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El acceso a la salud como principio de equidad

Xóchitl Patricia Campos López

Introducción
La alternancia en la presidencia de la república en el año 2000 parecía marcar para México el
elemento más visible de su transición hacia la democracia. Ya en la década previa había celebrado
un Tratado de Libre Comercio con América del Norte, se ciudadanizaron las instituciones
electorales, diferentes partidos gobernaban varios estados y municipios y la Comisión de Derechos
Humanos emitía una cantidad considerable de recomendaciones a diferentes instancias.
Sin embargo, a pesar de estos avances México no había hecho el trabajo previo de
preparar a sus ciudadanos para la inserción al mercado global en un plano de competitividad, ya
que las elites políticas implementaron una serie de políticas de asistencia social que impidieron el
desarrollo integral de las regiones, reforzando las relaciones clientelares y corporativas que han
marcado el Sistema político mexicano.
El acceso a bienes sociales, específicamente a la salud, en un marco de equidad ha
comenzado muy tarde. En particular intentaré ejemplificar esto con el caso del Seguro Popular,
institución que persigue la cobertura universal en materia de salud, y que puede considerarse
dentro del paradigma de transición de la política social.

1. Equidad, Igualdad o Justicia


Cuando se aborda el tema de la igualdad entre desiguales, quizás a lo que podamos llegar es a la
equidad, entendida en los criterios de Rawls como el acceso a una tabla rasa de derechos y de
condiciones que permiten a todos los súbditos de un Estado o a los miembros de una comunidad
política el acceso a las mismas oportunidades y desarrollar sus capacidades.
En esta noción vale la pena destacar al menos dos elementos: la solidaridad de aquellos
que están mejor dotados y que deben apoyar el desarrollo de los menos favorecidos, y la
racionalidad de todos los miembros de la comunidad para elegir apoyar a los menos favorecidos
sin considerar su situación actual (si es buena, regular o si son poco favorecidos), ya que en
cualquier momento pueden caer en desgracia y tener acceso a los subsidios de la comunidad. La
justicia distributiva, entonces, debe observarse, apelando a la racionalidad, como una inversión
gracias a lo que Rawls denomina el velo de la ignorancia y la solidaridad.
Ante la desigualdad natural de los seres humanos que mantiene los equilibrios en una
sociedad compleja y ante la obligación del Estado de respetar tal desigualdad, el acceso a los
bienes sociales sólo puede darse en equidad, entendida como igualdad, universalidad y
homogeneidad de oferta de algún servicio o bien social (Karen Mokate).
El acceso a oportunidades de justicia, educación, trabajo, alimentación y salud permiten, si
los bienes sociales son de calidad, emancipar a los sectores beneficiados y hacerlos también
contribuyentes del bienestar social, con lo que el Estado puede de ofrecer cobertura universal de
servicios públicos de buena calidad a costos bajos (eficacia y eficiencia).
El caso peculiar de la salud resulta importante, toda vez que permite que la población
desempeñe sus tareas en condiciones satisfactorias, reduciendo el gasto social y haciendo eficaces
las labores productivas. De ahí que el Estado mexicano se haya preocupado por ampliar la
cobertura de salud en los últimos años, aunque en forma tardía.

2. México ante el paradigma de las políticas de transición


Siguiendo los criterios de Lasida y Podestá, la política social latinoamericana, en general, se
desarrolla bajo un paradigma de transición que funge como un puente entre dos paradigmas
anteriores: el que se desarrolló durante el periodo de sustitución de importaciones y el posterior a
las medidas de ajuste, cada uno enmarcando funciones propias del Estado con sus súbditos y un
tipo de relación con el mercado exterior.
México, al igual que otros países de la región, vivió la crisis del Estado keynesiano en la
década de los noventa del Siglo XX y desarrolló sus propias medidas de ajuste económico,
centradas en un principio en planes de desarrollo regional integral y, desde fines de la década de
1970, con planes de desarrollo sumamente centralizados que desarrollaron más que política
social, política asistencial. Desde luego, con sus matices, el Estado en ambos casos se colocó como
el actor principal tanto en los procesos de planeación como de decisión y de ejecución de las
estrategias relacionadas con los programas de asistencia, al grado de atribuirle al presidente
Carlos Salinas (sexenio 1988-1994) el apelativo de presidente municipal de México, debido a que
con el programa Solidaridad se convirtió en un gestor ante las presidencias municipales,
centralizando funciones correspondientes a los gobernadores y presidentes municipales.
En forma paralela, el desgaste económico del país así como su vinculación a estrategias de
mercado para la que no estábamos preparados, fueron segregando a la clase trabajadora que
durante años gozó de la protección estatal, durante los tiempos del Estado keynesiano. Los
contratos colectivos de trabajo no se hacían extensivos para los recién empleados, aparecieron
gradualmente los contratos breves y desaparecieron las condiciones de acceso a vivienda y salud.
En medio de esta tendencia, a finales de la década de 1990 que a la par que se retomó la
planeación para el desarrollo regional integral, también se desarrollaron algunos programas de
carácter federal con el objetivo de incorporar a amplios sectores al disfrute de bienes sociales,
como la salud, bajo los auspicios del paradigma de transición mencionado, centrado en las
demandas de la población y en los aportes que puedan generar al desarrollo social considerando
su aporte para la redistribución más que del ingreso, de la renta en aquellos rubros en que la
desigualdad es manifiesta y tiende a reproducirse (Franco y Sáinz).

3. El caso del Seguro Popular


Desde el inicio de los años 1990, en México se retomó la idea del Desarrollo regional integral,
basado en la noción de meso regiones, es decir, regiones que no necesariamente coinciden con la
división política sino más bien con cuestiones culturales, económicas, productivas, etc., en las que
la localidad cobra gran relevancia a nivel regional y nacional. De forma paralela, se desarrollaron
algunos programas a nivel nacional que logran derramar beneficios hasta las localidades, haciendo
partícipes tanto a los gobiernos federal, como a estatales y locales.
Uno de estos programas centralizados es el Sistema de Protección Social en Salud,
conocido como Seguro Popular (SP), que inicia en el año 2002 con el objetivo de lograr la
cobertura universal en salud, en estrecha vinculación a otros programas federales encaminados a
elevar las condiciones de vida de las familias con programas de becas, apoyos alimentarios,
empleo temporal, etc.
Como en México los trabajadores deben estar asegurados bajo algún sistema de
protección, el Seguro Popular fue concebido para no derechohabientes, con el carácter de público
y voluntario, financiados por varias fuentes, incluyendo cuotas diferenciadas para quienes se
afilian, con lo que la cobertura se garantiza y el servicio de calidad se brinda a amplios sectores.
Considerando los rubros con que Mokate asocia la equidad de los programas sociales,
intentaré una evaluación, aunque simple de este programa:
a) Igualdad de acceso, que va más allá de la sola oferta de los servicios, sino que mira al acceso en
igualdad de todos aquellos que lo necesitan. En este sentido, pueden afiliarse al SP todos los
mexicanos residentes en el territorio nacional, que no sean derechohabientes de otra institución
de seguridad social.
b) Igualdad de insumos, relacionado con estándares de calidad en el uso de los insumos. El SP
cuenta entre su normativa, con Catálogo Universal de Servicios de Salud, que contiene todos los
padecimientos, tratamientos y procedimientos que cubre el servicio, que suman más de mil
quinientas enfermedades, además de medicamentos y estudios asociados a ellas. El servicio se
presta tanto en hospitales públicos como privados para quienes así lo deseen, dependiendo de las
condiciones de afiliación. Las vacunas y medicamentos que se suministran a los pacientes son
exactamente los mismos.
c) Igualdad de efectos o impactos, condiciones en que los grupos se encuentran al acudir al
servicio (diferencias de condiciones de los usuarios). Si bien hay diferencias en las condiciones de
vida de los afiliados, que redundan en diferencias de acceso, el SP está asociado a otros programas
que permiten complementar los apoyos, logrando elevar la calidad de vida de los beneficiarios de
dos o más programas.
d) Igualdad de capacidades, o de oportunidades para aprovechar los servicios, es de carácter
compensatorio. La solicitud de afiliación comprende un estudio socioeconómico para determinar
las condiciones de vida del afiliado titular, no su nivel de ingresos, y ubicarlo en algún estrato; tal
resultado resultará en la cobertura de una cuota anual familiar que va desde los dos mil hasta los
once mil pesos aproximadamente, o bien en la ausencia de esta cuota.

Conclusión
México inició su inserción al mercado global con enormes desigualdades entre su población,
mismas que hoy representan un enorme problema de estabilidad política y económica, amén de
desigualdad en las relaciones de trabajo y de mercado tanto internas como ante el exterior. En
este contexto de fuerte vocación por la desigualdad (Franco y Sáinz) que se reproduce
sistemáticamente, las políticas de transición, como las denominan Lastida y Podestá resultan
vitales para corregir las desigualdades añejas y preparar ciudadanos capaces de desarrollarse en el
contexto del mercado global.
La eficacia, pero aún más, la eficiencia de los programas sociales involucra más que costos
monetarios; en ocasiones el contexto obliga sólo a alcanzar los objetivos de los programas sociales
aun cuando éstos resulten en u principio onerosos. Ese es el “costo” de una inversión. Cuando ya
se han dado condiciones de estabilidad y la inversión se amortiza, es tiempo ya de pensar en
eficientar los recursos. Es decir, aun cuando una inversión como el SP parezca onerosa hoy, con el
tiempo las ganancias se materializarán en una población saludable y productiva, capaz de
relacionarse de manera saludable.
El reto para el Estado autoritario está en suministrar beneficios materiales con la
conciencia de que tarde o temprano éstos producirán la emancipación de los beneficiarios, que
dejarán de ser un pesado lastre para los demás y para el Estado mismo. La pregunta es si será
capaz de asumir tal reto.

Fuentes
Franco, Rolando y Sáinz, Pedro: “Agenda Social Latinoamericana” (2001), en Revista de la CEPAL,
abril, 2001, número 73.
Lasida, Javier y Podestá, Mora: “Los cambios en las políticas sociales”, en Lasida y Podestá (2002).
Políticas sociales de niñez y adolescencia- Aportes y estrategias para la acción, Universidad
Católica-INAME, Montevideo.
Mokate, Karen Marie (2001). Documento de trabajo: “Eficacia, eficiencia, equidad y sostenibilidad:
¿qué queremos decir?”, Julio, 2001, Serie de documentos de trabajo I-24, Departamento de
Integración y programas Regionales, Banco Interamericano de Desarrollo.
Página oficial de la Secretaría de Salud de la República Mexicana: http://www.seguro-
popular.gob.mx/index.php/conocenos/seguro-popular-1

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