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Instrucción para Los Animadores Del Canto Litúrgico
Instrucción para Los Animadores Del Canto Litúrgico
PRIMERA PARTE:
AL SERVICIO DE LA IGLESIA
4. La reflexión que el Concilio realizó en torno a la naturaleza de la Iglesia3 nos
permite entender que su existencia es parte esencial del plan salvífico del Padre, pues,
prefigurada múltiplemente desde el Antiguo Testamento, Cristo la constituye en
principio y servidora del Reino que Él mismo vino a instaurar (cf. Mt 28, 18-20).
1 Cf. JUAN PABLO II, “Carta apostólica ‘Spiritus et Sponsa’ en el XL aniversario de la Constitución
‘Sacrosanctum Concilium’ sobre la sagrada liturgia, n. 4: Andrés PARDO, Documentación litúrgica. Nuevo
Enquiridion. De san Pío X (1903) a Benedicto XVI, Burgos: Monte Carmelo, 20082, n. 5601, p. 1391.
2 Cf. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, “Constitución ‘Sacrosanctum Concilium’ sobre la sagrada liturgia”:
Concilio Ecuménico Vaticano II. Constituciones, Decretos y Declaraciones. Edición bilingüe patrocinada por la
Conferencia Episcopal Española, Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2000 2, p. 217-221 (cada vez que se
cite el Concilio Ecuménico Vaticano II, se hará de esta edición).
3 Cf. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, “Constitución dogmática ‘Lumen Gentium’ sobre la Iglesia”, n. 1-8,
p. 21-37.
4 Cf. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, “Constitución ‘Sacrosanctum Concilium’ sobre la sagrada liturgia”,
n. 6, p. 219-221.
diversos dones para bien de la Iglesia5, de modo que nunca le falten los carismas
requeridos para el cumplimiento de su misión. Y todos esos dones, en cuanto que
posibilitan la realización de diversas tareas ordenadas al bien de la comunidad eclesial,
son confiados al discernimiento y la orientación de quienes tienen la responsabilidad
de dirigirla6.
5 Cf. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, “Constitución dogmática ‘Lumen Gentium’ sobre la Iglesia”, n. 7, p.
29-33.
6 Cf. Ibíd., n. 12, p. 45-47.
7 «[…] Este concepto de ministerio implica dos condiciones: de una parte quien se hace ministro de un culto,
subordina su propia identidad a una función y de otra parte su acción se convierte en verdadera acción sagrada,
celebrante y santificante. Por la primera condición, la música no actúa en la liturgia con el único criterio de su
autonomía estética, pero, lejos de perderla, su propia identidad artística y su quehacer ejercen un auténtico
ministerio». Cf. Mauro SERRANO DÍAZ, “El canto, la música, el silencio”: DEPARTAMENTO DE LITURGIA –
CELAM, Manual de Liturgia. La celebración del Misterio Pascual, vol. II: Fundamentos teológicos y elementos
constitutivos de la liturgia, Bogotá: CELAM, 2003, 398-399.
8 Cf. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, “Constitución ‘Sacrosanctum Concilium’ sobre la sagrada liturgia”,
n. 10, p. 223.
9 «Nada más festivo y más grato en las celebraciones sagradas que una asamblea que, toda entera, expresa su fe y su
piedad por el canto». SAGRADA CONGREGACIÓN DE RITOS Y DEL CONSILIUM, “Instrucción ‘Musicam Sacram’
sobre la música en la sagrada liturgia”, n. 16: Andrés PARDO, Documentación litúrgica. Nuevo Enquiridion. De
san Pío X (1903) a Benedicto XVI, Burgos: Monte Carmelo, 20082, n. 4707, p. 1188.
10 Cf. JUAN PABLO II, “Carta Apostólica ‘Dies Domini’ sobre la santificación del domingo”, n. 50-51: Andrés
PARDO, Documentación litúrgica. Nuevo Enquiridion. De san Pío X (1903) a Benedicto XVI, Burgos: Monte
Carmelo, 20082, n. 5250-5251, p. 1269.
11 Cf. SAGRADA CONGREGACIÓN DE RITOS Y DEL CONSILIUM, “Instrucción ‘Musicam Sacram’ sobre la música en
la sagrada liturgia”, n. 9 y 11: Andrés PARDO, Documentación litúrgica. Nuevo Enquiridion. De san Pío X
(1903) a Benedicto XVI, Burgos: Monte Carmelo, 20082, n. 4700 y 4702, p. 1187.
12 Cf. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, “Constitución ‘Sacrosanctum Concilium’ sobre la sagrada liturgia”,
n. 112, p. 273.
9. En cuanto al espacio que ocupa dentro del templo, debe ubicarse en un sitio que
le evidencie como miembro de la asamblea litúrgica, al mismo tiempo que le posibilite
un buen desempeño de su oficio14. Pues no está llamado a sustituir, sino a promover,
animar y orientar el canto de los fieles, de manera que éstos utilicen la voz como un
medio para elevar su espíritu al Señor15.
10. Para favorecer esa participación consciente, activa y fructífera deseada por el
Concilio Vaticano II16, el músico de la liturgia buscará servirse de los recursos que
resulten más coherentes con su misión. Entendiendo que la calidad de su desempeño
está siempre al servicio de la participación activa de la asamblea, se abstendrá de
recurrir a técnicas que pudieran convertir la liturgia en un recital, relegando a los fieles
a la condición de espectadores.
13 «Para llevar a cabo una obra tan grande, Cristo está siempre presente en su Iglesia, principalmente en los actos
litúrgicos. Está presente en el sacrificio de la misa, no sólo en la persona del ministro, “ofreciéndose ahora por
ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz”, sino también, sobre todo, bajo las especies
eucarísticas. Está presente con su virtud en los Sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo quien
bautiza. Está presente en su palabra, pues es Él mismo el que habla cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura.
Está presente, finalmente, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que prometió: “Donde están dos o tres
congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt., 18,20). Realmente, en una obra tan grande por la
que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a la Iglesia, su esposa
amadísima, que invoca a su Señor y por Él rinde culto al Padre Eterno. Así pues, con razón se considera la Liturgia
como el ejercicio de la función sacerdotal de Jesucristo en la que, mediante signos sensibles, se significa y se realiza,
según el modo propio de cada uno, la santificación del hombre y, así, el Cuerpo Místico de Cristo, esto es, la Cabeza y
sus miembros, ejerce el culto público. Por ello, toda celebración litúrgica, como obra de Cristo sacerdote y de su
Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no
la iguala ninguna otra acción de la Iglesia». CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, “Constitución ‘Sacrosanctum
Concilium’ sobre la sagrada liturgia”, n. 7, p. 221.
14 Cf. “Institución General del Misal Romano”, n. 312: Misal Romano. Renovado por decreto del Concilio
Ecuménico Vaticano II, promulgado por la autoridad del Papa Pablo VI y revisado por el Papa Juan Pablo II. Edición
típica para México según la tercera edición típica latina, aprobada por la Conferencia del Episcopado Mexicano y
reconocida por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, México: Obra Nacional
de la Buena Prensa, 2013, p. 78 (cada vez que se cite algún elemento del Misal Romano, se hará de esta
edición); cf. SAGRADA CONGREGACIÓN DE RITOS Y DEL CONSILIUM, “Instrucción ‘Musicam Sacram’ sobre la
música en la sagrada liturgia”, n. 23: Andrés PARDO, Documentación litúrgica. Nuevo Enquiridion. De san Pío
X (1903) a Benedicto XVI, Burgos: Monte Carmelo, 20082, n. 4714, p. 1190.
15 Cf. SAN BENITO, La Regla de San Benito, Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2006 4, n. XIX, p. 114-115.
16 «[…] para asegurar esta eficacia plena es necesario que los fieles accedan a la sagrada liturgia con recta disposición
de ánimo, pongan su alma de acuerdo con su voz y cooperen con la gracia divina para no recibirla en vano. Por ello,
los pastores sagrados deben procurar que en la acción litúrgica no sólo se observen las leyes para una celebración
válida y lícita, sino también que los fieles participen en ella consciente, activa y fructíferamente». CONCILIO
ECUMÉNICO VATICANO II, “Constitución ‘Sacrosanctum Concilium’ sobre la sagrada liturgia”, n. 11, p. 225.
17 Cuando nos referimos a una exigencia antropológica, estamos hablando de un elemento que es propio
del ser humano.
18 Cf. COMISIÓN EPISCOPAL ESTADOUNIDENSE DE LITURGIA, “Declaración ‘La música litúrgica, hoy’ con
ocasión del X aniversario de la publicación de ‘La música en el culto católico’ ”, n. 60: Andrés PARDO,
Enchiridion. Documentación Litúrgica Posconciliar, Barcelona: Regina, 20004, n. 4888, p. 1302.
19 Cf. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, “Constitución ‘Sacrosanctum Concilium’ sobre la sagrada liturgia”,
n. 116, 119 y 120, p. 275-277; cf. SAGRADA CONGREGACIÓN DE RITOS Y DEL CONSILIUM, “Instrucción ‘Musicam
Sacram’ sobre la música en la sagrada liturgia”, n. 63: Andrés PARDO, Documentación litúrgica. Nuevo
Enquiridion. De san Pío X (1903) a Benedicto XVI, Burgos: Monte Carmelo, 20082, n. 4754, p. 1197-1198.
11. Con respecto a la selección del repertorio, es necesario atender a una serie de
criterios que garanticen la naturaleza de los cantos, de manera que correspondan al
momento litúrgico y al espíritu de la celebración en curso:
c. Por lo tanto, no se emplearán cantos que -aun sirviendo para animar a los
participantes- podrían producir o evocar sentimientos y disposiciones que
no forman parte del comportamiento litúrgico, tal es el caso de aquellos
cuya letra, siendo religiosa, ha sido adaptada a una melodía popular o no
religiosa. De igual manera, ningún canto popular puede ser interpretado
durante una celebración litúrgica; ni siquiera en el caso de que se constate
una fuerte afinidad temática o sentimental. Cualquiera de estas dos
prácticas daría un resultado contraproducente: lejos de disponer y facilitar
la plegaria, actuaría como un elemento de distracción21.
20 Cf. SAGRADA CONGREGACIÓN DE RITOS Y DEL CONSILIUM, “Instrucción ‘Musicam Sacram’ sobre la música en
la sagrada liturgia”, n. 4: Andrés PARDO, Documentación litúrgica. Nuevo Enquiridion. De san Pío X (1903) a
Benedicto XVI, Burgos: Monte Carmelo, 20082, n. 4695, p. 1185-1186.
21 «[…] Deploramos que aun en la santa misa se ejecute música de origen y características totalmente seculares,
tomada del repertorio de moda en el momento, popularizada por cantantes e instrumentistas de innegable mérito en
su género, pero totalmente inaceptable en la liturgia. No es salvable para la liturgia porque la letra haya sido leve o
radicalmente retocada para hacerla “religiosa”. Su origen y características son inconfundibles y son las que se prestan
al oído y mente de los fieles cuando se ejecuta en la acción litúrgica». Cf. CONFERENCIA DE LOS OBISPOS DE PUERTO
RICO, “Carta pastoral en torno a la música sagrada”, n. 16: Andrés PARDO, Enchiridion. Documentación
Litúrgica Posconciliar, Barcelona: Regina, 20004, n. 4808, p. 1285.
22 Cf. JUAN PABLO II, “Quirógrafo en el centenario del Motu proprio ‘Tra le Sollecitudini’ ”, n. 4-6: Andrés
PARDO, Documentación litúrgica. Nuevo Enquiridion. De san Pío X (1903) a Benedicto XVI, Burgos: Monte
Carmelo, 20082, n. 6669-6671, p. 1876-1877.
13. Al pensar en la figura del animador del canto, nos interesa subrayar que sería
paradójico ensombrecer su servicio dándole un espíritu esencialmente lucrativo.
Quienes participan en este quehacer eclesial deben estar motivados, en primer término,
por el deseo de responder a su vocación bautismal, y no por un ansia de
enriquecimiento25. Sabemos que la preparación y el ejercicio de esta función litúrgica
generan gastos que evidentemente deben ser cubiertos, pero este reconocimiento
económico no debe entenderse como la cancelación de un servicio profesional, pues no
se trata de un trabajo, sino de un servicio eclesial; y esto debe reflejarse en la modestia
con la que se trate este tema, evitando cualquier exceso.
SEGUNDA PARTE:
LOS DOS GRANDES TIPOS DE CANTOS
14. Para cumplir mejor con el servicio que se le ha encomendado, el animador del
canto litúrgico debe conocer la naturaleza de los distintos cantos que se emplean en las
celebraciones.
En primer lugar, debe ser consciente de que existen dos grandes tipos de cantos: los
que acompañan un momento (rito) de la celebración y los que son un rito en sí mismos.
Con cada uno la liturgia pretende alcanzar un objetivo preciso; por eso, nos detenemos
en algunas consideraciones que permitan aprovechar todo su potencial evangelizador.
23 Cf. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, “Constitución ‘Sacrosanctum Concilium’ sobre la sagrada liturgia”,
n. 121, p. 277.
24 Cf. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, “Constitución ‘Sacrosanctum Concilium’ sobre la sagrada liturgia”,
n. 30, p. 233-235; cf. Institución General del Misal Romano, n. 45, p. 35.
25 Cf. Institución General del Misal Romano, n. 95-97,p. 47.
26 Cf. Ibíd., n. 39, p. 33.
17. En cuanto a su ejecución, los cantos que son un rito toman todo el tiempo que
requieran, de tal suerte que al concluir la ejecución musical la asamblea haya tenido
acceso a la integridad del texto litúrgico.
27 Cf. Ibíd., n. 52, 53, 61, 62, 68, 79b y 81, p. 36-40, 42-43.
28 Cf. Ibíd., n. 366, p. 89.
29 Cf. Ibíd., n. 52, p. 36.
21. Conviene recordar la peculiaridad del verso antes del Evangelio32, el cual se
canta antecedido y precedido del “Aleluya” o -durante el Tiempo de Cuaresma- de una
de las aclamaciones propuestas en el Leccionario. Es una pieza más de la liturgia de la
Palabra. En muchas ocasiones se constituye en un importante recurso para el
establecimiento de la línea temática de la homilía y del conjunto de la celebración. No
se trata de una simple preparación al Evangelio, sino de un elemento que clarifica y da
pleno sentido a su proclamación, por lo que se canta en la misma actitud corporal que
se asume para la lectura de aquél: de pie. Este versículo indicado en el Leccionario
nunca debe sustituirse por otro canto, aunque hable de la Palabra. En el último de los
casos, si no se puede musicalizar ese verso, recomendamos que sea proclamado por un
lector, antecedido y precedido por el canto del “Aleluya” o -durante el Tiempo de
Cuaresma- de una aclamación apropiada.
30 Cf. “Introducción del Leccionario de la Misa”, n. 20: Andrés PARDO, Documentación litúrgica. Nuevo
Enquiridion. De san Pío X (1903) a Benedicto XVI, Burgos: Monte Carmelo, 20082, n. 1123, p. 399.
31 Cf. CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, “Instrucción ‘Redemptionis
Sacramentum’ sobre algunas cosas que se deben observar o evitar acerca de la Santísima Eucaristía”, n. 62:
Andrés PARDO, Documentación litúrgica. Nuevo Enquiridion. De san Pío X (1903) a Benedicto XVI, Burgos:
Monte Carmelo, 20082, n. 6142, p. 1558.
32 Cf. Institución General del Misal Romano, n. 62-63, p. 39; cf. “Introducción del Leccionario de la Misa”, n.
23: Andrés PARDO, Documentación litúrgica. Nuevo Enquiridion. De san Pío X (1903) a Benedicto XVI, Burgos:
Monte Carmelo, 20082, n. 1126, p. 399-400.
23. Tal y como su nombre lo sugiere, los “cantos que acompañan un rito” son
aquellos que en sí mismos no son un momento de la celebración, sino que se entonan
mientras se realiza una determinada acción ritual33. De allí que su ejecución dependa -
tanto en su duración como en sus características- del momento litúrgico al que
acompañan: la procesión de entrada, la presentación de dones, la fracción del pan, la
comunión y la procesión de envío.
24. El canto que acompaña la procesión de entrada se ubica dentro de los “ritos
iniciales”, cuyo objetivo principal es la disposición de la asamblea para una mejor
vivencia de la Eucaristía o del acto litúrgico para el que se haya reunido la comunidad
eclesial34. Por eso, su escogencia puede estar orientada por el tema de la liturgia del día
y por la perspectiva comunitaria en torno a la cual se debe conformar la asamblea
litúrgica. Para la Eucaristía, lo ideal es cantar la antífona de entrada que el Misal
Romano prescribe para cada celebración35; o -al menos- ésta debe ser un elemento
importante para guiarse en la elección del canto que acompañará ese momento. En
cuanto a su duración, este cántico se ejecuta mientras el sacerdote se desplaza desde la
puerta principal del templo (o, de no ser posible, desde la sacristía) hasta el presbiterio,
y se prolonga durante la incensación del altar, si tiene lugar; pero concluye una vez que
el sacerdote haya llegado a la sede.
26. Dentro de este grupo de cantos tenemos el “Cordero de Dios”, cuya razón de
ser es acompañar la fracción del pan37; por lo cual, es evidente que este canto sólo tiene
lugar durante la celebración de la Misa. Conviene recordar que no debe ni anticiparse
ni extenderse más allá del momento litúrgico que le es propio: debe iniciar al mismo
tiempo que la fracción del pan y finalizar cuando se termine de partir el pan
consagrado. El sacerdote que preside la celebración de la Eucaristía debe asegurarse de
que los fieles hayan concluido una recta ejecución del rito de paz antes de empezar a
fraccionar el pan. La frase «Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de
nosotros» puede cantarse una sola vez con la respuesta de la asamblea o repetirse
cuantas veces sea necesario; al finalizar la fracción del pan, se canta: «Cordero de Dios,
que quitas el pecado del mundo, danos la paz»38.
27. A propósito del canto del “Cordero de Dios”, téngase muy presente que de
ninguna manera debe ser sustituido por el así llamado “canto de paz”. Para quienes
formamos parte de la familia Litúrgica Romana o Latina, el rito de paz ha tenido un
desarrollo muy particular, por eso, no se le entiende como una condición para el
sacrificio, sino como el primero de sus frutos: la paz es el don mesiánico que se nos
actualiza a través del memorial eucarístico y del cual cada fiel es constituido en
mensajero. Así se deduce tanto de algunas prácticas regionales antiguas como de
ciertas normas litúrgicas actuales.
No es de extrañar, por tanto, que la estructura del Misal Romano coloque el momento
de la paz entre los ritos de Comunión, y no sólo como una simple preparación para
ésta. Tampoco resulta insólita la sobriedad con la que se pide actuar para realizar dicho
gesto, ya que no se trata de un momento de fraternidad en el cual lo importante sea
encontrarse con cada uno de los hermanos, sino de un espacio de orden cuasi-
sacramental en el que cada uno de los participantes es otro de los medios por los que se
manifiesta la bendición de Dios en el contexto de una celebración litúrgica39.
Lo correcto, entonces, es que el gesto de paz se realice únicamente con las personas que
están físicamente más cercanas40, y sin canto41. Sin embargo, por las particularidades de
nuestra cultura, en situaciones bien calificadas puede ser oportuno que el sacerdote
realice este rito con algunos de los fieles; por ejemplo, con los pequeños en las “Misas
con niños”. En esas ocasiones, si se considera oportuno, el rito de paz podría
eventualmente acompañarse de un canto que manifieste el sentido que hemos
explicado en el párrafo anterior.
28. La comunión a través del Pan y el Vino consagrados nunca debe entenderse
como un momento intimista, ni siquiera se trata de un espacio de oración personal. Es
más bien un tiempo de súplica comunitaria en el que la Iglesia fortalece su unión con
Aquél cuya Palabra le ilumina y cuya presencia le conforta. Consecuentemente, los
cantos que se utilicen en ese momento deben obedecer a una serie de criterios cuya
observancia garantiza la naturaleza de este gesto litúrgico de comunión42:
38 Cf. Ibíd.
39 Cf. CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, “Instrucción ‘Redemptionis
Sacramentum’ sobre algunas cosas que se deben observar o evitar acerca de la Santísima Eucaristía”, n. 71:
Andrés PARDO, Documentación litúrgica. Nuevo Enquiridion. De san Pío X (1903) a Benedicto XVI, Burgos:
Monte Carmelo, 20082, n. 6145, p. 1560.
40 Cf. Institución General del Misal Romano, n. 82, p. 43; Cf. CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA
DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, “Instrucción ‘Redemptionis Sacramentum’ sobre algunas cosas que se deben
observar o evitar acerca de la Santísima Eucaristía”, n. 72: Andrés PARDO, Documentación litúrgica. Nuevo
Enquiridion. De san Pío X (1903) a Benedicto XVI, Burgos: Monte Carmelo, 20082, n. 6145, p. 1560.
41 Cf. CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Carta circular ‘El significado
31. Aparte de los que hemos mencionado, no deben introducirse más cantos
durante la celebración de la Eucaristía, pues se corre el riesgo de alterar su ritmo
propio. En este sentido, vemos con especial preocupación la incorrecta costumbre de
CONCLUSIÓN
32. Concluimos agradeciendo a cada una de las personas que, de una forma u otra,
han hecho de su habilidad para el canto y la música un medio de evangelización. Dios
sabrá recompensar toda la generosidad de ese empeño y talento que valoramos como
un don extraordinario del Señor para con su Iglesia.
Con estas líneas pretendemos colaborar en aras de un desempeño cada vez mejor de
este importante elemento de la Pastoral Litúrgica.
Junto con este documento ponemos a su disposición los diversos recursos con los que
cuenta la Comisión Nacional de Liturgia, particularmente la nueva edición del cantoral
litúrgico Cantad Alegres a Dios (en sus diversas versiones) que pronto serán publicada;
con lo cual esperamos favorecer aún más la labor de los animadores de canto.
Dado en la sede de la Conferencia Episcopal de Costa Rica, a los 22 días del mes de
noviembre del año del Señor 2015, en el XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario,
solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del universo; memoria litúrgica de santa
Cecilia, virgen y mártir, patrona de los músicos.
46 «Mientras el Sacerdote celebrante pronuncia la Plegaria Eucarística, “no se realizarán otras oraciones o cantos, y
estarán en silencio el órgano y los otros instrumentos musicales”, salvo las aclamaciones del pueblo, como rito
aprobado […]». Cf. CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, “Instrucción
‘Redemptionis Sacramentum’ sobre algunas cosas que se deben observar o evitar acerca de la Santísima
Eucaristía”, n. 53: Andrés PARDO, Documentación litúrgica. Nuevo Enquiridion. De san Pío X (1903) a Benedicto
XVI, Burgos: Monte Carmelo, 20082, n. 6141, p. 1556; cf. SAGRADA CONGREGACIÓN DE RITOS Y DEL CONSILIUM,
“Instrucción ‘Musicam Sacram’ sobre la música en la sagrada liturgia”, n. 14: Andrés PARDO, Documentación
litúrgica. Nuevo Enquiridion. De san Pío X (1903) a Benedicto XVI, Burgos: Monte Carmelo, 20082, n. 4705, p.
1188; cf. Institución General del Misal Romano, n. 33, p. 32.
47 Cf. Institución General del Misal Romano, n. 79, p. 42-43.