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Universidad de Chile
Derecho Civil III
II Semestre 2013
Material de Estudio
Profesores:
Enrique Barros
Adrián Schopf
Este texto ha sido elaborado sobre la base de apuntes de clase tomados por alumnos de cursos
anteriores del profesor Enrique Barros, quien los ha revisado como material de estudio con la
colaboración de los ayudantes Consuelo Fernández y Felipe Chahuán. Los apuntes representan el
estado actual de un material de trabajo preparado para el curso de Derecho Civil III en la
Universidad de Chile que debe ser completado con los materiales de lectura y casos entregados
durante el semestre
ÍNDICE
II. Atribución de los riesgos por imposibilidad de una de las prestaciones ................ 176
a. Situaciones a la que se refiere la teoría de los riesgos ............................................ 176
b. Reglas y principios sobre riesgos en el derecho chileno ........................................ 177
c. Riesgos en los contratos sinalagmáticos imperfectos ............................................ 178
d. Paralelo entre la teoría de los riesgos y la excepción de contrato no cumplido . 179
III. Resolución .................................................................................................................... 179
CAPÍTULO SEXTO: DERECHO DE PRENDA GENERAL DE LOS ACREEDORES ....... 181
CAPÍTULO SÉPTIMO: GARANTÍAS ...................................................................................... 182
I. Función de las garantías ................................................................................................. 182
CAPÍTULO OCTAVO: ACCIONES PARA PROTEGER EL PATRIMONIO DEL DEUDOR
........................................................................................................................................................ 184
CAPITULO NOVENO: INTERPRETACIÓN E INTEGRACIÓN DEL CONTRATO ....... 185
I. La interpretación como descubrimiento del sentido de actos humanos ................. 185
II. La intención como criterio de interpretación .............................................................. 187
III. Objeto de la interpretación: el acto o declaración de voluntad ............................. 189
IV. Reglas y directivas del Código Civil sobre interpretación del contrato .............. 192
a. Prevalencia de voluntad común (artículo 1560)...................................................... 193
b. Elemento lógico-sistemático en la interpretación contractual (arts. 1564 I y 1562)
194
c. Regla de interpretación que atiende al resultado útil de las cláusulas del contrato
(artículo 1562)....................................................................................................................... 195
d. Reglas de protección de la parte a quien no debe atribuirse el riesgo asociado a la
vaguedad .............................................................................................................................. 195
e. Interpretación contractual auténtica ......................................................................... 196
f. El momento relevante a efectos de la interpretación es el de celebración del
contrato ................................................................................................................................. 196
V. Interpretación integradora del contrato ....................................................................... 197
VI. Integración en sentido estricto. Rol de la buena fe ................................................. 199
VII. Casación en materia de interpretación de contratos .............................................. 201
CAPÍTULO DÉCIMO: REVISIÓN DEL CONTRATO ........................................................... 202
I. Revisión del contrato a falta de reglas contractuales que la regulen ....................... 202
1. El concepto clásico de obligación proviene de las Institutas de Gayo (S. II), quien la
define como un “vínculo jurídico que pone al deudor en la necesidad de ejecutar una
conducta en beneficio de otra (acreedor)”. Esta noción se ha conservado en lo esencial
hasta nuestros días.
Las obligaciones son relaciones jurídicas entre partes, cuya peculiaridad es que no
contienen simplemente deberes de carácter genérico, en beneficio de toda la
comunidad, sino deberes específicos entre partes. En la relación obligatoria el deber
se tiene respecto de una persona determinada.
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su vez, una obligación restitutoria, en cuya virtud quien ha recibido el pago sin
derecho a recibirlo, resulta obligado a restituir a quien ha hecho ese pago carente de
causa.
ii. Prestación, que puede ser una prestación positiva (dar o hacer) o negativa (no
hacer). La prestación es un deber jurídico y constituye el objeto de la
obligación.
iii. Sujeto activo quien es el titular del derecho a la prestación y recibe el nombre
de acreedor.
Las relaciones contractuales tienen por contenido un cierto negocio jurídico (una
operación económica perseguida por las partes). Detrás de la operación contractual
no existen sólo conceptos, no hay una arquitectura jurídica pura, sino un propósito
que las partes quisieron realizar. Este negocio supone que sólo puede ser
comprendido en la dimensión de dos partes que se relacionan entre sí con un
objetivo negocial compartido, aunque cada una atienda a su legítimo interés. En la
mayoría de los casos se trata de un negocio oneroso que persigue la utilidad de
ambas partes; pero la naturaleza de la relación también puede corresponder a un
acto gratuito, inspirado en la mera liberalidad.
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ii. una parte puede retractarse del contrato a consecuencias del incumplimiento
del contrato por la otra parte (condición resolutoria tácita, art. 1489);
iii. si la obligación de una parte se hace imposible, por pérdida de la cosa debida
u otra imposibilidad sobreviniente, se plantea la pregunta por el efecto que esa
imposibilidad tiene respecto de la obligación de la otra parte (problema de los
riesgos, art. 1550).
10. Pero incluso en contratos reales (que generalmente son unilaterales porque de ellos
sólo surge para una parte la obligación de restituir) existe cierta relación orgánica;
pues, el deudor adquiere la obligación de restitución (de lo prestado o dado en
garantía), porque la otra parte previamente realizó la entrega de una cosa (lo que, a
su vez, acredita la formación del contrato). Distinta es la relación en los actos
gratuitos, en que una parte concede a otra un beneficio por pura liberalidad.
11. Los motivos internos que cada parte pueda haber tenido al momento de obligarse
no determinan los efectos de la relación obligatoria orgánica; lo jurídicamente
relevante es determinado por el negocio que las partes han realizado. Por ejemplo,
en el contrato de compraventa el comprador puede querer la cosa para distintos
fines (para su uso personal, para regalarla, para revenderla o para cualquier otro
fin); sin embargo, tales fines generalmente no forman parte de la relación, ya que
son elementos subjetivos que no se incorporan al contrato. Así, el vendedor está
obligado a entregar una cosa que sirva para su uso normal y no necesariamente para
satisfacer los propósitos específicos del comprador.
Sin embargo, si una parte ha hecho saber a la otra sus motivos particulares ellos
pueden determinar el alcance de la obligación de la contraparte, en términos que la
prestación del deudor deba adecuarse a la satisfacción de esos fines precisos. En este
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13. La relación contractual tiene un orden interno dado por el negocio que realizan las
partes y que subyace al contrato. El principio de buena fe obliga a interpretar el
contrato no sólo según sus términos sino según su sentido implícito, de acuerdo con
las prácticas y la naturaleza de la obligación, que hacen que cada parte tenga
deberes de consideración de los intereses de la otra parte (art. 1546; véanse también
las reglas de interpretación del contrato de los arts. 1562, 1563 y 1564). En definitiva,
a menos que el contrato haya sido largamente negociado, el acuerdo de voluntades
se produce en el marco de una práctica contractual que no está exhaustivamente
regulada por la ley.
Por eso, la obligación del deudor puede extenderse más allá del cumplimiento
estricto de la obligación principal. Esta última se corresponde usualmente con las
1“La relación obligatoria, de acuerdo con su contenido, puede obligar a cada parte a respetar los derechos, bienes jurídicos
e intereses de la otra parte” (BGB, art. 241 II). La norma fue introducida en la reforma al derecho de obligaciones
de 2002, pero se limita a recoger una regla de cuidado que ya estaba incorporada por vía jurisprudencial en el
derecho alemán, con fundamento en el deber de cumplir el contrato de buena fe.
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obligaciones que constituyen los elementos de la esencia del respectivo contrato (por
ejemplo, en la compraventa la entrega de la cosa y el pago del precio). Pero las
partes suelen estar obligadas no sólo a cumplir la obligación principal, sino también
obligaciones secundarias que son funcionales al cumplimiento de la obligación
principal. Así, por ejemplo, el propio acreedor tiene deberes para con su deudor:
debe recibir la cosa que se le debe y, en general, no debe dificultar la prestación del
deudor; y si el deudor está en estado de incumplimiento, debe razonablemente
mitigar el daño sufrido, a efectos de limitar la responsabilidad del deudor. Por su
parte, si el cumplimiento es imperfecto, el deudor tiene la obligación de reparar la
cosa entregada o de corregir el servicio realizado. En el caso de las obligaciones de
dar, al deudor no le basta transferir el dominio, sino debe también entregar
materialmente la cosa debida, y si se trata de un cuerpo cierto, debe cuidarla hasta la
entrega (art. 1548). En el contrato de arrendamiento, el arrendador está obligado a
mantener la cosa arrendada en estado de servir al fin para el cual fue arrendada y a
librar al arrendatario de toda turbación o embarazo (arts. 1924 Nos 2 y 3, 1927, y
1928).
Estas obligaciones secundarias pueden estar establecidas por la ley como elementos
de la naturaleza del contrato; de hecho, muchas de las normas sobre los contratos en
especial establecen obligaciones secundarias (como ocurre con las referidas, de los
artículos 1548 y 1927). También pueden estar definidas por las propias partes,
quienes pueden suprimir o modificar los elementos legales de la naturaleza. De
hecho, la negociación de cualquier contrato de cierta complejidad supone definir
esos elementos.
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incumplimiento tiene una gravedad suficiente que justifique el interés del acreedor
a ponerle término.
15. El contrato incluye también obligaciones de seguridad, que también pueden ser legales,
convencionales o derivadas de un deber de protección de los intereses de la
contraparte. Ante todo, pertenecen a este grupo las obligaciones de protección de la
seguridad personal. En algunos contratos, como son los de servicios de
esparcimiento que suponen algún riesgo, la obligación de cuidado de la seguridad
de los usuarios es importante y se asocia directamente a la obligación principal de
dar un servicio (por ejemplo, quienes prestan servicios en andariveles de ski y
teleféricos). Lo mismo vale para servicios médicos y hospitalarios, y para
cualesquiera prestaciones que envuelvan riesgos para la salud o integridad física.
Pero en otros casos los deberes de seguridad se refieren a las cosas. Si el propietario
de una casa encarga el arreglo de las instalaciones eléctricas a un especialista, tiene
derecho a exigir que éste no cause daño a otras instalaciones de la casa, salvo en
cuanto sean indispensables para desarrollar el trabajo. El fundamento de estas
obligaciones de seguridad se vincula a que la ejecución de obligaciones
contractuales aumenta la probabilidad de que se produzcan ciertos daños
(Loosschelders).
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17. Puede ocurrir también que el objeto de la relación obligatoria sea un acto que no
tiene por sí mismo un sentido patrimonial: por ejemplo la labor de un psicólogo o de
un profesor. Lo determinante en estos casos es que dichas obligaciones tienen valor
económico y adquieren una dimensión patrimonial cuando la obligación no se
cumple. De este modo, aunque la prestación en principio no tenga significado
patrimonial, lo adquirirá cuando el deudor sea hecho responsable por su
incumplimiento.
Los créditos son cosas incorporales sobre los cuales se tiene una especie de
propiedad (arts. 576, 578, 583). Por eso, existen mercados especializados donde se
transan y millones de contratos diarios en que se negocia su venta y transferencia.
19. En definitiva, para determinar si una relación de deberes y derechos entre las partes
puede ser calificada como obligación, es necesario atender al valor económico de la
prestación. En la medida que la prestación tenga un valor económico y se haga valer
sobre el patrimonio del deudor, tendrá el carácter de obligatoria.
20. Como se ha visto, de la relación obligatoria surge el deber jurídico de cumplir con la
prestación de dar, hacer o no hacer algo en beneficio del acreedor. Hasta ahí nada
diferencia a ese deber jurídico del deber moral u otras convenciones sociales.
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23. Es importante tener presente que el concepto de responsabilidad tiene dos sentidos
en el derecho.
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24. La responsabilidad del deudor, en sus sentidos amplio y restringido, muestra que
en las relaciones contractuales las obligaciones tienen dos grados (al igual que en las
obligaciones legales):
i. Por un lado, hay una obligación de primer grado que constituye el deber
primario u objeto del contrato; es decir, la prestación a la cual el deudor se
obligó en virtud del contrato.
ii. Por otro lado, encontramos una obligación de segundo grado, la cual surge del
incumplimiento de las obligaciones de primer grado y que es conexa a las
acciones y demás remedios que son reconocidos al acreedor (responsabilidad
en sentido amplio). Estas obligaciones tienen como antecedente el
incumplimiento de la obligación contractual de primer grado.
25. Ahora bien, conviene atender a la extensión de la acción indemnizatoria que tiene el
acreedor ante el incumplimiento del deudor (incumplimiento de la obligación de
primer grado).
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lugar, sino sólo a que le sean compensados los gastos y demás perjuicios incurridos
en razón de haber confiado en la celebración del contrato (FULLER/PARDUE). Es lo
que ocurre en la responsabilidad por ilícitos precontractuales: lo que desencadena la
obligación indemnizatoria es el daño causado por el comportamiento de mala fe de
la contraparte, por lo que la obligación reparadora en favor del acreedor es el interés
negativo y no el positivo, correspondiente al beneficio que le habría reportado el
contrato que no llegó a celebrarse.
26. Las obligaciones restitutorias, por su parte, también se pueden dar tanto en sede
contractual como extracontractual; sin embargo, operan bajo una lógica distinta a la
de las obligaciones indemnizatorias, pues su objeto no es reparar al acreedor de los
perjuicios sufridos. Un ejemplo de obligaciones restitutorias es la que surge
consecuencialmente a la resolución por incumplimiento de un contrato, en cuya
virtud cada parte debe restituir lo que haya recibido. En sede extracontractual, es
fuente de obligaciones restitutorias la intromisión en derecho ajeno. En estas
situaciones corresponde que se restituya el beneficio obtenido, pero no que se
indemnicen todos los perjuicios sufridos por el titular del derecho.
27. Por cierto, las referidas acciones que nacen del incumplimiento de la obligación de
primer grado son acciones personales. En esta calidad radica la diferencia con la
acción reivindicatoria, que es una acción real dirigida contra cualquier tercero que
se encuentre en posesión de la cosa (art. 899). A diferencia de la ejecución forzada, la
resolución o la indemnización de perjuicios, la acción reivindicatoria es una acción
real del propietario que se dirige a recuperar la cosa que está en posesión de un
tercero. Con todo, una vez que la acción reivindicatoria es exitosa da lugar a
obligaciones restitutorias, como son las prestaciones mutuas que las partes se deben
recíprocamente (ver artículos 904 al 915 del Código Civil).
28. El artículo 146 del Código de Comercio establece que el comprador puede exigir al
deudor el reconocimiento íntegro de la mercadería al momento de la entrega. Esta
regla tiene la forma de una obligación que la ley impone al comprador ante la
solicitud del deudor. Sin embargo, no es constitutiva de una obligación, porque el
vendedor no puede exigir al comprador que realice la inspección, ni tiene los otros
derechos que puede ejercer el acreedor de una obligación incumplida. La sanción no
es la de un incumplimiento, sino la pérdida de un derecho: si el comprador no
hiciere el reconocimiento se entiende que renuncia al derecho de alegar
incumplimiento por falta de conformidad de la prestación. Se trata de una carga y no
de una obligación.
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Las cargas son especialmente importantes en contratos en que una parte debe
confiar en la información que le da la otra. Es el caso, por ejemplo, del contrato de
seguro. Es usual que las pólizas (contratos) de seguro señalen que el asegurado debe
describir lealmente sus riesgos. Si el asegurado no entrega toda la información que
le es exigible, el asegurador no tiene una acción para exigir el cumplimiento de ese
deber; la sanción al asegurado será la pérdida o la limitación de la cobertura.
Asimismo, el asegurador también tiene cargas, como es la de ejercer sus derechos en
la oportunidad indicada por la ley (véase, por ejemplo, el art. 545 del Código de
Comercio).
30. Con todo, la diferencia entre la carga y la obligación suscita ciertas dificultades,
porque no siempre es posible discernir si se trata de una u otra, o bien están
entrecruzadas. La mora del acreedor en recibir es un incumplimiento contractual,
porque el acreedor no puede atentar contra un interés legítimo del deudor (como es
poder cumplir su obligación y ahorrarse gastos extraordinarios). De hecho, el
acreedor típicamente tiene el deber de cooperar al cumplimiento de la obligación y
es generalmente aceptado que ese deber es una obligación secundaria o conexa del
acreedor. Así, respecto de la compraventa se establece que si el comprador se
constituye en mora de recibir, debe abonar al vendedor el alquiler de los almacenes,
graneros o vasijas (art. 1827, primera parte). Se trata típicamente de una obligación
que da lugar a responsabilidad por los daños causados al vendedor. Pero hay otra
consecuencia de esa mora de recibir: “el vendedor quedará descargado del cuidado
ordinario de conservar la cosa, y sólo será ya responsable del dolo y la culpa grave”
(art. 1827, segunda parte, en relación con el art. 1548). En este último sentido, el
deber de recibir no es una obligación sino una carga, cuya inobservancia traslada los
riesgos hacia el acreedor si la cosa debida se destruye o deteriora en infracción al
deber de conservarla por parte del vendedor.
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32. Un mismo deber puede ser tipificado como obligación o como carga. Esta
posibilidad se da respecto del deber de quien recibe una aceptación extemporánea
de informar al aceptante de que el consentimiento no se ha formado. Concebido este
deber como obligación, el oferente que ha callado acerca de la extemporaneidad es
responsable de los perjuicios (art. 98 inciso 3º del Código de Comercio).
Alternativamente, el mismo deber puede ser construido como carga. Ello ocurre,
por ejemplo, en el derecho alemán, en donde el oferente también debe informar al
aceptante que su aceptación es extemporánea, pero la sanción por no dar noticia de
ello es que el oferente pierde el derecho a hacerlo más adelante y el contrato se
entiende perfeccionado (BGB, § 149).
a. Concepto de buena fe
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riesgos, el derecho desde antiguo ha incorporado directivas abiertas, que dan lugar
a la posibilidad de desarrollo desde dentro del derecho y permiten introducir
nuevas reglas o corregir el entendimiento que se ha tenido de ellas en el pasado
(HISTORISCHER KOMMENTAR II, 273). Un equilibrio entre tradición y cambio
pertenece naturalmente al derecho civil, desde épocas romanas.
34. La idea de buena fe expresa la confianza mínima en que debe sustentarse el vínculo
entre personas que se relacionan en una economía de contratos. Se actúa de mala fe
si uno infringe las expectativas razonables de comportamiento que la contraparte
tiene derecho a tener en las relaciones recíprocas. En este sentido, la buena fe se
identifica con las expectativas normativas y no meramente empíricas: la buena fe
atiende a lo que una parte tiene derecho a esperar y no simplemente a lo que espera de
la otra parte.
35. Por eso es feliz la manera como el artículo 1546 se refiere a la buena fe:
Ante todo, la regla hace referencia a los elementos implícitos, que no han sido
formulados expresamente por las partes. Técnicamente, se trata de elementos de la
naturaleza del contrato respectivo, que le pertenecen sin necesidad de cláusula
especial (art. 1444).
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37. La buena fe es también fundamento de deberes de cooperación entre las partes. Así,
por ejemplo, aunque el deudor no haya cumplido la obligación, el acreedor puede
estar obligado a limitar los daños que sufre a causa del incumplimiento, a efectos de
no extender innecesariamente la indemnización que deberá pagarle el deudor
incumplidor. Los deberes de colaboración son especialmente importantes en los
contratos que los suponen en razón de su naturaleza, como son los de sociedad y de
mandato; por el contrario, son menos importantes en los contratos en que las partes
actúan como sujetos neutros en su relación recíproca, como suelen ser los contratos
de intercambio (eminentemente, la compraventa). Con todo, también es requerida
una especial cooperación en contratos en que por la posición de las partes esa
colaboración es implícitamente exigible, como ocurre entre proveedores y
consumidores y entre expertos y legos.
2Esta es la regla introducida en 2002 al artículo 241 BGB, que simplemente recoge una larga jurisprudencia
relativa al artículo 242 BGB, similar al artículo 1546 del Código Civil.
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d. La buena fe es un principio que recorre todo el desarrollo del contrato, pero tiene un alcance
que varía según las circunstancias
38. La buena fe es un principio general del derecho civil. Es un estándar valorativo que
concibe las relaciones civiles desde el punto de vista de los deberes de lealtad y
colaboración. Aunque el artículo 1546 hace referencia a la ejecución del contrato,
como era frecuente en los códigos de esa época, en verdad la buena fe es relevante
en todas las áreas del derecho privado (también en derecho de familia y en el
ejercicio de derechos reales, por ejemplo). A su vez, en materia de obligaciones, la
buena fe sirve para fundar deberes de lealtad en el período de negociaciones
contractuales (de acuerdo a lo visto en el curso de Derecho Civil II) y puede ser
importante para interpretar e integrar el contrato; de hecho, los deberes de las partes
que se construyen o concretizan con arreglo a la buena fe resultan de la
interpretación del contrato.
39. Asumido que en el derecho de contratos la buena fe incide en todas las etapas del
íter contractual¸ desde las negociaciones preliminares, hasta la completa ejecución del
contrato, pasando por su interpretación e integración, es conveniente hacer algunas
precisiones acerca de su importancia relativa en los diversos tipos de contratos y
según sea la forma como han sido acordados.
Por otra parte, el tipo de contrato también es importante para conocer la intensidad
de los deberes de buena fe. Los contratos que suponen por su naturaleza una
cooperación en la relación recíproca, como el mandato y la sociedad, plantean
deberes de buena fe más intensos que los contratos que no tienen una naturaleza
relacional tan fuerte, como son los contratos de intercambio. En estos últimos surgen
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deberes de buena fe más bien precisos, mientras en los primeros la relación es de tal
medo permanente que los deberes fiduciarios o de confianza envueltos son más
amplios. Esta diferencia se muestra particularmente en el derecho moderno de
sociedades, donde a los controladores de la sociedad les es exigible actuar siempre
en beneficio de ésta (por consiguiente, de los accionistas o socios minoritarios), y no
en interés propio. Aunque la ley define esos deberes, la interpretación e integración
de tales normas legales supone construir una relación permanente de lealtad de
quienes manejan la sociedad con sus demás socios y accionistas.
40. Por eso, para definir la amplitud de los deberes implícitos de las partes es muy
decisivo atender al negocio jurídico y económico en su conjunto. La buena fe supone
un paternalismo contractual que debe estar justificado en el derecho privado. Por lo
tanto, es variable su relevancia normativa, ya sea como elemento de integración e
interpretación, de revisión del contrato o de control de las condiciones generales de
contratación.
Pues, conviene ser conscientes de la alerta que muchos juristas han planteado
respecto de la buena fe. Se trata de un concepto cuyas fronteras son difusas en
cuanto a sus condiciones de aplicación (indeterminado) y a las valoraciones que le
subyacen (normativo). Por eso, es temible su virtualidad para abrir un boquete de
legislación judicial (BYDLINSKI), que tienda a suplantar el acuerdo contractual y la
ley dispositiva. De hecho, la fuga en las cláusulas generales es un método frecuente
para dar lugar a ideologización del derecho.3 En relación a ello, conviene recordar
que el remedio del conceptualismo jurídico hizo crisis hace ya más de un siglo.
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a. Aspectos generales
42. Las fuentes de las obligaciones pueden ser definidas como los hechos jurídicos a los
que la ley atribuye el efecto de crear relaciones obligatorias.
Esta clasificación ha sido criticada desde diversas perspectivas. Ante todo, desde un
punto de vista estrictamente positivista, por quienes sostienen que la única fuente
de las obligaciones es la ley. En efecto, según esta perspectiva formalista, es la
voluntad del legislador la que crea da valor jurídico al contrato.
(a) Contrato
43. El artículo 1437 alude al contrato como el "concurso real de las voluntades de dos o
más personas". La idea de voluntad del contrato se manifiesta en que los
contratantes adquieren obligaciones recíprocas explícitas e implícitas en atención al
principio de la buena fe (arts. 1545 y 1546).
44. En la perspectiva clásica del contrato, los sujetos privados tienen el derecho natural
a ordenar por sí mismos las relaciones intersubjetivas. Esta posición voluntarista
afirma que el legislador simplemente reconoce la facultad de las personas a auto
legislarse. Lo mismo valdría para las demás fuentes de las obligaciones, que
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45. Es posible entender el valor del contrato a la luz de la promesa que le subyace. Así,
el fundamento de obligatoriedad del contrato aparece dado por el deber moral y
jurídico que se expresa en la palabra empeñada (FRIED).
En este enfoque moral del contrato existen influencias del derecho canónico
medieval, que desarrolló el principio genérico del pacta sunt servanda (los pactos
deben cumplirse), y la tradición germana que consagró el principio de respeto del
promitente a su palabra.
Sin duda que la regulación contractual del Código Civil, siguiendo la tradición del
código francés y del espíritu de la ilustración individualista, ha puesto especial
énfasis en la voluntad como elemento constitutivo de la relación contractual. El
predominio de la voluntad es expresión de la idea de promesa, que hace pensar que
un contrato no obliga sólo porque la ley así lo disponga, sino porque existe un acto
de voluntad de la persona que es, en definitiva, lo que fundamenta su obligación.
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46. Por eso, desde una perspectiva más técnica, el contrato es válido en razón de reglas
legales potestativas, que dan valor obligatorio a los acuerdos privados. Ese es el
sentido de la norma del artículo 1545 que otorga valor de ley al contrato legalmente
convenido.
47. Por otra parte, una de las funciones básicas del contrato es servir como mecanismo
de intercambio y cooperación entre las personas. Antiguamente en las sociedades
primitivas, las comunidades se autoabastecían, y los intercambios con terceros sólo
se producían en forma esporádica. Posteriormente, y a consecuencia del desarrollo
de la economía y de la creciente división del trabajo, el contrato devino en el
principal instrumento de intercambio y colaboración entre sujetos privados,
transformándose en la vía más eficaz para relacionarse.
Este aserto queda en evidencia si se atiende a las importantes reglas sobre efectos de
las obligaciones (Título XII del Código Civil, arts. 1545 y ss.): si bien el enunciado es
general, de su lectura se infiere que el código se refiere esencialmente a los efectos
de los contratos. El resultado es que, en razón de ello, numerosas reglas del derecho
de contratos usualmente son de aplicación general en el ámbito del derecho de
obligaciones.
De hecho, buena parte del Libro IV del Código Civil se refiere precisamente a los
contratos, entrando sólo al final a analizar las otras fuentes con un grado de
desarrollo mucho menor. Así, luego de que el artículo 1437 menciona las fuentes de
las obligaciones, sólo a partir del art. 2284, se contrapone el contrato a las
obligaciones que nacen sin convención.
48. Es importante tener presente, además, que el Código Civil construye la regulación
de los contratos teniendo en vista principalmente el contrato de compraventa, lo que
extiende la aplicación de muchas de sus normas y principios a todo el derecho de las
obligaciones. Por eso, las obligaciones que surgen de contratos alejados del modelo
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50. Los principales cuasicontratos del derecho romano son los enumerados por el art.
2285: (i) la agencia oficiosa, (ii) el pago de lo no debido y (iii) la comunidad.
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Por otro lado, es importante tener presente que en el derecho comercial, tanto
el pagaré como la letra de cambio son títulos de crédito que devienen en
abstractos (esto es, pierden relación con el contrato de mutuo de dinero u otro
que le sirva de causa o antecedente) cuando son transferidos por endoso a un
tercero (arts. 28 y 107 de la Ley No 18.092, sobre Pagarés y Letras de Cambio).
Ambos son declaraciones unilaterales de voluntad, que constan en un título de
crédito que puede ser vendido y transferido a terceros, y que deben ser
pagados al actual titular; respecto de este último, el pagaré y la letra de
cambio operan como una declaración unilateral que obliga al suscriptor o
aceptante con independencia del contrato en cuya virtud fueron emitidos.
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23
mandatario, pero sin que haya contrato que lo autorice u obligue. Por eso, el
agente asume las obligaciones de cuidado de un mandatario (arts. 2287 y ss.)
y, recíprocamente, el interesado tiene que restituir al agente lo que le haya
costado actuar en su beneficio; por ejemplo, en ausencia del interesado, el
agente paga impuestos territoriales pendientes, evitando así el remate judicial
de la propiedad de su vecino (art. 2290). Esta obligación puede imponerse, si
la gestión ha resultado beneficiosa, aunque el agente haya actuado en contra
de la voluntad del interesado que resulta obligado (art. 2291).
52. En derecho privado la responsabilidad por daños causados a terceros exige, por
general, que se haya actuado con culpa o con dolo.
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(d) Ley
53. La ley como fuente establece obligaciones muy diversas. En derecho civil las
obligaciones legales más importantes se establecen en materia de familia, como por
ejemplo, la obligación de dar alimentos, las obligaciones entre cónyuges, entre
padres e hijos, entre otras.
Por constituir una excepción al orden general vigente en derecho privado, las
obligaciones legales no se presumen, sino deben ser establecidas expresamente por
el legislador.
55. Las más relevantes clasificaciones de las obligaciones en el derecho civil son las
siguientes: (i) según su eficacia, pueden ser civiles y naturales; (ii) según la
naturaleza de la prestación, pueden ser obligaciones de dar, hacer y no hacer; (iv)
según la determinación del objeto, pueden ser de especie o cuerpo cierto y de
género; (v) según la cantidad de objetos debidos, pueden ser de objeto singular o de
objeto múltiple; (vi) atendiendo a su sujeto, pueden ser obligaciones de sujeto único
y de pluralidad de sujeto, comprendiéndose dentro de estas últimas las
simplemente conjuntas, las solidarias y las indivisibles; (vii) según sus efectos, las
obligaciones pueden ser puras y simples o sujetas a una modalidad, sea esta última
un plazo, un modo o una condición.
A estas categorías legales la doctrina ha agregado otras; la más importante tiene que
ver con la determinación del beneficio que la obligación asegura al acreedor, lo que
da lugar a la distinción entre obligaciones de medios y de resultado.
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56. Conforme al art. 1470, las obligaciones pueden ser civiles o naturales. Son
obligaciones civiles aquellas que dan acción para exigir su cumplimiento. Por el
contrario, las obligaciones naturales no pueden ser exigidas mediante una acción;
sin embargo, una vez cumplidas, autorizan para retener lo que se ha dado o pagado
voluntariamente en razón de ellas, siempre que el pago sea efectuado por quien
tenga la libre administración de sus bienes. Las obligaciones naturales, además,
pueden ser novadas y caucionadas por terceros (art. 1472).
i. 1° Las contraídas por personas que teniendo suficiente juicio y discernimiento, son,
sin embargo, incapaces de obligarse según las leyes, como los menores adultos”. Esta
hipótesis en ningún caso aplica a los incapaces absolutos, pues, conforme al
art. 1447 II, los actos de los incapaces absolutos no producen ni aun
obligaciones naturales.
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ii. 2° Las obligaciones civiles extinguidas por prescripción”. Una vez que las
obligaciones prescriben, subsisten como naturales. Esta hipótesis de obligación
natural confirma que, en verdad, la prescripción más que un modo de
extinguir las obligaciones, es un modo de extinguir las acciones.
Bajo el número 2 del art. 1470, la obligación deviene en natural sólo una vez
que es declarada la prescripción. La explicación de ello, es porque si el pago se
realiza antes que se declare prescrita la obligación, dicho acto constituye una
renuncia a la prescripción.
iii. 3° Las que proceden de actos a que faltan las solemnidades que la ley exige para que
produzcan efectos civiles; como la de pagar un legado, impuesto por un testamento que
no se ha otorgado en la forma debida”. Bajo esta hipótesis han surgido discusiones
acerca de si se únicamente aplica a obligaciones que provienen de actos
unilaterales (como el testamento, que es el ejemplo que indica la disposición) o
si también se aplica a obligaciones que provienen de actos jurídicos bilaterales.
Aunque en realidad la disposición no excluye a los actos bilaterales,
doctrinariamente surge la duda porque pueden surgir inequidades de su
aplicación a dicho tipo de actos. Por ejemplo, quien paga el precio de una
compraventa de un bien raíz celebrada por instrumento privado no podría
obtener su reembolso, porque su obligación es natural; sin embargo, tampoco
logrará que se inscriba el inmueble a su nombre en el Registro de Propiedad
del Conservador de Bienes Raíces, porque sólo es posible inscribir
instrumentos públicos.
iv. 4° Obligaciones civiles que no han sido reconocidas en juicio por falta de pruebas”.
Esta hipótesis se refiere a aquellas situaciones en que el deudor es absuelto en
juicio en razón de que el acreedor no pudo probar su obligación. Si después
del juicio el deudor paga voluntariamente, el acreedor puede retener lo
pagado.
59. Fuera de las hipótesis mencionadas por el art. 1470, no es claro si existen otras
obligaciones naturales. Una doctrina minoritaria ha estimado que la referida norma
es taxativa en la numeración (CLARO SOLAR). Lo cierto, es que existen otros casos en
que la consecuencia es la misma que en las obligaciones naturales. Por ejemplo, las
obligaciones contraídas en juegos y apuestas. Al respecto, el art. 2260 indica que el
juego y la apuesta no producen acción, sino solamente excepción; esta consecuencia
jurídica es la misma que define a las obligaciones naturales. Con todo, el art. 2260
sólo aplica a los juegos y apuestas en que predomina la inteligencia; pues los juegos
27
de fuerza o destreza corporal otorgan acción (art. 2263) y los juegos de azar, por su
parte, no engendran ni aún una obligación natural, porque adolecen de objeto ilícito.
60. La clasificación más clásica y relevante en el ordenamiento del Código Civil, atiende
a la naturaleza de la prestación que es objeto de la obligación.
Pero hay obligaciones que son de mera entrega y no de dar, porque no tienen
por objeto la transferencia de un derecho real, sino persiguen asegurar la mera
tenencia de la cosa; es el caso, por ejemplo, del arrendamiento de cosas. Para
efectos de la ejecución de dichas obligaciones de entrega, se aplican las reglas
de las obligaciones de dar, aun cuando en estricto rigor no compartan esa
naturaleza. Así se desprende de la historia fidedigna del Código de
Procedimiento Civil y del art. 1920 del Código Civil, que reconduce a las
reglas de la tradición al referirse a las formas de hacer la entrega en el contrato
de arrendamiento.
Las acciones que emanan de las obligaciones de hacer son siempre muebles;
pues, conforme al art. 581, los hechos que se deben se reputan muebles.
28
62. Dependiendo la determinación de la cosa que el deudor debe dar o entregar, las
obligaciones pueden ser de especie o cuerpo cierto o de género. El deudor está
obligado a dar o entregar una especie o cuerpo cierto, cuando la cosa debida es
individualizada particularmente, por ejemplo, si Pedro vende a Juan su auto ‘honda
civic’ del año 2005, de color rojo. En cambio, conforme al art. 1508, son de género
aquellas obligaciones “en que se debe un individuo de una clase o género determinado”. Es
decir, son de género aquellas obligaciones en que las partes no han especificado el
individuo específico que debe darse o entregarse. En el mismo ejemplo anterior, la
obligación de Pedro sería de género si vende a Juan un auto ‘honda civic’ del año
2005, color rojo. En este último caso, Pedro cumple su obligación entregando a Juan
cualquier auto del género indicado que sea de una calidad a lo menos mediana (art.
1509); mientras que en el primer caso (obligación de especie), Pedro sólo cumple si
entrega a Juan el auto concretamente indicado en el contrato.
29
65. Las obligaciones de objeto singular son aquellas en que la prestación debida es una
(ya sea dar una cosa, ejecutar un hecho o abstenerse de cierta conducta). Cuando la
obligación está constituida por varias prestaciones, se habla de una obligación de
objeto múltiple. La pluralidad de objetos de una obligación puede darse de distintas
maneras; ya sea porque el deudor está obligado a realizar varias prestaciones
acumulativamente (por ejemplo, a entregar y transportar mercaderías) o porque está
obligado a realizar una prestación entre varias opciones. En el primer caso la
obligación es acumulativa; en el segundo caso, la obligación puede ser alternativa, o
bien, facultativa.
Cabe señalar que si los deudores o los acreedores son varios, la elección debe
realizarse de consuno por todos los deudores o acreedores, dependiendo qué
parte tenga la alternativa (art. 1526 Nº 6).
30
67. La situación más común es que en una obligación esté compuesta por una
prestación, un deudor y un acreedor. Sin embargo, puede ocurrir que los deudores,
los acreedores o ambos sean más de uno (art. 1438). En estos casos se habla de
pluralidad.
68. Las situaciones de pluralidad se diferencian según la parte que esté conformada por
más de un sujeto. Así, es posible que la pluralidad sea pasiva (si hay más de un
deudor), activa (si hay más de un acreedor) o mixta (si tanto los deudores como los
acreedores son varios). Además, en las obligaciones con pluralidad de sujetos lo
debido por varios deudores o a varios acreedores puede deberse de distintas
modalidades; esto es, puede ser que cada parte esté obligada o pueda exigir sólo
una parte de lo debido o que cada una de ellas esté obligada o pueda exigir el
cumplimiento de la totalidad de la prestación. En razón de esto último, se distingue
entre i) obligaciones mancomunadas o simplemente conjuntas, ii) obligaciones
solidarias y iii) obligaciones indivisibles.
69. Las obligaciones mancomunadas o simplemente conjuntas son aquellas en que existiendo
varios deudores o varios acreedores de una prestación divisible, cada deudor está
obligado a una cuota, mientras que cada acreedor sólo puede exigir su cuota
correspondiente (art. 1511 I). La regla general y supletoria es que, a falta de ley o
pacto que establezca una proporción diferente, todas las cuotas sean iguales. Por
ejemplo, Juan y Diego compran a Pedro un inmueble cuyo precio es de $60.000.000.
Si las partes nada dicen, se entiende que cada uno de los compradores debe
$30.000.000 a Pedro.
70. En las obligaciones mancomunadas aun cuando la prestación sea única, los vínculos
entre acreedores y deudores son totalmente independientes entre sí. En
consecuencia i) la insolvencia de uno de los deudores no grava a los demás; ii) la
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72. Una clasificación relevante es la que atiende a la prestación debida en relación con el
beneficio que persigue el acreedor:
32
74. Con todo, la distinción doctrinaria entre obligaciones de medio y de resultado debe
ser asumida con cuidado. Aunque hay contratos que típicamente dan lugar a
obligaciones de resultado (la compraventa es el caso más puro) y otros que
naturalmente dan lugar a obligaciones de medios (como típicamente es el caso del
mandato), la distinción no siempre es absoluta. Por ejemplo, en un contrato
profesional se suelen pactar obligaciones de medios, pero también es posible que el
médico o el abogado se obliguen a obtener un resultado, atendidas las
circunstancias o porque así se convino entre las partes.
La regla general es que las obligaciones sean puras y simples, esto es, que
produzcan sus efectos desde su nacimiento hasta su extinción mediante alguno de
los modos de extinguir las obligaciones (cif. Derecho Civil V).
En consecuencia, las modalidades son por regla general elementos accidentales que
modifican los de la naturaleza del contrato (art. 1444). Con todo, pueden ser también
de la naturaleza; una importante modalidad es la condición resolutoria tácita, que se
entiende incorporada en los contratos bilaterales y que consiste en que si una de las
partes no cumple lo pactado, la otra puede pedir la terminación del contrato.
33
76. Las principales modalidades son el plazo, la condición y el modo, pero no son las
únicas. Según la doctrina contemporánea, también son modalidades la solidaridad,
las obligaciones alternativas y facultativas y la representación.
(a) Plazo
Pero el plazo también puede ser extintivo, si una vez cumplido se extingue el
derecho y la obligación correlativa (un arrendamiento a plazo fijo, por ejemplo).
Para hacerse cargo de estos dos tipos, el plazo puede ser definido como un
acontecimiento futuro y cierto que suspende la exigibilidad o la extinción de un
derecho.
78. El plazo como modalidad debe ser convenido por las partes o establecido por la ley.
Excepcionalmente, el juez también puede señalar un plazo a las partes, como ocurre,
por ejemplo, con el plazo en que debe restituir el poseedor vencido en un juicio
reivindicatorio.
79. Existe una importante diferencia entre las obligaciones puras y simples y las
obligaciones a plazo, vinculada al momento en que el deudor se encuentra en mora.
Si se ha convenido plazo o el plazo es implícito (concepto distinto del plazo tácito
referido en el párrafo anterior), porque la obligación no puede razonablemente
cumplirse sino dentro de cierto plazo, el deudor se encuentra en mora desde que se
vence dicho plazo. Por el contrario, si la obligación es de cumplimiento inmediato,
la mora exige reconvención al deudor.
34
80. Los plazos pueden ser plazos fatales y no fatales. Son plazos fatales aquellos que por su
solo cumplimiento extinguen irrevocablemente un derecho. Son plazos no fatales
aquellos en que, no obstante estar vencido el plazo, el derecho puede ejercerse
todavía válida y eficazmente el derecho, hasta que no se acuse la rebeldía
correspondiente.
Se entiende que los plazos son fatales cuando así expresamente se señala o se dice
por la ley que el derecho deberá ejercerse en o dentro de un cierto término (art. 49).
Con todo, el plazo también puede estar establecido en beneficio del acreedor. Desde
luego que ello vale si el contrato es bilateral y oneroso, como ocurre con el
arrendamiento, donde el arrendador está interesado en que no se le devuelva la cosa
con anterioridad al plazo pactado. Lo mismo vale si en el contrato de mutuo de
dinero se deben intereses, lo que es elemento de la naturaleza en esos contratos (art.
12 de la Ley No 18.010, sobre operaciones de crédito de dinero). En tal caso se
entiende que el plazo es también en beneficio del acreedor, de modo que el pago
anticipado no exonera del pago de intereses por el total del plazo convenido (art.
2204)5.
5 El art. 2204 del Código Civil ha sido modificado por el art. 10 de la Ley No18.010, en beneficio del deudor de
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plazo se pacten con una garantía real (prenda o hipoteca) o personal (solidaridad o
fianza). Aun así, puede ocurrir que (i) el deudor entretanto se haya declarado en
quiebra o se encuentre en insolvencia notoria (esto es, en una situación que sus
bienes e ingresos son insuficientes para solventar sus deudas), o que (ii) las
cauciones, por hecho imputable al deudor, se hayan hecho insuficientes. En tales
casos, la ley establece la caducidad del plazo (art. 1496), con lo cual la obligación se
hace exigible antes del vencimiento originalmente previsto.
83. Además de las causas legales, es común que en las obligaciones que suponen pagos
fraccionados en el tiempo, las partes convengan la caducidad del plazo en caso que
el deudor incumpla con el pago de alguna cuota. Mediante esta caducidad
convencional, también conocida en la práctica comercial como cláusula de aceleración,
se concede al acreedor la facultad de exigir el cumplimiento completo e inmediato
de la obligación si el deudor no cumple con el pago de alguna cuota. La principal
discusión que ha surgido respecto a las cláusulas de aceleración, dice relación con el
momento a partir del cual se entiende exigible la totalidad de la obligación: si ello
ocurre ipso facto en el momento en que el deudor incumple con el pago de alguna
cuota o desde que el acreedor manifiesta su voluntad de hacer valer la caducidad
convencional. Lo anterior es relevante, porque de esto depende también el momento
a partir del cual comienza a contarse el plazo de prescripción extintiva.
(b) Condición
El Código Civil señala que “es obligación condicional la que depende de una condición,
esto es, de un acontecimiento futuro que puede suceder o no” (art. 1473).
36
86. Las condiciones pueden tener por contenido el acto de una de las partes, en cuyo
caso son potestativas; el hecho de un tercero o de la naturaleza, en cuyo caso son
casuales; o, a un conjunto que comprende la voluntad del acreedor y en parte la
voluntad de un tercero o de un acaso, hipótesis en que son mixtas (art. 1477).
37
Las opciones son muy frecuentes en el ámbito financiero: las partes se obligan a
comprar o vender a un cierto precio en algún momento futuro. Dichas opciones son
siempre remuneradas, esto es, quien recibe el derecho potestativo de contratar paga
por tener ese derecho.
Suponga que es usted un productor de fruta, que tiene todos sus costos en pesos, pero sus ingresos son
en dólares, porque toda la fruta se exporta. ¿Por qué puede ser razonable contratar con un banco, bajo
una condición meramente potestativa del agricultor, que el banco le venderá los dólares a la época del
pago de las exportaciones a un precio preestablecido en el contrato?
38
89. Atendidos los efectos del cumplimiento de la condición suspensiva, es posible que
el deudor se valga de medios ilícitos para evitar la ocurrencia del evento incierto y
con ello impedir el nacimiento de la obligación. En razón de ello, el art. 1481 II
establece el cumplimiento ficto de la condición en los casos el deudor ejerce medios
7El contrato de suministro es innominado, esto es, no está regulado por la ley. Aunque puede ser concebido
como una promesa de compraventa, comercialmente tiene su individualidad. La ley regula ciertos contratos
de suministro en monopolios naturales, como es el suministro eléctrico a nivel de distribución domiciliaria y
de servicios sanitarios.
39
ilícitos para que la condición no pueda cumplirse o para que el tercero de cuya
voluntad depende su cumplimiento no coopere en ello.
90. La condición resolutoria consiste en un evento futuro e incierto del cual depende la
extinción de un derecho. Por ejemplo, se puede pactar el mismo contrato de
suministro antes referido bajo condición resolutoria: este sería el caso si la
obligación de suministro del proveedor cesa si el precio de mercado sube de un
cierto nivel.
92. También son transferibles esos mismos derechos. De hecho las opciones son bienes
comerciables (dan lugar a lo que en términos financieros se denominan derivados,
esto es, derechos que no recaen en cosas específicas sino en el derecho a adquirirlos.
La llamada crisis subprime tuvo una causa importante en que el mercado desarrolló complejísimos
derivados (opciones bajo condición potestativa del acreedor), que se alejaron exponencialmente de la
base económica real que sustentaba esos instrumentos; véase R. Posner, A Failure of Capitalism, 2009.
93. La condición suspensiva mientras está pendiente impide que nazca el derecho y, por
consiguiente, su cumplimiento no da lugar a restitución alguna, sino hace exigible la
obligación según sus términos. Por el contrario, la condición resolutoria produce
40
efectos muy importantes, incluso respecto de terceros, que presentan analogía pero
también fuertes diferencias con los efectos de la nulidad.
Si se trata de una cosa mueble, sólo hay lugar a la restitución si el tercero está
de mala fe. En este caso la mala fe supone conocimiento, que debe ser probado
por quien intenta reivindicar (art. 1491). La mala fe no tiene connotación
valorativa alguna: simplemente es el conocimiento de que la cosa que se
adquiere puede estar en situación de ser restituida por el tradente.
Se ha generado una discusión acerca de la redacción de los artículos 1490 y 1491 (ver Abeliuk, René.
op. cit. pp. 539-547). Esta discusión tiene poco sentido práctico porque esas normas operan con
simplicidad, según se ha señalado. Sin embargo, la discusión es interesante tanto desde el punto de
vista metodológico, como lógico-jurídico. En el primer sentido, expresa una orientación conceptualista
41
en el derecho privado que es ajena al lenguaje del código, más cercano a la razonabilidad que a la
racionalidad estricta; en el segundo sentido, sin embargo, es ilustrativa, porque muestra las
instituciones en juego.
(c) Modo
94. El modo no está definido por la legislación. Es una institución típica del derecho
sucesorio y de donaciones: se asigna o se dona una cosa con la carga de prestar un
servicio, por ejemplo, dejar un espacio en la casa donada para que habite una
persona anciana; o destinar una parte del producto a ciertas obras de beneficencia.
Por eso, el modo es más infrecuente en contratos y actos onerosos; de hecho si
alguien al contratar se obliga a realizar una determinada prestación a un tercero, no
se trata de un modo sino de una obligación contractual a favor de ese tercero, que da
lugar a las acciones y demás remedios por incumplimiento.
“si se asigna algo a una persona para que lo tenga por suyo con la obligación
de aplicarlo a un fin especial, como el de hacer ciertas obras o sujetarse a
ciertas cargas, esta aplicación es un modo y no una condición suspensiva. El
modo, por consiguiente, no suspende la adquisición de la cosa asignada”.
Es interesante que la ley diga que el modo es una carga que se impone al beneficiario
de una liberalidad; no se trata de una obligación, de modo que queda usualmente
entregado a la corrección del asignatario asumir esa carga. Se ha entendido que a
falta de cláusula resolutoria expresa en el testamento, el modo constituye una carga
que carece de consecuencias jurídica (arts. 1090 y 1092). Sin embargo, en el contrato
de donación, gratuito por esencia, la carga que se imponga al donatario da lugar a la
acción de cumplimiento y a la resolución por incumplimiento (el Código Civil habla
de rescisión, art. 1426). Cabe preguntarse si se justifica que en la donación modal
haya naturalmente derecho al donante y a sus herederos para pedir la resolución
por incumplimiento de la carga modal y no la haya si el modo se ha establecido por
testamento (por la procedencia de la resolución en ambos casos, UGARTE GODOY
2007).
42
95. Los derechos patrimoniales no son innatos (como los derechos de la personalidad y
los demás derechos fundamentales), de modo que siempre hay un hecho jurídico
que les sirve de antecedente: la muerte del causante es antecedente del derecho de
sucesión por causa de muerte; la compra y adquisición de una casa son antecedentes
de su propiedad; el daño causado a un tercero es hipótesis que da lugar a un
derecho a ser indemnizado.
En principio, los hechos que son antecedente de un derecho deben ser probados por
quien alega ese derecho. Esta comprobación no siempre ocurre en sede judicial. Es
trabajo usual de un abogado comprobar la existencia de derechos. Así, por ejemplo,
quien compra una casa necesita saber si el vendedor es dueño y su abogado pide los
antecedentes para probar ese dominio (escrituras públicas, inscripciones registrales);
lo mismo vale respecto del mandatario a efectos de comprobar si tiene poder
suficiente, para determinar la vigencia de una garantía real, o si la propiedad tiene
un permiso administrativo de construcción, y así sucesivamente.
96. Por cierto que esta seguridad jurídica es posible, porque en un eventual juicio se
aplican exactamente las mismas reglas probatorias que las partes han podido prever
ex ante como relevantes.
Estas reglas de prueba en juicio son de dos órdenes diferentes. Las primeras son
reglas que definen la carga de la prueba y las segundas se refieren a valor probatorio de
diversos medios de prueba según las normas del Código Civil. Ambos temas serán
tratados por separado en las siguientes secciones.
97. No se analizarán las normas del Código de Procedimiento Civil sobre la manera de
allegar la prueba y de valorarla en la sentencia. Hay diversas explicaciones para
dualidad de ordenamientos que se refieren a la prueba. Tal vez conviene atender a
que el Código Civil sólo contenga normas sobre materias que son esenciales a
efectos sustantivos, como ocurre en materia patrimonial con la prueba de eximentes
de responsabilidad contractual y con el establecimiento de presunciones legales (en
culpa y causalidad, por ejemplo). En el ámbito de los derechos reales, las reglas
43
Otras reglas sobre carga de la prueba han sido de desarrollo jurisprudencial. Así, se
han establecido progresivamente presunciones de origen judicial pero que ya están
incorporadas a la construcción sustantiva del tema. En el fondo, se trata de una
práctica de atribuir la carga de la prueba según criterios razonables de facilidad o
dificultad probatoria, de probabilidad u otras razones de justicia o eficiencia; un
ejemplo es la construcción, en el derecho chileno y comparado, de los supuestos de
hecho de la presunción de culpa por el hecho propio en responsabilidad
extracontractual (jurisprudencia y doctrina en Barros, Tratado de responsabilidad
extracontractual, §§ 91 ss.).
a. Conceptos fundamentales
98. En un juicio las partes hacen llegar antecedentes probatorios de sus pretensiones y
excepciones. Usualmente el juez se forma convicción a la luz de esos diversos
elementos de prueba (por ejemplo, documentos públicos o privados, testigos,
informes periciales). Pero puede ocurrir que en la avaluación de los medios de
prueba no llegue a una conclusión clara acerca de la situación de hecho relevante. Es
una situación que la doctrina denomina de non liquet. En el derecho romano se
admitía que en estos casos el juez no decidiera; lo contrario vale en el derecho
moderno, en que el juez está sujeto a una regla de inexcusabilidad (Código Orgánico
de Tribunales, artículo 10 II).
99. Se trata de una carga procesal, porque si no se cumple se produce un efecto negativo
respecto de quien la soporta: que los hechos en que se basa su pretensión o
excepción no se tengan por probados. La carga de la prueba sólo se manifiesta en
esa situación de non liquet, porque es perfectamente posible que con los diversos
medios probatorios allegados por la contraparte o por terceros (expertos, por
ejemplo) el juez llegue a convicción, a pesar de la pasividad de quien técnicamente
soporta la carga de la prueba.
44
101. Las reglas sobre carga de la prueba suelen estar establecidas claramente por la ley,
como es el caso de los artículos 1698, 1547 III y 1671. La carga puede estar
establecida positivamente, señalando a quien corresponde probar los hechos que
sustentan su pretensión o excepción, como ocurre en las normas referidas. Pero
también puede estar establecida en la forma de una presunción legal, cuyo efecto es
poner la carga de la prueba en la parte contra la cual se hace valer la presunción
(por ejemplo, artículos 1674 y 2323).
102. Pero también suele ocurrir que la carga de la prueba no esté establecida por una
regla legal expresa, sino sea construida por la jurisprudencia por razones de justicia,
como la protección de la parte más inexperta, o de eficiencia, como es la
consideración de los antecedentes probatorios que cada parte tiene bajo su control
(caso típico es la construcción de una presunción de culpa por daños causados por
productos defectuosos). Así, por ejemplo, ha sido construida sobre la base del
artículo 2329 una presunción legal prima facie, cuando la actividad que ha producido
el accidente dañoso es peligrosa por sí misma o de acuerdo con la experiencia el
daño en tales casos proviene de la negligencia o imprudencia de quien lo provoca
(Derecho Civil V). En otras palabras, el propio desarrollo del derecho civil en el
proceso puede dar lugar a presunciones de creación jurisprudencial, con
fundamento en la lógica interna del propio ordenamiento civil.
45
Una diferencia con este enfoque es la asunción de una regla de libre discernimiento de todos los
aspectos de hecho por el juez atendiendo a la prueba rendida y a la posición de las partes. La diferencia
es sutil pero importante: el derecho civil tiende a formar hipótesis en que se invierte la carga de la
prueba, de modo que si bien se trata de situaciones excepcionales pueden ser expresadas como regla
aplicable a un número indeterminado de casos análogos, esté expresamente establecida por la ley o
haya sido construida jurisprudencialmente (usualmente con apoyo de dogmático); la decisión
discrecional del juez acerca de la carga de la prueba es, por el contrario, situacional y no es
reconducible a una regla. Esta diferencia debiere ser tenida en consideración en cualquiera reforma
procesal civil que atienda a los bienes en juego. En estas materias el derecho civil y el derecho procesal
coactúan atendiendo a intereses diferentes.
103. La más importante regla sobre carga de la prueba en el derecho de obligaciones está
establecida en una sentencia por el artículo 1698 I:
Los hechos en que funda su acción quien demanda la existencia de una obligación
deben ser probados por ese demandante; si se trata de una obligación contractual,
deberá probar el contrato que sirve de fuente a esa obligación. Y si el demandado
alega que ha pagado o que ha ocurrido otro hecho que tenga el efecto de extinguir la
obligación, corresponde a éste la prueba de ese hecho.
104. Las reglas sobre carga de la prueba son especialmente importantes a efectos de
calcular los riesgos probatorios del acreedor que quiere hacer valer sus acciones y
demás remedios contractuales y del deudor al plantear sus excusas. La regla está
establecida en el artículo 1547 III: incumbe al deudor probar su diligencia o el caso
fortuito que impidió el cumplimiento.
46
En la responsabilidad extracontractual la prueba de la culpa es por regla general carga del demandante
que pide reparación. Por aplicación del artículo 1698, a falta de contrato corresponde al demandante
probar la existencia de la obligación, lo que supone probar los elementos de hecho que fundan la
responsabilidad; entre ellos, culpa o dolo, según el artículo 2314. Diversas presunciones legales o de
creación jurisprudencial alteran la carga de la prueba en favor de la víctima del accidente.
107. En el derecho de consumidores, son de orden público las reglas sobre carga de la
prueba que juegan en su favor. Así, es nula la cláusula contenida en condiciones
generales de contratación que altere la carga de la prueba en perjuicio de los
consumidores; por ejemplo, que ponga en el consumidor la prueba del origen del
defecto de un producto (Ley de Consumidores, artículo 16 letra d).
47
¿Existe alguna diferencia entre las reglas sobre carga de la prueba y las relativas al sopesamiento de la
prueba a efectos de admisibilidad del recurso de casación en el fondo? Más en general, ¿dónde ha fijado
la jurisprudencia, al decidir sobre la admisibilidad de la casación de fondo, la frontera entre cuestiones
de hecho y de derecho en materia probatoria?
c. Medios de prueba
108. Se ha visto que buena parte de las reglas sobre carga de la prueba, que distribuyen
riesgos probatorios, ha sido desarrollada por la ley civil, así como por la doctrina y
jurisprudencia referente a materias sustantivas. Distinta es la pregunta por el valor
probatorio de ciertos medios de prueba. Esta cuestión es respondida por las normas
procesales, pero en materias que son importantes para el debido funcionamiento de
normas sustantivas, también lo hace el Código Civil.
Por eso, no tiene una razón puramente histórica la existencia de normas probatorias en la legislación
civil (en el sentido que el Código Civil es anterior a la legislación procesal). Hay un juego recíproco
entre ambos ordenamientos y eso ocurre en todos los sistemas jurídicos más desarrollados; también en
el common law.
109. En esta sección se analizarán someramente las reglas civiles sobre valor probatorio
en materia de contratos. Sin embargo también las hay en otras materias (posesión,
propiedad, filiación y sucesiones, en otras). Las reglas civiles conviven con las
procesales en estas materias; sólo que las primeras son especiales y referidas a
materias en que el derecho sustantivo está ligado a cuestiones probatorias que
forman parte de su lógica interna. Las reglas procesales son generales y se aplican a
falta de regla probatoria especial. Por otra parte, las reglas civiles no se refieren, por
lo general, a la forma en que se rinde la prueba en juicio, ni a las facultades del juez
para obligar a las partes a presentar antecedentes probatorios.
Más allá de los casos en que el instrumento público es solemnidad del acto, caso en cual no puede ser
sustituido como medio de prueba por un instrumento privado, el instrumento privado y el público
tienen el mismo valor entre las partes (artículo 1702). La diferencia fundamental consiste en el camino
que el instrumento privado tiene para llegar a constituir plena prueba. Compárense al efecto los
48
números 2º y 4ºdel artículo 434 CPC, que define los títulos ejecutivos; si fracasa el reconocimiento del
instrumento privado y el acreedor sólo podrá hacerse de título ejecutivo mediante sentencia firme
(artículo 434 No 1 CPC)]
111. El instrumento público es otorgado o autorizado con las solemnidades legales por un
funcionario público a quien la ley ha atribuido esa función. El Código Civil sólo
toma en consideración los instrumentos públicos otorgados por sujetos privados y
autorizados por un funcionario (artículo 1699); pero también son documentos
públicos los otorgados por funcionario público competente (por ejemplo, un
certificado de nacimiento).
El Código Civil regula el efecto probatorio de una escritura pública. Las normas del
Código Orgánico de Tribunales reglan la forma de su otorgamiento y registro
(artículos 403 ss.).
113. El valor probatorio del instrumento público está establecido en el artículo 1700 I:
114. El instrumento público suele ser exigido a título de solemnidad de un acto. Es el caso
de la compraventa de un inmueble, del título de adquisición de derechos reales
sobre tales inmuebles o de una sucesión hereditaria. [El derecho real de herencia, que
recae sobre la universalidad jurídica de la sucesión hereditaria, puede ser cedido a título
oneroso o gratuito (artículo 1909)].
49
“La falta de instrumento público no puede suplirse por otra prueba en los
actos y contratos en que la ley requiere esa solemnidad, y se mirarán como no
ejecutados o celebrados aun cuando en ellos se prometa reducirlos a
instrumentos públicos dentro de cierto plazo, bajo una cláusula penal: esta
cláusula no producirá efecto alguno”.
Ver el alcance de la expresión ‘se mirarán como no ejecutados o celebrados’ en la discusión acerca de la
distinción entre inexistencia y nulidad.
115. El instrumento público hace plena prueba del acto performativo, pero no lo hace
respecto de la verdad de lo que en ellos se declara. Por ejemplo, el vendedor puede
decir que es dueño de la cosa vendida y se puede probar luego que ello no era
efectivo. Por el contrario, si el contrato consta en escritura pública, hace plena
prueba acerca de su otorgamiento, esto es, de que se realizó el acto jurídico.
116. El instrumento público o privado reconocido produce plena prueba entre las partes
aun en lo enunciativo, con tal que tenga que ver con lo dispositivo (como, por
ejemplo, las referencias que se hagan a efectos de individualizar la cosa vendida,
artículo 1706).
118. Los instrumentos privados son medios de prueba eficaces en la medida que sean
reconocidos en juicio o en que no habiendo sido voluntariamente reconocidos se les
tiene por tales por sentencia judicial (que se les tenga por reconocidos es una manera
eufemística de decir que la autenticidad ha sido declarada por el juez, artículo 1702).
119. La diferencia con los instrumentos públicos y privados entre las partes se agota en
que estos últimos deben ser reconocidos o tenidos por tales, porque una vez que lo
50
han sido tienen el valor de escritura pública respecto de los que aparecen o se reputan
haberlos subscrito, y de las personas a quienes se han transferido las obligaciones y
derechos.
¿Qué importancia práctica puede tener que la firma de un instrumento privado esté autorizada ante
notario, asumiendo que ello no la transforma en escritura pública?; ¿qué interés puede justificar en la
práctica el uso de este expediente en vez expresar el acto jurídico respectivo en escritura pública?
120. Hay documentos privados que se pueden hacer valer sólo contra quien los ha
producido, sin que esto signifique que éste pueda hacerlos valer en su propio favor.
Esta distinción se basa en el principio de que nadie puede generar prueba para sí
mismo.
Los documentos privados en poder de las partes pueden ser usados como medios
probatorios de la común intención de las partes a efectos interpretativos del
contrato. Por eso, es usual que una parte solicite la exhibición de documentos que se
encuentran en poder de la otra parte y que puedan ser útiles a efectos de probar
algún hecho o de interpretar el contrato (Código de Procedimiento Civil, artículo
349).
121. Los instrumentos electrónicos celebrados de acuerdo con la ley tienen el mismo efecto
que si hubiesen sido otorgados en papel (Ley Nº 19.799, sobre documentos
electrónicos, firma electrónica y servicios de certificación de dicha firma, artículos 3º
y 7º; ref.: Apéndice Código Civil). Si la firma electrónica esté certificada por una
entidad debidamente acreditada y han sido otorgados de la manera que establece la
ley, hacen plena prueba como instrumentos públicos o privados de acuerdo con las
reglas generales (ídem, artículos 4º, 5º y 9º).
51
La ley puede prestarse para confusiones en cuanto a los límites entre el instrumento
privado y el público. Si el instrumento privado ha sido suscrito mediante firma
electrónica avanzada, certificada por un prestador autorizado de servicios de
certificación (Ley Nº 19.799, artículo 2º letra g), hace la misma plena prueba que un
instrumento público, (ídem, artículo 5º Nº 2 I); por el contrario, si no están provistos
de esa firma autorizada producen el mismo efecto de los instrumentos privados, y
su valor dependerá de que sean reconocidos o mandados tener por reconocidos
(ídem, artículo 5º Nº 2 II).
122. El otorgamiento del instrumento público y el acto jurídico de que éste da cuenta
hacen prueba respecto de terceros. En otras palabras, el acto performativo que
consta en el instrumento público es de oponibilidad general, con la limitación, por
cierto, del efecto relativo de los actos o contratos. Sin embargo, por ejemplo, si Juan
desea adquirir un inmueble de Pedro, cuyo título es la compraventa en que Pedro
compró a Pablo y en que el dominio está inscrito a nombre de Pedro, Juan puede
tener la certeza jurídica de que esos actos efectivamente se realizaron en la medida
que constan en instrumentos públicos (escritura pública de compraventa e
inscripción de dominio a nombre de Pedro). Por el contrario, si Pablo declara en ese
instrumento que es dueño del inmueble que vendió a Pedro, se trata de una
declaración que no produce plena prueba. Ese es el alcance respecto de terceros del
artículo 1700 I.
123. Los instrumentos privados tienen respecto de terceros los mismos efectos de las
escrituras públicas en la medida que hayan sido reconocidos o mandado tener por
reconocidos (artículo 1702).
Sin embargo, los instrumentos privados sólo adquieren fecha cierta desde ocurre un
hecho que permita establecer erga omnes:
52
Las contraescrituras, esto es, los documentos que modifican lo expresado en una
escritura pública son eficaces entre las partes en las mismas condiciones en que lo
son los instrumentos públicos o privados según las reglas antes analizadas. En otras
palabras, las partes pueden modificar con efecto vinculante para ellas lo señalado en
un documento anterior. De hecho, puede haber cambiado el acuerdo entre ellas
durante la etapa de cumplimiento del contrato o simplemente la intención fue que
hubiere un acto público aparente o simulado y uno real disimulado (bajo el
supuesto de que se trata de una simulación lícita) (curso de Derecho Civil II).
Las exigencias son tan fuertes que a falta de información expresa al tercero, resulta
muy difícil hacer valer frente a él una contraescritura pública o privada que
modifique lo establecido en escritura pública.
126. La ley civil es muy escéptica respecto de la prueba de testigos de actos o contratos.
La desconfianza en los testimonios de jureros viene del derecho antiguo.
53
Luego establece que deben constar por escrito los actos o contratos que contienen la
entrega o promesa de una cosa que valga más de dos unidades tributarias, incluidas
en esa suma las adiciones o alteraciones posteriores, de modo que aunque la
obligación original sea inferior a dos unidades tributarias, deberá constar por escrito
si con esas adiciones o alteraciones supera la suma indicada (artículo 1709 I y II).
Sólo se excluyen de esta limitación los intereses o frutos de la cosa debida, en la
medida que ésta no supere originalmente el límite de dos unidades tributarias
(artículo 1709 III)
La unidad tributaria es una medida que considera la variación real de la moneda nacional y
que fue creada a fines tributarios pero que suele ser usada en otras leyes y en contratos como
medida de reajuste (Código Tributario, artículo 8 Nº 10).
127. Los límites a la prueba testimonial no se aplican si existe un principio de prueba por
escrito. Se entiende por tal un acto escrito del demandado en juicio que haga
verosímil el hecho litigioso; por ejemplo, un pagaré suscrito por el deudor y que
puede razonablemente tener por antecedente una compraventa cuyo saldo de precio
quedó pendiente, en cuyo caso algún testigo verosímil podrá mostrar esa
correlación que le conste (artículo 1711 I).
128. La limitación de la prueba de testigos se refiere a actos o contratos que contengan una
obligación por más de una unidad tributaria. Se trata de casos en que ha sido
posible preconstituir prueba, de modo que no se aplica a situaciones en que ello no es
posible o exigible, como es el caso de obligaciones que nacen de hechos que causan
daño (responsabilidad extracontractual) o de la mayoría de las obligaciones
restitutorias que no tienen por antecedente un contrato (como ocurre por lo general
con las acciones por enriquecimiento sin causa).
54
130. Según se ha visto, para la concepción voluntarista tradicional, la fuerza obligatoria del
contrato tiene su fundamento en el querer de las partes. Si las partes aceptan
libremente el contenido del contrato, si lo han querido en su conjunto y en cada una
de sus cláusulas, éste es obligatorio. Para la corriente positivista, en cambio, la fuerza
obligatoria del contrato emana de la ley; la norma particular creada por convención
es de un grado jerárquico inferior respecto de la potestativa legal que reconoce le
valor como procedimiento de creación de normas jurídicas particulares.
132. La obligatoriedad del contrato permanece hasta su cumplimiento, a menos que haya
intervenido alguna causal de extinción de las obligaciones. Por eso, la forma natural
de extinción de las obligaciones contractuales es el pago, esto, es cumplimiento (art.
1568). También se extinguen por acuerdo de las partes que convienen dejarlo sin
efecto (resciliación) o por demás causas que la ley establece para la extinción (art.
1567).
55
133. El principio del efecto relativo de los contratos se traduce en que los contratos sólo
generan derechos y obligaciones para las partes que concurren a su celebración y
sus sucesores, sin afectar a terceros.
Los actos privados no pueden obligar a terceros, pues para ellos el contrato es una
res inter alias acta. Igual regla rige respecto de obligaciones provenientes de otras
fuentes.
134. Con todo, las posiciones contractuales de las partes pueden ser transmitidas
(mediante sucesión por causa de muerte) o transferidas (mediante acto entre vivos).
135. El derecho reconoce una especie de propiedad sobre los derechos o cosas
incorporales (art. 578, en relación con el art. 583). Así, tanto el derecho personal del
acreedor como la deuda del deudor son transmisibles por sucesión por causa de
muerte.
56
138. Las obligaciones del causante se transmiten como parte de la sucesión patrimonial
que los herederos asumen respecto del causante (art. 951 II). Por eso, aceptar una
herencia supone hacerse cargo de los activos y pasivos que haya dejado el causante.
Con todo, la ley autoriza a los herederos a aceptar con beneficio de inventario, de
modo que su responsabilidad sólo alcance el valor patrimonial de lo que reciben en
calidad de tales (art. 1247).
139. Los créditos son eminentemente transferibles; sin embargo, la transferencia nunca
puede hacerse a título universal: no se puede enajenar todo el patrimonio, en tanto
atributo de la personalidad, sino sólo derechos de crédito individualizados.
141. Al respecto, el Código Civil chileno incurre en una confusión conceptual heredada
del código civil francés, que eliminó la distinción romana entre título y modo de
adquirir. Por consiguiente, en el derecho francés el título (por ejemplo, la
compraventa) es a la vez el modo de transferir el dominio, de manera que respecto
de la cesión de créditos el título y el modo de adquirir son tratados conjuntamente.
En nuestro Código Civil, que dejó persistente la distinción romana entre título y
modo de adquirir, se cometió el error de seguir el mismo camino en lo que se refiere
a esta institución.
Así, el Código Civil trata la cesión de créditos en el título XXV del Libro IV como un
contrato, en circunstancias que técnicamente debiera estar entre los modos de
adquirir (como un párrafo o artículo especial dentro de la tradición). Las reglas del
Código Civil sobre cesión de créditos se refieren principalmente a la extensión de la
responsabilidad de quien los vende o los dona: por regla general, si el crédito es
cedido a título oneroso (por excelencia la venta), el cedente no responde de la
solvencia del deudor, sino sólo de que el crédito sea existente. Si este acto es gratuito
(donación), el cedente no asume responsabilidad alguna (art. 1907).
En todo caso, debemos tener claro que son distintos el título (compraventa, por lo
general) y el modo de adquirir (tradición o cesión de créditos propiamente tal).
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En suma, la regla general es que la cesión de créditos se realiza por entrega del
título, y en el caso de instrumentos a la orden, por endoso.
143. A fin de que la cesión de créditos sea oponible al deudor, el Código Civil exige que
le sea notificada por el cesionario o bien que el deudor la acepte expresa o
tácitamente (arts. 1902, 1903 y 1904). En efecto, la notificación o aceptación permiten
al deudor conocer de la cesión para así realizar el pago al acreedor cedido.
De acuerdo a lo anterior, si bien la validez de la cesión entre las partes está dada por
la entrega material, su oponibilidad lo está por la notificación al deudor o su
aceptación. Así, en tal situación el cesionario tiene una acción personal contra el
cedente, pero nada podrá hacer contra el deudor, ya que su acción se extinguió con
el pago.
Distinta es la situación de los créditos a la orden o al portador, que son típicos del
derecho comercial. Los créditos que nacen de contratos son por regla general
nominativos, de modo que están sujetos a las reglas comentadas. Pero pueden haber
títulos al portador, de modo que quien porta el documento donde consta el crédito
puede cobrarlo (un cheque al portador) y títulos a la orden (letras de cambio y
pagarés). Estos instrumentos se desprenden del negocio causal que les sirve de
antecedente (saldo de precio en compraventa o mutuo de dinero, por ejemplo), de
58
modo que el crédito puede cederse mediante endoso y la cesión es sin más oponible
al deudor con la sola presentación del título debidamente endosado.
145. La cesión del crédito supone sólo la posición activa de la relación obligatoria; en
consecuencia, el deudor continúa siendo el mismo (pues lo que se cede es el crédito,
no el contrato). Así, si el vendedor cede a un banco su crédito contra el comprador,
sólo significa que el banco es titular del crédito por el precio, pero en nada afecta la
obligación del vendedor de dar la cosa vendida.
146. Si bien las obligaciones son transferibles en su dimensión activa, por regla general
no lo son en su dimensión pasiva (deuda). Ello se debe a que al acreedor no le es
indiferente la persona del deudor, porque éste puede haber sido decisivo en la
celebración del contrato (particularmente, el patrimonio del deudor, su solvencia y
su prestigio comercial).
147. Hay sistemas jurídicos que conocen la asunción de deudas, en la cual intervienen tres
partes (acreedor, deudor y nuevo deudor) y que consiste en que un tercero sucede al
deudor en una relación obligatoria. Sin embargo, siempre la asunción de deudas
supone el consentimiento del acreedor, a diferencia de la cesión de créditos, que no
requiere necesariamente el consentimiento del deudor, bastando con su notificación.
59
1642 y 1645). Con todo, para evitar esta situación el Código Civil contempla la
reserva expresa de las prendas e hipotecas (art. 1642).
e. Cesión de contratos
Supongamos que una empresa constructora (A) ha adquirido la obligación de construir una casa. En
circunstancias que tiene problemas de equipamiento, solicita a quien ha encargado la obra que el
contrato sea cedido a otra empresa constructora (B). El propietario está dispuesto a que B suceda a A
en la relación contractual. El camino para lograr este propósito es que A ceda a B el crédito contra el
propietario por el precio y B sustituya a A en la obligación de construir mediante una novación por
cambio de deudor. Un resultado semejante se puede lograr si A y el propietario acuerdan resciliar el
contrato entre ellos y el propietario celebra un nuevo contrato con B. Queda pendiente la pregunta de
por qué puede estar interesado el propietario en que se haga una cesión de contrato y no una
resciliación.
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a. Generalidades
152. En principio, como se ha referido, el contrato sólo produce efectos entre las partes. Por
consiguiente, no hay acción contra terceros, ni de terceros contra las partes.
Sin embargo, los terceros pueden verse afectados reflejamente por el contrato, en
tanto crea derechos y obligaciones para las partes que ellos deben reconocer. En
efecto, el contrato crea una situación jurídica objetiva que, bajo ciertas circunstancias
puede no ser indiferente para los terceros. Por ejemplo, si Juan vende su casa a
Pedro y luego hace la tradición de la misma, aun cuando no se generen derechos y
obligaciones para terceros en virtud de esa compraventa, de todas formas ese
contrato ha configurado una situación jurídica: en su virtud se ha transferido la cosa
y se ha modificado la composición del patrimonio del comprador y del vendedor.
En consecuencia, si el tercero es a su vez acreedor del vendedor va a ver afectado su
derecho a hacer valer su propia obligación contractual, pues, la responsabilidad del
deudor se hace valer sobre su patrimonio tal como se encuentra al momento en que
se ejecuta la obligación (derecho de prenda general, art. 2465).
En suma, las obligaciones contractuales sólo pueden ser exigidas del deudor, porque
el derecho personal correlativo se tiene precisa y exclusivamente respecto de él. Sin
embargo, el contrato cambia la realidad patrimonial de las partes y ello puede ser
relevante para terceros.
153. Con todo, algunos contratos parecieran tener efectos respecto de personas diferentes
a quienes lo celebran, como ocurre con la representación (art. 1448), la estipulación a
favor de otro (art. 1449) y la promesa de hecho ajeno (art. 1450). Sin embargo, al
estudiarlos se verá que ninguna de esas hipótesis es en verdad una excepción al
principio de efecto relativo de los contratos.
61
154. Como se señaló, los contratos tienen un cierto efecto expansivo que se manifiesta en
la situación jurídica objetiva que generan y que indirectamente puede afectar a
sujetos distintos de las partes.
155. Los denominados terceros relativos son aquellos terceros a quienes la celebración de
un contrato puede afectarles, debido a la estrecha relación que mantienen con
alguna de las partes del contrato.
156. Entre ellos se encuentran los causahabientes a título singular. Ésos son quienes
suceden a una persona, por acto entre vivos o mortis causa, en un bien
específicamente determinado y no en la totalidad de su patrimonio o cuota de él
(caso en el cual serían tratados como partes).
157. Según la mayoría de la doctrina, a los causahabientes a título singular les afectan los
contratos celebrados por el causante sobre la cosa específica de que se trate, antes de
que se le transfiera o transmita. Existen casos regulados por el legislador (v. gr., la
obligación de pagar gastos comunes en la propiedad horizontal, Ley Nº 19.547, art.
4). En las hipótesis no previstas, parece que el principio es que las obligaciones
contraídas por el causante no empecen al causahabiente singular.
158. Otra situación particular se da respecto de los acreedores de las partes. Éstos, en razón
del derecho de prenda general que tienen sobre el patrimonio del deudor,
indirectamente se ven afectados por los actos que este último celebre e impliquen
una disminución de su patrimonio. La regla general a su respecto es la oponibilidad
a los acreedores de los actos de su deudor. Sin embargo, dicha regla tiene como
límite los actos realizados en fraude del acreedor, casos en que el ordenamiento le
otorga derechos auxiliares para resguardar el patrimonio de su deudor. Dentro de
estas acciones se encuentran la acción pauliana o revocatoria (art. 2468) y la acción
oblicua o subrogatoria (art. 2466). Esta última permite al acreedor ejercer en nombre
del deudor, derechos que éste negligentemente no ejerció.
159. Existe una segunda figura en relación a la oponibilidad de los contratos, que es la
protección de derechos contractuales frente a intromisiones de terceros en aquella
relación. Los terceros no tienen deberes ni acciones respecto del contrato, pero sí
deben respetar la relación contractual propiamente tal. Lo anterior, se manifiesta en
un deber de no intervenir incitando a una de las partes a no cumplir lo pactado.
62
160. Existiendo un efecto expansivo de los contratos y siendo éstos por regla general
oponibles a terceros, tiene relevancia la hipótesis en que sea justamente un tercero
quien, por su actuar, impide que se cumpla con un contrato ajeno.
161. Esta institución parece atacar la clásica distinción entre derechos reales (que
establecen un deber de abstención erga omnes) y derechos personales, que no
generan tal efecto. Tal contradicción es sólo aparente, pues si bien los derechos
personales no generan obligaciones erga omnes, sí son oponibles a todos quienes
deben reconocer su existencia. Por otra parte, la responsabilidad relevante es
extracontractual, de modo que será tratada en Derecho Civil V.
165. Hallamos otro ejemplo en los artículos 1490 y 1491 en el caso de la condición
resolutoria. Para que ésta sea oponible al comprador, él debe conocerla; y si se trata
de inmuebles se requieren ciertas formalidades específicas: que conste en el título en
cuya virtud se adquiere el bien, inscrito u otorgado por escritura pública.
63
167. Por último, está el valor de la escritura pública frente a terceros (art. 1707). La
escritura privada modificatoria de una escritura pública puede tener efecto entre las
partes, pero es inoponible a terceros. Es más, si la escritura pública en dicho acto
constituye una solemnidad, hay nulidad absoluta si se utiliza un instrumento
privado. ¿Qué sucede si la escritura pública es modificada por otra escritura
pública? El art. 1707 II del Código Civil, señala que en ese caso el tercero queda
protegido, salvo que haya conocido o tenido la posibilidad de conocer la
modificación, lo que ocurre cuando se ha hecho anotación de la contraescritura en la
escritura matriz y en la copia con la que actuó el tercero. Éste es un requisito muy
fuerte de oponibilidad.
168. La inoponibiidad por fraude ocurre cuando el acto le es inoponible al tercero porque
lo perjudica materialmente. El caso paradigmático está en el fraude pauliano, que da
al acreedor una acción de inoponibilidad (art. 2468). Se profundizará sobre dicha
acción al momento de tratar las acciones auxiliares de que dispone el acreedor para
proteger el patrimonio de su deudor.
170. ¿Qué pasa con los poderes aparentes? Si bien formalmente el mandante se
extralimita, el tercero puede haber tenido indicios de confianza que le llevaron a
creer que actuaba dentro de sus facultades, actuando la apariencia, como un límite
pues se cautela también la buena fe del tercero.
171. Se ha dicho que existen ciertos actos o instituciones que aparentemente son
excepciones del principio del relativo de los contratos, y que en conjunto pueden ser
denominados ‘contratos por otro’.
172. Sin embargo, lo cierto es que en ninguna de las situaciones que se revisarán a
continuación hay una verdadera excepción al efecto relativo del contrato. En efecto,
64
(a) Representación
173. La representación es una institución en cuya virtud los efectos de un acto jurídico o
contrato que celebra una persona en lugar y a nombre de otra, se radican en forma
directa en esta última, como si ella personalmente hubiera actuado (art. 1448).
174. La representación es, a su vez, una excepción al principio de que las partes están
obligadas sólo por su propia manifestación de voluntad, ya que la manifestación de
la voluntad no emana de la parte que se obliga, sino de la persona que la representa.
Sin embargo, no es una excepción al efecto relativo de los contratos, porque no
genera derechos u obligaciones para terceros. Se trata de una modalidad de
contratación en cuya virtud los efectos de los actos del representante se radican en el
representado.
i. Representación legal
176. La representación legal tiene su fuente es la ley, no la voluntad de las partes. Se da,
por ejemplo, a favor del padre o la madre respecto de su hijo, y el tutor o curador
respecto del pupilo
Toda vez que el representado no tiene decisión sobre la persona del representante,
éste último deberá ser totalmente capaz.
177. Su fuente es un acto jurídico que puede ser unilateral (poder de representación) o
bilateral (contrato de mandato).
178. El poder de representación es un acto unilateral por el cual una persona confiere a
otra la facultad de representarla, en mayor o menor alcance.
179. Toda vez que es el representado el que se obliga, éste debe ser siempre capaz para
pactar la representación. El mandatario, en cambio, puede perfectamente ser
incapaz relativo, siempre y cuando tenga discernimiento (con exclusión del
disipador, art. 2128).
65
Aun cuando el mandato sea general, como medida de protección, ciertos actos
requieren de facultades expresas, por ejemplo, la facultad de autocontratar (arts.
2144 y 2145).
181. El principio general, cuando el mandatario actúa dentro de sus facultades, es que el
mandante cumpla las obligaciones que a su nombre ha contraído el mandatario
(arts. 2160 y 2154).
183. Recibe el nombre de estipulación a favor de otro el contrato por el cual las partes
confieren un beneficio a un tercero que no participa de él.
66
185. Esta es una institución de gran aplicación práctica. El ejemplo más claro es el seguro
de vida, pues quien contrata con el seguro lo hace en beneficio de uno o más
terceros que no participan del acto. Otro caso que puede constituir esta figura es el
contrato de transporte, cuando éste lo suscriben el proveedor y el transportista en
beneficio del distribuidor, quien incluso puede llegar a ser acreedor. Finalmente,
tiene la naturaleza de estipulación a favor de otro la obligación que en ocasiones
adquiere el comprador de una empresa consistente en conceder algunos beneficios a
los trabajadores.
186. De la letra del art. 1449 se desprende que mientras el tercero no acepta, es un
completo extraño. Las partes pueden incluso resciliar el contrato durante el tiempo
intermedio que va desde su perfección hasta la aceptación del beneficiario. No
obstante, el tercero es el único que puede demandar lo estipulado.
187. Dado lo anterior, la estipulación por otro no es en realidad una excepción al efecto
relativo de los contratos. El derecho del tercero sólo nace con su aceptación. Se
aplican, por tanto, las reglas generales; se trata de una modalidad contractual más
compleja, que comprende dos operaciones: el contrato mismo y la posterior cesión
de derechos.
Una vez que se produce la ratificación, el derecho del tercero que lo habilita para
demandar lo estipulado se explica en razón de una cesión de derechos, en la que él
es el cesionario y el estipulante el cedente. Por eso, aquél pasa a tener una situación
contractual similar a la de éste en cuanto a las acciones y excepciones que puede
interponer y oponer al promitente.
189. Entre el estipulante y el tercero puede existir una relación gratuita u onerosa. Puede
existir de parte del primero, por consiguiente, la intención de realizar una donación
al beneficiario o, por el contrario, el propósito de pagar una obligación. En uno y
otro caso, con todo, la liberalidad y el deber no forman parte del contrato en que se
estipula a favor del tercero. En este contrato la causa está dada, en verdad, por las
prestaciones recíprocas.
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190. La promesa de hecho ajeno es un contrato por el cual una de las partes se obliga a
que una tercera persona haga o no haga una determinada cosa; el tercero no resulta
obligado a menos que medie su ratificación.
191. Según su definición, la obligación contraída por el deudor en dicho contrato es una
obligación de hacer: lograr cierta actuación de un tercero. Esta obligación, será
típicamente de lograr la ratificación del tercero de un acto realizado por el deudor, o
prometer que el tercero se hará parte del contrato suscrito.
192. Si bien esta institución es considerada como excepción al efecto relativo de los
contratos, dicho efecto es solo aparente. Este contrato no afecta, en principio, a
terceros; el contratante se obliga a un hecho suyo: conseguir una determinada acción
u omisión de un tercero. El tercero, por tanto, es libre de decidir su conducta y sólo
se verá obligado de mediar su propia voluntad
194. Según el art. 1450, para que haya promesa de hecho ajeno es esencial que el deudor
o promitente no actúe como representante del tercero, porque en tal caso resulta en
verdad obligado él mismo.
Tampoco se está en presencia de una promesa de hecho ajeno cuando se invoca una
representación que no existe. El hecho que el mandatario se extralimite en sus
poderes, y que por eso no resulte obligado el tercero, no implica que aquél contraiga
la obligación de que éste ratifique. Por regla general, el mandatario que se
extralimita en sus poderes no es responsable frente a terceros, sino sólo ante el
mandante (art. 2154). Ello sin perjuicio, naturalmente, de que el mandante ratifique
las actuaciones del mandatario (art. 2160 inc. 2°).
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195. Mucho se ha discutido en torno a naturaleza jurídica de esta figura. Lo que hay, al
parecer, son dos contratos sucesivos. El primero, de vigencia inmediata, es el que
suscribe el acreedor con el deudor que se obliga al hecho de tercero. El segundo, en
tanto, de vigencia eventual, es el que se genera una vez que el tercero ratifica el
contrato primitivo, que es diverso del anterior, pues ahora las partes son tres.
Lo que es claro es que una vez que ha ratificado el tercero, el deudor o promitente
no es de ningún modo responsable de la conducta que éste ejecute en virtud del
pacto, desligándose absolutamente de la relación contractual.
196. Parte de la doctrina ha dicho que la ratificación del tercero tiene efecto retroactivo,
vale decir, que lo incorpora al contrato como parte primitiva de éste. Aceptar esta
postura supone aceptar también varios absurdos. Uno de ellos es la interrogante de
qué sucede cuando desde la época del nacimiento del contrato original hasta la
ratificación del tercero, éste ha actuado en contra de aquél: ¿hay incumplimiento? Lo
lógico es que no. Por eso, no es correcto señalar que la ratificación produce efectos
retroactivos.
197. Extender la esfera contractual a favor de terceros supone admitir que el objeto de la
relación obligatoria no sólo está constituido por la prestación principal, sino también
por deberes de protección en beneficio de sujetos que no han concurrido con su
voluntad a la celebración del contrato. Esos deberes complementarios a la prestación
principal pueden desprenderse del entendimiento de la relación obligatoria como
una estructura orgánica compleja.8 Además, supone que en caso de infracción a los
deberes de protección, sea el tercero quien, en sede contractual, demande
directamente la indemnización de los perjuicios que se le hayan ocasionado.
69
199. Por su parte, en el derecho alemán se ha adoptado la figura del Vertrag mit
Schutzwirkung zugunsten Dritte, esto es, contratos con eficacia de protección a favor
de terceros respecto de quienes existe un deber especial de cuidado.13 Los contratos
que protegen intereses de terceros surgieron en la jurisprudencia alemana como una
manera de hacer frente a insuficiencias del régimen de responsabilidad
extracontractual.14 En efecto, por distinciones dogmáticas que ese sistema jurídico
hace entre ilicitud de la conducta y antijuridicidad del daño,15 la aplicación de la sec.
823 del BGB impide que en sede extracontractual sean reparados los daños
puramente patrimoniales, a menos que la conducta que cause el daño sea contraria a
las buenas costumbres (sec. 826).16
9 Las bases legales de las obligaciones de seguridad se encuentran en el art. 1135 del Código Civil francés:
“Los acuerdos obligarán no sólo a lo expresado en ellos, sino también a todas las consecuencias que la
equidad, la costumbre o la ley atribuyan a la obligación según su naturaleza”. Una regla similar se establece
en el art. 1546 del Código Civil chileno, pero con referencia ecpresa al principio de Buena fe en la ejecución de
los contratos.
10 Cass civ, 21 de noviembre de 1911 (M Fabre-Magnan, Droit des Obligations I (2008) 466.
11 Cass civ, 17 de enero de 1995, Bull civ I, 43. En el mismo sentido, la Ley de accidentes de tránsito (de 5 de
70
200. En Latinoamérica las doctrinas que buscan ampliar los efectos del contrato a través
de deberes de protección también han tenido eco. Por ejemplo, en Colombia una
sentencia de la Corte Suprema pareció aplicar la doctrina alemana del Vertrag mit
Schutzwirkung zugunsten Dritte. 20 En Chile algo similar ha ocurrido mediante la
aplicación de la estipulación a favor de otro (art. 1449 del Código Civil chileno).21 .
Así, en un caso se estimó que entre un paciente al que se le hizo una transfusión de
sangre, la clínica en que se hizo la transfusión y el banco de sangre, existía esta
figura, pese a que la clínica había contratado directamente con el banco. El paciente
se consideró el beneficiario de la estipulación pactada entre la clínica y el banco.
Ahora bien, la estipulación a favor de otro se aplicó, entre otras razones, porque el
banco estaba informado acerca de la identidad del paciente intervenido.22
201. Con todo, en Chile no es necesario recurrir a los contratos con efecto protector a
favor de terceros para mejorar la posición de la víctima de un daño, por la siguientes
razones:
establece una especie de responsabilidad vicaria (estricta) de la parte contratante por actos de terceros que
dependen de él en relación a la ejecución de la prestación del contrato.
17 BGHZ 51, 91.
18 BGHZ 69, 82.
19 M Ebers/A Janssen/ O Meyer, European Perspectives on Producer’s Liability (2009) 9.
20 Corte Suprema, Cas. Civ., 1 de julio de 2009; vid. J Olmos, Deberes de protección aún frente a terceros en la
71
23 Corte Suprema, 18 de diciembre de 1926, RDJ t. XXIV, sec. 1ª, 567.
72
202. Desde el punto de vista del deudor, la obligación representa una deuda; y, desde el
punto de vista del acreedor, un derecho subjetivo, es decir, en un poder jurídico que
el derecho reconoce a su titular con el fin de satisfacer su interés. La obligación
posee carácter jurídico porque el derecho asocia su existencia a reglas que protegen
y hacen efectivo el interés del acreedor frente al incumplimiento.
La noción de remedios proviene del common law pero ha sido introducida en el último
tiempo en la doctrina civil por ser más comprensiva que la de acción. En efecto, la
limitación del concepto de acción es que sólo hace referencia a los derechos que el
acreedor puede hacer valer por medio de una acción judicial. En cambio, hay otros
derechos que se ejercen en virtud de una potestad, por medio de un acto unilateral
del acreedor que persigue proteger su interés. Por ejemplo, en Chile el
cumplimiento forzado se ejerce mediante una acción judicial. En cambio, las partes
también pueden convenir en el contrato que en caso de incumplimiento del deudor
el acreedor tenga derecho a poner término a la relación obligatoria por medio de un
acto unilateral de terminación o resolución. Este derecho de auto tutela contractual
no es una acción en sentido clásico, porque no se hace valer en tribunales (sin
perjuicio del conflicto a que puede dar lugar su uso indebido por el acreedor). En
este sentido, ambos constituyen remedios de que dispone el acreedor para hacer
frente al incumplimiento, pero no todo remedio supone el ejercicio de una acción
73
204. A estas alturas conviene hacer una segunda precisión conceptual respecto del
concepto de acción. En el derecho civil se ha hecho referencia tradicionalmente a la
acción para señalar aquello que el titular de un derecho puede reclamar ante un
tribunal. En este sentido, la acción representa el remedio específico que el acreedor
frustrado puede hacer valer ante el tribunal. Por eso, por ejemplo, se habla de acción
de cumplimiento, de acción indemnizatoria y, fuera del derecho de obligaciones, de
acción reinvindicatoria y de acciones posesorias.
La doctrina alemana del S. XIX destacó que el concepto de acción tenía una cierta
equivocidad: por un lado, se refiere al derecho de segundo grado que se reclama en
juicio; por otro, expresa, en un sentido más abstracto, el derecho potestativo de
reclamar ante un tribunal. En el primer sentido, se trata de la acción civil clásica; en
el segundo, de un derecho de petición que se expresa procesalmente en la demanda.
74
Esta regla tiene algunos elementos destacables. Ante todo, asume un concepto
amplio de incumplimiento que incluye todas las vicisitudes que pueden sufrir las
expectativas del acreedor. Además, establece un concepto de incumplimiento que es
neutral, porque prescinde de la idea de que sea injustificado. En ambos sentidos el
concepto es ventajoso, porque permite considerar unitariamente la insatisfacción de
la expectativa normativa del acreedor de ser satisfecho en su derecho de crédito. El
sistema de remedios y acciones contractuales tiene como punto central de referencia
el incumplimiento entendido con esa amplitud.
iv La prestación defectuosa; y,
24Los PDEC son el resultado de un trabajo privado de elaboración de reglas aplicables a los contratos. No son
un ordenamiento positivo de unificación del derecho, pero han tenido influencia en la ordenación y
comprensión del derecho de contratos sobre una base comparada. El antecedente más directo de los PDEC es
la Convención de Viena sobre Compraventa Internacional de Mercaderías (conocida como CISG, según sus
siglas en inglés), un instrumento de derecho uniforme que ha tenido una amplísima recepción internacional,
incluyendo Chile y todos los países que mantienen tráfico comercial. La CISG ha sido incorporada por
ratificación al derecho chileno y es un importante instrumento para comprender sistemáticamente el derecho
de contratos.
75
Bajo un paradigma funcional, los remedios contractuales deben servir a los diversos
intereses legítimos que el acreedor puede tener en caso de incumplimiento. El
concepto amplio de incumplimiento de los PDEC es expresivo de un concepto
objetivo y neutral de incumplimiento, que prescinde de los requisitos adicionales de
atribución de responsabilidad en sentido estricto (indemnización de perjuicios). El
incumplimiento es la situación de hecho que sirve de base común a todos los
remedios contractuales (sin perjuicio de los requisitos especiales de cada acción en
particular), y que consiste en un antecedente objetivo: la insatisfacción del interés
contractual que el deudor ha asegurado al acreedor. Esta noción prima en los
principales instrumentos internacionales del derecho de contratos: en la CISG (arts.
45 y ss.) y en los Principios Internacionales de Contratación Internacional de
Naciones Unidas (“Principios UNIDROIT”, art. 7.1.1), y también han sido recogidos
en los PDEC (art. 1:301).
76
209. Aceptadas esas premisas, el incumplimiento puede ser entendido como cualquier
desviación de las obligaciones que impone la regla contractual de primer grado, con
independencia del tipo de obligación de que se trate. Lo significativo dogmática y
prácticamente es que cualquiera sea el incumplimiento, éste es tratado
unitariamente como el supuesto básico del sistema de remedios.
211. En las obligaciones de medio el interés primario del acreedor (la obtención de un
beneficio determinado) no forma parte del contenido de la obligación; por tanto, el
77
212. Con todo, conviene a estas alturas hacer una reserva. En las obligaciones de medios,
el incumplimiento puede estar constituido por dos situaciones de hecho diferentes.
Ante todo, puede ocurrir que el deudor no realice acto alguno de cumplimiento (el
abogado a quien se le encarga una gestión y deja abandonado el encargo), en cuyo
caso no puede acreditar cumplimiento alguno. En la segunda situación de hecho se
muestra la peculiaridad de las obligaciones de medios: el deudor realiza actos de
ejecución, que alega son un cumplimiento, pero tales actos no responden al estándar
de destreza y diligencia que le es exigible. En el primer respecto no hay diferencia
sustancial con los aspectos constitutivos ni probatorios del incumplimiento de una
obligación de resultado. En el segundo, el incumplimiento está constituido por la
negligencia, y no por la falta del beneficio perseguido por el acreedor.
78
214. A efectos de interpretar si una cierta disposición contractual debe ser entendida
como constitutiva de una obligación de medios o de resultado, conviene tener
presentes algunas circunstancias que explican la distinción entre unas y otras.
Piénsese por ejemplo en los servicios de enseñanza, en los que el objeto de la
obligación de conducta sólo mediatamente supone una afectación del mundo físico.
Es sintomático de ello que la restitución en naturaleza en caso de resolución del
contrato resulte por lo general imposible (véase en este sentido el art. 9.309 de los
PDEC). Por lo mismo, en estas obligaciones no se puede juzgar la calidad de la
prestación exclusivamente de conformidad con estándares objetivos de la cosa que
es objeto de la prestación, esto es, de acuerdo a parámetros por completo externos y
neutrales respecto de la conducta del deudor.
79
En cambio, para que las obligaciones de resultado den lugar a incumplimiento son
suficientes ciertos hechos externos, que muestren que la prestación debida no se
realizó o lo fue defectivamente. En las obligaciones de resultado la prestación es
definida con prescindencia de la conducta del deudor, aunque resulte causalmente
de ella.
216. De lo dicho hasta acá, se han identificado tres preguntas que conviene mantener
separadas: la primera se refiere a la naturaleza y alcance de la obligación de primer
grado, lo que supone interpretar y calificar el contrato para saber a qué se obligó el
deudor; la segunda, atiende al incumplimiento como requisito común y general de
las acciones y demás remedios contractuales; y, la tercera, a las condiciones
específicas que, además del incumplimiento, resultan exigibles para la procedencia
de cada remedio en particular, así como para las excusas que resultan admisibles al
deudor.
80
iii En tercer lugar cabe analizar las acciones y demás remedios que se pueden
seguir del incumplimiento, así como los requisitos de procedencia adicionales,
si los hay. Cada remedio tiene requisitos de procedencia. Para que proceda el
cumplimiento forzoso, por ejemplo, la obligación debe constar en un título
ejecutivo; el incumplimiento debe ser significativo para que proceda la
resolución; y el incumplimiento debe ser imputable a la culpa o dolo del
deudor para que proceda la indemnización de perjuicios. Sobre este último
respecto, si la obligación es de conducta o de medios, el pronunciamiento
acerca de si hubo incumplimiento ya lleva implícito un juicio de negligencia,
de modo que sobre este requisito no será necesario volver al momento de
establecer las condiciones de la indemnización de perjuicios. En la medida que
ese requisito es antecedente de la responsabilidad ya está establecido al
contestar la segunda y la tercera pregunta.
2. ¿Puede asumirse que las obligaciones de resultado son la regla general en materia
contractual?
81
218. La obligatoriedad legal del contrato es compatible con diversas acciones o remedios.
Aunque los distintos ordenamientos jurídicos divergen en algunos aspectos, tienden
en definitiva a concurrir en sus soluciones, sólo que por caminos diferentes.
Ante todo, hay sistemas que consagran como acción contractual por excelencia la
indemnización de perjuicios. Se busca que los incumplimientos no provoquen
menoscabo patrimonial al acreedor, primando un criterio de eficiencia del
intercambio, más que uno que atienda al cumplimiento en naturaleza de lo debido.
En cambio, otros ordenamientos jurídicos conceden primariamente la acción de
ejecución forzada, que en principio se asocia a la concepción del contrato como
promesa. En general, la tradición del derecho civil ha optado por este segundo
camino, a diferencia de la anglosajona que privilegia el primero. Se afirma en países
del common law que la preferencia por una regla indemnizatoria permite un máximo
de eficiencia: el acreedor queda indemne y el deudor puede comprometer la cosa o
su actividad a un uso más productivo. Esta regla favorecería el bienestar, porque no
causa daño a nadie en la medida que el deudor queda patrimonialmente indemne y
el deudor queda en mejor posición que la que tendría si hubiese cumplido el
contrato (POSNER).
82
221. Los remedios que se analizarán son los legales. Éstos suelen ser completados por
acuerdos contractuales que establezcan reglas convencionales acerca de los efectos
del incumplimiento. Pueden, por ejemplo establecer multas por incumplimiento
(cláusulas penales, art. 1535); definir el procedimiento mediante el que una parte
puede desistirse (resolver el contrato) y las circunstancias en que este derecho
potestativo puede realizarse; puede limitarse o ampliarse la responsabilidad del
deudor, entre otros.
222. En lo que sigue, serán tratados los principales remedios que tiene el acreedor frente
al incumplimiento del deudor. Tales remedios operan como un efecto de segundo
83
grado respecto del deber contractual que no se ha cumplido. Los remedios que se
analizarán son:
a. Generalidades
224. El cumplimiento en naturaleza es uno de los remedios que el acreedor dispone. Para
que se traduzca en una ejecución forzada requiere de ciertos requisitos sustantivos y
procesados.
Ante todo, la ejecución de la obligación supone que ésta conste en un título jurídico
indubitado. En el Código de Procedimiento Civil esos títulos son llamados títulos
ejecutivos. A falta de ese título, la obligación debe ser declarada en un juicio
ordinario o arbitral, según sea el caso; en tal caso es la sentencia la que da lugar al
título ejecutivo.
84
Sea que se entable una acción ordinaria o ejecutiva, el deudor se encuentra en mora
desde el momento en que la acción le es notificada, salvo que haya plazo expreso o
tácito cumplido, en cuyo caso la mora se produce por el cumplimiento del plazo
pactado para el cumplimiento (artículo 1551).
226. La ejecución en naturaleza puede ser obtenida mediante dos pretensiones distintas:
ii. La ejecución también puede tener por objeto la suma de dinero necesaria para
que el acreedor se provea en el mercado del bien o servicio objeto de la
obligación incumplida. Por ejemplo, que se valore la cosa objeto de una
prestación de dar o entregar (CPC, arts. 438 Nos 2 y 3), que el deudor financie
la ejecución de la prestación por un tercero, en cuyo caso se requerirá
previamente una avaluación de la prestación (CPC, arts. 536 y 544 en relación
con artículo 1553 regla 2ª del Código Civil).
228. Para que el acreedor pueda obtener la satisfacción directa de su crédito en un juicio
ejecutivo es necesario que se cumplan ciertas condiciones: (a) que el acreedor
disponga de un título ejecutivo, (b) que la obligación que consta en ese título sea
líquida, (c) que sea exigible, y (d) que no esté prescrita.
85
(2) La letra de cambio, el pagaré o cheque, respecto del obligado cuya firma
aparezca autorizada por un notario o por el oficial del Registro Civil, según los
casos. La ejecutividad de instrumentos de crédito extensamente utilizados es
importante para la circulación de valores en el público. El cheque es un
instrumento de pago y constituye también por sí mismo título ejecutivo si la
firma del girador está autorizada por notario. La regla persigue evitar las
vicisitudes del reconocimiento de firma, que deja entregada la ejecutividad del
título a la conciencia del deudor, o a un juicio declarativo ordinario de larga
tramitación.
v La confesión judicial;
vii Cualquier otro título a que las leyes den fuerza ejecutiva.
86
230. Es importante reiterar que en la práctica a falta de título ejecutivo se debe iniciar un
juicio ordinario de carácter declarativo que concluya en una sentencia que sirva de
título para el cumplimiento forzado (CPC, art. 434 Nº1).
231. Que la obligación sea líquida quiere decir que la cosa o la cantidad de dinero esté
determinada o sea determinable mediante simples operaciones aritméticas, sólo con
la información que el mismo título ejecutivo suministra (art. 438 II CPC).
232. Que la obligación sea exigible supone que no haya plazo ni condición que suspenda
la ejecución.
233. Este requisito supone que la acción del acreedor no haya prescrito. La acción
ejecutiva, por regla general, se extingue en el plazo de tres años contados desde que
la obligación es actualmente exigible; sin embargo, extinguida la ejecutividad del
título, la obligación subsiste como ordinaria hasta que se cumpla el plazo de
prescripción extintiva de cinco años (arts. 2514 II y 2515).
234. El juicio ejecutivo consiste en que el acreedor solicita del deudor el cumplimiento de
la obligación, acompañando a su demanda el título ejecutivo. El tribunal, con el solo
título y la concurrencia de los requisitos mencionados, decreta un mandamiento de
ejecución y embargo. El deudor que es conminado a pagar sólo puede oponer las
excepciones determinadas por el art. 464 del Código de Procedimiento Civil, las que
principalmente son excepciones dilatorias, se remiten a defectos del título o aluden a
los modos de extinguir las obligaciones.
235. El cumplimiento forzado en el derecho chileno tiene como objeto hacer efectiva la
obligación en el patrimonio del deudor (salvo el apremio físico), lo que puede
lograrse alternativamente persiguiendo:
87
(b) Una suma equivalente al valor económico de la prestación. Esta acción proviene
del derecho romano, en que existía un procedimiento de estimación. Con su
ejercicio el acreedor busca conseguir una suma de dinero con la cual satisfacer
su obligación contractual mediante un tercero o consiguiendo la cosa debida
en el mercado. No debe confundirse esta acción con una de indemnización de
perjuicios, que es sometida a requisitos de procedencia diferentes y que puede
alcanzar a una suma mayor al valor de la prestación (que no cubre, por
ejemplo, los gastos incurridos en la celebración del contrato o lo que ha dejado
de ganar). De hecho, el precio de la cosa es sólo el piso de la indemnización
(ver art. 1672).
Es común que en las obligaciones de hacer se ocupe esta vía con el fin de
satisfacer la prestación debida por un tercero a costas del deudor (art.1553
Nº2). Esto ocurrirá cuando, después del mandamiento para requerir de pago
al deudor y pasado el plazo para que realice la prestación, el acreedor opte (en
vez del apremio) por avaluar en dinero la prestación para que un tercero la
realice a costas del deudor incumplidor.
88
238. Cualquiera sea el tipo de obligación, para que la imposibilidad exonere al deudor de
cumplir la obligación, debe ser permanente y absoluta. En efecto, la imposibilidad
transitoria sólo suspende el cumplimiento de la obligación. Por eso se explica que el
art. 534 del CPC señale que la excepción oponible en el respectivo juicio ejecutivo es
la imposibilidad para la ejecución actual de la obra debida.
239. La imposibilidad será tratada en detalle en el capítulo referente a las excusas del
deudor.
89
CPC habla de que el tribunal podrá imponer arresto), de modo que su aplicación es
por completo inusual.
241. Otra crítica a la ejecución en naturaleza ha venido desde el análisis económico del
derecho. Algunos teóricos de esta corriente han formulado la doctrina del
incumplimiento eficiente. Sostienen que es más provechoso para el bienestar general
no dar lugar a la ejecución forzada, porque puede ocurrir que al deudor le sea más
oneroso realizar la prestación que indemnizar al acreedor, mientras que a este
último queda plenamente satisfecho mediante la reparación de sus perjuicios. Desde
una perspectiva económica puede resultar socialmente más ineficiente el
cumplimiento de la obligación que la indemnización de los perjuicios que se siguen
del incumplimiento.
Como se ha visto, ésta es la opción que adopta en general el common law, con
importantes excepciones cuando el interés del acreedor sólo puede satisfacerse
genuinamente con la prestación de lo convenido.
90
243. El vacío de la legislación civil y procesal ha sido llenado por la CISG, que puede
entenderse forma parte del derecho chileno en virtud de su ratificación. Por
consiguiente, las normas de este ordenamiento pueden ser invocadas en casos de
derecho interno al menos como criterios de analogía legis (referida a otra norma) o
analogía iuris (referida al ordenamiento en su conjunto). Estas reglas no pertenecen al
derecho interno, sino a un ordenamiento sustantivo de derecho privado
internacional,25 pero puede entenderse que son aplicables en derecho interno por
analogía, en particular porque la acción de incumplimiento e incluso la noción
misma de incumplimiento reciben una regulación muy fraccionada e incompleta en
el derecho interno (VIDAL 2007).
25 La CISG contiene una regulación completa de la compraventa internacional de mercaderías que rige como
derecho sustantivo aplicable a esos contratos. Difiere esencialmente de las reglas de conflicto del derecho
internacional privado, que se limitan a señalar el derecho nacional aplicable a una relación jurídica que posee
factores de conexión con dos o más países.
91
Estas reglas deben entenderse extensivas no sólo a contratos que tengan por objeto
la entrega de una cosa (como es la compraventa) sino también la construcción de
una obra o la prestación de un servicio. En casos de cumplimiento imperfecto de
obligaciones de hacer el acreedor insatisfecho tiene la opción de acciones que le
concede el artículo 1553.
Lo pedido puede ser una conducta del deudor (la reparación de la cosa para que
quede en el estado en que debió ser entregada). En tal caso, aunque la obligación
incumplida sea de dar, la ejecución requerida puede entonces ser de hacer, en cuyo
caso rigen los remedios del art. 1553 para este tipo de obligaciones.
92
248. Lo cierto, es que los argumentos que da la doctrina tradicional para negar la opción
al acreedor no tienen fundamento funcional lógico ni jurídico:
i. De la lectura del art. 1489 del Código Civil se infiere que las acciones
principales son la resolución y la ejecución en naturaleza y que la acción
indemnizatoria sería dependiente de alguna de las anteriores. Sin embargo, no
parece que dicha norma tenga un sentido excluyente de una acción
indemnizatoria en lugar del cumplimiento. Dicha norma se refiere a dos
remedios que sí son incompatibles, como son la resolución del contrato (que
persigue la extinción de la obligación) y la ejecución forzada (que pretende
hacerla efectiva); no es el objetivo de esa norma regular la acción
indemnizatoria como una acción dependiente.
ii. El artículo 1556 del Código Civil, que regula la indemnización, no establece
requisito alguno para la interposición de la acción, salvo los expresados en ese
artículo.
93
vii. El art. 1537 del Código Civil que se refiere a la cláusula penal señala que el
acreedor puede elegir entre cobrar la pena o perseguir el cumplimiento
forzado en caso de incumplimiento. En consecuencia, si los perjuicios están
avaluados en el propio contrato mediante una cláusula penal, se entiende
incorporado un derecho de opción para el acreedor. No hay razón para
entender que esa opción no existe si los perjuicios no han sido evaluados por
anticipado.
249. En definitiva, existen buenos argumentos a favor del derecho de opción que se le
otorga al acreedor para ejercer alternativamente y a su elección la acción de
cumplimiento en naturaleza o de indemnización de perjuicios, sin que ésta sea
subsidiaria de aquélla.
250. Parece un contrasentido afirmar que se tiene una obligación en sentido jurídico y
que, sin embargo, el acreedor carece de acción para obtener su cumplimiento o para
ejercer las demás acciones que se siguen del incumplimiento. Pero ese es
precisamente el caso de las obligaciones naturales, en oposición a las obligaciones civiles
que otorgan acción de cumplimiento (art. 1470 I).
94
entiende que paga lo debido y no hay lugar a una acción restitutoria. En este efecto
reside la particularidad de las obligaciones naturales.
251. La justificación de la obligación natural se infiere de cada uno de los casos previstos
por la ley. No es posible hacer generalizaciones. Su origen en el derecho romano
responde a los mismos criterios que los actuales (aunque los tipos de obligaciones
naturales han cambiado desde entonces). En cada caso hay razón para que se frustre
la acción que persigue el cumplimiento (por nulidad, falta de prueba o extinción por
prescripción), pero la ley estima que una vez cumplidas no es legítimo pretender
restitución. El cumplimiento significa, en cierto sentido un reconocimiento del deber
que es legitimado por el derecho.
252. Luego de definir las obligaciones civiles y naturales, el art. 1470 enumera cuatro
tipos de obligaciones naturales:
3) Las que proceden de actos a que faltan las solemnidades que la ley exige para
que produzcan efectos civiles; como la de pagar un legado, impuesto por un
testamento que no ha sido otorgado en forma debida. El acto o contrato que ha
sido celebrado sin las solemnidades debidas es nulo absolutamente; sin
embargo da lugar a obligaciones naturales, como en el caso planteado por el
código.
4) Las que no han sido reconocidas en juicio por falta de prueba. La ley infiere
que habiéndose discutido en juicio la existencia de la obligación y rechazada la
acción por falta de prueba es un indicio fuerte de reconocimiento del derecho
el pago subsecuente que haya realizado el deudor.
95
253. Existen otros casos en que la ley niega lugar a la acción restitutoria del pago
realizado, aunque el deudor podría haber opuesto una excepción perentoria para
evitar ese pago. Se ha discutido si estos casos son propiamente obligaciones
naturales. Lo cierto es que la discusión es por completo ociosa porque los efectos del
pago son los mismos a los casos ejemplares (‘tales son’) del artículo 1470 II: la multa
en los esponsales (art. 99 II); lo dado o pagado por objeto o causa ilícita a sabiendas
(art. 1468); el heredero que paga más allá de lo que se le puede exigir en razón de los
beneficios de competencia (art. 1647) o de inventario (art. 1247); pago de deudas en
juegos de azar (art. 2260) y el pago de intereses no pactados en el mutuo (art. 2208 y
Ley Operaciones de Crédito en Dinero, art. 15).
254. Las obligaciones naturales pueden ser novadas (art. 1630), en cuyo caso la novación
es un sustituto funcional del pago, de modo que la nueva obligación es civil.
También pueden ser caucionadas por terceros (art. 1472), en cuyo caso también la
fianza u otra caución dará lugar a obligación natural en virtud del principio de
accesoriedad.
Ejercicio propuesto: ¿Qué ocurre si se paga el precio de una compraventa de bien raíz celebrada por
instrumento privado y la contraparte se niega a entregar el inmueble en razón de no haber un contrato
válido?
255. Las obligaciones suponen un deber primario para el deudor que consiste en cumplir
con la prestación de dar, hacer o no hacer a la cual el acreedor tiene derecho. La
responsabilidad civil en sentido estricto atiende a la potestad que el derecho
confiere al acreedor para obtener la reparación de los daños provocados por el
incumplimiento. Por eso, la responsabilidad civil opera en un segundo nivel, en
tanto tiene como antecedente necesario el incumplimiento de la obligación de
primer grado.
96
257. Este capítulo está dedicado al estudio de los requisitos bajo los cuales el acreedor
puede obtener que su deudor le repare los perjuicios que ha sufrido a causa del
incumplimiento de la obligación contractual.
b. Tipos de indemnización
258. El art. 1556 del Código Civil describe tres hipótesis de incumplimiento de un deber
contractual: no haberse cumplido la obligación, haberse cumplido imperfectamente
o haberse retardado el cumplimiento. El incumplimiento es en definitiva cualquier
desviación de los deberes contractuales de primer grado, sea de la obligación
principal, sea de las secundarias o conexas, o de las de seguridad.
97
una disminución patrimonial (gastos incurridos en razón del contrato, por ejemplo)
o en un lucro cesante que consiste en la privación de la ganancia que se habría
derivado del contrato (renta de arrendamiento de la casa entregada tardíamente,
por ejemplo). Ambos intereses, el negativo y el positivo, están cubiertos por la
responsabilidad contractual en sentido estricto (art. 1558).
261. Se ha abierto paso en el último tiempo a la idea de que también el daño moral que
puede haber provocado el incumplimiento del contrato es indemnizable. Aún está
pendiente una definición jurisprudencial precisa del alcance de esta responsabilidad
por daños extrapatrimoniales que se siguen del incumplimiento de un contrato.
La justificación que se ha dado para dar lugar a esta indemnización es que el art.
1558 se refiere al daño emergente y al lucro cesante como objeto de indemnización,
pero no excluye al daño moral. Así y todo no es fácil encontrar un sistema jurídico
diferenciado que acoja con tal amplitud la reparación del daño extrapatrimonial. Las
relaciones contractuales son patrimoniales por excelencia, pues dan lugar a derechos
de crédito que tienen valor económico. Por eso, extender la responsabilidad a un
ámbito extrapatrimonial supone una justificación mayor. La más fuerte parece ser
que ese daño pertenezca naturalmente al riesgo cubierto por el contrato. Así, si el
contrato incluye obligaciones de seguridad, sea como obligación principal o conexa,
hay fundamento para que el daño moral esté dentro del ámbito de riesgo asumido
por el deudor.
262. Los requisitos para que proceda la responsabilidad contractual son los siguientes:
(d) Perjuicios.
(f) Que no exista una causal de exoneración que excuse al deudor. Este último
requisito será desarrollado en un capítulo separado.
A continuación serán analizados cada uno de estos requisitos necesarios para dar
lugar a la acción de indemnización de perjuicios en sede contractual.
98
d. Incumplimiento de contrato
e. Mora
265. La mora, por tanto, es requisito para que sea procedente la indemnización de
perjuicios, sea ésta por retardo o compensatoria. La mora significa poner al deudor
en estado de incumplimiento. El art. 1557, corroborado por el art. 1538 sobre la
cláusula penal, da a entender que la mora es requisito para demandar cualquier tipo
de indemnización, en cuanto estatuye que “se debe la indemnización de perjuicios desde
que el deudor se ha constituido en mora, o si la obligación es de no hacer, desde el momento
de la contravención”.
99
266. El artículo 1551 define el momento a partir del cual el deudor está en mora:
1) “Cuando no ha cumplido la obligación dentro del término estipulado, salvo que la ley
en casos especiales exija que se requiera al deudor para constituirlo en mora”. De aquí
se desprende que si en un contrato se ha señalado un plazo para el
cumplimiento de la obligación, el deudor queda constituido en mora sin
necesidad de requerimiento judicial. Para configurar esta causal es necesario
que el plazo haya sido convenido por las partes. En otras palabras, no basta el
transcurso de algún plazo legal y no es facultad del juez determinar los plazos.
Se afirma que los artículos 1949 y 1977 del Código Civil y 737 del Código de Comercio son
excepciones legales a la regla de que el cumplimiento del plazo convenido da lugar a mora.
Analice en qué sentido constituyen excepciones.
2) “Cuando la cosa no ha podido ser dada o ejecutada sino dentro de cierto espacio de
tiempo, y el deudor lo ha dejado pasar sin darla o ejecutarla”. Este es un caso de un
plazo tácito. Este tipo de plazos está configurado por el singular e implícito
espacio de tiempo dentro del cual la ejecución de la obligación reporta
utilidad al acreedor, de tal modo que fuera de él no le procura beneficio
alguno o, incluso, suele irrogarle perjuicios.
3) “En los demás casos, cuando el deudor ha sido judicialmente reconvenido por el
acreedor”. Esta es la regla general: a falta de plazo expreso o tácito, el acreedor
es puesto en mora por medio de una demanda judicial. La constitución en
mora del deudor puede realizarse mediante demanda ordinaria, que pretende
que se declare el incumplimiento y se dé lugar a los remedios solicitados; o
mediante la demanda ejecutiva que persigue hacer valer la obligación. La
notificación de la demanda determina el momento preciso de la constitución al
deudor en mora.
100
267. La regla general es la regla tercera que exige demanda judicial; es tan fuerte la idea
de que la mora se produce por reconvención al deudor que los casos primero y
segundo, en que basta un plazo expreso o tácito, han sido llamados de reconvención
tácita.
¿Qué mecanismos convencionales de notificación idearía usted para hacerla expedita y cierta?
268. La doctrina y jurisprudencia tradicionalmente han entendido que la mora exige que
el retardo del deudor sea imputable a su culpa o dolo. El argumento de
imputabilidad como requisito de la mora se construye a partir del art. 1558 del
Código Civil: “la mora producida por fuerza mayor o caso fortuito no da lugar a
indemnización de perjuicios”. Se concluye que esa norma no daría lugar a la
indemnización en situaciones de caso fortuito o fuerza mayor precisamente porque
el deudor no estaría en mora.
269. El primero y más importante de los efectos de la mora del deudor es que éste
comienza a ser responsable civilmente de su incumplimiento, verificados los demás
requisitos. Desde el momento en que se constituye en mora, el deudor comienza a
deber la reparación de los perjuicios que haya ocasionado, siempre y cuando
concurran los otros requisitos de la responsabilidad contractual. Esto es
101
270. Además, una vez que el deudor está en mora, éste se hace responsable del caso
fortuito sobrevenido durante su retardo, salvo que sea de aquellos imprevistos que
hubieren de igual forma sobrevenido en manos del acreedor si la cosa se hubiera
encontrado en su poder (arts. 1547 y 1672).
En estricto rigor, esta norma del art. 1547 se refiere a un asunto de responsabilidad
más que de riesgos. El art. 1547 II preceptúa que si la situación de incumplimiento se
debe a un caso fortuito o a fuerza mayor, el deudor no es responsable. La mora
altera a este respecto la regla general de responsabilidad, en cuya virtud el caso
fortuito exonera de responsabilidad. Si la imposibilidad de la prestación por caso
fortuito ocurre durante la mora del deudor, éste pasa a ser responsable del
consiguiente incumplimiento aunque no le sea imputable; con la reserva, sin
embargo, de que ni aun en ese caso será responsable si el caso fortuito fuere de
aquellos que hubieren sobrevenido de todos modos si la cosa hubiese estado en
manos del acreedor. En otras palabras, la mora amplía la responsabilidad del
deudor constituyendo la obligación en una de garantía (inexcusable aun por caso
fortuito), pero sólo a condición de que el incumplimiento haya sido causalmente
determinante de la destrucción del cuerpo cierto.
¿Se produce el mismo efecto si no se trata de una obligación de cuerpo cierto sino de la imposibilidad
de una obligación de hacer ocurrida durante la mora del deudor? ¿Es homologable por analogía la
destrucción de la cosa debida a la imposibilidad?
271. Asimismo, la mora pone a cargo del deudor los riesgos de la especie o cuerpo cierto
cuya entrega se deba (art. 1550). La diferencia entre el art. 1550 y el art. 1547 II
(referido en el párrafo anterior), radica en que mientras este último contiene normas
de responsabilidad, el primero contiene normas de distribución de riesgos. Sin
embargo, ambas normas se complementan estrechamente. En efecto, en virtud del
art. 1547 se debe entender que el deudor es obligado a resarcir los perjuicios cuando
el caso fortuito sobreviene durante su mora; además, en razón del art. 1550, en ese
caso el acreedor se verá excusado de pagar su obligación.
102
273. Se ha visto que la mora del deudor es la formalización jurídica del incumplimiento.
Sin embargo, también es posible que quien se encuentre en retardo sea el acreedor.
Esta situación doctrinariamente es conocida como mora del acreedor, esto es, la
reticencia del acreedor a recibir el pago del deudor en la época oportuna. El
concepto se desprende de la parte final del art. 1548, que se refiere al acreedor que
no se ha constituido en mora de recibir.
274. El acreedor sólo se encuentra en mora una vez que el deudor le ha ofrecido el pago
de la obligación. Así lo estima la doctrina y la jurisprudencia con fundamento en el
texto de los arts. 1680, 1548 y 1827. La mora del acreedor consiste en la negativa de
éste de recibir el pago en el momento oportuno; por el contrario, si el deudor jamás
ha ofrecido cumplir la obligación, no es posible inferir reticencia alguna de parte del
acreedor.
iii. Si el deudor, luego de rechazado por el acreedor el pago, efectuó un pago por
consignación, el acreedor debe reembolsarle las expensas de la oferta y de la
consignación válidas (art. 1604).
103
diferentes: ante todo, los requisitos para dar por establecida prima facie la
imputabilidad del deudor y, luego, las razones que se admiten para liberar de
responsabilidad al deudor. Por eso, las causales de exoneración de responsabilidad,
son correlativas a la imputabilidad como requisito de la responsabilidad contractual
en sentido estricto (indemnización de perjuicios).
278. Lo que sigue de este apartado será dedicado, sucesivamente, al estudio de la culpa y
del dolo como títulos de imputación de la responsabilidad civil contractual.
279. La Corte Suprema ha definido la culpa como la “falta de cuidado o diligencia que debió
emplearse en el cumplimiento de la prestación debida".
104
i. Gradación de la culpa
1) Culpa grave, que “es la que consiste en no manejar los negocios ajenos con
aquel cuidado que aun las personas negligentes y de poca prudencia suelen
emplear en sus negocios propios”. Este tipo de culpa se asimila en sus efectos
al dolo.
2) Culpa leve, esto es, “la falta de aquella diligencia y cuidado que los hombre
emplean ordinariamente en sus negocios propios”. De acuerdo con una
antigua tradición romana la diligencia ordinaria es la que toma como estándar
el buen padre de familia, lo que en la economía moderna puede ser entendído,
de acuerdo con los diferentes roles sociales, como el buen médico, abogado,
constructor o asesor financiero. La culpa leve es el estándar general de
cuidado si no hay otra calificación especial.
3) Culpa levísima es “la falta de esa esmerada diligencia que un hombre juicioso
emplea en la administración de sus negocios importantes”. Corresponde al
más alto estándar de cuidado.
281. La doctrina clásica considera que una de las principales diferencias entre la
responsabilidad contractual y extracontractual es la gradación de la culpa. Mientras
que en sede contractual la culpa de la que responde el deudor variaría de acuerdo al
tipo contractual, en sede extracontractual quien causa el daño respondería de toda
culpa. Sin embargo, como se verá en el curso de responsabilidad extracontractual, la
diferencia es más bien teórica. En efecto, la idea de que en sede extracontractual se
responde de toda culpa no es consistente con la noción general acerca del cuidado
debido en las relaciones mutuas; lo que se exige respecto de los demás en las
relaciones susceptibles de causar daño a otro sin que medie contrato es la conducta
respetuosa que puede recíprocamente esperarse en nuestras relaciones recíprocas.
282. A falta de disposición de las partes o de una norma especial, para determinar de qué
culpa responde el deudor debe estarse a lo previsto en el art. 1547. Esta norma
señala de qué culpa responde el deudor atendiendo a la economía de la relación
105
2) En los contratos gratuitos que benefician al deudor, éste responde del más alto
estándar de diligencia, esto es, de culpa levísima.
283. En sede contractual, el deudor no es responsable sólo por sus propios hechos, sino
por los de aquellos que están a su cargo en el cumplimiento de la obligación. Este
principio está recogido en el inciso primero del art. 1590 y en el art. 1690 del Código
Civil, normas que indican que en el hecho del deudor se comprende el hecho de
aquellas personas por las que éste responde.
285. El Código Civil establece una presunción de culpa del deudor por el hecho del
incumplimiento: “la prueba de la diligencia o cuidado incumbe al que ha debido emplearlo;
la prueba del caso fortuito al que lo alega” (art. 1547, inciso final).
106
287. La manera como opera la carga de la prueba que soporta el deudor de una
obligación de medios debe entenderse a la luz de una norma ubicada en el mandato
(el contrato que establece típicamente obligaciones de medios) y que es esencial a
efectos de comprender el sentido y cuestiones probatorias envueltas en una
obligación de conducta: el mandante no podrá “dispensarse de cumplir sus obligaciones
alegando que el negocio encomendado al mandatario no ha tenido buen éxito, o que pudo
desempeñarse a menos costo; salvo que le pruebe culpa” (art. 2158, inciso final).
En otras palabras, probados los actos de ejecución del mandatario, queda abierta la
pregunta por la diligencia o negligencia. Lo que está claro es que la no obtención del
beneficio (que el negocio encomendado prospere o que el enfermo bajo cuidado se
restablezca) no da lugar a una excepción de contrato no cumplido (art. 1552). Sin
embargo la regla va más allá porque establece que corresponde al acreedor de la
obligación de medios (mandante) probar la culpa del mandatario. Esa prueba de la
culpa que exige la ley al mandante es inconsistente con lo dispuesto en el artículo
1547.
107
Un segundo camino para entender el conflicto de reglas puede ser entender que el
art. 2158 sólo se remite a la prueba del incumplimiento que enerva la exigencia de la
contraprestación, de acuerdo con el art. 1552 (exceptio de non adimpleti concontractus).
Así, el acreedor de una obligación de conducta no puede negarse a pagar la
remuneración o los gastos y demás costas incurridas por el deudor a pretexto de que
el resultado no se ha obtenido. Esta interpretación es consistente con la naturaleza
de la obligación de medios y si el acreedor quiere evitar el pago debe probar la
culpa. Por el contrario, si se persigue la responsabilidad contractual del deudor por
un cumplimiento negligente de la obligación, corresponde al deudor probar que sus
actos de ejecución responden al estándar de cuidado debido (lo que por cierto no
obsta a que también el acreedor pueda allegar prueba acerca de la negligencia). Sólo
que el riesgo de que el juez no tenga por probada la diligencia, corresponde al
deudor: tanto por aplicación del art. 1698, en tanto la extinción de la obligación debe
ser probada por el deudor que la alega; como por el art. 1547 III, en tanto la prueba
de la diligencia es carga del deudor.
108
288. En todo caso, el art. 2158 es una norma bien estructural en el derecho de contratos,
porque muestra que la omisión del resultado que finalmente el acreedor esperaba en
una obligación de medios no da por constituido el incumplimiento.
i. Concepto
(i) puede dar lugar a un vicio del consentimiento, legitimando al afectado para
demandar la rescisión del acto, además de la indemnización de perjuicios
que le haya ocasionado la conducta dolosa.
109
enriquecido del dolo ajeno sin participar en su comisión (arts. 1458 II y 2316
II);
292. El art. 44 hace equivalente el dolo a la culpa grave. De acuerdo a la norma citada, la
culpa grave consiste en "no manejar los negocios ajenos con aquel cuidado que aun las
personas negligentes y de poca prudencia suelen emplear en sus negocios propios”. La
equivalencia entre dolo y culpa grave tiene sus orígenes en la antigua máxima de
derecho romano culpa lata dolus aequiparatur.
La culpa grave es asimilable al dolo porque en tanto conducta externa suele ser
análoga a la actuación de aquel sujeto que actúa con intención de causar un daño. El
desprecio intencional por el interés de la contraparte es análogo a la completa
despreocupación o descuido. De ahí que para imputar culpa grave basta con probar
que la conducta efectiva del demandado fue tan negligente como la de una persona
por completo desaprensiva en manejar sus asuntos propios.
293. La doctrina más reciente acepta una asimilación amplia entre los efectos del dolo y
de la culpa grave. Pero, ¿supone ello que existe completa identidad?
Ante todo, ¿se presume la causa grave? La equiparación de los efectos parece hablar
a favor de que la culpa grave, como el dolo, no se presuma. En consecuencia, la
culpa grave debe ser probada. Sin embargo, ¿se extiende esta equiparación a la
presunción de culpa del art. 1547? Luego de señalar los diversos tipos de culpa de
los que se responde en cada tipo de contratos, esa disposición establece que la
110
Es decir, quien incumple con dolo responde de todos los perjuicios directos,
inclusive los imprevisibles; en cambio, quien incumple con culpa, sólo responde de
los perjuicios directos previsibles. La diferencia entre unos y otros perjuicios será
profundizada al momento de tratar la causalidad y los límites de responsabilidad
del deudor.
295. El daño es el objeto del juicio indemnizatorio y la condición necesaria para dar lugar
a la responsabilidad contractual. En este sentido, se manifiesta claramente una
diferencia en relación a la responsabilidad penal, porque en delitos de peligro basta
la mera contravención a una norma para que se genere esa responsabilidad. La mera
negligencia o culpa e incluso el dolo no dan lugar a responsabilidad civil por si
solos, a falta de daño.
111
i Patrimoniales o materiales
297. Los daños patrimoniales son aquellos que tienen un contenido económico directo.
Respecto a ellos, el art. 1556 del Código Civil distingue entre:
298. Según el artículo 1.556 del Código Civil, la indemnización de los perjuicios
comprende tanto el daño emergente como el lucro cesante, con lo que se busca
cubrir la diferencia patrimonial entre la situación de incumplimiento y la más
probable situación de cumplimiento.
300. Como daño emergente, se indemnizan los gastos en que el acreedor debió incurrir a
causa del incumplimiento (por ejemplo, el pago de una cláusula penal, cuando el
acreedor tenía, a su vez, una obligación que sólo podía satisfacer en caso de ser
satisfecho su crédito), los costos de la operación de reemplazo de la prestación no
cumplida, los costos en que incurre el acreedor confiando en el cumplimiento, etc.
301. Lo que se indemniza son los daños efectivamente causados, lo que se aprecia en
concreto.
302. El principal problema respecto del lucro cesante es su determinación, pues se debe
exigir un cierto grado de certidumbre. Sin embargo, esto no debe llevar al extremo
de exigir una certeza total respecto del monto de lo que se ha dejado de percibir en
virtud del incumplimiento. Más precisamente, puede afirmarse que lo relevante no
112
ii Daño moral
303. El daño moral, dada la amplitud de aflicciones que puede abarcar, suele definirse
por oposición a los daños patrimoniales: es el daño que se refiere a un bien de la
personalidad y no tiene un efecto patrimonial directo.
304. Aunque son infinitas las situaciones en que puede expresarse el daño moral, de
todas formas pueden construirse tipologías; éstas resultan útiles sobre todo para
evitar arbitrariedades al momento de conceder su indemnización. Así, las categorías
de perjuicios en que usualmente se expresa el daño moral son las que siguen:
El texto del art. 1556 sirvió como argumento de texto para denegar la indemnización
de daño moral en sede contractual. En efecto, tradicionalmente se decía que dicho
artículo no mencionaba los daños extrapatrimoniales; por lo tanto, se concluía la
improcedencia de su reparación.
306. Las razones en que la Corte Suprema justifica la indemnización del daño moral en
sede contractual son:
113
1) El art. 1556 del Código Civil no excluye al daño moral. El art. 1556 no limita la
indemnización de perjuicios a los daños patrimoniales. Las expresiones ‘daño
emergente’ y ‘lucro cesante’ no excluyen la indemnización del daño moral.
308. Para dar lugar a la indemnización de perjuicios es necesario que el daño sea cierto.
Los perjuicios cuya reparación demanda el acreedor deben ser probados, salvo dos
casos: en los casos que se hace valer una cláusula penal y cuando se demandan
daños subsecuentes a una obligación de dinero.
309. La certidumbre del daño naturalmente será más fácil de constatar cuando el daño ya
se ha materializado (daños actuales). Sin embargo, en casos de daños futuros es
difícil de evaluar, porque éstos implícitamente suponen algún grado de
incertidumbre (como ocurre particularmente con el lucro cesante). Por eso, respecto
de los daños futuros necesariamente la prueba requiere un necesariamente un juicio
de probabilidad. A este respecto hay dos caminos posibles: (i) exigir una alta
114
El contrato supone que el deudor asume un ámbito acotado de riesgos. De ahí que la
previsibilidad sea un elemento decisivo en la determinación del daño indemnizable.
Por ello, el Código Civil establece que sólo si el deudor ha incurrido en dolo asume
la responsabilidad por los daños imprevisibles que surjan de su incumplimiento
(art. 1558 I). Cabe resaltar que esta norma habla de la responsabilidad por daños que
se ‘previeron’ o ‘pudieron preverse’, es decir, por los daños que caen naturalmente
en el ámbito de riesgo asumido por el deudor, sea que los haya o no previsto
efectivamente.
Las partes hacen una distribución de riesgos ex ante y la relación contractual crea un
vínculo de confianza entre ellas. Desde el punto de vista del contrato como promesa,
la confianza creada lleva al acreedor a esperar que se den los acontecimientos de
acuerdo con el curso lógico que se deriva del contrato. Si el acreedor espera algo
más del deudor, su confianza es excesiva. La limitación de los riesgos de
incumplimiento a los daños previsibles facilita, además, que la contratación no
suponga riesgos inestimables, favoreciendo de este modo los intercambios.
Por eso, POTHIER sostenía que el deudor sólo responde de los perjuicios que resultan
del incumplimiento de la obligación, en relación con la cosa que es objeto de la misma
y no de los efectos dañosos que el incumplimiento ha provocado en otros bienes
(§161). Los efectos imprevisibles son los que se alejan precisamente de esta relación
de previsibilidad dada por la naturaleza de la prestación.
115
314. Para dar lugar a la responsabilidad civil contractual debe haber un vínculo entre el
incumplimiento del contrato y el daño ocasionado. En otras palabras, es necesario
que el incumplimiento del contrato haya sido determinante en la ocurrencia del
daño. Esta pregunta es acerca de la causalidad natural.
315. Un clásico ejemplo de POTHIER es ilustrativo para entender los típicos problemas
que plantea la causalidad en materia de daños contractuales. Un campesino compró
116
a otro una vaca que se encontraba enferma, sin que el vendedor le advirtiera. En su
fundo, colocó a esta vaca junto a su propio ganado, que se contagió de la
enfermedad. Producto de esa circunstancia el campesino no pudo cultivar su
terreno (pues sus bueyes estaban enfermos), lo que le impidió pagar sus deudas,
motivo por el cual sus acreedores secuestraron sus bienes y los vendieron a un
precio insignificante. En esta situación, ¿hasta dónde llega la responsabilidad del
vendedor? Al formular esta pregunta, en adición a la de la causalidad natural entre
el ilícito contractual y el daño, el derecho establece un límite a la responsabilidad,
porque no se responde de todas las consecuencias derivadas del hecho, sino sólo de
aquellas que son suficientemente próximas a la conducta del demandado.
316. La causalidad fáctica exige que el hecho del demandado sea una condición necesaria
o condictio sine qua non del daño, lo que ocurre cuando el daño se ha producido
porque el demandado ha realizado el hecho.
317. Una vez determinada la causalidad fáctica respecto de un determinado daño que
remotamente se vincula con el hecho del demandado, las doctrinas de la causalidad
normativa determinan en qué circunstancias no le son atribuibles al demandado por
ser demasiado remotos en la cadena causal. En definitiva, la responsabilidad queda
excluida si el daño no es suficientemente próximo al hecho del demandado.
318. Hay que observar que a diferencia de la previsibilidad, la exigencia de que el daño
sea directo es aplicable al incumplimiento que no es doloso como al que lo es. La
exigencia de que el daño sea directo se relaciona con la idea de que esos daños
consecuentes sean objetivamente atribuibles al incumplimiento del contrato y nada
tiene que ver con la conducta del deudor que incumple (art. 1558, POTHIER §167).
117
321. Considerando los anteriores elementos, el juez determina que hay responsabilidad y
pasa a avaluar los perjuicios y la indemnización a que el acreedor tenga derecho. En
la práctica, los tribunales realizan un juicio a la conducta del deudor para extender o
restringir el campo de los perjuicios indemnizables en cada caso. Muchas veces el
daño moral ha servido de pretexto para que los tribunales extiendan la
responsabilidad del deudor, hasta hacerlo responsable de perjuicios indirectos.
322. La regla general es que los perjuicios sean avaluados en el juicio indemnizatorio por
el juez, de acuerdo a la prueba de ellos aportada por quien los alega. En
consecuencia, en principio los perjuicios son objeto de avaluación judicial.
1) Los perjuicios pueden ser objeto de avaluación convencional (cláusula penal): los
daños que puedan surgir del incumplimiento se avalúan anticipadamente por
las propias partes al contratar.
118
En cuanto a la prueba, se sigue la regla general que establece el artículo 1698, por
cuanto el que alega la existencia de perjuicios es quien debe probarlos.
325. La Corte Suprema considera que la avaluación de los perjuicios es una cuestión de
hecho; por lo tanto, estima improcedente el recurso de casación en el fondo a su
respecto. Lo cierto es que en la avaluación de los perjuicios también juegan una serie
de conceptos jurídicos, cuya correcta aplicación es importante para unificar criterios.
327. Para que esta cláusula opere, deben cumplirse ciertos requisitos:
2) Además, se exige que el incumplimiento sea imputable al deudor, esto es, que
al incumplir su obligación actúe con dolo o culpa.
328. El artículo 1542 establece que no es necesaria la existencia de daño para hacer valer
la cláusula. Esta es la peculiaridad que hace útil a la cláusula penal, habida
consideración de la demora que implica para el juicio indemnizatorio el hecho de
tener que probar la existencia de perjuicios, lo que ocurre cuando dicha cláusula no
se ha pactado.
119
332. El art. 1544 del Código Civil establece límites a lo que se puede convenir como
cláusula penal. Para ello, establece diferencias de acuerdo al contenido del contrato:
120
2) En cuanto al mutuo de dinero, el art. 1544 establece que la pena debe rebajarse
en lo que exceda al máximum del interés que es permitido estipular. Sin
embargo, esa regla ya no se aplica, por cuanto la materia está regida
actualmente por el art. 8° de la Ley 18.010 sobre operaciones de crédito de
dinero. Con todo, algunos han sostenido que se podría aplicar al mutuo de
cosas fungibles.
333. Las cláusulas abusivas no se agotan en la cláusula penal enorme. Las cláusulas
penales abusivas suelen plantearse en condiciones generales de contratación,
especialmente en contratos con consumidores. Se actúa de mala fe en perjuicio de
éstos si esas condiciones causan en perjuicio del consumidor un desequilibrio
importante en los derechos y obligaciones de las partes (art. 16 de la Ley Nº 19.496,
sobre derechos de los consumidores). Un ejemplo de cláusulas penales abusivas es
cuando de pequeños incumplimientos se desaten consecuencias exorbitantes en
perjuicio del consumidor.
335. Esta cláusula general se corresponde con normas de derecho comparado, que
manejan un concepto muy similar de las cláusulas abusivas y que sirvieron de
antecedente a la legislación chilena. Así, la letra g) presenta una redacción muy
similar al art. 3 de la Directiva 93/13 CEE del Consejo de 5 de abril de 1993 y a la
Ley 26/1984 General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios de España y
con las normas introducidas al Código Civil alemán con ocasión de la reforma del
derecho de obligaciones de 2002. Por eso, el tratamiento que se ha dado en derecho
121
1) que atente contra las exigencias de la buena fe, atendiendo para estos efectos a
parámetros objetivos, y;
338. El primero de los conceptos dice relación con la buena fe, que entendida como
parámetro objetivo, es reconocida como un principio general del derecho privado en
toda la tradición del derecho civil. Es aplicable como una exigencia de confianza,
fidelidad y comportamiento leal desde las tratativas contractuales preliminares
hasta el momento de la ejecución del contrato. Este principio es especialmente
relevante en relaciones de consumo y de profesionales con contrapartes inexpertas,
debido a la situación de insuperable asimetría en que se encuentran las partes en
tales casos.
Por cierto, este patrón no se satisface con meras declaraciones de aceptación por
parte del consumidor, ni tampoco con el respeto a las reglas formales establecidas
en el art. 17 de la Ley de Consumidores, sino supone la capacidad de conocimiento
y entendimiento efectivo del objeto del contrato, de los riesgos asociados al bien o
servicio y de la responsabilidad que se asume. Estas circunstancias se han
conceptualizado bajo la noción de visibilidad de la cláusula.
340. El segundo elemento de la regla que se analiza exige que la cláusula establezca un
desequilibrio importante, de modo que se refiere al contenido de las obligaciones y,
en general, a los efectos del contrato predispuesto. Tal desequilibrio puede inferirse
comparando el derecho general dispositivo, que regiría si la cláusula no se hubiese
122
341. Respecto a los criterios bajo los cuales debe juzgarse el equilibrio, la ley señala como
pertinentes la finalidad del contrato y las disposiciones generales y especiales que lo
rigen. Por finalidad del contrato se entiende la función económica que las partes
buscan satisfacer por medio de su celebración. En tanto, las disposiciones generales
y especiales que lo rigen, claramente apuntan, respectivamente, al derecho de
contratos en general y al derecho que rige respecto del tipo contractual de que se
trata.
342. Recibe esta denominación la avaluación que la ley hace de los perjuicios que se
siguen el incumplimiento de las obligaciones de dinero. Este es el único caso de
avaluación legal de perjuicios.
343. Las normas que contiene el art. 1559, que regula esta materia, se refieren únicamente
a la obligación de indemnizar los perjuicios generados a raíz del incumplimiento de
una obligación de dinero. Incluso, el mismo artículo así lo previene al señalar que
para que pueda ser aplicado el deudor debe estar en mora. Por lo tanto, esta es una
situación diversa de la regulación general de las obligaciones de dinero,
especialmente en cuanto a la generación de intereses.
344. Por regla general, en sede contractual las obligaciones de dinero no generan
naturalmente intereses ni son naturalmente reajustables. Vale decir, si nada se dice
en el contrato, la obligación de dinero se debe pagar nominalmente. El caso más
típico es la compraventa con saldo de precio.
345. Existe, sin embargo, una excepción en que el principio es precisamente el inverso: el
contrato de mutuo de dinero regulado por la Ley 18.010. El art. 12 de esta ley
dispone que “la gratuidad no se presume en las operaciones de crédito de dinero. Salvo
disposiciones de la ley o pacto en contrario, ellas devengan intereses corrientes, calculados
sobre el capital o sobre capital reajustado, en su caso.” El artículo 1 de la misma ley, por
su parte, define a las operaciones de crédito de dinero como “aquellas por las cuales
una de las partes entrega o se obliga a entregar una cantidad de dinero y la otra a pagarla en
un momento distinto de aquel en que se celebra la convención.”
123
346. Además del caso de las operaciones de crédito, la jurisprudencia, sin texto legal que
la ampare, ha presumido intereses y reajustabilidad en todas las obligaciones de
dinero en que el acreedor no estuvo en condiciones de convenirlos al momento de
generarse la obligación. Es el caso de las obligaciones legales, de las obligaciones
restitutorias, y de las provenientes de un ilícito extracontractual. La razón que ha
esgrimido la jurisprudencia es que en todos estos casos el acreedor, aunque hubiese
querido, no pudo pactar intereses, y que éstos representan el valor presente del
dinero, es decir, la utilidad traducida a montos actuales que habría tenido el dinero
para el individuo al tiempo del daño.
347. Totalmente diverso de los casos explicados en las letras (b) y (c) es aquel en que una
persona incumple una obligación de dinero, cualquiera que sea su fuente. A este
caso se refiere el art. 1559.
348. Una primera cuestión que debe tenerse presente es que el incumplimiento de una
obligación de dinero nunca puede provenir de un caso fortuito. El dinero es el
género más amplio por excelencia, de manera que resulta imposible imaginar que
un caso fortuito o de fuerza mayor haga perecer el objeto de la obligación, es decir,
el dinero. Por consiguiente, la insolvencia no es excusa.
349. Para que opere la norma del art. 1559 el deudor debe encontrarse en mora. La
referencia inmediata a este respecto es el art. 1551, según el cual el deudor se
encuentra en mora cuando es requerido judicialmente, salvo que haya plazo expreso
o tácito.
350. Dice el artículo 1559, “si la obligación es de pagar una cantidad de dinero, la
indemnización de perjuicios por la mora está sujeta a las reglas siguientes:
124
De acuerdo con esta regla, pareciera que puede ser posible cobrar más
perjuicios que los intereses legales o los convenidos, ya que habla de
“cuando sólo cobra intereses”. Sin embargo, el problema surge porque
según las reglas generales que informan la materia, sólo se deben los
perjuicios previsibles. Y lo son, precisamente, los intereses. Por
consiguiente, para requerir perjuicios adicionales es necesario acreditar
que el deudor actuó de manera dolosa o con culpa grave, porque el dolo
lo hace responsable de los perjuicios previsibles y de los imprevisibles.
Los intereses, según esta regla, siempre se cobran sobre el capital; nunca
sobre éste más los intereses devengados al momento del pago. O sea, los
intereses no se capitalizan. Desde la constitución en mora se comienzan
a deber, por tanto, la obligación principal más los intereses que genera el
capital. Eso sí, nada impide que se pacte anatocismo.
351. Debido a que las reglas contenidas en el art. 1559 son supletorias de la voluntad de
las partes, y que por ende éstas son libres de pactar de un modo diverso la
avaluación de los perjuicios provenientes del incumplimiento de una obligación de
dinero, surge la duda de cuándo se está en presencia de una cláusula penal enorme.
352. Tratándose del mutuo de dinero, el límite es el interés corriente más el 50%, dada la
regla del art. 6 de la Ley 18.010, el art. 1559 y los incisos primero y segundo del
artículo 1544.
353. Para los contratos entre proveedores y consumidores rige la misma regla (Ley del
Consumidor, art. 39).
125
354. Por último, igual cosa preceptúa el art. 26 de la Ley 18.010 sobre las compraventas
con saldo de precio, desde que les hace aplicables los arts. 2, 8 y 10 de ese mismo
cuerpo legal.
355. Respecto de la cláusula penal, la sanción que contempla el Código Civil para el caso
en que se supere en el mutuo el máximo interés convencional, es la rebaja de la pena
al monto de lo máximo estipulado estipular. Sin embargo, dicha norma se entiende
modificada por el art. 8 de la Ley Nº 18.010 en el caso de los mutuos de dinero, pues
la sanción que provee dicha disposición es la rebaja al interés corriente.
356. Las normas que regulan la responsabilidad contractual son normas de la naturaleza
de los contratos, es decir, son normas dispositivas, por lo que nada impide que las
partes al negociar una convención las alteren, sea eximiendo, atenuando o
agravando la responsabilidad del deudor, o incluso estableciendo normas
aclaratorias o interpretativas.
(a) Cláusulas que tienen por objeto interpretar en concreto reglas legales
358. Así, por ejemplo, el concepto de culpa en todos sus grados; el de caso fortuito; el de
perjuicios previstos, imprevistos, directos e indirectos, etc. En definitiva, buena
parte de los conflictos que generan los contratos se deben a estos conceptos
indeterminados.
359. Por eso, no deja de ser provechoso esclarecer por medio de cláusulas contractuales
qué debe entenderse por esos conceptos. Por ejemplo, establecer si la huelga
constituye caso fortuito o no; o definir qué se debe entender por diligencia, vale
decir, qué estándares de conducta se entiende que satisfacen la exigencia
contractual.
126
361. Ambos tipos son sustancialmente distintos. El primero contiene cláusulas que
liberan al deudor de la obligación cuando es posible cumplirla. Alteran, de este
modo, la regla general de que mientras la obligación no se hace imposible, el deudor
debe cumplirla. Por ejemplo, en un contrato de suministro se puede establecer una
cláusula que exima al deudor de prestar el suministro cuando los costos de la
materia suba de cierto porcentaje. Puede asimismo establecerse una condición que
cumplida, exima al deudor de la obligación. En definitiva, lo que hacen estas
cláusulas es eliminar la acción de ejecución forzada cuando se verifican los
presupuestos contractuales. Pero no hacen lo mismo con la acción de
responsabilidad, la cual queda subsistente si nada se dice, pues es absolutamente
posible que la ocurrencia de esos supuestos contractuales se deba a la culpa del
deudor.
363. Con todo, las cláusulas más comunes en el tráfico son aquellas que limitan la
responsabilidad del deudor. Las fórmulas que pueden emplear para obtener dicho
propósito son variadas:
iii. Estableciendo un límite máximo al monto que el deudor debe pagar en caso
de que incurra en responsabilidad contractual.
364. En materia de consumidores, por su parte, se debe entender que las obligaciones de
saneamiento del vendedor en una compraventa no pueden exonerarse en
127
condiciones generales. Nada impide, eso sí, que estas obligaciones de garantía, que
no dependen de la culpa, sean exoneradas en los demás tipos de contratos.
365. Todas estas cláusulas encuentran su límite en el dolo, pues, según el art. 1465, la
condonación del dolo futuro no vale. Por consiguiente, siempre que una de estas
cláusulas implique la condonación del dolo futuro, debe ser considerada nula. Por
ejemplo, el umbral mínimo de culpa del cual puede lícitamente responder el deudor
es la culpa grave, ya que según el art. 44 ésta equivale al dolo.
366. Las fórmulas mediante las cuales las partes pueden agravar la responsabilidad del
deudor son variadas:
iii. Haciendo responsable al deudor en términos más gravosos que los que
consagra el art.1558, esto es, haciéndolo responsable de los perjuicios
previsibles y de los imprevisibles. Se puede, también, dar el carácter de
directos a algunos perjuicios que de otro modo han de considerarse indirectos.
Con todo, hay razones para argumentar que nunca puede hacerse responsable
al deudor de todos los perjuicios indirectos; además de que ello plantearía
problemas serios de prueba de la causalidad, es al menos discutible que
alguien pueda hacerse responsable de las consecuencias más remotas de su
incumplimiento.
¿Adolece de nulidad una cláusula contractual que haga responsable de todos los efectos remotos
que pueda producir una deuda de entregar una cosa, como podría ser una responsabilidad
contractual que se extendiera hasta la ruina económica de un subcontratista del acreedor? O,
¿simplemente carece de sensatez, pero finalmente es lo que prometió el deudor, quien debe
correr con la consecuencia de su acto? ¿Hasta dónde llega el paternalismo? ¿Hay caminos que
respeten esa autonomía pero que exijan que el deudor señale expresamente los riesgos? Desde la
teoría del contrato, ¿qué diferencias existen entre estos tres caminos?
128
369. La resolución, al igual que la excepción de contrato no cumplido, es una creación del
derecho europeo de la alta edad media. Los canonistas sistematizaron las fuentes y
llegaron a la conclusión de que era razonable dar una acción resolutoria general,
para poner término al contrato por el incumplimiento. Entendieron la resolución
como una sanción al incumplimiento imputable al deudor.
En los procesos de codificación la resolución no fue incluida entre los efectos de los
contratos; en gran medida porque se decidió tratarla como un tipo especial de
condición resolutoria. Ese es simplemente el lugar sistemático que pareció más
análogo a este medio de tutela que introduce el ordenamiento de las obligaciones.
En otras palabras, fue entre las condiciones que los juristas modernos hallaron lugar
para tratar el derecho del acreedor a poner término por incumplimiento a la relación
contractual bilateral.
370. Sin embargo, existen importantes diferencias entre las condiciones resolutorias
ordinarias y la condición resolutoria tácita del artículo 1489 del Código Civil; a
saber:
129
relación contractual sino un evento que las partes han previsto y convenido
que determina la extinción de una obligación. En cambio, la condición
resolutoria tácita es un efecto del incumplimiento, en cuya virtud se genera el
derecho de una de las partes a pedir que el contrato cese sus efectos. Es decir,
la condición resolutoria tácita es un remedio del acreedor en situaciones de
incumplimiento y ese debiere ser su lugar sistemático.
Uno de los mayores problemas de la doctrina clásica del contrato es que está
marcada por un espíritu de abstracción excesivo, que proviene de las grandes
tradiciones del derecho natural racionalista (aunque domesticada, en nuestra
tradición, por el pragmatismo de POTHIER). Del mismo modo como la doctrina
clásica construida en el S. XIX se alimenta de un solo principio (autonomía
privada del contratante concebido como homus oeconomicus), también la
resolución se ha construido de una manera mecánica, en perjuicio de una
racionalidad práctica que atiende a los fines específicos de la institución.
ii. Mientras la condición resolutoria ordinaria produce efectos ipso facto, la tácita
otorga una opción al acreedor para demandar la resolución del contrato o su
ejecución en naturaleza, en ambos casos con la indemnización de perjuicios
correspondiente. De esta forma la resolución es un derecho potestativo del
acreedor, alternativo al de cumplimiento en naturaleza; como se ha visto, la
jurisprudencia ha entendido que también es alternativo a la indemnización de
perjuicios.
iii. Según el art. 1489 I, “En los contratos bilaterales va envuelta la condición resolutoria
de no cumplirse por uno de los contratantes lo pactado.” De la lectura de este inciso,
se desprende que el hecho futuro e incierto que constituye la condición es el
incumplimiento de lo pactado por parte de alguno de los contratantes. El
efecto que se sigue del cumplimiento de la condición, es el reconocimiento al
130
372. Sin embargo, en la práctica se han planteado algunas preguntas que van más allá de
la interpretación textual:
i. En primer lugar, ¿qué sucede con ciertos contratos que si bien son bilaterales,
no parece razonable dotarlos de la acción resolutoria tácita?
131
ii. Otro importante acto del cual se señala que no es procedente la acción
resolutoria tácita es la partición. Es frecuente que por medio de la partición de
la herencia (una universalidad jurídica) se adjudiquen bienes a un comunero
en mayor proporción a la que le corresponde efectivamente. Cuando se otorga
ese exceso, nace para este comunero favorecido la obligación de pagar a los
demás comuneros un alcance por su exceso. Se trata de un crédito que tiene
por antecedente la sentencia o acuerdo de partición. Surge entonces la
pregunta de si es procedente la acción resolutoria tácita en caso que el
antedicho comunero no cumpla con la obligación de pagar ese alcance. Al
respecto se ha dicho que la resolución no es procedente.
iii. ¿Qué sucede con aquellos contratos que siendo en su origen unilaterales,
devienen durante su desarrollo en bilaterales, esto es con los llamados por la
doctrina contratos sinalagmáticos imperfectos? En general, estos contratos
devienen en bilaterales, porque surgen con posterioridad a su celebración
obligaciones restitutorias del acreedor para con el deudor.
132
(i) Véanse los artículos 2193 respecto del eventual crédito del comodatario; 2235 y 2236,
respecto del depósito; 2401 II, respecto de la prenda; (ii) ¿tendría alguna función práctica
conferir derecho de resolución por incumplimiento de las obligaciones restitutorias que el
deudor pueda tener contra el acreedor?
La dificultad con el mutuo es práctica, porque la acción de cumplimiento suele ser idéntica que
la restitutoria procedente de la resolución (y eventualmente más extensa, si se han pactado
intereses penales).
133
justifica, desde este punto de vista, como una cláusula que las partes habrían
razonablemente pactado si hubiesen planificado el contrato y que el derecho
civil da por subentendida si no se ha convenido en renunciar al derecho a
pedirla.
Esta doctrina extrapola la causa, que es un elemento inicial de validez del acto,
hacia sus efectos. El contrato que una de las partes ha incumplido es válido,
pero resulta a posteriori ineficaz porque es resuelto. Un concepto dinámico de
causa, que estaría presente durante todo el curso del iter contractual tampoco
es una explicación que se avenga con la razón práctica que subyace a la
resolución y es una doctrina innecesaria, pues basta atender a la
interdependencia entre las obligaciones en un contrato bilateral. Además es
peligrosa, porque si la resolución se vincula a la causa se la tiende a confundir
con la nulidad, en circunstancias que ello no se ajusta a su naturaleza, ni a sus
efectos.
134
una visión más funcional del contrato, no se exija la imputabilidad del deudor
para ejercer el derecho a resolver (siempre y cuando exista un incumplimiento
significativo). El acreedor tiene un derecho alternativo a pedir la resolución o el
cumplimiento en naturaleza o en valor.
375. La principal y más general de las normas aplicables es el artículo 1489, que establece
la condición resolutoria como elemento de la naturaleza de los contratos bilaterales.
Luego, en el inciso segundo, señala: “Pero en tal caso (esto es, a diferencia de la
condición resolutoria ordinaria), podrá pedir a su arbitrio o la resolución o el
cumplimiento del contrato, con indemnización de perjuicios”.
376. Cuando se verifica el hecho futuro e incierto del cual pende la condición resolutoria
tácita, esto es, el incumplimiento de las obligaciones contraídas por una parte, a la
parte afectada se le conceden dos acciones dirigidas directamente a enfrentar ese
incumplimiento: la resolución y la ejecución forzada. Además, la ley señala que se
puede demandar indemnización de perjuicios. La formulación del regla del artículo
1489 II se explica porque la acción de ejecución y de resolución son incompatibles
entre sí (por eso es una opción alternativa entre ambas), mientras que la de
indemnización de perjuicios es compatible con cualquiera de ellas. No es razonable
sacar conclusiones adicionales a partir del texto de esa regla.
135
porque carece de sentido entablarlos conjuntamente. Pero nada impide que sean
ejercidas una en subsidio de la otra.
378. Si son varios los acreedores, el derecho alternativo que consagra el artículo 1489 se
rige, por analogía, por la regla del artículo 1526 N°6. No puede ocurrir en tales casos
que algunos acreedores pidan la ejecución en naturaleza y otros opten por la
resolución. Por eso, si los acreedores son más de uno, deben de consuno optar por la
resolución o la ejecución forzada, una vez cumplida la condición.
d. Análisis crítico de los requisitos que tradicionalmente se han exigido para el ejercicio de la
acción resolutoria
379. La doctrina civil clásica considera como requisitos para el ejercicio de la acción
resolutoria los siguientes:
1) Es necesario ejercer una acción judicial por virtud de la cual se opte por la
acción resolutoria.
A continuación serán revisados estos requisitos, bajo una mirada más bien crítica.
136
380. Se ha señalado que en la medida que la resolución no se produce ipso iure, sus
efectos dependen de una sentencia judicial firme (o que al menos cause ejecutoria).
Como se verá enseguida, esta tesis enerva la función de protección expedita del
crédito contractual que cumple la resolución, razón por la cual ha sido
progresivamente abandonada en el derecho comparado; incluso por la
jurisprudencia francesa (contra el texto expreso antes referido). La regla general en
el derecho contemporáneo y uniforme (incluida la CISG, que está incorporada a
derecho chileno) es que la resolución se produzca en virtud de una declaración
unilateral recepticia del acreedor que opta por resolver.
381. En principio hay dos formas de entender la manera cómo opera la resolución: (1)
como una acción judicial; o, (2) como un acto unilateral de término o resolución del
contrato.
Por cierto que la declaración resolutoria del acreedor puede ser desafiada
judicialmente por el deudor. En caso que la resolución sea pedida de mala fe, el
acreedor deberá responder, pero ello no obsta a que sea entendida como un derecho
potestativo.
137
383. Sin embargo, existen otras normas que permiten inferir que la resolución resulta de
un acto unilateral del acreedor.
1) El artículo 1826 II dispone que si “si el vendedor por hecho o culpa suya ha
retardado la entrega, podrá el comprador a su arbitrio perseverar en el
contrato o desistir de él” (nada dice de acción judicial);
Incluso en el derecho francés, donde una norma expresa establece que ‘la resolución
debe ser demandada judicialmente’ (artículo 1184 III), la jurisprudencia ha aceptado la
resolución unilateral en casos de incumplimientos graves que requieren para el
acreedor de solución urgente.
138
139
debe esperar sentencia judicial para entender que el contrato está resuelto y puede
abastecerse de otra manera de la prestación que le resulta necesaria.
388. La resolución declarada unilateralmente debe estar sujeta a las reglas de respeto del
interés legítimo del deudor. El riesgo de que la facultad de resolver unilateralmente
un contrato devengue en una indefensión del deudor requiere de ciertas
precauciones. La primera es la esencialidad o gravedad del incumplimiento. La
segunda es que la declaración no sea súbita o inopinada. Por eso, el acreedor deberá
advertir al deudor acerca su decisión de pedirle la resolución y otorgarle
normalmente un plazo razonable para que cumpla, a menos que de las
circunstancias se siga que el otorgamiento de ese no le es exigible al acreedor (por
ejemplo, si el deudor ha rechazado realizar el pago, o si habiéndose pactado un
plazo, el acreedor carece de interés en la prestación tardía). Se trata de deberes de
lealtad recíproca que exige la buena fe y que son generalmente consagrados por la
ley o por la jurisprudencia comparada.
ɑ. Doctrina clásica
390. Aceptar que cualquier incumplimiento puede dar lugar a la resolución del contrato
es cuestionable. Puede ocurrir, por ejemplo, que el deudor haya cumplido su
obligación en lo sustancial, faltando sólo una porción insignificante o que lo
prestado tenga un defecto reparable. Por eso, la tendencia generalizada en el
derecho comparado va por el camino de conceder la acción resolutoria únicamente
cuando hay un incumplimiento grave o esencial. En otras palabras, el
incumplimiento resolutorio es calificado por la relevancia.
Esta restricción evita que la resolución sea ejercida como un instrumento de la mala
fe del acreedor. Por lo demás, es compatible con la finalidad de los remedios
contractuales, cual es, permitir la satisfacción de los intereses del acreedor.
140
ɑ. Doctrina clásica
141
394. Como se verá más adelante, al tratar sobre la cuestión de los riesgos de la
imposibilidad de ejecutar la prestación, asumir que la resolución exige un
incumplimiento imputable supone poner el riesgo de la imposibilidad de la
prestación a cargo del acreedor. En efecto, si se exige imputabilidad para dar lugar a
la resolución de los contratos bilaterales, si el deudor no cumple por una razón que
le es inimputable (caso fortuito), el acreedor tendrá que cumplir su obligación
correlativa porque el contrato sigue subsistente (en tanto la resolución no ha podido
operar).
Esta solución es discutible porque hace recaer los riesgos en quien no los controla.
Por eso, la tendencia en derecho comparado es que baste el incumplimiento
relevante para dar lugar a la resolución, sin exigir que sea un incumplimiento
imputable.
De la manera que aquí se propone es tratada la resolución en el derecho francés y español. Véanse
también artículos 49 de la CISG, y artículo 9:301 de los PDEC, como asimismo los PDLC.
ɑ. Doctrina clásica
142
acreedor; en tal caso no se cumpliría el requisito del artículo 1551 No3No 3, que exige
reconvención judicial para que el deudor sea constituido en mora.
β. Análisis crítico
396. No existen razones de texto para asumir que la resolución requiera la previa
constitución en mora del deudor. El artículo 1489 no menciona la mora, sino sólo
señala que el cumplimiento forzado y la resolución pueden pedirse conjuntamente a
una acción indemnizatoria. Por lo demás, si la mora no es un requisito del
cumplimiento forzado no se entiende por qué debe serlo de la resolución. El artículo
1553 confirma lo anterior respecto de las obligaciones de hacer, pues no contempla
la resolución por incumplimiento dentro de las opciones a que tiene derecho el
acreedor cuando el deudor se ha constituido en mora.
397. Por eso, no es tan simple argumentar que la mora, entendida como situación
jurídica objetiva de incumplimiento, no juegue ningún papel en la acción
resolutoria. En derecho, sin embargo, la declaración resolutoria supone que el
deudor esté situación jurídica de incumplimiento. La comunicación al deudor de
que el contrato se resolverá si no se ejecuta la prestación en el plazo razonable que
se señale, cumple precisamente esa función; en casos en que la petición de
cumplimiento sea innecesaria de acuerdo con la lealtad exigida por la buena fe, la
propia demanda judicial o la declaración resolutoria del acreedor serán suficientes a
este efecto.
ɑ. Doctrina clásica
Concebida como una sanción, la resolución no puede ser ejercida por quien esté en
estado de incumplimiento de su propia obligación: quien está en falta no puede
alegar la falta del otro.
“En los contratos bilaterales ninguno de los contratantes está en mora dejando
de cumplir lo pactado, mientras el otro no cumple por su parte, o no se allana a
cumplirlo en la forma y tiempo debidos”.
143
399. La norma del artículo 1552 se refiere a la mora y su relevancia está limitada a la
responsabilidad contractual en sentido estricto y a los efectos en materias de riesgos
que la propia norma impone.
La norma del artículo 1552 contiene una cierta paradoja, porque estando ambos
contratantes en mora, ninguno lo está (PEÑAILILLO, 414). En tal situación es posible
que alguno de los contratantes esté legítimamente interesado en que la relación
contractual infructuosa quede resuelta. Por eso, no hay razón para estimar ilegítimo
ese interés. Aunque no esté resuelto expresamente por la ley, debiere entenderse el
incumplimiento recíproco no impide ejercer el derecho a la resolución (ídem).
Como se más adelante, hay buenas razones para una interpretación más pragmática
de la resolución (como en general del derecho de obligaciones). Esto vale para los
efectos del incumplimiento recíproco en materia de resolución. No hay razón para
negar en ese caso la resolución a la parte interesada en terminar la relación
contractual. El contratante puede no estar dispuesto a pagar su propia obligación
precisamente porque no confía en el otro. En un juego de desconfianzas recíprocas,
es invalidante para las partes mantener vigente una relación que ninguna está
dispuesta a cumplir. La buena fe es correctivo para el abuso de este derecho.
6) La acción puede ser enervada por pago hasta la vista de la causa en segunda
instancia
ɑ. Doctrina clásica
144
400. El artículo 310 del Código de Procedimiento Civil dispone que la excepción de pago
efectivo de la deuda puede oponerse en una época distinta que la contestación de la
demanda, como establece el artículo 309. A condición de que funde en antecedente
escrito, la excepción de pago puede alegarse hasta la citación para oír sentencia en
primera instancia, o hasta la hasta vista de la causa en segunda instancia. Si esa
norma tuviere efecto sustantivo, se presentaría el absurdo de que el día antes de los
alegatos en Corte de Apelaciones pueda presentarse un certificado de pago por
consignación o un aviso de depósito bancario.
401. La resolución opera en la concepción clásica como un remedio más bien excepcional,
siguiendo fielmente, como fue costumbre por más de un siglo, la doctrina francesa
que enfatiza el cumplimiento en naturaleza de la obligación como remedio
preferente, con fundamento en el deber moral de observar el contrato. Esta
interpretación supone una extrapolación excesiva al derecho chileno de la norma del
artículo 1184 III del código francés, que luego de señalar que la resolución debe ser
demandada judicialmente, dispone que el juez puede otorgar al deudor un plazo
para cumplirla.
β. Análisis crítico
La interpretación del artículo 310 del CPC que solía hacer la jurisprudencia y la
doctrina desnaturaliza la resolución como un remedio contractual cuya elección
queda al arbitrio del acreedor. En tanto la resolución es una opción del acreedor
(artículo 1489), no resulta admisible que pueda ser enervada mediante el pago que
hace el deudor durante el juicio, porque de ser así la opción quedaría al arbitrio del
deudor.
Asimismo, el sentido literal del artículo 310 del Código de Procedimiento Civil
tampoco supone reconocer al deudor la facultad de pagar luego de que ha sido
ejercida la acción resolutoria. La disposición referida es una norma procesal que
debe interpretarse de acuerdo a los fines del derecho sustantivo. Lo que permite el
artículo 310 no es pagar durante el juicio, sino únicamente oponer la excepción de
pago durante el juicio (esto es, alegar que la obligación fue cumplida antes de que se
trabase la litis). Es decir, hay que distinguir el pago que pretende hacerse durante el
juicio para enervar la acción, de la excepción de pago propiamente tal: el primero ya
145
no puede hacer una vez que el acreedor ha optado por la resolución, de modo que
no es sustantivamente eficaz una excepción de pago interpuesta durante el juicio en
se discute acerca de la resolución.
e. Algunas consideraciones para la correcta interpretación de las normas sobre resolución por
incumplimiento
El propio derecho le otorga en tal caso una opción por la resolución. La crítica a la
doctrina clásica de la resolución se fundamenta en el derecho vigente, sólo que
comprendido de una manera que atiende a su función y no desde la perspectiva de
una artificiosa mecánica conceptual.
146
404. En virtud de la autonomía privada, es posible que las partes (i) establezcan en favor
del acreedor la facultad de desistirse unilateralmente del contrato sin necesidad de
una acción judicial o (ii) decidan explicitar en el contrato la resolución por
incumplimiento, para que así, por ejemplo, opere de pleno derecho, sin necesidad
de que una sentencia judicial la declare.
407. En Chile, algunos fallos han reconocido plena validez a las cláusulas de
desistimiento unilateral, sin perjuicio de las limitaciones existente en algunos
órdenes de protección como son el Derecho del Trabajo y la Ley del Consumidor. En
efecto, en las relaciones de consumo una cláusula que permite al acreedor desistirse
a su arbitrio del contrato o suspender unilateralmente su ejecución es considerada
una cláusula abusiva (artículo 16 letra a).
408. El artículo 1879 del Código Civil se refiere a la convención que establece
expresamente que, por no pagarse el precio de la cosa, la compraventa se resuelve
ipso iure. Esta convención es conocida como pacto comisorio calificado y será
estudiada con mayor profundidad en el curso especial de contratos.
409. La cláusula de resolución ipso facto suele ser poco conveniente para el acreedor, que
pierde el derecho de exigir el cumplimiento de la obligación por tal hecho. Ante
esto, se observa que hay cláusulas que le son más convenientes (ya sea porque
establecen resolución por la notificación que haga el acreedor al deudor, facultan al
juez o al acreedor para dar un plazo al deudor o dan un plazo de pago para enervar
la resolución, entre otras). En efecto, de alguna forma la cláusula de resolución ipso
147
410. Limitando los efectos de las cláusulas de resolución, surge el artículo 1879 dentro
del título de la compraventa, que limita la inmediatez de los efectos de la cláusula
de resolución ipso facto, otorgando al deudor un plazo para pagar dentro de 24 horas
desde la notificación judicial de la demanda y, así, enervar la acción resolutoria.
Parece más sensato estimar que el artículo 1879 sólo se aplica a la obligación de
pagar el precio en una compraventa. Para ello hay razones históricas. Su origen se
encuentra en una ley especial que entregaba al vendedor el remedio resolutorio si el
comprador no pagaba el precio (lex cmisoria). No hay razón para extender su ámbito
de aplicación al extremo de llamar pacto comisorio cualquier pacto resolutorio, como
lo hizo la doctrina clásica (CLARO SOLAR, ALESSANDRI).
412. La resolución se hace cargo de las particulares complejidades prácticas que plantean
los contratos bilaterales (en general, en los onerosos). En los contratos bilaterales las
148
Por el contrario, no existe norma de resolución por no pago de intereses en el mutuo: ¿puede exigirse
restitución por el no pago de intereses? Véanse artículos 2191 ss. y Ley No 18.010 sobre Operaciones
de Crédito de Dinero.
h. Efectos de la resolución
413. Usualmente se señala que la resolución opera con efecto retroactivo. Sin embargo,
dicho postulado no es correcto, porque en ninguna parte el principio está
legalmente establecido. Las excepciones a ese principio son tan fuertes que lo hacen
inductivo a error.
414. La resolución del contrato por cláusula expresa o tácita produce los mismos efectos,
tratados en los artículos 1486 y ss. del título de las condiciones. La más importante
distinción al respecto es la que atiende a los efectos entre las partes y respecto de
terceros.
En cuanto al dinero, éste debe ser restituido reajustado, aunque no se haya pactado,
porque está aceptado por la doctrina y la jurisprudencia que la diferencia de valor
del dinero debe ser considerada a efectos de determinar lo que se debe devolver
(por razones relacionadas con el enriquecimiento sin causa).
149
416. Las mejoras y deterioros recaen en el acreedor, a menos que éstos se hayan
producido por culpa (o hecho) del deudor, en cuyo caso el deudor debe compensar
los deterioros (artículo 1486 II).
417. Las normas que regulan las restituciones surgidas de la resolución de un contrato se
diferencian en ciertos aspectos de las que se refieren a las propias de las prestaciones
mutuas en el título de la reivindicación. Por ejemplo, en el caso de la resolución, las
mejoras y deterioros recaen en el acreedor y los frutos son del deudor. En general,
las normas restitutorias de la resolución son benignas para el deudor, lo que se ve
compensado por el hecho de proceder acción indemnizatoria en su contra. Ésta
incluye el lucro cesante y en él se incluyen los frutos de la cosa que se restituye.
1) Los riesgos distribuidos por el artículo 1486 tienen efectos probatorios; analizarlos; 2) ¿Se
justifica la identidad de efectos entre las partes de las condiciones resolutorias ordinarias y
tácita?; 3) Comparar 1486 con 1672.
418. ¿Qué ocurre si el poseedor bajo condición resolutoria transfiere la cosa a tercero?
¿Qué ocurre si la condición es suspensiva, porque está diseñada en términos que
una vez cumplida nace el derecho del acreedor a reclamar la cosa? ¿Hay acción
contra terceros de este acreedor bajo condición suspensiva?
Las preguntas que surgen respecto de los efectos frente a terceros de la condición
resolutoria tácita son muy importantes en la práctica contractual, porque la
condición resolutoria o suspensiva cumplida puede dar acción contra terceros. En
otras palabras, el tercero adquirente corre el riesgo, bajo ciertas circunstancias, de
tener que restituir lo que ha adquirido. A estos efectos, el Código Civil distingue si
la cosa que debe ser restituida es mueble o inmueble.
150
419. Respecto de los bienes muebles, el artículo 1490 señala que hay acción reivindicatoria
contra terceros de mala fe. La mala fe consiste en el conocimiento de que el tradente
podía verse obligado a entregar o restituir la cosa en virtud del cumplimiento de la
condición. La mala fe debe ser probada. La prueba de la mala fe del tercero
subadquirente de bienes muebles es extremadamente difícil, a menos que los
muebles de que se trate estén sometidos a un régimen registral, como ocurre con los
automóviles o los valores.
420. En cuanto a los bienes inmuebles, el artículo 1.491 también otorga acción contra
terceros de mala fe. Pero delimita precisamente la circunstancia que hace que el
tercero se encuentre en esa calidad. Hay mala fe si la condición resolutoria consta en
la escritura pública que contiene el título de dominio del deudor que ha transferido
la cosa (por ejemplo, la escritura de compraventa en que queda constancia el saldo
de precio y eventualmente una hipoteca) o en la inscripción en el Conservador de
Bienes Raíces.
421. El artículo 1432 establece reglas especiales para determinar cuando la resolución de
la donación produce efectos contra terceros poseedores.
151
Ese principio se infiere de las reglas sobre terminación del arrendamiento de cosas y
del contrato de construcción (artículos 1932 y 1996)
424. En consecuencia, si las partes han entendido que el beneficio del contrato se obtiene
en cada prestación (cada mes, por ejemplo), no cabe restituir nada en virtud de la
terminación del contrato.
425. Los contratos de tracto sucesivo suelen dar lugar a un derecho de terminación que es
independiente del incumplimiento del contrato. Si el contrato es indefinido, el
derecho de terminación se entiende incorporado en el contrato. Incluso hay razones
constitucionales para justificar la que nadie puede estar ligado a un contrato de
naturaleza patrimonial que lo ligue de por vida.
152
153
154
[PENDIENTE]
En algunas disposiciones del Código Civil y de la Ley de Consumidores se reconoce al acreedor de una
obligación cumplida imperfectamente, en calidad o cantidad, el derecho a pedir disminución del precio
(Código Civil artículos 1858 y 1861; Ley de Consumidores, artículo 19). En el derecho comparado y uniforme
la rebaja de precio es un remedio aceptado (CISG, artículo 50).
¿Puede inferirse que la rebaja de precio es un remedio general en el derecho chileno? Si así fuere, ¿por qué
reglas se rige el remedio: por las del cumplimiento forzado, por las de la resolución, por la de la indemnización
de perjuicios o por generalización de la regla del artículo 1861?]
155
426. Las excusas del deudor pueden servirle para exonerarse de cumplir la obligación,
para evitar la resolución o para exonerarse de responsabilidad.
Del contrato surgen obligaciones para las partes. Estas obligaciones son de primer
grado, porque tienen por fuente directa el contrato (artículos 1437 y 1545). Distinta
es la situación si el deudor no hace prestación de lo debido (esto es, no paga, en el
sentido del artículo 1568). Si la obligación no se cumple de manera oportuna e
íntegra, se derivan efectos de segundo grado, que son los remedios o medios de
tutela que el derecho reconoce al acreedor. Esos remedios comprenden el
cumplimiento en naturaleza o en valor, la resolución y la indemnización de
perjuicios, que es una especie de obligación de segundo grado que proviene del
incumplimiento de la de primer grado.
156
Sin embargo, la pérdida de la cosa debida no agota el tema, pues también las
obligaciones de hacer pueden devenir en imposibles, como también, mucho más
excepcionalmente, las de dar o entregar una cosa genérica.
430. Por regla general, el deudor se mantiene obligado hasta que la obligación se hace
imposible. Así lo da a entender el Código de Procedimiento Civil al aceptar como
excusas en la ejecución de una obligación de dar la pérdida de la cosa debida
(artículo 464 No15, que hace referencia a las normas del Código Civil que más
adelante se analizarán) y en una obligación de hacer y no hacer, a la imposibilidad
absoluta de cumplirla (artículo 538). Se completa así una laguna de la legislación
sustantiva.
157
432. El artículo 1670 señala que la destrucción del cuerpo cierto extingue la obligación.
Asimismo señala casos en que se entiende destrucción. Sin embargo, lo hace con una
fuerte reserva:
433. Las excepciones de los artículos 1671 y siguientes son especialmente importantes
en materia de responsabilidad en sentido estricto, pero también son relevantes a
efectos de la excusa en el juicio de cumplimiento de una obligación de cuerpo cierto.
“Si el cuerpo cierto perece por culpa o durante la mora del deudor, la
obligación subsiste pero varía de objeto; el deudor es obligado al precio de la
cosa y a indemnizar al acreedor”
Es cierto que la regla dispone que el deudor sea culpable, pero está doblemente
calificada por otras normas del mismo título.
A su vez, el artículo 464 del Código de Procedimiento Civil establece que en el juicio
ejecutivo es admisible la excepción de pérdida de la cosa que se debe, “en
conformidad con las normas del Título XIX, Libro IV del Código Civil”, que en lo que
importa a la ejecución en naturaleza o valor son las relevantes
434. Las conclusiones que se pueden inferir de estas reglas son bien significativas. Ante
todo, la pérdida de la cosa debida comprende cualquiera situación en que al deudor
resulta imposible su entrega (artículo 1670). Lo sustantivo, sin embargo, es que las
excepciones a que se refiere ese artículo pasan a ser la regla general. Ante todo, sólo se
produce la extinción de la obligación si la pérdida no ha ocurrido por hecho o culpa
del deudor, supuestos que son presumidos (artículos 1672 I y 1671). A su vez, la única
excusa aceptable es el caso fortuito. El mismo principio es reforzado por el artículo
2016, relativo al contrato de transporte.
158
Con todo, existen algunos casos particulares en que la obligación de género puede
devenir en imposible. Ese será el caso cuando el género, por virtud de la ley, sea
declarado fuera del comercio; o cuando alguna catástrofe natural extermine un
género específico. Las circunstancias que hacen imposible el cumplimiento de una
obligación de género son tan improbables que desde antiguo existe el adagio
jurídico “el género no perece”.
Así se explica por qué el juicio ejecutivo, cuando recae sobre una obligación de
género, consiste en embargar la cantidad de bienes del deudor necesaria para cubrir
el valor del objeto de la obligación (artículo 438 Nº3 del Código de Procedimiento
Civil), de manera que el acreedor se provea de éste personalmente con cargo al
deudor. Si el cumplimiento deviene imposible por una circunstancia atribuible a la
esfera de control del deudor, la obligación subsiste, y se transforma en una deuda de
valor.
159
Como ya se dijo con anterioridad, el Código Civil no trata esta materia de un modo
sistemático. Es el Código de Procedimiento civil el que lo hace en su artículo 534, el
cual habla de imposibilidad absoluta -no basta la mayor dificultad- y actual.
438. El deudor debe cumplir la obligación en cuanto le sea posible, entregando la cosa
deteriorada, pero los riesgos los asume el acreedor, porque ante cualquier deterioro,
no tiene derecho a que se le rebaje el precio que por ella deba pagar (art. 1486 II),
salvo que el deterioro de la cosa sea consecuencia de la actuación culpable del
deudor. Cabe notar que el deterioro se presume culpable, en virtud de lo que
expresan los artículos 1672 y 1547 III).
160
441. La imposibilidad ab initio provoca la nulidad del contrato en virtud del requisito de
objeto. De acuerdo a lo estudiado en el curso de acto jurídico formación de contrato,
la imposibilidad física configura la falta de objeto y la imposibilidad moral la ilicitud
del objeto, como causales de nulidad absoluta.
442. Pero, la imposibilidad física o moral del hecho debido también puede producirse ex
post, esto es, durante la vigencia del contrato. La imposibilidad física de realizar la
prestación debida se entiende sólo cuando ni el acreedor ni persona alguna pueden
ejecutarla, ya que si la imposibilidad sólo pesa sobre el deudor mismo, éste puede
perfectamente encomendar su realización a un tercero.
h. Imposibilidad y dificultad
444. Las dificultades que puedan surgir durante la vigencia de la relación jurídica,
¿exoneran al deudor del cumplimiento de su obligación?
El hecho de que una obligación se haga más gravosa no exime de ella al deudor, en
cuanto el cumplimiento sea posible. Quien se obliga a algo asume el riesgo de la
161
dificultad. Ese es el alcance normativo de la regla del artículo 1545 cuando señala
que el contrato es una ley para los contratantes, por lo que los obliga en los términos
en que haya sido convenido.
i. Imposibilidad e insolvencia
446. La insolvencia no implica imposibilidad para el deudor y no extingue, por tanto, sus
obligaciones. Simplemente, pone en marcha los mecanismos de concurrencia de los
acreedores, especialmente en el procedimiento de quiebras. El derecho civil clásico
también considera el mero concurso de acreedores (que ha pasado al desuso) y la
cesión de bienes que el deudor hace a sus acreedores (artículos 1614 ss.; Ley de
Quiebras, artículos 241 ss.).
162
448. En lo que sigue, serán analizadas las posibles excepciones que puede oponer el
deudor para liberarse de responsabilidad por daños y perjuicios en caso que haya
incumplido su obligación.
b. Caso fortuito
450. El Código Civil define el caso fortuito o fuerza mayor en el art. 45 como “el
imprevisto a que no es posible resistir”.
451. La doctrina clásica destaca tres elementos que permiten calificar a un suceso de caso
fortuito o fuerza mayor. Estos elementos son: (1) irresistibilidad, (2)
imprevisibilidad y (3) exterioridad.
(1) Irresistibilidad
453. Demás está decir que la noción de irresistibilidad se opone a la de mera dificultad.
Esta última sólo se traduce en mayores costos que deben ser asumidos por el
deudor. Siguiendo esta línea, un antiguo fallo señala que la escasez de un producto
no constituye caso fortuito, pues el deudor siempre podrá proveerse de él a un
mayor costo. En definitiva, un contrato significa delegar el riesgo económico en un
tercero.
163
(2) Imprevisibilidad
Este significado especial se traduce en que para que un suceso pueda ser calificado
de imprevisible, y por esa vía constituir un caso fortuito, es necesario que escape a
lo que razonablemente se puede o debe considerar como previsible.
455. En Chile se ha fallado que un terremoto grado 7,5 no constituye caso fortuito, lo cual
es perfectamente razonable si se considera la probabilidad sísmica en la vida útil de
un edificio. En el otro extremo, se ha sentenciado que una sequía de dos temporadas
y media sí constituye un caso fortuito, criterio disparatado en un país que presenta
ciclos hídricos muy acentuados.
(3) Exterioridad
457. La exterioridad supone que el caso fortuito sea ajeno al deudor, esto es, que no sea
el hecho suyo lo que provoca la imposibilidad (el lenguaje del artículo 1671 puede
ser generalizado a todo tipo de obligaciones). Este será el caso cuando la ocurrencia
del hecho externo se encontraba dentro del ámbito de control del deudor.
Si el hecho de terceros es atribuible al hecho o culpa del deudor, esto es, si estaba
dentro de su esfera razonable de control evitarlo, no se cumple el requisito de
exterioridad.
164
El caso fortuito tiene que ver, en este sentido, con una interrupción de la causalidad
relevante para el derecho. El incumplimiento no es causado por el deudor, sino por
un hecho ajeno e inimputable a él.
458. El hecho del deudor excluye el caso fortuito. Sin embargo, la responsabilidad puede
estar excluida en circunstancias excepcionales. El Código Civil no contiene una
norma que resuelva en general la materia, sino da un ejemplo del cual se puede
inferir una regla. El artículo 1678, dispone
“Si la cosa debida se destruye por un hecho voluntario del deudor, que
inculpablemente ignoraba la obligación, se deberá solamente el precio sin
otra indemnización de perjuicios”.
c. Hecho de dependientes
165
d. Hecho de terceros
460. Los hechos de terceros constituyen caso fortuito, siguiendo las reglas generales, a
menos que sean imputables al deudor de acuerdo con la regla analizada en los
párrafos anteriores. Por consiguiente, el hecho de terceros que no actúen mediata o
inmediatamente en la ejecución de la prestación da lugar a un caso fortuito, salvo
que esa conducta haya estado bajo el razonable ámbito de control del deudor.
461. Si el deudor no es responsable del hecho del tercero (esto es, constituye un caso
fortuito), el artículo 1677 concede al acreedor el derecho a pedir que el deudor le
ceda los derechos que éste tuviere contra el tercero que impidió ejecutar la
prestación (por ejemplo por apropiación). Permite este artículo, de este modo,
cobrar los perjuicios resultantes cuando no existe una relación directa entre el
acreedor y el tercero que causa el daño. La acción que el deudor cede al acreedor es
generalmente de naturaleza extracontractual.
462. El principio que se ve reforzado con esta norma no es otro que el enriquecimiento
sin causa, porque si el deudor pudiera obtener perjuicios sin observar deber alguno
para con el acreedor, es decir, si estuviera en posibilidades de percibir el monto de
la indemnización y además exonerarse de responsabilidad, su patrimonio
aumentaría en detrimento injustificado del acreedor, configurándose, por ende, un
enriquecimiento sin causa.
c. Hecho del
acreedor
463. Por último, el caso fortuito causado por un hecho o culpa del acreedor, extingue
siempre la obligación y la responsabilidad del deudor. Por lo demás, si el acreedor
se encuentra en mora de recibir la prestación ofrecida legalmente, el deudor sólo
será responsable en lo sucesivo por dolo y culpa grave (artículo 1680).
464. De todo lo anterior queda claro que un aspecto fundamental que debe ser definido
es el límite entre la culpa y el caso fortuito. Esta frontera está dada, de un lado, por
la irresistibilidad del hecho, y, de otro, por la esfera de control del deudor. Sólo
mediante un acto de interpretación del contrato se puede determinar en concreto el
166
465. Los artículos 1547 III y 1674 consagran el principio probatorio general en cuanto a
las vías de exoneración de responsabilidad de que dispone el deudor. Al deudor
compete probar que el incumplimiento se ha debido a un caso fortuito.
466. El efecto del caso fortuito debidamente probado es la liberación del deudor, tanto de
su obligación de cumplimiento como de su obligación indemnizatoria.
467. El artículo 1547 II establece dos excepciones a esta regla. La primera se presenta
cuando el caso fortuito sobreviene durante la mora del deudor. La segunda cuando
se produce por culpa de éste (por ejemplo, un incendio en una bodega del deudor),
siendo el caso fortuito de aquellos que no hubieran dañado la cosa debida si hubiese
sido entregada al acreedor.
Los arts. 1672 y 1590 siguen la misma línea del art. 1547 II. Así, según el primero,
“si el cuerpo cierto perece por culpa o durante la mora del deudor, la
obligación del deudor subsiste, pero varía de objeto; el deudor es obligado al
precio de la cosa y a indemnizar al acreedor.”
Por su parte, el art. 1590, que regla cómo debe hacerse el pago, añade a los dos
anteriores la explicitación de que el deudor no sólo responde de sus actos, sino
también por los que realizan personas por quienes es responsable. En lo demás y
pertinente, reitera los principios generales.
167
469. El art. 1547 II señala que el deudor no es responsable del caso fortuito, salvo que se
haya constituido en mora o que éste sobrevenga por su culpa. Pero acto seguido, en
el inciso tercero, dispone que “la prueba de la diligencia o cuidado incumbe al que ha
debido emplearlo; la prueba del caso fortuito al que lo alega”.
470. Lo cierto es que cuando se alega caso fortuito, lo primero que se debe probar es la
causa que lo produjo, esto es, el hecho mismo que provocó la imposibilidad de
cumplimiento. Es imperioso en tal caso, determinar además si el deudor adoptó
todas las medidas de cuidado que caen dentro de su esfera razonable de control,
según el artículo 1547 o las que era razonablemente exigible que tomara a fin de
168
471. Para establecer este límite entre caso fortuito y culpa, la cuestión debe apreciarse en
abstracto, es decir, prescindiendo de las condiciones subjetivas del deudor. Al
derecho civil le interesa, fundamentalmente, que se observen ciertos patrones de
conducta, representados por el hombre prudente y diligente.
472. Sin perjuicio de lo anterior, el hecho que el caso fortuito y la culpa se aprecien en
abstracto no significa que los aspectos objetivos, como la profesión del deudor,
carezcan de relevancia, en la medida que lo hayan sido al momento de contratar. De
consiguiente, el caso fortuito y la culpa se aprecian en abstracto en relación con la
obligación del deudor, y en concreto en lo relativo a los sucesos que componen el
caso particular.
474. En las obligaciones de resultado, en cambio, una conducta diligente del deudor no
implica necesariamente la consecución del fin que se comprometió a obtener. El
problema que se presenta como consecuencia de admitir la prueba de diligencia
como causal de exoneración, es que el deudor puede eventualmente verse liberado
de responsabilidad sin probar el hecho que provoca efectivamente el
incumplimiento: la excusa del deudor podría ser entonces ‘cumplí diligentemente
pero no se obtuvo el resultado por una causa que no conozco’.
169
Permitir esa excusa al deudor supondría que el acreedor asuma el riesgo de que no
se pruebe la causa del incumplimiento. De este modo se alteran las reglas
probatorias que rigen la responsabilidad contractual, particularmente aquella según
la cual una vez probada que sea la existencia de la obligación, compete al deudor
probar que ha cumplido lo pactado o, en su defecto, la causa justificante de su
incumplimiento. De lo contrario es responsable según las reglas que se han
analizado.
Por eso se ha dicho que al deudor no le basta con probar diligencia. Además, la
lógica de este tipo de obligaciones conduce inexorablemente a esta conclusión. Se
parte de la base de que es el deudor quien tiene el control de los acontecimientos,
por lo que soporta la carga de probar cualquier hecho que impida el cumplimiento.
Por otro lado, es económicamente más eficiente esta tesis, pues es el deudor el que
está en mejores condiciones de probar los hechos. En cierto sentido, se protege el
hecho que el acreedor ha depositado toda su confianza en el deudor al momento de
contratar.
A lo anterior se agrega que las reglas del Código Civil se refieren indistintamente a
hecho o culpa del deudor (así, artículos 1671 y 1679) y como causal de exoneración
de responsabilidad en este tipo de obligaciones se hace referencia exclusivamente al
caso fortuito (artículos 1674 y, muy significativamente, 2015 II)
El art. 1671 consagra esta idea, pues dice que “siempre que la cosa perece en poder del
deudor, se presume que ha sido por hecho o por culpa suya”. La disposición referida
reconoce de manera expresa que una vez producido el incumplimiento, se presume
que el obstáculo que se interpuso entre la conducta del deudor y la ejecución de la
prestación fue su hecho o culpa, de manera que es a él a quien compete probar lo
contrario. En definitiva, el asunto no es de diligencia o no-diligencia, sino de otra
cosa.
170
171
476. En los contratos bilaterales existen obligaciones recíprocas entre las partes, las que
son constitutivas de la relación obligatoria. Se dice que la relación obligatoria en un
contrato bilateral es orgánica, esto es, que está compuesta por obligaciones
relacionadas entre sí.
ii. La condición resolutoria tácita, cuyos requisitos y efectos ya han sido tratados
en el capítulo dedicado a los remedios contractuales (art. 1489).
a. Generalidades
172
173
ii. Que la otra parte no haya cumplido con su propia obligación. Cuando el
incumplimiento ha sido absoluto, no hay mayor problema. Los problemas
surgen cuando la otra parte ha cumplido imperfectamente con su obligación.
En ocasiones se ha resuelto que ante cualquier incumplimiento de la
contraparte el demandado puede oponer la excepción de contrato no
cumplido, pero esto podría favorecer la mala fe del deudor. Por ello, es más
sensato exigir que el incumplimiento sea relevante para que proceda la
excepción, no siendo suficiente el incumplimiento de una obligación
secundaria.
iii. Ambas obligaciones deben ser exigibles simultáneamente, por lo que, por
ejemplo, no puede interponerse la excepción cuando hay un plazo pendiente
para que la otra parte cumpla con su obligación. Se debe considerar que a
veces hay ciertos indicios que ponen en duda que el deudor de una obligación
de plazo pendiente vaya a cumplirla a su debido tiempo, mientras el acreedor
de dicha obligación debe cumplir inmediatamente la contraprestación.
Para estos casos, la solución es solicitar la caducidad del plazo, que consagra
el art. 1496 frente a dos hipótesis: (a) la insolvencia del deudor y (b) la
extinción o disminución considerable de sus cauciones, por hecho o culpa
suya. También se puede solucionar el problema aludido, cuando se refiere a
una compraventa, ejerciendo la facultad que entrega el inciso final del art.
1826, que permite al vendedor retardar la entrega de la cosa mientras el
deudor a plazo no rinda caución para asegurar el pago.
174
175
ii. Sobre las cosas retenidas se tiene un derecho preferente (art. 2474).
493. De lo dicho se desprende que los requisitos para que se pueda hablar del tema de
los riesgos son los siguientes:
iii. Que la imposibilidad sea excusable para el deudor, porque de otro modo se
plantea un problema de responsabilidad. En este caso, el acreedor dispondrá
de la acción indemnizatoria y también del remedio resolutorio.
494. Una vez comprobadas estas exigencias, para resolver el problema de los riesgos
existen tres vías posibles:
i. Una primera es adjudicar los riesgos al acreedor, caso en el cual éste tendrá
que pagar sin recibir nada a cambio.
176
495. En el derecho chileno existe una norma que trata la teoría de los riesgos, respecto de
las obligaciones de dar una especie o cuerpo cierto. Se trata del art. 1550, según el
cual el riesgo del cuerpo cierto cuya entrega se deba, es siempre a cargo del
acreedor. Por consiguiente, sin ejecutar prestación alguna el deudor recibe la
contraprestación que consiste en el común de los casos en el precio.
496. El art. 1550 no absorbe los principios económicos relativos a los riesgos. Según éstos,
los incentivos hay que darlos a quienes tienen el control de los acontecimientos, vale
decir, a quienes han sido descargados los riesgos. Por eso, hoy la tendencia es a
poner los riesgos a cargo del deudor.
La segunda razón hace referencia al derecho francés, que recogió el clásico principio
de que las cosas perecen para su dueño. Como es sabido, ese sistema jurídico unificó
en un mismo acto el título y la tradición. Por consiguiente, una vez celebrado un
contrato que da origen a un título traslaticio de dominio, se verifica en ese mismo
instante y por él mismo la transferencia del dominio. Así las cosas –tomando en
cuenta que las cosas perecen para su dueño-, resulta absolutamente lógico que el
acreedor sea quien debe soportar los riesgos. Él es dueño de la cosa desde el instante
inmediatamente posterior a la celebración del contrato.
497. Desde luego, el problema de los riesgos se plantea en la eventualidad que las partes
no lo hayan resuelto el contrato. Bajo este supuesto, la naturaleza de la obligación es
un elemento que puede resultar ilustrativo al momento de interpretar e integrar el
contrato. Considerando, entonces, que nadie puede obligarse sin la expectativa de
recibir algo a cambio, puede concluirse que, precisamente por el hecho de existir
una fuerte interdependencia entre las obligaciones va en la naturaleza de la relación
bilateral el que el riesgo sea del deudor.
177
Además, existen dos normas generales que apoyan la idea que se viene expresando.
Una primera es art. 1950 I, según el cual el arrendamiento termina por la
destrucción de la cosa. Por consiguiente, si ésta no ha podido entregarse antes de
comenzar la ejecución del contrato, se extingue la obligación del deudor
(arrendador) sin que el acreedor deba entregar nada a cambio. Se dan, por tanto, los
supuestos necesarios para que se pueda afirmar que el riesgo es del deudor.
La segunda norma es la del art. 2000 (en relación con el art. 1996), que se refiere a los
contratos de confección de obra material. Según ella, en el evento de que los
materiales hayan sido proporcionados por el principal, si la cosa perece por caso
fortuito y la obra no ha sido aún reconocida, el artífice (deudor) no puede pedir el
precio, o sea, él asume el riesgo.
498. En conclusión, se puede afirmar que en el derecho chileno, como en todo el derecho
comparado, el riesgo es del deudor en virtud de la aplicación del principio de la
reciprocidad. Por consiguiente, sólo por excepción se aplica la regla inversa en las
obligaciones de dar una especie o cuerpo cierto (art. 1550). Con todo, incluso en este
tipo de obligaciones no siempre el riesgo será del deudor. Lo anterior, por
aplicación de las siguientes disposiciones:
i. El art. 1486 referido al caso de las obligaciones de dar sujetas a una condición,
en cuya virtud “si antes del cumplimiento de la condición la cosa prometida perece
sin culpa del deudor, se extingue la obligación”; por lo tanto, el riesgo es del
deudor.
ii. La segunda parte del mismo art. 1550 que contempla dos excepciones a que el
riesgo sea del acreedor: (1) cuando el deudor se ha constituido en mora; y (2)
cuando el deudor se haya comprometido a entregar una misma cosa a dos o
más personas por obligaciones distintas. En cualquiera de estos casos, será a
cargo del deudor el riesgo de la cosa hasta la entrega.
499. Los contratos sinalagmáticos imperfectos son aquellos que en su origen son
unilaterales, pero que con posterioridad devienen en bilaterales. Los más típicos son
el comodato, el depósito y la prenda, cuando nace para el acreedor la obligación de
restituir generalmente una cantidad de dinero.
178
500. Respecto de este tipo de contratos, el problema de los riesgos se presenta cuando
perece la cosa que se debe restituir. En principio, rigen las reglas sobre pérdida de la
cosa debida, con la importante calificación de que la responsabilidad del deudor
está ampliada o restringida si el contrato es gratuito, según dispone el artículo 1547.
¿Puede un contrato ser sinalagmático imperfecto y seguir siendo gratuito? Ver, por ejemplo, reglas
del depósito.
502. Cuando el riesgo es del deudor, la teoría de los riesgos y la excepción de contrato no
cumplido se complementan, de manera que un contratante no puede exigir el
cumplimiento de la obligación del otro contratante si no ha cumplido a su vez,
aunque sea en razón de un hecho que no le es imputable.
503. Por el contrario, cuando el riesgo es del acreedor (art. 1550), el deudor puede
demandar el cumplimiento de la obligación, porque aquél tiene la obligación de
ejecutar su prestación aun cuando no reciba la del deudor a cambio.
III. Resolución
504. La resolución es un efecto específico de los contratos bilaterales que al igual que la
teoría de los riesgos y la excepción de contrato no cumplido, tiene sus fundamentos
en la interdependencia de las obligaciones.
En este curso la resolución ha sido tratada como uno de los principales remedios de
que dispone el acreedor para hacer frente al incumplimiento del deudor, por lo
tanto, nos remitimos a ese capítulo.
505. Las fronteras entre la resolución y la teoría de los riesgos también ya ha sido
referida. Tradicionalmente se ha considerado que la diferencia entre ambas
instituciones se encuentra en la imputabilidad. En efecto, los requisitos de la
resolución suelen ser confundidos con los de la pretensión indemnizatoria, mientras
que los riesgos se introducen precisamente cuando el deudor no es responsable de
la imposibilidad de la prestación.
179
180
A continuación sólo se expone un esquema general del derecho de prenda general de los
acreedores y de la prelación de créditos. Para el estudio de esta materia debe consultarse el
siguiente texto:
ABELIUK, René, Las Obligaciones, Tomo II. 5ª edición, Santiago: Editorial Jurídica de
Chile (2008) 962-1027.
507. Tal situación la refleja el art. 2465, que establece el derecho de prenda general. Dicho
artículo expresa la idea de que cuando una persona se obliga debe responder, ante
un eventual incumplimiento, con todo su patrimonio existente al momento en que
la obligación se hace exigible, a excepción de los bienes inembargables (art. 445 del
CPC).
508. La regla general y residual es que todos los créditos concurren en condiciones de
igualdad y se pagan a prorrata (art. 2469). Sin embargo, el legislador establece
determinadas causales para preferir y dar prioridad a ciertos créditos sobre otros.
De esto tratan las reglas sobre prelación de créditos contenidas en los arts. 2470 y ss.
Así, se reconocen créditos de primera, segunda, tercera y cuarta clase (art. 2469).
4) La cuarta clase de créditos, al igual que los de primera, afectan todos los
bienes del deudor, a excepción de los inembargables.
181
509. Los créditos que no pertenecen a ninguna de estas clases se llaman comunes o
quirografarios y se rigen por la regla general: se pagan a prorrata en igualdad de
condiciones.
511. En efecto, el patrimonio del deudor es esencialmente dinámico, ya que éste no está
privado de realizar disposiciones mientras dure su vínculo jurídico. En este sentido,
es que cuando el acreedor contrata con el deudor, es posible dar cuenta de un
componente de riesgo para el primero, susceptible de ser subsanado por medio de
las garantías.
182
El art. 46 del Código Civil las denomina caución, esto es, “cualquier obligación
que se contrae para seguridad de otra”.
512. En suma, las cauciones o garantías son las formas que tiene el acreedor para
asegurar el cumplimiento de su obligación.
183
ABELIUK, René, Las Obligaciones, Tomo II. 5ª edición, Santiago: Editorial Jurídica de
Chile (2008) 757-790.
513. Atendido que el deudor tiene libre disposición de sus bienes, el acreedor corre el
riesgo de las vicisitudes futuras que pueda tener ese patrimonio.
1) Acción pauliana o revocatoria, que opera como una acción de inoponibilidad por
fraude (art. 2462).
2) Medidas precautorias o cautelares, que tienen por finalidad que el juez decrete
ciertas limitaciones al deudor ante el riesgo de insolvencia o incumplimiento.
Su estudio corresponde al curso de derecho procesal.
184
516. Hay ciertas disciplinas académicas que tienen por objeto principal la interpretación
de textos. En estos casos la pregunta interpretativa está siempre dirigida en el
presente hacia un texto que ha sido creado en el pasado.
Ese es el caso de buena parte del trabajo filosófico. ¿Bajo qué luz se puede leer la
Política de ARISTÓTELES? ¿Se trata simplemente de reconstruir el pensamiento de un
sabio que vivió en Grecia hace más de 2.300 años? ¿De buscar de qué manera están
integradas en su pensamiento las configuraciones políticas, sociales y económicas de
la época? Sin embargo, más allá de esta contingencia, ¿en su obra existen análisis
que podamos expresar y mostrar como relevantes en el horizonte cultural de
nuestra época?; ¿qué nos dice el filósofo cuando nos habla de democracia,
aristocracia y monarquía, o de sus contrarios, demagogia, oligarquía y tiranía?
185
Algo parecido, pero de una manera diferente, ocurre con las llamadas disciplinas
dogmáticas, como la teología y el derecho. En este caso el apelativo de disciplinas
dogmáticas se justifica porque los textos que interpretan están dotados de autoridad.
En este aspecto decisivo reside la diferencia entre las libertades que tiene un
escenógrafo al poner en escena una obra de teatro y las de un juez al interpretar la
ley.
Un famoso ejemplo en teoría del lenguaje es el enunciado ‘el perro es bravo’. ¿Qué
significa esa expresión? Decir que el perro es bravo puede ser una advertencia, una
recomendación, una descripción de la raza en un catálogo. Con la misma
proposición se pueden realizar acciones muy diversas.
186
520. Nuestro tema es en este caso la interpretación del contrato. La interpretación tiene
por objeto en este caso comprender un acto jurídico: un acto realizado por las partes
con el propósito de producir ciertos efectos jurídicos.
523. El principio que consagra el artículo 1560 parece ser muy claro e inequívoco. En la
práctica, sin embargo, presenta serias dificultades, que tradicionalmente fueron
ignoradas:
187
524. Por lo mismo, también la intención común de las partes es una abstracción. La intención
se infiere de lo que las partes han dicho o han hecho. De ahí que el punto de partida
de la interpretación es la declaración.
188
525. Hay reglas (en verdad, meta-reglas) que nos permiten descifrar el significado de los
actos ajenos. Gracias a esas reglas (y especialmente las del lenguaje) nos
entendemos.
526. Las reglas sobre interpretación del Código Civil dan directivas no exhaustivas para
dirimir el sentido. La interpretación subjetiva es imposible. Aunque orientada a la
intención, la interpretación del contrato tiene por antecedente un conjunto de actos
comunicativos de las partes.
Por eso, la intención relevante es la voluntad normativa, que se infiere de los actos o
declaraciones de voluntad (SMITH 271 y ss.).
189
Para ser jurídicamente relevante como contrato u otro tipo de acto jurídico, todo
acto humano exige interpretación, la que a su vez requiere la capacidad de develar
su significado.
528. Una pregunta esencial se refiere al horizonte comprensivo que resulta relevante a
efectos de la interpretación de un contrato. También en materia de interpretación
hay dos alternativas, que respectivamente atienden al declarante y al destinatario de
la declaración:
190
530. Que el contrato sea impugnable por error es una concesión a la subjetividad de
quien se equivoca al hacer la declaración (error en la declaración) o en lo que ha
convenido (error esencial, sustancial o en la persona, cuando ésta resulta relevante).
Pero, como se ha visto, para que se pueda rescindir el contrato por error no sólo es
necesario que sea importante, sino también que sea excusable. De este modo, la
impugnación por error atiende a la confianza de la contraparte, porque ésta sólo
puede ser afectada bajo circunstancias excepcionales.
531. Descartadas hipótesis de error, surge la pregunta por la parte sobre quien recae el
riesgo de que no tenga éxito la comunicación. Esta pregunta lleva la atención al
punto de vista que se debe adoptar al interpretar un contrato. Para ello es necesario
atender a que la interpretación recae sobre voluntad en sentido normativo¸ en
191
IV. Reglas y directivas del Código Civil sobre interpretación del contrato
Así también se justificó por los autores del BGB alemán la omisión de reglas de interpretación de
contratos, asumiendo que no corresponde al legislador establecer a los jueces reglas de razonabilidad
práctica (Kötz, 31).
192
533. La regla que establece el objeto y principio de interpretación es la del artículo 1560,
que señala
Las demás reglas son orientaciones interpretativas que contienen una sabiduría
práctica largamente acumulada.
El predominio del texto es también consistente con la buena fe, porque ésta exige
que la declaración sea interpretada desde la perspectiva del destinatario de la
declaración. La imposibilidad de un lenguaje privado es particularmente relevante
en materia de interpretación contractual, de modo que las obligaciones están
definidas por el significado de lo prometido. Sustraerse a las palabras, en el sentido
que éstas tienen en el contexto en que se formulan, es contrario al carácter
interpersonal y a la confianza recíproca que exige el consentimiento.
193
536. Sin embargo, la voluntad común de las partes puede no estar debidamente en el
texto, en cuyo caso es admisible mostrar esa divergencia (falsa demostratio non nocet)
Sin embargo, para llegar a establecer una voluntad común diferente a la que se
expresa en el texto se debe probar que las partes expresaron imperfectamente su
intención. Y esa intención divergente del texto debe ser claramente conocida. Por eso,
más allá de lo que puede inferirse de una lectura superficial del artículo 1560, si el
texto es claro en cuanto al alcance de las obligaciones de las partes, lo normal será
que ese texto exprese efectivamente la voluntad común, a menos que se demuestre lo
contrario.
194
c. Regla de interpretación que atiende al resultado útil de las cláusulas del contrato (artículo
1562)
540. La regla de utilidad de las cláusulas del contrato está dialécticamente relacionada
con otras que suelen apuntar en la dirección inversa, porque persiguen limitar el
efecto del contrato en caso de ambigüedades. Se trata de dos reglas que, por su
ubicación, pueden ser entendidas en cierto sentido como reglas de clausura de la
interpretación contractual:
195
541. También en materia contractual puede haber una interpretación proveniente de las
propias partes. Desde luego que ello puede ocurrir por acuerdos subsecuentes
explícitos, que se entiendan incorporados al contrato. Pero también puede suceder
que las partes, con pleno conocimiento de la relación contractual entre ellas, hayan
estado de acuerdo en ejecutar el contrato de una cierta manera. Por eso el contrato
puede ser interpretado “por la aplicación práctica que hayan hecho de ella ambas partes, o
una de las partes con aprobación de la otra” (artículo 1564 III).
Esta forma de interpretación tiene dos serias reservas. Ante todo, los actos de
aplicación práctica tienen que ser consentidos por ambas partes. Pero, además,
deben suponer una manera de ejecutar el contrato que las partes entienden como
una correcta interpretación. Esta precisión es sutil, porque puede ocurrir que el
acreedor tolere por mero descuido una práctica contractual. Esta tolerancia no
envuelve un ánimo modificatorio de lo convenido, a menos que exprese
inequívocamente una intención de cumplir simplemente lo ya convenido (esto es, si
no tiene un sentido propiamente interpretativo).
Es interesante que las espléndidas reglas de interpretación de la Convención de Viena sobre Derecho
de Tratados Internacionales (artículo 31) difieran en poco de las tendencias modernas del derecho
privado. La primera regla es que un tratado debe ser interpretado de buena fe, de acuerdo con el
significado ordinario que se debe dar a las palabras en su contexto y a la luz de su objeto y finalidad.
Luego establece como criterios relevantes de interpretación los acuerdos [no meras negociaciones] de
las partes alcanzados con ocasión de la celebración del tratado, después de su celebración y la práctica
que establezca un común entendimiento de las partes.
542. Aunque no hay regla expresa en la materia, la interpretación del contrato atiende a
la voluntad común de las partes al momento de su formación: es en ese momento que
las partes convienen el contrato, y los riesgos económicos que cada cual asume están
también determinados a esa fecha.
196
543. Es frecuente que las partes sólo acuerden los términos esenciales de su relación
contractual. En tal caso el contrato se integra con las normas del derecho legal
dispositivo. Se trata de elementos de la naturaleza del contrato que se entienden
pertenecientes al programa de obligaciones sin necesidad de declaración expresa
(artículo 1444).
544. Sin embargo, los elementos de la naturaleza pueden no ser suficientes para
completar la regulación contractual. Además, la interpretación del contrato por
otros medios de interpretación puede llevar a concluir que las partes no entendieron
incorporar esos elementos de la naturaleza en su particular relación contractual. En
tales casos será necesaria una interpretación integradora, cuyo objeto no es sustituir la
intención común de las partes, sino hacerse cargo del propósito práctico del contrato
más allá de lo que éstas expresamente hayan convenido (MEDICUS § 340).
197
Se trata de casos en que la interpretación del contrato integra el acuerdo de las partes
en un sentido que puede ser tenido por implícito: se trata de descubrir lo que las
partes no han expresado y, tal vez, ni siquiera han imaginado como posible al
contratar, pero que puede ser inferido del acuerdo contractual atendiendo a sus
fines.
Recapitulación: ¿Qué elementos de interpretación del contrato según las reglas del Código Civil
pueden conducir a estos resultados en el derecho chileno?; ¿es necesario que el juez funde la
interpretación del contrato en las reglas del Código Civil?
547. No todos los contratos deben ser interpretados de la misma manera. Así, por
ejemplo, los contratos escritos y negociados deben ser interpretados estrictamente.
Ello vale especialmente para contratos comerciales (1565, 1566 I). Aunque no se
incorpore por las partes una cláusula de contrato completo (esto es, aquélla en cuya
virtud las partes acuerdan que sólo les obliga lo expresamente pactado), un contrato
negociado contiene una presunción implícita de completitud. Todo conduce a que
en estos contratos las reglas de la semántica (en el lenguaje legal y corriente) sean
esenciales para la interpretación.
198
548. La buena fe está concebida en el Código Civil como un principio que rige la ejecución
del contrato. Es frecuente esa formulación en todos los códigos del S. XIX. Sin
embargo, se ha visto que el principio no sólo se aplica al momento de ejecutar el
contrato, sino recurre todo el íter contractual, desde las negociaciones preliminares
hasta la ejecución de la obligación.
199
Sin embargo, el juez puede interpretar sólo hasta donde es posible desentrañar la
voluntad común de las partes, esto es, en el sentido de la convención. Donde cesa la
interpretación comienza la integración: más allá del contrato, cuando no se puede
encontrar la regla aplicable por vía de interpretación, es el juez quien debe
establecer una razonable asignación de riesgos (FRIED 108).
550. Desde un punto de vista económico la integración del contrato con elementos de la
naturaleza y de acuerdo con el principio de buena fe cumple una función de ahorro
de costos de transacción: el costo de negociar un contrato disminuye si las partes no
necesitan negociar todos sus términos. La misma función cumplen los deberes de
información del experto hacia el lego y del proveedor al consumidor.
H. Kötz, uno de los más destacados expertos en derecho comparado de contratos de las últimas
décadas, tiene una percepción muy penetrante acerca de los límites entre la interpretación integradora
y la integración contractual propiamente tal: la interpretación integradora es a la medida del contrato
en particular, mientras que la integración de acuerdo a la buena fe atiende a la situación general de
intereses de las partes.
200
¿Se pueden construir estos deberes de seguridad y de cooperación como resultado interpretación
integradora?
554. En el derecho francés se ha concedido casación cuando los jueces han desnaturalizado
el contrato, es decir, cuando no han respetado su evidente sentido. La
jurisprudencia chilena es muy reticente en la materia, pero en general puede
afirmarse que ha aceptado ese principio.
Más dudosa es la cuestión cuando el juez integra el contrato. En tal caso incorpora
un elemento normativo que tiene por referencia legal el artículo 1546. El objeto de la
integración es encontrar una norma que no han previsto las partes: precisamente
porque la integración comienza donde termina la interpretación, ya no es
comprender la voluntad de las partes, sino dar con las reglas aplicables al tipo de
contrato. No es casual que las obligaciones secundarias de cooperación y las de
seguridad hayan sido de desarrollo de los tribunales supremos en el derecho
comparado.
201
555. Los contratos onerosos, en la medida que sus efectos se prolongan en el tiempo,
llevan implícito un elemento económico de riesgo. El tiempo siempre supone una
posible alteración de las circunstancias iniciales o esperadas. Por eso, los contratos
arbitran esos riesgos económicos del contrato, es decir, definen ex ante las posiciones
de los contratantes cualesquiera sean las circunstancias posteriores a su celebración.
Cuando en este capítulo se habla de riesgos se hace referencia al evento de que el contrato, tal cual fue
convenido, resulte ventajoso o perjudicial para alguna de las partes. El riesgo jurídico tratado en
capítulos antes se asocia a la imposibilidad de cumplimiento, no a la mayor o menor ventaja que cada
parte obtenga de su ejecución.
En los contratos a futuro, el riesgo es asumido naturalmente por el deudor, esto es,
por quien se obliga; tanto si las circunstancias hacen que el contrato le resulte más
beneficioso que lo esperado o lo contrario.
556. Las partes de un contrato negociado pueden alterar la distribución de riesgos que
naturalmente asumen al obligarse en los términos en que cada parte lo hace. Pueden
establecer reglas especiales si ocurren ciertos eventos futuros e inciertos, mediante la
técnica contractual de las condiciones. Las condiciones pueden cumplir la finalidad
de adaptar el contrato a ciertas circunstancias (por ejemplo, alterar el precio de la
energía que una compañía generadora se obliga a suministrar si el precio de los
combustibles o el de adquisición de energía en el mercado sube o baja de ciertos
umbrales).
202
558. La doctrina jurídica de la revisión del contrato no atiende a esa situación ordinaria,
que es típica de cualquier contrato a futuro. Pone la atención en casos en que
sobrevienen acontecimientos que alteran de tal manera el fundamento de la relación
negocial que justifican la terminación o revisión del contrato
559. En general, para determinar los supuestos en que procede una revisión del contrato
la doctrina y jurisprudencia se apoyan en conceptos altamente indeterminados
(porque no es posible definir con precisión los supuestos de hecho en que se aplica)
y normativos (porque suponen una valoración abierta a diversas hipótesis
concretas). Bajo estas circunstancias la doctrina de la adecuación del contrato está
construida a partir de expresiones semánticamente vacías, que suponen un ejercicio
muy extremo de prudencia al concretizarlas. Así se muestra en la regla del artículo
311 BGB que recoge la jurisprudencia de casi un siglo en la materia: se exige para la
revisión que el fundamento del negocio se haya alterado; que esa alteración sea muy
grave; que las partes no habrían contratado si hubieran tenido en cuenta este riesgo de
alteración de la circunstancias (por cierto que se trata de prever la materialización
del riesgo, sino que la posibilidad de su ocurrencia); que atendida la distribución de
riesgos del contrato, las consecuencias no puedan ser atribuidas a la parte que las sufre.
La revisión judicial del contrato supone partir del principio rector de que el cambio
de circunstancias no altera las obligaciones de las partes, pero que
203
560. Para llegar a esta conclusión no basta que el contrato haya llegado a ser altamente
desfavorable para una de las partes por circunstancias imprevisibles al momento de
contratar, en términos que los resultados sean injustos o inexigibles a una de las
partes. Además es necesario que la aplicación del contrato altere la distribución
contractual de riesgos. En consecuencia, para que se dé lugar a la revisión es necesario
interpretar el contrato a efectos de determinar si su objeto no es precisamente que
una de las partes asuma cualesquiera riesgos que surjan de su ejecución (KÖTZ). Por
consiguiente, si de acuerdo con la lógica económica del contrato los riesgos son
asumidos por una de las partes, no le es posible luego obtener una revisión del
contrato porque tales riesgos se materializan en su perjuicio.
561. En suma, se trata de una institución que se encuentra en las fronteras del derecho de
contratos porque permite en casos extremos la adecuación de lo convenido por vía
de interpretación e integración del acuerdo contractual a costa de introducir un
elemento de incertidumbre en el la eficacia del contrato como institución.
Por eso, el tema se plantea en dos niveles: en el primero se debe elucidar si bajo
ciertas circunstancias es aceptable o no la revisión; y, en el segundo, si es afirmativa
la respuesta que se dé en el primer nivel, supone definir cuáles son las exigencias y
requisitos que habrán de observarse para que proceda la revisión y cuáles son los
efectos que ella envuelve.
Conviene tener presente que la doctrina que acepta la revisión judicial sólo la
justifica por razones muy excepcionales; sin embargo, en la práctica su
204
564. Por otro lado, la imprevisión guarda una cierta analogía con la lesión enorme. La
diferencia, sin embargo, radica en que en esta última la desadecuación se produce al
momento de contratar, en tanto que en la primera con posterioridad, en razón de
circunstancias imprevisibles ocurridas durante la ejecución del contrato. Por la
misma razón el problema de conmutatividad no se plantea al momento de celebrar
el contrato (en que ambas partes lo celebran porque miran las prestaciones como
equivalentes), sino en un momento posterior, durante su ejecución.
566. Esta idea resultó por completo extraña al espíritu racionalista de la codificación, que
por una parte limitó el poder de los jueces y, por otra, concedió a las partes la
posibilidad de determinar el futuro autónomamente, asumiendo en
correspondencia las consecuencias de sus decisiones.
205
567. También se ha argumentado que la buena fe debe ser tomada con cierta distancia en
materia de revisión del contrato. La buena fe es fundamento de deberes de
colaboración, pero la consideración de los intereses de la contraparte no supone
desconocer el acuerdo contractual, sino simplemente completarlo con deberes
secundarios o conexos, que no alteran lo pactado. La buena fe no puede ser
extendida, de acuerdo con este argumento, a situaciones que debieron ser objeto de
convención al discutir el contrato y por cuyas consecuencias cada parte asume plena
autorresponsabilidad.
Suponer una cláusula implícita rebus sic stantibus supone que el juez modifique o
derogue una cláusula contractual que tiene fuerza de ley para las partes. Por eso, los
sistemas jurídicos más desarrollados han rechazado la aplicación de la doctrina de la
revisión del contrato por circunstancias imprevistas sobrevinientes; o, más bien, la
jurisprudencia ha sido muy cuidadosa en la formulación de las situaciones extremas
en que el contrato puede ser revisado.
568. Son pocos los códigos civiles que han aceptado la revisión imprevisión. Así ha
ocurrido, sin embargo, con algunos de los códigos más importantes de la tradición
del derecho civil: el código civil italiano de 1942 (artículos 1467 y 1469), el código
holandés de 1995 (artículo 6.258) y la reforma alemana de 2002 (artículo 311), que
recogió una doctrina jurisprudencial bien diferenciada, fundada en el principio de
buena fe. El código argentino ha incorporado la institución, pero lo ha hecho de una
manera asombrosamente amplia, sin adoptar algunas de las precauciones usuales
en el derecho comparado.
1) Un famoso caso del derecho anglosajón fue el arriendo de un balcón para presenciar la coronación
del rey Jorge V. El rey enfermó y el desfile no se realizó. La corte inglesa estimó que el contrato se
había frustrado porque su fin no se podía satisfacer. La doctrina de la ‘frustration’ no se relaciona sólo
con este tipo de casos, pero su propia denominación muestra que atiende más a la imposibilidad
práctica de obtener el fin perseguido que a situaciones de excesiva onerosidad.
2) Es interesante que la doctrina de la ‘frustration’ haya sido fundada sobre bases análogas a la de la
revisión del contrato en la tradición del derecho civil: la primera entiende que la terminación del
contrato tiene por antecedente que no se puede satisfacer la intención presunta de las partes
atendiendo a si las partes entendieron que el contrato se celebraba bajo el supuesto o la base de que no
cambiarían ciertas circunstancias que alteran la economía del contrato (interpretación del contrato que
206
concluye en una cláusula implícita de imprevisión) y la segunda atiende a razones de justicia material
atendiendo a las circunstancias (Burrows, 689, 708).
570. En general, se han dado los siguientes argumentos para rechazar la revisión del
contrato por la onerosidad sobreviniente:
1) Se dice que las partes que el derecho otorga a las partes el derecho a convenir
contratos que les resulta obligatorios de la misma manera que una ley. El
contrato es una forma descentralizada de crear relaciones jurídicas. Los jueces
no deben intervenir en arreglar una relación contractual que ha sido
libremente convenida. Por ello, una vez que el juez revisa y modifica un
contrato, se ve vulnerado el principio de autonomía privada que el derecho
reconoce.
207
4) Una vez admitida la revisión del contrato, esta institución comienza a perder
su justificación normativa, que radica en el valor vinculante de la promesa. ‘La
revisión llama a la revisión’ dice un adagio francés que pone la atención en la
escalada revisionista injustificada que puede derivarse de una caso especial en
que parezca justificada.
“Considerando que los contratos legalmente celebrados tienen fuerza de ley respecto de quienes
los han celebrado y que ninguna consideración de equidad permite a los jueces, si las
convenciones son claras y precisas, modificar bajo el pretexto de interpretar las cláusulas que el
contrato contiene”;
“Considerando que la corte de apelaciones sostiene en vano que al celebrar el contrato, las
partes no pudieran haber previsto el aumento extraordinario del precio de la carne a
consecuencias de la gran guerra, en un monto que excedió en mucho el valor máximo que la
carne había alcanzado durante los años anteriores al contrato”;
“Considerando, sin embargo, que al asumir la carga de soportar los riesgos … que resultan o
bien del aumento, o de la caída de tales precios, o de la pérdida fortuita de los animales, el
agricultor Saint Pé (el demandante y recurrente de casación) se impuso a sí mismo una ley de
la cual no puede eximirse alegando que la previsiones habían resultado erróneas; más aún que
al inferir de tales circunstancias, respecto de la cuales el contrato fue silente, el fallo recurrido
simplemente sustituyó lo pactado por un acuerdo presunto por las partes contratantes”;
“Se anula la sentencia recurrida por infringir los artículos 1134 (equivalente al artículo 1545
del código chileno) y 1826 (que establece regla para el arrendamiento de ganado por el
propietario a un agricultor [cheptel donné au fermier])”.
208
571. Las principales razones para admitir la revisión suponen una argumentación que
atiende al contrato desde una aspecto relacional:
572. Los PDEC contienen una norma bastante compleja y diferenciada, que establece las
circunstancias de hecho y normativas que justifican la revisión del contrato por
causas sobrevinientes. Esta norma recoge algunas de las ideas más fundamentales
acogidas en países en que se ha dado lugar a la revisión judicial:
209
(1) Las partes deben cumplir con sus obligaciones, aun cuando les
resulten más onerosas como consecuencia de un aumento en los costos de
ejecución o por una disminución del valor de la contraprestación que se
recibe.
(a) Poner fin al contrato en los términos y fecha que considere adecuado.
573. Las reglas de esta disposición, con excepción de la final sobre responsabilidad,
expresan en cierto sentido el estado de cosas en materia de revisión del contrato por
circunstancias sobrevinientes. Los PDEC son un ordenamiento que tiene origen
doctrinario, pero que por su perspectiva comparada y su alto nivel técnico se ha
consolidado como fuente de referencia en la unificación del derecho de contratos.
210
1) Las circunstancias deben que alteran la economía del contrato deben ser
sobrevinientes a su celebración;
574. El Código Civil no hace ninguna referencia al principio rebus sic stantibus, siguiendo
de esta forma al derecho francés y, en general, a la codificación decimonónica. Sólo
algunas normas particulares hacen referencia aproximada a la se podría deducir una
relativa y aislada aceptación del principio:
211
depositario quien puede restituir la cosa antes del plazo convenido cuando
ésta peligre en su poder o le cause perjuicio (artículo 2227).
Ésta es la única norma del Código Civil que da algún sustento a la idea de la
imprevisión en nuestro derecho. Cabe resaltar que, aun así, la revisión de un
contrato de construcción sólo se limita a la ocurrencia de circunstancias
extraordinarias y que, muy significativamente, ocurren en el ámbito de riesgo
natural del propio acreedor, como es un defecto del suelo de su propiedad que hace
imprevisiblemente más onerosa la construcción.
Otra norma que establece, de algún modo, la adecuación de los contratos es la del artículo 1983 II del
Código Civil, respecto del colono mediero.
212
578. Por cierto que la revisión del contrato tiene implícitos los costos de inseguridad y de
intromisión en un acuerdo de personas con discernimiento. Pero, a la inversa, en
ciertos casos extremos, la equidad, como correctivo de lo justo formal, puede
inclinar la balanza en su favor.
213
En definitiva, no sólo deben ser tenidos en cuenta los intereses de aquél que
reclama la revisión, sino también, y muy principalmente, los del acreedor cuyos
derechos contractuales se pretende modificar por vía de revisión judicial. Este
criterio ha sido recogido por los PDEC.
214
h. Efectos de la imprevisión
581. Las cláusulas de revisión son aquellas que tienen por objeto prever los cambios
imprevisibles de las circunstancias bajo las cuales se celebra el acto o, dicho de otro
modo, adecuar el contrato a las nuevas situaciones coyunturales, sobre la base de
criterios que proporcionan las mismas partes.
582. Las partes puede soberanamente regular los efectos del contrato. En particular,
pueden establecer las más variadas condiciones que tengan por efecto la hacerse
cargo de eventuales contingencias. Un contrato puede tener un precio variable
dependiendo de circunstancias previamente convenidas.
583. La cláusula más típica de adaptación ex ante del contrato a vicisitudes futuras es el
pacto de reajustabilidad o indexación. Esta cláusula está incorporada en la práctica
contractual chilena desde hace varias décadas en razón de experiencias de inflación.
215
584. Otra manera recurrente de regular por anticipado ciertos riesgos consiste en reglar
contractualmente los eventos que serán tratados como fuerza mayor o caso fortuito,
de modo que justifican el incumplimiento de la obligación (por ejemplo, una huelga,
una sequía, un aumento de los precios de ciertos insumos).
585. Pero también es posible convenir que si el cumplimiento de una obligación se hace
considerablemente más difícil u oneroso por circunstancias imprevisibles, cada
parte o una de ellas tenga derecho a pedir a la otra la adecuación del contrato a las
nuevas circunstancias o pedir su terminación. Un ejemplo claro es la huelga, cuando
no impide, sino dificulta el cumplimiento de la obligación; otro ejemplo podría ser
la inaccesibilidad, sin gran costo y dificultad, de los puertos chilenos, como podría
ser es el cierre de una vía importante en los costos de transporte, como el de
Panamá.
De hecho el cierre del canal de Suez, luego de su nacionalización por Egipto en 1956, no fue
considerado factor suficiente para dar lugar a la revisión de contratos en atención a que el transporte
por el Cabo de Buena Esperanza seguía siendo posible, aunque era mucho más costoso en tiempo y
dinero.
586. Las cláusulas de revisión (cláusulas hardship en el lenguaje comercial) regulan los
procedimientos y condiciones bajo los cuales se puede revisar el contrato.
Precisamente una de las razones que se han dado en países renuentes aceptar la
revisión judicial es que las partes pudieron haber previsto los efectos de un
impedimento, por imprevisible que fuere, de modo que al no hacerlo no resulta
admisible recurrir al paternalismo judicial.
Un camino indirecto de construir una cláusula hardship consiste en que las partes
declaren expresamente los fines que persiguen con el contrato, y los supuestos bajo
los cuales contratan. Los riesgos asumidos por las partes se hacen de esta forma
explícitos en el contrato.
216
589. Algo similar sucede con los contratos leyes, cuya principal finalidad es garantizar a
quienes contratan con el Estado la inmutabilidad de los acuerdos suscritos.
Actualmente, dado el tenor del artículo 19 N° 24 de la Constitución y el desarrollo
jurisprudencial al respecto, la institución del contrato ley no tiene, en verdad, razón
de ser. Para obtener esos propósitos basta la garantía constitucional de propiedad
sobre los derechos emanados de un contrato.
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[El estudio de esta materia quedará pendiente para el final del curso de Derecho Civil V
porque su aplicación se extiende a todas las obligaciones, cualesquiera sean sus fuentes].
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