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 La biblioteca ambulante

Inicio

Érase una vez una biblioteca ambulante que tenía libros infantiles de
música, terror y otros de juegos.

Nudo

Vivían en armonía, se mudaban de un lugar a otro hasta que un día llegó


un grupo de personas buscando los libros más antiguos para sacarlos de
la biblioteca y botarlos. Al saber esto los libros, decidieron unirse y
luchar para defenderse de esa idea.

Llegaron a rebelarse, exigiendo que les dejasen juntos y en paz. Las


personas, al ver el nivel de malestar, decidieron deponer su actitud y los
libros, unidos, lograron su meta.

Desenlace

Continuaron yendo de un lugar a otro por muchos años más y las


personas los cuidaban con respeto y admiración.

Cuentos originales
Autor:
 
Eva María Rodríguez
Edades:
 
A partir de 4 años
Valores:
 
humildad, saber escuchar, perdonar
Yeray era un niño bajito, delgado y con apariencia débil. Sus
compañeros se reían de él a menudo porque ni siquiera podía
con la mochila del colegio.

Yeray cumplía años a principio de curso. El día que cumplía 8 años sus
padres le despertaron temprano para que abriera sus regalos. Ese
mismo día empezaban las clases.

Entre los regalos de su octavo cumpleaños se encontraba una mochila


super molona con ruedas y todo.

- ¡Ahora nadie se reirá de mí porque no puedo con la mochila! -dijo


Yeray, muy contento.
- Sí, pero hay algo más hijo -empezó a decir la mamá de Yeray. Pero el
niño la interrumpió.
- Que sí mamá, que ya lo sé. ¿Crees que no he visto a los mayores
llevar mochilas de estas?
- Pero esta es distinta hijo...
- Que sí, mamá. No te preocupes, veo estas mochilas, todos los días. -
dijo Yeray volviendo a interrumpir a su madre-
- Pero tengo que explicarte una cosa, hijo.
- No tienes que explicarme nada, sé perfectamente cómo funciona.
¡Muchas gracias!

Después de desayunar, Yeray cargó su enorme montón de libros en su


nueva mochila. Pero si cargar con la mochila era duro, la cosa no mejoró
mucho con la mochila de ruedas.

Yeray llevaba la mochila tan cargada que apena podía tirar de ella.
Cuando sus compañeros lo vieron empezaron a reírse de nuevo y a
hacerle la burla.

Cuando llegó a casa, Yeray estaba agotado de tirar de la mochila.


-  ¿Qué tal tu
primer día de cole con tu nueva super mochila? -le preguntó su madre.
- Super mega desastre diría yo -dijo Yeray.
- ¿Por qué? ¿No ha funcionado el super propulsor? -preguntó su madre.
- El ¿qué? -dijo Yeray.
- El mega propulsor, el que se activa en el botón rojo que hay bajo el
tirador -dijo su madre.
- ¿Por qué no me habías dicho que la mochila tiene un super propulsor?
-preguntó Yeray.
- Intenté explicártelo, ¿recuerdas? Pero no me dejaste -dijo su madre-
Supongo que tampoco habrás sabido activar la ayuda para subir
escaleras ni el patinete propulsado que hay escondido en la parte
trasera.
- Cuánto siento no haberte escuchado, mamá -se disculpó Yeray-. ¿Me lo
explicarías ahora?
- Claro, hijo. Ya verás qué bien te va a ir a partir de ahora.

Y así fue como Yeray aprendió a usar su nueva mochila y a escuchar


antes de hablar, porque aunque uno sea muy listo, siempre se pueden
aprender cosas de los demás.
Yeray era un niño bajito, delgado y con apariencia débil. Sus
compañeros se reían de él a menudo porque ni siquiera podía
con la mochila del colegio.

Yeray cumplía años a principio de curso. El día que cumplía 8 años sus
padres le despertaron temprano para que abriera sus regalos. Ese
mismo día empezaban las clases.

Entre los regalos de su octavo cumpleaños se encontraba una mochila


super molona con ruedas y todo.

- ¡Ahora nadie se reirá de mí porque no puedo con la mochila! -dijo


Yeray, muy contento.
- Sí, pero hay algo más hijo -empezó a decir la mamá de Yeray. Pero el
niño la interrumpió.
- Que sí mamá, que ya lo sé. ¿Crees que no he visto a los mayores
llevar mochilas de estas?
- Pero esta es distinta hijo...
- Que sí, mamá. No te preocupes, veo estas mochilas, todos los días. -
dijo Yeray volviendo a interrumpir a su madre-
- Pero tengo que explicarte una cosa, hijo.
- No tienes que explicarme nada, sé perfectamente cómo funciona.
¡Muchas gracias!

Después de desayunar, Yeray cargó su enorme montón de libros en su


nueva mochila. Pero si cargar con la mochila era duro, la cosa no mejoró
mucho con la mochila de ruedas.

Yeray llevaba la mochila tan cargada que apena podía tirar de ella.
Cuando sus compañeros lo vieron empezaron a reírse de nuevo y a
hacerle la burla.

Cuando llegó a casa, Yeray estaba agotado de tirar de la mochila.


-  ¿Qué tal tu
primer día de cole con tu nueva super mochila? -le preguntó su madre.
- Super mega desastre diría yo -dijo Yeray.
- ¿Por qué? ¿No ha funcionado el super propulsor? -preguntó su madre.
- El ¿qué? -dijo Yeray.
- El mega propulsor, el que se activa en el botón rojo que hay bajo el
tirador -dijo su madre.
- ¿Por qué no me habías dicho que la mochila tiene un super propulsor?
-preguntó Yeray.
- Intenté explicártelo, ¿recuerdas? Pero no me dejaste -dijo su madre-
Supongo que tampoco habrás sabido activar la ayuda para subir
escaleras ni el patinete propulsado que hay escondido en la parte
trasera.
- Cuánto siento no haberte escuchado, mamá -se disculpó Yeray-. ¿Me lo
explicarías ahora?
- Claro, hijo. Ya verás qué bien te va a ir a partir de ahora.

Y así fue como Yeray aprendió a usar su nueva mochila y a escuchar


antes de hablar, porque aunque uno sea muy listo, siempre se pueden
aprender cosas de los demás.
Los juguetes ordenados CUENTO

Introducción
Érase una vez un niño que cambió de casa y al llegar a su nueva
habitación vió que estaba llena de juguetes, cuentos, libros,
lápices... todos perfectamente ordenados. Ese día jugó todo lo que
quiso, pero se acostó sin haberlos recogido.
Nudo.
Misteriosamente, a la mañana siguiente todos los juguetes
aparecieron ordenados y en sus sitios correspondientes. Estaba
seguro de que nadie había entrado en su habitación, aunque el niño
no le dio importancia. Y ocurrió lo mismo ese día y al otro, pero al
cuarto día, cuando se disponía a coger el primer juguete, éste saltó
de su alcance y dijo "¡No quiero jugar contigo!". El niño creía estar
alucinado, pero pasó lo mismo con cada juguete que intentó tocar,
hasta que finalmente uno de los juguetes, un viejo osito de peluche,
dijo: "¿Por qué te sorprende que no queramos jugar contigo?
Siempre nos dejas muy lejos de nuestro sitio especial, que es
donde estamos más cómodos y más a gustito ¿sabes lo difícil que
es para los libros subir a las estanterías, o para los lápices saltar al
bote? ¡Y no tienes ni idea de lo incómodo y frío que es el suelo! No
jugaremos contigo hasta que prometas dejarnos en nuestras
casitas antes de dormir"
Desenlace
El niño recordó lo a gustito que se estaba en su camita, y lo
incómodo que había estado una vez que se quedó dormido en una
silla. Entonces se dio cuenta de lo mal que había tratado a sus
amigos los juguetes, así que les pidió perdón y desde aquel día
siempre acostó a sus juguetes en sus sitios favoritos antes de
dormir.

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