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── ¿Por qué tenemos que quedarnos con la tía Dana?

──pregunto cerrando la cajuela del Mitsubishi


Lancer blanco de mi madre.

──Se amable──se limita a decir mi madre a sabiendas de que no me parece nada bien la idea de
quedarnos justamente con la tía que prácticamente me trata como un oso de peluche flexible y
estrujablemente sin huesos.

Ruedo mis ojos instintivamente al percatarme y le alcanzo el paso antes de que llegue a la
pequeña puerta de roble de la casa de dos pisos en la que viviremos a partir de ahora, o por lo
menos hasta que yo me encuentre en la universidad.

──Ha pasado demasiado desde la última vez que te ha visto, Alexandra, solo intenta ser linda,
¿quieres? Recuerda que es la hermana menor de tu padre y ha insistido en que viniéramos a su
casa mientras que conseguimos un lugar permanente. Además, ella te adora.

──Bueno no es como si tuviera opción, ahora soy su única sobrina; además, ella no me adora…Ella
me asfixia.

──Sé que todo ha sido difícil, pero en estos momentos no necesito de tus comentarios negativos.
Ninguna los necesita. Ya verás que no será tan malo. Solo debemos acomodarnos a él plan. 

"¿El plan?" Pero si es exactamente eso lo que me frustra. Me molesta pensar en que mi madre ya
tiene una vida planeada en la que su hijo, su esposo y sus amigos de toda la vida no forman parte
de ella, me enoja la sola idea de que ella intente reprimir los recuerdos negando que alguna vez
existieron. Quiero gritar, gritarle al mundo y sobre todo a ella que no sirve de nada pretender y
alejarse del pasado.... Pero sé que no conseguiría nada haciéndolo. Prácticamente estoy siendo
secuestrada por mi propia madre y no tengo algún derecho de opinar acerca del error que
estamos por cometer.

No estoy lista para su "plan", sea cual sea, y definitivamente no estoy lista para vivir en una casa
con dos mujeres viudas. Es como si alguien allá arriba se estuviese vengando conmigo. Vengando y
burlándose de la triste vida por la que tengo que pasar, mientras que cientos de personas
aprovechan la suya sin tener que pretender.
 
La puerta de la entrada se abre de golpe, interrumpiendo la innecesaria charla con mi madre,
dándole paso a mi tía Dana con una gran sonrisa en el rostro, y su habitual cigarrillo en mano y,
como si hubieran pasado décadas,  mi tía no tarda en envolverme alrededor de sus largos brazos,
en un apretado abrazo que casi me rompe la respiración, durante sus gritos chirriantes, diciendo
cuánto espera hacer ahora que viviremos juntas, recordándome inesperadamente la razón por la
cual es que temía vivir con ella y mi madre.

── ¡Al fin llegan! ──grita soltándome después de lo que parecía una eternidad, provocando que las
maletas sostenidas en mis brazos cayeran al suelo sin abrirse  ── ¡Alexandra estas tan grande, han
pasado años! 

Ha pasado un año. Justamente fue hace un año que la había visto (por lo que pensaba que sería la
última vez)en el funeral donde a duras penas pude permanecer por lo que parecían al menos unos
treinta minutos, antes de huir y esconderme en el único lugar de todo California que me podía
hacer sentir como si pudiera estar en mi propio santuario personal. Un santuario donde todo es
nada y nada importa. 

La casa no ha cambiado. Casi pareciera que la pequeña mesa de centro contenía las mismas
colillas de cigarro que solía ver hace más de siete años permanecieran allí y que el viejo golpe en la
pared de la cocina seguía intacto porque fuese apenas hecho ayer cuando Ryan y yo jugábamos
mini golf adentro de la casa.

Un año más, un año más, me repito constantemente en la cabeza

──Lose, lose mi niña. Es solo que esto será increíble──dice soltándome al fin y saludando a mi
madre──Sera tan divertido. Ya se──chasquea sus dedos──esto será tan genial que será como el
programa"Dos mujeres y media". 

Esto no es cierto.

──Cada noche será algo fuera de lo común y tendremos la regla de no hombres en la casa hasta  las
12 de la mañana.──continua mi tía haciendo reír a mi madre, mientras que apoyo mis cosas en el
sillón y me limito a mirarla raro──Sé que eso no sucede en la serie, pero debemos tener nuestros
límites ¿no crees Ellen?

¡Auxilio! ¡Policía, no conozco a esta mujer!

Mi tía siempre ha sido una persona un tanto....especial-por no decirlo de otra manera-, es una
mujer alta y morena, como mi padre, que se ha divorciado tres veces porque piensa que el
matrimonio es aburrido si lo pasas con un solo hombre toda tu vida. 

Yo siempre tuve la teoría de que sus matrimonios no funcionaban por lo "especial" que es. Pero
aun así ella siempre lograba sorprenderme cada navidad con un hombre nuevo. Mi tía ha sido
estéril desde los veinte, así que para mí mal augurio siempre soy yo a la que trata como una bebe,
diciendo que fui su niña perdida. No la juzgo, pero eso en realidad es triste.

──Danna, gracias por recibirnos no tenías por qué hacerlo.

──Oigan, ──digo levantando mi mano──lo siento, pero, ¿podrían decirme cual será mi habitación?
Estoy algo cansada.

── ¡Oh! Claro, cariño es la última de arriba, hasta el fondo──dice mi tía señalando con sus manos.

Le sonrió y susurro un "gracias" antes de subir con mis cosas a mi nueva habitación.

La habitación es más grande a comparación con la que solía tener antes, solo que a esta parece
como si le perteneciera a una adicta a las flores: tapiz de flores amarillas, la colcha con el
estampado de flores al igual que las cortinas, el buró con pequeñas flores trazadas en sus orillas y
hasta los picaportes de las puertas se encuentran con forma de flores. Parece como si la madre
naturaleza hubiera vomitado en la habitación entera.
──Dios, dame fuerzas──musito juntando mis manos y viendo al cielo.

Me paso el resto del día acomodando mi ropa en el armario y colgando posters- queriendo ocultar
el horrible papel tapiz-además de intentar cambiar toda la habitación a un estilo diferente. Con lo
que al final termine dándome por vencida, decidiendo que en cuanto salga de la casa lo primero
que buscare será con que quitar ese tapiz de niña. Me gustan las flores, pero no me gusta que me
tengan rodeada.

Nunca me considere muy femenina que digamos, me gustan los chicos y Grey me vuelve loca, al
igual que mi debilidad son los peluches de tamaño gigante. También tengo una pequeña obsesión
con las botas y zapatillas de marca TOD'S; pero si hay algo que no soporto es el rosa y a las chicas
presumidas que se creen las reinas del mundo y usan maquillaje extremo, soy femenina pero no
tanto como para amar un cuarto infestado por vomito de la naturaleza.

No quiero hacer nada, no quiero salir y mucho menos quiero pasar el resto del día con mi tía y mi
madre, así que en vez de hacer cualquiera de esas cosas pierdo lo queda  de la tarde acostada
escuchando a la increíble y sabia Lana Del Rey en mi celular.

── ¿Estas segura que no quieres salir? La tía Danna va a llevarme al edificio donde me consiguió
trabajo y de ahí iremos a cenar por el centro──dice mi madre insistiendo una vez más.

──Estoy segura, mamá, estaré bien. Prometo no suicidarme con el cable de mis audífonos. 

── ¡Oh, Dios, Alexandra!

──Es una broma. Salgan ustedes, la verdad no estoy de muy buen humor.

──Muy bien, iré pero te traeré la cena; no has comido nada desde que dejamos California.

No me queda otra más que asentir y despedirme para que mi madre salga por fin de la casa con mi
tía.

Me gusta mi privacidad, demasiado en verdad, solo que en casa la privacidad era lo que menos
tenía; cuando mi hermano y mi papá vivían no había momento en el que me encontrara sola-y
mucho menos con amigos como April y Elliot-me fastidiaba en serio que aparecieran en los
momentos en que me encontraba conmigo misma y me podía quedar sola escuchando música en
la privacidad de mi cuarto. Lo odiaba, pero se, que justo ahora haría lo que fuera por tenerlos
conmigo.

Han pasado un poco más de dos horas desde que mi madre y mi tía salieron de la casa y ya he
empezado a aburrirme. 

Sé que dije que no tenía ganas de salir o hacer algo, y es cierto, es solo que hasta cierto punto mi
soledad me estresa. 

Tomo mi suéter, las llaves de la casa y salgo a la calle con la esperanza de que caminar sin un
rumbo me lleve a algo interesante.
No revise la hora al salir de la casa pero a juzgar por el cielo oscuro sé que es tarde, muy tarde ya
que las calles se encuentran algo escasas de gente y varios locales se encuentran cerrados.
Pensaba que la casa de mi tía quedaba lejos del centro pero al paso que voy casi estoy por llegar a
él.

Llevo bastante tiempo caminando hacia la nada y ya me duelen los pies, tengo frio y me ha
empezado a fastidiar ser la única persona que va por estas calles. Siempre había visto a la ciudad
natal de mi papá interesante porque me gustaba que cuando veníamos a visitar a la tía él me
sacaba a las calles del centro por las noches, donde hacían grandes festivales en conmemoración a
la ciudad y nos divertíamos mientras él me platicaba su niñez al recorrer los lugares pero, parece,
que ahora eso ya no se hace más. 

Recuerdo como, en cada festival, me cargaba en sus hombros cuando me cansaba y me compraba
helados para lograr calmarme cada que me desesperaba. Mi papá era el mejor; aun puedo
recordar sus palabras cuando me trajo por primera vez a la ciudad, y me vio asombrada por todo
el festival que realizaban, él dijo: "A veces las cosas más pequeñas resultan ser más hermosas".
Cada momento especial está guardado en mi memoria y creo que esos recuerdos serán lo más
cercano que tendré a él.

Al final del evento mi padre me llevaba a una biblioteca vieja y desgastada, que sabía me
encantaba desde que la vi por primera vez, ahí nos sentábamos en el suelo, entre la sección de
romance y fantasía a platicar con un chocolate que comprábamos en la cafetería de la misma. Con
el tiempo aquello se llegó a convertir en una tradición entre nosotros. Me hubiera gustado que en
casa, en San Francisco, hubiera sido igual que aquí en las vacaciones, pero eso sería mucho pedir
ya que mi papá pasaba bastante tiempo trabajando en la estación.

Me pregunto si aún existirá esa vieja biblioteca.... No vengo desde hace tiempo, pero solía venir
siempre de niña así que supongo que ya debo saber llegar hasta ella.

Después de un rato más caminando hacia el centro logro reconocer el gran mural desgastado y
mal pintado en una de las paredes del gran edificio viejo y estropeado de la biblioteca más
reconocida de toda la ciudad. 

Creí que nunca volvería a verla. 

Sabía que terminaría encontrándola, era solo cuestión de tiempo para volver a ella después de
tanto. El estar de nuevo en frente de esta bellísima biblioteca me trae tantos recuerdos de mi
padre que no puedo evitar que una lágrima se resbale por mi mejilla. Me limpio la lágrima con la
palma de mi mano y doy la vuelta en la esquina para quedar enfrente de ella y así poder entrar por
su puerta principal. 

En la entrada de la biblioteca un grupo de chichos se encuentran charlando y fumando afuera de


esta, todos llevan puestas sudaderas negras y siento como, uno que otro me sigue con la mirada
cuando paso por su lado para entrar a la biblioteca.

En un segundo mi mirada voltea involuntariamente hacia ellos mientras entro por la puerta y es
cuando los ojos de uno de ellos voltean hacia los míos al mismo tiempo. Apenada quito la vista lo
más rápido que puedo y entro a la biblioteca casi corriendo. No vi su rostro, no puede, lo único
que vi fueron sus ojos, fue a penas un segundo y fue como si su mirada me hubiera enterrado
cinco metros bajo tierra. 

Miro a mi alrededor y me asombro; todo está igual que como la última vez que entre a ella: los
estantes desordenados, la bibliotecaria vieja con demasiado labial, la cafetería vacía y con
manchas de pisadas en el suelo, el papel tapiz desgastado de las paredes.... 

A mi papá le hubiera encantado verlo todo igual que antes.

No sé cuánto tiempo llevo parada en medio de la entrada hasta que siento a un hombro chocar
contra el mío y veo la espalda de una sudadera negra avanzar por enfrente mío hasta el escritorio
de la señora ya grande, que esta como bibliotecaria. 

El chico de negro se inclina y besa la mejilla de la señora para que luego está lo golpeara en su
hombro con un libro y le señalara al chico hacia una sección de estantes en otra habitación.

En ningún momento el chico se quitó el gorro de la sudadera así que no he podido verle el rostro a
ese grosero, que sé, que choco conmigo apropósito.

Entro a la misma habitación y lo veo buscar entre los estantes, con la cabeza agachada.

No quiero parecer una loca y que piense que lo estoy espiando-yo solo quiero ver su rostro- así
que guardo distancia y me quedo en un estante, viéndolo de reojo, mientras veo las portadas de
los libros. 

El chico de negro levanta la cabeza al tomar un libro y empieza a hojearlo, entonces yo intento
inclinarme más, mientras intento bajar un libro que se encuentra hasta arriba, sin perderle la vista
al chico.

── ¡¿Pero qué estás haciendo?! ──grita una voz chillona detrás mío provocándome dar un brinco y
haciéndome caer con todo y el estante de libros sobre mí.

¡Ay, mi trasero!

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