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Además, Wall y Cols (2014) señala “el educador es clave del proceso
educativo, a quien le corresponde crear el ambiente social en el cual se debe
producir y consolidar el aprendizaje formal.” (p.17). Visto así, el educador debe
legitimar en los procesos de enseñanza y aprendizaje, los valores universales
tales como el respeto, solidaridad, cooperación, amor, entre otros, socialmente
aceptados por la humanidad, como parte importante del componente ético que
fortalece el espíritu y desarrolla la conciencia. La gestión del docente con respecto
a la integración de la escuela y la comunidad es insuficiente en cuanto al
desarrollo de esta labor por parte del maestro; es poca la atención prestada al
hecho de que sus padres, representantes y todo su entorno se integren al
perfeccionamiento de la misma.
Esto contrasta con la realidad que viven algunos países donde se ha podido
observar la marcada desintegración entre las escuelas y la comunidad, por la
carencia de políticas reales que consideren la participación de todos los actores.
Al respecto, Santamaría (2013) indica:
En tal sentido, la familia juega un importante papel en este sentido, pero hay
que ayudarla a tomar conciencia de ello. Los cambios de la sociedad actual deben
encaminarla hacia una estructura participativa y de compromiso, de modo que
cada uno de sus integrantes desempeñe su función, y tenga conciencia de su
identidad individual como miembro de esa comunidad. Para lo cual, se hace
esencial un clima de comunicación donde se establecen pautas para la
distribución y organización de tareas en función de las necesidades y posibilidades
de cada miembro.
En este sentido, hay que tener sentido de pertenencia, pues es básico que
padres y maestros se pongan de acuerdo sobre cómo hacer efectiva la
participación de la familia en la escuela, para que sus relaciones sean de ayuda
mutua y hacer frente a los desafíos que les presenta este mundo en constante
cambio, lo que va a repercutir de forma positiva en la educación de los niños y va
a dar coherencia a sus experiencias.
En este aspecto Carrillo, (2014) señala “el educador es clave del proceso
educativo, a quien le corresponde crear el ambiente social en el cual se debe
producir y consolidar el aprendizaje formal” (p.17). De esta manera el maestro
exterioriza sus conocimientos y éstos transcienden más allá del alma de los niños,
niñas y adolescentes, que su vida, sus valores entablen una relación completa y
distinta con el mundo donde se encuentren sumergidos y que les ayude a
establecer confianza y respeto por ellos mismos y por los demás.
Cabe resaltar, que en el desarrollo social del niño o niña, son esenciales las
relaciones que establece con los otros miembros de su entorno, ya que esas
experiencias van a incidir positiva y negativamente en su conducta personal. En
fin, la conducta del niño forma parte del proceso de socialización, que comprende
las relaciones afectivas y satisfactorias entre las personas, así como también el
desarrollo de los estilos de interacción que los mismos producen.