El sistema de alcantarillado, tal y como lo conocemos, tiene su origen en Europa
a finales del siglo XIX, gracias a la extensión por toda Europa del pensamiento higienista que, alarmado por la situación sanitaria de las grandes ciudades, pregonaba la necesidad de acometer mejoras sanitarias urbanas. Tuvieron que luchar seriamente por implantar un sistema que redujo a una tercera parte la mortalidad además de sumar beneficios obtenidos de la venta del agua residual para usos agrícolas.
El alcantarillado más antiguo del que tenemos referencia se construyó en
Nippur (India), alrededor del 3750 AC. También se han encontrado restos de sistemas parecidos en Asia Menor y en Oriente Próximo. En Atenas y Corinto, en la Grecia antigua, se construyeron verdaderos sistemas de alcantarillado (1700 AC), utilizando canales rectangulares, cubiertos con losas planas (atarjeas) a las que afluían otros conductos secundarios, formando primitiva redes de alcantarillado. Seguramente las descripciones más famosas de los sistemas de alcantarillado sean las de la antigua Roma (600 AC) como la Cloaca Máxima y sus famosas latrinae (lugares públicos para defecar) situados sobre una cloaca que facilitaba la evacuación eliminando así los molestos olores. Y que llegaron a convertirse en lugares de encuentro social. Ya en Europa y en Estados Unidos los primeros sistemas de alcantarillado se dirigían fundamentalmente a la recolección de las aguas de lluvia. La recogida y transporte de aguas fecales comenzaron a desviarse a las alcantarillas en Londres en 1815, en Boston a partir de 1833, y en París en 1880. El primer sistema moderno de alcantarillado se diseñó en Hamburgo en 1842, utilizando las más modernas teorías de la época, y significó un espectacular avance.