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versión  On-line ISSN 0718-0934

Rev. signos v.33 n.47 Valparaíso  2000
http://dx.doi.org/10.4067/S0718-09342000000100004 
Revista Signos 2000, 33(47), 39-50
LITERATURA
Andrómaca en la literatura griega: Las versiones de Homero y Eurípides

Patricia Guerrero Baeza

Universidad Católica de Valparaíso

Chile

INTRODUCCION

En "La Ilíada", Homero no realiza una narración acerca de la Guerra de Troya, sino que se limita a una fase de
ella, y a partir de esta etapa, elabora su tema. El poeta centra su atención en el enfrentamiento de dos reyes
aqueos que participan en la guerra, Agamenón y Aquiles; y en las fatales consecuencias que esta pelea tuvo para
su pueblo. Si bien Homero fija su atención en la desavenencia de estos caudillos, en la desmesura de ambos y en
una infinidad de escaramuzas guerreras, no deja de lado a la nación enemiga: a los troyanos, a sus hijos y a sus
mujeres.

Resulta innegable la importancia de la presencia femenina en la antigua cultura aristocrática descrita por
Homero. El culto a la figura femenina corresponde a la cultura cortesana de todas las épocas caballerescas. Se la
ve atendida y honrada no sólo como un ser útil para el hogar, sino sobre todo y principalmente, como la
guardadora de los hijos y de la tradición, elemento este último trascendente para una clase orgullosa y cerrada
como era la nobleza de ese tiempo. Si el varón de esa época denotaba su excelencia en el campo de batalla; la
mujer lo hacía externamente, con su belleza y con la eficiencia con que cumplía los deberes y tareas hogareñas,
que la tradición y los dioses le habían asignado.

Es un hecho, que la mitad de la humanidad está compuesta por mujeres; una indagación acerca de su condición
y destino se constituye, pues, en una indagación acerca de toda la humanidad.

En el presente trabajo, se pretende profundizar en las características más relevantes de un personaje femenino
ejemplar, que se yergue como un ideal de la antigüedad. Se trata de Andrómaca, mujer de Héctor, héroe
máximo del pueblo troyano.

La primera visión literaria de Andrómaca es la que entrega Homero en "La Ilíada". A este personaje, más tarde,
Eurípides lo hará protagonista de la tragedia que lleva su nombre.

La tradición, como la literatura, entregan las imágenes de la heroicidad de Andrómaca, sustentada en la fuerza
de su femineidad y valorando, ante todo, sus rasgos de esposa y madre admirables. No es posible encontrar en
ella vestigios de la barbarie heroica, que en ciertos momentos, ejercen las mujeres que aparecen en epopeyas y
tragedias antiguas: carece del dolor furioso de Hécuba, del rencor de Electra y del espíritu bravío de Camila. Su
heroicidad nace de su actitud amante y maternal, tal vez menos grandiosa, pero más accesible al común de los
mortales.

Andrómaca, en la Ilíada, representa y simboliza, el amor.


El concepto de "amor", tal como se entiende hoy día, es difícil de encontrar en Homero. Éste, como la mayoría
de los griegos, considera el amor pasional como una fuerza peligrosa y destructiva. Las pasiones extremas eran
vistas como nefastas, puesto que podían alterar el precario equilibrio de las relaciones humanas, y por esto no se
podían aceptar. Si había algo a lo que los antiguos temían, era el "azote divino"; es decir, al amor.

A fin de comprender a profundidad, el sentido de esta idea, es necesario conocer el amor en su concepción
primitiva, es decir, como un hecho temible y abrumador. El amor era concebido bajo la forma de un dios
juvenil, violento, maligno y ciego; del color del fuego y provisto de alas de ave de rapiña.

Nacido de un huevo empollado por la noche, amamantado por una pantera, tirano terrible de dioses y hombres.
El temible dios portaba en su hombro un carcaj con flechas de ciprés, el árbol que adorna los cementerios, las
cuales mojaba en plomo derretido, lanzándolas al azar. Quien recibiera el temible dardo, caía mortalmente
herido y su vida, a menudo, era tronchada por la fuerza del amor.

Muchas de las heroínas homéricas, manifiestan rasgos claramente fatales en el aspecto amoroso, como Helena,
Fedra e incluso Penélope, o bien, como tiernas enamoradas (Nausícaa y Andrómaca, entre otras). Su mayor
simpatía la manifiesta el poeta por éstas últimas, al describir las escenas que pintan los afectos hogareños y la
amistad compartida. Un buen ejemplo lo constituye el encuentro entre Héctor y Andrómaca en una breve tregua
de la batalla:
"Puso el niño en brazos de la esposa amada, que al recibirlo en el perfumado seno sonreía con
rostro todavía bañado en lágrimas. Notólo Héctor y compadecido acaricióla, con la mano."1

Se la ve por primera vez en el célebre paréntesis de la encarnizada batalla, cuando Héctor, furibundo, corre al
palacio en busca de su hermano Paris, quien solazándose con la hermosa Helena, ha olvidado la guerra de la que
él es el principal responsable. No bien el héroe ha cumplido su misión, corre presuroso en busca de su mujer e
hijo amados.

Con lágrimas en los ojos y desesperada, encuentra a Andrómaca; le han hecho saber que los troyanos llevan la
peor parte en la batalla:
"Desdichado, tu valor te perderá. No te apiadas del tierno infante, ni de mí, infortunada, pues
los aqueos te acometerán todos a una y acabarán contigo."2

Homero concluye la escena, poniendo en boca de Héctor, compasivas palabras con las que trata de consolarla,
sin abstenerse; no obstante, de recordarle sus deberes:
"¡Esposa querida! No en demasía tu corazón se acongoja, que nadie me enviará al Hades
antes de la dispuesto por el hado; y de su suerte ningún hombre, sea valiente o cobarde, puede
librarse una vez nacido. Vuelve a casa, ocúpate de las labores del telar y la rueca y ordena a
las esclavas que se apliquen al trabajo; y de la guerra nos cuidaremos cuantos
varones nacimos en Ilión y yo seré el primero."3

La recomendación de Héctor no tiene el tono de un insulto, sólo quiere calmarla y, al mismo tiempo, delimitar
las esferas de acción del hombre y de las mujeres en el mundo en que les ha tocado vivir.

Andrómaca es hija de Ectión, rey de Tebas de Cilicia, quien junto a sus siete hijos fue ultimado por Aquiles
cuando este último tomó su ciudad, en los inicios del noveno año de la guerra. De su noviazgo y boda, nada se
dice, se ignora si fue por amor o por otros intereses, puesto que en ese tiempo, el matrimonio, entre otras cosas,
podía servir de lazo entre familias poderosas o incluso unir o agrandar reinos.

Las dos clases de matrimonio que coexistían en ese tiempo, eran el patriarcal y el matriarcal. En el primer caso,
el pretendiente llevaba a la novia a su propia casa. En el modelo matriarcal, a menudo, era un caballero andante
el que se casaba con una princesa y se establecía en los dominios de la esposa. Probablemente, en este último
caso, el varón se sentía atraído por la expectativa de heredar el reino del padre de la esposa; si esto sucedía, la
sucesión del trono era matrilineal. En el caso puntual de Andrómaca, se considera a su madre reinando en Tebas
(basileuvz), si bien su padre sustentaba el poder, por lo que se le consideraba una seña (avnavssw), se trataba
claramente de un matrimonio matrilineal.

Con relación a su propio caso, Andrómaca se había desposado en unión patriarcal. Desaparecida su familia, al
morir Héctor se encontró sin apoyo alguno, sola y sin recursos.

Si bien existen excepciones, Homero, en general, muestra un mundo en el que impera la figura masculina.
Como un fenómeno extraño para un sistema patriarcal, se plantea el hecho de que sea la mujer quien disfrute de
la prerrogativa de elegir a su marido. Éste poder de decisión podría ser un confuso vestigio de un derecho
femenino que prevaleció, siglos antes, en la antigua civilización egea, de acuerdo a lo que dice Pirenne en su
estudio acerca de la civilización cretominaica:
"La mujer, que tiene un lugar tan amplio en esta civilización, apasionada por el arte y la vida
placentera, según parece, es jurídicamente igual al hombre. Puede casarse libremente, y los
pretendientes que solicitan el honor de desposarla no expresan otra respuesta que la de ella
misma."4

Trátase, sin duda, del mismo poder de decisión femenino del cual es poseedora la hija de Alcínoo, Nausíacaa,
de Helena y de Penélope; poder que les permitió elegir a sus maridos de entre una multitud de pretendientes que
luchaban por obtenerlas como esposas.

Si Homero muestra en "La Ilíada" a los héroes troyanos con similares comportamientos y formas de vida que
sus enemigos aqueos, no habría porqué dudar, aunque esto no se mencione, que haya sido la propia Andrómaca
la que haya elegido a Héctor por marido. Tomando en cuenta que el elegir esposo era una prerrogativa especial
en ese mundo masculino, se debe tener claro que toda mujer, desde su nacimiento hasta su muerte, debía estar
bajo la tutela de su pariente masculino más próximo o de su marido, y que sólo con la presencia de éste podía
contar con una protección segura. Esta idea la ilustra Homero, al describir la desesperación y el temor que
experimenta Héctor al pensar en la suerte que puede correr su esposa en manos de sus enemigos, puesto que
sabe que Troya está condenada por los dioses y que ha de perecer:
"La futura desgracia de los troyanos, de la misma Hécuba, del rey Príamo y de muchos de mis
valientes hermanos que caerán en el polvo a manos de los enemigos, no me importa tanto
como la que padecerás tú cuando algunos de los aqueos de broncíneas lórigas te lleve, llorosa,
privándote de libertad, y luego tejas telas en Argos a las órdenes de otra mujer."5

En sus palabras, Héctor muestra un bondadoso recato, puesto que no expresa todo lo que sabe, ya que el hecho
cierto era que si una mujer era hecha prisionera, en el "oikos" de su nuevo señor, debía: lavar, limpiar, coser,
moler el grano y realizar todas las tareas que se le encomendaran. Si era joven, entre sus obligaciones estaba el
compartir el lecho de su amo. Esa sería la suerte de la dulce Andrómaca si su marido pereciera en el campo de
batalla, ese marido al que tanto ama y del que tanto depende, sobre todo a partir del momento en que ha perdido
a toda su familia:
"Héctor, ahora tú eres mi padre, mi venerable madre y mi hermano, tú mi floreciente esposo."6

Luego de esta emotiva escena, vuelve el marido al campo de batalla y Andrómaca se encierra en sus
habitaciones sin olvidar las cautas recomendaciones de quien ama. La princesa desaparecerá en los siguientes
cantos, y no se la volverá a ver sino en las postrimerías de la epopeya.
En "La Ilíada", abundan las escaramuzas guerreras, en las cuales los héroes acometen cruentas y despiadadas
acciones, en pro de la victoria y del prestigio que se exige a los personajes ilustres. Sin embargo, el poeta parece
sentir una marcada inclinación hacia un tipo de héroe muy particular y que aparece como adelantado a su
tiempo, puesto que sus características predominantes no responden al patrón masculino de la época que
describe.

Nadie ilustra mejor a este tipo de personaje que el mencionado Héctor, hijo mayor del rey Príamo y marido de
Andrómaca. Homero, a través de sus palabras y de sus acciones hace de él un acabado retrato: buen hijo,
excelente esposo y padre y gran conductor de hombres.

Héctor es amado por su pueblo y por su familia; es venerado por sus hombres que lo siguen ciegamente en las
batallas. Es un personaje modélico, junto a Andrómaca, representa el coraje, la felicidad y la protección sin par
a quien se ama. Sin embargo, ni a Héctor, ni a Andrómaca les está dado escapar de su destino.

El canto XV de "La Ilíada" muestra a Zeus, mientras abajo, en el campo de batalla luchan y mueren los
hombres, decidiendo la suerte de ellos. Aquiles debe volver a la lucha; la consecuencia de esa decisión será la
muerte de Patroclo en manos de Héctor y la muerte de éste último al cobrar venganza Aquiles.

Son los lamentos del rey Príamo por la inminente muerte de su primogénito, los que dan casi inicio al canto
XXII; sabe bien que su hijo no podrá sobrevivir a la brutal embestida del pélida.
"Ven dentro del muro, hijo querido, para que salves a los troyanos, y no quieras proporcionar
inmensa gloria al pélida y perder tú mismo la existencia."  7

Con palabras desesperadas trata de disuadirlo, apelando al amor filial y a su dolor de padre, que ha perdido
muchos hijos.
"Compadécete también de mí, de este infeliz y desgraciado que aún conserva la razón; pues el
padre Cronión me hará perecer en la senectud y con aciaga suerte, después de presenciar
muchas desventuras: muertos mis hijos, esclavizadas mis hijas, destruidos los tálamos,
arrojados los niños por el suelo en el terrible combate y las nueras arrastradas por las
funestas manos de los aqueos."8

Sin embargo, ni el miedo, ni el inmenso dolor de Príamo, ni su gran amor, logran disuadir a Héctor. Son los
designios de Zeus los que se cumplirán en la lucha a muerte, que sostendrá con Aquiles.
"...el padre Zeus tomó la balanza de oro, puso en la misma dos suertes, para saber a quién
estaba reservada la dolorosa muerte; cogió por el medio la balanza, la desplegó, y tuvo más
peso el día fatal de Héctor."9

En tanto Héctor lanzaba su último suspiro, Andrómaca en el palacio cumplía las tareas que le concernían. Junto
a las jóvenes esclavas, que presurosas preparaban el baño reparador del héroe, la esposa tramaba en su telar, una
tela doble y fina, en la cual entretejía variadas lanas de colores. Fue entonces cuando el rumor de lamentos que
se acercaban la sacaron bruscamente de su labor, cayó de sus manos la naveta al levantarse llena de malos
presentimientos:
"...voy a ver qué ocurre, oí la voz de mi venerable suegro; el corazón me salta en el pecho
hacia la boca y mis rodillas se entumecen. Algún infortunio amenaza a los hijos de Príamo.
Pero mucho me temo que el divino Aquiles haya separado de su ciudad a mi Héctor audaz, le
persiga él solo por la llanura y acabe con el funesto valor que siempre tuvo."10

Notoriamente, "La Ilíada" presenta sus temas en forma muy bien definida y muy bien elaborados. Los hechos
tienen un desenlace cruel e inexorable; así ocurre con la muerte de Héctor, cuyos despojos fueron tratados con
la extrema dureza que merecían entonces, los restos de un temible enemigo.
"...uncía al carro los ligeros corceles, y atando al mismo el cadáver de Héctor, lo arrastraba
hasta dar tres vueltas al túmulo del difunto Mentíada; acto continuo, volvía a reposar en la
tienda, y dejaba el cadáver tendido de cara al polvo."11

La afrenta tuvo lugar ante los lloros de la desesperada Andrómaca, quien a partir de ese instante se transforma
en paradigma de la pena, la desesperanza, la soledad y la incertidumbre. Fue ese acto de inmisericordia que la
llevó a la certeza del aciago destino, que la aguardaba como viuda del más grande héroe troyano.

El extenso canto XXII concluye con el célebre lamento de Andrómaca, que más que llorar su propia desgracia,
lo hace por el amargo destino que aguarda al pequeño Astianax, el hijo amado que concibió con Héctor.

En la épica griega es un lugar común el que, a través de la reacción de los personajes, se muestren antiguos y
feroces usos sociales. Es justamente en los versos antes mencionados, en los que Andrómaca describe ese tipo
de "usos", probablemente muy arcaicos, y que ya en la época de Homero aparecen como exagerados. Es un
hecho cierto que después de la batalla, el vencedor se apoderaba de las mujeres, los hijos, el oro, los mejores
caballos y las riquezas del vencido, pero las afirmaciones de Andrómaca resultan difíciles de creer.
"El mismo día en que un niño queda huérfano, pierde todos los amigos, y en adelante va
cabizbajo, y con las mejillas bañadas en lágrimas. Obligado por la necesidad, dirígese a los
amigos de su padre, tirándolos ya del manto, ya de la túnica; y alguno, compadeciéndolo, le
alarga un vaso pequeño con el cual mojará los labios, pero no llegará a humedecer la
garganta."12

El último canto de "La Ilíada", concluye casi con el postrer y amargo lamento de Andrómaca ante la pira
funeraria de su marido. Nuevamente se refiere a la suerte aciaga de su hijo y a la suya propia.
"El hijo que nosotros, infelices, hemos engendrado, es todavía infante y no creo que llegues a
la juventud, antes será la ciudad arruinada desde su cumbre. Porque has sido tú, que eras su
defensor, el que le salvaba, el que le protegía."13

Luego continúa:
"¡Oh Héctor! Has causado a tus padres llanto y dolor indecibles, pero a mí me aguardan las
penas más graves. Ni siquiera pudiste, antes de morir, tenderme los brazos desde el lecho, ni
hacerme saludables advertencias, que hubiera recordado de noche y de día, con lágrimas en
los ojos."14

Héctor ha descendido hasta el Hades, Andrómaca ha quedado sola, ahora sólo le resta aguardar su destino.

En el año 423, Eurípides escribió su propia "Andrómaca", tomando como referente la figura de esta heroína
troyana. Bien podría afirmarse, que dicha tragedia es continuación de la homérica, puesto que su trama se
refiere a las vicisitudes que la viuda de Héctor debió sufrir luego de la caída de Troya.

Aun cuando la tragedia de Eurípides se abre a una nueva mentalidad, la férrea estructura de la tragedia le impide
romper con los antiguos moldes. La tradición, como culto de estado, estaba demasiado vinculada a la mitología
tradicional, incluso en los tiempos en que la tragedia interna comenzaba a desintegrarse.

Los dobles niveles de moralidad sexual aparecen en muchos de los mitos que Eurípides escoge como base de
sus argumentos: matrimonios grotescos y uniones ilícitas, humillantes o insoportables para la mujer, abundante
en sus obras. Clitemnestra se casa con Agamenón, el asesino de su hijo y de su primer marido; Fedra está
casada con el héroe que sedujo a su hermana y destruyó su país; Andrómaca es forzada a compartir el lecho con
el asesino de su suegro, de acuerdo al mito, de su hijo Astianax, y además destructor de su pueblo.

Manifiestamente, Eurípides está en desacuerdo con dichas situaciones, y es el primer autor que encara estos
tópicos con los puntos de vista tanto de los hombres como de las mujeres.

"Andrómaca" es un drama complejo y singular; su trama es, hasta cierto punto exagerada, y continuamente
desvía el interés dramático de la obra. A este respecto, se aleja bastante de los principios aristotélicos, que
preconizaban la unidad de acción uno de sus principios más importantes-, es decir, la obligación de la obra
dramática de presentar una acción claramente diseñada y que no se prestara a equívocos con respecto a las
acciones secundarias que pudieran existir.

Ahora bien, la acción propiamente tal de la tragedia, se sitúa en Ptía de Tesalia, lugar al que la viuda de Héctor
es llevada luego de la caída de Troya.
Andrómaca ha sido asignada a Neoptolemo, hijo de Aquiles. La princesa-esclava se había constituido en un
valioso botín, puesto que, desde el punto de vista de la conquista, el hecho de que se le asignara a un guerrero
una esclava, que hubiese sido esposa o hija de un varón de alta posición, se constituía en una medida extra de
prestigio para sí y para su pueblo.

Neoptolemo, llamado también "Pirro, el joven guerrero", era hijo de Aquiles y de Deidamia, cuyo padre era
Licomedes, rey de Esciros. Pirro fue engendrado cuando Aquiles, obligado por su madre, la diosa Tetis, vivió
oculto en el harém de Licomedes, haciédose pasar por una doncella llamada Pirra (la rubia). Nacido cuando ya
su padre había partido a la Guerra de Troya, Neoptolemo fue educado por su abuelo materno.

Después de ocurrida la muerte de Aquiles, los griegos capturaron a Heleno, hijo de Príamo, y a quien Apolo
había dotado de poderes de adivinación. A través de sus poderes, se enteraron los aqueos, que la ciudad de
Troya no podría ser tomada hasta que el hijo de Aquiles, no luchara en su ejército.

Esta es la causa por la que el héroe se incorporó tardíamente a la guerra.

Fue así como los griegos encontraron un nuevo Aquiles en la persona de Neoptolemo. Realizó innumerables
hazañas, entre las que se cuenta el haber figurado entre los héroes que se introdujeron dentro del caballo de
madera, tras lo cual conquistaron la ciudad de Ilión.

La tragedia de Eurípides se inicia con un lamento de Andrómaca, en el cual recuerda a Héctor y a su patria
destruida, así como sus desgracias pasadas y presentes.
"Soy la que vi a Héctor matado por Aquiles, soy la que vi a Astianax, hijo que le había yo
dado, caer en tremendo salto echado de las fortalezas de Troya cuando cayó en poder de los
griegos."15

Y luego continua:
"Y yo, yo de una de las más famosas casas de hombres libres, hoy hecha esclava en esta Grecia
victoriosa. Fui dada a Neoptolemo como botín de guerra de la saqueada Troya, a ese que tiene
dominio en una isla."16

Andrómaca es la princesa rebasada por el cautiverio, sin otro destino que el sufrimiento, y cuya desgracia
mayor es su desdicha de esclava, por ser esclava de quien lo es. Pues, fue Neoptolemo quien mató a Príamo y
quien precipitó al pequeño Astianax desde lo alto de una torre, a su vez Héctor había sido muerto por su padre,
Aquiles, cerrando así el círculo de crímenes hacia su familia. Pero Andrómaca no es sólo esclava, pertenece
enteramente a su dueño y de él ha engendrado un hijo. Éste hijo de la servidumbre, ha reemplazado al hijo del
amor. Andrómaca nunca deja de ser la viuda inconsolable de Héctor, y a su muerte debe su triste destino:
"Cayó mi ciudad patria, murió mi Héctor, me ató a un negro destino un dios malévolo al ser
dada en nefanda esclavitud."17

Sin embargo, es ante todo madre, y como tal, sin olvidar al otro, ama y demuestra amor a ese nuevo y
desdichado hijo. Para mayor desgracia de Andrómaca, el hombre al que ahora pertenecía, no era libre. Menelao,
el desgraciado esposo de la infausta Helena, en medio del rigor de la batalla, había prometido a Aquiles, para su
hijo, a su hija Hermione, la cual ya en su infancia había sido prometida a Oreste, unigénito varón del rey
Agamenón.
Hermione, porta un nombre triste en presagios, puesto que una diosa del Averno lleva ése mismo apelativo. A
este personaje, si bien Eurípides lo ha delineado sucintamente, le ha otorgado gran relieve: desde el inicio de la
tragedia, la muestra como digna hija de Helena, hermosa, joven y muy orgullosa, tanto así que más que por
deber, ha desposado a Neoptolemo, por el orgullo de dar un hijo ilustre al afamado héroe. Pero ese hijo no llegó.
Su esterilidad le hace temer perder al marido, y su orgullo le hace odiar a la cautiva, a la cual culpa de su
desdicha, sobre todo por el hijo que ha dado al héroe.
"... en cuanto a ti, esclava, botín de guerra ganado al filo de la lanza: Tienes el intento de
dominar esta casa, echándome a mí fuera de ella. Por causas de tus medicamentos, soy
repulsiva para mi marido, y mi seno, por obra tuya, se agota infecundo. Hábil y perita en tales
maleficios es el alma de las mujeres de esta tierra. A eso yo pondré límites y nada habrá de
aprovecharse este recinto de la Nereida, ni su altar, ni su templo. Tú morirás."18

No es difícil suponer lo que significaba en la Grecia Antigua el hecho de no poder dar hijos al marido, puesto
que el traer hijos al mundo, era la más importante tarea de las mujeres de ese tiempo. La esterilidad era tan
grave y vergonzosa, que en el momento en que el furibundo Peleo padre de Aquiles y abuelo de Neoptolemo-
busca zaherir en lo más profundo a Menelao, no duda en hacerlo haciendo referencia al problema de Hermione,
su hija:
"Sal de esta casa presto, llévate a tu hijo estéril. Que si no mi hijo ha de venir a sacarla a
rastras, asida de la cabellera. Ella, infecunda no quiere que otras se gocen de hijos porque ella
no los tiene. Desgraciada suya es la de no ser madre, y ¿por eso nosotros debemos estar sin
hijos?"19

Sintiéndose desesperado por la indiferencia del marido, Hermione había mandado a buscar a su padre. En las
escenas en que aparece este personaje femenino es posible captar una clara tendencia antiespartana, tan en boga
en el tiempo en que fue escrita la tragedia.

Forma parte de la tradición, la simplicidad y austeridad en Esparta a lo largo de la época arcaica; más tarde en el
período de las Polis, la austeridad rigurosamente fue para ambos sexos. Sin embargo, esa sociedad evolucionó
gradualmente, hasta llegar a un estilo de vida más relajado, más lujoso y menos exigente; el cual fue muy
criticado. En "Andrómaca", aparece una clara preocupación contra la princesa espartana por la educación
demasiado libre que ha recibido y en contra de Menelao, quien no ha vacilado en tramar el asesinato de
Andrómaca y de su nuevo hijo, aprovechando la ausencia de Neoptolemo. Peleo censura a Helena, mujer de
Menelao, y en ella a todos los espartanos.
"...y aunque ella hubiera querido ser honesta, una mujer no puede serlo en Esparta. Allí, junto
con los mancebos, dejan la casa, van a las palestras y a los estadios, con los miembros
desnudos, con las ropas flotando en el aire; para mi, detestables costumbres. ¿Es posible
admirarse entonces de que no eduquéis mujeres castas?20

La imagen que entrega la literatura y el mito del rey Menelao, es bastante desmedrada, si se le compara con la
de otros héroes que participaron en la guerra; en especial, con su hermano Agamenón, el "primus inter pares" de
los ejércitos aqueos. A Menelao, se le ve siempre en segundo lugar, nunca es capaz de tomar decisiones regias
y, por sobre todo, se le conoce como el marido ridículo y engañado de la adúltera Helena. Esta es la imagen que
entrega del personaje Homero, en "La Ilíada"; Eurípides, en "Ifigenia" y en "Andrómaca".
"¿Tú entre los hombres? Vil entre los viles, ¡malvado como nadie! ¿Cómo y desde cuándo te
cuentas entre los varones? ¡Un hijo de Frigia te robó a tu esposa! Dejaste la casa sin cerrojos,
el hogar sin esclavos que guardaran, ¡cual si tú mujer hubiera sido más casta y discreta!"21

Son los insultos que le dirige Peleo, luego de comprobar su actuación prepotente y vil en contra de la indefensa
Andrómaca. En este personaje logra Eurípides una acabada caricatura del abuso y la cobardía. Frente a la viuda
de Héctor se le verá altanero y jactancioso. Aprovechando su poder y ausencia de Neoptolemo ha decidido que
ella, o su hijo, deberán morir a fin de pagar el delito que en contra suya y de su hijo Hermione, ha cometido:
"Si mueres tú, el niño queda vivo; si rehúsas la muerte, yo a él lo mato. Uno de los dos debe
morir."22

Es entonces cuando se yergue amenazadora, no la esposa enamorada, no la viuda indefensa, sino la madre
modélica que es Andrómaca.
"Conque tú, el general en jefe de los griegos que arrebató a Príamo su Troya...tú que eres sólo
un insignificante hombre."23

Y continúa:
"Supón ahora que yo escapo a la muerte, ¿mataréis a mi hijo? ¿Y habrá acaso alguna vez un
padre que mire con tranquilo corazón matar a su hijo? No de tal falta de hombría le dio
nombre Troya."24

Es esa la misma mujer que "La Ilíada" muestra como tierna y amante esposa y que Eurípides ha transformado
de princesa en esclava inconsolable, con un hijo en peligro y sola.
"¿Para qué, así, vivir? ¿Puede ser dulce para mí la vida? ¿Dónde volver mis ojos? ¿Al mal
que ya sufrí? Me queda solamente un hijo, luz de mi vida... y a quien matarlo lo tienen ya
resuelto."25

Pese a su actitud valerosa, Andrómaca tiene temor, pues se siente sola y sin protección. Peligra la vida de su
hijo y la suya propia, al hombre al que está unida -aunque enemigo-, y que de alguna forma le ha reconstruido la
vida luego de tantas desdichas, pretenden alejar.

El tener un hijo de Neoptolemo no constituye un respaldo, pues es evidente que ningún griego necesitaba
regular las relaciones sexuales entre un hombre libre y una esclava, puesto que era un hecho que los hijos de
tales uniones no podrían ser considerados ciudadanos. Estos hechos confirman la situación desmedrada de
Andrómaca y su hijo en esa corte extranjera.

Será Peleo -muy anciano ya-, padre de Aquiles, el encargado de salvar a Andrómaca. Hace honor a su prestigio
y de acuerdo a su posición actúa: con firmeza obliga al obcecado Menelao a liberar a sus prisioneras. Sin
embargo, no podrá salvar a Neoptolemo, su nieto, víctima de las maquinaciones de Hermione.

En la descripción de la muerte de Neoptolemo, Eurípides, hace acopio de todos los elementos propios de la
tragedia destinados a producir emoción en los espectadores:
"Era una muchedumbre silenciosa. Pero sus manos comenzaron a arrojarle piedras. Era un
granizo aquello (...) Él hacía esfuerzos por defenderse con la rodela. ¡Intento vano! Qué
tormenta, dardos, saetas, pasadores, jabalinas, cuchillos de carnicero venían contra él.26

Tanto Menelao como Hermione cumplen en la tragedia un rol que está notoriamente destinado a poner de
manifiesto facetas del carácter del protagonista. Así, al hacerse evidente el odio que Hermione, siente por su
rival, ésta la enfrenta en forma mesurada y reflexiva, enrostrándole su inflexibilidad e intransigencia.
"No por mis maleficios te aborrece el marido. Es que eres incapaz de convivir con nadie. Ese
es el filtro mujer, no la belleza; son las virtudes las que cautivan al consorte del lecho, y tú
no."27

La tragedia de Eurípides finaliza con un repentino "deux et machina". Aparece Palas Atenea, poniendo en su
lugar todo aquello que había que ordenar.

Para Andrómaca, la orden es terminante: "que ella entre al tálamo de Heleno". El designado es el último hijo
vivo de Príamo, que ahora reina en Molacia; es en ese lugar donde la encontrará Eneas, en su larga travesía en
busca de la tierra prometida por los dioses.
"Por dicha, en aquél momento estaba Andrómaca en un bosque, a corta distancia de la ciudad,
junto a la orilla de un imaginario Simais, ofreciendo libaciones solemnes, manjares fúnebres,
dones a las cenizas de Héctor, evocando sus manes junto un túmulo vacío."28

Andrómaca es en "La Ilíada", esposa amante y madre perfecta. En la tragedia de Eurípides, una virtud ha
perdido en su desgracia, al no poder cumplir la fidelidad prometida a Héctor; ya no es Andrómaca, "la de los
blancos brazos", pero sí es la madre venerable, por siempre y a pesar de su destino fijado por los dioses.

NOTAS
1
 Homero, La Ilíada, Edit. Espasa-Calpe, Madrid, España, 1981, pág. 70.         [ Links ]
2
 Ibid., pág. 70.
3
 Ibid., pág. 71.
4
 Pirenne, Jacques, Civilizaciones Antiguas, Luis de Caralt Editor, Barcelona, España, 1970, p.
152.         [ Links ]
5
 Homero, La Ilíada, pág. 71.
6
 Ibid., pág. 70.
7
 Ibid. pág. 231.
8
 Ibid. pág. 232.
9
 Ibid. pág. 213.
10
 Ibid., pág. 238.
11
 Ibid., pág. 238.
12
 Ibid., pág. 238.
13
 Ibid., pág. 265.
14
 Ibid., pág. 266.
15
 Eurípides, "Las Diecinueve Tragedias", Ed. Porrúa, México, 1982, pág. 125.         [ Links ]
16
 Ibid., pág. 125.
17
 Ibid., pág. 128.
18
 Ibid., pág. 129.
19
 Ibid., pág. 137.
20
 Ibid., pág. 135.
21
 Ibid., pág. 132.
22
 Ibid., pág. 132.
23
 Ibid., pág. 132.
24
 Ibid., pág. 132.
25
 Ibid., pág. 133
26
 Ibid., pág. 143.
27
 Ibid., pág. 130.
28
 Virgilio, La Eneida, Espasa-Calpe, Madrid, España, duodécima edición, 1983, p.54.         [ Links ]

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