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Universidad de Guadalajara

Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades

Derecho Penal I

Lic. José Salvador López Jiménez.

4-B Semiescolarizado

Elementos del delito


CAPÍTULO IV (Código penal para el Estado libre y soberano de Jalisco)

Causas Excluyentes de Responsabilidad

Artículo 13. Excluyen de responsabilidad penal las causas de inimputabilidad, las


de inculpabilidad y las de justificación.

I. Son causas de inimputabilidad:

a). El hecho de no haber cumplido dieciocho años de edad, al cometer la


infracción penal;

b). La demencia u otro trastorno mental permanente del infractor;

c). Encontrarse el activo, al ejecutar el hecho o incurrir en la omisión, bajo la


influencia de un trastorno transitorio y grave de la personalidad, producido en
forma accidental e involuntaria;

d). La sordomudez, ceguera de nacimiento o sobrevenida antes de los cinco años


de edad, cuando el sujeto carezca totalmente de instrucción, si esto lo privó de los
conocimientos indispensables, de orden ético o moral, que le permitan distinguir el
bien del mal; y

e). El miedo grave, cuando éste ofusque el entendimiento de tal manera, que el
activo pierda su voluntad de actuar y obre, por ende, sin discernimiento.

Las circunstancias que se mencionan en los cuatro últimos incisos de esta fracción
sólo obrarán como causa de inimputabilidad cuando anulen la capacidad del
sujeto para comprender la ilicitud de su conducta y poderse determinar conforme a
tal comprensión.

II. Son causas de inculpabilidad:

a). El temor fundado e irresistible de un mal inminente y grave en la persona del


contraventor o de alguien ligado a éste por vínculos cercanos de parentesco o por
lazos de amor o de estrecha amistad;

b). Ejecutar un hecho que no es delictuoso, sino por circunstancias del ofendido, si
el ejecutor las 4 ignoraba inculpablemente al tiempo de obrar;
c). Causar un daño por mero accidente, sin dolo ni culpa, ejecutando un hecho
lícito;

d). El error de hecho, esencial e invencible;

e). Obedecer a un superior legítimo en el orden jerárquico, cuando su orden no


constituya notoriamente un delito; y

f). El hecho se realice sin la intervención de la voluntad del agente; y

III. Son causas de justificación:

a). Obrar en cumplimiento de un deber o en el ejercicio de un derecho consignado


en la ley;

b). Contravenir lo dispuesto en la Ley Penal, por un impedimento legítimo o


insuperable;

c). El estado de necesidad, cuando exista la urgencia de salvar bienes jurídicos


propios o ajenos en un peligro real, grave e inminente, siempre que no exista otro
medio producible y menos perjudicial;

d). Ocultar al responsable de un delito o los efectos, instrumentos del mismo,


cuando no se hiciere por interés bastardo, siempre que se trate de los
ascendientes y descendientes consanguíneos, afines o adoptivos, del cónyuge,
concubina o concubinario o parientes colaterales por consanguinidad hasta el
cuarto grado, o por afinidad hasta el segundo y los que estén ligados con el
delincuente por amor, respeto, gratitud o estrecha amistad; y

e). La legítima defensa de la persona, honor, derechos o bienes del activo; así
como de la persona, honor, derechos o bienes de otro; entendiéndose que se
encuentra en tal hipótesis quien rechace una agresión actual, real, violenta e
ilegítima que genere un peligro inminente.

No operará tal excluyente, si el activo provocó la agresión o la previó o pudo


evitarla fácilmente por otros medios. Operará parcialmente dicha excluyente, si no
hubo necesidad racional del medio empleado en la defensa o si el daño que iba a
causar el agresor era fácilmente reparable por otro medio o era notoriamente de
poca importancia, comparado con el que causó la defensa.

Se presumirá que actúa en legítima defensa quien rechace y dañe a un intruso


que realice un escalamiento o fractura de las cercas, paredes o entradas de su
casa o departamento habitado o de sus dependencias interiores, y que exista la
presunción evidente de cometer una agresión o la comisión de un delito. La misma
presunción favorecerá al que dañe a un intruso que encontrare en la habitación
propia o familiar, o de aquella persona a quien tenga obligación de defender, o en
lugar donde se encuentren sus bienes propios o ajenos que deba cuidar, siempre
que la presencia del extraño ocurra en circunstancias que revelen la posibilidad de
una agresión por el intruso. El Ministerio

Público en la averiguación previa resolverá de oficio si opera o no la legítima


defensa.

En el caso de exceso en la legítima defensa que se menciona en este artículo, se


aplicará al infractor la pena de tres días a ocho años de prisión.

CAPITULO III (Código Penal Federal)

Personas responsables de los delitos

Artículo 13.- Son autores o partícipes del delito:

I.- Los que acuerden o preparen su realización.

II.- Los que los realicen por sí;

III.- Los que lo realicen conjuntamente;

IV.- Los que lo lleven a cabo sirviéndose de otro;

V.- Los que determinen dolosamente a otro a cometerlo;

VI.- Los que dolosamente presten ayuda o auxilien a otro para su comisión;
VII.- Los que con posterioridad a su ejecución auxilien al delincuente, en
cumplimiento de una promesa anterior al delito y

VIII.- los que sin acuerdo previo, intervengan con otros en su comisión, cuando no
se pueda precisar el resultado que cada quien produjo.

Los autores o partícipes a que se refiere el presente artículo responderán cada


uno en la medida de su propia culpabilidad.

Para los sujetos a que se refieren las fracciones VI, VII y VIII, se aplicará la
punibilidad dispuesta por el artículo 64 bis de este Código.

El bien jurídico y el objeto material

El bien jurídico cumple importantes funciones en la dogmática penal; lo hace


como criterio para la clasificación de los delitos, y como elemento de base y límite
al orden penal. Así, el bien jurídico ha servido al liberalismo como barrera
contenedora del poder punitivo. Esta idea de bien jurídico como noción reductora
de la coerción estatal se encuentra actualmente en una de sus más fuertes crisis.

El bien jurídico ha de ser distinguido del objeto de la acción. Podría enunciarse


así, como lo ha hecho la doctrina, un distingo entre objeto material y objeto jurídico
del delito, siendo este último el bien jurídico. El objeto material, u objeto de la
acción, es aquel ente físico sobre el cual, concretamente, recae la acción del
sujeto. Por ejemplo, en el delito de hurto es el objeto material del delito la cosa
mueble que ha sido sustraída, y es el bien jurídico la propiedad.

El objeto material es la persona o cosa afectada directamente por el daño causado


por la conducta delictiva o el peligro en que se colocó a dicha persona o cosa.

Cuando la amenaza o daño afecta directamente a una cosa, el objeto material


será la cosa afectada por ejemplo en el robo, la cosa mueble ajena es el objeto
material; en el despojo lo son el inmueble, las aguas o los derechos reales; y en el
daño o propiedad ajena lo son los muebles o los inmuebles, indistintamente.
En la disponibilidad del bien material tenemos que existen los bienes materiales e
inmateriales, bien jurídico que pertenece al individuo, que es quien puede disponer
de dicho bien, entre ellos, se desglosa:

Bienes Individuales: de tipo material como es todo aquello que tiene valor
monetario, como por ejemplo las propiedades o bienes patrimoniales, y de tipo
inmaterial, como la vida, la salud, la libertad, el honor).

Bienes Colectivos: Son aquellos que corresponden a la familia, la sociedad, a la


comunidad local, nacional, internacional.

La inexistencia del bien jurídico, la falta de lesión al bien jurídico o el


consentimiento del pasivo (en algunos supuestos) pueden producir ausencia de
tipicidad en la conducta, lo cual sucede cuando el titular del bien a proteger otorga
su asentimiento antes del ataque respecto de aquellos bienes disponibles por él,
que en algunos códigos pueden ser entre otros, los llamados delitos perseguibles
previa querella o delitos privados, (como lo son injurias, golpes simples, etcétera) y
aquellos que admiten el consentimiento como causa de exclusión del delito, de
acuerdo a lo establecido en algunas legislaciones en cuyo caso se requiere la
existencia de los siguientes supuestos:

1) Que el bien jurídico sea disponible

2) Que el titular del bien tenga capacidad jurídica para disponer libremente del
mismo, y

3) Que el consentimiento sea expreso o tácito y sin que medie algún vicio; o bien,
que el hecho se realice en circunstancias tales que permitan fundadamente
presumir que, de haberse consultado al titular, éste lo hubiese otorgado.

Consentimiento y perdón del ofendido

La redacción del artículo 93 del Código de Penal del Distrito Federal, hasta antes
de su reciente reforma, publicada en el Diario Oficial 13-I-1984, era la siguiente:
“El perdón o el consentimiento del ofendido extingue la acción penal, cuando
concurran estos requisitos: I. que el delito no se pueda perseguir sin previa
querella; que el perdón se conceda antes de formularse conclusiones por el
Ministerio Público, y que se otorgue por el ofendido o por la persona que
reconozca éste ante la autoridad como su legítimo representante o por quien
acredite legalmente serlo, o en su defecto, por tutor especial que designe el juez
que conoce del delito”. El perdón y el consentimiento del ofendido son causas
extintivas de la acción penal exclusivamente en aquellos delitos que se persiguen
por querella necesaria. Excepcionalmente, el perdón puede extinguir inclusive las
sanciones ya impuestas, como en el caso del delito de adulterio (artículo 276 del
Código de Penal del Distrito Federal). Los delitos perseguibles por querella
necesaria son, entre otros: rapto, estupro, injurias, difamación, calumnia, golpes
simples (artículo 263 del Código de Procedimientos Penales para el Distrito
Federal); daños en propiedad ajena por imprudencia (artículo 62 del Código de
Penal del Distrito Federal); adulterio, robo o fraude entre ascendientes y
descendientes, robo o fraude entre cónyuges o determinados parientes, abuso de
confianza, y ciertas lesiones, incluidas en el artículo 289 del Código de Penal del
Distrito Federal. Puede estimarse que el consentimiento del ofendido alude a un
acto anterior o coincidente de la comisión del factum delictual, mediante el cual el
afectado por sus perjuicios consensua, expresa o tácitamente, su ejecución. El
perdón es un acto (en sus variantes de judicial o extrajudicial) posterior al delito,
por lo que el ofendido hace remisión o exterioriza su voluntad de que no se
comience o no se prosiga el procedimiento contra el encartado. El consentimiento
del ofendido no es un medio extintivo de la responsabilidad penal, en sentido
estricto, sino más bien, como sostiene García Ramírez, una causa excluyente de
incriminación, a título de atipicidad o de licitud, que impide – ab initio -, la
integración del delito. Por contra, el perdón (paragonable, en alguna manera, con
el requisito de procedibilidad de la querella) del legitimado para otorgarlo (ya sea
el ofendido, la víctima o un tercero) pone fin a la pretensión y, excepcionalmente
(caso, ya señalado del adulterio, artículo 276 del Código de Penal del Distrito
Federal), a la ejecución de la pena.

La inexistencia del bien jurídico


La inexistencia del bien jurídico, la falta de lesión al bien jurídico o el
consentimiento del pasivo (en algunos supuestos) pueden producir ausencia de
tipicidad en la conducta, lo cual sucede cuando el titular del bien a proteger otorga
su asentimiento antes del ataque respecto de aquellos bienes disponibles por él,
que en algunos códigos pueden ser entre otros, los llamados delitos perseguibles
previa querella o delitos privados, (como lo son injurias, golpes simples, etcétera) y
aquellos que admiten el consentimiento como causa de exclusión del delito, de
acuerdo a lo establecido en algunas legislaciones en cuyo caso se requiere la
existencia de los siguientes supuestos:

1) Que el bien jurídico sea disponible

2) Que el titular del bien tenga capacidad jurídica para disponer libremente del
mismo, y

3) Que el consentimiento sea expreso o tácito y sin que medie algún vicio; o bien,
que el hecho se realice en circunstancias tales que permitan fundadamente
presumir que, de haberse consultado al titular, éste lo hubiese otorgado.

Tipos penales abiertos y tipos de penales cerrados

Los tipos abiertos pueden ser estudiados en relación a dos aspectos: su ubicación
en la teoría del delito y su relación con el principio de legalidad (su determinación
legal) en éste último caso al igual que las leyes penales en blanco, el límite de lo
admisible desde el punto de vista constitucional sólo operará sobrepasado en
aquellos casos en que el tipo legal no contenga el núcleo fundamental de la
materia de la prohibición y, por tanto, la complementación ya no sea sólo
cuantitativa sino eminentemente cualitativa.

Tipo cerrado es aquel y con el cual coincidimos, en el que el acto prohibido


aparece legalmente determinado en todas sus características, mediante la
descripción completa de sus rasgos fácticos reales, sin dejar al intérprete, para
comprobar la ilicitud, otra tarea que no sea la de verificar la correspondencia entre
la conducta y la descripción típica , así como la inexistencia de causas de
justificación, es decir, aquellos tipos en los cuales la ley delimita nítida y
exactamente, con la precisión posible, mediante el empleo de cláusulas
descriptivas de contenido concretamente determinado.

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