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RESUMEN LIBRO EFICACIA CONTRACTUAL DE CAFARO Y CARNELLI

Noción de negocio jurídico

El negocio jurídico es una declaración de voluntad o declaración de


voluntades, dirigidas a obtener un fin, siendo necesario que esas voluntades
se ajusten al marco normativo impuesto por el ordenamiento, a los efectos
de que el interés de los sujetos que expresaron sus voluntades cuente con
protección estatal y así obtener el efecto perseguido al emitir su voluntad.

Presupuestos del contrato: forma (declaración), contenido (objeto)


y finalidad (causa)

El negocio, como tal y en sí mismo, consiste en voluntad, no en psicológica


sino exteriorizada a través de declaraciones o comportamiento.
Para que haya negocio jurídico en necesario que haya voluntad y que la
misma sea exteriorizada, que trascienda al sujeto.
La relevancia jurídica de la voluntad refiere a cuando se exterioriza y deja de
estar en la esfera interior del sujeto de derecho.
Dicha exteriorización de la voluntad requiere que asuma una forma, para
poder ser declaración o manifestación.
La forma es el medio por el cual se hace posible la comprobación del querer
del sujeto social y jurídicamente relevante, y sin forma no puede concebirse
un negocio jurídico pues éste es ante todo voluntad exteriorizada.

Así como sin forma no existe negocio jurídico, la misma es inconcebible sin
contenido y finalidad.
El contenido es la referencia objetiva de la declaración, donde está el
querer mismo del sujeto, toda declaración refiere a lo que el sujeto expresa,
y esto es el contenido de la forma.
El negocio jurídico cumple una función instrumental pues no es por sí solo
satisfactorio, sino que es el medio que tienen los sujetos de derecho para
obtener determinados resultados. Así, el sujeto de derecho emite su
declaración de voluntad (exteriorizada) con un especifico querer (contenido)
para alcanzar un determinado fin.
La declaración de voluntad es finalista, porque persigue un fin u objetivo
determinado. No es posible concebir un negocio jurídico sin voluntad
exteriorizada, sin contenido y sin finalidad.

Eficacia negocial

La eficacia negocial está presente en todos los casos en que el negocio tiene
correspondencia con la preceptiva legal. Así, el negocio produce todas las
consecuencias propias o inherentes al tipo específico por los intervinientes
en él, siendo idóneo para satisfacer las necesidades subjetivas justificadoras
del mismo.
No debemos confundir la existencia de un contrato de compra venta, por
ejemplo, con su eficacia: el contrato es dependiente de las declaraciones de
voluntad, dotado de contenido y finalidad, en cambio la eficacia propia o
inherente a dicho contrato, es el surgimiento de la relación obligatoria de
compraventa, por la cual ambas partes están obligadas a recíprocamente a
entregar una cosa y pagar una suma de dinero.
El negocio jurídico está dirigido a procurar la satisfacción de intereses
individuales, tanto económicos como de otra naturaleza, y cuya regulación
legislativa se ubica en el área de las relaciones jurídicas de contenido
económico o de familia.
La declaración de voluntad, en sí misma y en su contenido y finalidad,
deberá ser compatible con las exigencias legales aplicables al caso
concreto, así el sujeto creador del negocio puede asegurarse la protección
del Estado, cuya intervención, positiva siempre, está subordinada a la
conformidad del negocio a aquéllas.
Esas exigencias legales están impuestas por el estado a partir de su política
legislativa, la cual da contenido al derecho y admite multiplicidad de
respuestas según los intereses que la promueven.
La disconformidad implica ausencia de defensa estatal de los intereses
individuales que promueven la declaración de voluntad, a lo que se agrega
una sanción o represión, es decir, acción positiva, que va más allá de la
pasividad que significa la falta de protección.

Función del negocio jurídico


Mediante el negocio los sujetos regulan sus propios intereses, de ahí su
carácter instrumental y normativo para autodeterminar mecanismos
vinculantes.
El negocio aparece en su máxima intensidad a través del contrato, especie
dentro del género, el cual dota de la forma jurídica a una relación
patrimonial de la que resultaran prestaciones cuyo cumplimiento permitirá
colmar la necesidad determinante de la contratación. El contrato, no en
particular sino como institución económica jurídica, subyace en toda la vida
económica, pues esta se dinamiza a través de él.
Desde el punto de vista formal, el contrato tiene la misma finalidad tanto en
la concepción liberal como socialista, porque en ambas el contrato implica
prestaciones, pero en cambio en términos sustantivos, en una economía
socialista el contrato es consecuencia de la planificación de las relaciones
económicas, mientras que en una economía liberal el contrato, al menos
formalmente, es el resultado de impulsos individuales y de la libre voluntad
de cada uno.

Poder normativo

A cada individuo se le reconoce un ámbito, donde puede programar y


ejecutar acciones de carácter económico, compatibles, en cuanto no estén
prohibidas, con los supuestos de hecho legales que reciben tutela. Dicha
actuación se concreta en la forma de contratos, que supone la creación de
un conjunto normativo destinado a regular los comportamientos
conducentes a satisfacer la o las prestaciones acordadas.
Contratar o conformar un contrato, refiere a generar una norma, que a su
vez puede ser objeto de otras normas tendientes a modificarla o suprimirla.
E, todo contrato se verifica el establecimiento de una regla conducta, es
decir la regulación de conductas a desarrollar. Mediante el contrato se
programa el futuro de cada parte, con relación a una materia determinada.
Cada sujeto de derecho por su carácter de tal y como reafirmación del
mismo y de la autonomía privada, tiene la posibilidad de crear normas,
dicha posibilidad se llama poder normativo negocial.
El poder normativo es la potencia que se actúa al establecer, modificar o
derogar normas jurídicas, implica idoneidad para modificar el mundo jurídico
mediante normas que están constituidas por voluntad abstracta y objetiva.
El poder normativo reconocido a cada individuo encuentra su fuente de
validez en una norma supraordinaria, esto es la Ley, es ésta la que atribuye
o priva a los individuos de poder normativo y por tanto la que permite o
impide a éstos crear normas jurídicas en función de sí mismos, y no en
cambio con referencia a elementos objetivos. Esto significa que el poder de
crear normas es reconocido a todo individuo por su calidad de tal, como
expresión practica de su condición de sujeto de derecho.
El contrato es norma jurídica porque provoca o da origen a derechos
subjetivos y deberes (reglas de conducta), siendo exteriorización del poder
normativo de que están investidos los contratantes por la Ley.
La genérica noción de poder normativo se especifica en negocial cuando
consiste la posibilidad de configurar negocio. Dicho poder no puede
confundirse con el inherente al derecho subjetivo, ya que aquél es anterior a
éste, aquél crea negocio jurídico del cual resultan los derechos subjetivos y
éstos no contienen un poder de crear normas jurídicas, sino un poder de
efectivizar o ejercitar el contenido mismo del derecho.
El poder normativo negocial conduce a la creación de relaciones jurídicas
únicamente por la actuación de los individuos investidos del mismo, en
cambio no toda relación jurídica encuentra su fuente en dicho poder: así
como la propia Ley atribuye tal poder, también causa relaciones jurídicas
que se imponen a los individuos prescindiendo de sus voluntades.
El poder normativo puede ser público o privado: es público cuando el
legislador crea normas y es privado cuando los sujetos autorregulan sus
propios intereses, siendo el instrumento mediante el cual la autonomía
privada cobra virtualidad práctica.
La autonomía privada es el reconocimiento de una esfera jurídica propia,
exclusiva y excluyente de cada sujeto de derecho; el poder normativo es el
instrumento práctico, demostrativo de la existencia de aquélla, pero no la
única forma de que pueda manifestarse, por el cual se crean normas que, en
situación regular o normal, están dirigidas a aquella esfera jurídica y, por
tanto, destinadas a satisfacer necesidades propias. El poder de disposición
vincula el poder normativo con las consecuencias de su ejercicio, así el
poder normativo solo puede ser ejercitado por su titular respecto de su
propia esfera jurídica. En caso de la representación no hay coincidencia
entre titularidad, ejercicio y afectación, ya que el titular del poder normativo
es el representado, quien lo ejercita su representante, y la eficacia se
alcanza en patrimonio distinto de quien actúa el poder. Para Ferri, cuando el
que ejerce el poder normativo no proyecta sus consecuencias en su propio
patrimonio, no se crea la regla de derecho, pero, para nosotros, el
representante que ejercita el poder normativo del representado, sin
autorización alguna, crea una norma valida, pero no eficaz.

Respecto al poder normativo negocial diferenciamos la capacidad jurídica y


la capacidad de obrar:

-capacidad jurídica: aptitud para ser titular de relaciones jurídicas, es la


cualidad que determina que un individuo, mas allá de su condición como tal,
este dotado de personalidad. Los límites de la capacidad jurídica limitan la
personalidad del individuo, cuando la capacidad jurídica falte por
incapacidad, no podrá formarse una relación jurídica por ausencia de sujeto
de derecho, que es el elemento subjetivo estructural indispensable para su
configuración.
-capacidad de obrar: es la idoneidad del sujeto de derecho para
constituir por sí mismo relaciones jurídicas. Dicha capacidad se sustenta en
la capacidad jurídica, porque sin ella el individuo no sería sujeto de derecho
y por ende no podría crear una relación jurídica. Así decimos que sin
capacidad jurídica tampoco es posible la capacidad de obrar.
Cuando la Ley consagra una incapacidad de obrar a un sujeto de derecho, la
capacidad jurídica no decae porque la norma asigna al incapaz de obrar un
representante.

Capacidad jurídica y poder normativo negocial

El poder normativo negocial, como la Ley, tiene una función instrumental,


pues ambos son medios de poner en acto la capacidad jurídica. El individuo
es efectivo titular de la relación creada a través del ejercicio del poder
normativo, éste es la herramienta con la cual la aptitud de ser titular de
relaciones jurídicas asume concreta realidad, de manera que, si antes de
ejercitarse el poder del sujeto de derecho solo tiene la posibilidad de ser
titular de aquéllas, ejercitando dicho poder se hace real titular de la relación
que él ha creado.
Puede existir capacidad jurídica sin poder normativo, sin posibilidad de crear
normas jurídicas, pero en cambio, la falta de capacidad jurídica obsta toda
creación normativa a quien no es, por esa misma falta, sujeto de derecho.
Así decimos que la ausencia de esa capacidad impide que el individuo, por
faltarle personalidad, sea atributario del poder de construir negocios
jurídicos.

Poder normativo negocial y capacidad de obrar

El poder normativo negocial es otorgado por la Ley a los sujetos por el hecho
de ser tales, no depende de sus voluntades.
En cambio, la capacidad de obrar la asigna la Ley según la aptitud de querer
y entender de los sujetos, la persona debe considerarse madura (mayoría de
edad), sin defecto psíquico (no demente) y en condiciones de exteriorizar su
voluntad en forma escrita,
en caso de tratarse de un sordomudo.
Por tanto, el poder normativo tiene como antecedente únicamente la
capacidad jurídica, es decir que el individuo sea sujeto de derecho, con
voluntad abstracta y potencial. De esto deriva que no es necesaria la
capacidad de obrar para la atribución del poder normativo, pero si para el
ejercicio de derecho y por tanto estar dotados a aquéllas, la Ley les quita el
poder normativo, esto es, la posibilidad de crear determinados negocios
jurídicos, concretamente, la donación y la compraventa del mismo, ya que
éste requiere una voluntad concreta jurídicamente relevante.

Relación entre capacidad jurídica y poder normativo negocial con el


negocio jurídico

La capacidad jurídica y el poder normativo son presupuestos del negocio y


externos al mismo, no integran su contenido, sino que, por ser anteriores y
ajenos, fundamentan su razón de ser, así como la causa envuelve el efecto.
Todo sujeto de derecho tiene, genéricamente, la potencialidad de crear
normas jurídicas para autorregular sus intereses mediante los negocios
jurídicos.
El poder normativo negocial puede faltar porque el ordenamiento lo prive
por una norma expresa. (art. 1675 donación entre cónyuges). Esa privación
es una prohibición para constituir un negocio jurídico, el comportamiento
contrario a esto no forma un negocio pues no llega a existir jurídicamente,
no pasa de mera relación social y económica.
Situaciones que implican falta de poder normativo negocial son aquéllas en
las que la Ley impone una prohibición de contratar a determinados sujetos
de derecho respecto de un tipo negocial en sí mismo licito y que, por tanto,
la generalidad de los sujetos puede formar. Ejemplos: prohibiciones de los
padres de comprar bienes de sus hijos, hacer transacciones privadas
respecto a lo heredado por sus hijos, obligar a los hijos a ser fiadores de
ellos, o de los tutores como comprar por si bienes del pupilo y de venderle o
arrendarle los propios (ejemplos de prohibición para constituir negocio
jurídico).

Falta de poder normativo negocial-objeto ilícito

El poder normativo, así como la capacidad jurídica, son presupuestos


externos al negocio.
El objeto ilícito es un elemento interno del negocio que por inadecuación a la
Ley merece esa calificación negativa, esto significa también que hay un
comportamiento contrario al ordenamiento jurídico.

Disimilitud de las fuentes de lo prohibido

En la falta de poder normativo negocial la prohibición solo puede tener su


origen en una norma legal expresa, porque el principio general es que todo
individuo está dotado de capacidad jurídica y poder normativo y este solo
puede recibir excepción, como todo principio general, por una norma
expresa que tendrá categoría de regla excepcional.
Decimos que no es admisible que la fuente de prohibición de poder
normativo se radica en:

*un procedimiento lógico de analogía

*del orden público porque éste impone la existencia de aquel principio


general, el cual implica libertad para concluir negocios y recibir la titularidad
de las relaciones que él genera

*las buenas costumbres que se refieren a un ámbito distinto de la capacidad


y del poder normativo, porque en función de ellas radica positiva o
negativamente la conducta debida, en base a reglas de moralidad
imperantes en un momento y en una comunidad

En el objeto ilícito, por el contrario, el origen de la prohibición está en la


contrariedad de la Ley, del orden público y de las buenas costumbres.
El poder normativo, cuando la Ley lo atribuye o priva de él, no valora
conductas, solo lo concede o niega en atención al individuo considerado en
sí mismo. En cambio, en el objeto ilícito se valora la conducta prometida por
un individuo dotado de poder jurídico normativo para saber si el destinatario
o beneficiario de dicho comportamiento goza o no de protección jurídica.

Diferente materia de lo prohibido

En la falta del poder normativo la prohibición legal está dirigida a la


potencialidad del sujeto para crear relaciones jurídicas impidiéndole que con
su voluntad cree un determinado negocio.
Esto es así porque el principio general de libertad del sujeto para regular por
sí mismo sus intereses por reglas jurídicas de origen voluntario, solo admite
excepciones particulares, de modo que no cabe aceptar una prohibición
total de esa libertad por una prohibición genérica negocial.
La prohibición particular y específica de un sujeto es para crear cierto
negocio, porque para otros sujetos o para el mismo sujeto en relación a otro
negocio no está cercenada su competencia negocial o poder normativo. En
el objeto ilícito, la prohibición está dirigida a la prestación, es decir a la
conducta debida (hacer, no hacer, dar):

*en el objeto ilícito la prohibición no es particular de un sujeto porque no


está dirigida al sujeto sino a la prestación asumida

*en el objeto ilícito la prohibición no es particular de un negocio porque no


es exclusiva de un tipo de negocio, sino que afecta a cualquier negocio del
cual derive tal tipo de prestación ilícita.

Como consecuencia de esto, si la prestación es ilícita, ningún sujeto tendrá


protección jurídica. La prohibición, desde que está dirigida a la prestación
adquiere generalidad por lo que alcanza a cualquier sujeto que quiera una
prestación ilícita.
Diferencias en las consecuencias

La carencia de poder normativo de un sujeto en un negocio obsta la


creación de una relación negociar. Así si un sujeto sin poder normativo
emitiera su voluntad para formar un negocio, no podría hacerlo.
En el caso de que no exista negocio (inexistencia negocial) y de que haya
modificaciones patrimoniales tanto en la esfera propia como en la de otro
sujeto interviniente, esto se soluciona con el pago de lo indebido, y no por la
vía de las restituciones de los negocios nulos, pues estos implican negocio
existente, pero invalido.
La acción de pago de lo indebido es el instrumento por el cual quien hizo
una modificación patrimonial sin fundamento jurídico, puede obtener el
reintegro correspondiente.
Respecto a los terceros, si no tenían conocimiento de la falta de poder
normativo de los sujetos intervinientes del negocio inexistente, se tendrá en
cuenta la buena fe.
La ausencia del objeto (elemento intrínseco del negocio) o su inadecuación a
las cualidades legales, provocan la invalidez del negocio en grado absoluto
(existe negocio, pero es invalido).
En caso de que el objeto del negocio sea ilícito y esto lo desconozca el
sujeto, tendrá una restitución de la prestación verificada, lo que no pasará si
el sujeto sabio de la ilicitud.

Atribución de poder normativo

El poder normativo habilita al sujeto a la creación de negocios, ese poder


debe examinarse en el momento de la declaración del sujeto ya que debe
decidirse si tiene o no competencia para crear el negocio.
La atribución posterior del poder normativo o la desaparición superviniente
del supuesto de hecho que motiva que el sujeto este privado de él, son
eventualidades que no dotan de juricidad a la mera expresión de voluntad
psicológica.
Esto implica que, si hay interés del sujeto en transformar la relación de
hecho en jurídica, depende solo de él, haciendo una nueva declaración de
voluntad jurídica y no meramente psicológica, por estar dotado de poder
normativo, creara el negocio a partir de esta nueva exteriorización de
voluntad.
Solo la intervención legislativa, mediante una norma específica con
dirección al pasado, puede transformar la relación de hecho en jurídica, con
prescindencia y aun contra la voluntad de los sujetos del negocio,
enervando toda posibilidad restitutoria.
Pero ni en uno u otro caso, la voluntad del sujeto o la norma pueden afectar
el derecho adquirido de un tercero.

CAPITULO 2

Estructura del contrato

Ya estudiamos que la capacidad jurídica y el poder normativo negocial son


presupuestos extremos del negocio, por tanto, debemos distinguirlos de los
elementos estructurales del mismo. La diferencia entre ellos es la ubicación
en el negocio, los primeros están fuera de él, lo anteceden y los otros lo
integran.
Una vez determinada la existencia del negocio, por la constatación de sus
presupuestos extremos, la declaración de voluntad alcanzara eficacia
práctica, si contiene todos los elementos estructurales y si los mismos se
adecuan a las cualidades legales, a calificación positiva respecto de la
validez y la eficacia.
En caso de faltar alguno de los elementos constitutivos del negocio, el
mismo será inválido e ineficaz (nulidad absoluta).
La inexistencia negocial hace procedente las restituciones de aquellas
prestaciones que fácticamente pudieron haber sido realizadas, al no haber
título que fundamente su permanencia en los respectivos patrimonios.
La invalidez negocial, en cambio, desde que implica la existencia de una
relación jurídica, aunque invalida, no necesariamente conducirá a las
mismas consecuencias restitutorias. Así, no habrá restitución cuando el
negocio, a pesar de ser relativamente nulo por efecto de confirmación o
transcurso del plazo de invocación de la nulidad, quede permanentemente
eficaz, ni en la nulidad absoluta, cuando la declaración de voluntad negocial
se haya emitido a sabiendas de la ilicitud del objeto o de la causa.
La falta de capacidad jurídica y poder normativo negocial implica que la
declaración de voluntad es jurídicamente irrelevante, solo es una mera
expresión psicológica del individuo. Por el contrario, la presencia de la
capacidad jurídica y del poder negocial, la declaración de voluntad es
jurídicamente relevante para crear negocios, pero creados estos, la falta o
vicios de alguno de sus elementos intrínsecos determinara su invalidez.
Decimos que cesa la protección del negocio cuando este no se adecua al
marco legal respecto de las exigencias de validez y eficacia. En tal caso,
habrá relación jurídica negocial, pero sin protección jurídica y las partes no
podrán alcanzar el fin practico perseguido a través del negocio. Decimos
que el negocio es invalido cuando falta la capacidad jurídica y el poder
negocial no hay negocio.

Nulidad, jerarquización de sus fundamentos

Los elementos intrínsecos del negocio, según el art. 1261, son:


consentimiento, capacidad de obrar, objeto licito y determinado, causa licita
y solemnidad.
La falta o vicio de cualquiera de éstos ocasiona la invalidez del negocio, en
grado de nulidad absoluta o de nulidad relativa.
Si faltan o están viciados más de un elemento del negocio, la ley
determinará cual primará.
La diferencia, justificante de la necesaria jerarquización de las causas de
nulidad, aparece en el ámbito del negocio ilícito, pues correspondiendo por
principio las restituciones como efecto consecuencial de la nulidad, cuando
ésta encuentra su origen en el objeto o causa ilícita, aquellas no preceden si
se ha actuado con conocimiento o a sabiendas de dicha ilicitud. (art. 1565)
El orden de dichos requisitos, su jerarquización, es según la real ubicación
de cada uno de ellos en el proceso lógico de formación valida del negocio.
El negocio es el resultado de un proceso lógico-jurídico que como tal se
integra por sucesivas etapas, encadenadas de forma tal que cada una de
ellas presupone la existencia de la anterior, y que desarrollado íntegramente
determina, como culminación del mismo, la conclusión valida del negocio.

La primera etapa está dada por los presupuestos externos (capacidad


jurídica y poder normativo negocial), que condicionan la existencia de la
relación jurídica negocial, la segunda etapa está integrada por los requisitos
internos, que, a su vez, condicionan la validez del negocio y mediante la
cual se alcanza el fin practico perseguido con protección jurídica.
El negocio es voluntad (elemento subjetivo) que cuando se exterioriza se
objetiva y se transforma en declaración de voluntad, y tal declaración
contiene el fin practico perseguido a través de las conductas que se
comprometen. Esto significa que en la escala de aparición de los requisitos
internos es la voluntad jurídicamente relevante, que el sujeto tendrá en la
medida en que el ordenamiento le haya atribuido capacidad de obrar.
Sin capacidad de obrar el sujeto no podrá emitir su voluntad jurídicamente
relevante en términos positivos, en términos negativos conducirá a la
invalidez.
Determinada la invalidez por la incapacidad de obrar, o sea, por falta de
voluntad jurídica, no hay declaración valida de voluntad, y de ser el negocio
un contrato, no habrá consentimiento, porque este supone la concordancia
entre dos declaraciones válidas.
Al faltar voluntad exteriorizada, jurídicamente valida, no hay contenido
objetivo alguno, y la invalidez queda sustentada, exclusivamente en el
elemento subjetivo del negocio, la incapacidad de obrar.
La prestación debida y el fin perseguido se califican de licita o de ilícita
cuando la declaración que las contiene es jurídicamente relevante por
provenir de sujetos con capacidad de obrar.
Como consecuencia, el orden de sobrevivencia de los elementos intrínsecos
es: capacidad de obrar, consentimiento exteriorizado libremente o mediante
una forma impuesta legalmente (solemnidad), y luego los elementos
objetivos (objeto y causa).
Este orden indica al interprete el propio camino a seguir en la indagación de
la eficacia practica negocial y, además, en la determinación del régimen
aplicable a los efectos de la invalidez. Así el investigador del negocio deberá
verificar primero la existencia de capacidad jurídica y poder normativo
negocial, y posteriormente, los elementos estructurales en el orden
precedente expuesto, y respecto de cada uno de ellos, no solamente su
existencia, sino, además, en su caso, su adecuación cualitativa (ausencia de
vicios).
En el examen de la adecuación cualitativa, por la pluralidad de cualidades
que debe reunir uno de los elementos en particular, interesa saber cuál es el
determinante de la invalidez para regular sus efectos (régimen de las
restituciones).
Esto ocurre en el objeto, el cual debe reunir las notas de determinado,
posible y licito.
El primer paso en el análisis es precisar si la prestación está determinada,
pues de no ser así, no tiene sentido calificar de posible o imposible, licita o
ilícita una conducta que, por su falta de determinación, obsta a que pueda
ser punto de referencia de dichas calificaciones.
Una vez determinada la prestación se analizará si es posible material o
jurídicamente, y este examen precede al de la ilicitud, pues solo lo posible
puede ser prohibido.
Así concluimos que en sede de objeto la no pertinencia de las restituciones
presupone prestación determinada y posible, pero no licita, de modo que la
indeterminación primero y la imposibilitada después, excluyan la valoración
de la licitud y con ello invariablemente no serán precedentes las
restituciones.

Inexistencia y nulidad

La inexistencia de un negocio o su nulidad no dependen de una construcción


lógico-formal, sino que son efectos de una pura decisión legislativa, la cual,
por ser tal, supone una elección entre diversas posibilidades que responden,
cada una de ellas, a diferentes intereses e ideologías, y respecto a los cuales
el legislador se inclina por la protección de aquel que entienda merecedor
de tutela o de prevalencia sobre los demás.
La tesis dominante en la doctrina uruguaya niega toda relevancia a la
categoría de inexistencia, ya porque la asimila a la nulidad absoluta, en
razón de prescindir de toda distinción, asigna las mismas consecuencias a
una y otra.
Así decimos que es nulo lo realizado en interacción a norma prohibitiva, el
legislador establece en el art. 1560 las causas de nulidad absoluta y relativa.
En el art. 8 la nulidad es por la violación de una prohibición, mientras que la
inexistencia, como tal, no requiere ningún enunciado legal, por cuanto es
inoperante prohibir lo posible, incluyendo la situación de inexistencia.
La falta de poder normativo, la ausencia del consentimiento, de objeto, de
causa, no reclaman ninguna norma para existir pues sin cualquiera de ellas
no se concibe una relación jurídico-negocial.
La invalidez supone un negocio disconforme con el ordenamiento legal, tal
disconformidad no está cuando falta un elemento que torna imposible
calificar que allí hay una contrariedad de aquel tipo por falta de
consentimiento, de objeto o de causa.
La nulidad está concebida como una reacción negativa del ordenamiento
ante situaciones de disconformidad negocial, o sea, ante un fenómeno
patológico consistente en que un negocio no se adecua al marco legal.
La nulidad no es una categoría lógico-formal, sino legal, respecto a la cual el
legislador puede actuar en base a sus puras determinaciones.

Metodología para la comprobación de la eficacia negocial

Podemos decir que la eficacia negocial es la culminación de un proceso de


configuración logico-juridico, integrado por sucesivas etapas de forma
encadenadas que cada una de ellas supone la existencia de la anterior, y
que desarrolladas íntegramente posibilitan su obtención.
Concluimos que el contrato es eficaz si las etapas se han producido
regularmente, determinando el tipo de negocio deducido en la declaración
de voluntad mediante la interpretación y calificación, para ubicar las normas
aplicables al mismo.
En el régimen jurídico del negocio cuya eficacia se trata de verificar por
medio de la interpretación y calificación de la voluntad negocial, la
indagación se centrará en:

*primer lugar: presupuestos extremos, capacidad jurídica y poder normativo


negocial
*segundo lugar: requisitos de validez del negocio en sus dos aspectos,
existencia de los mismos y sus cualidades
*tercer lugar: requisitos de validez y jerarquización, pues pueden estar
afectados más de un elemento

Orden prioritario para determinar la eficacia o no eficacia del negocio


concreto:

1º_ capacidad jurídica


2º_ poder normativo negocial
3º_ capacidad de obrar
4º_ consentimiento
5º_ objeto
6º_ causa

CAPITULO 3

La eficacia contractual

Debemos distinguir el negocio del efecto:

*negocio: el producto exclusivo de la declaración de voluntad de la parte o


partes
*efecto: a veces es dependiente únicamente de la voluntad que dio origen al
negocio (negocio obligacional: para lograr el efecto obligatorio alcanza con
querer el efecto) y otras veces no alcanza la declaración de voluntad sola
sino además la concurrencia de un dato extremo al negocio.

Requisitos voluntarios de eficacia

El desarrollo de este punto tiene por supuesto un negocio existente y valido,


respecto de cuyas consecuencias la voluntad de las partes tiene un
contenido que determina existencia, validez y eficacia actual o bien,
existencia, validez y eventual eficacia futura, o finalmente, existencia,
validez y eficacia actual, pero con eventual desaparición de esa última.
Así decimos que los requisitos voluntarios de eficacia son disposiciones de
las partes., son expresión de la autonomía privada de las partes, mientras
que los legales quedan excluidos de aquella, y por lo tanto de su
competencia normativa.

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