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Autores: Miriam Barrón de Figueroa, Betty Kargus de Benigno, Jorge y Viviana Olivares, Carina
Videla.
Compiladora: Viviana Barrón.
Pre edición: Estefanía Papakiriacópulos.
Dibujos: Joel Boyajian.
Diseño gráfico: Soledad Mancuello.
Introducción:
El desafío de prevenir y restaurar (5)
Capítulo 1:
Fortaleciendo la identidad ( 11 )
− Por Jorge y Viviana Olivares
Capítulo 2:
Niños emocionalmente sanos ( 21 )
− Por Carina Videla
Capítulo 3:
Maestros sanos, maestros sanadores ( 31 )
− Por Betty Kargus de Benigno
Capítulo 4:
Nuevas generaciones, nuevas estrategias ( 41 )
− Por Miriam Barrón de Figueroa
Introducción
atrás fue mínimo. ¡Cuántas veces nos pasa! ¡Qué estrés es ser coherentes
cuando vamos a enseñar la Palabra de Dios!
Si vas a enseñar sobre la oración, el estudio bíblico, la evangelización,
milagros de Jesús o el tema que sea, se espera que, como buen docente,
estés a la altura de lo que vas a enseñar. Buena parte del estrés viene del
propio ministerio que realizamos.
Tendríamos que estar listos para no generar más heridas en las personas,
y eso no es relajante.
Creemos que ¡hay mucho que hacemos y más que podemos hacer!
Porque gracias a Dios, no dependemos de nosotros. Dependemos de la
obra del Espíritu Santo que nos dirige, nos guía, nos capacita. Con eso y
nuestra disposición, el Señor nos permite prevenir y restaurar: sanar he-
ridos.
Sin embargo, en algún sentido, pensar nuestro rol como maestros y
maestras con esta perspectiva implica dejar de lado las viejas herramientas
de la pedagogía clásica para dar una clase ordenada y prolija.
Sucede todavía hoy, sobre todo en la enseñanza bíblica, que ponemos
el peso en hacer una clase para la sociedad de hace 60
años atrás: todos los niños y niñas sentaditos, calladitos,
prestando atención, escuchando la historia, completando
> Porque gracias a la hojita, prolijos… ¡Los chicos de hoy en día no son así!
Dios, no dependemos
de nosotros. Depen-
Vemos a muchos maestros “desangrarse”, tratando de
demos de la obra del convertir a los chicos del siglo XXI en chicos de principios
Espíritu Santo que del siglo XX, y no se puede. ¡Vivimos en otro tiempo!
nos dirige, nos guía,
nos capacita. Creemos que hoy por hoy no tiene que importar tanto si
los alumnitos se portan bien en la clase. El foco para una
buena clase no es la conducta prolija —aunque tampoco
irnos al extremo de que sea un caos tal donde todos sal-
gan lastimados—.
Al momento de evaluar, los indicadores de evaluación que se usaban
tiempo atrás ya no nos sirven, son para otra época: que el chico esté sen-
tado y callado no quiere decir que esté aprendiendo; que haya silencio no
quiere decir que los chicos estén disfrutando lo que están haciendo; que
repitan de memoria no quiere decir que lo sepan o lo entiendan.
Hay otras cosas que se pueden tener en cuenta para ver que se está
haciendo una buena tarea como docente. Nuestro rol como docentes tras-
ciende mucho la típica tarea de ser buenos relatores de historias bíblicas.
Obviamente hay que saber hacerlo, pero ser un buen maestro es mucho
más que eso.
A través de este libro, queremos aportarte algunas otras herramientas
que los autores hemos ido aprendiendo con la práctica y la experiencia, que
permiten que el impacto de lo que hacemos sea mucho más a largo plazo, y
que también podamos frustrarnos menos.
Podemos tener un ojo puesto en el proceso que Dios
quiere hacer en la vida de nuestros alumnos, los chicos o
los jovencitos, sin estar solamente midiendo qué tan bien
se portan. *Estamos hablando
de trabajar en el
Como marco, es un cambio de modelo de enseñanza y cuidado pastoral
aprendizaje que lleva un proceso profundo de aprehensión de los niños,
que uno, que es un bicho de costumbre, tiene que hacer. adolescentes y
En general repetimos lo que hicieron con nosotros. adultos que Dios
pone a nuestro
Estamos hablando de trabajar en el cuidado pastoral de cuidado.
los niños, adolescentes y adultos que Dios pone a nuestro
cuidado.
Conociendo que lo que hacemos es desafiante, te ani-
mamos a crecer, a desafiarte, a buscar nuevas herramientas o tal vez recor-
dar algunas que conocés bien y no estás usando.
Nuestra oración es que el recorrido por las páginas de este libro pueda
llenarte de entusiasmo, expectativa de lo que Dios quiere hacer y de ideas
creativas para prevenir y restaurar. ¡A prepararse!
CAPÍTULO 1
FORTALECIENDO por Jorge y
LA IDENTIDAD Viviana Olivares
En general se nos enseñaba que había que hacer caso a todos los adultos.
Pero ¿cuál es el mensaje que recibe el niño? ¿Hay que hacer caso a todos
los adultos sólo por ser adultos? No les estamos dando una herramienta de
asertividad.
¿Cómo les enseñamos entonces a ser obedientes? Una cosa es enseñar la
obediencia y otra enseñar a defenderse.
Es necesario enseñar desde chicos que puedan expresar lo que sienten, lo
que piensan, que puedan decir que no, aunque nos moleste. Es un desafío
necesario. Enseñar a un hijo a ser asertivo es arriesgarte a que te cuestione,
que te pregunte por qué. Hay un hilo muy finito entre enseñar asertividad y
no ocupar el rol de autoridad que uno tiene. Hay que tener cuidado, porque
vemos padres abandónicos con sus hijos adolescentes, que hacen lo que
quieren, deciden todo, sin ningún límite. O niños que son jefes del hogar, y
no los padres; ellos deciden cosas que no pueden decidir. Ningún extremo
es útil: ni “me haces caso y te callas porque soy el adulto sin que puedas
cuestionar nada de nada”, ni “hacé lo que quieras porque no estoy dispuesto
a cuidarte”.
CAPÍTULO 2
Niños emocionalmente por Carina
SANOS Videla
lo necesitaban para hacer los dibujos, porque dibujaba muy bien. Él aceptó
e hizo grandes aportes al trabajo. Cuando terminaron estaban todos felices
por lo que habían logrado. Aprendimos a no poner rótulos, aceptarnos y
darnos la oportunidad de que nos conozcan con nuestras virtudes y nues-
tras falencias.
Aun cuando tengamos un momento de estallido de emociones negativas,
podemos sobreponernos y construir una sana relación con los demás.
• Facilitan nuestra interacción con otros
Por ejemplo, el enojo nos indica que algo nos está molestando y nos motiva
a solucionarlo, por eso es que tenemos que verbalizarlo.
El miedo nos sirve para reconocer que nos enfrentamos a una situación
que puede ser peligrosa y nos ayuda a protegernos.
La tristeza nos señala que estamos frente a un hecho doloroso y nos im-
pulsa a una reorganización.
La alegría destaca circunstancias placenteras y benéficas y nos estimula
a buscar otras similares.
Expresar abierta y adecuadamente nuestras emociones nos ayuda a rela-
cionarnos mejor, porque facilita una mayor intimidad con los otros. Ayuda a
que otras personas nos conozcan mejor y puedan entendernos con mayor
facilidad. Además contribuye a que los demás sepan qué actitud tomar fren-
te a nosotros en momentos en los que nos sentimos mal.
Cuando no expresamos nuestras emociones, las personas tienden a supo-
ner o adivinar lo que nos sucede y esto puede generar conflictos.
Una vez, durante una charla sobre las emociones, hice
una pregunta: “¿qué nos hace sentir tristes en casa y en
la escuela?” Casi todos coincidieron que en casa se sen-
tían tristes por la separación de los padres, cuando había
discusión entre la familia, por la muerte de una persona o
* Cuando no
expresamos nues-
mascota, cuando uno de los padres se iba de la casa y no tras emociones, las
sabían nada de él o ella. En la escuela, cuando los dejaban personas tienden a
de lado, los insultaban, no los aceptaban como eran, los suponer o adivinar
molestaban. lo que nos sucede y
esto puede generar
Aprendimos que tenemos que comunicar lo que senti- conf lictos.
mos, pedir perdón y saber qué le molesta al otro para no
hacerlo, y hacerle sentir al otro que lo que piensa no es lo
que nosotros pensamos de él. Por ejemplo, un niño dijo
que lo ponía triste que no lo aceptaran como era en un grupo. Un compa-
ñero le contestó:
— Nosotros te aceptamos como sos, pero vos no querés estar con noso-
tros cuando te invitamos a estudiar o jugar.
2. Aprendizaje emocional
¿Qué podemos hacer como maestros y maestras para ayudar a nuestros
niños, niñas y adolescentes a aprender a expresar sus emociones?
Se trata de una tarea cotidiana que requiere prestar mucha atención. Al-
gunas sugerencias prácticas:
* Buscar la dirección de Dios.
* Escuchar.
CAPÍTULO 3
Maestros sanos, por Betty Kargus
MAESTROS SANADORES de Benigno
deteriorando a las familias. Muchos alumnos fueron concebidos sin ser de-
seados; es más, sienten que llegaron para entorpecer la vida a sus padres. Y
a veces ni siquiera eso. Sólo hay una madre adolescente, un padre ausente
y unos abuelos que hacen lo que pueden y como pueden.
En medio de estas realidades crecen los niños, niñas y
preadolescentes vapuleados por los adultos, los medios
de comunicación, los amigos, la falta de valores positivos.
¡La realidad es que Dios los puso en nuestras manos!
*¿Estamostarea
preparados
? Están aquí, en nuestra iglesia, en nuestras actividades.
para esta
*¿Hemosrassido sanados
experien- La tarea del maestro de hoy en día no es simple, y cada
de nuest
cias vividas en el vez se torna más difícil. No se trata solamente de enseñar
pasado para poder
sanar a otros? una canción, una historia bíblica, un versículo. Estamos
* ¿En qué condiciones llamados a prevenir y sanar. Pero aquí surgen preguntas:
debe estar un maes- ¿Estamos preparados para esta tarea? ¿Hemos sido sa-
tro para ser apto para
esta tarea? nados de nuestras experiencias vividas en el pasado para
poder sanar a otros? ¿En qué condiciones debe estar un
maestro para ser apto para esta tarea?
Nos encontramos entonces con dos caras de la realidad: gran parte de
los niños o adolescentes que vienen con necesidad de sanar su interior de
heridas o marcas ya recibidas, y a la vez maestros que deben estar sanos
para poder desarrollar esta tarea.
¾ Irresponsabilidad
¾ Desorden
¾ Creer que los otros tienen algo contra nosotros
¾ Otras
Las secuelas de experiencias no sanadas afectan la tarea del maestro de
una u otra manera, así como el trabajo en equipo, la armonía y la relación
con los que nos lideran. También limitan la tarea de prevenir y sanar en la
vida de nuestros alumnos.
Es por eso que debemos presentarnos ante Dios, pedirle que él traiga a
nuestra mente aquellas cosas que necesitan ser sanadas y someternos a su
tratamiento en una comunión íntima y permanente con nuestro amoroso
Padre, que lo que más desea es nuestro bienestar.
Jesús dijo de sí mismo en Lucas 4.18-19 DHH:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar
la buena noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar libertad a los presos
y dar vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a anunciar el
año favorable del Señor.”
Posiblemente necesitemos ayuda de una persona con autoridad espiri-
tual que nos guíe en este proceso de sanidad y libertad. ¿Quiere decir que
no podemos ser maestros hasta que no estemos completamente sanos?
Gracias a Dios, no es así. Jesús usó y dio autoridad a hombres en quienes
todavía tenía que trabajar mucho, y lo mismo pasa con nosotros. Lo que él
espera es que nos humillemos, nos rindamos y nos postremos delante de él,
que reconozcamos lo que debe ser sanado, renunciemos a nuestro pasado,
confesemos nuestro pecado y nos sometamos al proceso de transforma-
ción que él quiere hacer con nosotros.
Pero la sanidad del maestro no tiene que ver sólo con experiencias del
pasado; también se puede ver afectada por actitudes o decisiones del pre-
sente.
La deformación de los valores de la sociedad actual
quiere confundir a la iglesia. Hay muchos cambios, pero
los principios de Dios no han variado y el llamado a la
> Posiblemente santidad sigue vigente, como así también el buscar en
necesitemos ayuda Dios la sabiduría que necesitamos para tomar decisiones
de una persona con correctas en todas las áreas de nuestra vida: afectiva,
autoridad espiritual económica, laboral, estudios, compañía, entretenimientos,
que nos guíe en este
proceso de sanidad y diversión, ministerial, familiar.
libertad. Las decisiones del presente afectarán nuestro futuro. Si
hoy sabemos someternos a los planes de Dios, tal como
los describe Isaías, “así también hace sus planes el Señor
maestro se interesa por él y que puede confiarle lo que le sucede. Las acti-
vidades recreativas también permiten establecer una relación más cercana
con nuestros alumnos.
• Enseñar la Biblia
Los niños que reciben a Cristo necesitan crecer en la fe. Si el niño que
viene con heridas a nuestra actividad recibe una formación cristiana sóli-
da, tendrá más herramientas para sanar. A aquellos que aún no han vivido
situaciones tan difíciles, les dará armas para enfrentar con fortaleza lo que
les toque vivir. Es la mejor manera de prevenir. Cuando hablamos de for-
mación cristiana sólida, nos referimos a programas que contemplen todos
los aspectos de la vida cristiana, enseñanzas que no queden sólo en una
historia bíblica sino que dejen una aplicación para la vida y que permitan
crecer como hijos de Dios.
• Orar por ellos
Otra tarea importante del maestro es orar por sus alumnos. Cada cosa
que veamos en ellos debemos presentársela a Dios para que él nos dé dis-
cernimiento, gracia y sabiduría. Habrá situaciones más simples y otras más
complejas en la vida de nuestros alumnos. Con algunas podremos ayudar-
les, pero habrá otras que se nos escaparán de las manos y sólo nos quedará
orar por ellos.
• Pedir ayuda
Habrá situaciones que requerirán de personas con más experiencia, e
incluso de profesionales. Por eso el maestro que quiere ayudar a sanar las
heridas de sus alumnos debe saber pedir ayuda y compartir los motivos de
oración de manera confidente a algún intercesor.
• Mantenerse actualizado
La capacitación y la preparación del maestro le ayudarán a enfrentar
esta delicada tarea de prevenir y sanar. Es importante saber cuáles son las
oportunidades que hay a nuestro alcance y aprovecharlas
para alcanzar una capacitación que nos ayude a desarro-
llar mejor nuestra tarea. Las oportunidades pueden ser a
través de entidades cristianas que tienen programas de
> Nuestra tarea capacitación, pero también la búsqueda en libros y artícu-
es espiritual y con los de buenas fuentes, ya sea en revistas o por Internet,
trascendencia eterna. para estar informados sobre las problemáticas que viven
Esto merece que la
hagamos poniendo lo nuestros alumnos.
mejor de nosot ros, y No pueden faltar dedicación, tiempo y esfuerzo. No es-
la coloquemos entre
nuestras priorid ades. tamos llamados a entretener un rato a los chicos. Nuestra
tarea es espiritual y con trascendencia eterna. Esto me-
rece que la hagamos poniendo lo mejor de nosotros, y la
coloquemos entre nuestras prioridades.
3. Aceptando el desafío
¿Cómo nos encontramos para realizar la tarea que Dios nos ha encomen-
dado?
Nuestro desafío personal:
• Sanar. Buscar a Dios por sobre todas las cosas, y exponernos, en una
íntima relación con él, a su tratamiento de sanidad y liberación de nuestras
experiencias vividas en el pasado.
• Prevenir. Vivir una vida de santidad y con decisiones sabias que nos
permitan crecer y desarrollarnos dentro de los planes de Dios para nuestra
vida.
• Renovar nuestro compromiso frente a la tarea del maestro que Dios
quiere usar para prevenir y sanar la vida de nuestros alumnos, así como
también renovarnos en nuestra capacitación, actualización, información y
preparación con nuevas estrategias.
que puedan abrirse y de esa manera ayudarles a sanar sus heridas desde
temprana edad, antes que con el correr de los años sea más difícil.
• Brindarles una formación cristiana sólida que les permi-
ta crecer espiritualmente y prevenir situaciones perjudiciales en el futuro.
CAPÍTULO 4
Nuevas generaciones, por Miriam Barrón
NUEVAS ESTRATEGIAS de Figueroa
mayoría de las situaciones que viven nuestros niños hace que muchas ve-
ces los veamos afligidos o preocupados; a veces saben por qué y a veces
no. Si bien podríamos hacer un análisis más profundo de esto, lo que nos
interesa destacar es que el tiempo que ellos estén con nosotros debería ser
un tiempo “alegre”. Tener este objetivo en mente nos va a ayudar a revisar
si en nuestras actividades lo importante es la actividad en sí misma o las
personas. Si cuidamos demasiado no cambiar nada de lo planeado o nos
ajustamos a las necesidades de los niños. Si podemos ir y venir cambiando
el programa cuándo y cómo lo necesitamos, o no. Si priorizamos el cuidado
y orden del lugar antes que a los niños; si preparamos los lugares para ellos.
En la práctica, esto último se traduce en que antes de cada actividad con
niños revisemos el lugar donde vamos a estar con “ojos de niño”: qué cosas
pueden caerse, romperse, sustraerse, etc. Qué elementos son necesarios y
cuáles no. De qué podemos prescindir y qué debemos tener a mano. En qué
lugar hay algo que implique peligro y cómo lo solucionamos…
A menudo, nuestros templos no están preparados para
recibir a los niños y dedicamos mucho tiempo a “llamarles
la atención” sobre lo que no deben hacer en vez de evitar-
nos esos problemas quitando del medio lo que sabemos
> Lo importante es
que puede generarlos. Por ejemplo, cuando usamos con que cada actividad
los niños el templo propiamente dicho (lugar de los cultos que planteamos
generales) donde me congrego, no queremos que puedan con los niños debe
acceder a la batería, ni a los instrumentos de la plataforma, estar planif icada y
y los tapamos con unas lonas. Al estar tapados, los chicos organizada de una
del barrio, que en su mayoría vienen solos a la iglesia, no manera f lexible.
van a destaparlos y tocarlos. Los miran y siguen de largo
con sus actividades; pierden importancia cuando no los
tienen a la vista, y la tentación de ir a ver de qué se trata
se va. Podemos mencionar muchos ejemplos más.
des para hacer con los niños. Cuando conocemos al grupo con el que traba-
jamos podemos observar de antemano si esas actividades pueden gustarles
o no. ¡Cambiar la actividad que propone el manual no es un delito! Nuestros
niños deben ser lo más importante para nosotros y no la actividad en sí. Por
ejemplo, si sabemos que son niños muy inquietos, o de determinada con-
dición escolar empobrecida, no podemos plantear muchas actividades de
lectura y escritura, porque aunque por su edad cronológica deberían saber
leer y escribir bien, por su realidad observamos que esto no es así. En estos
casos es mejor enseñar mediante juegos, en base a la verdad bíblica que
queremos desarrollar, cambiando totalmente la actividad tradicional.
Si tenemos en cuenta la necesidad de zapping de la cual
habla el artículo que leímos al principio, podríamos plan-
tear las clases bíblicas desde esta perspectiva. Presentar
actividades variadas y seguidas que requieran cambios:
* Nuestros niños de lugar, de compañero, de posición, de materiales. Hacer
deben ser lo más actividades cortas y diferentes que apunten al logro de los
importante para objetivos que nos planteamos.
nosotros y no la
actividad en sí. Sobre este tema hay una teoría que se utiliza en las es-
cuelas y que puede ayudarnos: la teoría de las inteligencias
múltiples. Resumiendo en forma muy sencilla, esta teoría
supone, por diversos estudios e investigaciones, que no to-
dos aprendemos de la misma manera y que cada persona
tiene ocho tipos de inteligencias, algunas más desarrolladas que otras por
diversos motivos. Llevando esto a la clase, podríamos decir que si pre-
sentamos distintas actividades que abarquen diferentes inteligencias, nos
“aseguraríamos” de algún modo que todos aprendan. Las inteligencias se
refieren a diferentes capacidades: poder aprender a través de la música, del
juego, de las actividades manuales, de la dramatización, del movimiento, de
la escritura, etc.
También podemos preparar las clases en base a talleres cortos; esto es
de mucha utilidad para niños de zonas desfavorables o grupos numerosos.
No necesitamos tantos maestros y sí podemos conseguir algunos ayudan-
tes que acompañen a los niños en sus recorridos por los talleres.
Podemos preparar tres o cuatro estaciones o talleres con el mismo tema
pero con diferentes actividades: en uno trabajarán con la historia bíblica, en
otro aprenderán un texto de memoria, en otro harán algún trabajo manual,
y otro puede ser un taller de juego o de extensión a la comunidad —donde
se preparen para ayudar a otros y para las tareas fuera del templo—.
Así los niños recorren los talleres en un período de tiempo estipulado —
entre 15 y 20 minutos en cada uno—. Cada niño forma parte de un grupo
de su misma edad y tiene un acompañante que lo guía por el recorrido. En
cada taller hay un maestro que recibe a los niños de cada grupo y desarrolla
la misma actividad una y otra vez hasta completar todos los grupos.
3. Niños protagonistas
Los niños son parte de la iglesia y podemos tenerlos en cuenta para todas las
actividades, de acuerdo a sus posibilidades. Si decidimos salir a predicar a la pla-
za, los niños pueden participar preparando regalitos, folletos o tarjetas que ellos
mismos llevarán a los niños de la plaza, por ejemplo, siempre con la ayuda de los
mayores y el permiso de sus padres.
Muchas veces nos “enojamos” porque las personas no hablan a otros de Jesús
cuando son adultos, pero no les hemos enseñado cómo hacerlo desde pequeños.
Podemos entrenarlos desde chicos y llevarlos a evangelizar con nosotros. Prac-
ticar primero en la clase, en el taller, en el templo, frente a los compañeros, para
luego salir a hablar a otros. Si no se acostumbran desde pequeños, es más difícil
que puedan hacerlo cuando sean grandes.
En todo momento venir al templo debe ser una fiesta, no una obligación, ¡aún
para nosotros! Encontrarnos con los hermanos y con el Padre debe ser lo que