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A DIEZ AÑOS DEL CÓDIGO DE ÉTICA DE LA FUNCIÓN PÚBLICA

Aportes, debilidades y agenda pendiente para la gestión de la Ética en la


Administración Pública

Franz Chevarría Montesinos1

Abstract

Una de las principales reformas para la prevención de la corrupción y el fortalecimiento del


sistema de recursos humanos en el Perú fue la dación de la Ley 27815 del Código de Ética de
la Función Pública en el año 2002.

Esta norma es importante porque regula distintos valores axiológicos que dan sustento a la
acción administrativa del Estado, haciéndolos obligatorios y exigibles bajo sanción. Una
verdadera revolución que supera el concepto tradicional de la ética como una cuestión
subjetiva y personal circunscrita al ámbito de lo privado.

Diez años después de su vigencia se da la oportunidad de hacer un balance sobre la misma así
como de las distintas políticas públicas para gestionar la ética en la administración pública.

Una primera sección del artículo presenta consideraciones generales para entender el valor e
importancia de la ética en la administración pública así como su naturaleza y alcances, una
segunda y tercera sección presenta los principales aportes y debilidades de la norma así como
de las distintas políticas públicas para gestionar la ética y finalmente, una cuarta sección,
sugiere un conjunto de medidas o una agenda para el futuro para fortalecer esta trascendental
política pública.

1
Experto en Administración Pública del Departamento para la Gestión Pública Efectiva de la Organización de los
Estados Americanos. Ha realizado estudios de postgrado y especialización en distintos centros de estudio entre los
que destacan el Doctorado en Dirección y Administración Pública - Universidad Complutense de Madrid, España,
Doctorado en Derecho y Ciencia Política - Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú, Maestría en Estudios
Políticos Aplicados - FIIAP España, y la Maestría en Gobernabilidad - Universidad San Martín de Porres de Perú. Ha
ocupado cargos en la Administración Pública Peruana en el Poder Ejecutivo y Legislativo y ha ejercido la
representación del Estado Peruano ante las Naciones Unidas, Organización de Estados Americanos, el Foro de
Cooperación Asia Pacífico APEC y la Comunidad Andina en distintos foros y reuniones oficiales relacionados a la
modernización del Estado y la lucha contra la corrupción.

1
Presentación del tema

Es común escuchar que la ética es un asunto estrictamente privado, casi espiritual, religioso o
metafísico. Y es mucho más común las veces en la que los trabajadores del Estado tratan de
justificar conductas negativas afirmando que se trata de simples ¨faltas éticas¨ como si éstas no
tuviesen gravedad o fueran meros asuntos sin importancia.

Aunque el tema de la ética ha sido siempre un asunto recurrente en la Administración Pública


Peruana, así por ejemplo y ya en los inicios de la República José Faustino Sánchez Carrión,
uno de los creadores del modelo republicano peruano, afirmaba que “…sin un apoyo moral no
es posible la República..”, es a partir de agosto del año 2002 en el que recién se aborda el
tema desde una legislación específica que buscaba darle un soporte jurídico, un marco de
actuación y un respaldo adjetivo para “materializar” la ética en el sector público.

Esto se hizo a través de la Ley 27815 Ley del Código de Ética de la Función Pública, norma
que posteriormente fue reglamentada por el Decreto Supremo Nº 033-2005-PCM, que
establece un marco amplio de principios, deberes, prohibiciones, sanciones , incentivos, entre
otros diferentes aspectos que están vigentes hoy en día.

El mérito de esta norma radica en que traspone el plano filosófico de las obligaciones éticas
hacia una concepción racional legal por la cual y por primera vez, se cuenta con una norma
específica que contiene deberes, principios y prohibiciones de corte axiológico equiparables
con deberes funcionales de estricto cumplimiento por todos los trabajadores del Estado.

Tras diez años de su vigencia cabe realizar un balance sobre el tema analizando diferentes
aristas de este importante suceso. Para ello, en una primera sección se expone aspectos
doctrinarios sobre la ética en la administración pública, en una segunda sección se realiza un
breve análisis sobre los aportes legales del Código de Ética de la Función Pública y de las
políticas públicas para gestionar la ética en la administración pública, en una tercera sección
se analizan las debilidades de estos mismos aspectos, y una cuarta y final sección se esboza
una posible agenda para el futuro.

I. Ética en la Administración Pública?

Un primer asunto a exponer es el sentido de la ética en la administración pública, su naturaleza


jurídica y su importancia como elemento central del quehacer público.

Tal como lo refiere el filósofo español Fernando Savater -en su libro Ética para Amador 2la ética
en sentido general tiene que ver con el arte o “saber vivir” por el cual todos podemos elegir u
optar por lo que nos parece bueno o conveniente frente a lo que nos parece malo e
inconveniente.

2
Savater Fernando, Ética para Amador, Ariel S.A, Barcelona:1991.

2
En ese sentido la ética, circunscrita al ámbito privado de las personas, se entiende como un
asunto subjetivo, múltiple y diverso no siendo posible establecer un comportamiento “ético” que
sea aceptado plenamente por todas las personas. Así por ejemplo, si preguntásemos a las
personas si están o no de acuerdo con la liberalización de las drogas, el aborto terapéutico, o el
matrimonio homosexual con seguridad obtendremos multiplicidad de argumentos y puntos de
vista. Por supuesto todos ellos válidos según la perspectiva de sus defensores.

Pero en el ámbito público las naturales discrepancias de las personas requieren llegar a un
mínimo de consensos para lograr que la vida en común sea posible. Así por ejemplo, en
nuestra sociedad para ¨saber vivir¨ hemos optado estar de acuerdo en que las personas
tenemos  derecho a la vida, a expresarnos libremente, entre otros derechos que por lo general
se encuentran recogidos en ese ¨contrato social¨ llamado Constitución. A este conjunto de
reglas o consensos podemos llamarlos ética pública.

Hecha esta explicación -y considerando a la administración pública como el “instrumento” para


ejercer el gobierno- podemos hablar de una ética en la administración pública que se explicaría
como el conjunto de valores o preceptos que deben ser considerados por la administración
pública y los servidores públicos para ¨saber vivir¨, es decir para que la administración pública
pueda cumplir adecuadamente con su finalidad, la cual no puede ser otra que posibilitar que el
Estado cumpla con garantizar el bien común y el interés general de los ciudadanos.

Como no podía ser de otra manera, por lo general, este conjunto de valores éticos se
encuentran regulados en distintos códigos específicos, leyes laborales y diversas normas
relacionadas con el comportamiento de los trabajadores, siendo equiparables con ¨deberes
funcionales¨ de obligatorio cumplimiento, comprendiendo que sin ellos no es posible garantizar
el correcto funcionamiento de la administración pública.

En ese sentido, si entendemos que los valores que sustentan la ética en la administración
pública son deberes de obligatorio y estricto cumplimiento no caben explicaciones ni conjeturas
blandengues que hacen referencia a la ética en la administración pública como un asunto
personal o carente de fuerza, debiendo entonces cualquier comportamiento contrario a estos
principios, deberes o prohibiciones ser entendido como una infracción administrativa
perfectamente sancionable. Una traición a la propia esencia de la administración pública.

Como ya lo señalaba Max Weber hace casi un siglo- al observar la burocracia de los Estados
Unidos- en su libro La Política como Profesión ¨…la evolución de la burocracia moderna tiende
a constituir un cuerpo de trabajadores intelectuales altamente capacitados a través de un largo
proceso educativo previo y que posee un altamente desarrollado sentido del honor  corporativo
volcado al interés por la integridad, sin lo cual pendería sobre nosotros el peligro de terminar en
una terrible corrupción y en un filisteísmo vulgar viéndose amenazada incluso hasta la eficacia
puramente técnica del aparato estatal cuya importancia ha aumentado en forma continua y
seguirá aumentando, especialmente con una socialización cada vez mayor…”3.

3
Weber Max. La Política como Profesión Traducción de Denes Martos. Edición Original: 1919. Edición Electrónica:
2010

3
II. Aspectos positivos tras la vigencia del Código de Ética de la Función Pública y de las
políticas públicas para la gestión de la ética en la administración pública

En el plano normativo los aspectos positivos de la dación del Código de Ética de la Función
Pública son la amplitud de su ámbito de aplicación, la “positivización” de principios deberes y
prohibiciones y el establecimiento de sanciones y procedimientos de sanción ante posibles
infracciones.

En cuanto a la amplitud de su ámbito de aplicación, debe decirse que hasta antes de la dación
del Código de Ética de la Función Pública el antecedente normativo más cercano sobre la ética
en la administración pública fue el Decreto Legislativo 276 – Ley de Bases de la Carrera
Administrativa y de Remuneraciones del Sector Público-, que en un capítulo especial desarrolla
las obligaciones, prohibiciones y derechos de los servidores públicos.

No obstante, esta norma data de inicios de la década de los ochenta y responde a un modelo
administrativo de corte burocrático que posteriormente y en el marco de las reformas de la
administración pública peruana de los años posteriores -sobre todo de los noventa- ha ido
siendo modificada por distintas normas y regímenes de contratación –cada cual con sus
propias reglas, privilegios y obligaciones- que han flexibilizado sus alcances y han hecho que
su aplicación actual sea verdaderamente marginal.

De ahí que uno de los principales aportes del Código de Ética de la Función Pública sea haber
tomado conceptos amplios y reconocidos internacionalmente para determinar su ámbito de
aplicación como son los de Función Pública y Funcionario Público estipulados en la
Convención Interamericana de Lucha Contra la Corrupción.

Así tenemos, que en cuanto a la Función Pública, el Código de Ética establece que debe
entenderse por Función Pública toda actividad temporal o permanente, remunerada u
honoraria, realizada por una persona en nombre o al servicio de las entidades de la
Administración Pública, en cualquiera de sus niveles jerárquicos; redacción idéntica a la del
artículo 1 de la Convención Interamericana contra la Corrupción4.

Por su parte en cuanto al concepto de Funcionario público también bajo inspiración de la


Convención Interamericana contra la Corrupción, y considerando la Ley Marco del Empleo
Público, se ha señalado que para efectos de la aplicación del Código de Ética debe considerarse
como empleado público a todo funcionario o servidor de las entidades de la Administración
Pública en cualquiera de los niveles jerárquicos sea éste nombrado, contratado, designado, de
confianza o electo que desempeñe actividades o funciones en nombre del servicio del Estado.

Además, señala que a efectos de su interpretación no importa el régimen jurídico de la entidad


en la que se preste servicios ni el régimen laboral o de contratación al que esté sujeto y
además el ingreso a la función pública implica tomar conocimiento del presente Código y
asumir el compromiso de su debido cumplimiento5.
4
Art. 1 Convención Interamericana Contra la Corrupción  
Para los fines de la presente Convención, se entiende por:
"Función pública", toda actividad temporal o permanente, remunerada u honoraria, realizada por una persona
natural en nombre del Estado o al servicio del Estado o de sus entidades, en cualquiera de sus niveles jerárquicos.
5
Art. 1 Convención Interamericana Contra la Corrupción  
Para los fines de la presente Convención, se entiende por:

4
Un segundo aspecto importante es la “positivización” de la ética en la administración pública
en una norma que es parte del ordenamiento jurídico del país. Siendo esto así, la ética asume
una nueva naturaleza y deja del lado la esfera de lo privado, y entra a una nueva dimensión en
el terreno del derecho público y en específico del derecho administrativo.

Las principales consecuencias de esta regulación es que, en términos “kelsenianos”, el Código


de Ética se hace de obligatorio cumplimiento para todos los trabajadores de la administración
pública y además que al estar vigente no se puede esgrimir falta de conocimiento para su
incumplimiento.

En ese marco, el Código de Ética se convierte en una norma orientadora, en tanto desarrolla
didácticamente un conjunto de principios (Respeto, probidad, eficiencia, idoneidad, veracidad,
lealtad y obediencia, justicia y equidad, lealtad al Estado de Derecho), deberes (Neutralidad,
transparencia, discreción, ejercicio adecuado del cargo, uso adecuado de los bienes del
Estado, responsabilidad), y prohibiciones (Mantener intereses de conflicto, obtener ventajas
indebidas, realizar actividades de proselitismo político, hacer mal uso de información
privilegiada, presiona amenazar y/o acosar) aplicables a todos los empleados públicos6.

Un tercer aspecto positivo es el establecimiento de un régimen de sanciones ante posibles


infracciones al Código de Ética que se pone en movimiento a efectos de garantizar su
adecuado cumplimiento. Así, se precisan criterios para establecer la gravedad de las faltas
como por ejemplo la determinación de competencias, naturaleza procesal en caso de
infracciones o fijación de sanciones aplicables en relación al régimen de contratación de los
infractores, entre otras disposiciones que se encuentran en el texto de la ley y de forma más
extensa en el reglamento. No obstante, aún persisten debilidades que serán expuestas en la
próxima sección de este trabajo.

Este procedimiento sancionador se complementan con la existencia del Registro Nacional de


Sanciones de Destitución y Despido, en donde se dejan inscritas las sanciones por faltas e
infracciones al Código de Ética de la Función Pública, tal como lo establece el texto de la
norma bajo análisis.

En el plano de las políticas públicas en estos últimos diez años las principales medidas han
estado focalizadas en la construcción de una institucionalidad responsable que ejerza rectoría
en el tema y en las políticas para la promoción del cumplimiento del Código de Ética de la
Función Pública.

En cuanto a la institucionalidad encargada o responsable de la “gestión ética” en la


administración peruana, debe diferenciarse dos niveles como son los de rectoría, y el de
ejecución y aplicación de las normas y políticas públicas.

La rectoría hace alusión a la existencia de una máxima entidad encargada de guiar u orientar el
desarrollo de una política a través del ejercicio de capacidades normativas, prestación de
asistencia técnica y evaluación de la política, mientras que por otro lado se hace referencia al

….
"Funcionario público", "Oficial Gubernamental" o "Servidor público", cualquier funcionario o empleado del Estado o
de sus entidades, incluidos los que han sido seleccionados, designados o electos para desempeñar actividades o
funciones en nombre del Estado o al servicio del Estado, en todos sus niveles jerárquicos.
6
Artículos 6, 7 y 8 de la Ley del Código de Ética de la Función Pública Ley 27815.

5
conjunto de entidades públicas que ejecutan e implementan las políticas y medidas dictadas
por los primeros.

Durante la década de los ochenta estas funciones estuvieron bajo responsabilidad del Instituto
Nacional de Administración Pública INAP, entidad que durante la década de los noventa fue
desactivada, en medio de la creación de nuevos regímenes de contratación y la eliminación del
concepto de planificación característico de las reformas estructurales pro mercado
implementadas en este período.

Ya durante la vigencia del Código de Ética de la Función Pública la entidad responsable de la


ética en la administración pública fue la Comisión nacional para la lucha contra la corrupción y
promoción de la ética y transparencia, entidad que en el año 2007 se desactivó creándose la
Oficina Nacional Anticorrupción cambiando su adscripción (su antecesora era una entidad
adscrita al Ministerio de Justicia) a la Presidencia del Consejo de Ministros, teniendo como una
de sus funciones expresas la promoción de la ética en la administración pública.

Esta entidad tuvo corta vida y fue desactivada en Agosto del 2008, otorgándose desde
entonces las funciones de ética, transparencia y vigilancia ciudadana a la Secretaría de Gestión
Pública de la Presidencia del Consejo de Ministros, entidad rectora y responsable del proceso
de modernización de la gestión del Estado, que tiene como uno de sus principales ejes el
desarrollo de estas materias en el conjunto de las entidades de la administración peruana a la
fecha.

Valorativamente este cambio es sustancial porque garantiza una mejor coordinación de las
políticas relacionadas al enlazarla con las funciones de la más alta entidad administrativa del
Estado que por lo demás tiene mayor consolidación administrativa, mayor legitimidad y sobre
todo con mejores posibilidades de actuación a nivel nacional.

En cuanto al nivel de ejecución e implementación de políticas referidas a la ética en la


administración pública la responsabilidad recae en cada una de las entidades públicas. Esta
obligación ha quedado consagrada en diferentes normas, así tenemos la Ley de Control Interno
que establece como obligación del titular y de los funcionarios responsables, entre otras
funciones, el fomento e impulso de valores institucionales.

Asimismo, el Código de Ética de la Función Pública señala específicamente que es obligación


del Órgano de la Alta Dirección de cada entidad su promoción y efectiva aplicación para tal
efecto debe ejecutar medidas para promover la cultura de probidad, transparencia, justicia y
servicio público debiendo para ello establecer mecanismos e incentivos que permitan una
actuación correcta, transparente y leal de los servidores públicos.

En ese sentido, las autoridades de las entidades públicas son responsables de difundir el
Código de Ética; diseñar, establecer, aplicar y difundir los incentivos y estímulos a los
servidores públicos que cumplan con los principios, deberes y obligaciones del Código y
respeten sus prohibiciones; desarrollar campañas educativas sobre las sanciones para los
servidores públicos que tengan prácticas contrarias a los principios establecidos en el Código;
entre otros.

Una iniciativa notable en estos años para promover la ética en la administración pública es la
Directiva N° 001-2009-PCM/SGP “ Lineamientos para la Promoción del Código de Ética de la
Función Publica” de la Secretaría de Gestión Pública que establece responsabilidades en la

6
Alta Dirección de cada entidad como la conformación de Comisiones de Ética, un conjunto de
actividades promocionales mínimas como la publicación en paneles y áreas comunes de
versiones amigables del Código de Ética, suscripción de declaraciones juradas de
conocimiento a los nuevos y antiguos trabajadores, así como la premiación de prácticas
innovativas que cada entidad pueda realizar. Una colección de las iniciativas premiadas puede
revisarse en la publicación ¨Buenas prácticas para la promoción del Código de Ética de la
Función Pública ¨ publicado por la Presidencia del Consejo de Ministros y la Agencia de
Cooperación Alemana GIZ7.

En otra línea de trabajo desde el año 2009 se han generado incentivos positivos para el
cumplimiento de normas éticas como por ejemplo reconocimientos por el Día Nacional del
Empleado Público, a los trabajadores que hayan destacado por su integridad y cultivo de
labores con diversos premios que van desde reconocimientos a través de resoluciones de
felicitación hasta objetos de valor material.

Asimismo, en relación al desarrollo de capacidades, a través de la Secretaría de Gestión


Pública durante los años 2008 y 2011, se emprendió un ambicioso programa de capacitación a
servidores de todos los niveles de gobierno con la finalidad de dar a conocer contenidos,
normatividad e iniciativas para la implementación de mecanismos que ayuden a garantizar la
ética en la administración pública. Este programa tuvo como objetivo llegar a las 25 regiones y
600 gobiernos locales (un tercio de todo el país) y a por lo menos 1500 servidores encargados
de la promoción de la ética, responsables de la aplicación de sanciones administrativas, entre
otros.

Otro momento importante en la gestión de la ética en la administración pública fue la dación del
Decreto Legislativo N° 1023 del 21 de Junio del 2008, que creó la Autoridad Nacional del
Servicio Civil SERVIR como organismo técnico especializado rector del Sistema Administrativo
de Gestión de Recursos Humanos del Estado, con el fin de contribuir a la mejora continua de la
administración del Estado a través del fortalecimiento del servicio civil siendo una de sus
funciones la capacitación de los recursos humanos de todo el Estado.

También es destacable la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo de Capacidades por la


Presidencia del Consejo de Ministros que articula la oferta formativa de las diferentes entidades
públicas con las necesidades de los empleados públicos.

Desde el sector social también han existido iniciativas interesantes como como el Proyecto
Comun@s que con la colaboración de la cooperación de USAID desarrolló en 84 distritos
rurales aspectos relacionados a transparencia, ética pública, acceso a la información y ejercicio
efectivo de derechos; así también el “Proyecto de Gobernabilidad y Transparencia a través de
la mejora de la efectividad en calidad y cobertura de los servicios públicos básicos” en el que
participaron organismos no gubernamentales como PRISMA, la Universidad ESAN y la Mesa
de Concertación para la Lucha contra la Pobreza tuvo como un componente específico la
formación y fortalecimiento de capacidades de gestión pública para el desarrollo social, regional
y local, orientado a funcionarios y sociedad civil con una cobertura en 121 provincias y 638
distritos de 14 regiones del país.

7
Presidencia del Consejo de Ministros y Agencia de Cooperación Alemana GIZ, Buenas prácticas para la promoción
del Código de Ética de la Función Pública, Lima: 2012.

7
III. Debilidades del Código de Ética de la Función Pública y de las políticas públicas para
la gestión de la ética en la administración pública

En el plano normativo las debilidades del Código de Ética de la Función Pública están
relacionadas con la supletoriedad de su aplicación, la vigencia de otras disposiciones
preceptivas similares y de varios procedimientos sancionadores.

En cuanto a la supletoriedad de su aplicación, la Primera Disposición Complementaria y Final


de la Ley del Código de la Función Pública dispone que el Código es supletorio a las leyes,
reglamentos y otras normas de procedimiento existentes en cuanto no lo contradigan o se
opongan y en cuyo caso prevalecen las disposiciones especiales.

Esta disposición debilita la aplicación del Código de Ética de la Función Pública porque abre un
amplio margen de discrecionalidad e interpretación entre los funcionarios públicos sobre que
normas aplicar en cada caso concreto generando confusión en su aplicación y en la función
orientadora que de por sí una norma axiológica debería de tener.

Esta preocupación ha sido recogida por el Comité de Expertos del Mecanismo de Seguimiento
de la Convención Interamericana Contra la Corrupción que en su primer informe sobre el Perú
señaló como una recomendación: “Evaluar la posibilidad de modificar la Disposición
Complementaria y Final Primera de la Ley 27815 – Ley del Código de Ética de la Función
Pública, a fin de eliminar su carácter supletorio en el caso de las normas de menor jerarquía”8.

Al día de hoy coexisten varias normas similares aplicables en función de los distintos
regímenes laborales. Así, aún existen el listado de deberes y derechos de los trabajadores
sujetos al Decreto Legislativo 276 Ley de Bases de las Carrera Administrativa y de
Remuneraciones del Sector Público, el conjunto de deberes contenidos en la Ley 27444 Ley
del Procedimiento Administrativo General, el conjunto de infracciones del Decreto Supremo
023-2011-PCM “Reglamento de infracciones y sanciones para la responsabilidad administrativa
funcional derivada de los informes emitidos por los órganos del Sistema Nacional de Control”,
entre otros. En el anexo se presenta un cuadro resumen de las disposiciones preeptivas de las
principales normas en vigencia actual.

La consecuencias de esta supletoriedad diluye la función orientado del Código de Ética de la


Función Pública, pues no existe claridad entre las normas y muchas veces unas contienen
aspectos que otras no tienen y viceversa, generando desorientación y pérdida de efectividad en
los empleados públicos.

A nivel procesal esta supletoriedad también genera complicaciones porque coexisten


regímenes sancionatorios con distintos procedimientos y distintas sanciones para similares
circunstancias. Así tenemos, el régimen sancionador del Decreto legislativo 276, el
procedimiento sancionador de la Ley 27444 del Procedimiento Administrativo General e incluso
el nuevo procedimiento sancionador otorgado a la Contraloría General de la República a través
de la Ley 29622 que modifica la Ley 27785, Ley Orgánica del Sistema Nacional de Control y de
la Contraloría General de la República y amplía las facultades en el proceso para sancionar en
materia de responsabilidad administrativa funcional, que también tiene un catálogo de faltas
8
ORGANIZACIÓN DE LOS ESTADOS AMERICANOS – Mecanismo de Seguimiento de la Implementación de los
Estados Americanos, Informe sobre la Implementación en la República del Perú de las disposiciones de la
Convención para ser analizadas en el marco de la Primera Ronda, Washington DC, pág.44 (2004).

8
con un tribunal externo sancionador con competencias específicas. En ese escenario las
posibilidades de uso de las sanciones y el procedimiento sancionador contemplados en el
Código de Ética de la Función Pública es verdaderamente marginal.

En el plano de las políticas públicas existe poca claridad en cuanto a los alcances y ámbitos
funcionales de la Secretaría de Gestión Pública, SERVIR y la Contraloría General de la
República. Si bien existe una norma que otorga funciones a la Secretaría de Gestión Pública en
materia de ética en la administración pública, quedan nebulosas sobre las competencias de
SERVIR en tanto entidad rectora del Sistema Administrativo de Recursos Humanos y también
de la Contraloría General de la República en tanto entidad rectora del Sistema Administrativo
de Control. Hasta que punto cada entidad puede actuar, que margen de exigibilidad tienen las
normas emitidas por estas entidades, se superponen funciones?. Son cuestiones aún sin
muchas respuestas claras.

Otra debilidad importante es la ausencia de canales de denuncia y de protección de


denunciantes. Esta es una situación generalizada en casi todas las entidades públicas
existiendo diversidad de mecanismos, comisiones y canales de denuncia que en la práctica
desalientan la denuncia de posibles infracciones. Al respecto, el Sistema Nacional de Atención
de Denuncias SINAD recientemente puesto en marcha por la Contraloría General de la
República es un avance interesante en tanto genera protocolos específicos, personal
capacitado y mecanismos que garantizan la atención de las denuncias. Aunque aún no se
tienen resultados sobre su utilización, su éxito puede ser una alternativa futura a solucionar
este serio problema.

Finalmente, un asunto no menor, es la poca claridad que existe en la relación entre las faltas
éticas y la corrupción. Si tomamos en cuenta que, en forma general, la corrupción es el uso del
poder público en beneficio privado no todas las faltas éticas deben ser consideradas como
actos de corrupción como tradicionalmente sucede.

Así por ejemplo, el incumplimiento del principio de respeto, el deber de discreción, o el


incumplimiento de la prohibición de realizar actividades de proselitismo político, entre otros
ejemplos no encajan en el concepto de corrupción. Por su parte cuestiones como por ejemplo
obtener ventajas indebidas o la falta de transparencia si pueden ser claramente identificadas
como actos de corrupción.

Esta disquisición es importante porque muchas faltas éticas si son claramente actos de
corrupción, aunque no necesariamente sean delitos punibles por el Código Penal, y además
determina el trabajo de entidades como el Ministerio Público, Poder Judicial, Ministerio de
Justicia, la Contraloría General de la República o la Comisión Nacional Anticorrupción que a
efectos de llevar una estadística y una política criminal anticorrupción encuentran esta traba ya
sea incluyendo todas las faltas éticas como actos de corrupción o ya sea descartando todas las
faltas éticas y sólo considerando los delitos contra la administración pública tipificadas en
nuestro ordenamiento jurídico penal.

IV. Agenda para el futuro

9
De acuerdo a lo expuesto anteriormente es posible establecer una agenda pendiente de
reformas legales y administrativas que ayuden a potenciar los beneficios y utilidad del Código
de ética de la función pública y la gestión de la ética en la administración pública.

En el ámbito normativo es urgente ordenar las múltiples normas que contienen aspectos
relativos a la ética que existen en cada una de las regulaciones sobre servicio civil y determinar
un único cuerpo que regule este aspecto.

Esto implica eliminar la supletoriedad que ya advirtió el Comité de Expertos del Mecanismo de
Seguimiento de la Convención Interamericana Contra la Corrupción, teniendo como efecto
directo reducir espacios de interpretación de la norma y fortalecer la función orientadora del
Código.

Un ejemplo interesante a considerar podría ser el Código Disciplinario de Colombia que ha


integrado en forma completa y en único cuerpo jurídico diversas disposiciones sobre deberes,
derechos, prohibiciones, conflictos de interés, procedimientos, entre otros

También urge establecer un único procedimiento sancionador para las infracciones éticas,
evaluando los diversos procedimientos existentes y determinando las ventajas y desventajas de
los mismos. Quizá el nuevo procedimiento sancionador a cargo de la Contraloría General de la
República sea una alternativa importante para este desorden en tanto entrega a una entidad
externa, ajena a las entidades ejecutivas, esta facultad reduciendo las posibilidades de
parcialidad en el procesamiento y sanción de las infracciones.

Junto a lo anterior, y ya en el campo de las políticas públicas, es necesario establecer canales


eficientes y confiables para la recepción de denuncias de corrupción. Como se mencionó
anteriormente el hecho de no contar con ellos genera incentivos negativos para la denuncia ya
sea porque pone en peligro a los posibles denunciantes o porque simplemente se considera
que las denuncias nunca tendrán resultados efectivos.

En cuanto a la rectoría de la gestión de la ética en la administración pública debe iniciarse un


proceso de debate y reflexión sobre los alcances y ámbitos de la Secretaría de Gestión Pública,
SERVIR y Contraloría general de la República a fin de evitar duplicidades innecesarias. Una
fórmula de solución podría ser concentrar en SERVIR la atención de disputas administrativas
propias del Tribunal de Servicio Civil, en la Contraloría los aspectos relacionados al Control
Interno en forma general, y en la Secretaría de Gestión Pública la promoción y actividades
conexas relacionadas con este fin.

Ya en el plano de la gestión de la ética en la administración pública debe lograrse hacer de la


ética en la administración pública un asunto cotidiano y de uso común. Para ello es importante
dar nuevos impulsos en actividades formativas e informativas sobre los alcances del Código de
Ética de la Función Pública.

Finalmente, cabe la necesidad de generar un marco regulatorio que oriente a las entidades a
desarrollar incentivos adaptables a cada realidad administrativa. Esta es una política pública de
suma importancia a la cual muchas veces no se presta mucha atención ya sea por falta de
conocimiento o de iniciativa. No obstante, queda claro que una buena política de incentivos que
implique premios y castigos a los que cumplen adecuadamente o infringen el Código ayudaría
a generar un buen clima de trabajo dentro de las entidades y a hacer de la ética enla
administración pública un asunto del día a día.

10
Washington DC, 27 de abril de 2013

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BIBLIOGRAFIA Y NORMAS REVISADAS

 Savater Fernando, Ética para Amador, Ariel S.A, Barcelona:1991.


 Weber Max. La Política como Profesión Traducción de Denes Martos. Edición Original:
1919. Edición Electrónica: 2010.
 Organización de los Estados Americanos – Mecanismo de Seguimiento de la
Implementación de los Estados Americanos, Informe sobre la Implementación en la
República del Perú de las disposiciones de la Convención para ser analizadas en el
marco de la Primera Ronda, Washington DC, pág.44 (2004).
 Presidencia del Consejo de Ministros y Agencia de Cooperación Alemana GIZ, Buenas
prácticas para la promoción del Código de Ética de la Función Pública, Lima: 2012.
 Convención Interamericana Contra la Corrupción
 Ley 27815 del Código de Ética de la Función Pública
 Ley 27444 del procedimiento Administrativo General
 Ley 29622 que modifica la Ley 27785, Ley Orgánica del Sistema Nacional de Control y
de la Contraloría General de la República y amplía las facultades en el proceso para
sancionar en materia de responsabilidad administrativa funcional
 Ley 27785 Orgánica del Sistema Nacional de Control
 Decreto legislativo 276 Ley de Bases de las Carrera Administrativa y de
Remuneraciones del Sector Público,
 Decreto Supremo 033-2005-PCM Reglamento de la Ley del Código de Ética de la
Función Pública
 Ley de Bases de las Carrera Administrativa y de Remuneraciones del Sector
 Decreto Supremo 023-2011-PCM “Reglamento de infracciones y sanciones para la
responsabilidad administrativa funcional derivada de los informes emitidos por los
órganos del Sistema Nacional de Control”, entre otros.

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