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MIRAR LA PEQUEÑEZ

Karen Gabriela Mamani Torrez

En un intento de superar las interpretaciones patriarcales y adulto-céntricas


de la biblia, y dejar de consumir héroes canonizados que muchas veces
legitiman las desigualdades, las historias de la pequeña sierva de
Naamán (2 de Reyes 5:1-19a) y la hermana de Moisés (Éxodo 2:1-10) son
luces que iluminan nuestro caminar.

Ambos relatos nos trasladan hasta una época de conflicto para el pueblo
Israelita (guerra y hambre). Su encuentro con la cultura Egipcia y Siria lo
ubica en una situación de desventaja y subsumido a un poder falto de fe
que mata y oprime.

En este contexto los sistemas de opresión que ambas niñas vivieron son
sexistas, nacionalistas y adulto-centristas. A pesar de estas desigualdades
sus voces dan curso a sucesos de gran importancia para el pueblo de Israel.

Las resistencias que estas niñas desarrollaron nos invitan a ver la calidad
humana y la disposición de ambas, que en su pequeñez (niña, mujer,
esclava, migrante) son parte del proyecto salvífico de Dios.

Jugando a ser grande (Éxodo 2:1-10)

La historia del éxodo hebreo inicia presentándonos actos de: resistencia,


complicidad, astucia e irreverencia; realizados por mujeres líderes y
defensoras de la vida, mujeres que encarnan el sufrimiento de su pueblo y
viven valientemente sus propios procesos de resistencia.

En medio de la pobreza, la esclavitud, y la subordinación, estas mujeres


valientes, astutas, transgresoras, itinerarias y sabias articulan una agenda
política en favor de la vida de quienes socialmente son pequeños. Su
perseverancia y rebeldía las destaca y les permite continuar con el legado
de sus ancestras, quienes por años han forjado la identidad de su pueblo.

En un contexto donde el crecimiento demográfico del pueblo israelita se


había convertido en una amenaza para el Estado egipcio. El exterminio
sistemático de este pueblo étnico minoritario se convirtió en la posible
solución a este problema, es así que la maternidad es usada como un
dispositivo de control social.

Este proyecto de muerte que instaura el faraón al final ridiculizan. Primero


porque los enemigos son niños pequeños, no se trata de guerreros o
grandes hombres de poder económico y político, y segundo porque en
medio de esta lucha desigual las mujeres usan la astucia, la mentira y la
transgresión para enfrentarse a un estado con poder militar.

La cooperación de los parientes en esta violenta matanza es un instrumental


de perpetuación del miedo y el terror más devastador que el Estado Egipcio
implantó. Su impacto destructor cala lo más profundo de las relaciones
familiares y comunitarias de cualquier pueblo.

En medio de estas resistencias la hermana de Moisés, el niño de la cesta


que naufraga en el rio para huir del genocidio infantil, responde ante la
situación. Ella decide actuar sin influencia alguna, es decir, a diferencia de
los relatos de héroes masculinos quienes son llamados por medio de una
teofanía o son parte de una profecía. El razonamiento que la lleva a actuar
es enteramente suyo. Miriam responde a esta situación como resultado de
una acción humana, a saber, la de proteger la vida de su pequeño hermano.

La sabiduría y sagacidad de la hermana de Moisés le permite comprender lo


que estaba sucediendo y ante la pequeña posibilidad de que su hermano
sobreviviera, de manera oportuna y astuta, en medio del silencio, gesta un
nuevo proyecto subversivo de resistencia liderado por ella misma y su
astucia. En este silencio ella se despoja del miedo y se convierte en un
sujeto activo que ama, piensa, proyecta, miente, transgrede, y por sobre
todo que tiene esperanza.

La complicidad, de su madre y la hija del faraón les permitió en poco tiempo


articular un proyecto que desafío su realidad y las motivo a crear puentes
entre los pueblos “enemigos”. Esta complicidad solidaria entre estas
mujeres es un acto valiente de piedad salvadora que, saltando por encima
de las diferencias, las leyes injustas, y resistiendo las dificultades, las
amenazas y prohibiciones, posibilita la vida y abre la puerta a la historia de
la gran liberación del pueblo hebreo.

Y ella dijo (2 de Reyes 5:1-19a)

En medio del conflicto bélico, entre Israel y Siria, la pequeña sierva


elabora una estrategia altamente pedagógica.

Después de que la guerra le había arrebato todo, su memoria era lo único


que pudo conservar. Ella guardaba vivos los recuerdos de su casa y su
pueblo. La pequeña sierva se nutrió de su historia para reafirmarse en ella,
para sentirse parte de su memoria ancestral que es semilla de justicia, y
para llenar sus palabras de resistencia y esperanza, y así conectarse con
quienes se quedaron y con quienes vivían su mismo calvario.

Es a partir de esa memoria que dialoga con la realidad y decide terminar


con el silencio y la sumisión frente al poder dominante. La realidad a la que
se vio enfrentada la ‘pequeña sierva’ no la anuló, en un acto creador sus
palabras cambiaron el curso de la historia, transformando el futuro de
Israel.

Siendo protagonista de la desventura de su pueblo, la pequeña sierva


encuentra un camino de redención. Su condición como un hecho
desfavorable no la limita. Ella no ejerce su papel de sumisión; por el
contrario, se asume como sujeto que piensa y siente y que es capaz de
transformar su realidad.

Con esta historia la pequeña sierva nos enseña a celebrar la rebeldía, la


curiosidad, la determinación y la compasión.

La historia principal de ambos relatos se fragmenta en otras pequeñas


historias que se anudan a través de estos personajes llenos de esperanzas,
sueños y vida. Resistir y a actuar desde los límites, desde la clandestinidad,
le permite a la pequeña sierva y a la hermana de Moisés dar continuidad al
proyecto de vida gestado por Yahvé y sus madres. Se trata de sobrevivir,
resistir y crecer.

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