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TEXTO Y TIPOLOGÍAS

Nuevos hábitos, medidas urgentes.


Editorial del diario El Tiempo del día 6 de julio de 2014.
El consumo ‘recreativo’ de medicamentos tranquilizantes en el país es mayor que el de
éxtasis y casi igual al de la cocaína. Esta fue una de las alarmas que encendió el
‘Estudio nacional de consumo de sustancias psicoactivas en Colombia 2013’, la más
completa radiografía sobre el tema hecha hasta ahora, revelada la semana pasada.
La muestra, que representa a 23 millones de colombianos –la mitad de la población
nacional–, puso de manifiesto que, mientras 123.645 colombianos usaron en el último
año medicinas de control para drogarse, 43.700 lo hicieron con éxtasis, 49.756 con
bazuco y otros 162.575 con cocaína, lo que evidencia una tendencia que crece
peligrosamente entre los jóvenes.
De hecho, estas medicinas (que incluyen las benzodiacepinas y los analgésicos
derivados del opio), junto con el alcohol, el cigarrillo, la marihuana y la cocaína, son
las cinco sustancias con capacidad adictiva que más usan los colombianos. Las cifras
son claras: hay al menos 3 millones de fumadores, 8 millones de consumidores de
bebidas alcohólicas y 2,9 millones de consumidores de alguna droga ilícita, la más
común, la marihuana.
Aunque la ingesta de tranquilizantes, estimulantes y opioides –que están en el
‘botiquín’ de los médicos para tratar dolores y ansiedades– está lejos de los niveles
internacionales, la encuesta reveló una grave disminución de la edad en que
comienzan a ser usados sin receta médica. En el 2008, el promedio era de 22 años, y
de 20 en el 2013, con el agravante de que entre los 18 y los 30 se concentra el mayor
consumo y de que 12.453 menores entre los 12 y 17 años dijeron haber ingerido con
fines no médicos alguna de estas medicinas. Asimismo, 246.100 personas afirmaron
haber recurrido alguna vez a analgésicos derivados del opio sin una prescripción.
En síntesis, la encuesta, liderada por los ministerios de Justicia y Salud, con el
acompañamiento de la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (UNODC) y la
OEA, prueba cambios importantes en algunos hábitos de consumo: descenso continuo
del tabaco, así como del bazuco; aumento de los tranquilizantes, que igualaron a la
cocaína, y crecimiento de 400 por ciento de los opioides.
Los datos son esenciales, pero no producen automáticamente respuestas a los
problemas. Los expertos insisten en que hay que asumir a fondo las implicaciones
derivadas de la Ley 1566, que promueve, respecto a las drogas, un enfoque de salud
pública. Esto no solo significa abandonar la persecución de los consumidores, sino
dejar la tendencia a ejecutar acciones aisladas, que terminan siendo gotas de agua en
el desierto, y asumir el problema integralmente.
El primer paso es implantar sistemas preventivos que hayan demostrado su eficacia.
Eso requiere políticas de Estado realistas, estructuradas en la investigación, que, por
fin, ordenen las prioridades: prevención en los niños y menores de edad (con enfoque
integral y transectorial); intervenciones terapéuticas serias y probadas (en un marco
interdisciplinario) para personas con problemas de consumo y que deseen abandonarlo
o disminuirlo, y estrategias de mitigación para quienes no se quieran detener. En ese
orden, con metas claras.
Urge involucrar a la comunidad, soportándola con recursos y asistencia técnica, pero
también exigiéndole la responsabilidad de definir qué quiere para sus jóvenes y qué
está dispuesta a hacer para lograrlo. Es un grave problema que compete a todos, cuya
solución va más allá de repartir jeringas a los adictos de manera aislada, aunque bien
intencionada.

Fragmento

“Un mundo se originaba en la casa paterna; más estrictamente, se reducía a mis


padres. Este mundo me era muy familiar: se llamaba padre y madre, amor, severidad,
ejemplo, colegio. Este mundo se caracterizaba por un tenue esplendor, claridad y
limpieza; a él pertenecían las palabras suaves y amables, las manos lavadas, la ropa
limpia y las buenas costumbres. Allí se cantaba el coral por las mañanas y se celebraba
la navidad. En este mundo había líneas rectas y caminos que conducen al porvenir,
estaban el deber, y la culpa, el remordimiento y la confesión, el perdón y los buenos
propósitos, el amor y el respeto, la biblia y la sabiduría. Uno tenía que quedarse dentro
de este mundo para que la vida fuera clara, limpia, bella y ordenada”.
Del libro: Demian. Autor: Herman Hesse

DOS AMIGOS

En el mundo en que vivimos la verdadera amistad no es frecuente.


Muchas personas egoístas olvidan que la felicidad está en el amor desinteresado que
brindamos a los demás.
Esta historia se refiere a dos amigos verdaderos. Todo lo que era de uno era también
del otro; se apreciaban, se respetaban y vivían en perfecta armonía.
Una noche, uno de los amigos despertó sobresaltado. Saltó de la cama, se vistió
apresuradamente y se dirigió a la casa del otro.
Al llegar, golpeó ruidosamente y todos se despertaron. Los criados le abrieron la
puerta, asustados, y él entró en la residencia.
El dueño de la casa, que lo esperaba con una bolsa de dinero en una mano y su
espada en la otra, le dijo:
-Amigo mío: sé que no eres hombre de salir corriendo en plena noche sin ningún
motivo. Si viniste a mi casa es porque algo grave te sucede. Si perdiste dinero en el
juego, aquí tienes, tómalo...
Y si tuviste un altercado y necesitas ayuda para enfrentar a los que te persiguen,
juntos pelearemos. Ya sabes que puedes contar conmigo para todo.
El visitante respondió:
-Mucho agradezco tus generosos ofrecimientos, pero no estoy aquí por ninguno de
esos motivos...
-Estaba durmiendo tranquilamente cuando soñé que estabas intranquilo y triste, que la
angustia te dominaba y que me necesitabas a tu lado.
-La pesadilla me preocupó y por eso vine a tu casa a estas horas. No podía estar
seguro de que te encontrabas bien y tuve que comprobarlo por mí mismo.
Así actúa un verdadero amigo. No espera que su compañero acuda a él sino que,
cuando supone que algo le sucede, corre a ofrecerle su ayuda.

La amistad es eso: estar atento a las necesidades del otro y tratar de ayudar a
solucionarlas, ser leal, generoso y compartir no sólo las alegrías sino también los
pesares.
Autor: Jean de la Fontaine.

¿Cómo operar un cajero automático?

1- Para ingresar al cajero pase la tarjeta por la


ranura que se encuentra junto a la puerta vidriada
del banco en la posición señalada en la imagen.
2- Aguarde a que se encienda la luz y empuje
la puerta.
3- Inserte la tarjeta en la ranura señalada, en la
posición correcta.
4- Ingrese su código de seguridad o pin, luego de
que el mismo sea solicitado en la pantalla.
Luego pulse el botón confirmar.
5- Seleccione la operación a realizar.
6- Seleccione finalizar operación.
7- En caso de realizar un retiro, tome el dinero.
8- Retire el comprobante de la operación.

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