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Aspiroz Trastornos de Personalidad PDF
Aspiroz Trastornos de Personalidad PDF
Trastornos
de la personalidad
PSICOLIBROS wasfafa
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Trastornos de la per...
AZPIROZ NUÑEZ, María del Carmen
TRASTORNOS DE LA
PERSONALIDAD
Montevideo - 2<f(38DNACiGN
Editorial: j . .-—c'r L,
X PSICOUBROS asfafa
J
Editorial PSICOUBROS - & was Cafa
-
Mercedes 1673 - Montevideo Uruguay
Tel.: (598 2) 400-38-08 / 403-03-32
E- mail: info @ psicolibroswaslala.com
www.psicolibroswaslala.com
Octubre 2008.
© Psicolibros Ltda.
© Gabriela Prieto
E-mail: gprieto@adinet.com.uy
© María Azpiroz
E-mail: mariazpiroz@gmail.com
ISBN 978-9974-8126-4-2
Indice
Autoras 7
Prólogo 9
V- Perspectivas de diagnóstico 25
115
119
Bibliografía 125
5
1
AUTORAS
7
PROLOGO
María Azpiroz
Gabriela Prieto
9
1
I- BREVES ASPECTOS GENERALES
11
II- PERSONALIDAD, RASGOS Y
TRASTORNO
13
En las clasificaciones actuales de psiquiatría (DSM-IV, CIE-10) se emplea el
término “personalidad” y con el mismo se designan características de las conduc¬
tas, estilos de pensamiento y patrones afectivos que determinan la capacidad del
sujeto para adaptarse al medio ambiente y particularmente para relacionarse con
las demás personas.
Un rasgo de la personalidad, es de acuerdo a Millón (2006: 36), “un patrón
duradero de comportamiento que se expresa a lo largo del tiempo y en distintas
situaciones”.
Para quienes no poseen ningún trastorno de la personalidad, los rasgos de la
personalidad son patrones de pensamiento, reacción y comportamiento que per¬
manecen relativamente constantes a lo largo del tiempo. En las personas con un
trastorno de la personalidad, estos patrones son más rígidos y muestran señales
de inadaptación, perturbando su vida social, personal y profesional.
De acuerdo al DSM-IV, cuando un conjunto de rasgos supone una variante
que se aleja de manera importante de las expectativas culturales donde se encuen¬
tra inmerso el sujeto, tornándose inflexibles y desadaptativos y causan deterioro
funcional significativo o malestar subjetivo, es que puede hablarse de la presencia
de un trastorno de la personalidad.
En el CIE-10 (la Clasificación estadística internacional de las enfermedades y
trastornos relacionados con al salud), los trastornos de la personalidad deben in¬
cluir para su diagnóstico, la perturbación de larga duración de varias áreas de fun¬
cionamiento, una conducta desadaptativa generalizada, un considerable malestar
general (aunque puede sólo estar presente en fases avanzadas del trastorno) y, a
veces, problemas en el trabajo y conducta social.
14
1
Ill- LO NORMAL Y LO PATOLOGICO EN EL
MARCO DE LOS TRASTORNOS DE LA
PERSONALIDAD
i
El DSM-IV-TR reconoce que el diagnóstico de trastorno de la personalidad no
es objetivo sino que se trata de una construcción social. La idea general de norma¬
lidad, como aquello que se adapta a costumbres y comportamientos típicos de la
cultura y la patología, como comportamientos atípicos o distintos, se conserva para
los trastornos de la personalidad e influyen en su diagnóstico. Este reconocimiento
supone ventajas y desventajas. En una sociedad que por ejemplo, valora el indivi¬
dualismo, el éxito personal y menosprecia la dependencia, es probable que los
rasgos de personalidad narcisista deban ser muy intensos para reconocerse como
tales. De hecho, Millón (2006: 12) señala que las personalidades narcisistas han
ido en aumento. Lamentablemente, todos sabemos que también son valorados en
nuestra sociedad ciertos rasgos antisociales ya que, demuestran competitividad,
capacidad de actuar con frialdad, en un mundo que desprecia a los débiles. Es por
esto que el criterio sociocultural, aunque muy idealizado en determinados momen¬
tos históricos de la evolución de las ideas en psicopatología, tampoco resulta sufi¬
ciente por sí mismo.
Sin embargo, criterios socioculturales son fundamentales a la hora de valorar
la salud y la enfermedad mental. Distintas épocas y distintas culturas han entendi¬
do diferentes estados del individuo como patológicos o normales. Los patrones de
conducta desadaptativos del trastorno de la personalidad, son considerados en un
determinado contexto cultural. Esto es así porque cada grupo, sociedad, dispone
de un sistema de normas y no existen conductas humanas que sean normales o
anormales en absoluto, sino con respecto a un contexto. El concepto de “cultura”
es también controversial ya que no es fácil de definir. Ofreceremos la definición de
culturadle Alarcón (1986: 629) que resulta operativa: “el conjunto de modelos com¬
partidos por los individuos de una comunidad y aplicados diariamente a su compor¬
tamiento”.
Es importante subrayar que al hablar de adaptación, no sólo se está refiriendo
a la adaptación con el medio ambiente, sino también a la adaptación intrapersonal
que implica una relación armónica y equilibrada con uno mismo.
Los criterios legales, si bien no son propiamente psicopatológicos, tampoco
pueden ser desconocidos en la práctica de esta disciplina. Como sostiene José
Gutiérrez Maldonado (2000: 37), “casi todas las legislaciones toman en considera¬
ción dos condiciones para determinar la irresponsabilidad y, por tanto, la imputabi-
lidad: la conciencia del acto y su significación y/o la capacidad de controlar la con¬
ducta”.
Los criterios subjetivos implican el reconocimiento del sufrimiento o malestar
personal así como también el posible pedido de ayuda. El sentimiento subjetivo de
malestar puede ir desde la angustia, el miedo, la culpa, etc. hasta un sentimiento
más vago y borroso, difícil de definir, que, de acuerdo a José Gutiérrez Maldonado
(2000: 37) implica “una cierta impresión de inadecuación de la propia conducta en
relación con el entorno social o cultural”.
Hay que tener en cuenta, que la mayoría de los trastornos de la personalidad
son egosintónicos y por tanto, los sujetos no tienen conciencia de su estado ni de
16
su trastorno. Sin embargo, esto no implica que estos sujetos no sufran las conse¬
cuencias de su trastorno; de ahí el criterio clínico diagnóstico del DSM-IV-TR con
respecto a que dichos trastornos “provocan malestar clínicamente significativo y/o
deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del sujeto”. Se
puede considerar que la conciencia del propio padecimiento forma parte de un
concepto de salud mental centrado en el sujeto (subjetivo) y no meramente norma¬
tivo. Es por eso que autores como Ricón (1991: 21) definen la salud como “un
estado fluctuante que tiende al bienestar, en el que el individuo pueda detectar e
intentar corregir signos o síntomas de enfermedad o padecimiento'1.
En el caso de los trastornos de la personalidad, es posible considerar tam¬
bién el malestar que varios de estos sujetos producen en los otros, llegando incluso
-como en el caso de los pacientes con trastorno antisocial de la personalidad- a
sentir placer con el sufrimiento ajeno o, como en el caso de los narcisistas, a ser
indiferentes con el malestar de los demás. Esto se vuelve muy visible por ejemplo,
en los centros de salud, donde los pacientes con trastornos de la personalidad
suelen generar problemas y una predisposición negativa por parte del personal
que los atiende. Como sostiene Elkin (1998: 207), “las personas con trastornos
de la personalidad suelen generar considerable incomodidad y otras reacciones
emotivas en los proveedores de cuidados para la salud". Estas respuestas ocu¬
rren mayormente debido a que las defensas de estos pacientes son primitivas y a
menudo proyectan sus emociones conflictivas en las personas que cuidan de ellos.
En cuanto a los criterios biológicos, los mismos han adquirido una importancia
creciente en la etiología de los trastornos de la personalidad (sobre todo de algu¬
nos trastornos en particular, como el antisocial), sin desconocer los otros factores
que están en juego.
17
historia anterior, como una resultante de fuerzas contradictorias, de las cuales apre¬
ciaremos no sólo el carácter positivo o negativo, sino especialmente su dirección
con respecto a los objetivos futuros fijados por juicios de valor”.
Varios autores como Sainsbury (1978: 68), destacan como criterio de salud
mental, la estabilidad, que sólo se alcanza si el sujeto logró desarrollarse hasta tal
punto que su personalidad sea madura e integrada. Sin embargo, el concepto de
estabilidad ha traído problemas ya que se trata de un criterio poco realista. Un
sujeto no es más “normal” que otro por ser estable sino sobre todo porque su con¬
ducta, pensamientos y sentimientos se adapten en gran medida al contexto en el
que se encuentra.
¿En qué consiste entonces la enfermedad mental? Está claro que dicho con¬
cepto debería al menos intentar integrar los criterios mencionados en la primera
parte del presente trabajo. Ricón (1991: 25) ofrece su propia definición de la enfer¬
medad mental que va en dirección a esta perspectiva señalada. Se trata de “un
estado con diferentes características según la cultura y la época, que se vincula
con sufrimiento, desarmonía, afectos no pertinentes, deterioro del cuerpo anatómi-
co-fisiológico”i La enfermedad mental implica la ausencia de coherencia interna o
de afectos pertinentes, por lo que existen reacciones que no se adecúan a la res¬
puesta que es esperada ante algún hecho.
I9
cia e intensidad, y algunos de esos rasgos más equilibrados pueden ser beneficio¬
sos para el individuo”. Si bien se trata de sujetos perfeccionistas, no pierden de
vista el objetivo por los detalles y reconocen la importancia de tener intimidad en
las relaciones.
También en el trastorno narcisista de la personalidad parece haber una línea
divisoria muy fina entre normalidad y patología. Como sostiene Millón (2006: 348)
“demasiado puede ser tan patológico como demasiado poco”. No es buena una
visión deficiente de uno mismo pero tampoco una autoimagen hipertrofiada, de
superioridad y arrogancia.
Los rasgos paranoides también son saludables, tratándose de una defensa
sin la cual seríamos demasiado vulnerables a factores potencialmente peligrosos.
Pero cuando esta alerta y desconfianza se amplifica más allá de lo adaptativo, el
resultado es un trastorno de la personalidad.
De hecho, algunos de los trastornos de la personalidad pueden considerarse
variantes más saludables de otro tipo de trastornos como por ejemplo, los psicóti-
cos. Para Millón (2006: 433), “la mayoría de los analistas han considerado históri¬
camente que los esquizoides, evitadores y esquizotípicos se encuentran en el ex¬
tremo no psicótico de un continuo en cuyo extremo se sitúa la esquizofrenia”.
Existen entonces varios niveles de funcionamiento en los pacientes con trastor¬
nos de la personalidad. Algunos pueden tener un funcionamiento alto y encontrarse
relativamente adaptados durante gran parte de su vida, aunque con muchas dificul¬
tades para formar relaciones estables, maduras y saludables. Otros, con un funcio¬
namiento más bajo, pueden presentar serias dificultades laborales y sociales.
20
i
IV- CRITERIOS PARA EL DIAGNÓSTICO DE
LOS TRASTORNOS DE LA
PERSONALIDAD
22
• Vulnerabilidad multideterminada. La personalidad anormal es propensa a
reaccionar desfavorablemente frente a diversas situaciones.
• Inestabilidad: variabilidad anímica, disforia.
• Potencial maladaptativo: desajuste al medio.
• Dificultad para la acción constructiva.
• Singularidad interpersonal: efecto que la persona genera en los otros, quie¬
nes intuyen, observan y singularizan al sujeto como “extraño", “raro” o "ex¬
céntrico”.
• Tendencia a la cronicidad. Los rasgos de la personalidad se mantienen en
el tiempo.
23
V- PERSPECTIVAS DE DIAGNOSTICO
Puede preguntarse al paciente acerca de cómo cree que sus amigos describi¬
rían su personalidad, así como preguntarle por rasgos específicos que suelen ser
frecuentes:
• Temeroso.
• Estricto, rígido, meticuloso.
• Con escasa confianza en sí mismo.
• Susceptible.
• Suspicaz, orgulloso, celoso.
• Desconfiado, rencoroso.
• Impulsivo.
• Demandante de atención.
• Dependiente.
• Irritable, de mal carácter.
• Agresivo.
• Desconsiderado hacia los demás.
25
terios, sobre todo dentro de cada grupo (por ejemplo, el narcisista y el histriónico en
el Grupo B, o el esquizoide y el esquizotípico en el Grupo A). Los criterios de un
trastorno de la personalidad no aparecen todos juntos en una persona, lo que se
llamaría “prototipo” (modelo psicológico que rara vez se observa en estado puro).
No es necesario, obviamente, que el sujeto posea todos los criterios para que se
diagnostique un trastorno de la personalidad, sino que tienen que estar presente la
mayoría de ellos. Además, existen infinitas maneras de cumplir con los criterios
diagnósticos que describe el DSM-IV.
A su vez, los trastornos de la personalidad suelen presentarse junto a trastor¬
nos del Eje I, los que adquieren características diferentes de acuerdo a la persona¬
lidad subyacente (por ejemplo, la depresión en un narcisista no es la misma que en
un dependiente). El Eje II nos proporciona un contexto que permite entender sínto¬
mas del Eje I. Cada persona tiende al desarrollo de algunos trastornos clínicos y no
otros. De ahí que, si bien nos centraremos en el Eje II del DSM-IV, hay que tener en
cuenta que los cinco ejes se ponen en práctica con cada paciente, ya que deben
considerarse también los problemas psicológicos, sociales y ambientales del Eje IV
(conflictos familiares, abusos sexuales, muerte de un ser querido, etc.) y el nivel
general de actividad psicológica social y laboral del Eje V. Como sostiene Millón
(2006: 7): “si se juntan todas estas piezas -los síntomas actuales, las característi¬
cas de la personalidad y los estresores psicosociales- se obtiene una visión com¬
pleja, pero lógica de la persona”. Es necesario entonces que el clínico entienda la
interacción de los rasgos de la personalidad, los síntomas manifiestos y los facto¬
res psicosociales.
27
Modelo de complicación: un trastorno del Eje I afecta la personalidad y la
altera definitivamente.
VI- CLASIFICACION DE LOS TRASTORNOS
DE LA PERSONALIDAD
29
Vil- TRASTORNOS DE LA PERSONALIDAD
DEL GRUPO A
31
J
mío, su descarada tentativa de mancillar mi honor, mayormente en presencia de «v
personas que, aunque desconocidas de mí, eran de buena crianza. so
Y. Goliadkine
de
„ QC
Presentación CG
Durante la entrevista, estos sujetos se muestran hipervigilantes, reservados,
fríos, distantes, serios y tensos muscularmente, sin capacidad para relajarse. Ante
cualquier pregunta del entrevistador que demuestre falta de confianza en lo que el
paciente está diciendo, se sienten estafados y resentidos. Suelen tener poco senti- A)
do del humor y tomarse todo comentario muy a pecho. Su discurso carece de es¬
pontaneidad y se encuentran todo el tiempo expectantes del entorno y de la con¬
ducta del entrevistador. Es muy posible que nieguen que padecen problemas y se
resistan a cualquier tipo de ayuda.
Durante la entrevista se esfuerzan por controlar al entrevistador e intentan
intuir el objetivo de cada pregunta que el clínico les realiza. Por otra parte, pueden
interpretar el silencio del entrevistador como una forma de expresar desacuerdo
con sus ideas. Cualquier intento de ser amistoso, se interpreta como una acción
para aprovecharse de su debilidad. Este permanente estado de vigilancia resulta
cansador para el paciente, quien nunca se permite relajarse. Si el entrevistador
intenta argumentar en contra de las creencias rígidas del sujeto paranoide, éste
terminará pensando que el entrevistador es también un enemigo.
32
evaluadores y se encuentran todo el tiempo buscando pruebas que confirmen sus
sospechas.
Aunque los paranoides se desenvuelven bien solos, en ocasiones se rodean
de quienes consideran totalmente fieles pero que pueden transformarse en enemi¬
gos rápidamente. No dejan entrever nada de su vida privada, pero pretenden cono¬
cer la de todo el mundo.
33
• Buscan restablecer su honor y orgullo perdido mediante afirmacio¬
nes fantasiosas.
• Cuando los otros rechazan sus ¡deas, pueden atribuir este fenóme¬
no a poderes intangibles como agencias gubernamentales secretas
que conspiran contra él.
2) Paranoide maligno
• Tienen la permanente predisposición a creer que los demás los van
a perjudicar. Ti
• Son amenazadores y peleadores y sienten que deben vengarse de
los demás y triunfar. ni
34
5) Paranoide aislado
• Combina características paranoides y evitadoras.
• Son malhumorados e hipersensibles a la crítica.
• Debido a que son vulnerables en exceso, se centran en sí mismos
para protegerse de un mundo amenazador.
Trastornos relacionados
i En situaciones de estrés, los pacientes con trastorno de la personalidad para¬
noide pueden sufrir episodios psicóticos breves. También pueden tratarse de per-
> sonalidades premórbidas de alguna psicosis crónica (como la esquizofrenia o de
un trastorno delirante). El trastorno delirante sería el extremo más patológico de la
personalidad paranoide. Es importante subrayar que el diagnóstico de un trastorno
paranoide no implica que no pueda diagnosticarse el trastorno de la personalidad
paranoide.
Suelen presentar trastornos de ansiedad vinculados con preocupaciones cróni¬
cas y un estado de alerta permanente. También pueden presentar trastornos somato-
morfos, síntomas físicos que no se explican por un trastorno médico o por la presen¬
cia de una enfermedad física. En el paciente paranoide, los síntomas físicos pueden
ser utilizados para aislarse del mundo exterior y no comprometerse con los otros.
Pueden presentar abuso de sustancias como alcohol, opiáceos, cocaína y
anfetaminas para aliviar su ansiedad o hipervigilancia pero también para desinhi¬
birse y liberar la agresión.
Mecanismos de defensa
Emplean fundamentalmente la proyección para atribuir pensamientos y senti¬
mientos propios indeseables a otras personas. Emplean también otras defensas
primitivas, como la negación, lo que les permite evitar pensamientos y sentimientos
que les causen ansiedad o envidia.
Aspectos psicopatológicos
Freud (1991) postuló la proyección como mecanismo de defensa central en la
paranoia, justamente para defenderse de deseos homosexuales inconscientes (re¬
cordar Caso Schreber). Esta perspectiva resulta algo alejada de la visión contem¬
poránea sobre la paranoia y el trastorno paranoide de la personalidad.
Para Klein (1946) las ansiedades paranoides defienden al paciente de las
ansiedades depresivas. Como sostiene Esther Horta (2000: 485), esta idea resulta
interesante “porque la clínica muestra que ciertos paranoicos tienen depresiones y
que cuando esto sucede están más paranoicos y viceversa”.
35
De acuerdo a la teoría de las relaciones objétales, en los estadios tempra¬
0 D
nos del desarrollo prima la escisión: hay un yo primitivo que es incapaz de com-
prender que tanto en uno mismo como en los demás conviven aspectos buenos y Pél
malos en diferentes grados. Por tanto, este Yo, sólo reconoce representaciones
completamente buenas o completamente malas de sí mismo y de los demás. Los tice
sujetos paranoides operan a un nivel de organización de la personalidad límite de del
acuerdo a Kernberg (1979). Las representaciones buenas se quedan en el inte- ca
rior del sí mismo y las completamente malas se proyectan al exterior. De esa ma- me
ñera, es el mundo exterior el que está en contra del sujeto y en el interior de sí ini
mismo se conserva todo lo bueno y saludable. Ante esta proyección, los demás qu
reaccionan negativamente reforzando los miedos irracionales de los paranoides. rio
Estos sentimientos de grandeza compensan sentimientos de inferioridad e inutili¬
dad subyacentes. ai,
De acuerdo a Millón (2006: 471), “las explicaciones psicodinámicas contem- de
poráneas del desarrollo de la personalidad paranoide hacen hincapié en la impor¬
tancia del abuso en la infancia”. Las personas "normales” adquieren un sentimiento
de confianza hacia los otros durante el desarrollo temprano. El paranoide, en cam¬
bio, aprende a tener una desconfianza básica. McWilliams (1994), citado por Millón T
(2006: 471) enfatiza “la presencia de críticas y ridiculizaciones en las familias de los
futuros paranoides y en la posibilidad de que los niños hayan sido chivos expiato¬
rios de los atributos que a la familia le gustaría no tener”. Pj
De acuerdo a Sullivan (1995), citado por Millón (2006: 472), para que se desa- s
rrolle una visión paranoide hace falta una inseguridad profunda que se relacione jr
con un sentimiento de inferioridad que genera ansiedad y una transferencia de la p
culpa hacia los demás.
Los padres del futuro paranoide esperan autonomía y castigan los indicios de
dependencia emocional. Puede tratarse de un sujeto al que se le ha comparado •
Tratamiento
El paciente con trastorno de la personalidad paranoide, rara vez acude en
busca de tratamiento, aunque los que lo rodeen se lo sugieran. Si llegan al consul-
36
ra- torio, se encuentran convencidos de que los otros los han traicionado o maltratado
m- o buscando el alivio de algún síntoma. Es muy difícil establecer una alianza tera¬
sy péutica.
es De acuerdo a Gabbard (2002: 425), “la meta general del trabajo psicoterapéu-
os tico con los pacientes paranoides es ayudarlos a cambiar sus percepciones acerca
de del origen de sus problemas desde un locus externo a uno interno". También impli¬
,
Presentación
Al igual que los paranoides, los sujetos esquizoides, son pacientes fríos, dis¬
tantes e introvertidos. No toleran el contacto ocular y el entrevistador inmediata¬
mente siente que el paciente espera que la entrevista termine lo antes posible. Sin
embargo, a diferencia de los paranoides, parece importarles muy poco la opinión
que el clínico tenga de ellos, impresionando insensibles a una valoración tanto
positiva como negativa. Expresan poca o ninguna emoción durante la entrevista y
se muestran independientes y autosuficientes. No existe respuesta afectiva ni al
comienzo ni al final de la entrevista y si hablan de sus sentimientos depresivos, el
entrevistador no logra percibir su sufrimiento.
Presentan ausencia de expresión facial y rigidez gestual y su tono de voz es
generalmente monocorde. Tanto quienes tienen una personalidad esquizoide como
una esquizotípica son considerados por Ricón (1991: 74) como “personas observa¬
doras no participantes”. Por lo tanto, son silenciosos y entran al consultorio como
queriendo pasar inadvertidos.
37
Características y criterios diagnósticos B)
Una de las críticas que realiza Millón (2006: 389) al DSM es que, los criterios
diagnósticos para este trastorno se centran casi de manera exclusiva en ‘lodo aquello
que está ausente en la personalidad esquizoide, pero que poseen los individuos
normales”. No señala los rasgos intrínsecos de este trastorno más allá de lo que
carece y esto presenta problemas ya que definir cualquier trastorno de la persona¬
lidad por sus carencias es algo discutible para el autor.
Aunque la gran mayoría de los equizoides no temen la humillación social,
algunos pueden tener cierta capacidad emocional, pueden desear una vida afecti¬
va más rica, lo que los acerca a los evitadores. De hecho, Millón (2006: 390) sostie-
• ne que, “a medida que llegamos a niveles más patológicos, el continuo entre la
personalidad esquizoide y la evitadora se va definiendo de forma gradual en sus
expresiones del DSM”.
Trastornos relacionados
El trastorno de personalidad esquizoide, al igual que la esquizofrenia se ca¬
racteriza por la restricción en las emociones (sobre todo si estamos pensando en
una esquizofrenia indiferenciada en la cual predomina el aplanamiento afectivo y la
abulia por sobre las ideas delirantes o el comportamiento desorganizado). Sin em¬
bargo, en la esquizofrenia aparecen síntomas psicóticos persistentes (como ideas
delirantes o alucinaciones) que son raros de encontrar en los pacientes esquizoi¬
des. Si aparecen, éstos síntomas son menos graves y más breves. Sin embargo,
según el DSM-IV, es probable que el trastorno de personalidad esquizoide preceda
a la esquizofrenia, en tanto personalidad premórbida.
Dado que prefieren vivir sin relacionarse, es raro que presenten trastornos del
Eje I ya que sus mecanismos de afrontamiento les permiten alejarse de las situa¬
ciones posiblemente difíciles. Algunas veces pueden presentar trastornos de an¬
siedad frente a estimulaciones que son excesivas para ellos. También pueden pre¬
sentar trastornos disociativos como despersonalización. Además, los pacientes
esquizoides pueden presentar episodios psicóticos breves si se encuentran some¬
tidos a situaciones estresantes.
Aspectos psicopatoiógicos
Desde la perspectiva de la historia personal de estos pacientes, así como de
los pacientes esquizotípicos, se encuentran padres que fueron introyectados como
exigentes y que no aprobaron las conductas de sus hijos. Como sostiene Ricón
(1991: 75), “esta actitud paterna los hace a veces dóciles, no para agradar o com-
39
i
placer a los padres, sino para no tener problemas y conseguir que se les deje en el ci<
derecho a fantasear, que todo niño necesita y éstos mucho más”. De acuerdo a ur
Nachmani (1988), citado por Gabbard (2002: 434), estos pacientes “parecen basar el
su decisión de estar aislados en una convicción, de que su fracaso en recibir lo que BE
ellos necesitaban de sus madres significa que no pueden hacer ningún intento ulte¬
rior de recibir cualquier cosa de las siguientes figuras significativas”. rr«
Estos pacientes presentan una escisión en diferentes representaciones del IM
self que permanecen sin integrarse. De ahí, que se encuentre una identidad difusa
y una experiencia interna con profundas contradicciones. m
De acuerdo a autores como Arieti (1955), citado por Millón (2006: 398) la in¬ d<
sensibilidad esquizoide hacia las relaciones interpersonales es una defensa contra OC
una extrema vulnerabilidad subyacente. Autores como Fairbairn (1940), citado por
Millón (2006: 399) supone que los bebés aprenden que, al igual que el pecho ma¬ di
terno, nuestras necesidades más profundas pueden desaparecer accidentalmente.
rv
El bebé llega a la conclusión que la ausencia de este pecho implica la muerte, ü
haciendo que el esquizoide se aísle cada vez más con ánimo de proteger el objeto n«
amado y del cual depende para subsistir.
En cuanto a los factores biológicos, se cree que estos desempeñan un papel lo
más decisivo cuanto más grave es el trastorno. La emoción y la motivación poseen
un componente físico y existen sujetos que presentan una muy baja reactividad o
Ia
SÍ
activación y carecen de energía de manera crónica. te
Millón sostiene (2006: 403) que desde el comienzo del desarrollo, los futuros
esquizoides “se vinculan de una manera muy débil, si es que llegan a hacerlo”. Son
bebés que no reaccionan ante los cuidados, los arrullos, las sonrisas y esto genera
decepción en sus cuidadores que terminan alejándose del niño y reforzando esta T
situación.
Los niños aprenden e imitan el patrón de relaciones interpersonales al que se lE
exponen de manera recurrente. Los futuros esquizoides aprenden a ser imperturba¬
bles, reticentes y poco expresivos dentro de familias con estas características y
demasiado frías y formales. También existen niños que fueron privados de oportuni¬ lE
dades de interacción humana y que luego presentarán problemas de déficit interper¬ <
II
sonales. A estos niños, Millón (2006: 410) los denomina “esquizoides culturales".
a
U
Mecanismos de defensa t<
e
Disociación e intelectualización. u
e
C
Tratamiento
c
Una meta terapéutica consiste, de acuerdo a Gabbard (2002: 437) en “des¬ c
congelar las relaciones de objeto interno congeladas del paciente mediante el aporte f
de una nueva experiencia en el modo de relacionarse”. Estos esfuerzos son muy
difíciles ya que serán enfrentados por el paciente con distancia emocional y silen-
40
cío. Es por eso que los terapeutas deben tener mucha paciencia para enfrenliuun <«
un proceso largo y difícil. El terapeuta debe evitar forzar un contacto emocional con
el paciente ya que esto hará sentir incómodo al paciente. Además, la relación debe
I
ser cordial pero nunca afectuosa.
Como sostienen Kaplan y Sadock (1999: 889) a medida que el paciente desa¬
rrolla cierta confianza, puede “revelar una vida repleta de fantasías, amigos imagi¬
narios y miedo a una insoportable dependencia, incluso con el terapeuta”.
Autores como Gabbard (2002: 440) recomiendan las terapias de grupos diná¬
micas, ya que la mayoría de estos pacientes no tienen relación con otros por fuera
de estos grupos terapéuticos. Es importante que comiencen a sentirse aceptados y
cómodos con otras personas.
Estos pacientes no entienden por qué los demás pueden considerar su con¬
ducta como rara y no hallan razón para cambiar. El pronóstico no es bueno ya que
no reconocen los posibles beneficios de la terapia y son indiferentes al terapeuta.
La introspección no tiene sentido pero pueden examinar, por ejemplo, sus relacio¬
nes e interacciones con su familia.
Si aparece ansiedad social, puede ser indicadora de cierta preservación de
los afectos e implica un mejor pronóstico. También en estos casos, se puede traba¬
jar con las fantasías que indican que el paciente esquizoide posee deseos y nece¬
sidades y de esta manera utilizarlas para penetrar en el mundo privado del pacien¬
te.
41
Presentación Cri
Las formulaciones inusuales de estos pacientes sorprenden al entrevistador. A)
Se debe indicar que no se le rechaza en sus percepciones e ideas extrañas, para
que el paciente comience a confiar y pueda desarrollarse la entrevista, Las pregun¬
tas de confrontación no sirven porque aumentan el retraimiento del paciente. Raras
veces se puede establecer un contacto visual.
Estos sujetos pueden presentar un aspecto peculiar, utilizar palabras con sen¬
tido inusual y tener un sentido del humor absurdo, así como pensamientos difíciles
de seguir. Aparecen metáforas vagas o demasiado abstractas. Pueden tener difi¬
cultades para expresar sus pensamientos de modo coherente y pasar de un tema
al otro sin un hilo conductor claro.
La emotividad es restringida y no parece totalmente adecuada a los objetivos.
Como sostiene Millón (2006: 420), este tipo de paciente “no parece conectar con el
propósito de la entrevista ni con la intención del entrevistador y se queda perplejo
ante preguntas más básicas, como si él y el entrevistador no compartieran la mis¬
ma realidad social”.
Trastornos relacionados
Las personas con trastorno esquizotípico de la personalidad suelen presentar
síntomas psicóticos importantes, como delirios o alucinaciones. Pueden diagnosti¬
carse trastornos psicóticos breves o incluso esquizofrenia. Pueden presentar epi¬
sodios disociativos o despersonalización.
Mecanismos de defensa
Los pacientes con trastorno de la personalidad esquizotípico emplean defensas
primitivas (negación, proyección) y reflejan problemas en la prueba de realidad.
Aspectos psicopatológicos
Millón (2006: 431), citando los estudios de Kendler y colaboradores (1993),
sostiene que se ha establecido con firmeza la existencia de variables genéticas
43
que relacionan al trastorno esquizotípico con la esquizofrenia, aunque sigue sin
esclarecerse en detalle su naturaleza, el gen o genes específicos. V
Según una visión clásica, los esquizotípicos, en menor medida que los esqui¬
zofrénicos, pero siguiendo el mismo proceso, reaccionan ante un mundo hostil o
frío, regresando a una etapa anterior del desarrollo que ya existía incluso antes de
formarse el yo. Se desdibuja entonces la frontera entre el mundo interno y el mun¬
do externo, fragmentándose la identidad. El estado al que regresan los esquizotípi¬ TF
cos es un poco más estable en términos del yo, que en el caso de los esquizofréni¬
cos y se caracteriza por episodios psicóticos momentáneos.
ns
De acuerdo a Benjamín (1996) citado por Millón (2006: 439), “los padres de
gri
los futuros esquizotípicos envían mensajes contradictorios e ilógicos, de manera
trn
que, por una parte, castigan a sus hijos por ser autónomos y, por otra, dan mues¬
po
tras de su propia autonomía”.
cu
Im
Tratamiento ti
rw
De acuerdo a Millón (2006: 448), “un objetivo terapéutico primordial es esta¬ •o
blecer un patrón más normal de relaciones sociales”. Los déficits cognitivos se
agravan al haber un gran aislamiento social. No se recomienda en general la tera¬
pia psicodinámica clásica porque la misma es desestructurada y esto complica aún
nn
l«l!
más los limitados recursos organizativos y de atención de estos pacientes y genera
un mayor aislamiento. nn
Kaplan y Sadock (1999: 891) afirman que, “los postulados terapéuticos para el
d<i
tratamiento de los pacientes esquizotípicos no son diferentes de los pacientes es¬
quizoides, pero el clínico debe atender con mucho tacto a los primeros”. Deben
evitar ridiculizar sus ideas y comportamientos extravagantes. En tanto patología
egosintónica, estos pacientes no comprenden por qué su comportamiento resulta
inapropiado. Debido a la tendencia de estos pacientes a distorsionar la comunica¬
ción terapéutica, ésta debe ser simple y directa.
De acuerdo a Millón (2006: 436), el terapeuta debe funcionar “como un yo
secundario (...) encauzando la conversación hacia lo adecuado, permitiendo que el
paciente pueda comprobar la realidad a través del clínico”. Es difícil el tratamiento
por la ideación paranoide que aparece, las dificultades comunicativas y su aisla¬
miento. Con frecuencia, estos pacientes requieren medicación antes de que se
obtenga un progreso duradero. «I»
En cuanto a la farmacoterapia, la medicación antipsicótica puede ser útil para lx
tratar ideas de referencia y otros síntomas del pensamiento.
ilt
In
d’
I):
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44
sin
VIII- TRASTORNOS DE LA PERSONALIDAD
qui- DEL GRUPO B
til o
¡ de
un-
típi- TRASTORNO DE LA PERSONALIDAD FRONTERIZO
éni-
Fueron los psicoanalistas de fines de 1930 quienes primero describieron a
estos pacientes que hoy se conocen como fronterizos o borderline. Observaron un
de
grupo de pacientes que eran demasiado frágiles para ser contemplados bajo un
era
tratamiento analítico tradicional, pero que no se encontraban tan profundamente
les¬
perturbados como para un diagnóstico de psicosis esquizofrénica. Sin embargo,
cuando estaban bajo estrés, su pensamiento se desorganizaba y presentaban sín¬
tomas psicóticos. Es así que se consideró que los pacientes fronterizos estaban en
el límite entre la neurosis y la psicosis. Erikson (1956) contribuyó de manera indi¬
recta en la construcción del concepto de paciente fronterizo con sus explicaciones
ea¬ sobre la identidad del yo.
se
¡ra-
Sin embargo, hoy en día, se considera en general que el Trastorno de perso¬
nalidad fronterizo tiene sintomatología específica aunque se encuentra, como el
lún
resto de los trastornos, dentro de un continuo, desde un nivel muy bajo de funcio¬
era
namiento hasta un nivel alto de mejor pronóstico.
En 1990, Gunderson y colaboradores identificaron varios rasgos de lo que
a el
denominaron “síndrome borderline”:
es-
>en • Pensamiento casi psicótico.
gía
Jlta
• Automutilación.
Presentación roí
Mu
Estos pacientes impresionan al entrevistador como inestables. Es por esto
que Ricón (1991: 86) los denomina “personas de ánimo variable". Su inestabilidad i!
afectiva tiene efectos en la entrevista: por momentos puede parecer que el pacien¬ <2<
te confía en el entrevistador pero de pronto cambia su opinión y siente falta de P®
00
comprensión.
Se le atrapa en contradicciones y su discurso, aunque fluido, resulta superfi¬
im
cial. Resulta difícil mantener al paciente concentrado en una cuestión ya que tiende
H I
a cambiar de tema. También cambian rápidamente su opinión sobre ios demás y
pasan de ser de un momento a otro, cariñosos a iracundos.
Suelen manipular al entrevistador para que éste ceda a sus demandas. Creen Ci
que deben ser tratados de manera especial y en general son pacientes que susci¬
tan dificultades en las salas hospitalarias. Pueden generar una rápida dependencia
lo
hacia el clínico, el cual es en un comienzo idealizado pero cuando no satisface las In
demandas del enfermo, es rápidamente desvalorizado por éste.
nli
Se han mencionado mucho en la bibliografía sobre este trastorno, las reac¬
ciones emotivas de los clínicos, que van desde la ira hasta el agotamiento. Pro¬
ducen en general en el entrevistador una sensación de impotencia porque nada
logra calmarlos o satisfacerlos. También producen agotamiento y hasta irritabili¬
dad ante las demandas desmedidas. Puede experimentarse aburrimiento, que al¬
gunos autores (Ricón, 1991) vinculan con el sentimiento crónico de vacío que
presentan estos pacientes. Para esta autora, el clínico considera varias posibili¬
dades diagnósticas durante la entrevista que van desde la neurosis, la psicosis o
la personalidad normal.
46
y su Características y criterios diagnósticos 4- —
i
los
Las características fundamentales de los pacientes con trastorno fronterizo de
rno,
la personalidad son la inestabilidad general (en las relaciones interpersonales, su
que
autoimagen, etc.) y una correlativa dificultad para controlar los impulsos. Suelen
la a
presentar comportamiento suicida y actos autolesivos (cortarse, quemarse, ingerir
s. A
objetos, etc.) , comportamiento sexual promiscuo y con riesgo potencial y abuso de
le la
;
de
sexualidad, se producirán respuestas que abundan en contenidos promiscuos, de
variaciones en la misma o de actuaciones perversas.
Las alteraciones en la autoimagen producen que se sientan inadecuados, “no
reales”. Tienen dificultades para dar coherencia a sus vidas y plantearse metas.
Buscan apoyo y protección y su dependencia se convierte fácilmente en hostilidad
isto
si sienten que no se les presta suficiente atención. De acuerdo a Jame y Talarn
dad
¡en¬ (2000: 557) la historia personal de estos pacientes suele estar repleta de “falta de
perseverancia y de fracasos, tanto en sus relaciones como en sus logros académi¬
de
cos y profesionales”.
Debido a la ansiedad, la depresión, el sentimiento crónico de vacío y la fuerte
írfi-
impulsividad, muchos de estos pacientes terminan por abandonarse a las drogas o
ide
a la conducta sexual promiscua. Otros se autolesionan de diversas maneras.
is y
)¡li-
y 4) Impulsividad en al menos dos áreas, que es potencialmente dañina pata
o
sí mismo (por ej. gastos, sexo, abuso de sustancias, conducción inmnin
ría, atracones de comida).
47
v* 5) Comportamientos, intentos o amenazas suicidas recurrentes o compor¬
tamientos de automutilación.
—■> 6) Inestabilidad afectiva debida a una notable reactividad del estado de áni¬
mo (por ej. episodios de intensa disforia, irritabilidad o ansiedad, que
suelen durar varias horas y rara vez unos días).
7) Ira inapropiada o dificultades para controlarla.
áni-
que
• Se alternan períodos de abatimiento y desesperanza con euforia.
3) Límite petulante
• Son inquietos, impredecibles, irascibles así como pesimistas y envidiosos.
• Presentan resentimiento frente a las personas de las que dependen y
n
diso-
nunca se sienten seguros en sus relaciones interpersonales.
jcia
Emplean mecanismos de escisión, dividiendo al mundo en “buenos” y “malos”
y oscilando entre extremos de idealización y devaluación. La disociación ocurre
en- también en momentos de tensión, donde pueden presentar despersonalización y
su desrealización, llegando a no percibir el dolor al lastimarse. Es la disociación justa¬
mente la que explica la debilidad de la identidad del yo en estos sujetos.
!
santes, las pérdidas, etc., aumentan la posibilidad de padecer una depresión. oupd
lúa d
•lime
Aspectos psicopatológicos nutre
Mientras que autores como Gunderson (2002) se centraron en los criterios
descriptivos diagnósticos, autores como Kernberg buscaron una aproximación psi- •lo lé
coanalítica. Acuñó el término de “organización borderline de la personalidad’, para uiom
referirse a pacientes con debilidad yoica, mecanismos de defensa primitivos (esci¬ |ItSIO
sión, idealización primitiva, identificación proyectiva, negación y omnipotencia-des- nlnd
valorización) y relaciones objétales problemáticas. |II«U
tur» "
El diagnóstico estructural ha sido utilizado por Kernberg para diferenciar al
umt
paciente de organización fronteriza de aquel de organización neurótica y psicótica. "mui
Si bien Kernberg defiende la clasificación que realiza el DSM-IV con respecto a los In m
trastornos de la personalidad, sostiene que hay tres niveles de organización estruc¬
tural (psicótico, límite y neurótico).
|niil
Las personalidades "normales" poseen un yo cohesionado, la identidad del yo nun
se encuentra conservada de modo que estos sujetos saben quiénes son y poseen gini
un sentido de sí mismo que se mantiene en el tiempo y en distintas situaciones. lina
Poseen también un sistema de valores sociales internalizado que es maduro y que
V ''
habla de una buena integración del superyó. Quienes tienen una personalidad en
lina
el nivel límite carecen de esta integración, que sí se encuentra en la neurosis y ilini
50
chos utilizan mecanismos de defensa primitivos como modo de afrontamiento. Conciben
a las personas y situaciones como dicotómicas: completamente buenas o malas y
írso- por lo tanto, las relaciones interpersonales e íntimas están muy afectadas.
El paciente fronterizo mantiene sus límites yoicos de manera más o menos
actor precisa en relación con los demás pero su yo carece de suficiente integración,
inta- presentando contradicciones múltiples en las representaciones de sí mismo y de
los otros. De ahí que ej yo da muestras de su debilidad mediante la falta de toleran¬
cia a la ansiedad, la falta de control de impulsos y la falta de salidas sublimatorias .
icias para los conflictos,
sión
Se presume que esta falla en la integración del yo se debe a una fuerte agre¬
sión temprana presente en estos pacientes, quienes se protegen mediante la diso¬
ca¬ ciación entre representaciones mentales “buenas” y “malas”. El sujeto intenta pro¬
i
teger al amor del odio. Estos pacientes reviven crisis infantiles tempranas durante
que las cuales temían que los intentos de separación de sus madres provocaran la
5
mor desaparición de ellas y el abandono de ellos. Esto se visualiza, una vez adultos, en
nso, los miedos irracionales aljibandono tan frecuentes en estos pacientes.
>ÿ La falta de integración del yó, da lugar a la “difusión de. identidad: presente en
sci- pero, a diferencia de las estructuras neuróticas, estas imágenes de sí mismo (es¬
les- cindidas en el paciente fronterizo) no han sido integradas en un “sí mismo com¬
prensivo”. De acuerdo a Kernberg (1995: 10) esta falta de integración de los aspec¬
tos ‘bueno" y “malo” de sí mismos y de los otros, se debe quizás al predominio de
al una fuerte agresión temprana. El paciente disocia las representaciones “buenas” y
ica. “malas” del sí mismo y de los objetos para proteger al amor y la bondad del odio y
los la maldad predominantes.
uc-
En la entrevista estructural de Kernberg se explora esta difusión de identidad,
pudiendo apreciar en qué medida las descripciones que realiza el sujeto de perso¬
yo nas significativas, así como en las descripciones deÿsí mismo, se encuentran inte¬
¡en
gradas. Dicho autor sostiene (1995: 11) que, “normalmente'bgestra experiencia de
es. nosotros mismos es consistente a través del tiempo y bajo circunstancias variantes
iue y con personas diferentes y experimentamos conflicto cuando surgen contradiccio¬
en
s
51
ral se pierde, y tales pacientes tienen poca capacidad para una evaluación realista mié
de los demás”. grai
De acuerdo a Hornstein (2003: 219), los pacientes fronterizos “carecen de bivc
__
una vivencia integrada a través del tiempo y en las diversas interacciones con los una
objetos”. El sujeto oscila entre la fusión y la soledad. La lucha por mantener la den
Identidad, pero defendiendo el territorio del yo, implica un paciente ‘doblemente
atrapado” ya que “la distancia deviene soledad devastadora. El acercamiento con y e>
el otro parece confinar con la fusión mortífera”. ract
to TSCWU.
jg. El Yo débil de estos pacientes utiliza defensas muy primitivas y se caracteriza
por la dificultad en el control de impulsos y en la intolerancia a la ansiedad así como Insc
en las dificultades para sublimar. Los mecanismos de defensa primitivos pueden vez
verse en la entrevista: por ejemplo, la escisión se revela en cambios repentinos en cías
la percepción del entrevistador, del paciente mismo o de los demás. La idealización Insi
primitiva puede observarse en la idealización del entrevistador y la devaluación de bre:
algún otro. *ct<
El sentimiento crónico de vacío se trata de una experiencia subjetiva dolorosa bali
. y perturbadora, de la cual los pacientes tratan de escapar participando en diversas
actividades o interacciones sociales desenfrenadas, así como consumiendo dro¬ que
gas o alcohol, o buscando satisfacer sus instintos de manera inmediata* (IC¡
Jden vez mejor para recibir una recompensa de amor que no llega nunca. Las exigen¬
s en cias son contradictorias y la gratificación nunca llega. De allí resulta un Superyó
ición insuficientemente constituido y una intolerancia a las contradicciones e incertidum¬
n de bres. Otra consecuencia de esta debilidad del Superyó es la facilidad de pasaje _gj
acto, comunicando las necesidades por la acción y no mediante expresiones ver-
rosa balizadas.
rsas De acuerdo a Millón (2006: 503) sobre todo el límite impulsivo, es probable
dro- que haya crecido en una familia caótica y melodramática que estimulaba “la exage¬
ración, la búsqueda de una gran variedad de estímulos y la incapacidad de tolerar
nali- el aburrimiento". Además de estas expectativas, los propios padres se comporta¬
erío- ron de manera exhibicionista y caótica.
para El malhumor profundo y los cambios en el estado de ánimo han llevado a
:uer- muchos observadores a preguntarse si existiría una alteración biológica subyacen¬
vez te en estos cuadros que haga que estos pacientes tengan una reacción más inten¬
luce sa ante cualquier tipo de estímulo negativo. Como sostiene Millón (2006: 508),
ta al ‘determinadas características básicas del límite -a saber: la impulsividad, irritabili¬
i.La dad, hipersensibilidad a la estimulación, labilidad emocional y reactividad e intensi¬
liño, dad emocionales- se han asociado a un sustrato biológico”.
sólo Otros autores han señalado la relación existente entre la personalidad fronte¬
éste riza y determinados neurotransmisores.
mta-
>nes Benjamín (1996), citado por Millón (2006: 520), enumera cuatro característi¬
sig- cas del desarrollo de la personalidad fronteriza: 1) Caos familiar (peleas, abortos,
¡e el infidelidad, tentativas de suicidio, etc). 2) Abandono traumático donde el mensaje
implícito es que se lo abandona por ser malo. Pueden sufrir durante estos períodos
abusos sexuales. 3) Fomento de la dependencia por parte de la familia ya que
adre considera que la autonomía es mala. 4) Protección ofrecida sólo en los casos don¬
een de el paciente “sea totalmente desgraciado" . Esto lleva a que muchos de estos
éste pacientes, frente a una situación de potencial éxito se perjudiquen a sí mismos (por
ínso
ejemplo, frente a un inminente ascenso profesional).
den-
Como ocurre con los demás trastornos de la personalidad encontramos dife¬
rentes grados e intensidades. Existen pacientes límite de muy buen funcionamien¬
rece to que logran, en compañía de personas estables y en entornos estables, mantener
opio una relativa estabilidad. Otros llevan una vida completamente caótica.
53
Freud, en su caso El hombre de los lobos, describe un material descripto como
neurosis obsesiva, a la luz de las consideraciones actuales sobre los trastornos
fronterizos podríamos pensar que sería clasificable en esta opción.
Melita Schmideberg en 1947, hace hincapié en la "estable inestabilidad1’ que
presentan estos pacientes y sostiene que lo más característico de este cuadro es la
falta de sentimientos normales y el profundo trastorno de la personalidad,
Plantea que los fronterizos sufren de trastornos que afectan casi todas las
áreas de su personalidad, principalmente las relaciones personales y la profundi¬
dad de los sentimientos, la identificación y la empatia, su actitud frente a la socie¬ nes
dad y la realidad, la volición y el autocontrol, las sublimaciones, las actividades y otrc
la capacidad para el trabajo, la capacidad para gozar y la necesidad de placer, la IH ri
vida sexual, la experiencia y el control de las emociones, la vida de las fantasías,
los ideales, los valores y las metas en la vida. Todo esto acompañado de mucha
desintegración. Sus relaciones objétales podrían definirse como superficiales y
débiles.
Desde la Escuela Inglesa se ha hecho hincapié en las ansiedades psicóticas
que padecen estos pacientes, y el modo particular con que desarrollan las relacio¬
nes objétales.
H. Segal (1965), en relación con la posición esquizoparanoide, señala que
estos pacientes presentan una tercer área en su psiquismo donde se resguardan
los aspectos escindidos.
Mahler (1979) jerarquiza el vínculo simbiótico que establece el paciente Bor¬
derline. A su vez, Winnicott postula la existencia del falso self y el objeto transicio-
nal.
En 1967, Grinker y otros describen un síndrome borderline con ias siguientes
carcterísticas:
Rabia como único o esencial afecto.
Anaclisis (recostarse sobre) como trastorno en las relaciones objéta¬
les.
• Ausencia de indicadores de autoidentidad consistente (inestabilidad).
• Depresión sin sentimiento de culpa, autoacusación o remordimiento.
Divide a estos pacientes en cuatro grupos
• Grupo 1: Frontera con la psicosis.
• Grupo 2: Síndrome fronterizo central. Tri
• Grupo 3: Personalidades como si.
• Grupo 4: Frontera con la neurosis. Iroi
James Masterson (1981) sitúa el origen de este cuadro en la detención del (In
54
Realiza una división entre:
1) Estados borderline: aparentemente bien adaptados y que generalmen¬
te no consultan.
2) Síndromes clínicos borderline: en los que hay una depresión de
abandono, fijación oral. Presentan un miedo básico a ser engullidos
o abandonados por la madre. No hay delirio ni regresiones profun¬
das.
Gunderson y Singer (1975) recopilaron los aspectos más aceptados y comu¬
nes a los planteos realizados por otros autores como Kernberg y Grinker entre
otros. Los siguientes aspectos son los considerados por estos autores a efectos de
la realización del diagnóstico:
• Trastornos diversos del sentido de identidad (fallas en la cohesión de
las representaciones de self, y las de los otros objetos significativos,
trastornos del sentido de género, elección de carrera, claridad de roles
y objetivos de vida, etc.).
• Relaciones interpersonales inestables e intensas, con rápidas oscila¬
ciones entre idealizaciones y devaluaciones, manipulaciones grotescas
y situaciones marcadas por dependencias extremas.
• Pobre control de impulsos, con actuaciones abiertas de tipo auto o he-
tero agresivo, gastos impulsivos, hurtos, abuso de alcohol o drogas,
exhibicionismo, actos sexuales en contextos dañinos, etc.
• Frecuentes episodios de rabia imposible de controlar.
• Conductas suicidas o pseudosuicidas, actos de auto-mutilación, acci¬
dentes repetidos, peleas físicas.
• Inestabilidad afectiva con oscilaciones entre euforia y depresión, an¬
gustia flotante e irritabilidad.
• Adaptación superficial a tareas relativamente estructuradas (estudio, tra¬
bajo) con dificultad en iniciativas propias persistentes, en especial ante
situaciones frustrantes.
• Sensaciones frecuentes de tedio o vacío.
• Dificultad en situaciones de soledad, con manifiestas acciones para evi¬
tarlas.
Tratamiento
A diferencia de sujetos con otros trastornos de la personalidad, los pacientes
fronterizos suelen pedir ayuda en general por ansiedad o depresión. Una adecua¬
da atención terapéutica, sobre todo durante la juventud (su época más turbulenta),
conduce a un descenso de los intentos de suicidio y las autolesiones así como a
una mejora en los vínculos interpersonales.
55
El tratamiento debe tener en cuenta tanto las necesidades de apego de este las |
paciente como la necesidad de estimular su autonomía. En períodos de descom- sufi
pensación, en general se recomienda la terapia de apoyo para ayudarles a ganar tras
autoconfianza. La terapia comportamental, se recomienda sobre todo para contro- |o e
lar impulsos. der
H la
De acuerdo a Gabbard (2002: 480), el tratamiento de estos pacientes presen¬
ta varios desafíos tales como: mantener la flexibilidad, pero a la vez establecer
condiciones de encuadre mínimas que hagan posible la psicoterapia. Como estos ha
sujetos suelen ser demandantes, el terapeuta debe ser capaz de establecer lími- nós
tes, pero a la vez mantener la alianza terapéutica. eos
El tratamiento debe tener como uno de sus objetivos permitir la transforma¬
ción del terapeuta, por parte del paciente, en objeto malo y permitir una función
reflexiva, de modo que los pacientes comiencen a pensar sobre su mundo interno pac
y el de otros y así ayudarles a reapropiarse de aspectos del self renegados o pro- wd<
yectados. aln
Para Millón (2006: 533), un objetivo importante de la terapia consiste en “sere¬
nar las relaciones caóticas del límite”. Debido a los llamados de atención y a las md
exigencias de estos pacientes, es necesario encuadrar el proceso terapéutico de mi
modo de no caer en las manipulaciones del paciente. Por ejemplo, deberán limitar- ho
se las llamadas telefónicas y las sesiones fuera de las previstas. Kernberg propone tl«*
la confrontación como estrategia en la terapia, la que no implica hostilidad sino un
intento de marcar los elementos discrepantes y no Integrados. El terapeuta actúa
como un yo maduro que busca la coherencia de las impresiones y del comporta- •
miento. Debe intentar entonces integrar las representaciones objétales disociadas
del paciente que generan la difusión de identidad.
El tratamiento psicofarmacológico es adecuado, sobre todo en períodos de V<>
alteraciones anímicas, frente a ideas de suicidio o conductas heteroagresivas. IM
luí
Pacientes fronterizos que presentan episodios psicóticos breves o conductas
autolesivas o tentativas de suicidio deben ser hospitalizados. Gabbard sostiene
(2002: 491) que, “los límites aplicados a un paciente se deben siempre basar en
una comprensión empática de la necesidad del paciente de límites más que en
cualquier intento de control sádico, que es como el paciente generalmente ve esas
restricciones”.
Abordajes familiares y de grupo también han probado ser beneficiosos como
complementarios de la terapia individual.
m
ni
TRASTORNO ANTISOCIAL DE LA PERSONALIDAD
El concepto, aunque bajo diferentes nombres, tiene una larga tradición histó¬
rica y clínica. Para Millón (1998), la psicopatía ha sido el primer trastorno de la n
personalidad reconocido. Phillip Pinel (1801), fue el primero en utilizar el concepto ¿
clínico de psicopatía (manie sans délire) para referirse a personas que mostraban >>
ira incontrolada y un funcionamiento intelectual normal. Schneider (1923), definió
56
las personalidades psicopáticas como personas por cuyo carácter “sufren o hacen
sufrir a la sociedad”. El concepto era muy difuso y podía corresponder a cualquier
trastorno de la personalidad hoy en día entendido. James Prichard (1937), introdu¬
jo el concepto de moral insanity. Tanto el concepto de Prichard como el de Schnei¬
der sirvieron para delimitar esta patología en el marco de un desajuste con relación
a las normas sociales.
En cuanto a los criterios actuales del DSM-IV-TR, uno de los defectos que se
ha intentado corregir (sin demasiado éxito en el DSM-IV) es que los criterios diag¬
nósticos del trastorno antisociai eran demasiado conductuales y no psicodináml-
cos. Se han incluido ahora criterios como “falta de empatia” para evitar quedarse
en un plano meramente comportamental.
El manual resalta que el riesgo de desarrollar este trastorno aumenta si el
paciente presenta un inicio de la conducta disfuncional previo a los 10 años y tiene
además un déficit atencional. Si bien, como todo trastorno de la personalidad, sus
síntomas son crónicos, éstos disminuyen a partir de los 40 años aproximadamente.
Se considera que la prevalencia del trastorno antisocial de la personalidad es
más elevada en hombres que en mujeres y se expresa de diferente manera. Las
mujeres refieren problemas de relación, laborales y de violencia, mientras que los
hombres presentan más problemas laborales, de violencia, así como infracciones
de tránsito.
Presentación -
En una de las novelas del escritor húngaro Sandor Marai, La Herencia de
Eszter , el autor nos presenta a un personaje malintencionado, arrogante e impulsi¬
vo (Lajos), que traiciona sin dudar, desposeyendo a Eszter de sus bienes y autojus-
tificando sus actos. Resulta pertinente exponer parte del diálogo entre Lajos y Esz¬
ter, el cual es bastante ilustrativo de este desorden.
Eszter pregunta
¿Dónde están tus límites Lajos?
Parpadeó al tiempo que miraba la ceniza de su cigarrillo.
¿Qué pregunta es ésta? ¿De qué límites me estás hablando?, me preguntó
inseguro.
-¿Dónde están tus límites? -le volví a preguntar-. Yo creo que cada ser huma¬
no tiene unos límites interiores, dentro de los cuales se sitúan sus conceptos sobre
el bien y sobre el mal. Sobre todos los demás aspectos de los que puede ocurrir
entre los seres humanos. Pero tú careces de limites por completo.
Todo eso son puras palabras, observó, con un movimiento de la mano de
aburrimiento. Límites, posibilidades. El bien y el mal. Son puras palabras, Eszter.
¿Has pensado alguna vez que la mayor parte de nuestras acciones no tiene ningún
sentido ni ningún fin? Uno hace lo que hace, sin pensarlo. Si examinas tu vida, te
57
darás cuenta de que has hecho muchas cosas sin querer, simplemente porque se
te ha presentado la ocasión para hacerlas. reí
Eso me suena muy complicado, le dije, desanimada. pe
enr
Pues no lo es. Simplemente es muy incómodo reconocerlo, Eszter. Ai final de ter
la vida, uno se cansa de cualquier acción encaminada a un fin en concreto. A mí
siempre me gustaron las acciones que no tienen explicación posible.
bu
OS'
Ante la acusación de Eszter de que Lajos le mintió a su hija acerca de un anillo err
de importante valor afectivo que vendió y en cambio dijo que Eszter lo guardaba, es
éste responde: orí
ele
¡El anillo! protestó irritado.
No me vengas otra vez con lo del anillo. ¿Qué yo le dije a Eva que tu estabas Ct
guardando el anillo? Es posible. ¿Qué por qué se lo dije? Pues porque el momento
era el propicio para que yo dijera eso, porque ésa era la solución más obvia, la más tlti
inteligente. Tú me vienes con lo del anillo, Laci me habla de unas letras. . . ¿ Qué ve
pretendéis? Todo eso ya pasó, ya no existe. La vida ha acabado con todo eso, rtlf
como hace siempre. No se puede vivir constantemente bajo acusaciones. ¿Quién tai
es tan inocente, tan poderoso en su interior como tú dices, para tener el derecho a OH
acusar a los demás durante toda una vida? Hasta la misma ley reconoce el concep¬ or
to de prescripción- Vosotros sois los únicos que no lo reconocéis. rtu
¿No crees que eres injusto?, le pregunté, en voz baja. ,
A lo mejor, -respondió, también en voz baja- ¡Límites! ¡Límites interiores! Pero MI
si la vida carece de límites. Compréndelo de una vez. Es posible que yo dijese algo nl
a Eva, es posible que cometiese un error, ayer, o hace muchos años, un error ni
relativo al dinero, al anillo, a las palabras. Nunca he decidido mis acciones. Al fin y la
al cabo, uno sólo es responsable de lo que decide, de lo que planea, de lo que lili
quiere hacer. Uno es solamente responsable de sus intenciones. Las acciones ¿qué cc
son? Son sorpresas arbitrarias. Uno se encuentra en una situación y observa lo
que hace. lo
(...) v
ni
Sé perfectamente -dijo con tono suave, un tanto molesto- que yo no encajo en
este mundo. ¿Qué queréis de mí? ¿Qué cambie a esta edad que tengo? ¿Con más l>l
ni
de cincuenta años? Yo siempre he querido lo mejor para todos. Pero las posibilida¬
des de lo mejor son limitadas en este mundo. La vida hay que adornarla de alguna
manera, porque si no se hace insoportable. Por eso le dije a Eva lo que le dije sobre y
el anillo. Por eso le dije, hace quince años a Laci que le devolvería su dinero, cuan¬ 11
do sabía que nunca se lo iba a devolver, por eso dije muchas cosas consoladoras, ln
cuando en realidad sabía perfectamente que nunca mantendría mi palabra. Por ni
eso le dije a Vilma que la amaba. m
m
58
r
Los pacientes antisociales, superf icialmenteparecen agradables, encantado¬
res y seductores. El clínico puede sentirse conmovido por la historia dei paciente
pero enseguida percibe algo extraño. Se trata de sujetos manipuladoresi>mienten,
embaucan y engañan. Son presuntuosos y arrogantes. Desean impresionar al in¬
terlocutor con su autosuficiencia.
Es frecuente que logren engañar al clínico manteniendo una apariencia de.
buen comportamiento. Suelen quejarse de aburrimiento o tedio y experimentan
escasez de emociones. Autores como Othmer (1996: 404) aconsejan mostrarse
empáticos hacia las consecuencias de los errores de estos pacientes para poder
establecer una buena relación y revisar sus dificultades. En general su postura es
erguida can uaandar forzado. En vez de pedir ayuda, exige la misma con arrogan¬
cia. Es el entrevistador quien puede llegar a sentirse entrevistado.
59
Según el DSM-IV-TR las personas deben tener por lo menos 1 8 añosjde edad «
y haber evidenciado trastornos de comportamiento disocial antes de los 15 anos
para poder cumplir con los criterios diagnósticos del trastorno de personalidad an- ll
tisocial. El trastorno disocial (que sólo se aplica a niños y adolescentes) implica “un
patrón repetitivo y persistente de comportamiento en el que se violan los derechos «I
básicos de otras personas o normas sociales importantes propias de la edad”. Este
comportamiento implica: amenaza, peleas físicas, crueldad hacia animales y per¬
sonas, robos, destrucción de la propiedad, tugas del domicilio o de la escuela,
mentira, etc. n
Checkley (1964), sostuvo que los psicópatas (término con el que anteriormen- n
te se denominaba a los pacientes antisociales) suelen disfrazarse de una máscara Ir
de normalidad. Este autor ha detallado características clínicas del trastorno antiso¬
cial que resultan, hasta el día de hoy, muy claras. I,
• Encanto y seducción. t
• Inexistencia de alucinaciones y de otras manifestaciones de pensamiento
irracional.
c
• Bajo nivel de ansiedad y de manifestaciones neuróticas. q
• Mentira e insinceridad.
• Falta de sentimientos de culpabilidad y vergüenza. n
6I
5) Despreocupación imprudente por su seguridad o la de los demás.
6) Irresponsabilidad persistente, indicada en la incapacidad de mantener
un trabajo con constancia o hacerse cargo de obligaciones económicas.
7) Falta de remordimientos, como lo indica la indiferencia o la justificación
de haber dañado, maltratado o robado a otros.
B) El sujeto tiene al menos 18 años.
C) Existen pruebas de un trastorno disocial que comienza antes de la edad de 15
años.
D) El comportamiento antisocial no aparece exclusivamente en el transcurso de
una esquizofrenia o un episodio maníaco.
Millón (2006) describe algunas variantes del trastorno antisocial que tienen
utilidad clínica y se resumen a continuación.
1 . Antisocial codicioso
• Presentan ideas de grandeza, de dominio y posesión.
• Muestran disconformidad con lo que la vida les ha brindado y envidia a
los demás.
• Engañan y destruyen con el objetivo de compensar sentimientos de
vacío.
• Desean apropiarse de lo que los otros poseen y exhibir sus logros así
como ejercer su poder.
2. Antisocial que defiende su reputación
• Intentan por varios medios que los demás se fijen en ellos y así recibir el
respeto que creen merecer.
• Se encuentran en permanente guardia ante la eventualidad de que los
menosprecien.
• Si se pone en duda su capacidad o estatus, reaccionan con amenazas
y alardes para reducir a sus rivales.
3) Antisocial arriesgado
• Desean impresionar a los otros mostrando intrepidez al involucrarse en
situaciones de riesgo.
• Juegan con la muerte y de esta manera sienten excitación.
• Su conducta es percibida, en general como tonta o temeraria.
4) Antisocial nómada
• Combinan rasgos antisociales y esquizoides o evitadores.
• Se sienten condenados al fracaso y se sitúan en los márgenes de un
mundo que sienten que los rechazaría.
62
L<
I»
Se trata de personas que vagan de un lugar a otro, ejercen la prostitu¬
ción y abusan de sustancias.
• Algunos son temerosos e indefensos pero otros son muy irascibles y
pueden actuar impulsivamente bajo la influencia de sustancias.
5) Antisocial malevolente
• Combinan rasgos paranoides y antisociales.
• Son los más agresivos, brutales, insensibles y vengativos.
• Actúan con sangre fría y deseos de venganza.
• Consideran que las emociones son un signo de debilidad.
Trastornos relacionados
Suelen presentar trastornos de ansiedad, depresivos y abuso de sustancias
■
Mecanismos de defensa
Emplean la proyección (proyectan su hostilidad en el entorno y de esa manera
justifican y racionalizan su comportamiento agresivo). De acuerdo a Millón (2006:
175), los mecanismos de defensa en los antisociales “son especialmente escasos
(...) debido a que su personalidad funciona en esencia a partir del principio de
realidad tienen poco de que defenderse”. Experimentan ansiedad en situaciones
donde temen ser castigados o atrapados. También pueden utilizar la proyección
para justificar sus agresiones, encontrando motivos en los otros que los habilitan a
defenderse y contraatacar.
Aspectos psicopatológicos
Existe numerosa bibliografía, Raine y Sanmartín (2002: 6), que avala la idea
de que “la psicopatía nace de complejas interacciones entre predisposiciones bio¬
lógicas y factores ambientales”. También es cierto que en los últimos años se ha
avanzado mucho más en los factores y predisposiciones biológicas (neuroimáge-
nes, resonancias magnéticas, etc.), que en variables de otro tipo. De todos los
trastornos de la personalidad, el trastorno antisocial es el que cuenta con más prue¬
bas e investigaciones de corte biológico. Dichos estudios han encontrado una fuer¬
te correlación entre el comportamiento antisocial y criminal y algunos defectos del
lóbulo frontal y temporal.
Checkley, citado por Millón (2006: 171), pensaba que, “los psicópatas tienen
una incapacidad innata para entender y expresar el significado de las experiencias
63
emocionales, incluso aunque su comprensión del lenguaje sea normal". No logran
comprender el sufrimiento que su comportamiento genera y de esa manera, no
desarrollan empatia o capacidad para sentir remordimiento por sus acciones.
Otra línea de investigación biológica ha mostrado que el ritmo cardíaco tarda
más de lo normal en acelerarse frente a estímulos aversivos como ruidos intensos.
Existe por tanto, un menor grado de activación basal del sistema nervioso autóno¬
mo. También se han encontrado datos neuroquímicos, como concentraciones ba¬
jas de serotonina, que se asocian a agresividad e impulsividad.
Las características que presentan ios pacientes con trastorno de la personali¬
dad antisocial, agresividad e impulsividad, falta de vínculos afectivos, ausencia de
culpa, violaciones a las normas sociales, etc. pueden deberse a factores sociales
de distinto tipo. Pero esto no implica que no existan causas biológicas en su origen
o predisposición.
Varios estudios, (McCord, 2002: 216) demuestran la vinculación entre la expo¬
sición temprana al castigo físico con la agresividad y el comportamiento antisocial
violento. Como sostiene este autor (2002: 218), “la exposición a la violencia insen¬
sibiliza a las personas que la observan”.
Según Alarcón (1986: 334), tienen importancia los procesos educativos. “En
la historia de los psicópatas regístranse normas contradictorias, técnicas de disci¬
plina que pecan por defecto o por exceso, sanciones inoportunas y arbitrarias, así
como toda clase de malos ejemplos de socialización en las figuras parentales más
significativas. No es raro que en la familia de los psicópatas se acostumbre a proce¬
der impulsivamente”. En general, los padreá-de los psicópatas son distantes, auto¬
ritarios y las madres frágiles e indulgentes, aunque también frívolas.
Suele ser frecuente la falta de un modelo parental adecuado y es por esto que
el niño tiende a buscar modelos que le sirvan de guía. De acuerdo a Jame y Talarn
(2000: 593) el “patrón familiar más habitual en las personas con este trastorno es la
negligencia, el rechazo, el descontento, la hostilidad, la crueldad o la dominación”.
Cabe destacar, que esto no implica que el trastorno antisocial surja de medios
socioeconómicos carenciados, sino que debe considerarse que esto se ve también
en niños que no experimentan ser tratados con sentimientos de cariño, aunque sus
necesidades materiales estén cubiertas. Sin embargo, factores como la discrimina¬
ción social y el consumo de alcohol son factores ambientales relacionados con la
violencia.
Ricón (1991: 90) plantea que en general, las madres de estos sujetos “han
tenido una pobre comprensión del niño a quien no han ayudado a traducir sus
conductas en palabras (...) esto ha dificultado el proceso de simbolización y se
fomenta la acción por sobre la expresión. Estas personas se mantienen como ni¬
ños que actúan bajo el principio del placer”.
El superyó es la instancia más afectada, sin que exista una introyección ade¬
cuada de normas familiares y sociales, por lo que la personalidad antisocial se
encuentra dominada por un ello infantil. No logran posponer sus gratificaciones
64
n Inmediatas ni tolerar las frustraciones. Como manifiesta Ricón (1991: 103), esto no
significa que la persona no conozca las normas de la sociedad que lo rodea (ele¬
mento que se vincula con que en la mayor parte de los países los delitos que come-
ten estos pacientes no son excarceladles), sino que estas reglas no se han incor-
porado a la personalidad del sujeto y no regulan su conducta.
5
niño.
>
65
De acuerdo a Winnicott debemos concluir en la importancia que tiene el am¬
r
biente para este trastorno, el que debe ser estable y soportar la tensión que genera
el acto violento provocado por la pérdida.
Tratamiento
La mayoría de los autores coincide en sostener que el trastorno de la persona¬
lidad antisocial es el más difícil de tratar de todos los trastornos de la personalidad.
Por eso, resulta esencial evaluar la gravedad del mismo.
Es muy poco usual que las personas con este trastorno soliciten tratamiento
voluntariamente. Si lo hacen es para desintoxicarse del alcohol, para conseguir un
certificado que los exima de algo, como por ejemplo, de trabajar o para conseguir
estimulantes o sedantes e incluso para evitar la cárcel si cometieron un delito y alega¬
ron trastorno mental. Estos pacientes no ven nada malo en su comportamiento y
buscan tratamiento sólo cuando les interesa obtener algo a cambio (por ejemplo, liber¬
tad provisonal). En general, entran en contacto con el clínico tras problemas legales.
En este contexto, la alianza terapéutica es muy difícil de lograr y si resulta, es efímera.
De acuerdo a Millón (2006: 191), “lo más probable es que las formas habitua¬
les de terapia, sobre todo la terapia individual, sean muy ineficaces”. Las interven¬
ciones que propone están orientadas a la contención, dado que para este autor un
enfoque psicodinámico no es posible dada la escasa capacidad de introspección
de estos pacientes. Sin embargo, sostiene que la posibilidad de mejora aumenta
con los años, a medida que comienza un declive físico.
Los métodos terapéuticos tradicionales no se han mostrado eficaces para
modificar el comportamiento de esos pacientes. Para emplear una terapia compor-
tamental también tiene que existir un vínculo cooperativo entre el paciente y el
terapeuta así como sinceridad. Esto no es posible con este tipo de pacientes que
mienten, su afecto es superficial y carecen de empatia. Por otra parte las medidas
meramente punitivas han mostrado tener poco efecto sobre la reincidencia, e inclu¬
so a veces tener efectos negativos
Por otra parte, está claro que los tratamientos cortos no surten efectos. Los
pacientes antisociales deben seguir un tratamiento intensivo y regular ya que fre¬
cuentemente reinciden y para que puedan producirse cambios se necesita tiempo.
Una de las metas fundamentales del tratamiento, de acuerdo a Losel (2002: 256),
consiste en convencer a los pacientes de que “su actitud y comportamiento actua¬
les van en contra de sus intereses”. Deberían aprender a resolver sus conflictos de
manera no criminal y a controlar sus impulsos así como reducir su dependencia al
alcohol u otras sustancias. Para Millón (2006: 193), el objetivo de la terapia es
“ayudar al paciente a clarificar las propiedades y examinar todo el abanico de posi¬
bilidades y consecuencias positivas o negativas antes de elaborar una conclusión
sobre cuál es el comportamiento más adecuado”.
En cuanto a los psicofármacos, estos pacientes abandonan con facilidad la
medicación. Sin embargo, se utiliza medicación para dominar la excitación psico-
motriz.
im-
ff TRASTORNO NARCISISTA DE LA PERSONALIDAD
ara
Evolución histórica del concepto de narcisismo:
Es un término discutido e introducido por el psicoanálisis.
En relación con la clínica, a partir de 1980, con el DSM-lll, el trastorno narci-
la¬ sista de la personalidad ingresa en el criterio de diagnóstico psiquiátrico.
id. El término narcisismo proviene de Paul Nacke quien en 1899, lo utilizó para
describir una conducta en la que eUndividuo da a su cuerpo un trato como el que le
ito daría a su objeto sexual.
un Desde la tradición griega el narcisismo implica el amor a sí mismo.
uir
ia-
El primer escrito relacionado con el Narcisismo corresponde a Otto Rank, donde
•y el fenómeno se encuentra relacionado con la vanidad y la admiración; consideran¬
ir¬ do el amor al propio cuerpo una de las pautas importante en la vanidad femenina,
is.
pareciendo esto un anticipo del concepto de Kohut de narcisismo sano.
a. Fue en el trabajo metapsicológico de Freud en 1914 Introducción del narcisis¬
a- mo donde se introduce manifiestamente el concepto de narcisismo en la teoría
n- psicoanalítica. Freud introduce al narcisismo como descripción clínica en los casos
jn en los que el individuo toma a su propio cuerpo como objeto sexuala
>n Karl Abraham (1919), en Una forma particular de resistencia neurótica contra
ta el método psicoanalítico, concibe a la resistencia transferencia! en el tratamiento
de algunos pacientes como proveniente de su narcisismo.
a Son interesantes los aportes de Alice Miller, psicóloga y psiconalista polaca
r- cuyos mayores desarrollos corresponden al maltrato infantil quien en 1994, consi¬
s
mitología griega nos enseña el perfil del narcisista con el mito de Narciso, aquel
joven hermoso que se contempla en el reflejo del arroyo y se enamora de su propio
reflejo.
La periodista argentina Marisa Grinstein, cuyos casos policiales fueron reco¬
I
pilados en los libros y serie televisiva Mujeres asesinas, presenta en uno de sus
relatos a una mujer que podría contemplarse dentro de lo que Millón (2006) consi-
67
dera una variante dentro del trastorno narcisista: el narcisista sin escrúpulos (com¬
binando aspectos narcisitas y antisociales). Se trata de una mujer (Yiya Murano)
que, “siempre lograba que los demás creyeran sus farsas y puestas en escena,
aunque no hubiera otra evidencia para creerle que el propio poder de convenci¬
miento de la mujer”. Intentaba hacerse pasar por una mujer rica y cultivada aunque
en realidad tenía serias dificultades económicas y pocas habilidades intelectuales.
“Yiya se comportaba como si viviera en el más lujoso de los pisos” aunque su vi¬
vienda fuera precaria. Para mantener esta imagen, contraía deudas importantes
para comprarse ropa de marca y joyas y gastaba todo el dinero de su marido. Su
actitud ante sus amigas era altanera e incluso logra engañarlas haciéndoles creer
que es una mujer muy eficiente en términos de inversiones financieras. Consigue
que tres amigas le den buena parte de sus ahorros con la promesa de multiplicar¬
los. El cuento relata como Yiya las va matando una a una mediante cianuro alcali¬
no. Al ser detenida por la policía, el 27 de abril de 1979, ella misma abre la puerta
sin ofrecer resistencia. “Lo que hizo fue buscar un saco de hilo que se puso sobre
su camisa clara, se acomodó la falda, dio una última mirada al espejo y salió con
los policías”. Luego de cumplir dos tercios de su condena, tras 16 años, es libera¬
da. “El día que abandonó la cárcel, Yiya se negó a dar reportajes a los periodistas
que la esperaban en la puerta del penal. No era timidez, ni pudor, ni miedo a hablar.
Lo que pasaba era más sencillo: estaba desarreglada, ojerosa y sin maquillaje.
Pero después no tuvo más problemas en mostrarse. Su consagración fue en el
programa de Mirtha Legrand, el martes 3 de noviembre de 1998, donde Yiya fue a
almorzar y a contar su vida. Más allá de haber declarado su inocencia más absoluta
sorprendió a toda la audiencia -y también a la conductora- cuando anunció que se
había vuelto a casar. Con anteojos oscuros y vestido de chemisier atigrado, dijo
que se le secaron las lágrimas de tanto llorar y que su actual marido es un hombre
al que quiere mucho. Lo bizarro del asunto es que el lunes siguiente, el supuesto
feliz esposo de Yiya apareció en el mismo programa diciendo que su próximo paso
sería, sin falta, la anulación de su matrimonio con la señora Murano”. El hombre
desconocía totalmente la historia de Yiya.
Presentación
Son sujetos arrogantes y autoritarios, irónicos y demandantes. El clínico puede
ser en un momento idealizado y al poco rato desvalorizado. Pueden solicitar ser vistos
por un profesional de mayor jerarquía y creer que tienen más derechos que otros
pacientes ya que se consideran más importantes. Experimentan en general un sen¬
timiento de bienestar y optimismo, presentando un humor expansivo, que pasa rá¬
pidamente a la irritabilidad si la situación es vivida como humillante o estresante.
69
Criterios DSM-IV-TR para el trastorno narcisista de la personalidad
Un patrón general de grandiosidad la imaginación o en el comportamien¬
to), una necesidad de admiraciónÿ uña falta de empatia, que empiezan al principio
de la edad adulta y que se dan en diversos contextos como lo indican cinco (o más)
de los siguientes ítems:
1) Tienen un grandioso sentido de autoimportancia (por ej., exagera los
logros y capacidades, esperan ser reconocidos como superiores, sin
unos logros proporcionados).
2) Están preocupados por fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez,
belleza o amor imaginarios.
3) Creen ser “especiales" y únicos y que sólo pueden ser comprendidos
por, o sólo pueden relacionarse con otras personas (o instituciones)
que son especiales o de alto status.
4) Exigen una admiración excesiva.
5) Son muy pretenciosos, por ejemplo, tienen expectativas irrazonables
de recibir un trato de favor especial o de que se cumplan automática¬
mente sus expectativas.
6) Son interpersonalmente explotadores, por ejemplo, sacan provecho de
los demás para alcanzar sus propias metas.
7) Carecen de empatia: son reacios a reconocer o identificarse con los
sentimientos y necesidades de los demás.
8) Frecuentemente envidian a .loa demás o creen que los demás lo envi¬
dian a ellos.
9) Presentan comportamientos o actitudes arrogantes y soberbias.
70
2) Narcisista compensador
• Desarrollan una ilusión de superioridad, buscando estatus y recono¬
cimiento y aburriendo a los otros con historias llenas de éxitos y lo¬
gros.
• Son muy sensibles a las críticas y se sienten fácilmente desairados ante
gestos de desaprobación.
• Ocultan su sentimiento de deficiencia tanto a sí mismo como a los de¬
más, creando una fachada de superioridad.
• Se pierden en fantasías de grandeza y éxitos.
• Si la realidad desarma la ilusión, se retraen hacia un mundo imaginario
formado por sus supuestos logros.
3) Narcisista apasionado
• Representan una combinación de personalidad narcisista e histriónica.
• Utilizan permanentemente el juego y la seducción erótica con el sexo
opuesto para satisfacer sus propios deseos y luego abandonarlos y
devaluarlos.
4) Narcisista elitista
• Son arrogantes, enérgicos y no logran ubicarse en una situación de
subordinación.
• Temen la mediocridad y demuestran todo el tiempo ser poderosos y
fuertes.
• Concurren a los lugares más prestigiosos y se unen a asociaciones
exclusivas, relacionándose sólo con personas a las que consideran de
su misma clase social.
Trastornos relacionados
Es posible que los sujetos con trastorno narcisista de la personalidad presen¬
ten trastorno distímico y depresivo, dada su frágil autoestima. Estas amenazas a la
estima son más peligrosas en la segunda mitad de la vida, con la desaparición de
los atributos de la juventud. Pueden sufrir trastornos de ansiedad relacionados con
sentimientos de vergüenza e inferioridad subyacentes. También pueden presentar
hipomanía cuando están eufóricos y se sienten grandiosos. Si se enfrentan con
fracasos recurrentes, pueden atribuirlos a fuerzas ajenas a ellos, lo que constituye
la base del trastorno delirante. Aparecen fantasías de grandeza y pueden entonces
perder contacto con la realidad.
El abuso de sustancias es frecuente (sobre todo alcohol y estimulantes) y
suele asociarse con otros trastornos de la personalidad del Grupo B.
71
Aspectos psicopatológicos
En términos psicoanalíticos más clásicos, los narcisistas se convencen de
que son la encarnación del yo ideal. Afirman que no necesitan de nadie y que son
dignos de admiración. Como sostiene Millón (2006: 359), “el narcisista no explota a
los demás, los demás deberían sentirse halagados porque el narcisista se asocie
con ellos. El narcisista no comete errores, es un visionario que persigue sueños
que los demás todavía no son capaces de comprender”. Freud sostenía que la
patología narcisista podía ser producto de una sobrevaloración parental y que eran
los primogénitos o hijos únicos los más vulnerables. De acuerdo a Horney (1939),
citada por Millón (2006: 360), "los padres que transfieren sus propias ambiciones al
niño y lo consideran un genio embrionario, o consideraban a la niña como una
princesa, desarrollan en ellos el sentimiento de que son amados por cualidades
imaginarias en vez de por su propio sí mismo”.
Hoy en día existe numerosa bibliografía sobre el narcisismo. El psicoanálisis
ha estado dividido entre la teoría de Kohut y la de las relaciones objétales de Otto
Kernberg.
Kernberg (1990) consideró al paciente narcisista como envidioso, ambicioso y
demandante de atención y admiración. Kohut (1973), en cambio, describió a estos
pacientes como vulnerables a la fragmentación del yo. Gabbard (1998) denomina
al extremo de Kernberg como “narcisismo no consciente” y al de Kohut como “nar¬
cisismo hipervigilante".
El narcisista no consciente, no parece valorar de manera realista su impacto
sobre los otros. No se da cuenta de que aburre con su “pavoneo” y es insensible a
las necesidades de los demás, es el tipo de descripción que más se acerca a los
criterios diagnósticos del DSM-IV-TR.
El narcisista hipervigilante, por el contrario, es extremadamente sensible a las
reacciones de los demás. Son muy sensibles a las críticas o a cualquier señal de
aburrimiento. Como sostiene Gabbard (2002: 510), “ellos esquivan el centro de
atención porque están convencidos de que serán rechazados y humillados. En su
interior hay un profundo sentimiento de vergüenza relacionado con el deseo secre¬
to de exhibirse de un modo grandioso”.
Para Kernberg (1975-1984) la personalidad narcisista es una organización
defensiva. La raíz de esta patología se encuentra en la dificultad de la integración
de representaciones positivas y negativas de sí mismo y de los demás. Las repre¬
sentaciones objétales de los narcisistas son parciales (buenas o malas) y no hay
integración, por lo cual se comportan de manera similar a las personalidades fron¬
terizas. Sin embargo, su organización intrapsíquica y sus mecanismos de defensa
compensa'n en cierto modo la difusión de identidad. Como sostiene Millón (2006:
361), para Kernberg “la personalidad narcisista es una compensación, una defensa
contra la detención evolutiva precoz. La fusión de la imagen de uno mismo y el
ideal del sí mismo conducen al sentimiento de grandeza y omnipotencia”. Según
Kernberg, el entorno familiar tiene un importante papel en el origen de la persona¬
lidad narcisista; el sentimiento de grandeza se construye para ocultar un sí mismo
72
defectuoso y la ira intensa dirigida fundamentalmente hacia los progenitores que
son incapaces de querer incondicionalmente. Según autores como Benjamin ( 1 996)
citado por Millón (2006: 369), los padres de los futuros narcisistas no les ensenan a
sus hijos a evaluar cómo sus acciones afectan a las demás personas, por lo que no
desarrollan empatia y sensibilidad.
En los pacientes fronterizos que mantienen una forma narcisista que ha sido
descripta por Kernberg, el diagnóstico diferencial debería hacerse fundamental¬
mente por el tipo de transferencia que despliegan. Esta transferencia puede ser
paranoide, psicopática o depresiva y siempre inestable.
_
de vergüenza y humillación son los que predominan, más que los de culpa”.
La vergüenza estaría relacionada con la autoevaluación (tensión entre el yo y
el superyó). Para Hugo Bleichmar, en el sentimiento de vergüenza existe la presen¬
cia de otro que es testigo de las fallas del sujeto. Es diferente a sentirse inferior
(crítica del superyó), en este caso habría otro que observaría la inferioridad. Por lo
tanto, para este autor la vergüenza sería la angustia narcisista en la intersubjetivi¬
dad y no un mero sentimiento de inferioridad por tensión entre el ideal del yo y la
representación del sujeto.
En relación con los trastornos narcisistas, se pueden diferenciar por un lado
los casos donde se presenta una baja autoestima permanente, donde se requieren
suministros externos, y por el otro lado las personalidades que se muestran omni¬
potentes, grandiosas y que denigran al otro; personalidades que se mantienen gran¬
diosas en base al mecanismo de la escisión (Kernberg, 1975).
Bleichmar considera que la forma en que uno u otro trastorno narcisista se
conduce hacia la depresión es diferente. El primer grupo con pobre representación
del sujeto llega a la depresión porque esta representación lo hace impotente para
alcanzar el objeto de deseo. En estos pacientes se presenta una depresión cróni¬
ca. Puede llegar a la depresión en forma indirecta por las consecuencias que pro¬
vocan las defensas puestas en juego. Se inhibe, renuncia a los contactos sociales
etc., para no exponerse a situaciones que le generan temor o vergüenza. Aparece
la desesperanza y la impotencia culminando en una depresión. En este caso la
depresión es secundaria.
73
En el segundo grupo (narcisistas con grandiosidad, omnipotencia, etc.), la de¬
presión no es crónica sino que aparece cuando esa omnipotencia que fue usada
para negar la realidad y las limitaciones personales se pierde.
En el otro extremo, Heinz Kohut, desde la psicología del sí mismo, sostiene,
del mismo modo que Freud, que el desarrollo comienza con un narcisismo primario
donde todavía no existe un “sí mismo” constituido. Pronto, el bebé se da cuenta
que lo que recibe y satisface sus necesidades, proviene del mundo externo y no de
su mundo interno y desarrolla lo que se conoce como objetos del sí mismo. Al
principio el niño espera la gratificación inmediata de sus necesidades pero como
esto no es posible, comienza a dudar y aparece un poderoso sentido de vulnerabi¬
lidad. Como manera de compensar esto, vuelve al narcisismo primario donde idea¬
liza al progenitor y desarrolla un sí mismo grandioso que le proporcione sentimien¬
tos de grandeza y omnipotencia. Con el desarrollo de una empatia normal, este sí
mismo grandioso se descartaría y aparecerían ambiciones realistas, pero cuando
la empatia materna es defectuosa, se produce una detención en la evolución y el sí
mismo grandioso se mantiene como defensa contra la vulnerabilidad.
74
■k
• El paciente, en ocasiones, tiene la impresión de que no es totalmente
real o tiene emociones embotadas. No tiene entusiasmo en su trabajo y
es rutinario. Esto aparece cuando destruye la transferencia narcisista.
Según Kohut, para reestablecer el equilibrio narcisista el niño realiza los si¬
guientes movimientos: establece una imagen de self grandioso y se dice soy per¬
fecto y así se comporta y hace entrega de la perfección anterior a un objeto del self
omnipotente e idealizado, como la imagen parental idealizada.
Estos aspectos cesan cuando el niño aprende a aceptar las limitaciones rea¬
les abandonando las fantasías grandiosas, acercándose a una autoestima real.
Internaliza así las fallas y virtudes reales de los padres.
La imagen parental idealizada se integra en la personalidad adulta, decatecti-
zando la imagen y utilizando esa libido para el control de las pulsiones.
En las personalidades narcisistas no aparecerían desarrollados normalmente
ni el self grandioso ni la imagen parental idealizada.
El self grandioso no se integra al contenido del yo realidad, sino que se detiene
en su forma arcaica (reprimido o escindido), y ya no puede ser accesible a la influencia
externa. Kohut adjudica esta situación a la imposibilidad de los padres de dar repuestas
empáticas a los pedidos de resonancia y participación de las manifestaciones narci¬
sistas y exhibicionistas de las fantasías de grandiosidad que presenta el niño.
Estos padres, faltantes de empatia para Kohut tienen que ver con sus propias
fijaciones narcisistas.
Mecanismos de defensa
Emplean la proyección (por ejemplo de su envidia a los demás). Estos pacien¬
tes se protegen contra sus propias dudas sobre sí mismos, con una opinión gran¬
diosa y distorsionada de su propia importancia (defensas maníacas). Ante una reali¬
dad que no condice con sus expectativas, emplean la racionalización.
Tratamiento
Los sujetos con trastorno de la personalidad narcisista no están muy inclina¬
dos a buscar terapia de manera voluntaria ya que son demasiado orgullosos para
ubicarse en un lugar de “débil”. Sólo si sufren alguna fuerte crisis laboral o relacio-
nal llegan a pedir ayuda. Además de exigir un trato preferencial, la distancia que
mantienen con el terapeuta es importante. Estos sujetos suelen cuestionar al tera¬
peuta y resistirse a la introspección o enojarse ante cualquier comentario que en¬
tiendan como un señalamiento de sus deficiencias. Es por esto que la construcción
de una sólida alianza de trabajo con suficiente empatia es esencial.
De acuerdo a Millón (2006: 282), los narcisistas tomarán la posibilidad dol
cambio en consideración si piensan que a causa de eso obtendrán mejores ros
puestas por parte de los demás. Según Benjamín (1996), citado por Millón (2006
7!S
383), “la tendencia de la personalidad narcislsta a externalizar la culpa puede con¬
trarrestarse si el terapeuta asume la responsabilidad de pequeños errores”. De
esta manera el paciente observa a un persona con un estatus alto que no se inco¬
moda por las imperfecciones humanas y no necesita proyectar la culpa.
Para Kohut, el objetivo del tratamiento consiste en ayudar al paciente a iden¬
tificarse con objetos del self apropiados. Propone recrear frustraciones tempranas
con un terapeuta que proporcione empatia constante y un reflejo adecuado y que
ayude al paciente a desarrollarse más allá de la necesidad de un sí mismo grandioso.
Kernberg (1984), se plantea como objetivo que el sujeto desarrolle sentimien¬
tos de culpa y preocupación e integre elementos idealizados y desvalorizados. Pro¬
pone una psicoterapia que utilice la confrontación para ayudar a los pacientes a
entender el origen de su ira y examinar la transferencia negativa hacia el terapeuta.
En cuanto a la farmacoterapia, el litio ha sido utilizado en pacientes cuyo cua¬
dro clínico reflejaba oscilaciones en el estado de ánimo. También se utilizan antide¬
presivos en situaciones de humor en menos.
Presentación
Estos pacientes son excesivamente emotivos y teatrales. Pueden resultar
encantadores y sociables, y ía entrevista resulta amena, aunque impresionan como
demasiado confianzudos. Colocan su aspecto físico al servicio de producir el efec¬
to deseado en el entrevistador. Ricón (1991: 71) define a estas personalidades
como- “demostrativas”, desplegando en la entrevista una variedad de conflictos de
diverso orden; con la pareja, los amigos, la familia, el colega, etc.
Las entrevistas muy abiertas no suelen funcionar ya que se pierde el centro de
lo que se está explorando. Su lenguaje está plagado de adjetivos y expresiones
subjetivas con pocos datos concretos. Son sujetos sensibles a la falta de interés
76
del entrevistador ya que necesitan captar la atención de los otras, ya sea por la
vestimenta, por el discurso o el comportamiento seductor. Si no lo logran, experi-
méntarransiedad y tristeza.
Suelen simular enfermedades lo que puede provocar irritación en el entrevis¬
tador, quien debe comprender que esta simulación es un componente de la patolo¬
gía y no sentirse engañado por el paciente.
78
• Sus movimientos son rápidos y animados y sus ideas fluyen con facilidad.
}ue • Las personas que se encuentran en el espectro más normal de esta
imo variante logran finalizar tareas demostrando capacidad. Otros son ca¬
prichosos y terminan por no acabar nada.
itro 4) Histriónico apaciguador
• Combinan características histriónicas, dependientes y compulsivas.
>or- • Buscan la atención de los demás y que éstos se conviertan en sus
amigos.
nte • Elogian, piropean y alaban.
• El objetivo de esta búsqueda de atención es compensar el sentimiento
so- de vacío que poseen.
5) Histriónico tempestuoso
de
• Presentan cambios de humor muy intensos y variables.
ia.
Trastornos relacionados
El trastorno de personalidad histriónico se relaciona con el trastorno de soma-
tización y el de conversión. Como sostiene Millón (2006: 337), “históricamente, la
la perspectiva psicodinámica ha considerado siempre los síntomas relacionados con
enfermedades, en especial los síntomas de conversión, como parte de la persona¬
la lidad histérica. Hoy en día, estos síntomas se han separado de sus rasgos de per¬
sonalidad asociados y se clasifican como parte de un grupo de trastornos del Eje I”.
Aparecen preocupaciones hipocondríacas, trastornos de somatización que muchas
veces emplean para asegurarse la atención de los demás.
Pueden presentar trastornos disociativos producto de la represión. También
presentan ansiedad de separación y trastornos del estado de ánimo. La depresión
mayor suele provenir de sentimientos de vacío y aburrimiento así como de falta de
79
seguridad. A veces presentan abuso de sustancias como alcohol para liberar sus
tendencias dramáticas. Es frecuente su asociación con otros trastornos de la per¬
sonalidad del Grupo B.
Mecanismos de defensa
Represión, negación y disociación. Perciben el mundo de manera global y sin
matices.
Aspectos psicopatológicos
Para el psicoanálisis, el paciente histriónico no ha podido transitar con éxito a
través del conflicto edípico. De esta manera, los impulsos sexuales permanecen
ligados a impulsos incestuosos prohibidos que deben ser reprimidos.
Gabbard (2002: 572), sostiene que “la falta de crianza materna le lleva a
dirigirse a su padre para gratificar sus necesidades de dependencia". Aprende pron¬
to que sus despliegues dramáticos y seductores son fundamentales para ganar la
atención del padre. Exagera conductas de su estereotipo sexual para asegurarse
halagos y atención y cada vez van a ser más necesarios ciertos comportamientos
exagerados para mantener dicha atención. Las relaciones interpersonales comien¬
zan a sexualizarse. Sin embargo, esta sexualización es amenazadora para el padre
y para la niña y debe reprimirse. A medida que crece, aprende que debe reprimir
su sexualidad genital para conservar el amor de su padre. Así es como se inicia
un patrón de represión del deseo sexual, donde la sexualidad se emplea de ma¬
nera manipuladora.
En el caso del paciente hombre, se produce un proceso similar, con un padre
ausente o no suficientemente disponible, frente a lo cual el niño: a) puede moldear¬
se a partir de su madre, desarrollando una identidad afeminada o b) imitar estereo¬
tipos de hipermasculinidad para huir de ansiedades de afeminamiento.
Como se sostuvo anteriormente, los teóricos psicodinámicos actuales distin¬
guen el carácter histérico de la personalidad histriónica. Sin embargo, la mayor
parte de los analistas consideran que ambos trastornos en realidad se encuentran
en un mismo espectro y se diferencian por el nivel de gravedad. Kernberg (1992)
considera que la personalidad histérica se encuentra en un nivel de mejor funciona¬
miento que la histriónica, que es más infantil y tiene menos recursos adaptativos.
Gabbard, citado por Millón (2006: 318), considera que, “mientras que las persona¬
lidades histéricas pueden tener éxito profesional, los histriónicos no lo consiguen
debido a su falta de objetivos, desesperanza y dependencia”. Además los pacien¬
tes con trastorno histriónico de la personalidad, a diferencia de las personalidades
histéricas, experimentan pocas prohibiciones por parte de aquellos de quienes de¬
penden y no desarrollan, por tanto, un superyó fuerte. Es por esto que suelen trans¬
gredir normas y manipular el entorno.
80
.Á
Tratamiento
Es raro que estos pacientes acudan a tratamiento y tan sólo lo hacen por
afecciones de diverso orden como depresión, trastornos psicosomáticos, proble¬
mas sexuales, de pareja, etc. El clínico debe tolerar las quejas del sujeto y las
amenazas de abandono. La neutralidad del terapeuta muchas veces es interpreta¬
da como indiferencia. Al momento de finalizar el tratamiento, estos pacientes pue¬
den presentar una agravación de los síntomas como manera de expresar su de¬
pendencia, llegando a amenazas suicidas.
La terapia requiere introspección lo que se torna difícil para estos pacientes.
Por otra parte, es difícil que estos pacientes centren la atención en aspectos rele¬
vantes por lo cual esta tarea representa un desafío para el terapeuta. Como señala
Benjamín (1996) citado por Millón (2006: 341), “el primer objetivo consiste en el
desarrollo de una identidad personal que trascienda las relaciones interpersona¬
les" Estos sujetos deberían encaminarse hacia la adquisición de maneras de afron-
tamiento menos infantiles y con menor grado de dependencia.
En cuanto a la farmacología, en general se limita a tratar episodios depresivos
del paciente.
XI
IX- TRASTORNOS DE LA PERSONALIDAD
DEL GRUPO C
Presentación
Durante la entrevista estos sujetos se muestran ansiosos y preocupados por
lo que el clínico pueda opinar de ellos. En general hablan con monosílabos y su
discurso es vago. Tienen una apariencia tímida y a pesar de los intentos del entre¬
vistador, no logran entrar en confianza y sentirse cómodos durante el encuentro.
Cuando se gana la confianza del paciente, éste experimenta alivio al poder descri¬
bir sus miedos sociales (ser criticado o rechazado).
83
Criterios DSM-IV-TR para el trastorno por evitación de la personalidad
Un patrón general de inhibición social, unos sentimientos de incapacidad y
una hipersensibilidad a la evaluación negativa, que comienzan al principio de la
edad adulta y se dan en diversos contextos, como lo indican cuatro (o más) de los
siguientes ítems:
1) Evitan trabajos o actividades que impliquen un contacto interpersonal
importante debido al miedo a las críticas, la desaprobación o el
rechazo.
2) Son reacios a implicarse con la gente si no están seguros de que van a
agradar.
3) Demuestran represión en las relaciones íntimas debido al miedo a ser
avergonzados o ridiculizados.
4) Están preocupados por la posibilidad de ser criticados o rechazados en
situaciones sociales.
5) Están inhibidos en las situaciones interpersonales nuevas a causa de
sentimientos de incapacidad.
6) Se ven a sí mismos socialmente ineptos, personalmente poco intere¬
santes o inferiores a los demás.
7) Son extremadamente reacios a correr riesgos personales o a implicarse
en nuevas actividades debido a que pueden ser comprometedoras.
'
• Otros intentan suicidarse para acabar con la angustia.
• Algunos llegan a un estado de embotamiento emocional.
Trastornos relacionados
Raramente este trastorno es diagnosticado como único, sino que es suple¬
mentario de otro trastorno de la personalidad o trastornos del Eje I.
Si se encuentran en ambiente protegido por su familia, o con un buen sistema
de apoyo, pueden sentirse bien. Si esto falla son propensos a los trastornos del
estado de ánimo y a los trastornos de ansiedad (fobias sociales, trastorno de an¬
gustia, agorafobia).
Los pacientes evitadores pueden utilizar síntomas físicos para resolver pro¬
blemas a la hora de afrontar situaciones sociales, así como también para desviar la
atención de su mundo interno. Pueden presentar trastorno dismórfico corporal y
entonces se encuentran preocupados por un defecto físico imaginario o una leve
anomalía, aislándose por completo o mirándose durante horas en el espejo.
Mecanismos de defensa
Represión, desplazamiento, proyección, evitación.
Aspectos psicopatológicos
Desde una perspectiva biológica, se considera que un desarrollo físico con
dificultades o lento puede generar la burla del grupo de pares y provocar sentimien¬
tos de minusvalía y torpeza en estos niños, lo que dará lugar a un patrón evitador
en el futuro. Los padres que son muy ansiosos con respecto a que los niños atra¬
viesen oportunamente todas las etapas de desarrollo, pueden provocar una sensa¬
ción de deficiencia en el niño, aunque el mismo presente un rendimiento normal.
Estos ejemplos muestran la interacción entre aspectos biológicos y sociales. Tam¬
bién existen datos, de acuerdo a Millón (2006: 209), que “indican que la personali¬
dad evitadora tiene una base temperamental”. Desde una perspectiva evolutiva, se
85
ha observado que existen lactantes que muestran irritabilidad excesiva y tensión
así como retraimiento desde los primeros días de vida.
Experiencias clínicas indican que algunas experiencias traumáticas durante la
infancia, como el maltrato físico, el incesto, etc. pueden generar un patrón evitador
interpersonal. Muchas veces, familias de niños que sufren abusos sexuales pue¬
den hacerles sentir que tienen algo de qué avergonzarse.
Desde un punto de vista psicodinámico, Millón considera (2006: 213) que los
evitadores “tienen un ideal del yo muy desarrollado, incluyendo unas ambiciones y
deseos de realización personal muy elevados, pero esto va unido a un superyó
muy censurador que desaprueba constantemente todos los comportamientos”. Estos
niños internalizaron normas parentales de éxito social, junto con sentimientos de
culpa y humillación por errores mínimos. Muchas veces sus defectos son objeto de
burla y por lo tanto se produce una hipersensibilidad ante la posibilidad de ser
humillado. Como forma de protegerse, estos sujetos comienzan a ocultar lo que
creen que puede generar burlas y muchas veces terminan “atrapados en sí mis¬
mos”. Como sostiene Gabbard (2002: 612), lo que los pacientes evitativos general¬
mente temen es cualquier situación en la cual deben revelar aspectos de ellos
mismos que los deje vulnerables.
Millón (2006: 215) sostiene que “la coraza protectora de los evitadores sólo
sin/e para perpetuar sus problemas (...) a limitar su abanico de experiencias inter¬
personales, excluyen la posibilidad de aprender nuevas maneras de comportarse,
que les podrían aportar una mayor confianza en sí mismos o un sentimiento de
valor personal”.
Tratamiento
La terapia dinámica resulta útil así como la de apoyo. De acuerdo a Kaplan y
Sadock (1999: 898) a medida que desarrolla confianza, se “incita al paciente a
abrirse al mundo y asumir lo que él percibe como grandes riesgos de ser humillado,
rechazado y fracasar”. Se trata de entender la frustración al no adaptarse a las
exigencias del ideal del yo y analizar las raíces de esto.
Estos pacientes requieren paciencia para lograr que lleguen a expresar sus
sentimientos y miedos. Como sostiene Millón (2006: 228), “el evitador debe perci¬
bir que la relación terapéutica es un entorno lo bastante seguro y auténtico como
para poder mostrarse firme sin experimentar temor a ser condenado por ello”. De¬
ben abordarse los sentimientos de baja autoestima y desde una perspectiva de
Beck et al. (1990), enfrentar al paciente con sus errores de pensamiento y descu¬
brir talentos que se han quedado ocultos bajo la fuerza del sentimiento de
inadecuación.
Como muchas veces algún familiar se encarga de ser “el contacto con el mun¬
do” que tiene el paciente, se hace necesario trabajar con la familia, que puede estar
reforzando la conducta evitativa del paciente.
86
.
Las terapias en grupo también son recomendadas porque permiten al sujeto
visualizar las consecuencias de su liipersensibilidad al rechazo en los demás y en
sí mismo.
La farmacoterapia se utiliza para calmar la ansiedad y la depresión cuando
están presentes.
Presentación
Durante la entrevista, estos pacientes se muestran tranquilos, sumisos y ne¬
cesitados. Buscan permanentemente el apoyo y el ánimo del clínico para seguir
hablando. Es fácil establecer un contacto con ellos, una vez que confían en el en¬
trevistador. Sin embargo, no pueden tolerar las confrontaciones ni las interpretacio¬
nes de su dependencia e intentan dar respuestas que consideran que serán apro¬
badas por el clínico.
88
v.
• Evitan los conflictos y buscan la armonía incluso renunciando a sus
propios valores o ideas.
• Derivan las responsabilidades en manos de otros y la pérdida de apoyo
les puede ocasionar depresión.
3) Dependiente inmaduro
• Prefieren actividades infantiles y se sienten cómodos con niños.
• Reniegan de las responsabilidades adultas.
• Carecen de ambición y perseverancia.
• Son sociables y complacientes.
• Muchos carecen de identidad sexual definida.
4) Dependiente torpe
• Combina patrones del dependiente y el esquizoide.
• Carecen de vitalidad y se fatigan fácilmente.
• Son poco espontáneos.
• Se mantienen al margen de las relaciones sociales.
• Desean liberarse de responsabilidades mediante la forma de desco¬
nectarse del mundo que los rodea.
5) Dependiente sin identidad
• Es la variante más grave ya que se encuentran extremadamente subor¬
dinados a los demás.
• No tienen sentido de sí mismos como seres independientes.
• Cuando muestran confianza en sí mismos es porque reflejan la de quien
se encuentra con ellos y con quien se han identificado.
• Son extremadamente vulnerables a la pérdida ya que representa una
pérdida de identidad.
89
3) Tienen dificultades para expresar el desacuerdo con los demás, debido
al temor a la pérdida de apoyo o aprobación.
4) Tienen dificultades para iniciar proyectos o para hacer las cosas a su
manera (debido a la falta de confianza en su propio juicio o en sus capa¬
cidades más que a una falta de motivación o de energía).
5) Van demasiado lejos llevados por su deseo de lograr protección y apo¬
yo de los demás, hasta el punto de presentarse voluntarios para reali¬
zar tareas desagradables.
6) Se sienten incómodos o desamparados cuando están solos debido a
sus temores exagerados a ser incapaces de cuidar de sí mismos.
7) Cuando terminan una relación importante, buscan urgentemente otra
relación que les proporcione el cuidado y el apoyo que necesitan.
8) Están preocupados de forma no realista por el miedo a que les abando¬
nen y tengan que cuidar de sí mismos.
Trastornos relacionados
Presentan un mayor riesgo de presentar trastornos del estado de ánimo, tras¬
tornos de ansiedad, los que se intensifican ante la posibilidad de ser abandonados.
Pueden presentar alteraciones del sueño. Es frecuente que presenten otros tras¬
tornos de personalidad como el fronterizo o el histriónico. Aparecen trastornos de la
conducta alimentaria y síntomas físicos que logran eximirlos de las responsabilida¬
des y unirlos aún más a sus seres queridos. Generalmente estos síntomas físicos
son inconscientes, pero en ocasiones pueden crearlos de manera consciente para
evitar ser abandonados.
Aspectos psicopatológicos
Según la teoría psicoanalítica clásica, la personalidad dependiente parte de
una fijación en la primera etapa del desarrollo; la etapa oral. Como sostiene Millón
(2006: 282), “simbólicamente esperan de sus madres que los alimenten siempre, y
se sienten indefensos por completo, e incluso sorprendidos, cuando dejan de ha¬
cerlo”. Como estos sujetos desean continuar siendo infantiles, no desarrollan es¬
trategias de afrontamiento ni defensas evolucionadas.
En general se encuentra en la historia de estos sujetos, padres temerosos que
visualizan peligros potenciales en cualquier parte y propician en los hijos un estado
de alerta y temor permanente. Este refuerzo de la dependencia se mantiene a lo
largo de todas las fases del desarrollo.
Bornstein, citado por Gabbard (2002: 618), enfatizó que dependencia y pasivi¬
dad no son lo mismo. “La motivación central de los pacientes con trastorno de la
personalidad por dependencia es obtener y mantener las relaciones de apoyo y
cuidado. Para alcanzar este objetivo, pueden comprometerse en conductas activas
y enérgicas que son bastante adaptativas”.
90
Desde una perspectiva interpersonal, Sullivan (1947) sostiene que estos suje¬
tos aprendieron un modelo de indefensión de sus progenitores y necesitan en la
vida adulta personas más fuertes que los cuiden y tomen las decisiones por ellos.
Como sostiene Millón (2006: 286), “las formulaciones interpersonales del desarro¬
llo de la personalidad dependiente hacen hincapié en la sobreprotección parental,
la exclusiva preocupación y cuidados y en la desaprobación activa de la autonomía
como las principales vías de desarrollo”. Muchos padres en vez de fomentar la
curiosidad en sus hijos, los complacen en todo y se encuentran en extremo preocu¬
pados por adelantarse a todas sus necesidades. De esta manera terminan por
anular las mismas y los niños no encuentran motivos para desarrollar sus propias
habilidades. Muchos niños se rebelan contra esta actitud parental, pero hay otros
que no lo consiguen. Esto se ve agravado si aparecen enfermedades o complica¬
ciones físicas durante la niñez que llevan a que el progenitor proteja al niño de
manera especial. También esto puede ocurrir bajo circunstancias especiales que
vive la familia por ejemplo, un duelo. Si los padres ven a sus hijos como indefensos,
éstos acaban por tener una autoimagen de indefensión y debilidad.
Mecanismos de defensa
Represión, proyección, evitación. Introyección, ya que internalizan cualidades
de otras personas más independientes y capaces. De acuerdo a Millón (2006: 283),
“el dependiente toma prestada potencia, habilidad y autoestima y proporciona a
cambio su voluntad de estar al servicio de los objetivos de los demás”. La idealiza¬
ción es otro mecanismo que logra visualizarse, por ejemplo en la relación con sus
parejas. También emplean la negación para evitar ver defectos en sus seres queri¬
dos así como también negar sus propios impulsos hostiles.
Tratamiento
Existe una resistencia a exponerse a situaciones de autonomía y confianza en
sí mismos, lo que genera el peligro de que se cree una relación dependiente con el
terapeuta. Es por esto que, siguiendo a Gabbard (2002: 620), “la psicoterapia de
los pacientes con trastorno de la personalidad por dependencia representa un dile¬
ma terapéutico inmediato; para que estos pacientes se sobrepongan a sus proble¬
mas con la dependencia, primero deben desarrollar dependencia al terapeuta”. Debe
abordarse la resistencia, mediante la cual el paciente ve la dependencia al terapeu¬
ta como un fin en sí mismo. Si visualizan el fin de la terapia, pueden “agravar” sus
síntomas para evitarlo.
Para Millón (2006: 300), el objetivo de la psicoterapia es “implicar de forma
activa a los dependientes en un estilo más activo de resolución de problemas que
les permita darse cuenta de que la vida no consiste en llevar una existencia repleta
de indefensión y aislamiento social”. Es frecuente que estos pacientes idealicen al
terapeuta y esto debe ser interpretado. Se ha recomendado la terapia dinámica de
tiempo limitado.
91
La farmacoterapia se utiliza para tratar síntomas como depresión o ansiedad,
que se encuentran frecuentemente asociados con este trastorno.
La psicoterapia suele tener buen pronóstico. La terapia de grupo muchas ve¬
ces es recomendable ya que pueden enfrentarse a cuestiones de abandono sin
tanta angustia ya que disponen de otras personas, además dol terapeuta.
Presentación
El paciente se presenta formal y rígido, con un discurso excesivamente co¬
rrecto, con falta de matices y de espontaneidad. Son meticulosos, detallistas y se
sienten incómodos frente a entrevistadores que son más informales. Producen abu¬
rrimiento en el entrevistador ya que estos pacientes no logran discriminar entre lo
esencial y lo accesorio, aportando detalles innecesarios al intentar responder a las
preguntas que se le formulan. Seleccionan cuidadosamente sus palabras para in¬
tentar ser lo más precisos y objetivos posibles. Son reservados y no se sienten
cómodos frente a preguntas que consideran muy privadas.
Ricón (1991: 83), considera a estos sujetos dentro del grupo de las “personas
lógicas”. Se presentan cuidadosamente arreglados, con preocupación por todos
los detalles. Pero, este cuidado no está en función de la seducción (como en el
caso del paciente histriónico), sino que se trata de un cuidado con la finalidad deJ
Qrden en sí mismo. Sin embargo, suele apreciarse algún detalle que escapa al
control del sujeto (algo roto o sucio).
92
L
todo su comportamiento. Tienen una propensión a la duda, son obstinados y expre¬
san un profundo sentido del deber. Se muestran aduladores de los superiores y
autoritarios con los subordinados.
Como sostiene Kaplan y Sadock (1999: 900), “cualquier cosa que amenace
con romper la rutina de sus vidas o lo que consideran su estabilidad, puede precipi¬
tar una fuerte ansiedad, estrechamente vinculada, por otro lado a los rituales que
imponen a sus vidas y que intentan imponer a los demás”.
93
• Son extremadamente conformistas, acatan las reglas y la autoridad,
presentando sumisión.
• Son considerados atentos y cooperadores.
• Estas características interpersonales compensan sentimientos de du¬
das e indecuación.
• Consideran que el esfuerzo es exactamente proporcional al grado de
valoración y amor que recibirán.
2) Compulsivo puritano
• Buscan protección en la justicia divina para purificarse y contenerse.
• Sienten la presión de repugnantes e irracionales impulsos agresivos y
sexuales y adoptan un estilo ascético que prohíba sus impulsos y fanta¬
sías.
• Dividen el mundo en buenos y malos, justos e injustos, pecadores y
santos.
• Sus fundamentalismos llegan a ser radicales.
3) Compulsivo burocrático
• Se asocian con valores tradicionales y autoridades establecidas y
oficiales.
• Se adhieren al orden y a las estructuras.
• Se desarrollan en entornos institucionales formales.
• Son leales y confiables aunque también orgullosos y vanidosos.
4) Compulsivo parsimonioso
• Son excesivamente tacaños y egoístas.
• Se protegen de guardar lo que poseen y están alertas ante la posibili¬
dad de que se les sustraiga algo.
5) Compulsivo endemoniado
• Aunque tiene una apariencia de control, luchan entre sus deseos de
ajustarse a los hechos y satisfacer sus deseos.
• Son malhumorados y expresan descontento.
• Las personas de esta variante más patológica pueden llegar a sentirse
impulsadas por fuerzas que dominan su yo, de manera cuasi delirante.
Mecanismos de defensa
Emplean mayormente la anulación (acciones o pensamientos que eliminan la
ansiedad que se relaciona con sentimientos o pensamientos opuestos) y el aisla¬
miento del afecto (mantenimiento de ideas separadas de los sentimientos que típi¬
camente las acompañan). Tratan de sofocar las pasiones y emociones. Como sos-
94
tiene Millón (2006: 250), “crean una base de datos con sus recuerdos y sólo los
relacionan de forma intelectual”.
Racionalización, formación reactiva.
Trastornos relacionados
Suelen presentar trastornos del estado de ánimo, trastornos de ansiedad, como
el Trastorno obsesivo-compulsivo (TOC). Como sostiene Millón (2006: 26), estos
pacientes “pueden sentirse resentidos hacia sí mismos e incluso llegar a odiarse
por mostrar alguna debilidad o indecisión, hasta el punto de utilizar los sentimientos
depresivos para castigarse, creyendo que merecen sufrir".
EL TOC, se caracteriza por pensamientos y acciones intrusas, se relaciona
con la personalidad obsesivo-compulsiva. Sin embargo, sólo una minoría de suje¬
tos con TOC reciben también el diagnóstico de personalidad compulsiva. Como
sostiene Millón (2006: 263) estos hallazgos demuestran que las obsesiones y las
compulsiones no son específicas de la personalidad compulsiva, sino que también
aparecen en otros patrones.
Pueden presentar síntomas físicos como modo de expresar ansiedad e ira
dirigida hacia sí mismos, con riesgo de sufrir infartos de miocardio. Pueden desa¬
rrollar un trastorno dismórfico corporal, ya que se obsesionan con alguna mínima
imperfección física.
También se presentan a veces experiencias de despersonalización cuando
las emociones los inundan.
Aspectos psicopatológicos
Este tipo de personalidades se incluyen en la descripción freudiana de la fija¬
ción en la etapa anal. En la infancia de estos sujetos se encuentra una carencia
afectiva de parte de padres rígidos y exigentes y también con un estilo lógico de
pensamiento. Como sostiene Gabbard (2002: 597), “los pacientes con estas carac¬
terísticas de personalidad eran vistos como habiendo regresado desde la angustia
de castración asociada con la fase edípica del desarrollo hacia la relativa seguridad
del período anal”. El orden obsesivo era entendido como una formación reactiva
contra el deseo de suciedad anal y derivados. Desde esta perspectiva psicodinámica
clásica, se considera que la influencia exacta del estadio anal en el desarrollo de la
personalidad depende de la actitud de los padres hacia la adquisición de los hábitos
de higiene. Padres rígidos, exigentes e impacientes pueden generar rasgos anal-
retentivos; el niño se niega a hacer lo que los adultos le piden de manera tozuda y
reprimiendo su ira. Sin embargo, también pueden convertirse en anal-expulsivos,
donde el niño actúa de manera ofensiva, destruyendo activamente los deseos pa-
rentales. Desde perspectivas más actuales de la psicología del yo y las relaciones
objétales, estas concepciones del carácter anal evolucionaron. Estos sujetos repri¬
men sus impulsos de hostilidad y se adaptan a un ideal del yo rígido. Muchas veces
95
buscan una posición de poder de modo de poder canalizar su ira y convertirse, de
alguna manera en el superyó de los subordinados. Cuando sus defensas fracasan,
los invaden sentimientos de culpa.
Las contribuciones más actuales se han alejado de esta perspectiva, enfati¬
zando, como sostiene Gabbard (2002: 598), “los elementos interpersonales, au¬
toestima, manejo de la ira y la dependencia, estilo cognitivo y problemas para equi¬
librar las relaciones laborales y emocionales". Cuando niños sufrieron al no sentirse
suficientemente amados y valorados por sus padres. Luchan por mantenerse inde¬
pendientes y por controlar su ira. De ahí que eviten la intimidad, que despertaría la
necesidad de reaseguro con la posible frustración de esos deseos. Buscan la per¬
fección porque consideran que sólo alcanzándola pueden tornarse acreedores del
cariño que inconscientemente buscan.
Desde la teoría de las relaciones objétales, el conflicto fundamental se en¬
cuentra entre el deseo de los padres de controlar y el sentimiento de autonomía del
niño. El aprendizaje de los hábitos de higiene representa una parte de la interac¬
ción entre los padres y el niño. Los progenitores también tienen muchas exigencias
y así los compulsivos internalizan un superyó exigente. Se les enseña a sentir cul¬
pa si no cumplen con sus obligaciones al pie de la letra.
Los padres vigilan muy de cerca a sus hijos a quienes castigan si no realizan
las cosas adecuadamente, incluso cuando evolutivamente, el niño no tiene capaci¬
dad para entender qué fue lo que hizo mal. Por otro lado, como sostiene Millón
(2006: 254), “los padres de los futuros compulsivos casi nunca recompensan los
logros legítimos de sus hijos, sino que se limitan a esperar orden y perfección y
condenan cualquier cosa que no cumpla estas expectativas. Los logros se dan por
hechos y rara vez se reconocen”. Niños que son criados con una excesiva moral,
vuelven su ira hacia adentro y desarrollan profundos sentimientos de culpa ante
cualquier impulso que pueda ser considerado “pecaminoso”.
Estos pacientes, como sostiene Gabbard (2002: 609), tienden a “estar ator¬
mentados por crímenes pensados”. En su inconsciente no hay diferencia entre pen¬
samiento y acción. Uno de los objetivos terapéuticos va a ser justamente que el
paciente logre apreciar la diferencia entre los sentimientos y pensamientos hostiles
y los hechos.
Tratamiento
De acuerdo a Gabbard (2002: 602), “en contraste con la naturaleza refractaria
del Trastorno Obsesivo Compulsivo, el Trastorno Obsesivo Compulsivo de la Perso¬
nalidad es con frecuencia mejorada ampliamente por el psicoanálisis, o la psicote¬
rapia individual con un énfasis expresivo”. Una de las dificultades es que muchos de
estos pacientes intentarán impresionar al terapeuta como seres perfectos para ga¬
nar su aprobación. Como sostiene Fiorini (2000: 84), el paciente de personalidad
obsesiva suele “depositar en el tratamiento expectativas de perfeccionamiento con
el supuesto de que su problema es la falta de perfección y no la aspiración a esa per-
96
fección”. Es por este motivo que un objetivo terapéutico consiste en poner en eviden¬
cia, que el “ideal es enemigo del sujeto”. Lo que sostiene este autor es que no se trata
simplemente de que el paciente reconozca su dificultad en la expresión de sus emo¬
ciones, sino que también hay que movilizar y desarrollar conductas expresivas y emo¬
tivas así como deseantes que impliquen una maduración emocional.
De acuerdo a Gabbard (2002: 606), “una estrategia efectiva en el tratamiento
psicoterapéutico de pacientes con estructura de carácter obsesivo-compulsiva es
atravesar la pantalla de humo de las palabras y buscar directamente los sentimien¬
tos”. Es difícil que se conecten con sus emociones, ya que consideran esto como
una pérdida de control. Según Millón (2006: 267), “no sólo es habitual que los com¬
pulsivos minimicen las emociones, sino que no sepan qué emociones sentir”. A
medida que estos pacientes puedan llegar a comprender que los otros no son tan
críticos como ellos, su autoestima puede aumentar.
Es importante tener en cuenta que los pacientes sólo pueden convertirse, como
sostiene Millón (2006: 299), en “una variante más funcional de sí mismos; no pue¬
den transformarse en algo distinto por completo”. Cada tipo de personalidad debe
desarrollar sus potencialidades y minimizar sus debilidades.
En cuanto a los fármacos, se utilizan ansiolíticos y antidepresivos.
I0I
102
XI- DIAGNOSTICOS DIFERENCIALES PARA
LOS DISTINTOS TRASTORNOS DE LA
PERSONALIDAD
i 103
ne recordar, una vez más, que las conductas desadaptativas de los
trastornos de la personalidad tienen una larga historia en el sujeto y
que no se tratan de alteraciones transitorias o más o menos esporádi¬
cas.
Sólo citaremos aquellos diagnósticos diferenciales más comunes a ser reali¬
zados por el clínico. Para profundizar en la totalidad de los diagnósticos diferencia¬
les posibles con respecto a los trastornos de la personalidad consultar el Manual de
diagnóstico diferencial del DSM-IV-TR (2002).
1 04
• Comportamiento antisocial que tiene lugar en la esquizofrenia o en
un episodio maníaco. El trastorno disocial no es preexitente a los
síntomas psicóticos.
La tendencia a abusar de otros del trastorno narcisista de la personalidad
puede ser difícil de diferenciar en algunos casos, pero en general el narcisista es
menos impulsivo y agresivo que el antisocial y no presenta un patrón previo de
conductas disruptivas. Si bien en el DSM-IV el trastorno antisocial se encuentra
separado del resto de los trastornos, Millón (2006: 183) considera que la persona¬
lidad antisocial y la narcisista se encuentran en un continuo. Sin embargo, también
presentan diferencias ya que si bien los narcisistas actúan de forma pasiva para
obtener gratificación, los antisociales lo hacen de forma activa, manipulando al en¬
torno con amenazas y agresividad.
• Comportamiento antisocial en el trastorno paranoide de la personali¬
dad. Más que por un deseo de obtener un beneficio propio o una ga¬
nancia, el paciente paranoide se encuentra motivado por la venganza y
el despecho.
105
y dependiente mientras que el narcisista busca la admiración por sus
logros personales.
106
• Trastorno de la personalidad por dependencia Estos trastornos son
similares, pero los pacientes dependientes experimentan mayor miedo
a ser abandonados que los pacientes con trastorno de la personalidad
por evitación. Por otra parte, los evitadores son más eficaces en situa¬
ciones sociales, mientras que los dependientes no.
107
XII- ALGUNOS APUNTES SOBRE EL
SUICIDIO Y LOS TRASTORNOS DE LA
PERSONALIDAD
m
ció. La mayoría de los pacientes con bulimia nerviosa tienen un peso normal, algu¬
nos pueden estar por debajo o por arriba de la normalidad.
Como sostiene Kaplan, H. y Sadock, B. (1999: 825), “la bulimia nerviosa apa¬
rece en personas con tasas elevadas de trastornos del ánimo y del control de los
impulsos. También se observa en aquéllos con trastornos relacionados con sustan¬
cias y en una variedad de trastornos de la personalidad”.
Evidentemente, la presencia de un trastorno de la personalidad junto a un
trastorno de la conducta alimentaria complica el cuadro clínico. Resulta mas difícil
la detección temprana y dificulta el tratamiento.
La bulimia nerviosa en general está acompañada por tratornos afectivos, abu¬
so de sutancias y pérdida de control de impulsos.
Se relaciona con los trastornos de la personalidad del grupo B, fundamental¬
mente el Trastorno límite.
Existen estudios que determinan que los pacientes con trastornos alimenta¬
rios y trastornos de la personalidad presentan otro trastorno adicional en el Eje I del
DSM IV, como lo son los trastornos depresivos mayores y el consumo de sustancias.
Otros trastornos con los que se relaciona la bulimia son el Trastorno Límite y
el Trastorno Histríónico. Con relación al primer grupo, se verifica cierta coincidencia
entre elementos clínicos de ambos trastornos: impulsividad, alteración de la au-
toimagen e irritabilidad. Se ha verificado que cuando ambos trastornos se presen¬
tan juntos el pronóstico es más reservado.
Evidentemente el núcleo patológico de la bulimia y algunos trastornos de la
personalidad es el deficiente control de impulsos. Hay autores que entienden a la buli¬
mia como una variante del trastorno por control de impulsos, donde su forma extre¬
ma sería la bulimia, ya que en ambos aparece la inclinación a realizar un acto per¬
judicial para sí mismo o para otros, no se puede resistir al acto impulsivo y todo esto
acompañado de ansiedad que se alivia cuando aparece la vergüenza y la culpa.
Según Medina y Moreno (1998), la asociación entre bulimia y trastornos de la
personalidad se podría entender de la siguiente manera:
• El trastorno de la personalidad predispone a la bulimia.
• El trastorno de la personalidad es una secuela de la bulimia.
• Ambos cursan de forma independiente.
En relación a la anorexia nerviosa los estudios clínicos coinciden en describir
a estos pacientes con una personalidad premorbida obsesiva, rígida, meticulosa y
con necesidad de control del entorno, todo esto con inhibición y poca espontanei¬
dad. Aparece además el perfeccionismo y la ansiedad.
De todas formas es complicada la explicación de esta temática, ya que rasgos
típicos de la anorexia como la dependencia, la inhibición y la obsesividad se exa¬
cerban con la desnutrición. Aunque se puede comprobar que tras la recuperación
del peso pueden seguir conservando este tipo de rasgos.
116
Según Eduardo García Camba (2001), se podría concluir que los Irmilornon
de la personalidad son frecuentes en la anorexia y la bulimia. La presencia do otilen
trastornos serían índice de mal pronóstico.
En la anorexia restrictiva prevalecería la relación con los trastornos de la per¬
sonalidad del grupo C, evitativo y dependiente.
En la anorexia purgativa y la bulimia predominaría la relación con los trastor¬
nos de la personalidad del grupo B, principalmente el grupo límite y el histriónico.
Habría además una cierta relación entre el trastorno de la personalidad límite
y la obesidad mórbida a través de las conductas impulsivas y las autodestructivas.
117
XV- EVALUACION DE LOS TRASTORNOS
DE LA PERSONALIDAD
3) Entrevista clínica
Existen dos modelos de entrevista clínica:
a) Entrevista estructurada: requieren personal capacitado y se utilizan gene¬
ralmente para proyectos de investigación. Las preguntas preestablecidas no pue¬
den variarse y deben formularse en el mismo orden, de modo de poder estandari¬
zar el proceso.
119
• Un ejemplo es la Entrevista Clínica Estructurada para los Trastornos de
la Personalidad del Eje II del DSM-IV (SCID-II), que evalúa los 12 trastor¬
nos de la personalidad y se ha utilizado en numerosas investigaciones.
• Otro ejemplo es la Entrevista Estructurada para Trastornos de la Perso¬
nalidad del DSM-IV (SIDP-IV).
b) Entrevistas semiestructuradas: están basadas en la experiencia del profe¬
sional y sus conocimientos. Permiten la discriminación entre trastornos del Eje I y
del Eje II.
La entrevista es un acto creativo único. Ni las circunstancias, ni el entorno ni
las personas pueden ser duplicadas. Sin embargo, este acto creativo está limitado
por el tiempo en el cual deben recabarse los datos necesarios para formularse una
hipótesis diagnóstica.
El objetivo de una primera entrevista es la obtención de información. Gradual¬
mente el clínico comienza a ganar un entendimiento del mundo desde la perspec¬
tiva del otro. Una dificultad en la entrevista con pacientes con trastorno de la perso¬
nalidad es que sus síntomas son egosintónicos. Estos pacientes no se encuentran
comprometidos con el pedido de ayuda.
La fase de introducción implica simplemente lograr comprometer al paciente
mientras se disminuye su ansiedad. Luego el entrevistador comienza a centrarse
en los temas específicos a ser explorados. El paciente se plantea en este momento
dos objetivos: determinar si es correcto compartir información personal con el en¬
trevistador y determinar qué aspectos personales compartir.
La entrevista para explorar trastornos de la personalidad implica necesaria¬
mente un diagnóstico “histórico”. El criterio principal para hacer el diagnóstico de
trastorno de la personalidad radica en la historia del paciente, no en la conducta del
mismo exclusivamente durante la entrevista. Sin embargo, la conducta del pacien¬
te durante la entrevista provee importantes datos sobre la psicopatología subya¬
cente, pero el criterio para establecer un diagnóstico radica en la evidencia históri¬
ca. Para decirlo en palabras simples: una historia social “totalmente" normal es
incompatible con un diagnóstico de trastorno de la personalidad. Esta patología
genera rupturas interpersonales.
Algunos autores, tales como Shea, M. D. (1998: 420), plantean preguntas
específicas para explorar los diferentes trastornos de la personalidad. Se intentará
ampliar la lista para incluir otras preguntas que pueden resultar útiles en la entrevis¬
ta así como para explorar aspectos relacionados con los mismos, tales como agre¬
sividad (principalmente en el trastorno antisocial y en el trastorno fronterizo de la
personalidad), adicciones, etc.
• Trastorno esquizoide de la personalidad
a) ¿Tiende a disfrutar estar rodeado de personas o prefiere estar solo?
b) ¿Le importa lo que los otros piensen de usted o le es completamente
indiferente?
120
c) ¿Durante el curso de su vida ha tenido pocos amigos, uno o dos quizás?
121
• Trastorno narcisista de la personalidad
a) ¿Considera que las personas con las que se rodea no están a su altura?
b) Si las personas le provocan problemas, ¿tiende a “ponerlos en su lugar”
rápidamente?
c) Si alguien lo critica, ¿se enoja rápidamente?
d) ¿Cree que comparado con otras personas, usted es una persona especial?
122
(• Trastorno de la personalidad por evitación
a) ¿A lo largo de la mayor parte de su vida ha estado preocupado porque
las personas no lo acepten?
b) ¿Le ocurre frecuentemente sentirse inadecuado e incapaz de aceptar
(retos
(
o realizar tareas?
c) ¿Tiende a ser muy cuidadoso en la selección de sus amigos, quizás
teniendo sólo uno o dos amigos?
d) ¿Le ocurre frecuentemente de sentirse herido por los otros, de modo
que le resulta muy difícil abrirse y mostrarse como usted es?
• Consumo
a) ¿Qué cantidad de alcohol bebe?
b) ¿Alguna vez ha tomado drogas?
c) ¿Le gusta más alguna droga que otra? ¿por qué?
d) ¿De qué manera ingiere la droga?
e) ¿Toma drogas solo o acompañado?
f) ¿Cuántas veces por semana consume drogas?
g) ¿Qué efecto busca lograr? ¿Lo consigue?
h) ¿Algún amigo o familiar lo considera alcohólico aunque usted no esté
de acuerdo?
4) Técnicas proyectivas
Intentan extraer las motivaciones internas e inconscientes de los sujetos, me¬
diante la exposición a situaciones desestructuradas o ambiguas. Los tests proyec¬
taos enfrentan al paciente a estímulos ambiguos, de modo que puedan proyectar
sus propios sentimientos en la situación de test. Ejemplos de este tipo de test son el
TAT (test de Apercepción Temática), el test de Machover, HTP (persona, casa, ár¬
bol), el test de Rorschach, el test de Relaciones Objétales de Phillipson, etc.
123
A modo de ejemplo, en el test de HTP los indicadores de personalidad esqui¬
zoide, de acuerdo a Grassano (2000: 235) son:
• En la figura humana: dibujo simple, pequeño, del tipo “fosforito”, esque¬
mático. Poco énfasis en el cuerpo y sin movimiento. Los brazos se en¬
cuentran hacia el cuerpo, demostrando falta de contacto con el mundo
exterior.
• Casa: aislada, entorno pobre (castillos, torres, casas sobre una colina),
lo que demuestra aislamiento. Las ventanas son chicas con puertas
cerradas.
• Árbol: aislamiento marcado, por ejemplo en el dibujo del árbol en una
isla. Árbol pobre, sin detalles y pequeño.
En cuanto a la personalidad obsesiva-compulsiva, se resaltan los siguientes
aspectos en los tests gráficos:
124
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128
Este libro es un texto básico y de valor pedagógico
para el aprendizaje del complejo pero interesante tema
de los trastornos de la personalidad. Está centrado
especialmente en los elementos a considerar para la
realización de un diagnóstico de los mismos.
ISBN 978-9974-812W-2
9789974 81264