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ARMSTRONG (doctor)
BLOVE (William Henry)
BRENT (Emily)
CLAYTHORNE (Vera)
LOMBARD (Capitán Philip)
MACARTHUR (general)
MARSTON (Anthony)
MISS. ROGERS (Sirviente)
MR. ROGERS (Sirviente)
WARGRAVE (juez)
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Diez negritos se fueron a cenar.
Y se ahorcó y no quedó...
¡Ninguno!
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La obra nos sitúa en una casa lujosa, situada en medio de una isla llamada Isla del Negro.
La obra transcurre en un salón en el que hay dos puertas, una al fondo izquierda y otra a
la derecha. En la sala se percibe que hay un sofá y dos butacas, una mesilla, un mueble
bar y un piano, sobre el cual hay 10 figuras.
Cuando se abre el telón, se ve a un mayordomo limpiando una mesa. Oye un ruido y mira
por la ventana.
(Entran MacArthur y Brent. El general lleva sus maletas y las de la señora, a pesar de su
edad. Blove coge la copa y se sienta en el sofá)
MACARTHUR: Hola de nuevo. (Deja las maletas. Suspira.) Ya no soy joven para estas
cosas.
BRENT: (Enfadada) Cuidado con mi maleta (La coge. A Vera) ¿Dónde están
los señores?
VERA: No se encuentran aquí. Hasta mañana yo me ocuparé de todo.
BRENT: (Con sarcasmo) Sí, ya veo cómo se está ocupando de todo,
aprovechando para asaltar el mueble bar. (Ofendida) Ver para
creer. Invitan a un grupo de gente y cuando llegan no hay nadie para
recibirles. ¡Qué educación!
LOMBARD: ¿Quieren tomar algo?
MACARTHUR: Sí, un Whisky, por favor. (Mr. Rogers entra)
BRENT: (Ofendida) Por favor. Me repugna el alcohol. (A Mr. Rogers). Supongo
que tendré una habitación preparada.
VERA: (A Rogers) Acompañe a la señora Brent a sus aposentos, por favor.
Y, de paso, creo que yo también iré a mi cuarto.
MR. ROGERS Perfecto. (Coge las maletas y se van los tres).
LOMBARD: General. (Le da el vaso. El general se queda absorto en el paisaje)
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(Entra WARGRAVE)
BLOVE: (Mira a los otros dos) Creo que iré a hacerles compañía.
(Entra Blove. Mira si no hay nadie y se sirve otra copa, esta vez muy cargada. Sin que se dé
cuenta, entra el doctor Armstrong. Deja la maleta, haciendo ruido.)
BLOVE: Oh, no le había visto llegar, señor Armstrong. Es usted doctor, ¿no es
cierto?
ARMSTRONG: Veo que soy famoso en mi profesión.
BLOVE: No... Lo vi declarando en un juicio, a cargo del juez Wargrave.
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ARMSTRONG: (Con asco) Sí, ya vi que también fue invitado. (Silencio) ¿Usted estaba
de público en el juicio?
BLOVE: No, no...
ARMSTRONG: ¿De jurado? ¿De abogado quizá? No lo recuerdo...
BLOVE: (Disimulando) Tampoco, tampoco... (Se termina la copa y se dirige
hacia el mueble bar) ¿Quiere una copa?
ARMSTRONG: No, gracias.
BLOVE: Pues con su permiso... tengo la boca seca, ¿sabe? (Se sirve y se sienta
en el sofá)
BLOVE: Vaya, pues muchas gracias. Creo que es hora de que me vaya a mi
habitación. (A Miss Rogers) ¿A qué hora se cena?
MISS ROGERS: A las nueve, dentro de un cuarto de hora. (Blove sale. Miss
Rogers recoge las copas vacías mientras Mr. Rogers limpia la
mesa) Este tipo me parece de lo más raro. Llega a una casa y se
dedica a vaciar el mueble bar. Y por si fuera poco, esta casa me
da mala espina.
MR. ROGERS: No te quejes tanto, ahora ya no puedes echarte atrás. Acabemos de
prepararlo todo que ya es casi la hora de cenar.
(Entra Brent con la Biblia en la mano. Se sienta, se pone a leer y se produce un silencio)
BRENT: «Los paganos están precipitados al abismo que ellos mismos habrán
cavado; en el cepo que han ocultado se cogerán el pie. El pecador en
sus propias redes caerá y será arrojado al infierno.»
Fundida
(La escena transcurre después de la cena. Se inicia vacía. Los personajes irán entrando
poco a poco. Entra Vera, seguida de Lombard y Armstrong)
(Entra Brent hablando con Wargrave. Amstrong, Vera y Lombard se quedan charlando)
BRENT: Así que es usted juez. Pues verá, quería consultarle un par de cosas.
WARGRAVE: Usted dirá.
BRENT: (Mira al resto de invitados) No, aquí delante de todo el mundo...
Vayamos fuera, mejor.
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VERA: Esta mujer es insoportable.
BLOVE: Qué bien sienta una copita después de cenar.
MARSTON: Oh, señorita, quería abandonarme. Me he girado y ya no se
encontraba a mi lado. ¿Sabe?, es una pena que no nos hayamos
conocido antes.
VERA: (Irónica) Sí, hubiera sido fantástico.
MARSTON: Podría haberla llevado en mi coche. Le enseñaría que es la
velocidad por las carreteras de Inglaterra. Sabe, podríamos
volver juntos.
LOMBARD: No me gustaría desanimarle, pero la señorita Claythorne ya ha
reservado billetes de tren para el viaje de vuelta.
MARSTON: Vaya. (Fijándose en las estatuillas situadas encima del piano) A
propósito… Son raras estas estatuillas, ¿no les parece?
LOMBARD: Negros, son negros. Serán por lo de la Isla del Negro, me imagino.
VERA: En efecto, es divertido. ¿Cuántos son? ¿Diez?
MARSTON: Sí.
VERA: Son graciosos. Son los diez negritos de la canción de cuna; en mi
cuarto está en un cuadro, suspendido sobre la chimenea.
MARSTON: En el mío, también.
BLOVE: Y en el mío.
MARSTON: Creo que es un detalle demasiado infantil.
VERA: No es infantil. No deja de ser curioso.
MARSTON: Mire, la melodía está aquí escrita. ¿Alguien sabe tocar el piano?
VERA: Yo. Y, si no les importa, me gustaría tocarla.
(Empieza a tocarla y a cantar, en voz melosa. Todos la escuchan, absortos. Vuelven Brent y
Wargrave. La primera se sienta en la butaca y saca agujas y lana)
(Entra MacArthur)
MACARTHUR: (Irritado) Por favor, pare. No hay canción que soporte menos. Me
recuerda a Leslie...
«Señoras y caballeros. Silencio por favor.» «Os acuso de los siguientes crímenes:»
(Todos se miran y se quedan en absoluto silencio, sin entender de dónde proviene esa voz)
«Edward George Armstrong, usted causó la muerte a Luisa Ethel Glees el 3 de octubre de
1925.»
«John Gordon MacArthur, usted envió a la muerte con la mayor sangre fría al amante de
su mujer, Arthur Richmond, el 4 de enero de 1917.»
«Vera Elisabeth Claythorne, el 24 de abril de 1933 mató usted a Cyril Oglive Hamilton.»
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«Philip Lombard, en el mes de junio de 1932 llevó a la muerte a veintiún hombres
miembros de una tribu de África Oriental.»
«Tornas Rogers y Ethel Rogers, el 6 de mayo de 1929 dejaron morir a Jennifer Brady.»
(Después de un instante de silencio absoluto, Miss Rogers cae desmayada al suelo. Todos se
sobresaltan. Armstrong y Lombard, junto a Mr. Rogers, ayudan a llevarla al sofá. Marston y
Vera miran desde detrás del sofá. Wargrave da vueltas por la habitación, buscando de
dónde procedió la voz. Todos miran a su alrededor, mostrando un nerviosismo poco
habitual)
(Entre Marston y Blove sirven a los invitados. Entran Mr. Rogers y Armstrong)
(Todos miran a Blove, con ira en sus miradas. Marston se abalanza sobre él)
BLOVE: Si estoy aquí, es por cuestiones de trabajo. Tengo mis papeles y puedo
enseñárselos. He pertenecido a la policía y dirijo actualmente una
agencia de detectives en Plymouth y fui requerido para venir aquí por
el señor Owen. Adjunta en su carta había una gran cantidad de dinero
para mis gastos y me daba las instrucciones que debía seguir. Debía
mezclarme con los invitados, vigilar sus hechos y gestos.
BLOVE: En efecto.
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WARGRAVE: Las conclusiones me parecen lógicas. ¡Ulik Norman Owen! En la carta
dirigida a miss Brent, el apellido era ilegible, pero el nombre se podía
leer: Una Nancy O., es decir, siempre U. N. Owen. Con un poco de
imaginación y fantasía se podría reconstruir la palabra inglesa
«Unknown», es decir, desconocido.
WARGRAVE: Tiene usted razón, miss Vera. Estoy seguro de que hemos sido
invitados por un loco, probablemente un loco... un maniático del
crimen.
BRENT: Antes de nada, díganos, señor Wargrave, por qué está usted aquí.
WARGRAVE: Yo recibí esta carta. (Saca una carta, que es cogida por Marston
rápidamente) Esta carta está escrita como si fuese de una de mis
viejas amistades, Lady Constance Culmington, a la que no he visto
desde hace dos años. El autor de esta carta ha empleado el estilo
incoherente y fútil de lady Culmington para invitarme a encontrarla
aquí, y me habla de los propietarios de una manera confusa.
MR. ROGERS: ¡Es una mentira, una infame mentira! ¡Jamás ni mi mujer ni yo hemos
cometido crimen alguno!
WARGRAVE: (Levantando la mano) Silencio, por favor. Antes de nada deseo hacer
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una declaración. He sido acusado de la muerte de un tal Edward
Seton. Me acuerdo perfectamente de Seton. Estaba acusado del
asesinato de una vieja y compareció ante mí en junio de 1930. Su
abogado le defendió hábilmente y él mismo produjo una buena
impresión en el jurado. Pero después de las declaraciones de los
testigos, su crimen no dejaba duda a mis ojos. Se recurrió contra la
sentencia invocando unas inexactitudes en la interpretación de los
hechos, pero la apelación fue desestimada y el hombre ejecutado.
Que quede claro que cumplí con mi deber condenando a muerte a un
asesino.
VERA: Quisiera decirles... a propósito del niño Cyril Hamilton, que era yo su
institutriz. Estábamos en una playa y le tenía prohibido nadar
demasiado lejos. Un día, me despisté y se fue más lejos de lo que le
tenía permitido. Salté al agua para cogerle, pero llegué demasiado
tarde. Fue horroroso, pero no pude hacer nada. En la investigación, el
fiscal reconoció mi inocencia. La madre del niño no me dirigió ningún
reproche y me demostró su afecto. ¿Por qué recordarme este
doloroso accidente? Es injusto... ¡Injusto! (Llora)
MACARTHUR: Vamos, vamos, querida... Sabemos que todo eso es falso... Se trata de
un loco chiflado, digno de encierro. No vale la pena darle importancia
a esas infamias. Entretanto, yo declaro que no hay nada de cierto en
esa historia del joven Arthur Richmond. Richmond era oficial de mi
regimiento, le envié a un reconocimiento en el que o bien podía
conseguir la gloria o bien morir... (Silencio) El caso es que murió. (Se
va enfureciendo) ¿Pero qué hay más corriente en tiempo de guerra?
Lo que me molesta es esa malévola insinuación sobre la conducta de
mi mujer... La más fiel de todas las esposas... ¡La mujer de un general!
(Se sienta, agotado)
LOMBARD: (Con una media sonrisa) Por lo que se refiere a los indígenas...
MARSTON: ¿Qué?
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LOMBARD: Es una historia verídica. Los abandoné a su suerte. Era una cuestión
de vida o muerte. Estábamos perdidos en la selva. Mis dos camaradas
y yo cogimos lo que quedaba de alimento y huimos.
MARSTON: Ahora que lo pienso... Johnny y Lucy Combes debían de ser dos niños
a los que atropellé cerca de Cambridge... ¡Qué mala suerte!
MARSTON: Hombre, pensaba que para mí... Pero quizá tenga usted razón;
también fue mala suerte para ellos. Pero se trata de un accidente. Los
niños salían corriendo de una casa. Me quitaron el permiso de
conducir durante un año, y eso, por cierto, me fastidió.
MR. ROGERS (Cortando la discusión) ¿Me permiten que les diga algo? (Todos se
callan y le miran)
LOMBARD: Le escuchamos.
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mundo se lo dirá, señor; ¡jamás tuvo queja alguna de nosotros! ¡Ni el
menor reproche!
MR. ROGERS (Categórico) Miss Brady nos dejó una suma como premio a nuestros
fieles servicios. ¿Y por qué no?
BLOVE: Exactamente
BLOVE: Ese individuo no era más que un estafador. Fue él quien mató al
sereno. Su culpabilidad no dejaba lugar a dudas.
LOMBARD: (Con ironía) Por lo visto, todos somos personas que respetan la ley y
cumplen su deber; excepto yo. ¿Y usted, doctor? ¿Qué le parece si
hablásemos un poco de error profesional? ¿Se trataba de una
operación ilegal?
(Silencio, todos miran a la Señora Brent, que evita las miradas. Al cabo de unos segundos, se
da por aludida y alza la cabeza.)
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BRENT: ¿Esperan que les diga algo? No tengo nada que decirles.
WARGRAVE: ¿Nada?
MACARTHUR: ¿Ni una barca? (Mr. Rogers niega con la cabeza) Entonces, ¿cómo se
comunica usted con la costa?
MR. ROGERS Cada mañana viene un barco que nos trae el pan, la leche y el correo,
y toman los pedidos para los proveedores.
MR. ROGER Lo siento, pero tampoco será posible El constructor construyó esta
casa sin línea telefónica.
WARGRAVE: En este caso, todos deberemos esperar a mañana para tomar el barco
de Narracott.
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aclarar este misterio. Parece una novela policíaca... de las más
emocionantes.
MARSTON: Ya... Entiendo que procure tener una vida más aburrida. Lo que
pasa es que encuentro que la vida es cada vez más breve. Los
asuntos criminales me apasionan, me entusiasman. ¡Bebo a la salud
de los asesinos!
(Bebe. De repente, Marston parece que se ahoga. Con movimientos espasmódicos acaba
por caer a los pies de su butaca, muerto. Todos a su alrededor lo miran con preocupación y
asombro. Mientras esto pasa, una de las 10 figuritas desaparece. Se produce un momento
de silencio. Todos los invitados contemplan la escena, estupefactos, como si no pudieran
creerlo. Solo el doctor es capaz de reaccionar. Se dirige al cuerpo y le levanta la cabeza)
ARMSTRONG: ¡Dios mío! ¡Ha muerto! (Le examina los labios y los ojos. Blove coge el
vaso del que bebía Marston. Mientras avanza el diálogo, lo
inspecciona)
BLOVE: Sí. No sabría precisar la naturaleza del veneno, pero todo me hace
creer que se trata de cianuro. No será ácido prúsico; debe de ser
cianuro de potasio, que mata de manera fulminante.
VERA: Jamás habría creído que un hombre tan jovial y tan vigoroso pensara
en suicidarse. Cuando esta tarde llegó en su coche, parecía como...
un... ¡Oh, no sabría explicarlo!
BLOVE: Doctor, todo esto me parece increíble. Marston no era del tipo de los
que se suicidan.
MR. ROGERS: Por favor, podemos llevar el cadáver del señor Marston a su
habitación... Solo faltaría que mi mujer se despertase y...
BLOVE: Tiene razón. (A Rogers) ¿Me echa una mano? Llevémosle a su cuarto.
(Entre los dos sacan el cadáver de Marston).
ARMSTRONG: Ya basta por hoy. Descanse. (Vera sale, el doctor se sirve una copa y se
sienta en el sofá. Mira la copa y dice, en tono triste) ¿Por qué...? ¿Por
qué lo hice...?
(Amstrong se levanta, se dirige hacia el mueble bar. Se gira de repente y se esconde la copa
en la espalda. La escena se centra en él, viviendo el pasado)
Fundida
(La escena se inicia con el doctor Armstrong dormido en el sofá, con una botella vacía en la
mesa. Por la luz de la ventana parece ser muy pronto. Desde las habitaciones entra
corriendo Mr. Rogers)
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MR. ROGERS: (Alterado) ¿Doctor? ¡Doctor!
(Por la luz de la ventana se puede percibir que han pasado varias horas. En la escena están
Vera y el juez mirando por la ventana, Blove en el mueble-bar y MacArthur y Brent sentados
cada uno en una butaca. Cuando la escena empieza, Lombard entra de las habitaciones)
ROGERS: ¿Quieren que les sirva alguna otra cosa? Perdónenme si no había
bastante desayuno, pero nos queda muy poco pan y el de hoy todavía
no nos lo han traído. (Todos desvían la mirada)
MACARTHUR: (Rompiendo el silencio, con voz emocionada) Siento muchísimo lo
ocurrido con su mujer. El doctor nos lo acaba de contar.
ROGERS: Ya ve, señor... De lo agradezco mucho. (Sale)
MACARTHUR: La canoa no vendrá. (Todos le miran) Seguro que no vendrá. Todos
contamos con esa barca para abandonar la Isla del Negro, pero
¿quieren saber mi opinión? Pues que no nos marcharemos de esta
isla. Ninguno de nosotros saldrá de ella. (Se levanta y, mientras habla,
se va por la terraza) Esto es el fin... ¿Me comprenden...? ¡El fin de
todo! Disfrutaremos de la paz... Sí, de una paz dura.... Llegar al final
del viaje... No más inquietudes... La paz...
BLOVE: (Se sienta) Uno que está ya medio loco. Creo que todos vamos a
perder la cabeza.
LOMBARD: Bueno, no es el momento de desanimarse. Alegren esas caras.
BLOVE: Debemos de haber dormido mal. (Se dirige a la terraza. A Lombard) Lo
que es extraño es haber dormido bien.
LOMBARD: Pues yo he dormido perfectamente.
BLOVE: ¿Y no le han perturbado el sueño los 20 indígenas de Suráfrica? (Se
encaran)
LOMBARD: ¿Qué le pasa, tiene pesadillas sobre James Stephen Landor?
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WARGRAVE: Basta de discutir. Eso es lo último que debemos hacer. (Blove y
Lombard salen, enfadados, por la terraza y por las habitaciones,
respectivamente) (A Vera) Aquí solo hacemos que discutir; quizá nos
convenga tomar el aire.
(Vera asiente y se van por la terraza. Entra Rogers, que se queda inmóvil ante las 8 figuras.
El Doctor entra desde la terraza, en dirección a las habitaciones)
(Entra Brent, enfadada, con una carta en la mano, y Vera, que va a por una copa)
BRENT: (A Vera) El hombre que nos trajo ayer era bastante formal; es
verdaderamente raro que se retrase tanto esta mañana.
VERA: ¡Esta aventura es tan absurda! No se comprende nada.
BRENT: Me he dejado engañar muy fácilmente. Esta carta es absurda, si se
toma uno la molestia de examinarla detenidamente. Pero cuando la
recibí no tuve la menor sospecha.
VERA: (Mira de reojo a Rogers y aparta a Brent al otro lado de la habitación.
En voz baja) ¿Piensa de veras lo que dijo antes? (Brent mira sin
entender de qué habla) Eso sobre que Rogers y su mujer dejaron
morir a su señora. (Rogers y el doctor salen a la terraza. Brent se
sienta donde lo hacía Mr. Rogers)
BRENT: Todo parece confirmar mi idea: la forma en que se desvaneció la
criada en el momento en que su marido dejaba caer la bandeja con el
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servicio de café… Recuérdelo. Después, las explicaciones de Rogers...
sonaban a falso. ¡Desde luego, para mí son culpables, sin duda
alguna!
VERA: ¿Y todas las demás acusaciones serían falsas? Si la voz decía la verdad
referente a los esposos Rogers...
BRENT: Naturalmente, las otras acusaciones eran exageradas y hasta ridículas.
Así, el reproche contra el juez Wargrave, que cumplió con su deber,
igual que el caso del ex detective de Scotland Yard... y justamente el
mío.
VERA: ¿Me va a contar lo que sucedió?
BRENT: ¿Por qué no? Soy inocente. En vista de las circunstancias, preferí no
decir nada anoche. Me dolía el tener que hacerlo delante de esos
señores. Beatriz Taylor era mi criada. No era una joven sensata, pero
lo descubrí demasiado tarde; me desilusionó mucho. Tenía buenos
modales; voluntariosa y servicial.
(Salen Lombard y Armstrong por la terraza, cruzándose con MacArthur, que se sienta, y
Blove, por las habitaciones. Brent se levanta)
WARGRAVE: Sinceramente, creo que vale más la inteligencia que una pistola. (A
Vera) Estaré fuera, repasando algunos detalles.
BRENT: (Se levanta) Yo iré a buscar la lana gris. No sé dónde la he dejado.
(Sale por las habitaciones)
MACARTHUR: ¿Por qué se entrometen tanto...? Tan solo hay que esperar, esperar
tranquilamente…
VERA: (Se sienta) ¿Esperar qué, general?
MACARTHUR: El fin, esperar el fin... (Grita) ¡Leslie! Dios... La quería tanto…
(En este momento una estatuilla desaparece. Blove sale por las habitaciones)
Fundida
(La escena se inicia igual que acaba. Mr. Rogers no está. Entran Armstrong y Lombard,
visiblemente decepcionados. Detrás de ellos, el juez Wargrave)
WARGRAVE: ¿Y bien?
ARMSTRONG: (Decepcionado) Nada, estamos solos en esta isla. (Entran Blove y Mr
Rogers)
BLOVE: Doctor, ¿no pudo usted equivocarse en la dosis de tranquilizantes que
dio a la señora Rogers?
ARMSTRONG: (Ofendido) Un médico no puede permitirse el lujo de equivocarse,
amigo mío, aunque por lo visto no pasa lo mismo con los policías.
BLOVE: No sería la primera vez que haya usted cometido una equivocación, si
creemos lo dicho por el disco del gramófono.
LOMBARD: ¿Qué significa esta actitud agresiva? Estamos todos en la misma
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situación y debemos ayudarnos mutuamente, pues... también
podríamos preguntarle algo a usted sobre este asunto de perjurio.
BLOVE: Déjeme tranquilo con esa historia; no son más que mentiras. Me
gustaría conocer ciertos detalles acerca de usted. Quisiera que usted
me dijese por qué lleva un revólver, cuando viene usted sólo a título
de invitado.
LOMBARD: (Riéndose) Blove, usted no es tan tonto como parece.
BLOVE: Puede ser, ¡pero díganos la verdad ahora!
LOMBARD: Bueno; he dejado creer que estaba invitado en esta lista como los
demás. No es cierto. La realidad es que un hombre me ha ofrecido
cien guineas por venir aquí y tener abiertos los ojos para lo que
pudiera pasar. Me dijo que yo estaba reputado como hombre de
recursos en las situaciones difíciles. Pero ahora juraría que todos
estamos cogidos en la misma celda. ¡La muerte de la señora Rogers!
¡La de Tony! ¡La desaparición de los negritos! (Los señala; se produce
un silencio)
VERA: (Con voz temblorosa) Hay... hay siete.
LOMBARD: (Alarmado) ¿Quién falta? ¿Y el general?
VERA: En la terraza, ha salido a esperar...
BLOVE: ¡General! (Salen corriendo Blove y Lombard) (Off) ¡General!
LOMBARD: ¡Dios mío! (Entra Blove.)
BLOVE: Ha sido el siguiente, le han golpeado en la cabeza.
ARMSTRONG: Pero eso es imposible. Si hemos buscado por toda la isla. (Entra
Lombard)
WARGRAVE: No. No es imposible. Nos queda una última opción que todavía no
hemos barajado.
BRENT: (Para sí sola) Un castigo divino, sin duda.
WARGRAVE: (Haciendo caso omiso a las palabras de Brent) El asesino está aquí.
LOMBARD: Quiere decir que está en esta habitación... ¿Que es uno de nosotros?
WARGRAVE: Sí. Esta mañana saqué la misma conclusión y hubiera podido
anticiparles lo inútil de su búsqueda por la isla. Estoy convencido de
que el señor Owen, por darle el nombre que él ha escogido, se
encuentra en la isla; lo juraría por mi vida. Este hombre ha decidido
castigar a ciertos individuos por faltas cometidas que escapan a la ley.
No dispone de otros medios para su plan que el juntarse con sus
invitados. Creo que el señor Owen es uno de nosotros. Sólo
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quedamos siete y uno de nosotros es el falso negrito.
Fundida
(La escena se retoma con todos los personajes en el salón, menos Rogers. Brent está
haciendo ganchillo sentada en la butaca. Vera contempla la tormenta por la ventana.
Lombard y el doctor están sentados en el sofá. El juez se encuentra con los ojos cerrados en
la butaca y Blove se pasea)
(Blove se ha detenido delante del piano y empieza a tocar la melodía. Vera le lanza una
mirada mortal)
(Todos se miran)
WARGRAVE: Usted se basa sobre lo que hemos oído para formarse de él una
opinión, pero ignoramos si Rogers y su mujer realizaron
verdaderamente la muerte de su señora. Puede ser que la acusación
fuera falsa con objeto de colocar a Rogers en la misma situación que
todos nosotros. El terror que ayer noche demostró la mujer de Rogers
podría ser causado al darse cuenta del desarreglo mental de su
marido.
(A medida que avanza el diálogo, todos cogen un café y se separan en parejas. Vera habla
con el señor Blove, delante de la ventana. Wargrave, con Brent desde el sofá. Y Lombard,
con el doctor, cerca del mini bar. Todos hablan entre ellos, en voz baja.)
(Esta escena se hace paralela a la del matrimonio Rogers, escenificando lo que ellos
explican.)
LOMBARD: ¡Es bien sencillo todo esto! La tentación era demasiado fuerte.
MR. ROGERS: ¿Sabes el dinero que nos ha dejado? Dejaremos de ser pobres. Y,
total, por avanzar algo que tarde o temprano llegará.
MR. ROGERS: (Se mira el frasco y se lo guarda) Señora Brandy, salgo corriendo a
buscar un médico. ¡Aguante! (A miss Rogers) Te quiero.
WARGRAVE: Así, señora Brent, ¿usted qué cree de todo este tema?
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BRENT: Yo solo sé que Dios ha designado a alguien para acabar con los
culpables.
WARGRAVE: ¿Cree de veras que todos lo merecemos?
BRENT: Mire, yo solo sé que no tengo que preocuparme, porque nunca he
hecho nada de lo que arrepentirme. Ese atropellaniños, esa pareja
que mató a una pobre señora, la otra que dejó ahogar a un niño...
¿Cree que no lo merecen? ¿Creían que Dios no les castigaría? Como
ven, se equivocaban.
WARGRAVE: Sabe, tiene usted una calma extraordinaria.
BRENT: Me enseñaron en mi juventud a dominar los nervios y a no causar
molestias. Aunque, qué quiere que le diga, esa señorita Claythorne ha
llegado aquí dispuesta a todo para no levantar sospechas. No sé si
me entiende.
BLOVE: (A todos) Nadie sabe nadar bien, ¿verdad?
WARGRAVE: No estará pensando en nadar hasta la costa, ¿verdad? Cualquiera que
lo intentase (A Vera) se ahogaría.
VERA: ¿Y por qué me mira a mí?
BRENT: Recuerde que a la señorita Claythorne la palabra “ahogo” le trae
malos recuerdos.
VERA: ¿Pero qué está diciendo? ¡Por lo menos yo no dejé morir a una pobre
chica embarazada! (Brent se levanta)
LOMBARD: ¡Basta! No dejemos que se inicie una tormenta aquí también.
BRENT: Estoy harta. Si me necesitan estaré en mi habitación. (Sale)
BLOVE: (Gritando) ¡Ciérrese con llave!
LOMBARD: Por fin se va esa loca...
ARMSTRONG: Pero tiene razón, es buena idea ir a descansar. Yo, al menos, esta
noche no he dormido demasiado bien. Hasta la cena, si Dios quiere.
(Sale)
VERA: (A Blove) Ve lo que le decía, haga algo. (Empuja a Blove hacia la salida)
BLOVE: Em... espere doctor, ¡le acompaño! (Sale hacia las habitaciones. Se
cruza con Mr. Rogers.)
MR. ROGERS: Ahora que la tormenta ha amainado, aprovecharé para ir a por leña.
Esta noche pasaremos frío, si no.
WARGRAVE: No consigo comprender nada... Necesito repasar los acontecimientos.
Les dejo solos. Espero no encontrar un nuevo cadáver cuando vuelva.
(Sale)
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VERA: Uno no llega a figurarse estar viviendo una pesadilla. Continúo
creyendo que tales cosas es imposible que sucedan.
LOMBARD: La comprendo, señorita Claythorne. Parece un sueño. Parece que
dentro de un momento llamarán a la puerta y la sirvienta entrará para
servirnos el té.
BLOVE: Maldita vieja... El hecho es que empiezo a tener miedo. (Ve el piano y
se dirige a él. Empieza a tocar y a cantar la canción) [...] (Entran Vera y
Lombard) Siete negritos cortaron leña con un hacha. Uno se cortó en
dos y quedaron seis.
VERA: (Absorta) Cortaron leña con una hacha... (Se da cuenta) ¡Rogers! (Sale
corriendo por la terraza)
Fundida
(En la escena están Vera y Lombard sentados en el sofá, con el pelo visiblemente mojado. El
Doctor entra desde la terraza con un paraguas, acompañado por Blove. El juez Wargrave
mira desde la ventana)
WARGRAVE: ¿Para asestar tal golpe, el asesino debía ser muy fuerte?
VERA: (Se levanta y grita, histérica) ¿Crían abejas en esta isla? Dígame dónde
se busca la miel. (Se ríe. Todos la miran) ¿Por qué me miran así? ¿Me
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creen loca? Pues mi pregunta no tiene nada de extravagante. ¿Hay
abejas, colmenas, abejas? ¿No lo comprenden ustedes? ¿No han leído
la canción de cuna? ¡Está en sus dormitorios para que la aprendan! Si
hubiéramos reflexionado un momento, habríamos ido en seguida a la
leñera, donde Rogers cortaba leña. Siete negritos cortaban leña con
un hacha... ¿Y cuál es la estrofa siguiente? Seis negritos jugaban con
una colmena... He ahí por qué pregunto si se crían abejas en esta isla.
¡Dios mío, qué raro...! ¡Qué extraño!
ARMSTRONG: Era necesario, ya tenemos bastantes horrores para venirnos con crisis
nerviosas.
BLOVE: Esto me recuerda un caso que pasó en América: una pareja de edad
avanzada fue asesinada a hachazos. No había nadie en la casa más
que su hija y la criada. En el juicio, se demostró que ésta no pudo
cometer el asesinato y, en cuanto a la hija, era una solterona de
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excelente reputación; se la reconoció igualmente inocente y jamás se
descubrió al culpable. Este caso lo he recordado al ver el hacha y la
solterona tan tranquila en la cocina. No se ha inmutado.
BLOVE: Pero la vieja, tan tranquila todo el día… Me parece que está mujer
está loca de atar, pues casi todas estas solteronas terminan lo mismo.
No quiero decir con esto que tengan la mano homicida, pero sí que
muchas pierden la cabeza. Empiezo a creer que la señora Brent tiene
una locura mística, que se imagina ser el instrumento de la justicia
divina o algo por el estilo. Cuando está en su cuarto, siempre lee la
Biblia. Si no fuera la culpable, tendría al menos un poco de miedo.
(La escena se centra en Blove, viviendo el pasado. Este se sienta en la butaca y habla a su
alrededor)
LOMBARD: (Se ríe). Pero esté usted tranquilo, que no diré nada. Por lo menos
espero que ganase usted mucho dinero.
ARMSTRONG: ¿He oído que hay desayuno? Por cierto, aquí está la leña.
VERA: Sí, hemos encontrado unas cuantas latas de conserva. Servirán para
quitarnos el apetito.
Fundida
(De nuevo se inicia la escena. Todos están en el salón. Brent se encuentra en la butaca de
siempre, Vera contempla el tiempo en la ventana, Armstrong está sentado en la otra butaca
, y Blove y el doctor están en el sofá. Todos están en silencio y se irán iluminando a medida
que se oigan sus pensamientos)
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nadie. Quizá por eso crean que es la culpable.
LOMBARD: ¡Se ha tragado todo lo que le he contado! ¡Tendré que ir con cuidado,
sin embargo! Ya se respira mucha tensión en el ambiente.
WARGRAVE: Seis negritos de porcelana... No quedan más que seis. ¿Cuántos habrá
esta noche? ¿A quién le tocará primero?
VERA: Veo que al menos confían en mí. Eso me quita un peso de encima.
¿Quién será el siguiente?
BRENT: Le ayudaré.
(Todos se sobresaltan)
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WARGRAVE: Doctor, si me permite, querría hablar con usted un momento. Tengo
un asunto que comentarle.
BRENT: (Seca) No me haga decir que no tengo nada que decirle. Vayamos a la
cocina, acabaré de ayudar a la señorita Claythorne.
BRENT: (Para sí misma) Yo no..., yo no soy culpable de nada. ¿Pero por qué
tengo miedo? Dios sabe que hice bien; no podía permitir que esa
energúmena... ¿Y si realmente se trata de un loco? Seguro que es esa,
que nos quiere matar a todos.
BRENT: ¿Una abeja? Hoy... ¿Qué ha dicho La señorita Claythorne sobre una
abeja? Dios mío, qué mareo... (Se sienta en la butaca. Se le cae la
cabeza. De repente, alguien apaga la luz)
(Una sombra aparece detrás de la señora Brent, le inyecta algo y desaparece, así como uno
de los negritos. Pasan unos segundos. Entran Blove, Lombard y Vera)
BLOVE: (Para sí mismo) Una abeja... (Le miran. Blove se gira hacia la señora
Brent) (Gritando) ¡Señora Brent! ¡Señora Brent, despierte!
LOMBARD: (Acercándose a Blove) Creo que hemos llegado demasiado tarde. Falta
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otro negrito.
Fundida
La escena se reanuda con todos los personajes menos el juez en escena. El cuerpo de Brent
ya ha desaparecido. Vera está en la ventana.
VERA: (Se asusta, mirando hacia la ventana y retrocede) ¡Miren! ¡Una abeja!
Acuérdense de lo que les dije antes.
LOMBARD: (Perdiendo valor, con la voz temblorosa) ¡No! ¡No es una coincidencia!
El asesino persiste en dar un poco de color local a sus crímenes. ¡Es un
alegre viejo libertino! Sigue al pie de la letra las estrofas de esa
satánica canción de cuna. (Estallando) Es insensato... insensato.
¡Estamos todos locos!
(De repente, el resto de invitados miran al doctor Armstrong como si quisieran matarlo con
la mirada)
WARGRAVE: Sencillamente, propongo que todas las drogas del doctor, mis
comprimidos y su revólver sean recogidos y llevados a un lugar
seguro, así como cualquier producto farmacéutico y todas las armas
de fuego que encontremos. Hecho esto, cada uno de nosotros se
someterá a un registro completo de su persona y de sus ropas.
(Se van. En el momento en el que salen, entra el doctor Armstrong con su bolsa, que vacía
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en la mesa para encontrar, rápidamente, la aguja hipodérmica)
WARGRAVE: ¿Y bien?
(Entran Lombard y Blove, con cierta prisa. Éste último entra pensativo, y se dirige a la
ventana)
Fundida
(La escena se inicia en el salón. Están los 5 supervivientes ahora a oscuras, con velas
repartidas entre ellos. Vera está estirada en la butaca. Armstrong, de pie, se mueve muy
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nervioso. Wargrave se encuentra en la otra butaca y tanto Blove como Lombard, en el sofá.
De fondo, la tormenta)
WARGRAVE: Si no estamos alerta... Pero no hay más que estar vigilando nuestras
vidas...
BLOVE: ¿Y qué si lo hago? ¿No era usted el único que traía un revolver?
LOMBARD: Use la cabeza señor Blove, ahora mismo podría dispararles a todos si
quisiera, y fin del juego.
VERA: ¿Y por qué no? ¿Tiene miedo de algo? ¿Cómo se llamaba su paciente,
doctor? ¿Tiene miedo que sus nervios le traicionen ahora también y
descubramos quién es el asesino?
ARMSTRONG: ¡No!
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LOMBARD: Y ahora es uno de los neurólogos más importantes del país. Hasta que
ha llegado este señor Owen y le ha tirado todo por los suelos.
VERA: No puedo más. (Se levanta) Voy a buscar una lata de conservas.
¿Alguien quiere algo?
LOMBARD: Por muy inocente que parezca, no probaré algo que prepare usted en
la cocina.
VERA: Vale, vale, solo quería ser simpática. Sobre todo, que nadie se mueva
de aquí.
(Vera sale. Un par de segundos después se oyen sus gritos. Todos, asustados, van corriendo
hacia el pasillo. Con el aire, las velas se apagan y todo queda en una oscuridad absoluta)
ARMSTRONG: (Off) Mis velas se han apagado. Voy a encender alguna más.
LOMBARD: (Off) Vera, tranquilícese. Soy yo, está a salvo. (Vuelve a luz)
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VERA: (Off) ¿Dónde está el señor Wargrave?
LOMBARD: (Off) ¡Qué raro, creía que había subido con nosotros!
ARMSTRONG: (Off) Tenía la impresión de que me seguía. Claro que, como es mayor,
anda más despacio que nosotros
(Entra Armstrong. Al cabo de unos segundos, entra Blove y, después, Vera y Lombard. El
doctor vislumbra al juez en la butaca. Se acerca e indica con la mano que el resto no se
acerquen. Ya solo quedan 4 negritos)
LOMBARD: (Con risa histérica) ¡Cinco negritos estudiaron Derecho y uno de ellos
se doctoró y quedaron cuatro! Este es el final de Wargrave, el juez
sanguinario.
Fundida
(Se inicia la escena vacía. Por la luz se deduce que es muy temprano. Armstrong cruza el
salón y sale por la terraza. Blove sale de las habitaciones, mira por la ventana)
(Silencio)
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VERA: (Off) ¿Qué ocurre?
(Entran en el salón)
LOMBARD: Ya lo tenemos.
(Al cabo de unos segundos desaparece otro negrito. Entran Blove y Lombard)
(Salen hacia las habitaciones. Al cabo de unos segundos vuelven los tres)
BLOVE: Hoy al final podremos estar tranquilos. Es bien cierto que lo que no ve
una mujer no lo ve nadie. ¿Cómo supo que era el señor Armstrong el
que nos iba eliminando uno a uno? ¿Cómo supo que era un criminal?
¿Un hipócrita? ¿Un farsante?
BLOVE: ¿No querrá que me eche a llorar porqué se haya tirado del
acantilado? Ya hemos hecho suficiente rescatando el cuerpo. Sabe,
usted sería una buena detective.
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VERA: Bueno... Todos los muertos por veneno… y el golpe tan certero al
general... Solo pudo ser obra de alguien de ciencia.
BLOVE: Bueno, sumado a que todos sospechábamos de él. Sabía que hoy era
el día en que lo descubriríamos y prefirió morir como uno de sus
estúpidos negritos que no acabar ejecutado por algún juez. Créame,
se lo digo por experiencia. Hasta a los peores criminales se les cambia
la cara cuando se sienten descubiertos. (Se levanta hacia la ventana)
Es una pena que no se acerque ningún barco.
LOMBARD: Vera, eso es la tensión, los nervios. Deje de ver fantasmas donde no
los hay.
LOMBARD: Era una trampa. Alguien ha hecho que se le cayera la estatua del oso...
Como en la canción...: “Tres negritos se pasearon por el zoológico. Un
oso les atacó y quedaron Dos”. ¿Qué habitación es la que queda justo
encima?
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VERA: Entonces... entonces solo quedamos los dos en esta isla.
LOMBARD: Vera... Tú... Así que... ¿eras tú? Ahora lo entiendo todo. Una obra
maestra, debí saberlo desde el principio.
VERA: (Nerviosa) ¡Cállate! No me vengas con tonterías. ¡No voy a dejar que
me mates como a todos ellos!
LOMBARD: Así que en realidad sí mataste a ese niño. ¡Eres como todos ellos! ¡Una
asesina!
VERA: Lo maté... Sí... ¡Pero lo hice por Hugo! Si hubiera sido niña, él habría
heredado la herencia ¡Y seríamos felices! Pero no me engañarás. ¡Aquí
el verdadero asesino eres tú!
LOMBARD: ¡Mátame ya! ¡Mátame cómo has hecho con todos los otros!
VERA: ¡Calla!
LOMBARD: ¡Vera! ¡Escúchame! Sea quien sea el que nos haya hecho esto, espera a
que tú me dispares. No lo hagas, podremos...
LOMBARD: Podríamos escapar juntos de aquí, los dos. (Se va acercando poco a
poco) Podemos salvarnos.
VERA: No...
LOMBARD: Vera, tú no eres una asesina, lo veo en tus ojos. Confía en mí también.
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VERA: Lombard...
(Lombard, ya muy cerca, se abalanza sobre Vera. Esta dispara instintivamente y Lombard
cae muerto. Vera se queda petrificada por un momento. Comprueba que, efectivamente,
Lombard está muerto y se siente aliviada. Ya no tiene miedo. Tira el revólver y se sienta en
el sofá. De repente, se ríe. Se levanta, coge un negrito y los otros dos los tira al suelo)
«Señora Vera Claythorne. Silencio, por favor». (Vera se levanta y mira a su alrededor muy
asustada)
(Las siguientes frases se mezclan entre sí varias veces, mientras Vera se desploma en el
suelo, con miedo y desesperación)
¡Asesina!
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Debe pagar por ello».
(Mientras Vera llora, desciende del techo una cuerda con lazo, preparada para que Vera se
ahorque)
VERA: (La voz hace silencio.) Soy... soy una asesina... ¡Cyrill! ¡Lombard! ¡Hugo!
(Vera se levanta. Mira su negrito y lo deja caer. En ese momento, coge una silla y se ahorca)
Fundida
(La escena reaparece vacía. Con todo el mobiliario en su sitio y sin ningún cadáver en
escena. De repente, desde las habitaciones entra Wargrave y se dirige al mueble bar, con
una nota en la mano. Se sienta y se pone a escribir)
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un muy elevado sentido de la justicia y me subleva la idea de que un
ser inocente pueda sufrir y morir por mi culpa. No tenía ningún placer
en ver a un inocente en el banquillo de los acusados. Ese fue el caso de
Edward Seton. Su actitud y sus maneras impresionaron favorablemente
al jurado. Pero las pruebas recogidas en el sumario no dejaban ningún
resquicio de duda de su culpabilidad. Abusando de la confianza de una
vieja, Seton la había asesinado.
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En cuanto al inspector Blove, cayó en mis manos cuando unos colegas
discutían sobre el juicio de Landor.
Después le tocó a miss Brent. Eché en su taza lo que quedaba del cloral.
Apagué la luz, ella se mareó y me fue muy fácil ponerle una inyección
de cianuro. Soltar la abeja me pareció pueril, pero me divirtió. Me
esforzaba lo más posible por seguir las estrofas de la canción de cuna.
Cada uno tuvo miedo sus compañeros. Había dado cita al doctor fuera
de la casa a primera hora de la mañana. Le llevé a lo alto de los
acantilados e invité al doctor a que se acercase al borde para darse
cuenta de si había una cueva más abajo. Sin desconfiar, se inclinó y no
tuve más que empujarle para precipitarle al mar.
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Inmediatamente dispuse la decoración y esperaba ansiosamente el
resultado de esta experiencia psicológica. La tensión nerviosa
producida por el homicidio que acababa de realizar, la fuerza hipnótica
del ambiente y los remordimientos de su falta, ¿serían suficiente? El
resultado habla por sí solo.
Así pues, ya había terminado con 9 de los 10 negritos. Solo quedaba yo.
Un sencillo mecanismo me dispararía el revólver y terminaría así con el
décimo negrito, sin que pareciese un suicidio.
Todos los artistas tienen sed de gloria. También yo siento esa necesidad
de dar a conocer a mis semejantes mi astucia y mi ingenio haciendo
esta confesión. Conservo la esperanza de que el misterio de la Isla del
Negro continúe insoluble.
(El juez coge una botella vacía, introduce la nota y sale hacia la terraza)
Fin
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