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FET204 12 Semana 15 PDF
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En la clase anterior vimos que mediante el trabajo es que la persona se vincula de un modo permanente
a una obra común, haciéndose así parte de una sociedad o comunidad. Esa sociedad o comunidad es la
que, propiamente tal, puede ser llamada empresa.
La organización empresarial existe gracias al mismo trabajo de quienes componen la empresa; sin
trabajo la empresa no existe y de allí que sea relevante la relación de justicia que debe darse en su
interior. La empresa está llamada a realizar una función social, que es profundamente ética: la de
contribuir al perfeccionamiento del hombre, de cada hombre, sin ninguna discriminación; creando las
condiciones que hacen posible un trabajo en el que, a la vez que se desarrollan las capacidades
personales, se consigue una producción eficaz y razonable de bienes y servicios, y se haga al trabajador
consciente de trabajar realmente en algo propio.
El hecho de que los hombres que conforman la comunidad empresarial constituyen un grupo particular al
servicio de la sociedad entera implica que la empresa, como todas las instituciones humanas, está
ordenada al bien común.
Como hemos visto en el desarrollo de este curso, cada vez queda en mayor evidencia la importancia de
la ética empresarial, no sólo por su valor esencial, sino también, por la influencia que tiene en la calidad
ética de empleados y directivos en la buena marcha de una empresa. Pero ¿qué determina la calidad
ética de las personas? En una síntesis muy abreviada podemos decir que es su carácter, y para ser
puntuales, en las virtudes arraigadas en su carácter. Por ello, la ética está orientada al desarrollo y
formación de las virtudes en cada uno de nosotros.
En general las teorías de organización empresarial no le han prestado demasiada atención a las virtudes
morales. A pesar de ello, se reconoce la necesidad de tener actitudes positivas hacia las personas y
poseer valores para ejercer liderazgos efectivos. Al respecto, podemos señalar que el concepto de virtud
ha sido tratado con otros nombres, o sea, han sido llamadas actitudes o valores. Sin embargo, tener
Es necesaria una ética, que integre los bienes morales (valores) y las normas, sin separarlos del
desarrollo ético personal, esto es, de la adquisición de las virtudes. Lógicamente esto supone una visión
unitaria del hombre y, en definitiva, de una antropología integral.
Hay varias razones que avalan la necesidad de las virtudes morales en la empresa. Entre otras, las
siguientes:
a) Proporcionan un carácter maduro y firme
b) Ayudan a tomar buenas decisiones, las cuales precisan de sabiduría práctica (prudencia)
c) Favorecen el ejercicio de un liderazgo efectivo
d) Contribuyen la creación de una cultura empresarial con calidad ética que favorezca la continuidad
de la empresa.
Es evidente la importancia de la madurez emocional y del buen carácter para las relaciones humanas y,
mucho más, para el gobierno de la empresa. Esta madurez exige fortaleza, moderación y consideración
con las personas.
En el ámbito empresarial es sabida la atracción que ejercen motivos como dinero, poder, reconocimiento
social y muchos otros. Estas son reacciones emotivas, que generalmente reciben el nombre de pasiones,
y empujan a actuar o a dejar de hacerlo, aunque debemos decir que, no siempre la acción humana las
sigue incondicionalmente. Mediante el ejercicio de la razón y la voluntad puede aceptarse el impulso
pasional o rechazarse en caso que no sea conveniente y se posea el autocontrol sobre las propias
pasiones. Las pasiones no han de ser despreciadas, pero sí moderadas. De otro modo, pueden evitar
nuestra autorrealización personal y de paso, causar daño a los demás.
Por ejemplo, el afán de lucro es una motivación en todo negocio; debidamente moderado presta un gran
servicio a la actividad económica y a las personas que se benefician de ella. Sin embargo, si una persona
se deja arrastrar por el afán de lucro se hace esclava de la avaricia, degradándose en su humanidad y
corriendo el riesgo de atropellar a otras personas. Aparece una visión distorsionada del mundo, todo se
ve bajo el prisma económico y en algunas ocasiones inclusive se sacrifican valores superiores en función
del dinero, se subordina el “ser mejor” al “tener más”
Algo parecido podemos decir del afán de éxito, reconocimiento, posición social y tantos otros
sentimientos parecidos cuando se levantan como criterios de acción. La razón indica el bien del hombre,
pero no es suficiente descubrir que hay valores que están por encima de aquello que nos atrae, hace
falta una fuerza interior que nos ayude a actuar bien.
Etimológicamente la palabra griega “areté” y la palabra latina “virtus”, que designan virtud, significan
“fuerza”. Las virtudes son fuerzas interiores que caracterizan a una persona, dándole libertad para actuar
bien.
Al actuar mal se generan hábitos negativos o vicios, que disminuyen la libertad para actuar bien. Así
ocurre con el vicio de la codicia o avaricia, o con la soberbia, que lleva a una disposición de no escuchar
y aún más, a despreciar los pareceres ajenos; o con la flojera (pereza) que impide hacer lo que se debe,
y así con muchos otros, cuya incidencia en la actividad empresarial es evidente.
La prudencia, en conjunto con las otras virtudes morales, tiene particular importancia en las nuevas
formas organizativas, pues hay mayor libertad y autonomía para tomar decisiones y poder ejecutarlas. En
esta situación, la necesidad de que todos los miembros de la organización tengan sabiduría practica
(prudencia) es aún más necesaria que en las formas antiguas de organización.
Está generalmente admitido que para ser un buen directivo se requieren no solo dotes de estratega o de
organizador, se necesita también capacidad de dirigir a otros, esto es liderazgo.
Podemos descubrir la importancia de las virtudes en el liderazgo a partir de una experiencia universal.
Detengamos nuestra atención en una virtud moral que comprende muchas otras: la justicia. Dar a cada
uno lo que le corresponde de acuerdo a la recta razón, que es el objeto de la justicia, favorece la
confianza, la armonía y la cooperación. Por el contrario, las actuaciones injustas provocan recelos,
tensiones y falta de cooperación.
Ser un directivo justo es bastante más que ser un directivo que hace actos justos. Ser justo significa
haber adquirido la virtud de la justicia y, por ello, actual habitualmente de modo justo con prontitud,
facilidad y agrado.
El directivo lidera más por lo que es, que por lo que dice; y lo que es, se manifiesta en lo que hace. El
modo de actuar es más elocuente que un gran número de exhortaciones y declaraciones de buenas
intenciones. Las virtudes, al ser disposiciones estables, dan continuidad a la acción, contribuyendo a
evitar actuaciones incoherentes con las declaraciones de principios.
El líder con virtudes difiere del sugestionador que utiliza técnicas psicológicas para manipular a sus
subordinados para que lo sigan. La sugestión psicológica a la corta o a la larga, va a ser descubierta. No
ocurre así con el líder virtuoso que se preocupa de sus colaboradores de modo sincero y constante,
buscando lo mejor para ellos.
La conducta de los directivos influye en la de los subordinados, por suscitar cierto efecto de imitación. Los
directivos, aún sin proponérselo, crean para bien o para mal, ciertos modelos de conducta evaluados y
aceptados por otros.
Ya hemos señalado que la justicia en el liderazgo contribuye a la cooperación, mientras que la injusticia
genera tensiones y hostilidades. Habría que extender este mismo argumento a todos los miembros de la
organización. En la medida que todos sean más justos, se irá creando una cultura de justicia favorable a
la cooperación y viceversa. Algo parecido puede decirse de la veracidad en las comunicaciones, de la
lealtad en cumplir los compromisos, de la solidaridad hacia el bien común de la empresa, y así
sucesivamente con todas las virtudes.
2. Resumen de la clase
• Las virtudes dan una disposición firme y arraigada en el carácter de las personas que facilitan
actuar y vivir bien, y no sólo una actitud psicológica o una capacidad valorativa
• Hay varias razones que avalan la necesidad de las virtudes morales en la empresa. Entre otras,
las siguientes:
a) Proporcionan un carácter maduro y firme
b) Ayudan a tomar buenas decisiones, las cuales precisan de sabiduría práctica (prudencia)
c) Favorecen el ejercicio de un liderazgo efectivo
d) Contribuyen la creación de una cultura empresarial con calidad ética que favorezca la
continuidad de la empresa.
3. Preguntas de Apoyo
• ¿Qué determina la calidad ética de las personas?
Respuesta: Las virtudes arraigadas en su carácter