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DEPRESIÓN
Director Hugo Marietan
marietanweb@gm
ail.com
Hugo Marietán
Introducción:
La depresión es, sin duda, uno de los más
importantes depredadores de la felicidad
humana. Los múltiples caminos que posibilitan
llegar a ella, desde el estrés a la genética; las
variadas formas de manifestarse, desde la
fatiga a la angustia más atroz; sus
imprevisibles consecuencias sociales, desde la
pérdida de horas laborables a la autosupresión
de un individuo; la convierten en uno de los
problemas más intrincados con que se
enfrenta el hombre.
La lucha se emprende desde todos los frentes:
el laboratorio, la clínica, la farmacología , la
psicoterapia, la sociología, etc.. También las
técnicas terapéuticas abarcan las más
diversas modalidades. Pero hay un factor
común en todo intento de neutralizar este
milenario trastorno afectivo: lo afectivo, desde
la cordial firmeza del médico que dirige el
tratamiento y la calidez comprensiva del
familiar, hasta el simple, pero reconfortante,
abrazo fraternal.
1.1 Sobre el término y su uso:
El término depresión deriva del latín
"depressus" que significa abatido, derribado. Y
justamente es así como, en la mayoría de los
casos, trasmite su vivencia el paciente, y
como lo vemos nosotros, los médicos, y a
veces, también, los que los rodean: derribado,
socavado en su potencialidad , debilitada su
base de sustentación afectiva, desplazado su
eje de acción usual, desganado, hipoérgico.
Designa también, en el habla corriente, un
sinónimo de triste, apenado, "bajoneado"
(neologismo popular que ilustra la mirada del
otro, lo ve 'bajo' - que está en un estado
inferior al habitual-)
En sentido técnico podemos designar:
a) un tipo de humor
b) un síndrome
c) una enfermedad
1.2 Un tipo de humor
En el primer caso lo referimos a la falta de
placer, de alegría, anhedonia. Falta la
resonancia de agrado frente a las cosas que
antes la provocaban. Y un predominio de lo
displacentero, del pesimismo (donde lo
afectivo encuentra un argumento en lo
intelectual y lo proyecta al futuro), un disvalor
del sentido de la vida, una vivencia de
inferioridad en relación a los demás, sobre
todo en lo referente a su rendimiento, y la
sensación de enfermedad.
1.3 Un síndrome:
Consideramos un Síndrome, cuando al tipo de
humor anterior se le agrega:
- la hipoergia
- el cambio en la interacción personal
- el ritmo y la alternancia en los síntomas
La anergia, el empobrecimiento energético, la
persona lo traduce como aburrimiento,
desgano, falta de interés. Es muy
característico en la consulta la frase "No tengo
ganas", como lo más significativo de esta
experiencia de pérdida de energía; "ganas" es
un significante que involucra al deseo y la
voluntad a la vez.
El enlentecimiento del pensar, el menor
rendimiento laboral, torpeza en las tareas que
se realizaban casi automáticamente: "Todo
me cuesta un gran esfuerzo" "Lo que antes
hacia con facilidad ahora debo concentrarme,
pensar cada paso de la tarea, y aún así mi
accionar es lento y desarticulado". Por el
mismo fenómeno de la anergia el trabajo
intelectual es casi nulo, y lo poco que realiza
está "contaminado" por el estado afectivo. El
cansancio fácil, el agotamiento , y la
tendencia al reposo ("necesito acostarme"), la
dificultad para levantarse de la cama (a veces
una tortura matinal por la lucha entre el
"deber" y no poder, con el consiguiente
sentimiento de culpa), son otras
manifestaciones de la hipoergia. Tampoco hay
voluntad para las distracciones, y actividades
otrora gratificantes.
El cambio en la interacción personal modifica
los patrones de conducta propios y la
recepción de las conductas de los otros:
Introversión, intolerancia a las reuniones, a los
ruidos, a las esperas en los negocios , agrede
y se siente agredida; hay hipersensibilidad a
todos los hechos dramáticos: no toleran los
'noticieros', los novelones , las noticias sobre
muerte o enfermedades, "Estoy como en
carne viva , por cualquier cosa lloro, lo
insignificante me hace sufrir". Esto sorprende,
por lo general, a los familiares que tratan de
“hacerlo razonar” sobre lo desproporcionado
de su reacción, con lo que sólo se logra
aumentar la certeza de no ser comprendido,
ensimismándose aún más. El cuidado
personal, la vestimenta, la imagen que se
quiere dar a los otros, son descuidados.
El ritmo de los síntomas y la alternancia, son
otros elementos a tener en cuenta. Si el
malestar es acentuado por las mañanas y
mejora hacia la noche. A veces se acentúa
hacia la noche o, algo que me comentaron en
varias oportunidades, dos o 3 horas después
de almorzar (muchas veces no almuerzan o
hacen una comida frugal, para evitar esta
sensación). En este grupo colocamos las
alteraciones en el dormir: en conciliar el
sueño, el despertarse sistemáticamente a una
hora determinada de la madrugada, o muy
temprano y después no volver a dormir. Aquí
la persona se encuentra sola, en la noche, en
el silencio, rumiando una y mil veces su
problemática, en un tiempo "eterno" Algunos
esperan la noche con cierto alivio porque
pueden desligarse de los malestares por una
horas, al menos. También aquí vemos las
variaciones en el apetito, en la sexualidad, en
la pérdida o aumento de peso.
Todos estos síntomas van acompañados,
están acentuados o son causados por la
ansiedad y la angustia que tiñen todo el
síndrome.
1.4 Una enfermedad:
¨¿Cuándo una serie de síntomas, "que corren
juntos(síndrome)", logran, por convención,
tener identidad nosografías, y encuadrar en la
nosología?
Dado que en nuestra especialidad ignoramos
las causas y sólo sospechamos la patogenia,
esto se consigue por acuerdo entre
prestigiados, es decir, no por conocimiento,
sino por convención. Y, entonces, al faltar lo
básico, la dispersión teórica es máxima.
Así, la depresión puede ser "desencadenada"
(si usamos el tono animista"), o "precipitada"
(si preferimos la jerga química):
- por una causa orgánica, aspecto
anatomofisiológico (Depresión sintomática)
- por una 'situación' -jubilación, mudanza,
duelo, etc.- aspecto social (Depresión de
situación o por agotamiento)
- por una reactualización de 'conflictos'-
según la teoría psicoanalítica (Depresión
neurótica)
- por 'algo' que viene del 'interior',
'inmotivado', endógeno (Depresión endógena)
Y aún queda una depresión 'sin depresión',
(una depresión que juega a las escondidas): la
Depresión enmascarada.
Otra forma de clasificarlas:
a) según el tono psicomotor: Depresión
Inhibida o Depresión Agitada
b) según el supuesto etimológico: Depresión
Reactiva o Depresión Endógena
c) según su patogenia: Depresión Primaria o
Depresión Secundaria
d) según su psicopatología: Depresión
Neurótica o Depresión Psicótica
e) según su forma clínica: Depresión Unipolar
o Depresión Bipolar
A lo largo de este curso vamos a tratar en
detalle toda esta problemática, siguiendo un
encuadre clínico. Primero haremos un
recorrido histórico del concepto, luego
trataremos de acotar los términos que
designan los signos y síntomas, luego las
distintas formas que se le asignan como
“cuadro clínico”.
Es el deseo del director que este curso sea
participativo, que el colega lector pueda dar
opinión del mismo y realizar las consultas que
crea necesarias para el cabal conocimiento del
tema. A tal fin se ha dispuesto un sistema de
contestación personalizada a través del correo
electrónico. También puede aportar casos
clínicos derivados de su experiencia, tanto
para darlos a conocer a los otros en afirmación
de los conceptos teóricos, como para realizar
consultas sobre los mismos. Aquellos casos
que sean ilustrativos serán incorporados al
curso tanto como las preguntas y respuestas
que amplíen lo expuesto en los temas.
Admitiremos con amplitud las disidencias y
contrastes conceptuales que sean útiles para
el enriquecimiento de todos.
Invitamos a todos a unirse a este
emprendimiento.
ORDENALIDAD Y DEPRESIÓN
Obsesión, perfeccionismo y ordenalidad
Introducción
En nuestro trabajo clínico muchas veces nos
encontramos con una persona que manifiesta
un exagerado, para nosotros, gusto por el
orden, o que es meticuloso, detallista. Surge
entonces la duda si se trata de un obsesivo,
un perfeccionista o, como Tellenbach lo ha
señalado, es un rasgo de ordenalidad, propio
del Typus melancólico. Este trabajo intenta
diferenciar estos tres tipos de conductas
donde el afán de orden, de detalle, de
meticulosidad pueden ser compartidos, pero
devienen de cuadros patológicos y rasgos de
personalidad disímiles, según la opinión del
autor. El poder distinguirlos facilita el
encuadre terapéutico específico.
El estilo de pensamiento obsesivo
En el estilo de pensamiento obsesivo se
caracteriza por la presencia de ideas que,
reconocidas por la persona como propias de
su capital ideativo, pertenecientes a su yo,
son vivenciadas como impuestas en el campo
de la conciencia. Suele considerarlas como
absurdas, irracionales, pero fracasa en su
intento de reemplazar este tipo de
pensamiento por otro y no encuentra
explicación al por qué de esa imposición.
Las tres claves a tener en cuenta para
tipificar una idea obsesiva son: primero el
peso impositivo de la idea; segundo el rechazo
por considerarla absurda, no deseada; y
tercero el reconocimiento como propia.
Genera angustia, tensión, y el paciente utiliza
el rito, un mecanismo conductual repetitivo,
para neutralizarla o aliviarla.
La idea obsesiva, como toda idea, tiene
capacidad ideopráxica, es decir puede
traducirse en conducta, ese es el sentido de la
expresión clásica "condiciona la conducta"
¿Por qué condiciona? Porque el individuo trata
de neutralizar la idea obsesiva ejerciendo su
voluntad pero no puede y debe llevar a cabo
el rito, que es una conducta igualmente
considerada absurda, tonta, que se realiza con
displacer, pero que alivia la angustia. La
obsesión "quiebra" la voluntad y la autonomía
del paciente que se ve sometido a sí mismo y
por sí mismo a realizar el rito. Alivia la
angustia, pero a su vez desagrada. Bajar así la
tensión tiene un precio también displacentero,
pero a otro nivel, a nivel del autoreproche.
Mas si no lo hace no puede seguir, porque la
ideación obsesiva paraliza.
Contenido obsesivo: la duda y el
presagio
Dice Ferrater Mora que "el término «duda»
significa primariamente «vacilación»,
«irresolución», «perplejidad». Estas
significaciones se encuentran ya en el vocablo
latino dubitatio. En la dubitatio hay siempre
(por lo menos) dos proposiciones o tesis entre
las cuales la mente se siente fluctuante; va,
en efecto, de una a otra sin detenerse. Por
este motivo la duda no significa falta de
creencia, sino indecisión respecto de las
creencias. En la duda hay un estado de
suspensión del juicio."
El estado de duda llevaría a la persona a la
paralización, al no poder optar. Sin embargo,
este elemento, muy importante por cierto, no
es suficiente para explicar la conducta
obsesiva. Es preciso otro partícipe necesario
que impulse hacia una decisión por el estado
de tensión que genera, y éste es el presagio.
El diccionario define "presagio" como "señal
que indica, previene y anuncia un suceso
favorable o contrario. Especie de adivinación o
conocimiento de las cosas futuras por las
señales que se han visto o por movimiento
interior del ánimo que las previene".
El presagio, producto del pensamiento
mágico, y la duda, lo más excelso del
pensamiento lógico, coactúan para dar esta
resultante que llamamos "obsesión".
Preferimos utilizar el término "presagio" por
su connotación mágica en vez de los términos
"anticipación" o "planificación", que designan
pensamientos que se orientan a las
posibilidades futuras pero analizando
lógicamente las variables presentes.
Lo que deviene de la magia se neutraliza
mágicamente. Por eso la tensión displacentera
que genera el presagio se neutraliza con el
rito. En el rito no se pronuncia cualquier
palabra ni se realizan movimientos al azar,
sino que estos últimos responden a una
ceremonia establecida.
"Antes de salir debo besar a todas las
estampitas y crucifijos. No por mí, sino para
proteger a los que no están en ese momento
en casa. Si no lo hago les puede pasar algo a
mis parientes. Beso a un ángel, que está
vestido de celeste, para los varones, al vestido
de rosa para las mujeres y a la virgen grande
para las personas mayores. Me molesta hacer
eso, es algo absurdo. A todo esto lo veo como
un ritual, pero no puedo dejar de hacerlo. Es
como si tuviera el cerebro divido en dos: uno
razona y el otro no. El que no razona lo
domina. Me digo, «no lo voy a hacer», pero al
final lo hago".
Absurdo y parásito
El pensamiento obsesivo tiene la
particularidad de que el contenido le resulta
absurdo al propio generador de este
pensamiento. Es la característica básica que lo
distingue de la idea delirante. Otra
característica es que la persona no cree que le
sea impuesto ese pensamiento absurdo. O sea
que deviene de su propio Yo, lo reconoce
como parte de sí misma, para diferenciarlo del
pensamiento delirante de los esquizofrénicos
que muchas veces lo ven como un
pensamiento impuesto desde afuera.
El obsesivo hace la autocrítica, dice: "Es una
tontería, yo lucho pero no puedo dejar de
hacer tal rito".
Para Jaspers en la obsesión "el Yo se sitúa
frente a un contenido que quiere expulsar,
pero no puede expulsar en pie de lucha. Los
límites de la obsesión posible están allí donde
están los límites de mi voluntad. El individuo
está convencido de lo infundado de la
angustia, de lo absurdo del impulso, de la
imposibilidad de la idea".
Para J. Vallejo "la obsesión es un tipo de
cognición intrusa, parásita, repetitiva, pasiva y
egodistónica que genera rechazo por parte del
sujeto que la padece, mientras que la
compulsión es un fenómeno activo, ya que
supone una pugna entre la tendencia a la
acción (motora o verbal), y la resistencia a
ésta (hacer-no hacer, decir-no decir, etcétera),
de forma que no siempre el acto llega a
realizarse." La resistencia es la lucha interna
del paciente contra el impulso o el
pensamiento intruso.
"Las ideas obsesivas constituyen el núcleo de
la patología obsesiva. Su carácter intruso y
repetitivo, la vivencia angustiosa que el
paciente experimenta y que emana de sí
mismo (a diferencia de lo que ocurre con el
delirante) y la imposibilidad de controlarlas
eficazmente, si no es de forma transitoria a
través de rituales, constituyen las
características básicas de estas ideas".
Para Pujol y Savy (1983), las características
esenciales de las obsesiones son:
1) Carácter insólito y parásito. El sujeto las
reconoce como patológicas procedentes de sí
mismo, aunque se oponga a ellas. El origen
endógeno de las obsesiones configura su
carácter fatalista, que el paciente experimenta
con profunda desazón, ya que escapan al
control voluntario e invaden progresivamente
su actividad cognitiva de forma agobiante.
2) Carácter repetitivo y punzante.
3) Lucha ansiosa del psiquismo. El agobio
psíquico que crean las obsesiones origina una
intensa ansiedad, que el paciente intenta
conjurar a través de defensas de diversa
índole (rituales), que configuran y complican
la sintomatología inicial.
4) Atmósfera de duda.
El DSM IV
Criterios para el diagnóstico de F42.8
Trastorno obsesivo-compulsivo [300.3]
A. Se cumple para las obsesiones y las
compulsiones:
Las obsesiones se definen por (1), (2), (3) y
(4): (1) pensamientos, impulsos o imágenes
recurrentes y persistentes que se
experimentan en algún momento del trastorno
como intrusos e inapropiados, y causan
ansiedad o malestar significativos (2) los
pensamientos, impulsos o imágenes no se
reducen a simples preocupaciones excesivas
sobre problemas de la vida real (3) la persona
intenta ignorar o suprimir estos pensamientos,
impulsos o imágenes, o bien intenta
neutralizarlos mediante otros pensamientos o
actos (4) la persona reconoce que estos
pensamientos, impulsos o imágenes obsesivos
son el producto de su mente (y no vienen
impuestos como en la inserción del
pensamiento)
Las compulsiones se definen por (1) y (2): (1)
comportamientos (p. ej., lavado de manos,
puesta en orden de objetos, comprobaciones)
o actos mentales (p. ej., rezar, contar o repetir
palabras en silencio) de carácter repetitivo,
que el individuo se ve obligado a realizar en
respuesta a una obsesión o con arreglo a
ciertas reglas que debe seguir estrictamente
(2) el objetivo de estos comportamientos u
operaciones mentales es la prevención o
reducción del malestar o la prevención de
algún acontecimiento o situación negativos;
sin embargo, estos comportamientos u
operaciones mentales o bien no están
conectados de forma realista con aquello que
pretenden neutralizar o prevenir o bien
resultan claramente excesivos
B. En algún momento del curso del trastorno
la persona ha reconocido que estas
obsesiones o compulsiones resultan excesivas
o irracionales. Nota: Este punto no es aplicable
en los niños.
C. Las obsesiones o compulsiones provocan
un malestar clínico significativo, representan
una pérdida de tiempo (suponen más de 1
hora al día) o interfieren marcadamente con la
rutina diaria del individuo, sus relaciones
laborales (o académicas) o su vida social.
D. Si hay otro trastorno del Eje I, el contenido
de las obsesiones o compulsiones no se limita
a él (p. ej., preocupaciones por la comida en
un trastorno alimentario, arranque de cabellos
en la tricotilomanía, inquietud por la propia
apariencia en el trastorno dismórfico corporal,
preocupación por las drogas en un trastorno
por consumo de sustancias, preocupación por
estar padeciendo una grave enfermedad en la
hipocondría, preocupación por las necesidades
o fantasías sexuales en una parafilia o
sentimientos repetitivos de culpabilidad en el
trastorno depresivo mayor).
E. El trastorno no se debe a los efectos
fisiológicos directos de una sustancia (p. ej.,
drogas, fármacos) o de una enfermedad
médica.
Especificar si: Con poca conciencia de
enfermedad: si, durante la mayor parte del
tiempo del episodio actual, el individuo no
reconoce que las obsesiones o compulsiones
son excesivas o irracionales respecto de una
enfermedad del sistema nervioso central.
También se debe distinguir de los síntomas
que se pueden presentar en asociación con el
consumo crónico de sustancias (p. ej., el
trastorno relacionado con la cocaína no
especificado). Los rasgos obsesivo-
compulsivos de la personalidad en un grado
moderado pueden ser especialmente
adaptativos, en particular en las situaciones
que recompensan el rendimiento elevado.
Estos rasgos sólo constituyen un trastorno
obsesivo-compulsivo de la personalidad
cuando son inflexibles, desadaptativos y
persistentes, y ocasionan deterioro funcional
significativo o malestar subjetivo.
Relación con los Criterios Diagnósticos de
Investigación de la CIE-10Los Criterios
Diagnósticos de Investigación de la CIE-10 y
los criterios del DSM-IV son diferentes, pero
definen en líneas generales el mismo
trastorno. En la CIE-10, esta entidad está
recogida con el nombre de trastorno
anancástico de la personalidad.
Criterios para el diagnóstico de F60.5
Trastorno obsesivo-compulsivo de la
personalidad [301.4]
Un patrón general de preocupación por el
orden, el perfeccionismo y el control mental e
interpersonal, a expensas de la flexibilidad, la
espontaneidad y la eficiencia, que empieza al
principio de la edad adulta y se da en diversos
contextos, como lo indican cuatro (o más) de
los siguientes ítems:
(1) preocupación por los detalles, las normas,
las listas, el orden, la organización o los
horarios, hasta el punto de perder de vista el
objeto principal de la actividad (2)
perfeccionismo que interfiere con la
finalización de las tareas (p. ej., es incapaz de
acabar un proyecto porque no cumple sus
propias exigencias, que son demasiado
estrictas) (3) dedicación excesiva al trabajo y
a la productividad con exclusión de las
actividades de ocio y las amistades (no
atribuible a necesidades económicas
evidentes) (4) excesiva terquedad,
escrupulosidad e inflexibilidad en temas de
moral, ética o valores (no atribuible a la
identificación con la cultura o la religión) (5)
incapacidad para tirar los objetos gastados o
inútiles, incluso cuando no tienen un valor
sentimental (6) es reacio a delegar tareas o
trabajo en otros, a no ser que éstos se
sometan exactamente a su manera de hacer
las cosas (7) adopta un estilo avaro en los
gastos para él y para los demás; el dinero se
considera algo que hay que acumular con
vistas a catástrofes futuras (8) muestra rigidez
y obstinación
La duda
En la base de la duda está la inseguridad. El
mecanismo obsesivo deviene de dos
elementos: la duda y el presagio. La duda que
es lo más excelso del pensamiento analítico. Y
el presagio, el pre sentir que algo va a ocurrir,
que es uno de los elementos del pensamiento
mágico. Hay una amalgama de estos dos
elementos.
Elegir implica perder algo: lo opción no
elegida. La duda es la oscilación entre las
posibilidades de pérdida. Es una inacción
reflexiva en el intento de cuantificar la opción
menos "perdidosa". Nadie quiere perder nada,
pero la capacidad de adaptarse a las pérdidas
es lo que diferencia a un ejecutivo de un
dubitativo.
La duda, como toda incertidumbre, siempre
va acompañada de un grado de tensión,
vivenciado como displacer. Eso se observa en
la conducta que va desde la simple
visualización muscular de la tensión, pasa por
lo gestual (tocarse la barbilla, rascarse la
cabeza, mover lo pies, refregarse las manos,
etcétera), por los movimientos simples de
vaivén (caminar sin finalidad de un lado al
otro, etcétera), por los movimientos más
complejos de la repetición, de la verificación
incesante, hasta llegar a conjuntos de
conductas fijadas que determinan rasgos
pusilánimes
El rígido, mantiene lo ganado, su patrimonio,
tanto de ideas como material. Porque sabe
que dar entrada a una opción (la posibilidad
de cambio) genera la duda y su cortejo de
malestares. Cuando se adaptó,
trabajosamente, a una pérdida, se mantiene
férreamente en lo optado y es muy difícil
sacarlo de ese esquema
Siempre acompaña a la duda, en el obsesivo,
el presentir, el pensamiento mágico de que
algo malo o dañoso para sí mismo o para otros
puede ocurrir si no realiza tal acto, tal acción.
Idea obsesiva vs. idea impuesta de la
esquizofrenia
¿Cuándo decir que una idea es obsesiva y
cuándo diferenciarla de otro tipo de ideas, por
ejemplo de las ideas impuestas de la
esquizofrenia?
En las ideas vivenciadas como impuestas de
la esquizofrenia el paciente no considera que
esa idea proviene de su propio yo y a veces no
la considera absurda, porque no es de él, es
de otro y sí condiciona la conducta, como en
la idea obsesiva.
Obsesión vs. perfeccionismo
Se debe denominar ideación obsesiva cuando
se reunen los criterios anteriores y evitar el
concepto vulgar del término que designa
obsesivo a aquella persona que sólo es
excesivamente meticulosa y pulcra. Tenemos
que diferenciar lo que es una ideación
obsesiva de lo que es el perfeccionismo. ¿Cuál
es el concepto diferencial?
El perfeccionista no considera absurdo lo que
está realizando, inclusive no le produce
angustia, al contrario, en ocasiones le es
placentero, lo considera absolutamente propio
de su yo, integrado a su personalidad.
Por ejemplo un pintor, que en unos
centímetros cuadrados de tela, con un pincel
está buscando el detalle, la luz, que el color
sea exacto. Pero lo hace con placer, con
ganas, es esforzado, es detallista, es
constante, pero no lo considera absurdo el
accionar, al contrario, cree que está haciendo
una cosa de perfección, algo bueno, siente
placer al hacerlo y corresponde a su
personalidad. Su accionar va tras un
resultado, una finalidad que él considera
provechosa.
El deportista, que pasa ocho horas
ejercitándose, es un perfeccionista. O la mujer
ama de casa que limpia muy pulcramente
porque le da placer tener una casa limpia. Es
cierto que también hay mujeres que utilizan la
sobretarea en el hogar para no pensar alguna
problemática emocionalmente costosa, esta
forma de negación o de bloqueo por la acción,
ya es otra cosa. Y hay personas que
consideran realmente absurdo y tonto volver a
limpiar una y otra vez lo mismo, y aquí sí
vemos el rasgo obsesivo.
Si lo diferenciamos así, en la práctica del
consultorio nos vamos a encontrar con algo
interesante: los obsesivos que consultan son
pocos. Son complejos de tratar; carga al
terapeuta de angustia porque se encuentran
con un paciente que le resulta muy difícil
sacarlo de su ideación obsesiva.
En realidad encontramos con más frecuencia
al perfeccionista descompensado. Cuando el
perfeccionista se descompensa, se deprime,
porque se frustra si no le salen bien las cosas,
entonces si rápidamente lo consideramos
como obsesivo y le damos medicación,
instrumentamos una técnica, armonizamos un
poco el esquema de vida del paciente, es
posible que tengamos éxito y mejore. Y nos
ponemos contentos pensando que tratamos
acertadamente a un obsesivo y no,
simplemente volvimos a equilibrar a un
perfeccionista.
Un caso de obsesión
Me contaba una paciente que el marido
llegaba a la casa, y que todo debía estar
cronometrado. Él venía a las seis de la tarde y
ella a las seis menos tres ya estaba mirando la
ventana para abrir la puerta porque él venía
“contaminado” de la calle, entonces, toda la
casa se predisponía para el rito. Los hijos
tenían que permanecer a un costado en la
sala de estar y no saludar al padre, había un
camino prefijado, cubierto con papeles de
diario; cuando llegaba, la mujer abría la puerta
para que no tocase el picaporte, pasaba
siempre exactamente por el mismo lugar e iba
al baño, que estaba abierto, la ducha
emanando agua a la temperatura adecuada y
una bolsa grande de residuos, donde colocaba
toda su ropa "contaminada", y se duchaba. En
otro lugar estaba la ropa limpia, mientras la
mujer limpiaba las pisadas del hombre hasta
el baño. Una vez que estaba
"descontaminado" recién ahí los chicos podían
saludarlo. Condicionaba así, no sólo la
conducta de él, sino también la de toda la
familia.
Un caso de perfeccionismo
Juan estaba preparado, como todos los días a
las seis de la mañana para correr 10
kilómetros por el camino anexo a las vías. La
noche anterior había preparado su atuendo
deportivo perfectamente ordenado cerca de
su cama: las medias de algodón, las zapatillas
especialmente diseñadas para el tipo de
carrera en que él se ejercitaba, los pantalones,
el buzo, la camiseta, el reloj cronómetro,
etcétera. Seguía una dieta estricta y tres
veces por semana se sometía a los rigores de
su entrenador. Su meta inmediata: estar
rankeado entre los diez más veloces en los
100 metros llanos de Argentina. Sus
posibilidades de lograrlo eran factibles, por su
estado físico, su velocidad, y la evaluación de
su entrenador. El esfuerzo, el rescindir ciertos
placeres, eran soportados por la ilusión del
triunfo. Había días de alegría, cuando se
conseguían las metas, y de revisión de errores
y sobre exigencia, cuando no. Una distensión
ligamentosa le impidió presentarse en una
prueba decisiva. Eso lo derrumbó. Cuando lo
trajeron a consulta presentaba todos los
criterios de un síndrome depresivo. Tres
meses después, tratamiento y psicoterapia de
apoyo mediante, volvía a entrenar.
La consulta del perfeccionista y del
obsesivo
¿Cómo se diferencia la forma del discurso de
consulta del perfeccionista y del obsesivo? El
perfeccionista suele consultar por un síndrome
depresivo derivado de frustraciones o
vicisitudes de la vida. Su estructura rígida le
impide la plasticidad necesaria para adaptarse
a estas modificaciones, Pero su discurso versa
sobre el problema circunstancial y no sobre su
rasgo de personalidad, el cual es egosintónico.
El obsesivo consulta por la angustia que le
genera su estado obsesivo y su discurso se
centra en lo obsesivo, y con cierto displacer,
vergüenza, suele narrar sus ritos y
compulsiones. Este epifenómeno le resulta
egodistónico. En ambos es muy útil la consulta
complementaria de los familiares quienes
aportan detalles esclarecedores, que es
omitido por el perfeccionista por no
considerarlos de importancia para su caso, y
por el obsesivo por valorarlos como
vergonzosos. Así pueden narrar que el
desorden puede provocar en el perfeccionista
un estado de reproche y protestas de variado
grado de agresividad, pero es una tormenta
de verano, ya conocida por los familiares. En
el obsesivo, centrado en el orden, esto
provoca un crisis de angustia y la
descompensación es tal que el familiar
aprende que eso "no se puede" hacer y
colabora para que no se repita.
La diferencia entre la ordenalidad de
Tellenbach y el perfeccionista
H. Tellenbach (2) describió que en las
interfaces de los depresivos podía existir una
forma de comportamiento donde se priorizaba
el afán de orden. Pero Tellenbach se apresura
a declarar que dicho afán de orden no debe
ser considerado anormal. Reconoce que en
esta ordenalidad subyace lo angustioso, lo
culpable, el sentido del deber y la formalidad,
la voluntad de servicio y la disposición a
ayudar. Hay respeto por la jerarquía, la
autoridad, la fidelidad y lo moral. Es decir hay
mucho esfuerzo del individuo hacia los otros.
El perfeccionista se caracteriza por trabajar,
esforzarse, por sí mismo, para sí mismo y por
su obra. Y muchas veces trabaja en contra
marea de las opiniones de los demás, incluso
con una actitud de rebeldía. Priorizando sus
concepciones por sobre sus pares como la
historia del arte lo ejemplifica en muchos
casos. El perfeccionista quiere ser ordenado,
meticuloso, detallista. El melancólico, en la
ordenalidad, "debe" ser ordenado, puntilloso,
rendidor.
El sentido del deber
Otro de los rasgos acompañante de la
ordenalidad, según Tellenbach, lo constituye
el "ser-para-otros", entendiendo por ello como
el establecimiento de relaciones
interpersonales en las que predomina el deseo
de ayudar, de servir y sacrificarse por los
demás: "En las relaciones con respecto a los
superiores y los colegas prevalece la fidelidad,
la voluntad de servicio y la disposición a
ayudar. Se respetan la autoridad y la
jerarquía. La familia está ordenada con arreglo
a un modelo patriarcal. El ser-para-otros tiene
aquí el carácter de apego, de afán de
sacrificarse y cuidar, de firme vinculación al
cónyuge y especialmente a los hijos".
Esta disminución de su magnitud con relación
a la de los otros, la vemos repetirse en
muchos tipos de depresivos, manifiestos o
encubiertos, y es uno de los componentes del
rasgo de personalidad “rigidez”. La persona
vivencia que su valor está en la utilidad que
presta a los otros. Se siente responsable si su
accionar no se ajusta a esquemas prefijados y
jerarquizados como “socialmente correctos”.
Se apegan a un dogma. El propio disfrute
queda relegado en función de la ejecución del
deber. Son personas que están “siempre
ocupadas”, que desdeñan una actividad
placentera y si la ejecutan, deben hacerla
dentro de un marco que no interfiera con sus
obligaciones. Este tema y el de ordenalidad lo
ampliaremos cuando tratemos en la siguiente
entrega: Depresión y personalidad
Un caso de ordenalidad
Cristina había pasado por dos fases, con un
intervalo de 3 años, de depresión mayor a
pesar de sus 36 años, cada una de ellas había
durado 7 penosos meses. Tenía como
antecedente que su padre se había suicidado
a los 45 años. Reconocía que el único
tratamiento efectivo, luego de probar toda la
gama de antidepresivos, había sido el
electroshock. Venía a consulta por la provisión
y control del antidepresivo de mantenimiento
que se le administraba en el período
interfases. Vestía con elegante sobriedad, era
de trato respetuoso pero mantenía con
firmeza sus ideas cuando las consideraba
correctas. Odiaba los imprevistos y verse
obligada a cambiar de planes: me cuesta
mucho, tengo que planificar todo de nuevo, se
quejaba. Mantenía un orden impecable en su
casa y en su trabajo, donde era muy querida y
respetada como profesional. Pero todos sabían
que era muy tolerante y comprensiva en
muchos aspectos, menos en el desorden, la
impuntualidad y la desidia. En esas ocasiones
se mostraba inflexible y francamente
desagradable. Verificaba los mínimos detalles
en su afán de que su trabajo, y el de los que
estaban bajo su responsabilidad, sea eficiente.
Para lograrlo solía quedarse horas extras, no
remunerables. En su casa, la lucha era con su
hija adolescente, con un criterio muy distinto
respecto al orden y en cuyo dormitorio "era
imposible entrar". Vivía ocupada, cansada y
planificando tareas. Era difícil hacerla reír con
ganas. Pero ese era el tipo de vida que ella
consideraba normal. El entrecejo a veces
denunciaba la omega melancólica. La mirada,
ciertos gestos y algunas frases, hacían
entrever el temor de que la depresión se
repitiera, a pesar de su esfuerzo por
disimularlo.
Diferencias en el tratamiento
El tratamiento del obsesivo es complejo,
azaroso, de resultado incierto. Se
instrumentan variadas técnicas
psicoterapéuticas, farmacológicas, incluso
quirúrgicas, como recurso extremo, cuando
falló todo: los fármacos, el psicoanálisis. Y a
veces se consiguen remisiones parciales,
alivios temporarios. Otras, el cuadro
permanece inmodificable.
El perfeccionista no se trata, ya que no es
patológico, sino una forma de ser, un rasgo de
personalidad. Puede sufrir descompensaciones
como cualquier otro humano por fracasos,
frustraciones o aconteceres negativos de la
vida, que lo llevan a manifestar un síndrome
depresivo. Éste puede ser compensado por
psicoterapia y antidepresivos. Entonces el
terapeuta, desprevenido, puede ilusionar que
alivió a un "obsesivo".
El melancólico, en ocasiones, suele oscilar
entre la fase depresiva y la ordenalidad. La
ordenalidad para él es "estar sano",
displacenteramente sano, ya que es el estado
interfase entre una crisis y otra. No suele
consultar en este periodo, de algún modo
paradisíaco comparado con el infierno de la
melancólía.
Bibliografía:
1. Marietán, Hugo, Semiología psiquiátrica. Editorial Ananké,
Buenos Aires, 1998
Depresión y personalidad
El Melancoloide
He de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más formar fila para morir
Alejandra Pizarnik
Gráfico 2: rango de humor “normal”
expresado en línea continua y gruesa, con las
oscilaciones características, el "promedio es "
representado por la línea recta del medio. Las
oscilaciones de humor del melancoloide se
expresa en la curva punteada, por debajo de
la línea promedio.
Los melancoloides suelen tener un buen
desempeño en el área del trabajo, son
meticulosos, muy responsables, cuidadosos,
puntuales y, por supuesto, rígidos. Ellos toman
el trabajo como lo único que los entretiene y
que los hace sentir útiles. Se quejan siempre,
pero jamás faltan y son eficientes, son
socialmente útiles.
Siempre protestando, rumiando amarguras y
cada cosa negativa que ocurre, él confirma su
tesis inicial "esta es una vida de mierda".
Autorreproche
Diferenciemos el dolor del sufrimiento. El
término dolor lo reservaremos para lo agudo e
inmediato, ya sea físico o psíquico. Dicha
desarmonía abrupta, producto de una causa
determinada, puede dejar como consecuencia,
en el psiquismo, un estado displacentero que
se prolonga a través del tiempo. A esto lo
llamamos sufrimiento.
El duelo, por ejemplo, es un sufrimiento: se
lleva la congoja a través del tiempo. El
sufrimiento en este caso es el resultado de
una pérdida -lo que antes estaba y que ahora
no.
El melancoloide es un sufriente que se
encargara de flamear la bandera de lo que
sufre y ha sufrido. Generalmente se sirven de
causas lejanas para argumentar su desdicha.
Por ejemplo un paciente explicaba que él
nunca fue feliz porque el amor de su vida fue
una prima, a la cual amó desde la
adolescencia pero que nunca se lo dijo.
Este modo excesivo de autodesvalerse
demuestra vanidad y sobre-estimación de sí
mismo. Ya Schneider postulaba que el
psicópata depresivo le daba un sentido
aristocrático a su sufrimiento.
Con la experiencia se aprende que no hay que
tratar de persuadirlo con frases como “no te
preocupes que tienes una buena familia,
amigos que te quieren, una buena casa”, eso
les indicaría que el terapeuta tampoco lo
entiende. Una escucha sin interrupciones es
una mejor técnica.
Pueden tener un discurso con ideas de
culpabilidad, pero en realidad buscan con sus
quejas que el otro no confirme esa culpa.
Distinto del enfermo depresivo que realmente
siente esa culpa que le produce un gran
sufrimiento, y las argumentaciones en contra
no modifican su postura
Tiene una actitud centrípeta, en consecuencia
una actitud egoísta: un ególatra con un
discurso negativo. Se siente como superior
porque él pasa por el sufrimiento mientras que
las demás personas andan por el mundo sin
haber sufrido. Este concepto, extraído de la
experiencia clínica, está en oposición a
postura habitual de considerarlos como
personas con baja autoestima. Ocurre que el
discurso, tomado superficialmente, induce a
esa falsa conclusión.
La depresión en el normal y en el
psicópata melancoloide
¿Dónde está la utilidad clínica de reconocer al
melancoloide? Los melancoloides también
pueden tener fases depresivas al igual que el
"normal".
¿Qué pasa cuando un "normal" entra en una
fase depresiva? La persona está dentro de su
rango de humor, tiene la fase depresiva y con
tratamiento adecuado, por lo general,,
después de 6-8 meses se reincorpora a su
rango de humor anterior a la fase. Entonces se
dice que tiene una restitución ad integrum. La
experiencia indica que esto no es tan así, pero
lo discutiremos en otro artículo.
Gráfico 3: En la depresión producida en una
persona con rango de humor normal
(expresado en el gráfico por la línea gruesa),
su estado afectivo traspasa el estándar del
rango, pasando a constituir la “fase”
depresiva. En el melancoloide (expresado en
línea punteada) ocurre lo mismo.
¿Qué pasa con el psicópata melancoloide
cuando tiene una fase depresiva? El
melancoloide parte de su estado de humor y
entra a la fase depresiva, con las mismas
características que cualquier otra depresión
(angustia, ideas suicidas, etcétera).
Si desconocemos las características de esta
personalidad, cuando vuelva a su rango de
humor, se tenderá a pensar que continua
deprimido, porque sigue pesimista,
anhedónico, quejoso, sin finalidad, aburrido;
aunque mejore otras características de la
depresión (suicidio, etcétera). ¿Por qué?
Porque siempre se tiende a llevarlo al rango
de "humor normal", cosa que no va a ocurrir
jamás. Entonces se debe trabajar con estos
psicópatas depresivos teniendo en cuenta que
lo melancoloide es su manera de ser. ¿Cómo
lo sabemos? ¿Cómo lo captamos? A través de
los familiares. En una buena anamnesis los
familiares dicen: "mire doctor, él siempre fue
así"; es una manera de ser.
Para evitar la frustración que representa
intentar llevarlo vanamente al rango de humor
normal, deben tener en cuenta estos
conceptos: recuperarse en la mayoría de las
enfermedades psiquiátricas es, simplemente,
llegar al nivel de rendimiento estándar del
individuo anterior al episodio, a eso tenemos
que apuntar, no al rendimiento idealizado al
que debería llegar cualquier ser humano, de
acuerdo a nuestro criterio de lo que es estar
bien. Es simplemente recuperar el estado de
salud anterior y, en el caso de este psicópata,
es seguir siendo un melancoloide.
Tratamiento del melancoloide con fase
depresiva
Se desprende de lo anterior que el tratamiento
de estas personalidades cuando tienen una
“enfermedad depresiva”, es semejante a la de
cualquier depresivo. Se utilizan los
antidepresivos usuales, los que el psiquiatra,
en su práctica, considera adecuados. Lo que
aquí hay que puntualizar es evitar la tentación
de excederse por sobre las dosis habituales,
dado que el cuadro depresivo, en los
melancoloides, en ocasiones, parece
sintomatológicamente más acentuado.
Es de suma importancia que el psiquiatra,
frente a cualquier paciente en fase depresiva,
y que no conozca su evolución previa, que
trate de realizar un perfil de personalidad
consultando con los familiares o allegados, a
fin de tener una idea sobre su rango de humor
habitual, previo a la fase, como se aclara en el
parágrafo anterior.
Dentro de este tipo de personalidad existen
individuos, que realizan consultas
psiquiátricas, ya porque han tenido una fase
depresiva, o porque atribuye su humor
melancólico a factores externos (la familia, el
trabajo, el “estado del país”, etcétera) pueden
requerir un “apoyo terapéutico”. Tal “apoyo”
debe ser cauto, a sabiendas que las
características esenciales de esta
personalidad son inmodificables, y forzar la
elevación del rango de humor hacía lo
“normal” suele ser perjudicial, iatrogénico y
frustrante para el melancoloide, y un fracaso
seguro para el terapeuta.
Tampoco hay que encandilarse con las
respuestas “positivas” a los antidepresivos, ya
que estas son efímeras en los periodos
interfases; estas personas son un buen
porcentaje de las que vienen a la consulta con
una larga lista de medicamentos que han
probado, dados por otra larga lista de
terapeutas. El fracaso farmacológico, es la
norma, por no tener en cuenta las
características de esta personalidad.
Debe evitarse el uso crónico de ansiolíticos,
que si bien es una indicación para cualquier
paciente psiquiátrico, el melancoloide suele
ser adicto a ellos, constituyendo un
subconjunto de los que “hace 20 años que
tomo este ansiolítico”. El ansiolítico puede
usarse por breve tiempo, ante circunstancias
francamente descompensadoras. Las mismas
indicaciones se aplican a los inductores de
sueño, ya que es frecuente que tengan
trastornos de este tipo.
En ocasiones suele ser útil el uso de un
antipsicótico a bajas dosis (Risperidona, 0.5
mg día, Bromperidol 1 mg día, o similares) en
los casos en que se vean abrumados por la
taquipsiquia e iteración de pensamientos (“no
puedo dejar de pensar, es como una máquina
que no para”), y que impliquen un grosero
cambio en su estándar de vida.
Resumiendo, el uso de fármacos en los
melancoloides en interfases debe ser a bajas
dosis, por poco tiempo y sólo en caso de
descompensaciones.
A veces el melancoloide “se le pega” al
terapeuta porque encuentra un lugar donde se
escucha su penar. Aquí el terapeuta debe
resistir su inclinación a adoctrinarlo de
acuerdo a la escuela psicoterapeútica que
siga, y tampoco debe sobrecargarlo de
abstracciones, ni ser un legista del “deber
ser”. Es mejor ser criterioso y fijarse en cuales
son los apoyos naturales.
Por lo general son personas que hacen del
trabajo uno de esos apoyos, aunque su
discurso sea quejoso sobre el mismo, en los
hechos el terapeuta suele captar que es una
de las pocas satisfacciones que encuentra.
Suelen ser trabajadores eficientes. Por eso es
un error terapéutico dejarlos sin ese recurso,
aunque demanden por licencias. Esto se ve
claramente en los periodos de licencia y, más
dramáticamente, en la jubilación. Aquí, lejos
de disfrutar del descanso y del tiempo libre, se
incrementan las vivencias de vacío y sin
sentido. Contaba una paciente que su esposo
había trabajado 30 años en la ex Aguas
Argentinas, como encargado de las
excavaciones para colocar los caños para el
fluido del agua, trabajo intenso y que le
demandaba varias horas extras. Se iba a la
mañana temprano y volvía casi al anochecer.
Hombre de poco humor, pocas salidas,
rutinario. El día que le otorgaron la jubilación
le dijo a su esposa: “Yo he trabajado durante
30 años, ahora voy a descansar”; se bañó, se
puso el pijama y se sentó a ver televisión, y
esa fue su actividad desde que se despertaba
hasta que se iba a dormir, por años. “Y no
quería ni cambiar una lamparita” se quejaba
la esposa.
Otro recurso útil es indagar por aquellas
inclinaciones olvidadas o dejadas de lado por
las circunstancias de la vida. Me refiero a los
hobbies, o habilidades naturales. Recuerdo el
caso de un odontólogo que trabajaba 16 horas
por día, excelente profesional, pero un
melancoloide irónico y sarcástico como el que
más. Su vida se reducía al espacio de su
consultorio. Llegó a la consulta después de
una descompensación cardiaca. Persona muy
inteligente, pero con todo el cortejo del vacío,
el sinsentido y la anhedónia del melancoloide,
acentuados por el hecho clínico pasado y la
obligada licencia. Ningún aliciente parecía dar
resultado hasta que le pregunté si tenía
alguna afición artística. Luego de los
sarcasmos sobre “lo artístico”, me dijo que
siendo adolescente estudió piano durante
cuatro años en el conservatorio. Así que
comencé a trabajar en la recuperación de esa
actividad, con enormes resistencia por su
parte, dada la “inutilidad” de la tarea, la falta
de piano, de lugar, de comprensión de la
familia, y mucos otros ‘razonables’
argumentos. Sin embargo, poco a poco, la
idea fue ganando espacio y el tocar piano se
constituyo en sus horas de relax y
esparcimiento. Desde luego que siguió
protestado y apenándose por un montón de
otros hechos, pero algo es algo.
Resumiendo, el melancoloide es un tipo de
personalidad, no una enfermedad, que sí
puede padecer de cualquier enfermedad
psiquiátrica y debe ser tratada en
consecuencia, pero sin perder de vista la
personalidad previa.
(1) Marietán Hugo, El melancoloide, Alcmeon
41, año XIII, vol 11, nº 1, diciembre de 2003
EPIDEMIOLOGÍA DEPRESIÓN
http://www.sepsiquiatria.org/sepsiquiatria/html/informacion_s
ociedad/manual/a8n4.htm
http://www.solonos.com/articulo/27/psic.artic.300902