crono estaba


despierto. Félix iba a entrar con Simone pero esta le pidió que no lo
hiciera, por lo que se sentó en las sillas de afuera junto con Garrett.

—Hola —saludó Crono con una sonrisa—. Por favor dime que
estás bien.

A ella le rompía el corazón verlo con la cabeza vendada cuando


sabía que todo esto habría sido perfectamente evitable de no ser por sus
caprichos.

—Estoy bien —musitó ella besándole la frente.

—Perdóname, no sé qué me pasó. He de haber estado muy ebrio


porque ni siquiera recuerdo la trafic —musitó Crono entrecerrando los
ojos.

—Por favor, te suplico que no digas más —sollozó Simone—.


Tengo entendido que te dejarán… salir pronto. Llamaré a tus padres,
están ansiosos de verte.

Simone salió de la habitación y Félix la abrazó con fuerza, pues


lamentaba como había acabado todo.

—Lo lamento, en verdad que sí —musitó el guardián besando a


Simone en la frente.

—No, tú intentaste advertirme, yo fui la estúpida terca.

Félix y Simone se dirigieron hacia el aeropuerto por dos boletos, al


día siguiente se largarían de Rhode Island para ir hacia Canadá junto a
los demás guardianes del dios Apolo.

—Dos boletos por favor, hacia Canadá —musitó Félix con desgano
a la azafata.

—¿Qué provincia? —preguntó esta con una sonrisa al ver que se


trataba de un cliente muy apuesto en verdad.

83
—Nunavut, Victoria.

Garrett le dio a Simone un café latte, pues la chica estaba totalmente


devastada sin lugar a dudas.

—Muy bien, su vuelo sale mañana por la mañana. ¿4 a.m. está


bien?

—Claro que sí, es perfecto. Y uno para Londres, para hoy mismo
si puede ser…

—No, tenemos uno para mañana por la tarde, 5 horas. ¿Eso


sirve?

—Supongo que sí, si no hay de otra… Quizás usted pueda


mejorar este percance.

Félix sonrió a la mujer, que se ruborizo ante la galanura del


guardián. Finalmente consiguió uno para esa misma tarde, por lo que
Simone podría tener la casa libre para empacar.

—¿Estás mejor? —preguntó Félix abrazando a Simone con fuerza.

—Sólo quiero partir al norte, ¿seguro que ellos nos protegerán? —


preguntó ella quitándose las gafas de los ojos rojizos.

—Si, son amigos míos. Además yo te protegeré, créeme —Félix


tomó su mentón y la besó—. Te amo.

En el coche llegaron rápido hasta la casa de ella, Simone se bajó


junto con Félix. Su madre había llegado, y Garrett iba a ser quien
sostuviera las mentiras que sacarían a Maci de América.

—Por dios, recién llego, tuve un retraso. ¿Estás bien? Jamás te


vuelvas a subir al carro con Crono.

—Mama, no pasó nada… Bueno, me refiero a nosotros dos, y...


mejor déjalo así. Ten, es tuyo, papá te invitó a Londres.

—¿Qué? —apareció una sonrisa en el rostro de Maci—. ¿Qué hay


de ti?

—Me quedo con Carry en su casa, es decir, me quiero quedar aquí


en Rhode Island, no puedo irme con la universidad y todo. De vez en
cuando pasare por allí por si acaso, estaré bien, yo le dije a papá que no
iría hasta las vacaciones de invierno. ¿Entiendes?

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Simone intentaba hacer sonar todo genial con su mejor energía
posible, cuando lo cierto era que estaba devastada por todo lo que debía
enfrentar, y por lo que aún no conocía de su propia historia.

La madre de Simone se negaba a partir debido al accidente, pero


Garrett llamó a la casa fingiendo ser el padre de Simone, y le dijo que la
necesitaba, que era una urgencia, etc. Al final accedió.

—Ten, no olvides el pasaje, el vuelo sale en hora y media —


exclamó Simone con una sonrisa forzada.

Cuando ella salió por la puerta entró Garrett, y empacaron con


rapidez la ropa de Simone en las maletas que ella bajó de arriba de su
closet.

—Aún no me creo que me haya accidentado y mi madre no se


preocupe por eso —gruñó Simone molesta—. Es decir, Crono está en el
hospital, tengo un tajo en la cabeza que ha desaparecido, pero no lo
entiendo.

—Sí, creo que Garrett puede explicarte eso. ¿Verdad, amigo? —


sonrió Félix.

Simone miró a la gárgola, que hizo una sonrisa tímida puesto que
tenía poderes, poseer la mente de los humanos era uno de ellos. Maci
jamás dejaría a su hija sola, mucho menos viendo lo devastada que
claramente estaba.

—Eso tiene mucho más sentido, pero ¿cómo funciona eso?

—No, no recordará eso del accidente, nada en lo absoluto. Lo que


menos necesitamos es que tus padres estén a tu lado… Bueno, es decir,
sería peligroso —se corrigió Garrett ya que Simone se pegó la vuelta un
tanto molesta por esa acotación.

—Ni siquiera se preocupó por su trabajo, me sonó todo muy raro.

—¿Quieres dormir unas horas? Hasta que sean las 4 —preguntó


Félix abrazándola.

—No podría dormir aun si así lo quisiera. Crono salió del hospital,
y todavía no me creo todo esto… Pero es mejor ni siquiera hablarlo.
¿Qué saben de estos tipos que nos hospedaran?

—Son guardianes, como Félix, sólo que del dios Apolo. Viven en
tierra porque no pueden hacerlo en el Olimpo —explicó Garrett
mientras descongelaba una pizza y la metía en el horno—. En realidad

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son buena gente, es decir, tienen dones relacionados con las profecías,
las artes, la naturaleza… Son enemigos de los de Hades, por razones
obvias.

—¿Por qué nos ayudan? Es decir, se puede ver que soy un


problema grave, ¿qué les hace querer ayudarnos? —preguntó Simone
mientras tomaba una rebanada de la caja.

—Mm, simple camaradería…

—Esperemos a que sí —gruñó Félix, ya que sabía que Dion estaba


tan interesado como él en que Simone estuviera con vida.

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Capítulo 12: Equidades
—Hola, hermosa, me temo que debes despertar o llegaremos tarde
—sonrió Félix, quien se había acostado al lado de Simone.

—Vale, me levantaré —musitó ella tomando sus botas de corderoy


marrones.

Garrett subió las valijas de la chica a la camioneta y partieron,


aunque antes Simone quiso hablar con Crono, aun siendo las 3 de la
madrugada.

—¿Crees que sea una buena idea? —preguntó Félix, ya que lo que
menos quería era más altercados con el chico.

—Sí lo creo, más aun considerando que tendrá miles de


problemas por mi culpa —musitó Simone mientras entraba en la
camioneta.

Félix intercambio una mirada molesta con Garrett, ambos no


querían hacer más que largarse de América, irse de allí para poder
respirar lejos de los Desertores. Garrett no tomaría el vuelo, usaría su
poder para aparecerse directamente allá, claro que Félix tenía que
hacerlo como un mortal, tomar un vuelo y recién poder viajar hasta
Canadá.

—¿Crees que podrás bajar? Quiero despedirme… es que viajo a


Inglaterra de vuelta, por unas semanas. Estoy abajo, no puedo tocar el
timbre —dijo Simone por teléfono.

—Vale, bajaré…

Al cabo de un minuto se sintió como el cerrojo se abría y por la


puerta apareció Crono, tenía un brazo enyesado y el labio partido.

—Hola, hermosa —sonrió al verla.

Ella lo abrazó con fuerza, a él no le importo el dolor de sus


heridas.

—Me despido, no digas nada a nadie de esto por favor —le suplicó
Simone con las lágrimas en sus ojos, pues más allá de que siempre le
incomodó que Crono tuviera intenciones con ella siempre había sido su
mejor amigo y había estado para ella siempre que lo necesitó.

—Te extrañaré. ¿Voy a poder llamarte, no? —preguntó limpiando


las lágrimas de Simone con su mano sana.

87
—Claro, lo haremos a diario —sonrió ella besándolo en su mejilla.

—Te quiero mucho. ¿Lo sabes no? —preguntó Crono besando su


cuello.

—Claro que sí, y o a ti —respondió Simone y luego sintió un


bocinazo de Félix—. Creo que tengo que irme.

—¿Qué hace él aquí? —preguntó el serio.

—Me llevará al aeropuerto, es un amigo… Creo.

A Crono no le gustó el tono en que Simone dijo “Amigo”, pues se


notaba que era algo más para ella.

—Cuídate, bonita —sonrió Crono mientras Simone corría


escaleras abajo hasta la Toyota.

Ella saludó con su mano antes de entrar en el coche. El


aeropuerto quedaba a 20 minutos de allí, tuvieron que esperar una
media hora más para poder abordar.

—Bueno, aquí es donde nos separamos, amigos —sonrió Garrett


abrazando a Félix y luego a Simone—. Estás en buenas manos, créeme.

—Lo sé —sonrió Simone tomando la mano de Félix y éste la


abrazo con fuerza.

Acto seguido la gárgola caminó como si se dirigiera hacia la salida


mientras se iba evaporando cada vez más hasta que ya no hubo nada
que ver. Simone miró eso asombrada, le parecía hermoso y demasiado
útil.

—Será mejor ver si se apresuran —gruñó Félix tomando la mano


de ella para dirigirse hasta la ventanilla.

—Espera —dijo ella. Él la miró con una sonrisa ya que no


entendía qué tenía de malo exigir que los vuelos salieran según los
boletos.

Simone puso sus manos alrededor de su nuca y lo besó, él la


abrazó y la besó de igual manera, con una sonrisa en su rostro.

—Ps, si perdemos el vuelo, ¿a quién le importa, no? —sonrió Félix


y la volvió a besar.

—Sólo quiero darte las gracias, es la segunda vez que me salvas…


de morir —musitó Simone apoyando su cabeza contra su hombro.

88
—Te amo, no pido que lo hagas igual, porque no me conoces casi
—dijo Félix con una mueca de disgusto.

—¿Félix? Mira eso —susurró ella levantando la cabeza.

Luka caminaba velozmente seguido por Lina, sólo ellos dos. Ni


bien los avistaron sacaron dos armas de fuego y empezaron a disparar.

El caos se sembró en todo el aeropuerto, Simone echó a correr


junto con Félix. Los policías disparaban, al igual que los de seguridad.

—Por dios, esto no está pasando —gritó Simone mientras


intentaba seguirle el paso a Félix, que corría a un muy buen ritmo.

—Maldita sea, sí entiendes que no podremos tomar el vuelo,


¿verdad? —preguntó Félix. Abrazó a Simone por la cintura y tomó uno
de los corredores para protegerse de los tiros.

—¿Qué tienes en mente? —preguntó Simone con la respiración


agitada debido a la adrenalina y el miedo.

—Perdón por esto —se lamentó Félix mientras abrazaba a Simone


con fuerza ya que esta empezó a gritar.

Félix se evaporó y se llevó consigo a Simone. Rápidamente


aparecieron en la helada nieve, ella tenía esa expresión perdida en sus
ojos, por un momento parecía haberse ido del mundo. Luego de que
Félix se apartara de ella, Simone empezó a gritar y a llorar hasta que
pudo dejar todo ese dolor atrás.

—¿Qué fue eso? —gritó llorando.

—Perdón, lo lamento, no lo vuelvo a hacer, lo juro —se disculpó


Félix. Limpió las lágrimas del rostro de Simone y la besó.

Por la puerta de la casona apareció Dion, traía en sus manos una


frazada y la puso sobre ella.

—No los esperábamos aún —sonrió el chico, que con el sol de la


madrugada sobre su rostro se veía aún más apuesto.

—Dion.

—Félix, y la hermosa Simone, por supuesto —saludó éste. Tomó a


Simone en brazos, pero ella insistió en que ya estaba mejor y de hecho
caminó hasta la entrada abrazada por Félix.

Dion sonrió al guardián y los guió adentro. Les ofreció chocolate


caliente y presentó a Simone ante los demás. La impresión que ésta
89
causó fue de ser una chica hermosa, aunque eso se notaba a simple
vista, asustada y confundida.

—Ella es Nirvana —sonrió Dion, poniendo una mano en la cintura


de Simone. Ella la sacó de inmediato. Tenía miedo de todas estas
criaturas que la rodeaban, sólo saber que tenían poderes sobre los
mortales la aterraba de manera inexplicable.

—Estarás bien, nos encargaremos de eso —dijo Nirvana.

—Pues de hecho tuvimos que venir con magia hasta aquí… Los
desertores nos atacaron de nuevo —musitó Félix.

Simone se sentía un poco intimidada por las miradas penetrantes


de los guardianes. A diferencia de Félix, no parecían humanos, tenían
ese aspecto de no conocer su mundo, eran extraños y hablaban raro.
Todo en ellos le daba mala espina, pero agradecía que estuvieran
dispuestos a ayudarle ya que no quería vivir huyendo por siempre.

—Tenemos a gente que nos ayudará —sonrió Circe, de todos era


quien más intimidaba a Simone.

Quizás fuera porque la miraba con esa expresión glacial todo el


tiempo, y sus ojos azules grisáceos la hacían aún más escalofriante.

—La verdad dudo que haya gente que quiera ayudarme —musitó
Simone con una sonrisa.

—Circe no habla de humanos, sino criaturas —Dion se le acercó a


Simone, asustándole al acentuar con los ojos azules bien abiertos la
última palabra.

—¿Qué criaturas? Creí que los monstruos eran cosa de Hades,


sabes que si nos enfrentamos en una guerra próxima en eso nos gana
—preguntó Félix abrazando a Simone.

—Eso puede ser cierto, pero no tienen ni los poderes ni la


inteligencia de los nuestros, Apolo nos apoya. Sólo por mi don, estoy
seguro de que es Simone quien puede regresarlo a mí —dijo Dion
mirando con deseo a la mortal.

Félix se limito a sonreír como si eso fuera algo indiscutible,


Simone no formaba parte de la negociación ni pensándolo. Claro que no
dijo nada porque ella no lo hizo y porque por el momento los
necesitaban.

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Luka y Lina salieron del aeropuerto dejando todo como había
quedado, un desastre y un caos por doquier.

—Maldición, se la llevó el maldito —gruñó Luka apareciendo junto


a la Trafic donde los esperaban los demás.

—Creí que iba a evitar eso —río Willo. Había estado en contra del
plan desde el primer momento, pero Miro insistió en que sólo tendrían
esa oportunidad para hacerlo.

—Sigo pensando en que si se hubieran apresurado la hubieran


podido herir, así Félix no se la habría llevado, habría sido muy peligroso
para la mortal —máscullo Miro.

—Lo intentamos, no fue tan sencillo, ¿okey? —gruñó Luka


molesto.

—Lo que menos necesitamos es discutir entre nosotros —dijo


Patrio—. Volvamos al inframundo por refuerzos. Es lo que ellos están
esperando, es decir, si los del norte la protegen no podemos con sus
poderes. La única que es posible enfrentar es a la tal Nirvana, los
demás, olvídenlo.

—Tiene razón —aceptó Willo.

—Vámonos entonces, no perdamos más tiempo —gruñó Miro


saliendo del coche para evaporarse y empezar a ascender hasta el cielo.

Los cinco caminaron con su forma típica del Mortorium. Hades,


sintiendo su presencia, se apresuró, él pensaba que traían a la mortal.

—¿Y Simone Walker? ¿Dónde está, con un demonio? —gritó


Hades furioso.

—No te desquites con nosotros. Félix, ese maldito, pidió asilo ante
Apolo. Sus guardianes la protegen, no me preguntes por qué ni qué
habrán acordado, están dispuestos a ir a por todo por la mortal —
masculló Miro.

—¿Con que sí? —Hades sonrió mientras se frotaba las manos con
nerviosismo e ira.

—Necesitamos a más de nosotros. ¿Por qué no bajas? —sugirió


Lina.

—No puedo estar en la tierra, pero qué tonta —gritó Hades.

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—Bueno, danos una ventaja, no podemos traerla con toda la
protección que tiene ahora —gruñó Willo.

Hades miró a los desertores con confusión, por un momento no


supo qué hacer. Luego llamó a sus guardianes, los 3 que le quedaban,
aunque Alianza también le servía lealmente.

—Señor —musitó Seneca con su lengua de víbora.

Los demás guardianes se limitaron a hacer una reverencia ante


su dios y señor de las tinieblas.

—Van a bajar a la tierra, quiero que me traigan a Simone Walker.


Quedan a su cuidado y bajo sus órdenes mis Desertores, confío en
ustedes, busquen entre las criaturas de la tierra. Tienen sus dones, sus
poderes, mi fuerza, furia y mis bendiciones. Son mi esperanza allí abajo
—clamó Hades con una sonrisa diabólica.

Los guardianes no querían dejar el Mortorium. Alianza, al igual


que su madre, cambió su forma de sirenas a lo más semejante que
había visto relacionado a las mortales; Ariadna lo hizo igual, dejando
atrás sus ojos felinos y todas sus deformidades adoptadas. Seneca, en
cambio, se quedó como antes, hizo aparecer sobre sus hombros una
túnica negra y roja, mantenía todas sus deformidades tal cual.

Al contrario que sus compañeros, le parecía interesante tener la


bendición del dios de poder hacer lo que fuera con tal de que Simone
Walker entrara en el Inframundo.

—Yo me ocuparé de Apolo —sonrió Hades desmaterializándose y


dejando sólo sus ojos rojos como dos brazas ardientes.

92
Capítulo 13: Clan Romaníes
El castillo era muy diferente de lo que Simone estaba
acostumbrada, se trataba de un lugar lúgubre y horrible, sin un rayo de
luz. Todo era muy sucio y los pasillos eran helados.

—¿Todo bien? —preguntó Félix asomándose por la puerta de la


habitación de Simone.

—Algo, eso creo… Aquí esta helado —musitó ella, por lo que Félix
le dio su chaqueta de inmediato—. Gracias.

Simone miraba a Circe caminar por la nieve, lo hacía con los ojos
cerrados con su enorme tapado sobre su vestido de flores primaverales.

—¿Ella sabrá? Pues, si tiene el don de los oráculos, quizá pueda


saberlo —preguntó Simone esperanzada.

—Ya lo intenté, me temo que no puede saberlo porque ni el mismo


Apolo se lo puede decir —dijo Félix abrazándola por detrás.

—Creí que los oráculos podían responder lo que sea…

Simone sonrió como si dudara del don de la guardiana. Félix la


miró por unos segundos, luego puso su cabeza sobre el hombro de ella
y finalmente respondió.

—Los oráculos como Circe sólo responden a la voluntad de su


amo, Apolo no puede decir como terminara esto… pero yo sí.
Terminaremos juntos por el resto de los tiempos —sonrió Félix y la
besó.

—No sé si quiero vivir por siempre, no puedo hacerlo tampoco, es


decir, morir es parte de mí. Me temo que lo hare de una u otra forma…

Simone levantó el mentón de Félix, ya que este miró hacia el suelo


decepcionado por lo que ella decía.

—Dion ha pensado en eso, sólo hará enfurecer más aun a Hades,


pero no me importa. Sé que no lo entiendes aunque me sigues en todo,
pero eres todo para mí, Simone, tú eres mi vida, lo único que tengo. Si
te llego a perder, me quedo vacío —musitó Félix con la voz quebrada y
temeroso ante la sola idea de que eso se pudiera volver realidad.

—Te equivocas, te entiendo, porque me siento así contigo. Es


extraño, ¿sabes? Cuando era pequeña mi padre enloquecía porque vivía
confundiendo de qué lado estaba mi corazón; luego acertaba, no porque

93
supiera, sino porque sentía que estaba allí… Es así contigo, no sé por
qué pero siento que si no estoy contigo no puedo, es como si te
necesitara de una manera que no entiendo, pero sí siento.

El corazón de Félix se aceleró y solamente sonrió y la abrazó con


fuerza, para luego susurrar:

—Te amo.

Esa noche, ambos durmieron en la habitación de Simone, pues


padeció pesadillas y no podía dejar de pensar en todo lo que había
dejado atrás y el riesgo que corrían todos aquellos a quienes amaban.

Por la mañana ambos aparecieron por el comedor, si aquella


cocina venida abajo podía llamarse así. Dion se levantó de su silla para
ofrecerle café a Simone, ella sonrió y sostuvo las extrañas tazas con
formas de cabezas de animales, realmente no era muy agradable beber
allí.

—Gracias.

—El placer es todo mío —sonrió Dion de manera seductora


haciendo que Simone sonriera y mirara a Félix.

Es decir, claramente ellos dos estaban juntos, le causó gracia ver


que Dion coqueteara con ella y su “Lo que fuera” no hiciera nada. Claro
que Félix no iba a hacer nada, no podía hacerlo, tirar todo por la borda
por una simple insinuación. Solamente abrazó a Simone y ambos
fueron a sentarse bien lejos de los seductores ojos del Guardián.

—Circe tuvo un oráculo, anoche exactamente —sonrió Dion aún


mirando a Simone, que comenzaba a sentirse incómoda por eso.

—Dime, ¿qué fue? —musitó Félix mirando a Circe, y al mismo


tiempo puso un brazo sobre Simone como para marcar terreno.

—Apolo sugiere transformar a la mortal en inmortal… Ya te había


mencionado esa idea, Félix, ella es frágil si una guerra se acerca. Es
blanco fácil.

—Por el momento la protegió con sus poderes —exclamó Garrett.

—Esos poderes de Félix terminarán matándola —masculló Dyna,


cuyo don eran las curaciones y la medicina.

—Bueno, ¿qué dijo en el oráculo?

94
—Morirá, Hades habló con mi señor, la mortal tiene todas las de
perder… Nuestra única alternativa es el Clan Romaníes, tú los conoces
—sonrió Circe.

El Clan Romaníes, mejor conocidos como los Gitanos, eran


vampiros. Los vampiros eran criaturas creadas por Hades, y Félix era
muy íntimo del líder de ese clan, Tarkan. Gracias al guardián pudieron
ser libres en tierra, para ello hicieron un trato con el dios: la muerte de
inocentes, más almas para el Mortorium, a cambio de que él y los suyos
vivieran libres en la tierra. Fue un hecho, los romaníes se quedaron en
la tierra, en la selva Amazónica.

—Hubo un tiempo en el que pensé esa idea, pero los vampiros


pertenecen a Hades —se lamentó Félix soltando a Simone para llevarse
ambas manos a su cabeza.

—Oh, deja de lamentarte. Nos tienes, tienes ayuda, entonces


lucha, si la amas lucha por ella —gruñó Dion molesto.

—¿Qué crees que hago? Estoy aquí en tierra, ¿no? Estoy uniendo
fuerzas con los de Apolo, traicioné a mi amo, creo que está claro que
amo a Simone.

—Ya, esto no sirve —bramó Evan, el guardián especialista en tiro


con flechas—. La guerra es inevitable, ¿no, Circe?

—Apolo me lo dijo, Hades envía a los guardianes, con los


desertores bajo sus órdenes. Sus bestias tienen órdenes de matarla. La
pregunta es: ¿damos pelea? O dejamos que nos ataquen, no dijimos que
sí para eso.

—No, claro que no. Tarkan quiere convertirla, así tendremos más
posibilidades de vencer —sonrió Dion—. Será más sexi de lo que ya es…
Nirvana y Dyna viajarán con ustedes, nosotros necesitamos más de los
nuestros.

—No quiero ser un vampiro, ni siquiera existen —gruñó Simone


con una risita nerviosa.

—Claro que existen, te fascinará Tarkan, vive con su esposa y 4


hijas, son todos vampiros, una locura —musitó Nirvana con una
sonrisa diabólica mientras agrandaba sus ojos. Era costumbre de la
guardiana divertirse siendo tan tenebrosa como le era posible, ya que
con su don sus compañeros la tildaban de ser una dulzura, pero podía
ser macabra siempre que quería.

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—¿Qué dices, Félix? Se hace fuerte y puede estar viva por
siempre, o esto es una pérdida de tiempo porque entrará en el
inframundo de Hades tarde o temprano, es sólo cuestión de… tiempo —
susurró Dion al oído del guardián.

—No quiero hacerlo —musitó Simone poniéndose de pie histérica.

—Sólo es una idea, nadie dice que se vaya a hacer. No creo que
sea la única salida —dijo Félix abrazando a Simone, a quien cuya sola
idea de ser mordida por un chupasangre le hacía correr un escalofrío a
lo largo de su espina.

—Bueno, es una idea, ¿no, Félix? Tomen decisiones más aprisa,


es decir, tienen alguna idea de a que nos enfrentamos. Hades envía a
tus compañeros, uno con poderes más aterradores que el anterior, y a
los Desertores bajo sus órdenes. Los nueve pueden pedir la ayuda de
las criaturas de tu señor.

—¿Hablamos de qué? —sonrió Circe mientras se peinaba su


cabello—. Lobos, vampiros, sirenas, demonios…

—Orcos, dragones… El maldito tiene como hacer frente. Si ella


puede morir no tiene sentido buscar ayuda, sería inútil hacer esto…

—No puedo creer lo que estoy oyendo. ¿Por qué es necesario todo
esto? —musitó Simone con la voz quebrada.

—Porque el amo de Félix es un maldito hijo de p…

—¡Cosmo! —musitó Dyna en tono de reproche.

—Oye, la verdad no lastima a nadie —río el guardián ante el


reproche de su compañera.

La relación era muy diferente para los Guardianes de Apolo a la


de los del Dios Hades; ellos eran como una familia, mientras que a Félix
lo entregaron en bandeja ante su “Amo” para obtener la aprobación de
éste y quizás algún premio.

—La respuesta final es tuya, Simone. Tienen un punto, además


seguirás siendo tú, sólo que más fuerte, y necesitarás beber sangre
entre otras cosas.

—¿Cómo qué? —preguntó Simone, dispuesta a pensar en la


propuesta, ya que aún tenía piel de gallina con el oráculo de Circe.

—Pues, los vampiros no son como los chavos de Twilight —río


Dyna haciendo que Simone lo hiciera también. Félix agradeció ese gesto

96
de la guardiana, ya que se comenzaba a preocupar de la postura y el
lenguaje corporal de ella.

—Pues te ves saludable, y sexy —río Circe mirando a Dion, quien


había hecho esa acotación ya tres veces—. Pero no puedes pisar terreno
santo nunca más, no puedes ingresar en la casa de un mortal la
primera vez a menos que seas invitado.

—Eres fuerte y rápida, pero te debilitas con las crecientes de los


ríos, por lo que eres blanco fácil de las sirenas —musitó Nirvana
mordiendo un pedazo de apio con delicadeza.

—¿Tu qué opinas, Félix? —preguntó Simone al guardián.

—Pues, la decisión es tuya. Podrías vivir para siempre a mi lado,


con una vida similar a la que llevan los Romaníes, pero no es la única
opción como dicen aquí. Tenemos nuestras armas también.

Félix evitaba la mirada de Simone, ya que no quería ser él quien


influyera en una decisión así. Era algo muy importante, una nueva
vida, la decisión debía ser de ella y de nadie más.

—Pues sí, nosotros contamos con la ayuda de los animales


mortales que Apolo consiguió con ayuda de su hermana, Artemisa —
musitó Circe pensativa.

—Hadas, duendes, ángeles, trolls, y creo que es todo —sonrió


Nirvana un tanto decepcionada.

—¿El clan de los gitanos no nos apoya? —preguntó Simone


esperanzada.

Se produjo un silencio entre los presentes, fue Dion quien lo


rompió cuando empezó a reír.

—Ellos no pelearán. Se ofrecen a cambiarte, pero serán


convocados por mis compañeros, no harán frente a Hades —sonrió
Félix.

—Genial. ¿Cómo sabes que no es una trampa esto de


transformarme? —exclamó Simone molesta.

—Lo sabemos porque lo vi, preciosa. Tengo el don de la verdad,


hable con Tarkan, sus palabras eran sinceras. Si van a hacerlo tiene
que ser esta noche, porque cuando tus compañeros —sonrió Dion
poniendo una mano sobre el hombro de Félix— vayan a reclamar su

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lealtad, el trato se irá por el caño y Tarkan entregará la cabeza de
Simone en bandeja de plata.

El corazón de Simone latía con fuerza, su respiración aumentaba


cada vez más. Tenía que tomar una decisión prontamente.

—¿Qué dices, Simone Walker? ¿Quieres vivir por siempre? —


preguntó Evan.

—Mm, ha... hagámoslo —musitó Simone tratando de sonar


decidida cuando era todo lo opuesto.

—Perfecto, Brasil nos espera entonces —sonrió Nirvana.

—¿Estás segura? —preguntó Félix un tanto disgustado.

—Absolutamente —sonrió Simone decidida, tomando a Félix de la


nuca para besarlo.

Nirvana estaba segura de que era lo más seguro a hacer, pero la


duda se había quedado en el guardián. ¿Era lo correcto? Simone sería
transformada en un vampiro, una bestia chupasangre, chupasangre
pero inmortal. La inmortalidad es un don precioso si tienes con quien
compartirlo, sino se transforma en tu cruz.

—¿Seguro que dejarás que Tarkan la muerda? Ni siquiera sabes


si será la forma de hacerlo —musitó Garrett mientras miraba como
Félix hacía lagartijas a gran velocidad.

—Ella quiere… —fue su simple respuesta—. Creo que es lo mejor,


es decir, que no pueda ingresar con Hades. Está hecho. Decidido.

—Estamos listos, Félix —sonrió Nirvana, quien dejó su ropa de


pieles de osos para traer ahora un simple vestido con muchas tiras de
cuero marrón.

—Vale, iré por Simone —musitó Félix.

Ahora se dirigían hacia la Amazonia, con la esperanza de volver


con una Simone más fuerte y dispuesta a hacer frente al dichoso Dios
de la muerte, a sus discípulos y a todas las criaturas que bajarían para
castigar a los que estaban dispuestos a llevar a cabo esta locura por
amor, y a los que estuvieran tan poco cuerdos como para seguirlos.

98
Capítulo 14: Vampiros Nobles
—¿Tienen todo? —preguntó Dyna mientras alzaba sus morrales
de estilo hippie.

—No pensé que vendrías —musitó Simone mientras se ataba el


cabello en un rodete en lo alto de su cabeza.

—Lo discutimos con Félix. No podemos perder tiempo en viajes,


nos apareceremos allá, por ende tú necesitarás curaciones, son muchas
millas —sonrió la guardiana.

—Oh, genial —exclamó Simone un tanto disgustada por esto.

—¿Estás segura de esto? No es necesario si tú no quieres hacerlo


—dijo Félix un tanto persuasivo.

—Lo estoy, no quiero morir, no ahora que se cómo terminare si lo


hago —sonrió.

Félix bajó la cabeza, resignado, pues no había estado de acuerdo


en nada de esto, en lo absoluto.

—Estamos listos, Félix —sonrió Nirvana levantando bolsos.

Félix se acercó a Simone. Las dos guardianas, que estaban


paradas frente a ellos con grandes sonrisas, comenzaron a verse
borrosas, llegó un punto en el que simplemente no estaban allí.

—Siempre pensé que eso era genial —sonrió Simone.

Estaba nerviosa y daba pequeños brincos mientras abrazaba a


Félix con fuerza. Ella comenzó a sentir una profunda tristeza, levantó la
cabeza para ver como ambos estaban desmaterializándose al punto en
que desaparecieron.

Félix apareció parado sobre el húmedo suelo de la selva, el calor


resultaba infernal. Simone, en cambio, tuvo que ser sostenida por el
guardián para no caer al suelo. Tenía sangre en su nariz y mucho sudor
por su cuello.

—Dyna —gritó el guardián.

—Tranquilo, ponla en el piso.

La guardiana cerró los ojos para poner las manos en la cabeza de


Simone, luego levantó la cabeza y hablo en latín.

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—Ah —gritó Simone asustada.

—Listo, esperemos que soporte el viaje de regreso, chica vampiro


—sonrió Dyna alejándose.

—Mejor démonos prisa, pues Simone no puede aparecerse más


por hoy, y son muchos kilómetros —sonrió Nirvana.

A los gitanos, al ser vampiros, les era muy útil ser nómadas, pero
tenían su propia casa, escondida en el corazón de la selva, donde
podían abastecerse de todo tipo de victimas para su subsistencia.

Tarkan, líder vampiro, había sido un leal servidor de Hades y


hasta hacía siglo y medio había vivido en el inframundo. Era muy amigo
de Félix ya que éste lo había ayudado a salir de allí y lograr un pacto de
lealtad desde la tierra. Su esposa, Penélope, de origen aborigen, era
princesa de una tribu amazónica. Sus hijas se llamaban Naima, Kavi,
Zita y Saray.

—¿Falta mucho? —preguntó Simone, exhausta de tanto caminar


bajo el sol ardiente.

—No mucho, la aldea está cerca —sonrió Félix alzándola en


brazos.

—Eso no es necesario, puedo caminar —protestó Simone y apoyó


su cabeza en el pecho de Félix.

—Sí, claro, no tiene importancia. Los guardianes no se cansan de


caminar en tierra —musitó Félix besando su cabeza.

Nirvana y Dyna corrieron eufóricas hasta una roca, el guardián


las siguió como si no cargara a Simone.

—Creo que es esa.

—Es obvio que sí —musitó Dyna mirando a Simone y a Félix con


una sonrisa.

—Será mejor avisar que estamos aquí, por si acaso —Nirvana


miró a la mortal. Claramente quería aclarar que habían llegado para
que las hijas no creyeran que Simone era comida a domicilio.

—Vale —sonrió Félix, ayudando a bajar a Simone con cuidado por


la empinada colina.

—Mira… Esto es hermoso —río ella corriendo para meterse en el


agua.

100
—No sabía que te gustaba el agua —admitió Félix metiéndose en
el lago también.

—Que me hayas espiado toda mi vida no significa que sepas todo


de mí —sonrió ella abrazándole.

—Mm, veo —río Félix y la besó—. Sí sabes que los vampiros se


debilitan con las crecientes, ¿no? Eso no te dejará hacer esto.

—Ya veremos —dijo Simone mientras salía del lago con ayuda del
guardián.

Les llevó 20 minutos llegar a la casona de barro de los gitanos. Al


entrar, aparecieron por la puerta Tarkan y Penélope, su esposa.

Tarkan tenía piel pálida, pero su esposa lucía un hermoso


bronceado. Simone notó a dos criaturas amables y de aspecto
saludable.

Penélope tenía largo cabello lacio y moreno, facciones pequeñas y


era sumamente delgada. Tenía dientes blancos y claramente sus
caninos sobresalían. En cuanto al líder, Tarkan, de ojos azules y cabello
negro azabache mezclado con canas blancas y grisáceas, era alto y tenía
un cuerpo fornido y fuerte.

Simone percibió cierto parecido con Félix, ambos tenían esa


frialdad, esa oscuridad que acompañaba su forma de ser y actuar.

—¿Es la niña a convertir? —sonrió Tarkan.

—Ella es Simone —dijo Félix.

Ella saludó a ambos con un beso y un abrazo, rápidamente Félix


la trajo junto a él puesto que el clan no controlaba en lo absoluto su sed
de sangre.

—Oh, por favor, Félix, mis padres no van a hacerle nada —dijo
Kaima, una de sus hijas, bajando por las escaleras.

Ella se acercó y estrechó la mano de todos los presentes. Kaima


no tenía más que algunos rasgos de su madre, tales como sus pómulos
finos y delicados y su sonrisa, pero definitivamente se parecía a su
padre. Tenía cabello negro azabache, ojos marrones y piel pálida, era
delgada y de estatura baja.

—Es un placer verte de nuevo, Kaima —saludó Félix, intentando


relajarse, cuando lo cierto era que no le resultaba simple tener a
Simone delante de una familia vampírica.

101
Prontamente se aparecieron las demás hijas. Kavi, de piel
morena, no tanto como Penélope, tenía el rostro parecido al de Tarkan,
ojos avellanas y el cabello rojo azufre, también lacio hasta la cintura.
Era alta y de contextura delgada pero con mucha musculatura. A
simple vista parecía simpática y era agradable al trato.

Saray tenía piel oscura y grandes ojos negros, si bien no era alta
tenía muchas curvas, parecía un reloj de arena bien trabajado, era
preciosa sin lugar a dudas. Su cabello era negro azabache igual que el
de Kaima, sólo que con hermosos y definidos bucles. Era charlatana y
la más parecida a su madre.

Por último estaba Zita, alta y atlética, de piel blanca traslúcida,


ojos azules grisáceos, cabello rubio con las raíces morenas, pómulos
refinados y facciones finas como las de Penélope, pero era el vivo retrato
de su padre, Tarkan.

Todos tomaron asiento. Simone no pudo dejar de notar como su


ropa y su casa te nían ese olor a hospital mezclado con sangre. Había
muchas pieles de animales en el piso, muchos muebles antiguos y
máscaras aborígenes, en sí era como se constituía la decoración de la
casa. La escalera era de madera antigua y los muros de barro.

—Está decidido. Sabes que sólo podré hacer esto, es mi manera de


ayudarte, Félix —comenzó Tarkan con los dedos entrelazados sobre la
mesa.

—No te pediría más —aclaró Félix abrazando a Simone—. Por


favor, sé que son muchas las maneras de convertir, quisiera la menos
dolorosa.

—Por supuesto, aunque debes saber que esa es la que más la


enloquecerá, pero nos encargaremos de que salga bien librada de eso —
sonrió Penélope.

—¿Qué se siente ser vampiros? —preguntó Simone a las


hermanas.

—Mm, no sabríamos decirte, pues nosotras no fuimos


convertidas, somos lo que somos —sonrió Kavi.

—Yo te diré —sonrió Penélope, acercándose despacio hasta


Simone—. Al principio eres frágil, débil, porque eres estúpida y te
invade el deseo de sangre. Una vez que controles eso, estará todo bien.

—La guerra que causará esta muchacha, jamás había visto algo
así —admitió Tarkan—. Esta noche llegan para reclutarnos, por

102
supuesto que estamos para Hades. No puedo darme el lujo de tenerle de
enemigo, espero sepas entender.

—Lo entiendo, créeme que sí. Sólo te pedimos este favor, Tarkan
—musitó Félix.

—Y estoy dispuesto a hacerlo, claro que sí, hermano. Quisiera


poder estar en tu lucha, pero no puedo. Mi gente luchará igual, a su
lado.

—Lo sé, Dion, Circe y los demás están buscando apoyo.

—Les deseo suerte y, aunque en el campo de batalla debamos ser


enemigos, te considero como a un hermano, Félix.

Tarkan abrazó a Félix, pues entre ellos existía una fuerte amistad
desde hacía tiempo ya. Al guardián no le gustaba tenerle de enemigo,
los vampiros eran letales para luchar, rápidos como nadie, fuertes y de
reflejos inhumanos, sagaces y decididos.

—Pero al menos tendrás a tu chica por siempre, por lo menos te


dejaré eso —sonrió Tarkan tomando a Félix del rostro.

—Deberíamos empezar, estaré para ella si me necesita —sonrió


Dyna.

—Muy bien —repusó Penélope dirigiéndose hacia Simone con una


sonrisa.

—¿Dolerá? —preguntó tímida.

Sólo un poco —sonrió la princesa.

Otra cosa que le cautivó a Simone fue la vestimenta del Clan, en


verdad lo hacían como gitanos. Las hijas y su madre tenían faldas y
remeras o puperas cortas de colores y texturas de la India; su ropa
dejaba ver sus aros brillantes en forma de colmillo colgando de sus
ombligos. Tarkan tenía el mismo aro pero en su oreja derecha.

—Te recomiendo que salgas de aquí, Félix, no será agradable ver


esto, ni siquiera oírlo. En una hora, quizás dos, tendrás a un vampiro
en lugar de tu frágil Simone. Prometo que será la misma chica
encantadora de siempre, sólo mira a mis hijas, ninguna resultó un raro
mutante.

Las hijas sonrieron mientras subían escaleras arriba con Simone,


Nirvana empujó a Félix fuera de la casa con fuerza ya que este no
dejaba de mirar a la mortal.

103
—Muévete, no hay tiempo —gruñó Nirvana.

—Tengo miedo, ¿es normal? —preguntó Félix atónito.

—Ya hombre, no hay tiempo, será más fuerte y hermosa. ¿Qué


más podrías querer? —río ella tomando de la mano a Félix para
aparecer en las cascadas.

Claro que se empaparon, pero el ruido imponente del agua le


hacía imposible a Félix escuchar nada, eso era clave a este punto.

En la habitación de Kavi, Simone era convertida. Había sido


mordida por Tarkan y sus gritos eran ensordecedores. El cambio
ocurría segundo a segundo. Luego de eso toda la familia esperó afuera,
si todo había salido bien y Simone resistía la transformación habrían
ayudado a Félix de una manera increíble.

—Pobrecilla —sollozó Saray apoyada sobre la mesa.

—Estará bien, es una chica fuerte —dijo Tarkan mientras tomaba


mucho agua a efecto de quitarse el sabor a sangre de la ya no mortal.

—Aun así, no imagino poder resistir algo así —dijo Kavi trenzando
su cabellera a un costado.

—No te imaginas lo que una persona es capaz de soportar con tal


de poder vivir en paz.

Simone aún gritaba con fuerza, sus venas ardían como si le


hubieran inyectado algún veneno potente.

—Ahh, no lo soporto —gritó con un potente gemido mientras caía


de la cama directo hacia el frío suelo de roca.

Tocó con sus manos el suelo, se intentó poner de pie pero cayó
nuevamente. Se arrastró hasta un aparador para allí finalmente
ponerse de pie. Se asomó hasta el espejo, era ella sin lugar a dudas,
pero su semblante había cambiado, sus ojos eran negros y su cabello de
un color más claro, como la miel. Su cuerpo era sumamente delgado, y
su piel, blanca traslúcida. Caminó hasta el pórtico y bajó las escaleras.
Vio sobre la mesa el cuerpo de un niño enfermo, claramente iba a
morir, pues había sido herido por un yacaré en el lago donde la tribu de
Penélope se abastecía.

Simone se abalanzó sobre el niño y en pocos minutos lo consumió


por completo, sus fuertes manos quebraron su cuello acabando con el
dolor del pequeño mortal.

104
Ella había sido una frágil mortal, pero ahora estaba más fuerte
que nunca, lista para luchar contra quien se le pusiera enfrente en
igualdad de condiciones.

Félix apareció de allí a una hora de que Simone fuera ya una


hermosa y fuerte vampiresa. El clan le enseñó todo lo que sabían, la
diferencia entre un predador y un asesino a sangre fría, que podía
alimentarse sin ser un monstruo, sus límites, quiénes eran sus
enemigos... Aprendía rápidamente y lo mejor de todo fue que una vez
que se alimentó se pareció bastante a la chica que había sido hacía tan
sólo unas horas.

—¿Simone? —preguntó Félix al aparecer por el pórtico de la


casona.

Ella corrió velozmente hasta él para besarlo y abrazarlo, se sentía


viva, fuerte, casi indestructible. A estas alturas entendía que el mundo
que conocía hasta hacia semanas no era el mismo y que ahora ella
pertenecía a otro, donde las criaturas que sólo existían en las películas
de terror eran totalmente reales, donde las luchas eran sanguinarias, y
donde los que te rodeaban estarían contigo aun en los momentos más
oscuros.

Los guardianes se quedaron con los gitanos hasta el amanecer,


Félix no podía creer que la chica frágil que había traído ahora fuera eso
que tenía enfrente, una vampira enérgica y hermosa.

—Sera mejor partir, tus compañeros podrían aparecer en


cualquier momento —sugirió Dyna mientras se ponía de pie.

—Tienes razón —musitó Félix abrazando a Tarkan con fuerza,


pues no podría estar más satisfecho del resultado—. Gracias, no sabes
lo que esto significa para mí.

—No es nada, pero recuerda, Simone, ser inmortal no significa no


morir. Todos pasamos por eso, nosotros simplemente somos mejores
para escondernos de la muerte.

—Lo recordaré —sonrió ella abrazando a las hijas del vampiro, de


quien se había vuelto muy cercana.

—No les digan que vinimos a verlos. ¿Eso está claro, no? —río
Nirvana alzando sus bolsos.

—Por supuesto que no, pero a partir de esta noche… somos


enemigos. Les deseo suerte en todo —repuso Tarkan despidiéndose de
Félix y de las guardianas de Apolo.

105
Capítulo 15: Somos Fuertes
—Ahora mi don es totalmente inútil, sólo puedo proteger mortales
—dijo Félix un tanto decepcionado.

—Bueno, supongo que sí es una lástima —sonrió Simone


mientras los cuatro se adentraban en la selva.

Dejando atrás la casona de los gitanos, caminaban y caminaban,


pues Simone insistía en querer conocer un poco más la selva ahora que
se sentía más fuerte y feroz que nunca; y como tenían al menos hora y
media antes de que la luz se fuera por completo, ¿por qué no hacerlo?

—Sh —gruñó Dyna mientras Nirvana, Félix y Simone reían de


cómo el guardián casi cayó al suelo lodoso.

—¿Qué? No puede ser —musitó Nirvana agachando su cabeza en


los árboles para así poder ver sin ser descubierta.

—Creí que vendrían por la noche, estuvo muy cerca —dijo Simone
con los ojos abiertos.

Eran los guardianes, Agnes, Seneca, Ariadna y, por supuesto, la


pequeña Alianza. Félix se asombró de lo distinto de sus compañeras.

La niña ahora parecía una adolecente. Tenía cabello largo rubio,


grandes ojos grisáceos, tez blanca, contextura delgada y de perfil se
parecía a la mocosa egoísta y manipuladora que era en el Mortorium.

La madre de la niña, Agnes, también había optado por tez blanca,


un cuerpo fornido y musculado, ojos negros cafés, labios pintados de
rojo fuego y cabello cobrizo largo hasta la altura de los hombros.

Seneca vestía igual de harapiento que en el inframundo, su rostro


era igual al de un mortal, pero Félix lo reconocería siempre en cualquier
lugar. Tenía pelo negro sucio y enmarañado, dientes filosos y negros y
ojos de color azul con parpados negros.

Por último Ariadna, de facciones finas, incluso parecía dulce.


Tenía ojos celestes, piel blanca y cabello rubio hasta la cintura, que caía
con delicados bucles. Su cuerpo era delgado, de extremidades largas, y
sus dientes, blancos. En realidad, se mezclaban a la perfección con los
mortales, exceptuando a Seneca.

—Mejor desaparecer ahora —musitó Dyna—. No conviene un


ataque ahora, somos minoría.

106
—Estoy de acuerdo, mucho más considerando los poderes que
tienen, son de cuidado —gruñó Félix mirando con desdén a sus
compañeros.

Simone miró una vez más al grupo y finalmente abrazó a Félix


para salir de allí. Aparecieron de nuevo en la nieve y corrieron dentro
por resguardo. Al ser una vampira, a Simone no le afectaba el clima,
por lo que le daba lo mismo el sol que partía la tierra en la Amazonia o
el frío ártico de Canadá.

Antes de que consiguieran dejar el lago congelado que estaba


frente a la casona, Dion apareció corriendo y con una gran sonrisa
sobre su rostro. Se acercó a Simone y simplemente se le quedó viendo.

—Te ves hermosa, vaya que sí —dijo dando una voltereta a su


alrededor.

—Gracias —sonrió Simone tímida.

—¿Qué pasa con nuestros apoyos? Los guardianes tienen a los


gitanos, fueron por ellos justo después de nosotros —musitó Félix con
cierta aspereza hacia Dion.

—Bueno, se nos unen todos los que estaban dispuestos a hacerlo,


eso es un hecho. Por otro lado, necesitamos saber sus poderes, los de
tus compañeros… Circe no está ahora, tuvo que hacer algunas visitas.

Ambos entraron en el salón. Ella se aproximó hasta el sofá y se


tiró sobre él, Félix se sentó a su lado y, una vez que los demás los
acompañaron, el guardián dio a conocer a sus aliados los poderes de
sus compañeros.

—Bueno, ¿por qué no empezamos con la niña? Sé que tiene el


poder de leer la mente o algo, no entiendo cómo funciona —sonrió
Cosmo.

—Alianza, es más que eso, ella…. es como si percibiera tus


debilidades y por ende logra hacerte pedazos con facilidad. Pero no es
una guardiana, sólo sirve a Hades. Es la hija de Seneca y de Agnes —
explicó el guardián.

—Muy bien. Seneca, ese parece peligroso, ¿qué poderes tiene? —


preguntó Dion.

—Seneca es uno de los preferidos de Hades, tiene el don de poseer


cuerpos mortales, no me asombraría que en la batalla hubiera mortales.

107
—¿Hablas de usar cuerpos o… personas? —preguntó Simone con
el ceño fruncido.

A su mente se le vino toda su gente, amigos, familia. ¿Qué pasaría


con ellos? ¿Estarían en el campo de batalla?

—Hay que evitarlo —bramó Simone horrorizada.

—Nadie puede hacer nada contra un poder —sonrió Evan—.


Tranquilízate.

—¿Y si usan a mis cercanos? No puedo permitir algo así —gritó


ella.

Félix la abrazó con fuerza. Simone sintió como si todo ese coraje,
esa fuerza, se hubiera evaporado. Se sentía frágil y vulnerable, aun
cuando físicamente era casi indestructible.

—Tengo a Garrett tras los tuyos, están todos bien, pero soy yo
quien los mantiene a salvo —musitó Félix levantando el mentón de
Simone.

—Eso es malo, ¿verdad? Tu magia mata.

—Algo así, es demasiado… oscura para lo que los mortales


pueden soportar, me temo —confesó el guardián.

Ella se limitó a mirar con preocupación hacia la nada. Luego de


un instante se calmó, se recostó sobre el pecho de Félix y simplemente
permaneció callada para escuchar las muchas fortalezas de los
compañeros de Félix.

—Agnes es la única que me preocupa, gracias a ella Alianza tiene


su poder, es una especie de herencia. Ella puede distorsionar el alma de
los mortales así como los inmortales, te confunde, mezcla tus
pensamientos y emociones. Claro que los guardianes somos capaces de
no permitir que nos atrape, no diría que es tan simple con las criaturas
mágicas —sonrió Félix.

—Genial —río Dyna.

Las cosas iban de mal en peor, los compañeros de Félix eran


letales, tenían criaturas fuertes y poderosas. Más allá de que ellos
tuvieran sus aliados y la bendición de dos dioses, no podían dejar de
sentirse en desventaja con los poderes de los guardianes de Hades.

—La última, Ariadna. Ella es una mujer hermosa…

108
Simone levantó la cabeza molesta por cómo había sonado eso,
casi sintió celos si no fuera porque Félix río ante la expresión de su
vampira, por lo que le dio un beso tierno en los labios.

—Hey, para hoy —gruñó Dion molesto por el gesto de la pareja.

—Es hermosa, decía. Es parte de su don, puede seducirte con


facilidad, lograr lo que sea…

—Eso ya existe, se les dice zorras —dijo Simone molesta.

—Ya. Es un regalo de Hades para ella por ser su última guardiana


—sonrió Félix—. Ariadna tiene sus propios sirvientes, sirvientes que
habitan en tierra en los desiertos de África, los Rituanos.

—¿Qué significa ser un Rituan? —preguntó Cosmo.

—Los Rituanos son criaturas que viven sin alma, con un animal
de la tierra a su lado. Ariadna posee tres, esos tres le obedecen en todo
y están conectados a su guardiana. Son mujeres: Cherry con un águila,
Mina tiene un guepardo, y Tania, un gato montés.

—Creo que eres el menos peligroso de los guardianes —sonrió


Dion.

Félix río ante este comentario a pesar de que el guardián lo dijo


con la intención de ofender.

Los compañeros de Félix ingresaron en la casona de los gitanos.


Penélope le ofreció un gran vaso de sangre humana a cada uno, que
aceptaron gustosos.

—Tomen asiento, sean bienvenidos —sonrió Tarkan estrechando


la mano de Seneca y luego besó las manos de las tres mujeres.

—Veo que falta Félix —notó Penélope, tratando de sonar tan


asombrada como podía.

—Es un traidor —gruñó Agnes—. Hades nos manda a la tierra por


una mortal llamada Simone, ¿la conocen?

—No, eso es claro. Pero de seguro saben que estamos dispuestos


a lo que sea necesario con tal de servir a nuestro señor de las tinieblas
—musitó Tarkan tratando de sonar tan calmado como podía.

Sus hijas simplemente sonreían ante la situación, eso se detuvo


ante una mirada penetrante de Seneca y su esposa.

109
—Una guerra se desencadenará, la mortal está con Félix, él y los
guardianes de Apolo los ayudan. Nuestro señor la quiere donde
pertenece, en tiempo. Se requiere su participación —sonrió Ariadna.

—Absolutamente, pero qué descaro. Realmente es un


atrevimiento, un ultraje —musitó Tarkan totalmente furioso—. Ese
chico me ha decepcionado.

Saray no pudo evitar sonreír ante la hipocresía de su padre, pero


se contuvo lo más que le fue posible.

—Cuenten con nosotros —sonrió Penélope abrazando a su


esposo, que parecía en verdad estar destrozado por lo que pasaba—.
Querido, es una deshonra a Hades, pero ni modo, cálmate.

Seneca se levantó de la mesa junto con los demás guardianes.


Sus copas estaban vacías, se limitaron a agradecer su hospitalidad y se
retiraron.

—¿No crees que exageraste un poco? —sonrió Kavi.

—¿Tú crees? Yo pienso que soy un actor excelente —río Tarkan


para ponerse serio con rapidez—. Por el amor a la sangre, pobres
chicos, es increíble la ayuda que tienen estos malditos.

—Lo sé, esto será una masacre. Pero al menos convertiste a


Simone —le consoló Kaima poniendo su mano en el hombro de su
padre.

—Si, pensé que ya estarían al tanto de eso —sonrió Tarkan


orgulloso.

—Mejor para nosotros que no lo sepan, si es posible hasta el


combate, porque somos los únicos que pudieron haberlo hecho.

—Hablé de eso con Félix, acusara a los del norte, los traidores del
norte.

Los gitanos respiraron al ver que todo estaba bajo control, su


traición no había sido descubierta y ahora sólo restaba presentarse en
el combate para comprobar su lealtad ante el dios de la muerte.

—¿Estás bien? —preguntó Félix abrazando a Simone, ya que esta


permanecía sentada sobre las escalinatas nevadas.

—Algo así, a esta hora estaría cenando, es extraño no tener


hambre —sonrió apoyando su cabeza sobre la de Félix.

110
—Lo sé.

—Tengo miedo, de Seneca, de todos en realidad… Es decir,


moriría si algo les pasara a mis amigos, a mis padres, a Carry o a
Crono. Bueno, técnicamente no moriría, ¿entiendes?

—Si, te entiendo. No dejare que eso pase —musitó Félix.

—Quiero ver a mis padres, quiero verlos. Llévame a Inglaterra por


favor, no sé si volveré a verlos —suplicó Simone.

—Claro que sí, pero sólo porque me lo pides con esos labios
irresistibles —sonrió Félix besándola—. Yo te puedo asegurar, Simone
Walker, que de esto saldremos bien librados, y que esto será un vivir
por siempre… juntos.

Ella no dijo nada, sólo lo besó hasta que apareció Circe con una
gran sonrisa, al parecer su visita había dado buenos resultados.

—Ares, dios de la guerra —fue su simple saludo mientras entraba


corriendo a dar la noticia a sus compañeros.

El dios había expresado siempre su preferencia por la guardiana,


ambos estaban enamorados desde hacía siglos, por lo que era de
esperarse que al oír de una guerra y de la solicitud de su enamorada
por ayuda, este estuviera más que de acuerdo en unírseles.

—Sabía que lo ibas a lograr, no quiero saber qué tuviste que


hacer para lograrlo —sonrió Dion abrazando eufórico a la guardiana.

—Tampoco te lo diría —exclamó Circe—. Contamos con nuestra


propia gente, guerreros armados, gente que sabe en verdad cómo se
lucha contra estas criaturas.

—Veo que las cosas no son tan negras como se ven —musitó
Dyna con una sonrisa.

En efecto, las cosas se equipararían a partir de este nuevo apoyo.

Por la mañana Simone se despertó nerviosa, pues Dion insistió en


la mala idea que era llevarla hasta Inglaterra a sabiendas de que era
buscada.

—Quizás él tiene razón, mejor será quedarse.

—Garrett está allá, dice que todo está bien. Podemos ir sin
exponernos, ni exponer a tus padres, será cuanto mucho 4 horas —
gruñó Félix, a quien cada vez agradaba menos el tal Dion.

111
—Supongo, si tú dices que está bien… te creo —sonrió ella y tomó
su mano para aparecerse en Londres.

A Félix le gustó en el acto el estilo europeo de los muros, Simone


insistió en caminar por las calles londinenses en lugar de ir
directamente a la casa. Lo que ellos no sabían (Dion tenía razón) era
que Simone era más deseada que un vaso de agua en el desierto.

—Mira a quien tenemos por allí —sonrió Willo.

Desde lejos no se podía ver que era una vampira, por lo que los
desertores corrieron tras de ellos.

—Bueno, algo que siempre pruebo cuando vengo a Londres es el


café de aquí. Claro que ahora no lo haré —sonrió Simone.

Parecían una pareja en un simple viaje de vacaciones, aunque por


dentro Félix sabía que debía estar atento, le era demasiado fácil dejarse
llevar por el espíritu aventurero de ella.

—Sí, ahora solo puedes beber sangre —susurró a su oído de


manera seductora.

—Mejor espera aquí, te traeré uno para ti.

—Espera, no quiero dejarte sola, por tu condición.

—Hey, no voy a morder al chico del café —gruñó Simone soltando


a Félix.

El guardián dejo a Simone sola por un momento, el café estaba a


sólo una cuadra, separado por uno de los pocos callejones que deben
existir en Londres.

—Ten listo eso, tienes sólo una oportunidad —gruñó Willo a Miro,
quien se encontraba parado sobre uno de los contenedores con una
daga en su boca, preparado para saltar sobre Simone.

—Ah —gritó Simone por la sorpresa.

Los otros dos luchaban con Félix. Claramente estaba en


desventaja con ambos.

—No puedo creerlo —dijo Miro, quien era ahorcado por las manos
de la ahora vampira Simone Walker.

—¿Te sorprende? Ahora no soy tan débil, ¿o sí? —sonrió Simone y


cortó al guardián con su propia daga.

112
—Estúpida, no puedo morir, y por si no lo sabes los vampiros
sirven a mi amo —gruñó Miro. Queriendo hacer sentir a Simone lo peor
posible, optó por intentar seducirla.

Puso sus manos sobre su cintura y la atrajo hacia él.

—No tienes oportunidad, hermosa —sonrió Miro.

Willo se limitaba a sonreír, ya que no terminaba de digerir qué


hacer. Los vampiros eran tan fuertes como ellos y ahora Simone tenía
un cuchillo sobre el bonito rostro mortal de su compañero. Resultaba
mucho más interesante ver como marchaba todo a hacer algo al
respecto.

—Cierra la boca —bramó molesta.

—¿Y la gárgola? Sabemos que está aquí, solamente Félix puede


alejarse de Hades sin ser descubierto, es un don propio de los
guardianes. La gárgola es seguida, mejor cuida que Seneca no quiera
más reclutas en nuestro ejército.

113
Capítulo 16: Ángeles, Brujos y Ex Novias
Al notar que su pequeña pelea con Miro llamaba la atención en
demasía, Simone decidió alejarse ya que no era conveniente tanta
exposición.

—Mejor cuídate, hermosa —sonrió Miro mientras ella caminaba


de vuelta hasta donde estabaFélix.

El guardián también había encontrado a los desertores, Lina y


Patrio. Las amenazas eran similares, por lo que no era de extrañarse
que, al ver como los hermosos ojos marrones de Simone se llenaban de
lágrimas, el guardián se limitara a abrazarla con fuerza.

—Quiero que Garrett se aleje de Rhode Island ahora —gruñó con


las lágrimas resbalando por sus mejillas.

—Acabo de hablarle, pero dice que es mentira, que usa mi magia


para pasar desapercibido —dijo Félix obligando a Simone a sentarse un
momento.

—Eso no fue los que los monstruos esos dijeron, me muero si algo
le pasara a Carry o a Crono —lloró poniendo su rostro contra sus
rodillas.

—Es lo que quieren, me refiero a que… Escucha, confiemos en


Garrett, él está usando mi magia para protegerlos, y está tanto en
Inglaterra como en América. Estarán bien —sonrió Félix. Por más que
ella llorara de esa manera él no podía dejar de pensar que era adorable.

—Eso es aún peor —musitó Simone totalmente desconforme.

Se secó las lágrimas y tomó la mano de Félix para ir por el


maldito café de una buena vez. Al pasar por el callejón los Desertores
no estaban allí, pero habían dejado una amenaza grabada a puño y
navaja.

“Muerte a los traidores”

—Vaya, estoy temblando —gruñó Simone furiosa.

—No les hagas caso —dijo Félix tratando de que Simone se


relajara un poco.

Simone no podía dejar de pensar en los suyos, no podían


permitirse que Seneca, el guardián con el don sobre los mortales, usara
a sus amigos para luchar. Eso sería un golpe bajo, de seguro.

114
—Ten, esto era lo que quería que probaras —sonrió Simone. Trató
de sonar romántica pero, por el contrario, su voz sonaba tan fría y
distante que Félix lo notó desde la primera palabra que salió de sus
labios.

—Ven aquí —la abrazó con la mano libre—. Estamos juntos en


esto, y sé que sabes lo mala que es mi magia para mortales, pero
Garrett sabe cómo usarla. Confía, sólo eso te pido.

—Es fácil para ti decirlo —musitó ella poniendo una mano en su


mejilla—. Lo haré, pero llévame con mis padres. Quiero ayudar a Dion y
Circe, iban a pedir ayuda a no sé quién, quiero ir con ellos.

—Muy bien, la verdad no creo que debamos ir con tus padres. No


lo sé, quizás nos estén siguiendo o algo —dijo Félix abrazándola.

—Vámonos entonces —pidió Simone. Se levantó un tanto


decepcionada, pero en verdad estaba de acuerdo con Félix, era mucho
mejor prevenir a curar.

Aparecieron en la casona nevada y al entrar se encontraron con


los guardianes. Ahora contando con el apoyo de tres dioses, los seis
iban a separarse para pedir ayuda para la batalla. Dion y Circe irían
hasta los bosques de Irlanda, buscando a los ángeles.

—No puedo creer que vaya a conocer ángeles —sonrió Simone


eufórica.

—Sí, son amigables, si así lo desean —dijo Dion acercándose a


ella de la misma manera seductora y provocativa que siempre.

Simone simplemente sonrió mientras caminaba en reversa hasta


que dio contra el muro y Dion aprovechó eso para tomarla por la
cintura. Ella río ante este gesto y simplemente lo apartó con un
empujón suave.

—Dion —lo llamó Félix un tanto molesto, mientras Simone, con


una sonrisita nerviosa, se alejaba hasta tomar la mano de su guardián.

—Perdón, creo que Cosmo debería venir con nosotros en lugar de


Circe. Él es mejor recibido por ellas —sonrió Dion.

El guardián miró con reprobación a su compañero, pero a la vez


dejó escapar una sonrisa por eso.

—Muy bien, todo sea por ir camino al éxito —dijo Circe mirando
con picardía a Cosmo.

115
—Déjenme en paz —río mientras guardaba algunas cosas en un
bolso negro con muchos tirantes azules.

—¿Ya podemos irnos? Porque no sé hasta cuando Webber podrá


estar sin ti —replicó Dion y luego empezó a correr, ya que Cosmo le
daba con la mochila sin parar.

En verdad eran como un grupo, a Simone le sorprendía la unión


que existía aquí. Por el contrario, Félix se sentía de lo peor al saber que
sus compañeros lo habían delatado y ahora querían entregar la razón
de que pudiera mantenerse en pie; eso daba que pensar.

—Muy bien, vámonos —río Dion un tanto agitado por correr.

Los guardianes desaparecieron y Félix abrazó a Simone. Antes de


desaparecer ella lo besó, luego apoyó su cabeza en su pecho mientras se
iban haciendo cada vez menos visibles.

Una vez en los bosques, el clima frio y carente de color quedó en


el olvido, porque el verde del pasto y el sol de verano resultaba
simplemente delicioso.

En la entrada había dos mujeres en los lagos, desnudas; al


advertir su presencia tomaron unas túnicas que servían como vestidos.
Una de ellas de cabello largo de color chocolate, voló hasta los
guardianes.

Su nombre era Webber, la chica de Cosmo. Ella cayó en sus


brazos y comenzó a besarlo con pasión hasta que tuvo que soltarlo para
presentarse ante los demás.

Los ángeles eran criaturas impulsivas y se dejaban llevar por lo


que sentían a pesar de la gran inteligencia con la que estaban dotadas.
No pertenecían a ningún dios, eran seres libres y poderosos.

—Te amo —susurró Webber al oído de Cosmo mientras éste la


abrazaba. Dion reía ya que ese par no se separaba ni un momento.

—¿Ellos son… pareja? —preguntó Simone a Félix, ya que lo


parecían en verdad.

—Sí, hace muchos años ya —sonrió Dion.

Los Ángeles escucharon con atención la propuesta de sus


visitantes. Si no fuera porque conocían a los guardianes de Apolo, estos
habrían sido asesinados con facilidad, por lo menos Simone, y los

116
demás torturados y sacados de allí inmediatamente. Eran seres
pacíficos mientras se sintieran a salvo.

—¿Por qué vienen hasta aquí a pedirnos esto? Nosotros vivimos


en paz, no queremos ser molestadas, menos con esto…

—Necesitan ayuda —bramó Webber, quien abrazaba a Cosmo.

Ella habría hecho lo que fuera por su amado; si Cosmo le pedía


que lo siguiera hasta el final de los tiempos, ella lo haría sin dudar.

—Webber —cuestionó la reina, Eloísa, líder de los Ángeles.

Ella tomaba todas las decisiones, aunque siempre respetaba las


opiniones de sus compañeras.

—Por favor —rogó Webber.

—El vampiro pertenece a Hades, no podemos luchar contra lo que


no es correcto. Si ella pertenece a alguien, que vaya donde eso sea.

Eloísa no creía que esto tuviera un buen final, menos cuando los
guardianes hablaban sobre el ejército enemigo.

—Te lo suplico —rogó Dion—. Mira lo que es esta lindura, creo


que Simone vale todas las guerras del mundo.

A Félix le molestó ese comentario pero no hizo nada, incluso se


contuvo cuando Dion la abrazo por la cintura. Era un show, tenían que
convencer a los ángeles de apoyarlos al precio que fuere; estos estaban
obsesionados con el atractivo físico, por lo que a más de uno le pareció
que Dion tenía razón.

—Simone, ¿en verdad crees que puedes ganar algo con esto? Se
perderán vidas y ¿para qué?

Simone la miró inexpresiva, luego tomó la mano de Félix con


dulzura y lo miró a los ojos antes de contestar.

—Creo que en este punto no se puede pensar en qué es apropiado


o cuerdo, nosotros sólo tenemos una alternativa, luchar por nosotros. Si
me rindo, Félix habría desafiado a su amo para nada; esto ya empezó y
ahora sólo resta elegir bandos —dijo ella. Al terminar besó a Félix de la
misma manera que Webber lo había hecho con Cosmo hasta hacía un
momento.

Eloísa quedó muda ante la respuesta de la vampira, simplemente


se puso de pie para elevarse hasta el cielo metro y medio.

117
—Algunos aún pueden elegir, yo no pelearé en esto, si mis
compañeras quieren hacerlo pueden seguirlos —sonrió antes de salir
hasta los bosques bajos.

Webber logró que muchas de sus compañeras se ofrecieran,


alrededor de 50 ángeles iban a luchar para ellos.

—Muchas gracias —sonrió Simone abrazando a Webber.

—No es nada. En realidad ellas lo hacen por mí, son mis


hermanas, y yo lo hago por Cosmo. Mientras más luchemos, menos
heridos habrá —respondió la chica llevándose al guardián con ella.

—Okey, de cualquier manera —dijo Simone mientras miraba


como Dion le gritaba a Cosmo que tenían una hora, era lo más que los
esperarían.

Una vez que ellos desaparecieron, Simone, Félix y Dion se


sentaron acompañados por los ángeles. Inclusive Eloísa volvió a
aparecer para invitarlos con deliciosos postres hechos con flores y
frutos, que resultaron ser una exquisitez.

—No es por ofender, pero sé que nuestros enemigos en su


mayoría tienen poderes y, pues, ¿qué hay de ustedes? —preguntó
Simone con timidez.

—Tenemos una gran comunicación entre nosotras, y somos


expertas en las armas del bosque, como el Arco —explicó Rita, quien era
una gran amiga de Webber.

—Por lo que tenemos pensado unirnos con Evan —agregó Zea,


una de los apoyos, de largo cabello rojo y alas blancas.

Al cabo de una hora aparecieron por fin Webber y Cosmo, él se


veía muy desalineado y ella tenía una amplia sonrisa en su rostro.
Dion, que no tenía pelos en la lengua, se puso a aplaudir y a felicitar al
guardián.

—Cierra la boca —gruñó éste mientras se despedía de Webber y le


daba las gracias; de no haber sido por ella ahora habrían salido sin
nada.

Simone no dejaba de sorprenderse, pensaba que era insólito que


un guardián del Dios Hades se enamorara de ella, pero al parecer era
algo común; la diferencia era que ella no era libre, ni él tampoco. Por el
contrario, Circe era la enamorada de Ares, Cosmo tenía a su hermoso y
sensual ángel Webber y lo único que sabía hasta ahora era que Dion

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estaba enamorado de ella, o al menos creía que era hermosa, porque no
paraba de decírselo y poner los pelos de punta a Félix.

—Lo lograron. ¿Dijeron que sí? —preguntó Circe ni bien cruzaron


por el umbral.

—Pues claro que sí, Cosmo se encargó de eso, debe de hacer muy
feliz a Webber en algo, porque ahora nos apoyan los ángeles —río Dion
mientras desaparecía por las escaleras, ya que a Cosmo no le gustaba
que ventilara su privacidad frente a todos los presentes.

—Genial —sonrió Nirvana, a quien le causaban gracia los


insoportables chistes de Dion contra Cosmo.

—Pues a nosotras dos no nos fue mal, tenemos el apoyo de las


aves fénix —dijo Circe orgullosa mientras abrazaba a su compañera de
negociación, Dyna.

—En total, tenemos ángeles, los fénix, animales mortales tales


como osos polares, reptiles y leones (hablo de manadas)... y mañana
veremos si podemos contar con duendes y hadas.

—Eso estaría bueno… Pero nos hemos olvidado de alguien, las


brujas. Si alguien puede hacer que cooperen con nosotros ese eres tú,
Félix —musitó Circe, pidiendo perdón con la mirada por sacar el tema.

—No creo que quieran ayudarnos —respondió nervioso.

—Oh, vamos, Greta haría lo que fuera por ti —río Dion, quien
parecía disfrutar de todo esto.

—¿De qué hablan? —preguntó Simone—. ¿Qué tiene esa Greta?

—Oh, no la conoces, es una bruja. Es hermosa, no había visto en


mi vida una mujer tan sexy, y vaya que he vivido —sonrió.

—¿Quieres cerrar la boca? —le espeto Félix a Dion, que no dejaba


de echar leña al fuego.

—Pues perdón, sólo respondí una pregunta, ¿qué tiene eso de


malo? —preguntó Dion con cara de mosca muerta.

—Pues dímelo tú, entonces —musitó Simone de brazos cruzados.

—Es una… ex novia… mía —dijo Félix separando las palabras


como si cada una fuera sumamente delicada, y así era.

Simone se molestó un poco por eso, más que nada por las bromas
de Dion, y porque odiaba sentir que esos labios que ella besaba habían
119
estado en la boca de otra mujer, más cuando ella no tenía a nadie en su
pasado.

—Oh, pues bien. Supongo —musitó ella cruzándose de brazos—.


Si pueden ayudar sería bueno reclutarlos antes que lo hagan los otros.

Aun cuando eso le molestaba actuó como una chica madura, no


hizo ningún berrinche; después de todo, ella pertenecía al pasado de
Félix. Se preguntó cuánto era ese pasado, las brujas eran inmortales
también, y si él estaba enamorado de Simone ya por 1750, hablaríamos
de 400 años como mínimo.

120
Capítulo 17: Corazón Envenenado
Simone miraba como Félix empacaba algunas cosas, tales como
anotadores, una muda de ropa, y hasta una daga igual a las de los
Desertores.

—Quita ese ceño de tu frente —sonrió Félix arrimándose a


Simone.

Ella se mostraba molesta porque él no la dejaba ir con ellos hasta


el noreste de Canadá, donde se encontraba el clan brujo de Greta.

Félix empezó a jalar de su ropa para poder abrazarla y finalmente


la sujetó por la nuca para besarla.

—¿Tienes celos? —sonrió el guardián con sus labios pegados a los


de Simone.

—No entiendo por qué no puedo ir, quiero estar allí —protestó ella
abrazándolo mientras lo besaba.

—Pues, los brujos no aceptan a cualquiera, menos a los que son


distintos a ellos, esa es la razón —explicó Félix, abrazándola con fuerza.

—No me deja muy tranquila saber que estarás con ella —gruñó—.
Menos si, como dice Dion, ella es más bonita que yo.

—Soy tuyo, amor, siempre tuyo —sonrió Félix, feliz por saber que
ella podía sentir inseguridad por él. Ahora comenzaba a tratarse de algo
mutuo.

—Eso me deja tranquila, pero ¿en serio es tan bonita como dice
Dion? —preguntó Simone con una mueca nerviosa.

Félix echó a reír hasta que vio que Simone no lo hacía, por lo que
se puso serio, la besó y luego respondió.

—Sólo tengo ojos para ti, lo juro. Y no es tan hermosa como tú, no
tiene esa magia ni ese brillo en la mirada, ni esa sonrisa, ni tus
hermosas curvas, no. Te amo, hermosa.

Mientras Simone enredaba sus piernas en la cintura de Félix,


ambos se besaron como si el mundo fuera a acabarse, o eso hacían
hasta que Dion irrumpió en la habitación.

—Romeo, es hora de irse —musitó molesto.

121
—Vale —río Félix quitando a Simone de él con delicadeza—.
Volveremos antes de que te des cuenta, lo prometo.

—Te esperaré.

Félix pasó por el lado de Dion, que se quedaría con Simone, junto
con Garrett y Nirvana. Los demás viajarían directamente hacia el hogar
de los brujos.

—Hola, Simone —sonrió la gárgola, que acababa de aparecerse


desde Inglaterra.

—Cielos, no tienes ni idea de cómo te esperaba. ¿Has visto a mi


gente? —preguntó Simone con la voz entrecortada.

—Sí, sí lo hice. Están todos bien. Pero uso magia para borrarlos
del camino de Seneca, eso sí. Lo lamento pero es lo único que podemos
hacer.

—Eso es peligroso para ellos —musitó Simone.

—Es todo lo que puedo hacer —se excusó Garrett con una
sonrisa.

—Está bien, ven conmigo, por favor —sonrió Simone ya que Dion
escuchaba todo.

—Si lo dices por mi bella Simone, no te gastes, yo escucho todo en


esta casa. Y si quieres saber de Greta, yo puedo decirte lo que quieras
saber —dijo él.

Simone, molesta, subió las escaleras para bajar rápidamente con


una capa de piel. Claramente no necesitaba de eso, pero así por lo
menos podía tener unos minutos para no enfadarse más de lo que ya
estaba.

—Iré a cazar —gruñó saliendo por la puerta.

—Vale, hermosa, iré contigo —sonrió Dion.

—No quiero ir contigo —musitó Simone asomando la cabeza por


la puerta.

—Vamos, tengo que asegurarme que mates a alguien que sí


merezca morir, ¿vale? —dijo el guardián, tomando un saco para salir
con ella.

122
Caminaron hasta una taberna cercana a donde los guardianes
vivían; Dion apareció con Simone en lugar de caminar ya que era muy
lejos para hacerlo.

—No quiero entrar allí —musitó Simone, horrorizada por el


aspecto de aquel sombrío lugar de mala muerte.

—Quiero que conozcas a tu víctima, no está enfermo, pero tiene


que desaparecer de la faz de la tierra —dijo Dion con una mueca de
disgusto.

Ella caminó con él hacia adentro, el olor a alcohol y las ratas que
caminaban por los mugrientos pisos le hicieron sentir un escalofrío a lo
largo de su espina.

—Ven, desde aquí puedes verlo —musitó Dion.

—No sé por qué te hago caso —gruñó Simone tomando la mano


de Dion, ya que el lugar estaba repleto de ebrios.

—Bueno, es Bob. ¿Puedes verlo?

—¿Te refieres al tipo de allá?

—Exacto, es un maldito abusador de niñas…

—Qué horror.

—Puedo hacer que salga de aquí, lo llevaré hasta el callejón… Es tuyo a


partir de allí —sonrió Dion.

Simone miró al tipo con detenimiento, llevaba un traje y fumaba


un habano mientras coqueteaba de manera repugnante con una mesera
que no tendría más de 16 años.

—Muy bien —musitó ella poniéndose de pie con rapidez.

Tenía que alimentarse, y si podía a la vez limpiar al mundo de


lacras como esas, mejor. El sujeto era uno de los más decentes dentro
del bar, se veía limpio e incluso parecía guapo.

Mientras esto pasaba en Canadá, en un pequeño pueblo, en los


bosques, Félix, Circe y Nirvana llegaron hasta las cabañas de los brujos.

Una chica atlética de largo, lacio y espeso cabello negro hasta la


cintura saltó sobre Félix para abrazarlo. Era hermosa, de ojos verdes,
labios carnosos, alta, esbelta y de contextura curvilínea.

123
—Pero si es mi Félix —sonrió Greta acomodando la melena rubia
del guardián, más bien despeinándola.

—Greta, es lindo verte —musitó Félix abrazándola.

No perdieron el tiempo y se dirigieron hasta el interior de las


cabañas; ni bien entraron los saludaron enérgicos los brujos. Greta
vivía con su padre, un gran brujo llamado Vladimir, sus dos hermanos
Tristán y Thadeus, su hermana Marny y su novio y prometido Porthos;
todos de poderes letales y realmente necesarios para marcar una
diferencia en el campo de batalla.

Mientras las guardianas eran agasajadas con postres y divertidos


trucos y encantamientos, Greta no dejaba de mirar a Félix con
expresión divertida. El guardián intentó por un rato esquivarla pero
finalmente desistió.

—Ven conmigo —sonrió con esa misma voz sensual que habría
enloquecido a Félix años atrás.

—Muy bien —gimoteo Félix ya que le ponía nervioso que ella


tomara su mano y lo guiara directamente hasta su habitación.

Ella cerró la puerta y Félix, dispuesto a seguirle el juego, se sentó


sobre la cama de brazos cruzados. De manera sensual, ella se sentó
sobre el aparador con las piernas largas entrelazadas.

—Tú no vienes a visitarme, ¿estoy en lo correcto, Félix? —sonrió


seductora.

—Estás en lo cierto, y ya no me llames Félix —musitó el guardián.

—Antes me dejabas llamarte como me diera la gana —río ella


bajándose del aparador para sentarse a su lado y poner su mano sobre
su rodilla.

Félix se limitó a reír ante esta provocación.

—Necesito tu ayuda, Greta, la tuya y la de tu familia —dijo Félix


quitando su mano de su pierna.

—¿Por qué? ¿Qué habrías hecho tú que te portas siempre tan


bien?

Félix bajó la cabeza y luego de eso la levantó rápidamente,


encontrándose con la hermosa mirada de la morena. Ella sonrió y miró
los delicados labios de él.

124
—Es una persona, la protegí, rompí las reglas, y ahora una guerra
está por ser desatada tan pronto como Hades y los suyos tengan a todos
sus apoyos. Por eso te quiero conmigo.

—¿Quién es esa persona? ¿Una chica?

—Sí, su nombre es Simone, van a matarla si no hago algo —


musitó Félix.

—¿Y ella te importa? —preguntó Greta divertida.

—Más que cualquier otra cosa…

Greta se levantó molesta, no le gustó para nada esa confesión del


guardián.

—Tú siempre me has pedido honestidad, es lo que estoy haciendo


ahora —gimoteó Félix.

—Ahora entiendo. Hades la matará, no te quiere con ella, pero tú


no le haces caso esta vez; cuando esa era yo simplemente me dejaste —
gruñó Greta furiosa.

—Era totalmente diferente, Greta, tú y yo no funcionábamos.


Vamos, sabes eso más que nadie.

—Lárgate, porque no voy a ayudarte —dijo ella tirando a un lado


las cosas de su aparador.

Félix tuvo que poner en marcha su plan, el plan que tuvo desde el
comienzo, la verdadera razón por la que Simone no había venido.

El guardián abrazó a Greta por detrás y empezó a susurrar


palabras a su oído.

—Te necesito, por favor. Además, si no fuera por mí, tú no


tendrías esos poderes, fui yo el que logró que eso pasara. No creo que
tenga comparación en ese aspecto con Porthos, ¿o sí? —sonrió lo más
seductoramente que le fue posible.

Claro que el guardián no se sentía bien haciendo eso, pero esto


era un todo o nada. Los brujos eran seres libres, no servían a ningún
dios y, si podían tener su apoyo, la balanza pasaría a estar más que
pareja.

—Bueno, eso es cierto —musitó Greta, ahora más calmada. Se


pegó la vuelta para besar a Félix en los labios y este le correspondió.

125
—¿Me ayudarás? Yo la amo, te amé a ti mucho también, pero
ahora sin Simone la vida no tiene sentido para mí —susurró Félix,
endulzando sus dolorosas palabras hacia Greta con tiernos besos—. Te
necesito, por favor no me falles.

—No lo haré, si es importante para ti te ayudaré.

—Gracias, hermosa —sonrió Félix ahora apartando sus labios de


los de ella.

—Sólo porque aún te amo. Y porque tienes razón, fuiste tú la


razón de que después de esa noche yo tuviera poderes, mejores poderes
de los que ya tenía.

—Lo sé, hago magia, ¿no? —río Félix, abrazándola con fuerza
antes de salir de la habitación seguido por ella.

Después de todo, los brujos pelearían a su lado. Una vez que esto
quedó listo Félix decidió partir con las guardianas para volver con
Simone.

—¿Sabías que iba a apoyarte? —preguntó Nirvana.

—Mmm, sí. Greta no tuvo inconveniente —respondió Félix


rápidamente como quien no quiere la cosa.

Los tres echaron a correr entre la nieve hasta que se perdieron, o


eso intentaron. Estando a la mitad del viaje las guardianas cayeron,
primero Nirvana, atacada por Agnes, Circe lo fue por Alianza, y Seneca
atacó a Félix.

—Salte de encima —musitó Félix Apartó a Seneca, que traía las


dagas de hades, las únicas que podían provocar daños entre los no
muertos.

—Maldito traidor —gritó Seneca furioso.

—Mira quién habla de traición. Veo que trajiste a tu familia,


trabajan juntos, qué bien —sonrió.

Seneca, con una amplia sonrisa, hizo aparecer con igual gracia
que la de un mago una botella que al romperse asustó a las guardianas,
porque de allí salieron voces del mismo río de azufre de los muertos.

—Eso no es posible —dijo Félix.

—Puedes apostar a que sí —respondió Seneca.

—¿Qué quieres? —gruñó Félix molesto.


126
—Tengo que decirte que hemos fijado el lugar de la guerra —
sonrió Agnes.

—¿En serio?

—A tres días de aquí… La altiplanicie del Olimpo —sonrió Alianza.

—¿Por qué son ustedes los que eligen? No confío en ti, Seneca.

—Y haces bien, si no estás allí con los tuyos y con el vampiro,


bajaremos a matar a cuanto mortal se cruce por nuestro camino.

Seneca se había acercado a Félix con la mirada amenazante, en


verdad estaría deseoso de asesinar; con sus preferencias hacia la carne
humana no era de extrañarse.

—¿Cómo sabes que Simone es una vampira? —preguntó Circe.

—Sé que Tarkan la convirtió, nadie más pudo ser. Si pensabas en


culpar a los traidores no te gastes, amigo; esos no tienen valor de nada,
mucho menos de traicionar a Hades, le temen hasta a su nombre —río
Seneca.

—No le hagas daño, me debía ese favor —rogó Félix con la voz
quebrada.

—No lo haré, porque Hades lo quiere así, pero todo traidor debe
encontrar su fin pronto; no será ahora porque necesitamos a los
gitanos.

Ante estas palabras desaparecieron los tres guardianes de Hades,


y Félix, Circe y Nirvana hicieron lo mismo.

Simone, al ver a Félix, corrió a sus brazos y él la besó. La noticia


fue dada, la fecha de la gran guerra estaba fijada.

—¿Altiplanicie del Olimpo?

—Es una manera de decir, bueno, no para nosotros. Los mortales


la conocen como el único sitio donde ocurre magia. Es en el polo norte,
donde las luces tocan la tierra cada noche.

—Es una trampa, el lugar es imposible de ver. Tiene miles de ríos,


puedes ser presa fácil de las sirenas; la neblina tapa bien a todo cuerpo,
los ángeles pueden disparar bien, pero Evan...

—Puedo disparar a cualquier blanco con los ojos vendados, Circe


—musitó el joven molesto por la duda de su compañera.

127
—Vale, lo lamento. Entonces tenemos todo lo que podemos
querer, se hizo hasta lo imposible y no podríamos estar más orgullosos
de nuestros apoyos.

El día se acercaba cada vez más y más, y si de algo estaban


seguros era de que el peligro, la sangre y el dolor los acompañarían
hasta el final.

128
Capítulo 18: Sangre y Pasión
Hay cosas que pasan, cosas a las que estás destinado a vivir; en
su mayoría uno desea evitar sólo las desagradables, las demás no
importan mucho. Pero son estos momentos, momentos de locura, de
guerra, de desesperación, cuando uno piensa que no hay manera de
evitar una masacre, y lo único que debes hacer es unirte a aquellos que
están de tu lado, sin importar qué. No te sueltes de ellos y camina hacia
delante dispuesto a luchar, a veces porque tienes lo necesario para
hacer frente a lo que sea, y otras porque no quieres ser salvado, no al
precio de perder lo que más amas.

—Hola —sonrió Simone entrando en la habitación de Félix.

Él le devolvió mientras se ponía una camisa, ya que recién


acababan de llegar de su altercado con el enemigo.

—Hermosa, ven aquí —saludó Félix y la abrazó sin su camisa ya


que la había dejado a un lado.

—¿Es parte de los guardianes tener este cuerpo? —preguntó


tímida Simone.

—¿Te gusta? —sonrió él besando su cuello.

Ella lo abrazó con fuerza, como si tuviera miedo de no poder


hacerlo de nuevo.

—Me aterra perderte, lo juro —sollozó besándolo con fuerza.

—Jamás me perderás, puedes estar segura de ello —musitó Félix


alzándola y llevándola hasta el aparador de la habitación.

Félix desabotonó con cuidado la camisola de Simone, la besó con


fuerza y luego la abrazó hasta que ella lo empujó, apartándolo de sí
para llevarlo hasta la cama.

—No quiero no tener la oportunidad de hacer esto en un futuro


que quizás no se presente —sonrió ella, traviesa pero con una dulzura
única.

—Te amo, pero ¿no crees que sea muy pronto para ti? —preguntó
Félix mientras le desabotonaba los botones de sus pantalones.

—No, no lo creo —sonrió ella mientras besaba su cuello con


dulzura.

129
Él sonrió un momento y finalmente se rindió al deseo.

—Pensé que esto sería un sueño nada más —sonrió Félix


mientras tapaba a Simone con las sábanas.

—Te amo, Félix, guardián del Inframundo —dijo Simone


abrazándolo con fuerza.

—Esas son mis palabras favoritas, esa y tu nombre. ¿Sabías que


yo lo escogí?

—Mi madre lo hizo —río ella.

Ambos estaban acostados uno sobre el otro jugando con sus


manos, mirándose y disfrutando de este momento repleto de caricias y
disfrute.

—No fui yo, tú te llamas en realidad Cloudette —admitió el


guardián con una sonrisa.

—Que nombre asqueroso —replicó.

—No puedo decir lo mismo, eras adorable, también con ese


nombre, una hermosa sirvienta francesa.

—¿Quién lo diría?

Tocaron a la puerta. Circe y Cosmo entraron, pues ninguno de los


dos había dicho nada.

—Perdón —se disculparon y cerraron la puerta con rapidez.

—Está bien —río Félix y abrazó a Simone, que estaba colorada de


vergüenza—. Ya voy.

A Félix le parecía cómico pero a Simone le daba mucha pena, por


lo que se apresuró a vestirse para salir de la habitación.

—Espera —sonrió Félix abrazándola por detrás—. Te amo, no


olvides eso, vale, y yo soy de los que lucha por los que ama, así que no
tienes nada que temer. Lo prometo.

Ella sonrió mientras lo besaba con sus manos sobre su barbilla.

—Te amo, Félix.

Al sentarse en la mesa, Félix se aseguró de que Simone se sintiera


tan cómoda como la vergüenza le permitía. Claramente nadie hizo
ningún comentario, pues el que solía hablar de lo que no le importaba

130
era Dion y éste había viajado para conocer la Altiplanicie con los
guerreros de Ares. Estarían allí día y noche entera para evaluar cómo
afectaba la luz para luchar. Simone dio gracias al cielo por eso.

—Bueno —sonrió Félix un tanto nervioso porque ni los


guardianes se atrevían a mirarlos a los ojos después del episodio de la
habitación—, ¿iremos también, no? Esta noche.

—Mm, sí, desde luego —sonrió Circe, más bien tratando de no


reír porque todo resultaba muy incomodo.

Simone no pudo más, tomó su teléfono y salió de la casa para


llamar a los suyos: a sus padres, a Crono y Carry. Por lo menos no
tendría que estar allí sintiendo las miradas risueñas de las guardianas.

—Perdón, lo lamento —río Circe una vez que la vampira se fue de


la sala.

—Mm, está bien —dijo Félix—. No te preocupes. Sólo no digan


nada frente a ella, a ella si le importó.

—No lo haremos —musitó Dyna mientras tomaba una soda de


dieta.

—Vale, ten, quería que vieras esto —dijo Nirvana dándole un


sobre a Félix.

—¿Qué es esto? —preguntó el guardián. Puso su mano en el


mentón y trató de develar qué significaban los muchos símbolos y
rayones.

—Sí, la letra de Cosmo no es muy legible. Es el plan de ataque,


Dion verá si puede funcionar; con sus profecías y mis oráculos
podremos saber muy bien de que va todo esto. Él cree que es una
trampa, pero no podemos arriesgarnos a que cumplan con sus
amenazas.

—Lo sé. Simone no irá esta noche, no quiero que lo haga, podría
ser una trampa.

—Dudo que sea así. ¿Por qué lo harían?

—Por que aman jugar sucio y lo harán si pueden, créanme, los


conozco —respondió Félix, poniéndose de pie para acercarse hasta la
ventana, donde veía a Simone hablando por teléfono con Carry.

131
—Vale, pero si ella va a pelear necesita conocer el escenario, Félix.
Además Dion estará allí desde hace ya 16 horas, creo que si hubiera
algo raro lo sabríamos, más con su don.

—Muy bien, Circe, Simone viene.

—Por lo que se ve no es de las que temen a algo —sonrió Cosmo.

—Cierra la boca —le regañó Félix con una sonrisa amistosa


mientras salía por la puerta.

Simone se veía contenta pero a la misma vez agobiada, no paraba


de intentar conseguir información sobre su gente. Según su madre todo
estaba de maravillas, al igual que Crono y Carry, nada fuera de lo
ordinario.

—Yo también te extraño, Crono —sonrió—. Ahora estoy en


Londres, pero volveré, siempre lo hago. Okey, me tengo que ir, te quiero.

Se apresuró a colgar ante la mirada de Félix.

—Te dije que podíamos confiar en Garrett, es una criatura de


palabra —sonrió Félix mientras abría sus brazos para abrazarla. Ella
enterró sus labios en los suyos.

—Lo sé, sólo que necesitaba saberlo por mí misma.

—Quiero que vengas, tienes derecho a hacerlo si vas a luchar


como uno más —musitó Félix un tanto disgustado.

—Gracias por eso—sonrió.

Él la abrazó con fuerza hasta que apareció Garrett con el auto de


Simone, la vampira se emocionó al ver su hermoso Mercedes Benz allí
en medio del lago congelado.

—No puede ser en serio —gritó abrazando a Garrett y luego al


coche.

—Sí, es que está allí aparcado y por lo menos te sirve para poder
cazar.

—Claro que sí —sonrió Simone.

Al principio sentía remordimiento por matar humanos, pero con el


correr de los días se sentía simplemente como lo que era, una vampira,
y mientras matara a aquellos que merecieran morir todo estaría bien.

132
—¿Quieres dar una vuelta? —preguntó Garrett tendiéndole las
llaves.

—Claro que sí, además quiero comer algo. Veré qué ocurre, no
puedo acabar con cualquiera —musitó Simone con una mueca de
disgusto.

Por más que necesitara la sangre, conseguirla nunca era algo


fácil, ya lo sabía por medio de sus compadres, los gitanos.

Decidió bajarse y aparcar, le gustó estar de nuevo caminando por


las calles de Victoria. Su teléfono sonó, de nuevo era Crono.

—Hola, hermosa, no tienes idea de lo extraño que es no tenerte


por aquí, te extraño mucho —dijo él.

—Y yo a ti, mucho en verdad —sonrió Simone.

—¿Cuándo vuelves? Tu madre tiene licencia por algunos meses,


creo.

—Mm, sí.

A un lado un hombre tironeaba a su esposa, la mujer llevaba


gafas y tenía en su mejilla un moratón de un morado intenso. El tipo la
arrastraba y le susurraba insultos al oído, la mujer se resistía a entrar
en el coche. A su lado había una niña de 4 años, de cabello rubio y con
los ojos de rojos; al parecer era su hija. La mujer entró en el coche
después de que el tipo la empujara y luego éste le dio una bofetada feroz
a la niña para que cerrara la boca.

—Por dios, hijo de perra —gruñó Simone furiosa.

Sin ponerse a pensar en lo que hacía, simplemente caminó hasta


el coche, una camioneta 4x4 negra. Empujó al tipo y, si bien había poca
gente cerca, no podía montar un show así como así.

—¿Se te ofrece algo, muñeca? —preguntó el tipo. Río al ver como


Simone, que parecía tan dulce, joven y debilucha, le hacía frente.

—Sí, que me levantes la mano a mí, si eres tan macho —gritó ella
furiosa mientras volvía a empujarlo.

En eso apareció Garrett a su lado, la alzó y la arrastró lejos del


lugar.

—¿Qué haces? Está escapando mi comida, quiero a ese maldito


infeliz muerto, ahora —gritó alejando a Garrett.

133
—Y estoy de acuerdo contigo, Simone, pero no así, no puedes
montar un show cada vez que quieres alimentarte —gruñó Garrett.

En efecto, el tipo había escapado. Habría sido un alimento


perfecto, nadie necesitaba esa clase de basura en el mundo, pero su
rabia le había hecho no pensar las cosas de la mejor manera,
naturalmente.

—Ah, ¿para qué viniste? ¿Para molestarme? —musitó molesta


mientras se dirigía a su coche de nuevo.

—No, lamento salvarte de que te persigan con todo y antorchas —


sonrió irónico Garrett—. Es tu enamorado, Félix y los demás se van a
las Altiplanicies. Tú puedes ir también, a menos que quieras seguir
haciendo papelones.

Simone se tuvo que tragar su orgullo y, más bien, enfado. En


realidad la gárgola tenía toda la razón del mundo, es decir, no podía
arrastrar al tipo contra el muro y simplemente comenzar a chupar su
sangre así como así, eso sería estúpido.

—No te preocupes, suele internarse en el bosque todas las


mañanas. Puede ser tuyo mañana, ¿vale?

—Sí, desde luego su familia no lo extrañará —musitó Simone y


echó a correr a toda velocidad hacia el muro de un callejón, antes de
tocarlo ambos desaparecieron.

Aparecieron con coche y todo en la entrada. Simone se unió a los demás


sin decir una sola palabra de la furia que tenía por dentro. “Si todo sale
bien mañana ese malnacido morirá”, pensó.

—Bueno, nos vamos —sonrió Circe mirando divertida a Simone.


Ella abrazaba a Félix, feliz por saber que al menos ella tenía la
oportunidad y la bendición de tener a un hombre de verdad a su lado.

—¿Estás bien? —preguntó él preocupado.

—Te amo, te amo —repitió Simone besándolo con fuerza mientras


el guardián los sacaba de ese espacio para llevarlos hasta las
Altiplanicies.

—Y yo a ti, hermosa —sonrió Félix una vez que tocaron suelo de


nuevo, y se separaron para conocer a los guerreros del dios Ares.

Era hermoso: el fuerte viento helado, nieve por todos lados, bajo
ellos sólo hielo, un lago congelado en forma de cascada y, en el cielo

134
azul, las luces de la aurora boreal. Era una lástima saber que de aquí a
tres días ese hermoso escenario iba a ser el lugar de una guerra
sanguinaria.

—Por fin llegaron mis compañeros —sonrió Dion tirándose desde


el río y haciendo un fuerte ruido con sus botas contra el hielo.

A diferencia de Simone, que venía ligera de ropa, el resto traía


pieles que Dion había guardado en un pino ahuecado que servía de
closet natural.

—Ven, dame un poco de calor —sonrió Félix y abrazó a Simone,


quien no dejaba de mirar cielo arriba ante los hermosos colores de este
estupendo y mágico lugar.

—Vale, te daré calor, en eso soy buena —río ella poniendo sus
manos alrededor de su cintura.

En eso el suelo empezó a temblar con fuerza. Simone y los


guardianes corrieron alejándose del rio ya que parecía que iba a
romperse en cualquier momento. Buscaron refugio al lado de Dion, ya
que él simplemente reía de la reacción colectiva.

Por lo menos 100 soldados arriba de imponentes osos polares


aparecieron en la escena, cabalgando igual que si estos fueran caballos.
Medían el doble de un mortal promedio, eran fuertes, llevaban
armaduras y eran gobernados por un sólo capitán, Icabo.

—¿Quién dice que no tenemos oportunidad? —replicó riendo Dion


mientras aplaudía a la imponente escuadra de jinetes.

El capitán se bajó de su oso para sacarse la armadura. Su rostro,


aunque extraño, es sumamente atractivo. Tenía grandes ojos verdes
como dos esmeraldas, cabello rubio largo hasta los hombros y un
cuerpo musculoso. A Simone le hizo recordar a Michael, el capitán del
equipo de fútbol americano, pues era igual de grandote. Claro que es un
decir, Icabo medía como 2 metros y medio y parecía pesar unos 200
kilogramos.

—¿Están conformes con mi tropa? —preguntó Icabo sonriente


mientras estrechaba las manos de los guardianes y luego besó la mano
de Simone.

—Pues claro que sí, gracias por ayudarnos, ustedes hacen una
gran parte en nuestro plan —sonrió Circe mirando a la armada.

135
—Bueno, te sorprendería lo que Ares es capaz de hacer por la
mujer que ama. Tú sólo pide, que mi señor y amo hará lo que sea que
tú quieras —dijo Icabo arrodillándose frente a Circe.

—Mm, gracias —respondió la guardiana, un tanto nerviosa por


tener todas las miradas sobre ella y por las risas de Dion.

—Y mis hombres tienen órdenes estrictas de protegerte en el


campo de batalla en nombre de mi dios. Te protegeré con mi vida, bella
guardiana.

—Vale, dejémoslo allí, te lo suplicó —sonrió Circe y se alejó de


Icabo, sus mejillas estaban al rojo vivo.

—Bueno, sígame Icabo —prosiguió Dion, que estaba colorado de


la risa y los nervios de la pobre Circe.

—Simone estará arriba del lago congelado junto con los ángeles y,
por supuesto, Evan; allí estarán los arqueros. Los lagos serán
descongelados, menos este, por supuesto.

—¿Cómo sabes eso, Dyna? —preguntó Félix.

—Dion lo dice, y su don nunca falla. Tenías razón en no confiar


en ellos, es un engaño, el lugar fue elegido a fin de que sea aprovechado
por ellos. Quieren encerrarnos, pero haremos que eso cambie a nuestro
favor —sonrió Dyna.

—Entonces, ¿los lagos, excepto la cascada, serán descongelados?


—preguntó Icabo mientras caminaba con su armadura medieval y su
casco. Cualquiera creería que se vería ridículo, pero lo cierto era que se
veía heroico y sumamente irresistible.

—Sí, así es, dejando el paso libre a sus criaturas marinas como
las sirenas. De esas hay que tener cuidado, ¿vale? —musitó Nirvana y
acomodó su melena oscura, que con el viento helado no la dejaba ver.

—¿Qué hay con la luz? De noche por aquí será una verdadera
trampa mortal —siguió Icabo. Miró hacia el cielo, donde apenas había
alguna que otra luz, por la noche eso sería mucho peor.

—Totalmente, no tienes idea lo peligroso que es, no me


sorprendería que comenzáramos a atacarnos entre nosotros —rió Dion,
pero se puso serio ni bien los demás lo miraron con seriedad.

—Entonces, tendremos que pensar en algo a fin de que no pase,


la neblina será fatal —dijo pensativa Dyna.

136
—Exacto —asintió Simone, aún cegada por todo lo que le
rodeaba.

Dion y Circe estaban seguros de que el enemigo iba a utilizar magia


para que el hielo se derritiera y así llenar de vapor todo el lugar. Esto,
sumado a la oscuridad, crearía un escenario perfecto para la perdición.

Los guardianes de Apolo pusieron a prueba su plan de todas las


maneras posibles. Decidieron cubrir los ríos que según Dion y Circe
iban a derretirse mediante magia con los brujos. Los guerreros irían al
frente, con los guardianes en primera línea; los tres trolls que
consiguieron que los apoyaran evitarían la entrada del enemigo
manteniendo a salvo a los arqueros de cualquier ataque.

Las Hadas, sobre las mismas luces, atacarían hacia abajo. Eran seres
muy pequeños para tener otra función, y también demasiado frágiles.

—Creo que funcionará, en tanto tengan razón —sonrió Icabo.

—¿De qué hablas? Tenemos grandes fundamentos para decidir


esto —gruñó Dion molesto por la risotada del guerrero.

—Un don no puede remplazar la experiencia mía y de mis


hombres, tú y los tuyos elijen que esto será así, y funcionará mientras
el enemigo siga en la misma frecuencia. De cualquier manera no
tenemos más que esto, por lo que pelearemos aferrados al plan —
determinó Icabo y subió a su oso.

—Vale, te aseguro que hacemos lo que más podemos —musitó


Circe de brazos cruzados, molesta por el comentario del soldado.

—Mi señora, no fue mi intención ofenderla en lo absoluto, sólo


estoy diciendo que el tuerto es rey en el país de los ciegos. No crean que
tenemos todo controlado, las guerras son emocionantes porque no
sabes cómo acabarán. Sólo les diré que tienen buenas armas; nuestro
enemigo nos supera en ira y en maldad, pero en nada más. Mis
hombres y yo acamparemos lejos de cualquier mortal, no podemos
tener contacto con ellos.

—Muy bien. Hasta entonces, Icabo —sonrió Circe recibiendo el


abrazo delicado del grandulón guardián.

137
Capítulo 19: Demonios
Los soldados de Ares se mantuvieron alejados de la Altiplanicie,
de hecho Ares procuró que estuvieran lo más cómodos que fuera
posible, desde la comida, el fuego... Todo había sido preparado para que
estuvieran descansados y preparados para la batalla.

No muy lejos de Canadá, los guardianes, colegas de Félix,


regresaban con los Rituanos de Ariadna y se preparaban para
aparecerse en horas próximas en el oeste de la India, donde vivían los
Demonios. Este clan apoyaría de seguro cualquier cosa que incluyera
poder matar y desmembrar, el sólo hecho de la violencia los incitaba a
luchar.

Aparecieron en la capital de la India, Nueva Delhi, frente a una


gran casa rústica y venida abajo pero aun así hermosa. Era la morada
del Clan Amparo, clan de los demonios, servidores de nada sino su
propia voluntad. De los ocho que lo conformaban, Aramis era el líder.
Todos hacían su voluntad, por ende dependía de él si tendrían su
colaboración o no.

—¿Qué gano yo? Ustedes tendrán esos dones pero, al igual que
los brujos, yo no tengo nada que perder, ni a nadie a quien servir —dijo
Aramis. Mientras hablaba con los guardianes disfrutaba de torturar a
una mujer casi al borde de la muerte.

— Lo que quieras, siempre están deseosos de almas…

—Sí, almas, almas vivas, no muertas —río Aramis, siendo


totalmente descortés.

—Prometo almas vivas para ti, almas especiales a cambio de tu


servicio —musitó Seneca tan amable como podía.

Los demonios eran fuertes y Aramis tenía dones mentales tales


como la tortura, la confusión y, lo que más aterraba, obligar a una
persona al borde de la locura a hacer lo que él quisiera. En otras
palabras, si él no quería ensuciarse las manos para matarte, podría
pedirte que lo hicieras tú mismo. Sus compañeros compartían dones
parecidos pero no funcionaban con la misma intensidad y eficacia que
el suyo.

—Tentador, explícame un poco, ¿a qué viene todo este embrollo?


—preguntó el demonio sentándose en su mesa una vez que su víctima
hubo muerto.

138
—Una mortal que ya no lo es.

Aramis mordía sus uñas intentando comprender, pues Seneca


saltaba desde Simone a su traidor Félix, agregaba insultos y
maldiciones por montón, volvía a Simone, a las ganas que tenían de
matarla, de acabar con los odiosos guardianes de Apolo; también les
contó de los miembros que tenían a favor y las fortalezas de sus
opositores.

Aramis decidió ayudarlos, pero no por las almas, él podía


conseguirlas al igual que los demás demonios. Fue por saber que su
ángel, Webber, pelearía a favor de Simone y de Félix, y que Cosmo
también lo haría. Ellos se odiaban, puesto que Webber era todo para él,
era la mujer de sus sueños, pero de un día para el otro decidió
cambiarlo por Cosmo, el niño pasivo y hermoso amante de las artes.

—No puedo creer que esa hermosura en verdad se exponga sólo


porque Cosmo se lo pide —sonrió Aramis poniéndose de pie, aunque
detrás de esa sonrisa se escondía una potente ira.

Mientras reía comenzó a tirar los muebles, a partirlos en miles de


pedazos que volaron por doquier; sus compañeros no hacían nada, ni
siquiera participaban de la reunión.

—No sabía que te importara —sonrió Alianza, quien pensó que el


demonio exageraba.

—Lo cierto es que no puedo pelear sabiendo que Webber lo hace


en mi contra, así que decido no unirme a esta batalla. Ahora retírense
antes de que decida no ser tan cortés —masculló con los ojos rojos
clavados en los de Seneca.

—Piensa, allí podrás acabar con Cosmo. ¿Eso no es tentador? —


preguntó Seneca levantándose listo ya para retirarse.

—Bastante. ¿Se retirarían, por favor? Tengo cosas que hacer —


musitó Aramis, ahora perdiendo la paciencia.

—Debe haber algo que podamos arreglar, los necesitamos —gruñó


Alianza, molesta por la indiferencia de Aramis.

—¿Qué tanto nos necesitan?

—Dime tus condiciones y serán aceptadas, totalmente —sonrió


Seneca con un ápice de esperanza.

139
—Participo siempre y cuando Webber no sea atacada por
ninguno, y pueda ser yo quien acabe con Cosmo, quiero su cabeza en
mi sala —sonrió de manera displicente.

—Pero esto es una guerra —musitó Ariadna molesta—. No


podemos garantizar eso.

—Lo harán si me quieren a mí y a los míos, porque no sólo puedo


ser yo con mis compañeros, muchos más que conocemos estarían
dispuestos a unírsenos gustosos —exclamó Aramis mirando a los otros,
todos con los mismos semblantes nerviosos o malévolos.

—Hecho, nadie toca a la bella Webber ni a sus hermosas


amiguitas —musitó Seneca cansado y obligando a callar a sus
compañeras.

—Hazlo así, y te doy a Simone en veinte minutos máximo;


depende, claro, de qué tan protegida esté —aclaró Aramis con una
sonrisa.

—Hecho, tenemos un trato. Venos en tres días antes del


amanecer con todos los tuyos, amigo —dijo Seneca ahora saliendo por
la puerta.

—Te conozco, Seneca, puedes ser un Guardián de la lacra esa de


Hades, pero no eres tan peligroso como puedo serlo si alguno daña a mi
hermosa Webber. Cumple tu promesa; si alguien lastima a los ángeles,
los demonios se unen a Félix, lo juro. Más vale que no se te ocurra
traicionarme, da aviso de eso al resto —gruñó Aramis. Con todo claro,
los guardianes de Hades salieron por la puerta.

Ahora los demonios, con sus propias condiciones, se unían del


lado de Hades. Los bandos se cerraban, las criaturas tomaban su
puesto en la guerra, a partir de ahora era estar listos o sucumbir frente
al enemigo.

—Cada día falta menos — murmuró Dion al lado de Simone.

Los demás habían viajado hacia los distintos puntos del mundo,
debían tener el mismo plan de guerra todos los que participarían, por
eso Dion se quedaría con Simone al igual que Garrett.

—Lo sé, ¿tienes miedo? —preguntó ella taciturna mientras


vigilaba la ventana como si esperara que Félix apareciera por allí en
cualquier minuto.

—Sabes, ganaremos.

140
Simone quitó la mirada de la ventana, si Dion lo decía podía ser
porque en verdad sería así.

—¿Eso lo sabes? —preguntó ella caminando hacia él, deseosa de


saber si eso podía dejar de ser una incógnita al fin.

—No, sólo me confío de los presagios, presagios de mi don de la


verdad. Circe tiene oráculos, pero Apolo no sabe eso, nadie puede
saberlo, en realidad. Mi don de las profecías es más profundo, y podría
decírmelo, y te lo diría.

Ahora Dion avanzaba hasta Simone, estaban solos, Garrett se


encontraba en Rhode Island.

—¿Y bien? ¿Me dirás o no? —sonrió ella y retrocedió, ya que Dion
caminaba hacia ella con paso veloz.

—Eso depende de mí. Eres mi musa, Simone, la razón de que mis


dones funcionen con claridad. Dame un beso.

—¿Qué? Estás loco —musitó ella nerviosa.

—Quieres saberlo tanto como yo, ¿o no? —sonrió Dion poniendo


sus manos en su cintura—. Para que no te sientas culpable, te diré
algo, ya sabes que mi don me permite saberlo todo. Félix no es muy
bueno ocultando lo que siente, últimamente es la culpa.

—¿De qué hablas? —preguntó Simone con un ápice de tristeza.

—Greta, él y Félix se besaron. Seré sincero, Félix lo hizo sólo para


lograr que ellos se nos unan, ella no quería. El guardián nunca había
desobedecido a Hades antes de ti.

El corazón de Simone se llenó de dolor, ¿por qué Félix le


mentiría? Se sentía estúpida y furiosa, sin pensarlo besó a Dion. Él
disfrutó ese beso, incluso apareció una sonrisa y por poco consigue esa
profecía, pero luego sintió las lágrimas de Simone sobre su piel.

—¿Qué tienes? —preguntó apenado.

—Nada, ya tienes tu beso. Ojalá te sirva —musitó ella


apartándose de él molesta y totalmente triste.

—Simone, yo…

Ella corrió escaleras arriba y se encerró en su habitación. Al


principio Dion tocó la puerta pero, al ver que las lágrimas no cesaban y

141
que Simone no iba a dejarle entrar, decidió hacerlo como sólo un
guardián podría: desmaterializándose.

—Lo lamento, soy un idiota, lo peor es que no sirvió de nada —


musitó Dion totalmente arrepentido por haberse salido con la suya.

—Quiero que te largues de aquí —le gritó Simone entre sollozos.

—Por favor no llores, me partes el corazón —pidió Dion y la


abrazó, al principio contra su voluntad, luego ella lo abrazó igual—.
Sólo lo dije porque soy idiota, me conoces, lo lamento. No dudes de lo
que siente por ti Félix, él te ama. Todos aquí lo hacemos, pero nadie
como él, el chico está dispuesto a ir al combate con tal de poder estar
contigo.

—Pero la besó, eso sí paso —gimoteó Simone molesta.

—Porque Greta no iba a pelear, ni los suyos, Félix la usó, ¿sí? Voy
a decir la verdad —Dion limpió las lágrimás de su rostro—. Él no siente
nada por ella, y sí, Greta es sexy, pero él sólo tiene ojos para ti. Simone,
por favor, no llores. Además Félix me va a partir el trasero cuando sepa
que te dije esto.

Simone caminó hasta el espejo para peinarse un poco, esperando


que, si ignoraba a Dion, este se fuera, pero el guardián caminó hasta la
puerta y dijo:

—Greta no iba a ayudarlo, porque la razón de que él terminara


con ella fue porque Hades se lo pidió. Ellos se amaban mucho, lo sé.
Greta le pidió que peleara por esto, pero Félix no lo hizo, simplemente la
dejó; no fue así contigo. Más allá de las bromas, o de lo que ves, o las
estupideces que digo, esto será una masacre, todos estamos en peligro.

Una vez que Dion se alejó de Simone, esta se quedó en su


habitación unos momentos, luego caminó escaleras abajo y volvió a su
lugar del comienzo, la ventana.

Al cabo de hora y media, Garrett volvió junto con todos los demás.
Félix entró y lo primero que hizo fue tratar de dar con Simone; Dion no
dijo una sola palabra cuando el guardián le preguntó de ella.

—Creo que… en su habitación —se limitó a balbucear muy a la


ligera.

142
Félix caminó hasta su habitación pero no estaba allí, siguió por el
pasillo y antes de entrar en su recamara se asomo una vez más. Simone
estaba acostada sobre su cama, con esa expresión de tristeza y
decepción todo en uno.

—¿Estás bien? Te extrañe tanto —sonrió Félix.

—Jamás soporté que me mintieran, no lo hagas, no importa que


sea, jamás me mientas —musitó ella levantándose molesta.

Félix hizo una mueca que opacó su sonrisa, pues era claro que
Dion era el único que pudo haberlo sabido.

—Lo lamento —se disculpó el guardián sentándose a su lado y


poniendo su mano con delicadeza sobre la rodilla de Simone.

—¿Por qué lo hiciste? Debías saber que eso me molestaría, y


dolería muchísimo —gruñó Simone entre dientes en tanto las lágrimas
brotaban de sus ojos.

—Era necesario, los brujos son un gran pilar de los nuestros…

—Hay límites.

—No, no para mí, Simone. Yo haría lo que sea con tal de poder
asegurarme de que estarás a salvo. Lamento no habértelo dicho, pero si
no lo hice fue por esto, sabía que te dolería…

—Claro que sí, ella es tu pasado, y según Dion es la mujer más


hermosa de la vida —farfulló Simone en tono burlesco mientras jugaba
con sus dedos.

Félix río ante esto y simplemente le abrazo con fuerza.

—¿Es tan bonita? —preguntó.

—Mmm…

—Sé honesto —le espeto Simone mirándolo a los ojos.

—Muy bien, sí, ella es hermosa —dijo Félix con total franqueza.

—¿Dormiste con ella?

—Guau, eso es un poco privado, ¿no crees?

—Será mejor que me digas ahora —le espetó molesta mientras lo


abrazaba.

143
—Pues sí, de hecho esa es una de las razones por la cual ella
decidió ayudarme. Los brujos nacen con sus poderes, pero pueden
mejorarlos, puede ser por amor, por lecciones de vida, por
conocimientos que adquieren, lo que sea. Yo hice que Greta fuera una
mejor bruja —musitó Félix masticando las palabras para que sonaran
lo menos dolorosas posibles.

—Ya veo —murmuró Simone molesta.

—Tú quieres sinceridad, ¿o no? —reclamo Félix besándola.

—Pero tú no sientes nada por ella, ¿o sí?

—No, sí la ame, pero aunque ella me reproche que la haya dejado


por un capricho de Hades, lo nuestro no iba a funcionar, Es decir,
íbamos a acabar de una u otra manera.

Félix se puso de pie y empezó a caminar nervioso por la


habitación. Simone seguía con sus preguntas, él las respondía sin más
pero seguía alertado como si temiera por algo, algo que podría ocurrir
en cualquier momento.

—¿Puedes ponerme atención? —gruñó ella levantándose y


sujetándolo del brazo.

Félix la miró a los ojos, la abrazó por la cintura y la trajo con él


hasta la ventana. Allí no había nada, sólo el blanco escenario diario y
los mismos pinos verdes tapados en nieve. Él seguía allí con la misma
expresión desolada, su respiración se aceleraba y fue entonces cuando,
del otro lado del lago, aparecieron los demonios acompañados por los 5
desertores.

—¿Qué hacen aquí? —preguntó Simone asustada y tomando la


mano de Félix con rapidez.

—No lo sé pero… no puede ser —bramó el guardián, rápidamente


dirigió su mirada hacia Simone.

Una de los desertores, Lina, hizo aparecer a Crono. El pobre chico


cayó de rodillas y era sostenido por cadenas de sus muñecas, lo habían
golpeada de manera brutal.

—Crono, por dios, no —bramó Simone llorando, dejó a Félix y


bajó las escaleras con rapidez.

144
Los guardianes habían salido de la casa y se formaron en hilera
frente a ésta. Simone salió corriendo seguida por Félix, Dion intentó
detenerla, pero ella lo empujó para seguir corriendo.

—Él no es Crono —le gritó Félix corriendo tras ella.

La distancia era bastante amplia entre el lago y ellos dos;


aprovechando esto, Aramis se apareció muy cerca de Simone, justo
detrás de ella, sacó una vara de hierro y partió el hielo. Ella empezó a
tambalearse, el agua de ríos debilitaba a los vampiros.

—No te muevas, o se cae —le gritó Aramis a Félix, señalándolo


con sus helados dedos.

—No le hagas daño —suplicó Félix.

El demonio le sonrió como si disfrutara su desgracia. Se acercó a


Simone.

—Míralo, pobrecito. ¿Sabes? A mis chicos les encantará


desmembrarlo, lo harán con gusto.

—Por favor no —suplica Simone llorando a mares.

—Ven conmigo, y él se irá a su mundo, los desertores se


asegurarán que no recuerde nada sobre esto. Lo prometo…

—¿Por qué mierda haces esto? Simone, él no es Crono —gritó


Dion furioso.

—¿Vas a arriesgarte? —sonrió Aramis a su oído—. Ellos no lo


conocen, no tan bien como tú. ¿Es él? Se parece, ¿verdad?...

—Simone, aléjate de él —musita Garrett apareciéndose muy cerca


de ellos, transformado en gárgola.

El plan falla, pues Crono no era el chico que conocía Simone, ella
se dio cuenta de eso cuando empezó a avanzar muy cerca de él. Garrett
quedó atrás, siempre vigilado por Aramis; de repente “Crono” dibujó
una gran sonrisa en su rostro.

—No puede ser —musitó Simone dándose la vuelta.

—Ven aquí —dice Aramis entre dientes.

La sujetó del brazo, pero Simone ya no era una humana


debilucha; un golpe feroz sobre el corazón del demonio la liberó, pero
éste es igual de rápido que ella. Llegaron hasta el corte que Aramis
había hecho separando a Félix de ella, ahora era mucho más amplio el
145
margen de agua. Ya que tenía unos milisegundos para alcanzarla, Félix
se apareció y se interpuso entre ambos, por lo tanto el golpe con la
barra de hierro del demonio se lo ganó Félix y cayó al suelo de hielo.
Con eso hizo perder el equilibrio a Simone, que cayó al agua congelada.

—Simone —gritó Dion y desapareció de la línea con el resto para


aparecer en el agua helada seguido de Garrett.

Simone se desmayó, el agua la habría matado siendo mortal


debido a las bajas temperaturas de la misma; sin embargo, sólo
causaba debilidad y pérdida de conocimiento a un vampiro.

El resto de los guardianes apareció junto a Félix, para luchar


contra sus compañeros y los desertores.

—¿Acaso sabías que Webber estará luchando de nuestro lado? —


masculló Félix mientras evitaba que Aramis lo apuñalara con la barreta
y se zafó, pero el demonio seguía haciendo cortes en el hielo afectando a
todos los que se pararan sobre él.

—Eso me enferma, pero es una guerra, ¿no? ¿Por qué no entregas


a esa perra, que se vaya con Hades de una vez, y se acaba todo? —gritó
Aramis intentando atacar al rápido Félix.

—Maldito —masculló, furioso por cómo se refiera a la razón de la


guerra.

—Sabes el plan, sé que tienen el suyo. Yo seré el que lleve a


Simone con Hades, yo se la entregaré a tus compañeros —sonrió burlón
Aramis.

—Sobre mi cadáver —dijo Félix. Le quitó la barreta y lo golpeó con


fuerza tirándolo al piso.

Seneca tenía una daga y se arrastró silenciosamente sobre el


hielo, estaba a punto de atacar a Félix cuando Evan tiró de su arco una
flecha que lo atravezó. Eso puso alerta a Félix, que desapareció de allí
justo a tiempo y dejó la barreta. Aramis la volvió a tomar y un nuevo
ataque hizo que todos los suyos se sumergieran en el frío hielo.

—Ahh —gritó Aramis saliendo empapado y rugiendo furioso. El


frío hacía que salieran nubes de su aliento.

Los guardianes de Apolo, Félix, Simone y por supuesto Garrett,


desaparecieron de la escena.

146
—Menos mal que funcionaría —masculló Seneca saliendo del
agua, su semblante refleja la furia que siente.

—¿Qué mierda fue lo que intenté hacer? No es mi culpa que sea


tan rápida y que Félix se interpusiera entre ambos —gritó Aramis
tirando la barreta al suelo.

—¿Te gustaría que entremos a destruir todo? —sonrió otro de los


demonios.

—Imbécil —le gruñó Aramis—. La casa tiene magia, si entras te


quemaras vivo. ¿Por qué tengo a tales idiotas como camaradas?
Realmente no sé en qué pienso.

—Sólo restan dos días, al parecer sí habrá una guerra, porque no


tengo a Simone en mi poder.

—Muy bien, intenté de la manera pacífica, no funcionó, al diablo.


Si así lo quieren así será, los aplastaremos cual cucaracha, y esa perra
que causó todo esto se va a arrepentir. Nos vamos de vuelta a Delhi —
gritó Aramis escurriéndose un poco el agua congelada.

Los desertores sonrieron y también desaparecieron junto con sus


amos. Los demonios estaban furiosos por su fallido intento de “Paz”,
pues el plan de Aramis era que si lo que había ocasionado todo esto fue
Simone, sin ella no había razón para luchar. En este punto una guerra
era inevitable.

147
Capítulo 20: Masoquistas
—Déjame con ella, estaremos bien —dijo Félix a Garrett.

—Muy bien, llámame o a Dyna si ves que está mal, ¿vale? —


sonrió este alejándose hacia la habitación de al lado.

Al haber sido atacados, tanto los guardianes como Simone y


Garrett habían decidido huir hacia la capital de Canadá, Ottawa.

Simone estaba debilitada, entre el agua congelada y lo que le


producía por ser un vampiro el resultado no había sido muy bueno.
Félix la recostó sobre la cama y puso varias colchas sobre ella.

Se recostó a su lado, y la abrazó hasta que al cabo de dos horas


despertó.

—Perdón —sollozó cuando despertó.

—Hola —sonrió Félix a su lado.

—Puse en peligro a todos —musitó ella sentándose en la cama.

—Está bien, tú no pudiste haberlo sabido, a pesar de que te lo


dije —respondió Félix amable.

—Es que en verdad pensé que era Crono, yo no soportaría que


algo les pasara. Lo lamento, prometo que algo así no volverá a pasar —
murmuró inexpresiva.

Se paró y se dirigió hasta la ventana del hotel.

—Esto es Ottawa, no sé si la conoces —sonrió Félix parándose


para abrazarla.

—No, no conocía. ¿No vamos a volver a Virginia? —preguntó ella


mirándole a los ojos.

—Sí, claro que volveremos, pronto. Cuando Circe y Dion digan


que se puede. La verdad, es más que nada para estar seguros, porque
no volverán a atacarnos.

Simone sonrió a Félix y volvió a dirigir su mirada hacia la


ventana.

—Por cierto, gracias. Me salvaste, otra vez.

148
Félix apoyó su barbilla sobre el hombro de Simone, se quedaron
mirando hacia la ventana en silencio hasta que la puerta del hotel sonó
y Félix dejó a Simone para abrir.

—Nos vamos, bueno, los demás irán, yo me quedo —sonrió Dion


en la puerta de la habitación.

—¿Por qué no vamos todos? —preguntó Félix con cierta


hostilidad.

—Tengo mis dudas de un nuevo ataque —musitó Dion—. Cosmo


insiste en que es su culpa ese ataque, por Webber. Es claro que fue por
ella, pero de cualquier manera ellos se van y nos quedamos en el hotel
hasta mañana, nosotros y Nirvana. ¿Te sientes mejor, hermosa? —
preguntó animado hacia Simone, que se sentó en la cama.

—Sí, gracias —sonrió ella tímida.

—Bueno, eso es genial. Estoy en el cuarto de Circe con Nirvana,


creo que Garrett se cambió al de Cosmo.

—Vale, gracias —musitó Félix cansado.

El guardián cerró la puerta y se recostó junto a Simone; una vez


que se quedó dormido, ella trastabilló hasta la puerta.

—¿Dónde vas? —preguntó Félix con los ojos entrecerrados y la


melena rubia despeinada.

Ella sonrió por lo adorable que se veía.

—Necesito ir por algo de… aire —musitó nerviosa.

—Muy bien, iré contigo —dijo él levantándose rápidamente y al


estar dormido se golpeó con la pared y cayó sentado en la cama de
nuevo.

—No, está bien. Le pediré a Garrett que lo haga, tú duerme,


¿vale? Lo necesitas —río Simone empujándolo dentro de la cama de
nuevo.

Ella sin querer le levantó la camisa, sobre las costillas tenía un


moratón negro con la forma de la barreta.

—Por dios —se horrorizó Simone.

—No es nada —musitó Félix tomándola del brazo con dulzura.

149
—Llamaré a Dyna. ¿Fue Aramis? Creí que no te había dado —
sollozó mientras tocaba la herida a pesar de que Félix quitaba sus
manos de ella a toda costa—. Déjame ver.

—No, no es nada, lo juro. Ve con Garrett…

—Ahora vengo —dijo ella saliendo por la puerta.

Golpeó la puerta de Dion, allí estaba Nirvana solamente.

—¿Pasa algo, bonita? —preguntó él galante.

—Necesito a Dyna, es Félix, tiene un buen golpe en las costillas —


dijo ella con la voz ahogada.

—Mmm, la traeré —dijo tomando de los hombros a Simone


mientras desaparecía por completo.

—Puedo aplicar mi poder para hacer que mejore un poco.

—¿Cuál es tu don? —preguntó Simone siguiendo a Nirvana hasta


la habitación de al lado.

En eso pasó una mujer de la limpieza del hotel y les preguntó si


todo estaba bien. Nirvana, sin prestarle atención, entró en la habitación
de al lado sin tarjeta ni nada.

—Es que la dejé abierta —sonrió Simone nerviosa y entró en la


habitación donde Félix reposaba.

Nirvana puso sus manos sobre la piel de Félix, como si intentara


curarlo.

—Dion viene en minutos. Está bien, pero no es algo que yo pueda


curar. Dyna, en cambio, podrá —musitó ella mientras seguía meditando
sobre la herida.

—Muy bien, veré si están aquí ya —dijo Simone saliendo hasta el


corredor.

Dion apareció de la nada, la mujer de la limpieza lo vio y tiró la


escoba, horrorizada. Dion se dio la vuelta y le sonrió. Dyna, en cambio,
apareció dentro de la habitación.

—Ella ya está con Félix —le gritó desde el pasillo a Simone, ya


que estaban a tres metros de diferencia.

Una vez que la alcanzó ella lo sujetó del brazo.

150
—¿Sabes? Para los mortales, que aparezcan guardianes de la
nada no es muy normal.

—Lo siento —sonrió Dion mientras entraba en la habitación


seguido por Simone.

Las curaciones de la guardiana hacia Félix dieron resultado pero


fueron sumamente dolorosas. Simone decidió salir de la habitación ya
que le eran insoportables los gestos y gemidos de dolor de su Félix.

Ella se recostó sobre el suelo del corredor, en la esquina alguien


la saludó.

—¿Mamá? —preguntó ella—. Es imposible.

La mujer se dio la vuelta, desde atrás su cabello lucía


exactamente igual al de su madre, siempre brillante y despampanante,
con la misma caída, pero no podía ser ella. Simone se puso de pie y se
apoyó contra la puerta de la habitación, no le quitaba los ojos de
encima a la mujer dada vuelta. Tocó el pestillo de la puerta. Entonces
se dio la vuelta un poco, se asomaba una nariz pequeña y respingada,
se parecía tanto a Maci.

—¿Mamá? —gritó Simone.

La mujer se dio la vuelta, cuando Simone creyó poder verla se


agachó dejando su cabello sobre su cara. Una vez que se puso derecha
se dio la vuelta y comenzó a caminar hasta que se perdió en la curva.

—Maldición, no lo hagas, no lo hagas —se dijo a sí misma una y


otra vez. Sin embargo, caminó tras la mujer.

Simone empezó a caminar cada vez más rápido, de vez en vez


llamaba a su madre, pero no respondía. Ella pensó que con todo esto
del cambio Garrett ya no estaba protegiendo a los suyos, y Seneca
podría haber poseído a su madre y traerla hasta Ottawa solo para
asustarla.

—Te tengo —dijo. Por fin había alcanzado a la mujer, y la obligó a


voltearse. Pero ella no era su madre, ni siquiera se parecía.

—¿Disculpa? —preguntó la mujer. Miró de arriba abajo a Simone


mientras se acomodaba su saco de lana, que ella había jalado en su
intento de saber si era Maci.

—Mm, lo lamento —se disculpó ella dándose la vuelta.

151
La mujer aprovechó esto, agarró a Simone de los hombros y luego
la atrapó por la cintura. Tenía fuerza, definitivamente no era una
mortal, mucho menos su madre. Sus garras le hacían cortes en la piel.
Ella luchó con todas sus fuerzas para sacársela de encima. Dion
apareció en una de las esquinas y alcanzó a verla. Echó a correr por
ella, pero la mujer que tenía atrapada a Simone hizo aparecer una
puerta en el muro del hotel. Una vez que entraron se cerró y se
transformó de nuevo en concreto.

Dion miró a ambos lados y, aprovechando que no había público,


golpeó la pared reduciéndola a escombros. Pero no había nada allí.

—Maldita sea —gritó echando a correr hasta las escaleras.

La mujer se transformó en hombre, en Miro. Él arrastró a Simone


hasta lo que sería el desván del hotel, un lugar donde no entraba ni un
ápice de luz y las ratas caminaban por doquier.

—Suéltame, que me sueltes te digo —gritaba Simone. Empujó al


desertor y corrió hasta las escaleras.

—¿Dónde crees que vas? —musita Miro corriendo y alcanzándola.

—Suéltame.

—Deja de moverte, maldita —le ordena Miro arrastrándola del


cabello hasta una especie de hueco en el muro.

En eso apareció Dion.

—¿Cómo me encontraste?

—Cuando tienes mi don, no hay nada que pueda sorprenderte —


sonrió él y Simone aprovechó el desconcierto de Miro para correr a los
brazos de Dion.

—No se irán de aquí, no esta vez —río Miro. Dion trató de


desaparecer pero no lo logró.

Dion, a pesar de eso, intentó subir las escaleras pero un fuerte


sacudón los obligó a retroceder. Asustada, Simone se acurrucó en el
pecho de Dion.

—Sh, todo está bien —la tranquiliza el guardián a pesar de que el


también comenzaba a asustarse. Estaban allí solos encerrados, la luz
era escasa, no paraba de moverse el suelo como si se tratara de un
poderoso terremoto. Eran ellos dos contra Miro, y contra…

152
—Les presento a la criatura de Seneca. Por lo que tengo
entendido, están al tanto de que nuestros señores, servidores de Hades,
fueron recompensados por mi dios con criaturas. Félix tiene a la
asquerosa gárgola, Ariadna a los Rituanos y Agnes a esa criatura
marina. Seneca tiene a Howard… Ven, muchacho, no seas tímido.

—Por dios —gritó Simone asustada y empezó a golpear la puerta


como si alguien pudiera abrirle.

—Tranquila, cielos —dijo Dion.

Miro desapareció y ellos dos quedaron encerrados allí abajo con


una especie de dragón, pero con cuerpo de mortal. Sus pies tenían
aletas y su cabeza calva estaba prendida fuego. Tenía grandes colmillos,
una cola igual a la de los dragones, una boca con dientes afilados de 12
cm cada uno, y manos igual a la de los mortales, sólo que con grandes
uñas de unos 20 centímetros. En definitiva era peligrosa, deforme y
tenía deseos de atacarlos.

—De esta no salimos —sollozó Simone, quien comenzaba a sentir


la desesperación.

—No, te equivocas —gritó Dion tratando de calmarla.

La criatura golpeó con su cola las escaleras y estas quedaron


reducidas a escombros. La pierna de Simone quedó atrapada, Dion
intentaba sacarla pero Howard lo empujó por la espalda. Él pegó un
grito al caer al piso, ya que las garras de la bestia le habían desprendido
parte de la carne.

Howard caminó con torpeza hasta Simone, aún atrapada, ella


lloraba pero procuraba no ver a la bestia. Dion se apresuró a aparecer
entre medio y tomó a Simone, ambos desaparecieron de allí hasta una
especie de alcantarillas dentro del hotel.

—Cómo duele —se quejó Dion mientras metía su mano dentro de


su camisa, al sacarla estaba llena de sangre—. La bestia tiene veneno
en las garras.

—Por dios, déjame ver eso —exclamó Simone sudada por toda la
adrenalina vivida.

—No hay tiempo para eso, hay que seguir —espetó Dion mientras
se agachaba para ver el pie de Simone—. Tu pie mejorará, no tiene nada
por suerte.

153
—Dion, tu piel está sangrando, no deja de hacerlo —musitó
Simone apoyando su mano sobre su espalda.

—Eres un vampiro, pero según entiendo sólo sientes sed con…

—Los mortales, definitivamente puedes estar tranquilo con eso —


sonrió ella limpiando la sangre en sus jeans.

Las alcantarillas eran angostas, de no más de medio metro de


ancho, por lo que apenas cabían ambos.

—Estoy encantado…

—¿Con qué? —preguntó Simone mientras se recostaba a su lado.

—Contigo. Me encantas, lo sabes, ¿no? Yo fui el que convenció a


los demás de aceptar, Circe sabía que estaba enamorado de alguien, y
cuando te vio supo que eras tú. Te amo…

Simone levantó la cabeza para encontrarse con los labios


lastimados de Dion, muy cerca de los suyos. Él se aproximó para
besarla pero ella se dio la vuelta.

—Dion, yo no puedo. Estoy con Félix —dijo ella con la cabeza


hacia el otro lado, evitando la mirada del guardián.

—Que él te ame no significa que tú debas corresponderle…

—No se trata de deber, yo lo amo, y mucho, me temo —sonrió


ella.

—¿En serio? Porque apenas lo conoces. El amor es de a dos, ¿no


crees? El lucha por ti porque sabe que es el culpable de todo lo que
pasamos ahora.

Simone lo miró con el ceño fruncido, definitivamente no le gustó


como se oyó eso.

—Te equivocas, él hace esto por lo mismo que yo quiero hacerlo,


para estar con él. Él no lucha por mí, ambos luchamos juntos, para
poder vencer —musitó pensativa—. El amor es hacer lo que sea por esa
persona, alguien por quien sacrificarías todo, porque la vida es buena
sólo a su lado; y saber que estará allí para ti sin importar nada. Eso es
Félix para mí.

—Desde que él está a tu lado, ha sido sobre cómo mantenerse con


vida…

Dion sonrió y tomó la mano de Simone.


154
—Félix es algo especial, él es uno en un millón, y desde que estoy
con él mi vida es tan extraña, es un peligro constante. Pero prefiero
arder a su lado que no tenerlo, lo que es mejor aún es que él quiere
arder conmigo también. Cualquiera que ame debe saber, antes que
nada, que el amor es para los masoquistas.

Dion se le quedó viendo como si ella le hubiera enseñado algo


importante. No dijo nada, sólo tomó su mano y cerró los ojos. Al parecer
ahora sí podían desaparecer, lo hicieron y ambos estuvieron sentados
en el vestíbulo.

—Deberías entrar, Dyna acabó con él hace ya tiempo —sonrió


Dion soltando su mano mientras ella se ponía de pie.

—Gracias, en verdad. Por salvarme, otra vez. Diablos, digo eso a


diario, prometo que la próxima seré yo quien te saque de algún embrollo
—sonrió Simone soltando a Dion para acariciar su cabello—. Por cierto,
le diré a Dyna que te cure…

—Ella no puede curarme, sólo lo puedo hacer yo mismo —dijo


Dion poniéndose de pie.

—No lo sabía —musitó ella tímida—. ¿Quieres que lo haga por ti?

—No, tú ve con Félix —dijo él en tono burlón.

—Dion, por favor —exclamó Simone mientras el guardián se


dirigía hasta su habitación, cerrando la puerta con furia.

Ella se quedó en silencio por un momento y luego decidió entrar


en la habitación.

—Por dios, ¿qué te pasó? —preguntó Nirvana al ver a Simone toda


harapienta y ensangrentada.

—Los desertores nos siguen el rastro, la criatura de Seneca nos


atacó a mí y a Dion, él me salvo. Dyna, Dion está herido, toda su
espalda lo está de hecho…

—Iré a verlo —musitó la guardiana dejando a Félix bien arropado


dentro de la cama.

—Creí que no podía curarse por ti —musitó ella.

—Yo curo basándome en el individuo, tú no puedes sanar si no lo


quieres, ¿verdad? —sonrió Dyna mientras salía de la habitación.

155
Simone se sintió culpable por romper las esperanzas de Dion sin
más, pero siempre se le había dado decir la verdad, por más que esta
doliera. Además había pensado que el guardián estaba jugando con ella,
jamás creyó que él pudiera sentir así de verdad. Resultaba increíble
pensar que detrás de ese chiquillo revoltoso había una persona
demasiado frágil.

156
Capítulo 21: Inseguridades
—¿Te sientes mejor? —preguntó Simone besando a Félix en los
labios.

—Si, Dyna me curó, odio que tenga que hacerlo.

—¿De qué hablas? —preguntó Simone mientras se acostaba,


obligada por los fuertes brazos de Félix a su lado.

—Su magia, su poder, la debilita cuando hace esto. No debería


hacerlo a un día de la batalla —dijo Félix dormitando—. No puedo creer
lo que paso, ¿segura que estás bien?

—Lo estoy, lo prometo…

—Te amo —susurró el guardián al oído de Simone.

—Y yo a ti, te amo y mucho…

Miro, la bestia y sus compañeros se presentaron ante los


guardianes. Estos simplemente recibían a sus apoyos y tramaban
planes, pero por sobretodo esperaban que el desertor llevara a Simone.

—Es un vampiro, por el amor al cielo, maldita sea —gruñó Seneca


furioso.

En eso aparecieron los demonios. Aramis caminó hasta el


guardián con una gran sonrisa.

—Creí qué la guerra era un hecho —sonrió.

—Y así es, pero debía intentar traer a la vampiro, claro que no


pudieron —bramó Seneca mordiendo una manzana.

—¿Temes al resultado? —río Aramis sentándose sobre la mesa de


piedra.

—Temo que Félix no vuelva a nuestro lado…

—Él no lo hará, eso es un tanto obvio, ¿no crees? —sonrió el


demonio burlón.

—Lo hará, si pierde, lo hará sin Simone a su lado —dijo Agnes


jugando con su daga.

—No estoy entendiendo —bramó Aramis.

157
—Nosotros somos criaturas creadas por Hades, Félix no. Él era
un mortal, un alma especial, por eso Hades decidió hacerlo un
guardián. El punto es —clamó Seneca taciturno— que nosotros
funcionamos mejor en equipo, sin Félix no seríamos lo mismo, por eso
tenía que intentarlo una vez más.

—Interesante, la cosa es que jamás podrás dar con Simone sin


pasar sobre Félix, el está decidido a eso —sonrió Aramis poniéndose de
pie.

—Lo sé, créeme que lo se —gimoteó Seneca con una expresión


reflexiva.

En el hotel, Simone y Félix seguían durmiendo. Félix comenzó a


soñar, era una pesadilla. Era la guerra.

De repente, todos desaparecieron y sólo quedaban Seneca y Félix.


El primero estaba vestido de blanco, y Félix de negro.

—Hubo un tiempo en el que éramos equipo, una familia —musitó


Seneca.

—No sé de qué hablas, nunca fuimos lo que dices —bramó Félix.

—La guerra traerá lo peor de nosotros, nos destruirá. ¿Por qué


hacerlo entonces? Entrégala, puedes tener a la mujer que quieras, el
amor es una ilusión, no existe.

—Tú no puedes saber lo que es el amor, mucho menos hablar de


si existe o no; y no te importo, sólo me necesitan. Estoy muerto en vida
de cualquier manera, tener a mi lado a Simone es todo lo que me resta.

—No digas idioteces, lo tienes todo, lo tenemos todo allá arriba


junto a Hades. Hacemos lo que queremos, tenemos lo que queremos.

Seneca sonreía al hablar de la preciosa vida en el Mortorium,


Félix lo hacía también, pero sólo por el hecho de recordar el horror del
inframundo.

—Tú no sabes lo que dices, además, ¿qué es lo que tenemos allá?


Mujeres, hablas de las mortales con las que te acuestas a escondidas de
Agnes, de las pobres almas que torturas. Somos monstruos, es lo que
somos.

Seneca hizo una mueca de desdén, puesto que le incomodó saber


que sus secretos no eran tan secretos después de todo.

158
—Quiero darte la oportunidad de evitar que te despedacemos,
porque si Simone muere, que lo hará, tú quedarás devastado. Es como
un suicidio, no estamos hechos para enfrentarnos, Félix.

—Quizás ese es el punto, Seneca. Yo nunca pertenecí a ustedes,


soy diferente, y estoy agradecido por ello.

—Por favor, decías lo mismo con Greta, decías que la amabas, y


cuando las cosas se complicaron la dejaste, sin más. ¿Por qué carajo no
puedes hacer lo mismo con esta mortal? Hazlo.

—Es diferente, y no lo haré… Lo lamento, porque sé que los


perjudico con esto, pero yo amo a Simone. No pido que lo entiendas,
desearía tener su apoyo; si fuéramos un equipo lo tendría, pero no
somos eso… Lo lamento, pero esto va hasta el fin.

El sueño terminó, él se despertó sobresaltado, Simone dormía en


su pecho. Félix jugó con sus manos, acercó sus delicados dedos a su
boca para besarlos.

—Hola —sonrió Simone despertándose por los suaves mordiscos


de Félix.

Él apoyó su cabeza en la de Simone. Luego de unos minutos, sin


previo aviso, desaparecieron para aparecerse de nuevo en la casa de los
Guardianes.

—¿Estas mejorando en eso o no? —sonrió Simone besándolo.

—Eso creo —respondió él levantándose de la cama de ella.

Él salió de la habitación dejándola sola allí. Simone decidió bajar


pero al escuchar que Félix hablaba con los demás guardianes se quedó
allí, oculta de la vista de todos.

—¿Qué es lo que te preocupa? Es decir, fue sólo un sueño —


musitó Evan con seriedad.

—No, no lo fue. Nosotros podemos comunicarnos de esa manera.

Félix se veía cansado, harto más bien, de todo, y eso que ni


siquiera comenzaba.

—¿Simone? —preguntó Cosmo.

—Mmm, arriba. Descansando —respondió Félix sin darle


importancia.

—Todo está bien, en realidad —bramó Dyna.


159
—No, no lo está. Es decir, la gran guerra es mañana. Dios —
musitó Félix llevándose las manos a la cabeza.

Dion había visto a Simone, por lo que decidió sacar provecho a la


situación.

—Pero es por ella, nos necesita —bramó Dion mirando a Félix.

—Lo sé, pero no habría guerra si yo no hubiera sido tan estúpido


de enamorarme de ella. Todo es por mi culpa —dijo Félix tapándose los
ojos furioso.

Simone apareció por las escaleras con los ojos rojos, las lágrimas
se asomaban hasta resbalar por sus pómulos.

—Bien, entonces vete con ellos. Yo estaré bien —lloriqueó bajando


las escaleras, molesta, furiosa.

—No es lo que quise decir, por favor, escucha.

—Ah, déjame —bramó ella, ya que Félix intentaba detenerla


abrazándola por detrás.

Ella salió por la puerta y Félix miró de manera automática a Dion.

—Gracias, la verdad eres lo máximo, amigo —dijo Félix antes de


salir por la puerta para buscar a Simone.

Ella intentaba abrir la puerta de su Mercedes, pero con su ataque


de rabia había dejado las llaves dentro de la casa, y entrar de nuevo no
era una opción.

—Lamento lo que dije.

—Díselo a alguien a quien le importe —le gritó Simone mientras


intentaba llegar a la manija del lado de adentro de la puerta, ya que el
auto tenía la ventanilla medio abierta.

—Por favor, es sólo que… es demasiado para mí ahora, ¿está


bien? No es contigo, yo te amo, haría lo que sea por ti y lo sabes.

—Yo no te pedí que me salvaras, si quieres jugar a quien lastima


más. Yo estaba mejor sin ti, te tengo a mi lado dos semanas y estoy a
punto de enfrascarme en una guerra con demonios y criaturas
horripilantes, me apartaste de mis amigos y de mi familia.

—Yo lo lamento. Pero sólo lo dices porque estás molesta conmigo,


porque soy un idiota bocón.

160
—Sí, lo eres. Pero está bien, quizás tengas razón, y no me importa
realmente. Soy un vampiro, podría huir, me las arreglaría.

—Estás diciendo idioteces ahora. Además, lo que dije fue por el


miedo que siento ahora, no tienes idea del miedo que tengo —río Félix
apoyándose en la carrocería del coche.

—No te harán nada, lo sé. Te necesitan —dijo Simone. Intentó


pasar su brazo por la pequeña ventila.

—No temo por mí, temo por ti, por no tenerte a mi lado, eso me
destrozaría. Lo sabes, ¿no? —Félix la abrazó. Simone intentó que él se
apartara, pero no lo logró y se quedó aprisionada en su pecho.

—Yo también tengo mucho miedo —susurró Simone rompiendo


en lágrimas—. Jamás había tenido tanto miedo en mi vida.

—No dejaré que te pase nada —suspiró Félix besando su cuello.

—No temo por mí, temo a que ellos nos logren separar —exclamó
limpiándose las lágrimas con sus manos.

Félix la miró por unos segundos, luego volvió a abrazarla ya que


no supo que decir. ¿Qué más podría haber hecho? Él tenía tanto miedo
a eso como ella.

—Creo que ambos tienen miedo, están… aterrorizados, más bien


—dijo Circe mirando a ambos abrazados desde la ventana.

—Todos lo estamos. Mañana la nieve se tiñe de sangre, es


horrible, ¿cómo no estar asustados? —suspiró Nirvana. Su mirada
carecía del brillo y la confianza de siempre.

—Tenemos oportunidades de ganar, vamos, ¿qué es esa actitud


de perdedores? —sonrió Dion.

—Dion, aunque tengas a un ejército de un millón de hombres eso


no garantiza que saldrás ileso de una guerra. Cuando estas cosas
pasan, siempre se pierde, los dos bandos lo hacen, lo que cambia es,
claro, la cantidad.

Dion miró a Dyna y luego siguió como si nada.

En eso Circe, que caminaba escaleras arriba cayó al suelo; los


demás corrieron hacia ella. La chica tiene un oráculo de Apolo.

—Son los brujos, dile a Félix. Nos necesitan, están siendo


atacados —sollozó.

161
—Claro —dijo Dion corriendo hacia fuera.

Al abrir la puerta, los dos asomaron la cabeza al ver la exaltación


del guardián.

—Es Circe, Apolo le dio un mensaje. Los brujos están siendo


atacados, nos necesitan.

Tanto Félix como Simone corrieron adentro. Una vez que Circe se
recompuso, desaparecieron para encontrarse con la casona de los
brujos.

—Greta —gritó Félix mientras corría en su ayuda.

Todo estaba prendido fuego, no quedaba nada. No estaban los


hombres, así que las brujas luchaban ellas solas contra los desertores,
los Rituanos y los mismos vampiros Gitanos.

—¿Estás bien? —preguntó Félix arrastrando a Greta hacia el


bosque. Simone se sintió muy cómoda al ver como Félix sonreía al ver
que la realmente radiante bruja estaba a salvo.

—Lo estoy, intenté avisar pero ya era muy tarde, nos habían
acorralado —gimió Greta mientras se quitaba el carbón de su bello
rostro.

—Iré a parar esto, Simone se quedara contigo, ¿vale?

Simone lo miró con una sonrisa sarcástica, pues odiaba a la


bruja, mucho menos quería hacerle de niñera.

—¿Perdón? —preguntó ella molesta.

—Por favor, te amo, iré con los otros. Por el amor de dios, no te
muevas, lo menos que necesitamos es que te hagan algo.

—Como sea —contestó ella mientras Félix corría de vuelta hasta


la morada llena de humo.

Greta se puso de pie y miró de arriba abajo a Simone.

—¿Qué? —gruñó ella furiosa.

Verla e imaginársela al lado de Félix la hacía odiarla.

—Oh, nada. Así que esta es la tal Simone... —sonrió Greta.

—Yo no oí nada de ti —musitó ella apoyada contra un pino


nevado.

162
De repente Greta se desmayó, Simone se asustó al oír a la bruja
gritar con desesperación.

—Hey, ¿qué tienes? —preguntó ella asustada mientras intentaba


sacudir a la chica. De un momento a otro, ella se calmó y volvió a la
normalidad.

—Estoy mejor, gracias —sonrió.

—Si tú lo dices —respondió Simone arqueando las cejas mientras


se alejaba de ella de vuelta hacia la pelea.

—Mejor no vayas, sé que Félix odia que no le hagas caso —río.

—Yo sé que odia o no Félix, gracias —bufó Simone dándose la


vuelta, pero retrocedió varios pasos al ver aparecer de la nada a Seneca.

—Hola, hermosas. Pero si son las dos chicas de Félix —río el


guardián jugando con su capa.

Simone intentó correr, pero sería inútil con Greta herida.

—Greta, ¿no es horrible todo lo que se vive?

La bruja no dijo nada, miró hacia abajo hasta que apareció


Porthos frente a ella. Greta corrió a sus brazos y ambos desaparecieron,
dejando a Simone allí con Seneca.

Ella miró con desprecio al guardián y se dio la vuelta.

—¿Es hermosa, no?

—Lo lamento, todavía no me gustan las mujeres —musitó Simone


sin dejar de caminar.

Al guardián le causó gracia ese comentario del vampiro y siguió


caminando junto a ella.

—Parece que fue ayer cuando Félix le rogaba a Hades que le


permitiera quedarse con Greta. Ellos sí que estaban enamorados —
sonrío Seneca—. La verdad es que estaban siempre juntos, eran
adorables.

—Increíble que quieras atraparme con ese truco, das asco —bufó
ella.

—¿Qué te hace pensar que él te ama? Pequeña, es un hombre.


Nosotros simplemente nos cansamos y seguimos adelante.

163
Seneca se acercó ahora a una Simone que estallaba en celos e
inseguridades. Ella trató de contener la rabia que sentía y de no
mostrarse herida. A un lado, los guardianes y las brujas estaban
peleando contra los seguidores de Hades.

—Tú lo conoces hace semanas, yo desde que Hades lo convirtió en


lo que es ahora. ¿Quién sabe, en realidad, quien es Félix?

Con una mueca de disgusto, Simone observó a Félix, que estaba


al lado de Greta, sonriendo. La situación se estaba controlando, los
enemigos se retiraban, y ellos se abrazaron.

Lo que no entendía era que entre ellos existía una amistad a


pesar de que las cosas hubieran terminado mal, seguían teniéndose
afecto. Seneca estaba muy cerca de Simone, de su manga sacó una
daga filosa de cristal, que en su hoja tenía una sustancia viscosa de
color mentolado. Sin premeditación, clavó esa daga en las costillas de
Simone, hasta el fondo, a tal punto que el vidrio se clavó un poco en la
palma del guardián.

—¡Ah! —gritó ella y trastabilló.

El veneno del cristal se internaba en el cuerpo de Simone, su


cabeza ardía, sus venas le quemaban como si se hubiera prendido
fuego.

—Duele, ¿no es así? —rió Seneca poniendo su mano sobre la


herida de Simone.

—Déjame en paz —grita ella—. Ayuda, por favor.

—¿No es doloroso que Félix aún sienta algo por Greta?

—Cállate.

—¿Él dice que te ama? Qué cínico.

—Cállate. Aléjate de mí.

Simone se arrastró hasta que se pudo poner de pie, y caminó


tambaleándose lo más lejos de Seneca que le fue posible.

—Te diré algo sobre Félix, él es alguien egoísta…

Simone corría pero el veneno comenzó a paralizarla.

Al otro lado, a pocos metros, Félix sostenía a Tarkan.

—¿Por qué hacen esto? —le espetó furioso.

164
—Ni que lo digas, hermano, no tengo opción. Sólo te diré que
ellos tienen miedo, por eso decidieron atacarlos, por eso intentaron esto.
No sé muy bien a qué, pero tienen mucho miedo —sonrió Tarkan al oído
de Félix.

—Gracias por decírmelo. Suerte mañana, no los atacaremos si


ustedes tampoco lo hacen.

—Quisiera decir lo mismo, pero no puedo. Me temo que nos


atacaremos. Los demonios no atacarán a los ángeles, y Aramis será
quien entregue a Simone, si es que Seneca no logra llevársela ahora…
Agnes lo tiene bajo su poder, por lo que debían dejarla sola…

—¿Cómo sabían que Porthos iba a volver?

—¿Cómo íbamos a saber? Piensa, querido. Los brujos, tenemos la


mitad de nuestro lado, no habrás pensado que Porthos iba a apoyarte,
por favor.

Félix echó a correr a buscar a Simone. Ella intentó ponerse de pie


al ver que Félix corría hasta ella, pero volvió a caer, justo en los brazos
de Seneca. El guardián le sonrió a Félix antes de desaparecer por
completo, o eso creyó, porque Félix logró interponerse entre ambos
empujando a Seneca. Si él desaparecía no podría llevarse con él a
Simone.

—Eres increíble, maldita sea. ¿Sacrificas todo lo que tenemos por


esta mujer? Nos llevarás a la ruina por un… capricho. Hades la quiere,
sabes que su alma le pertenece. Carajo —exclamó Seneca golpeando
con su puño la nieve.

Félix no le prestó atención, abrazó a Simone con fuerza, luego la


soltó y sin meditación previa puso su mano sobre su costilla para sacar
la daga de su cuerpo.

—Estarás bien, lo lamento. ¿Qué mierda le hiciste? —le gritó


ahora a Seneca.

—Es lo menos que se merece. Despierta de una vez, aún estas a


tiempo. Entrégala, Hades te perdonará, somos sus hijos. Por dios,
reacciona.

—Cierra la boca —ordenó Félix, totalmente furioso—. Lárgate de


aquí, que te vayas.

Seneca pegó un grito de furia y finalmente dio la orden al resto de


que se retiraran.

165
—¡Dyna! —llamó Félix—. Estarás bien, cuánto lo siento.

La guardiana apareció a su lado al instante.

—Cielos, eso sí que es una herida. Necesito llevarla a casa, no


puedo curarla aquí, me iré con ella —dijo Dyna. Desapareció con una
Simone pálida como la nieve, con las venas marcadas de morado debido
al fuerte envenenamiento.

166
Capítulo 22: Rojo Sangre
—¿Estará bien? —preguntó Dion corriendo hasta Félix. Tenía un
gran corte por su mejilla.

—Con Dyna lo estará, debo ir con Porthos ahora —respondió Félix


furioso.

—¿De qué hablas? —preguntó Dion limpiándose la sangre con


sus manos llenas de carbón.

—Son traidores. Los malditos nos traicionaron.

Félix caminó junto a los guardianes hasta lo que quedaba de la


casona.

—Ellos nos traicionaron; aún peor, sabían que iban a ser


atacados, por eso se fueron —masculló Félix. Furioso, empujó a Porthos
con fuerza.

—¿De qué hablas? —preguntó el brujo molesto.

—Por lo menos admítelo, maldita rata.

—¿De qué está hablando, Porthos? —preguntó Greta mirando al


brujo.

—Lo lamento, pero no ayudaré a tu Félix, ni los míos lo harán


tampoco.

Greta lo miró con el ceño fruncido, obviamente le dolía oír esto.

—No puedo creer lo que estoy oyendo ahora —exclamó Greta—.


Por favor no me falles ahora, Porthos, te necesito.

—Esto no funciona, lo lamento. Pero no voy a apoyarlo, ni a ti. Ya


no más.

—¿De qué hablas? —musitó Greta llevándose las manos a la


cabeza.

—Se acabó, tú y yo. No funcionamos juntos.

—¿Me estás dejando? ¿Por qué?

Las lágrimas caían por las mejillas de Greta. Porthos acababa de


romper con ella frente a los guardianes, y frente a Félix, cuando ella
creía que la cosa no podría ser más humillante.

167
—Tú puedes quedarte con Félix, ayudarlo si así lo quieres, yo me
canse de estar en segundo plano. Greta, te amo, en verdad que sí, pero
tú sigues enamorada de alguien más.

Félix miró a Greta, que simplemente bajó la mirada como si su


secreto hubiera sido develado. Ella seguía enamorada del guardián, y
eso era algo que Porthos no estaba dispuesto a soportar por más
tiempo.

Los “Traidores” se retiraron y Greta, avergonzada, empezó a


caminar sola hacia el bosque.

—Iré con ella, por favor ve que Simone esté bien. Y Dion, sé que te
fascina crearme líos con ella, pero no le digas esto, por favor.

—Ya, ¿por qué me tomás? ¿Un bocón? —sonrío Dion mientras se


desvanecía de allí.

—Exacto —río Félix corriendo para alcanzar a Greta.

—Hey, ¿estás bien?

—Aléjate, no necesito de tu consuelo.

—Oh, vamos —sonrió Félix abrazándola—. Si puedo decir esto, él


no te merece.

—Oh, cállate —gimió ella. Se sentó en un tronco, acompañada,


aunque no lo quería así, por Félix—. Déjame sola, eso me ayudaría un
montón.

—Lamento esto, en verdad. No debí decir una palabra, me


conoces cuando me enfado, no pienso en nada —se disculpo Félix
sonriéndole—. ¿Es definitivo? Si él te ama, seguro lo pensara, ¿no?

—¿No lo entiendes? Yo no lo amo, Félix —gritó Greta rompiendo


en llanto.

—Lo lamento, pero nuestro fue hace tanto tiempo, hablo de 500
años —musitó Félix con una pequeña sonrisa.

—Pues a mí me sigue doliendo como si fuera ayer —bramó ella


limpiándose las lágrimas de las mejillas.

—¿Hay algo que pueda hacer para que eso cambie? Ah, cuánto lo
siento Greta.

168
—Cierra la boca, porque cuando yo estuve contigo y el malnacido
de Hades te pidió que me dejaras no hiciste como con Simone; decidiste
dejarme, sin importarte nada.

—Lo sé, lo hice, y lo siento. Me arrepiento de haberte dejado, pero


vamos, nosotros discutíamos a diario, era algo que iba a pasar —dijo
Félix mirándola a los ojos.

—Lárgate, te odio.

—Greta, lo lamento. En serio que sí, pero no te compares con


Simone.

—¿Qué? ¿Acaso ella es el amor de tus sueños? Ya escuché ese


cuento antes, ni bien logres quitarle la ropa se te pasa el encanto —
musitó Greta dándole la espalda a Félix.

El guardián río ante ese comentario de la bruja.

—Había olvidado que hablas como un pirata —sonrió y la


abrazó—. No quiero pelear contigo.

—¿Por qué? ¿Porque me necesitas luchando a tu lado? Pues


olvídalo, los brujos seguirán a Porthos a donde ese maldito le diga. Así
que mejor lárgate.

—No lo creo, tu familia te seguirá hasta el final, si así lo deseas, y


yo quiero que me ayudes.

—Te equivocas, porque Porthos es quien nos protege.

—¿Protege? ¿De qué?

—No eres el único con problemas, Félix. Mi padre está muriendo,


Lizzie hace lo que puede para que siga con vida, y Porthos…

—Aguarda, ustedes tienen poderes, son fuertes, ¿qué puede ser


una amenaza?

—El clan del este, nos atacan, son más y más fuertes… Escucha,
Porthos se encargará de eso, que él me deje no significa nada, le tiene
mucho aprecio a mi padre. Pero no pelearan a tu lado, yo sí lo haré.

—Gracias, te quiero.

—Considéralo en forma de pago, por lo que tú me diste —sonrió


ella. Aún con los ojos rojos se veía hermosa.

169
—Aunque ahora las cosas sean diferentes, tienes que saber que te
amé, muchísimo.

—Entonces hubieras peleado por mí como lo haces ahora por ella


—bramó Greta poniéndose de pie, como si hubiera recordado el porqué
estaba molesta.

—Aquí vamos de nuevo. Hades nunca dijo nada sobre matarte, a


ella la van a matar… más allá de que la ame más que a mi propia vida,
porque aunque te duela es así, Simone es mi todo.

—No quiero oír esa basura.

—Oh, vamos…

—Félix, tú no puedes ayudarme a superarte, ¿vale? Así que vete y


déjame en paz… Mi gente, lo lamento, seguirá a Porthos para salvar su
pellejo y el de Vladimir, y yo soy tan estúpida como para ayudarte a
salvar a esa perra que amas tanto.

Ignorando las blasfemias de Greta, Félix corrió de manera


juguetona hasta ella para abrazarla con fuerza.

—Gracias. No te amo, sino que te aprecio mucho, pero siempre


podrás contar conmigo, por nuestro pasado. Aunque tú digas lo que
digas, te hice un favor, Simone no es feliz así…

—No quiero hablar de eso. Iré a tomar un té, lo necesitaré si


quiero estar mejor mañana.

—¿Qué pasará ahora qué tú y Porthos no están juntos?

—Buscará otra con quien dormir, no me importa, y no es tu


asunto.

Félix sonrió al ver que a Greta en verdad no le importaba, más


bien le importó el hecho de que el guardián descubriera su secreto, pero
no en sí el abandono de su prometido.

—Intentaré que mis hermanos estén allí mañana, porque entiendo


el plan de batalla. Quizás me ayuden, no lo sé —sonrió Greta
despidiéndose con un abrazo del guardián—. Te amo, Félix.

El guardián desapareció y, ni bien tocó el suelo de la casona de


los guardianes, corrió hasta las habitaciones hasta que por fin dio con
la de Dyna.

170
El tapizado de flores estaba por doquier, y había un extraño
grabado en la pared.

“Cree en tu propio poder”. A Félix le sonó extraño, pero ahora lo


que menos le importaba eran ese tipo de antologías, Quería saber cómo
estaba Simone, a horas de la batalla.

—Es bueno que vinieras, ¿por qué cuernos tardaste tanto?

—Dyna, tranquila, ya estoy aquí. ¿Está bien, verdad?

—Bueno, te diré, depende de su cuerpo. Hice todo lo que pude, y


comienzo a sentir el veneno en mi cuerpo. Es increíble la cantidad que
contenía esa daga, guau —se asombró la guardiana.

—Es un hijo de su madre. ¿Qué daños causó? —preguntó Félix


apoyándose contra la pared.

—Si Simone no fuera inmortal, el veneno la habría matado. Estoy


hablando de que si no la trataba perecería, se transformaría en una
especie de espectro, esclavo del dolor, por el fin de los tiempos.

—¿Puedo verla? —preguntó el guardián preocupado.

—Sí, sí puedes. Estará bien, ahora lo estará, Nirvana también me


ha ayudado —sonrió Dyna antes de alejarse por completo.

Félix salió del mini saloncito de la habitación de Dyna para ir a la


habitación. Simone estaba despierta, pero su piel estaba morada, como
si se hubiera convertido en una bella lila.

—Hola —sonrió.

—¿Cómo te sientes?

—Como si estuviera en llamas —río ella.

—Veremos cómo arreglar las fallas de mañana.

—Yo lucharé, estoy bien a pesar del dolor —replicó Simone y se


levantó.

—Quédate allí, necesitas descasar. Hablo de los brujos, no nos


apoyarán, ya no más. Greta verá si convence a sus hermanos, pero los
demás seguirán a los traidores —dijo Félix sentándose a su lado.

—¿De qué hablas? ¿Qué traidores?

171
—Porthos, con muchos, la mayoría de los hombres del clan,
sabían del ataque, por eso las dejaron solas. Lo que es peor, abandonó
a Greta.

—Vaya, eso es horrible. ¿Así, de la nada?

—Él no quería apoyarnos, no me quería apoyar —sonrío con


ironía—. Pero a ella no le importa, por lo menos eso creo.

—A todos nos importa que los que amamos se hagan un lado, eso
debe ser insoportable. Cuando uno ama a una persona no quiere ser
entendido, quiere ser correspondido.

Simone se levantó de la cama, a pesar del dolor estaba muy bien.


Sus palabras le dolieron y mucho al guardián, lo peor era que
concordaba con Simone al 100 por ciento.

—¿Estás bien? —preguntó ella con una sonrisa.

—Sí, lo siento. Tengo que… ir con Dion, volveremos a la


Altiplanicie antes de internarnos allí de una vez, por si acaso —sonrío.

—Vale, te amo.

—Yo también —sonrío Félix.

El guardián bajó las escaleras a duras penas, jamás pensó que


alguien a quien amaba tanto, y sin intensión alguna, lo habría herido
de esa manera.

—Bueno, ¿nos vamos? —preguntó Dion con una sonrisa.

—Mmm, sí, nos vamos —musitó el guardián.

Aparecieron en la altiplanicie, para esa hora estaba anocheciendo,


las luces iluminaban la nieve de manera extraña. De hecho, si uno se
alejaba del otro no se veían.

—Esto será un problema —musitó Félix sentándose en el suelo


nevado.

—Sip, lástima que no podamos saber quiénes son de los nuestros


y quiénes no lo son —sonrío él y tiró piedras con fuerza contra el suelo
dejándolas marcadas.

—Eso es lo más inteligente que has dicho, en serio —exclamó


Félix levantándose del piso.

—No te estoy entendiendo compañero —río Dion.

172
—Si pudiéramos diferenciarnos, todo lo que no se viera sería fácil
de aniquilar.

—Entiendo tu punto, pero también podría ser una ocasión de


trampa, y seríamos vistos por el enemigo… Seríamos un blanco
demasiado fácil, no creo que eso pueda funcionar, hermano.

Félix hizo una mueca de disgusto, pues tenía razón, era un plan
estúpido.

—Me temo que no hay manera, es decir, ¿cómo sabremos


nosotros quiénes somos, sin que los otros los sepan?

—¿Qué tal una palabra clave? Bah, no sé… Dios, ¿quién diría que
esto sería tan difícil?

—Lo sé, pero es imposible pelear aquí, no sin sacarnos las


cabezas entre nosotros —río Dion.

—Dion, esto no es divertido.

—Lo sé, lo lamento. ¿Aún te duele lo de Greta?

—¿Cómo sabes eso?

—Amigo mío, eres un libro abierto. Bueno, yo tengo el don de la


verdad y que tu mente nunca se detenga me ayuda a saber, percibir,
todo lo que atraviesa por ella.

—Bueno, genio, sí me siento culpable. Si yo no le hubiera pedido


ayuda, quizás ellos seguirían juntos —Félix miraba hacia sus zapatos.

—Por más que tienes razón, porque ese pedido tuyo y ese beso
fueron lo que rebasó toda la situación…

—Ya, lo entiendo, estoy esperando un pero —gruñó Félix molesto.

—Pero cuando uno vive en el caos simplemente espera en silencio


a estas cosas. Quizás eres lo que Greta esperaba, por algo quiso
ayudarte, ¿no crees?

Félix miro a Dion como si lo que acabara de decir fuera pura


basura.

—¿Tiene sentido? —preguntó poniendo su brazo sobre el hombro


de Félix.

—Muy poco me temo.

173
Capítulo 23: Punto de contacto
Los chicos volvieron a la casona de nuevo, decepcionados con la
experiencia de pasar algunas horas de noche allá. Luego de mucha
meditación, se dieron cuenta que era inútil pensar en nada más a estas
alturas, faltaban apenas horas para enfrentarse a la guerra.

Al cruzar el umbral, Félix miro como Dyna corría escaleras arriba.


Nirvana, Cosmo y Evan permanecían sentados en la mesa, en silencio.
Simone bajó unos cuantos escalones y luego se sentó al borde de la
escalera, miró a los dos guardianes y luego bajó la cabeza.

Dion caminó hasta sus compañeros y Félix lo hizo hacia Simone.

—¿Qué ocurre? —preguntó luego de que ella se parara para


recibir su abrazo.

—Es Greta. Vino aquí hace hora y media, tiene un buen moratón
en el ojo, al parecer Porthos la ha golpeado —musitó ella con tristeza.

Félix frunció el ceño, dolido.

—¿Está bien? —preguntó con un suspiro cargado de odio.

—No, ¿cómo habría de estarlo? Está arriba, Dyna intenta curarla,


pero es magia, no sé cómo fue, no quiere decirlo… Está herida,
naturalmente —musitó Simone con voz áspera.

—Iré con ella… primero —musitó Félix.

—¿De qué hablas? —gruñó Simone deteniéndose en seco en lugar


de seguir camino hasta la cocina.

—Voy a ir por ese maldito…

—Félix, no. No es una buena idea, puedes darle su merecido


mañana, no hoy a horas de combatir.

El guardián subió rápidamente para encontrar a Greta. Dyna la


estaba curando, o eso intentaba.

—Por dios, mírate —exclamó Félix—. ¿Qué diablos pasó?

—Yo intentando convencerlo, eso paso —sonrió Greta.

Su ojo derecho tenía un fuerte moratón violeta y su labio estaba


partido.

174
—¿Por qué? Demonios, no tenías que hacer eso —dijo Félix
furioso.

—Félix, eso no ayuda —gruñó Dyna, ya que esa tensión no le


permitía curar a Greta de la mejor manera.

—Lo lamento. ¿Sabes qué? Iré a verlo, que se las agarre conmigo,
no contigo —gritó furioso.

Greta sonrío ante la locura del guardián.

—Eres tan dulce, Félix, pero estoy acostumbrada a esto. Si vine


fue porque ellos hospedarán a los demonios y a las criaturas que
luchan mañana, eso es todo. No vayas, son demasiados ya —sonrío
Greta mientras sostenía el hielo que Dyna le ofrecía para su ojo.

—No puedo creerlo, es un hijo de, es un...

—Lo sé, no importa. Si él me golpeaba fue porque yo lo permitía.

Félix hizo que Greta se parara para abrazarla con fuerza.

—Lamento esto, al parecer estás destinada a amar a los hombres


más imbéciles.

—Sí, eso parece —sonrío ella besándolo en la mejilla.

En eso apareció Simone, quien se aclaró la garganta en un claro


acto de marcar territorio. Ellos se separaron.

—Lo lamento, puedes tener a tu chico de nuevo —sonrío Greta


hacia Simone volviendo a sentarse.

Félix llevó su mano hasta Simone y ella la tomó de inmediato.

—Lamento mucho esto, en serio.

—Sí, bueno, no importa. Soy fuerte, se necesita más de una


golpiza para que un imbécil me tire abajo —dijo ella poniéndose el hielo
en el ojo.

—Eso es bueno —sonrío tímida Simone.

—Créeme, lo es.

Félix sonrío por el sarcasmo de Greta. Luego, una exhausta Dyna


que no conseguía surtir efecto en el rostro de Greta les pidió que se
retiraran.

175
—Su rostro, por el amor al cielo, ¿cómo un hombre puede
ponerse a la altura de algo semejante? —gimió Félix al tirarse en su
cama.

—Lo sé, es realmente horrible —dijo ella abrazándolo con fuerza.

—Iré con ella —musitó Félix.

Simone se puso tensa, el guardián lo notó y se detuvo en la


puerta.

—Eres mi chica número uno, ella sólo necesita mi ayuda. La


conozco, mientras más fuerte intenta ser, más rápido se derrumba —
musitó Félix.

—Lo entiendo, ve con… tu ex.

—Oh, vamos —sonrío Félix besándola con pasión—. Eso es


suficiente para que te quedes tranquila, ¿acaso no confías en mí?

—La última vez que estuvieron solos por poco no…

—Cuida lo que dirás —le detuvo Félix riendo.

—Vale, ve, tienes razón. Lo lamento. Sí confío en ti, sólo no


destruyas mi confianza, porque una vez que se va, no vuelve.

—Lo sé, y no lo haré. Lo prometo, amor.

Simone cerró la puerta detrás de Félix y se recostó sobre su cama.


Los pensamientos negativos nublaban su mente, el miedo tomaba una
gran parte de ellos.

—¿En qué nos hemos metido? — se preguntó a sí misma.

Mientras jugaba con su teléfono, éste sonó.

—Hola, ¿aún me recuerdas? —preguntó una voz que le hizo


desaparecer toda tristeza o miedo que podría sentir.

—Por supuesto, cómo te extraño, Crono.

—Vaya, sí me recuerdas, yo también te extraño. Saldremos esta


noche con Carry y Mike, es una pena que no estés aquí.

—Mmm, de hecho…

Simone se quitó el teléfono de la boca y corrió hasta la puerta, la


abrió para asegurarse de que estuviera sola.

176
—De hecho, volví anoche de Londres. No dije nada porque…
estaba agotada, en verdad —musitó nerviosa.

—Mmm, pues gracias por no avisar. Han pasado 24 horas de eso,


Simonson traidora.

Ella sonrió al escuchar su odioso apodo, le hacía sentir que las


cosas eran como antes, cuando ella tenía a su círculo donde pertenecía
y por supuesto encajaba de maravillas, era como si nada hubiera
cambiado.

—Entonces vendrás, iré por ti a tu casa. Iremos a un club


nocturno a ponernos hasta la coronilla, será súper. Imagínate, Carry se
beberá hasta el agua de los floreros.

Simone echó a reír y antes de poder recomponerse entró por la


puerta Félix.

—Sí, iré, desde luego —sonrío Simone colgando su teléfono.

—¿Irás dónde?

Félix tenía los ojos rojos, al parecer la charla con Greta había sido
intensa, además ella no estaba tan bien como aseguraba.

—Pues... Mis amigos hacen una especie de salida grupal, y yo iré


también.

—No.

—¿Disculpa?

—Es peligroso.

—Pues ven conmigo —sonrío Simone tomando su mano.

Félix la soltó de inmediato, con frialdad y cierta rudeza.

—Pues me da igual, no te necesito. Tú quédate con tu Greta —dijo


ella. Se tiró a la cama para alcanzar su bolso y luego pasó por el lado de
Félix empujándolo con el hombro.

—Simone, no lo hagas, los pondrás en peligro —gritó Félix por la


puerta ya que ella bajaba por las escaleras mientras buscaba sus llaves.

—Él tiene razón —bramó Garrett—. Es peligroso.

—Esta puede ser la última noche que los vea, y no voy a


perderla.

177
—No será la última —gruñó Félix.

Simone lo miró molesta y finalmente salió de la casa.

—Mierda. ¿Acaso no entiende lo que significa esto? —gruñó Félix


subiendo las escaleras para bajar rápidamente con su chaqueta.

—Muévete —bufó Nirvana nerviosa al ver que el coche de Simone


arrancaba.

—Ah, esto no me lo pierdo, yo voy contigo —río Dion tomando su


chaqueta para salir rápidamente.

Simone encendió su coche con rapidez, aunque no pretendía


conducir desde Canadá hasta Rhode Island, eso sería estúpido. Al
principio planeaba que Félix o Garrett la hiciera aparecer allá, ahora
tendría que probar con el don que sólo algunos de los vampiros tenían.

—No lo vale, ¿o sí? —se preguntó a sí misma mientras aceleraba


cada vez más el coche.

Detrás del flamante Mercedes, Félix aceleraba su Toyota tanto


como el motor podía competir con el carro de Simone.

—¿Qué diablos intenta hacer? —gritó Félix al sentir como el carro


se desestabilizaba al estar la ruta congelada.

Lo que Simone intentaba hacer era simple, peligroso si no


funcionaba; pero si podía lograrlo, en la batalla le funcionaría para
escapar de muchas cosas. Recordó esa conversación con el clan gitano.

—Simone, si el espíritu es libre, no tiene rejas, eres libre; y como


eres libre nada te puede herir, nada puede tocarte, nada te detendrá. Si
deseas puedes liberarte a ti misma.

Simone cerró los ojos, su respiración era acelerada, tenía mucho


miedo, porque sabía que esto le dolería en el corazón a Félix al verlo.
Aceleró a fondo y maniobró con fuerza el volante completamente hacia
la derecha; el auto se volcó y se prendió fuego por completo.

—Mierda —gritó Dion. La Toyota casi siguió el mismo camino pero


Félix logró controlarla.

El guardián salió del auto, y empezó a correr, desesperado y


asustado. Pero Simone no estaba dentro. De hecho, un momento antes
de que explotara ella había logrado lo que muy pocos vampiros podían:
hacerse sombras, desparecerse y ser libres.

178
—Increíble —musitó Dion, quien con el fuego sobre su pálido
rostro se veía aun más guapo de lo normal—. Pero ¿dónde fue?

—No puedo creer que me haga esto —gruñó el guardián


desapareciendo y Dion lo siguió.

Ambos estaban en el popular club nocturno de Rhode Island, “21


Voltios”. Con el humo y la cantidad de gente les fue difícil encontrarla.

—¿Cómo sabes que está aquí? —gritó Dion al oído de Félix.

—Llámalo presentimiento —sonrío Félix.

En efecto, Simone llegó hasta sus compañeros ni bien se pudo


abrir paso entre la multitud. El primero al que vio fue Crono.

—Simone —gritó el chico ni bien la vio; ella cayó en sus brazos y


lo abrazó con fuerza, o eso intentó.

Otro indicio de lo diferente que era ella ahora era cómo veía a los
mortales. Antes sentía el perfume de Crono, ese delicioso aroma a pino
y madera; ahora, en cambio, su sangre era lo único que podía percibir.
Tenía deseos de matarlo, quería asesinarlo; ese pensamiento la asustó
por lo que simplemente se alejó de él.

—¿Qué tal London? —preguntó Crono. Simone no podía


concentrarse en sus palabras, sólo en el fuerte, intenso, y delicioso olor
a… sangre.

Ella se separó de él y retrocedió unos pasos. Sus pupilas se


agrandaron, todo su cuerpo quería atacarlo, y ahora era una lucha
consigo misma.

—¿Estás bien? —preguntó Crono riendo.

—Sí, lo estoy. Lo juro.

En eso un abrazo llegó de atrás, era Carry. Vestía un hermoso


vestido negro de encaje que apenas le cubría el trasero, una peluca
rosada y mucho labial rojo.

—Guau, te ves sugerente —sonrío Simone alejando torpemente a


su amiga.

Ambos notaron que algo andaba mal, desde su aspecto diferente,


como su piel, hasta su actitud, pero Simone no podía evitarlo.
Simplemente no había pensado en eso, es decir, los únicos mortales a
los que se había acercado fueron presas, nadie que le importara.

179
—Allí estas —rugió Félix agarrándola del brazo—. ¿Cómo me
haces algo así? ¿Tienes idea de lo que padecí?

A pesar de que el guardián estaba molesto la abrazó con fuerza y


dulzura. Simone aun así estaba molesta por ser un monstruo sediento
de sangre, de la sangre que más podía querer y apreciar.

—Suéltame, sigo molesta contigo.

—Bien, me da igual, creí que el corazón se me detendría —dijo el


guardián y besó a Simone en los labios.

Tanto Crono como Carry se miraron confundidos. Antes Simone


les contaba todo, al parecer eso ya no era así.

—¿Están juntos? —preguntó Crono molesto.

—Mmm, sí —le respondió Félix y se llevó a Simone del brazo.


Aunque ella caminara con él sin replicar, a Crono no le gustó, por lo
que tomó del brazo a Félix para detenerlo.

—Ella está aquí con nosotros, así que bájale un poco —dijo
Crono.

Félix soltó a Simone y Dionm al igual que Carry simplemente miraba


extasiado lo que pasaba enfrente.

—Mira, si ella no se quedó contigo en los 17 años que se conocen,


¿por qué habría de hacerlo ahora? —sonrío Félix.

—Hey —le espetó Simone, molesta por como su guardián trataba


a sus amigos.

Crono miro a Carry, ella sonrió como diciendo “Bien, ahora tú di


algo cool también”. En lugar de eso Crono le dio un buen puñetazo en la
nariz a Félix.

—Vaya, creo que hay una pelea por aquí —río Dion, sosteniendo
de la cintura a una Simone que intentaba con todas sus fuerzas librarse
para evitar que Félix golpeara Crono.

Pero era muy tarde, la pelea había comenzado. Carry intentaba


separarlos, pero Félix la apartó con su brazo de manera ruda pero a la
vez con consideración por ser una dama.

—Vamos, levántate —gruñó el guardián dándole una patada a


Crono.

180
—Ya basta, por dios. Detente, es un simple humano —gruñó
Simone furiosa.

—Yo no fui quien comenzó, estoy harto de que se meta entre


nosotros.

—Dije que basta —repitió ella y le dio un codazo a Dion, que


tomaba todo con humor.

—Perdón, pero Félix tiene toda la razón.

Junto con Carry lograron sentar a Crono en la barra, y Félix, al


igual que Dion, tuvo que esperar a Simone afuera del club porque
seguridad los corrió.

—No te tardes, la verdad lamento haberle dejado el rostro así,


pero tú sabes que no fui el que comenzó.

—Lo que hiciste fue de un total imbécil, ¿lo sabes, verdad? —


gruñó ella empujándolo furiosa.

—Te amo, perdón —sonrió Félix. No estaba arrepentido. La


verdad, más allá de un moratón y otra herida, Crono estaba bien, lo
suficientemente consciente como para insultar al guardián hasta que
éste salió escoltado por Dion, quien también fue echado por cómplice.
El guardián de Apolo no dejaba de reírse.

—Estarás bien —musitó Simone.

—No puedo creer que lo prefieras a mí —gruñó Crono mientras se


subía la camisa.

Simone sonrió hasta que vio la sangre cayendo por el labio de


Crono, fue entonces cuando salió corriendo desesperada, antes de que
pensara en atacarlo.

—¿Simone? —preguntó Carry, quien traía unas botellas de vodka


para que Crono bebiera.

—Tengo que irme, lo lamento, yo te llamo —gritó ella mientras se


abría paso entre la multitud hasta dar con sus escoltas.

Félix sonrío al verla salir pero ella, en lugar de molestarse, corrió


a sus brazos asustada por sus malos pensamientos.

—Sabía que eso iba a pasar, lo lamento —murmuró él


abrazándola con fuerza.

181
—Te amo, gracias por estar allí, aun cuando no dejo de ponerme
en peligro, ni a los demás —musitó ella escondiendo su rostro en el
pecho del guardián.

—Estoy para eso, porque te amo, y estaré siempre.

182
Capítulo 24: Medallones de Guerra
—Mejor nos vamos, no quiero estar cerca de aquí, de ningún
mortal —sollozó Simone mientras comenzaba a caminar alejándose de
la fuerte música.

—Lamento no habértelo dicho antes —dijo Félix apenado.

—No tienes la culpa de que sea tan idiota —musitó Simone—.


Dion, ya basta.

El vampiro le dio un buen empujón al guardián, que no dejaba de


reírse de cómo había dejado Félix a Crono.

—Lo lamento pero, Félix, no pudiste haber estado mejor, genial.

—No lo felicites, pudo haberlo matado —gruñó Simone mientras


Félix tomaba su mano en forma de disculpa.

—Será mejor empezar a correr, quedan horas para la batalla —


avisó Félix.

—Tienes razón, esta noche nos turnaremos para desvelarnos.


Pueden atacarnos aún, pero lo dudo, porque todos debemos
prepararnos —exclamó Dion mientras echaba a correr hasta
desaparecer.

Simone se volteó nerviosa pero rió al ver que nadie había visto
como el guardián iba desapareciendo con una especie de aro a su
alrededor.

—Es nuestro turno, veo que no me necesitas más para


desaparecer, puedes hacerlo por ti misma —sonrió Félix nervioso.

—Lo sé. Lamento mucho lo del coche, pero realmente pensé que
era ahora o nunca. No quiero que pienses que fue una especie de acto
de rebeldía, no soy así…

—Simone, no dije nada. Estuvo bien, si sacamos la parte en la


que el corazón por poco se me para —rió Félix y la besó con ternura.

—Lo sé, lo lamento, pero era un momento perfecto para usarlo —


se disculpó Simone.

—Vale, te entiendo, a veces es duro hacerlo, pero entiendo el


punto.

183
—Ya, vale. Prometo no hacer nada estúpido. Aunque las promesas
se rompen con facilidad.

En eso apareció de nuevo Dion.

—¿Van a venir a casa o se quedarán allí hasta la hora del


combate? ¡Demonios! —se quejó Dion.

—Claro, ya vamos. Cálmate.

Ambos se tomaron de las manos y corrieron de la misma manera


que Dion, pero un momento antes de desaparecer se soltaron las
manos. Simone se transformó en humo, un humo en forma de sombra.
Por el contrario, Félix simplemente se desmaterializaba, de manera muy
similar a la de Dion, sólo que sin generar esa pequeña luz en forma de
aro.

—Veo que se arreglaron —notó Circe mientras comía algo en la


cocina.

—Sí, eso parece —musitó Simone apenada. Sin decir mucho,


caminó hasta su habitación seguida de Félix.

Una vez que ambos entraron, la puerta fue cerrada con especial
cuidado, como si se tratara de algo muy frágil.

—Ten, quiero que uses esto —dijo Félix dándole un medallón a


Simone.

—Es hermoso, algo extraño, más bien —sonrío ella.

—Es mío, pero es idea de Circe. Todos tendremos algo, funciona


con la magia de Gea.

—¿La diosa de la tierra?

Félix asintió con una sonrisa mientras Simone se daba la vuelta


para que él le prendiera el collar.

—Sí, todos tenemos uno. El tuyo lo hice yo, aunque no lo creas lo


tengo desde aquella noche.

Simone lo miró sin comprender.

—Cuando te encontré, cuando todo comenzó.

—Veo, es hermoso en verdad —susurró Simone viendo a los ojos a


su guardián y luego a su cuello.

184
El de Simone era un ángel con una espada sobre sus pequeñas
manos, estaba hecho de estaño y metal, era hermoso en verdad.

—¿Qué hay del tuyo? ¿Quién te lo dio? —preguntó Simone un


tanto gruñona por pensar que podría haber sido Greta.

—El tuyo es el único que no fue hecho para la ocasión. Son un


presente de Ares, cuidados con la magia de Gea; son para saber si
alguno de nosotros es herido, podemos comunicarnos con esa baja.

El de Félix era un anillo dorado, con su inicial y la de Simone en


griego antiguo, ese medallón era el único que estaba comunicado
especialmente con el suyo.

—Es hermoso también —dijo Simone poniendo su mano en su


pecho.

—Hay algo más —musitó el guardián y caminó hasta su cuarto


seguido por Simone.

Ellos pasaron por un mueble antiguo. Dentro, colgadas con fajas


de cuero negra, había nuevas navajas y espadas.

—¿Qué son? Bueno, me refiero a para qué son —Simone le dio un


codazo a Félix, quien rió por lo bajo al escuchar esa pregunta.

—Esta es tuya, quiero que la tengas. No dudes en usarla contra


los guardianes o los desertores.

Simone sujetó la navaja con cuidado, pero Félix no la soltó de


sus manos hasta que ella dirigió su mirada a sus ojos.

—Eres todo lo que tengo, por el amor al cielo, úsala sin dudar —
dijo el guardián con voz firme—. Promételo.

—Lo prometo, lo juro.

Los ojos de Simone se llenaron de lágrimas, por lo que Félix la


abrazó con fuerza.

—Ten mucho cuidado tú también —lloró escondida en el hombro


de Félix.

—Lo haré, lo prometo. Te amo, no importa lo que vaya a pasar.

—¿Qué pasaría si morimos? Si alguien muere, iría con Hades.

—No, sólo los que le pertenecen. Tú no irás con él, eso te lo


aseguro —clamó Félix con voz firme y furiosa.

185
—¿Qué hay de ti? ¿Te perdería? —preguntó ella poniendo sus
manos alrededor de su cuello.

—Si yo muriera, iría con Hades, me temo que sí, pero no le


serviría de nada.

—¿Cómo es eso?

—Si yo muero, quedaría destrozado, no recordaría nada, no


recordaría que te amo con la pasión con la que lo hago —sonrío Félix—.
Hades me llevaría de la tierra hasta el Mortorium de vuelta, me
torturaría a más no poder, y yo sería un espectro, no sentiría nada que
no fuera dolor. No llores.

—Eso es horrible, por dios. No quiero perderte, no quiero.

—Y no lo harás, no lo harás, peleare por esto con todas mis


fuerzas. Pero por favor no llores más, me harás llorar a mi también —
dijo Félix tratando de mostrarse valiente cuando por dentro el miedo lo
carcomía de manera escalofriante.

—Estoy bien, lo siento. Pero pelearé de igual manera, me niego a


perderte. Eres mi todo, Félix, te amo de una manera que no logro
entender, porque no se puede amar a alguien apenas conociéndolo.

—Quizás yo soy el que conoce y tú eres la luz, una mezcla rara es


la que somos, pero funciona —sonrío el guardián cerrando el armario
con cuidado—. Además, el amor no es para ser comprendido, es para
ser vivido, es para arder.

—Te amo, no olvides eso mañana.

—Imposible de olvidar, hermosa —dijo el guardián con una


sonrisa mientras Simone salía por la puerta, pero por dentro se sentía
vulnerable y el miedo lo paralizaba.

Antes de bajar las escaleras, escuchó la risa de Garrett, esa


criatura hermosa que le fascinaba, que la ayudaba y era un amigo sin
lugar a dudas. Félix se paró un escalón más abajo que Simone para
poder mirar al rostro de la vampira.

—¿Qué pasaría si tú mueres? ¿Qué hay con Garrett? —preguntó


con la mirada glacial.

—Pues Hades creo esas criaturas como presentes para sus


guardianes. Si yo muriera, él lo haría también; Garrett sufre cuando yo

186
lo hago, es feliz cuando lo estoy, y siente lo mismo que yo, por casi todo.
Somos un equipo.

Simone suspiró con pesar, luego aceptó la mano de Félix para


bajar y unirse al resto.

En efecto, todos tenían sus respectivos medallones.

—Son geniales, creo —sonrió poniendo su mano en su pequeño


ángel.

—Lo son —dijo Cosmo.

Tanto Cosmo como Nirvana tenían una especie de aro, plasmado


sobre una plaqueta de oro, y como sello, la señal de Apolo, una señal de
apoyo y bendición.

Para Circe, una especia de flor en plateado y un ojo en oro.


Tenían un mensaje grabado en griego: “Líder de la Luz”.

El medallón de Dyna era un corazón plateado con su inicial en


oro, por todo el borde había una frase en griego antiguo, “Camino hacia
la victoria”. El de Evan consistía de tres piezas de hierro y oro, una
espada, una copa y una carta, un As con detalles en rojo y verde con
piedras preciosas.

—Si uno llegara a morir, lo sentiremos, son geniales —musitó


Nirvana tirándose en el suelo en la alfombra café junto al fuego.

—No veo que tiene esto de emocionante, tengo mucho miedo —


gruñó Circe mirando su medallón.

Del otro lado, el bando enemigo se reunía, listo para combatir.

—Bueno, estamos listos para ir a la victoria —vociferó un Seneca


eufórico.

Aparecieron los hombres lobo y los Romaníes. Los demonios


habían llegado hacía horas ya y sólo faltaban las criaturas que también
lucharían.

—Me han dicho que sólo son de cuidado los hermosos ángeles de
Irlanda —sonrió Evanecer, el poderoso hombre lobo.

—Así es, estás en lo cierto —respondió Aramis poniéndose de pie


de manera amenazante.

187
—Eso es una pésima idea, terrible en realidad. Si es una guerra
no podemos tener privilegiados, propongo que asesinemos a sangre fría
—bramó Erdoasain, el otro hombre lobo, hermano de Evanecer.

Evanecer tenía piel pálida, brazos y piernas fornidos, unos fuertes


y blancos dientes y ojos de color azul intenso. Erdosain no aparentaba
más de 17 años, mientras que su hermano 25; tenía una actitud
juguetona y divertida y una sonrisa atractiva. Era más delgado y menos
fuerte que Evanecer, cuyo cabello era rubio y largo hasta la espalda.

Erdosain, de cabello moreno, corto y despeinado, tenía un aspecto


descuidado pero funcionaba a la perfección. Ambos vestían trajes, y en
realidad parecían dos fuertes y atractivos mortales, nada del otro
mundo.

—Seneca, ¿por qué no pones en su lugar a los recién llegados?


Mejor hazlo antes de que yo lo haga —gruñó Aramis tronando los dedos
para que dos de sus compañeros hicieran frente a los lobos.

—Alto, ya basta. Guarden esa furia para los enemigos —musitó


Seneca interponiéndose entre ambos.

—Tiene un punto, padre. Los ángeles, ¿cómo los atacaremos si


no podemos tocar a la maldita Webber? —preguntó Alianza parándose
impetuosa.

Evanecer la miró de arriba abajo, ambos tenían odio y muerte


corriendo por sus venas en lugar de sangre, por lo que se encontraron
interesantes el uno al otro.

—La bella criatura de allí tiene razón, es muy sabia… No podemos


atacar si tenemos que cuidar al enemigo —dijo Evanecer.

—Los ángeles no se tocarán, por lo menos no Webber —musitó


Seneca.

—Exacto, no Webber, a menos que quieran conocer mi furia.


¿Queda claro?

—No tenemos miedo, y no creo que sea bueno tener enemigos en


el mismo clan. ¿No piensan igual? —sonrió Erdoasain de manera
maligna.

—Usted hacen lo que yo digo, los ángeles no se tocan, eso es todo.


¡Mierda! Estamos a horas de combatir, y nos separamos de esta manera
—gruñó Ariadna separando a los lobos de los demonios.

188
Los lobos subieron las escaleras donde Agnes organizaba a los
que iban llegando. Antes de desaparecer Evan hizo un ademán como
que había recibido un flechazo de los ángeles, seguido de eso pasó su
dedo por su cuello en un claro intento de provocación hacia Aramis. “Yo
no sigo las reglas de Seneca, si se me cruza Webber, la mato”

—Ten cuidado —le gritó furioso Aramis mientras Agnes cerraba la


puerta con furia.

Volviendo a los guardianes de Apolo, Simone bajó las escaleras y,


al escuchar que Félix hablaba, se sentó en los escalones. De repente
Garrett apareció y la acompañó.

—¿No te enseñaron a no espiar? —susurró.

—Sh, déjame oír.

Félix hablaba con los guardianes, en eso él dijo una frase que hizo
que Simone lo amara todavía más, si es que eso era posible.

—No puedo permitirme fallar, Simone es todo lo que tengo, ella es


mi todo. Es lo que le da sentido a mi vida. El plan sigue igual, ¿Dion?

—Mmm, por supuesto, estoy en la batalla a su lado, no me


despegaré de ella —dijo el guardián con voz animada.

—Gracias, sería muy obvio que estuviera yo a su lado, aunque es


como más quisiera que fuera.

—No, Apolo asegura que eso es lo que esperan —musitó Circe.

—Lo sé. Dion, confío en ti, por favor cuídala, por mí —pidió Félix
con voz seria.

—La amo tanto como tú, puedes estar tranquilo que moriría por
ella.

Félix asintió, satisfecho con su respuesta, y subió las escaleras


para encontrarse con una Simone con una gran sonrisa.

—Las veces que te espío hablas mal de mí, hoy eso cambia —dijo
ella recibiendo los suaves labios de Félix.

—Todo estará bien, lo prometo.

Quedaban 7 horas para el combate, para la sangre, para el dolor,


y para que se desatara la masacre que dejaría tan sólo un ganador.

189
Capítulo 25: Batallados
—Mejor duerme de una vez, quedan pocas horas para que
debamos salir —sonrío Félix desde la puerta de la habitación de
Simone.

—No podría dormir ni aunque hubiera bebido un millón de


píldoras del sueño —dijo ella poniéndose de perfil en la cama.

Aún traía los tacones rojos del club, y tenía su mano derecha en
su cabeza mientras la otra no soltaba su medallón.

—Inténtalo —pidió Félix tirándose en la cama junto a ella.

Simone se dio la vuelta y lo miró a los ojos, pero luego bajo la


mirada, con tristeza.

—Odio verte así, me gusta tu sonrisa, me trae paz —susurró Félix


besando a Simone.

—Tengo miedo, y hablo de mucho miedo…

—Tú estarás bien, lo juro.

—No digas eso, porque nadie puede garantizar que estemos a


salvo. Creo que no podré soportar cargar con las muertes de mañana,
no lo creo.

—Todo estará bien, lo prometo…

—Pues no lo hagas, es muy estúpido pensar así.

Félix no dijo nada, sólo sonrío y abrazo a Simone con fuerza hasta
que ella por fin entrecerró sus ojos.

Con cuidado, el guardián se apartó de ella, salió de la habitación,


cerró la puerta con mucho cuidado y finalmente se unió a los demás.

Dion afilaba su espada, Circe meditaba para obtener más


consejos de combate con Apolo, los demás caminaban por la casa
preparándose, pero los nervios y el temor se hacían presentes entre los
guardianes.

De vez en cuando, se cruzaban miradas que intentaban, sin


lograrlo, tranquilizar al otro, darle un claro mensaje de paz y de que
todo saldría bien. La cosa era que ni siquiera podían convencerse a sí
mismos, y mucho menos podían hacerlo con los demás.

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—Bueno, por fin se acabó —clamó Circe levantándose de la
alfombra y por supuesto dando por finalizado su trance.

—¿Algo útil? —preguntó Dion esperanzado.

—Bueno, Apolo piensa que lo mejor es ser inteligentes y rápidos a


la hora de asesinar. Las dagas ayudarán, y algo más, cuidado con ser
heridos, porque debilitamos a los demás —dijo Circe llamando la
atención de todos.

—¿Cómo es eso? —preguntó Nirvana asustada.

—Pues si lo sientes, entra en tu mente. Es simple, estarás


pendiente de quien fue herido, hay que… seguir adelante si eso pasa.

—Genial —clamó Dyna un tanto molesta por cómo funcionaba la


magia de los colgantes.

—Tenemos nuestros compañeros de apoyo, sólo iremos al rescate


de ellos. Simone estará con Dion, Nirvana con Cosmo, Evan estará solo,
yo con Dyna; y Félix, al frente con Greta.

—Lo sé, estaremos bien, debemos creer que es así —musitó Félix,
pero otra vez no lograba trasmitir seguridad. Quizás eso se debiera a su
voz quebrada al hablar, en lugar de ser una voz segura y animada,
claramente la preocupación y el temor tomaban su lugar.

Félix decidió salir al frío ártico para poder calmar su cabeza. Su


mente no dejaba de tirar ideas y pensamientos, malos augurios, y
claramente no era eso lo que necesitaba.

—¿Preocupado? —preguntó una voz dulce detrás suyo.

—Lo bastante como para no saber qué pensar o en qué creer —


musitó Félix sentándose en las escalinatas al lado de Greta—. ¿Tú
tienes miedo?

—No, ellos deben temer de nosotros, porque una persona


desesperada es demasiado peligrosa. Y tú, amigo mío, estás
desesperado, ¿me equivoco?

Félix sonrió pero no dijo nada.

—Siempre te intentas mostrar fuerte, lo haces por ella, y sé que


por dentro tienes tanto miedo como el vampiro, o más. Pero uno puede
contener eso tan sólo un tiempo, luego comienza a enfermarte, mi
querido Félix.

191
Las horas pasaron y Félix no se movió del lugar, miraba como los
primeros rayos de luz se llevaban toda la oscuridad lejos de allí.

—Félix, es hora, amigo —musitó Garrett.

El guardián se puso de pie y entró con la gárgola.

—Terminemos de una vez todo esto —gruñó entrando para


encontrarse con que los guardianes.

Todos corrían de aquí para allá, mientras se vestían y preparaban


desayunaban al paso, cargaban armas, se protegían los brazos y las
piernas.

—Ten, este es tuyo —dijo Circe tirando un traje de cuero marrón


y negro hacia Félix.

—Creí que esto debía proteger tu pecho, no tus extremidades.

—No te servirá de nada ser una roca incapaz de moverse, ¿vale?


—gruñó Circe molesta.

—Está bien, señora, no quise ofenderla.

—Como sea, este es el de Simone. Dense prisa, no queremos ser


segundos en la altiplanicie —dijo la guardiana con aspereza.

Félix subió las escaleras con lentitud, mientras acariciaba el


suave cuero del que estaba hecho el traje para la guerra. Su cabeza
latía como si su corazón hubiera subido hasta su nuca, sus ojos se
nublaban, tenía tanto miedo por Simone, porque conocía la clase de
basura que eran los suyos, sus compañeros, y conocía a la perfección a
las criaturas que iban a luchar a su lado.

—Ho… hola, ¿amor? Es hora —balbuceó Félix con la voz


sumamente áspera.

Simone no estaba dormida, de hecho sus ojos estaban llorosos y


su piel fría, claramente no había dormido ni un poco.

Ella saltó de la cama y abrazó con fuerza a Félix. No se despegó


de él y él simplemente lloró con ella.

—¿Estamos juntos en esto? ¿Verdad? —sollozó Simone con


desesperación.

—Claro, claro que sí —respondió Félix entre lágrimas—. No


importa cómo termine, no me arrepiento de nada. Es más probable que

192
muera yo a que tú lo hagas, tienes que saber eso. Los chicos te
protegerán a muerte. Simone, estarás bien.

—No quiero estar bien, quiero estar contigo. No digas eso, por
favor no —suplicó Simone besando con pasión al guardián.

—Sólo te digo lo que podría pasar, en el peor de los casos. Pero no


sucederá, estaremos juntos, lo juro.

En eso apareció por la puerta Dion. Entró en la recámara, ya


vestido con su traje.

Los trajes estaban hechos de cuero, en las piernas y brazos tenían


una capa de hierro. Cualquiera creería que eran trajes pesados e
incómodos pero, por el contrario, resultaban livianos como plumas y a
simple vista no se notaba el hierro, que protegía de cortes.

—No teman, estarán juntos antes de que puedan darse cuenta —


dijo Dion con seguridad.

—Lo sé, esperamos que así sea —suspiró Félix bajando la cabeza
para que el guardián no pudiera ver que había estado llorando.

—Está bien tener miedo, pero está en muy buenas manos. Félix,
te la traeré sana y salva, puedes contar conmigo —sonrió Dion
abrazando a Félix.

—Por favor hazlo, protégela mientras yo no pueda hacerlo —


musitó Félix entrecerrando los ojos con fuerza para evitar quebrarse de
nuevo.

Todo se resumía a esto, la guerra, el dolor y el miedo de este


momento; no podría ser descrito con las palabras. Sientes que el
destino tiene tu vida en tus manos, que no hay nada que puedas hacer
para frenar lo que vendrá y que lo que llevó a este encuentro podría
evaporarse de la nada. Un buen ataque de navaja, algo de magia negra
o un buen ataque a mano armada, podrían acabar con la vida de
Simone, de Félix, o de cualquiera de los guardianes como si nada.

—Nos iremos luego de ellos, hey, no llores ya. Después de todo,


¿quién te dice que el muerto no vuelve a la tierra? Conozco a Félix y,
por más que esté ahora cargando con la furia de muchos, no es fácil de
acabar.

Simone rompió a llorar de nuevo mientras abrazaba a Dion.

—¿Somos un equipo, verdad? —preguntó entre lágrimas.

193
—Claro, hermosa. Verás que pronto estaremos en Rhode Island
rompiéndole la cara al niño bonito ese que está muerto contigo —sonrió
Dion y besó el cuello de Simone.

En eso apareció Circe corriendo, su expresión cansada y alerta


sacó a Simone de sus pocos momentos en los que escapaba de la
terrible realidad.

—Nos vamos, cuídense por si acaso no los vemos en la


Altiplanicie —musitó Circe y abrazó con fuerza a Dion.

—Cuídate mucho, eres como mi hermana. Por favor ten cuidado,


aunque tienes a los miles de soldados de tu amante, así que no me
preocuparía por ti —río Dion.

—Oh, eres tan atrevido —exclamó la guardiana y se despidió de


Simone mientras sus mejillas ardían de vergüenza—. No te preocupes,
este idiota te protegerá. Le confiaría mi vida, no mis secretos, pero sí mi
vida.

Una vez que Circe salió, tanto Dion como Simone bajaron
presurosos para despedirse de todos. Simone no encontró a Félix hasta
que por fin todos iban desapareciendo y en eso lo vio en la puerta.

— ¡Félix! —gritó mientras corría a sus brazos.

—Te amo.

—Por dios, ten mucho cuidado, por favor tenlo. Te amo también.

Félix desapareció mientras Simone aún lo abrazaba.

—Todo estará bien, ya verás —Dion la abrazó porque Simone no


dejaba de llorar.

Los guardianes cayeron en suelo bélico, el sol había salido del


todo y las luces llenaban el cielo como una humareda de colores sobre
ellos. El suelo estaba congelado por completo.

—Somos los primeros en llegar —dijo Nirvana, tosiendo por el


vapor que la nieve levantaba por alguna razón.

—No, claro que no somos los únicos. Suban a la colina del norte,
esto se desarmará con facilidad. ¡Ahora! —clamó Circe desapareciendo
hasta aparecer 15 metros más arriba en la colina de hielo congelado.

—Tiene razón, han hecho del hielo una especie de represa, tal
como Dion lo predijo. Ni bien pisemos demasiado esto se rompe,

194
obviamente saben que Simone es un vampiro, y eso nos da la pauta, las
sirenas y las bestias marinas están por aquí ahora —musitó Félix una
vez que apareció junto a los demás en la colina para ponerse a salvo.

Poco a poco aparecían los suyos, los soldados de Ares y los


ángeles.

—Mira, es Webber —sonrió Nirvana dándole un ligero codazo


hasta Cosmo.

Los ángeles aparecían desde el cielo, vestidos con hermosas


túnicas de seda y chalecos de pieles, todas con arcos muy similares al
de Evan.

—Mi amor —al acercarse, Webber revelaba su hermoso rostro,


maquillado de tal manera que sus finos rasgos parecían aun más
delicados y hermosos—. Te ves hermosa en verdad, realmente que sí.

—La presencia es importante —sonrió Webber mientras sus


compañeras volaban alrededor de Evan—. Ten mucho cuidado, ¿vale?

—Claro que sí. ¿Sabes que los demonios pelean? Aramis lo hará…

—Sí, lo sé. Lo lamento, ten cuidado de él, sé que sólo participa a


fin de poder acabarte —musitó Webber taciturna.

—Pues no le temo, y estaré bien. Lo prometo, tú ten cuidado —


respondió Cosmo besando a Webber antes de correr colina abajo con
cuidado especial del frágil hielo, a sabiendas de las trampas del clan
enemigo.

En la casona, Dion se sentó en el suelo alfombrado mientras


Simone caminaba frenética de aquí para allá.

—No entiendo qué diablos hacemos nosotros dos aquí, vámonos,


la espera va a matarme —gruñó la chica, molesta e inquieta.

—¿Quieres cerrar la boca? Esperamos a la señal, señal que no


podre oír con tu vocecita chillona, diablos —gruñó riendo Dion.

—Vale, perdón. Eres un muchachito insoportable, ¿lo sabías? —


gruñó Simone un tanto molesta.

—Sh, déjame oír.

Simone le sacó la lengua de manera inmadura mientras se dirigía


hasta la cocina.

195
En la Altiplanicie, los demás guardianes se preparaban para el
gran ataque, ataque que podía darse en cualquier segundo. Estaban
seguros de que los enemigos habían visitado la zona mucho antes que
ellos.

—¿No deberían estar aquí? Estando solos en la casona son un


blanco fácil —dijo Webber mientras sus compañeras subían a su
puesto.

—Lo estarán pronto, ni bien el plan se active subirán aquí con


nosotros —respondió Circe sin prestarle mucha atención a Webber.

De repente el hielo empezó temblar, y aparecieron los desertores,


los gitanos, los Rituanos, el clan de los demonios, los lobos; todos
estaban allí, a 20 metros de ellos.

Los arqueros del bando de Apolo se prepararon; los ángeles y, por


supuesto, Evan, apuntaron al enemigo.

—No, no disparen, no aún —gritó Circe, deteniéndolos.

—No aún —murmuró Félix riendo, la guardiana lo fulminó con la


mirada.

—Concéntrate —gruñó mientras se daba la vuelta para


comunicarse con Dion. Era hora de que ellos se les unieran.

Seneca caminó varios pasos hasta adelante seguido de Aramis y


de Evanecer, ellos serían los líderes de su gente.

—No veo a la mortal, ¿dónde está la mortal? ¿Dónde? —gritó


Seneca furioso.

—Están en camino —musitó Circe con fiereza.

—Más te vale, porque no tengo problemas en asesinar a quien se


cruce por mi camino a fin de matar a esa hermosa criatura —advirtió
Seneca.

Félix se dio la vuelta, pues no soportaba ver a Seneca ni a los


suyos de esa manera, enfrentados a punto de asesinarse de manera
brutal.

—Sí estamos en la acción —gritó Dion apareciendo en la escena.


Simone voló hasta la colina de hielo en forma de un manto de sombra.
Abrazó con fuerza a Félix ni bien volvió a tener su cuerpo de nuevo.

196
—No te separes de Dion, no lo hagas. Ninguno se separe de su
compañero, peleen juntos. ¿Vale? —musitó Félix nervioso y ansioso.

Simone suspiró hasta que finalmente le dio un beso de despedida


y siguió a Dion de la mano.

—¿Nerviosa? —preguntó mientras ambos echaban a correr.

—Algo —rió ella.

Claro que estaba nerviosa, tenía mucho miedo, porque sabía que
no todos los que habían entrado para apostar a su amor iban a salir
ilesos de esto. Las posibilidades de que eso pasara eran muy escasas.

Dion no era quien acompaña a Simone por nada, al pasar días allí
en la altiplanicie conocía a la perfección el terreno, y con su don podía
adivinar los movimientos que ya había visto de sus enemigos.

A pesar de que Circe había dado una orden de no atacar, Seneca


se dio la vuelta y prendió fuego sus manos. En el cielo se divisaron
miles de aves, de un metro de alto y enormes alas, similares a los
dragones.

Agnes y Ariadna caminaron varios metros hasta el frente y


empezaron a transformarse en una humareda negra repleta de
oscuridad.

Circe miró a Félix con temor, pues se alzaban hacia el cielo, y las
luces del cielo azulado ahora se ocultaban entre la oscuridad, el humo y
el vapor que empezaba a generar Seneca, prendido en llamas, al tocar el
suelo. No se puede ver nada, apenas logran distinguir a quien tienen a
su lado.

—Esto es malo —musitó Circe caminando nerviosa.

—No sé tú, Circe, pero no pienso ser pacifico ahora —gritó Evan
dando la orden de disparar a los ángeles.

Las aves dragones se prendieron en llamas una vez para luego


apagarse y volverse bastante difíciles de hallar. Los ángeles empezaron
a volar varios metros en un intento de escapar de la confusión; Evan, en
cambio, disparó a los que iban avanzando a toda prisa hacia ellos.

Los muertos empezaban a caer, Simone y Dion corría tanto como


podían, pero el hielo empezó a sufrir fracturas por las criaturas que
estaban debajo.

197
Peces mutantes, con varios ojos y cuerpos fornidos y musculados,
y las sirenas, de un rostro hermoso y bellas colas escamadas,
empezaron a golpear el hielo en un acto desesperado por salir de allí y
atacar a los que intentaban ponerse a salvo de la furia de arriba de la
colina y alrededores.

—Corre, corre, corre —gritó animado Dion, sin soltar a Simone,


que cerraba los ojos temerosa cada vez que oía crujir el hielo—.
Estamos bien, ya falta poco.

—¿Para qué?

Simone gritó ya que la capa de hielo a un metro se acababa de


romper y se asomó por ella una sirena.

—Para esto —sonrió Dion.

Estaban encerrados, pues del otro extremo aparecieron los


sirenos, hombres con cola de tiburón, fuertes y afilados dientes que
deformaban su mandíbula por lo grandes que eran para su rostro
humano, y una aleta de tiburón al medio de su espalda.

—Por dios —sollozó Simone. Dion miraba a ambos extremos con


gracia, no tenía miedo, al contrario, parecía encantado de estar en esa
posición.

—No temas, esto es genial, ¿no lo crees?

—No, para nada.

Del otro lado, los ángeles eran heridos por las aves, sólo uno que
otro, porque eran rápidos e inteligentes, algo que estas criaturas
simplemente no eran.

—Haz algo, las están atacando, ese no era el trato —gritó Aramis
mientras seguía luchando contra los guerreros de Ares.

—Esto es una guerra, el trato es Webber. Al demonio, no la


atacarán mientras ella tenga cuidado; con no la atacarán me refería a
que no le darán caza —respondió Seneca atravesando a un soldado.

Aramis casi fue acuchillado por Cosmo, pero lo logró esquivar.

—Pero si es el chico profundo —rió Aramis golpeando a Cosmo.

Una pelea se empezó a formar allí, aparte de la de la guerra, entre


el guardián y el demonio.

—Webber, no querrás ver esto —le avisó Lucre desde el cielo.


198
—No puede ser, debo detenerlo —dijo Webber.

—No, no te metas allí —la detuvo Lucre, temerosa porque la pelea


parecía ser en extremo sangrienta.

Félix golpeó a Seneca, quien subió con extrema agilidad hasta la


colina. El suelo se derretía con rapidez, llegaría un punto en que todo
quedaría bajo el agua.

—Tú te vienes conmigo —rió Seneca macabro. Antes de caer


desde la colina contra el hielo arrastró a Félix consigo. Luego le dio una
buena patada en la boca del estómago, dejándolo sin aire.

—¿Crees que la estás salvando? Morirás, maldito, te llevaré al


Mortorium para que Hades te torture a más no poder —exclamó Seneca
mientras golpeaba de nuevo al guardián.

—Ella está muy lejos de aquí, pero no saliendo del campo —


sonrío Félix.

—¿Crees que no lo es? —gritó Seneca furioso—. La van a matar,


la están encerrando ahora mismo, la matarán igual que a un perro. Los
gitanos y los Desertores guían a las criaturas del agua, con eso bastará,
no tendrán otra alternativa más que volver.

Félix intentó levantarse del suelo, pero Seneca lo golpeó de nuevo,


impidiéndoselo.

Seneca avanzó con una daga, una del Mortorium. Eran parecidas
a las que llevaban los desertores pero servían para matar, asesinar,
aniquilar, lo que no podía ser aniquilado ni asesinado; servían para dar
muerte a los inmortales.

Félix luchó para evitar que Seneca lo atravesase. De repente un


flechazo llegó disparado por su espalda, había sido Webber, que había
bajado del cielo y estaba en el suelo combatiendo.

El guardián empujó a Seneca hasta atrás y corrió hasta Webber.


Ambos lo hicieron, y fue Seneca quien echó una mirada odiosa y
cargada de odio hacia el ángel, la promesa hacia los demonios había
llegado a su fin.

—Echa a volar, ahora —le ordenó Félix. Webber estaba feliz por
haber salvado a uno de los suyos.

Seneca corrió rengueando hasta que por fin se quitó la flecha de


su pierna. Tomó un arco de la pila de armería que custodiaba Howard

199
celosamente, y le apuntó justo cuando Webber le estaba sonriendo a
Félix, que insistía en que se pusiera a salvo más allá de la neblina.

Un flechazo se incrustó en el cuello de Webber haciendo que no


sólo Félix se detuviera en su huida, sino que también lo hicieron los
demonios y Cosmo.

—Por dios —clamó Félix, corriendo ahora en dirección opuesta


para recibir en sus brazos al ángel caído.

—Ah, duele mucho —se quejó entre sollozos la chica mientras


ponía su mano en su garganta, totalmente destrozada por la flecha que
aún tiene incrustada.

—Tranquila, tranquila —repetía Félix, horrorizado por el aspecto


de la dulce Webber.

Los ángeles comenzaron a gritar despavoridos y furiosos.


Empezaron a prender fuego las flechas y a disparar sin piedad, algunas
se veían en verdad de cuidado, bajaron a la tierra y se lanzaron contra
el enemigo sin más.

—Oh, por dios, ¿dónde cuernos esta Dyna? —gritó Cosmo. Tenía
en brazos a Webber, cada vez más desvanecida y ensangrentada.

Félix se puso de pie y miró por encima intentando dar con Dyna,
pero era muy tarde. Webber estaba ya muy débil, la sangre caía por su
piel de manera incontrolable.

200
Capítulo 26: Cuerda Floja
—Maldito —gritó Aramis tomando la espada de uno de los
demonios.

El demonio corrió contra Seneca, que estaba de espaldas pero


con una daga en su mano. De repente Howard gritó, alertándolo, el
guardián se pegó la vuelta imaginándolo todo y, no dando oportunidad
a nada, clavó la daga en el corazón del demonio.

—Si no estás conmigo estás en contra, veo que maté al ángel y los
tuyos no saben del cambio de planes —río Seneca sacando la daga
ensangrentada.

El demonio cayó al suelo, la sangre de su boca cubría sus labios.


Howard lo arrastró junto con los demás caídos, los demonios siguieron
luchando a favor de los guardianes de Hades sin sospechar
absolutamente nada.

Al otro lado, Dion y Simone corren esquivando el agua. Sin


embargo, tal como lo predijo Seneca, no podían escapar, estaban siendo
rodeados y a Dion se le escapaban las últimas sonrisas.

—Cálmate, hey —dijo Dion, agitado por la adrenalina y el temor.

Una sirena rompió el hielo con fuerza y clavó sus afiladas garras
en la piel de Simone, arrastrándola hasta el agua.

Simone gritó aterrada mientras golpeaba, con la fuerza que sólo


un vampiro podía, el frágil cuello de la sirena, matándola en el acto.

Dion se apresuró a sacar a Simone del agua, ya que la baja


temperatura y la corriente la debilitaban con facilidad.

En eso apareció Willo, a quien Dion no había visto. La desertora


cerró los ojos un momento para luego abrirlos y cortar su piel. Después
arrojó su sangre excesivamente envenenada directamente en la espalda
de Dion, atravesándolo.

Había llegado hasta Simone y consiguió sacarla del agua, sólo


hasta la cintura.

—Dion —lloró desconsoladamente mientras lo abrazaba.

—Estoy bien, maldición —sonrió el guardián mientras Simone


salía del agua.

201
Su visión era doble, su cabeza estaba dando vuelta y las voces se
perdían, intentaba concentrarse pero no podía.

Sus colgantes empezaron a pesar, por lo que se los quitaron.


Todos sabían que uno había caído, sólo que no sabían quién, y
claramente la duda y el temor estaban sembrados en sus cabezas.

—Por dios —susurró para sí mismo un Félix que poco veía entre
la neblina y las luces. Siguió combatiendo tanto como podía, estaban
ganando a pesar de sus expectativas no muy altas.

Circe, horrorizada, comenzó a correr, se arrimó desde la colina


para ver si podía avistar algo, pero la niebla y la oscuridad no se lo
permitieron.

—Alguien ha caído —musitó para sí—. Sea quien sea, ha muerto


ya.

Las lágrimas caían por su rostro, pero fue atacada otra vez, y
debía seguir combatiendo por más que su corazón latiera con fuerza
ante la sola idea de perder a uno de sus compañeros.

—Félix, los encontré. Dion está muerto y, en cuanto a Simone,


Hades la tiene —musitó Garrett con su más sentido pésame.

Félix suspiró con fuerza, cerró los ojos y desapareció de la escena,


no sin antes ordenar a Garrett que llevara el cuerpo de Dion hasta
Apolo. Quizás él pudiera hacer algo, aunque las posibilidades de eso
eran escasas.

—Dion, fue herido, está muerto —gritó Garrett mientras corría


colina abajo como una sombra espectral hasta dar con el cuerpo del
guardián.

—No puede ser —gritó Circe mientras arrancaba el colgante de su


cuerpo con rudeza.

De repente los desertores, al igual que los demás, desaparecieron


del campo de batalla. Los guardianes observaron como sus enemigos
huían, los que habían quedado con vida, claro está. Era una ecuación
en exceso simple, Simone estaba en manos de Hades y Félix había
subido al Mortorium por ella, el objetivo se había cumplido.

Los guardianes se reunieron, los ángeles bajaron hasta Cosmo y


hasta el cuerpo fallecido de la dulce Webber.

— ¡Dion! —gritó Nirvana al igual que Evan y Circe.

202
—Permiso, Félix propone llevarlo ante Apolo, quizás él pueda
hacer algo —sugirió Garrett agachando su cabeza de perro.

—Podemos intentarlo, pero es muy tarde, más si fue atacado por


esa perra —sollozó Circe apoyando su cabeza en la de Dion.

—Lamento mucho esto, mi señora. Ares bajará en persona para


estar a su lado —dijo Icaro quitándose su armadura.

—Que no lo haga, no puede pisar la tierra, lo llevaremos ante mi


amo. Por favor, te encargo a nuestros caídos, que tengan una sepultura
bélica para evitar que sus almas caigan ante Hades. Re encargo eso —
lloró Circe.

Icaro abrazó a la guardiana cuando Evan levantó el cuerpo de


Dion y ambos se esfumaron.

—Debo ir con ellos, ¿qué hay de Simone y de Félix? —preguntó


Circe jugando con el colgante de Dion.

—Simone está en manos de Hades ahora, y Félix ha subido.


Dudo que esto acabe bien, fue un plan estúpido desde el comienzo.

—Pienso igual, esto fue una mala idea desde el comienzo, más
cuando Simone le pertenecía a ese malnacido.

Garrett bajó su cabeza, las palabras de la guardiana no podían


resultarle más hirientes, pero era comprensible. El único propósito de
esta guerra era que Félix y Simone pudieran estar juntos, pero ambos
terminaron dentro del Mortorium con mínimas posibilidades de salir.

Félix corría en forma de sombra, su apariencia humana había


quedado atrás, llevándose todo su aspecto galante para dejar a un joven
de cuerpo escuálido, ojos de pupilas abrillantadas, pelo aplastado y
semblante cansado y enfermo.

—Señor Félix, no es bienvenido aquí —bramó el fantasma de la


entrada.

—Hazte a un lado antes de que te reduzca a cenizas —le gritó


Félix.

Su aspecto era terrible, asustaba de verdad, y el fantasma


simplemente se apartó de la entrada.

Félix corrió hasta que por fin llegó a los calabozos, con la
esperanza de encontrar a Simone. En efecto, allí estaba, encadenada de

203
pies y manos pero sin un sólo rasguño, sus sollozos y llantos se
escuchaban desde la entrada.

—¡Simone!

—¡Félix!

Félix corrió hasta ella y destrozó las cadenas con suma facilidad,
Simone lloró desesperada en los brazos del guardián.

—Murió en mis brazos, qué horror, por dios.

—Lo sé, es horrible —musitó Félix abrazándola con fuerza.

—Te ves terrible —lloró Simone levantando la vista.

—Ni lo digas.

Un fuerte viento comenzó a entrar, por fin Hades había entrado


en el calabozo y esto representaba la cuenta final, si se ganaba o se
perdía dependería de este momento.

—No tengas miedo, no tengas miedo —repitió Félix con la voz


quebrada mientras besaba a Simone.

204
Capítulo 27: Justicieros
—Es increíble lo que la estupidez puede hacerle a una mente sana
y sabia —musitó una voz vaga a lo lejos.

—Hades —dijo Félix temeroso.

—Aléjate de ella, hazlo —gritó Hades ahora furioso—. Y quizás sea


más benévolo en mi castigo.

Simone empujó al guardián lejos de ella para que éste pueda


verla.

Hades quedó sorprendido por Simone, le pareció una criatura


interesante y hermosa.

—Veo que sabes a quien elegir para tener a tu lado, es realmente


atractiva —comentó Hades abrazando a Simone.

—Mantén tus manos lejos de ella, hablo en serio.

El semblante de Félix iba de mal en peor, a Simone le sorprendió


lo terrible y diferente de su aspecto.

—Este bien, cálmate Félix. ¿Qué haré contigo?

—Alejarte de ella, eso harás —gruñó Félix. Manoteó a Simone


para traerla hasta su pecho, y ella lo abrazó con fuerza, como si temiera
que Hades los obligara a soltarse.

—Sabes que si es un vampiro me pertenece, que soy un dios, no


soy cualquier cosa, y que si estás con ella es porque he decidido no
aplastar tu pequeña cabeza con la facilidad que si se tratase de una
hormiga.

—Di lo que quieras, desquítate conmigo, no con ella. Déjala libre.

Hades se pegó la vuelta y sonrió por lo bajo mientras hacía


aparecer una daga de una especie de humo entre sus gélidos dedos.

—¿Dejarla libre? Eso me haría ver como un idiota piadoso.

—Lo que sea, te puedo conseguir muy buenas especies para el


Hades, lo sabes. Por favor déjala libre… Permite que sigamos juntos, y a
salvo.

Hades movió un dedo y con eso basto para que Félix soltara a
Simone ya que quebró su columna a la mitad.

205
—Ah, Félix —gritó Simone, horrorizada, mientras el dios reía y la
atraía hasta sí.

El guardián, a pesar del dolor, se puso de nuevo en pie, no iba a


dejarse caer así como así.

—Suéltala, ahora —gritó Félix furioso. Odiaba ver a su Simone


llorando y paralizada por el miedo.

Apareció Howard transformado en hombre, en un hombre


deforme con cuatro dedos, mucho cabello enmarañado y piel blanca
como el papel, dientes podridos y uñas como garras.

—Llévatela, mantenla lejos de las manos inquietas de Seneca por


favor —río Hades de manera burlona.

—Juro que si le pasa algo…

—¿Qué? No puedes hacerme nada, maldito estúpido, tienes


suerte que no te descogote cual conejo. ¿Qué piensas? ¿Que la dejare
con vida? Haré que padezca hasta lo último por lo que tú, maldito
perro, me has hecho pasar.

En eso aparecieron Alianza y Seneca, ambos divertidos por la


escena y por ver a Félix en ese estado consumido.

El guardián se arrastró hasta dar con la navaja de Hades, un


artefacto de pura maldad y dotado de una magia única; su filo era
capaz de acabar con el hilo de la vida de los inmortales y de los mismos
guardianes de la muerte.

Félix se puso de pie con un gran esfuerzo y arrastró del cabello a


Alianza, que pegó un grito sordo hasta que notó la daga en su cuello.

—Suéltala, ahora —le gritó Seneca furioso.

—Que suelten a mi Simone y te daré a la ramera que tienes por


hija —musitó Félix tratando de mantenerse en pie.

—Tráiganla —ordenó Seneca.

—No, que nadie se mueva. Hazlo, Félix, quítale la vida a Alianza.

—¿Qué? —gritó Seneca.

—No me pongas a prueba, odio a esta mocosa, la aniquilaría con


disfrute.

206
Alianza estaba temblando y comenzó a sentir como la sangre
dejaba de fluir por sus venas, ya que el cuchillo la comenzaba a cortar
por la fuerza del guardián.

—Hazlo, porque no saldrás de aquí con Simone.

Hades tomó asiento dándole la espalda a Félix. Seneca lo miraba


con sigilo, por más que intentaba seguirle el juego a Hades, temía
mucho por la vida de Alianza.

—Perdón, pero así sabrás qué se siente que lo que más ames se
escape de tus manos.

Félix dejó caer a Alianza al suelo, sin vida. Hades se dio la vuelta
sin poder creer lo que estaba viendo.

—Te dije que lo haría.

Seneca lloró la muerte de su hija con furia y desesperación. Félix


miraba por lo bajo, pero no estaba arrepentido, porque no podía. Estaba
lleno de miedo, furia y rencor, y pensaba que Seneca merecía ese
padecimiento.

Félix empezó a caminar hasta el segundo piso, donde Howard


tenía a Simone.

—Apártate si no quieres tener el mismo fin que Alianza.

Al tener una conexión con sus guardianes, las criaturas sentían


lo mismo, y Howard estaba apoyado en una esquina llorando de manera
desconsolada.

—Estarás bien, esperemos que sí…

—¿Qué es lo que pretendes, Félix? No puedes luchar contra mí,


simplemente no puedes, soy demasiado fuerte.

—Nunca te pongas en el camino de un hombre desesperado,


porque perderás, incluso si eres el gran Hades. La sacare de aquí,
siendo inmortal no debe estar aquí. Haz lo que se te venga en gana
conmigo, déjala a ella fuera de esto, fui yo el culpable de todo.

—No me das miedo, lo sabes, y por eso estás tan aterrado, porque
soy más fuerte que tú…

Hades evaporó toda realidad, llevándolos hasta la tierra. Los


mortales estaban alrededor de un Mercedes gris, el coche de Simone.

—¿Qué es esto?
207
Una reportera comentaba para la televisión abierta mientras la
lluvia caía con fuerza.

“Fue aquí donde una vida se perdió para siempre. Simone Walker,
de 21 años, habría perdido el control del auto y chocado debido a la
lluvia...”

— ¡Mamá! —gritó Simone intentando correr, Félix la retenía pero


finalmente la soltó.

Simone corrió hasta su madre, que lloraba de manera


desesperada en los brazos de Abraham, padre de Simone.

—Estoy aquí, estoy viva. ¡Mamá!

—Ella no puede verte, Simone. Nada de esto está pasando


realmente —musitó Félix consolando a Simone.

—¿Quién te dice que no? Ella es un vampiro, sus padres son


mortales. Ah, ¿podría esto ser mejor? ¿Por qué no los mato? Podrían ser
mis esclavos o algo así, mutilarlos, degollarlos, o tortu…

—Ya basta, es suficiente —gritó Simone furiosa—. Desquítate en


mí, si así lo quieres, pero que mis padres no me recuerden, ni que mis
amigos lo hagan. No quiero que carguen con el dolor de mi muerte en
sus corazones.

—Maldito perro, déjala ya. No puedes tomar vidas así como así,
no mientras no deban ingresar al Mortorium, no es su terreno.

—Simone, ¿tú qué piensas de Félix? ¿Sabes quién es en verdad?


—preguntó Hades, evaporando esa realidad para llevarlos de nuevo al
lúgubre Mortorium.

—Eso creo…

—No, no lo conoces, no sabes de lo que es capaz. Él te sedujo con


su sonrisa, con sus palabras tiernas, pero mis guardianes tienen algo
que los mantiene vivos, y eso soy yo… ¿Crees que soy tierno? Soy un
galán, pero no soy un sol, en lo absoluto, y aunque no lo creas tampoco
lo son mis criaturas. Mis guardianes deben servirme si quieren seguir
con vida.

—Haz lo que tengas que hacer con nosotros, separarnos,


torturarnos, lo que sea, sólo no dejes que mis padres sufran.

—Simone —balbuceó Félix dolido—. ¿Acaso te estás rindiendo?

208
—Eso creo. Lo lamento, pero todo debe tener una razón de ser y,
si amarte de la forma en que lo hago no me trae más que… desgracias,
debo decirte adiós, con todo el pesar y la angustia que eso me
signifique. Pero debes saber que yo te amé, Félix, te amé con fuerza, y
siempre serás el único.

—Seguirías con vida, Simone, sana y salva. Félix seguirá


trabajando aquí, me traerá más almas desde la tierra, veré que Zeus lo
permita así. Trabajaría junto a los Desertores, tú serías un vampiro
pero los demás no lo sabrían —ofreció Hades.

—¿Cómo sería eso, no saberlo?

—Vivirás por siempre, será como una vida en un constante déjà


vu. No morirás, tu círculo social seguirá siendo el mismo, y no
recordarás a Félix.

—¿Qué? —protestó el guardián.

—No volverás a verla, jamás, o veré que sufra. Será un


recordatorio de cuán importante es obedecerme.

—No, estás demente, no me separarás de ella…

—Hecho, es un trato…

Félix miró a Simone, angustiado, ella lloraba y simplemente besó


al guardián con fuerza.

—No me odies, por favor, pero esta es la única opción aquí.


Aunque no te recordaré, tú sabrás que yo te amé, y mucho, siempre lo
haré…

—No, por favor, no me dejes, te lo ruego.

Félix zarandeaba a Simone, quien no dejaba de llorar de manera


desesperada.

—No lo hagas más duro, Félix, por favor.

—¿Está todo acordado, entonces? —preguntó Hades sonriente.

—Sí, sí lo está…

—No, no lo está. Por supuesto que no, no arriesgamos todo para


llegar a esto, Dion no murió para esto.

Simone rompió en llanto una vez más, pero simplemente empujó


a Félix lejos de ella para caminar hasta el dios.

209
—Que se haga tu voluntad…

El dios chasqueó sus dedos, la calavera movió su desdentada


mandíbula para escupir un hilo, uno plateado.

—Esto se mantendrá así, y no aceptaré las almas que entren en


tu vida. Serás el castigo de mi guardián, a quien amo y espero que
entienda que hago esto por su propio bien.

—Eres un hijo de perra.

—Félix, por favor —sollozó Simone.

—Sí, debo educarlo un poco mejor… Si puedo tener tu mano,


Simone Walker…

El vampiro se evaporó de a poco y soltó a Hades para darse la


vuelta y mirar a Félix, que se arrojó al suelo desecho y llorando de
manera desesperada. Esa última imagen que Simone se llevaba
destrozó su corazón.

210
Capítulo 28: Por siempre
Simone despertó en su cama, tenía el rostro húmedo del sudor y
los ojos rojos del llanto. ¿Había llorado?, se preguntó. No recordaba
haber soñado algo terrible ni mucho menos, se sentía tan extraña, como
si le faltara algo, pero naturalmente no sabía que era, ni lo sabría.

— ¡Simone! —gritó una voz desde el comedor.

—Ya voy, mamá —clamó asomándose por la puerta.

Tomó su bata y bajó hasta que dio con Maci, su madre, tan
acelerada y nerviosa como siempre, pero con una gran sonrisa en su
rostro. Traía el pelo despeinado y una birome en su cabello como picos.

—¿Todo en orden? —preguntó mientras corría hasta su laptop


para cerrarla—. Llamó Crono.

—Crono —susurró Simone para sí.

—Exacto, el chico lindo, Crono, ¿cuál otro? Quiere venir por ti,
insisto en que debes darle una oportunidad.

Simone sonrió avergonzada. Finalmente Maci se enfrascó en su


lectura, dejando que su hija desayunara solamente acompañada de
Apolo.

En el Mortorium, Félix aún seguía tirado en el suelo, sufriendo


por el trato que su amada había aceptado sin más.

—Oh, vamos, sabes que fui en exceso benévolo, porque aprecio


mucho tu compañía, Félix. Tú tienes algo que ninguno de los otros
guardianes tiene, ¿sabes qué es? Alma, bueno, es un decir —río
Hades—. Fuerza, ¿o será corazón? Es extraño, como si en verdad te
corriera sangre por las venas.

—¿Dónde está el perro ese? Haz algo, dio muerte a mi hija, no


puede atacar a los suyos.

—Error, no puede atacar a sus iguales, y Alianza no era una


guardiana. No hay falta en Félix. Además, no lo tocarás, tiene mi
protección, Seneca. Puedes hacer el duelo si así lo quieres con tu
esposa, aunque en realidad no ha muerto, simplemente ha
desaparecido…

—Él te traiciona y tiene tu apoyo, cuando yo, en cambio, que te he


servido con fervor, pido tu apoyo y tú me das la espalda.

211
—No digas eso, Seneca. Tú no me sirves de corazón, sino que lo
haces porque tienes la satisfacción de obtener algo, siempre has sido
igual. Ahora lárgate.

Seneca miro a Félix, que seguía tirado en el suelo sufriendo su


destino separado de Simone. Se pegó la vuelta y salió cerrando las
puertas con furia.

—Me lo agradecerás, ya verás. Necesitas revaluar con quien está


tu lealtad.

Félix se levantó del suelo.

—Quiero tener a Simone a mi lado, eso es lo que quiero, a cambio


tienes lo que quieras, lo que sea…

—No estarás con ella, jamás —gritó Hades furioso—. Mete esa
idea en tu cabeza, me traicionaste y tienes suerte de cómo acabo todo.

Acto seguido Félix se desmaterializó para aparecer en la tierra, el


primer lugar al que había ido, el castillo de los guardianes de Apolo.

—Circe —musitó entrando y abrazando a la guardiana.

Garrett, apenado y con los ojos igual de rojos que Félix, corrió a
abrazar a su amo.

—Lamento todo esto, señor, en serio que sí.

—Lo sé, créeme que sí. ¿Y Dion? —preguntó Félix.

Circe agachó su cabeza.

—Él está bien, pero no volverá a ser el mismo. Fue acogido por
Apolo pero se convirtió en un espectro, no nos recuerda ni lo hará
jamás —sollozó Circe.

—Lo que es peor, todo fue en vano…

—No digas eso, por favor. Félix, Simone está a salvo, eso es algo
—sonrío Evan desde el corredor.

—Preferiría ser torturado por el final de los tiempos a que ella no


me recuerde, o que se me prohíba verla. Ni siquiera sabes cuál es mi
tarea actual, soy un asesino en la tierra, junto con los asquerosos
Desertores.

Los ángeles estaban en el castillo, llorando la muerte de Webber.

212
—No es justo, nada de esto, peleamos por algo y tuvimos pérdidas
horribles para que el objetivo no se cumpliera. ¿Simplemente nos
damos por vencidos? —se quejó Lucre, dolida por lo que escuchaba.

—En efecto así es, sólo quería agradecerles por intentar, y Circe
tienes razón, por lo menos Simone estará a salvo… Eso creo. Lamento
mucho las pérdidas que ocasioné, en verdad lo lamento.

Félix se evaporó para aparecerse una vez más en el Mortorium,


esta vez acompañado de Garrett.

—¿La ha visto, mi señor? —preguntó la gárgola caminando al lado


del guardián.

—Pobre Félix, separado de su hermoso Vampiro —río Willo


socarrona.

—Mejor ten cuidado con lo que digas, porque a partir de ahora


trabajas para mi, órdenes del nuevo mandamás —sonrío Félix—. Mejor
cuida lo que digas, si quieres durar a mi lado.

Willo frunció el ceño antes de borrar por completo su sonrisa.

—Así está mejor, Hades me puso en custodia de ustedes, somos


asesinos en la tierra, es parte de mi maldito trato.

Pasó una semana en la tierra hasta que Hades pidió a los


desertores y a Félix que bajaran a la tierra para una cosecha de almas.

—Rhode Island, ese maldito no podría ser más cruel ni aunque lo


quisiera —protestó Félix, molesto, mientras esperaba a que los
Desertores acabaran con el trabajo, él no iba a ensuciar sus manos.

—Es el punto, eso creo —musitó Garrett bebiendo un café.

En eso por la misma vereda caminaba Simone, Félix la miró desde


lejos y, aprovechando que los desertores estaban a calles de distancia,
se acercó a ella.

—Hola —dijo con una sonrisa en su rostro—. No me conoces


pero…

—Claro que te conozco, guardián.

Félix miró a Simone asombrado y asustado, por un momento


creyó que podría ser una treta, quizás de Agnes o de Seneca con sus
terribles dones, pero no se atreverían jamás a meterse con Hades.

213
Simone, al ver que Félix no hacía nada más que mirar con los ojos
como platos, puso su mano en su cintura, lo atrajo hasta él y lo besó
con fuerza. Félix enroscó las piernas de Simone en su cintura y
simplemente la besó con una sonrisa en su rostro.

—No, no lo entiendo. No se supone que me recuerdes —sonrió.


Puso su mano en la nuca de Simone, mirándola como si esperara que
aquello fuera un sueño.

—Hades no me acabó, ni me hizo olvidarte, supongo que hay


veces que uno debe actuar como los demás esperan que lo hagas…

Félix dibujó una sonrisa y recordó lo que Hades le había dicho,


que lo apreciaba y lo amaba en verdad como a un hijo y que, si bien en
aquel momento lo odiaría, luego le agradecería el trato, y sí que lo hizo.

—Te amo, te amo, te amo —repitió Félix con una sonrisa.

—Y yo a ti, mi fiel guardián.

Félix siempre había pensado en Hades como un ser vil, pero era
sólo porque debía ser así. Debía ser frío y malévolo, y lo era, pero se
conmovió al ver que su guardián, una criatura que fue creada para
hacer la voluntad de su amo sin objetar, fuera capaz de ir en contra de
eso, y llevarlo hasta las últimas instancias a efecto de estar con su
amor. Nada más importaba para Félix.

—Pero esto debe permanecer en secreto, por todos los que tienen
sed de venganza, tus compañeros, por ejemplo —musitó Simone con la
voz quebradiza.

—Lo sé, tengo que hablar con él, me porté de lo peor…

—Él te ama, me lo dijo, te quiere como a un hijo, porque eres


distinto a todo lo que creó. Tienes algo más que simple odio, posees un
corazón…

Félix besó una vez más a Simone antes de desaparecer hasta el


Mortorium.

Corrió hasta la oficina del dios, entró allí con la voz quedada, el
corazón acelerado y una gran sonrisa en su rostro.

—Lo sé, ya no crees que sea un monstruo, ¿o sí, Félix? —sonrió


Hades dándose la vuelta.

214
—Claro que no. Lamento lo que hice aquí, en el Mortorium, la
muerte de Alianza… Lo siento… creo.

Hades río ante la duda del guardián.

—Alianza iba a ser asesinada por mí mismo, no era una criatura


creada por mí, y su lealtad estaba con Seneca más que conmigo, era
peligroso…

Félix bajó su cabeza.

—Si cumples conmigo puedes estar con ella, porque al fin y al


cabo es un vampiro, una dulce asesina a sangre fría. Trabaja con los
desertores, trae almas al Mortorium y no haré reproche alguno.

—Puedes contar con eso —sonrió Félix.

—Ahora largo de aquí, antes que pierda la paciencia…

Félix, a pesar de todo lo que tuvo que pasar, pasó siglos al lado de
Simone. Él cumplía con su trato, trabajaba lealmente al lado de los
cinco Desertores; Simone tuvo siempre a su lado a Crono, a Carry y a
sus padres, y siguió cazando humanos para sobrevivir. A menudo
viajaban hacia Brasil, reuniéndose con los gitanos; con el paso de los
años desarrollaron una amistad inquebrantable.

La escena termina con Félix y Simone, abrazados frente a un bello


bosque, cerca de New Castle, la humedad y el frío es paralizante. Ella
abraza al guardián y simplemente se quedan en silencio. Por momentos
Félix mira a Simone, pareciera que fue ayer que él la observaba desde el
Mortorium; si hubiera retrocedido en el tiempo, jamás se habría
imaginado que este amor habría podido tener un final feliz. Ellos son la
prueba viviente de que el amor es para los masoquistas, para los que
estén dispuestos a sufrirlo.

Fin

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Sobre la Autora
¿Cómo te llamas? ¿Utilizas seudónimo? ¿Por qué?

Me llamo Sofía Funes, uso como seudónimo Alania Smith. No hay


razones en particular.

¿De dónde eres? ¿Naciste ahí? ¿Dónde te criaste?

Soy de Argentina, Córdoba. Nací y he vivido toda mi vida allí.

¿Cuántos años tienes? ¿Vives con tus padres? ¿Vives sola?

Tengo 18 años y sí, vivo con mis padres.

¿Qué es lo que más te gusta hacer? ¿Tienes mascotas?

Me gusta mucho escuchar música, estar en internet, en mi celular, leer.


Soy muy deportista, para mi mantenerme saludable y en forma es muy
importante. Tengo mascotas, tres perros y dos gatos hermosos.

¿Eres estudiante? ¿De qué? ¿Secundario? ¿Universitario? ¿Post-


grados?

Soy estudiante universitaria, este año comienzo mi segundo año en la


carrera de abog

¿Cuál fue tu primer escrito formal? ¿Cómo se llamaba?

Empecé a escribir en Wattpad y puedo ver que desde que comencé


hasta la actualidad he mejorado muy mucho y que si bien tengo allí
muchos libros, para mí, mi primer escrito formal tiene que ser: "Las
Crónicas Mágicas" porque fue un libro para mi perfecto y que significa
mucho para mí por el momento en el que lo escribí y por el hecho de
que realmente logré sentirme parte de la historia y de los personajes.
Estoy muy orgullosa de esa historia más allá de los errores (Y vaya que
los tiene) que tenga.

¿Por qué empezaste a escribir? ¿Cuándo fue más o menos? ¿Crees


que has mejorado desde entonces?

Empecé a escribir a los 14 años. No sé exactamente porqué, fue algo


que se dio. Lo hago porque amo hacerlo y sentirme parte de otro
mundo, poder formar parte de aventuras que jamás podrían ser reales
en el mundo real. Amo escribir historias que tienen que ver con la
magia o criaturas místicas.

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