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RESUMEN.
Por último, la Diplomacia aportó una perspectiva sociológica y jurídica que ayudó a
superar la concepción del Estado como único actor de la esfera internacional. La
clave de esta disciplina, sin embargo, reside en la explicación de cómo le corps
diplomatique terminaba identificando intereses comunes entre los diferentes
Estados. La firma de tratados terminó siendo una escena cotidiana, que derivó en
la creación de las primeras instituciones multilaterales, entre las que destacó
el Congreso de Viena de 1815. Se asumía, por tanto, la existencia de un ente
global sobre el cual un conjunto de Estados actuaba.
A pesar de los esfuerzos de estas tres disciplinas por estudiar y explicar los
fenómenos internacionales, la irrupción de nuevas ideologías y marcos
intelectuales, el derrumbe de la estabilidad y la homogeneidad propios de la
sociedad internacional del Ancien Régime, todo ello mostró el abismo entre la
norma jurídica internacional y las vicisitudes de las sociedades. De ahí la
necesidad de una nueva disciplina científica, que se materializaría en 1919.
El proceso de elevar las Relaciones Internacionales a la categoría de ciencia
culmina en la década de los treinta. Sin embargo, hasta la posguerra la disciplina
no empezará a desarrollar una verdadera indagación teórica, auspiciada por la
evolución de la sociedad internacional, las armas nucleares, la bipolarización,
la descolonización, entre otros fenómenos. La teoría realista será la primera en
dotar a las Relaciones Internacionales de los rasgos que la definirán como ciencia.
Por suerte, las Relaciones Internacionales, una ciencia “joven” que ha sido capaz
de desarrollar en un siglo un amplio espectro de interpretaciones, sigue en su
empeño de explicar cualquier recóndito e inusual desafío internacional.
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA.
Relaciones Internacionales, Esther Barbe. (1995). Relaciones Internacionales.
Madrid: Tecnos, pp. 19-40.