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El Mundo Prehispánico: Cultura y Sociedad Aborigen Antes de La Llegada de Los Europeos
El Mundo Prehispánico: Cultura y Sociedad Aborigen Antes de La Llegada de Los Europeos
Resumen
El mundo prehispánico, antes de la llegada de los cristianos, habitaban en América como en estos
Andes nororientales numerosas naciones étnicas o pueblos aborígenes, poseedores de una
diversidad de culturas ancestrales que dejaron un legado de sabiduría como de elementos
materiales de alto valor patrimonial e identitario para las generaciones de estos tiempos.
Conocer, conservar y valorar en forma positiva ese patrimonio cultural prehispánico es de suma
relevancia en la formación del ser, tanto individual como colectivo, a la hora de constituir
sociedad y fortalecer la espiritualidad colectiva. Ofrecer a los maestros y escolares una suerte de
guía como unos conocimientos formativos sobre la profusa, ignota e incomprendida historia
humana antes de los cristianos en América es loable labor, pero mejor aún si se logra que éstos la
dinamicen y vinculen en la escolaridad. En estas líneas se ofrecen las líneas historiográficas o
disciplinares para que los maestros puedan elegir, apropiar y traducir conocimientos sobre el
pasado lejano para ser vivenciados en la escuela como un saber fundante en la constitución de la
cultura e identidad de nuestras generaciones presentes y futuras, los niños de hoy.
Palabras claves: Cultura, Sociedad, Arqueología, Etnohistoria, Historia, Historia Regional, Arte
Rupestre, Chitareros, Muiscas, Mundo Prehispánico, Petroglifos, Pictografías, Enseñanza
Abstrac
Introducción
Los pueblos prehispánicos o naciones étnicas existentes a la llegada de los primeros cristianos a
América eran muy diversos, y como en el viejo mundo, una síntesis de largos periodos y estadios
culturales, muchos de los cuales dejaron valiosa evidencia de su existencia a través del tiempo,
evidencia que yace, tanto en el subsuelo como a buen o mal recaudo de las generaciones
presentes. Destacan en esta parte del actual territorio nacional notables y sugestivas estaciones
de Arte Rupestre, de las cuales se destacan magníficos y enigmáticos petroglifos en las cuencas
de los ríos Zulia, Sardinata y Pamplonita, en los actuales municipios de Cucutilla, Arboledas,
Salazar de las Palmas, Santiago, Sardinata y Los patios.
No menos significativos son los profusos yacimientos arqueológicos existentes en los valles de
Silos, Chitagá, Cácota, Labateca, Mutiscua, Pamplona, Pamplonita y Chinácota, donde se han
hallado materiales como momias, restos óseos, cerámica y herramientas líticas pertenecientes a
los pueblos chitareros que habitaban la Antigua Provincia de Pamplona entes de la llegada de los
españoles. De hecho, a pesar que las universidades e institutos de estudios especializados siguen
en deuda con este territorio, y sus yacimientos arqueológicos, paleontológicos y el mismo Arte
Rupestre están muy poco estudiados, se cuenta con algunas investigaciones que dan cuenta de
aspectos fundamentales en la materia; estudios que constituyen el conocimiento disciplinar y
científico que obra como fuentes del conocimiento para las prácticas de enseñanza en la
escolaridad presente y futura. La región nortesantandereana no cuenta con universidades,
escuelas superiores, facultades o centros de estudios en Historia, Arqueología o Paleontología
que asuman la realización de investigaciones que en estos campos se necesitan; sin embargo,
desde otras regiones se han realizado algunas aproximaciones con trabajos realizados desde la
Universidad Nacional de Colombia, la Universidad de Los Andes, el Instituto Colombiano de
Antropología e Historia, ICANH, la Universidad Industrial de Santander, así como algunas
academias de historia e investigadores individuales, quienes han configurado un acervo
historiográfico que permite a los maestros encontrar, elegir, apropiar y traducir conocimientos
formativos muy pertinentes para sus prácticas de enseñanza.
Se esbozan a continuación algunos de los temas más sugestivos o relevantes sacados a la luz
sobre ese profundo y en su gran mayoría desconocido mundo prehispánico, acompañado de una
bibliografía más o menos cercana o accesible, con el propósito de sugerir búsquedas e interés
investigativo de tal modo que la enseñanza de la historia se haga mucho más proactiva,
inquietante y vinculante entre la niñez y juventud de nuestras escuelas y colegios. No se trata de
una guía del maestro en sí, es más bien una propuesta didáctica como pedagógica para elegir
conocimientos formativos a llevar y vincular en la escuela; temas y conocimientos que
aproximarán ese maestro lector e inquieto con las prácticas del conocimiento que han de
soportar su quehacer en la enseñanza.
El Mundo Prehispánico: Cultura y Sociedades Aborígenes antes de la Llegada de los Europeos.
Magníficas estaciones de Arte Rupestre de petroglifos y pictografías en Sardinata, las cuencas del
Pamplonita, Táchira, Zulia, Salazar y Cáraba evidencias ese pasado. Notables piezas de Patrimonio
Paleontológico se han hallado en el extenso valle aluvial de Cúcuta y Los Patios, donde se
testimonia la existencia de grandes mastodontes y megaterios que bien pudieron haber
compartido espacios con el hombre primitivo, quien pudo ver e incluso provocar su extinción. Lo
mismo que enigmáticos yacimientos arqueológicos de la zona chitarera en Silos, Mutiscua,
Pamplona y Chinácota muestran facetas de la vida humana prehispánica.
El territorio de Norte de Santander, como parte de una región geofísica y cultural que orbita
entre las cuencas andinas y las llanuras húmedas del Lago de Maracaibo, es rica en estaciones de
Arte Rupestre. Enigmáticos grabados en piedra con escenas de rituales ancestrales, figuras
geométricas de multiplicidad simbólica, muestran trazos de la cosmogonía, la magia y sabiduría
de culturas primigenias.
Los materiales arqueológicos evidencian la vida de los seres humanos antes de la escritura.
Documentan la cultura material de los pueblos ágrafos o sin historias. Los diferentes registros
hechos a partir de hallazgos en tumbas y sitios de vivienda permiten reconstruir vidas pasadas en
múltiples aspectos como la muerte, la cotidianidad, organización social, costumbres y sistemas
de representación.
Se han encontrado elementos líticos, cerámica y materiales óseos, entre otros. Existen diversas
herramientas de piedra como hachas, morteros, cortadores y percutores; sin embargo, entre los
líticos sobresalen los metates o pilas para moler el maíz y demás insumos para la preparación de
alimentos, de donde llama la atención que esta tecnología gastronómica prehispánica pasó al
mundo moderno y fue utilizada por los campesinos por lo menos hasta 1930, cuando llegó al
campo el molino corona.
Hachas zona arqueológica de Los Vados Herramientas líticas halladas en Los Vados
Metate prehispánico La Antigua, vereda Tapaguá, Mutiscua Metate posthispánico Los Pozos, vereda La Plata, Mutiscua
Vasija decorada por aplicación y doble asa Vasija ovoide de doble asa de Vasija pintada originaria de Cácota
de Silos Pamplona
Entre los materiales óseos hallados en las tumbas sobresalen los cráneos y el esqueleto en sí,
pues permiten estudiar su contextura física, salud, alimentación y hasta las causas de
muerte. Las zonas de más alta densidad poblacional chitarera como los valles de los ríos
Cáraba, La Plata-Zulasquilla y Pamplonita presentan numerosos yacimientos arqueológicos
aún sin excavar.
Cráneo deformado hallado en Silos Cráneo chitarero de Silos Huesos hallados en Labateca
Otros materiales arqueológicos también de alto valor para comprender la cultura de los
pueblos prehispánicos son los collares de conchas de caracol, utilizados como abalorios y
piezas de intercambio. También se suelen encontrar otros elementos de la vida cotidiana
como bastones de mando hechos en madera, herramientas como agujas elaboradas con
cuerno, así como tejidos y pieles usados para el vestido. Los Chitareros no tenían oro, no lo
explotaban ni lo trabajaban, aunque sí se les encontraron algunas piezas de tumbaga e
incluso de oro puro, introducidas por vía de intercambio con sus vecinos los guanes y los
muiscas.
En inmediaciones del valle delo río Cáraba, entre las localidades de Silos y Bábega, como en
el antiguo valle de Tapaguá o río La Plata de Mutiscua, existen innumerables yacimientos
arqueológicos de los pueblos de la nación étnica de los Chitareros, de donde se han hallado
piezas de alto valor diagnóstico que se encuentran en los museos Arquidiocesano de
Pamplona, Casa Colonial de Pamplona, museo Magará de Silos y Museo Arqueológico de la
Universidad Industrial de Santander; además de algunas piezas existentes en el ICANH en
Bogotá como algunas otras en manos de coleccionistas particulares, como fruto de las
inevitables faenas de guaquería que no han de faltar en ninguno de nuestros pueblos.
Entre los trabajos eminentemente arqueológicos que han logrado desocultar elementos
altamente significativos del mundo prehispánico chitarero están: a) Los pioneros registros del
Padre Henri Rochereau, quien fundó e implementó en Museo Arquidiocesano de Pamplona, a
principios del Siglo XX, y publicó algunos escritos en Europa como en La Unidad Católica de la
Diócesis de Nueva Pamplona. b) El informe de Calle Orozco, Jairo & Rodríguez Lamus, Luis R.
(1962), sobre unas excavaciones realizadas en El Chorrerón de Mutiscua. c) Las excavaciones de
Leonardo Moreno González en Mutiscua y zonas de frontera étnica entre chitareros y guanes en
la zona de Bucaramanga. d) Los trabajos del Doctor Víctor González realizados en el Valle de
Iscalá en Chinácota y en Los Vados del municipio de Los Patios, como arqueología sobre pautas
de vivienda de profunda especificidad disciplinar.
3. Patrimonio Paleontológico – ¿Quiénes habitaron estas tierras antes de los primeros hombres?
Desde la formación de los continentes y las cordilleras como desde el inicio de la vida hay un
extenso devenir, una historia planetaria de criaturas extrañas que hoy ya no están, pero que de
algún modo hacen parte de las raíces prehispánicas y patrimoniales de nuestra Nación. Seres
vivos que se convirtieron con el paso del tiempo en fósiles muestran los habitantes de las eras,
períodos y épocas geológicas que precedieron al hombre. Así fue como en el DEVÓNICO los
animales conquistan la tierra y se desarrollan los primeros bosques. En el CRETÁCICO, cuando las
cordilleras aún no se habían formado, reinaban los reptiles en los mares y en la tierra los
dinosaurios, mientras esta región del país aún se hallaba bajo el agua; razón por la cual son tan
comunes los moluscos como los amonites.
Amonite hallado en la Hacienda de la Chamba, centro poblado rural de Bábega, municipio de Silos, Norte de
Santander – Colombia
Luego, durante el MIOCENO y el PLIOCENO, entre 20 y 2 millones de años, se extinguen los
dinosaurios y la tierra termina de configurarse a la forma actual. Los mamíferos y las aves
dominan la superficie. En zonas de Los patios, Villa del Rosario, Cúcuta, El Zulia y San
Cayetano es posible hallar rastros de estos períodos, como restos de grandes mamíferos
extintos que compartieron escenarios vitales con los primeros seres humanos llegados a
estos valles, hogar de mastodontes, megaterios, falso hipopótamo y falso armadillo gigante.
Las capas de hielo retrocedieron al final del PLEISTOCENO y empezó la época reciente del
HOLOCENO.
Las primeras hordas de cazadores recolectores se asentaron en las terrazas de El Zulia, San
Cayetano, Los Patios y Cúcuta, donde establecieron sus talleres y campamentos hace unos
14 a 12 mil años. Vivieron de la caza mayor y menor, así como de la recolección de frutos y
alguna pesca en los ríos que eran muy caudalosos. Los líticos nos cuentan su historia: Puntas
de lanza, tajadores, raspadores y hendidores bipiramidales.
Puntas de lanza y herramientas líticas de cazadores recolectores halladas en Los Vados, municipio de Los Patios
4. Las Naciones Étnicas del Nororiente Andino a la Llegada de los Europeos: Muiscas, Guanes,
Laches y Tunebas, Motilones, Hacaritamas y Carates – Mapa
La conquista del norioriente andino fue un tanto tardía, realizada bajo experiencia y legislación
probada, lo cual permitió a los españoles reconocer las diferentes naciones étnicas que iban
encontrando, previendo poner una ciudad en su centro para su inserción al mundo hispánico.
Los cronistas y oficiales del Rey debieron observar con rigor las características y condiciones de
cada uno de los pueblos sometidos, dejando valiosa información etnohistórica que hoy permite
reconstruir con buen acierto su enigmático pasado.
Mapa de las fronteras étnicas prehispánicas de los pueblos andinos del nororiente colombiano, formulado a
partir de conocimiento etnohistórico y arqueológico. www.historiadecucuta.com
http://historiadecucuta.com/wp-content/uploads/2017/05/Antes-de-los-Cristianos.pdf
c) Hacaritamas y Carates: Es una generalización que se hizo para nombrar los diferentes
grupos de la antigua provincia de Ocaña, aunque fueron llamados así por presentar
muchos de ellos problemas de pigmentación de la piel conocida como vitíligo, condición
que los españoles trataron despectivamente como indios caratosos.
d) Motilones: Llamados así con ocasión a haberles cortado o motilado el cabello en forma de
corona a toda una comunidad por hallarse afectados de viruelas y sarampión. Pretendían
tratarlos o curarlos de las erupciones de la piel si tenían menos cabellera. Quienes los
vieron y necesitaron referirse a ellos, les pusieron el apelativo Motilones, quedando bajo
esta denominación todos los pueblos de la selva del Catatumbo
e) Los Lache-U’wa o U’wa-Lache: son una nación étnica de lengua Chibcha que aún subsiste
en las estribaciones de la Sierra Nevada de Güicán, Cocuy o Chita, como en los actuales
municipios de Toledo y Chitagá. Demarcaban su territorio por medio de elementos tanto
naturales (ríos, cascadas, rocas y montañas) como artificiales (menhires y otras
estructuras) incluidos en su mitología; distribuidos estratégicamente para cubrir y
controlar los accesos a la Sierra y sus asentamientos, constituyéndose en mojones o
hitos.
SE destacaron por consumir y comerciar con el hayo (coca), fabricar mochilas (chitaras) y
hamacas, elaborar abalorios líticos y tejer con su cabello prendas de alto valor estético,
muy apreciadas por los españoles.
Objetos pulidos de piedra tallados por los Laches como colgantes alados, solo presentes en las sierras
nevadas de El Cocuy, Mérida y Santa Marta.
f) La Nación Chitarera: Recibieron este nombre de una palabra de la lengua chibcha que
asigna la mochila o chitara en que se portaba un calabazo con chicha o “vino de la tierra”,
como llamaron los españoles esta bebida y alimento de estos pueblos. Lo llevaban
colgado o atado a su cintura, la mayoría de ellos, incluso sus mujeres, quienes se
encargaban de servirla u ofrecerla en los convites, fiestas o rituales ancestrales.
Originalmente se creía que chitarero era el calabazo, así lo creyeron los españoles, pero
al examinar el diccionario tunebo del Padre Rochereau, puede verse que la chitara es la
mochila, no el calabazo.
El nombre CHITARERO viene de la chitara que es la mochila de fique, portadora del calabazo, recipiente del
espirituoso brebaje, alimento del cuerpo como del alma que es la ancestral chica de maíz.
Como nación étnica ocuparon una amplia variedad de cacicazgos dispersos por los
intrincados valles andinos, desde las laderas del cañón del Chicamocha hasta las
estribaciones de la cordillera de Mérida. Estaban constituidos por comunidades locales
independientes, asentados en rancherías o caseríos dispersos por las laderas y valles de
los ríos y quebradas, entrelazados con las tierras de labranza, utilizando diversos pisos
térmicos.
«Es toda la gente de mediano cuerpo, bien ajustados y de color como los demás indios;
vístense de mantas como los del Reino, aunque viven los más por valles que declinan
más a calientes que fríos; la gente pobre y que no hacían por oro con tener en su tierra
muchas minas y buenas que después los españoles descubrieron, de donde se ha
sacado gran número de pesos de oro; los rescates de que estos indios usan es algodón y
bija que es una semilla, de unos árboles como granados, de la cual hacen un betún que
parece almagre o bermellón, con que se pintan los cuerpos y las mantas que traen
vestidas; los mantenimientos que tienen son maíz y panizo, yuca, batatas, raíces de
apio, frisoles, curíes —que son unos animalejos como muy grandes ratones— venados y
conejos; las frutas son curas, guayabas, piñas, caimitos, uvas silvestres como las de
España, guamas —que es una fruta larga así como cañafístula— palmitos y miel de
abejas criada en árboles; las aves son paujíes, que son unas aves del tamaño de pavas
de España; hay también pavas de la tierra, que son poco menores que los apunes,
papagayos, guacamayas de la suerte de papagayos». (Aguado, Fray Pedro, 1959)
Productos naturales, especies animales y frutos de la tierra propios de la dieta alimenticia de los pueblos
prehispánicos andinos. www.historiadecucuta.com
http://historiadecucuta.com/wp-content/uploads/2017/05/Antes-de-los-Cristianos.pdf
Puede verse que su dieta era muy variada, rica en vegetales, frutas y suficiente proteína animal,
como abundantes harinas y carbohidratos obtenidos en la papa y el maíz. Tal vez en virtud de su
buena nutrición y el mucho caminar es que los españoles los vieron como muy dispuestos,
agarrados y fuertes.
Algunos pueblos disponían de mejores ventajas para la producción, con abundante maíz y
algodón como en Tequia. Otros ostentaban abundancia maíz, frísoles y turmas de la tierra, como
en la elaboración de cerámica, caso pueblos de Cáraba y Cácota de Velasco, famosos por sus
mercados de ollas y vasijas, además de abundante agricultura.
Los Chitareros contaban con un dinámico comercio exterior, con los Guanes, Muiscas y Laches-
Tunebas, así como con los pueblos de tierra caliente hacia el Lago de Maracaibo, de donde
obtenían conchas de caracol y sal de mar. Con los Guanes intercambiaban cerámica, mantas y
tejidos, algodón en rama y abalorios de oro o tumbaga. Con los Muiscas comerciaban abalorios
de oro y tumbaga, sal y elementos mágico-religiosos. Con los Laches-Tunebas rescataban
mochilas y hojas de hayo o coca. Los Chitareros ofrecían bija, papa y maíz en abundancia para los
mercados externos, mientras que los mercados internos eran más especializados en función del
potencial de cada pueblo.
El manejo estratégico de diversos pisos térmicos por una misma comunidad indígena les dio
grandes posibilidades, no solo de subsistencia sino para el manejo de excedentes y la realización
de sus fiestas como eventos propios para la redistribución y seguridad alimenticia de todos.
Pueblos como Arcabuzazo en el Valle de Condamenda (Cucutilla) contaban con tierras en los
páramos, una franja de clima frío y las vegas del río Zulasquilla más cálidas; en virtud de lo cual
producía papa, maíz, fique, bija y algodón.
Los Chitareros son considerados una prolongación del mundo muisca, por múltiples razones; su
lengua también chibcha, su sistema mágico-religioso, sus costumbres y organización social;
excepto por no haber alcanzado una centralización política a nivel de confederación de
cacicazgos. Sin embargo, dadas las condiciones geoespaciales y la influencia de sus vecinos,
pueden reconocerse algunas diferencias o elementos identitarios que los hacen una nación
étnica distinta.
a) La Lengua de los Chitareros: La lengua de los Chitareros era un dialecto chibcha, una lengua de
la familia lingüística chibcha. Los españoles podían comunicarse con ellos con suma facilidad a
través de un “lengua” o interprete de origen muisca, cualquiera, hasta los niños muiscas
podían servir de intérpretes. De la lengua chitarera se conservan innumerables topónimos
como Labateca, Bochagá, Bábega, Chitagá, Iscalá, Chinácota, Cácota, Suratá, Cúcuta y
Tapaguá. Entre los onomásticos Chitareros se encuentran Bateca, Chona, Iscalá, Mogotocoro,
Tequia, Cáraba y Tescua. Muchos vocablos fueron usados en ambos modos, caso Cáraba o
Bochagá, que son veredas de Silos y Toledo y a la vez apellidos de descendientes de esos
pueblos.
b) La industria textil y el vestido: Los tejidos fueron muy pródigos. Los chitareros se surtían de
algodón de sus cultivos en los valles cálidos y del comercio con los Guanes. Esta zona de
intercambio comercial entre los dos pueblos se localizó en la parte sur del territorio,
concretamente hacia las proximidades del Chicamocha. Sobre la elaboración de mantas con
que se vestían, nos cuenta Aguado: "Sus más ordinarios vestidos son de algodón, que se tejían
camisetas a manera de túnicas arriadas, que les llegan poco más abajo de las rodillas, y de las
mismas mantas cuadradas que les sirven de palio". Desde luego, no todos los pueblos tejían,
ni todos tenían acceso a las mismas cantidades de algodón, muchos de ellos se vestían
pobremente o tenían que utilizar el fique como fibra para la confección de sus vestidos.
Tejidos, obrajes y mercados, parte fundamental en la sociabilidad y vida cotidiana de los pueblos chitareros. Fueron
muy buenos tejedores y excelentes alfareros, en especial los pueblos de Cácota y Cáraba, muy reconocidos por la
calidad de sus vasijas y tiestos. www.historiadecucuta.com
http://historiadecucuta.com/wp-content/uploads/2017/05/Antes-de-los-Cristianos.pdf
c) Fiestas, reglas y honor entre los Chitareros: Tenían cuatro grandes fiestas al año, de cuatro
días como mínimo cada una, asociadas a la siembra y celebración de la vida y la fecundidad.
También tenían fiestas ocasionales como en las bodas o casamientos, en los nacimientos
bautizo de los bebés, o para hacer rogativas, pagamentos o súplicas a sus deidades. La chicha
y el mucho beber, como el cantar y bailar, eran las actividades centrales en las fiestas,
aunque algunas muy pomposas incluían procesiones como los entierros, los pagamentos y
los rituales de fecundidad y la siembra.
"Son estos indios idólatras, como los moscas; tienen sus santeros o mohanes que hablan
con el demonio, el cual les hace entender que él hace llover, entre los cuales hay uno que
es principal... y a éste veneran y ofrecen sus ofrendas". Se refiere al mohán o chamán de
Hontibón o Cirivitá, en inmediaciones de Cácota de Velasco, reconocido como centro
ceremonial de alto valor y devoción.
Estatuilla mítico-religiosa en cerámica Estatua mítico-religiosa Vasija ceremonial de cerámica pintada,
hallada en Mutiscua tallada en piedra posiblemente de origen Guane
e) La Música y los juegos: En una fiesta cantaban canciones, tristes unas, alegres otras, al
compás de flautas de cañabrava, capadores, fututos, tambores y “los largos calabazos
utilizados como trompetas” que menciona Aguado; poniendo en medio del escenario las
múcuras con la chicha, de donde unas mujeres muy diligentes servían en abundancia,
tanto a los músicos como a los invitados. En toda la nación de los Chitareros solo un
juego se les vio practicar, el “juego de bolo”, referenciado en una visita de la tierra: “Era
un día de fiesta y los vio (el visitador) holgar y jugar a la bola en la meseta de Suratá…
como lo acostumbran hacer…”. Sin embargo, no se evidenció la práctica de deportes
como la lucha, muy común entre sus vecinos como los Laches y los Motilones.
Con la ocupación española se presentaron serios inconvenientes sobre el tema del cabello.
Algunos doctrineros pretendieron cortarles el cabello a los indios a la hora de bautizarlos, a lo
cual ellos se negaron, abandonado los templos de doctrina, hasta que el Rey les protegió ese
derecho y ningún obispo, cura o doctrinero podría tocarles un pelo.
Pero los capataces y mineros no fueron nada indulgentes. En cierta ocasión un minero español,
queriendo castigar el bajo rendimiento de un indio de Tutepa le puso unas cormas y le trasquiló
en cabello, lo cual significaba para el nativo una “afrenta grave” y se deprimió a tal punto que
murió en prisión. Otro indio de Bábega a quien el minero le aplicó la misma sanción, prefirió huir,
estando atado con la corma, para tirarse por un desfiladero, “donde se hizo pedazos”. Desde
Bochica interiorizó este pueblo el valor del cabello como símbolo de nobleza e identidad,
trasquilarlo era mancillar su honra como al criminal más nefando de la tierra, tanto que preferían
la muerte de inmediato.
c) Ritual de la Fecundidad y la siembra: los jóvenes iniciados eran actores destacados en este
ritual, además del mohán y los caciques y capitanes. Es una gran minga en que todos se
reúnen a preparar un terreno comunitario para la siembra de los mejores maíces y
turmas de la tierra. Una vez hecha la roza, roturado el suelo y preparada la tierra llegaban
las vírgenes, ya iniciadas, cargadas en andas en animada procesión, en medio de cantos y
música; además de mucha chica y comida disponible, para proceder a poner las semillas
en la tierra fresca recién labrada.
d) Fecundar la tierra como a sus mujeres: Realizada la siembra, cubiertas las semillas, todos
involucrados en el transcendental evento, muy emotivos y eufóricos del mucho consumo
chicha, se dedican a amarse sin ataduras conyugales, abrigando a sus mujeres en medio
de los surcos; pues deben en extraordinario trance, fecundar la tierra como a sus mujeres
para que ésta diera fruto abundante y el pueblo no pasara hambre.
Ritual o fiesta de la siembra. www.historiadecucuta.com
http://historiadecucuta.com/wp-content/uploads/2017/05/Antes-de-los-Cristianos.pdf
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Mito ancestral chitarero reconstruido por vía interpretación de crónica y fuentes hispánicas, por el Historiador
Silvano Pabón Villamizar. Publicado originalmente en Azagaya, magazín cultural del Diario La Frontera, 1996.
Cuatro días duraba la fiesta. Hombres, mujeres, jóvenes y adolescentes, "pobres y ricos",
todos participaban. Mientras se trabajaba la tierra se tomaba chicha en grandes cantidades, se
comía abundantemente todo lo disponible (aportado por todos). A fin de cuentas, la madre tierra
lo proveía; incluso se comían venado, de vedada caza y privilegio de caciques, mohanes e indios
principales.
En lo más álgido del proceso integrador comunitario, se estaba en armonía con la mujer y
sus formas, quienes se hacían volubles como la naturaleza que es tierra. Esta última sobre todo
despertaba en este hombre merecida y profunda espiritualidad como correspondencia. Mujer y
tierra acudían en un mismo acto en la fecundación. Entre cánticos y la sublimidad del placer, el
amor y la libido compartida sin reparos ni ataduras conyugales, los hombres amaban a sus
mujeres y las tomaban y abrigaban entre los surcos, entre la tierra, sobre las semillas, sobre los
campos que han de tapar y alimentar los frutos. Era esa la obligación y función de los hombres,
inseminar lo fértil. Las mujeres han recordado la tierra por la fertilidad de sus entrañas. Sus hijos
brotaban de ellas como los maíces para la chicha y las papas del alimento diario.
Complementaba este cuadro el profundo y místico sentimiento que el indígena guardaba
o profesaba al agua, elemento de la misma tierra, símbolo de misterio y sobrenatural poder,
especialmente en los taciturnos paisajes paramunos de grandes lagunas, muy comunes en estas
latitudes.
El agua, elemento también fundante de la vida, era identificada como la madre de la
agricultura, puesto que bajo sus auspicios reverdecían los campos y frutos, manaban las flores y
abundaban las cosechas. De hecho, si bien se concebía como imprescindible la misión
fecundadora del hombre como materialización de género, en realidad se era consciente que la
Madre-Tierra lo hacía todo, pues ella contiene el agua.
Así, el contenido y significado social de este ritual es amplísimo. En él se materializaba una
equitativa redistribución de excedentes. Se reivindicaba el carácter de homogeneidad étnica,
estrechando los lazos de unidad entre amigos y parientes, permitiendo de paso, una mejor
composición genética en grupos humanos muy cerrados o aislados.
9. El Casamiento
Era quizá el evento social y ritual más alegre como de mayor aprecio y participación entre las
familias y comunidades chitareras. Algunos matrimonios, en especial en los linajes que
ostentaban los cacicazgos, solían concertarse matrimonios para chicos a muy temprana edad, en
la niñez incluso. Los chicos se criaban juntos o muy vecinos y al realizar sus rituales de iniciación
consumaban el matrimonio. No era lo más común, pero hay evidencias de ello.
El proceso social y ceremonial del casamiento tenía tres etapas. Una, el compromiso: Los
consortes que se conocían desde chicos o se habían encontrado en una fiesta o en una caminata
a otro pueblo, formalizaban la voluntad de unión con una visita del pretendiente a la novia,
llevándole los mejores maíces de su huerta. Debía llegar en la madrugada o al despunte de la luz
del día, descargaba el bulto de los frutos, tratando de hacer hacerse sentir, de tal modo que la
chica, si lo aceptaba, salía de su aposento con una totuma rebosante de exquisita chicha, bebida
espirituosa tanto del cuerpo como del alma, y la probaba para luego pasársela al joven
pretendiente. Ahí se verificaba el compromiso. Una vez comprometidos los chicos, salían los
padres de la novia, le atendían y empezaban a divulgar la noticia para concertar la ceremonia del
casamiento, la fiesta y los invitados que eran todos los miembros de la comunidad, el mohán y
parientes lejanos en otros pueblos.
Ritual de iniciación de la niña y su paso a la madurez y fertilidad como mujer con el advenimiento de la menarquia o
primera menstruación. www.historiadecucuta.com
http://historiadecucuta.com/wp-content/uploads/2017/05/Antes-de-los-Cristianos.pdf
Y, tres, casa y sementera para los recién casados. Una vez concluido el jolgorio, disfrute y amplio
derroche en la fiesta, se procedía a construirles la casa y hacer la labranza de los recién casados.
Todos, familiares y amigos, invitados e involucrados, con el liderazgo acertado, se dirigían a hacer
el bohío y la huerta a la nueva pareja, pues con ello garantizaban su estabilidad. Tres días solían
ser suficientes para levantar un bohío como para hacer la roza y labranza. Era una gran minga, sin
duda, hecha con mucha alegría y esmero.
Las viviendas se distribuían en forma dispersa y seminucleada, muy pocos lograron nuclearse,
solo unos pocos cacicazgos como Chinácota y Silos. Las casas se construían con madera, palos y
cañas entretejidas y techos de paja, apoyados en un cimiento o calzada de piedras. Las diseñaban
en forma circular y rectangular indistintamente; aunque variando su altura según el clima o piso
térmico donde se hallasen. El los páramos y clima frío las viviendas eran bajas, puerta estrecha y
pocas ventanas o aberturas para protegerse de las bajas temperaturas. El climas medios o
templados eran de mediana altura, más o menos aireadas, pero en climas cálidos como en los
valles de Cúcuta eran mucho más altas, techos ligeros y provistas de ventanas o aberturas entre
los muros para mejorar la ventilación. En climas cálidos cambiaban un poco los materiales, pues
disponían de hojas como nacuma o yaraguá, mientras en los climas fríos disponían de paja
Paja usada por los pueblos Chitareros para sus casas Pautas de vivienda prehispánica en los Andes y zonas
en climas fríos y templados muisca como chitarera
La arqueología ha permitido reconocer tres pautas funerarias entre los Chitareros. Una, las
tumbas de pozo con cámara lateral, consistente en excavación de un pozo a manera de
chimenea, de unos dos a seis metros de profundidad, para luego excavar una cámara lateral,
dejando solo una abertura muy estrecha que era tapada con una roca plana (laja), dejando en la
cámara los restos de los muertos acompañados de una variada ofrenda funeraria, la cual podía
incluir, vasijas de cerámica, objetos líticos, elementos de la vida cotidiana y objetos
ceremoniales, conchas de caracol, entre otras ofrendas. Dos, criptas en las cuevas y cornisas de
las montañas y cumbres más elevadas, donde iban colocando los cuerpos uno a uno, bien
vestidos y envueltos en mantas de algodón o entre un chinchorro tejido en fique o cabuya. Y,
tres, bóvedas construidas como sepulcros con lajas y rocas planas, aprovechando la acumulación
de mármoles o piedra caliza, muy común en las montañas andinas de la Cordillera Oriental.
Los enterramientos se acompañaban con una procesión de toda la comunidad, presentando gran
aflicción y haciendo cánticos muy melancólicos y tristes. La tumba era preparada por un experto
y en cuerpo se acompañaba con una ofrenda muy vinculada con la vida del difunto. Si era un
cacique o indio de macana le ponían su bastón de mando y objetos relacionados con su posición
social y política. Si era una mujer acompañaban su cuerpo con sus tejidos, usos de hilar, e incluso
los metates y piedras del fogón se tenía reconocimiento de ser muy buena cocinera. Además, le
ponían vasijas con alimentos, herramientas e incluso conchas de caracol, oso o tumbaga si lo
tenían, pues veían la muerte como un estadio breve en un tránsito hacia otro mundo. Las
ofrendas garantizarían que ese viaje fuera expedito.
El cacicazgo era la organización política por excelencia de todos estos pueblos, aunque los
Chitareros no alcanzaron a desarrollar confederaciones centralizadas a nivel de protoestado
como lo hicieran los muiscas con el zipazgo (Bogotá) y el zacazgo (Tunja). Sin embargo, cada
cacicazgo contaba con un poder medianamente centralizado y autónomo, basado en el
parentesco y en una estratificación social pautada desde el liderazgo individual que podía
concretar un hombre en virtud de su solvencia de recursos, capacidad para organizar, realizar
determinadas tareas como la construcción de viviendas, y en especial la capacidad de liderazgo
frente a la guerra o la solución de conflictos externos como internos. Este tipo de liderazgo o de
“grandes hombres” estructuraba el poder político local, conservado en un clan o linaje familiar
por herencia matrilineal; es decir, que la sucesión del cacicazgo se hacía, no por el primogénito
del cacique, sino por línea materna, hacia el hijo mayor de la hermana del cacique.
Estos cacicazgos Chitareros solían contar además con un nivel sobresaliente de capitanes u
hombres de macana (bastón de mando) que servían de apoyo al cacique, en especial para
asuntos de guerra o conflictos entre clanes y cacicazgos. Aguado vio esa relación de poder como
el liderazgo de los indios más ricos y más valientes. El cacicazgo era vital para mantener el
territorio, la cohesión comunitaria y el establecimiento de alianzas entre comunidades chitareras.
Pero el cacique y capitanes no se encontraban solo como líderes o grandes hombres a cargo de la
seguridad, el bienestar y desarrollo de un pueblo; tenían el apoyo del mohán o careca, hombre
sabio, probo y venerable, líder espiritual, mítico-religioso. Este personaje gozaba de un gran
prestigio y reconocimiento tal que desbordaba los términos de su pueblo, pues solían ser
visitados y consultados por gente de pueblos lejanos al suyo. Para el tiempo en que llegaron los
españoles había uno muy famoso o reconocido, el mohán de Hontibón o Cirivitá, en
inmediaciones de Cácota de Velasco.
Esquema del sistema de relaciones de parentesco para la sucesión del cacicazgo en los Chitareros
Pueden reconocerse dos pilares fundantes en la estructura política entre los Chitareros. Una, la
configuración de grandes hombres o liderazgos consolidados a partir de capacidades especiales como la
guerra, la resolución de conflictos, capacidad de convocatoria, lograr alianzas y la distribución de
excedentes en las fiestas y rituales comunitarios. Y, dos, configuración de grandes hombres a partir del
pensamiento mágico-religioso, sabiduría y conocimientos ancestrales. Ambos, caciques o mohanes,
asistidos por los capitanes o “indios de macana” soportaban la estructuración de las comunidades, a partir
de los rituales como la fecundidad, iniciación y la siembra, los casamientos, los funerales y las fiestas a sus
deidades.
Estructura social y política de los Chitareros – Sucesión del Cacicazgo. www.historiadecucuta.com
http://historiadecucuta.com/wp-content/uploads/2017/05/Antes-de-los-Cristianos.pdf
Era un mundo más descubierto de lo que se creyó entonces. Los incas, con diez millones de habitantes,
tenían un estado legendario bien constituido, con ciudades monumentales en las cumbres andinas para
tocar al dios solar. Tenían sistemas magistrales de cuenta y razón, y archivos y memoriales de uso popular,
que sorprendieron a los matemáticos de Europa, y un culto laborioso de las artes públicas, cuya obra
magna fue el jardín del palacio imperial, con árboles y animales de oro y plata en tamaño natural. Los
aztecas y los mayas habían plasmado su conciencia histórica en pirámides sagradas entre volcanes
acezantes, y tenían emperadores clarividentes y artesanos sabios que desconocían el uso industrial de la
rueda, pero la utilizaban en los juguetes de los niños.
En la esquina de los dos grandes océanos se extendían cuarenta mil leguas cuadradas que Colón entrevió
apenas en su cuarto viaje, y que hoy lleva su nombre: Colombia. Lo habitaban desde hacía unos doce mil
años varias comunidades de diversas lenguas y culturas distintas, y con sus identidades propias bien
definidas. No tenían una noción de estado, ni unidad política entre ellas, pero habían descubierto el
prodigio político de vivir como iguales en las diferencias. Tenían sistemas antiguos de ciencia y educación,
y una rica cosmología vinculada a sus obras de orfebres geniales y alfareros inspirados. Su madurez
creativa se había propuesto incorporar el arte a la vida cotidiana —que tal vez sea el destino superior de
las artes— y lo consiguieron con aciertos memorables, tanto en los utensilios domésticos como en el
modo de ser.
El oro y las piedras preciosas no tenían para ellos un valor de cambio sino un poder cosmológico y
artístico, pero los españoles los vieron con los ojos de Occidente: oro y piedras preciosas de sobra para
dejar sin oficio a los alquimistas y empedrar los caminos del cielo con doblones de a cuatro. Esa fue la
razón y la fuerza de la Conquista y la Colonia, y el origen real de lo que somos.
Dos dones naturales nos han ayudado a sortear ese sino funesto, a suplir los vacíos de nuestra condición
cultural y social, y a buscar a tientas nuestra identidad. Uno es el don de la creatividad, expresión superior
de la inteligencia humana. El otro es una arrasadora determinación de ascenso personal. Ambos,
ayudados por una astucia casi sobrenatural, y tan útil para el bien como para el mal, fueron un recurso
providencial de los indígenas contra los españoles desde el día mismo del desembarco. Para quitárselos de
encima, mandaron a Colón de isla en isla, siempre a la isla siguiente, en busca de un rey vestido de oro
que no había existido nunca. A los conquistadores convencidos por las novelas de caballería los
engatusaron con descripciones de ciudades fantásticas construidas en oro puro. A todos los descaminaron
con la fábula de El Dorado mítico que una vez al año se sumergía en su laguna sagrada con el cuerpo
empolvado de oro. Tres obras maestras de una epopeya nacional, utilizadas por los indígenas como un
instrumento para sobrevivir.
El mundo y espacialidad natural de los Chitareros vistos por los Cronistas de Indias, Fray Pedro de Aguado y Fray
Pedro Simón, entre otros. www.historiadecucuta.com
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Tomado de Historia de Cúcuta Ilustrada. En: www.historiadecucuta.com
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