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TRATADO
DE LOS DELITOS
Y DE LAS PENAS,
ESCRITO EN ÍTALIANO
JT TRADUCIDO AL CASTELLANO
i í
; ; , III
ADVERTENCIA -
DEL TRADUCTOR.
1
DEt TRADUCTOR. V
si procedí con equivocacion en el concépto
que formé de ella , y decidirá hasta qué
punto se puede considerar como nueva la
que tengo el honor de ofrecerle.
Las Reflexiones,, ó sea el Juicio de un
célebre profesor acerca del mérito de este li
bro ; la respuesta del autor al escrito publi
cado , segun se cree , por un fraile dominico
con el titulo de Notas y observaciones sobre
el tratado de los delitos y de las penas ; y en
fin el comentario que escribió el traductor
francés acerca de los capí tulos mas esencia
les de la obra, ilustran suficientemente cual
quier posage oscuro que pudiera encontrarse
en el d scurso de ella; por lo cual hubiera
sido inutil tratar de esclarecerla con notas.
El que tenga cierto caudal de conocimien
tos comprenderá sin mucho trabajo el trata
do del marques de Bcearia , que está escri
to con estilo claro y sencillo, y con un mé
todo que facilita en gran manera la inteli
gencia de la obra. Es de advertir que el co
mentario que ahora se presenta al público^
falta en la traduccion publicada en 1820.
Por lo demás, las circunstancias en que
se anuncia esta obra traducida de nuevo,
no pueden ser mus intei esantes , pues de
biendo discutirse y aprobarse en las próxi
mas Cortes estraordinarias el código crimi*
nal, con los demás que forman un sistema
VI ADVERTENCIA
completó de legislacion , pudiera suceder
que los escelentes principios del autor del
Tratado de los delitos y de las penas , presen-
tados fielmente y sin la confusion y desór-.
den que se nota en la citada traduccion de
1820, diesen alguna luz para tan vasta y
útil empresa.
PRÓLOGO DEL AUTOR.
DE LOS DELITOS
Y DE LAS PENAS.
INTRODUCCION.
*
4 TRATADO DB LOS DELITOS
§. L
Derecho de castigar. . .
Consecuencias.
. §. V.
Oscuridad de las leyes.
Si es un mal el interpretar las leyes , sin
duda lo será tambien el que sean oscuras , pues
entonces tendrán necesidad de interpretacion;
y este mal será mucho mayor, si no estan es
critas en lengua vulgar. En tal caso sucederá
que el pueblo haya de depender del corto nú
mero de los depositarios de la ley, la cual
vendrá á ser una especie de oráculo secreto,
siendo así que la suerte de la vida y liber
tad de los ciudadanos debería hallarse consig
nada en un libro que circulase entre todos
ellos y pudiesen entender facilmente. Tal es
sin embargo la costumbre establecida en casi
toda Europa, en esta parte del mundo tan
culta é ilustrada. ¿ Qué opinion habremos de
formar acerca de los hombres, si reflexiona
mos sobre este abuso ? Mucho mas persuasiva
es la elocuencia de las pasiones , sostenida por
la ignorancia é incertidutnbre del castigo. Pón
gase el texto sagrado de las leyes en manos
de todos, y será tanto menor el número de
delincuentes , cuanto mayor sea el de los hom
bres que le lean y entiendan. De estas últi
mas reflexiones resulta que sin un cuerpo de
leyes escritas , ninguna sociedad podrá tomar
una forma fija de gobierno , en que resida la
fuerza en el todo y no en las partes, y en
que siendo invariables las leyes , á no ser que
la nacion consienta en variarlas, jamas pue
dan alterarse por intereses particulares. La es-
periencia y la razen han mostrado cuánta pro
14 TRATADO DE LOS DELITOS
habilidad y certidumbre perdían las tradiciones
humanas al paso que se alejaban de su origen.
Sino existe pues un monumento estable del
contrato social ¿ cómo podremos esperar que
resistan las leyes el choque siempre victorioso
del tiempo y de las pasiones i
De aqui se infiere la grande utilidad de la
imprenta, de este descubrimiento admirable,
que pone en manos del público y no de algu
nos particulares el depósito sagrado de las le
yes, y ha disipado el espíritu de intriga y
cabala que no puede menos de desaparecer cuan
do brilla la luz de las ciencias, y que solo
finge despreciarlas porque las teme en efecto.
Si vemos adora en Europa menor número de
aquellos crímenes horrorosos que atemorizaban
á 'nuestros padres , y sino fluctuamos conti
nuamente , como nuestros antepasados , entre el
estado de esclavos y el de tiranos , es este uno
de los muchos beneficios que nos ha hecho la
imprenta. Abrase la historia de los dos ó tres
últimos siglos y la nuestra , y se verá que las
virtudes apacibles, la beneficencia, la huma
nidad y la tolerancia , han nacido en el seno
del lujo y de las comodidades de la vida. AI
,contrario ¿ cuáles fueron los efectos de lo que
sin razon se llama buena fé y sencillez anti
gua ? El pueblo no hallaba en la nobleza mas
que opresores y tiranos ; gemia la humanidad,
víctima de los furores de la implacable supers
ticion ; la ambicion y la avaricia inundaban
de sangre los palacios de los ricos y los tro
nos de los reyes ; solo se veian traiciones se
cretas y asesinatos públicos. En fia j ios mi
nistros de la verdad se atrevían á ofrecer á
Y DE LAS PENAS. 1$
los ojos del pueblo con manos bañadas en san
gre un Dios de paz y de misericordia. Ya que
se declame contra la pretendida corrupcion
de nuestro siglo, á lo menos no se le podrá
culpar de semejantes abominaciones.
§. VI.
Proporcion entre los delitos y las penas.
§. VIII.
Del honor.
\
24 TRATADO DE LOS DELITOS
ha servido de base á hrgos y brillantes dis
cursos , sin que se le haya fijado jamas una
idea estable y bien determinada. Tal es la
infeliz condicion del entendimiento humano
que conoce con exactitud las revoluciones de
los cuerpos celestes, á pesar de su distancia,
al paso que las nociones de la moral, mucho
mas accesibles é importantes, quedan sepulta
das en las tinieblas de la incertidumbre , y
fluctuando á discrecion del torbellino de las
pasiones , son á un mismo tiempo estableci
das por la ignorancia y admitidas por el er
ror. Dejará de parecer esto una paradoja, si
se considera que , semejantes á los objetos que
estan demasiado cerca de nosotros , y por lo
mismo se confunden á nuestra vista, ios prin
cipios morales pierden parte de su claridad
por la demasiada aproximacion con que las
tenemos. El gran número de ideas sencillas
de que se componen se complica facilmente
de modo que nos hacej perder de vista los
puntos de separacion necesarios al espíritu geo
métrico para medir los fenómenos de la sen
sibilidad humana. Por lo demas , el sabio ob
servador de la naturaleza no se admirará de
lo que acabo de exponer, y sospechará que
para vivir los hombres felices y tranquilos no
necesitan quizá de tantos lazos ni de tan gran
de aparato de moral.
La idea pues del honor es una idea comple
ja , formada no solo de varias ideas simples,
sino tambien de otras que son ya complejas por
sí mismas, y que percibidas de distintos modos,
admiten ó escluyen algunos de los elementos
que las componen , no conservando sino sus
Y BE LAS PENAS. 25
bases comunes , asi como en el álgebra muchas
cantidades complejas admiten un divisor co
mun. Para hallar este cemun divisor entre
las diferentes ideas que forman los hombres
acerca del honor, es necesario dar una ojeada
rápida al establecimiento de las sociedades.
El origen de las primeras leyes y de los pri
meros magistrados fue la necesidad de reparar
los desórdenes del despotismo fisico de cada in
dividuo. Tal fue el espíritu que instituyó las
sociedades , y que forma la base real ó aparen
te de todas las legislaciones, sin escluir las mas
contrarias á la felicidad pública. Pero la reu
nion de los hombres y los progresos de sus co
nocimientos produgeron una serie de actos y de
necesidades recíprocas que no había previsto 1M
ley, y escediaa los limites del poder actual de
cada uno. He aquí la época del despotismo de
la opinion: ynko medio de obtener de los de-
mas los bienes que no podían ser efecto de las
leyes , y de alejar los males que ellas no llega
ban á impedir. La opinion que atormenta al sa
bio del mismo modo que al pueblo , forma de
un malvado un misionero , cuando hay un in
teres que asi lo exija ; y sabe acreditar la apa
riencia de la virtud á espensas de la virtud mis
ma. Mientras duró su imperio, no solo fue útil
sino tambien necesaria la aprobacion de los
hombres , para mantenerse al nivel de todos. El
ambicioso la solicitó como un. medio de conse
guir sus intentos, el hombre vano la mendigo
como un testimonio de su merito , y el hombre
de honor la exigió co.no' necesaria. Este honor
que para muchas personas es inseparable de su
existencia , no fue conocido hasta despues de
20 TRATADO DE LOS DELITOS
la formacion de la sociedad : por lo que no pu
do entrar en el depósito comun , y aun no es
mas que un retroceso instantáneo al estado de
naturaleza , retroceso que nos substrae momen
táneamente de unas leyes , cuya proteccion no
basta en las circunstancias particulares en que
podemos hallarnos.
De aquí se sigue que en el estado de la su
ma libertad política, y en el de la suma depen
dencia , las ideas del honor se desvanecen ó se
confunden con otras. En el primer caso, el des
potismo de las leyes hace que sea inútil solicitar
la aprobacion agena ; y en el segundo , como el
despotismo de los hombres anula la existencia
civil , solo deja á cada individuo una persona
lidad precaria y momentánea. El honor es por
consiguiente uno de los principales fundamen
tos de aquellas monarquías que no son mas que
un despotismo moderado , y es con respecto á
ellas lo que son las revoluciones con respecto á
los gobiernos despóticos. El súbdito vuelve á
entrar por un momento en el estado de na
turaleza , y el señor trae á la memoria la anti
gua igualdad.
§. X.
De los duelos.
De la necesidad de la aprobacion agena nacie
ron los singulares combates ó duelos, los cuales se
establecieron precisamente en la anarquía de las
leyes. Si fueron desconocidos en la antigüedad,
como se cree, fue quizá porque los antiguos no
se reunían armados en los templgs, en los tea
Y DE LAS PENAS. 27
tros ó en casa de sus amigos ; y quizá tambien
como el duelo era un espectáculo ordinario y
comun que daban al pueblo los esclavos , te
mieron los hombres libres que esta especie de
combates pudiese ser causa de que se les consi
derase como gladiadores ; pero en vano se ha
intentado ,acabar con los duelos ó disminuirlos
por lo menos , recurriendo para ello á la pena
de muerte , pues ésta no destruirá una costum
bre fundada en lo que algunos hombres temen
mas que la muerte mism3. El hombre de honor,
privado de la aprobacion de los demas, ven
dría á quedar reducido á la clase de un ser
aislado , situacion que no puede sufrir ninguna
criatura sociable ; ó seria el blanco de los in
sultos y de la infamia , Jo que le haria pasar
una vida peor que el suplicio. ¿Por qué imita el
pueblo rara vez á los grandes en el uso de los
duelos? No solo porque no va armado, sino
tambien porque tiene menos necesidad de la
estimacion de los demas que les que hallándose
en una clase mas elevada , se miran unos á otros
con mas desconfianza y envidia.
Conviene repetir aqui lo que ya han dicho
varios autores , á saber , que el mejor medio de
evitar los duelos es castigar al agresor , esto es,
al que dió motivo al duelo, y declarar inocente
al que sin culpa suya se vió obligado á defen
der la opinion , ya que no la protegen las leyes,
y á probará sus conciudadanos que el objeto de
su temor eran éstas y no los hombres.
18 TRATADO DE LOS DELITOS
§. XL
De la tranquilidad pública.
§. XII.
S xiii.
De los testigos.
h §. XV.
Del fisco.
§. XIX.
$ XX.
De las violencias.
§. XXL
$. XXIL
De los robos.
§. XXIII.
De la infamia.
§. XXIV.
§. XXV.
§. XXVI.
§. XXVIII.
De la pena de muerte.
Considerando esa multitud de suplicios , que
nunca ha hecho mejores á los hombres , he exa
minado si en un gobierno sabio es útil y justa
la pena de muerte. ¿ Cuál puede ser ese derecho
que se atribuyen los hombres de matar á sus
semejantes i Por cierto que no es aquel de don
de resultan la soberanía y las leyes , las cuales
no son mas que la suma de las pequeñas porcio
nes de libertad , de que se despojó cada uno , y
representan la voluntad general , que es el re
sultado de la union de las voluntades particula
res. ¿ Pero quien será el que haya querido ceder
á otro el derecho de quitarle la vida ? ¿ Cómo
se ha de suponer que en el sacrificio que hizo
cada individuo de la mas pequeña porcion de
libertad que pudo enagenar , comprendiese el
del mayor de todos los bienes ? y aun cuando
asi fuese ¿cómo se conciliará este principio con
la máxima que prohibe el suicidio ? O el hombre
puede disponer de su propia vida , ó no pudo
dar a uno solo , ni á la sociedad entera , un de
recho que él mismo no tenia.
La pena de muerte no se funda en ningun
derecho , como acabo de demostrarlo. No es,
pues , mas que una guerra declarada á Un ciu
dadano por la nacion , que juzga necesaria , ó
á lo menos útil , la destruccion de este ciudada
no. Pero si pruebo que cuando la sociedad quita
y DE ¿AS PENAS. 73
la vida á un miembro suyo , no hace cosa alguna
que sea necesaria ó util á sus intereses , habré
ganado el pleito de la humanidad.
Solo hay dos motivos que puedan hacer mirar
como necesaria la muerte de un ciudadano. En
los momentos de turbacion en que un pueblo
trata de ser libre , ó está próximo á perder su
libertad ; en los tiempos de anarquía , en que
enmudecen las leyes y son reemplazadas por el
desorden y la confusion , si un ciudadano aun
que privado de libertad, puede todavía, por
medio de sus relaciones é influjo , comprome
ter la seguridad de su pais; si su existencia
puede producir una revolucion peligrosa en el
gobierno, es sin duda necesario privarle de ella;
pero en el reinado tranquilo de las leyes ; bajo
la suave autoridad de un gobierno formado y
aprobado por los votos reunidos de los pueblos;
en un Estado bien defendido y sostenido inte
rior y esteriormente por la fuerza , y por la opi
nion quizá mas poderosa que la fuerza misma; en
fin, en un pais en que hallándose toda la autori
dad en manos del verdadero soberano , jamas se
adquiere con riquezas que solo sirven alli para
comprar placeres ¿qué necesidad de quitar la
vida á un ciudadano? Solo podría justificijse
este castigo por la imposibilidad de coatener los
delitos con un egemplar menos terrible : segun
do motivo que autorizaría y haria necesaria la
pena de muerte.
La esperiencia de todos los siglos prueba que
el temor del último suplicio jamas ha contenido
á los malvados que estaban resueltos á turbar Ja
sociedad. Esta verdad se corrobora con el egem-.
pío de los romanos , y adquiere nueva fuerza
74 TRATADO DE LOS DELITOS
con los veinte años de reinado de Isabel , Em
peratriz de Rusia , durante los cuales dio esta
princesa á los pueblos una leccion mas aprecia-
ble que las brillantes conquistas que compra
siempre la patria á costa de la sangre de sus
hijos. Pero si hay hombres á quienes el len-
guage de la autoridad haga sospechoso el de la
razon hasta el punto de negarse á unas pruebas
tan palpables , oigan un momento la voz de la
naturaleza , y hallarán en su corazon el testi
monio de cuanto acabo de decir.
Las penas no horrorizan tanto á la humani
dad por su rigor momentáneo como por su du
racion. Nuestra sensibilidad es conmovida mas
fácil y permanentemente por una impresion li
gera y reiterada que por un choque violento y
pasagero. Todo sér sensible está universalmente
sujeto al imperio de la costumbre. Esta es la que;
enseña al hombre á hablar, á andar y á satisfa
cer sus necesidades ; y las ideas morales se gra
ban tambien en el ánimo por las huellas dura
bles que deja en él su accion reiterada. Asi
que , el freno mas á propósito para contener los
delitos no es tanto el espectáculo terrible y mo
mentáneo de la muerte de un malvado como el
egumplo continuo de un hombre privado dtí
libertad , transformado en cierto modo en ca
ballería de carga , y resarciendo á la sociedad
con un trabajo penoso y de por vida el perjui
cio que le había causado. Nadie hay que no pue
da decirse á sí mismo , reflexionando algun tan
to : He aquí la horrorosa condicion á que me veré
reducido por toda mi vida , si cometo semejantes
acciones. Y este espectáculo siempre presente á
la vista , obrará con mucha mayor eficacia que
Y DE LAS PENAS. 75
la idea de la muerte, porque esta se ve siempre
á cierta distancia , y rodeada de una nube que'
disminuye su horror. Por mas impresion que
haga la vista de los suplicios , nunca será taa
fuerte que pueda resistir á la accion del tiempo
y de las pasiones , las cuales borran muy pronto
de la memoria de los hombres las cosas mas esen
ciales. Es un principio cierto que los choques
violentos hacen en nosotros un efecto muy seña
lado ; pero muy corto. Producirán una revolu
cion repentina ; y sucederá que ciertos hombres
comunes llegarán de repente á ser persas ó la-
cedemonios. Pero en un gobierno libre y tran
quilo no hay tanta necesidad de egemplos terri
bles como de impresiones permanentes. Cuando
se ajusticia á un reo, su suplicio es un espectá
culo para la mayor parte de los que le presen
cian , y sólo un corto número de personas espe-
rimenta un sentimiento de lástima en que tiene
alguna parte la indignacion: con lo que esta
muy lejos de lograrse el terror saludable que
pretende inspirar la ley. Pero la vista de los
castigos moderados y continuos produce siempre
un sentimiento idéntico y único , que es el del
temor. En el primer caso se halla el espectador
del suplicio en la misma situacion que el que
asiste á la representacion de un drama ; y asi
como él avaro vuelve á su arca , asi tambien el
hombre violento é injusto vuelve á sus violen
cias é injusticias. Debe pues el legislador limi
tar el rigor de lis penas , cuando este último'
sentimiento prevalece en el ánimo de los espec-'
tadores, á quienes parece entonces que el suplí-'
cio se inventó para ellos mas bien que contra d
reo. • ......
76 TRATADO DE IOS DELITOS
A fin de que una pena sea justa , solo debe
tener el grado de rigor suficiente para retraer
del crimen. ¿Y habrá hombre que pueda preferir
las ventajas de la maldad mas útil , al riesgo de
perder para siempre la libertad? Luego la es
clavitud perpetua, sustituida á la pena de muer
te , tiene tanto poder como ésta para contener
al malvado mas decidido. Añadiré que es aún
mayor su eficacia ; porque muchas veces se
mira la muerte con serenidad y firmeza: el fa
natismo la representa con bellos colores : la va
nidad , fiel compañera del hombre hasta el se
pulcro , la despoja de su horror ; y la desespera
cion la hace indiferente , cuando nos reduce á
desear acabar la vida ó poner fin á nuestras mi
serias ; pero en medio de las jaulas de hierro,
de las cadenas y de los golpes , se desvanece la
ilusion del fanatismo , se disipan las nubes de la
vanidad , y la voz de la desesperacion que acon
sejaba al reo que acabase con sus males , solo se
deja oir para pintarle mas al vivo el horror de
los que empieza á padecer de nuevo. El tiempo
y el tedio son mas insufribles para nosotros que
la violencia de los mas crueles dolores ; porque
reuniendo nuestras fuerzas contra los males pa-
sageros , debilitamos su accion ; pero no hay
resorte que no ceda á las impresiones continua
das y constantes. Adoptada la pena de muerte,
cada escarmiento que se presenta supone un de
lito cometido , al paso que por medio de la es
clavitud perpetua, cada delito pone á vista de la
nacion un escarmiento siempre subsistente y
repetido. . .
En efecto, si es importante presentar con fre
cuencia á ios pueblos pruebas del poder de las
T DE LAS PENAS. 77
leyes , deben ser repetidos los suplicios ; mas
para esto será necesario que sean tambien fre
cuentes los delitos : lo que probará que la pe
na de muerte no hace entonces toda la impre
sion que deberia producir , y que es á un mis
mo tiempo inútil y necesaria. Y he aquí el
circulo vicioso á donde se va á parar cuando
se establecen principios sin haber calculado sus
consecuencias. Si se me objeta que la esclavitud
perpetua es una pena tan rigurosa , y por consi
guiente tan cruel como la muerte , convendré en
que lo seria aun mas , si se reuniesen en un solo
punto todos los instantes desgraciados del que
la padece ; pero divididos éstos en todo el dis
curso de la vida , no pueden compararse con el
momento horroroso del último suplicio sino por
el espectador que calcula su duracion y totalidad,
y no por el reo , á quien los males presentes
distraen de la idea de los que va á esperimentar.
La imaginacion aumenta todas las desgracias: el
que padece, encuentra en su alma endurecida
con el hábito de padecer, recursos y consuelos
que la sensibilidad escitada momentáneamente
oculta á los testigos de su infortunio : y he aqui
lo que justifica las ventajas de la esclavitud per
petua , mas útil como egemplar , que insopor
table como castigo.
Solo por medio de una buena educación
aprendemos el arte de desentrañar nuestros sen
timientos ; pero como los malvados tienen tam
bien sus principios de conducta , aunque sin
conocerlos á fondo , vemos el discurso que poco
mas ó menos hace un ladron ó un asesino;
cuando deja de cometer un delito por solo el
miedo del patíbulo. »¿ Cuáles son (se pregunta
78 TRATADO DE LOS DELITOS
«á sí mismo) esas leyes que debo respetar ? ¿Qué
«inmenso intervalo no dejan entre la riqueza y
«la miseria? La opulencia me niega el mas le-
«ve socorro , y me envia orgullosamente á tra-
«bajar , cuando ella no sabe ni aun lo que es
«estar ocupado. ¿Y quién ha hecho estas leyes?
«Hombres ricos y poderosos que jamas se han
«dignado de visitar las tenebrosas chozas del
«pobre , ni han visto á sus mugeres bañadas en
«llanto , ni á sus hambrientos hijos disputándo
le un alimiento grosero , fruto insuficiente del
«sudor de aquellos infelices. Armémonos contra
«la injusticia , tratemos de destruirla en su orí-
«gen , rompamos unos pactos funestos al mayor
«número , despedacemos unas cadenas forjadas
«por la indolencia tiránica para agoviar la po-
«breza industriosa. Sí : volveré á mi estado de
«independencia natural , viviré libre y gozaré
«.algun tiempo los frutos felices de mi valor y
«destreza. Capitaneando algunos hombres deter-
«mi nados como yo , corregiré los errores de la
«fortuna , y veremos como tiemblan á nuestra
«vista esos tiranos , cuyo fausto insultante nos
«hacia de peor condicion que los animales des
«tinados á sus placeres. Quizá algun dia.
«Está bien. Pero el dolor pasa en un instante, y
«al cabo habré vivido años enteros con gusto y
«libertad." Si entonces se presenta la religion
á' los ojos del malvado , tambien sabrá abusar de
ella mediante la esperanza del arrepentimiento
y del perdon ; y los destellos de una felicidad
eterna, fácil premio de un momento de pesar,
disiparán las nubes horrorosas de la muerte.
Al contrario , ¡ qué perspectiva la de haber
de pasar gran número de años ó acaso toda la
Y DE LAS PENAS. 79
vida en la servidumbre y en el dolor , esclavo
de las leyes que antes dispensaban proteccion,
expuesto á las miradas y , al desprecio de sus
conciudadanos , hecho el oprobio y horror de
los que antes eran sus iguales ! ¡ Qué útil compa
racion la de esta triste memoria con la incerti-
dumbre del éxito de sus delitos y del tiempo
que podrá gozar de ellos! El egemplo siempre
presente de las infelices víctimas de su impru
dencia debe hacer una impresion mucho mas
fuerte que la de los suplicios , cuya vista endu
rece el alma lejos de corregirla. La pena de
muerte perjudica tambien al cuerpo social por
los egemplos de crueldad que presenta á los
hombres. Si las pasiones, ó la necesidad de ha
cerse guerra unos á otros , han enseñado á der
ramar la sangre humana , las leyes , cuyo objeto
es suavizar las costumbres , no deberían á lo
menos multiplicar esta atrocidad por medio del
aparato y de las formalidades estudiadas que
acompañan al suplicio. ¡ Qué absurdo ! Las le
yes , que no son mas que la espresion de la vo
luntad general , y se dirigen á detestar y casti
gar el homicidio ¿habrán de cometerle ellas mis
mas ? Querrán impedir las muertes violentas ¿y
mandarán que se egecute un asesinato público?
Sin embargo, si hay leyes de una utilidad incon
testable , son aquellas que cada uno querría
proponer y observar en los momentos en que
guarda silencio el ínteres particular , ó se coa-
funde su voz con la del interes público. Ahora
bien. ¿ Queremos saber cuál es la opinion gene
ral sobre la pena de muerte ? Veámosla pintada
con caracteres indelebles en los movimieutos de
indignacion y de desprecio que inspira la sola
8o TRATADO DE LOS DELITOS
vista del ministro de las crueldades de la justi
cia , de ese ciudadano honrado que contribuye
al bien de la nacion egecutando la voluntad
pública , de ese instrumento necesario de la se
guridad interior , en cuya defensa se emplea
dentro dal Estado , asi como el militar le defien
de de los enemigos esteriores. ¿ Cuál es pues el
origen de esta contradicion? ¿De dónde nace
un sentimiento que se resiste á todos los esfuer
zos de la razon humana? Del principio grabado
por la naturaleza en lo íntimo de jiuestros cora
zones ; el cual nos dice que nadie tiene derechos
legítimos sobre la vida de los hombres , á la que
solo puede dar leyes la necesidad , reina abso
luta del universo.
¿ Qué se ha de pensar al ver á los augusto»
pontífices de la justicia mandar con la mas tran
quila indiferencia que se hagan los preparativos
del suplicio á que han condenado al delincuen
te ? i Qué !. ¡ Mientras el infeliz , abandonado á
las convulsiones del dolor , aguarda entre hor
rores y angustias el golpe que va á terminar sus
dias , dejará el juez el tribunal para ir á gozar
en paz las dulzuras y los placeres de la vida,
aplaudiéndose quizá de la autoridad que acaba
de egercsr! Y no podrán esclamar los desgracia
dos 'que puedan temer hallarse en aquel caso:
mNo : Las leyes no son mas que un pretesto con
que la fuerza disimula su tiranía : el despotis
mo las ha adornado con los colores de la justicia
para llevar con mas seguridad á los altares las
víctimas que quiere inmolar : se nos pintaba el
asesinato como un crimen horrible , y he aqui
que se comete sin repugnancia y á sangre fria:
aprendamos á aprovecharnos de éste egemplo:
.. y DE LAS PENAS. 8l
nos parecía que la muerte violenta estaba rodea
da de todo género de horrores , y no es mas
que un momento , que será mucho menos dolo
roso y se reducirá casi á nada para el que no
le espere." Tales son los funestos paralogismos
y los peligrosos raciocinios que se forman con
fusamente en una cabeza ya dispuesta al crimen,
y mas susceptible de ser dirigida por el abuso
de la religion que por la religion misma.
La historia de los hombres es un mar in
menso de errores , en que se ven nadar por acá
y por allá algunas verdades mal conocidas. No •
se cite pues como un. argumento el hecho de que
la mayor parte de los siglos y naciones han de
cretado la pena de muerte contra ciertos delitos;
porque ni el egemplo ni la prescripcion tienen
fuerza alguna contra la verdad. ¿Se escusará la
bárbara supersticion que sacrificó hombres en
las aras de su divinidad , porque casi todos lo»
templos han sido ensangrentados con víctimas
humanas ?
Al contrario, si hallo algunos pueblos que se
hayan abstenido , aunque uo sea mas que por un
corto espacio de tiempo, de poner en egecucion
la pena de muerte , me valdré de su egemplo
con mucha razon ; porque es propio de las gran
des verdades no brillar mas que como un re
lámpago en medio de las nubes tenebrosas cen
que el error cubre la faz del universo. No ha -
llegado todavia la época dichosa en que se
abran á la luz los ojos fascinados de las na
ciones , y en que las verdades reveladas no
sean las únicas que ilustren al género humano.
Conozco que la débil voz de un filósofo se
rá facilmente sufocada por los gritos tumultuo
6
82 TRATADO DE LOS DELITOS
sos de los fanáticos, esclavos de la preocupa
cion. Pero hay algunos sabios esparcidos sobre
la na* de la tierra , y estos me oiran , y ine
responderán desde lo íntimo de su corazon. Que
si la verdad, á pesar de los obstáculos que
ki alejan del trono, pudiese penetrar hasta ios
oídos de algun soberano, sepa que le lleva los
votos secretos de la humanidad entera; ten
ga entendido que recibiéndola favorablemente
eclipsará la gloria de los mas célebres con»
quistadores ; y vea con anticipacion que la pos
teridad siempre justa coloca sus pacíficos trofeos
sobre ios de ios Titos , Antoniuos y Trajanos.
¡ Bicnosa la humanidad , si algun dia llega
á recibir leyes ! ; Dichosa, si estas leyes son
dictadas por los soberanos que gobiernan ac
tualmente la Europa, por estos príncipes be-
nedeos, protectores de las artes y de las cien
cias; por estos ciudadanos coronados que son
los que dan origen á las virtudes pacíficas en
el seno de los pueblos á quienes miran como
á sus hijos ! Consolidándose su autoridad , se
aumenta el bien estar de sus subditos , y se
destruye el despotismo intermedio, tanto mas
«cruel cuanto menor es su firmeza, y cuya bár
bara política , interceptando ios votos since
ros del pueblo , sufoca continuamente su voz,
siempre oida cuando llega hasta el trono. ¡ Oja
la se aunente de dia en dia esa autoridad!
Tal es el deseo de los ciudadanos ilustrados,
los cuales conocen muy bien que si estos prín
cipes conservan todavia algums leyes defec
tuosas, es por la suma díncultad que encuen
tran en destruir errores acreditados por una
larga serie de siglos.
Y DE LAS PENAS. 83
§. XXIX.
De la prision.
Siendo la seguridad personal de los ciuda
danos el verdadero objeto de la sociedad ¿ có
mo se deja á los magistrados , egecutores de las
leyes, el derecho de prender y encarcelar á
su arbitrio, derecho funesto de que pueden
abusar para privar de la libertad á su enemi
go, © para conservarla á sus protegidos , á
pesar de los indicios mas vehementes ? ¿ Por
qué este error tan perjudicial es tan comun
como peligroso ? Aunque la prision se dife
rencia de las otras penas , por cuanto debe pre
ceder necesariamente á las informaciones jurí
dicas del delito, la ley sola debe determinar el
caso en que se ha de hacer uso de ella. Este
es el caracter esencial en que conviene con to
dos los géneros de castigo. Fijará pues la ley
la especie de indicios que exigen la prision
del acusado , y le sujetan á un interrogatorio
y á una pena. La voz pública, la fuga, la
confesion cstrajudicial , la deposicion de un
cómplice , la existencia del cuerpo del deli
to , un odio constante contra el ofendido , acom
pañado, de amenazas que se le hayan hecho,
todo esto será suficiente para obligar á asegu
rarse de un ciudadano. Pero toca á la ley
establecer estas pruebas ; y el juez no debe
decidir arbitrariamente acerca de su validez.
Los decretos de este son una infraccion de la
libertad pública , cuando dejan de ser la apli
cacion particular de una regla general emana
$4 TRATADO DE LOS DELITOS
da del código público. Al paso que las penas
sean mas suaves, y las cárceles no esten ha-
bitadas por la miseria y la desesperacion ¿ cuan
do la tierna humanidad rompa y penetre las
rejas y los calabozos ; en fin , cuando los co
razones endurecidos de los ministros subslter-
nos de la justicia sean accesibles á la compa
sion , entonces podrán contentarse las leyes
con indicios mas leves para ordenar la prision.
No debería esta causar ninguna nota de in
famia al acus ¡do , euya inocencia haya sido
reconocida jurídicamente ¿ Cuántos Romanos,
absueltos de los crímenes horrorosos que se
les habian imputado , lograron después la ve
neracion de los pueblos, y obtuvieron' lis pri
meras dignidades del Estado i -¡ Por que en
nuestros dias es tan diferente la suerte de la
inocencia acusada ? Porque en el actual siste
ma de nuestra jurisprudencia criminal parece
que la opinion de los hombres prefiere la idea
de la fuerza y del poder á la de la justicia;
porque el acusado y el reo convicio -permane
cen encerrados en unos mismos calabozos ; por
que la cárcel es mas bien un sup.icio que un
medio de asegurarse del ciudadano sospecho
so; en fin, porque las fuerzas que mantienen
las leyes en lo interior estan separadas de las
qae derienden el trono en lo esteriur , siendo
asi que deberían estar unidas. Lis prisiones
militares son en la opinion puoiiea mucho- me
nos infamatorias que las civiles:' y si las tro
pas del üsudo, reunidas bajo Ja autoridad dg
las leyes , sin depender inmediatamente de los
magistrados, sirviesen para la cusiodia de lo»
que esian presos por la autoridad civil, la no
¥ DE 1AS PENAS. 85
ta de infamia, á que siempre contribuye la
forma mas que la substancia de las cosas , co
mo sucede en todo lo que depende de los sen
timientos populare? , desaparecería ante la pom
pa y la especie de gloria que acompaña á los
cuerpos militares ; pero como las leyes son muy
inferiores á bs luces actuales de las naciones
que se gobiernan por ellas, conservan y dejan,
subsistir todavía en el pueblo y en sus cos
tumbres aquellas ide:s feroces y bárbaras que
heredamos de nuestros groseros padres , esto es,
de los cazadores del norte.
Se ha preteudido que en cualquier lugar
donde se cometiese un delito, ó sea una ac
cion contraria á las leyes , tenían estas dere
cho para castigarla ; como si ei caracter de
subdito fuese indeleble , ó sinónimo de escla
vo , y aun algo peor; como si fuese posible
ser á un misino tiempo habitante de un país,
y estar sujeto á otra dominacion ; como si las
acciones de un hombre pudiesen estar á un
mismo tiempo subordinadas á dos soberanos y
á dos legislaciones que las mas veces son con
tradictorias.
Otros han creido que una maldad egecu-
tada, por egemplo, en Coustantinopla, debe-
ria ser castigada en Paris , por la razon abs
tracta de que el que viola los derechos de la
humanidad, se hace enemigo de toda ella, y
viene á ser objeto de la execracion pública.
Pero los jueces no son los vengadores de la
sensibilidad en general , sino los defensores de
los pactos y convenios particulares que unen
á los hombres entre sí. No puede imponerse
el suplicio sino en el pais donde se cometió
80 TRATADO DE tOS DELITOS *v
el delito , porque allí solamente , y no en otra
parte , se ven obligados los hombres á pre
caver un mal particular. El malvado, cuyos
crímenes precedentes no violaron las leyes de
una sociedad de que no era miembro, puede
inspirar á ésta un temor que autorice al go
bierno pira escluirle de ella; pero no para
imponerle otra pena, porque las leyes solo cas
tigan el agravio que se les hace , y no la ma
licia intrínseca de las acciones.
Como los hombres no se abandonan en un
momento á los crímenes atroces , la mayor par
te de ios que asisten á los suplicios decretados
contra las acciones mas opuestas al orden so
cial , no experimentan la menor sensacion de
terror al presenciar un castigo que les pare
ce no han de llegar á merecer jamas. Al con
trario, el castigo público de los delitos me
nos considerables hará impresion en los espec
tadores, los detendrá cuando esten para en
trar en la carrera del vicio , y les evitará to
dos los crímenes que hubieran cometido á con
secuencia de una primera accion contraria á
las leyes. Es pues una política mal entendida
encarcelar ó relegar á los malhechores que no
han incurrido en la pena de muerte porque
esto es hacer que lleven á otros pueblos el es
carmiento que deben presentar á sus conciu
dadanos.
El castigo debe ser proporcionado al deli
to , no solo en cuanto al rigor, sino tambien
, en cuanto al modo de imponerle. El uso es
tablecido de convertir en civiles ciertas cau
sas criminales y de poner en libertad al reo
cuando desiste el ofendido , es muy conforme
Y DE LAS PENAS- 87
á la beneficencia y á la humanidad; pero al
mismo tiempo muy contrario al bien público.
Un ciudadano puede muy bien no exigir la sa
tisfaccion que le es debida; pero la nacion no
puede prescindir de ella : y el particular que
perdoaa en su nombre , no tiene dcrecno pa
ra usar de la misma clemencia en nombre del
pueblo, al cual se debe presentar un espectá
culo que le sirva de escarmiento. La potestad
de castigar no pertenece á uno solo, sino que
reside en todo el cuerpo político ó en el so
berano , y no puede suspenderse siuo por efec
to de un consentimiento general.
§. XXX. •
§. XXXI.
Del suicidio.
§. XXXIII.
Del contrabando.
El contrabando es un verdadero delito que
ofende al soberano y á la nacion, pero cuya
pena no debería ser infamatoria, porque la
opinion pública no le atribuye ninguna nota de
102 TRATADO DE LOS DELITOS
infamia. Imponer castigos infamatorios á aque
llas acciones que no son tenidas por infames,
es disminuir, en las que lo son , el sentimiento
que deben escitar. Si se quiere castigar con
pena de muerte al cazador furtivo que mata uti
faisan , al asesino que quita la vida á un ciudada
no , y al falsario que substrae ó falsifica escritos
importantes, muy en breve no se hará diferencia
alguna entre estos delitos; y los sentimientos
morales , tan dificiles de inspirar á los hombres,
y tan lentos en grabarse en su corazon, des
aparecerán y se borrarán poco á poco. Enton
ces se desplomará por sí mismo el vasto edificio
de la moral (obra de tantos siglos , y que ha
costado tanta sangre), fundado en los motivos
mas sublimes , y sostenido con el aparato de las
mas solemnes formalidades.
E1 contrabando nace de la misma ley que le
prohibe , porque la ventaja que hay en eximirse
del pago de derechos crece en razon del aumen
to que éstos reciben ; y porque la tentacion y la
facilidad de cometer esta especie de delito son
tanto mayores cuanto menor es el volumen de
la mercancía prohibida , y cuanto mas estensos
son y por consiguiente mas dificiles de guardar
los lugares en que se verifica la prohibicion. La
confiscacion de los efectos de contrabando y aun
la de todo el cargamento apresado, es una pena
justísima ; mas para que sea eficaz , es necesa
rio que los derechos sean poco considerables,
porque el hombre no arriesga si no á proporcion
de la ganancia que le ha de resultar.
Si se pregunta por qué no incurre el con
trabandista en la nota de infamia , siendo su de
lito un robo hecho al príncipe , y por consi
Y DE LAS PENAS. 103
guíente á la nacion , responderé que la indigna
cion pública solo recae sobre aquellos delitos
con que cada particular cree que puede ser ofen
dido personalmente ; y el contrabando no se ha
lla en este caso. Como las consecuencias remo
tas hacen una impresion muy débil en los hom
bres , no advierten estos el mal que puede resul
tarles del contrabando , del cual sacan muchas
veces una utilidad presente. Solo ven el perjui
cio causado al príncipe , y no tienen una razon
tan poderosa para privar de su estimacion al reo
como para negársela al ladron , al falsario , en
una palabra , á cualquiera que egecuta una ac
cion que puede perjudicar á ellos mismos. Este
modo de ver las cosas es una consecuencia ne
cesaria del principio incontestable de que solo
hacen impresion en un ser sensible los males de
que tiene conocimiento.
¿Pero deberá quedar impune el contraban
dista que nada tiene que perder i No , porque el
impuesto es una parte de la legislacion, tan
esencial y tan dificil , y hay modos tan per
judiciales de defraudar los derechos , que seme
jantes delitos merecen penas considerables , co
mo la prision y aun la esclavitud , pero una
prision y una esclavitud que sean análogas á la
naturaleza del delito. Por egemplo , la prision
del contrabandista de tabaco no debe ser la mis
ma que la del asesino ó la del ladron , y el cas
tigo mas conforme á la naturaleza del delito se
ria sin duda aplicar en beneficio del fisco ei tra
bajo del que quiso defraudarle.
104 TRATADO DE LOS DELITOS
§. XXXIV.
De los deudores.
§. XXXV.
De los asilos.
§. XXXVI.
§. XXXVII.
g
114 TRATADO DE LOS DEUTOS
§. XXXVIII.
§. XLI.
§. XLII.
De las ciencias.
Para evitar los delitos és necesario que acom
pañe á la libertad la luz de las ciencias. Si los
conocimientos producen algunos males , es cuan
do estan poco difundidos , al paso que los bie
nes que nacen de ellos se aumentan en razon de
sus progresos. Un impostor atrevido (que jamas
es un hombre vulgar) obtiene las adoraciones de
un pueblo ignorante ; pero diríjase á una na
cion ilustrada , y se le mirará con el desprecio
que merece.
Los conocimientos facilitan al hombre los
medios de comparar los objetos ; le ponen en es
tado de considerarlos, bajo los diferentes aspec
tos que tienen; escitan en su corazon diversos
sentimientos , y le enseñan en fin á modificar
los sucesivamente, mostrándole en los demas las
mismas aversiones y los mismos deseos.
Difundanse con profusion las luces en un
pueblo , y su aspecto benéfico hará que desapa
rezcan muy en breve la ignorancia y la calum
nia , y que tiemble la autoridad que no estaba
apoyada en la razon, al paso que las leyes solas
quedarán inmobles por sus propias fuerzas , e in
variables como la verdad. En efecto ¿habrá algun
hombre ilustrado que no se declare á favor de
unos pactos , cuya publicidad , claridad y utili
dad aseguran y fundan el edificio del bien estar
y de la seguridad general? ¿Habrá alguno que
eche menos la corta é inútil porcion de libertad
que sacrificó, cuando la compara coa toda»
y DB LAS PENAS. 12$
aquellas de que se despojaron los demas hom
bres , y cuando vé hasta qué grado hubieran
podido unirse y armarse contra él , si no fuera
por las leyes ? Las almas sensibles no encuentran
en éstas mas que un obstáculo para hacer mal;
conocen que solo han sacrificado la libertad de
dañar á sus semejantes ; y en consecuencia no
pueden menos de bendecir el trono y al prínci
pe que le ocupa.
No es cierto que las ciencias sean siempre
perjudiciales á la humanidad ; y si lo han sido
alguna vez , debe atribuirse esto á que por otro
lado era inevitable el mal. La multiplicacion de
los hombres introdujo la guerra , las artes gro
seras en su origen , y las primeras leyes. Es
tas fueron al principio unos pactos momentá
neos dictados por la necesidad, y destruidos
despues por ella misma. Tal fue la filosofia na
ciente , cuyos principios , reducidos á un nú
mero muy corto , eran acertados , porque la
pereza y la poca sagacidad de nuestros mayores
los preservaban entonces del error; pero cuan
do se aumentaron las necesidades al paso que se
multiplicaban los hombres , y cuando por con
siguiente hubieron de escitarse impresiones mas
fuertes y durables para impedir que se volvie
se con frecuencia ai estado de insociabilidad,
tanto mas peligroso cuanto mas nos -hemos ale
jado de él ; entonces fue un gran bien político
para el género humano el adoptar aquellos er
rores que poblaron el universo de divinidades
falsas, é inventaron un mundo invisible , crea
dor y dominador del nuestro. Ciertamente se
mostraron bienhechores de la humanidad aque-
los hombres que se atrevieron á engañar á sus
Il6 TRATADO DE LOS DELITOS
semejantes para hacerles bien , y cuya hábil ma
no condujo la ignorancia al pie de los altares;
pues ofrecieron á nuestros padres unos objetos
que no estaban al alcance de sus sentidos ; los
ocuparon en la investigacion de estos mismos
objetos , tanto mas fugaces cuanto mas creemos
hacernos dueños de ellos ; los obligaron á res
petar lo que nunca llegaban á comprender bien,
y en ñn lograron de este modo concentrar to
das las pasiones y dirigirlas á un objeto único.
Tal Fue el primer estado de todas las naciones
que se formaron de la reunion de diferentes
aduares de salvages. Tal fue la época de la fun•
dacion de las sociedades , y el único y verda
dero lazo que las unió.
ya se echa de ver que no hablo de aquel
pueblo escogido , del pueblo de Dios , en el
cual fue reemplazada la política humana con los
milagros mas portentosos y con las gracias mas
señaladas. Pero siendo propio del error subdi-
▼idírse -hasta lo infinito , resultó que las falsas
ciencias que produjo hicieron que no se viese
cutre los hombres mas que una multitud faná
tica de ciegos , errantes en los vastos laberin
tos de la ignorancia, y siempre dispuestos á cho«
car uups con otros. Entonces hubo algunas al
mas sensibles , algunos filósofos que suspiraron
por el antiguo estado de salvages ; y he aqui
Ja primera época en que los conocimientos , ó
por mejor dedir , las opiniones llegaron á ser
funestas i. la humanidad. Yo encuentro la se
gunda en el dificil y terrible tránsito desde los
ertores á la verdad , y desde las falsas vislum-
bres á la verdadera luz. fil formidable choque
de las preocupaciones útiles á un corto número
Y DE LAS PENAS. l\J
•de hombres poderosos, con los verdaderos prin
cipios , favorables á la muchedumbre débil y
desautorizada , y la fermentacion que escita en
las pasiones que pone en contacto , causan infi»
nitos males á la triste humanidad. Basta pasar
la vista por las historias , cuyas pinturas vie
nen á presentar el mismo color al cabo de cier
to periodo de tiempo ; basta reflexionar sobre el
lamentable , pero necesario tránsito desde la
ignorancia á la filosofia , y por consiguiente
desde la tiranía á la libertad, para ver que una
generacion entera ha sido sacrificada con dema
siada frecuencia á la que le ha de suceder. Mas
cuando está restablecida la calma ; cuando , so
bre las ruinas del incendio , cuyas llamas vora
ces libraron felizmente la nacion de los males
que la agoviaban , la verdad que al principio,
caminaba lentamente, precipita el paso para lle
gar á las gradas del trono y tomar asiento al:
ladojdel monarca; cuando esta divinidad benéfi
ca ve que se multiplican sus altares en las repú
blicas ¿qué sabio se atreverá á preferir las tinie
blas difundidas sobre la muchedumbre , á la luí
pura que la ilumina ? ¿ Qué filosofo sostendrá
que el conocimiento de las verdaderas y senci
llas relaciones de los objetos puede perjudicar
al género humano?
Si la ciencia superficial, y por decirlo asi,
á medias , es mas funesta que la ciega ignoran
cia , porque á los males que ésta produce aña
de aquella innumerables errores , consecuencia
fatal y necesaria de un entendimiento que no
alcanza á descubrir toda la estension de la ver
dad ; es sin duda el don mas precioso que un
soberano puede dispensar á su nacion y á sí
Ia8 TRATADO DE LOS DELITOS
mismo , el de confiar el santo depósito de las le
yes á un hombre ilustrado, que habiendo adqui
rido el hábito de ver de cerca la verdad sin
temerla, á examinar la especie humana con cier
ta grandeza y elevacion , y estando exento de
las necesidades de pura opinion , que nunca
llegan á verse satisfechas , y cuyo imperio sue
le ser tan funesto á la virtud , considera la na
cion como una inmensa familia , y acostumbra
do á mirar con ojos filosóficos la masa total de
los hombres , solo advierte una distancia muy
corta y una diferencia puramente convencional
entre los grandes y el pueblo. El sabio tiene
necesidades é intereses que no conoce el vulgo:
no puede desmentir con sus acciones los princi
pios que establece en sus escritos ; y se ve obli
gado á amar la virtud por sí misma.
I Qué felicidad no darían á una nacion hom•
bres de este temple ! Pero será muy escasa y de
muy corta duración , á no ser que multiplicados
en cierto modo por la bondad de las leyes , se
aumente bastante su número para disminuir la
verosimilitud siempre muy probable de una
eleccion viciosa.
§. XLIII.
Be los magistrados.
Otro medio de precaver los delitos es des
terrar del santuario de las leyes hasta la som
bra de corrupcion , y hacer que los magistrados
encuentren mas interes en conservar con toda
pureza el deposito que les está confiado, que en
alterarle en lo mas mínimo. Cuanto mas numero
so sea el tribunal, untomeaos temibles serán
Y DE LAS PENÁS. i 29
las usurpaciones que intente contra las leyes,
porque entre muchos hombres que se observan
mutuamente , la ventaja de aumentar su autori
dad personal se disminuye en razon de la parte
cortísima que tocaria á cada uno , comparada
con los riesgos de la empresa. Pero si dando á
la justicia demasiado aparato , pompa y Severi
dad , cierra el soberano todo acceso á las que
jas justas y aun á las infundadas del débil que se
cree oprimido ; y acostumbra á sus súbditos á
tener menos temor á las leyes que á los magis
trados , ganarán éstos tanto como perderá lá se*
guridad pública y particular.
§. XLIV.
\
De las recompensas.
§. XLV.
De la educacion.
En fin , el medio mas eficaz para precaver
los delitos , pero al mismo tiempo el mas dificil,
es perfeccionarla educacion, objeto demasiado
vasto para los límites que me he prescrito , y
tan íntimamente unido con la naturaleza del
gobierno que jamas recibirá toda la estension
de que es capaz hasta que lleguen aquellos si
glos dichosos , bien distantes todavia , en que
la felicidad descienda á fijar su morada en la
tierra. Hasta entonces apenas llamará la aten
cion de algunos sabios, y será semejante á
aquellas llanuras estériles en que la infatiga
ble mano del labrador desmonta de trecho en
trecho algunos terrenos.
Un grande hombre á quien se paga con
persecuciones la ilustracion que difunde sobre
el genero humano , ha mostrado muy por me
nor cuáles son las máximas principales de una
educacion verdaderamente útil 4 ha probado
que ésta consiste mas bien en la eleccion de
los objetos que en su multitud, en la precision
con que le esponen mas bien que en su núme
ro ; ha enseñado á substituir ios originales á
las copias en los fenomenos morales ó fisicos
que la casualidad ó bien la destreza del maes
tro ofrece al entendimiento del discípulo ; y
en fin , ha demostrado que las suaves impresio
nes del sentimiento son las que han de guiar á
los niños en el camino de la virtud ; que se les
debe alejar del mal por la fuerza irresistible de
Y DE LAS PENAS. 131
la necesidad y de los inconvenientes , y que
es preciso abandonar el método incierto de la
autoridad , puesto que nunca se logra con ella
mas que una obediencia hipócrita y pasagera.
§. XLVI.
Del perdon.
§. XLVt.
Conclusion.
RESPUESTA
Á UN ESCRITO
intitulado:
PRIMERA PARTE.
Acusaciones de impiedad.
PRIMERA ACUSACION.
RESPUESTA.
II.* ACUSACION,
111.a ACUSACION.
RESPUESTA.
IV.» ACUSACION.
RESPUESTA.
V.» ACUSACION.
RESPUESTA.
Por mi respuesta á la tercera acusacion se
A LA CRÍTICA. 153
podrá juzgar si miro los dogmas de la santa
Iglesia , como puras opiniones humanas. Que
Jas verdades infalibles de la verdadera reli
gion puedan conciliarse con la felicidad de te
das las naciones , es cosa que- no admite du
da i y si la objecion se reduce á hacerme este
cargo , tan lejos estoy de darme por ofendido,
que me glorío de él. Lo que el autor no per
suadirá facilmente es , que yo haya asegurado
que los sagrados dogmas de nuestra creencia
pueden ser verdaderos y falsos. Muchos hom
bres no menos ilustrados que piadosos han sos
tenido la verdad de los dogmas ; otros , conoci
dos por sus máximas impías , los han impug
nado , y han querido demostrar su falsedad.
Pero pretender que estos dogmas son verdade
ros y falsos á un mismo tiempo , es presentar
á la teología y á la lógica un nuevo prodigio,
esto es , un hombre que fuese simultaneamente
apóstol de la religion y de la irreligion. Otros
en fia han mostrado tan poco respeto á la di
vinidad , que se han atrevido á decir que mira
con indiferencia todas las religiones , aun las
mas opuestas entre sí , y que le son igualmen
te agradables los diversos cultos. Tan lejos es
toy yo de adoptar un sistema tan absurdo , que
he presentado la unidad como el carácter esen
cial y distintivo de la verdadera religion «cu-
,,yos motivos sublimes corrigen con su accion,
eficaz la de la naturaleza, (pag. 94.)"
/ ^
»54 RESPUESTA
VI.a ACUSACION.
RESPUESTA.
. VII,» ACUSACION.
. RESPUESTA.
1
A LA CRÍTICA. I55
el entendimiento , el cual no debe someterse
sino al imperio de la razon , de la persuasion
y, de la evidencia. El cristianismo , esta reli
gion tan santa y pura , no fue un azote de la
tierra , ni la inundó en sangre para estable
cerse y propagarse , como lo hizo despues el
mahometismo. Muy distante de los furores de
esta secta , es evidente que sus maravillosos
progresos fueron obra de la predicacion , de
la mansedumbre y de las virtudes celestiales
de sus apóstoles , y de sus mártires ,que sella
ron con su sangre inocente las verdades que
anunciaban. Jamás fue el espíritu de la santa
Iglesia un espíritu de violencia y tiranía , sino
de bondad y clemencia , cual corresponde á la
madre de los fieles , que para concillarse el
amor de sus hijos , y mantenerlos en el cami
no de la virtud , no se vale de otros medios
que de la caridad , de los buenos egemplos,
de las advertencias , y tal vez de castigos muy
suaves , cuando ocurren circunstancias que los
hacen absolutamente indispensables. No hay
catolico ilustrado que no reconozca en esta pin
tura la esposa de J. C. Mi adversario altera
el texto de mi obra , y substituyéndole el yugo
de la religion , atribuye á nüestra santa Iglesia
un espíritu y unos principios que siempre ha
mirado con horror (t). Tiene ésta por odioso
VIH.» ACUSACION.
RESPUESTA.
XI.1 ACUSACIÓN.
RESPUESTA.
XIII.» ACUSACION.
RESPUESTA.
XIV * ACUSACION.
RESPUESTA.
•t . RESPUESTA, ,
1
A la crítica.
XV 1.a ACUSACION., ,
XVIII.1 ACUSACION.
RESPUESTA.
XX.* ACUSACION.
RESPUESTA..
Voy á presentar los pasages de mi libro que
han dado motivo á esta acusacion : v Seria em-
«presa muy vasta ? y que me alejaría mucho de
«mi objfeto , querer probar , contra el egemplp
«de muchos pueblos, la necesidad de una con
formidad total de modo de pensar en un Es-
»tado, y tratar de demostrar cómo pueden in-
«fluir en el bien público unas opiniones que
«solo se diferencian por ciertas sutilezas oscu-
»,ras y muy superiores á la capacidad humana;
«cómo turbarán la nacion estas opiniones , á
«no ser que se autorice una sola y se proscri-
«ban todas las demas ; cómo es que entre ellas
«hay unas qué ilustrándose por medio de su
«fermentacion dan motivo á que resulte de su
«choque la verdad, la cual prevalece y deja con-
A LA CRÍTICA. I85
«fundido $1 error 5 y otras que no teniendo por
«sí misabas bastante firmeza , necesitan de la
«fuerza y de la autoridad para sostenerse. No
«acabaría jamas , si pretendiese demostrar que
«es necesario é indispensable hacer que cedan
«los ánimos ai yag> del poder, por mas con
tradiccion que se halle entre esta máxima y
«aquella en que la razon y la autoridad mas
«respetable nos recomiendan la mansedumbre y
«el amor de nuestros hermanos , y por mas ex-
«periencia que tengamos de que la fuerza solo
«hace hipócritas , y por consiguiente almas vi-
«les. Todas estas paradojas se prueban sin du-
«da evidentemente-, y se miran como conformes
«á los verdaderos intereses de la humanidad,
«si hay en alguna parte una autoridad legíti-
«ma y reconocida' que las adopte y las tome por
«regla en el egercicio de su poder. Por lo que
«á mí toca , recayendo únicamente mis reñexio-
«nes sobre los delitos que violan las leyes na-
«turales ó el contrato social, debo guardar si-
«lencio acerca de" los pecados , especie de de-
wiito , cuyo castigo , aun cuando solo sea tem-
«poral , no es de la inspeccion de' la jurispru-
«dencia ni de lá filosofia ( pág. 117 y 118)."
He aqui al pie de la letra la crítica que ha
ce de estos pasages mi impugnador. La estupi
dez de nuestro autor corre parejas con su impostu
ra ; pues dice que seria empresa muy vasta que
rer probar, contra el egemplo de muchos pue
blos , la necesidad de una conformidad total de
modo de pensar ( esto es , en materia de religion).
¿ Cómo puede parecer empresa vasta el probar,
por las solas reglas de la política , que la tran
quilidad de un Estado se halla mucho mas afian-
1 86 RESPUESTA
%ada con el egercicio de una sola religion, que
con la tolerancia de todos los cultos \ ( Not. pá
gina 159), En virtud de las reglas particula
res de crítica que ha adoptado mi adversario,
inserta en mi texto la palabra religion, porque
asi conviene á sus designios. Pero si general
mente ha sido poco feliz en estas adiciones , es
necesario confesar que ahora por casualidad ha
mostrado alguna mayor destreza. Empieza es
tragando que me parezca empresa muy vasta el.
querer probar , contra el egemplo de muchas
naciones , Ja, necesidad de una conformidad to-.
tal de sentimientos religiosos en un Estado. ¿ Y
por qué le ha de causar tanta sorpresa el que
yo tenga esta empresa por demasiado vasta?
A él le parece muy facil , y esto prueba la su
perioridad de su talento : yo la tengo por muy
larga y dificil. ; y esto prueba, la cortedad y la.
estupidez del mio , segun tiene la bondad de
observarlo mi acusador. Hasta ahora no se tra
ta de blasfemia ni de sedicion ; pero algunas
lineas mas abajo se desfigura la cuestion, se
gun la loable costumbre del autor de las notas,
para tener motivo de criticarme y zaherirme.
¡ Qué ceguedad dice, querer hablar de la reli
gion como de una simple máxima de política, y
preguntar ¿i debe ser conforme al egemplo de las
otras naciones ( Not. pág. 159,)! \ Quién pudie
ra creer jamas que se profana la religion y se
reduce á una simple máximi, de política , por
que se dice que seria empresa muy vasta que
rer probar la necesidad de una conformidad to
tal de modo de pensar , aun en materias de re
ligion ? Aqui hay dos proposiciones tan diferen
tes como distantes entre sí , y cuyo sentido no
i LA CRITICA. 187
ha penetrado bien mi acusador. La primera,
que la religion no es mas que un estableci
miento político i y la segunda , que debe tener
influjo en el . sistema político de una nacion.
Son tan opuestas estas dos proposiciones que
la una es propia de un ateo, y la otra de un
católico: y en vista de esto es permitido á
un cristiano examinar el influjo de la religion
por lo que hace á la política , prescindiendo
de su verdad ó falsedad , sin incurrir en las
acusaciones y censura de sus hermanos ilus
trados. , •..
En este pasage ( pues quiero explicar á mi
adversario mi modo de pensar , si es que 00
está bastante claro en mi obra) se trata del
influjo puramente político de la religion , esto
es , de la religion en general , y no de ésta ó
de la otra en particular , como la de los tur
cos , bracmanes , chinos , haitianos , luteranos,
calvinistas ¿ y cualquiera otra especie de cultos
diseminados por el mundo , á los cuales se da
en general el nombre de religion , bien que
con la diferencia que hay entre la mentira y
la verdad. Sostengo pues , que sería empresa
muy vasta querer probar que para afianzar la
tranquilidad pública , es indispensable estable
cer en un Estado una conformidad total de mo
do de pensar en materia de religion : y digo
ademas , que si quisiese probarlo , me alejaría
mucho de mi objeto. Habiendome explicado con
tanta claridad ¿ era probable que pudiese acu
sarme mi adversario de que hablo de nuestra
santa religion como de una simple máxima de
política ? ¿ Por qué se empeña en probar lo que
he dicho muchas veces en mi libro , á saber,
1 88 RESPUESTA-
que entre todas las religiones solo hay una que
sea verdadera? ¿Y cómo se atreverá á hacer el
injurioso dilema , del cual resulte en una de
sus proposiciones que yo tengo mi religion
por falsa?
El acosador hace despues una pintura de la
religion , que muestra la claridad con que sabe
exponer sus ideas : La religion , dice , se puede
representar bajo el emblema de un hombre , cuya
cabe%a estuviese apoyada en la tierra , y los pies
tocasen en el cielo. Todo ¡o que de su figura pu
dieramos divisar en nuestro globo , sería , á mi
parecer , la parte figurada de la política mas per-
Jeaa para gobernar á los hombres. Si nuestra po
lítica pierde de vista la verdadera religion , se ex
traviará , y no será mas que una filosofía incierta
y errónea. Asi se explica (Not. pag. 159.), y
continúa queriendo probar lo que nadie ha dis
putado jamas , esto es , que la política es tanta
mas perfecta cuanto mas se conforma con la
verdadera religion, Despues dice que la políti
ca corresponde á lo que llamamos cuerpo humano,
y que el bueno ó mal estado del cuerpo depende
del estado del alma. ( Pase todo esto). En se
guida añade : ¡Quién no ve que es .hasta donde
puede rayar la locura el atreverse á discutir si
la religion debe arreglarse por el egemplo de las
demjs naciones : Es necesario ilustrar y distin
guir estos objetos. Someter la religion á los usos
de los demas pueblos , ( ó para explicar lo que
quiso decir el acusador) combinarla y amalga
marla con las falsas religiones , es lo mismo
que apostatar , y esto es muy malo. Comparar
entre sí varias religiones falsas , es cosa muy
indiferente. Someter la religion falsa al egem
A ,LA CRÍTICA. 189
pío de una nacion que profesa la verdadera , es
un proyecto feliz, y muy loable „ en vez de
ser una extravagancia. Mas ¿por-qué razon si
gue mi acusador un camino muy distante del
mio , coa el objeto de terminar su discurso,
asegurando que él no es fanático ni visionaria!
{Not* pag. 160.) Aun cuando yo hubiese forr
mado de él este juicio , ni le dam jamas seme
jantes dictado; , ni le trataría de un modo in
decente , porque esto repugna á mi carácter.
Pasemos ya al segundo objeto que no he tra
tado de probar , porque me . ha parecido que
siendo demasiado vasto , me alejaría mucho de
jni asunto , y veamos la interpretacion que le
da el acusador. Para que se vea mejor , dice,
con cuánto desprecio trata el autor ia ciencia del
cristianismo , ó cuán grande es su ignorancia acer
ca de los puntos de doctrina que nos separan de
todas las sectas , observaré de n.:evo que los mira
como puras opiniones , que solo se diferencian por
ciertas sutilezas oscuras y muy superiores á la
capacidad humana. (Not. pag. 160.) Pregunto á
mi censor si es conforme , no digo al evange
lio y á la buena lógica , sino á la razon mas
grosera , acusar de este modo á un autor que
ha nacido en el seno del catolicismo ; que jamas
ha dado pruebas de apostasía ; y que en un li
bro cuyo objeto no es la religion , ha manifes
tado su respeto , su fe y su adhesion á ella , en
todos los pasages que permitían 'aludir a este
punto ; y si es lícito suponer que se referia á
los primeros dogmas de su religion , cuando
habló de opiniones que Solo se diferencian por
ciertas sutilezas, oscuras. No contento el acusa
dor con este odioso comentario y me atribuye
190 RESPUESTA
despues la horrible blasfemia que sigue. Temo
escandalizar á mis lectores copiándola aqui;
j pero por qué me he de negar á manchar mi
pluma con semejantes infamias , cuando el acu
sador ha tenido á bien insertarla.-! en mi libro,
y hacer que se me crea autor de ellas l Preten
de pues que de haber opiniones que solo se dife
rencian por ciertas sutilezas oscuras, se debe infe
rir , como él lo hace f que las máximas y los dog
mas de la sagrada escritura , por augustos , res
petables y esenciales que sean , no son mas que,
unas simples opiniones humanas. ( Not. p. 161.
y sig-)
Yo he dicho que «sería empresa muy vasta,
«y que me alejaria mucho de mi objeto , tra-
»tar de demostrar cómo pueden influir en el
«bien público unas opiniones que solo se dife-
«rencian por ciertas sutilezas oscuras y muy
«superiores á la capacidad humana.» Quisiera
ser menos difuso ; pero no es posible , cuando
á cada paso me veo precisado á discutir los
primeros y mas sencillos principios. No se tra
ta de saber si me parece ó déja de parecerme
demasiado vasta la empresa de probar esta
asercion. Lo que se me imputa es haber dicho
que en materia de religion hay opiniones que
solo se diferencian por ciertas sutilezas oscuras
y muy superiores á ta capacidad humana. Prime
ramente , siendo mi plan escribir acerca de los
delitos y de las penas , y examinar la legislacion
criminal en general , debia limitarme , hablan
do de religion , á su influjo puramente políti
co , prescindiendo de su bondad ó de su false
dad. Nadie ignora que ha habido y hay en el
mundo sectas que soio se diferencian »por cier
1-LA CRÍTICA. 19I
«tas sutilezas oscuras y muy superiores á la ca-
«pacidad humana" : todos pueden' observarlo
hoy dia en nuestro globo , y aun eri los países
en que habitan : todo hombre instruido ve que
lo que sucede hoy en la tierra ha sucedido ya
anteriormente , y que existen y han existido
semejantes sectas. ; Vero podrá inferirse de es
to con alguna apariencia de razon , que las
santas instituciones del cristianismo no son mas
que simples opiniones humanas?
Pero mi adversario quiere absolutamente
contraer á la religion catolica esta proposicion
general , y darle por objeto alguna de las sec
tas que se han separado de la Iglesia. No es
ésto lo que yo he querido decir : y lo mas ex
traño que hay en esta pretension es , que aun
: admitiendo todas sus suposiciones , y aun con
cediendo que mi texto se refiera unicamente á
las sectas separadas de nuestra santa Iglesia,
no da motivo á ninguna de las horribles con
secuencias que deduce de él mi acusador ; su
puesto que sería una blasfemia decir que no hay
ninguna cosa esencial en los puntos en que están
divididos los católicos y los hereges : y lo seria
tambien añadir que estos puntos de division en
tre los católicos y los hereges no presentan nin
gun obstáculo para la salvacion. Pero decir que
las opiniones que conducen á un partido al ca
mino de la reprobacion, no se diferencian esen
cialmente sino por ciertas sutilezas oscuras y
• muy superiores á la capacidad humana , jamas
• será una blasfemia , sino una verdad incontes
table , un hecho admitido por la mas sana teo
logía , y del cual se hallarán pruebas en la his
toria de las heregías , y particularmente en la
102 RESPUESTA
de la Iglesia griega. Aqui da fia mi adversario
á sus declamaciones contra los incrédulos , con
tra los libertinos y contra mi ignorancia. Por lo
que hace á esta , dejo á su arbitrio que piense
de ella como le agrade. .
Pasemos ai pasage siguiente. Presentaré al
principio un texto , y despues el comentario
que hace de él mi acusador. Yo he escrito que
«sería empresa muy vasta , y , que me alejaría
«mucho de mi objeto , querer probar cómo en-
»tre las opiniones hay unas , que ilustrándose
«por medio de su fermentacion , dan motivo á
«que resulte de su choque la verdad , la cual
«prevalece y deja confundido el error ;y otras
«que no teniendo por sí mismas bastante fir-
«meza , necesitan de la fuerza y de la autori-
«dad para sostenerse/' Veamos cómo interpreta
el acusador este pasage. .
Serta empresa demasiado vasta querer probar
de qué modo r analizando las cosas , parecerá ver-
dadera una parte de los dogmas del Cristianismo,
y la otra falsa , y cómo sucede que varios artí
culos de esta misma doctrina , aunque falsos y ri
dículos , y sin otro titulo que la obstinacion y cre
dulidad de algunos católicos , son sostenidos con
tanto ardor, por estos mismos católicos , que en
tregarían á lias llamas á cualquiera que se atre
viese á impugnar su autenticidad. Tal es el sen
tido que doy á estas palabras ,, y.estoy bien segu
ro de que es el verdadero. (¡Níot. pag. 161.) Me
jor hubiera hecho mi adversario en dudar de
lo que afirma con tanta seguridad , y quizá
hubiera tenido la conciencia mas tranquila y
mas derecho á la opinion pública- ¿No presen
ta un nuevo y curioso fenómeno lógico , el es
k \k CRÍTICA. 193
critor que observa tantas blasfemias é impieda
des en un pasage de esta naturaleza , y ve , in
terpreta y denuncia osadamente al público el
gran número de errores que se atreve á impu
tarme ? Presentemos este pasage en un estilo
mas accesible al vulgo. Esta explicacion no se
dirije á mis lectores , los cuales no tienen ne
cesidad de ella ; sinoá irii acusador , para dar
le á entender si ha empleado bien el tiempo,
poniendo notas á mi obra. Traduzco pues asi
este extracto , á fin de que le entienda mejor.
«Este libro no debe tratar de los pecados,
«cuyos castigos , aun cuando solo sean tempo
«rales , no son de la inspeccion de la razon
«humana. Me be propuesto no hablar sino de
«las acciones , cuyo principio es puramente hu-
«mano. Creo que está claramente demostrado
«que en circunstancias dadas , era justo repri-
«mir y castigar á los hombres peligrosos , que
«no respetasen la religion dominante del Esta-
«do. Pero no es esta la cuestion que yo me pro-
apongo discutir y mucho menos probar ; por-
«que sería una empresa demasiado vasta , y me
«alejaria mucho de mi asunto. Para que se vea lo
«vasto de esta empresa , y la poca relacion que
«tiene con mi obra , voy á presentar á mi acusa-
«dor cuatro objetes principales , que me obliga-
«rian á escribir cuatro disertaciones , si quisiese
«profundizar esta materia. Sería necesario exa-
«minar : i.° Si para conservar la tranquilidad
«pública , se necesita una conformidad total de
«modo de pensar. 2° Destruyéndose esta con-
«formidad , á consecuencia de unas opiniones
«que solo se diferencian por ciertas sutilezas
«oscuras y muy superiores á la capacidad hu
13
I 94 RESPUESTA
«mana : ¿hasta que punto poaria alterarse con
«este motivo la tranquilidad pública i 3.0 Si la
«fuerza y la autoridad son medios convetiien-
»tes para establecer en el público tales y tales
«verdades , y mantener su creencia. 4.0 Si es
«necesario é indispensable hacer que cedan los
«ánimos al yugo del poder , por mas experien-
«cia que tengamos de que la fuerza solo hace
«hipócritas , y por consiguiente almas viles.
«Supongo demostradas estas cuatro proposicio-
«nes , porque rio entra en mi plan detenerme
«á probarlas."
Vea ahora mi acusador si se debe culpar á
tantas personas recomendables por su celo y
piedad , que han leido y entendido mi libro,
de que no hayan descubierto en él ios errores
mas groseros y peligrosos que inventaron jamás
contra el trono y el santuario los hereges , los
impíos , y todos los enemigos antiguos y moder
nos de la religion cristiana. Si el acusador ha en
contrado estos errores , es necesario atribuirlo
á que no ha comprendido bien el sentido de
mis proposiciones.
Cuando despues de haber propuesto los cua
tro artículos que habían de probarse , se sus
citase alguna duda sobre la dificultad de de
mostrar que deben emplearse la fuerza y los
suplicios como medios útiles para conservar y
defender el bien social y político (que es el ob
jeto de mi libro) , esta duda sería mas reserva
da y menos atrevida que ia de Muratori , sa
bio que ha uecOo tan grandes servicios á la li
teratura , y que añadía á este mérito el de ser
el modelo de ios cristianos y de los eclesiás
ticos , el cual la estampó en el seno de Italia,
A LA CRÍTICA. I95
y con la aprobacion de santos y virtuosos pre
lados , en su tratado de ingeniorum moderatio-
ne , lib. 2. cap. 7. donde se explica asi : Quid
catholici nonnulíi ad ta respondsant , esto es , á
aquel pasage del evangelio de san Lucas:
mLos discípulos de nuestro Señor Jesucristo
»le instaban vivamente á que hiciese caer fue-
vgo del cielo sobre los Samaritanos ;,y el divi-
wno Redentor les respondió" : Nescitis cujus
spiritus estis ; Filius hominis non venit animas
perdere , sed salvare sentantes , marte quoque
lixreticos pertinaces posse ¡usté mulctari nobis
inteum mitiora suaaentibiñ satis est , etc. ; y en
el mismo libro cap. $. Hereticos ergo ecclesia
potest suis urgere armis , quó illos in suam cau-
íam rursus perducat : armis , inquam , spiritali-
bus , excommunicatione , ac diris omnibus. Ad re
ges autem steculique -principes spectat salutaribus
etiam poenh sollicitare devios , aut alíenos á fide,
ne in errare diutius perstent , neve eidem immo-
riantur. En el libro 2. cap. 12. pag. 370. edi
cion de Venecia de 1763 , refiere asi el pasa-
ge de Lactancio : defendsnda religio est , non
occidendo , sed moricndo , non scevitia , sed pa-
tientid , non scelere , sed fide. Illa enim malorum
sunt , hcec bonorum.... nihil est tam voluntarium,
quám religio ; in qua , si animuf sacrificantis aver-
sus est , jam subíata , jam nulla est , etc. y se
esplica en estos términos : Et ne nos quidem
eos unquam (¡d est , hareticos) occidendos pro-
fitemur , ideó dumtaxat quód á nobis diversa sen-
tiant : quippe nostra quoque sententia ect. , reli-
gionem voiuntariam esse debere.... ñeque Lactan-
. tii sententia excludi salutarium pcenarum usum,
etc. En el mismo lib. 2. cap. 13. pag. 37$. aña
196 RESPUESTA
de Muratori : Ñeque tamen is ego sum nt sua-
deam , hereticos ab ecclesia damnatos morte ipj¿
esse muktandos. Mihi potius et untes sumo c,m-
menefare modere summis potestatibus modera-
tionem h&c in re et mansuetudinein..... Ecclesias-
tkorum autem omnium esse puto , legum justi-
tiam hocce in negotio mitigare potius quám accen-
dere , et spiritum lenitatis ab apostolo oommen-
datum , non vero seevitiam ubique prodere ; et me-
minisse ecclesiasticam lenitatem sacerdotali con
tentan juditio cruentas refugere ultiones , uti ait
sanctus Leo in epist. 93. Tantum autem abesi ut
ecclesia suadeat extremam severitatem in devios
á fiJe , Ut .-ib ipsis sacris arceat religiosos viros,
taita suadentes , aliquova pacto in judicium mor-
tis influentes. Ideóque vel quum incorrigibiles
atque dommatos htereticos scecularibus judicibus
tr^dit , obsecrat ut leniter in ipsos agatur : quod
veltem semper ex animo , et non interdum ex con-
suetudine per nonnullos factum fuisse. Y si un
católico puede pensar que es injusto castigar
de muerte á los hereges , porque esta pena no
es saludable, ¡podrá mi acusador mirarme co
mo un monstruo de perversidad , porque l¡e
dicho que seria dificil probar que £ pena de
muerte , impuesta por causa de heregía , es
conforme á razofl y justicia * Ademas , es ne
cesario distinguir dos proposiciones que son
muy diferente*. La primera es , castigar á los
hereges , y la segunda , castigarlos de muerte.
Parete que cuando mi adversario escribió sus
notas , se olvidó de que tendría por lectores
á los pueblos de ItaJia , y no á los del Cauca-
so ó del Tauro , ó á los salvages del Canadá.
A LA CRÍTICA 197
XXI.a ACUSACION.
El autor del libro de los delitos y de las pe-
ñas pinta con colores odiosos las órdenes religio
sas , y particularmente las monacales. (Not. p. 78.)
RESPUESTA.
XXIIa ACUSACION.
RESPUESTA.
He asegurado que se había hecho padecer
los mis crueles tormentos á algunos infelices
que no tenian mas delito que el haber sido fie
les á sus propios principios ; y no he querido
hablar de los hereges. Aqui no se trata de re
ligion ; pero si mi adversario exige un egem-
plo tomado de la religion misma , abra la his
toria eclesiástica, y verá en ella millares de már-
tires condenados á los mas bárbaros tormen
tos; ¿y cuál era su delito í -1-> El ser fieles á sus
propios principios » (pág. 71. ) de fe y adhe
sion á las verdades reveladas por el Sér su
premo.
202 RESPUESTA
XXIII.» ACUSACION.
SEGUNDA PARTE.
Acusaciones de sedicion,
PRIMERA ACUSACION.
RESPUESTA.
RESPUESTA.
IV.» ACUSACION.
RESPUESTA.
V.» ACUSACION,
El autor del libro de los delitos y de las penas
sostiene que el interes particular supera al de toda
la sociedad en general , ó al de aquellos que la re
presentan. (Noi. pag. 85.) ''
RESPUESTA.
Si se hallase un absurdo de esta especie
en el Tratado de los delitos y de las penas , no
creo que mi adversario hubiera escrito un tomo
de 191 páginas para refutarle.
VI.a ACUSACION.
RESPUESTA.
Si el libro de las Notas y observaciones pu
diese pasar á la posteridad (lo que no me atre
vo á prometerle) , ocasionaría seguramente mu
chas disputas entre los eruditos sobre el espíri
tu del siglo XVIII. Toda la historia de este si
glo le? ofrecerá infinitos rasgos de beneficencia,
de amor paternal , de clemencia y de las mas
raras virtudes , que los soberanos , movidos de
una noble emulacion, han multiplicado para
felicidad de los pueblos que viven bajo sus le
yes , acciones y virtudes muy superiores á todo
lo que en este género admiraron los paáados si
A LA CRÍTICA. 2! 5
glos. Verán respetados los derechos de la huma
nidad en medio de la guerra y de las calamida
des que son inevitables consecuencias de ella;
estendidos los límites de la libertad política;
reanimado y difundido el comercio por toda la
tierra ; soberbios y costosos edificios construi
dos para Jos valientes guerreros que se imposi
bilitaron de servir á la patria , habiendo sacri
ficado por ella la vida y Ja hacienda. Verán la
indigencia libre del hambre y de la miseria en
hospicios donde encuentra en la liberalidad de
los siífbditos y de los soberanos cuanto es nece
sario para subsistir ; verán que en la mayor
parte de Europa se libran de la muerte una por
cion de víctimas que seguramente perecerían
si no fuese por la paternal vigilancia con que
atienden Iqs príncipes á la conservacion de los
huerfanos y de los espósitos; no veran ya el
trono rodeado del fausto y de la arrogancia, co
mo en otros tiempos; antes bien observarán que
en lugar de aquel vano aparato se ha substitui
do la humanidad y la beneficencia en los actua
les monarcas, que accesibles siempre al infor
tunio , y prontos á condescender con los deseos
de los pueblos , reciben sus quejas con bondad,
y jamas le niegan una justicia pronta y una
proteccion útil : en fin , echarán de ver la fe
liz ini|uencia de aquella dulzura y humanidad
que forman el carácter distintivo de nuestro si
glo. ¿Pero como se habrán de conciliar unos
testimonios tan numerosos y tan decisivos con las
quejas de mi acusador sobre que se disputa á
los soberanos el derecho de castigar con pena
de muerte? ¿Es posible, dirán entonces los
eruditos , que los príncipes de aquel tiempo se
RESPUESTA
mostrasen tan celosos de semejante preroga-
tiva?
Muy poco conoce mi adversario el espíritu
de los soberanos que reinan actualmente. Tenga
pues entendido que lejos de apreciar el derecho
funesto de privar de la vida á un hombre , to
dos estos príncipes miran este acto como una
de las mayores penalidades de la soberanía : se
pa que todos los soberanos del tiempo presente,
lejos de mostrarse celosos del derecho de casti
gar con pena de muerte , concederían grandes
premios al que descubriese un medio de asegu
rar la tranquilidad pública sin perder un solo
hombre ; que estos príncipes jamas han hecho
uso por sí mismos de este triste privilegio , si
no que han confiado su egercicio á los tribuna
les, reservándose únicamente el derecho casi
divino de perdonar á Jos reos ; que en este si
glo ha habido algunos príncipes que han segui
do las huellas de los emperadores Mauricio ( i ),
Anastasio é Isac Angelo (2) , y se han negado á
hacer uso de su poder , cuando se trataba de
condenar á muerte ; y en fin , que todos los so
beranos que reinan actualmente han limitado,
restringido y moderado el uso de la pena de
muerte en sus Estados : verdad confirmada por
los archivos de los juzgados criminales de todas
las naciones de Europa , y por el testimonio de
cuantas personas viven en esta parte del mundo.
Como una acusacion , aun cuando sea su
puesta, contiene solamente algunas lineas , y
(i)Evagr.Hist.
<») Fragm. Suid. In Consfant. Porphyrog.
k LA CRÍTICA. i 17
es necesario emplear muchas páginas para de
mostrar su falsedad , logra con esto el agresor
una ventaja considerable. No se me oculta este
inconveniente, y espero que me le disimularán
los lectores ilustrados. ¿ Conque he disputado á
los soberanos el derecho de castigar con -pena de
muerte i Véase lo que he dicho sobre este pun
to : «Solo hay dos motivos que puedan hacer
«mirar como necesaria la muerte de un ciudada-
«no. En los momentos de turbacion en que un
«pueblo trata de ser libre, ó está próximo á per-
«der su libertad ; en los tiempos de anarquía en
«que enmudecen las leyes y son reemplazadas
«por el desorden y la confusion ; si un ciuda
dano , aunque privado de libertad , puede to-
«davia por medio de sus relaciones é influjo,
«comprometer la seguridad de su pais ; si ál
«existencia puede producir una revolucion pe-
«ligrosa en el gobierno , es sin duda necesario
«privarle de ella. (Primer motivo). ... En fin,
«en un pais en que hallándose toda la autoridad
«en manos del verdadero soberano , jamas se
«adquiere con riquezas , que solo sirven alli
«para comprar placeres ¿ que necesidad de qui
etar Ja vida á un ciudadano ¿ Solo podría justifi-
«carse este castigo por la imposibilidad de con
tener los delitos con un egemplar menos tem
ible.» (Segundo motivo), (pag. 73.) Si la pena
de muerte es justa y necesaria en todos los de
litos, que divido en dos clases generales, ¿como
se atreverá á decir mi acusador que disputo á
los soberanos la potestad de imponer la pena de
muerte?
Aqui es preciso notar que el origen de los
absurdos que me atribuye mi adversario , y de
2X8 RESPUESTA
todos los cargos que me ha hecho con motivo
de los soberanos, se halla en la confusion que
ha introducido entre dos palabras que yo he
cuidado de distinguir , á saber, derecho y potes
tad. Al principio de mi libro he definido el de
recho en estos términos : »La reunion de todas
«las porciones de libertad colocadas e:i el de-
«posito público, es la que constituye el derecho
»de castigar.»! (pag. 6.) No pudiendo pues su
ponerse que no haya colocado cada hombre en
el depósito público aquella porcion de libertad
que es necesaria para su existencia , el derecho
en general no puede ser el de castigar con pe -
na de muerte. Pero el egercicio de este dere
cho funesto llegará á ser justo y necesario en las
dos clases de delitos de que acabamos de ha
blar, y entonces se llamará potestad, y potestad
justa y necesaria , cuando el bien público exija la
muerte de un ciudadano. En esta ocasion es
cuando la ley suprema de la salud del pueblo
confiere la potestad de condenar á muerte. Esta
potestad tendrá el mismo principio que la de
hacer la guerra , y no será mas que «una guer-
«ra declarada á un ciudadano por la nacion,
iKjue juzga necesaria , ó á lo menos útil , la
«destruccion de este ciudadano.» (pag. 73.)
No hay pues la menor duda en que he crei
do justa la pena de muerte , siempre que sea
útil ó necesaria , como lo he dicho espresamen-
> te en mi obra; y para probar que se debia pros
cribir su uso , he procurado dar á entender que
no es necesaria ni verdaderamente útil. Por eso
he dicho : «Si pruebo que cuando la sociedad
«quita la vida á un miembro suyo , no hace co-
«sa alguna que sea necesaria ó útil á sus inte
k LA crítica. afp
«reses , habré ganado el pleito de la humani
dad.» (pag. 72 y 73,)
No me propongo examinar si he logrado
demostrar la verdad de esta proposicion. No
tratándose aqui de religion ni de gobierno, sino
solo de la exactitud de un raciocinio , puede mi
acusador formar en esta parte el juicio que le
agrade. Mi silogismo es este: ' "
No se debe imponer la pena de muerte , si no
es verdaderamente útil ó necesaria^
l¡a pena de muerte no es necesaria ni verdade
ramente ÚtHy
Luego no se debe imponer la pena de muerte.
Bien se ve que no se trata aqui de disertar
acerca de los derechos de los soberanos. Cierta
mente no querrá sostener mi acusador que se de
be imponer la pena de muerte , aun cuando no
es verdaderamente útil ni necesaria. Unas pa
labras tan crueles y escandalosas no pueden sa
lir de la boca de un cristiano. Si la segunda
parte del silogismo no es exacta , será un cri
men de lesa lógica , mas no de lesa magestad.
Por otra parte , son escusables mis pretendidos
errores; porque se asemejan á los que cometie
ron muchos celosos cristianos de la primitiva
iglesia (1) , y á los que adoptaban los monges
VIL» ACUSACION.
RESPUESTA.
CONCLUSION.
SOBRE EL LIBRO
§. I.
Con qué motivo se escribió este comentario.
Acababa yo de leer con entusiasmo el libri-
to de los delitos y de las penas , que es coa res
pecto á la moral lo que 6011 con respecto á la
medicina los pocos remedios con que pueden re
cibir alivio nuestras dolencias. Me lisongeaba de
que esta obra suavizarla la barbarie que todavía
subsiste en la jurisprudencia de tantas naciones;
y esperaba alguna reforma en el genero humano,
cuando supe que acababan de ahorcar en una
provincia á una joven de diez y ocho años , her
mosa , discreta y de familia muy honrada.
Su delito consistia en haberse hecho emba
razada siendo soltera , al cual añadió otro mas
grave, que fue el de abandonar la criatura.
Sorpréndenla los dolores del parto, cuando huia
de la casa paterna , y sola y destituida de to
do auxilio pare junto á una fuente. La vergüen
za , que en el bello sexo es una pasion violen
ta , le dió bastantes fuerzas para volver á ca-
fca y ocultar la situacion en que se hallaba. Aban
dona la criatura , la encuentran muerta el dia
siguiente, se descubre quién es su madre , se
la condena á pena de horca, y es egecutada
la sentencia.
332 COMENTARIO SOBRE EL LIBRO
El primer delito de esta joven debia que
dar sepultado en el secreto de su familia, ó
bien merecia la proteccion de las leyes ; porque
corresponde al seductor reparar el mal que hi
zo: porque la debilidad tiene derecho á' la in
dulgencia ; porque es preciso interesarse á fa
vor de una joven cuya preñez oculta la expo
ne frecuentemente á peligro de muerte ; porr
que si se llega á conocer el estado en que se
halla, queda denigrada su reputacion ; y en fin,
porque la dificultad de lactar la criatura es una
nueva desgracia.
Mas grav e es -el segundo delito , por el cual
abandonó el fruto de su flaqueza , y le expu
so á perecer,
Pero , porque haya muerto una criatura
i será necesario hacer también que muera la ma
dre? Ella no le había quitado la vida; se li-
songeaba de que pasando alguno por el para-
ge en que la habia dejado, se compadecería
de aquella inocente criatura; y aun podía ha
ber formado el designio de volver en busca su
ya y procurar que se le diesen los socorros ne
cesarios. Es tan natural este sentimiento que
no podemos menos de suponerle en el cora
zon de una madre. La ley es positiva contra
la joven , en la provincia de que hablo. ; Pe
ro no es injusta , inhumana y perniciosa ? In
justa, porque no hace distincion entre la ma
dre que mata á su hijo , y la que le expone ó
abandona. Inhumana , porque quita la vida á
una infeliz , á quien solo se puede echar en
cara su flaqueza y el cuidado de ocultar su des
gracia. Perniciosa, porque priva á la socie
dad de una ciudadana que debia dar subditos
BE LOS DELITOS Y PENAS. ¿33
al Estado, en una provincia que está poco
poblada.
La caridad no ha establecido todavía en
aquel pais casas de beneficencia donde se crien
ios niños espósitos : y donde falta la caridad»
siempre es cruel la ley. Mejor fuera precaver
estas desgracias , bastante frecuentes , que li
mitarse á castigarlas. La verdadera jurispru
dencia consiste en impedir los delitos , y no
en quitar la vida á un sexo debil, cuando es
evidente que su culpa no estuvo acompañada
de malicia , sino que al cometerla hizo un sa
crificio muy se asi •le.
' Asegúrese un recurso , en cuanto sea posi
ble , á cualquiera que tenga impulsos de obrar
mal , y habrá mucho menos que castigar.
§. II.
De los suplicios.
Esta desgracia , esta ley tan dura , que ha
producido en mí la mas viva sensacion, me
ha movido á dar una ojeada al codigo crimi
nal de las naciones. Demasiada razon tiene el
compasivo autor del tratado de los delitos y de
las penas para quejarse de que el castigo es
muchas veces superior al delito , y algunas per
nicioso al Estado , cuando siempre debería ser
le ventajoso.
Los suplicios inventados con esquisita di
ligencia , en los cuales se ve que el entendimien
to humano agotó todos sus recursos para au
mentar el 'horror de la muerte , parecen obra
de la tiranía , mas bien que de la justicia.
234 COMENTARIO SOBRE El, LIBRO
El suplicio de la rueda fue introducido en
Alemania en los tiempos de anarquía , en que
aquellos que se apoderaban de los derechos de
regalía, querían amedrentar, con el aparato
de un tormento inaudito , á cualquiera que se
atreviese á atentar contra ellos. En Inglater
ra se abría el vientre al que era convencido de
alta traicion , se le arrancaba el corazon , se
le golpeaban con él las mejillas , y se arroja
ba despues á las llamas. ¿ Pero cuál era fre
cuentemente este crimen de alta traicion ? En
las guerras civiles , el haber sido fiel á un rey
desgraciado, y algunas veces el haberse expli
cado acerca del derecho del vencedor. En fin,
se han suavizado las costumbres , y aunque es
verdad que se continua arrancando el corazon,
no se egecuta hasta despues de la muerte del
reo. El aparato es horroroso ; pero la muerte
es menos cruel.
§. III.
\
2$$ COMENTARIO SOBRE EL LIBRO
i v;
De las profanaciones.
..." §. vl :,'¿':.\,
\
DE LOS DELITOS Y PENAS. 245
baros que se han seguido á ellas, y han degra
dado aquel soberbio edificio.
Ciertamente el senado romano tenia un res
peto profundo al Dios supremo y á los dioses in
mortales y secundarios , dependientes de su se
ñor eterno. A Jove principium , era su fórmula
ordinaria (1). Plinio empieza el panegírico de
Trajano , asegurando que nunca dejaron los ro
manos de invocará Dios al principiar sus asun
tos ó sus discursos. Lo mismo dicen Ciceron y
Tito Livio. Nunca hubo pueblo mas religioso;
pero al mismo tiempo era demasiado juicioso, y
grande para ocuparse en castigar discursos va
nos ú opiniones filosóficas ; é incapaz de impo
ner suplicios bárbaros á los que dudaban de los
agüeros , como dudaba el mismo Ciceron , á
pesar de su cualidad de áugur, ni á los que de
cían en medio del senado , como César , que los
dioses no castigan á los hombres despues de la
muerte.
Se ha hecho repetidas veces la observacion
de que el senado permitió que en el teatro de
Roma cantase el coro en la Troada :
Nada hay después de la muerte , y la muer
te es nada. ¡Preguntas en qué lugar estan los
muertos ? En el mismo en que estaban antes de
nacer.
Si hubo jamas verdaderas profanaciones, sin
duda lo fueron éstas ; y desde Enio hasta Au-
sonio , todo es profanacion , á pesar del respe
to con que se miraba el culto. ¿Pues cómo es
§. VIL
§. VIH. .
§. IX.
De los hechiceros.
§. X.
§. XI.
*7
2 58 COMENTARIO SOBRE EL LIBRO
§. XII.
Del tormento.
§. XIII. t
§. XIV.
,
264 COMENTARIO SOBRE EL LIBRO
§., XV.
§. XVII.
De la moneda falsa.
§. XIX.
Del suicidio.
El célebre Verger de Hauranne,. abad de
San Giran , considerado como el fundador de
Port-Royal, escribió en el año 1608 un tra
tado sobre el suicidio ( 1 ) que ha llegado á ser
uno de los libros mas raros de Europa. » El
«decálogo ( dice ) manda no matar. El homici-
»dio de si mismo no parece que está menos
«comprendido en este precepto que el asesinato
«del prógimo. Luego si hay casos en que es per-
«mitido matar al prógimo, hay tambien casos
»en que es permitido matarse á sí mismo. "
» Nadie debe atentar contra su propia vida
«sino despues de haber consultado la razon. La
(r) Cod. de bonis eorum qui sibi mortem, leg. 3. fl' .eod.
(a) jid ligem Corntliam ie Siccuriis.
*
276 COMENTARIO SOBRB EL LIBRO
castran arrancando los testículos , ó por me
dio de la frotacion y compresion. Tambien se
confiscaban por esta ley los bienes de los que
se hacian mutilar. Se hubiera podido castigar
á Orígenes que se sujeto á esta operacion por
haber interpretado rigurosamente el pasage de
San Mateo : Hay algunos que se han castrado á
sí mismos por el reino de los cielos.
Variaron las cosas en tiempo de los empe
radores siguientes , los cuales adoptaron el lu
jo asiático , sobre todo en el bajo imperio de
Constantinopla , donde se vieron eunucos que
llegaron á ser patriarcas y á mandar egércitos.
Hoy dia se estila en Roma castrar á los ni
ños para que merezcan el honor de ser músi
cos del Papa (1), de modo que castrato y musi
to del Papa son voces sinónimas. No ha mu
cho tiempo que se leia en Nápoles á la puer
ta de ciertos barberos el siguiente rótulo, es
crito con letras que llamaban la atencion por
lo grueso del tamaño : Qui si castrano maravi-
gliosamente i putti: aquí se castran niños á
las mil maravillas.
, §. XXL
§. XXIII.
FIN.
ERRATAS.
31 33 incohertente. . . incoherente.
34 8 de del.
40 37 empleaba empleaban.
44 31. ..... temparamento.. tempera
mento.
50 19 abrogarse arrogarse.
78 11 alimiento alimento.
88 33 su el.
9$ 15 sociedad saciedad.
Ibid 31 cosas. casas.
10; so da por podrá.
110 31 reprueba prueba.
119 30 pudiera pudieran.
133 6 crimines crímenes.
126 30 dedir decir.
130 34 le se.
14$ 1 Escipio Escipion.
Ibid 8 pretentar presentar.
146 3 imprudente. . .. impudente.
Ibid 38 remiten vomitan.
150 31 excesos eclesiásticos
161 33 forine de furtüs./ann<c de
furtis.
171 as aplicándole. . .. aplicándola.
183 3 los las.
ai 3 26. .... . lector imparcial, lector.
338 14 sus las.
253 35 o icencia inocencia.
356 39 ara para.
287
Esta obra y las siguientes se venden en Madrid
. en la librería de Sojo.
El Espíritu de las leyes de Montesquieu , traducido
é ilustrado con notas , por D. Juan de Penalver, en
cinco tomos en octavo prolongado , con el comentario
que hizo á esta obra de Montesquieu el célebre conde
Destutt-Tracy : su precio en rústica 90 reales y ico en
pasta.
Tratado de Economía política , d exposicion sencilla
del modo con que se forman , se distribuyen y se con
sumen las riquezas. Cuarta edición , corregida y aumen
tada. Escrita en frances por D. Juan Bautista Say , y
traducida nuevamente al castellano por D. Juan Sanchez
Ribera, maestro de lengua francesa de los estableci
mientos militares de Alcalá : dos tomos en cuarto abul
tados , en buen papel y letra nueva : £6 reales en rús
tica y 64 en pasta.
Cartilla de Economía política ó instruccion familiar
que manifiesta como se producen, distribuyen y consu
men las riquezas , &c. , por Juan Bautista Say , y tra
ducida al castellano, en un tomo en octavo prolonga
do , á 12 reales en pasta y 10 en rústica.
De la Inglaterra y de los ingleses , por Juan Bautis
ta Say , un tomo en octavo prolongado , á 6 reales en
rústica.
Principios de Economía política , considerados por las
relaciones que tienen con la voluntad humana ; y princi
pios logicos , o recopilacion de los hechos relativos al
entendimiento humano: por el conde Dcsttut-Tracy:
dos tomos en octavo prolongado, en papel fino y bue
na letra : á 34 reales en rústica y 40 en pasta.
Cuestiones críticas sobre varios puntos de historia
economica , política y militar, por D. Antonio Capma-
ni y Mompalau , individuo de varias Academias litera
rias : un tomo en cuarto : á 16 reales en rústica y 20
en pasta.
Teoría de las Córtes ó grandes juntas nacionales de
los reinos de Leon y Castilla , y de la soberanía del
pueblo, &c. , por el ciudadano D. Francisco Martínez
Marina , Canonigo de la iglesia de S. Isidro de Madrid,
y Diputado en las actuales Cortes por el principado de
Asturias : segunda edicion , en tres tomos en cuarto abul
tados , en papel tino y letra nueva : 96 reales en pasta
y 84 en rústica.
juicio critico de la Novísima recopilacion, por el
x88
mismo sefior Marina : un tomo eu cuarto : a 20 reales
en rústica y 24 eu pasta. ,
Discurso sobre el origcD de la monarquía, y sobre
la naturaleza dal gobierno español, por dicho señor
Marina : á 10 reales.
Discurso sobre las sociedades patrioticas , por dicho
sefior Marina : á 4 reales.
Gramática francesa de Lhomond , enteramente re
fundida por Cárlos Constante Letellier, profesor de
bellas letras , acomodada al uso de los españoles , enri
quecida con un tratado completo de pronunciacion , y
con otras adiciones útiles , por D. Juan Sánchez Ribera,
maestro de lengua francesa en los establecimientos mi
litares de Alcalá : un tpmo en cuarto abultado , de pa
pel fino y letra nueva extrangera : 40 reales e-n pasta
y 36 en rústica.
Obras selectas de D. Diego Saavedra y Fajardo : nue
va edicion en cuatro tomos en octavo mayor , que con
tienen las célebres Empresas políticas , tí la idea de un
principe político cristiano: la República literaria, ilus
trada con notas; y uu diálogo entre Mercurio y Lucia
no sobre las locaras de. Europa. Acompaña una noticia
de la vida y escritos de Saavedra , y un elogio de sus
obras , compuesto por el erudito D. Gregorio Mayans y
Sisear. Sale esta edicion adornada con un buen retrato
del autor : 68 reales eu rústica y 80 en pasta-
Contrato social o principios de -derecho político, por
J1. J. Rousseau : un tomo en dozavo: á 14 reales en
pasta y 12 en rústica.
Nueva traducios al castellano del manuscrito remi
tido de santa Elena por conducto reservado , y publica
do en Londres en 1817. Contiene la vida política de
Napoleon , escrita por él mismo ; y sale adornada con
su retrato : un tomo en octavo prolongado : 10 reales
en rústica. n ._ . • , ,<•
Máximas y pensamientos del prisionero de santa
Elena (Napoleon Bonaparte), traducion del ingles al
frances , y de este al castellano: 6 reales.
Se está imprimiendo en Madrid una nueva, edicion
de la Ciencia de la legislacion del caballero Filangieri,
en octavo prolongado, de igual tamaño que los del Es
píritu de las leyes de Montesquieu que se acaban de pu
blicar en castellano , y las dos formarán una bella co
leccion. >•"";,
Tambien se están imprimiendo en Madrid en seis
tomos en cuarto las obras de legislacion del celebre in
gles Bentham , traducidas y comentadas por el juriscon-
sulto D. Ramon Salas-, Doctor de la Universidad de Sa-
a manca.