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Sebas y Agatha

Sebas era un diseñador gráfico, y aspirante a freelancer; una persona solitaria


que pasaba mucho tiempo entre sus audífonos y su tabla de diseño, y poco tiempo
con otras personas, era introvertido, incluso se podría decir que disfrutaba su
soledad. A simple vista, era apreciable que no había nada sobresaliente en él, no
era inusualmente atractivo, tampoco tenía un físico envidiable, ni una personalidad
magnética, solo era creativo, y sabía dibujar.

Vivía en un apartamento pequeño, de 2 ambientes, que se ubicaba en el


segundo piso del edificio; algo para solteros. Ahí convivía con lo apenas esencial,
los electrodomésticos básicos para cocinar y para mantener la comida, una
lavadora pequeña, y un televisor mediano, el cual conectaba a su portátil para ver
películas, series, o jugar; frente la T.V. había a un sillón de 2 puestos, hacia lado
izquierdo, una mesa que cumplía las funciones de escritorio y puesto de trabajo; al
lado derecho del televisor, una mesa para comer con tres puesto, era una mesa
pequeña de color negro, con tres sillas de plástico blancas con los bordes negros,
y quedaba al frente de un balcón que le daba vista a la calle; hacia la parte
izquierda, al lado de la mesa de trabajo, tenía el baño; y por último el cuarto, el
único del apartamento, era sencillo, apenas tenía una cama individual y el closet
donde guardaba su ropa.

En ese lugar era donde pasaba la mayor parte de sus horas, aunque no los
pasaba en soledad, en ese apartamento de soltero vivía con él una compañera
bastante peculiar, sobreprotectora y de ojos azules, se trataba de Agatha, una
dulce gatita que Sebas había rescatado hace un tiempo, luego de que un chofer le
pisara la cola dejándola herida y desangrándose.

La noche que ocurrió el suceso, era una noche de trabajo común y corriente
para Sebas; se encontraba hasta tarde en su computadora acompañado solo por
su música, las luces de una lámpara de mesa, y de los focos del apartamento.
Cuando trabajaba a esas horas entraba en un trance creativo, donde las ideas se
convertían en líneas y formas.
Pero fue irrumpiendo por un fuerte ruido, el súbito frenazo de un carro lo
devolvió a la realidad, y luego un agudo y terrorífico chillido de agonía le heló
hasta los huesos, y lo puso en alerta.

Se desprendió de los audífonos y corrió hacia el balcón de su apartamento,


justo a tiempo para ver al vehículo salir huyendo, mientras que lo que había
golpeado se encontraba lanzando desesperados alaridos de sufrimiento.

« ¡Santo cielo, golpearon un animal!» pensó Sebas en completo terror, voló por
las escaleras con la respiración agitada y el corazón retumbándole como un
tambor en los oídos. Cuando llegó a la calle, la vio, pobre criatura, su cara era fina
y alargada, con ojos azules y profundos, su cuerpo también era alargado y
delgado; su pelaje corto, blanco con negro y gris; se encontraba remojada en un
charco de su propia sangre, mientras permanecía sentada en el piso, llorando y
gritando de desesperación, con los restos de su cola aplastada aún pegados a ella
y al asfalto.

Sebas rompió en llanto luego de ver a ese pobre animal en aquel estado de
sufrimiento y dolor, sin pensarlo dos veces se quitó la sudadera, quedando solo en
franelilla, unos monos de dormir, y unas zapatillas deportivas. Intentaba acercase
a la pobre gata, pero ella estaba aterrada, lanzaba arañazos y mordiscos en
desesperación y dolor, así que Sebas empezó a hablarle para poder calmarla.

—Tranquila corazón, no quiero hacerte daño, solo voy a ayudarte, te voy a


ayudar a ponerte bien, ya veras, ¿Me dejas ayudarte?

Hasta el día de hoy, Sebas no sabe si fue el tono de su voz, o si de verdad


aquella gata había entendido sus palabras, o si sintió en su corazón que lo le iba a
hacer daño, pero luego de decirle eso, la gata dejo de lanzar arañazos y se dejó
agarrar. Con extremo cuidado, Sebas la tomó entre sus brazos y la envolvió en su
sudadera, teniendo cuidado de no maltratar más su cola destrozada.

La pobre minina aún lloraba de dolor, pero Sebas tuvo que ser fuerte, subió a
su bicicleta y pedaleó rápido, pero con cuidado, hasta llegar a la primera clínica
veterinaria que consiguió, ahí, entro a la sala de emergencias completamente
cubierto en sangre, con la gata envuelta en la sudadera, y sujetándola entre sus
brazos y su pecho.

Los doctores pensaron que era un loco, pero, a pesar de su exalto y angustia
les logró explicar con claridad que traía una gata, y que un carro le había pisado la
cola, y que había botado mucha sangre. Los doctores con cuidado tomaron la
sudadera y se llevaron a la minina a la sala de operaciones. Sebas permaneció en
la sala de espera desde las 12:30 Am hasta las 3:14 AM, cuando por fin la doctora
salió a darle las noticias.

—Se encuentra bien, ahora está sedada, pero está fuera de peligro, ¿Es tu
gata?

—No doctora, yo vivo en el edifico al frente de donde fue atropellada y cuando


escuché el frenazo, y oí sus llantos, fui a ver qué había pasado y la auxilié.

—Pues has tenido mucho suerte, normalmente luego de ese tipo de accidentes
lo gatos se ponen muy nerviosos y no se dejan tocar. De verdad es una fortuna
que te la hayas conseguido, con la herida que sufrió a lo mejor hubiera muerto en
la calle. Si quieres vas para tu casa y vuelves por la tarde para verla, así
aprovechas de dormir un poco tú también.

—Gracias doctora.

—Gracias a ti por haberla salvado.

Sebas se dio media vuelta y volvió en su bicicleta a su apartamento. La


atmosfera del lugar se sentía irreal, como si una sensación de exaltamiento
recorría su cuerpo, a lo mejor era efecto de adrenalina disolviéndose de su sangre,
pero se sentía ligero, como si de un leve salto pudiera tocar el techo.

Prendió las luces, se quitó la ropa ensangrentada y la colocó en una bolsa para
luego tirarla en la basura, procedió a darse un baño y luego tratar de dormir un
poco, en la mañana trataría de terminar el pedido, e iría a averiguar que era de
aquella gata.

Durmió apenas un par de horas, a las 8:00 am ya se estaba levantando para


tomar café y hacerse unas tostadas con mantequilla, se disponía a terminar su
trabajo y luego ir a buscar a la gata.

Ya casi a la hora de mediodía había terminado y logró enviar el trabajo justo a


tiempo, luego de darse una ducha, y almorzar algo ligero partió de nuevo a la
clínica veterinaria, pero a pie, el caminó pareció anormalmente largo, ¿Había sido
acaso la premura con la que había ido la noche anterior?, o ¿La angustia de saber
cómo estaba la minina?, no había certeza, solo el camino.

Con cada paso iba recordando la noche anterior, reviviendo cada sensación,
que a lo mejor por el exalto y la adrenalina, no las había sentido; pero, caminar por
esa interminable calle solitaria hizo que su cuerpo fuera recordando hasta el más
mínimo detalle, lo tibio de la sangre en sus manos y su pecho, las vibraciones del
manubrio de la bicicleta, los desniveles de la calle, el llanto de la gata retumbado
en sus oídos, el frio de la noche, las luces de los faroles.

Su mente recorría lo acontecido como su fuera una película, una noche que no
iba a olvidar por el resto de sus días. Caminó reviviendo cada detalle hasta que
dio con la clínica. Entró por la puerta principal y se sentía extraño, apenas unas
horas atrás había entrado cubierto de sangre, lo invadió el mismo sentimiento que
cuando llego a su apartamento esa madrugada; pero había algo más importante,
algo que hizo que ese sentimiento se desvaneciera tan rápido como apareció,
tenía que averiguar si la gata estaba bien.

Todo parecía de lo más normal, no había señales de la doctora o de las


personas que lo habían atendido, así que se acercó a la recepción y le dijo a la
recepcionista.

—Buenas tardes, esta madrugada llegue con una gata muy mal herida, la
doctora me dijo que podía pasar en la tarde para ver cómo estaba.
—Buenas tardes joven, si de hecho lo estaba esperando, la doctora me había
comentado lo que ocurrió anoche antes de terminar su turno, voy a llamar a otra
doctora para que te lleve con tu mascota.

—Gracia señora.

«Mi mascota» pensó Sebas, hasta ese momento no lo había considerado, pero
todo lo que hizo había sido por instinto, en realidad, nunca se había planteado
tener una mascota, a pesar de que le gustaban los animales, ¿Qué haría con esa
gata? No podía dejarla en la calle, a lo mejor iba a tener que cuidarla por un
tiempo «eso, la voy a cuidarla, al menos hasta que pueda recuperar las fuerzas
para volver», si acaso él tenía el corazón para dejarla ir.

La doctora llegó y lo llevo hacia la parte de atrás de la clínica, donde estaban


los gatos que tenían hospedados; en el camino ella le fue contando las novedades
que le había dejado la doctora la noche anterior.

—Lo más grave fue la sangre que había perdido, a veces pasa que les
aplastan la cola pero no pasa nada; pero parece que esta vez un pedazo de hueso
le perforó la piel, tuvo suerte de que la trajeras, de lo contrario iba a fallecer

Cuando llegaron la gata empezó a maullar, como si lo estuviera llamando, y


arañan la puerta de la jaula para que la dejaran salir; Sebas se sintió aliviado de
ver que estaba bien, pero mientras a gata se movía dentro de la jaula vio como le
había quedado la cola, volteó mirando a la doctora, con una expresión de sorpresa
y confusión, no le había quedado casi nada, apenas unos centímetros.

—Cierto, la cola, lamentablemente el daño había sido muy severo, no había


forma de dejársela y que ella pudiera tener una vida después, lo único que
podíamos hacer era amputársela, lo bueno es que no sufrió daño en otras partes
del cuerpo. Si quieres puedes llevártela de una vez, pero debes tratarla cada 2
semanas para para cambiarle las vendas, y debes tratar de que no se las quite.

Sebas pausó por un momento, mirando hacia el interior de la jaula, hacia los
ojos de la gata, la cual le devolvía la mirada, y lo llamaba con sus maullidos.
—Sí, me la voy a llevar.

—Perfecto, vamos a hacer los papeles, y a pasar por la oficina para hacer la
factura, y darte los medicamentos y cómo los debe tomar; otra cosa, como perdió
la cola su equilibrio está afectado, no creo que pueda volver a la calle, así que no
es bueno que la dejes salir.

Luego de decir eso la doctora abrió la jaula, y la gata fue de un salto hacia los
brazos de Sebas, y ahí se quedo acurrucada, ronroneando, y frotando su cabeza
contra él.

—Bueno amiga, supongo que eso lo decide, a partir de ahora vas a tener que
vivir conmigo —le dijo Sebas mientras la acariciaba.

—Ella sabe que le salvaste la vida, esta agradecida contigo; felicidades, has
ganado una compañera de por vida, espero que a tu pareja no le molesten los
gatos.

—Estoy soltero, además vivo solo, bueno hasta ahora.

—Mejor, los gatos son perfectos para las personas solitarias.

Sebas no le contestó, simplemente fueron hacia la oficina, donde pagó la


factura y los medicamentos, mientras terminaba el papeleo la doctora le preguntó.

— ¿Ya sabes que nombre le vas a poner?

—En realidad no soy muy bueno poniendo nombres, pero creo que la llamaré
Agatha.

—En realidad no suena tan mal… bueno aquí están los medicamentos de
Agatha, esperamos verla dentro de 2 semanas para cambiarle las vendas y
limpiarle la sutura, nos veremos pronto.

Así se despidieron Sebas y Agatha de la doctora, y partieron de vuelta al


apartamento. Luego de eso ella se convertiría en su compañera inseparable,
siempre lo esperaba detrás de la puerta cuando iba a llegar a la casa, se sentaba
en sus piernas o junto a él cuándo trabajaba a esta tarde, lo despertaba cuando se
quedaba dormido, incluso parecía que lo regañaba cuando no se alimentaba bien,
después de un tiempo, no se podría saber quién cuidaba a quien.

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