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LAS ALTERACIONES DEL LENGUAJE INFORMÁTICO:

UNA REVOLUCIÓN TERMINOLÓGICA

El desarrollo humano y su lenguaje, ligado irremediablemente a las prácticas ejecutadas

en sociedad, comprenden una serie de evoluciones y ampliaciones a través de la

historia: las edades del mundo –de la Edad de la Piedra a la Era Informática– suponen

condiciones sociales específicas en las que el idioma se expande constantemente por la

inercia del cambio. Así, las terminologías, lecturas sígnicas y formas de emitir y recibir

mensajes se integran a esas condiciones sociales. El propio cambio lingüístico

construye, constituye, cambia, define y contribuye a las estructuras sociales.

Pensemos, por ejemplo, en la inclusión de reinterpretaciones terminológicas y

neologismos varios de la era ligada a los medios masivos (cuyo principal detonante se

encuentra en la aparición de la imprenta de tipos móviles de Guttenberg en 1450):

vocablos propios como televisión o telégrafo suponen ampliaciones lingüísticas no sólo

en la recepción de sus nombres (sus componentes léxicos, sus raíces, se encuentran en

têle, visio y grapho respectivamente) sino también en la propia forma en que el lenguaje

se desenvuelve como herramienta comunicativa, es decir, ¿cuál es el impacto específico

y directo de cada medio determinado en la comunicación? Esta pregunta es válida en

tanto que van y vienen nuevas herramientas destinadas a facilitar no sólo la emisión del

mensaje sino la propia creación de este.

El objetivo de la presente investigación es revisar y exponer las formas

lingüísticas cambiantes en la era de los medios masivos, y la función de las plataformas

virtuales para resolver tareas, como también identificar los términos propios de cada una

de sus manifestaciones y los impactos sociales detrás de la modificación.


Es importante, pues, mencionar el Cuestionario para el estudio coordinado de

la norma lingüística culta de las principales ciudades de Iberoamérica y de la

Península Ibérica (1971) como uno de los grandes antecedentes en este tipo de estudios.

En él se incluyen las formas léxicas más comunes en muchas de las manifestaciones e

interacciones sociales de la actualidad. Basta revisar algunos campos semánticos

propios de, por ejemplo, el teléfono: llamada, disco, auricular, fono, tubo, marcar, larga

distancia, interurbana, timbrar, colgar; también son válidas las formas de contestación

que funcionan como claves identitarias y enunciaciones específicas para inaugurar una

conversación: aló, diga, al habla, entre otras1. Lo mismo sucede, claro, con los términos

adquiridos mediante el telégrafo: telegrama, ordinario, cifrado, radiograma, cablegrama,

telefonema; y aquí entra en juego también la forma social de resolver los altos costos de

los mensajes: si el costo en un telegrama está sujeto a tabuladores de palabras o

cantidades específicas de letras, la comunicación adquiere una virtud más compacta

aunque no precisamente más sencilla. Es decir, en el uso del telegrama los usuarios

adoptaron una serie de combinaciones léxicas que desembocan en neologismos útiles en

el contexto de la herramienta: unión de vocablos como saludos/afectuosos y

nos/veremos/pronto generaron pautas específicas para resolver los costos del servicio.

Lo mismo sucede con todas y cada una de las vías de comunicación que, con el

paso de la historia, se adhieren a las convenciones sociales. El idioma se nutre de

extranjerismos por la necesidad de nombrar aquellos factores nuevos que no están

cubiertos en el habla cotidiana. Hablamos, entonces, de Lenguajes especializados que

pasan de formar parte de terminologías precisas y técnicas, a la cotidianeidad y la

comunicación más ordinarias.

Incluso este impacto es una forma totalmente viable para medir el impacto de

determinado medio comunicativo en un entorno social. Hablar entonces del lenguaje


1
más próxima a nuestra era, el lenguaje amplísimo y aún en crecimiento: Internet. El

lenguaje digital de internet conlleva sus propias formas terminológico-léxicas no sólo

como herramienta sino como contenedor de cientos de plataformas. En pocas palabras,

podemos decir y proponer que Internet, los teléfonos inteligentes y los computadores no

son equivalentes exactos del teléfono o el telégrafo, puesto que no son límites de sí

mismos, no tienen un principio y un fin sino una expansión infinita. Internet (usando

mediante aparatos específicos) alberga plataformas con lenguajes propios: Twitter,

Facebook, bandejas de correo electrónico, bancos de imágenes, procesadores de texto,

portales de música, etc.

Al respecto, Elena Carpi apunta, respecto al término e-mail y su uso publicitario,

lo siguiente:

La 'e', abreviatura de electronic, se convierte en un prefijoide que crea un "híbrido"


caracterizado por el mismo significante de la palabra 'emoción', y que sugiere las
nociones de rapidez y de movimiento. El anuncio intenta persuadir al lector de que la
adquisición del producto puede proporcionarle la capacidad de moverse virtualmente,
matiz contenido en la ‘e´, y que semejante posibilidad no sólo le hará feliz, sino que le
"e-mocionará" (p. 74).

Esta reflexión nos lleva a cuestionar una de las propuestas que expone Juan

Carlos Tordera Yllescas:

el lenguaje artificial es un puro álgebra que, per se, no se produce con intencionalidad.
En cambio, el lenguaje natural va más allá de los aspectos digitales (v.gr.: fonología,
morfosintaxis…) y está ligado a la intencionalidad, la metarrepresentación (qué cree el
hablante que sabe el oyente), los deseos, las emociones…, todos ellos, aspectos
analógicos de los que difícilmente puede dar cuenta un “hablante-oyente digital” (p.
342).

Es valioso, entonces, acotar la diferencia entre “simular” y “equivaler” que

apunta el propio Yllescas: los correctores virtuales, que coexisten en todas y cada una

de las plataformas virtuales, son cerebros, inteligencias artificiales que comprenden una

serie de reglas idiomáticas que no comprenden la totalidad de las posibilidades

lingüísticas que la inteligencia natural visualiza.


Si lo que pretendemos estudiar es la forma en que aparecen y se usan estos

términos (neologismos, extranjerismos, contracciones), la forma en el que el lenguaje

muta y funciona mediante ciertos límites o especificaciones espaciales o léxicas, es

importante establecer las teorías funcionales en este sentido.

Si en primer lugar vamos por la cuestión terminológica, el artículo “Lenguaje

informático y lengua española”, de Elena Carpi, es fundamental. Su objetivo es el

tratamiento idiolecto de Internet, es decir, el uso de la lenguaje diversificado en foros o

chats enfrentado al, digamos, “formal-oficial” presente en notas periodísticas. También

ocupa la necesidad de comprender las formas en el que castellano abrazo las formas

idiomáticas específicas del lenguaje informático.

El artículo “Alteraciones del lenguaje en la era digital”, de Ernesto Antonio

Parrilla, se ocupa de los nuevos códigos de la comunicación informática como formas

unificadoras entre usuarios. No se trata, pues, de una intención separatista sino de

unidades lingüísticas que unifican usuarios más allá de sus nacionalidades. La

dimensión idiomática, entonces, adquiere un significa distinto. Hablamos de un Nuevo

Lenguaje.

“Puentes entre la lingüística computacional y la psicolingüística”, artículo de

Juan Carlos Tordera Yllescas, se ocupa de las cuestiones enunciativas que marcan

diferencias entre la categoría lingüística humana enfrentada con la artificial, esto

mediante elementos identificadores de la comunicación como la prosodia, y también

abarca los elementos creados con el fin de emular lo humano mediante la lingüística

computacional.

También, para la respectiva construcción de contextos sociales y relación

lengua-usuario, el análisis crítico del discurso de Teun Van Dijk resulta útil para

descifrar las formas en que actúa el lenguaje en sus usuarios, las relaciones de poder que
se estructuran y dirigen, quizá, las mutaciones léxicas y lingüísticas a determinados

sitios.

Finalmente, es importante acotar la situación que presentan la terminología de las

plataformas tecnológicas. Pensemos, por ejemplo, en que un estado en la plataforma

Facebook es un texto que expresa, según propia terminología de la red social, el

pensamiento del usuario que emite el mensaje. Ese mismo término, una pensamiento, un

“estado” –que puede hacer referencia clara al estado de ánimo, estado de la cuestión

humana– es equivalente a un tweet o tuit de la plataforma Twitter, cuya particularidad y

diferencia con el estado de Facebook es, únicamente, su extensión limitada. Ambos

términos siguen las mismas pautas casi de forma idéntica, pero poseen terminologías

diferentes que distinguen un producto del otro.

Podemos, así, realizar un ejercicio similar al que se presentó líneas arriba

mediante el Cuestionario para el estudio coordinado de la norma lingüística culta de

las principales ciudades de Iberoamérica y de la Península Ibérica; una lista de

apropiaciones, neologismos, tecnicismos y en general terminologías que se enmarcan en

un capo léxico específico. El caso de Google, plataforma más visitada del mundo,

podemos pensar en: búsqueda, el verbo googler, doodle, búsqueda rápida, por voz o

imagen.

Mismo ejercicio clasificatorio puede realizarse en la plataforma Outlook,

espacio de comunicación escrita a distancia cuyo antecedente se encuentra, por

supuesto, en la escritura epistolar: email, adjunto, archivo, firma, enviar, reenviar,

dirección, etc.

En bases generales, podemos hablar de una revolución digital en lo que se

refiere a términos y sustancia idiomática. Un lenguaje, como un idioma, es un espacio


vivo que responde a las interacciones, demandas y movimientos sociales de sus

ejecutantes. No cabe duda que el lenguaje de internet es, también, un espacio vivo. Los

términos como HTML, nube o RAM están en circulación plena adhiriéndose a la lengua

sin importar la raíz que haya originado determinado situación idiomática.

La necesidad primordial de las herramientas virtuales, especialmente la actual

necesidad de Internet como espacio intangible para mayor comodidad en el mundo real,

obliga a que estas mutaciones lingüísticas estén presentes y perduren. Los lenguajes

gráficos que emiten mensajes a través de emoticonos, imágenes o dibujos irán cobrando

mayor valor y protagonismo, quizá con el paso del tiempo y la entrada de una probable

era gráfica. Entender estos fenómenos, analizarlos críticamente, es absolutamente

imprescindible.
Bibliografía inicial

Parrilla, Ernesto Antonio (2008). Alteraciones del lenguaje en la era digital. Comunicar,
XV(30),131-136.[fecha de Consulta 7 de Diciembre de 2019]. ISSN: 1134-3478.
Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=158/15811864021
Carpi, Elena (2002). Lenguaje informático y lengua española. Atti del XX Convegno
[Associazione Ispanisti Italiani] / coord. por Domenico Antonio Cusato, Loretta
Frattale, Vol. 2, 2002 (Testi specialistici e nuovi saperi nelle lingue iberiche), ISBN 88-
86897-07-3, págs. 73-84. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?
codigo=2356515
Van Dijk, Teun (1999). El análisis crítico del discurso. Anthropos (Barcelona), 186,
septiembre-octubre 1999, pp. 23-36. Disponible en:
http://www.discursos.org/oldarticles/El%20an%E1lisis%20cr%EDtico%20del
%20discurso.pdf
Tordera Yllescas, Juan Carlos (2011). Puentes entre la lingüística computacional y la
psicolingüística. Revista de Lingüística y Lenguas Aplicadas, [S.l.], v. 6, p. 341-352.
[fecha de consulta 7 de diciembre de 2019] ISSN 1886-6298. Disponible en:
https://polipapers.upv.es/index.php/rdlyla/article/view/914

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