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PSICOPOLÍTICA (Título del libro de Byung Chul Han en el año 2014)

Su subtítulo es “Neoliberalismo y nuevas técnicas del poder”.

Habla de la existencia de una crisis de la libertad. Para este autor creemos ser libres cuando
podemos realizar proyectos autónomos. Los mismos podemos llevarlos a cabo sin coacciones que
provengan del exterior. Pero en realidad vivimos sometidos a coacciones internas que limitan
nuestra libertad; esencialmente dos:

● La búsqueda del rendimiento.


● Vivir con un ideal de optimización –ciertamente alto- de todas las cosas que hacemos.

La libertad de poder hacer es más coaccionante, tiene más coacciones que la vieja libertad limitada
por el deber. El deber hacer tenía límites, pero el poder hacer no los tiene.

Estamos frente a una libetad paradójica, porque es una libertad basada en coacciones. El sujeto de
rendimiento se cree libre, pero es un absoluto esclavo de sí mismo. Es que aún sin un explotador que
lo obligue, sólo trabaja (¿Cuánta vida te está costando tu sueldo?, Vivir para trabajar y no trabajar
para vivir). Así aparecen enfermedades como la depresión, la fática crónica o el stress.

El neoliberalismo se ha convertido en un sistema muy inteligente para explotar la libertad. Explota


prácticas vinculadas a la emoción, al juego, al fenómeno de la comunicación. Es que la explotación
más eficiente es la que se hace voluntariamente. Aquella que se establece como la exigencia propia
teniendo en cuenta el rendimiento al máximo como el objetivo primordial.

De esta manera, la libertad hoy se entiende como una virtud individual, como algo personal. Cuando
en realidad ser libre se trata de una realización mutua, sólo dentro de una comunidad puede una
persona considerarse realmente libre.

¿Se puede ser libre dentro de una sociedad sometida?

Marx decía que considerar a la libertad como un acto individual es una astucia del capitalismo, ya
que por la competencia de las personas libres se genera mayor capital, mayor riqueza.

El nuevo capitalismo convierte al trabajador en “empresario”, el llamado emprendedor. Los


trabajadores se explotan entre sí. El sujeto neoliberal es empresario de sí mismo, es vigilante dentro
de su propio panótico. Hoy se hace difícil distinguir entre clases sociales. La pretendida dictadura del
proletariado se convierte en la dictadura del capital. Parece imposible toda revolución social, la que
requiere un enfrentamiento entre explotados y explotadores. Pero otra astucia neoliberal es el
fracasar en la sociedad del rendimiento, que pasa ser visto como un problema personal y no del
sistema. Del sujeto revolucionario pasamos al sujeto depresivo.

La pregunta es: ¿queremos ser realmente libres? Con la religión hemos decidido no serlo.. Porque
frente a Dios no logramos ser libres, la culpa nos condiciona. Pero frente al capital, el nuevo Dios,
tampoco logramos ser libres. Nos sometemos al Dios del dinero.

Para este autor existe una dictadura de la transparencia. Al principio la existencia del internet se
celebró como un medio para alcanzar mayor libertad. Esta ilusión duró poco, la red nos controla. Es
nuestro nuevo sistema panóptico: el digital. Todos nuestros datos están en internet, y de forma
voluntaria. Así, es transparente el sometimiento con la plena y voluntaria visibilidad. Todo se
transforma en información al alcance de todos. Y ésta es sinónimo de productividad, de riqueza. La
comunicación transparente anula el secreto y la otredad. Incluso los políticos deben tener una
personalidad transparente. Y los “consumidores” de ese producto la exigimos, no somos ciudadanos
preocupados por su proceso de toma de decisiones. El votante no tiene interés en la comunidad y va
adquiriendo una actitud contraria frente a la política pública.

El autor señala que desde la “big data” nos conducimos hacia la psicopolítica digital. Así, se puede
intervenir el pensamiento y pronosticar conductas. El poder inteligente puede conocer todo de los
ciudadanos, que se vuelven sujetos transparentes. El poder se expresa por la negación de la libertad.
El pode puede recurrir a la represión pero no puede sostenerse en ella por mucho tiempo. Anular la
libertad es la fase negativa del poder y consolidar el poder con el uso de la libertad es su faz positiva.

Y precisamente el neoliberalismo expresa la fase positiva del poder. Cuanto más fuerte es el poder,
más silenciosamente actúa y hace que el dominado no se sienta dominado. Así este poder es más
eficiente aún que el viejo poder disciplinar. El objetivo es motivar y activar más que prohibir. Es un
poder seductor que busca complacer a las personas volviéndolas dependientes. En lugar de negar la
libertad, la explota. No impone el silencio, estimula la libertad de expresión. “El capitalismo del me
gusta”, uno se somete consumiendo y comunicando.

Foucault habla de poder biopolítico, que es aquel que se vincula con la dominación de la vida, la
administración de los cuerpos. Se los hace productivos, no se los castiga. El castigo como amenaza
no es un fin. La docilidad se vincula con la utilidad.

La biopolítica controla el cuerpo por la vida, pero no controla la mente. El neoliberalismo rompe con
este límite con el “big data”, que se transforma en un panóptico digital. El big data suma palabras
para incentivar la comunicación. El exceso de información y la transparencia extrema disfrazan la
libertad. Nuestro gran hermano Siglo XXI es amable, no prohíbe, te deja “ser libre”. El panóptico no
nos extrae información contra nuestra voluntad, nos “desnudamos” por iniciativa propia.
Comunicación y control coinciden totalmente. Cada uno de nosotros se ha vuelto un panóptico de sí
mismo. El cuerpo está dedicado al consumo. EL poder opera con una sutil metodología, nos hace
sentir libres en la dominación. Nos autoexigimos rendimiento hasta el agotamiento mental.

El neoliberalismo se construye con rasgos religiosos, trabajando sobre el propio yo. El pensamiento
negativo es el nuevo pecado. El yo lucha contra sí mismo, el enemigo es uno mismo. Los couchs son
los nuevos gurúes. La psicopolítica neoliberal convierte el rendimiento sin límites en el nuevo
evangelio.

En este capitalismo que apela a las emociones, lo objetivo es durable y lo subjetivo es fugaz. Genera
la necesidad para consumir y el compromiso emocional para trabajar. La emoción es un factor de
poder de la psicopolítica.

Otro factor de poder de la psicopolítica es la teoría del dataísmo. Todo es medible porque tenemos
una capacidad inigualable de acumular datos y éstos permiten comprender todo. El saber es
sinónimo de poseer datos y la reflexión no tiene sentido alguno. El ser se descompone en datos,
pero no puede responder a la pregunta ¿quién soy?

Estamos atrapados en la era del big data. La memoria digital no olvida nada. Pero recuperar datos no
es memorizar. Recordar datos es un proceso narrativo. La memoria humana crea, por lo que no
existe un único pasado, como pretende la memoria digital. Ésta es siempre igual, siempre recuerda
lo mismo. El big data se transforma en un gran negocio o big deal. El Estado vigilante se fusiona con
los mercados. La total conexión sólo aumenta la conformidad con lo existente, nadie cuestiona.

La información circula más fácil donde predomina lo igual. La presencia de lo otro, lo extraño, la
rebeldía; obstaculizan los datos.

Aquí la función de la filosofía es hacerse el idiota. Éste es el desconectado, el desinformado, el que


está afuera del flujo. Es un hereje moderno que tiene el valor de desligarse de lo establecido. Que se
aparta de lo consensuado, lo resiste. Construye espacios en silencio y en soledad, sólo se dice lo que
merezca ser dicho.

En un mundo aturdido por la libertad de expresión sin límites liberarse hoy es poder callar, es crear
un espacio propicio para decir solo lo que valga la pena.

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