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La diabetes es una enfermedad en la cual los niveles de glucosa en la sangre están por encima
de lo normal. La mayor parte de los alimentos que consumimos se transforman en glucosa, o
azúcar, que es utilizada por el cuerpo para generar energía. El páncreas, un órgano que se
encuentra cerca del estómago, produce una hormona llamada insulina para facilitar el
transporte de la glucosa a las células del organismo. Cuando se sufre de diabetes, el cuerpo no
produce suficiente insulina o no puede utilizar su propia insulina adecuadamente. Esto causa
que el azúcar se acumule en la sangre.
Síntomas:
Sed excesiva
Pérdida de peso sin causa conocida
Necesidad frecuente de orinar
Hambre excesiva
Cambios bruscos en la visión
Hormigueo o adormecimiento en las manos y los pies
Cansancio extremo la mayor parte del tiempo
Piel muy seca
Llagas que tardan mucho en sanar
Tipos de diabetes:
Diabetes tipo 2: Es la más común y suele aparecer en adultos de mediana edad. En quienes
padecen este tipo de enfermedad, el páncreas funciona, pero lo hace de forma deficiente,
produciendo poca insulina o insulina de baja calidad que no puede ser utilizada de la forma
correcta por el organismo. El resultado es similar: produce un anormal nivel de glucosa en
sangre. Los síntomas son similares, pero pueden tardar mucho tiempo en aparecer, por lo
tanto es muy difícil de diagnosticar.
En síntesis la diferencia básica entre ambos tipos de diabetes es que en la tipo 1 el páncreas
deja de funcionar y no produce insulina y en la tipo 2 el páncreas funciona pero no produce
suficiente, o bien produce demasiada pero de baja calidad; todo eso se traduce en un mismo
problema fundamental: el elevado nivel de glucosa en sangre, que poco a poco deteriora todas
las células del organismo.
Diabetes gestacional: Además de la tipo 1 y tipo 2, la Organización Mundial de la Salud
reconoce la existencia de la diabetes gestacional. Este tipo de diabetes es el que se diagnostica
por primera vez en mujeres embarazadas. Se suele diagnosticar en etapas avanzadas del
embarazo y se produce debido a que su organismo no puede producir o utilizar eficazmente la
insulina necesaria para la gestación. El riesgo para el bebé de una madre que sufre diabetes
gestacional es menor que el de una madre que sufre diabetes desde antes del embarazo, ya
que cuando surge la gestacional el feto ya está bastante desarrollado. De todos modos, la
diabetes gestacional siempre implica un riesgo para el bebe ya que nace con más
probabilidades de desarrollar obesidad y diabetes tipo 2 en el futuro. Las mujeres que sufren
diabetes gestacional también tienen más probabilidades de desarrollar diabetes tipo 2 en el
futuro.
Tratamiento de la diabetes:
El tratamiento básico para la diabetes tipo 1 es comer en forma saludable, realizar actividad
física y ponerse inyecciones de insulina. La cantidad de insulina que se aplique debe ser
balanceada con los alimentos consumidos y las actividades cotidianas. Los niveles de glucosa
en la sangre deben ser vigilados cuidadosamente mediante pruebas frecuentes de glucosa.
El tratamiento básico para la diabetes tipo 2 es comer en forma saludable, realizar actividad
física y hacerse pruebas de glucosa en la sangre. Además, muchas personas con diabetes tipo 2
necesitan medicamentos por vía oral, insulina o ambos, para poder controlar sus niveles de
glucosa en la sangre.
También deben visitar a un proveedor de atención médica para que les vigile su control de la
diabetes y les enseñe a mantenerlo. Además, las personas con diabetes pueden ver a un
endocrinólogo que se especialice en la atención de la diabetes; un oftalmólogo, para los
exámenes de la vista; un podiatra, para el cuidado rutinario de sus pies, un experto en
nutrición y educadores en diabetes que les enseñen lo que deben saber para poder controlar
día a día su diabetes.
Los diabéticos no presentan una mayor prevalencia de trastornos psicológicos que otras
enfermedades crónicas. No obstante, ciertos subgrupos de diabéticos suelen ser más
susceptibles a padecer ciertos trastornos del comportamiento; es el caso de los trastornos del
comportamiento alimentario tales como anorexia y bulimia en mujeres diabéticas insulino-
dependientes; de los estados de depresión y ansiedad en diabéticos complicados de larga
evolución; o de los trastornos en el área intelectual que sufren los diabéticos con antecedentes
de múltiples episodios de hipoglucemia o aquellos en los que inciden varios de los factores de
riesgo ateroesclerótico.
El estrés: El estrés puede afectar al control metabólico alterando los niveles de glucosa en
sangre por medio de la actuación de las llamadas “hormonas del estrés”. El estrés tiene efectos
perjudiciales sobre la diabetes por la elevación de los niveles de glucosa en sangre o la
obstaculización del metabolismo de la glucosa, a través de la influencia del sistema nervioso
autónomo y de las hormonas del estrés sobre el páncreas, el hígado y otros tejidos periféricos.
Conflictos en el entorno social: Los conflictos familiares, de pareja, de relaciones personales,
escolares y profesionales pueden ser vistos como ocasiones en las que los mecanismos
anteriores se disparen como consecuencia de la situación aversiva emocional- o de amenaza o
agresividad- que representan ; pero además, son importantes desequilibradores del control
diabético porque, como consecuencia “residual” de la crisis o minicrisis psicológica , puede
tener lugar una dejación o alteración más o menos prolongada de todos o algunos de los
aspectos de la adherencia al tratamiento (el paciente puede comer más o no comer, negarse
a /u olvidarse la inyección de insulina, renunciar al ejercicio físico, etc.).
En niños menores de seis años, la responsabilidad del tratamiento debe recaer, íntegra
o fundamentalmente, en los progenitores. Hasta los tres años de edad,
aproximadamente, los principales problemas que surgen hacen referencia al riesgo de
hipoglucemias severas, por la dificultad en ajustar las pequeñas dosis de insulina que
precisan y la lógica limitación en la comunicación oral con el niño; al rechazo del niño
al autocontrol de glicemia capilar por la aversión que el pinchazo supone; y a ciertos
desequilibrios en las relaciones con los hermanos si los padres prestan mayor atención
al niño diabético y no tienen cuidado de compensar e implicar a los demás.
En la adolescencia (12-16 años) los cambios hormonales, psicológicos, así como las
relaciones sociales que tienen lugar, abren una nueva etapa en ocasiones difícil de
manejar, ya que las responsabilidades que se les otorga a veces son superiores a su
capacidad de adaptación. El progresivo incremento de los niveles de hormonas
sexuales y los cambios en la composición corporal crean una insulino-resistencia que
puede complicar los objetivos de un adecuado control metabólico, a la vez que
generar inseguridad y sentimientos de culpabilidad en el paciente. Es frecuente en
estos momentos la aparición de trastornos del comportamiento alimentario, rebeldía
ante la familia y actitudes negativistas que ponen en peligro el control glucémico. Es en
esta etapa donde la labor de un buen educador y un eficiente equipo multidisciplinario
de ayuda al diabético alcanza sus máximos retos, siendo imprescindible establecer una
relación con él en la que predomine la confianza mutua, desarrollar programas de
información atractivos y homogéneos y otorgar responsabilidad. La actuación
psicológica de apoyo en esta época no es selectiva ni específica por el hecho de ser un
paciente diabético. El trabajo terapéutico sólo requiere de una buena preparación en
clínica por parte del psicólogo y un conocimiento adecuado de la enfermedad.
Algo absolutamente necesario para evitar las crisis o problemas que surgen en la adaptación y
mantenimiento del diabético a las exigencias de su nuevo estado, cualquiera que sea su edad o
circunstancias, es una completa, adecuada y continua educación diabetológica.
La educación diabetológica se considera hoy, por tanto, la piedra angular en todo programa de
tratamiento. Sin ella, difícilmente se pueden obtener objetivos adecuados y razonables que no
sean la mera subsistencia en espera de las inevitables consecuencias a medio y largo plazo.
La educación del paciente crónico en general, y del diabético en particular, puede ser definida
y entendida como un proceso diseñado con el propósito de influir sobre su comportamiento
directa o indirectamente relacionado con el mantenimiento del mejor estado de salud posible.
La educación debe proporcionar la adquisición de los conocimientos indispensables acerca de
su enfermedad que desvanezcan mitos infundados o tergiversadores y que le permitan una
comprensión aproximada del porqué de su estado biológico; el desarrollo de las habilidades
necesarias para su autocuidado en la extensión que su edad, posición y circunstancias le
permitan; y a la vez, debe conducir a los cambios necesarios en el comportamiento del
paciente como para que los objetivos médicos de control del trastorno puedan cumplirse. Es
de suponer que la educación favorecerá una actitud positiva hacia el nuevo estado de salud y
proporcionará al paciente la seguridad y el estado emocional necesarios para afrontar su
nueva vida y que se dan cuando la autoestima y la sensación de control actúan.
Además de los típicos problemas de comportamiento que pueden aflorar en ciertos pacientes
en los que confluyen cierto tipo de características personales, familiares y ambientales, lo más
común en el mundo de la diabetes es toparse con problemas más o menos generalizados
sobre el mantenimiento de la adherencia al régimen de tratamiento.
Buena parte del trabajo psicológico con pacientes diabéticos deberá destinarse a reparar los
efectos de los diferentes tipos de circunstancias e interacciones que impactan sobre el
diabético provocando que su propia conducta sea el mayor y principal factor de riesgo para su
salud. El trabajo reparador sobre este tipo de problemas del comportamiento se parece mucho
al trabajo clínico habitual en Psicología de la Salud, y cualquier psicólogo clínico especializado
en salud y diabetes puede llevarlo a cabo sin más esfuerzo adicional que el necesario para
conocer las peculiaridades médicas de la diabetes de interés para la intervención psicológica.
También otra parte del trabajo psicológico con pacientes diabéticos, de igual o mayor
importancia , pretende construir más que reparar o reconstruir, y por ello trata de optimizar el
papel del comportamiento en el logro de la mejor bioquímica posible y la consiguiente
evitación o retraso de las consecuencias de la diabetes a medio y largo plazo. Se trata de
intervenciones que sí resultan específicas para la diabetes, por lo que la formación habitual de
un psicólogo clínico no incluye la preparación en este tipo de intervenciones; representan
intervenciones orientadas hacia la potenciación u optimización de la incidencia del
comportamiento sobre el control diabético general. Se trata de cómo intervenir sobre el
control de las hipoglucemias y las hiperglucemias, y cómo emplear el entrenamiento en
discriminación de niveles de glucosa en sangre como mecanismo de “feedback” que permita al
paciente tener conciencia de su estado glucémico y adecuar su régimen en cada momento.
En la mayoría de los casos, el diagnóstico de diabetes tipo II llega como resultado de un análisis
de sangre realizado por otro motivo diferente a la enfermedad. Es por eso que tras el
diagnóstico se producen diversas reacciones. Las respuestas más frecuentes son:
incertidumbre y miedo (34 por ciento), ansiedad y enojo (30.5 por ciento), estrés (28.5 por
ciento) y depresión (18.5 por ciento).
Es por ello quedemás del tratamiento médico, el psicológico es fundamental para combatir
esta patología, ya que entre otros aspectos mejora la adherencia al tratamiento y la aceptación
de la misma por parte del paciente.
Y es que una de las primeras reacciones suele ser la de incredulidad: “Esto no me puede estar
pasando a mí”. Aceptar la patología y cumplir el tratamiento son aspectos fundamentales para
el autocuidado del enfermo, que además ha de moverse en un contexto social que tampoco
ayuda mucho a quienes padecen esta patología.
Los profesionales de la psicología tienen un papel importante a la hora de dar pautas que
permitan aceptar la nueva situación a que da lugar la enfermedad y a convivir con ella.