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Recuerdo que todo inició el 15 de septiembre del año pasado. Estaba en casa de Larissa,
con mi madre, la tía Julieta y los primos. Carlos estaba en el Zócalo, cubriendo los
movimientos de resistencia y los tres gritos: el de Ebrard, el de Calderón, y el de Doña
Rosario Ibarra de Piedra. Le hablé a Carlos como a las cinco de la tarde, luego del
acostumbrado cafecito y una buena hora de nuestras famosas sobremesas. Del otro lado del
celular se escuchaba una guerra de sonidos descrita insoportable, entre el escenario de
OCESA (Televisa) y el de la resistencia. Una valla separaba unos treinta y cinco metros el
palacio nacional de la “chusma”, con militares resguardando el espacio apartado para los
ausentes seguidores de Calderón. Luego una línea de oficiales del GDF resguardaba una
segunda valla, procurando que los militares y la resistencia no tuvieran contacto.
Me quedé como otras tres horas en la chorcha, hasta que no pude resistir la curiosidad de
ver aquello, a pesar, incluso de mis oídos sensibles, de que nadie quiso acompañarme y de
que nunca me había atrevido a ir al Zócalo el día 15. Mi madre nunca nos quiso llevar, le
daba miedo un botellazo. De hecho, éste fue el tema de conversación esa tarde. Julieta
estaba fascinada con mis anécdotas de Spencer Tunik. Pero eso no fue suficiente para
animarlos a ir. Tampoco lo fue platicar de las otras tantas experiencias que hubiera querido
compartir con todos como la Convención Nacional Democrática, la toma de posesión de
Andrés Manuel y las marchas en protesta por el maíz y el petróleo, la familia prefirió
ahorrarse la molestia y seguir en el guara guara.
A una cuadra de casa de Larissa está el metro Centro Médico y es muy fácil llegar hasta la
estación Zócalo, pero en días de concurrencia la cierran así que me bajé en Bellas Artes y
caminé por todo 5 de mayo. La calle estaba llena de gente, sobre todo familias, muchos
niños, todos alegres, disfrazados y soplando sus cornetas. El primer cuadro de la Ciudad
estaba cerrado al tránsito vehicular, y sobre el nuevo adoquín había puesto tras puesto de
ropa, chácharas y juegos de luces, como las espadas de Star Wars.
Encontré a Carlos en el asta bandera, claro, donde todo mundo se queda de ver. Donde ves
pura gente con cara de “¿dónde estará este guey?”. Fuimos hacia las vallas, donde la
resistencia levantaba un letrero largo, largo de “Andrés Manuel López Obrador, Presidente
Legítimo de México” que cubría casi todo lo ancho de la plancha y que no podía ser
evitado fácilmente por las cámaras que apuntaban desde palacio. Luego fuimos al templete
de la resistencia, cantamos el himno y dimos el grito.
Y fue en medio de todo esto en que se me ocurrió… ¿Porqué no traer unos telescopios al
Zócalo? …
En los días siguientes me dediqué a sondear el asunto. A ver cómo reaccionaban los
astrónomos con la idea. Se lo platiqué a Xavier Hernández y a Alex Farah, y a algunos
aficionados. Alex me platicaba de sus experiencias llevando su telescopio a Plaza
Universidad. Cuenta que ganaba muy buen dinero mostrando los planetas y la Luna, y que
la gente pagaba lo que quería… que algunos, hasta billetes de cincuenta le daban. Fue así
como se pagó sus años en Ingeniería. En una ocasión se le hizo una cola de cien gentes.
Mario de Leo, presidente de Nibiru, la Sociedad Astronómica de la Facultad de Ciencias,
también me contó anécdotas de cuando llevaron sus telescopios a la Facultad de Medicina y
atendieron a 800 personas con dos telescopios. Al parecer, llevar telescopios a las plazas
públicas no era cosa del otro mundo y muchos lo habían hecho alguna vez.
En octubre, tras múltiples y frustrantes intentos de reunirme con Alejandra Frausto o con
alguien en Cultura que me diera razón de con quien tramitar el permiso, hablé con un
licenciado del Gobierno del D.F. que aceptó verme y pasarle el proyecto a su jefe para que
fuera evaluado. Ya con esto, me animé a proponer el evento a la comisión del Año
Internacional de la Astronomía del Instituto. El proyecto fue recibido con agrado. No tenía
idea de que el director José Franco está tan loco como yo cuando me dijo: “Órale,
organízalo.” En cosa de unas cuantas semanas, el Instituto de Ciencia y Tecnología del
D.F. apoyó el proyecto, incluyéndolo dentro del programa Ciencia en las Calles. También,
Secretaría de Educación del D.F. apoyó económicamente y se invitó a la Dirección General
de Divulgación de la Ciencia de la UNAM y al Museo de Ciencias Universum a participar.
La idea era colocar 35 telescopios en el zócalo y poner a unos músicos percusionistas (onda
hindú, mesoamericana, ambient, light) al lado de los telescopios para amenizar la
observación del eclipse de Luna. Este eclipse es particularmente conveniente: sucede el 20
de febrero, fechas en que hay mucho viento y pocas nubes en la Ciudad de México. Los
cielos suelen ser despejados y las noches dejan de ser tan frías. Además, inicia a las 19:42 y
finaliza a las 23:09… ¿No es acaso el grito a las 11 de la noche?
El plan es perfecto! llevamos unos telescopios, la gente hace cola como siempre, ponemos
unos monos tocando tamborcitos al lado de los telescopios… muy bohemio…
Entonces alguien sugirió que porqué no dábamos una conferencia de astronomía antes del
eclipse, y pues me sonó pertinente e invité a Julieta Fierro, la más famosa de nuestras
astrónomas y divulgadoras y quien fue mi primera maestra en astronomía. La conferencia
podía realizarse en una tarima, que aprovecharíamos para los músicos. Claro, Julieta pidió
una pantalla para presentar su Power Point, y luego preguntó si podía llevar a su grupo de
ballet, pues tiene un número en que las viste de planetas y giran en sus órbitas. Por si no
fuera poco, al final de la charla, baila mambo con el público. Fue así como las peticiones se
fueron incrementando. En diciembre, Universum sugirió que se proyectara la imagen del
eclipse obtenida con un telescopio en la pantalla, esto para que el público que no alcanzara
a ver por el telescopio no se sintiera frustrada, además, por supuesto, como protección en
caso de que se nublara. Además pensé en unas carpas en donde se colocaran mesas de
información sobre las sociedades astronómicas y una exposición de posters explicativos.
Mientras la voz se corría, vinieron a México unos franceses, muy agradables, de voz y
maneras suaves en contraste con los extrovertidos mexicanos. M. Bruno y M. Bernard
dirigen la Ferme des Étoiles y la Cité de l’Espace, y son profesionales de la divulgación de
la astronomía. Son quienes iniciaron hace 20 años con la Nuit des Etoiles, que se celebra en
Francia un fin de semana de agosto. Junto con la embajada de Francia, están promoviendo
una organización similar en México para celebrar la noche de las estrellas en coordinación
con Francia. Esto no es de extrañar, en el Instituto de Astronomía hay muchos franceses y
se ha forjado una relación muy estrecha de intercambios entre astrónomos franceses y
mexicanos. De hecho, fue Julien Girard, posdoc en el Instituto y gran amigo, quien
promovió la reunión entre la embajada y las distintas instituciones que se dedican a la
astronomía y la divulgación como: el Instituto Politécnico Nacional, el Instituto Nacional
de Astrofísica, Óptica y Electrónica, el Centro de RadioAstronomía, el Museo del Niño, y
el Universum. La presentación que hicieron Bruno y Bernard fue inspiradora, claro, tras 20
años de experiencia, parecen tener estos eventos dominados. Aún así, nada como irse al
Zócalo…
Tío, tengo que ir a clase, te sigo contando la próx. semana. besos a mis primos, Mariana.
19 de febrero de 2008
Querido tío,
Este viaje también fue toda una odisea. Me enteré de la reunión por un chavo de ciencias
que se apareció un día en el Instituto y que se ha convertido en mi super asistente. Lo traigo
pegado como una sombra. Enrique Anzures se llama, de primer semestre de física. Es un
chavito de 19 años y fue quien me informó sobre el programa de ciencia en las calles del
GDF. También se ha dedicado a insertarme en el mundo de los astrónomos aficionados. Los
conoce a todos y a todos me los ha presentado. Me comentó de la reunión, me inscribió, me
consiguió hotel, cargó mi maleta y hasta fue por mi comida. Es un encanto.
Para no hacer el cuento demasiado largo, me voy a saltar mis aventuras dicembrinas en
Veracruz y los Tuxtlas, un viaje sufrido, con norte, arañas y compromisos de familia
política, pero bastante ilustrativo. Sólo diré que mejor me hubiera valido quedarme en
México planeando mi pequeño evento. Afortunadamente me di cuenta a tiempo de la
magnitud de la empresa que había iniciado y rechacé, muy a mi pesar, la invitación de mi
suegra a Cuba en enero. Regresamos más cansados de las vacaciones de lo que estábamos
cuando nos fuimos, y pasamos tres días en cama viendo películas (actividad preferida por
Carlos a un viaje de acampar en la selva).
La primera semana de enero reinicié la planeación. Rosa Ma. Farfán, del programa Ciencia
en las Calles propuso pasar el evento a la plaza de Sto. Domingo, ubicada a tres cuadras del
Zócalo. Resulta ser que desde noviembre inició el montaje del Museo Nómada sobre la
plancha del Zócalo, al lado de la pista de hielo… ¿Cuál pista de hielo? Una de las tres
pistas de patinaje gratuitas que colocó el GDF en plazas públicas. Las otras dos estaban en
Aragón y Villa Coapa. Desde noviembre hasta enero la plancha estuvo ocupada por el
Museo y la pista, esto como parte de las políticas públicas de Ebrard. Xavier y yo solemos
patinar en hielo desde hace más de 10 años, así que un martes de diciembre nos fuimos de
pinta para formarnos en una cola de 3 horas y media bajo el sol para patinar 45 min. en el
Zócalo. Sólo dos aficionados como nosotros harían una locura semejante. Debo decir que
muchas veces había soñado, literalmente, con algo así, patinando en una gran pista en el
centro de la ciudad, claro, en mis sueños la pista era para mí solita. Aquí en cambio habían
300 personas dando vueltas como brazos de galaxia alrededor de un logotipo negro de la
Ciudad de México que se estaba derritiendo con el Sol. Cantidad de pseudoayudantes te
insistían en que no te pararas, que no fueras rápido, que no patinaras para atrás o levantaras
el pie o hicieras piruetas y saltos. No pus así qué chiste! Salí de ahí con una asoleada
tremenda, gripa, catarro y tos. ¿Valió la pena? ¡Claro! pero no lo volvería a hacer. Además,
puse mucha atención en la logística utilizada, las colas, las indicaciones, los asistentes, la
gente, los letreros, etc. Pero sobre todo en que la gente estaba feliz de patinar en hielo por
vez primera. Ir a las pistas como la de San Jerónimo cuesta unos 50 pesos por persona. Para
muchas familias esta cantidad es un lujo y la experiencia fue única… Si el gobierno puede
poner una pista de hielo en el Zócalo, ¿por qué no unos telescopios?
Pero Rosa Ma. Farfán veía otras ventajas en hacer el evento en Sto. Domingo, por ejemplo:
está al lado del Centro Cultural del México Contemporáneo que tiene un magnífico
auditorio en el que se pueden dar unas buenas charlas a lo largo del día; no tiene la carga
política del Zócalo ni las complicaciones de un gran museo nómada al lado ―no he entrado
a este museo, pero tiene unos tres pisos de altura y ocupa la parte norte de la plancha.
Cuentan que dentro proyectan dos películas con una fotografía espectacular, que la gente se
acuesta en el suelo y el aire se llena de esencias hindúes como si fuera un spa de
aromaterapia masivo―. Además, la plaza de Sto. Domingo ha sido limpiada de vendedores
ambulantes al igual que el resto del primer cuadro de la Ciudad y fue durante algunos años,
a principios y mediados del siglo pasado, lugar preferido por los astrónomos aficionados
para llevar sus telescopios y mostrar el cielo a los paseantes. Total que hice un mapa de
ubicación para la propuesta a la Delegación, los permisos y demás para la plaza Sto.
Domingo y para el Zócalo.
A principios de enero ya estaba convencida de que era una mejor opción irse a Sto.
Domingo en vista de que el Zócalo es impredecible. Apenas quitaron la pista hubo una
manifestación en contra de la liberación del maíz y el frijol en el tratado de libre comercio.
Aún así llevé los dos proyectos a la primera reunión con los representantes de las distintas
instancias que armarían el evento: Secretaría de Cultura del GDF, Instituto de Ciencia y
Tecnología del D.F., Secretaría de Educación del D. F., GDF y el Instituto de Astronomía.
La sala de juntas era un cuarto pequeño de paredes de tablarroca blanca, mal iluminado con
una lámpara fluorescentes de tonos verdes, como un escenario dentro de los muros de un
magnífico edificio antiguo. La reunión fue formal. Diez desconocidos, sentados en sillas de
plástico negociando los compromisos materiales de cada Institución. Uno pone las carpas,
el otro los tablones, el otro las sillas y el otro los manteles. Como fiesta de traje.
Todavía no sacaba los mapitas de Sto. Domingo cuando nos dijeron que se había aprobado
el evento en el Zócalo. … ¿Eso fue lo que pidieron, no? me dijo el Lic. Jiménez, de la
Coordinación de Apoyo y Supervisión del GDF, instancia que se encarga de coordinar y
supervisar a todas las dependencias del gobierno, que en nuestro caso resultaron ser más de
20, entre ellas Servicios Urbanos, Seguridad Pública, Protección Civil, Centro Histórico, la
Delegación, Cultura, Educación, Instituto de Ciencia y Tecnología, el Metro, Bomberos y
demás dependencias que te puedas imaginar.
Como verás, no fui del todo preparada a esta reunión, pero tampoco los demás… me
avisaron un día antes, no hubo orden del día, no sabía quien asistiría ni qué me iban a pedir.
Ahora sé que debí haber ido acompañada por un gran equipo del IA y que debí haber
invitado a un representante de la DGDC (Dirección de Divulgación de la Ciencia), en
cambio, llevé a Mario de Leo, presidente de la sociedad de astrónomos aficionados de la
Facultad de Ciencias y alumno de posgrado y a Ángel Mayrén, “mi coordinador artístico” a
quien conocí en mis primeras semanas en el Instituto cuando se iniciaba el proyecto de los
“Encuentros de Ciencia y Arte” y que se presentaron en numerosas facultades y
dependencias durante 2007. Estos encuentros consisten en conferencias, exposiciones,
baile y demás gracias que vinculan el arte con la ciencia. La idea es buena, y las
conferencias en general son muy apropiadas.
Sucede que desde noviembre y a la fecha, no ha habido una reunión de jefes en el IA, la
cual, se supone, debe hacerse una vez a la semana. El Director no organizó un grupo de
trabajo para este evento, más bien me encomendó a Ángel, que fue mi ángel de la guarda y
a quien Lázaro también le parece insoportable, pero nada grave en comparación con lo que
tuve que soportar en las semanas siguientes.
Todo iba muy bien y muy rápido, en cosa de una semana había tenido cuatro reuniones y
pasado gran parte del tiempo dibujando mapas, haciendo listas de requerimientos, minutas
de reuniones, redactando oficios, choreando gente y organizando la gran cantidad de
información que había surgido de entre tantos participantes. Esa segunda semana también
fue la reunión en la embajada francesa en la que se repartieron las comisiones para la
Noche de las Estrellas que quedó programada para el 29 de noviembre. La comisión de
difusión, contacto con museos y planetarios, contacto con Alianzas Francesas, comisión de
contenidos, contacto con aficionados, logística y producción. Yo me quedé bien calladita.
―Yo aquí soy la nueva y además estoy muy ocupada con lo del Zócalo― pensaba mientras
dejaba que todos se repartieran los quehaceres, hasta que Cristian Moiré, el Agregado
Cultural dijo, y Mariana que se encargue con Sophie de la logística y coordinación
nacional. ¡!
Recuerdo bien cuando invité a Cristian en noviembre del 2007, luego de la plática de los
franceses en el IA, a empezar a trabajar en el evento del Zócalo de una vez, pues a mi
parecer, el cielo de noviembre no es confiable y es muy probable que esté nublado.
Además, no hay eclipse. Pero Cristián me dijo que era demasiado pronto para organizar un
evento de esa magnitud en el Zócalo. Que no daba tiempo. Y tenía mucha razón. Llevo ya
tres reuniones con la embajada y la organización tiene un orden y un sentido lógico. Se nota
a leguas su profesionalidad y experiencia en contraste con mi improvisación. Por ejemplo,
una de las primeras cosas que pidió Sophie fue recolectar los logos de todos, cosa que yo
fui haciendo conforme los fui necesitando, y claro, el último día me faltaban algunos.
Quien iba a pensar que el asunto de los logos fuera de tanta importancia política, así como
el orden de aparición de las instituciones participantes y esos detalles.
Al finalizar la reunión en Polanco, como a las 8 de la noche, regresé con Pepe Franco a su
oficina para reunirnos nuevamente con Julia y Concha. Estaban muy preocupadas por que
habían pasado dos días desde la reunión en Universum y no les había mandado el plan de
acción― aunque sí la minuta de todas las reuniones anteriores y aquella―; y porque veían
que yo no estaba dando el ancho para semejante evento y que ellas tomarían las riendas del
asunto y trabajaríamos juntas. Concha, con cierta agresividad y soberbia de ex profesora
mía de la maestría me señalaba con el dedo índice mientras decía que el lunes nos veríamos
a las 10 y que me enseñaría a hacer planes de acción. Reunionitis es lo que me dio esa
noche. Por otro lado me pareció apropiado; el evento se estaba desbordando y la
experiencia de estas dos mujeronas habría de impulsar y organizar mejor el asunto. Pero el
estrés y la colitis empeoraron al día siguiente. Me sentía abrumada con tanta información
en la cabeza y no lograba ponerla en papel. En eso me encontró Julieta Fierro en el pasillo
con una cara de ¡Ayuda! Como buena maestra que es me dijo: “No te preocupes”, me llevó
hasta su escritorio, se sentó frente a su computadora y comenzó a escribir: “Plan de Acción,
por Mariana Espinosa”.
En cosa de dos horas estuvo escrito el famoso plan de acción. Un consejo: para escribir un
plan de acción hay que escribir también la información que te hace falta dejando los huecos
en blanco para luego rellenar.
El fin de semana afiné el plan de acción y se lo mandé a Concha por mail para que más bien
rellenáramos los huecos con la información de Universum. Además fui a la reunión con
Laura Parrao y Arturo Iriarte, técnicos académicos de mucha experiencia en el IA; pero
Concha no me dejó ni leer el plan de acción, ni mostrar los mapas que había hecho a escala
ni leer los compromisos adquiridos por cada institución. Otra vez, de manera agresiva se
dedicó a convencerme de que no se podía organizar este evento y respaldaba su opinión con
la presencia de más y más miembros del museo que nada tenían que hacer ahí. Me
cuestionó el no tener respuesta oficial a los oficios que se habían ingresado a gobierno y
veía el evento colgado de los hilos. Efectivamente esa era la situación, ella estaba en lo
cierto, pero lo que había que hacer era trabajar juntos y afianzar los compromisos y resolver
lo que faltaba por resolver. Finalmente Concha condicionó la participación de Universum a
un presupuesto mínimo de medio millón de pesos que más tarde escaló al millón de pesos.
La reunión fue horrible, Pepe no estaba y necesitaba apoyo del Instituto, pero una vez más,
los jefes del Instituto no se habían reunido y nadie estaba realmente enterado de todos mis
desmadres. Le hablé a Pepe por teléfono y le dije que convocaría a una reunión de jefes
urgente para contarles del proyecto. Craso error. Claro, a un mes del evento, parecía que
nada se había hecho y los jefes estuvieron de acuerdo en que era imposible organizar algo
así en tan poco tiempo. En particular les preocupaba el asunto de la seguridad. Creían que
la gente se abalanzaría contra los telescopios si las colas eran muy largas o si se nublaba.
Entiendo que muchos de estos científicos, como mis tías, en la vida se han parado en un
Zócalo a reventar y tienen miedo a la gente y las multitudes. Les pareció que las pantallas
eran indispensables para el evento, que había que entretener al público con algo más que la
Luna roja.
Las pantallas son la gran ironía de esta historia. ¿Cómo puede ser que estés hablando de
contaminación lumínica y pidiendo que se apaguen todas las luces del Zócalo y cerrando el
tránsito vehicular y al mismo tiempo coloques unas megapantallotas frente a los
telescopios? ¿Qué clase de mensaje contradictorio es este? ¿Cómo puede ser que en este
mundo moderno no puedas invitar a una observación astronómica masiva sin tener a la
gente estupidizada con unas pantallotas de televisión? ¡Qué no ven que es febrero y en
febrero no se nubla! En fin, como dice Lázaro, “al cliente lo que pida” Excepto que Concha
y Julia siguieron pidiendo las más grandes, las de 10x12 metros, las que rentan (en su
imaginación) 350 mil pesos y además Internet exclusivo hasta el Zócalo. Mi pequeño
evento estaba por explotarme en la cara.
Pensé en resolver el asunto con unas pantallas back proyection y no de Leds, para disminuir
la contaminación lumínica. Coticé esas pantallas en 25mil pesos y envié la cotización al
Instituto de Ciencia y Tecnología. Claramente el presupuesto que pedían Concha y Julia era
absurdo, no tenían ni idea del costo de las cosas. Afortunadamente mi chico es cineasta y
me echó la mano. Hay mucho que aprenderle a esa industria que se dedica a hacer realidad
los sueños.
“No existe en el mundo una pantalla que se rente en 350 mil pesos” le dije varias veces a
Pepe mientras intentábamos hacer sentido de la actitud boicoteadora de Concha. Unos días
después me habló por teléfono para preguntarme si ya tenía las pantallas y el Internet y
pues como no las tenía volvió a gritarme. Ya, bastante molesta le dije que
independientemente de las pantallas, habían otras cuestiones por resolver, que necesitaba
información que ella tenía y que no podía detenerme en la organización, pero ella se negó a
cooperar hasta que tuviera garantías de que el presupuesto solicitado había sido aprobado y
hasta tener respuesta oficial de todos los oficios que se habían mandado a gobierno y hasta
que su jefa, Julia, le diera la orden de cooperar. Desde ahora te adelanto que esos oficios
nunca llegaron.
Querido tío, debo interrumpir aquí mi relato. Te mando un gran saludo y prometo seguir
contándote esta historia en los próximos días.
Te mando un gran abrazo a ti y a Federico,
con cariño, Mariana
16 de marzo de 2008
Querido tío,
Como verás, te escribo casi un mes después del eclipse. El tiempo no se detiene y sin saber
cómo, llegué a las benditas vacaciones. Tengo un mundo de trabajo y lecturas atrasadas de
la maestría.
Conche Ruiz fue mi maestra de lógica en el propedéutico, que fue hace un año. Es una
mujer de unos 43 años, guapa, con ojos azules muy expresivos que contrastan con su pelo
negro. Es alta, jovial y de buen cuerpo. Estudió matemáticas y se especializó en lógica. La
verdad, es buena maestra. Sus clases eran livianas y amenas, a pesar de su neurosis. Para
ella TODO es “crucial”, y cuando es crucial, te levanta el dedo y te advierte de los peligros
de no darse cuenta de lo cruciales que son las cosas. Concha tiene una gran capacidad
torácica y la usa en tonos graves y acelerados. A mí me intimida un poco… Y es que me
reflejo en ella. Madre de una niña adorable de cabellos rubios, Directora del Universum,
que habla con autoridad y a la vez se lleva de cuates con todos. Una mujer muy inteligente,
al igual que Julia. Ambas dos, son unas divas, y yo, dentro de mi categoría de alumna de
maestría que apenas empieza de jefa, pues también.
Tras la fatídica reunión en Universum en la que Concha me convenció de que era mejor
hacer el evento en CU, dejándole la responsabilidad y logística al personal de la UNAM y
donde ella ya tenía experiencia haciendo eventos de ese estilo, y tras la aun más fatídica
reunión con los jefes del IA en la que nadie se mostró convencido de que ir al Zócalo fuera
una buena idea, llegó el día del coloquio.
El miércoles 23 de enero di mi primer coloquio en el Instituto de CU (el año pasado me
presenté en el Instituto de Ensenada). Por alguna razón esa mañana me levanté de muy
buen humor. Fui al yoga y preparé mi presentación. La versión afinada que había
presentado ya dos veces ante el implacable grupo de Universum. Me fui guapísima,
estrenando ropa y todo. El auditorio Paris Pishmish estaba lleno de investigadores,
estudiantes y administrativos. Las Dras. Silvia Torres y Déborah Dultzin dieron una breve
introducción, dándome todo su apoyo. Y entonces, no sé cómo, hice lo opuesto a lo que
había hecho en las reuniones del lunes. Inicié super entusiasta explicando paso a paso el
evento, mostrando el mapa y contestando asertivamente a todas las preguntas. Cuentan que
me vi simpática e hice reir al público. Me solté y hasta impresiones hice de astrónomos
mostrando el cielo con láseres y demás. La reunión fue todo un éxito, en particular porque
la presenté como un hecho. A partir de entonces el evento fue un hecho. Decidí ir al Zócalo
a pesar de Universum y concentrarme en el plan A. El Instituto se organizó y se inició el
trabajo en equipo.
Fue muy ilustrativo observar cómo mi cambio de actitud, al presentar el evento como un
hecho, cambió 180 grados la recepción del mismo. Los miembros del Instituto se sintieron
confiados y entusiastas al sentir que el evento estaba resuelto. Entre los asistentes estaba
Nayely, una estudiante de posgrado con quien tomé algún curso de física en la facultad. Es
como un hombre, chaparra, gorda y sin cuello. Habla grave y se viste con pantalones de
mezclilla negros y sudadera holgada. Trabaja en Universum, como jefa de anfitriones o
algo así. Por ahí de noviembre fui a verla para ver si me apoyaba en el evento y la verdad,
ni me peló. Esta vez se vio muy inquisitiva, en particular le preocupaba cómo se regresarían
los estudiantes del Zócalo a sus casas a las doce de la noche. Si habría transporte o qué.
Nayely se me hacía como la espía de Universum porque al día siguiente me habló Concha
para decirme que ya sabía que había presentado el evento como un hecho. Por más que le
insistí en que nos reuniéramos ella y yo, no quiso.
La semana siguiente Ángel Mairén consiguió una cita con Fernando Menéndez, asesor de
Ebrard. Lo fuimos a ver en el consultorio de su dentista, que casualmente es amigo de
Ángel. Llegamos muy formales y ejecutivos. Le eché un choro buenísimo, hablando de que
el gobierno debía apoyar los eventos científicos, del año Internacional de la Astronomía, del
proyecto de Ebrard de que el DF sea la Ciudad del Conocimiento, y de que la organización
debía agilizarse pues en caso de que el evento saliera mal, el gobierno quedaría muy mal
parado. Le encantó el proyecto, y rápidamente me puso en contacto con los directores de
logística y comunicación social del GDF con los que me reuní después. Hasta ese momento
las cosas se movieron en el gobierno. Varias veces me comentó Ángel que para que las
cosas se muevan siempre hay que ir hasta arriba. Yo creo que Ebrard se enteró del asunto
unas dos o tres semanas antes del evento.
Diez días antes del eclipse logramos reunir a un gran equipo que estaría a cargo de la
famosa transmisión por Internet desde San Pedro Mártir, Hermosillo y Tonanzintla. El
director de la Dirección General de Servicios de Cómputo Académico, los de cómputo del
Instituto, de Universum y de los observatorios, los representantes de Telmex y unos chavos
bien tetos que mandó el Instituto de Ciencia y Tecnología, los de TV UNAM y otros tantos
personajes. Parecía reunión de la NASA a la mexicana. Yo estaba sentada en el centro de
una larga larga mesa de 30 personas coordinando esta reunión con los ingenieros
especialistas que traerían la señal en vivo desde los grandes observatorios mexicanos. Si no
fuera por las películas gringas, parecería que hubiéramos estado organizando la gran hazaña
tecnológica. A mi parecer todo era una gran exageración. El GDF inauguró en enero una
red inalámbrica de alta velocidad que es pública y gratuita y que va desde la alameda hasta
el zócalo. Carlos y yo fuimos a probarla, y funciona de maravilla, claro que la velocidad
depende de la cantidad de gente que la utilice y el tamaño de los archivos. Por otro lado, la
Luna sale una hora más tarde en Hermosillo y dos horas después en SPM. Los telescopios
no pueden observar el horizonte, así que deben esperar al menos una hora a que la Luna
suba un ángulo de 15 grados. Esto quiere decir que las imágenes de SPM se empezarían a
transmitir a las 9:30, ya bien entrado el evento. Las imágenes que se toman con estos
telescopios son en blanco y negro, fijas y no de muy buena calidad, pues si hay viento se
ven borrosas o movidas como cuando ves objetos bajo el agua agitada. A este efecto se le
llama seeing y se compensa con software, sobreponiendo varias imágenes. Mucho
ingeniero, mucha pantalla, mucha contaminación para unas pinches imágenes chafas. El
asunto me preocupaba en demasía, y con razón. Qué iba yo a hacer con esas pantallas
durante todo el día?
Pero nada mejor que tener un novio cineasta. Carlos se dedicó los 3 días antes del evento a
hacerme un supervideo de imágenes bajadas de la red que dura una hora y media y que le
quedó chingón. Un astrónomo aficionado me envió un cd con música especial para hacer
observaciones y TV UNAM terminó un spot del evento.
Ya entrada la noche llegaron las carpas. Resultaron no ser 10 pequeñas de 5x5m, sino
cuatro carpas enormes, casi de circo de unos 15 metros de largo y 5 de alto. Nada resultó
ser lo que se había pedido o acordado. Llevaron 400m de vallas menos de las que pedí, los
vestidores estaban sucios y orinados, las sillas llegaron hasta las tres de la tarde, no había
dónde ubicar a los de cosmología, el de la música no traía toca cds, a las 10 de la noche se
nos fueron los estudiantes (no más no les pude conseguir el transporte que tanto solicitó
Nayely), y no servia la red del gratuita.
Pero un evento nunca es exactamente lo que pensabas y lo increíble de todo fue que
conforme se fueron presentando las situaciones se les fue resolviendo de la mejor manera.
El 20, desde las 7 de la mañana hasta las 12 de la noche corrí de un lado al otro del zócalo.
Se atendió a la prensa, hubo ensayo general, se mandó comprar el toca cd, Carlos terminó
el video, llegó el catering patrozinado por la Embajada Francesa,, llegaron los paramédicos,
los estudiantes, los posters, los aficionados, los de Universum, los letreros, 15,000 folletos,
las sillas, las mesas, los manteles, las mantas y 100 telescopios. Se entregaron 800 gafetes.
Un telescopio y tres astrónomos fueron comisionados para subir a la azotea del edificio de
gobierno donde Ebrard y su familia, secretarios y amigos observaron el eclipse. Se apagó el
alumbrado público y se cerró el acceso vehicular. El video de Carlos y la música para
observar iniciaron a partir del medio día. Como a las 5 de la tarde comenzaron a colocar los
telescopios. Faltaban casi tres horas para que se pudiera observar y ya la gente quería
formarse. Antes de que se iniciara la conferencia, la plaza estaba llena. Cuando la
manifestación de los maestros de la UAM se acercó al zócalo, Laura Parrao, como general
del ejército astronómico, los detuvo.
Como fiesta de traje, el evento fluyó. La conferencia de Julieta Fierro fue todo un éxito.
Presentó su power point en las pantallotas dándome crédito por el evento y mostrando la
fotografía de mi credencial de la UNAM. Julieta ha sido todo encantadora y un gran apoyo.
Puntualmente salió la Luna detrás del Palacio Nacional. El Coro Estudiantil Universitario
cantaba mientras los primeros asistentes pasaban a las estaciones de telescopios. A las 8:00
fue el acto inaugural con los vip. Ebrard, Narro, el Director del Poli, los Secretarios de
Educación y Cultura, Julia Tagüeña y demás. Esther Orozco, Directora del Instituto de
Ciencia y Tecnología se echó un super discurso, Pepe otro y luego todos pasaron a observar
a través del telescopio colocado en el escenario pal chow.
La carpa de niños fue un gran éxito. Hubo lotería, dibujos y juegos. La carpa de videos no
se oía muy bien, pero el video de la Ley del Cielo gustó mucho. A las 9 de la noche tocó
Audioflot, un grupo de Leo Heimblum, amigo de hace más de seis años que hace música
para películas, toca las percusiones, practica el yoga y se ha presentado en el Pata Negra
con varios amigos míos. A Leo lo retraté para mi serie de Cáscaras de Naranja que presenté
en el Claustro y su foto fue de las más vendidas. La música de tamborcitos, flauta y chelo
fue perfecta. Susana Harp despidió el eclipse con sus cantos en zapoteco. Rolando Ísita, el
jefe de difusión del IA, se burla de que la descripción más usada para esta noche de
divulgación de ciencia es que fue mágica. Y pues sí, realmente lo fue.
Sin darme cuenta estaba de regreso en el cuarto con mi cuñada y mis amigochas, Ximena,
Paulina y Liliana… que no se pierden un evento. Desde la ventana veía cómo desmontaban
las carpas, el zócalo vacío, el sórdido alumbrado encendido nuevamente y la Luna blanca
que no se detiene por nada en su camino.
Esa noche, Carlos me dio el anillo de su abuela; de compromiso dijo, porque se siente muy
comprometido conmigo. Muy listo, no me pidió que nos casáramos. Nos quedamos otras
dos noches en el hotel.
Epílogo…
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Alberto León Presidente de Astrotecno, nos envió una hermosa carta “Las memorias del
Cielo” donde habla del esfuerzo por reconocer a los aficionados.
Nos dieron la portada en la Jornada del 21 y la cobertura mediática fue vasta. Contamos
con una carpeta de magníficas imágenes, nos entrenamos, aprendimos, nos dimos cuenta de
nuestras capacidades y fallas. Concha y yo nos hicimos amigas. Creo, que vamos muy bien
hacia la Noche de las Estrellas.
Querido tío, te mando un gran beso, espero que tus análisis hallan salido mejor y que nos
veamos pronto en abril. Me tengo que ir. Se ha ido la luz en la nueva oficina que montamos
para los de la Verdad y se me acaba la batería de la computadora. Mañana es 18 de marzo,
el aniversario de la expropiación petrolera. Hicimos un documental de denuncia que
daremos mañana en la congregación que habrá en el zócalo y no hemos terminado de
quemar los miles de discos.
Te quiero,
Mariana