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: Cay | La habilidad ética | Waa (as La habilidad ética Oa een Cee Ce ec Sc de manera esponténea sin hacer juicios conscientes para, a partir de ello, tratar de elaborar una ética adecuada -laica y no normativa~ basada en la actual percepcion dde que no existe un yo estable 0 transcendental. El autor rompe aqui con las teorias tuadicionales acerca de como se construyen nuestros conceptos del mundo y, por tanto, de cual es el verdadero o posible papel de una ética de nuestras conductas. Un libro polémico, novedoso y original en cuanto que se acerca a estos problemas proponiendo soluciones filoséficas de origen oriental como el budismo, confucio- re nte Francisco J. Varela La habilidad ética Traduccién de Javier Ortiz Primera edicin: ebrera, 2008, (Quedan rigurosamenteprobbids, sin ls sutoizacién sci de lo italares del copyright, bajo las sancionesestablecdas en ls lves, ls reproducién toul o parcial de esta obra por cualquier med omprendidos la reproralsy «tratamiento informitico, y la diaribucién de ejemplares de ella medianealquier 0 préstamo piblicos. ‘Todos los derechos resereados (© Javier Oni Garcia, po a tadecibn, 2002 Random House Mondadori, S.A, 2002 “ravessera de Gricis, 47-49. 06021 Bareelona ISBN: 54.8306.972-9 Depésito legal: B. 47.890 - 2002 ‘Comps en Lorano Faiano,. L (LHospitalet) Impreso en Limpergra, Mogoda, 29. Baers del Valls (Barcelona) caag7a5 470 y 293 Sumario 0 ° N ’ PREFACIO o 4 f 1. Procedimientos yconceptos .. 2...) N 2. Sobre la competencia ética Son 3. La corporeizacién de la vacuidad _7 Noms... boos BL aN es onw esslacsca Comgra, Prefacio La invitacién para impartir las conferencias que conforman los capitulos de este libro me lege con la explicita —y en principio sorpren- dente— peticién de aventurarme en el pensa- miento ético. Enseguida me di cuenta de que una oportunidad para presentar todo el espec tro de pensamientos y de reflexiones persona- les que durante algtin tiempo me habia ocupa- do era una tentacién demasiado fuerte para resistirse. Pongo sobre aviso al lector. Abordo el tema con el estilo que ere que es mas fecundo para la ecologia filoséfica de nuestro tiempo, tal como lo hice en mi libro The Embodied Mind Prefacio (MIT Press, 1991; versi6n espaiiola, De cuerpo presente, Gedisa, 1992). Para ello me sirvo, por una parte, de material cientifico como elemen- to de referencia indispensable; por otro lado, amplio el horizonte filoséfico al incluir estudios de tradiciones orientales. Aun asi, a ética es un campo nuevo pata mi, de manera que lo que a continuacién expongo ha de entenderse desde mi espiritu aventurero mas que desde ewalquier otra perspectiva. A pesar de todo esto, es un terreno que deseo explorar, porque tengo la fir me conviccién de que un entendimiento de la ética en un marco no determinado por la moral, como el que propongo, desempefia un papel crucial en nuestro confuso y desconcertante mundo moderno. Mi primer y més sentido agradecimiento va ala Fundacién Sigma Tau y a Ediciones Later- za, que posibilitaron la celebracién de las con- ferencias. Agradezco a Lorena Preta y a Pino Donghi su invitacién, y me honra que yo fuera uno de sus primeros conferenciantes invitados. Prefacio Mi deseo mas sincero es que lo que yo ofrezco aqui sirva para ampliar el gran trabajo visiona- rio en el ambito de la cultura que ellos ya han comenzado. Doy las gracias también a la Uni- versidad de Bolonia y a Paolo Fabri por su amable hospitalidad. Mi agradecimiento al nu- meroso, fiel y joven puiblico de Bolonia, que convitti6 estas conferencias en una experiencia muy gratificante. Por tiltimo, aunque no por ello menos im- portante, quiero dar las gracias a mis profesores de ética Chdgyam Trungpa y Tulku Urgyen, que no sélo lo ensefian, sino que ademas ponen en practica el entendimiento ético n Procedimientos y conceptos EL COMIENZO DE LA CUESTION La ética se encuentra mas cerca de la sabiduria que de la raz6n, mas cerca de llegar a compren- der lo que es el bien que de juzgar correctamen- te situaciones concretas. No sélo nosotros pen- samos asi, ya que parece evidente que hoy dia se ha pasado de discutir cuestiones metaéticas a un debate mucho mas encendido entre los que defienden una moral critica y encerrada en si misma, centrada en principios prescriptivos, y aquellos que buscan una ética activa y compro- metida, basada en la tradicién que identifica el bien B La bubildad ica Esta confrontacidn es como si se reviviera la oposicién clésica entre las filosofias del hacer y las del ser. Del lado del buen hacer, encontramos representantes tan eminentes de la tradicién kan- tiana del enjuiciamiento moral como Jiirgen Habermas y John Rawls. Del lado del buen ser, aparecen los herederos de Hegel, cuya posicién esta habilmente representada por filésofos como Charles Taylor, quien explica con claridad las diferencias entre las dos escuclas en su reciente libro Sources of the Self: Gran parte de la filosoffa mozal contempord- nea, casi siempre en el mundo de habla ingle- sa, aunque no exclusivamente, ha enfocado la moralidad de manera tan reducida que algunas de las conexiones vitales que quiero dibujar aqui son incomprensibles en sus propios tén nos. Esta filosofia moral pretende concentrarse en el «hacer» correcto en lugar del «ser» co. rrecto, en definir los contenidos de Ja abliga- cin en lugar de la naturaleza de la vida correc- 4 ad Procedimientos y conceptos ta; y no deja lugar conceptual para una nocisn del bien como el objeto del amor 0 la lealtad, como el centro privilegiado de la atencién o la voluntad’. Aunque partimos en gran medida de contribu- ciones recientes a este debate de parte de la fe- nomenologia y el pragmatismo, nos parece igual- mente interesante el grueso del pensamiento sobre el buen ser procedente de fas tres tradicio- nes de conocimiento orientales: el confucianismo, el taoismo y el budismo. A continuacién analiza- mos estas tres contribuciones orientales desarro- lando, pues, una visién comparativa de la expe- riencia ética. Como primera aproximacién, digamos que tuna persona sabia (o virtuosa) es aguella que sabe lo que esta bien y lo hace. Es precisamente esta inmediacién de la percepcién y la accién lo que hemos de examinar criticamente, método que se encuentra en franca oposicién al modo habitual de examinar el comportamiento ético, que co- 5 La habilidad ética mienza por analizar la intencién de un acto y termina evaluando la racionalidad de juicios morales particulares. Los filésofos no son los tinicos que han per- dido de vista la distincién apuntada por Taylor. Por ejemplo, el mismisimo psicdlogo Jean Piaget abre la discusién en su libro The Moral Judge- ment of the Child diciendo que «es el criterio moral lo que proponemos investigar, no el com- portamiento morab», para concluir afirmando que «la légica es la moralidad del pensamiento, de la misma manera que la moralidad es la log ca de la accién [.,.J. La raz6n pura es el arbitro de la reflexién teorica y de la practica diaria» (404). Debemos, pues, preguntamos: epor qué confundimos comportamiento ético con juicio moral? La mayoria de las personas responde a esta pregunta repitiendo la opinién tradicional (occidental) sobre la cuestién y no describiendo lo que hacen en su vida cotidiana, Este aspecto s crucial, Consideremos un dia cualquiera en la calle; va usted andando por la acera pensando lo Procedimientos y conceptos que tiene que decir en una reunién que le espe- ray oye el ruido provocado por un accidente. Répidamente acude para ver si puede ayudar. O esta otra situacién en la que se encuentra en su oficina conversando animadamente y nota que algo de lo dicho molesta a su secretaria; inmedia- tamente desvia la conversacién con un comenta- tio gracioso. Este tipo de acciones no parten del juicio o el razonamiento, sino de una confronta- cién inmediata con los hechos que percibimos. Tenemos que aceptar que hacemos esas cosas porque la situacién asi lo requiere; y, no obstan- te, son verdaderas acciones éticas. En nuestra vida diaria, esas acciones representan el tipo de comportamiento ético mas comtin. Sin embargo, la tendencia actual lleva a con- trastar este extendido modo de actuacién ética con situaciones en las que se experimenta un yo central desarrollando acciones deliberadas, de- seadas. Por ejemplo, leo en un periédico un ar- réculo sobre la devastadora guerra civil de Yugos- lavia y Hamo a un amigo para promover una La habilidad ética campafia en favor de las victimas; o me entero de que a mi hijo no le va muy bien en el colegio y, después de meditar una serie de acciones, deci- do solemnemente ayudarle a hacer los deberes. En este tipo de situaciones, tenemos la sensacién de que la accién es «nuestra», ya que explicamos Jo que hacemos en términos del objetivo que pretendemos conseguir, Esta bien claro que un aspecto de nuestro comportamiento moral y ético se basa en esos juicios y justificaciones, pero ni podemes ni de- bemos pasar por alto que el primer y més exten- dido modo de comportamiento ético es mera- mente areflejo». ¢Por qué no comenzar con una investigacién de este modo de comportamiento y comprobar si nos Hleva a un entendimiento de la diferencia entre el proceder correctamente y el conocer lo que es correcto, entre las acciones €s- ponténeas y el juicio racionaP? Nos encontramos, pues, ante dos preguntas relacionadas que se antojan fundamentales para el desarrollo de este libro: 18 Procedimientos y conceptos 1. @Cémo se puede entender de manera éptima el comportamiento ético? 2, Cémo se desarrolla y florece en el ser humano? (CONFRONTACION INMEDIATA EN LA CIENCIA COGNITIVA Con el fin de contestar a la primera pregunta, hemos de indagar cémo las ciencias dedicadas al estudio de la mente y el conocimiento, esto es, las ciencias cognitivas a las que ahora nos referi- mos, han descuidado el estudio de la confronta- cién inmediata. Nuevas formas para viejos problemas «Racionalistan, «cartesiana», « en la nueva situacién. La capacidad especifica de la mente que sub- yace a todo este proceso es la habilidad para atender (ss). Nos encontramos una vez més con la capacidad natural para concentrarnos en ob- jetos concretos. La atencién insuficiente lleva a una autoeducacién mal encaminada; como Men- Cio afirma: «Si se presta atencién se consigue; si 2 re la competencia ética no se presta atencién, no se consigue». Vemos, pues, que Mencio concibe el aprendizaje ético como un proceso que depende de una percep- cién nitida y de la identificacién de correspon- dencias 0 afinidades. Se muestra particularmen- te contrario al concepto de la doctrina de Mo-tze (también palpable, como ya dijimos, en el pensa- miento ético occidental) que establece que el razonamiento ético supone fundamentalmente la aplicacién de reglas o principios, Para Mencio, las reglas solo se aparecen a los individuos tras una ardua reflexi6n o en situaciones en las que se los fuerza a hacer una valoracién. La diferencia mas significativa entre estas dos maneras de ver el mismo asunto radica en la importancia dada a la verdadera descripcién de fa situacién. Para gue un individuo recoja una situacién en una regla, ha de describir la situacién en categorias que podemos llamar cognitivas; por el contrario, sinos fijamos en las correspondencias y las afini- dades, la situacién en cuesti6n se muestra mucho mis articulada, donde se incluyen todos los as- 3 Lahabilided ética pectos relevantes y no sélo aquellos que son ade- cuados para el andlisis de categorias. En este aspecto, el pensamiento de Mencio coincide ple- namente con la afirmacién anterior que determi- naba que la reflexion y el andlisis son més acusa- dos cuando el mictomundo inmediato se nos viene abajo. Segtin Mencio, sdlo las personas verdadera- mente virtuosas ponen la suficiente atencién a su naturaleza de manera correcta y son asi capaces de comprender un hecho en términos de su pro- pia experiencia y asegurarse de que continta fa- cilmente con una extensién adecuada. Para estas personas virtuosas, el juicio moral que se con- vierte en accién inmediata y esponténea no es di- ferente de la verdadera descripcién. Esta nocién le permite a Mencio distinguir las accianes ver- daderamente virtuosas de aquellas que sélo lo son en apariencia: una accién sdlo es plenamente virtuosa si mana de una disposicién activada, Un aspecto crucial del pensamiento de Mencio afir ma que una actuacién puede considerarse co- 34 y Sobre la co recta peto no virtaosa si no aparece adecuada mente motivada. Mencio ayuda a comprender esta distincién al comparar al hombre virtuoso con el «hombre honrado del pueblo», que también se ha tradu- cido en alguna ocasién como Ia «simulacién vir- tuosa burguesa de la rectitud>. Dice Mencio: [El hombre honrado del pueblo piensa asf): «Vivir en este mundo implica que hemos de comportamnos de modo que le plazca al mundo Siempre que uno se comporte bien, todo irs bien...». Si queremos censurarle, no hay mane- ra de hacerlo. Comparte con los demés los ba- ‘bitos diatios y se halla en armonfa con el sérdi- do mundo. La multitud le aprecia y €s recto. No hay modo de realizar el camino de Yao y de Shun (dos famosos sabios) con un hombre asf; de ahi el nombre «enemigo de la virtud». Con- fucio dijo: «No me gusta el hombre honrado del pueblo, porque temo gue se pueda llegar a confundir con el virtuoso»*. 58 Lahal Para distinguir la virtud de lo que no lo es, Men- cio identifica cuatro tipos de accién humana, de los que sélo uno muestra el auténtico comporta- tmiento ético; fos otros tres son, en el mejor de los casos, sucedaneos, sino meras simulaciones. En orden inverso de rectitud, estos cuatro tipos son: (1) acciones que surgen del interés propio; (2) acciones que emergen de los patrones de res- puesta habituales; (3) las que aparecen por adhe- si6n a las reglas; (4) por dltimo, acciones que se originan a partir de la extensién. Aquellos indi- viduos que actdan segin los patrones de res- puesta habituales en lugar del empleo de fa cons- ciencia inteligente no perciben las situaciones adecuadamente. Aquellos cuyas acciones se ge- neran por adhesién a las reglas se asemejan a los Principiantes que aprenden una actividad moto- a. Para utilizar el mismo lenguaje de Menci cabe decir que esas reglas siempre petmanecen externas al agente, porque siempre difieren de una manera u otra de su inclinacién interna. Para Mencio, sélo los que actian desde las 56 Sobre la competencia ética disposiciones en las que se encuentran en el mis- mo momento de la accién como resultado de un largo proceso de autocultivacién merecen el ape- lativo de virtuosos. Se puede decir que esas per- sonas han «actuado con benevolencia y rectitud; no es que hayan puesto en funcionamiento la benevolencia y la rectitud». Esos individuos no actian a partir de la ética, sino gue la corporei- zan como cualquier experto corporeiza su cone. cimiento; el hombre sabio es ético 0, més expli- citamente, sus acciones nacen de inclinaciones que su disposicién produce en respuesta a situa- ciones especificas Por tanto, cl comportamiento ético no surge de hébitos o de Ja obediencia a patrones o reglas. Los individuos verdaderamente expertos actéian a partir de inclinaciones extendidas y no de pre- ceptos, lo que trasciende las limitaciones propias de un repertorio de respuestas puramente coti- dianas. Esta es la razén por la que el verdadero comportamiento ético puede a veces parecer in- comprensible para aquellos poco avezados, y ee La habla ética también es la raz6n por la que se le ha llegado a denominar «loca sabidutia», empleando los tér- minos de la tradicién Vajrayana’. La flexibilidad revela los elementos clave de la persona que ha desarrollado la competencia, porque contiene la consciencia inteligente que Mencio llama chih. Es dificil exagerar la importancia de esta dimen. si6n del aprendizaje en las tradiciones de la en- sefianza que, en concteto, se corresponde al de- sarrollo del prajfia en el budismo Mahayana. El propio Mencio lo destaca cuando afitma que la excelencia de Confucio se debe a su alto grado de desarrollo de la consciencia inteligente. Es mis facil comprender el cardcter de este tipo de excelencia si comparamos primero los dos extre- ‘mos que representan la desviacién de la verdade- ta acci6n ética, En un extremo se encuentran los que consideran la loca sabiduria como virtuosa pero insisten en que es una expresién esponté- nea no limitada por le cazdn, En el otro extremo encontramos aquellos que desprecian la loca sa- bidurfa e insisten en que para conseguir objeti- 38 Sobre ba competencia ética vos se ha de confiar en los célculos racionales. La consciencia inteligente —que muy de vez en cuando se manifiesta como «loca sabiduria»— que Mencio describe se sitiia en el medio de los dos extremos: la inteligencia ha de guiar nuestras acciones, pero en armonia con la articulacién de la situacién determinada y no de acuerdo a ua conjunto de reglas 0 procedimientos. Como el verdadero comportamiento ético toma una posicién intermedia entre la esponta- neidad y los céleulos racionales, el auténtico in- dividuo ético, como cualquier otro tipo de exper to, puede reconstruir [a consciencia inteligente que justifica la accién después de una actuacién espontinea. Y, también como cualquier otro tipo de experto, el individuo ético puede emplear esa justificacién a posteriori como un escalén en su proceso continuado de aprendizaje. En realidad, incluso un principiante puede emplear este tipo de anélisis deliberado con el fin de adquirir la necesaria consciencia inteligente y deshacerse por completo del comportamiento deliberado, 9 para asi convertirse en un verdadero expetto. En sintesis, pues, vemos que la interaccién entre consciencia inteligente, atenci6n y exten- sién explica cémo un individuo virtuoso llega a convertirse en verdaderamente virtuoso desde los modestos comienzos y cémo el auténtico comportamiento ético difiere del chonrado hom- bre del pueblo». ‘LA CLAVE PRAGMATICA DE LA COMPETENCIA ETICA La concepeién de competencia ética de Mencio queda bien lejos de la tradicién occidental domi. nante sobre el juicio racional y bien cerca del taoismo y el budismo. Esto es asi porque en las tres tradiciones orientales el comportamiento Gtico se enfoca desde un punto de vista pragmd- tico y progresivo. Afirmar que el comportamiento ético ha de enfocarse pragmatica y progresivamente implica o ad Sobre ia connpesencia i la positivizacién de lo que el Tao Te Ching de Lao Zi (versién espafiola, EI libro del Tao, Barce- Jona, Kairés) hace en términos negatives, entre los que encontramos el concepto bien conocido, aunque con mucha frecuencia erténeamente tra- ducido como «no hacer»: Un hombre verdaderamente virtuoso no hace valer la propia virtud y es por eso que es vir twoso... Un hombre de ja de ella y es pot es0 que no la posee. Por eso el hombre sabio se maneja por me: irtud inferior nunca se ale- dio del wu-wei y profesa la ensefianza sin pala- bras. Entonces miles de cosas empiezan a reali zarse sin interruption... Cada ver se hace menos hasta que se lega al wou-wei Cuando se consuma el wue-tei, nada queda sin hacer. La habilided ética Esta formulacién nos parece paradéjica, y lo es, pero no en forma de citculo vicioso. Para resol- verla, hemos de combinar los dos extremos eje- cutando un metanivel de entendimiento que vaya mas allé del mero anilisis Iégico, como muchos estudiosos han descubierto para su de- sesperacién. Nuestra argumentacién sostiene que el wu-wei («hacer sin hacer») apunta hacia tun viaje de experiencia y aprendizaje y no ha- cia un enigma intelectual que hemos de resolver; apunta hacia el proceso de adquisicién de una disposicidn en la que la inmediacién precede a la deliberacién, en la que la accién no dual prece- dea la distincién radical entre sujeto y objeto. No parece ser una coincidencia el hecho de que encontremos la misma paradoja aparente en las otras tradiciones que reclaman la necesidad de una competencia ética progresiva, como se ve claramente en todas las principales tradiciones budistas; por ejemplo, el tercer patriarca Chan, llamado Seng-ts’an, dice: @ Sobre le compasenciaética Cuando el reposo y la falta de reposo dejan de sen, entonces hasta la identidad se desvanece. De la mente pequeia surge el reposo y el desaso- [siego pero la mente despierta trasciende a los dos. Este poemita se hace eco del anilisis de uno de los mas conocidos pensadores budistas, Nagariu- na, que en su obra Mulamadbyamnikakarikas de- construye parejas de opuestos, come accién e inacci6n, reposo y movimiento, y llega a la con- clusién de que los dos elementos de la pareja estén vacios —sunya—, es decir, que cada uno de ellos sélo existe en relacién al otro. Este tra- bajo se entiende mejor dentro del marco mas amplio de la ensefianza budista Mahayana y del ideal humano del boddbisattva, concepto al que volveremos més adelante, Al igual que el indivi- duo verdaderamente virtuoso de Mencio o el de virtud superior de Lao Zi, un auténtico boddhi- sottva ni viene ni va, sino que «maneja las situa- ciones a través del ww-wei». Desde el primer 6 UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA ‘BIBLIOTECA CENTRAL Ce SK paso del boddhisattua de los diez que compren- den el camino completo (iy es un viaje de apren: dizaje!), Hamado acala —el inamovible—, se tra- baja sin hacer ningdin esfuerzo, igual que la luna ilumina todo con total imparcialidad, La parado- ja de la no accién en la accién se desvanece de nuevo cuando el actor se convierte en la acci6n, es decir, cuando la accién se torna no dual. Como dice Martin Buber: «Esta es la activi- dad del ser humano que se ha convertido en un todo y que se ha dado en llamar “no hacer”, porque nada en particular est en funcionamien- to en el individuo y, por tanto, nada que esté relacionado con él se inmiscuye en el mundo»*. Cuando un individuo es la accién, no le queda ningtin residuo de autoconsciencia para observar Ja accién externamente. Siempre que la accién no dual esté en funcionamiento y bien regulada, se experimenta asentada en un substrato de paz y descanso. Olvidarse de la existencia propia es concienciarse de la propia vacuidad, percibir que todos los rasgos propios estén condicionados y Sobre la competencia son condicionales. Todo experto conoce bien esta sensacién de vacuidad y, por ejemplo, en el mundo occidental artistas y atletas siempre han insistido en que la autoconsciencia interfiere negativamente en sus actividades. Este aspecto es fundamental en lo que el Sutra del Corazon (tex. to clave del budismo Mahayana) exalta cuando dice que un individuo que ha asumido la vacui- dad de todas las acciones actia con libertad por- que en su mente «no hay obstaculos», No haria ferencias entre el atleta experto y el boddhisattava, y no falta mencionar que existen grandes s6lo en cuanto a su grado de competencia, No los debemos confundir, pero la comparacién nos sirve para ilustrar con creces que el objetivo al que las tradiciones de la ensefianza se dirigen va mas allé de la mera palabreria, Podemos, por tanto, distinguir entre la ac- cin autoconcienciada o intencionada y la caren- te de ser o de intenci6n. A primera vista, la idea de una accién carente de intencionalidad parece absurda pero, en realidad, la vida esté repleta de 6 La habildad tica ellas: nos vestimos, comemos y, lo que es mas importante, tenemos consideracién hacia los demas. Todo esto lo hacemos sin intenci6n algu- na, pero no de manera totalmente accidental 0 espontinea; las realizamos sin intencién porque estamos adiestrados en ellas. A través de una extensién y una atencién adecuadas y del adies- tramiento continuo hemos llegado a transformar- as en compartamiento corporeizado. Pero, gcudl es el elememto clave que hace que el aprendizaje carente de intencionalidad sea posible? Encontramos la respuesta delante de nosotros mismos: los micromundos y las micro- identidades que poseemos no nos Ilegan juntas en un ente centralizado y unitario, sino que sur- gen y se asientan en una sucesin de patrones cambiantes. Si empleamos la terminologia budis- ta, ésta es la doctrina (cuya verdad se puede ve- rificar por la observacién directa) que afirma que el ser carece de autonaturaleza, es decir, que ca- rece de substancialidad asible. Una vez que nos encontramos enteramente en disposicién de mo- Sabre la competencia vernos por la inmensa apertura mental que con- tiene esta sunya del ser, las posibilidades de una mayor comprensién de nuestro ser se tornan enormes ¢ inmediatamente accesibles. Este pun- toes crucial, porque representa el nexo que une el entendimiento del ser con las consideraciones externas y cientificas del funcionamiento de la mente. ‘SOBRE EL SER COGNITIVO NO UNITARIO Con el fin de que el ses no unitatio cobre signi- ficado desde nuestra tradicién y nuestra perspec- tiva (occidental), se antoja necesario dirigirse a la ciencia cognitiva moderna; sin embargo, no he- mos de quedarnos en una sola de las tendencias de la ciencia cognitiva, porque incluso las pers- pectivas més conservadoras de la misma, como la computacional, niegan la existencia de un ser unitario sélido y centralizado El computacionalismo de la ciencia cogniti- a La habildad ética va abraza la idea de que el ser 0 el sujeto cogni- tivo aparece fundamentalmente fragmentado; establece procesos mentales 0 cognitivos de los que, no sélo no somos eonscientes, sino que ade- mis ni siquiera podemos legar a concienciarnos de ellos. En realidad, el computacionalismo pos- tula mecanismos y procesos mentales (no sélo fisicos 0 biol6gicos) que no son accesibles en el «nivel personal» de consciencia, especialmente si hablamos de autoconsciencia. Dicho de otro modo, no se puede discemnir en conocimiento 0 introspeccién consciente ninguna de las estruc- turas y procesos cognitivos que se postulan con el fin de dar cuenta del comportamiento cogni- tivo, Sila cognicién es sobre todo una computa- cién simbélica, la discrepancia entre «personaly y «subpersonal> aparece de inmediato, porque, presumiblemente, nadie es consciente de estar computando simbolos internamente cuando piensa. Es fécil dejar pasar por alto la importancia de esta objecién al entendimiento del ser, debi- 68 do, sobre todo, a la creencia posfreudiana en el inconsciente. Sin embargo, hay una diferencia entre lo que generalmente se entiende por «in: consciente> y lo que el computacionalismo quie- re decir cuando afirma que los procesos menta- les son inconscientes. Tendemos a suponer que Jo que es inconsciente se puede llevar al nivel de la consciencia —si no se consigue a través de la reflexién, entonces por medio de un anélisis in- trospectivo como la psicoterapia freudiana—. El computacionalismo insiste en la existencia de procesos mentales que no se pueden transportar al nivel de la consciencia de ninguna manera. Se- atin esto, no se trata de que seamos inconscien- tes de las reglas que gobiernan la generacién de imagenes mentales o de las que rigen el procesa- miento visual; sencillamente es que nunca podre: mos ser conscientes de estas reglas. Un enfoque computacional postula que estos procesos no pueden trasladarse al nivel de la consciencia sin que dejen de operar, porque, por naturaleza, la consciencia es lenta y deliberada, y no rapida y o La habildad ética automatica como ha de ser, por ejemplo, la vis- ta para que funcione adecuadamente. Otro des- cribe estos procesos como «modulates», es decir, como subsistemas nitidos en los que la actividad mental consciente no puede «penetram’. En este sentido, el computacionalismo pone en tela de juicio nuestra conviccién de que la consciencia y la mente vienen a ser lo mismo o de que existe una conexién esencial 0 necesaria entre ambas. Freud también puso en duda que la mente y a consciencia fueran lo mismo y se apercibié de que esa distincién Heva a la desunién del ser 0 sujeto cognitivo, punto al que volveremos en un instante. Sin embargo, no queda claro si Freud dio un paso mas hasta poner en duda incluso la existencia de una conexién necesaria o esencial entre la mente y la consciencia, En sus argumen- taciones sobre creencias, deseos y motivaciones inconscientes dejé abierta la posibilidad de que esos procesos pertenecieran a un fragmento de nosotros mismos oculto en las profundidades de la psique. Aunque no sabemos hasta dénde 70 Sobre la competencia éiea queria llegar Freud con esa fragmentacién, si que sabemos que cuando los cognitivistas hablan de un conjunto de procesos fragmentarios quieren decir exactamente lo que dicen, Como afirma Dennett: Aunque en las nuevas teorias (cognitivas] abun- dan metéforas de homiinculos deliberadamen- te extravagantes —subsistemas como pequefios hombrecillos que envian mensajes de un lado a otro del cerebro, piden u ofrecen ayuda y obe- decen— , se considera que esos subsistemas en realidad son particulas de la maquinaria orgéni- ca no conscientes y carentes de vida interna y punto de vista, como lo son, por ejemplo, el ri- fi6n o la rotula" Es decir, la caracterizacién de estos sistemas «subpersonales» como «metforas de homincu- los extravagantes» es provisional porque, con el tiempo, esas metaforas «se abandonan» en bene- ficio de la tormenta de actividad de procesos a a habilidad ica carentes de ser como las redes neuronales o las estructuras de datos tipicas de la inteligencia artificial” No obstante, nuestra:conviccién pretedrica y cotidiana establece que la cognicién y la cons- ciencia sobre todo la autoconsciencia— perte- necen al mismo dominio. El cognitivismo va en direccién contraria: al determinar el ambito de la cognici6n, el cognitivismo elude la distincién entre consciencia e inconsciencia. Algunos siste- ‘mas representacionales son conscientes, pero no tienen por qué tener representaciones 0 estados intencionales. Por tanto, para los cognitivistas cognicién ¢ intencionalidad (representacién) constituyen una pareja inseparable y no asi cog- nicién y consciencia. i Los primeros cientificos cognitivistas consi- deraron que esta divisién te6rica del dominio cognitivo era «un descubrimiento empitico de gran relevancia»”, afirmacién que vuelve a su- brayar la importante transformacién que esta ciencia puso en escena, Surge ahora un proble- 2 Sobre la competencia ética ma, porque parece que nos vamos olvidando de un hecho que nos es indudablemente cercano y familiar: nuestro sentido del ser. Si la conscien: cia, por no mencionar la inconsciencia, no es esencial para la cognicién, y si, en el caso de sis- temas cognitivos que son conscientes, como no- sotros mismos, la consciencia representa sdlo un tipo de proceso mental, equé es el sujeto cogni- tivo? ¢Es el conjunto de todos los procesos men- tales conscientes ¢ inconscientes?, o ¢es simple- mente un tipo de proceso mental, por ejemplo, el consciente, entre todos los demas? En cual- quiera de los casos, nuestro sentido del ser se pone a prueba, porque, por lo general, supone- mos que el ser implica la posesién de un «pun- to de vista» coherente y unificado, un lugar pri vilegiado y estable desde el que pensar, percibir y actuar, En realidad, este sentido que nos dice que tenemos (gsomos?) un ser parece tan incon- trovertible que su negacién —incluso por la cien- cia— se nos antoja absurda; sin embargo, si tu- vigramos que dar un vuelco a Ia situacién y 2 buscar el ser, nos costaria encontrarlo. Como siempre, Dennett trata este asunto con agudeza: Entramos en el cerebro por el ojo, seguimos por el nervio éptico, damos vueltas y més vuel- tas por la corteza cerebral, miramos detris de cada una de las neuronas y, antes de darnos cuenta, salimos a la luz del dia impalsados por la fuerza de un nervio motor y nos encontramos rascéndonos la cabeza y pregunténdonos dén- de esté el ser'* Nuestro problema va més alla, porque no solo se trata de que seamos incapaces de encontrar un set coherente y unificado entre la fuerte tormen- ta de actividad «subpersonal», Esta inhabilidad ciertamente pondria a prueba nuestro sentido del ser, pero el desafio quedaria limitado. Podria- mos suponer que si que hay un ser pero que no hay manera de encontratlo por ese camino. Qui- 2, como dijo Jean-Paul Sartre, el ser est tan cerca que no hay manera de encontrarlo dando- "4 Sobre la competencia dca nos la vuelta. El desafio computacional es mas serio; segin este enfoque, la cognicion puede de- sarrollarse sin consciencia, ya que no existe una conexién esencial o necesaria entre las dos. Sea Jo que sea lo que supongamos que el ser es, ten- demos a pensar que la consciencia constituye el rasgo central del mismo. Siguiendo por esa linea, el computacionalismo duda de la conviccién de que ese rasgo central del ser sea necesario para la cognicién. Dicho de otro modo, el desafio cog- nitivo no sélo consiste en afirmar que no pode- mos encontrar el ser, sino en implicar que el ser no es ni siquiera necesario para la cognicién, Llegados a este punto, se hace tangible la tensién entre lo que la ciencia afirma y nuestra experiencia inmediata. Si la cognicién puede proceder sin el ser, gpor qué tenemos experien- cia del ser? No nos podemos olvidar de esta ex- periencia sin antes dar una explicacién. Hasta hace bien poco, muchos cientificos y filésofos estudiosos de la mente quitaban hierro al asun- to al afirmar que las incertidumbres que rodean B este problema no son relevantes para los objeti- vos de la ciencia cognitiva”’ Para conseguir que nuestras indagaciones Neguen mas lejos, hemos de observar mas de cer- ca la naturaleza de a fragmentacién de la que he- mos venido hablando. Como argumentaremos. en el capitulo 3, la naturaleza de esta fragmenta- cién es la de las propiedades emergentes (o auto- organizativas) del mecanismo cerebral, que dan lugar a lo que daremos en lamar el ser virtual, un tipo de andlisis muy reciente tanto en la cien- cia cognitiva como en el pensamiento occidental. | i 3) La corpoteizaci6n de la vacuidad MAs SOBRE EL SER NO UNITARIO Y LOS AGENTES COGNITIVOS Vamos a desarrollar ahora el nuevo enfoque de concepto de sujeto cognitivo, centrandonos en la actividad cognitiva que se sucede en ese espacio especial al que llamaremos los quicios del presen- te inmediato, porque es precisamente ahi donde el sujeto cognitivo habita. Pero antes de comenzatr, es necesario revisar, igual que hicimos con la cues- tién de las habilidades y su gran relevancia, algu- nas de las suposiciones mas enraizadas e inamovi- bles relacionadas con los mecanismos cognitivos, heredadas de la ortodoxia computacional’ Esta es la cuestién fundamental: las coheren- cias sensomotoras de los mictomundos y las mi: croidentidades analizadas en el capitulo 1 encu- bren Ia aparicién en el cerebro de un conjunto grande, o reagrupamiento, de neuronas cortela- cionadas transitoriamente, que son a un mismo tiempo la fuente y el resultado de la actividad de las superficies sensoriales y efectoras. Tomemos el ejemplo de la aplisia, molusco con un sistema nervioso «pequefio» (sdlo tiene unos miles de neuronas); cuando el sifén de este animal llega a tocar la superficie (o cuando se mueve y algo toca solamente el sif6n), cierra las branquias. A esto lo llamamos reaccién de con- traccién de las branquias y es tan s6lo uno de los muchos modelos de comportamiento de este ani- mal, Tradicionalmente se ha dicho que este tipo de comportamiento implica la mediacién de un «arco reflejo», pero un estudio reciente ha des- cubierto que la reaccién de contraccién de las branguias de la aplisia activa de manera signifi- cativa todo el sistema nervioso del animal’. El re- nieces vacuidad La comporcizacién de agrupamiento de neuronas activadas aparece a través de la coordinacién y la mutua influencia, y la coactivacién cesa después de unos pocos segundos, De manera que incluso las neuronas de estos invertebrados se han de concebir como una red de reagrupamientos solapacios que apa- recen en diferentes configuraciones coherentes de acuerdo al contexto en el que se encuentra el animal. Lo aprendido de estos humildes moluscos se puede aplicar a animales con sistemas nerviosos mayores y mas complejos, esto es, a animales con cerebro. En realidad, lo que cambia segtin vamos «subiendo» en la cadena de seres vivientes es el niimero de interneuronas mediadoras y la arqui- tectura del sistema nervioso que estamos estu- diando. En los humanos, por ejemplo, cerca de 10" interneuronas conectan 10° neuronas moto- tas que a su vez se unen a 10’ neuronas sensoria- les distribuidas en superficies receptoras por todo el cuerpo del individuo. Las subidas y ba- jadas de la autoorganizacién neuronal tienen un efecto mas elevado cuanto mayor es el tamafio del cerebro: en el de un gato, por ejemplo, se activan entre cinco y cien millones de neuronas durante una tarea visuomotora sencilla como es Ja de empujar una palanca’. Los agrupamientos neuronales aparecen fragmentados en diversas reas regionales, lo que revela el procesamiento distribuido en paralelo del cerebro de los verte- brados. Es interesante mencionar que un hecho re cientemente aceptado sobre la constitucién cere- bral es lo que aqui vamos a lamar la «Ley de la reciprocidad»: si una regin (digamos un drea cortical o un nticleo especifico) A se conecta con otra B, entonces B también est conectada con A, pero a través de una ruta anatomica diferente, Consideremos, por ejemplo, el sistema visual de los mamiferos; consideremos, también, el flujo de impulsos que va de la retina a la llamada pri- mera estacién «repetidora», el tilamo dorsal (Ila- mémosla regi6n A), de ahf se ditige a la corteza visual primaria (Ilamémosla B) y desde alli a otras 80 de la vacuidad regiones corticales. Segtin la Ley de la reciproci- dad, existen conexiones que van de Ba A, del cértex al talamo, ¢ incluso son mas numerosas que las que van en la otra direccién‘. Este trafi- co bidireccional taélamo-cértex no es una mera particularidad anatémica: la capacidad visual de un animal depende de la integridad de este me- canismo de retroalimentacién. En consecuencia, la dindmica subyacente en una tatea perceptomotora es la de un sistema neuronal de dos vias muy cooperative y no un proceso lineal en el que la informacién se abstrae de los datos sensoriales de una secuencia unidi- reccional que se desarrolla por etapas. Las fuer- tes interconexiones entre las subredes cerebrales aseguran que todas las neuronas activas operen como parte de un agrupamiento distribuido. Por ejemplo, aunque las neuronas de la corteza visual producen respuestas diferentes ante «rasgos» especificos de los estimulos visuales (posicién, direccién, contraste, et te en animales anestesiados con un entorno (ex- éstas ocurren solamen- La habildad ética temno e interno) muy simplificado. Cuando se permiten condiciones sensoriales més normales y se examina el animal despierto y en ac hha demostrado que las respuestas neuronales es- tereotipadas a esos «rasgos» son muy inestables y sensibles al contexto, como se puede compro- bar, por ejemplo, cuando se mueve el cuerpo del animal o se le estimula auditivamente?. Incluso en aquellos casos en los que el animal cambia de postura sin que se suceda un cambio de estimu- lacién sensorial se producen alteraciones de las respuestas neuronales, lo que demuestra que el supuestamente lejano sistema motor esta en at- monia con el sistema sensorial*, Continuando con el ejemplo de la visién, leve- mosel andlisis anterior a un nivel general con el fin de indicar que las investigaciones més recientes han girado no hacia el estudio de la «reconstruc- cid centralizada de un escenario vis ficio de un ulterior homtinculo, sino h: saico» de modalidades visuales entre las que se en bene- iaun «mo- incluyen, al menos, forma (contorno, tamaiio, tigi- La corporeizacién de la vacuided de2), propiedades superticiales (color, textura, al- bedo, transparencia), relaciones espaciales mensionales (posiciones relativas, profundidad, distancia), y movimiento tridimensional (trayecto- ria, rotaci6n)’. Es evidente que estos aspectos dife- rentes de la visién son propiedades emergentes de subredes concurrentes con un cierto grado de inde- pendencia, que incluso aparecen separadas ana- tOmicamente, aunque operan conjuntamente con el fin de que la percepcién visual sea coherente. Este tipo de arquitectura nos recuerda a una «sociedad» de agentes, empleando la metéfora de Minsky’. La multiplicidad multidireccional es contraintuitiva pero tipica de los sistemas com- plejos. Decimos contraintuitiva porque estamos habituados al modelo causal tradicional de znput- procesamiento-output. No hay nada en la des- cripcién precedente que nos indique que el ce- rebro «procese» la informacién de este modo; estas descripciones tan conocidas y semejantes al modus operandi de los ordenadores son sencil mente incorrectas respecto al funcionamiento del Lahal ad étca cerebro. La arquitectura cerebral realiza un tipo de operacién diferente: las sefiales se mueven hacia delante y hacia atrs» de manera que van adquiriendo coherencia hasta que se constituye un micromundo. Completar todo este ejercicio lleva una cierta cantidad de tiempo, lo que expli- ca que todos los animales muestren una secuen- ciacién temporal natural. En el cerebro humano, este flujo de cooperacién consume entre dos- cientos y quinientos ms, la instantaneidad de una unidad perceptomotora’. Al contratio de lo que se podria pensar tras un primer examen, la cog- nicién no pasa de un «estado» a otro de mane ra inconsutil, sino que hablamos de una sucesién a saltos de patrones de comportamiento que sur- ge y desaparece en un tiempo mensurable, Este descubrimiento de la neurociencia reciente —y de la ciencia cognitiva en general— es funda- mental, porque nos libra de la tiranfa de tener que buscar una cualidad centralizada, el homuin- culo, para dar cuenta del comportamiento nor- mal del agente cognitivo. ces La corporeizaci dela vacuidad Lo que nos interesa ahora es una de las mu- chas consecuencias de esta falta de unidad del sujeto entendido como agente cognitivo. Formu- Jemos la cuestién de la siguiente manera: dado que en cada proceso cognitive encontramos una miriada de subprocesos que compiten, 2c6mo hemos de entender el momento de la negociacién y dela emergencia de uno de los muchos micro- mundos potenciales que toma la delantera y se constituye en un comportamiento definido?, 0, empleando términos mas sugerentes, ecémo he- mos de entender el verdadero momento de estar alli cuando aparece algo concreto y especifico? La respuesta que proponemos se fundamen- taen que dentro del vacio que se sucede duran- te las transiciones tiene hugar una dindmica rica en subidentidades y agentes recutrentes. Este rapido didlogo, invisible a la introspeccién, ha sido descubierto recientemente por estudiosos del cerebro, Walter Freeman fue el que introdujo algunos de los aspectos fundamentales de esta idea, quien, tras muchos afios de investigaciones, La habllidad logré introducir un haz de clectrodos en el bul- bo olfativo de un conejo, de manera que pudo medir una pequefia parte de la actividad global del animal, Lleg6 a la conclusién de que no existe un pattén nitido de actividad global en el bulbo a menos que se exponga al animal a un olor especifico varias veces seguidas; ademés, descubrié que esos patrones emergentes activos se crean a partir de un trasfondo de actividad caética o incoherente por medio de oscilaciones répidas (en perfodos de entre cinco y diez ms) hasta que la corteza establece un patron eléctri- co global, actividad que dura mientras el animal olfatea, para luego volver al trasfondo caético". Las oscilaciones proporcionan, pues, un medio para unir selectivamente un conjunto de neuro- nas en un agregado temporal que constituye el substrato de la percepcién olfativa en ese instan- te determinado, Desde esta perspectiva, el olfa- to no aparece como un mapa de rasgos externos, sino como una forma creativa de enaccién del significado basado en la historia corporeizada | | La corporeizacign de la vacuidad del animal. Lo que de verdad nos interesa es que esa enaccién tiene lugar en la bisagra entre un comportamiento determinado y el siguiente a través de unas répidas oscilaciones, que se trans- miten entre grupos de neuronas, y que dan lugar a patrones coherentes. Existen cada vez més pruebas para demos- trar este tipo de resonancia répida que une temporalmente reagrupamientos neuronales du- rante una percepcién; por ejemplo, se ha encon- trado en la corteza visual de gatos y monos, y en estructuras neuronales tan diferentes como la del ceiebro de las aves y la de los ganglios de un grupo de invertebrados marinos, Hermissenda'?. Esta universalidad es importante porque presen- ta la naturaleza fundamental de esta resonancia como un mecanismo para la enaccién del acopla- miento sensomotor; si el fendmeno se hubiera restringido a los mamiferos, por ejemplo, la hipé- tesis de trabajo habria sido mucho menos intere- sante, Es importante sefialar que esta répida re- sonancia no se une al estimulo sensorial de una La habildad ética manera sencilla, porque las oscilaciones aparecen y desaparecen rapida y esponténeamente en di- ferentes Areas del cerebro. Parece que, en las transiciones que estamos analizando, las oscilaciones son los sintomas de una cooperacién y competencia répidas entre los distintos agentes que la situacién en cuestién ha activado, en la que rivalizan por la afirmacién de diferentes modos de interpretacién de un marco cognitivo coherente y por la inmediatez de la accién. Esta dindmica atrae a todas las subredes que dan lugar a la inmediatez de la accién del siguiente instante y no sélo implica una interpre- tacién sensorial y una accién motora, sino tam: bién toda la gama de expectativas cognitivas y tonalidades emocionales fundamentales para la constitucién de un micromundo. Segin el fun- cionamiento de esta dinamica, un reagrupamien- to neuronal determinado (una subred cognitiva) prevalece para asi convertirse en el patron de comportamiento para el siguiente momento cogni- tivo, es decir, en un micromundo. 88 seat arawmanesar se enemas La comporeizaciin de vacuidad Cuando empleamos el término «prevalece» no queremos decir que éste sea un proceso de optimi- zaci6n, sino que se asemeja a una bifurcacion en una dinamica caética, Por tanto, el lugar de naci- miento de la accién auténoma esta siempre fuera de la experiencia vivida, porque, por definicién, solo podemos habitar una microidentidad cuando ya estd presente y no cuando se encuentra en pro- ceso de gestacién. Dicho de otro modo, en las tran- siciones, y antes de que aparezca un micromundo, existe una mirfada de posibilidades disponible has- ta que se selecciona una de ellas de acuerdo a las circunstancias de la situacién y ala recurrencia de la historia. Esta répida dinémica es la correlacién neuronal dela constitucién auténoma de un agente cognitivo en un determinado momento de su vida, PROPIEDADES EMERGENTES Y SERES VIRTUALES La naturaleza de la identidad del ser cognitive que acabamos de analizar es emergente a través 89 de un proceso distribuido, Las propiedades emergentes de una red interneuronal son enor- memente ricas y merecen un anélisis més detalla- do. Conviene destacar la (sorprendente) conclu- sién a la que se ha Ilegado recientemente, que establece que muchos agentes clementales con propiedades sencillas se pueden unit, incluso de manera casual, con el fin de ocasionar lo que a ojos de un observador parece un todo integrado y significativo sin necesidad de supervisién cen- tral. Ya tratamos esta cuestién cuando analiza- mos la constante formacién y desaparicién de reagrupamientos neuronales subyacentes al com- portamiento, por lo que conviene ahora tratar el tema de manera més general y apoyar nuestras conclusiones en estudios recientes de varios sis- temas complejos inspirados en ejemplos biolé- gicos”. Una de las investigaciones més ilustrativas a este respecto es la de las colonias de insectos sociales. Durante mucho tiempo las colmenas y los hormigueros se han considerado «superorga- eR oN EE La comporeizacién de la vecuidad nismos», aunque, hasta hace bien poco, esta afir- ‘macién no era mas que una metafora; esto fue asi hasta la década de 1970, en que se realizaron experimentos cuyos resultados no se podian ex- plicar sin tener en cuenta toda la colonia", En un estudio particularmente curioso, se apartaron las abejas nodrizas més trabajadoras de una colonia de Neoponera apicalis para formar una subcolo- nia. Estas cambiaron su estatus social de mane- ra radical, pasando a recolectar polen en vez. de cuidar a las larvas; lo contratio sucedié en la colonia principal: las nodrizas que antes tenian ‘menor rango incrementaron su actividad cuida- dora. Sin embargo, toda la colonia mostré la presencia de una identidad estructural y de me- moria, porque cuando se devolvié las nodrizas a la colonia principal, retomaron su estatus ante- rior, Lo que de verdad llama la atencién de las colonias de insectos es que aceptamos con gran facilidad que sus componentes por separado son individuos y que carecen de un centro o «ser» 1 localizado. Sin embargo, todos los miembros en conjunto se comportan como una unidad, como siexistiera un agente que los coordinara desde et centro. Esta nocién se corresponde exactamen- te ao que llamamos ser aarente de identidad (0 ser virtual): un patrén global coherente que sur- ge de la actividad de cada uno de los componen- tes del grupo, que parece estar localizado en el centro, pero que a pesar de no poder encontrar se resulta fundamental como nivel de interaccién para el comportamiento del grupo. El significado de este modelo que explica cémo los sistemas complejos muestran propieda- des emergentes a través de la actividad de los elementos particulares es, en nuestra opinién, esencial para la comprensién de las propiedades cognitivas. Esta idea introduce una alternativa explicita a la tradicién computacional dominan- te, que postula que los inputs sensoriales se ela- boran sucesivamente para reconstituir una repre- sentacién del mundo exterior centralizada ¢ interna. 92 meine La comporeizacién dela vacud: El nuevo patrén aplicado al cerebro explica por qué hallamos redes y subredes interactuan. do promiscuamente sin ninguna jerarquia autén- tica como sucede en los algoritmos computacio- nales. Dicho de otra manera, en el cerebro no hay una distincién jerarquizada entre software y hardware 0, para ser més precisos, entre simbo- los y no simbolos. Abordamos este asunto con el fin de poner en guardia al lector frente al domi- niio que en los Glkimos afios ha ejercido el com- putacionalismo en este ambito y frente a la consiguiente tendencia a conceptualizar el ser cognitive como un programa o una descripcién de alto nivel computacional; esas nociones no se ajustan a la realidad, ya que el ser cognitivo es su propia implementacion: su historia y su accién forman un bloque. En realidad, todo lo que encontramos en las actuales redes neusonales artificiales, que subya- cea las regularidades y que llamamos comporta miento 0 actuacién, son interacciones entre los reagrupamientos. Es cierto que podemos obser- La habildad ética var que algunos de estos reagrupamientos apare- cen con la frecuencia necesaria para ser conside. rados como programas, pero ésa es una cuestién diferente. Aunque esos reagrupamientos emer- gentes se han construido artificialmente, no se pueden considerar «computaciones» en el senti- do de que su dinémica puede ser formalmente especificada como implementaciones de algorit- mos de alto nivel. Las redes neuronales, incluso en sus més minimos detalles, no se asemejan a un Ienguaje computacional, ya que en aquéllas, sim- plemente, no hay una transicién desde un nivel fundamental operacional dotado de semantica ni un nivel mas elevado y emergente donde suceda el comportamiento. Si asi fuera, se aplicaria de inmediato la clisica instruccién del ordenador: ignoremos el hardware porque no aporta nada de importancia a la computacién (a excepcidn de las limitaciones de espacio y tiempo). Por el con- trario, en los patrones neuronales distribuidos, estos pequeiios «detalles» son precisamente los que hacen posible el efecto global y los causan- asec: 1La corporeizacin dela vacuidad tes de la ruptura casi total con la tradicién de la inteligencia artificial”, Esta afirmacion refuerza las conclusiones paralelas aplicables a las redes neuronales naturales del cerebro, tal como vimos anteriormente. Es importante en este punto aclarar el segun- do aspecto del ser al que hemos de ditigimos: su relacién con el entorno, La vida cotidiana es, necesariamente, una experiencia con agentes in- ‘mersos en unas situaciones (contextualizados), que han de abordar constantemente la cuestién de qué hacer frente a las actividades paralelas en curso de sus diferentes sistemas perceptomoto- res. La continua redefinicién de lo que se ha de hacer no se asemeja en absoluto aun plan selec- cionado de un repertorio de posibles alternati- vvas, en cuanto que depende enormemente de las contingencias y la improvisacin, y demuestra ser mucho més flexible que cualquier planificacién. Una entidad cognitiva contextualizada posee, por definicion, perspectiva; es decir, esta relacio- nada «objetivamente» con el entorno que la ro- dea, con independencia de la situacién, direc- cién, historia o actitud del sistema. Por el contra- rio, se relaciona con el entorno a través de la perspectiva establecida por las constantes pro- piedades emergentes del agente mismo y por el papel que esa redefinicién en curso desempefia en la coherencia del sistema completo. Hemos de diferenciar con nitidez entre «en- torno» y «mundo», porque el sujeto cognitive estd «en» los dos pero de manera diferente, Por luna parte, un cuerpo se relaciona con el entorno de manera directa. Estas relaciones son encuen- tros macrofisicos —transmisiones sensoriales, desarrollos mecénicos, ete—, es decir, acciones ‘que apenas pueden sorprendernos; sin embargo, los acoplamientos son sélo posibles si los en- cuentros se consideran desde la perspective del sistema mismo. Esta consideracién requiere la elaboracién de un excedente de significado res- pecto a la perspectiva que constituye el origen del mundo del agente cognitivo. Todo aquello que se encuentra en el entorno ha de ser valo- 96 pana Ls corporeizacién de la vacuidad rado 0 no, y ha de tener algiin efecto o ninguno. Esta valoracién basica del excedente de signifi- cado es inseparable del modo en que el acopla miento encuentra una unidad perceptomotora en funcionamiento; en realidad, esos encuentros dan lugar a las intenciones (aunque la tentacién de llamarlos «deseos» es grande), que son cuali- dades tinicas en la cognicién viviente”, Expresado de otra manera, podemos decit que la naturaleza del entorno para un ser cogni- tivo adquiere un estatus curios s aquella que se Presta a.un excedente de significado. Como en un ensayo musical, el entorno inspira la «musica» neuronal del sistema cognitivo. De hecho, ese sistema no puede vivir sin los constantes acopla- mientos ni las continuas irregularidades emer- gentes que el entorno proporciona; sin la posibi- lidad de la actividad de acoplamiento, el sistema se convertiria en una mera imagen solipsista. Por ejemplo, la luz y el albedo (entre otros muchos pardmetros macrofisicos, como el con- torno y el gradiente, aunque queremos aqui sim- plificar con una sola ilustracién) se prestan a una gran variedad de espacios del color, segiin el sistema nervioso que esté involucrado en ese en- cuentro determinado. A lo largo de sus respec- tivos senderos evolutivos, los peces, aves, mami- feros ¢ insectos han desarrollado diferentes espacios del color, y no sélo con significaciones de comportamiento distintas, sino también con una percepcién de la dimensién diferente. Por tanto, las diferencias en la percepcién del color de un animal a otro no son una cuestién de ma- yor o menor resolucién"*, Esta demostrado que el color no es una propiedad que se «recupera» de los inputs del entorno de una tinica manera, sino que es una dimensién que sélo aparece en el didlogo filogenético entre un entorno y la his- toria de un ser auténomo activo que, en parte, define lo que se considera como entorno. La luz y el albedo proporcionan un medio de reagrupa- miento, una perturbacién que provoca y fa ta que la enorme capacidad informativa de las re- des neuronales constituyan correlaciones senso- La corporeizacin de ln vacuidad motoras y desde ahi desarrollen su capacidad para imaginar y representar. Es solo después de que todo esto haya sucedido, después de que un modo de reagrupamiento se haga regular y repe- titivo, como sucede con los colores de nuestros mundos —y de otros—, que nosotros como ob- servadores afirmamos que el color representado se corresponde con un aspecto del mundo, La tecnologia de las llamadas realidades vir- tuales nos proporciona un experimento reciente ¢ impactante que estudia el excedente de signi- ficado y la deslumbrante actividad del cerebro como generador de «narrativas» neuronales. Se conecta un casco equipado con una cémara para cada ojo a un guante o a un traje con transmiso- res eléctricos para el movimiento que se mide no por medio del entorno, como es lo normal, sino a través de un ordenador, de manera que cada movimiento de la mano o el cuerpo se corres- ponde a una imagen cuyos principios controla por completo el programador. Por ejemplo, cada vez que la mano, que aparece como un icono La habilidad éica «virtual», sefiala un lugas, la imagen que sigue simula un vuelo hacia el lugar sefialado. La per- cepcién visual y los movimientos, pues, dan lu- gar a regularidades que son propias de este nue- yo modo de reagrupamiento perceptomotor. Lo ms significativo es la rapidez con la que este mundo «virtuab> parece hacerse real. habitamos el cuerpo de este nuevo mundo después de unos quince minutos «dentro del casco»; la experien- ia de volar y traspasar paredes o sumergirse en otras galaxias parece perfectamente «teal». Este «cambio de realidad» ocurte a pesar de la poca calidad de la imagen, la baja sensibilidad de los sensores y el limirado ancho de banda de las sen- saciones visuales y tactiles que se pueden conse- guir en un programa instalado en un ordenador personal. El sistema nervioso es un sintetiza- dor de regularidades tan bien dotada que cual- quier material basico basta como entorno para hacer emerger un mundo preciso. Incluso la inteligencia artificial, con una orientacién claramente pragmatica, esta empe- 100 La corportizacién de Is vacuidad zando a estudiar la contextualizacién del agen: te dotado, de forma progresiva, de médulos in tern mas ricos que se autoorganizan”. Cuan- do se estudia la sintesis del comportamiento inteligente hacia ese enfoque progresivo, con una adherencia estricta a la viabilidad sensomo- tora del agente, la nocién de que el mundo es una fuente de informacién para ser representa- da se desvanece. La autonomia del ser cognitivo pasa asi a convertirse en el foco de atencién. En. la propuesta de la nueva robética de Rodney Brooks (0, como él la llama, la nueva inteligen- cia artificial), las criaturas mindisculas se asocian en diversas actividades por medio de una regla de cohabitaci6n, Esta estrategia de ingenierfa es ansloga a un sendero evolutivo a través del cual las subredes modulares se entrelazan unas con otras en el cerebro. La nueva consideracién de la inteligencia artificial deberfa dar como resul- tado la cteacién de artefactos més inteligentes y auténomos que los frigiles procesadores de in- formacién que dependen de un entorno prede- finido o de un plan éptimo que se ha disefiado de antemano. En su ensayo, Brooks también delinea el ori- gen de lo que llama «da ilusién de la inteligencia artificiab>, que la lleva (y al resto de las ciencias cognitivas) hacia la abstraccién, con el principal objetivo de dividir con nitidee percepciones con- textualizadas y habilidades motoras. Como he- mos argumentado aqui (igual que hace Brooks, aunque por diferentes motivos), esa abstraccién no capta la esencia de la inteligencia cognitiva que reside solamente en su corporeizacién. Es como si pudiéramos diferenciar los problemas cognitivos de acuerdo a dos tipos: los que se pueden resolver por la abstraccién y los que no. Generalmente, estos iiltimos estan relacionados con las percepciones y las habilidades motoras de agentes en entornos no especificos. Cuando se enfoca la inteligencia cognitiva desde esta perspectiva autocontextualizada, esta claro que no queda lugar para que la percepcién pueda transmitir una representacién del mundo en el 102 La conporeizacién dela va sentido tradicional, sino que se nos muestra a través de la enaccién de las regularidades percep- tomotoras. Como dice Brooks: Igual que no hay una representacién central, no existe un sistema central, Cada estrato de acti vidad conecta la percepcién a la accién directa- mente. Es el observador del ser viviente quien imputa una representacién 0 un control centra- les; el ser viviente en si mismo carece de ellos, ya que es un conjunto de comportamientos en competencia. Del caos local de sus interaccio- nes, a ojos del observador, emerge un patron coherente de comportamiento™, EL SER COMO PERSONA VIRTUAL A pesar de que nos agraden estas ideas sobre seres sin ser, tanto en el nivel basico de compor- tamiento como en el cognitivo més elaborado, sigue latente una cuestién de fondo, como dice 103 UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA DIBLIOTECA CENTRAL La habia ética Dennett: «Queremos eximimnos a nosotros mis- mos (queremos eximir a nuestro ser). El proble- ma es que parece que nosotros somos, cuando menos, muy diferentes: de arriba abajo, centra- lizados, ditigidos globalmenten”!, Esta es preci- samente la razé6n por la que nos vemos obligados a proyectar un centro 0 agente centralizado, ya sea una entidad del tipo de un homtinculo o una apreciacién més vaga de un «ser como proceso». Parece que lo mas novedoso de nuestra re- cign adquitida y todavia fragmentaria compren- sién de las propiedades emergentes en los pro: cesos de redes distribuidas radica precisamente en que son metéforas fuertes 0, mejor dicho, pa- trones de lo que es un set sin ser: un todo cohe rente que no se encuentra en ninguna parte y gue, sin embargo, es capaz de proporcionar la actividad coordinada de los acoplamientos neu- ronales, Subrayamos fuerte al hablar de estas metéforas, porque, sin los numerosos ejemplos empleados recientemente, la aparente paradoja que nos muestra la falta de localizaci6n obligada La corporeizaciéa dela vacuidad a verse como una totalidad se convierte en una contradiccién, y, a menos que la enfoquemos desde un metanivel constructivo, répidamente ‘caemos en los antiguos debates sobre la existen- cia frente a la no existencia del ser y la persona. La aparente paradoja reside en un movimiento bidireccional entre dos niveles: «hacia arriba», cuando hablamos de la emergencia de las propie- dades desde los elementos constituyentes; y «ha- cia abajo, cuando nos referimos a los vinculos impuestos por la coherencia global en las interac- ciones globales. El resultado (y la resolucién de la paradoja) es un ser carente de consubstancia- lidad que actiia como si estuviera presente, como una interfaz virtual. Cuanto més notamos la naturaleza carente de ser de nuestro ser en varias «regiones» de nues- tro organismo, mas dudamos de nuestro senti- miento del «yo» como el verdadero centro. O bien somos dinicos en el mundo viviente y na- tural o el sentido inmediato de un ser central y personal es el mismo tipo de ilusién de un cen- La habildad ética tro, explicable por el mismo patron de andlisis que ya hemos llevado a cabo para los seres cog- nitivos sensomotores bsicos. Casi no haria falta mencionar que nuestra tesis se adscribe a la segunda alternativa. Lo que lamamos «yo» podria describirse como el resul- tado de la habilidad lingiistica recursiva y su capacidad Gnica para la autodescripcién y la na- rracién, Como ya demostré hace tiempo la neu- ropsicologfa, el lenguaje es una capacidad modu- lar que cohabita con todos los demas aspectos cognitivos. Nuestro sentido de un «yo» personal se puede construir como una narracién interpre- tativa de algunos de los aspectos de las activida- des paralelas de nuestra vida cotidiana, de ahi los constantes cambios de las formas de atencién tipicos de nuestras microidentidades y de ahi también la relativa fragilidad de su construccién narrativa®, Si el «yo» narrativo se construye necesaria- mente a través del lenguaje, entonces deducimos que el ser personal est unido a la vida, pues el La corporeizacin de la vacuidad lenguaje no puede sino operar como fenémeno social. En realidad, podemos dar un paso més: el «yo» carente de ser es un puente que une el cuer- Po que poseen todos los seres con el sistema nervioso y la dindmica social en la que los huma- nos vivimos. El «yo» que proponemos no es nicamente publico o privado, sino que partici- pa de los dos aspectos, igual que los diferentes tipos de narrativa que van con él, como por ejemplo los valores, las costumbres o las prefe- rencias, Siguiendo una l6gica puramente funcio- nalista, se puede decir que el «yo» existe para las interacciones con los demés, para crear vida so- cial. De estas articulaciones surgen las propieda- des emergentes de la vida social de las que el de manera que cuando encontramos regularidades tales como las leyes o los papeles sociales y los «yor carente de ser es el componente basic concebimos como otorgados desde el exterior, estamos sucumbiendo a la falacia de atribuir identidad substancial a lo que en realidad es una propiedad emergente de un proceso distribuido La habia ética complejo, intervenido por interacciones sociales. Las propiedades emergentes se pueden proyec- tar, siguiendo la tradicién, como puntos de refe- rencia «exdgenos», aunque igualmente se pue- den deconstruir como hemos hecho en este s. Curiosamente, aunque aceptemos una rein- terpretacién del «yo» como virtual —como el producto de un fenémeno de relleno lingiistico y de unas propiedades emergentes distribui- das—, nuestra inclinacién natural en la vida co- tidiana es actuar como si nada hubiese cambia- do. Esta es la mejor prueba de que el proceso de a autoconstitucién esta tan arraigado, que ver a través de él requiere algo mas que un anilisis convincente. La exploracién de la sunya —o la naturaleza virtual—, de esta fuertemente enrai- zada y continuamente activa necesidad hacia la constitucién de una identidad, es cuestién de aprendizaje y transformacién sostenida. nina re LA PRAGMATICA DEL SER VIRTUAL La propuesta principal Ya sabemos lo que es necesario para captar la naturaleza de la vacuidad del ser y su relevancia para la habilidad ética, La ciencia moderna occi- dental nos ha ensefiade que el ser es virtual y vacio, y que aparece continvamente para hacer- se cargo de las transiciones en los micromundos. El taoismo, el confucianismo y el budismo nos ensefian que la habilidad ética es progresiva por naturaleza y que esta fundamentada en el enten. dimiento gradual de ese ser vacio en la vida co- tidiana y en la acci6n. Estos dos enfoques se apoyan mutuamente y en este punto dan cuerpo al siguiente postulado, que ¢s el micleo temético de este libro: la habi- lidad ética es el conocimiento progresivo y directo de la virtualidad del ser. Por lo general, evitamos el aspecto virtual y La habilidad ética fragmentado de nuestra naturaleza y, sin embar- 20, el aprendizaje ético esta directamente relacio- nado con la praxis; dicho de otra manera, si no practicamos la transformacién, nunca Ilegaremos al grado maximo de competencia ética. Apren- der a corporeizar el ser vacio es ciertamente di- ficil, pero las tradiciones orientales estan todas de acuerdo en que la adquisicién de esa compe- tencia no es sélo progresiva y abierta, sino tam- bién fundamental. Lecciones del psicoandlisis Con el fin de evitar que la perspectiva de la transformacién personal se considere como una filigrana filos6fica a la manera oriental, vamos ahora a estudiar una tradicion occidental que lle- ga a.una conclusién convergente: el psicoandlisis, Para lo que aqui nos interesa, el psicoanilisis es importante porque representa la nica tradicién occidental que se ocupa principalmente de la La corporeizacin dela vacuided pragmatica de la transformacién humana. Lacan, dice que «el inconsciente es radicalmente éti- com, aunque esta afirmacién no se debe inter- pretar segtin la tradicién occidental de los prin- cipios deductivos racionales para la accién, Lo que Lacan pretende decir esta més cerca de nuestra argumentacién; es decir, que la ética implica que hemos de poner en duda el estatus del aprendiente, resaltando asi la necesidad de un espacio terapéutico proporcionado por la si- tuacién analitica. Como es bien sabido, una «cura» analitica no ¢s un tratamiento médico, sino la creacién de un tipo de suspensién de la locura del deseo, 0 lo que es lo mismo, la suspen- sin del modo adquirido de emergencia del ser virtual. Esta postura es en si misma ética —es la ética de una habilidad relacionada con el incons- ciente™, Este tipo de habilidad ética exige que inten- temos concienciarnos de que ningtin principio moral es por si mismo aprehensible, ya que el proceso analitico aclara progresivamente que La habilided ética estamos destinados a no mostrarnos nunca satis- fechos con ningtin conjunto de esperanzas 0 ex- pectativas por muy racional que parezca. No puede haber ningiin orden social 0 moral que sea objetivamente deseable, La raiz de todo esto Ja encontramos en la importante aportacién del psicoanilisis que afirma que, en oposicién a las teorias que propugnan un ser central y unifica- do, las teorias freudianas que estudian el sujeto rompen el ser en mil pedazos, tanto dentro de la persona como en las relaciones entre ellas. El posicionamiento analitico respecto a la ética no se puede basar en la compasién en el sentido de conmiseracién 0 caridad, porque de ese modo el enfoque siempre aparece contaminado por la estructura de la perturbacién del deseo. La teo- ria freudiana propone que se suspenda la renta- cién de identificarnos con el otro y, en su lugar, emprendamos un aprendizaje hacia la observa- cién de nosotros mismos y del otro como enti dades fragmentarias ¢ includiblememte transi torias. La demanda de este vinculo ético se Le corporeizacisn de la vacuidad manifiesta entonces en el tinico amor verdadero posible en el mundo psicoanalitico —el de la transferencia®. En lugar de crear un vinculo con Ja ifusién de un centro ideal o principio moral, el amor transferencial siempre intenta revelar al sujeto que todos los rasgos que ensalza en si mismo, o en los otros, pertenecen por comple- to al deseo irrealizable de considerar completo y substancial aquello que no es mas que fragmen- tario y virtual. Esta tradici6n occidental abarca, al menos en algunas de sus escuelas, un ideal que se sitia cerca de la sabidurfa 0 del adiestramiento ético superior de las tradiciones orientales de la ense- jianza, aunque con un sesgo propio. Volvamos ahora a esas tradiciones orientales con el ideal budista de boddbisattva, concepto que ya trata- mos en el capitulo 2. Lecciones de las tradiciones orientales de la ensefanza Hemos mencionado antes que en todas las tradi- ciones budistas la prictica del reconocimiento de la vacuidad del ser, conocida como meditacién intuitiva 0 samatha-vispasnya, es la base del adiestramiento, incluido el ético. En esencia, ésta es una practica radical del no hacer y tradicional- mente universal, pero que a pesar de que se ha ido definiendo y explorando a lo largo de mas de dos mil quinientos afios en todo el mundo, nun- ca se descubrié de manera independiente en Occidente, En lugar del espacio para lo huma- no en el gabinere del analista que requiere el psi- coandlisis, la samatha-vispasnya crea un espacio a través de la falta de accién que incluye la no respuesta al lenguaje. La persona que estudia la meditacién intui- tiva comienza por la observacién, de manera prescriptiva, de lo que la mente hace, de su con- trol continuo, perpecuo y al minuto. Este co- La corporeizacién de la vacuidad mienzo permite al aprendiente liberarse de algu- nos de sus patrones de pensamiento habituales, Jo que le leva a una meditacién superior; con el tiempo, comienza a darse cuenta de que no exis- te un ser en sus experiencias. Este descubrimien- to puede Iegar a perturbar y a veces Ilevar al estudiante a desanimarse y a dejarse transportar hacia el otro extremo, el del nihilismo, El vuelo hacia el nihilismo demuestra que el reflejo de agarrarse a un ser substancial es tan fuerte y esta tan arraigado que convertimos su ausencia en una especie de abismo. Segtin avanza la practica y el aprendizaje, y segtin se permite que la mente se adentre en la meditaci6n, comienza a aparecer con toda natu: ralidad un sentimiento de cordialidad ¢ inclusi- vidad: la mentalidad que nos hace lucha y velar por los intereses particulares de cada uno des- aparece, dejando lugar a un interés por los de- més. Ya nos encontramos dirigidos hacia los demés incluso cuando peor actuamos, y ya sen- timos cordialidad hacia algunos de ellos, como la familia y los amigos, de la misma manera que Mencio comenzé su adiestramiento ético exami- nando la reaccién esponténea de la gente cuan- do un nifio se cae a un arroyo. La comprensién consciente del sentimiento de parentesco y el desarrollo de un sentimiento de cordialidad mas imparcial se fomentan en la tradicién de la me- ditacién con diferentes practicas que se asemejan de manera sorprendente al elemento de exten- sin estudiado en el pensamiento de Mencio y la tradicién taoista. Se dice que no es posible llegar al fin del proceso de desarraigo si no hay cordialidad, por eso en la tradicién Mahayana, que hasta ahora hemos presentado interesada en el desarraigo como sunyata, existe un interés igualmente cen- tral y complementario por el desarraigo como compasién. El término sanscrito traducido aqui como «compasién» es karuna. Esta traduccién pierde algunas de las acepciones del término original, pero es el tinico que satisface lo que representa. En realidad, la mayoria de las presen- La corporeizacidn de la vacuidad taciones tradicionales Mahayana no parten del desarraigo, sino del cultivo del Aaruna, Nagarju- na, el Mencio de la tradicién budista, por ejem- plo, afirma en una de sus obras que el aprendi- zaje de la Mahayana posee «una parte esencial de vacuidad y compasién»”’. A veces se reformula esta afirmacién diciendo que la vacuidad (sunya- 1a) es la compasi6n total (karuna). Keiji Nishita- ni, escritor contempordneo de la tradicién zen, se hace eco de esta misma afirmacién cuando sucin: tamente afirma que «la realizacién del deber con siste en ser para los demésy*, Por tanto, la sunyata, es decir, la pérdida de un punto de referencia fijo o de fundamento es- table ya sea en el ser, en los otros 0 ¢n una rela- ci6n entre ellos, se considera inseparable de la compasi6n, a imagen de las dos caras de una moneda o las dos alas de un pajaro. Segtin esta perspectiva, nuestro impulso natural es de com- pasiGn, aunque se obscurece por habitos que tie- nen que ver con nuestro ego, igual que el sol deja de lucir al paso de una nube. Este no es en modo alguno el fin del camino, ya que hay que dar un paso mas en la compren- sin ulterior de la suyata en los términos sobre todo negativos: el no ser, la carencia de ego, el no mundo, la 10 dualidad, la vacuidad, el desarrai- go. En realidad, la mayor parte del mundo bu- dista no habla de sus principales intereses en tér- minos negativos, ya que éstos son preliminares —necesarios para eliminar los patrones habitua- les adquiridos; importantes, pero absolutamen- te preliminares— que no hacen sino apuntar ha- cia la corporeizacién de un estado concebido positivamente, Con toda certeza, este estado puede ser ame- nazador y paradjico, igual que el wu-wei taois- ta: no se puede considerar como punto de refe- rencia, como arraigo al que se aferra el ego 0 como el nido en el que se acuesta el ego, ya que ni existe ni deja de existir. No puede ser un ob- jeto de la mente ni del proceso de conceptuali- zacién; no se puede pensar en él, no se puede ver nj oft. Asi, muchas imagenes tradicionales exis- La comporeizacién dela vacuidad ten por él: la vista de un ciego 0 una planta que florece en el cielo, Cuando la mente conceptual intenta captarlo, no encuentra nada y por eso lo experimenta como la vacuidad. Se puede legar a conocer directamente (y sdlo eso). A esto lo Iamamos naturaleza Buda o no mente, mente primordial, Aodbicitta absoluto, mente de la sabidutia, Bondad Infinita, Gran Perfeccién, Aquello que la mente no es capaz de crear 0 Naturalidad. Este estado apenas si difiere del mundo ordinario: es el mismo mundo de siem- pre, condicional, inestable, doloroso, desarraiga- do, que se experimenta (se conoce) como el es- tado supremo, incondicional. La manifestacién natural, la corporeizacion de este estado es la Raruna —el acto de compasién esponténeo, «despiadado», temerario ¢ incondicional—. Como un maestro tibetano actual dice con cier- ta mordacidad: «Cuando la mente racional ya ni capta ni se aferra a nada [...] nos percatamos de la sabiduria con la que nacemos y la energia com- pasiva surge sin disfraz»®, . 2. Jerry Fodor, «The Pres ness Controversy», en RePresentations: Philosophical Es- Universi t Status of the Innate: says on the Foundations of Cognitive Science, Cambridge, MIT Press, Bradford Books, 1981, pag. 298. 3. Para un reciente anilisis del etnocentrismo en la filosofia occidental desde una perspectiva interna, véase Roger Pol-Droit, L’Anmesi Philosophique, Paris, Pr Universitaires de France, 1989; para un estudio amplio ses del pensamiento no occidental, véase David Loy, Non- Duality, New Haven, Yale University Press, 1989. 4, Todaslas citas de Mencio estan sacadas de Lee Yearly, Mencias and Aquinas: Theories of Virtue and Con- cepts of Courage, Albany, SUNY Press, 1991. Estoy en deuda con Yearly por su gran libro y por su pertinente empleo de las ideas de Mencio como caso paradigmatico; como parece ya claro, tomo prestadas muchas de las ideas de su trabajo. 5. Ibid., pig. 62. Bs Notas 6, Ibid., pag. 67. 7. Véase, por ejemplo, Chégyam Trungpa, Crazy Wisdom, Boston, Shambhala, 1990. (Existe versién en espafol: Loca sabiduria, Barcelona, Editorial Kair6s, 1995] 8M, Buber; I and Thou, Edimburgo, T. Clark, 1970, pag. 125. [Existe versién en espafiol, Yo y #17, Ma. Caparrés, 1993.1 9. Jerry Fodor, The Modidlarity of the Mind, Cam. bridge, MIT Press, Bradford Books, 1983. [Existe version en espaiiol: La modularidad de la mente. Un ensayo sobre la psicologia de las facultades, Madrid, Morata, 1986.] 10. Douglas R. Hofstadter y Daniel Dennett (eds.), The Mind's Eye: Fantasies and Reflections on Self and Souls, Nueva York, Basic Books, 1981, pag. 12. 11. Ibid. pig. 13. 12. Véanse los ensayos de Dennett «Toward a Cog: nitive Theory of Consciousness» y «Artificial Intelligen: ce as Philosophy and Psychology», publicados en Brain- storms, Cambridge, MIT Press, Bradford Books, 1978. 13. Zenon Pylyshyn, Computation and Cognition, Cambridge, MIT Press, 1989, pag. 265. (Existe versién en espaiiol: Computacién y conocimiento: hacia una funda- mentacién de laciencia cognitiva, Madrid, Debate, 1988.] B6 Notas 14, Daniel Dennett, Elbow Room: The Varieties of Free Will Worth Wanting, Cambridge, MAT Press, Brad- ford Books, 1984, pigs. 74-75. 15. Véase Jerry Fodor, The Language of Thought, Cambridge, Harvard University Press, 1975, pag. 52. [Existe version en espafiol: El lenrguaje del pensamiento, ‘Madrid, Alianza, 1984.} 3. La corporeizacién de la vacuidad 1, Muchas de las ideas de esta seccién pertenecen a mi ensayo «Organism: A Meshwork of Selfless Selves», pu- blicado en A. Tuber, ed.), Organism and the Origin of the Self, Dordrecht, Kluwer, 1991. 2, Véase'T. Carew y C. Sabley, «lnvertebrate Lear- ning and Memory: From Behavior to Molecules», Ar. Rev. Neurosci, 9, 1983, pigs. 435-87; para un estudio de liquidos de contraste sensibles al alto voltaje, véase D. Zecevic, J. Wu, L. Cohen, J. London, H. Happ y C. Falk, «Hundreds of Neurons in the Aplysia Abdomi- nal Ganglion Are Active during the Gill- Withdrawal Re- flex», J. Neurosci, 9, 1989, pags. 3.681-3.689. 3. E. John, Y. Tang, A. Brill, R. Young y K. Ono, BT Noras «

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