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TRABAJO NRO. 2
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1. ¿DEFINICIÓN VIOLENCIA?
La violencia la podemos definir como el uso intencional de la fuerza física, amenazas
contra uno mismo, otra persona, un grupo o una comunidad que tiene como consecuencia o es
muy probable que tenga como consecuencia un traumatismo, daños psicológicos, problemas de
desarrollo o la muerte.
También se puede definir como todo acto que guarde relación con la práctica de la fuerza
física o verbal sobre otra persona, animal u objeto originando un daño sobre los mismos de
manera voluntaria o accidental.
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No es que en Venezuela no existieran delitos, sino que las magnitudes eran pequeñas.
Desde el punto de vista sociológico podemos decir, siguiendo a Durkheim, que los homicidios
son un hecho normal en la sociedad. Normal pues existe en todas las sociedades: no hay país sin
homicidios. Lo que varía son las magnitudes, pues en una sociedad se cometen algunas decenas
de asesinatos al año y en otra ocurren decenas de miles de crímenes. En ciudades grandes como
Madrid o París, se cometen unos cincuenta homicidios al año; en Caracas hay cincuenta
homicidios cada semana…
Cuando en una sociedad hay pocos homicidios, las explicaciones refieren al ámbito
personal: la patología individual, las circunstancias del entorno familiar o laboral. Pero, cuando
son miles los casos, no se le puede dar el mismo tratamiento policial y criminológico. Allí la
explicación debe ser social y política.
Para mediados de los años ochenta, la tasa de homicidios de Venezuela era casi igual a la
de Estados Unidos de América; en la actualidad, es veinte veces mayor. A comienzos de este
siglo, Colombia tenía el doble de asesinatos que Venezuela; una década después, en el año 2015,
la tasa de homicidios de Venezuela triplicó la tasa de Colombia.
Así lo asegura el informe del Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), una ONG
que hace un cómputo nacional de los crímenes con ayuda de las principales universidades del
país.
Venezuela ha estado los últimos años en los primeros puestos del ranking de los países
más violentos.
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El gobierno no publica datos oficiales. Estos son algunos de los datos más relevantes del
estudio.
El estudio del Observatorio cifró en 23.047 las muertes violentas y ubicó la tasa de
homicidios en 81,4 por cada 100.000 habitantes.
Esos datos reflejan una disminución con respecto al año pasado, cuando se registraron
26.616 muertes violentas y la tasa se ubicó en 89 por cada 100.000 habitantes.
Según la ONG, los resultados de este año muestran un notable incremento de las víctimas
caídas a manos de las fuerzas policiales.
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Según el Observatorio, del total de 23.047 homicidios solo 10.422 casos son reconocidos
como tal por las autoridades.
"Los resultados de este año muestran una disminución en la cifra de homicidios cometidas
por los delincuentes y un notable incremento de las víctimas caídas a manos de las fuerzas
policiales", dijo Briceño.
Los datos del Observatorio reflejan que hasta en la región con el menor índice de muertes
violentas, el estado de Mérida (en el suroeste) -24 homicidios por cada 100.000 habitantes-, se
dobla el umbral establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 10
homicidios por cada 100.000 habitantes.
En Aragua, según Briceño, más de la mitad de las muertes violentas fueron por resistencia
a la autoridad.
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Venezuela: la distorsionada economía que crea el oro en el lugar más rico (y
violento) del país.
En las entidades con partes rurales se registró además "un incremento de los robos a
productores agrícolas y a los camiones que distribuyen comida", en un país donde los alimentos y
las medicinas han escaseado en los últimos años.
"Se roban maíz, café, azúcar, cacao y hasta cebolla", denunció Briceño.
El informe del OVV indica además que la mayoría de los homicidios se cometen "en
plena calle", sobre todo contra hombres, con el uso de armas de fuego y durante las noches de
los fines de semana.
Esta situación en nuestro país determina que miles de jóvenes se encuentren sin trabajo y
sin posibilidades de asistir a centros de capacitación, lo que dificulta su inserción en el sistema de
producción, cada vez menor por falta de incentivos. Esto conduce a un proceso de exclusión
social que puede terminar en la violencia y la delincuencia. Los datos disponibles demuestran que
las dos terceras partes de los homicidios en Venezuela involucran a hombres jóvenes como
víctimas o victimarios. La situación se agrava por la alta inflación.
3. ¿ESTRUCTURA DE LA VIOLENCIA?
La violencia estructural está originada por todo un conjunto de estructuras, tanto físicas
como organizativas, que no permiten la satisfacción de las necesidades. Esta es la peor de las tres
violencias (cultural, directa y estructural), porque es el origen, es la más dañina y como es
complicado identificarla es difícil luchar contra ella. Si en un problema siempre una parte sale
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ganando a costa de la otra, esto no es un conflicto sino que es violencia estructural. Por tanto, nos
encontramos ante un grave problema.
Para poder responder a cuestiones como, por ejemplo, que es lo que ha ocurrido para que
estalle una guerra en un país que hasta entonces habíamos creído pacífico, a inicios de la década
de los años 70’ del siglo XX, Galtung y otros desarrollaron el concepto de violencia estructural,
concepto que avanza a una visión de violencia más dinámica y más invisible definiéndose así:
“aquello que provoca que las realizaciones efectivas, somáticas y mentales, de los seres humanos
estén por debajo de sus realizaciones potenciales”.
La violencia estructural sería un tipo de violencia indirecta, es decir, las acciones que
provocan el hambre en el mundo, por ejemplo, no están diseñadas y realizadas directamente con
ese fin, sino que son derivaciones indirectas de la política económica capitalista y del injusto
reparto de la riqueza. Esto provocaría que las causas que producen la violencia estructural no
sean visibles con evidencia en algunos casos o en un análisis poco profundo y, por consiguiente
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que sea más difícil y complicado enfrentarse a este tipo de violencia. Por el contrario, la violencia
directa, al ser la más visible de todas permite con mayor facilidad afrontarse a ella.
De acuerdo con Galtung, las dos principales formas de violencia estructural externa, a
partir de la política y la economía, son: represión y explotación. Ambas actúan sobre el cuerpo y
la mente, y aunque no sea consuelo para las víctimas, no necesariamente son intencionadas.
Por otro lado, también se han descrito dos tipos de violencia estructural, la vertical y la
horizontal:
Vertical: “es la represión política, la explotación económica o la alienación cultural,
que violan las necesidades de libertad, bienestar e identidad, respectivamente”.
Horizontal: “separa a la gente que quiere vivir junta, o junta a la gente que quiere
vivir separada. Viola la necesidad de identidad”.
Se consideran casos de violencia estructural aquellos en los que el sistema causa hambre,
miseria, enfermedad o incluso muerte, a la población. Son ejemplos los sistemas cuyos estados o
países no aportan las necesidades básicas a su población. Está representada por las numerosas
situaciones de injusticia que se observan: mientras unos/as comen y beben en abundancia,
otros/as revuelven en la basura, no tienen qué comer, piden limosna, etc. Otros ejemplos claros de
Violencia Estructural los encontramos en el Apartheid, en el hambre mundial, la falta de acceso,
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la obligatoriedad del servicio militar, las dictaduras militares o en el sistema económico y jurídico
internacional que empobrece continuamente a los países del Sur, en beneficio de los del Norte.
Esta ley orgánica derogó la Ley Sobre la Violencia contra la Mujer y la Familia aprobada
en septiembre de 1998.
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la Mujer, es una problemática Mundial que representa un problema de salud, y un problema
social, que afecta en todas las esferas de la Sociedad.
Finalmente podemos decir que la ley tiene por objeto garantizar y promover el derecho de
las mujeres a una vida libre de violencia, creando condiciones para prevenir, atender, sancionar y
erradicar la violencia contra las mujeres en cualquiera de sus manifestaciones y ámbitos,
impulsando cambios en los patrones socioculturales que sostienen la desigualdad de género y las
relaciones de poder sobre las mujeres, para favorecer la construcción de una sociedad justa
democrática, participativa, paritaria y protagónica.
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