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LA MUERTE Y EL PERRO.

Cuentan los abuelos que hace muchos años vivió una anciana que tenía
ochenta años cuando murió.

Le hicieron todos los servicios religiosos y ya estaba dentro del ataúd


cuando empezó a respirar y despertó echando espuma por nariz y boca,

Pidió una taza de chocolate y un cigarro, luego platicó cómo se


desprendió del cuerpo y con su misma figura, iba rumbo a un río muy
grande con aguas revueltas y terrosas.

Ahí estaba el perro que había corrido de su casa muchas veces, flaco y
hambriento.

El perro la miró con desprecio y no se movió.

"Perro" -le dijo- "llévame al otro lado, porque soy muerta y voy a Mictlan".

El perro la miró despectivamente y no se movió.

"Perro" -le dijo-, "mi cuerpo se enfría, llévame al otro lado porque soy
muerta".

El perro la miró despectivamente y le dijo:

"¿Quieres que te lleve al otro lado? ¿Acaso me diste comida, agua, dulces?
¿No me pateabas? ¿No me bañabas con agua caliente de tu ropa sucia?
¿Qué te hacía para que en vida te portaras mal conmigo?

No te puedo llevar, fuiste mala, te quedas aquí a vagar por tu barrio, a


caminar por las calles, alma en pena serás.

Entonces la vieja respiró profundo y volteó para atrás; su cuerpo se enfriaba


pero aún le llegaba el olor del chocolate, de la comida y pensó:
"Si huelo el chocolate y la comida, es que soy ánima, pero si el perro no me
pasa y me enfrío, seré un cuerpo en pena y mis familiares se disgustarán"

Entonces se revolcó en la tierra y vió a la diosa de la muerte y la vida y se


despertó con mucha espuma en la boca. Luego dijo:

"No maltraten a los perros porque los necesitarán en su recorrido a la tierra


de lo muertos". Por eso, en Mixquic hay muchos perros

(Narración oral de Mixquic)

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