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ACERCA DE LAS IMPLICACIONES PSICOLOGICAS DEL ABORTO:

"NI TANTO NI TAN POCO"

Dr. José Luis Rodríguez

Introducción

El aborto inducido ha sido valorado por científicos, teólogos y legisladores en las formas más diversas,
dependiendo siempre de lo que cada uno considera como el "origen de la vida humana". Lo que para unos, en
determinadas circunstancias, es un homicidio, para otros, es una protección de la vida en un sentido más
amplio.
Para la escuela genética, una vez concebido por seres humanos, el producto es humano y cualquier atentado
contra éste se consideraría como un atentado contra la persona humana.
La escuela filogenética postula un cierto grado de desarrollo del producto para que éste pueda considerarse
"humano". En dicha escuela el cigoto no lo es, pero sí el embrión ya cerebrado. Para otros, en la misma
escuela, no se pueden establecer líneas claramente distintas en la continuación del desarrollo embriónico, pero
interpretan los datos biológicos concluyendo que el embrión es un ser humano a partir de las 20 semanas.
Para los representantes de la escuela social, la vida es un fenómeno que trasciende a los individuos como tales
y sólo puede entenderse como un proceso en el que la concepción del individuo es una etapa en el desarrollo
de la especie. Considerar a un cigoto o a un feto como un "ser humano" es una cuestión de "definición" y no
de "hechos". Los hechos son los mismos, las definiciones del ser humano son múltiples.
El problema planteado por la hipótesis de la escuela social es el de quién construye la definición y con qué
criterios. Podrían, en un momento dado, ¿caer los niños fuera de la definición de ser humano?.
El fundamento de una sana posición ética partiendo de los datos biológicos y considerando la multiplicidad y
divergencias de las interpretaciones, según las distintas escuelas, estaría en la manifestación clara y humilde
de las propias convicciones morales, partiendo de las creencias y sistema valorativo de cada uno. Las
manifestaciones y afirmaciones de las propias convicciones exige, en términos de la comunicación humana,
un respeto genuino por las convicciones, creencias y moral de los demás.
Según lo informado por el Consejo Coordinador de Políticas para la Mujer, en la Argentina mueren doscientas
mujeres por año por aborto realizado en malas condiciones. Doscientas mujeres jóvenes que no tuvieron (y no
tendrán a las que les toque este año) plata para pagarse un aborto profesional, y que representan un pequeño
porcentaje de las 350 mil mujeres que abortan por año en nuestro país, pese a que la interrupción voluntaria
del embarazo está prohibida por ley.
La totalidad de los grupos y de los individuos parecen estar de acuerdo en que la vida debe ser estimulada,
protegida e impulsada. Las diferencias surgen de los diversos conceptos que grupos e individuos tienen de la
vida y de lo que significa estimular, proteger e impulsar la vida del individuo y de su especie.
Parece que no existe desacuerdo en que los derechos humanos están involucrados en las decisiones sobre el
aborto. Las divergencias aparecen al intentar discernir las prioridades de dichos derechos.
Al llegar a la toma de decisiones en el asunto que nos ocupa, en el que la interpretación de la prueba científica
es subjetiva y múltiple, las filosofías sobre el hombre divergentes, y muy diversos los planteamientos de
legisladores y moralistas, muy difícilmente podremos echar mano de criterios universales para fundamentar
una acción.
¿Sería posible, partiendo de generalidades, llegar a una formulación ética satisfactoria, definitiva y perdurable
sobre el aborto inducido? Mi opinión es que no.
En todos los países, el problema de los embarazos no deseados está en relación con un bajo nivel de
conocimientos en materia de vida sexual de los adultos, de los adolescentes y de los niños de ambos sexos. La
ignorancia masiva es el resultado de una larga política de ocultamiento y de culpabilización de la sexualidad.

¿Qué pasa con la Mujer?

En 1909 el psiquiatra alemán Kraepelin inició el debate con la teoría de que el aborto mitiga el sufrimiento
psíquico.
Cabe aquí una acotación, los investigadores en contra del aborto parecen estar más inclinados a plantear temas
relacionados con los sentimientos de arrepentimiento y culpa. Como resultado, tienden en mayor medida a
descubrir fuertes síntomas negativos.

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No es posible apoyar los argumentos a favor del aborto como desencadenante de trastornos psiquiátricos
graves. ("Psychiatric Aspects of Abortion" - American Psychiatric Press, 1991.)
OMS 1978: "Contamos ahora con un volumen cuantioso de datos procedentes de muchos países tras un
seguimiento esmerado y objetivo, que sugieren un elevado índice de beneficios psicológicos y una baja
incidencia de secuelas psicológicas adversas; además, cuando se produce la depresión post aborto, a menudo
se debe, al parecer, a situaciones de estrés ajenas al aborto."
Dagg (1991): las secuelas negativas aparecen en una minoría de mujeres y cuando se producen estos
síntomas, normalmente parecen ser la continuación de los síntomas que habían aparecido antes del aborto y
tienden a menguar inmediatamente después del mismo.
Congreso de Ginecología Psicosomática, Londres, 1971: Se señalaron secuelas de moderada intensidad en
mujeres que había logrado una interrupción legal del embarazo. Muchas de ellas tenían remordimientos o se
lamentaban, pero en pocos casos la intervención había provocado reacciones psiquiátricas graves.
Dejando de lado ciertas reacciones de angustia inmediatamente posteriores al despertar, en general las
reacciones predominantes en la interrupción del embarazo son a corto plazo de alivio, lo que no ha de hacer
olvidar ciertas manifestaciones de falsa euforia. En cambio, entre 3 y 6 meses más tarde, cuando el
acontecimiento real ya ha quedado atrás, pero su reactivación se pone de manifiesto en calidad de
reminiscencias, pueden aparecer secuelas negativas más importantes. Por último, en lo que toca a las secuelas
a largo plazo, campea la duda. En efecto, si bien los psiquiatras advierten a menudo su aparición en la
menopausia, cuya sintomatología depresiva se asocia a un aborto, o incluso a uno espontáneo acaecido
muchos años atrás, dado que los que llegan al psiquiatra son sobre todo los casos "negativos".
Kummer (1963): el embarazo y el parto es un estrés mucho más pronunciado que el aborto y concluye que, en
vez de ser este último un factor precipitante de enfermedad mental, sería por el contrario una defensa contra
ella en mujeres predispuestas.
Ey: lo más particular en los abortos son las condiciones de angustia en que a menudo se producen. No es el
aborto en sí, sino la angustia del embarazo no deseado, que puede entrañar complicaciones.
Un aborto sólo raramente desencadena enfermedades psíquicas graves y en ese sentido puede ser más
peligrosa la continuación forzada de un embarazo no deseado; pero el trauma del aborto no es equiparable al
ocasionado por cualquier otra circunstancia de la vida; por el contrario, el duelo por el aborto tiene un
contenido específico, entrañablemente unido a los núcleos más profundos de la personalidad.
Un aborto siempre deja cicatrices retráctiles en el inconsciente, que al replegarse distorsionan el equilibrio
anímico y sustraen energías y capacidades, que sólo se recuperan a través de una trabajosa elaboración
consciente.
Podríamos decir que los abortos son siempre abortígenos para los mejore impulsos de la vida anímica.
En caso de situaciones psicopatológicas previas, se puede pensar que la estructura patógena de la personalidad
actúa de algún modo desde el principio, llevándolas a embarazos en condiciones de salud poco propicias, o a
embarazarse y a enfermarse luego. Los estudios de factores psicodinámicos profundos revelan en alta
proporción conflictos sadomasoquistas intensos.
En estudios sobre series de mujeres con aborto, la evaluación distingue un estado de alta tensión emocional
previamente y durante el aborto y reacciones de pena y culpa posteriores, que desaparecen generalmente en
semanas o meses. La respuesta postaborto fue un episodio depresivo transitorio, especialmente en las mujeres
psiquiátricamente más s anas.
Para otros autores, se ve generalmente un período muy corto de alivio al desaparecer la tensión emocional
previa y la ansiedad provocada por la operación, luego de un período de semanas o meses de tristeza y culpa
conscientes y finalmente un período de ajuste o adaptación.
Autores suizos describen lo que llaman "neurosis de abortos", o sea perturbaciones provocadas por la culpa y
el fracaso de la maternidad, que aparecerían tiempo después del aborto.
Se ha dicho que la mujer se desprende sin problemas de su fruto en las primeras semanas y hasta el tercer mes
en general, porque no tiene al principio una imagen del hijo ni lo siente como algo distinto de sí misma. Esto
no es cierto. Aunque la vivencia de los primeros meses no sea la del hijo como ser indiferenciado, la de la
maternidad como crisis vital compleja aparece desde el primer momento.
Se ha dicho e insistido en que la presión cultural, la clandestinidad, la sordidez habitual de los abortos
ilegales, son la fuente de ansiedades intensas que provocan luego perturbaciones psicológicas, y en esto hay
mucho de cierto.
La respuesta emocional de la mujer depende en gran medida de la personalidad previa, de los sentimientos
conscientes e inconscientes hacia el embarazo, hacia el hombre y hacia sí misma, de los motivos que la

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llevaron al embarazo y al aborto, del tipo de vínculo que crea con el médico, de las circunstancias concretas
del aborto, y en general del contexto familiar y social en que esté inmersa.
No se trata de causalidades directas, lineales, no se trata de reglas universales que permiten asegurar que todo
aborto provocará siempre estos trastornos, o que siempre estos trastornos se deben a abortos.
Si aparecen síntomas postabortos, éstos tendrán una historia particular, es decir que su contenido específico y
su intensidad dependerán de la personalidad preaborto de la mujer y la pareja, y del significado específico que
tuvo el embarazo y el aborto para ellos.
Había razones para esperar que las mujeres que habían vivido al menos dos situaciones dramáticas de este
tipo presentaran, con vigor o al menos de un modo caricaturesco, rasgos estructurales ya perceptibles en
sujetos en posición menos delicada. Y en efecto, se puso de manifiesto la abundancia de perturbaciones y de
traumatismos afectivos durante la infancia y conflictos con la madre, que más tarde desembocaron en una
deficiente maduración sexual (frigidez, conflictos con el compañero, anticoncepción insuficiente), si bien con
permanencia de deseo de embarazo.

1) Hipocondría: síntomas, temores de esterilidad definitiva, somatizaciones, esterilidad psicógena, frigidez;


en el hombre temor por esterilidad, eyaculación precoz.
2) Fobias: agorafobias y claustrofobias. Cuando transcurrió un tiempo, sutiles elementos que pueden pasar
inadvertidos "no puedo estar sola", "no aguanto estar en mi casa". Se puede llegar a evitaciones y a la
huida de muchas situaciones vitales, por sucesivos desplazamientos. Se produce así un temor de quedar
encerrados en compromisos afectivos o de trabajo, lo que lleva a emprender actividades que se
abandonan, produciéndose fracasos, rupturas, interrupciones en el amor, el estudio o el trabajo. En la
psicoterapia puede llevar al abandono del tratamiento.
3) Neurosis de fracaso: personas jóvenes, angustiadas, frustradas en todo lo que emprenden, que sufren una
sucesión de fracasos acompañados de desesperanza y desvalorización. (aborta todo lo que emprende).
4) Disminución de las capacidades de sublimación: sobre todo en hombres, inhibiciones en tareas que hasta
el momento del aborto se habían desarrollado normalmente, por ejemplo fracaso en los exámenes,
profesión o trabajo, disminución de capacidades creativas o fatigas. Toda actividad creativa es reparadora
y la ausencia de la elaboración del duelo del aborto, que impide la depresión, impide la reparación.
5) Relación de pareja: el aborto es a menudo índice de cierto deterioro, pero a partir de él, entre ellos se
interpone una realidad muy persecutoria por la culpa que genera: la muerte del hijo. Es frecuente la
disolución después del aborto; se ven reproches y acusaciones mutuas, manifiestas o latentes, por
proyección en el otro de la propia culpa. La ruptura también es parte de la neurosis de fracaso. Se
aumentan los elementos paranoides en las relaciones con los otros y sobre todo con la pareja.

La estabilidad del vínculo depende de la elaboración y resolución del duelo por el aborto. Mientras el aborto
permanezca enquistado y disociado de la conciencia es una amenaza constante, un peligro potencial. La única
solución es tomar conciencia de todas las angustias y culpas negadas abriendo así el camino de la reparación.
Por otra parte, es durante el climaterio que se reactivan más agudamente estos duelos mal elaborados en
general, porque durante esta época se realiza consciente o inconscientemente un balance vital que provoca
muchas angustias, pero sobre todo específicamente porque la menopausia reactiva fantasías de castración
femenina y anula las posibilidades de reparación a través de los hijos posibles.

Factores de Riesgo que pueden aume ntar la probabilidad de estrés emocional grave posterior a un aborto

1. Un alto grado de ambivalencia previa a la decisión de abortar


2. Inestabilidad psicosocial o falta de apoyo (incluyendo el abandono)
3. Factores de riesgo preexistentes para la salud de la madre que harían del embarazo un grave peligro para
la propia salud de la mujer.
4. Un diagnóstico prenatal de feto defectuoso
5. Trastornos psiquiátricos anteriores o concomitantes, sobre todo psicosis
6. Coacción.

Si la experiencia del embarazo es considerada como uno de los factores más importantes para el desarrollo de
la propia imagen de la mujer, con cuánta razón podría decirse lo mismo de la experiencia del aborto inducido;
ésta no tiene sólo problemas de tipo médico, sino profundas complicaciones psicológicas por los conflictos

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internos que se generan si se toma una decisión incongruente con el carácter, las circunstancias ambientales y
los sistemas valorativos de la mujer implicada.
Para las adolescentes, embarazadas por primera vez, en una situación extramatrimonial, hay factores muy
relevantes. A la crisis del desarrollo, se suma la crisis inducida por el rechazo de la sociedad, de la familia y
de las personas cercanas. Estas crisis combinadas generan tal ansiedad y tensiones internas y externas que
resultan amenazados todos los procesos psíquicos de la joven y consecuentemente su propia identidad y
sistemas valorativos.
Si a esto añadimos los factores de tensión que acompañan la decisión entre un aborto inducido o un parto
normal, los cuadros psíquicos se agudizan más todavía.
Si opta por el aborto inducido, es agobiada por sentimientos de culpa de toda índole, que irrumpen a través de
todas las barreras represivas.
Si opta por el parto normal, se ve amenazada por el miedo al rechazo y por las fantasías de toda una vida
futura en función de una circunstancia no planeada, no querida y no esperada.
Las reacciones posteriores al aborto inducido suelen presentar un cuadro clínico de depresión reactiva
generados por sentimientos de culpa más o menos manejables, según la fortaleza psíquica de la joven.

¿Qué pasa con los Médicos?

En los congresos médicos se habla sobre el aborto como disculpándose frente a los demás involucrados en un
tema tan desagradable que no tiene nada que ver con los presentes, se enfatiza el aspecto delictivo del aborto,
se estimula una actitud de repudio exagerado frente a todo real o supuesto defensor que en cónclaves privados
resulta rotulado de "abortero", y se propicia un alejamiento afectivo que hace del aborto un delito horrendo
sólo conocido por referencias y totalmente ajeno a los concurrentes.
Según Kummer, los médicos tenemos técnicas especiales para negar, desplazar o sublimar los impulsos
hostiles profundos, y por eso nos sentimos muy perturbados frente a cualquiera que amenace levantar nuestras
barreras represivas, como sucede con una mujer que solicita un aborto. De ello resultaría una tendencia que
lleva a extremar inconscientemente la crueldad hacia la paciente, tanto en actitudes generales de valoración
respecto al aborto, como en actitudes concretas de maltrato hacia la mujer.
Son las ansiedades de muerte las que se movilizan frente al problema del aborto, y se aplican las mismas
consideraciones respecto de los médicos que niegan toda trascendencia psíquica al aborto. Si los que exageran
las secuelas psíquicas lo hacen en parte por motivaciones inconscientes, que expresan su deseo de dominio
sobre la mujer y su venganza frente a la amenaza simbólica para su potencia viril, así también es posible que
los que consideran al aborto casi inocuo desde el punto de vista psicológico lo hagan en parte por
motivaciones inconscientes a reprimir esas mismas tendencias y a negar la culpa.
La ciencia pretende ser rigurosa, la ley también, pero el médico se enfrenta a una mujer determinada, con un
problema intransferible, y no frente a una abstracción estadística ni legal. Frente al caso concreto, cuya
urgencia lo reclama, y a pesar de que en los libros las cosas aparecen absolutamente claras y sencillas, todos
los médicos saben que a veces su conciencia se debate frente a dramáticos problemas que reclaman su
responsabilidad íntegra.
En aquellos numerosos casos en que considere su deber moral, como médico, como ciudadano y como
hombre, no practicar ni recomendar un aborto, también debe conocer el destino ulterior de esa mujer y
responsabilizarse en parte por ello.
Las invocaciones moralistas o idealistas a veces olvidan la realidad, muchas veces tremenda. El médico no es
sacerdote, y mucho menos un dios. A veces los ideales enmascaran a la omnipotencia.
Un médico en función de tal debe hacer comprender a su paciente los inconvenientes del aborto sin
exagerarlos; sobre todo, deben advertirse dos cosas: los peligros para su salud y hasta para la vida de un
aborto clandestino, y más aún, la importancia psicológica de esta decisión, cuyas consecuencias a posteriori
pueden ser funestas. La angustia y la urgencia que vive no es pretexto para que se engañe sobre la
trascendencia psíquica y moral de un aborto.
No se trata de convencerla y la mujer debe entenderlo así. Se trata de que ella y su pareja sepan cuáles son sus
motivaciones y la dimensión del conflicto, no siempre para superarlo pero por lo menos para enfrentarlo.
Si se comprende que a pesar de razones valederas, la pareja o la mujer se sienten empujados al aborto, debe
respetar su decisión. Esto no implica compromiso alguno de tener que ser él el autor material del aborto. Los
derechos de la mujer a ser asistida, interpretada y aún justificada, no pueden llevar al avasallamiento del
derecho del médico a mantenerse aislado de un hecho penoso que puede ser motivo de objeción de conciencia
y, en ocasiones, fuera de la ley.

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Es razonable suponer que la mayoría de los médicos que realizan abortos creen que deben ser asequibles. Los
médicos que creen que el aborto debe ser asequible, sin embargo no siempre lo practican. Algunos encuentran
que el desgaste emocional es excesivo.
Muchos médicos razonan sus motivos para practicar abortos y con frecuencia experimentan conflictos
personales en algunos casos concretos. Estos conflictos internos pueden conducir a una disminución de la
satisfacción profesional, a la depresión y a la ansiedad.
Es absolutamente indudable que una mujer embarazada recibe un trato muy diferente del médico si acepta su
embarazo o si lo rechaza. En el primer caso puede contar con cuidados asiduos, perfeccionados a lo largo de
décadas, cuya eficiencia creciente es indiscutible en lo relativo a la protección de la parturienta y del recién
nacido. Lo más corriente es que el contacto médico - paciente se establezca de un modo favorable y duradero.
Por el contrario, el anuncio de un embarazo no deseado provoca inmediatamente en el médico un
preocupación consciente y una actitud de rechazo ampliamente inconsciente.
En el caso de un embarazo no deseado, la discusión entre médico y paciente implica a un tercero en litigio; es
inevitable que la interesada sienta al médico como si fuera un juez o un hombre de leyes.
Según Rosenthal, "el ginecólogo que siente que no puede llevar a cabo el procedimiento no debe hacerlo, pero
debe estar dispuesto a enviar a otro especialista, no debe imponer sus ideas".
Quizás el mito mayor en torno al aborto es que es sencillo. De hecho no lo es, ni para la paciente, ni para el
compañero de la mujer ni para el profesional de la salud.
Suelen tener especial éxito en el manejo adecuado del problema, quienes son capaces de reconocer con
humildad las propias limitaciones de tipo humano o profesional. Es indispensable en los profesionales la
capacidad de escuchar, observar e integrar toda la información, para facilitar que sus clientes aclaren todas las
circunstancias antes de tomar una decisión.
En último término la responsabilidad de la decisión definitiva sobre si se induce o no un aborto será de la
persona o las personas directamente afectadas, suficientemente informadas a lo largo del proceso decisivo y
habiendo aclarado las circunstancias de tipo médico, psicológico y valorativo.

Lo Social

El predomino de solteras y empleadas de servicio doméstico, en el caso de los abortos denunciados, indica
que la denuncia es otra complicación del aborto provocado, en los casos de mayor desamparo social y
afectivo de la mujer. Las mujeres con resguardo socioeconómico y con amparo afectivo abortan en mejores
condiciones, con profesionales expertos, sin exponerse ni a complicaciones ni denuncias. En definitiva, la
represión legal sólo se hace efectiva sobre aquellas mujeres que tienen más sobrados derechos para ser
consideradas "víctimas" y no victimarias: víctimas del hombre responsable que no es perseguido por la
justicia, víctimas de los aborteros de la peor calidad profesional y humana, y víctimas, finalmente, ante la
denuncia de los médicos que las entregan a los engranajes de la policía y de la justicia, en tanto que los
aborteros son habitualmente o no localizados o absueltos.
Si los hombres, todos (los que opinan) están en contra del aborto, tienen vida sexual, rechazan la educación en
ese sentido, no aceptan anticonceptivos, etc., ¿con quién se embarazan y abortan los cientos de miles de
mujeres?. Si conocen el problema solamente por lo que escuchan y ven: ¿desde dónde opinan?. Si el derecho
a cuestionar se gana, estos hombres ¿dónde lo ganaron?. Estos acusadores no rechazan el aborto legal por
haber descubierto el horror de lo que implica - especialmente para las mujeres - sino "porque el cielo no está
de acuerdo".
El aborto como yo lo siento (L. Frontera), es ocasionar la muerte de un hijo imaginario que empezaba a
corporizarse (no es un bebé, ni un feto o embrión, cosa que podrá sentir quizás la madre). No hay dudas de
que - desde lo fisiológico - al embrión se lo mata. Es una conclusión legal decir que hay un homicidio.
¿Acaso para legislar sobre el aborto es preciso definir lo simbólico? Un embrión puede ser (para cierta pareja)
un niño con nombre, que jugará al fútbol, y para otra, una presencia inesperada y mortal. El hecho de que
varias personas estén paradas en distintas esquinas no quiere decir que todas están en "la esquina". Este es un
tema que debe discutirse, urgentemente pero sin simbolizaciones.
Hace menos de un mes, pudimos ver un almuerzo televisivo en el que se debatía sobre el aborto, meditando
acerca de los conceptos que se vertieron, tenemos que repetir una frase de la propia Mirtha Legrand "Estamos
en el aire".
Hay personas que alegan - tal vez con razón - que ciertas imágenes publicitarias, en contra del aborto acuden
a golpes bajos: embriones destrozados por la cureta, fetos martirizados, etc. Particularmente considero que
tales imágenes no exageran: el aborto es un acto brutal contra un embrión indefenso y no deseado. Pero, eso

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sí, esas imágenes son parciales e interesadas: con el propósito de atacar el aborto legal (que sigue sucediendo
como clandestino), omiten describir qué pasa con la mujer que aborta. ¿Cómo llega a un hospital una mujer
con una infección post aborto?.
Los hechos son claros: la gente no espera el matrimonio para entablar relaciones sexuales. La gente que
empieza a tenerlas difícilmente las interrumpan en lo sucesivo. La gente no tiene relaciones sexuales con el
único objeto de procrear. La procreación es una parte más - muchas veces mínima - de la actividad sexual: lo
contrario sería llegar al coito sólo para tener hijos. Sin educación sexual ni anticonceptivos se termina en el
aborto clandestino, que destroza y mata a la madre, o la lastima profundamente y finaliza en el detenimiento
del embrión. En los países donde se usan libremente anticonceptivos hay menos aborto; donde la
anticoncepción es menor, el aborto clandestino y sus consecuencias son cada vez mayores. En nuestro país el
aborto es un método anticonceptivo brutal, que se usa cuando el embarazo ya está producido - obvio -, y de
manera clandestina. Pero la mujer que va a abortar lo hace igual. La ilegalidad no afecta en nada su decisión,
aunque afecte las consecuencias. En la Argentina, la tasa de natalidad desciende. ¿Hay menos relaciones
sexuales? ¿Se utilizan mejor los anticonceptivos?. En ambos casos la respuesta es no. La respuesta es el
aborto. Con el agravante de que está demostrado que la mujer que aborta lo sigue haciendo.
El que un aborto inducido sea practicado o no, únicamente porque es legal o ilegal, puede ser un recurso para
evadir responsabilidades de tipo ético y moral y para abandonar en los legisladores la responsabilidad que
debe ser asumida por los directamente afectados.
Es indudable que la interrupción del embarazo es siempre una desgracia, un fracaso, y que no puede
recomendarse como técnica anticonceptiva.
Serán necesarios múltiples estudios y un redoblado apoyo a los especialistas en planificación familiar y en
educación sexual, si se quieren eliminar los casos de aborto denominado criminal y de la interrupción
denominada legal del embarazo. Tal vez no veamos progresos rápidos en esta dirección, pero dicho proyecto
parece razonable y de tal naturaleza como para dar a los jóvenes médicos un objetivo apasionante.
Todo puede discutirse y debe ser discutido. Cualquier situación que surja será mejor que ésta de la actualidad.
Cuando sepamos quiénes somos y cómo nos comportamos sabremos mejor lo que debemos hacer.

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