Antes de adentrarnos cabalmente en el tema de la Educación Estética, y producto de
que no llegó a ser un tema de clase, es conveniente saber qué se entiende por concepto de “Estética” y su desarrollo histórico.
Del griego “AISTHESIS” – “Percibir por los sentidos”. Alejandro Baumgarten
(1714-1762) filósofo y matemático fue el primero en utilizar el término clásico para titular una de sus obras. En su inicio se planteó como una nueva lógica del conocimiento sensible. Actualmente corresponde a una ciencia y disciplina autónoma que especula sobre el fenómeno del arte en general, el acto humano que de ahí emana y las características del objeto producido. La estética trata de la belleza y de la teoría fundamental y filosófica del arte, de la percepción y o apreciación de la belleza, anteponiéndose a los aspectos intelectuales, religiosos, morales y sociales.
El tema de la Estética nos plantea las siguientes aristas:
El problema de la estética. Ésta no puede establecer un criterio o reglas para la
creación o apreciación de la obra de arte. La estética no puede alterar directamente nuestras experiencias estéticas. Sólo nos ayudará a entenderlas. La estética no puede explicarnos qué es lo que queremos decir cuando hablamos de “bello o estético”. Podrá informarnos a los sumo de otra cualidad común que quizás posean las experiencias estéticas o las cosas bellas, y la que, aunque no nos ocupemos de ella, hace a éstas lo que son. Si nos preguntamos qué es una cosa bella, la mejor respuesta parece ser: “una cosa sensible que nos agrada por la significación o sentido que tiene para nosotros”. Si se acepta la respuesta anterior, la pregunta debiera hacerse con respecto a la experiencia estética y no a la cosa bella, puesto que las cosas no significan nada en sí mismas. Significamos algo con ellas, o leemos en ellas un significado. La belleza por lo tanto, aunque por lo común la atribuimos a los objetos, lo hacemos así equivocadamente como cuando les atribuimos “extrañeza”, “agrado”, etc. Podría afirmarse que la belleza es una cualidad real de nuestros datos sensibles, a su vez condicionados por nuestros órganos, nuestros recuerdos, nuestra salud, intereses, etc. Pero de dos imágenes mentales, que no puedan distinguirse cualitativamente, una será más o menos significativa para mí o para los demás, o de significación distinta, según el momento en que se experimenten. Si buscamos las razones de la experiencia estética y no de la belleza, por lo menos, no damos por resuelta la cuestión de la realidad objetiva de la belleza.