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Calle Ramiro A - Las Ensenanzas de La Meditacion
Calle Ramiro A - Las Ensenanzas de La Meditacion
Calle
LAS ENSEÑANZAS DE
LA MEDITACIÓN VIPASSANA
SUMARIO
AGRADECIMIENTOS 4
INTRODUCCION 4
1. LAS TRES CARACTERÍSTICAS DE LA EXISTENCIA, LA VISIÓN
PENETRATIVA Y LA ILUMINACIÓN 6
Visión cabal, comprensión clara y lucidez 12
2. LOS CINCO AGREGADOS, LA LIBERACIÓN DE LA MENTE Y EL ORIGEN
DEPENDIENTE 12
3. LAS CUATRO NOBLES VERDADES 20
4. EL NOBLE ÓCTUPLE SENDERO 27
Sabiduría: entendimiento recto y pensamiento recto 29
Virtud: palabra recta, acción recta y medios de vida rectos 30
Cultivo de la mente: esfuerzo recto, atención recta y concentración recta 32
5. LA ATENCION RECTA 34
6. LA CONCENTRACION RECTA 38
7. LA MEDITACIÓN DE ABSORCIÓN 41
8. LA MEDITACIÓN DE VISIÓN CABAL 45
1. La contemplación del cuerpo: (Kayanupassana) 50
2. La contemplación de las sensaciones: (Vedanupassana) 52
3. Contemplación de la mente: (Cittanupassana) 53
4. La contemplación de los objetos de la mente: (Dhammanupassana) 54
5. Desplegando sabiduría 55
9. EL MÉTODO EXPUESTO POR U BA KHIN 57
El ejercitamiento propiamente dicho 63
De U Ba Khin a la actualidad 66
El trabajo sobre las sensaciones 66
S. N. Goenka 70
John Coleman 72
10. EL METODO DE MAHASI 74
Venerable Gampaka Pemasiri Thero 77
11. EL METODO DE SUMLUM SAYADAW 79
12. OTROS METODOS DE VIPASSANA 82
13. CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE LA MEDITACIÓN VIPASSANA
88
Sufrimiento durante la meditación 88
Requisitos 89
Los obstáculos 90
Los riesgos de la meditación 90
¿Qué método seguir? 93
Vipassana y yoga físico 94
APÉNDICES 95
Apéndice 1: Encuentros con monjes budistas Theravada 95
Venerable DR.H. Saddhatissa 96
Walpola Rahula 98
Ananda Maitreya 99
Kassapa Thera 101
Piyadassi Thera 102
Nyanaponika Thera 103
Apéndice 2: Vipassana por Amadeo Solé-Leris 106
BIBLIOGRAFIA 110
Buda fue el hombre más lúcido de su época y durante años se sometió él mismo a
un intenso ejercitamiento meditacional. Aunque Buda aprovechó todos los métodos
meditacionales del yoga de la época, desarrolló básicamente un método de meditación
muy eficaz conocido como vipassana (visión penetrativa y clara; visión justa y cabal) y
capaz de eliminar de raíz los condicionamientos subconscientes que tanto encadenan a
la persona y tanta desdicha producen en la mente... La meditación vipassana, que se
centra de manera especial en la exploración de las actividades psicofísicas del propio
meditador, es de enorme efectividad para modificar los viejos modelos de conducta
mental y liberar la mente de sus trabas, favoreciendo así la visión liberadora (vipassana).
En esta obra, Ramiro Calle muestra al lector los principales métodos de
meditación vipassana, con un carácter eminentemente práctico, explicando todo al
respecto de este antiquísimo y solvente método meditacional, que representa la
verdadera meditación mostrada por el Buda.
Ramiro Calle ha viajado en más de cincuenta ocasiones por los países de Asia y
ha entrevistado a los más relevantes monjes y especialistas del budismo theravada,
rama del budismo en la que se ha perpetuado a lo largo de dos mil quinientos años esta
importantísima técnica meditacional que es el vipassana, y que cada día es más
practicada por decenas de miles de occidentales. Ramiro Calle la ha practicado él
mismo a lo largo de muchos años y es autor de más de cien obras sobre psicologías,
místicas y disciplinas espirituales de Oriente.
AGRADECIMIENTOS
Toda mi gratitud para Almudena Hauríe Mena por su valiosa cooperación en los
encuentros realizados con monjes y especialistas budistas en numerosos países de
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dentales. Se encargó de traducir y ordenar todo el material recogido en estos
intensos encuentros investigando en lo más esencial de la Enseñanza budista. Siempre
estoy agradecido a mi entrañable amigo y hermano de búsqueda espiritual Jesús
Fonseca Escartín, alma noble y magnífico escritor. Mi reconocimiento a Enrique Rico
Corrales, fenomenal profesional en el ámbito del turismo, así como un excelente
fotógrafo que comparte conmigo el entusiasmo por la India y su cultura, además de ser
una bella persona. Mi reconocimiento a mi buena amiga Milayda Martínez Gómez
(Owner’s Representative del Barberyn Beach Ayurveda Resort), extraordinaria persona
y profesional que comparte conmigo el interés por la doctrina de Buda y el amor por Sri
Lanka. Todo mi agradecimiento de corazón para los innumerables monjes que he
entrevistado a lo largo de muchos años, que siempre han demostrado una paciencia
infinita conmigo, y entre los que rengo necesariamente que destacar a Nyanaponika
Thera, Narada Thera, Ananda Maitreya, Venerable Mahinder, Piyadassi Thera y
Bhikkhu Boddhi.
INTRODUCCION
Buda mostró a sus discípulos mucho menos de lo que sabía. ¿Por qué?
Simplemente porque no era esencial. Declaró: «Lo que yo enseño es el sufrimiento y la
manera de poner fin al sufrimiento». No se extravió en opiniones, conceptos o
abstracciones metafísicas. Sabía que no hay peor apego que el que se tiene hacia las
opiniones ni maraña más peligrosa que la de los conceptos. Diagnosticó el sufrimiento y
proporcionó una vía para poner término al mismo. Porque no hay otra felicidad real
que un estado interno de paz y la visión clara que libera, procuró las claves y métodos
para purificar la mente y soltar los grilletes del apego y la aversión, es decir, la codicia y
el odio.
Hay dos grandes categorías de sufrimiento. Una clase de sufrimiento viene dada
por las vicisitudes de la vida, las circunstancias adversas, las situaciones dolorosas y el
daño que puedan provocarnos los acontecimientos o las demás personas. Pero otro tipo
de sufrimiento es el engendrado por una mente ofuscada y que se debate entre el apego
y la aversión.
Una mente ofuscada genera un sufrimiento inútil. La confusión mental provoca
desdicha sin límite e insatisfacción. Por eso es necesario esclarecer la mente, erradicar
sus condicionamientos y poner orden en su contenido. No basta con desearlo, sino que
se hace necesario un método. Toda la enseñanza del Buda se asienta de manera especial
sobre la meditación, o sea, sobre el cultivo armónico de la mente. La meditación es el
vehículo para desplazarse de la servidumbre a la libertad, de la confusión a la claridad.
Se apuntala con una genuina moralidad y el desarrollo de la sabiduría. Milenios antes
de que naciera el Buda, ya había florecido el yoga en la India y los yoguis insistían en la
necesidad insoslayable de practicar la meditación. Buda fue un gran yogui, conoció de
primera mano y practicó las antiquísimas técnicas del yoga y sistematizó una forma de
meditación basada en la observación muy atenta y arreactiva de los propios agregados
psicofísicos para desarrollar una visión clara y liberadora (vipassana), más allá de las
apariencias, para acceder a una dimensión de sagacidad y sublimidad llamada
"Nirvana”.
En oposición a lo que mentes partidistas han asegurado, es de justicia especificar
que en el yoga existían ya las más diversas técnicas meditacionales, tanto devocionales,
como abstractivas, de percepción y observación, de visualización y otras. Pero Buda
optó principalmente por los métodos meditacionales de observación,
complementándolos con los de abstracción. Todos los especialistas en budismo que he
consultado, tanto en Oriente como en Occidente, consideran que la meditación
abstractiva o de tranquilización profunda y absorción mental es muy favorable y
desencadena grandes beneficios, pero no termina de erradicar por completo los
condicionamientos subconscientes. Sólo la meditación de observación arreactiva
(vipassana) erradica tales condicionamientos perniciosos y libera, con carácter
definitivo, la mente de ofuscación, apego y odio.
Con enorme inteligencia y minuciosidad, Buda sistematizó las técnicas
meditacionales y ofreció métodos de una gran solvencia. Puso el acento en la necesidad
de servirse del cultivo metódico de la mente como medio para conscienciar
experiencialmente las tres características básicas de la existencia según su enseñanza:
insatisfactoriedad, insustancialidad e impermanencia. Pero lo que no debe pasarse por
alto es que la meditación tan perfectamente elaborada por el Buda tiene como
primordial finalidad conducir al practicante a la captación supraconsciente de estas tres
características básicas de la existencia, para modificar así, a partir de esta singular
captación, los viejos modelos de conducta mental. Ello no quiere decir, ni mucho
menos, que haya que partir con preconceptos en la práctica de la meditación propuesta
por el Buda, ya que cualquier persona, de cualquier modo que conciba la última
realidad (Todo, Nada, Vacío, Absoluto, Incondicionado, ni todo ni nada, permanente o
impermanente, etcétera), hallará beneficio en la meditación mostrada por el Buda. Ésta
es la razón por la que siempre que se emprende una práctica meditacional es preferible
hacerlo sin ningún tipo de prejuicios ni creencias que refrendar o convalidar, sino tan
sólo con la noble motivación de querer purificar la mente y hallar libertad interior. En el
viaje interior los conceptos pueden convertirse con facilidad en un obstáculo que frena
el progreso. Los maestros de meditación, cualesquiera método o enseñanza que
observen, deberían impartir las técnicas sin adoctrinamientos. Una asepsia tal evitaría
prejuicios, sugestiones o incluso sutiles condicionamientos, cuando, además, lo que
pretende la meditación, y más aún la meditación vipassana, es superar todo tipo de
condicionamientos.
Cada día es mucho mayor el número de personas interesadas por la práctica de la
meditación vipassana y que en mayor grado se deciden a practicarla. Aunque la
meditación vipassana como tal es una, existen numerosos métodos de meditación
vipassana, según sean utilizados para la observación atenta y arreactiva uno u otro (o
varios) elementos constitutivos del ser humano (cuerpo, sensaciones, mente y
contenidos mentales), o según se ponga mayor o menor acento sobre cualquiera de las
tres características básicas de la existencia: sufrimiento, ausencia de entidad fija y
transitoriedad.
Para que el lector pueda entender mucho mejor lo que es y representa la
meditación budista vipassana, es preferible tener una visión global de la enseñanza
impartida por el Buda. En esta obra incluimos, por ello, lo más nuclear de la Enseñanza,
así como una detallada explicación de los métodos meditacionales impartidos por el
Buda y sus diversas técnicas.
En la actualidad se están impartiendo cursos de meditación vipassana en
numerosos países del mundo, y existen buen número de centros de meditación budista,
tanto en Oriente como en Occidente. Se imparten cursos intensivos de meditación que
pueden extenderse por un par de días o incluso por tres meses. Se practica durante un
elevado número de horas por día y es necesario observar unas reglas considerablemente
estrictas para conseguir el máximo provecho de la práctica. Estos cursos intensivos se
están llevando a cabo tanto por maestros orientales como occidentales, tanto por monjes
como por seglares. Personas de las más variadas actividades y profesiones asisten a
estos cursos, incluidos numerosos especialistas en psicología, psicología transpersonal y
psicoanálisis, así como religiosos de las más diversas tradiciones, creyentes y agnósticos.
También se trata de personas de todas las edades.
La meditación budista vipassana es ante todo propia del budismo theravada, que
es, sin duda, el budismo de viejo cuño, el más genuino y próximo a Buda, y que no
hubo de hacer ningún tipo de concesiones a cultos o religiones ajenas, como sucedió con
el budismo cuando penetró en países en los que estaba enraizado otro tipo de culto, y
en cuyo caso no pudo dejar de ser influido por las creencias locales.
La meditación es el camino más directo y fiable para que la enseñanza sea
experiencia transformadora. Nos enseña a cuidar de nosotros mismos y,
subsiguientemente, de los demás. Protegiéndonos a nosotros mismos sabremos
proteger a los demás. La meditación es el arte de vivir mejor con uno mismo y con los
otros. La mayoría de los buscadores meditamos para vivir más armónicamente y
desarrollar nuestra dicha interior. Sólo algunos, místicamente privilegiados, son capaces
de vivir para meditar. Pero la meditación es una necesidad específica para purificar,
ordenar, sanar y reorganizar saludablemente la psiquis. Porque la mente es el
fundamento de todo y todo se fundamenta en la mente, es tan esencial poner orden,
claridad y sabiduría en el hogar mental.
La mente del ser humano está empañada. Hay tantas impurezas, trabas, engaños
e impedimentos en la mente humana que la visión que surge de la misma es
inevitablemente condicionada y, por tanto, distorsiona aquello que ve y percibe. Lo
visto sufre un proceso de superposición y no es apreciado como tal y mucho menos en
su modo final de ser. Lo visto es falseado por una percepción turbia, la interpretación y
la imaginación. En la mente hay una gran acumulación de códigos evolutivos y
psicológicos que impiden una visión justa y cabal. Los condicionamientos de la mente
perturban la percepción, oscurecen la visión y traban la comprensión real. Una visión
oscurecida encadena en lugar de liberar y retroalimenta en la mente las denominadas
tres raíces de lo perverso (ofuscación, avidez y odio), impidiendo que se desplieguen las
tres raíces de lo provechoso (claridad, desprendimiento y compasión). El
oscurecimiento mental aviva los autoengaños, las tensiones, los venenos y los
obstáculos mentales. La sabiduría liberadora, capaz de poner término al sufrimiento,
sólo puede emerger desde la pureza de la mente, que permite apreciar las cosas como
son, sin enmascararse con juicios y prejuicios, condicionamientos, interpretaciones u
opiniones.
Existen muchas trabas en la mente, y sólo se pueden ir superando mediante un
perseverante y minucioso trabajo interior. Hay tres grandes grupos de trabas:
Una genuina ética o auténtica moralidad nada tiene que ver con la moral
convencional, cambiante según las épocas, latitudes y gobiernos. La genuina ética
consiste en poner los medios para que todos los seres sean felices y en evitar en lo
posible daño a cualquier ser sintiente. Todo ser sintiente busca la felicidad y a ninguno
le gusta el sufrimiento. Cuando una persona comprende vivencialmente esa realidad, se
identifica con las otras criaturas y las respeta profundamente. La genuina moralidad
lleva consigo los preceptos morales básicos adecuados, como no matar ni robar, y el
correcto sustento de vida, evitando modos de sustento que dañen a los otros, como el
tráfico de armas o la venta de tóxicos. Pero la genuina moralidad por sí misma no es
suficiente para recobrar la naturaleza búdica. Es de gran ayuda para mantener la mente
pura y favorecer incluso la meditación y el desarrollo de la Sabiduría, pero no basta con
observar genuina moralidad para completar la evolución interna. No obstante, la
observancia de la genuina ética evita ulteriores corrupciones mentales y nuevos
condicionamientos.
El cultivo metódico de la mente es la meditación, o sea un definido y preciso
adiestramiento psicomental para reorganizar la psiquis a un nivel más saludable y sabio
y para erradicar las raíces de lo negativo, superar las trabas mentales y desencadenar la
visión lúcida. Toda mente humana está llena de condicionamientos que producen
desdicha y empañan la visión. Sólo mediante la meditación se van erradicando los
condicionamientos y modificando el eje de la mente para que ésta puede conquistar la
visión esclarecida y la percepción iluminadora. En la enseñanza del Buda se le concede
primordial importancia a la práctica de la meditación. Todos los grandes iluminados
han efectuado ellos mismos entrenamientos muy intensos de meditación, para superar
así los condicionamientos que generan ofuscación y esclavitud en la mente. Sólo en la
medida en que la mente se va purificando, surge la visión cabal.
Gradualmente se va recorriendo la senda hacia la Sabiduría. La Sabiduría no es
conocimiento ordinario, ni erudición, ni cultura, ni saber libresco. Todo ello no libera ni
afloja los grilletes que encadenan a la mente. La comprensión intelectual sólo es válida
si nos permite entender que hay que hallar otro modo de comprensión más existencial y
fiable. La Sabiduría consiste en ver las cosas como son desde la pureza de la mente. Es
la captación directa de las tres características de la existencia y de las Cuatro Nobles
Verdades. Así como el conocimiento no tiene capacidad liberadora, la Sabiduría integra
y libera. Cada vislumbre de comprensión real, modifica la mente y el comportamiento.
Genuina ética y cultivo mental conducen a la Sabiduría. Pero, asimismo, con cada
“golpe” de Sabiduría, el practicante comprende mejor la necesidad de una genuina ética
y del cultivo de la mente. Por ello, genuina moralidad, cultivo mental y Sabiduría se
ensamblan y conforman el denominado Triple Entrenamiento. Los tres factores son
necesarios.
El Triple Entrenamiento o Triple Disciplina conduce al practicante a la visión
supraconsciente de que «todo lo constituido es impermanente, todo lo constituido
entraña sufrimiento, todo lo constituido es sin entidad». Libre de ofuscación, avidez y
odio, resueltos los condicionamientos y superadas las trabas, el practicante degusta el
sabor sublime de la libertad total. En la medida en que ha ido recorriendo el camino de
la purificación, su mente se ha ido desempañando y su visión se ha ido clarificando.
Una visión libre y directa, sin condicionamientos y emergiendo clara desde la pureza
del ente, se torna lúcida, justa, penetrativa y cabal. Esta es la visión liberadora y
denominada por Buda vipassana; es la visión pura a la que también hace referencia
Patañjali. Ese particular tipo de visión desenraíza todos los condicionamientos y
desencadena la comprensión clara.
A medida que el practicante va recorriendo la senda hacia la liberación y practica
asiduamente la meditación, se van estimulando y desplegando los factores de
crecimiento o iluminación. Todo ser humano dispone de estos factores de
autodesarrollo en simiente, pero es necesario actualizarlos y desplegarlos en alto grado.
La observancia del Triple Entrenamiento es la clave y el secreto. Estos factores de
iluminación son los grandes aliados y auxiliadores en la ruta hacia lo Incondicionado.
Son muy numerosos, pero los más destacados son el esfuerzo correcto, la energía, la
ecuanimidad, la visión de las cosas como son, el contento y el sosiego. Al insistir en la
práctica de la meditación, estos factores se irán desplegando y haciendo el camino
menos tortuoso. Estos factores ayudan a combatir los numerosos escollos que también
se encuentran en la senda hacia lo Sublime.
Los factores de iluminación o autodesarrollo son los grandes auxiliadores en la
ruta hacia el Nirvana. Mediante el Triple Entrenamiento se despliegan asimismo las
raíces de lo provechoso (sabiduría, desapego y compasión) y se fomentan los cuatro
estados sublimes o Santas Moradas: amor, compasión, alegría compartida y
ecuanimidad. Así se va haciendo posible una transformación total, una irreversible
mutación de la conciencia. De esta manera, aquéllos que «no tienen los ojos demasiado
empañados» van percibiendo la última realidad y accediendo a la experiencia sublime
del Nirvana. Esa percepción supraconsciente (la percepción supracotidiana o
supramundana de los yoguis) es la única capacitada para sumergirse en lo
Incondicionado.
El Nirvana representa la liberación definitiva. No se puede hablar de extinción,
puesto que no hay nada fijo que se pueda extinguir. En todo caso se extingue la fuerza
ciega de existencia y los condicionamientos que la alimentan. Es paz total, inefabilidad,
desprendimiento definitivo de la pasión, cese del miedo y del apego, claridad absoluta,
superación de los condicionamientos internos, ecuanimidad inquebrantable, sosiego
infinito, libertad suprema. El Nirvana conlleva la superación de todo karma, porque cesa
la volición como tal, es decir, la voluntad egocéntrica y el aferramiento. El que ha
alcanzado el Nirvana se instala en la atención y la ecuanimidad, libre de apegos y
antipatías, sin implicarse en los procesos psicofísicos aunque deba seguir satisfaciendo
sus necesidades orgánicas. Ha erradicado todos lo sankharas y se ha liberado de sus
propensiones e impulsos. Vive lúcida y apaciblemente. Cuando llegue el momento
abandonará apaciblemente sus agregados psicosomáticos y así obtendrá el parinirvana.
Ni se afana por vivir, ni se afana por morir. Vive en feliz apertura.
El Nirvana es un “estado” incondicionado que no puede ser definido ni sometido
a razonamientos. Representa el aniquilamiento de la ofuscación, la pasión y el odio, y el
que alcanza este estado es denominado arahant o santo; supera toda agitación, yendo
más allá del nacimiento y de la muerte. Con mente firme y equilibrada, compasivo y
amoroso, tiene la capacidad de ver cómo todos los fenómenos surgen y se desvanecen,
fuera y dentro de sí mismo; inafectado y sereno, sagaz e imperturbable, sin ego ni
aflicción. Ya no puede dañarse a sí mismo ni a los demás. Es recto en opiniones y recto
en entendimiento y proceder. Ha cumplido su tarea y ha hecho lo que debía hacerse. Se
ha “enfriado", entendiendo por tal que ha puesto fin al fuego del deseo. Se ha acabado
todo lo constituido, ha cesado todo sufrimiento, se ha extinguido la avidez, se han
abandonado los fundamentos de la existencia. En tanto sigue con sus agregados
psicomentales, el arahant “vive” y observa los dictados básicos de la naturaleza, pero no
se involucra en sus actividades psicofísicas. Puesto que el Nirvana escapa a toda
definición, Buda, intencionadamente, se refirió a él en términos muy singulares.
Declaró:
«Hay, monjes, algo no nacido, no originado, no creado, no constituido. Si no
hubiese, monjes, ese algo no nacido, no originado, no creado, no constituido, no cabría
liberarse de todo lo nacido, originado, creado y constituido. Pero puesto que hay algo
no nacido, no originado, no creado, no constituido, cabe liberarse de todo lo nacido,
originado, creado y constituido».
Y también:
«Hay, monjes, algo sin tierra, ni agua, ni fuego, ni aire, sin espacio ilimitado, sin
conciencia ilimitada, sin nada, sin estado ni de percepción ni de ausencia de percepción;
algo sin este mundo ni otro mundo, sin luna ni sol; esto, monjes, yo lo llamo ni ir, ni
venir, ni estar, ni nacer, ni morir; no tiene fundamento, duración ni condición. Esto es el
fin del sufrimiento».
También se hace referencia al Nirvana como el total aniquilamiento de la
ofuscación, el deseo y la aversión. Cuando estas raíces de lo insano son totalmente
erradicadas, se recobra la mente iluminada, aquélla que dispone de la visión penetrativa
que libera.
El que ha conquistado el Nirvana, y por no estar ya sus acciones determinadas por
la volición, no genera karma. Al no producir karma, no engendra sufrimiento propio ni
ajeno. Nada quiere, o sea, no hay voluntad en una dirección, y entonces no hay volición
como tal ni producción de karma en pensamientos, palabras o actos. De este modo, los
pensamientos, palabras y actos no arrojan fruto negativo o kármico. No hay un ego para
producir ni recibir el karma. El arahant está exento de karma, porque libres de apego
están sus pensamientos, palabras y obras. No reacciona con apego o aversión a sus
sensaciones. Es dueño de esa energía de precisión, claridad y cordura que es la
ecuanimidad. Ha saltado fuera de todo lo condicionado y se ha situado al margen de los
fotogramas de la película existencial. Así pone fin al ciclo de las existencias. Al morir,
sus agregados se disgregaran con carácter definitivo. Si “algo” del arahant sobrevive a la
muerte, escapa a todo razonamiento ordinario. Mientras vive en este mundo, no se
complace en formas materiales ni en sensaciones, percepciones, estados mentales o
conciencia. De él puede decirse lo mismo que declaran los hindúes de los “liberados
vivientes” o jivanmuktas: vive en este mundo sin estar en este mundo, y es de todos y de
nadie. Su mente es firme como una roca. Ha llegado a la meta y no puede haber nada
que le perturbe. Cuando iba a morir, el discípulo más sagaz del Buda recitó un corto
pero significativo poema:
«No me alegro de morir, no me alegro de vivir. Como el jornalero recibe su paga,
abandono este cuerpo».
Murió apaciblemente, envuelto en su túnica amarilla, tras despedirse
amorosamente de sus discípulos. Era Sariputta.
Debido a la ofuscación de la mente, el ser humano no comprende las Cuatro
Nobles Verdades que entendió el Buda en profundidad cuando se iluminó y que
conforman lo más nuclear de la Enseñanza. Pero aquéllos que no tienen la mente
demasiado empañada pueden comenzar por obtener un entendimiento intelectual, y
desde esta comprensión racional ir trabajando seriamente para seguir el camino gradual
hacia la iluminación y, en la medida en que se va recorriendo, ir recuperando una
comprensión vivencial y supraconsciente de esas Verdades incontrovertibles. Como
veremos en sucesivos capítulos, es la Cuarta Noble Verdad precisamente la senda
propuesta por el Buda para alcanzar la experiencia nirvánica. En la senda gradual hacia
la iluminación nos vamos dando cuenta de que no hay mayor atadura que los
agregados de la existencia ni mayor esclavitud que la mente condicionada. Pero como
declarasen los yoguis hace siete mil años, la misma mente que encadena, es la mente
que libera. La Enseñanza del Buda pone especial acento en el cultivo, desarrollo y
purificación de la mente.
¿Qué conforma al ser humano? ¿Cuáles son los elementos que lo constituyen?
Buda, según su propia experimentación y a través de una paciente y rigurosa
exploración de sí mismo, percibió que un ser humano es un conjunto de cinco
agregados, o sea, una organización psicosomática en la que fluyen procesos psicofísicos
que constituyen al individuo, es decir, que conforman lo que denominamos persona.
Porque precisamente hay tales agregados deriva el apego y subsiguientemente la
insatisfacción o sufrimiento. Estos cinco agregados se ensamblan temporalmente y
configuran al ser humano. Representan en cierto modo una carga y son productores de
malestar y sufrimiento. Tienden a degradar y descomponerse, porque todo lo
compuesto va hacia su descomposición. Está en la naturaleza de los mismos el ir
declinando, decayendo y degradándose hasta que se produce la muerte o disgregación.
Tales agregados están ellos mismos sometidos a las tres implacables características
básicas de la existencia: sufrimiento, impermanencia y ausencia de entidad fija. La llama
de la vela -siguiendo un símil clásico- a cada momento es diferente aun siendo la
misma. Todo lo que nace debe morir y todo lo que es sintiente, proporciona
insatisfacción. Pero, según la enseñanza del Buda, no hay un “yo” fijo que sienta, ni
tampoco subsiguientemente que se libere o experimente el Nirvana o se extinga. El ego
es provisional, pero por ausencia de Sabiduría o visión liberadora nos apropiamos del
cuerpo y de la mente y los creemos como propios. Cuerpo y mente no son más que un
impersonal flujo o continuum de fenómenos que surgen y se desvanecen, del mismo
modo que las partículas subatómicas surgen, chocan y se transforman. El adulto no es el
niño que fue, pero tampoco es otro diferente. Las series de pensamientos son como el
agua pasada, que mueve la presente y propulsa la futura. La memoria nos muestra un
rostro de solidez y consistencia que no es tal. El ego se apuntala en recuerdos,
proyectos, logros, fantasías, avidez y resentimiento. La mente reactiva retroalimenta el
ego y el ego promueve la actitud reactiva de la mente. Mente y ego se debaten en la
limitada y desertizada dimensión del apego y la aversión, el anhelo y el odio, a la
sombra de la ofuscación.
Para la enseñanza budista, cuando el espermatozoide se une al óvulo y hay
disponible una conciencia de renacimiento, surge una nueva vida. El último
pensamiento de la existencia anterior provoca el primer pensamiento de la existencia
actual. Espermatozoide, óvulo y conciencia de renacimiento (todo ello condicionado por
la ley de causa y efecto del karma) conforman los cinco agregados, que son:
Materia.
Sensaciones.
Percepciones.
Actividades mentales.
Conciencia.
Los cinco agregados forman al denominado individuo o persona, pero del mismo
modo que el carro desaparece cuando quitamos los elementos que lo componen, así el
individuo sólo es aparentemente tal mientras existe el ensamblaje de los cinco
agregados. Para Buda, detrás de estos agregados no hay sustancia alguna, ni un yo que
sea el propietario o sentidor de tales elementos constitutivos, ni un espíritu personal y
trascendente. Pero estos agregados existen y son coexistentes. Mientras la mente no ha
obtenido la experiencia nirvánica y que pone fin a toda ofuscación, estos agregados son
causa de algún tipo de insatisfacción. La transitoriedad es común a todos ellos. Como
las olas ascienden y descienden en el mar, los fenómenos psicofísicos surgen y se
desvanecen. Son fenómenos vacíos y operan según la inexorable ley de causa y efecto,
que es el karma o volición. El karma, recordémoslo, es deseo. La voluntad de vivir es el
motor generador de una biología ciega que prosigue sin principio y sin final, como el
círculo siempre hermético. Buda insiste en que estas actividades psicofísicas son vacías,
huecas, sin sustancia, fenómenos que ruedan y ruedan. Y todo aquél que tenga
agregados está sometido a la enfermedad, la vejez y la muerte. Para la Doctrina del
Buda, las existencias son innumerables y sólo se emerge del samsara (ciclo de
existencias) cuando se pone definitivamente fin al deseo. Y Buda dice: «no hay modo de
saber el principio de los seres que, impedidos por la ignorancia y trabados por el deseo,
reanudan una y otra vez el ciclo de las existencias». Pero anticipémonos a decir
enfáticamente que, se crea o no en el renacimiento, la Enseñanza del Buda es
igualmente válida para liberar la mente de sus engaños y hallar la emancipación. Sus
métodos son extraordinariamente útiles y fiables para toda persona, cualesquiera sean
sus creencias o su falta de ellas. De hecho, vidas pasadas o posteriores forman parte de
lo insondable e incognoscible, y Buda no se perdía en elucubraciones de este tipo, y ni
siquiera gustaba de hacer referencias acerca de qué sucedía con aquel que había
alcanzado el parinirvana. Bien es cierto que para aquéllos que creen en el samsara, y
considerando que éste provoca inevitable sufrimiento, su propósito es también el de
poder liberarse de sucesivas existencias que contendrán «dolores, martirios y
calamidades». Pero la experiencia nirvánica debe proponerse para esta vida, aunque
sólo puedan obtenerse fugaces aunque importantísimos vislumbres de la misma. Cada
“golpe de luz” o “toque de Sabiduría" conseguido, cambiará extraordinariamente la
conciencia y permitirá otro modo muy singular de ver y de percibir.
Porque los cinco agregados están sometidos a enfermedad, vejez y muerte, en
suma decaimiento, el practicante aspira a “revolucionar" su percepción y mirar,
inafectada pero lúcidamente, los fenómenos tal cual son, sin personales reacciones
anómalas. Se aprende a dejar lo visto en lo visto y lo oído en lo oído, liberándose uno de
los filtros distorsionantes de la percepción errónea, la interpretación falaz y la
imaginación descontrolada.
Enfermedad, vejez y muerte se conocen como los Mensajeros Divinos. ¿Por qué?
Porque si los recordamos, con más diligencia emprendemos y proseguimos la búsqueda
de lo Incondicionado y los instrumentalizaremos para superar el ego, la avidez, la
aversión y la ofuscación.
No hay otro karma que la volición mental. Ésta genera pensamientos, palabras y
actos. El ego marca el karma como el tinte tiñe la ropa. Sin deseo, con actitud nada
egoísta, libre de avidez u odio, el practicante no genera karma. Aunque hay una ley de
causa y efecto, y todo está condicionado, uno hace su propio karma y uno mismo deja de
generarlo y, por tanto, de acumularlo. La meditación y la conducta no egoísta purifican
karmas pasados. La ecuanimidad perfecta es como una tinta sin color que no deja huella
kármica. Uno hereda su mente, pero es también uno quien debe convertirse en
arquitecto de la misma. El karma, en cuanto deseo, es la conexión entre una existencia y
otra, aunque no hay ningún yo que renazca o transmigre. El flujo de vida y de
conciencia, estimulado por el apego, prosigue su marcha imparable. Solo el Nirvana
pone término a tal peregrinaje.
Los cinco agregados conforman la criatura sensible. Salvo que la mente se
establezca en una dimensión de firmeza e inquebrantable ecuanimidad, siempre se está
reaccionando a lo agradable y a lo desagradable, propiciando la masa de sufrimiento.
Atención: no quiere decir que no haya placer, sino que también hay dolor y que por
manejarse mal con el placer se añade más y más dolor. Placer y dolor caminan codo con
codo. Pero hay un estado mental que trasciende el placer-dolor y nos permite
instalamos en un sosiego inigualable. Hay que comprender y asumir que uno tiene que
efectuar el esfuerzo y recorrer el camino. Buda declaraba: «los seres son dueños de sus
actos, herederos de sus actos, hijos de sus actos; están sujetos a sus actos, dependen de
sus actos; de todo acto que cometan, sea bueno, sea malo, de aquel acto heredarán».
Cada momento cuenta para el que sigue la vía hacia el Nirvana. El Nirvana es la
meta, pero cada paso es esencialmente importante. El Nirvana no es algo que ganar o
conseguir fuera de uno, sino en uno mismo. La vida adquiere un significado especial
cuando se sigue la senda de la sabiduría. Esta senda se enmarca entre la compasión y la
inteligencia clara, el amor y la lucidez, la benevolencia y la comprensión profunda. Es la
Senda del Medio, porque desconfía de los extremos, que siempre resultan trampas. Es la
senda del equilibrio, porque descarta todo extremismo y apela a la inteligencia
primordial del ser humano, libre de dogmatismos o ideas preconcebidas. Se le concede
una importancia absoluta al desarrollo, cultivo y purificación del órgano mental, porque
en la mente reside la energía de iluminación asociada al Nirvana. Por ello hay que
sondear, conocer y ordenar la mente. La observancia de una genuina ética también
colabora en el aquietamiento mental y favorece la meditación.
La mente es un producto, un resultado. En ella se recogen los códigos evolutivos
y todas las experiencias acumuladas a lo largo de la existencia (o existencias, según los
orientales). En el trasfondo de la conciencia se agolpa una suma importante de
condicionamientos. Todos dependemos de nuestros viejos modelos de conducta mental
y sólo mediante un trabajo muy serio de autodesarrollo y purificación iremos logrando
modificar esos modelos, superar adoctrinamientos que nos inculcaron e ir más allá de
los hábitos internos coagulados y viejos patrones. Para ello hay que servirse
necesariamente de un método de liberación mental. Algunos de los condicionamientos
son muy profundos y difíciles de erradicar; es largo y sinuoso el sendero entre
conciencia y subconciencia. En el subconsciente hay millares de cachivaches
psicológicos desordenados, que se caracterizan por su incoherencia y que reaccionan a
través de pensamientos, palabras y actos mecánicos. En el espacio mental se celebra un
frenético juego de recuerdos, ensoñaciones e ideaciones que no son muchas veces más
que el oleaje de superficie de la propia incongruencia del subconsciente. Sólo en la
medida en que el subconsciente sea drenado y reorganizado será posible conquistar
mayor sosiego y alegría. Pero como a la masa de nuestros condicionamientos se unen
nuestras incesantes reacciones de apego y aversión, continuamos así acumulando
impresiones hasta el infinito. Nos enredamos una y otra vez con el viejo y mecánico
hábito de reacción y nos identificamos con las cualidades negativas de nuestra psiquis,
sean odio, celos, envidia, ira u otras. Es, para que podamos entenderlo bien, como estar
arrojando siempre nueva leña al fuego o golpear con el martillo de la reacción el clavo
de la cualidad negativa. Y no es removiendo el fango de nuestro subconsciente como
podremos liberarnos del mismo, sino simplemente drenándolo. Pero ¿cómo? Pues a
través de la observación atenta e inafectada, la atención pura y la firme e inquebrantable
ecuanimidad. ¿Por qué? Porque cada instante que consigamos de no reacción, estará
emergiendo suciedad psíquica y desorden, sin retrotraerlo a lo profundo con nuestras
reacciones. Iremos así, además, modificando los viejos modelos reactivos de nuestra
conducta mental. Podremos ver el proceso sin implicarnos en el mismo. Viene la ira,
parte la ira; acaecen los celos, se disipan los celos. Es necesaria mucha atención. Tal es el
Satipatthana: la senda incomparable de la atención. Necesitamos establecernos en la
vigilancia ecuánime o en la calma atenta. Mediante el entrenamiento de la meditación,
la mente va aprendiendo a no reaccionar desmesuradamente. Ante lo placentero, no
genera tanto apego, afición ni dependencia; ante lo desagradable, no engendra
resentimiento, aversión ni ira. Al ser la mente menos reactiva, es más saludable,
equilibrada, y evita mucho sufrimiento. Poco a poco la mente abandona la neurosis y la
confusión como la serpiente muda su piel. Se van desplegando los factores de
iluminación y con su ayuda se superan impurezas y autoengaños mentales.
La misma mente que genera negatividad y desdicha puede producir estados
saludables y felicidad. La actitud juega un papel determinante en este sentido. La
atención y la ecuanimidad, que pueden ayudamos en cualquier momento (y que se
cultivan en alto grado con la meditación vipassana), bien establecidas, ayudan a percibir
sin reaccionar negativamente. El practicante aprende a mirar fuera y dentro de sí mismo
sin reacciones negativas. Incluso es capaz de percibir sus estados mentales negativos y
ver cómo surgen y se desvanecen, sin involucrase en los mismos y
despersonalizándolos. Al estar más atento y ecuánime, los condicionamientos van
resolviéndose y la mente va alcanzando mayor libertad e integración. Hay que evitar, en
lo posible, sumar reacción tras reacción, sankhara tras sankhara.
Aplicando el esfuerzo correcto y combinando la meditación sentada con la
actitud meditativa en la vida diaria, el aspirante va purificando la mente. La conciencia
se va abrillantando, purificando e intensificando, y va dando por resultado la visión
cabal y liberadora. Es un lento proceso en el que las contaminaciones mentales van
siendo erradicadas. Pero son tantas las impurezas y engaños pretéritos, que el proceso
no puede ser rápido. Hay que ir mutando la actitud de la mente. Hasta que uno
empieza a trabajar sobre la mente, ésta no hacía otra cosa que reaccionar con apego y
aversión. Rebotando de uno a otro extremo, ha generado infinidad de
condicionamientos y, por supuesto, muchas tensiones y desdicha. Pero además la mente
proyecta sus propias imágenes, se las cree y también reacciona ante ellas. Este inútil y
necio juego de la mente nos recuerda al perro que encuentra un hueso antiguo y
totalmente calcinado, comienza a morderlo, se hace daño en las encías y el animal toma
la sangre que sale de éstas por la sustancia del hueso.
Una mente arrinconada en la estrecha dimensión de las reacciones no puede
acceder a otras dimensiones de claridad, revelación e iluminación; vive de espaldas a
estados supremos de liberación. Ni siquiera comprende que en tales condiciones no
puede comprender. Es una mente que se reengolfa en el triángulo repetitivo de la
ofuscación-avidez-aversión. Una mente así no puede ver la realidad subyacente. Se
extravía en las apariencias y toma por permanente lo que es impermanente. Lo
condicionado no puede percibir lo Incondicionado. La mente se establece en su propia
alienación, y como el mundo es el resultado de la mente, vivimos en un mundo
alienado. ¿Cómo recuperar la cordura? Buda fue un gran médico de la mente.
Comprendió que era necesario un método de desalienación y desautomatización. Este
método es la meditación, que nos ayuda a cambiar de raíz los hábitos de la mente
enferma. Todas las vías del despertar insisten en lo imprescindible de mutar la
conciencia. Hay placer y hay dolor, pero lo esencial es nuestra actitud ante el placer y el
dolor. En este sentido el discurso del Buda conocido como de “los dos dardos” es muy
significativo y aleccionador:
«Monjes, una persona mundana que no conoce la Enseñanza experimenta una
sensación agradable, experimenta una sensación desagradable o una sensación neutra.
Un noble discípulo que conoce la Enseñanza también experimenta una sensación
agradable, una sensación desagradable o una sensación neutra. ¿Cuál es la distinción, la
diversidad, la diferencia entre un noble discípulo que conoce la Enseñanza y una
persona mundana que no conoce la Enseñanza?
«Cuando una persona mundana que no conoce la Enseñanza es tocada por una
sensación dolorosa se inquieta y aflige, se lamenta, se golpea el pecho y llora, y está
muy turbada. Es como si un hombre fuera traspasado por un dardo y a continuación
del primer impacto fuera herido por otro dardo. Así pues, esa persona experimentará
las sensaciones causadas por dos dardos. Ocurre lo mismo con la persona mundana que
no conoce la Enseñanza: cuando es tocada por una sensación dolorosa [corporal] se
inquieta y sufre, se lamenta, golpea su pecho, llora y está muy turbada. Así experimenta
dos sensaciones: la sensación corporal y la sensación mental. Pero en el caso de un noble
discípulo bien enseñado, monjes, cuando es tocado por una sensación dolorosa, no se
inquieta, no se aflige, no se lamenta, no se golpea el pecho y llora, ni está muy turbado.
Experimenta una sensación: la corporal, pero no la mental. Es como un hombre que ha
sido traspasado por un dardo, pero no es herido por un segundo dardo que sigue al
primero. Así esa persona experimenta las sensaciones causadas por un sólo dardo.
Ocurre lo mismo con un noble discípulo que conoce la Enseñanza: cuando es tocado por
una sensación dolorosa, no se inquieta, no se aflige ni se lamenta, no se golpea el pecho
y llora, ni está muy turbado. Experimenta una sola sensación: la corporal».
El practicante aprende a observar más imperturbadamente sus actividades
psicofísicas. De este modo va accediendo a una dimensión de conciencia clara,
inafectada, penetrativa, lúcida, reveladora y transformadora. Bien es cierto que una y
otra vez salen al paso los condicionamientos y los viejos hábitos de reactividad. Por eso
la atención es tan necesaria. Mediante la atención captamos en el momento y mediante
la ecuanimidad, no reaccionando, dejamos de implicarnos en el flujo psicosomático y
vamos resolviendo los condicionamientos. Cada condicionamiento que superamos nos
da mayor dosis de libertad. Se aprende a vivir fuera de la angosta dimensión de las
reacciones habituadas. Se disfruta sin apego; se sufre sin aversión. Se libera uno de
memorias y fantasías inútiles. De la reacción mecánica y fea se accede a la respuesta
fresca y hermosa. Las viejas heridas se van restañando y la fascinación egocéntrica va
remitiendo. Los fenómenos se impersonalizan y las huellas subliminales van siendo
superadas. Todo ello representa una vía de integración que sólo se hace realmente
comprensible a través de la práctica personal. En la medida en que se lleva a cabo el
Triple Entrenamiento, una percepción penetrativa y purificada empieza a captar la
insatisfactoriedad, vacuidad y transitoriedad de todos los fenómenos, incluidas las
propias actividades psicofísicas. También, cuando la comprensión se desarrolla y
clarifica, el practicante puede empezar a entender (no sólo a comprender
intelectualmente) la realidad reveladora del Origen Dependiente. Destacados y muy
lúcidos monjes budistas (como Saddhatissa, Rahula, Narada Thera, Nyanaponika y
tantos otros) me han asegurado en comunicación personal que es sumamente difícil
penetrar y comprender la cuestión del Origen Dependiente, pero que ella representa la
quintaesencia de la Enseñanza. No puede ser entendida tan sólo intelectualmente, sino
que se requiere la intuición que brota del asiduo ejercitamiento de la Triple Disciplina.
La Producción Condicionada u Origen (u Originación) Dependiente se formula
del siguiente modo:
Entendimiento recto.
Pensamiento recto.
Palabra recta.
Acción recta.
Medios de vida rectos.
Esfuerzo recto.
Atención recta.
Concentración recta.
La virtud o ética genuina se recoge en los factores: palabra recta, acción recta y
medio de vida rectos. El cultivo de la mente se insume en los factores: esfuerzo recto,
atención recta y concentración recta. La sabiduría se refleja en los factores:
entendimiento recto y pensamiento recto. Todos son importantes. La observancia de
unos favorece el desarrollo de los otros. Si una persona observa la virtud, le será más
fácil meditar y desarrollar Sabiduría. Si cultiva la mente, asumirá más fácilmente la
virtud y estará desplegando la Sabiduría. Si estimula el elemento de Sabiduría,
comprenderá y asumirá la virtud y entenderá la necesidad de incorporar a su vida la
práctica de la meditación.
Sabiduría: entendimiento recto y pensamiento recto
El entendimiento recto o recta opinión consiste en ver las cosas ecuánime y
lúcidamente tal y como son. Por eso es sabiduría, conocimiento real. Cuando comienzan
a percibirse los hechos más allá de filtros, reacciones, interpretaciones personalistas y
contaminaciones, la persona descubre que hay dolor, pero también que hay un buen
camino para hallar conocimiento liberatorio, visión cabal y paz sublime. El
entendimiento recto, pues, permite captar la realidad de las Cuatro Nobles Verdades.
Abre un canal de claridad en la densa bruma de la mente. La persona, apoyándose en la
recta opinión, empieza a distinguir entre lo accesorio y lo esencial, lo trivial y lo
importante. Cuando comienza a descubrir qué es lo esencial, comienza a su vez a poner
la atención en ello y no la extravía en mezquindades, apegos bobos, opiniones
equivocadas o inútiles abstracciones. Lo esencial es que hay sufrimiento y urge emerger
de esa masa de dolor. Es posible y hay un sendero para que sea así. Lo no esencial es
extraviarse en la maraña de las opiniones, las creencias, las suposiciones o vanas
dialécticas. A propósito de la atención indebida, leemos en el Majjhima Nikaya:
«El que no sabe cuáles cosas atender, y de cuáles hacer caso omiso, atiende a lo
que no tiene importancia y hace caso omiso de lo esencial: “¿Existí yo en el pasado? ¿No
existí yo en el pasado? ¿Quién fui en el pasado? ¿Cómo fui pasando de existencia en
existencia en el pasado?”. O bien se pregunta: “¿Existiré en el futuro? ¿No existiré en el
futuro? ¿Quién seré en el futuro? ¿Cómo iré pasando de existencia en existencia en el
futuro?”. Y aun en lo que se refiere al presente vive lleno de zozobra: “¿Soy? ¿No soy?
¿Quién soy? ¿Cómo soy? ¿De dónde vine a esta vida? ¿Después de esta vida a dónde
iré?"».
A todo ello Buda lo denominaba cuestiones irrelevantes o improcedentes, porque
no conducen a nada beneficioso. Lo esencial es poner los medios necesarios para
emerger de la ignorancia, superar el apego y liberar la mente de sus trabas. Preguntarse
si el mundo es eterno o no es eterno, si uno perdura después de la vida o no, si el
arahant sobrevive o se extingue y tantas otras preguntas que uno puede hacerse en el
terreno de lo insondable e incognoscible para la mente ordinaria, no son para Buda más
que «un extravío de opiniones, un yermo, un enredo, una barahúnda de opiniones». Lo
importante es escuchar la enseñanza y practicar. «Este sí sabe -declara Buda- a cuáles
cosas atender, y de cuáles cosas hacer caso omiso; éste atiende a lo esencial y hace caso
omiso de lo que no tiene importancia».
Se debe poner la energía y el énfasis en el autoconocimiento y la liberación. Si
toda la energía que se extravía en divagaciones intelectuales y abstracciones metafísicas
se pone al servicio de la meditación, el avance será extraordinario y la intuición
permitirá descubrir a nivel supraconsciente aspectos que no pueden ser cognoscibles
para el intelecto ordinario.
Desarrollando el entendimiento recto, la persona penetra cómo son las tres
características básicas de la existencia. También percibe la condicionalidad de todo lo
existente. Como se declara en el Majjhima Nikaya: «quien ve el origen condicional de las
cosas, ve la verdad; quien ve la verdad, ve el origen condicional de las cosas».
El que desarrolla el recto entendimiento no se pierde tampoco en ideas y
suposiciones sobre el yo. Trata de desarrollar la captación de los procesos psicofísicos
como son, sin apropiárselos ni identificarlos con un yo. Por eso cuando a Buda le
preguntaban si es que él no tenía opiniones, respondía:
«El Perfecto está libre de toda opinión, porque ha visto y comprendido la materia,
el surgir de la materia y el desvanecerse de la materia; ha visto y comprendido las
sensaciones, las percepciones, las actividades mentales y la conciencia, y el surgir y
desvanecerse de todo ello. Yo os digo que es de este modo como, habiendo logrado el
aniquilamiento, la cesación, el abandono, la renuncia y el desprendimiento de toda
ilusión, de toda confusión y de toda tendencia a pensar en términos de “yo” y “mío”, el
Perfecto ha alcanzado la liberación».
El recto entendimiento también comporta la comprensión clara de lo que es
provechoso y sano o perjudicial e insano. La persona con recto entendimiento sabe que
las tres raíces de lo insano (ofuscación, avidez y aversión) son perjudiciales para uno
mismo y para los demás, y que las tres raíces del bien (sabiduría, desprendimiento y
amor) son favorables para uno mismo y para los demás. Con la recta opinión podemos
saber qué pensamientos, palabras y actos son oportunos y provechosos, y cuáles los
inoportunos y perjudiciales.
La recta opinión invita a recorrer el Sendero «comprendido a la perfección por el
Perfecto, el Camino que proporciona la visión y el conocimiento, y que conduce a la
paz, al conocimiento directo, a la iluminación, al Nirvana».
El factor conocido como pensamiento recto también es denominado el recto
propósito o propósito correcto. Representa el pensamiento de renuncia, buena voluntad
y propósito de no dañar a ninguna criatura. En principio el pensamiento de la mayoría
de los seres humanos está contaminado por la ofuscación, la codicia, el odio, los celos, la
malevolencia, el egocentrismo y otras corrupciones, pero con el adecuado trabajo de
purificación se puede ir liberando el pensamiento de tales obstáculos, irlo esclareciendo
y utilizándolo con sabiduría, libre de condicionamientos, prejuicios, codicia o
autoengaños. Hay que purificar el pensamiento para que pueda ser constructivo en
lugar de destructivo, y pueda proporcionar lucidez en lugar de ofuscación. En la
medida en que se desarrolla el pensamiento recto, también se estimula la recta opinión.
Se requiere un inquebrantable propósito de renuncia, buena voluntad e inocuidad. El
practicante debe ir superando las actitudes perniciosas y los malos propósitos,
cultivando, por el contrario, pensamientos de nobleza, amor y buena voluntad. Ello
requiere la ayuda de otros factores del Sendero, tales como el entendimiento recto, el
esfuerzo recto y la atención recta. Estando vigilante y con firme resolución, el
practicante debe eliminar los malos propósitos, que son, entre otros, los que están
inspirados por la malevolencia, la codicia y el odio. Hay que afirmarse en el propósito
de renuncia al ego, la vanidad, el apego a opiniones, la ira y tantas otras corrupciones
que dañan irreparablemente la propia vida o la de los otros. Desde la autovigilancia (a
la que incansablemente exhortaba el Buda) y la firme determinación, podemos
proponernos y cultivar buena voluntad, desplegando compasión, poniendo medios
para ayudamos a nosotros mismos y a los demás, estimulando la concordia y
superando la malevolencia, fomentando la cooperación y la amistad. Con el
pensamiento del propósito de no dañar, que debemos también suscitarlo y consolidarlo,
evitaremos herir a los demás y a nosotros mismos. Como comprobaremos más adelante,
el recto esfuerzo nos ayuda a desalojar de la mente los pensamientos perniciosos y
estimular los provechosos.
Buda sabía cuán necesaria es siempre la atención para recordar que hay que
fomentar una mente sana que dé por resultado palabras y actos provechosos y no
malevolentes. Una y otra vez se dirigía a sus discípulos para aconsejarles:
«Vigilad, estad atentos, sed disciplinados, reunid vuestros pensamientos, cuidad
vuestra mente».
Virtud: palabra recta, acción recta y medios de vida rectos
Los budistas siempre han tenido presente que muchas personas y demasiado a
menudo utilizan su lengua como un estilete para herirse las unas a las otras. ¡Cuánto
daño puede hacer la palabra incorrecta! Puede incluso arruinar una vida, conducir a
una persona al suicidio, sembrar la discordia irreparable, malograr su reputación. La
palabra es muy peligrosa. La incontinencia verbal es muy perjudicial. Pocas son las
personas que saben contener la palabra y decir lo oportuno, y decirlo con lucidez y
conciencia. Si en algo es mecánico e irresponsable el ser humano es en el hablar. Buda
siempre decía que si no hay nada importante que decir, más vale guardar el noble
silencio o no decir nada si no puedes mejorar lo ya dicho o complementarlo. La persona
sabia lo refleja siempre en su modo de expresarse... o guardar silencio. A menudo se
pone la palabra al servicio de la crítica innoble, la infamia, la difamación, la censura
gratuita, la discordia, la cizaña. La mayoría de las veces es por mecanicidad e ignorancia
y no por perversidad lúcida. Las palabras también están condicionadas por la
turbiedad, la imprecisión, la falsedad, la confusión y el desorden. Las palabras también
pueden ser dañinas, mordaces, denigrantes y humillantes. Pueden resultar ofensivas,
groseras, insustanciales y necias. Se pueden utilizar para calumniar, crear rencores,
herir y dividir. Con las palabras se ultraja, se manipula, se disfraza la verdad, se
adulteran los hechos, se abusa de la ingenuidad ajena. La palabra puede ser sardónica,
sarcástica, venenosa. Puede crear todo tipo de confusión, conducir a los unos contra los
otros, arrastrar a disputas y guerras, sembrar ira y malevolencia. Es un arma
peligrosísima. Por eso Buda insistía en la observancia de la palabra recta, que comporta:
Abstenerse de mentir.
Abtenerse de chismorrear.
Abstenerse de decir groserías.
Abstenerse de charlas insustanciales y frívolas.
Pureza.
Firmeza.
Conciencia.
Aplicación inteligente.
El cuerpo.
Las sensaciones.
La mente.
Los objetos de la mente.
Estos diez soportes denominados kasinas se han utilizado desde hace muchísimo
tiempo para conquistar niveles de absorción mental y para ir subiendo por los
diferentes jhanas. Se selecciona el kasina o soporte, se coloca el meditador ante el mismo
y trata de concentrarse observándolo con la mayor fijación mental posible. Se conoce
por “concentración previa” este primer intento por fijar la mente en el soporte
meditacional. Es una concentración muy débil e intermitente, donde las distracciones
son frecuentes, pero desde aquí, con rigor, disciplina y perseverancia, el practicante
debe ir fijando más y más la mente en el soporte meditacional y evitando las
distracciones mentales. Cuando la mente escape al soporte, hay que tomarla una y otra
vez y dirigirla al mismo, para ir pasando de la concentración previa a la conocida como
“concentración de acceso”, que es una concentración mucho más firme y estable, donde
el meditador sabe lo que sucede dentro y fuera de sí mismo, pero sin distraerse, o sea,
habiendo logrado afirmar la concentración. Para ello ha tenido que desarrollar el
ejercitamiento necesario que le permita pasar de la concentración previa a la
concentración de acceso. Esta etapa de concentración de acceso es común tanto a la
meditación de absorción como a la meditación de visión cabal. En la meditación de
visión cabal, obtenida esta etapa de concentración, el practicante utiliza su atención no
para seguir absorbiéndose más en un objeto meditacional, sino para, mediante la
atención firmemente establecida, comenzar a explorar, examinar y penetrar
vivencialmente sus procesos psicofísicos, aplicando la atención consciente y ecuánime
ya sea al cuerpo, a las sensaciones, a la mente o a los objetos mentales (o a varios de
estos ámbitos a la vez, dependiendo siempre del método impuesto por el maestro). El
meditador que quiera seguir la vía de la meditación abstractiva sigue esforzándose por
intensificar más y más su concentración sobre el soporte seleccionado y va consiguiendo
la que es conocida como “concentración fija” que, a medida que se potencia más y más,
va permitiendo escalar por los diferentes niveles de abstracción o jhanas, lográndose un
estado que los yoguis han denominado como la conjunción del observador, lo
observado y el proceso de la observación, es decir, un estado de intensísima unificación
de la conciencia que va desencadenando fases de ensimismamiento, calma profunda,
percepciones supranaturales e integración psíquica. Todo ello requiere un largo
entrenamiento para la unificación de la conciencia.
Los kasinas que se sirven de los cuatro colores mencionados se representan en
círculos y se utilizan como soportes visuales para ir desarrollando la concentración.
Cualquiera sea el kasina seleccionado, el practicante tiene que ponerlo frente a él,
contemplarlo muy atentamente e ir a través del mismo unificando la conciencia. Poco a
poco se van suprimiendo las ideaciones y la mente se absorbe en el kasina. Se contempla
con los ojos abiertos y luego se cierran éstos para seguir con la concentración
representándose el kasina mentalmente. Se practica con los ojos abiertos y con los ojos
cerrados, alternando, hasta ir logrando una fiel representación del kasina que se conoce
como la señal de captación. Si se sigue insistiendo, se logra una nueva impresión o
señal, denominada la “contraseñal”, que tiene sus características propias y que varía de
una a otra persona. De cualquier modo, el practicante sigue intensificando su
concentración y paulatinamente irá siendo tan intensa que puedan irse desencadenando
los jhanas. Se van superando todas las fluctuaciones mentales y se van inhibiendo los
procesos ordinarios de pensamiento.
La preparación de los kasinas de colores es relativamente fácil: basta con preparar
un círculo (de madera, cartón, etcétera) del color sobre el que se vaya a trabajar. Un
poco más complicada es la preparación de los otros kasinas, aunque para la tierra y el
agua basta con observarlas directamente y tomarlas como soportes de abstracción
mental. El aire se puede contemplar batiendo las ramas de los árboles o sintiendo la
brisa sobre uno mismo. El fuego se observa a través de una pantalla agujereada sobre
una hoguera y el espacio limitado a través de un ventanuco que deje la visión libre del
espacio, en tanto que el kasina de la luz se obtiene proyectando un círculo de luz sobre
una superficie lisa.
Según el kasina seleccionado para la meditación, la señal de captación y la
contraseñal serán de una u otra clase. Todos los ejercicios de meditación que utilizan
kasinas son de tipo perceptivo y en absoluto discursivo.
- Los diez objetos atractivos o repugnantes: Comportan la observación de un cadáver
en descomposición, contemplando dicho proceso de descomposición. En la India el
ejercicio se hacía directamente con un cadáver, ya que es fácil poder contar con alguno,
pero también se puede llevar a cabo el ejercicio visualizando por fases la
descomposición del cadáver. Este ejercicio es útil para personas con mucho apego. El
practicante se va concentrando en las diferentes fases de descomposición. Pero no es
una meditación de tipo discursivo, es decir, que no hay que reflexionar o examinar
intelectualmente, sino que se trata de una meditación de tipo perceptivo.
- Las diez contemplaciones: Son en su mayoría meditaciones discursivas, o sea, en
las que se hace necesaria la reflexión consciente y controlada. Son: la meditación sobre
las Tres Gemas: El Buda, la Enseñanza y la Orden; la meditación sobre la virtud, la
generosidad y la capacidad que hay en uno mismo para desenvolver las cualidades
divinas; la meditación sobre la muerte (que es definitiva, irreparable, puede producirse
en cualquier momento, nadie puede ayudarnos ni morir por nosotros, es segura,
etcétera); la meditación sobre la naturaleza sin atractivo del cuerpo; la meditación de
atención a la respiración y la meditación sobre la paz que deriva del Nirvana.
- Los cuatro estados sublimes o santas moradas: Amor, compasión, alegría altruista y
ecuanimidad. Se trata de fomentarlos, impregnarse de estas cualidades e irradiarlas
hacia todos los seres y hacia sí mismo mediante la práctica de la meditación. Hay un
buen número de meditaciones en el budismo tendientes a desarrollar el amor y la
compasión.
- Los cuatro estados inmateriales: Consisten en la concentración en el espacio
infinito, la conciencia infinita, la nada y la ni-percepción ni la no-percepción, y son
experiencias cumbre de la conciencia que devienen con la meditación abstractiva.
- La percepción consiste en captar lo que hay de desagradable en el alimento que se
ingiere, para superar la glotonería.
- El análisis estriba en la contemplación del cuerpo insuflado por los cuatro
elementos primordiales.
Merece especialísima atención el ejercicio de atención a la respiración, ya que,
además, según se enfoque, este ejercicio puede utilizarse como meditación abstractiva y
también como meditación vipassana, y en cualquier caso la atención a la respiración es
siempre un fabuloso preliminar para pasar luego a cualquier otro ejercicio meditacional.
El mismo Buda recomienda a su hijo Rahula la atención a la respiración,
indicándole:
«Desarrolla la concentración de la atención sobre la inspiración y la espiración,
Rahula; la inspiración y la espiración atentas, Rahula, desarrolladas y practicadas con
frecuencia, rinden mucho fruto y son muy convenientes».
Y el mismo Buda practicó la atención a la respiración la noche de su iluminación
definitiva. Esta práctica se venía llevando a cabo por los yoguis de la India dos mil o tres
mil años antes del nacimiento del Buda, y Siddharta seguramente la aprendió de los
maestros de yoga que tuvo y la practicó a lo largo de toda su vida. Tanto es así que en
una ocasión el Maestro decidió aislarse a meditar durante tres meses y solicitó a sus
discípulos que en aquel espacio de tiempo sólo le visitase el monje encargado de traerle
la comida. Después de ese retiro en meditación, el Buda explicó:
«Monjes, si alguno os pregunta qué meditación practicaba frecuentemente el
Buda durante la estación de las lluvias, debéis decirle: “el Bendito pasaba la época de
las lluvias frecuentemente practicando la meditación de la atención sobre la inspiración
y la espiración”».
Y agregó:
«Monjes, aquél que habla rectamente debe decir que la atención sobre la
inspiración y la espiración es el modo de vida noble, el modo de vida sublime, el modo
de vida del Tathagata».
En el Satipatthana Sutta se hace referencia a la atención a la respiración en la
sección dedicada al cuerpo y se especifica:
«Cuando efectúa una larga inspiración sabe que está efectuando una larga
inspiración; al hacer una larga espiración sabe que está haciendo una larga espiración; al
realizar una corta inspiración sabe que está haciendo una corta inspiración; al realizar
una corta exhalación, sabe que está realizando una corta exhalación. “Consciente de
todo el cuerpo, quiero inspirar”, así se ejercita; “consciente de todo el cuerpo, quiero
espirar”, así se ejercita. “Para tranquilizar el cuerpo, quiero inspirar”, así se ejercita;
“para tranquilizar el cuerpo, quiero espirar”, así se ejercita».
De los objetos o soportes para la meditación el anapana-sati o atención a la
respiración es uno de los más saludables, eficientes y sólidos. Reporta innumerables
beneficios psicosomáticos y cultiva metódica y armónicamente la atención. Es excelente
como ejercicio preliminar o como ejercicio en sí mismo. Puede ser utilizado como
meditación de concentración y tranquilización (samatha-bhavana) o como soporte para el
desarrollo de la visión intuitiva, es decir como meditación de visión cabal (vipassana-
bhavana). Todo depende del enfoque del meditador. Si se trata de samatha-bhavana, el
meditador se va absorbiendo más y más en el leve toque del aire producido por la
respiración en alguna parte de las fosas nasales, va silenciando todas las ideaciones y
consiguiendo grados profundos de abstracción mental; pero si se quiere aplicar la
atención a la respiración como ejercicio también de vipassana-bhavana, entonces el
practicante debe estar extraordinariamente atento al surgir y desvanecerse de cada
inspiración y cada exhalación, captando el carácter transitorio de la respiración y
sintiéndola como un continuum impersonal. La respiración se instrumentaliza así para
vivenciar anicca, es decir, la impermanencia de todos los fenómenos condicionados.
Estuve hablando de todo ello con el gran sabio Nyanaponika Thera y me explicó que si
se utiliza anapana-sati como ejercicio de samatha-bhavana, se está sólo atento a la
sensación de la respiración y se ignora cualquier perturbación interna o externa,
abstrayendo más y más la atención y logrando una firme unidireccionalidad de la
conciencia y una profunda tranquilización. Pero si anapana-sati se utiliza como ejercicio
de vipassana-bhavana, entonces se está atento al surgir y desvanecerse de cada inhalación
y exhalación y, además, no se hace caso omiso de las perturbaciones o de los procesos
mentales que se presenten, sino que se toma nota de todo ello y se vuelve siempre al
ejercicio primario, que es anapana-sati. Se anota, pues, cualquier distracción, así como
todo proceso psicofísico que surja, pero volviendo la atención una y otra vez al objeto
primario de la meditación, o sea, la respiración.
Según las diferentes escuelas budistas o los distintos métodos de meditación, hay
maestros que aconsejan tan sólo estar atentos a la sensación táctil de la respiración; otros
a contar las inhalaciones y exhalaciones o sólo las exhalaciones; otros a tomar conciencia
de si la respiración es larga o corta; otros a seguir el curso de la inhalación y de la
exhalación, etcétera. Hay numerosos ejercicios de meditación que toman la respiración
como soporte, pero seguramente el más eficaz es el de sentir el toque del aire allí donde
se produzca en la nariz
8. LA MEDITACIÓN DE VISIÓN CABAL
S. N. Goenka
Nacido en 1924, en la India, Goenka se estableció en Birmania y se dedicó
intensamente a los negocios, como venía haciendo su familia. Comenzó a practicar
vipassana con U Ba Khin en 1955. A partir de entonces se entrenó intensamente en este
tipo de meditación y comenzó él mismo a impartir cursos en 1969. Desde entonces ha
fundado numerosos centros de meditación budista vipassana según el método mostrado
por U Ba Khin y ha impartido infinidad de cursos, a los que no sólo asisten seglares de
todo el mundo, sino también monjes de distintas escuelas budistas o tradiciones
religiosas. Siempre ha mostrado el método (que recordemos es uno de los múltiples
existentes de meditación budista vipassana) impartido por U Ba Khin y en la actualidad
cuenta con muchos profesores preparados especialmente por él mismo y que siguen su
método a rajatabla, apoyándose en los casetes o vídeos de Goenka y resultando
asépticos transmisores de la técnica de U Ba Khin.
Mi gran amigo y hermano en el Dharma Amadeo Solé-Leris y yo preparamos un
cuestionario que enviamos a Goenka para que nos lo respondiera. En esta obra
incluimos parte de este cuestionario, sobre todo lo que concierne a la meditación.
Pregunta: ¿Usted considera que la observación de la respiración es siempre mejor
base para la práctica de la meditación vipassana? ¿Qué opinión le merece el uso de otros
objetos de meditación, como por ejemplo los kasinas o los factores de iluminación? ¿O
bien otros tipos de atención al cuerpo, como la contemplación de las impurezas del
cuerpo?
Respuesta: Para la práctica de vipassana, la mejor base es la meditación anapana, o
sea la contemplación de la respiración, ya que de este modo la atención del meditador
se dirige desde el principio hacia dentro, hacia su propia realidad interna. Vipassana
sigue luego como extensión natural de la contemplación de la respiración. Otros objetos
de meditación no ofrecen necesariamente esta aptitud especial para fomentar la visión
cabal de la realidad. En la práctica con kasinas, por ejemplo, la atención se fija en un
objeto externo. Por consiguiente, los kasinas son útiles para cultivar los jhanas, pero no
para el vipassana. En cuanto a los factores de iluminación, éstos surgen sencillamente
como productos concomitantes de la práctica de anapana (atención a la respiración) y
vipassana (visión cabal), de modo que el meditador no tiene por qué tomarlos como
objetos principales de meditación. Por otra parte, la mera contemplación de las
impurezas del cuerpo no es más que un ejercicio intelectual que, en sí, no purifica la
mente. Para obtener la purificación de la mente es absolutamente esencial vivir
directamente, por experiencia propia, la naturaleza impermanente de los fenómenos
físicos, que es lo que se consigue con la práctica de vipassana.
Pregunta: Durante la meditación, ¿recomienda denominar o sólo registrar los
fenómenos observados?
Respuesta: Durante la práctica de vipassana el meditador no debe nunca tratar de
nombrar ni identificar los fenómenos que observa. Si se les pone nombre a las cosas, se
corre el riesgo de empezar a evaluar las experiencias, y de que surjan preferencias por
unas y prejuicios contra otras. En cuanto empiezan a surgir preferencias y prejuicios,
atracciones y aversiones, el meditador ha abandonado la tarea que le incumbe, que es la
de observar sin seleccionar, y en ese momento ha dejado por consiguiente de practicar
vipassana. Es precisamente para protegerse de este riesgo por lo que el meditador debe
abstenerse de denominar los fenómenos que experimenta. En lugar de ello, lo que tiene
que hacer es tener, sencillamente, conciencia de toda realidad, cualquiera que sea, que
se manifieste en el momento presente, sin identificarla ni reaccionar ante ella, y
teniendo siempre presente el hecho de que se trata de un fenómeno impermanente,
fugaz.
Pregunta: ¿Basta con practicar la meditación vipassana con diligencia, o
necesariamente hay que observar una conducta y un modo de vida adecuados?
Respuesta: La meditación vipassana, si se practica correctamente y con diligencia,
producirá automática e inevitablemente cambios en la vida diaria del meditador. Al fin
y al cabo, eso es lo que uno persigue cuando se pone a practicar vipassana. La
purificación mental va produciendo, con toda naturalidad, una purificación física y
vocal, es decir de lo que uno hace y dice. Para facilitar este proceso, uno tiene que hacer
un esfuerzo deliberado por regular la propia conducta: abstenerse de acciones que
dañen al prójimo y realizar acciones que le beneficien. Este comportamiento ayudará a
progresar en la meditación vipassana, mientras que, a medida que uno va progresando,
la conducta ética deja de ser una disciplina que uno se impone y se va convirtiendo en
el modo natural, espontáneo, de comportarse.
Pregunta: ¿Se recomienda combinar samatha y vipassana?
Respuesta: Samatha y vipassana son compañeras naturales. En las fases iniciales, el
meditador practica samatha para calmar y concentrar la mente, utilizando para ello la
técnica de atención a la respiración. Cuando se consigue el nivel de concentración
momentánea, el meditador puede entonces pasar a la práctica de vipassana para
desarraigar las corrupciones de la mente.
Pregunta: Los jhanas por sí mismos ¿podrían llevar al Nirvana? Es decir,
¿reportan, además de satisfacción, un conocimiento superior duradero?
Respuesta: Los jhanas purifican la mente en gran medida, pero no pueden
desarraigar todas las impurezas que se hallan en las profundidades; no pueden, por lo
tanto, conducir a la meta definitiva que es el Nirvana. Esto sólo se consigue con
vipassana.
Pregunta: ¿En qué medida puede decirse que la comprensión conseguida con el
vipassana cambia los puntos de vista del meditador y modifica su misma mente?
Respuesta: Desde luego, el propósito de vipassana es precisamente cambiar el
punto de vista equivocado en correcto, es modificar la mente para que, de impura, pase
a ser pura. Por consiguiente, si no se producen estos cambios, el meditador no está
practicando vipassana como se debe.
Pregunta: ¿Hay distintos niveles en la mente que se penetran y se cultivan con la
meditación vipassana?
Respuesta: La práctica de vipassana es un proceso de penetración progresiva, en la
que se va pasando de lo conocido a lo desconocido, de lo consciente a lo inconsciente,
hasta sus niveles más profundos; de la realidad superficial y de las apariencias a
realidades cada vez más sutiles y, finalmente, a la última verdad.
Pregunta: ¿Cuáles son los efectos de vipassana en el subconsciente, es decir, en
qué medida resuelve esta meditación problemas y sanea factores, tendencias e impulsos
malsanos del subconsciente?
Respuesta: La práctica de vipassana permite al meditador enfrentarse con la mente
no sólo a nivel consciente -que podría purificarse por el simple conocimiento
intelectual- sino también al nivel subconsciente. Vipassana desarraiga todas las
corrupciones (asava) y obsesiones que, profundamente enraizadas, dan lugar a las
tendencias malsanas del subconsciente.
Pregunta: ¿Puede considerarse que la benevolencia es resultado natural del
entrenamiento de vipassana?
Respuesta: Al irse eliminando las impurezas de la mente, lo que queda es pureza.
Por consiguiente, al ir progresando en la práctica de vipassana, uno irá desarrollando
naturalmente las buenas cualidades de benevolencia, compasión, alegría compartida y
ecuanimidad, cualidades que se hallaban siempre presentes, en estado latente, en el
meditador, pero que antes quedaban oscurecidas por sus propias corrupciones. Estas
cualidades se desarrollan con la inevitabilidad de un proceso natural a medida que uno
va progresando en el Camino. Sin embargo, es aconsejable facilitar su desarrollo
cultivando la meditación de la benevolencia durante unos minutos al final de cada
sesión de vipassana.
Pregunta: ¿Ayuda la meditación vipassana a enfrentar la muerte y la enfermedad?
Respuesta: La práctica de vipassana desarrolla ecuanimidad, la cual permite al
meditador enfrentarse serenamente con toda clase de sufrimientos, inclusive la
enfermedad y la muerte.
Pregunta: ¿Puede la meditación vipassana colaborar en la resolución de conflictos
internos?
Respuesta: La meditación vipassana purifica la mente y elimina todo el
ofuscamiento y las confusiones resultantes de condicionamientos anteriores (samkhara).
Esta purificación mental automáticamente ayuda a resolver conflictos internos y a
eliminar o aliviar las enfermedades psicosomáticas que pueda sufrir el meditador.
Pregunta: ¿Hasta qué punto hay que desarrollar un conocimiento especial
-intuitivo- o supraconsciente para penetrar la realidad de los fenómenos?
Respuesta: Para penetrar la realidad de los fenómenos hay que practicar
vipassana, es decir, desarrollar las facultades de atención plenamente consciente y
sabiduría. Estas dos facultades de sati (atención) y pañña (sabiduría) son esenciales para
ver la realidad tal y como es.
Pregunta: ¿Cómo llevar el Satipatthana a la vida cotidiana?
Respuesta: La entera enseñanza del Buda, cuya esencia es precisamente el
Satipatthana, hay que aplicarla a la vida cotidiana. Si la Enseñanza no se aplica a la vida
cotidiana, no es Enseñanza (Dhamma). Al practicar el Satipatthana observamos el cuerpo
y las sensaciones que surgen del cuerpo; observamos la mente y los factores mentales
que en ella surgen. Procediendo así, aprendemos a observar la realidad en su verdadera
naturaleza, en lo profundo de nosotros mismos, sin ilusiones ni engaños. La capacidad
así cultivada de observar la realidad interna nos ayuda asimismo a ver lo que está fuera
de nosotros en su verdadera naturaleza, sin ilusiones ni engaños. Entonces, cuando
actuamos, lo hacemos basándonos en esta visión clara y cabal de la realidad, y nuestra
conducta es “Recta Conducta”, es decir, que nuestros actos son provechosos para
nosotros y para los demás. Así es como se aplica Satipatthana en la vida cotidiana, en
beneficio de todos los seres.
John Coleman
John Coleman ha sido uno de esos occidentales que dejó todas sus actividades
profesionales para dedicarse por entero a la enseñanza de la meditación. Hay un buen
número como él y que muestran diferentes vías. Coleman imparte cursos de meditación
vipassana desde hace muchos años. Aprendió el método propio de la tradición de U Ba
Khin, pero opera independientemente y cuenta con un buen número de meditadores en
sus cursos. Pedí a mi gran amigo Simón Mundy que entrevistara a John Coleman para
mí cuando asistió a uno de sus cursos intensivos. Incluyo aquí algunas preguntas y
respuestas de considerable interés para el carácter de esta obra.
Pregunta: ¿Qué es vipassana?
Respuesta: Vipassana es una técnica simple que nos permite penetrar en la
naturaleza siempre cambiante de la vida. Nos permite hacerlo con desapego y sin
complicaciones. Aprendemos a aceptar todas las sensaciones, groseras o sutiles,
agradables o desagradables sin juzgar, sin condenar, sin alabar, dándonos cuenta de
que todas son pasajeras. Vipassana no es una vía de escape ni de aislamiento de los
problemas a través de un estado extático. Aunque pueden sobrevenir estados de dicha,
también deben ser considerados solamente como pasajeros y, al igual que el sueño,
utilizados exclusivamente para la recuperación y no para la evasión. Esta técnica no
debe utilizarse como una pared protectora o una barrera de aislamiento que nos
encarcele. De igual modo tampoco hay que utilizar la técnica como una vía de escape o
de marginamiento. Es muy importante el equilibrio y esta técnica correctamente
utilizada permite involucrarse sin apego y confrontar sin conflicto. Con el equilibrio
adecuado nos volvemos silenciosamente conscientes del libre fluir de la energía, que
hemos llegado a conocer con anicca (impermanencia).
Pregunta: ¿Es la ecuanimidad tan esencial como parece para el buen desarrollo de
la técnica y del progreso interior?
Respuesta: Según el diccionario, la ecuanimidad es juicio imparcial, equidad,
estabilidad mental, temperamento calmado, mente firme que no se exalta ni deprime
fácilmente, compostura, capacidad para soportar altibajos con firmeza, serenidad,
tranquilidad, autocontrol. Es lo contrario de agitación o perturbación. La ecuanimidad
tiene muchas acepciones o significados. En el camino hacia el Nirvana tenemos que
proceder con ecuanimidad y sentido de ánimo equilibrado. Sin ecuanimidad con
respecto a las fluctuaciones de nuestro camino no avanzamos en absoluto hacia la meta.
Sin ecuanimidad nuestra energía se estanca, se congestiona, se densifica y surge el
sufrimiento. Cuando intentamos alcanzar la meta con deseo o ansiedad, creamos
fuerzas descontroladas que impiden el avance; agitados ante la falta de avance, en vano
intentamos progresar. Sin la ecuanimidad creamos reacciones opuestas. Este proceso
continúa hasta el momento en que somos suficientemente afortunados como para
obtener la visión cabal que nos permite sentir “no importa”. Los numerosos errores que
cometemos durante nuestra práctica son en el fondo de gran valor, ya que con ellos
obtenemos una experiencia personal del error que supone el aferramos y apegamos a
las metas. Estas experiencias son nuestros mejores instructores. De repente las repetidas
advertencias de los maestros de que nos mantengamos alerta y cuidadosos para no
perder la ecuanimidad, se clarifican. En tanto maduramos en la experiencia de la
impermanencia y el sufrimiento mediante la inteligente práctica del vipassana,
comenzamos a desarrollar la ecuanimidad y llegamos a sentir “no importa” con
respecto a las circunstancias cambiantes. La realidad del cambio y de la insatisfacción
nos permite ser siempre imparciales. Con esta actitud se deshacen los bloqueos de
nuestras energías y comenzamos a fluir y a progresar en el camino hacia la libertad.
Esta ecuanimidad se extiende a todas nuestras actitudes con respecto a los samkharas y
ejerce una influencia sobre todos nuestros estados conscientes e incluso sobre nuestro
propio cuerpo. Si mantenemos la meta del Nibbana (Nirvana) y nos aproximamos a ella,
cultivando la ecuanimidad y sin el desequilibrio del deseo, la meta se vuelve posible en
lugar de convertirse en una pesadilla obsesiva. Hay una diferencia entre el simple
esfuerzo y el correcto esfuerzo. El correcto esfuerzo es siempre con ecuanimidad, es
decir ni demasiado tenso ni demasiado relajado. Una hora de meditación al día con
ecuanimidad permitirá un mayor avance que cinco horas de meditación sin
ecuanimidad. La ecuanimidad debe llevarse incluso a la moralidad, adoptando la
flexibilidad necesaria para que no surja el fanatismo y se estanquen las energías. La
ecuanimidad proporciona un estado de frescura especial en la práctica, y también de
armonía. Para mí la ecuanimidad significa una gran tolerancia y respeto hacia la
realidad de cada momento, que evita cualquier tipo de elogio o condena. Con esta
ecuanimidad mantenemos nuestras metas claras y aceptamos la calidad de nuestras
circunstancias inmediatas sin resignamos a que tengan que resultar inevitables. Al ser
ecuánimes ya no somos víctimas de nuestro destino ni creamos más conflictos mediante
la lucha. La ecuanimidad también significa tomar en cuenta nuestras lagunas y resultar
ecuánimes con respecto a ellas. Así aceptamos nuestras imperfecciones y fallos con buen
humor, en tanto seguimos trabajando diligentemente para superarlos. Si reaccionamos
con desencanto hacia nosotros mismos o con aversión, creamos reacciones que
perpetúan la misma cosa que estamos intentando evitar. Para cada acción hay una
reacción igual y opuesta. No lo debemos olvidar jamás. Si incluso respondemos a las
pérdidas de ecuanimidad con un “no importa” responsable y tolerante en vez de
provocar una reacción, fluye nuevamente la acción equilibradora de la ecuanimidad. Si
comprendemos que somos los causantes de nuestros propios actos debido al
mecanismo ineluctable del karma, el sufrimiento se convierte en nuestro maestro
respetado, en vez de en un adversario despreciable. Cuando llegue el día en que
experimentemos todos los samkharas como sufrimiento, nuestra ignorancia termine y
llegue a su final nuestra avidez, aversión e insatisfacción, seremos naturalmente
ecuánimes. Mientras tanto será necesario que utilicemos continuamente la ecuanimidad
como técnica, acompañada siempre de la atención.
Pregunta: Centrarse en la sensación táctil (como están recomendando muchos
maestros de meditación), ¿es el mejor soporte de la concentración y la investigación?
Respuesta: Es el acceso más directo a lo real, el más tangible, el más fácil de
manejar en el trabajo de la meditación. Es como si fuéramos a tratar con un trozo de
madera: es fácilmente palpable y tratable por lo concreto que es; puedes lanzarlo al aire,
cogerlo, cortarlo, limarlo o incluso morderlo con los dientes, mientras que, por ejemplo,
con los olores es más problemático. Los olores, al igual que el gusto, son limitados. Por
otro lado, utilizando soportes para la vista uno puede entrar en un estado como de
hipnosis. Y con respecto a los sonidos, son tan fugaces que también es muy complejo.
Así pues las sensaciones táctiles ofrecen el campo más idóneo como foco de la atención.
Los factores mentales son tan fugaces, pasajeros y sutiles que es prácticamente
imposible trabajar con ellos de la misma manera que con las sensaciones táctiles
10. EL METODO DE MAHASI
Buda dijo: «ven y vé”. Ver lo que es más allá de lo que parece ser es Sabiduría.
Para ello se requiere un ejercitamiento que purifique de tal modo la percepción que ésta
no falsee la realidad, sino que se torne Sabiduría. Si lo más cercano a uno mismo es
nuestra cuerpo- mente, ¿por qué no utilizarlo para la investigación a través del "ven y
vé"? Vipassana es, simplemente, el desarrollo de una visión penetrativa y esclarecedora
de lo que es. Existen diversos modos de desarrollarla, pero el más natural es hacerlo a
través de la observación de lo que somos, es decir, mirando inafectamente los procesos
psicofísicos que nos conforman, y haciéndolo sin prejuicios, ideas prestablecidas o
adoctrinamientos. Hay que seguir la Senda libres de opiniones, juicios o conceptos, sean
éstos de creencia, de agnosis, budistas, hindúes o cristianos. Los conceptos sobran; las
opiniones son un impedimento. El que emprende la práctica de la meditación vipassana
tiene que limitarse a "ver, ver, ver", sin juzgar ni reaccionar, sin etiquetar ni valorar, sin
aprobar o desaprobar, ni aceptar ni rechazar. Ese es el verdadero trabajo del meditador.
Mente y cuerpo se tornan objetos de exploración e irán siendo descubiertos en su
verdadera realidad a través de la “intravisión” o visión penetrativa e intuitiva que es el
modo especial de ver denominado vipassana.
Sufrimiento durante la meditación
Durante la meditación vipassana pueden presentarse muchas sensaciones
desagradables tanto corporales como mentales. Este tipo de meditación nos exige
bregar firmemente con aquello que somos y lo que en nosotros surge. No se buscan
estados mentales o emocionales de complacencia. En realidad no debe buscarse nada
que no sea lo que somos. Hay que ver lo que es en cada momento y no permitir que la
mente esté enredada en el ansia de resultados. No se negocia con la meditación, porque
de esa forma el ego se sigue fortaleciendo y apuntalando. No se busca un estado de
alegría ni de relajación o tranquilidad ni de reconfortamiento. Todos los estados son
transitorios y eso también se aprende con la meditación vipassana. Ora te encuentras
muy a gusto, sosegado y apacible; ora experimentas desazón, aburrimiento y malestar.
Ora sientes contento y la meditación se te hace ligera y placentera; ora experimentas
abatimiento, falta de energía y la meditación se te hace pesada e insuperable. Pero los
estados psicomentales también transitan y se alternan. Vienen y van; suben y bajan
como las olas del océano. Se sabe que están ahí, pero no se genera sobre ellos ni avidez
ni aversión. Son como relámpagos fugaces; no duran.
No meditamos para que durante la meditación surja un estado de placidez,
arrobamiento y paz, aunque pueden surgir estados de este tipo. Meditamos para
conocer la última realidad. La meditación no es fácil y puede resultar
extraordinariamente ardua y dura. No es sencillo enfrentarse a uno mismo ni confrontar
nuestra realidad psicosomática. Tendemos a escapar, a subterfugiarnos en el ámbito de
recuerdos o ensoñaciones, que es lo que debe en todo caso evitarse. La mente está
dispersa; durante la meditación la podemos sentir perversa como un monstruo. Pueden
emerger estados de tedio, sentimiento de soledad, ansiedad, duda, melancolía y tantos
otros. Son dukkha: sufrimiento, insatisfacción, malestar y, en suma, sensaciones
desagradables. Pero a pesar de estos estados, por pronunciados que puedan
experimentarse, el meditador sigue practicando la meditación. Pueden presentarse
irritabilidad, ira, odio; también apatía, pereza casi insuperable, dejadez. El meditador
prosigue con la práctica, se establece más y más en la ecuanimidad. Todo ello es
sufrimiento. Pero el sufrimiento meditacional no es un impedimento, sino un aliado.
Gracias a él estamos más atentos, aumentamos nuestra capacidad de resistencia,
aprendemos a confrontar y traspasar el sufrimiento, desarrollamos paciencia y
ecuanimidad. Estos estados nos dan la ocasión de desidentificarnos, superar el ego,
viajar hacia lo profundo. Pero no son gratos, desde luego. Sufrimiento y placer caminan
codo con codo.
Además de los estados mentales o emocionales ingratos que pueden presentarse
durante la meditación, están las sensaciones físicas desagradables que pueden surgir: se
taponan las fosas de la nariz y cuesta respirar; hay un denso bloqueo en la espalda;
molesta el estómago o hace calor o frío; se pronuncia más y más el dolor en una rodilla
o se entumecen muy desagradablemente las piernas; aparece una tensión en el cuello;
cuesta mantenerse erguido. Todo ello son sensaciones desagradables, y pueden
aparecer muchas durante la meditación. Ecuanimidad, ecuanimidad, ecuanimidad. Hay
que seguir bregando con la meditación. Los dolores físicos pueden intensificarse por
varias razones: no estamos acostumbrados a estar inmóviles; al estar más alertas, los
percibimos mejor; muchos condicionamientos pueden emerger a través del cuerpo y
generar sensaciones displacenteras. Para el meditador, dolor o placer son lo mismo. Se
limita a seguir trabajando con el ejercicio que esté efectuando y desplegando tanto como
sea posible la atención y la ecuanimidad. Ni más ni menos.
Requisitos
Para la meditación debe seleccionarse, de ser posible, una estancia tranquila y
agradablemente iluminada, silenciosa lo más posible (aunque es imposible huir de los
ruidos) y donde podamos permanecer el tiempo de la meditación sin ser molestados.
Hay que marcarse un tiempo para la meditación y en lo posible respetarlo. Si uno va a
meditar media hora, es media hora. Si va a ser una hora, es una hora. No cedamos a los
caprichos neuróticos de la mente y rompamos la meditación antes de cumplir el tiempo
propuesto. La mente se resiste a meditar y genera muchas artimañas. Tanto si uno se
siente diligente como perezoso, alegre o abatido, hay que llevar a cabo la práctica
meditacional que uno se ha fijado. De otro modo, un día no se medita porque uno está
feliz, y otro, porque uno se siente desgraciado.
Se puede meditar sobre una silla o en el suelo. Hay que tratar estar erguido y
mantener estable la posición. Se pueden utilizar los cojines que se crea oportuno. Es
muy conveniente tratar de ir manteniendo inmóvil la postura tanto tiempo como se
pueda y si se puede, durante toda la sesión meditativa. En la meditación vipassana, la
inmovilidad corporal es de suma importancia. Naturalmente se puede uno mover
cuando el dolor es intolerable y además hay que evitar dañar las articulaciones. Cuando
uno deba moverse, lo hará con mucha lentitud y plena conciencia.
La meditación puede llevarse a cabo en grupo o en solitario. Es necesaria la
perseverancia. Lo ideal es al menos practicar diariamente una sesión de una hora. Si es
posible, se puede intensificar la práctica cuando haya tiempo para ello, como en los
fines de semana. Recordemos que lo que jamás debe faltar en la meditación es:
LA ATENCIÓN Y LA ECUANIMIDAD
Cuantas veces uno descubra que la mente se ha fugado, hay que recuperarla y
reconducirla al ejercicio. Si uno está muy atento, se captan al punto las distracciones e
incluso las inatenciones se tornan objeto de atención. Si aparecen pensamientos intrusos
o parásitos, la atención se sigue poniendo en el soporte meditacional. Del mismo modo
que las nubes vienen y van por el cielo pero no lo arrastran tras de sí, el meditador no
debe permitir que su atención sea tomada por tales pensamientos.
Durante la meditación hay ocasión para desarrollar la importantísima cualidad
positiva de la paciencia. También se despliegan la energía y el correcto esfuerzo. La
meditación nos va enseñando a meditar. La asiduidad nos permitirá dominar la
posición corporal y estabilizar la mente. Nadie puede meditar por uno. Por ello el Buda
decía: "Los grandes señalan la ruta, pero uno mismo tiene que recorrerla".
Los obstáculos
Nadie puede negar que durante la meditación se presentan obstáculos, pero
incluso pueden reinstrumentalizarse para seguir avanzando y creciendo si la actitud es
la correcta. Hay que dar la bienvenida a los obstáculos y no generar aversión contra
ellos, puesto que los obstáculos son maestros de ecuanimidad. De hecho sólo hay un
obstáculo que es tal y que hay que evitar como sea. Nos estamos refiriendo al sueño en
todas sus formas, sean también manifestaciones leves como sopor, embotamiento,
somnolencia y demás. Cuando se produce sueño, hay que extremar la vigilancia, erguir
aún más el tronco, abrir los ojos y si es necesario hacer un poco de marcha consciente. El
sueño baja el umbral de la atención y por ello resulta antimeditacional. No hay que
ceder jamás al sueño. Hay que ser muy estricto en este sentido.
Obstáculos son la debilidad física, la dispersión mental, la abulia, la duda
escéptica, la falta de confianza en la propia capacidad de autodesarrollo, el desasosiego,
la pereza y otros. Hay que trabajar intensa y motivadamente para irlos superando y
nunca perder la ecuanimidad porque se presente, ni tampoco la ecuanimidad ante la
falta de ecuanimidad. Al principio también resultan obstáculos la falta de estabilidad en
la postura, las excesivas molestias físicas, el aburrimiento y otros. Todos son superables
con el esfuerzo correcto, la motivación, la energía, la ecuanimidad y la práctica asidua y
perseverante. En la medida en que se medita, van desplegándose las semillas de
iluminación. Se va recuperando concentración, mayor energía, sosiego, alegría,
confianza, visión clara, y vamos logrando compenetramos mucho mejor con la práctica.
La motivación que debe estimular al practicante es el anhelo de libertad interior.
Ya que hemos tenido la fortuna de nacer como humanos y saber que hay una enseñanza
liberadora, debemos aprovechar para darle un sentido de autodesarrollo y libertad
interna a nuestras vida. A mayor motivación, más espontáneamente surgirá el esfuerzo
correcto.
El practicante nunca debe desesperarse ni disgustarse consigo mismo ni mucho
menos generar aversión hacia sí mismo. Los retrocesos son sólo aparentes. Hay que
seguir trabajando y ser consistente. Todos los obstáculos se irán superando y podremos
llevar a la vida cotidiana los frutos de la meditación. También es conveniente estar
atento y ecuánime, firme y sosegado, siempre que se pueda en la vida diaria.
Desarrollar la preciosa gema de la atención también en nuestras actividades cotidianas.
Como me decía Kalu Rinpoche, la vida es muy corta; no la perdamos en actividades
superfluas y aprovechemos mientras tengamos salud para trabajar en nuestro progreso
interior, ya que hemos sido muy afortunados al recibir la instrucción del Dharma.
Buda no “guardó nada en el puño” y ofreció métodos de purificación mental que
resultan tan útiles y aplicables hoy en día como hace dos mil quinientos años.
Los riesgos de la meditación
¿Es peligrosa la meditación? ¿Puede ser contraproducente? ¿Puede dañar la
psicología de algunas personas? ¿Está desaconsejada para algunos individuos? Voy a
tratar de abordar este tema con toda imparcialidad y avalado por una experiencia de
más de veinticinco años impartiendo clases de meditación. Ante todo hay que señalar
que la meditación es también una práctica psicohigiénica, desaliena y desautomatiza, y
es fuente de salud física y mental. Pero nó todo el mundo puede someterse a
entrenamientos meditacionales muy intensos, aunque sí a prácticas meditacionales más
livianas. ¿Quiénes estarían excluidos de las prácticas meditacionales? Las personas con
trastornos psicóticos o marcadas neurosis de angustia o neurosis obsesivas. A estas
personas siempre les he recomendado la práctica asidua del yoga físico y cuando se
hallan mejor, y siempre bajo la vigilancia de sus especialistas, sesiones ligeras de
meditación. Por el contrario, las personas con desórdenes psicológicos (¿quién no los
tiene en una u otra medida?) pueden y deben practicar meditación. Todos los maestros
que he consultado (Nyanaponika, Piyadassi, Kassapa, Saddhatissa, Goenka y muchos
otros) me han indicado que la meditación ayuda en la resolución de conflictos internos,
sanea y ordena el subconsciente y libera negatividades. Pero las personas con marcados
problemas psicológicos deben siempre proceder con cautela y desde luego dilucidar el
tema tanto con su especialista (si lo tuviere) como con el maestro o profesor.
Pero si bien los riesgos para la práctica de la meditación en sesiones de cuarenta o
cincuenta minutos, por ejemplo, son mínimos o inexistentes, otra cosa es los cursos
intensivos, donde no sólo se practica meditación durante muchas horas diarias, sino
que hay que observar unas normas estrictas de comportamiento y desligarse
temporalmente de la vida cotidiana y las costumbres diarias (lo que puede resultar muy
duro para personas con graves conflictos psíquicos, notorias neurosis, neuróticos
sentimientos de soledad o mucho desorden anímico).Este tipo de personas debe sopesar
cuidadosamente si asistir o no a un curso intensivo y pueden hablarlo con maestros
competentes que les aconsejen si deben o no hacerlo. Nadie, empero, debe engañarse
sobre la dureza de un curso intensivo, que lo es más nó por la práctica meditacional
propiamente dicha, sino por las condiciones inhabituales de vida, ya que se nos saca de
nuestras cotidianas condiciones de existencia. Mi recomendación es que nunca se asista
a los cursos intensivos (ni de vipassana ni de otras actividades espirituales) con falsas
expectativas ni triunfalismos infantiles o narcisistas, ni poniendo el ego por medio ni la
arrogancia. Hay que tener una actitud adecuada con respecto a los intensivos:
Hay que encarar un intensivo como un penoso pero provechoso retiro que uno va
a emprender para reeducar su mente y potenciar su inteligencia primordial. Es como
una especie de operación quirúrgica de la psiquis y después de un curso a menudo se
da una no fácil convalecencia, ya que la meditación intensa puede movilizar muchos
contenidos del subconsciente y luego habrá que irlos reintegrando con el tiempo.
Quiero decir con ello que se brega mucho en un curso intensivo, pero que también
luego sigue la labor no fácil de reintegración, asimilación y reorganización psicológica.
Hay que asumir libremente y sin crear conflicto las normas que impone un
maestro en un curso y no sentirlas provocativas ni coercitivas. Tienen por objeto evitar
la dispersión de la mente y poder centrarla así más en el ejercicio meditacional. Si uno
no puede dejar de sentirlas como coactivas y va a generar aversión contra éllas, es mejor
abstenerse del curso.
Durante un curso, es bueno saberlo con carácter previo y para luego no quebrarse
innecesariamente en el ánimo, se puede experimentar gran soledad, desánimo, anhelos
de huida o confusión preliminar. Todo ello debe hablarse, si es necesario, con el
profesor. No se están llevando a cabo unas vacaciones, sino un especial ejercitamiento
donde el esfuerzo correcto juega un papel insoslayable.
Hay que evitar caer en autocríticas innecesarias, autoexigencias narcisistas o
sentirse egocéntricamente mal porque uno crea no haber estado a la altura de las
circunstancias. Esto, permítaseme decirlo, son pamplinas. Como reza el antiguo adagio:
“El que fracasa una vez se decepciona; el que fracasa tres veces es un maestro". Somos
seres humanos, con carencias y cualidades negativas, y por ello precisamente
meditamos o nos sometemos a un intensivo de meditación para ir mejorando y
purificándonos. Pero nadie dijo jamás que la via sea sencilla. Trabajemos, vayamos
aunque no lleguemos, despreocupémonos de los resultados y evitemos tanto la excesiva
autoindulgencia como la excesiva autoexigencia. Debemos evitar los extremos. Hay
peligro en violentarse demasiado a sí mismo, porque se pueden crear demasiadas
tensiones y desencadenar estados de irritabilidad, agresividad o ira. De ahí que lo
importante es el esfuerzo correcto.
El meditador no debe nunca perseguir estados especiales de conciencia ni
visiones o similares. Si surgen, no debe apegarse a ellos ni fomentarlos, porque corre el
riesgo de apartarse del verdadero sendero meditacional.
Nunca se debe utilizar la meditación compulsivamente para escapar de las
responsabilidades, la vida cotidiana o uno mismo o los demás. La meditación no es un
subterfugio, sino todo lo contrario. Los frutos de la meditación deben llevarse a la vida
cotidiana y la vida cotidiana nos demostrará si realmente estamos avanzando en la
práctica meditacional; o sea, nos pondrá a prueba. Hay que evitar los autoengaños. Si
verdaderamente avanzamos en la meditación, se comprobará porque habrá una
modificación de la actitud mental y en la relación con los otros seres. El autoengaño es
un gran peligro y una persona puede urdir una tela de autoengaños muy sutiles, y más
peligrosos cuanto más inteligente es. Pero si estamos meditando y no ganamos en
atención, ecuanimidad, compasión, tolerancia y otras buenas cualidades para
desplegarlas en la vida diaria, es que algo está fallando y debemos chequearlo. La
fragancia que deja la meditación en la mente se trasvasa a la palabra, los actos y el modo
de comportarse con los demás. Evitemos el riesgo del autoengaño y refrendemos
nuestra reorganización psicomental en la vida cotidiana. Recordemos el encuentro en el
que el discípulo te pregunta a su maestro:
¿Dónde hallar la verdad?
En la vida cotidiana.
Pero en la vida cotidiana -replica el discípulo- yo no veo ninguna verdad.
Y el maestro concluye:
Ahí está la diferencia: en que unos la ven y otros nó.
Meditamos para liberar la mente de trabas y la vida cotidiana evidenciará hasta
qué punto estamos consiguiéndolo. No hay lugar así para el peligroso autoengaño.
También hay que evitar cuando se emprende un camino de meditación el
egoísmo y el orgullo. No se medita solo para sí mismo, sino también para contribuir
-mejorando la propia mente- a la mejora de las otras personas y a darles lo mejor de
nosotros. Si dentro de nuestra mente sólo hay pensamientos y emociones basura, ¿qué
podemos compartir? Cuando desarrollemos cualidades positivas, podremos mejorar la
relación con todas las criaturas y compartiremos lo más bello que surja en nuestra
mente, así como nuestra dicha y lucidez. Meditamos, pues, para beneficio propio y de
los demás. Si sólo hay confusión en mi mente, brindaré confusión, pero si hay claridad,
proporcionaré claridad y todo lo bueno y hermoso que de élla se desprende. Esta
motivación de meditar para beneficio propio y de los demás es muy útil: elimina el
egoísmo, proporciona energía extra y nos acerca a nosotros mismos y a los otros seres.
Hay, también, que estar prevenido contra el riesgo del orgullo y no caer jamás en el
juego narcisista "yo medito más que tú" o “sé más que tú porque medito” o "porque
medito soy más bueno que tú” ó “soy fantástico porque medito mucho”. El orgullo
espiritual es un serio problema y todos podemos fácilmente ser tomados por él.
Debemos ser como el místico que decía a su discípulo: “Porque soy débil comprendo tu
debilidad”. La meditación es muy importante, pero es sólo un vehículo o praxis; mucho
más importante es la bondad fundamental.
Hay un peligro sobre el que debemos estar prevenidos: la meditación sin virtud y
sin correcta intención no es de largo alcance. La virtud es necesaria, o sea, una básica
ética de querer procurar felicidad a los otros y evitarles cualquier sufrimiento. Muchas
personas desprecian o se despreocupan de sila (moralidad genuina) y sólo conceden
importancia a la concentración o la meditación. Sila por sí misma no libera, pero ayuda
y abre el corazón. No se trata de volverse una especie de fakir con un extraordinario
dominio sobre mente y emociones. Recordémoslo: mente fría, corazón tierno. Hay que
equilibrar el amor y la inteligencia, el desarrollo del corazón y el de la mente. Bien es
cierto que cuando la mente recobra su cordura comprende que nada hay más
importante que la compasión.
La meditación es una necesidad específica; jamás un lujo. Deberían enseñarnos a
meditar desde niños y hay que decir que por fortuna cada día es mayor el número de
jovencitos que emprenden la práctica meditacional.
Si la persona sigue la técnica adecuada y evita los riesgos mencionados, meditar
es siempre una fuente de energía, equilibrio, salud mental y sabiduría; además favorece
el cuerpo (se han estudiado muy a fondo y con instrumentos científicos muy avanzados
los efectos fisiológicos favorables que desprende la meditación) y estabiliza el carácter.
Protegiendo y ordenando nuestra propia psiquis, estamos colaborando en el bienestar
social y colectivo. Por eso cuando alguna persona desinformada dice que meditar
demasiado es un peligro, habría que responderla: “El mayor peligro es no meditar y
dejar que nuestra mente siga cosechando basura y siendo un estercolero”. Buda
recomendó la meditación a sus familiares más queridos y les enseñó a meditar. Pero
jamás debemos imponer, ni siquiera sutilmente, a nadie la meditación, pues es como si
el mejor cocinero del mundo quisiera imponernos sus platos y deseamos otros.
Podemos informar, pero jamás presionar.
¿Qué método seguir?
Hemos visto que aunque la meditación vipassana es una, hay muchos métodos y
numerosos ejercicios o soportes para desplegarla. Si uno tiene la fortuna de que
encuentra un maestro que le muestra un método y se aviene con él, ése será su método;
si no es así, tendrá que "tantear” otros métodos hasta encontrar el suyo. Si incluso la
meditación vipassana no es su meditación deberá buscar en otros tipos de meditación.
Hay muchas vías meditacionales y el meditador sincero hallará la suya. Ningún
maestro debería decir que su método es el único o es el mejor. Esa es una actitud
dogmática. Desde su experiencia puede ser el mejor y por eso lo imparte, pero no debe
condicionar al discípulo diciéndole que "es el único y el mejor". Nada es lo mejor ni lo
único para todos los buscadores, porque cada buscador es una orquídea única e
irrepetible. Pero también los maestros budistas tienen la tendencia de recalcar que su
método es único y el mejor, seguramente llevados por un exceso de celo en tal sentido al
haber ellos hallado grandes beneficios en dicho método. Cuando el maestro se expresa
sobre su método en tales términos puede confundir y mucho al practicante y además se
está permitiendo menospreciar otros métodos que también pueden ser válidos. Hay
estudios primarios, bachiller, universidad, posgrado. Cada uno tiene sus posibilidades y
sus inclinaciones anímicas. La Liberación es una, pero las sendas son innumerables.
Recordemos aquella historia en la que un anciano inculto y torpe, pero de gran
motivación, acude a un monasterio y ruega se le imparta enseñanza espiritual. Los
monjes le ven tan torpe e inculto que se dan cuenta de la imposibilidad de hacerle ni
siquiera oír las escrituras. Pero le dan una escoba y le asignan la tarea de barrer el patio
del monasterio. El hombre se aplica a ello y en unos meses adquiere un grado de
realización' tan notable que los monjes se extrañan y le preguntan la razón. El buen
hombre explica:
No ha sido tan difícil. He barrido el patio con muchísima atención y, además,
cada vez que barría la basura pensaba que también tenía que barrer mi basura interior:
celos, codicia, odio, envidia y demás. Así he conseguido una mente muy atenta y muy
calma y me siento muy feliz.
El hombre estaba más liberado que los monjes del monasterio. Y no me resisto a
contar otra historia espiritual que incluyo en mi recopilación de cuentos en “101
Cuentos Clásicos de la India”. Se trataba de un buscador que se dirigió al maestro y le
dijo:
Maestro, estoy muy confundido. Siendo la Verdad una, ¿por qué hay tantas
doctrinas?
¡Qué dices, insensato; -Le reprendió el maestro- No hay tantas doctrinas, sino
innumerables doctrinas, porque cada ser humano es una doctrina.
Walpola Rahula
Se trata de uno de los más grandes especialistas y eruditos del budismo theravada
y de todas las ramas del Budismo. Ha sido rector de la Universidad de Sri Lanka y ha
detentado importantes cargos en distintas universidades de gran prestigio en
Occidente. Monje cingalés, sus conocimientos son excepcionales. Le entrevisté durante
muchas horas. A propósito de la atención mental señala:
«Ante todo merece indicarse que uno de los discursos del Buda se refiere
concretamente al desarrollo de la atención mental y se reflejan en el mismo las
enseñanzas budistas sobre dicha facultad de la mente. Dicho discurso es el Satipatthana
Sutta, que es el más importante que el Buda pronunciara sobre el desarrollo de la
atención mental. El Satipatthana consta de cuatro secciones. Por lo general, tanto el
discurso como la práctica son mal comprendidos. Son muchos los que no han
comprendido bien su aplicación, su práctica. La consideran casi como algo técnico y lo
llevan a la práctica como algo mecánico, perdiéndose así su verdadero espíritu. Para
desarrollar la atención mental es necesario, desde luego, practicar, adiestrarse en la
concentración pura. Sin concentración no es posible. Lo que realmente significa la
atención mental es estar despierto, estar atento a cualquier cosa que se efectúe física o
mentalmente, tomar conciencia de todas las actividades. Se puede tomar conciencia de
que se está comiendo, bebiendo, trabajando, entrando, saliendo, hablando, pensando y
también de cómo trabaja la mente. Hay que tomar conciencia de la mente, esté irritada o
tranquila, amando u odiando, celosa o amistosa, cualquiera sea la actividad que
permanezca en la misma. Puede haber atención mental cualquiera sea la cosa que
hagamos: leyendo, estudiando, hablando, trabajando. Por eso no hay nada de
misterioso en cuanto a la atención mental, no exige ninguna forma especial de vida, ya
que puede aplicarse en cualquier momento y situación. Se desarrolla la atención mental
estando a lo que se hace y de lo que eres».
Cuando me refiero a la clara comprensión, especifica:
«Desde luego hay que practicar constantemente, de forma regular. Según la
enseñanza del Buda, ciertas personas pueden comprender la doctrina en seguida, y
otras no pueden hacerlo de una sola vez, sino después de un largo camino. En primer
lugar, es necesario el equilibrio ético y moral, la armonía. La armonía es siempre
necesaria para permanecer sereno. Después se necesita cierto grado de disciplina
mental. Con estos fundamentos: equilibrio moral y disciplina mental -que se adquiere
con la meditación-, pueden verse las cosas mejor, con más clara comprensión. Y cuando
las cosas se ven con la clara comprensión, sobreviene automáticamente el desapego».
Le formulo las siguientes preguntas: ¿En qué medida puede contribuir la
meditación budista a la resolución de los trastornos psicológicos? ¿En qué medida
puede prevenir o combatir la neurosis? ¿En qué medida el desarrollo de la atención
favorece la estabilidad emocional? Responde:
«Tales preguntas son muy buenas. En cierta ocasión pronuncié una conferencia
en el Instituto de Psicoanálisis de Chicago, refiriéndome a la psicología budista y a la
meditación. Les mostré que la meditación budista es más profunda que el psicoanálisis
y el director del Instituto convino en que el psicoanálisis no alcanza las profundidades
de la meditación budista. En algunos aspectos la meditación budista es autoanálisis, nos
ayuda a conocemos. La neurosis es un desconocimiento y desaprovechamiento de la
propia potencia mental; ignorancia de lo que sucede en la mente, de las tendencias
naturales, de los mecanismos internos. El budismo enseña a examinar completamente el
contenido mental y cuando se examina la mente en su totalidad y se conocen todos sus
secretos, la enfermedad se desvanece. Si se practica la meditación activamente, con
paciencia, de forma adecuada, no puede haber neurosis. Desarrollando la atención
mental aprendemos a controlar nuestra imaginación; tengamos en cuenta que la
imaginación juega un papel muy principal. Mediante el adiestramiento en la meditación
y la entrega plena y consciente a la actividad que se está efectuando en el presente, se
controla la imaginación y se rechaza la neurosis».
Ananda Maitreya
Se trata de uno de los más grandes eruditos y maestros budistas de Sri Lanka,
monje y profundo investigador de los textos budistas. Mantuvimos una entrevista de
muchas horas, pero entresaco lo más esencial para complementar la obra que nos
ocupa. Le pregunté por el Nirvana y explicó:
«Primero tenemos que comprender lo que es este mundo, este Universo, lo que es
la existencia que experimentamos. Sabemos que existe el mundo y que dentro de él todo
es condicionada, todo está sujeto a cambio, muerte y decadencia. En el mundo nada es
estático; todo está cambiando momento a momento; todo fluye, es mudable. Tal es la
naturaleza del mundo. Por tanto no podemos comprender lo que es el Nirvana con
términos del mundo. Así no podremos entenderlo, porque es totalmente opuesto a ese
mundo que fluye y es condicionado. El Buda cuando se refería al Nirvana se servía de
términos negativos: ni es esto, ni es aquello. No es semejante a nada que se halle en el
mundo, porque todo lo que está en el mundo es condicionado y en cambio el Nirvana es
incondicionado. Todo lo que existe en el mundo es cambiante, pero el Nirvana no es
cambiante. El Nirvana es un estado no sujeto a ningún cambio, pero no es nada. Si
tomamos cualquier cosa del mundo como permanente o feliz, entonces no es posible
comprender lo que es el Nirvana. Ello quiere decir que no hemos penetrado ni
entendido cómo es el mundo. Si lo hacemos perfectamente, entonces sentimos que hay
algo completamente opuesto a él, pero eso no quiere decir que sea nada. De hecho es la
realidad existente pero nó de la manera que el mundo existe. De ahí que tengamos que
servimos de términos negativos ya que con los términos del mundo no podemos
comprenderlo ni definirlo. No podemos utilizar un término positivo para expresar
Nirvana. Los términos positivos se utilizan para expresar cosas que están en el mundo,
experiencias provenientes del mundo y todas estas cosas y experiencias son
condicionadas. Por ello, no podemos entender lo que es el Nirvana con la utilización de
términos positivos. Pero si desarrollamos vipassana, nuestra visión penetrativa (o sea la
meditación de observación clara de nosotros mismos, tanto de nuestro cuerpo como de
nuestra mente, y que tenemos que verlos, examinarlos y experimentarlos) y lo hacemos
continuamente, entonces finalmente comprendemos lo que son nuestro cuerpo y
nuestra mente. Y cuando lo hemos comprendido entera y perfectamente, cuando
entendemos qué son este cuerpo y esta mente, entonces vemos que nada hay en ellos
que pueda tomarse como algo esencial, sino que todo son fenómenos cambiantes y
apariencias. Hay que comprenderlo no mediante conocimientos prestados de los libros,
sino a través de la propia experiencia, de la propia realización. Así comprendemos lo
que realmente somos y lo que es el mundo, y entonces el ojo de nuestra mente se abre lo
suficiente para ver lo que es el Nirvana. Hasta que ese momento llega, no podemos ver
ni un rastro de Nirvana. No es posible conocerlo mediante el conocimiento intelectual,
sino sólo a través de la experiencia, que nos permite desarrollar el ojo de la mente que
puede ver directamente el Nirvana, y entonces percibimos que es algo existente,
inexpresable en palabras, más allá de los conceptos. Eso no significa que sea nada; es
algo real, lo único real. La realidad es el Nirvana. Este mundo en comparación con el
Nirvana es una fiesta pasajera, en donde todo cambia; una fiesta cambiante. El Nirvana,
por tanto, es la única realidad. Lo que llamamos mente es un río, un río de
pensamientos, pero cuando se desarrolla lo suficiente el mismo río puede penetrar el
Nirvana».
Cuando le pregunto qué actitud adoptar para ir penetrando nuestra
impersonalidad, responde:
«Tienes que entender lo que verdaderamente eres tú. No es un milagro. Lo
importante es que comprendas lo que eres. Primero puedes analizar tu cuerpo
sirviéndote de la mente; luego analizar la mente. Por lo menos unos minutos tienes que
ver ese río de pensamientos que es la mente. Después de un tiempo comprenderás lo
que es el cuerpo. Entenderás que no hay nada estático en el cuerpo. Nada estático, nada
permanente, nada sustancial. Hasta conseguir este entendimiento, puedes examinar tu
cuerpo parte por parte, hasta que mentalmente ves dentro de los átomos para descubrir
si hay algo que no sea cambiante, que no esté sujeto al cambio. Procediendo así con este
examen minucioso de tu cuerpo, finalmente sientes que no hay nada permanente y por
tanto nada satisfactorio, y a la vez comprenderás que no hay nada sustancial dentro de
esos procesos cambiantes e insatisfactorios, que no hay nada que no cambie. No existe,
pues, tal entidad como el ego, como el yo. Hay que observar muy cuidadosamente, cada
día unos minutos, cómo funciona la mente. En un cuarto tranquilo, sentado, observar tu
mente y ver que es una serie y un río de pensamientos provenientes del pasado. Por
ejemplo, oyes un sonido y automáticamente tu pensamiento se dirige al sonido, o
hueles algo y tus procesos mentales se inclinan hacia el olor. Así el pensamiento olfativo
no es el mismo que el auditivo. Y observando atentamente tu mente, descubres que hay
muchos tipos diferentes de pensamientos, dependiendo de los diferentes objetos. Si no
hay objetos, no hay pensamientos. Según los objetos, nuestros procesos mentales
cambian. ¡Hay tantos tipos de pensamientos en este río de pensamientos! Y hay que
examinar en este río de pensamientos si hay algo que no cambia. Hay que hacerlo muy
aguda, cuidadosa, penetrantemente. Vigilar y observar minuciosamente la mente para
llegar a la conclusión de que no hay nada en ella que no cambie. Sigue una y otra vez
examinándola hasta que la misma mente comprenda que ella es un mero fenómeno,
una fiesta pasajera, como una serie de fotogramas en la pantalla. Ni un fotograma
proyectado en la pantalla es estático. Todos pasan y son sucedidos por otros a la vez
que suceden a otros. Así el río del pensamiento es siempre cambiante. Un pensamiento
pasa y otro le sigue. Se ve muy claramente con la práctica del examen de la mente. Y por
fin entiendes lo que es la mente. Vuelve entonces a examinar minuciosamente el cuerpo.
Y a turnos examinas la mente y el cuerpo y sigues practicando de esta manera, por lo
menos todos los días un cuarto de hora. Esta es una práctica para captarse a uno mismo
tal y como es. Después de un tiempo, aún estando con una muchedumbre, podrás
comprender y realizar en este momento lo que verdaderamente eres. Y cuando realizas
lo que verdaderamente eres, entonces además de comprenderte a ti mismo, comprendes
claramente todo. Tenemos que comprender esto, esta vida, este momento, lo que somos
aquí y ahora, pues en tanto no lo hagamos, no podremos experimentar el Nirvana, que
está más allá. Cuando llega la realización de uno mismo, el Nirvana surge
automáticamente».
Le pido que me hable del proceso del pensamiento.
«Cuando un pensamiento desaparece da impulso al surgir de otro, porque en
cada pensamiento está la fuerza de la avidez de la existencia, la voluntad latente que es
el deseo de no ser aniquilado. El pensamiento no gusta de ser abolido. Y esta fuerza del
deseo de existir está en cada pensamiento e impulsa el proceso de pensamientos. El
deseo significa este apego, esta avidez de la existencia. No hay una persona detrás de
estos pensamientos. Sólo están estos pensamientos con esa fuerza que les impulsa a
generarse unos a otros».
Kassapa Thera
Kassapa es un destacado y sagaz maestro de meditación, al que entrevisté
durante varios días en Sri Lanka y con el que viajé por ese hermosísimo país. Tuve
ocasión de formularle un número enorme de preguntas e incluyo las más significativas
para esta obra.
Le pregunto sobre la meditación samatha y vipassana y responde:
«Samatha significa desarrollo de la concentración y vipassana significa desarrollo
de la sabiduría, que es ver las cosas tal y como son. Aquel que se entrena solo en la
meditación de tranquilidad, puede desarrollar el estado de concentración hasta el más
alto grado de la mente, que puede producir algunos poderes místicos tales como la
clarividencia. La meditación vipassana permite ver las cosas tal y como realmente son.
Es, justamente, penetrar en la verdadera naturaleza de la vida. Es distinta de samatha.
Samatha es concentrar la mente en un solo objeto. La meditación vipassana consiste en
enfocar la atención pura sobre todos los objetos del mundo interno y externo. La
meditación samatha la necesitamos al principio. Requerimos la tranquilidad de la mente
para conseguir el vipassana. Por eso se les da a los estudiantes un objeto para fijar la
mente sobre él y usamos esta concentración para pasar a la meditación vipassana. La
mente y el cuerpo cambian; los elementos físicos cambian instantáneamente. Con la
visión cabal puedes ver cuándo surge la mente y se desvanece, cuándo y cómo surge la
materia y se desvanece. Puedes verlo de manera instantánea a través de la sabiduría del
vipassana. Esta clase de sabiduría, de conocimiento especial, no puede ser obtenida por
medio de la lectura, sino que es imprescindible practicar. Es necesario ir más allá del
conocimiento intelectual, para mirar en ti mismo, para ver cómo la mente surge y cae.
Lo puedes ver en el instante y cuando lo ves también entiendes el sufrimiento. Y donde
hay cambio y sufrimiento no hay un sí mismo, un ego. La vipassana enseña a afrontar los
problemas y aflicciones de la vida. Esta meditación permite captar lo verdadero y
penetrar la vida tal y como es».
Le pregunto sobre qué soportes creé más apropiados para la práctica, tras hacerle
referencia de los múltiples ejercicios que aparecen en el Sermón de la Atención.
Especifica:
«Buda descubrió que el hombre normal no puede ver la naturaleza de la mente,
porque la mente es muy sutil, y por eso comenzó con la contemplación del cuerpo y de
las sensaciones corporales como objeto de meditación, porque están a un nivel grosero y
todo el mundo puede sentirlos muy fácilmente. Por eso el Satipatthana empieza con la
contemplación del cuerpo y luego, gradualmente cuando se desarrolla la percepción del
surgir y desvanecerse de las sensaciones del cuerpo, se pasa a las sensaciones como
trabajo de la mente y a la contemplación de la conciencia, que comporta los
pensamientos, y así paulatinamente se llega a la observación del estado sutil de la
mente. Las sensaciones son agradables, desagradables o neutras, y el budismo es una
vía para la liberación del dolor. Cuando uno obtiene ese estado incondicionado que es
el Nirvana -que no está condicionado por ninguna cosa- todavía vive, todavía tiene esos
tres tipos de sensaciones. Puede tenerlas, pero no las acumula; se detiene toda
acumulación. Solo están las que son el resultado de pasadas acumulaciones y sólo como
resultado de esas pasadas acumulaciones va a tener sensaciones agradables,
desagradables o neutras».
Piyadassi Thera
Piyadassi Thera es un gran difusor del Dharma. Monje cingalés, autor de obras
fabulosas sobre la Doctrina, ha viajado por todo el mundo impartiendo conferencias y
cursos. Me ha distinguido con su amistad durante muchos años y tuve ocasión de
entrevistarle en su ermita en Forest Hermitage, cerca de Kandy (Sri Lanka) y en el
Centro de Yoga SHADAK cuando vino a Madrid a impartir un curso de meditación
budista.
Sus conocimientos son excepcionales. Le pido que se extienda sobre la
meditación y el Nirvana:
“En la meditación hay dos aspectos: Primero hay que conseguir una mente
calmada y concentrada. Toda la meditación samatha -como la concentración en la
respiración o en el kasina- nos ayuda a unificar la mente, que está muy dispersa, yendo
de aquí para allá. Hay que purificarla y lograr su unidireccionalidad. Tan sólo cuando la
mente está serena puede ver las cosas tal y como son y no sólo su apariencia. Tenemos
necesidad, pues, de una meditación tranquilizadora, como por ejemplo, la atención a la
respiración, que calma nuestra mente. Luego, calmada la mente, hay que practicar la
meditación vipassana o de desarrollo de la visión penetrante, que es penetrar las tres
características de la vida: a) todas las cosas son fenómenos pasajeros e impermanentes,
y por tanto no son felices, porque hay placer y felicidad, pero son relativos, ya que las
cosas están cambiando y resultan insatisfactorias; b) sufrimiento, desasosiego, dolor e
insatisfactoriedad, porque las cosas son impermanentes, son insatisfactorias, generan
conflicto; c) y la tercera característica es que no hay ningún ego o entidad permanente,
todo es impersonal, nada es indestructible. Hay un flujo mental y otro físico
conjuntamente. Es un conflujo de mente y cuerpo. Fluyen conjuntamente y dentro de
ese flujo no se puede encontrar nada que sea permanente, indestructible y duradero.
Tales son las tres características que la intuición (vipassana) nos ayuda a comprender.
Tales son las tres características: la naturaleza impermanente de las cosas, la naturaleza
insatisfactoria de las cosas y la naturaleza impersonal de las cosas. Y así podemos ver
las cosas tal y como son y no como parecen ser.
“Todas las cosas son condicionadas y todos los componentes de las cosas son
impermanentes. Están todas sujetas a la ley de causa y efecto y son todas
impermanentes y condicionadas. Lo único no condicionado es el Nirvana. Todas las
cosas condicionadas son cambiantes, están llenas de dolor y no hay un sí-mismo
permanente. Pero el Nirvana es lo no creado, lo no originado, no ha sido producido, no
es algo impermanente, está más allá del tiempo y tiene que ser realizado. Cuando una
persona alcanza el Nirvana, los cinco agregados siguen estando ahí, pero con un
absoluto desapego. Al morir el arahat, incluso desaparecen los cinco agregados: el que
vive habiendo realizado el Nirvana, sigue haciéndolo con los cinco agregados, pero con
el parinirvana se suspende por completo el peregrinar en el samsara y entonces los
agregados cesan y solo queda el Nirvana. Representa la cesación de todo proceso de
vida. El fluir mental y físico cesan. El conflujo de mente y cuerpo sigue su curso en tanto
lo sigues alimentando, como el fuego continúa en tanto hay leña que arda. Pero ¿dónde
va el fuego cuando no hay leña? Simplemente no surge más. Cuando nada alimenta los
cinco agregados, éstos se esfuman".
Nyanaponika Thera
Durante veinte años he estado en contacto con el monje alemán (nacionalizado
cingalés) Nyanaponika Thera. Le he visitado en varias ocasiones y hemos mantenido
correspondencia por muchos años. Era un verdadero sabio y vivió muchos años en una
casita en la jungla cingalesa, en Forest Hermitage. En los últimos años de su vida contó
con la compañía del monje budista americano Bhikkhu Bodhi, autor del espléndido
libro “El Noble Sendero Óctuple". Nyanaponika conoció y habló largamente con Laing
y Erich Fromm, entre otros notables pensadores occidentales. Su libro “El Corazón de la
Meditación Budista” es un clásico de obligada lectura para todos los interesados en el
tema, y el resto de su obra también es muy notable. Le pedí se refiriera a la atención
mental (que él ha investigado muy a fondo y con prodigiosos resultados) y el
Satipatthana Sutta:
«La atención mental es uno de los principios del Sendero Noble para la extinción
del sufrimiento. Es el séptimo elemento o principio del Sendero, denominado atención
mental pura. El método para el desarrollo de la atención mental pura ha sido explicado
por Buda en el tratado llamado Fundamentos de la Atención o Satipatthana Sutta. Tal es
el nombre en pali de este célebre tratado. La atención mental pura abarca al ser humano
entero, siendo cuatro las clases de contemplación estudiadas en dicho tratado, del
cuerpo, de las sensaciones, del estado general de la mente y de los objetos mentales. La
atención mental debe dirigirse hacia a esos cuatro aspectos. La práctica metódica de la
meditación comienza con la contemplación del cuerpo; entonces la atención mental se
enfoca sobre el proceso corporal. En el tratado mencionado se dan catorce ejercicios. Por
lo general se efectúa una selección de ellos para una práctica basada en el desarrollo de
la atención mental con el propósito de obtener una visión más penetrante. Porque,
desde el punto de vista budista, uno de los objetivos es el desarrollo de la intuición o la
penetración de la realidad de las cosas para verlas tal y como son. Satupatthana es la
meditación metódica y el desarrollo de la atención mental pura. Su propósito es, desde
luego, la meta del budismo: la liberación de la codicia, del odio, de la ilusión y la
ignorancia, que son el origen de todo el sufrimiento y resultan altamente perniciosos.
Este método para el desarrollo de la atención mental pura es particularmente utilizado
porque influye sobre las tres cualidades básicas de la mente que deben ser desarrolladas
para la liberación total. Hay que estimular las cualidades éticas, perfeccionar la
moralidad. La atención mental es de una gran ayuda en este sentido al incrementar el
control sobre la mente y facilitar el autocontrol. Muchas violaciones de los principios
morales sobrevienen a través de la imprudencia, que es una falta de atención. Se puede
entrenar la mente para pensar antes de actuar y hablar. Muchas grandes equivocaciones
podrán ser evitadas mediante el desarrollo de la atención mental pura. Muchas acciones
apasionadas que pueden resultar dañinas, podrán ser neutralizadas. Podrán evitarse
hechos que, decididamente, pueden vulnerar una vida. La atención mental puede
ayudar a purificar algunos rasgos del carácter y a purificar la moralidad. Representa
una ayuda muy importante para la meditación y el entrenamiento moral. Porque
prestando mayor atención podemos desarrollar la auténtica concentración. Solo
entonces en la psicología budista la atención mental es un sendero de conciencia
plenamente concentrada y un destacado factor de la misma. Mediante la verdadera
atención se acentúa el interés por el objeto y se perciben muchos detalles que hasta
entonces habían pasado desapercibidos. Asimismo, el interés aumenta e intensifica el
grado de concentración. Uno se concentra más fácilmente si está interesado por el
objeto.
»La atención pura es también una ayuda para desarrollar la intuición o sabiduría.
Según el budismo, es un factor liberatorio. La meditación es solamente un medio para
conseguir un fin, como, por ejemplo, una moralidad verdadera. Pero el auténtico factor
liberatorio está en la intuición, en la sabiduría. Es necesario comprender la realidad tal y
como es y comprender, también, las causas del sufrimiento, los conflictos y la
insatisfacción. A través del método para el desarrollo de la atención pura, podemos
separar la realidad, de los prejuicios conectados con nuestras percepciones e ideas.
Podemos separar estas percepciones sensoriales de nuestros valores y reacciones que
asociamos a ellas. Por ejemplo, tomamos conciencia y sabemos que las impresiones
recibidas a través de los cinco sentidos son diferentes de nuestras ideas mentales y de
nuestra evaluación sobre ellas. Esto nos dará libertad para ver la realidad sin ser
engañados por nuestros prejuicios y nuestras pasiones, y a través de la atención mental
pura podemos distinguir entre los hechos y nuestras reacciones ante ellos. Lo
lograremos por el sencillo método de conducir nuestra atención a aquello que sucede en
nuestro cuerpo y en nuestra mente. El entrenamiento moral, la meditación y la
sabiduría forman parte del Noble Sendero Óctuple mostrado por el Buda. La atención
nos ayuda a practicar dicho sendero para la liberación del sufrimiento, del conflicto y la
maldad. Buda ha declarado esto expresamente al comienzo de su tratado y el desarrollo
de la atención mental puede ser de ayuda para todo el mundo, sean o no budistas.
Incluso puede ser de gran ayuda en la vida práctica. La atención mental y la
concentración son funciones claves de nuestra mente, de nuestra conciencia. Su
desarrollo colabora también a que la mente funcione más eficientemente y a evitar los
errores de juicio. Ayuda también a ser concienzudo, a obtener para la vida esa actitud
que mantiene el científico con respecto a sus investigaciones y que consiste en desear
ver los hechos, observarlos lo más objetivamente posible y reservar su juicio hasta
después de dicha observación. Esa actitud se adquiere mediante el desarrollo de la
atención mental pura, que puede ser de una gran ayuda a cualquier trabajo que se esté
llevando a cabo. Es una característica típica de la mente humana aquella de que la
atención se ha estancado y que la mente no está gobernada más que por los impulsos
que forman parte de su estrato animal. Pero el hombre puede desarrollar su atención,
desapegarse de cualquier cosa y observarla desde todos sus lados».
Nyanaponika insiste mucho en la necesidad de hacer la meditación sentada, pero
también en llevar la atención a la vida cotidiana. El cultivo de la atención durante la
meditación capacita para estar más atento en la vida cotidiana y al estar más atentos en
la vida diaria, elevamos la atención y también podemos aplicarla mejor durante la
meditación. Explica con su enorme claridad de exposición:
«Cuando uno puede incrementar la atención y la concentración durante las horas
de meditación, después se aplicará con mayor facilidad a la práctica en la vida
cotidiana. Es decir, hay una interrelación de ayuda. La atención debe utilizarse en la
vida cotidiana, en la relación con los otros seres humanos y en todo lo que uno hace.
Ella nos ayuda a incrementar el autocontrol en la vida cotidiana si observamos todos
nuestros movimientos, en lugar de observarlos únicamente durante las prácticas de
meditación. Si uno observa más de cerca sus propias emociones, sentimientos,
sensaciones y pensamientos, entonces uno está más capacitado para hacer lo mismo
durante la vida cotidiana. Tengamos en cuenta que durante la meditación, cuando nos
llegan los pensamientos de placer o displacer, la impresión causada por ellos no es tan
fuerte como en la vida cotidiana. Contemplar la corriente de nuestras emociones y
sentimientos durante la meditación es más fácil que durante la vida cotidiana, donde las
dificultades son mucho mayores porque son desafiados nuestros deseos, pasiones o
temperamento. Veamos un ejemplo. Si durante la meditación uno es perturbado y se
enfada, si se toma conciencia plena de esa reacción de enfado, a partir de ese momento
uno ya no está enfadado, porque esa reacción es ya completamente distinta. Creamos
una firme actitud de calma, observación que es por completo diferente de la primera
reacción. En dicho momento uno supera su enfado; hablando figuradamente, uno ha
echado los frenos. Este método puede extenderse a todo, consiguiéndose un control
mucho más grande y estricto de la mente».
Para Nyanaponika el cultivo de la meditación budista puede erradicar muchos
trastornos psicológicos y sobre ello y otros temas versaron sus conversaciones con
Fromm y Laing. Para Nyanaponika la atención, como dijera Buda, es siempre
auxiliadora y reguladora, y nos ayuda a dominar los pensamientos, contener las
palabras indebidas y proceder lúcidamente. Insiste siempre en la necesidad de llevar el
Satipatthana a la vida cotidiana y no solo cultivar la atención a través de la meditación
sentada. Cuando le pido que se extienda sobre la mente y la visión cabal o vipassana,
explica:
«En la psicología budista, la mente humana está más o menos dividida en
conciencia y factores mentales, concomitantes de la conciencia. Pero no son dos aspectos
aislados, sino que hay funciones de la mente que están desde luego conectadas entre
ellas y no se presentan por separado en la mente. Pero la mente es factores mentales y
sabiduría o pañña, que puede ser desarrollada hasta el grado de vipassana o visión cabal
de la realidad. Una sabiduría que representa la visión cabal de la realidad. Por
supuesto, como cualquier facultad mental o cualquier habilidad, tiene diversos grados
de penetración o capacidad. Se los distingue en la tradición budista. Puede haber una
visión cabal débil o una visión cabal muy fuerte. La visión cabal ganará en intensidad
mediante su práctica repetida. Sus estados están referidos en la literatura al respecto,
pero no tienen ningún objeto que yo le facilite los nombres de tales estados, ya que
deben conocerse más detalladamente en la medida en que se van alcanzando. Hay
varios grados de conocimiento provenientes de la visión cabal. Tal conocimiento es el
que surge mediante la práctica de la visión cabal. Esta comienza con la plena conciencia
de la aparición y desaparición de los fenómenos. Este es el primero de los jhanas: se ve
claramente el surgir y desvanecerse de los procesos corporales y mentales. Al principio
se ve tal aparición y desaparición con una conciencia débil, pero mediante la práctica
diligente se obtiene una conciencia mucho más fuerte y penetrante de dicha aparición y
desaparición de los procesos. Todo ello depende siempre de la capacidad, naturaleza y
esfuerzo de cada meditador en particular.
Ciertamente que el conocimiento que surge de la visión cabal es un camino
directo hacia el Nibbana, pero no surge aisladamente. Lo que conduce al Nibbana es el
Sendero Óctuple observado en su totalidad, y no solamente los grados que se refieren a
la meditación o la atención. Debe haber un desarrollo de sabiduría, que se presenta a
través de la visión cabal; debe obtenerse un grado considerable de concentración mental
y una experiencia meditativa lo suficientemente fuerte para purificar la vida del
practicante. Hay que tener bien en cuenta que si no se purifica la moralidad no es
posible lograr ningún progreso en el vipassana o visión cabal, que se quedará en una
simple función mental y se convertirá en una observación básica en la práctica sin lograr
la profundidad necesaria. Así pues podemos decir que el conocimiento obtenido por la
visión cabal como sendero directo al Nibbana no está en absoluto aislado de las otras
partes del Noble Óctuple Sendero, o sea, la moralidad y la concentración. Moralidad,
concentración y sabiduría obtenida a través del vipassana conducen al Nibbana.
“Es el Satipatthana, la práctica de la atención mental, quien nos proporciona la
experiencia directa de la naturaleza de la verdadera realidad. Al observar los procesos
físicos y mentales dentro y fuera de nosotros, vemos que todo es impermanente, que
son procesos dinámicos que surgen y desaparecen según las condiciones. La
interdependencia de todos los fenómenos se pone en evidencia dentro de nuestros
propios cuerpos y mentes a través de la práctica del Satipatthana y a tal
interdependencia o relatividad de la existencia es a lo que las escuelas denominan
sunyata (vacío). No hay lo que se podría denominar existencia propia independiente.
Toda personalidad está condicionada, pero este condicionamiento es precisamente el
que más otorga una posibilidad para la liberación. Si hubiese algo permanente no
tendríamos una posibilidad para la liberación, ya que estaríamos amarrados a ese algo,
fuere lo que fuere. Así que en este sentido el vacío significa la relatividad universal de
los procesos dinámicos que nos ofrece una posibilidad para la liberación a través del
Satipatthana».
Apéndice 2: Vipassana por Amadeo Solé-Leris
Las genuinas enseñanzas del Buda, conservadas en los antiguos textos canónicos
en lengua pali, se distinguen por su naturaleza eminentemente pragmática. El budismo
original, en efecto, es un método de perfeccionamiento ético-psicológico que rehúsa
deliberadamente las metafísicas y teologías para concentrarse en lo concreto que cada
cual puede y tiene que hacer por sí mismo -sin que ningún poder humano ni divino
pueda hacerlo por él- para conseguir la liberación de las trabas existenciales, o sea el
Nibbana o Nirvana.
El aspecto ético de la doctrina del Buda no es el tema que nos ocupa en esta
ocasión. Baste pues decir que comprende unas reglas de conducta claras y sencillas que
tienen por objeto asegurar la limpieza física y mental que es base imprescindible de
todo esfuerzo de autorrealización o auto superación. El aspecto psicológico se plasma
en la práctica de la meditación, método concreto de trabajo para comprender la realidad
mediante la purificación y, en última instancia, la superación de nuestras estructuras
psíquicas habituales.
Adelantemos que, en el budismo, la meditación se subdivide en dos grandes
ramas, según la meta que se persiga: samatha (calma) o vipassana (visión cabal). La fase
inicial es la misma en ambos casos, puesto que hay que empezar por asegurar un
mínimo de calma y concentración de la mente, pero las etapas subsiguientes difieren
según los distintos fines.
El primer tipo de meditación que podríamos llamar meditación abstractiva, se
caracteriza por dos factores, que son: la consecución de un máximo grado de
concentración mental y el apaciguamiento concomitante de los procesos psíquicos. El
propósito de la meditación abstractiva es calmar la mente y el psiquismo del meditador
mediante una concentración progresiva que, replegándose sobre sí misma, excluye
todos los fenómenos externos e internos, todos los estímulos sensoriales y procesos
mentales que se ofrecen a la conciencia, hasta llegar al estado de puro vacío que es al
mismo tiempo experiencia de puro ser. El meditador logra sí, durante el ejercicio, un
alto grado de integración psíquica. Para esta meditación se toma como base uno de los
numerosos temas u objetos de meditación tradicionales (determinados colores o formas,
ciertos procesos físicos o estados de ánimo, ideas o imágenes mentales, etc.) y se pasa
sistemáticamente por una serie de estados de abstracción o arrobamiento, con
progresiva suspensión de la percepción sensorial y de la actitud discursiva de la mente.
Como puede verse, este tipo de meditación budista es comparable a las técnicas
contemplativas de otras tradiciones místicas y las experiencias de tipo unitivo a las que
da acceso, tienen desde luego considerable valor intrínseco. Sin embargo, como enseña
el Buda, la vigencia de esta experiencia se limita fundamentalmente al período de la
abstracción misma, sin producir permanente superación de las estructuras psíquicas
que distingue la iluminación propiamente dicha, que es la que aporta la liberación.
La liberación se logra únicamente mediante la visión cabal de la existencia, que
no se consigue mediante los solos estados de abstracción, sino que exige el pleno,
ininterrumpido y consciente ejercicio de todas las facultades mentales. Esta es la
meditación propiamente budista, que llamamos meditación penetrativa, porque,
observando los fenómenos con sostenida atención, penetra a fondo en los mismos para
conseguir la visión cabal o vipassana. La distinguiremos de ahora en adelante con el
nombre de meditación vipassana.
En la meditación vipassana, una vez conseguido el grado de concentración
suficiente para asegurar la integridad de la atención, y con las facultades mentales en
estado de máxima receptividad, se pasa a examinar con plena conciencia y creciente
minuciosidad, precisamente todos aquellos estímulos sensoriales y procesos mentales
que la meditación abstractiva excluye, comprendidos los que operan normalmente a
nivel subconsciente o inconsciente. Es, literalmente, una toma de conciencia de todos los
fenómenos, que revela su radical vacuidad.
En efecto, según la enseñanza del Buda (basada en su concreta experiencia
personal), lo único que, en resumidas cuentas, se puede decir que existe es el fluir de
innumerables procesos que se condicionan mutuamente por relaciones de causa y
efecto. Todo lo que llamamos el mundo, las cosas, el alma, la existencia, no son más que
fenómenos transitorios y continuamente cambiantes, que están totalmente desprovistos
de toda esencia o identidad intrínseca y permanente y que, por su mismo carácter
efímero, entrañan inevitablemente dolor y descontento mientras persistamos en
aferrarnos a ellos. Es la frustración del que se empeña en aferrar y conservar burbujas
de jabón. La liberación se consigue al comprender clara y cabalmente la fugacidad, y ver
que gozamos, sufrimos y nos agitamos literalmente por "nada”.
Pero la liberación no consiste ni puede consistir en el reconocimiento puramente
intelectual de este hecho. Para ser libre, hay que vivir por sí mismo, y con plena
conciencia, la experiencia liberadora que consiste en la percepción directa e inmediata
de la radical transitoriedad y vacuidad de todos los fenómenos, percepción que abarca
las mismas estructuras psíquicas que la viven y, en consecuencia, las trasciende. Esta
experiencia es la vipassana, la visión cabal que hace del ofuscado un iluminado, del
esclavo un ser libre.
De todos los métodos utilizados para lograr la calma y la concentración que son
el punto de partida de cualquier meditación, el que el Buda recomendaba siempre con
mayor ahínco, en particular para la práctica de vipassana, es el que él mismo utilizó en la
noche de su definitiva iluminación: anapana-sati, la atención a la respiración. Consiste,
como el nombre lo indica, en tomar como objeto primario de observación el proceso de
la propia respiración.
"La atención a la respiración, monjes, desarrollada y cultivada con asiduidad,
arroja gran fruto y beneficio; la atención a la respiración, monjes, desarrollada y
cultivada con asiduidad... y los cuatro fundamentos de la atención (satipatthana) son "el
único camino que conduce a la meta, el camino para la purificación de los seres, para
superar la pena y el lamento, para eliminar el dolor y la aflicción, para perfeccionar el
buen método, para realizar el Nirvana”.
Concretamente, las cuatro contemplaciones que parten de la atención a la
respiración y constituyen los fundamentos de la atención, son: la contemplación del
cuerpo (kayanusana), la contemplación de las sensaciones (vedananupassana); la
contemplación de los estados de ánimo (cittanupassana), y la contemplación de los
objetos o contenidos mentales (dhammanupassana) -o sea de todo lo que es objeto de
discurrir de la mente (ideas, imaginaciones, reflexiones, etc.) en un momento
determinado. Repitamos que el ejercicio de vipassana tiene por objeto adquirir plena
conciencia de todos estos fenómenos (que, conjuntamente, componen el organismo
psicofísico que llamamos nuestra personalidad) en el momento mismo en que están
sucediendo para vivir así, por aprehensión inmediata, lo fugaz y transitorio de su
naturaleza
Basta lo dicho para evidenciar la capital importancia de la atención a la
respiración como ejercicio de meditación. Sirve, en primer lugar, para fomentar la calma
mental, que es la base tanto para la meditación abstractiva como para conseguir la
visión cabal de la meditación vipassana. En este último caso, que es el que ahora nos
interesa, la atención a la respiración no sólo constituye la fase de concentración inicial,
sino que es además parte importante en sí de la contemplación del cuerpo, que es el
primero de los fundamentos de la atención.
Sentado en un lugar tranquilo (adoptando una posición que se pueda conservar
sin moverse durante el mayor tiempo posible), el meditador fija la atención en las
ventanas de la nariz, y precisamente en la sensación táctil del aire que entra y sale al
respirar. Es importante no hacer nada para controlar la respiración (al contrario de lo
que sucede en los ejercicios de yoga), sino dejar que ésta se desenvuelva
espontáneamente, limitándose a observar de cerca la sensación exacta del roce del aire
en el punto de entrada y salida de la nariz. También es esencial fijarse solamente en este
punto, o sea en las ventanas de la nariz, sin seguir en modo alguno el movimiento del
aire por las cavidades internas del sistema respiratorio.
Concentrándose en esta sensación, y fijándose siempre exclusivamente en el
punto de entrada y salida del aire en las ventanas de la nariz, el meditador va siguiendo
con ininterrumpida atención el transcurso entero de cada inhalación y de cada
exhalación. Para no distraerse, se recomienda tener los ojos cerrados, si bien también
puede dejarse entreabiertos (pero sin fijarlos en ningún objeto determinado) si así se
prefiere al principio. Lo importante es no ponerse tenso. La actitud general ha de ser
una atención sin rigidez.
De este modo, el meditador va observando las sensaciones en las ventanas de la
nariz: el roce del aire, la temperatura, la fuerza y duración de cada respiración, etcétera,
y toma conciencia lo más precisa y plenamente posible de la exacta calidad de cada
sensación, pero sin tratar jamás de inducir o imaginar alguna sensación determinada. Si,
como sucede a veces al principio, la persona no habituada no logra percibir con claridad
sensación ninguna, no preocuparse: observar simplemente con plena conciencia: "no
siento nada", y perseverar con calma. La ausencia de sensación también es una
experiencia. Cuando hay sensación, observar con precisión dónde y cómo: lado derecho
o lado izquierdo de la nariz, ambos lados, borde externo o interno de una o ambas
ventanas de la nariz, contacto del aire en un solo punto, en varios puntos, o más
generalizado, etcétera. Tomar conciencia de toda variación: roce del aire fuerte o débil,
áspero o suave, rápido o lento, largo o corto, dejando siempre que las inhalaciones y las
exhalaciones vengan por sí mismas, sin interferir ni forzar en modo alguno.
Al principio, es corriente que uno se distraiga: ocurren asociaciones de ideas,
surgen memorias, ideas, imaginaciones o divagaciones. Cada vez que el meditador se
da cuenta de que se ha puesto insensiblemente a pensar en otra cosa o de que (lo que
sucede con frecuencia) está pensando en estar atento en vez de estar atento, deberá
proceder inmediatamente (pero siempre con calma y sosiego), a tomar buena nota
mental de la distracción ("estoy recordando” o "imaginando", o lo que sea). Después de
lo cual se volverá a fijar en la respiración. Obsérvese que de este modo la misma
divagación o distracción, en cuanto se da uno cuenta de ella, pasa inmediatamente a ser
objeto de la plena atención consciente, o sea se convierte a su vez, por aquel momento,
en objeto de contemplación, integrándose con ello en el ejercicio de la atención. Es ésta
una característica esencial de la vipassana, todos los fenómenos, todo lo que esté
sucediendo en cualquier momento, tanto al nivel físico como al mental, se somete
inmediatamente al escrutinio de la atención.
Para empezar, sin embargo, hay que proceder con cierto orden para evitar
confusión, tomando, como queda dicho, la respiración como objeto primario de la
atención, tratando de no apartarse de ella hasta lograr un grado suficientemente estable
de concentración mental.
Conseguida la necesaria concentración, el meditador amplía entonces el campo
de la atención hasta observar el cuerpo entero con igual minuciosidad, prestando
siempre escrupulosa atención a la naturaleza y características de todas y cada una de las
sensaciones que se van ofreciendo a la conciencia. La contemplación del cuerpo se
realiza desplazando el foco de la atención primero de las ventanas de la nariz al labio
superior (donde también se percibe con facilidad la sensación táctil del aire respirado) y
recorriendo luego gradualmente la cabeza, el tronco y las extremidades, hasta abarcar el
cuerpo entero.
Se trata en todo momento de darse plena cuenta de los procesos que se están
desarrollando ininterrumpidamente en el organismo, o sea de traer progresivamente a
la conciencia procesos y fenómenos que quedan normalmente por debajo del umbral de
la misma. Siempre, desde luego, sin inventar sensaciones, sino limitándose a observar
con máxima imparcialidad las que realmente se vayan notando al irse afinando la
percepción gracias a la atención concentrada.
Con la práctica, a la observación secuencial de un punto somático después de
otro sigue la contemplación simultánea de zonas cada vez más amplias, hasta llegar a la
aprehensión simultánea de todo el organismo -aprehensión total que no entraña
pérdida de detalle individual, sino, al contrario, es la resultante de todas las
percepciones individuales (como un buen director de orquesta, que oye en cada
momento de la ejecución el detalle de lo que está tocando cada músico, integrado en la
totalidad de la obra sinfónica). Esta fase, que va acompañada de un estado de calma
física y mental, es la que el antiguo sermón (sutta) describe con estas palabras:
«... “inhalaré consciente de todo el cuerpo”, así se ejercita (el monje); "exhalaré
consciente de todo el cuerpo", así se ejercita”; “inhalaré calmando los procesos
corporales", así se ejercita; “exhalaré calmando los procesos corporales”, así se
ejercita...».
Esta toma de conciencia del organismo físico comprende dos de los cuatro
fundamentos de la atención: la contemplación del cuerpo y la contemplación de las
sensaciones. Pero recordemos que toda emoción, volición o pensamiento que se
presenta durante el ejercicio es a su vez objeto de observación igualmente atenta. Estos
fenómenos psíquicos, que al principio representan distracciones o divagaciones durante
el esfuerzo inicial de concentración, pasan luego a integrarse como elementos de la más
amplia aprehensión total que, con la contemplación de los estados de ánimo y de los
contenidos mentales, viene a abarcar el entero ámbito psicofísico.
He aquí, en breve esquema, la técnica de la meditación vipassana, cuya esencia
estriba en perseverar en la contemplación sosegada y atenta de todos los procesos,
mentales o materiales, que constituyen la propia existencia. Con lo cual se contempla
implícitamente la totalidad de la existencia, que no percibimos, si bien se piensa, más
que en y por el propio existir.
La meditación vipassana, cultivada con asiduidad y precisión, permite aprehender
los procesos existenciales tales y como son efectivamente, sin las habituales distorsiones
resultantes del punto de vista “personal” o sea de la intervención del “yo". En efecto, la
intervención del “yo” queda anulada por el hecho de que tanto los fenómenos físicos
como los procesos psíquicos que forman lo que vulgarmente llamamos el “yo", vistos a
la luz desapasionada y minuciosa de la plena atención, se revelan fugaces, dependientes
de sus relaciones con otros fenómenos, y desprovistos de toda esencia duradera. Así,
por un proceso de natural desidentificación, se trasciende la ilusión del “yo" duradero y
se logra la visión cabal de la existencia.
En efecto, cuando la atención, pura y concentrada, observa la respiración, el
cuerpo, las sensaciones, los estados de ánimo, el discurrir de la mente, en sí mismos, sin
convicciones ni puntos de vista previos, se va dando cuenta de que todo ello no es más
que un conjunto de fenómenos mutuamente interdependientes y en interacción
constante.
Ese es el comienzo de la visión cabal. Al irse afinando ésta, se percibe con mayor
precisión que los fenómenos individuales van surgiendo y desvaneciéndose sin cesar y
que -condicionados y condicionantes a la vez- es sólo por su tupida multiplicidad e
ininterrumpida trabazón que producen la ilusión de solidez, estabilidad y permanencia
que constituye nuestra vida diaria: el samsara, o sea, el ciclo de incesante renovación de
la existencia mental y material.
La experiencia (vivida en propia carne y en propio espíritu gracias a la
meditación) del constante surgir y desvanecerse, momento a momento, de los
fenómenos, perfecciona la visión cabal. Cuando ésta llega a su plenitud, el hombre
comprende por experiencia directa e inmediata, como lo enseñó el Buda, la intrínseca
fugacidad e insustancialidad de todo lo que llamamos existencia. Esta comprensión
cargada con toda la potencia revelatoria de una realidad vivida, es una experiencia de
total libertad. Es vivir el fin del deseo y del apego a las cosas, hijos de la ignorancia. Es,
como lo expresa la antigua fórmula: “la extinción de la vejez y de la muerte, de la pena,
del lamento, del dolor, de la aflicción y de la tribulación. Así es como se extingue toda
esta masa de sufrimiento"
BIBLIOGRAFIA