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Coronavirus y los espejismos sobre un mundo mejor

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March 27,
2020

Coronavirus Foto: Cottonbro / Pexels

Acerca de las pandemias en la Historia como redes humanas y sus conflictos de


clase. Por ello: “los gérmenes introducidos por los europeos tuvieron un papel
fundamental en las conquistas contra los nativos americanos, los habitantes de las islas
del Pacífico y los aborígenes australianos, matando muchas personas más que las armas
de los conquistadores”.

Esa afirmación acerca del rol de las enfermedades, las epidemias y las pandemias en la
Historia de la humanidad, que, anticipo, puede concebirse en tanto redes y comunicación,
pertenece al fisiólogo, biogeógrafo e historiador Jared Diamond, de la UCLA, miembro de
la Academia de Artes y Ciencias de Estados Unidos, autor de un libro insoslayable para
los tiempos que corren: “Armas, gérmenes y acero: la sociedad humana y sus destinos”
(Editorial Científico Técnica; La Habana; 2005).

Se trata de una evocación a propósito de nuestra época de pandemias, vista desde la


periferia, desde los países del Sur o emergentes, los que, en general, tienen un común
denominador: ser siempre víctimas del modelo de globalidad neoliberal. Y abordada

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también esta misma época y nuestro mundo - con Argentina como caso testigo - en
tanto expresión de conflictos de clases y de colisiones entre proyectos de orden
internacional.

Coronavirus: cronología de la expansión del virus chino que preocupa al mundo

No propongo ninguna aproximación maniqueísta, tan usual en las urgencias


periodísticas. La idea consiste en reflexionar acerca de los males de salud, dramáticos,
trágicos muchas veces, como partes de la Historia, al igual que las guerras y las crisis
económicas o la revoluciones; y que, por consiguiente, no pueden ser consideras por
fuera del conflicto, de la dialéctica de los intereses sociales en pugna.

En el libro “Las redes humanas: una historia global de mundo” (Crítica, Barcelona; 2010),
lo profesores de Cambridge y Georgetown respectivamente, William H. y John R. McNeill,
la explican como un plexo de redes humanas complejas en las que sus miembros
básicamente “comunican” informaciones, ideas, técnicas; amistades y conflictos;
mercancías y guerras; hasta enfermedades y terapias. “Vivimos en la cresta de una ola
que está a punto de romper. La buena suerte, la inteligencia y una tolerancia difícil de
alcanzar tal vez impidan que la red se haga pedazos (…). Tenemos en nuestras manos la
evolución biológica, además de la cultural. Mucho dependerá de a quién pertenezcan
esas manos”, concluyen.

Las enfermedades “comunicadas” en las redes humanas actuales presentan efectos


diferentes respecto de los ocasionados por las pestes anteriores a la irrupción masiva de
antibiótico, sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mundial, y al desarrollo científico
técnico aplicado a la salud.

El coronavirus y la oportunidad de hacernos la pregunta justa

Como se trata de un sistema de interconexiones perteneciente al sistema capitalista


global, con actores hegemónicos y otros subalternos, sus comunicaciones todas – las
enfermedades y las pandemias también – se explican en ese contexto o paradigma
productivo y de distribución de bienes materiales e intangibles, el cual cada día parece
caracterizarse por su agresividad contra el medio ambiente, la sociedad misma y la
sustentabilidad de la Tierra: la desprotección e imprevisión en varios de los países más
desarrollados del planeta al momento de ser sorprendidos por el COVID-19 dan cuenta
de ello, pues las carencias en materia de políticas e insumos para la salud pública,
resultaron catastróficas para pacientes, vidas y bienes materiales.

Algunos gérmenes, ciertas infecciones

“La observación histórica nos lleva a la conclusión de que los gérmenes y las infecciones
han dado forma a la humanidad. Por ejemplo, es probable que una epidemia precipitara
la conquista de Europa por parte de los pueblos indoeuropeos hace 5.000 años (…)”,
sintetizó Diamond en la entrevista ya citada con el diario La Vanguardia, de Barcelona.

Contagio y consumo en tiempos de coronavirus


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La “peste negra” de mediados del siglo XVI provocó la muerte de aproximadamente el 50
por ciento de la población europea, con fuertes consecuencias también en África y Asia.
En Europa, esos índices de mortalidad, como así también la alta rotación migratoria,
ocasionaron una disminución crítica de la mano de obra disponible, haciendo que en el
sistema feudal de explotación de la tierra apareciesen rasgos de ciertos salarios
campesinos, mientras que la burguesía naciente trazó su estrategia de acumulación de
capital e inversión en tecnologías para el reemplazo de la mano de obra disminuida. La
peste ayudó así a la conformación del capitalismo de la Modernidad.

A mediados del siglo XVII se descubre el poder de la quinina para los tratamientos contra
la malaria y las potencias coloniales ponen proa hacia el control comercial de esa
substancia, sobre todo para poder desplegar su poderío militar en las amplias zonas
afectadas, convirtiéndose una enfermedad que aun es endémica en diversas zonas del
planeta en un vector de control imperial.

La pandemia más mortífera de la Historia hasta hoy fue la viruela, que provocó unos
300 millones de fallecimientos; tan antigua como el mesolítico, tuvo uno de sus peores
brotes en la Conquista: fue letal para Perú y las Américas Central y del Norte. La segunda
fue el sarampión, vigente aun con dramatismo en nuestro país; provocó hasta hoy 200
millones de muertos en el mundo, según cifras de la OMS, aunque su contagio, al igual
que lo que acontece con el ébola, se previene con vacunación. La tercera, la peste
bubónica, estuvo activa hasta 1959 y provocó la muerte de más de 12 millones de
personas, mientras el tifus dejó más de 4 millones de fallecidos pero no supone un
peligro en el mundo moderno.

Las pandemias y epidemias que aterrorizaron a la humanidad en los últimos 100 años

El siglo XX había comenzado con la gripe "española", que entre septiembre de 1918 y
abril 1919 causó cinco veces más muertes que las acaecidas durante la Primera Guerra
Mundial: unos 50 millones de víctimas. Entre 1957 y 1958, la gripe asiática (H2N2), que
apareció en China y llegó varios meses después a América y Europa, causó más de un
millón de decesos. Uno millón provocó la llamada gripe de Hong Kong (H3N2), entre
1968 y 1970. El siglo XX finalizó con la quinta pandemia en importancia de la historia, la
de VIH, que desde 1981 lleva sobre sus hombros más de 32 millones de muertes, según
la ONU. En las dos décadas del XXI sufrimos la epidemia de Síndrome Respiratorio
Agudo Severo (SRAS), la actual Covid-19, más las gripes aviar y A, el ébola y el dengue
que persiste.

Y el cólera, una y otra vez. Registró grandes pandemias en los siglos XIX y XX y supera los
tres millones de muertos, de acuerdo a la OMS. Al respecto recuerdo que, en 1991,
escribiendo desde Perú para el diario “El Sol”, de Madrid y acerca de la epidemia que
atacó a ese país, los médicos que se desempeñaban en el ojo del huracán coincidían: en
América Latina, África y otras regiones vulnerables, la verdadera enfermedad se llama
pobreza.

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De la relectura de su libro y las declaraciones a la prensa ya citadas, Jared Diamond nos
deja una conclusión y un interrogante: “La globalización explica que el coronavirus se
esté expandiendo a una velocidad mucho más elevada que otras epidemias del pasado.
¿Tendrá esta pandemia la misma capacidad de influir sobre la humanidad que en otros
casos? Lo veremos durante el próximo año”.

Braudel lo explicó

Voces de cierta izquierda por el mundo, de quienes se dicen progresistas aquí y allá, y
con mucha fuerza entre las cúpulas políticas y hasta gubernamentales de casi todos los
países de Europa y América Latina, más o menos se enardecen y en una suerte de vale
todo teórico lanzan a los cuatro vientos que esta pandemia haría trastabillar al
capitalismo, que el virus abriría escenarios favorables a un Nuevo Orden Internacional,
que la pandemia podría ponerle fin a los dominios imperiales y hasta que de todo esto
surgiría un capitalismo más justo.

El coronavirus, ¿qué vino a limpiar?

Como es usual, las luces francesas encandilan. Así es que surgen interpretaciones en el
sentido de que, ante una verdadera desorientación oficial de base, las medidas de
excepción adoptadas por un gobierno como el de Emmanuel Macrón -congelamiento de
alquileres, por ejemplo-, suponen un golpe de timón, un alejarse del rumbo impuesto
por el orden neoliberal.

En su monumental tesis doctoral “El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época


de Felipe II”, quien quizá sea el historiador y filósofo de la historia más importante del
siglo XX, el maestro Fernand Braudel, enseña que “la historia puede dividirse en tres
movimientos: lo que se mueve rápidamente, lo que se mueve lentamente, y lo que
parece no moverse en absoluto (…). La prioridad causal en la constitución de una
sociedad pertenece a los movimientos de larga duración (o tiempo geográfico), una
historia casi inmóvil, la del hombre en sus relaciones con el medio que le rodea; historia
lenta en fluir y en transformarse, hecha no pocas veces de insistentes reiteraciones y de
ciclos incesantemente reiniciados (…). Y tenemos los movimientos de media duración, o
de tiempo social, que corresponden a las estructuras sociales y al modo en que dichas
estructuras evolucionan; aúna, en consecuencia, lo que llamamos estructura y
coyuntura, lo inmóvil y lo animado, la lentitud y el exceso de velocidad (…) Y terminamos
por encontrar los movimientos de corta duración o de tiempo individual, que más o
menos corresponden a la historia diplomática tradicional, compuesta de guerras,
tratados e intrigas. Se trata de una historia de acontecimientos, compuesta de
oscilaciones breves, rápidas y nerviosas, inteligible sólo dentro de unas determinadas
estructuras de larga y media duración”.

El pensador francés ubica a las enfermedades como contingente del tiempo largo de la
historia, que si bien pueden influir al interior del mediano, social o estructural, las
mismas difícilmente determinen una modificación estructural del mismo, más allá de sus
probable influencias: pongamos como ejemplo las epidemias durante fines del modo de
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producción feudal, que aceleraron la aparición de asalariados y contratos rurales
diferentes a los estados de la gleba, favoreciendo la acumulación primaria y original de la
incipiente burguesía, pero no acabaron por sí mismas acabar con la estructura
(feudalismo).

Coronavirus: cómo prepararnos para continuar el aislamiento

Coronavirus y debates

En su reciente artículo “La emergencia viral y el mundo de mañana”, del 23 de este mes,
el ensayista coreano y académico en Berlín Byung-Chul formula una serie de
ponderaciones y predicciones en torno a las diferencias en los comportamientos
políticos y sus derivaciones a futuro entre estados como el de China y las “democracias
occidentales, aunque no me detendré en ello sino en lo siguiente: contradice con rigor al
prolífico esloveno Slavoj Žižek, quien también acaba de escribir sobre el tema.

Destacó el coreano: Afirma (Žižek) que el virus ha asestado al capitalismo un golpe


mortal (…). Tras la pandemia, el capitalismo continuará aún con más pujanza. Y los
turistas seguirán pisoteando el planeta. El virus no puede reemplazar a la razón (…).
También la instauración del neoliberalismo vino precedida a menudo de crisis que
causaron conmociones (…). El virus no vencerá al capitalismo. La revolución viral no
llegará a producirse. Ningún virus es capaz de hacer la revolución. El virus nos aísla e
individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte. De algún modo, cada uno
se preocupa solo de su propia supervivencia. La solidaridad consistente en guardar
distancias mutuas no es una solidaridad que permita soñar con una sociedad distinta,
más pacífica, más justa”.

Y quizá resulte un aporte sumar otra vez la voz de Jared Diamond , quien en su reciente
libro “Crisis: como se relacionan los países en los momentos decisivos” (Debate;
Barcelona; 2019), afirma: “Se podría relacionar la crisis con el momento de la verdad: un
punto de inflexión en el que la diferencia existente entre las condiciones que se
observan antes y después de dicho momento es mucho mayor que la que existe entre la
fase anterior y posterior de la mayoría de todos los demás momentos”.

Coronavirus, cuarentena y los transgresores

La economía habla

Y nos dice que tras la pandemia y los sacudones del orden global es esperable la
reedición – una vez más - de un proceso de concentración del poder financiero en las
metrópolis. Sólo unos pocos datos.

El Comité de Operaciones de Mercado Abierto de la Reserva Federal (FOMC) confirmó


que comprará los bonos del Tesoro de EE.UU. y los hipotecarios en las cantidades
necesarias para apoyar el funcionamiento armónico del mercado interior. Antes había
anunciado que lo haría por un monto de 500.000 millones de dólares, para los primeros
y por 200.000 millones para los segundo. Además, se prevé que el Departamento del
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Tesoro, en Washington, invierta 30.000 millones diversas herramientas de reactivación.
El gobierno Alemán dispuso de una movilización de más de 700 mil millones de euros
para salir de lo efectos coronavirus; y ya China – con Rusia y la Unión Europea los
“motores” del modelo hegemónico global - había comprado las acciones caídas a pique
de muchas de las corporaciones internacionalizadas, cuando la pandemia comenzó en
Wuhan.

Por otra parte, los propios organismos internacionales de crédito informan que, en los
países de mercados emergentes (periféricos), en los últimos días se registro una fuga de
capitales vía salida de fondos de de inversión por 86 mil millones de dólares, lo cual nos
habla de un colapso nuevo para esas economías, con aumentos de sus deudas
soberanas, recesión y multiplicación como el virus, pero esta vez el de la pobreza.

El coronavirus y la esperanza

En ese contexto, y sin desconocer la gravedad de lo que acontece ni mucho menos


opinar sobre la pertinencia o no de nuestras cuarentenas - a contramano de los que
puede provocar la angustia colectiva, esa que convierte a seres expectantes y de repente
en infectólogos, epidemiólogos y sanitaristas de entre casa -, de ninguna manera parece
saludable obturar de plano las miradas críticas en torno a los verdaderos alcances de la
pandemia – de muy bajo alcance y letalidad, coinciden los especialistas -, y por
consiguiente respecto de cuan acertadas o no son las decisiones estatales de aislamiento
total como forma de achicar la cadena de contagios.

Sobre todo por eso de los ganadores y los perdedores alrededor del tablero mundial.
Desde nuestros países sometidos y lacerados por diferencias e injusticias sociales que
marginan casi siempre a no menos de la mitad de sus poblaciones, es dable prestarle
atención a cuáles pueden ser las consecuencias sociales de una virtual parálisis
económica. Y, lo que no es menor, a cuáles serán los roles del miedo, del terror hecho
paranoia social, y del espejismo de solidaridad interclases, de mágica unión entre todos,
que como tal es mentiroso o al menos deformante; como así también al de los
dispositivos de vigilancia social que se están consolidando. Todo ello en orden a los altos
niveles de conflictividad que podrían registrarse más en breve que a largo plazo.

El coronavirus cuestiona la soberbia de la ciencia positivista

Último apunte y corolario

Para el cierre, ciertas aproximaciones en torno a lo que defino como comportamiento


clasista del coronavirus; y parto de lo que caracterizara más arriba como Argentina un
caso testigo: todo indica que el virus llegó, fundamentalmente, a través de viajeros que
volvieron de Europa, quienes, a excepción de aquellos que se trasladaron por
circunstancia profesionales, de trabajo o familiares, en su inmensa mayoría, en tanto
vectores del virus, pertenecieron a sectores sociales acomodados.

Por otro lado, es seguro que muchas violaciones a las normas sanitarias impuestas por el
gobierno se registran entre las capas populares, aunque las más de las veces lo hacen
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por necesidades urgentes: si no trabajan no comen y, además, no suelen contar con los
tejidos sociales de otros grupos con mejores posibilidades materiales. En cambio, las
más visibles inconductas son verdaderas tropelías sin empatía social de individuos
pertenecientes a las mismas clase que viajaron, volvieron y eluden cuarentenas o las
aprovechan en forma provocadora para tomar sus automóviles, cuando no yates, e irse
de solaz y descanso.

Y ahora sí, ciertos recuerdos a titulo de corolario. Me refiero a mis conversaciones con
quien fuera uno de los intelectuales argentinos más lúcidos de las últimas décadas, al
artista plástico y filósofo del diseño, Tomás Maldonado, radicado hace mucho en Milán y
fallecido allí a fines de 2018. Decía “el capitalismo es el sistema digestivo más poderoso
que creó ´la naturaleza’; hasta ahora todo lo metabolizó, convirtiéndolo en energía para
sí mismo…o desde la arquitectura, sigue comportándose como la estructura perfecta,
flexible al infinito pero inquebrantable…”.

No será un virus lo que termine con él.

Víctor Ego Ducrot


Periodista, escritor y docente. Doctor en Comunicación de la
Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Profesor titular de Historia
del Siglo XX (Cátedra II) en la Facultad de Periodismo y Comunicación
Social de la UNLP. Profesor Análisis y Producción Crítica de Narrativas
sobre Delito y Violencia, en la maestría Comunicación y Criminología
Mediática, de la misma unidad académica.

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