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Sueños. Serie 2020.

1. Lunes 23 de marzo.
(a). Universidades patagónicas.
Veo en un mapa catastral de la Argentina a que hospital te derivan por
pertenecer a cada provincia. Y si en el norte el color se ajusta a toda una provincia (es
decir, que hay un hospital por provincia), el sur presenta una variedad de colores y
hospitales (hay varios hospitales por provincia). De algunas de ellas veo la imagen.
Entonces quiero tomar cerveza, me bajo un litro de una botella marrón, que después
sigo tomando del tacho de basura. Había ido a uno de los hospitales del sur, pero el
mapa del país es diferente. Al sur del Río Negro hay un montón de hospitales, muy
modernos. Ahora son universidades, una universidad con el nombre muy largo,
compartida con Chile. Y ahí es donde me tomo esa cerveza. Estoy hablando con Víctor.
Quedo medio bobo después del alcohol.
El edificio de la universidad/hospital patagónica queda sobre un paisaje
hermoso, húmedo, con lagos, bosques y montañas, y es un edificio moderno de madera.
Son edificaciones evidentemente nuevas.

(b). Fragmentos sin relación, palabras: Oaxaca. Eclesiastés. Peste.

2. Martes 24 de marzo.
(a). Vomito caca.
Con Giselle Baigorri. Ella va a venir a casa. Después también es Ro. Estoy con
una gatita nueva, acariciándola. Vomito caca, un líquido con sabor horrible, unas heces
color verde descompuesto. Gi y su vieja me ven vomitando, después me tomo y
compartimos un mate. Ahora Gi es Ro. Sigo con náuseas, salgo al pasillo y al baño, a
vomitar de nuevo. Pienso: la gata debe tener parásitos. (Sensación de asko al
despertar).

(b). Viaje a Indonesia para latinoamericanos.


Sale 1500 pesos, te llevan a un aeropuerto en Estados Unidos, y de ahí te
enseñan un (ilegible) qué hacer, cómo hacer, con un guía chino que toma una cerveza
rara. Uno de los del grupo se quejan de que eran argentinos… (ilegible). Pienso: qué
raro piensan los chinos que hablan español. Vigilo mi plata. Acompaño –soy el guía- a
los (ilegible) al albergue, que es mi casa. Y de ahí, quiero ir a comprar cerveza, así que
pido a alguien que me acompañe (calculo que estamos en Indonesia, y que por eso
pido que me acompañen). Un detallo. Yo soy como un robot cocinero y tengo un
combustible que es un líquido que me permite ser yo y sólo yo; llego a casa y hay otro
abierto; dejamos la misma marca pero con eso “no soy yo”: es el mismo. Pero a su vez,
yo ya soy el otro, el que ya estoy tomando. (Luego ese líquido es el envase de la cerveza
abierta, pienso: va a perder el gas).

3. Miércoles 25 de marzo.
(a). ¿?
Muere un escritor chileno (Ariel Dorfman) y uno argentino, de lo que iba el
resto del sueño, sin acordarme de este, este año, en un lapso corto de tiempo (¿uh?).
Veo un sticker de Whatsapp pegado por Wal en la pared del jardín de invierno
de casa, en respuesta a otro que ya había (el de la muñeca pastora que mira a otra
muñeca, y forman una serie).
Antes: ¿estoy con Fran? Cómo hacer dinero: vender y recomprar una revista
(¿National Geographic?) en el centro de la ciudad.

(b). Los cartoneros del ártico.


Veo un video anunciando a vientos calmos, o algo así, que sería el único lugar
del círculo polar ártico sin nieve y con vegetación donde pueden crecer árboles. Voy con
mis espasa-calpe (no: quise decir mis diccionarios enciclopédicos abreviados de 1939)
a estudiar pero me tengo que ir y debo dejar uno en el camino (muy a mi pesar).
Salimos. (Recuerdo muy pocas cosas del ártico. Recuerdo que es un lugar
verde, donde corren niñas, hay árboles, sauces. Al salir, es como caminar en una
ciudad, parecida a Buenos Aires. Es como salir de un parque, a pesar de las
indicaciones geográficas). Pasan micros, pero con Fran y Wal decidimos ir en la
carreta de un cartonero que nos dejaría en San Telmo; con su esposa ayudamos a
cocinar en espera de él veinte croquetas rellenas de queso en una olla de aceite
hirviendo y yo, asustado, me corro, mientras pienso que no sabe cocinar…la hija de ella
me dice que corte morrón, pero con el cuchillo y la tablita que me da me cuesta
muchísimo. Escuchamos psytrance y nos crítica la música. Veo el cajón que ella usaba
en secundaria escrito con cosas como “distingo la voz de mi conciencia, lo que me
habla” (no literal). Antes de eso, me siento sobre mi mochila, que pesa un montón,
esperando que arranque el carrito, pero como aun falta, me bajo y nos ponemos a
cocinar. Se me sale la gorrita y me la saco, elles se cagan de risa de mí. Me desato el
pelo y me preguntan si tengo concha, a lo que respondo: “sí, soy travesti”.
Hablo con el padre de familia y me dice que el subjetivismo individualista está
en boga acá y en Indonesia. Yo le hablo, (ilegible), claro, la idea de que “yo ahora
llegamos a San Telmo, me bajo del carrito, vos doblás la esquina y después chau, no
existís más (ejemplo de lo que sería el subjetivismo individualista neoliberal). Le pido
más detalles sobre esto en Indonesia, limitándose a decir que sería este ideario el que
allí impera. Cocina peligrosa, me alejo para no quemarme. Voy y apago el gas de dos
hornallas.
Me dicen que les caigo bien porque acepto y me río de los chistes que se me
hacen.

4. Jueves 26 de marzo.
(a). Fragmentos sin relación, palabras: Dos apellidos, Torá, Cuba.
(b). El tren fantasma.
Escenario de un juego en el que se sube a un tren. Se baila, con un aditivo de
suspenso porque en el momento se ve que el vagón se va separando del resto del tren
(pero es solo parte del guión). Bailo mucho con otros gatotis (¿wtf?), le bailo a Wal y
me manda emojis de gatos.
(c). Hotel. Plantas como verlas del frente podadas.

5. Viernes 27 de marzo.
(a). Dioniso Seidel con el pelo corto.
Vemos en un musical que coger dentro de determinadas secuencias de
movimientos y estímulos corporales hace que el orgasmo sea más intenso. Veo a Dionis
en un local del centro, bailo frente a él “como si no me viera”, usando una barandilla y
una escalera para dar unos saltos.
Después cogemos de esa manera que me recuerda al Surya Namaskara (en
sánscrito, saludo al sol). Es una especie de sótano, que queda en mi casa, y ambos la
pasamos genial, sin penetración. Recuerdo sus labios morados y el impulso de
contener/guardar y de ascender/bajar (saltando) para maximizar el orgasmo.
Después me cuenta de una amiga suya que quería coger con un amigo de él,
pero que es como un hermano, que “no daba”. Comentarios en youtube (¿?).

(b). Agustín Petrongolo, huye de la ley.


Escapan de la ley cinco argentinos, Iván y yo. Formo parte de ellos. Llevan un
bric (¿?) con ellos. Se rompe el molinete de la estación de Gonnet. Después ven a una
monja huir de una tienda de libros, ¿robó? No sé, pero llaman a la policía por las
alarmas. Nos escabullimos. Uno de nosotros baja con un disfraz a encarar a los oficiales
de policía. Nuestros documentos falsos y robados están en el piso, los agarro y en el
acto selecciono uno solo, dni y pasaporte, para mostrar a la policía. El dni que agarro es
el de un tal Agustín Petrongolo.
(Ilegible) chico de panza plana y pelo largo.
(Antes de todo esto, soñé un montón, con Clara Jaidar, y otros chicos. Pero no
recuerdo).

(c). Epidemia e Ignacio.


En un local de estación de servicio. Ignacio, que hace un rato era mi viejo, pide
que me ate el pelo y me pregunta si me puedo (ilegible). Yo le digo, “¿eh?”; veo, en
frente, una pareja de lesbiana.
Antes, estoy con mi vieja y ¿Leticia la bibliotecaria? frente a casa, vamos a una
fiesta. Después Leticia se adelanta y la tenemos que juntar en el camino, pero la
estúpida que conduce la pasa de largo y, después, no sabe dar la vuelta. Sólo se puede
doblar en un lugar. (Además, le recrimino que no me convidó porro).
Reelaboración: ellas están fumando. Yo, en el auto, - es de noche- le pregunto
porque no me convidaron y me dicen que era porro y yo les contesto, sí, ya sé, sino no
les diría. Otra cosa interesante del sueño: que recuerda la ciudad como en un clima
pesadillesco, tonos negros y rojos como en Silent Hill 3, figuración, sin duda, del
aislamiento social obligatorio.

6. Sábado 28 de marzo.
(a). Pesadilla con Alf al frente de casa o “miedo a que me roben”.
Sueño en el que vuelvo a casa de noche en micro, de un bar al que me invitaron
Iván Violando y otras personas de la facultad. En algún momento le hablo de la persona
que cobra, del invitado de compromiso. (En el bar veo entrar al hombre que conduce el
eco bus en la facu, nadie lo saluda por el virus).
Llego a tomarme el micro, aún es de día. Pero después, cuando bajo, es de
noche. Me subo al norte 12 en la esquina del colegio. Me cuesta pararlo. El micro para
recién en la esquina y yo me tuve que parar por delante. Después le dije quinientos
uno…en centenario… (y me equivoco, porque le iba a decir quinientos cinco: en la repu
parece que están armando campamento y tomando tierras, y dada la proximidad de
quinientos uno con la repu me da miedo que me vean caminar algunos de ellos, que
ahora andan pidiendo monedas aun de noche, y me siga hasta casa y me robe.
Antes de subirme al bondi pienso en ellos y los imagino grafiteando paredes,
enturbeciendo” un barrio que hasta antes de la emergencia era “tranquilo”. Veo, desde
el campo que era mi escuela, en el que me figuro ala repu, una bandada de aves rosas,
parecidas a flamencos. Se posan en un árbol (desde la casa de Fran se ve, por las
tardes, una bandada de aves negras posarse en los árboles del monte, describiendo
un círculos en el aire).
En el micro la sube me tarda como cuatro intentos en pagar, luego me quedan
dos pesos. De golpe, abro los ojos y me pasé de parada, el sueño “se comió”, por así
decirlo, la visualización del viaje. Es de noche y vengo pensando en la diferencia entre
un micro de línea y el plaza que te lleva a Buenos Aires “donde los pasajeros se bajan
por delante, mientras los demás usan el celu”. En el semáforo de 501 lo veo pidiendo
monedas a un hombre, y preparo un fajo de billetes (todos son de cinco, o diez, pero
también de valores extraños como de cuarenta y cuatro pesos, y números así) para
dárselos y quedar bien. Pero bajo del micro y veo que es mucha plata, los guardo y ni lo
miro para que después no me siga pensando que tengo más de lo que le hubiera dado.
En la garita del guardavías hay otro hombre y me genera más miedo. Bajo por 502
hasta la cuadra de mi casa, pensando cosas de talante literario: que mi viejo, si muero,
va a aprovechar para escribir, ¿qué cosa? sobre mí y mi muerte “aprovechando que es el
padre de Renzo Pesano”. Menos no podría hacer.
En la esquina de 10 y 502, donde está el jardín, se me cae todo lo de la mochila,
cuadernos, dibujos, libros y monedas. Lo tengo que sujetar porque dicen mi nombre los
dibujos y me da vergüenza que por la mañana los miren los vecinos, además de que no
quiero perder los libros. Me desespera una cosa: las llaves, pero las encuentro. Por 502
pasa un uach en motito sin patente y haciendo la willi al verme. Ansiedad. Pero llego a
casa bien, después d ejuntar todo.
Remate pesadillesco: escucho ruidos. Estoy en mi pieza de abajo con la cama sin
sabanas ni funda; voy a la mirilla de la puerta y veo UNA MANO en el picaporte –y son
más de las 12 de la noche-. Abro y es un horripilante muñeco de Alf queriendo abrir la
puerta, pero al lado está mi viejo que dice que no me preocupe y que tan solo está
arreglando unos cables. Está parado sobre una escalera. (Sensación de pánico al
despertar).

7. Domingo 29 de marzo.
Tres misceláneas poco nítidas.
(a). San Martín cruzando el Everest, en Chile (el Everest no los Andes). Una
montaña gigante. Dándole la bienvenida, Perú y a la frente (??) Perú. (??) Extranjera.
(b). Sueño que rechazo a un hombre horrible en la cama para estar con una
mujer, que encima es Rocío. Construyó una cama cavando un pozo en el suelo y
cubriéndolo con una frazada.
(c). Soñé con Clar. Que la llevamos en auto a visitar el terreno de Bernardo, pero
que después ella no vuelve a mi casa, sino que se va a la suya (literal escribí esto, y no
recuerdo nada, fue un día muy desmemoriado).

8. Lunes 30 de marzo.
(a). Demetrio. Caracoles violetas y psicotrópicos.
Sueño con la guerra encabezada por un general en el territorio de un enemigo
que tras la primera batalla desaparece y no se vuelve a dejar ver (cf. la historia de Atrio
Flaminio, del capítulo XII de Paradiso, de Lezama Lima, en la que se inspiró este
sueño).
Antes de eso, con mi tía Lorena.
Antes, con unos caracoles de baba violeta que hay en un barrio (¿qué barrio?) y
que tienen efectos alucinógenos. Se consumen junto a un frasquito que saco de una
casa (sin ese frasquito, recuerdo, los caracoles no surten efecto). Estoy con Joaquín
Grosso y con Lautaro García.
(¿Había hablado por teléfono con Rocío ese día, y le había mostrado un
caracol vacío, o eso fue al otro día, y con la intención de explicarle lo que había
soñado?).
(b). Sueño con una persona con el cráneo partido, que viene de México a
operarse a Colombia (¿?).

9. Martes 31 de marzo.
(a). Con la pasti en el bolsillo.
Me compro una pasti (metanfetamina) en McDonald’s y voy con Rodrigo (mi
primo) y mi vieja al cumple de un familiar de ella. Voy con la pasti en el bolsillo (de la
campera roja que era de mi viejo). En el camino, pasamos por la ciudad (La Plata) de
noche, hay un museo militar lleno de soldados (figuración del aislamiento preventivo
con la policía en las calles).
Estamos en la fila para entrar al evento y saludo a mi prima Amalia, nos
empujan desde el fondo (tengo un recuerdo escolar asociado a que me empujasen en
la fila de la formación).
Los patovas me hacen entrar, uno me revisa, hace un gesto y me dice que espere
fuera. “Claro”, me digo, “tengo una pastilla en el bolsillo”. Pienso, mientras espero, si
tragarme la pasti antes de que venga el patova a hablar conmigo en la vereda (recuerdo
una escena de una serie, El método Kominski, que vi la noche anterior junto a mi
vieja). No lo hago.
Después hablo con el patova que me mira los ojos verdes. Veo el lugar, me
pongo a amasar la torta, con chocolate (no es un bizcochuelo, sino una masa, como si
fuera a preparar una tarta). Mi viejo hace lo de siempre: dejo todo sucio y cuando
vuelvo ya lo limpio (si yo ensucié, y ya volvía a limpiarlo, ¿por qué no dejó que lo
limpiara yo? Respuesta: es un obsesivo). Hago una masa blanda de tanto amasar. La
aplasto: parece un acordeón de chocolate.
(b). Canalización de espíritus.
Horario: mediodía.
Soñé que en la casa de Fran (la casa a la que se mudó, en el fondo de Villa
Elisa, El Rincón, si bien la figuración del barrio en el sueño está distorsionada, como
de costumbre) estaba viviendo toda su familia; de quienes me acuerdo, exclusivamente,
de su hermano y su hermana y de su vieja (a quien conozco en persona). Ando, en el
patio, con una bicicleta verde, que es muy flexible. Me choco contra una planta y me
caigo, pero sin lastimarme.
Vamos caminando por el barrio con Nico, Fran y Clar. Después llegamos a una
estación de servicio, y estamos con Sofi Guzmán. Ella, Fran y Nico suben a un techo y
cuando bajan, Sofía dice que vio espíritus, el espíritu de Lenin recuerdo.
Entre tanto, yo me había quedado con Clar en el patio, estábamos sentadas
alrededor de una mesa…se hace de noche, se prenden las luces de la estación de servicio
al fondo, pero, en donde estamos la oscuridad es total. Como cuando voy caminando
por la 137 de noche, sin luminarias, veo pasar personas a nuestro lado de la que sólo se
ve una silueta.
Cuando Sofía nos cuenta lo de las presencias que vio en el techo, con Clar nos
miramos: no le creemos lo que dice, pero no se lo decimos. Por otra parte: “si es
verdad”, le digo, “quiero subir a ver”. Subo. Siento algo al pisar la terraza, que no sé
bien qué es lo que es, pero me caigo al suelo y me despierto.

10. Miércoles 1ºro de abril.


(a). La siembra del ajo.
Horario: siete u ocho de la mañana.
Voy a lo de Fran y por iniciativa propia planto ajo fuera y dentro de la casa.
Afuera, en la tierra y dentro, en las baldosas rojas, que son como las que había en el
living de casa. Espero a Fran fuera de la casa. Queda en “un barrio”, que tiene ese
mismo aire de monte que El Rincón, pero en donde lo agreste, por así decirlo, está
acentuado. Siento que la tierra es fértil, al igual que en El Rincón.
Entra Fran y no es él: es Agus Bellido. Le pide la motosierra a un vecino, y viene
con él, que es un hombre mayor, y simpático. Fumamos porro, y les hablo del ajo, me
dicen que voy a hacer de la casa un vivero, hasta que les muestro, dentro y fuera, los
lugares en donde están creciendo las plantas, que salen con tallos verdes y hojas que
parecen las de la planta del brócoli. Una de las plantitas se secó, y me da pena verla, con
el tallo amarillo, quebrado en su base. La sacamos.
Dentro de la casa, cuando reparo que aún no me llegó porro, pido y me pasan
una tuquita ya, que fumo con intensidad: no sé cuándo será la próxima vez que fume,
pienso, y expulso el aire a bocanadas calculadas, rítmicas. Luego, lo paso, y me
preguntan si quiero más y digo que no. (Prefiero que fumen los otros, no necesito
seguir fumando). Hay un dado conectado a un enchufe, en la pared, y al lado el dado
naranja que forma parte del juego que le regalé a Fran (en su casa jugamos siempre a
la generala).
Con respecto al ajo: le decía al señor que así ahorras unos mangos, y él contesta
que sí, que el ajo es una planta piola y que además protege tu casa.

(b). Grito negro.


Horario: una de la tarde.
Sueño que quiero ir a una localidad de Brasil que se llama Grito Negro, que
queda al lado de un río. Antes de eso, estoy en Nueva York, en un micro.
Fran y Wal me esperan en su casa. Fran le dice a Wal, con respecto a mí: “Wal,
te tengo un juguetito y vos la última que hablaste con este guachín, ¿era más alto que
yo?” (realmente, no entiendo que quise escribir).
Pensaba donde iba a pasar la noche en Nueva York, que no me robasen, un hotel
barato. Tenía 1000 dólares para gastar. Voy a una peluquería a hacerme algo en los
rulos.
Jueves 9 de abril.
(a). El gobierno, el ganado y las hormigas.
Llueve: el gobierno aplasta hormigas, no le puede dar de comer al ganado.
Hormigas enloquecidas: símil político.
Antes de eso: voy en micro y ya llueve, de forma tal que se cancelan varias cosas.
Cruzamos un río, allá en City Bell, que después de la lluvia crece.
Pienso: “¿hibernará el ganado mientras llueve?”.

(b). Fran y el porrito de Indonesia, o “jalan-jalan”.


Horario: 12 del mediodía.
Voy con Fran en una moto de noche por Indonesia, en una carretera de tierra,
rodeada de selva.
Antes de eso, se trata como de un camión de un ejército estadounidense, y le
digo al soldado a cargo que no envía a muchachos a morir.
Ya en la moto, nos persigue gente, un auto. Lo veo por el espejo retrovisor. La
moto salta, pero a pesar de todo caemos bien, unos metros adelantes.
Entonces, en un momento frenamos frente a una casa de la que salen dos
uachines y uno, con un machete, agarra y destruye, poniendo goma eva celeste encima,
algo de la moto, o no sé qué; ¿el asiento? ¿un mapa? Los escucho hablar bahasa, pero
un dialecto repleto de argot y pronunciación callejera. Yo cagado de miedo. Después
saca las gomas y se ve que, protegidas por estas, no rompió nada: era sólo un simulacro
de violencia para asustarnos. Tal vez se ríen. Recuerdo el rostro de ambos: tatuajes,
semblantes curtidos por la calle, parecen turros de un barrio de Indonesia. Fran entra
con los locos a pegar porro, hablando el idioma. Los locos le dicen que solo a él le van a
vender, porque si no se va a correr la voz de que están transando porro. Así que no diga
nada. Oigo unas palabras en bahasa cuyo significado desconozco: jalan-jalan (apéndice
lingüístico: jalan, pronunciado /dʒa.lan/, es decir, zshalán, vale, en bahasa y malayo,
como un sustantivo, con diversas acepciones siendo las principales “calle”, “camino” y
“ruta” y como un verbo también, berjalan, jalan-jalan, que significa lo que en español
“caminar” y en inglés “to walk”; interpreto que, desconociendo previamente el
significado de tal significante, fui capaz de imaginar inconscientemente una serie
fonemática que capturara los sonidos que acostumbré a observar en el idioma del
pueblo malayo). La casa queda al costado de la ruta de tierra. Sale Fran y dice “kasih
terima”, titubeando, y yo le soplo “terima kasih” (= “muchas gracias”, en bahasa).
Arma un porrito para fumar con ellos. Entramos en la casa. Hablo con Fran de lo bueno
que es vivir ahí, a pesar de que la pobreza es mucho mayor de la que estamos
acostumbrados en…pero él me dice “lo bueno es vivir acá, como esta gente: peor que
esto no querríamos vivir, lo que importa en todos lados es la plata y cómo esta
proporciona un cierto nivel de vida” (probablemente la transcripción del diálogo no
respete la literalidad del original onírico, pero captura las ideas subyacentes en él).
Pruebo el porrito: es bien rico (y Fran me recuerda que se lo pase a uno de los
indonesios). Paso el porrito, miro al muchacho a los ojos y exhalo el humo…pienso:
“estamos en el trópico, la marihuana acá crece rica y rápido”. Juego al ajedrez en la
cocina, y la cocina es el tablero, una papa va a hacer el movimiento de un caballo para
llegar a una claraboya al lado del horno y así dar, desde la séptima fila, un jaque al rey
que está en la octava y de ahí comer la torre de la columna hache. Es una jugada muy
ventajosa para mí. Salgo al patio a charlar con Fran; le digo: “¿viste lo mucho que
cambia cualquier idioma cuando lo habla gente careta y cuando lo habla alguien del
pueblo?” “Sí”, me dice Fran, “cuando vas en el subte captás esas diferencias”. En la
cocina veía y pelaba y cortaba una papa, que parecía un cuadrado de manteca por la
forma en la que se iba derritiendo.

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