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Revolución
y
Contra-Revolución
Tradición y Acción
por un Perú Mayor
Plinio Corrêa de Oliveira
Revolución
y
Contra-Revolución
Tradición y Acción
por un Perú Mayor
PARTE I
LA REVOLUCIÓN
Capítulo I
Capítulo II
Crisis del hombre occidental y cristiano
Esa crisis es principalmente la del hombre occidental y cristia-
no, es decir, del europeo y de sus descendientes, el americano y el
australiano. Y es en cuanto tal que la estudiaremos más particular-
mente. Ella afecta también a los otros pueblos, en la medida en que
a éstos se extiende y en ellos echó raíces el mundo occidental. En
esos pueblos tal crisis se complica con los problemas propios de las
res-pectivas culturas y civilizaciones y con el choque entre éstas y
los elementos positivos o negativos de la cultura y de la civilización
oc-cidentales.
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Primera Parte – La Revolución
Capítulo III
1. ES UNIVERSAL
Esa crisis es universal. No existe hoy pueblo que no esté alcan-
zado por ella, en mayor o en menor grado.
2. ES UNA
Esa crisis es una. Es decir, no se trata de un conjunto de crisis
que se desarrollan paralela y autónomamente en cada país, ligadas
entre sí por algunas analogías más o menos relevantes.
Cuando ocurre un incendio en un bosque, no es posible
considerar el fenómeno como si fuesen mil incendios autónomos y
paralelos, de mil árboles vecinos unos de otros. La unidad del
fenómeno “combus-tión”, ejerciéndose sobre la unidad viva que es
el bosque, y la circuns-tancia de que la gran fuerza de expansión de
las llamas resulta de un calor en el cual se funden y se multiplican
las incontables llamas de los diversos árboles, todo en fin,
contribuye para que el incendio de la floresta sea un hecho único,
que engloba en una realidad total los mil incendios parciales, por
más diferentes que sean cada uno de éstos en sus accidentes.
La Cristiandad occidental constituyó un solo todo, que trascen-
día a los diversos países cristianos, sin absorberlos. En esa unidad
viva se operó una crisis que acabó por alcanzarla por entero, por el
calor sumado y, más aún, fundido, de las cada vez más numerosas
crisis locales que desde hace siglos se vienen interpenetrando y en-
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Capítulo III
3. ES TOTAL
Considerada en un determinado país, esa crisis se desarrolla en
una zona de problemas tan profunda, que se prolonga o se
desdobla, por el propio orden de las cosas, en todas las potencias
del alma, en todos los campos de la cultura, en fin, en todos los
dominios de la acción del hombre.
4. ES DOMINANTE
Encarados superficialmente, los acontecimientos de nuestros
días parecen una maraña caótica e inextricable, y de hecho los son
desde muchos puntos de vista.
Entretanto, es posible discernir resultantes, profundamente cohe-
rentes y vigorosas, de la conjunción de tantas fuerzas desvariadas,
siempre que éstas sean consideradas desde el ángulo de la gran crisis
de que tratamos.
En efecto, al impulso de esas fuerzas en delirio, las naciones
occidentales van siendo gradualmente impelidas hacia un estado de
cosas que se va delineando igual en todas ellas, y diametralmente
opuesto a la civilización cristiana.
De donde se ve que esa crisis es como una reina a la que todas
las fuerzas del caos sirven como instrumentos eficientes y dóciles.
5. ES PROCESIVA
Esa crisis no es un hecho espectacular y aislado. Ella constituye,
por el contrario, un proceso ya cinco veces secular, un prolongado
sistema de causas y efectos que, habiendo nacido en determinado
momento, con gran intensidad, en las zonas más profundas del alma
y de la cultura del hombre occidental, viene produciendo, desde el
siglo XV hasta nuestros días, sucesivas convulsiones.
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Primera Parte – La Revolución
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Capítulo III
B. Pseudo-Reforma y Renacimiento
Este nuevo estado de alma contenía un deseo poderoso, aunque
más o menos inconfesado, de un orden de cosas fundamentalmente
diverso del que había llegado a su apogeo en los siglos XII y XIII.
La admiración exagerada, y no pocas veces delirante, por el mun-
do antiguo, sirvió como medio de expresión a ese deseo. Procurando
muchas veces no chocar de frente con la vieja tradición medieval, el
Humanismo y el Renacimiento tendieron a relegar la Iglesia, lo so-
brenatural, los valores morales de la Religión, a un segundo plano. El
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Primera Parte – La Revolución
C. Revolución Francesa
La acción profunda del Humanismo y del Renacimiento entre los
católicos no cesó de dilatarse en una creciente cadena de conse-
cuencias en toda Francia. Favorecida por el debilitamiento de la pie-
dad de los fieles —ocasionado por el jansenismo y por los otros fer -
mentos que el protestantismo del siglo XVI desgraciadamente había
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Capítulo III
D. Comunismo
En el protestantismo nacieron algunas sectas que, transponiendo
directamente sus tendencias religiosas al campo político, prepararon
el advenimiento del espíritu republicano. San Francisco de Sales, en
el siglo XVII, previno contra estas tendencias republicanas al Duque
de Saboya 1. Otras, yendo más lejos, adoptaron principios que, si no
pueden ser llamados comunistas en todo el sentido actual del térmi-
no, son por lo menos pre-comunistas.
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Capítulo IV
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Sobre Revolución y Contra-Revolución y su Autor, son elocuentes los
juicios de eminentes personalidades de la Iglesia Católica:
lP. Anastasio Gutiérrez C.M.F. (1994), uno de los mayores canonistas del
siglo XX, fundador en Roma del Institutum Iuridicum Claretianum:
“Revolución y Contra-Revolución es una obra magistral, cuyas enseñanzas
deberían ser difundidas has-ta penetrar en la conciencia de todos aquellos
que se sienten verdaderamente católicos. (...) En suma, osaré decir que es
una obra profética en el mejor sentido del término; así como que su
contenido debería ser enseñado en los centros supe-riores de la Iglesia”.